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Aculturacion_feminista

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1 
Aculturación feminista 
Marcela Lagarde 
Cont enido 
Introducción 
La transmisión de la cultura feminista 
Implicaciones subjet ivas 
El viaje feminista 
Impureza occidental 
Claves feministas 
Aculturación feminista e identidad 
Transmisión y prejuicios 
Las resistenc ias en la aculturación feminista 
Discontinuidad en la transmisión y la comunicación feministas 
Retos culturales feministas 
Notas 
Bibliografía 
 La aculturación fem inista es una reflexión ant ropológica sobre una de las ent retelas m ás im portantes de nuest ro 
t iem po: la t ransm isión de las concepciones, los valores, los conocim ientos, las práct icas y la experiencia de las 
fem inistas en condiciones de hegem onism o pat r iarcal. 
El intercambio cultural fem inista concita la imaginación y está marcado por la pasión del descubrim iento, la invención y 
la sintonía. Es, a la vez, conflict ivo ya que las m ujeres part icipan en m inoría, ilegit im adas y desautorizadas en la 
creación de un paradigm a histór ico deconst ruct ivo a la vez que alternat ivo. 
La aculturación fem inista parte desde las vivencias individuales y colect ivas de las mujeres y los hombres 
com prom et idos en ese sent ido, y conduce a la const rucción de un orden sim bólico. I m plica fenóm enos tan com plejos 
com o la resignificación subjet iva personal - intelectual y afect iva - y su im plantación en la experiencia vivida, la 
elaboración teórico -polít ica de la experiencia, la generación de conocim ientos, la const rucción de representaciones 
sim bólicas, códigos y lenguajes propios, así com o los m ecanism os pedagógicos, de difusión y com unicación para 
t ransm it ir descubrim ientos y elaboraciones. 
La aculturación fem inista conlleva la expresión pública de la disidencia y la enunciación afirm at iva de las alternat ivas, 
la discusión de los supuestos pat r iarcales filosófico -polít icos y práct icos explícitos en la v ida diar ia y en la confrontación 
ideológico -polít ica. Su sent ido se concreta en acuerdos y pactos para establecer norm as de equidad, derechos, polít icas 
públicas y pr ivadas, acceder a recursos y oportunidades, t ransform ar valores, m entalidades y m odos de vivir desde la 
perspect iva fem inista de género. 
 2 
Desde luego, la aculturación fem inista dim ensiona a cada m ujer y a los m ovim ientos, acciones y organizaciones de 
m ujeres y fem inistas. Y, aunque no lo deseen, las fem inistas son convert idas en referencias estereot ipadas. Con esos 
ropajes son descifradas sus acciones y om isiones Es evidente que las fem inistas buscan la creación de sent ido, del 
encuent ro y la inter locución. Al hacerlo, producen ligas y relaciones ent re las cuales destacan las siguientes: 
• El proceso personal de cada mujer, interno y subjet ivo en la formación conciencial fem inista ident itaria y 
cot idiana. 
• La t ransm isión de los discursos y las alternat ivas fem inistas por las m ujeres y sus organizaciones hacia la 
sociedad y sus inst ituciones, incluyendo ot ros m ovim ientos, la sociedad civil y la sociedad polít ica, es decir , el 
Estado, los organism os internacionales, los m edios de com unicación. 
• La t ransm isión personal y m ediada de los discursos y las alternat ivas fem inistas ent re las m ujeres: ent re sus 
organizaciones y m ovim ientos específicos. 
• La com unicación interact iva ent re las fem inistas en los espacios - cot idianos o excepcionales- m ixtos, 
fem eninos y fem inistas. 
• La t ransm isión de las fem inistas a los hom bres afines o inter locutores. 
• La t ransm isión ent re hom bres de los discursos y las alternat ivas fem inistas. 
La transmisión de la cultura feminista 
Para la ant ropología, los procesos culturales no son progresivos ni lineales, suceden con rupturas y avances, son 
discont inuos, generan interm itencia ¿Cómo se t ransm iten las concepciones, las experiencias, los conocim ientos, las 
teorías, ent re las fem inistas? ¿Cóm o se enseñan unas a ot ras las m aneras, los m ecanism os para concretar las 
alternat ivas? ¿Qué obstaculiza o favorece las confluencias ent re las fem inistas y ent re ellas y sus inter locutores? Son 
sólo algunas reflexiones sobre la aculturación fem inista. Veamos. 
Si el fem inism o es una cultura y no sólo un m ovim iento, es un conjunto de procesos histór icos enm arcados en la 
m odernidad, abarca var ios siglos y se ha desplegado en diversos ám bitos y geografías. Ha sido vivido, defendido y 
desarrollado por m ujeres diversas en cuanto a sus circunstancias y culturas propias. Sus part icular idades han sido 
franqueadas. Algunas han enfrentado m undos conservadores y ot ras han vivido en sociedades favorables al adelanto 
de las m ujeres. Unas han sido aisladas o perseguidas y ot ras han exper im entado éxito y acogida a sus propuestas. 
