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Unamuno y la metáfora organicista de la
creación literaria
Marta E. Altisent, University of California, Davis
Karen Horney ha señalado que el rol tan limitado que tiene el hombre
en la creación de los seres vivos es precisamente lo que le impulsa a
compensarlo en sus obras.1 Y Gershon Legman sostiene que la recurrencia
de las imágenes de gestación en un escritor encuentran justificación en la
teoría de 'una autoría maternal masculina' que obedece a una fantasía
arquetípica, poderosa y persistente, basada en el misterio y la envidia
hacia los poderes sexuales y reproductivos femeninos.2 En muchos
personajes de Unamuno hallamos vehemente ejemplo de esa 'envidia
masculina del vientre fecundador', así como del poder y las posibilidades
perpetuadoras de lo femenino que podrían indicar anhelos inconscientes
o inhibidos del lado femenino de su psique. En sus planteamientos
ficcionales, la diferencia y dependencia de las funciones productiva y
reproductiva prescritas a cada sexo proyecta la dialéctica íntima de una
imaginación creadora sometida al dualismo mente/cuerpo. Es metáfora
de una autoría que conjuga un anhelo, a la vez paternal y maternal, de
crear y recrearse en sus personajes, de impregnarlos con su impronta
personal e individualizadora - o legitimidad paternal - y de dotarlos de
verosimilitud — o carnalidad maternal — ya que en cada uno de ellos
aspira Unamuno a obtener un reflejo más rico y objetivo de su persona.'
La compulsión de dotar a sus criaturas de una existencia subjetiva y
objetiva reproduce en términos antropomórficos el combate entre metáfora
y metonimia en que se liberan los procesos lingüísticos de su mente. Es la
exigencia de inteligibilidad y consistencia a que debe someter sus amorfas
preconcepcíones imaginativas.4 El consorcio de originalidad y
perseverancia, o equilibrio de las cualidades 'masculino-femeninas' del
autor fecundo, se convierte en un motivo insistente de su poética. En un
artículo de 1902, acuña las expresiones 'escritor vivíparo' y 'escritor
ovíparo' para distinguir dos tipos de autores: los que crean de forma
apriorística y espontánea, y los que combinan su esfuerzo con la erudición
externa. Los primeros ofrecen al lector un producto acabado y perfecto,
tras un proceso gestativo interior e individual, algo así como el parto
masculino de Júpiter a Minerva. Los 'ovíparos', en cambio, someten su
idea germinal a un largo proceso evolutivo, incubándola y nutriéndola
de material intelectual. Aunque Unamuno se clasifica entre estos últimos,
es consciente del parálisis y la ansiedad de la influencia del que puede
derivar el 'empollamiento' investigador. Entrambosmares y
Paparrigópulos son sus mejores caricaturas del erudito estéril e impotente,
Unamuno y la metáfora organicista 27
que incapaz de concebir nada nuevo, se limita a clasificar o incubar el
detritus de conocimientos precedentes. Sus mixtificaciones prematuras y
abortivas acusan además el excedente genesíaco que no fructificó en hijos
carnales.
En el 'Soliloquio' de 1907, el Unamuno ensayista aspira a conciliar
estas tendencias centrípetas y centrífugas de su pensamiento; aunar la
teoría creacionista y 'vivípara' de concebir ideas que broten del corazón
con el principio transformista y 'ovíparo' de depurar su discurrir mediante
un proceso de síntesis y concentración cualitativa.5 Ser original consiste
aquí en delimitar, reiterar unas 'pocas y sencillas ideas expuestas con
vigor y eficacia', porque 'todo autor, cuanto más original sea, cuando
más saque de su propio fondo, en vez de limitarse a contar lo que oye en
derredor, tanto más se repite'. Todas sus novelas, comentarios, ensayos y
poesías 'no son más que un solo y mismo pensamiento fundamental que
va desarrollándose en múltiples formas'.6
Al pasar de las concepciones paraliterarias a los esquemas ficcionales,
la dialéctica creación masculina/procreación femenina y los binarismos
corolarios razón/instinto, mente/cuerpo, verdad/consuelo, retórica/
silencio, etcétera, no forman un sistema consistente sino un juego de
abstracciones frágil y reduccionista que confirma el carácter inestable,
indefinible y relativista de todo lo vital. A la congruencia metafórica
opone el autor la incongruencia literal, denunciando la artificiosidad de
la ideología hegeliana y positivista que perpetúa este pensamiento por
analogía sexual. Sus resoluciones nivolescas se resisten, no obstante, a
trascender estos mitos sexuales, pues, para el autor, el transcurso de los
siglos ha acabado por hacerlos connaturales a la sobrevivencia de la raza
humana.
El consorcio creación-reproducción se reduce al absurdo en el
malogrado Apolodoro de Amor y pedagogía, fruto descompensado de la
atrofia afectiva del padre y del irracionalismo de la madre. En Niebla, la
aspiración del padre a la genialidad del hijo se traslada a la compulsión
del autor a dar heroicidad al 'pobre homúnculo que rebulló en las entrañas
de [su] mente pidiendo existencia de ficción'. Pero el 'préstamo de vida
ficcionaP que otorgó a Augusto Pérez sólo pudo consumarlo y objetivarlo
con un filicidio.7 En Dos madres y La tía Tula, el binomio co-creador
pasa a una dualidad femenina y a la paradoja de la madre-virgen, siendo
Raquel y Tula las variantes materialista y espiritual, distópica y utópica,
de un matriarcalismo familiar no sometido a la fisiología ni a la
legitimidad patriarcal. No es hasta San Manuel Bueno, mártir que el
impulso creador adquiere mayor alcance social y temporal. Lo proyecta
en la figura desexualizada de un 'padre espiritual' y 'varón matriarcal',
cuyo ejemplo asegura la continuidad intrahistórica del pueblo. Su legado,
como el de Cristo, no es productivo ni reproductivo, sino factual y
autosacrificial; sólo fructifica tras la muerte. El binomio andrógino de
Angela y don Manuel formula además la reunión simbólica de las virtudes
28 Marta E. Altisent
maternales y paternales de la compasión y de la duda: la 'lucha sin victoria
ni esperanza' con la muerte. Como ha observado Adolfo P. Carpió, la
voluntad de fe del protagonista crea en el aquí y ahora su propio objeto,
renunciando a lo sobrenatural en favor de lo concreto vital. El ansia
unamuniana de ser, querer y creer quedan aquí niveladas porque don
Manuel ha renunciado a la posesión individual en favor del nexo social
y la continuidad intrahistórica.8
Unamuno, tratando de curarse de su propia intelectualidad de signo
hegeliano, acentúa en Amor y pedagogía el sistema de posiciones
mutuamente excluyentes que la civilización occidental asigna a las
dualidades razón/vida y mente/cuerpo.9 Dicotomías que el reduccionismo
racionalista extiende a la distribución de valores y derechos considerados
de orden femenino (la domesticidad, la familia, la moral, la religión)
frente a los de signo masculino (la historia y la política), desplazando lo
femenino del ámbito de la razón e inscribiéndolo en el de la emoción, la
intuición y los procesos orgánicos. Las hipérboles y parodias de ese
pensamiento antropocéntrico que clasifica toda experiencia en términos
biológicos intrínsecos, no dejan, sin embargo, de reafirmar las razones
económico eficientes por las que el consevadurismo social mantiene la
separabilidad sexual.
En Avito y Marina, encarnaciones de la energía creativa y la procreativa,
el anhelo del padre de emular la gestación femenina, de hacerla 'más
científica y consciente', remeda la imposibilidad de hacer de la ciencia
maestra de la vida y de sustituir el poder nutritivo del amor.10 El embarazo,
parto, gestación y lactancia cerebral de Avito tienen su correlato anatómico
en imágenes de sádica intrusión en el vínculo materno-filial; de prematura
usurpación de las funciones maternales por la puericultura. Marina se
resigna a ser vaso de una programada inseminación. Su cuerpo se reduce
a linfa nutritiva, reforzada por sobredosis de alubias, y su embrión es
estimulado por vibraciones rítmicas. El habitat del bebé se convierte
después en laboratorio corrector de las 'chapucerías de la naturaleza', y
el pecho materno es sustituido por un biberónde leche esterilizada,
preámbulo de la infusión educativa del padre, para quien la pedagogía
'¿qué es sino biberón psíquico, lactancia de eso que llaman espíritu?'.11
El cultivo 'ovíparo' del infante continúa en la educación 'vivípara' que
don Fulgencio experimenta en el adolescente, incitándole a que madure
a golpes de experiencia y a que desempeñe su 'morcilla' según los impulsos
de su voluntad. Pero el resultado del doble parto masculino no es una
réplica mejorada del progenitor, sino una copia vulgar y deficiente de la
especie: una anticreación frustrada por la ansiedad metodológica del
padre y agravada por la 'maternidad neurótica' de la madre.12 Con la
muerte de Apolodoro, la gestación del genio queda aplazada ad infinitum,
poque antes de suicidarse deja embarazada a Petra, la criada, que vuelve
a convertirse en probeta de otro experimento pedagógico que mejore el
anterior.
Unamuno y la metáfora organicista 13
La vuelta circular y regresiva de Avito al regazo de Marina,
convirtiéndose en hijo de la madre que le negó a su hijo, simboliza la
involución del hombre, que alienado por la civilización tecnológica busca
en esa madre natural el secreto de su origen. La mujer, reducida a hembra
evocadora de las funciones más vegetativas y animalizadas del ser, es al
fin celebrada como mater, capaz de recrear al hombre-niño y salvarle de
la nada del morir.13 Tras proclamarla ineducable, restaura su primacía
criadora-creadora, revelándonos, como dice Oreste Macrí, que 'Nada es
el hombre sino su ficción realísima de crearse hombre en los brazos
femeninos que le sostienen y lo crían, ¡lo crean!'.14
Si el imperativo arbitrario del instinto gravita en torno a las defensas y
límites que le impone la razón, en mutua exclusión e interdependencia,
sólo en la aceptación de esa discordia existe posibilidad de consolación.
En Del sentimiento trágico de la vida trata el autor de redefinir la razón
en oposición a lo real-empírico y en problemática dependencia con el
absurdo vital. Al extender esa premisa a la polaridad sexual, la ecuación
continúa descompensada. Elevar la razón o intelecto masculino conllevará
la supresión del principio vital y espiritual femenino. El amor no es
tampoco impulso nivelador de las cualidades de cada sexo, sino 'avaricia'
y fuerza activa de mutua dominación e imposición de una voluntad
sobre otra.15
En una fábula de 1916, caricaturiza Unamuno la impostura de idolatrar
o subyugar lo femenino, reafirmando la imposibilidad de liberarse del
papel sexual. Don Bernardino y doña Etelvina, un sociólogo feminista y
una dama 'futurista' defensora de los derechos masculinos, pretenden
redimir al propio sexo de sí mismo tanto como de las tiranías y prejuicios
del sexo contrario; Don Bernardino 'sabía bien que la emancipación de
la mujer hay que hacerla contra las preocupaciones de las mujeres mismas
y que todo redentor ha de salir crucificado por aquellos mismos a quienes
espera redimir'. Para doña Etelvina, en cambio, 'el hombre no se
emanciparía mientras no se sacudiera las cadenas de su culto a la mujer',
añadiendo que prefería 'ser arado y que no se me rinda culto, sino que se
me maneje para arar la tierra común'. Los extremos de su enzarzado
debate se encaminan hacia 'una región sublime, asexual, en la que ambos
ideales se reduzcan a uno solo', pero la convivencia intelectual no
despierta en ellos la síntesis amorosa que esperan sus lectores sino el
desasosiego: 'como si a él le hiciera falta mujer y a ella hombre pero, por
otra parte, repeliéndose mutuamente'.16 Para rescatar su identidad sexual
inhibida recurren a amantes analfabetos quienes tienen hijos, y poco antes
de nacer éstos, Bernardino y Etelvina se casan para cubrir las apariencias,
acogiendo a los padres de las criaturas como sirvientes de su nuevo hogar.
La 'extraña mellicidad de aquellos dos pobrecitos inocentes' que hacen
pasar por hermanos equivale a la fraudulenta resolución de sus teorías:
'huelga decir que la obra de síntesis entre el feminismo de don Bernardino
y el masculinismo de doña Etelvina quedó en eterno barbecho, y que la
30 Marta E. Altisent
nodriza del niño y el bausán aquél acabaron por casarse e instalándose
en el hogar del matrimonio intelectual lo explotaron de lo lindo. -
¡Extraña combinación! - solía decir doña Etelvina. Di más bien
¡concuaternación! - le agregaba don Bernardino'.17 El cínico reajuste de
esa unión carnal, complementaria y, al fin, devoradora, de la intelectual,
parece sugerir que el exceso de cultura puede resultar detrimente para el
matrimonio, provocando un sobrante paralelo de energía genesíaca
desestabilizadora de su jerarquía y de su economía, sobre todo si la esposa
emula el privilegio masculino de las relaciones extraconyugales.
La premisa consoladora que don Fulgencio inculcó en su discípulo en
Amor y pedagogía de que 'no hay obra poética más grande que un hijo o
una hija',18 vuelve a ser mensaje subyacente en Niebla y en cuentos que,
como el anterior, muestran la variada ley de compensaciones que rige la
política sexual y la reproductiva. En Niebla, el motivo del nacimiento y
la adopción de un hijo recurren como azar salvador en la historia de
Víctor y la de don Antonio. Este último tiene cuatro hijos con la esposa
del hombre que huyó con su ex-mujer, y los considera engendros de amores
'hechos con fuego y rabia'. Sólo la hija adoptiva, la del 'ladrón', logra
hacerle padre de verdad porque al criarla y amarla ha redimido su sed
vengativa y ha transformado la paternidad en un acto voluntario.
También el hijo tardío de Víctor desvanece sus aprensiones y le infunde el
impulso creador necesario para concluir su nivola: 'Precisamente por
eso, por ser ya padre, he vuelto a ella. Y en ella desahogo el buen humor
que me llena', comunica a su amigo en el capítulo XXV Al leer el
manuscrito del reciente padre, Augusto detecta un cambio de estilo: más
cínico y crudo, más realista y más grotesco. Más cerca, en suma, de la
vida.
La usurpación del 'criar' por el 'crear' tiene funestas consecuencias en
'Los hijos espirituales', otro cuento de 1916 en el que la fecundación
carnal es elevada a auténtica creatividad, mientras que la producción
intelectual es degradada a ejercicio mecánico y reproductivo, sometido a
la ley del mercado y consumo editorial. El desperdicio de energía seminal
del escritor que impregna páginas de letra muerta en lugar de hijos tiene
su paralelo en el plagio reproductivo de la esposa, que compra peponas
con el dinero de los libros del marido y las transforma en sus 'hijas
espirituales'. Otra perversión del 'criar' por el 'producir' la encarna el
avaro Simón de Raquel encadenada (1921), quien explota el talento
musical de su esposa y capitaliza su éxito en detrimento de su fecundidad,
hasta que ésta disuelve las cadenas conyugales y co-productivas y se hace
madre adoptiva del hijo de un antiguo novio, creando con ellos un
verdadero hogar. No es hasta Dos madres (1920) y La tía Tula (1902-
1921) que Unamuno inscribe la dualidad razón/espíritu en un territorio
intrínsecamente femenino, desplazando el énfasis de la pareja humana a
la sororidad autosuficiente de la colmena doméstica. La génesis autorial
se proyecta en esas madres vicarias que resisten el lazo a la servidumbre
Unamuno y la metáfora organicista 31
masculina para reafirmar su independencia y depurar espiritualmente la
descendencia familiar. Cada alter ego que encuentra, en el vacío de la
soltería voluntaria, la viudez o la esterilidad, el espacio que le permite
objetivar su instinto y convertirlo en imperativo consciente y creativo,
revoca su papel de fecundada en fecundadora.19
La simbiosis de afecto, inteligencia y corporalidad de La tía Tula reúne
el 'engendrar' masculino con el 'parir' femenino con todas sus atribuciones
corolarias: lo racional y lo orgánico, lo simbólico y lo preedípico, lo
consciente y lo intuitivo, el cambio y la perseverancia, como principios
íntimamente entrelazados del impulso creador.20 Como madre funcional,
Unamuno-Rosa se muestra receptivo a la compulsión de dar vidaa unos
personajes que la vida ya se encargará de forjar 'vivíparamente' a su
capricho. Como madre adoptiva y espiritual, Unamuno-Tula reclama su
hegemonía paterno-familiar, su derecho a legitimar, poseer y corregir la
herencia de sus criaturas. Como en otras madres vírgenes o estériles como
Tula o Raquel, el 'yo' encauza su energía genesíaca en un propósito de
perpetuación que ansia tanto la preservación de su identidad individual
como su proyección en lo generacional. La paradoja de mente y corazón
que Tula encarna es una lucha agónica, en cuanto que reactiva un
imperativo más poderoso que la maternidad: la voluntad neutra de ser e
imponerse a los demás: 'Su cabeza reñía con su corazón, y ambos, corazón
y cabeza, reñían en ella con algo más ahincado, más entrañado, más
íntimo, con algo que era como el tuétano de los huesos de su espíritu'.21
La paradoja de la madre-virgen proyecta la fantasía autorial de dar signo
bisexual a su labor creadora; de entrever las experiencias vitales y psíquicas
del otro sexo, adentrándose en 'la expiación y culto místico maternal'
para reabsorber conscientemente los elementos reprimidos que la cultura
proyecta sobre lo femenino. Esa posición en la célula familiar que vimos
asumir a otras figuras tutelares - tías, madrastras, abuelas, esposas estériles,
voluntarias no madres - y continuadoras de la historia doméstica por la
crianza colateral de los hijos, deja de ser condición alienada, abnegada o
grotesca para serlo de independencia y control.22 La inteligencia de Tula
representa esa eficiencia genesíaca de la especie que distingue y sacrifica
al miembro más inteligente para asegurar la funcionalidad del grupo.
Dentro de ese linaje matriarcal selectivo, Tula depositará en la más frágil
de sus hijas y única que no lleva su sangre, Manolita, el legado familiar.
La elige como vínculo y memoria de futuras generaciones, y tras su muerte,
la muchacha asume su palabra y sus funciones.23 Su parto mental aspira,
como el del autor, a ser una partenogénesis, un desdoblamiento en dos
mitades o en otra copia idéntica de sí misma para perpetuar
indefinidamente su esencia. Creación que conlleva una muerte parcial o
desgarramiento íntimo, ya que como expone en Del sentimiento: 'Todo
acto de engendramiento es un dejar de ser, total o parcialmente lo que se
era, un partirse, una muerte parcial. Vivir es darse, perpetuarse, y perpetuar
y darse es morir. Acaso el supremo deleite de engendrar no es sino un
32 Marta E. Altisent
anticipado gustar la muerte, el desgarramiento de la propia esencia
vital'.24
El uso de una mente femenina que controle el proceso reproductor es
un reto a las realidades históricas. Aunque el escritor privilegia la
maternidad como forma libre y creativa, no llega a proyectar una fórmula
de autoría autosuficiente que supere el dualismo mente/cuerpo. Al dar
signo racional a lo maternal el escritor se ve obligado a recurrir a la
paradoja de la madre-virgen o a las dos madres, como tenor y vehículo
de la reproducción, en dualidad antagónica (Dos madres),
complementaria (Tula-Rosa/Manolita-Caridad, en La tia Tula) o
sustitutoria (Raquel encadenada). La escisión de alma-cuerpo y ama-
sierva que se da entre estas mujeres niega a la individualidad femenina su
posibilidad de ser ente integral, haciéndola comunitaria y codependiente.
Rosa y Manuela reactivan además ese tabú tradicional que desplaza a la
mujer embarazada a la periferia de lo humano, devolviéndola a una
otredad, falocráticamente impuesta, que la propia historia femenina ha
internalizado.25 La incompatibilidad mente/cuerpo se complica además
con la identificación de Tula con la primera madre sin madre, Eva, y con
la madre de Dios. Arquetipos cuyas resonancias concupiscentes e
inmaculadas están íntimamente entrelazadas en una psique circunscrita
al marco judeo-cristiano patriarcal. En La agonía del cristianismo,
Unamuno es consciente de cómo los padres de la Iglesia acentuaron la
'maternidad divina' de la virgen en aras de su feminidad inhumana o
inexistente, y de cómo la naturaleza concupiscente que se adjudica a la
mujer desde Eva, ha convertido su virtualidad maternal en su única
posibilidad redentora y redimible:
¿Un remedio a la concuspiscencia? ¡Pobre mujer! Ella, a su vez, se
salva haciendo hijos (I Tim.,II,9) si es que no sabe hacer otra cosa.
Porque el hombre no viene de la mujer, sino la mujer viene del hombre
(I Cor., XI, 9, Efes., V 23), puesto que Eva fue hecha de una costilla
de Adán. Sin embargo, la Virgen Madre,de la cual el viril Apóstol de
los Gentiles no habla jamás, claro está, no nació de una costilla de
Cristo, sino éste, Cristo,nació de una mujer.26
La resistencia de Tula a la contaminación sexual y su insumisión al
lazo conyugal es rebeldía activa más que reactiva, y trasciende a virtud y
exclusivismo inhumanos. Antes de morir, al tomar conciencia de su
fraccionamiento y de las contradicciones a que ha dado lugar este rechazo
a lo corporal, renuncia a su prerrogativa de la palabra, de la verdad y de
la pureza absolutas, atrincherándose en la paradoja y el silencio; Tula
gana la palabra por derecho propio, pero al nacerse portavoz de las ideas
del autor, su voz femenina se fragmenta y diluye en el ensueño, cae en la
contradicción, la duda y la autocensura. Al negar su santidad con la
recomendación de que 'hay que ensuciarse y ahogarse en el fango de la
Unamuno y la metáfora organicista 33
vida para salvar a los que queremos y salvarnos, porque no tenemos
alas', resucita su malestar ante esa feminidad utópica. Sabe que su
ejemplaridad la ha apartado del prójimo y que como el rayo de sol, es
consumida por el propio fuego que 'irradia alegría sin estar alegre ni
triste, siempre a distancia'.
El cooperativismo colmenar o conventual que dota a la mujer inteligente
de control sobre el destino reproductivo de las menos ambiciosas o que
lo relega a las que carecen de posibilidades es un ambiguo tributo a lo
femenino que anticipa las disensiones contemporáneas entre la 'mística
feminista', que aspira a rescatar a la mujer de su determinismo biológico
y eliminar el poder en todas sus posiciones, y una 'mística femenina' que
reclama los principios instintivos que el amor libre ha demitificado,
restaurando el prestigio de lo maternal.27 Por otra parte, el ideal de
eficencia y redistribución laboral reproductiva que se alegoriza en la
colmena nos recuerda que toda comunidad femenina necesita al fin de
un fecundador; que todo lo que la mujer ha producido ha sido
previamente sembrado en ella.28 El autor recobra su posición hegemónica
como inseminador de todo ese linaje matriarcal (Unamuno >Tula,
Tula>Rosa, Manolita>Rosita). Su utopía bisexual le permite conjugar
el sueño transexual de generar y regenerarse en criaturas ficcionales. Pero
su anhelo ya no deriva de su identificación con Dios, como en Niebla,
sino con el Espíritu Santo, como divinidad neutra e inseminadora que
hace posible la concepción inmaculada de la Virgen, paradigma de esa
maternidad trascendente de Tula que combina poderes divinos con el rol
sacrificial de la abeja, garantizando con su intervención asexuada la
energía regenerativa de la comunidad.
Unamuno se limita a soñar cómo una economía libidinal de entrega,
amor y camaradería femeninas arrestaría la acelerada marcha destructiva
de nuestra civilización. Conversando con Emilia Pardo Bazán, calificaba
el élan vital de Tula como un 'proyecto de feminismo etnológico',
remarcando la potencialidad benefactora que este tipo de super-madres
tendría en las defensas conservadoras de la especie y en el futuro de la
raza humana. Destaca entonces la dimensión consciente y vitalista del
proyecto de Tula e insiste en que su maternidad intelectual no deja de
estar muy apegada a la vida que programa.29 En el prólogo rastrea la
genealogía de arquetipos y figuras que, desde Antígona a Santa Teresa,
precedieron a Tula en su desobediencia a la ley y la ortodoxia falocéntricas,
como modelos concretos de un linaje fundacional regido por relaciones
horizontales y como alternativa a la basepolítico-guerrera de la
civilización occidental y al cainismo hispánico expuesto en Abel Sánchez.
Pero, como ha visto Mary Lee Bretz, su subversivo proyecto sugiere un
orden social distante del presente.30 La alegoría de la colmena no es
precondición de una reconstrucción sociopolítica feminista sino que
pertenece al ámbito correctivo al que la historia relega la utopía. Espacio
textual creado para que la mujer pueda vivir en armonía consigo misma
34 Marta E. Altisent
y que representa un viaje circular, desde un pasado mítico a un futuro
inmaterializare.
A nivel textual, los gozos vedados de la maternidad metaforizan el
proceso largo, depurativo y perseverante de la gestación 'ovípara' de una
novela que le llevó a Unamuno más de veinte años.31 Su discurso ya no
cabe en la semiótica geométrica y expresionista de Amor y pedagogía sino
en la escritura poética, fluida y confesional que alcanza su mayor grado
de síntesis y sugerencia en San Manuel Bueno, mártir. Esa sabiduría de
'signo femenino' le ha dado acceso a las dimensiones mágicoprimitivas
que se ocultan tras las razonadas pasiones de algunas figuras. Al travestir
su poder gestativo de una voluntad y mente femeninas, no crea un universo
neutralizador de diferencias, sino una polaridad en la que lo preedípico
espiritual resiste la influencia del orden simbólico. En sus ensayos,
Unamuno resulta aún más escéptico que en sus novelas de ver potenciada
la creatividad femenina, más allá de su función reproductiva y derivativa
de los hijos. No juzga sus limitaciones como intrínsecas sino como
históricamente determinadas, pero confiere a su condición un valor
estático. Persiste en él la aprensión de que una 'varonización' de la mujer
puede desviarla de su destino anatómico. Destino, que dictado o no por
el futuro de la especie, la historia se ha encargado de reforzar, al mantener
a la mujer generación tras generación, encogida en la esfera doméstica y
alienada de la gran cultura: 'El organismo de la mujer está hecho para
concebir, gestar y amamantar al niño ... La mujer se queda en casa y su
inteligencia se hace casera, doméstica, estadiza y minuciosa. Y como esto
sucede en una y otra generación, acaba por producirse una forma de
inteligencia distinta, - no hablo de igual, superior ni inferior - de la
masculina. Una inteligencia de aplicación más concreta, de más paciencia,
de más detalles, de mayores minuciosidades, pero no una inteligencia
napoleónica'.32 Juzga de artificial o precaria la posición de aquellas mujeres
excepcionales que han asumido su derecho a la creación literaria. A una
joven aspirante a escritora le pronostica la doble dificultad de tener que
hacerlo en un lenguaje insuficiente y prestado, un 'instrumento hecho
por hombres y para hombres, de una lengua literaria fruto de una
civilización predominantemente masculina', ya que la tradición
judeocristiana ha convertido el poder de la palabra en prerrogativa
masculina desde el Génesis. Con cruel oído disecciona las modulaciones
de esta apropiación o 'préstamo' en escritoras reconocidas y estimadas,
como Emilia Pardo Bazán, que se atreven a tratar con géneros y
problemáticas universales : 'La señora doña Emilia Pardo Bazán, me
sostenía que de ordinario no se conoce en sus escritos que sea mujer y no
hombre, y yo le repliqué, contradiciéndola que se le conoce mucho, y se
le conoce precisamente en cierta afectación de masculinidad a la que no
puede escaparse a pesar de su gran talento'." Su entusiasmo hacia las
poetas que admira aparece también sombreado por esa condición de
'apropiamento' o 'reducción' del instrumento lingüístico que, según él,
Unamuno y la metáfora organicista 35
limita su genialidad. En algunos poemas de Christina Rossetti, lamenta
que el solipsismo de la experiencia mística y la alienación doméstica
afecten su escritura de monotonía, y cree percibir tras el vuelo imaginativo
un universo claustrofóbico. Pero la amplitud de conocimientos e
ilustración que otorga universalismo y 'objetividad' a la escritora no está
exenta de reservas. Al leer Sonnets from the Portuguese de Elizabeth Barret
Browing, reconoce que es 'una de las obras poéticas más llenas de calor
humano y encendida pasión', pero objeta que la erudición y objetividad
de Barret corre el peligro de caer en la pedantería: 'alguna vez, sus
disquisiciones filosófico-poéticas llegan a fastidiar por su impertinencia'.34
Aconseja a la futura escritora buscar un tono genuino. Dejar libre la
inspiración sin encubrirla de los vicios masculinos de la afectación, la
oratoria y la retórica. La voz femenina auténtica se acerca a la sencillez,
el abandono y la nonchalance del lenguaje hablado: 'la mujer habla, por
lo general, mucho mejor que escribe o perora, y el hombre escribe y perora
mejor que habla'; 'la genuina y legítima femininidad, la de las mujeres,
es el mejor antídoto contra la afeminación de no pocos hombres'.35 Sólo
en Santa Teresa y Madame de Sevigné cree logrado ese estilo propio,
afianzado en el coloquialismo de lo autobiográfico y lo epistolar. Géneros
nada desdeñables si tenemos en cuenta que Unamuno trató de hacer de
sus novelas autobiografías, y de sus artículos, cartas, puesto que 'toda
persona con estilo escribe autobiografía, todo novelista es un
autobiográfo'.36 En los artículos reunidos en A propósito del estilo y
Alrededor del estilo reitera su preferencia por el estilo hablado y el discurso
epistolar frente a la sequedad oratoria y el encorsetamiento sintáctico
del discurso masculino. Entre las novelistas, siente admiración hacia las
más heterodoxas; las que más se acercan a su canon nivolesco. Elogia a
Emily Bronte porque en Cumbres borrascosas creó una 'tragedia lírica,
novela-ensayo y estudio de los más borrascosos pasajes del alma', que
elude las clasificaciones convencionales: 'la acción externa no es
indispensable en el movimiento dramático de la novela, sino la fuerza de
sus pasiones salvajes que mueven a sus protagonistas'.37
No resulta fácil sistematizar los criterios unamunianos sobre la escritura
femenina porque sus ejemplos tienden a rescatar lo excepcional y menos
estereotipado. Su hábito de eludir la prescripción, de recurrir a la
contradicción y a la paradoja, de negar y autonegarse en las
categorizaciones que expone, le llevan a improvisar generalizaciones sobre
un tema que de improviso le asalta, desmintiendo o corroborando
(pre)juicios que hacen indistinguibles lo biológico de lo textual. Al hablar
de Carolina Michaélis de Vasconcellos, las dicotomías creatividad/
generatividad, mente/hormonas llegan a una simbiosis de energía creativa,
de vitalidad hecha estilo: 'la erudición de doña Carolina es una erudición
maternal, que cuida, mima y sustenta sus hipótesis y sus teorías filológicas
como se cuida y sustenta un hijo ... Es una erudición hecha de ciencia, de
mucha y muy segura ciencia, pero hecha también de instinto, de un
36 Marta E. Altisent
instinto a las veces más seguro que la ciencia misma'. En otros casos,
invierte y reformula los binarismos de objetividad y subjetividad, poesía
y épica, inspiración artística y disección científica, como esferas de
expresión genéricamente condicionadas.38
No es hasta el fin de su carrera literaria que Unamuno otorga a un
personaje femenino el privilegio de la voz y la escritura. La elección en
San Manuel Bueno, mártir de una narradora en primera persona y del
género paraliterario de las memorias responde a sus proposiciones teóricas
de que la escritura de signo femenino ha dado sus mejores frutos en la
esfera de lo íntimo y lo espiritual. En su diario, logra Angela seducir al
lector, sostenerle en 'ese íntimo e ininterrumpido diálogo, similar a la
comunicación perfecta de Amado y Amada de los místicos'.'9 Una
interlocución a media voz que habla a cada lector en particular y que le
permite situarse cerca de esos narratarios privilegiados, como fueron el
Cristo de Santa Teresa o el amado de Madame de Sevigné. Esa es la
posición que usurpa el autor, ficcionalizándose como lector y
corroborador del mensaje de la narración. PorqueAngela, mensajera
espiritual de Unamuno, más que hablar sabe escuchar, arrancar dudas
del solipsismo de don Manuel y acercarnos las resonancias del sentir
colectivo. La supresión de su voz femenina deja paso a la enunciación
ajena. Sólo al fin se mira en el espejo de la propia voz para encontrar su
balbuceo, su anti-logos, confiada de que su versión íntima y agónica es
inerme a la subyugación a la historia oficial que el obispo de Renada
'anda removiendo'. Con ella, el discurso abandona su plataforma teórica,
cierra su modo analítico y concertado para volver a un testimonio lleno
de reverberantes silencios. Escribe haciéndose hija y madre del ambiguo
héroe, autocreándose y desvaneciéndose en él.
Al pasar del libro a la mujer que lo escribe, Unamuno ha logrado su
ideal de una escritura orgánica y no mecánica, que registre el poder
tridimensional de la palabra hablada en su tonalidad, su timbre, su gesto,
sus inflexiones y su dinamismo asociaciativo. La sintaxis, imagen de la
completitud masculina, deja de ser linear o causativa. Se fragmenta en
anacolutos, elipsis y cabos sueltos, construcciones ad sensum y reticencias.
Porque la voz de Angela aspira a ser fenoménica. No pretende constantar
sino actualizar lo que oye y cómo lo oye decir: palabras, susurros,
tartamudeos, sollozos, ecos de subnormal, plegarias rústicas, voces roncas
de emoción, confesiones arrancadas, últimos suspiros, y todo cuanto
constituye una expresión, femeninamente emotiva y masculinamente
agnóstica, capaz de transferirnos ese 'duelo sin victoria ni esperanza con
la muerte' que fue la vida del amado don Manuel.
Unamuno y la metáfora organicista 37
NOTAS
1 Feminine Psychology (Nueva York: Norton, 1967), p. 61.
2 Rationale of the Dirty Joke: An Analysis of Sexual Humor (Nueva York:
Grove Press, 1968), pp. 592-96. Elizabeth Sacks amplía esta teoría de la
envidia del vientre materno, a la que considera 'an essential outlet for
unsconscious elements in the masculine psyche': Shakespeare's Images of
Pregnancy (Nueva York: Saint Martin's Press, 1980), p. 5.
3 Véase Jorge Orgaz, Unamuno y sus espejos (Córdoba [Argentina]:
Ediciones Olocco, 1970) y Antonio Sánchez Barbudo, 'Una experiencia
decisiva: la crisis de 1897', en Estudios sobre Galdós, Unamuno y
Machado (Madrid: Gredos, 1968).
4 José Carlos Mainer subraya la tensión, típica de la nivola unamuniana,
entre el uso de hipérboles y metonimias fisiológicas y la condensación en
unos pocos símbolos de lo típicamente novelesco: 'Su persuasiva grandeza
se debe a la renuncia de la amplificatio retórica - en lo que toca a la
descripción - que ha sido sustituida por otra: la extraordinaria
intensificación de las acciones por el uso sistemático de la metonimia
fisiológica': La tía Tula, ed. Mainer (Madrid: Alianza, 1987), p. xxi.
5 En 'Civilización y cultura', Unamuno se refiere al 'flujo y reflujo difusivo'
que se da entre la conciencia y la realidad exterior, y comenta: 'Las
civilizaciones son matrices de culturas, y luego éstas, libertadas de aquéllas,
que de placentas se convierten en quistes, dan origen a civilizaciones
nuevas': La dignidad humana (Madrid: Austral, 1976), pp. 42-43.
6 La Nación, 24.XII.1907; Obras completas (Madrid: Aguilar, 1967), III,"
399.
7 'Apéndice. Una entrevista con Augusto Pérez', en Mi vida y otros recuerdos
personales. I, ed. Julián Marías (Buenos Aires: Losada, 1959), pp. 175—
82.
8 'Unamuno filósofo de la subjetividad', en Antonio Sánchez Barbudo (ed.),
Miguel de Unamuno (Madrid: Taurus, 1980), pp. 123-50.
9 En Del sentimiento trágico de la vida (1912) volvería a insistir en el
poder autodestructivo de la razón cuando se la concibe por oposición a
lo instintivo, a lo vital, a lo material; la razón se define por su paradójica
interdependencia con lo irracional: 'la razón está construida sobre
irrealidades', y 'lo realmente real es irracional': Obras completas (Madrid:
Escelicer, 1967-1968), VII, 123.
10 En la representación y organización cultural de la época de Unamuno, la
paternidad biológica no preclude la paternidad intelectual, pero en la
mujer ambas posibilidades aparecen como mutuamente exclusivas. Según
Susan Friedman Stanford: 'The pregnant body is necessarily female; the
pregnant mind is the necessary province of genius, most frequently
understood to be primarily masculine': 'Creativity and the Childbirth
Metaphor. Gender Difference in Literary Discourse', en Robyn R. Warhol
y Diane Price Herndl (eds), Feminisms (New Jersey: Rutgers University
Press, 1991), pp. 371-96; la cita de la pág. 372.
11 En La tía Tula el biberón permite a Tula, tras la falacia de darle de
38 Marta E. Altisent
mamar con su pecho estéril, apropiarse del vínculo maternal con la recién
nacida; de 'artefacto industrial' llega a ser 'el símbolo y el instrumento
de un rito religioso'. Lo prepara 'con el ardor recatado y ansioso con que
una sacerdotisa cumpliría un sacrificio ritual': La tía Tula, ed. Carlos A.
Longhurst (Madrid: Cátedra, 1987), p. 161.
12 El Frankenstein de Mary Shelley es el arquetipo extremo de un parto
masculino que, asistido por la ciencia y el confinamiento del laboratorio,
da como fruto un ser monstruoso. El déficit del amor maternal le convierte
en un ser destructivo que se revuelve contra su progenitor. Véase Paul
Sherwin, 'Frankenstein: Creation or Catastrophe', PMLA, 96 (1981), 883-
903. Unamuno denuncia los excesos afectivos de Marina, tal vez por
asimilación de las teorías del popular psicólogo behaviorista John B.
Watson, quien, en Psychological Care of Infant and Child (1898)
proclamaba los efectos perjudiciales y debilitadores que las muestras
excesivas de cariño materno causaban en el bebé, diagnosticando como
'maternidad neurótica' la manifestación irreprimible, o simplemente
ostentible, de este instinto.
13 La fortaleza de Abisag, Magdalena, Dalila, dice Unamuno en La agonía
del cristianismo, 'deriva de su posición de espectadoras privilegiadas de
la caída del ídolo viril, testigos privados de sus limitaciones humanas':
Obras completas (Escelicer), VII, 332-33.
14 'Ejemplaridad en el teatro de Unamuno', en Miguel de Unamuno, ed.
Sánchez Barbudo, p. 382.
15 Unamuno vuelve a la antítesis de que 'todo lo vital es antirracional y todo
lo racional es antivitaF para exponer el carácter disolvente y autodestructivo
de la razón. La aspiración de la mente a racionalizar el alma deja lo
inconsciente (femenino) en el terreno limítrofe de lo empírico. Le asigna
lo infra- o supra-racional, lo vivo, lo inconcebible, lo inestable, lo
individual. La ecuación razón/sentimiento sólo la resuelve aceptando la
guerra íntima y mutua exclusión de sus términos. El hombre, prisionero
de su lógica abstracta y sus decretos; desengañado de sus conquistas
racionalistas (Verdad, Belleza, Justicia, Cultura, Jurisdicción, Ciencia o
Arte) que no le evitan la mortalidad, tampoco halla refugio en lo afectivo,
ya que 'el sentimiento no logra hacer del consuelo verdad'. Aceptada esta
doble decepción, la única salida del escepticismo y posibilidad de
afirmación vital la halla en la voluntad de ser y de perpetuarse: Obras
completas (Escelicer), VII, 155-78. Insiste en que si 'Cada uno de los
amantes busca poseer al otro, y buscando mediante él, sin entonces pensarlo
ni proponérselo, su propia perpetuación, que es el fin, ¿qué es sino
avaricia?': Obras completas (Escelicer), VII, 275.
16 'Don Bernardino y doña Etelvina', Obras completas (Madrid: Afrodisio
Aguado, 1958), VIII, 246-53; las citas de la pág. 251. Fue publicado
originalmente en Mercurio (Nueva Orleans, marzo de 1916). En la figura
del sociólogo parodia Unamuno a algunos escritores naturalistas que
revindicaban las preocupaciones feministas. A su desdén hacia lo que
consideraba una literatura sentimental, de consumo femenino (la novela
rosa o galante), se unía su rechazo hacia escritores como Felipe Trigo que
Unamuno y la metáfora organicista 39
cultivaban una temática de liberación sexual, 'olvidando los grandes
problemas generales al género humano': Véase 'Literatura de modistería',
Obrascompletas (Escelicer), VII, 875.
Obras completas (Aguado), VIII, 253.
Del prólogo de Unamuno a Amor y pedagogía, en Obras completas
(Aguado), II, 320.
Véase a este respecto Ricardo Gullón, 'Teatro del alma', Revista de la
Universidad de Madrid, 13 (1965), 198-210.
En la metáfora de la siembra proyecta Tula su sueño de asumir el poder
fecundador de Ramiro (y Ramirito) para espiritualizarlo y elevarlo de la
oscuridad instintiva. A ese 'engendro espiritual' deben la existencia sus
sobrinos Ramirito y Manolita, concebidos por Ramiro por influencia y
deseo de Tula: La tía Tula, ed. Longhurst, p. 163.
La tía Tula, ed. Longhurst, p. 142.
La resistencia de Tula a ser 'criada' del hombre o 'remedio' para su
lujuria alcanza pleno significado en el capítulo 16, cuando reflexiona
sobre el papel secundario a que se relega a la mujer en la religión cristiana:
La tía Tula, ed. Longhurst, p. 156. Como indica Carlos Longhurst, aunque
el objeto primordial de la novela no era la protesta y rebelión a las
sumisiones de la mujer española, éstas no dejan de ser el más consistente
obstáculo a su aspiración de independencia: La tía Tula, p. 24.
La tía Tula, ed. Longhurst, p. 184.
Obras completas (Escelicer), VII, 188.
Al analizar el personaje de Raquel de Dos madres, observa Carlos Blanco
Aguinaga cómo la esterilidad, la virginidad o la viudez son signos de
fortaleza y energía femeninas, mientras que la fecundidad debilita a la
mujer su posibilidad del ser: 'Aspectos dialécticos de las Tres novelas
ejemplares', en Miguel de Unamuno, ed. Sánchez Barbudo, pp. 258-59.
La tiranía matriarcal de Tula sobre sus congéneres crea lazos jerárquicos
más fuertes que los conyugales. Su fortaleza puede servir de alegoría
reaccionaria de una mujer que subyuga a otra para que realice los trabajos
más despreciables y a la que el autor desplaza el papel opresor masculino.
Su posición remeda, además, la de los guías espirituales de la Iglesia que
aunque no tienen hijos ni relaciones sexuales controlan a quienes los
fecundan.
Obras completas (Escelicer), VII, 332.
Ya en 1889, Patrick Geddes y Arthur Thompson habían advertido de los
peligros de un tipo de feminismo que, inspirado en la metáfora de la
colmena, subdividiera a las mujeres en madres e intelectuales, relegando
éstas los deberes maternales a una subclase femenina sin sus ambiciones
o posibilidades: The Evolution of Sex (Nueva York: Henry Holt &í Co.,
1889), p. 228. Unamuno, que elogió a estos autores por su 'ecuanimidad
en la cuestión feminista', pudo haber extraído valiosas sugerencias para
su propia revisión de la metáfora. Véase 'La educación. Prólogo a la obra
de Bunge del mismo título', La dignidad humana, p. 85. Ha señalado
Janet Todd que, dentro de un nuevo conservadurismo surgido en los años
ochenta de este siglo, 'The emphasis on motherhood, female virtue and
40 Marta E. Altisent
natural association, eagerly assigned by eighteenth- and nineteenth-century
men to women, fed easily into reaction and traditional restatement':
Feminist Literary History (Nueva York: Routledge, 1988), p. 38.
28 Es frecuente la asociación del hombre como sembrador y reproductor,
que posee la tierra y explota su producción del mismo modo que impregna
el cuerpo femenino. Según Frangoise d'Eaubonne éstos fueron los
privilegios propios de la mujer y de los dioses en los matriarcados
primitivos. Afirma que teniendo el hombre 'possession of the land, thus
of productivity (later of industry) and of woman's body (thus of
reproductiori), it was natural that the overexploitation of both of these
would end in this threatening and parallel menace: overpopulation, surplus
births, and destruction of the environment, surplus production': New
French Feminisms. An Anthology (University of Massachusetts Press,
1980), pp. 66-67.
29 Véase Mi vida y otros recuerdos personales. I, ed. Marías, pp. 468-69.
30 'The Role of Negativity in Unamuno's La tía Tula\ Revista Canadiense
de Estudios Hispánicos, 18 (1993), p. 19.
31 A este respecto, véase La tía Tula, ed. Longhurst, p. 13.
32 'A una aspirante a escritora', Obras completas (Escelicer), III, 485.
33 Obras completas (Escelicer), III, 481. En sus 'Recuerdos personales', y
con fecha 27.V.1921, Unamuno evoca con afecto unas enrevesadas
discusiones sobre 'el masculinismo, que no feminismo' de doña Emilia,
y cómo, cuando el escritor 'le presentaba el problema [de La tía Tula] por
el lado de la maternidad y hasta de la maternidad virginal o la virginidad
maternal, ella me decía que se sentía un poco pagana': Recuerdos e
intimidades, pp. 468-69.
34 Obras completas (Escelicer), III, 482.
35 Obras completas (Escelicer), III, p. 487.
36 Obras completas (Aguilar), III, 904.
37 Obras completas (Aguilar), III, 882.
38 'El caso es que una escritora llega a narrar con verdadera precisión artística
un suceso que presenció y, sin embargo, apenas acierta a dar forma
adecuada a sus propios sentimientos ... Cuando llega a tener el sentido de
la perspectiva y a saber especificar los detalles accesorios y acierta a
situar cada circunstancia en su plano - y eso llega pocas veces - la mujer
cuenta mejor que el hombre. Porque el hombre confunde más los sucesos
con sus propias sensaciones en presencia de ellos; el hombre es más
lírico; es decir más egoísta; el hombre se mete más él mismo en el relato';
'Creo que la mujer tiene más posibilidades aún para la ciencia que no
para el arte ... Y no sirve decir que para el cultivo de la ciencia hace falta
una serenidad de juicio y desapasionamiento de que la mujer escasea,
pues el hombre es más apasionado que la mujer, y el género de pasión
femenino es tal vez el género de pasión que la ciencia requiere': Obras
completas (Escelicer), III, 482.
39 Obras completas (Escelicer), III, 480.
	CampoTexto: AIH. Actas XII (1995). Actas XII. AIH. Unamuno y la metáfora organicista de la creación ... MARTA E. ALTISENT.

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