Mujeres hablantes de decenas de idiom as han dicho, sent ido, com prendido y vivido el fem inism o y lo han leído en un 
puñado de idiom as hegem ónicos. La diversidad histór ico- cultural de las m ujeres fem inistas y de sus fem inism os 
perm ite com prender la com plej idad de su apropiación individual y colect iva. 
El fem inism o es la creación interact iva, intersubjet iva y dialógica de m ujeres excluidas -por principio - del pacto 
m oderno ent re los hom bres. Mujeres que, debido a las form as pat r iarcales de organización social, han sido colocadas 
en la prem odernidad y exigidas de una m odernidad sólo accesible a j irones para unas cuantas. Por ello, en su asunción 
utópica de la m odernidad, el fem inism o es una crít ica a su andam iaje androcént r ico y pat r iarcal, a t ravés de la acción, 
la experiencia y la subjet ividad de las m ujeres. Es asim ism o la alternat iva práct ica de vida igualitar ia y equitat iva de 
mujeres y hombres. 
Implicaciones subjetivas 
Asum ir el fem inism o com o pensam iento crít ico y acción alternat iva, significa para cada m ujer com prom eterse en varios 
procesos: 
La propia exper iencia, base im prescindible que sustenta la subjet iv idad fem inista (Lagarde, 1998) . A part ir de ella se 
produce asom bro, no aceptación y rechazo de hechos injustos o dañinos, y se recurre al m ovim iento para enfrentar los 
a la vez que se ponderan derechos, recursos, poderes y experiencias posit ivas y se busca preservación. 
La part icipación social que perm ite el desarrollo de la conciencia al com part ir experiencias con ot ras m ujeres y 
aprender que es posible intervenir en el sent ido de las cosas con acciones práct icas concretas. 
La form ación en el pensam iento y la polít ica m odernos -y por ende ilust rados y el asom bro asintónico frente a ese 
pensam iento y esa polít ica por su androcent r ism o. 
La form ación en el pensam iento fem inista, el aprendizaje y la internalización del sent ido de la vida y la ét ica 
fem inistas, y, en lo posible, de los conocim ientos, entendim ientos y saberes generados en la exper iencia fem inista. 
El fem inism o no se reduce a una ruptura epistem ológica frente al pensam iento m oderno del que surge y se 
ret roalimenta. I mplica cambios culturales, normat ivos, simbólicos y lógico-polít icos. Uno de sus presupuestos 
indispensables es la superación por cada m ujer del orden lógico binario que antagoniza y opone polos de un orden 
dual. Sólo así es posible el desarrollo del pensam iento com plejo y dialéct ico para aprehender la com plej idad genérica. 
Como percepción crít ica de la cultura, el fem inismo confronta a las mujeres con su cultura t radicional, sus valores, 
creencias y anhelos, y con sus form as de sent ir , descifrar e interpretar la vida y el m undo. Conduce a cada una a la 
cr ít ica develadora e ilum inadora de su m undo y de su autoident idad: su m anera de ser m ujer y su est ilo o m odo de 
vida, y el conjunto de sus relaciones, funciones, act iv idades y poderes de género. En esta dim ensión, la aculturación 
fem inista conlleva al descubr im iento de lo enajenante de lo propio, del grado de opresiónde género en que cada m ujer 
ha vivido y tam bién a la valoración posit iva de sus avances genéricos. 
Por eso, vivencias personales fem inistas, conducen a la conciencia de no sintonizar con sust ratos del m undo y de una 
m ism a. C ada m ujer enfrenta disyunt ivas si no cam bia, reproduce el orden con el que no sintoniza. La asintonía puede 
ser dolorosa, exige de cada m ujer aprender a ser diferen te; en rebeldía, produce orgullo y es argam asa polít ica en los 
cam bios de las m ujeres y en su ident ificación t ransgresora. 
El autoconocim iento reflexivo generado por la aculturación fem inista crea desconcierto y colorea crisis ident itarias. La 
exper iencia subjet iva estalla internam ente con los seres im portantes de la vida; se produce un ext rañam iento y luego 
una resignificación sim bólica. Toca a cada m ujer en terr itor ios de la propia biografía. Ahí el ext rañam iento precede a la 
autoconciencia y a la aceptación resignificada de lo conocido, sent ido y hecho cuerpo y subjet iv idad: m i cuerpo, m is 
afectos, m is deseos y m is espacios, m is acciones, los sucesos y aconteceres en el cam ino de m i v ida. Todo es tocado. 
Porque el fem inism o es en pr im era persona y const ru ye ( reconst ruye, restaura, inaugura) la pr im era persona en un 
m undo que prohibe a las m ujeres el yo misma. En él, el yo femenino es tabú y condición para el yo- cont igo pat r iarcal, 
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o m ejor dicho el cont igo- yo. Es una dimensión subsidiaria, satelit al del yo que, en las m ujeres m odernas coexiste con 
una dim ensión del yo afirmada, autónom a, cent rada y em poderada. Esa convivencia antagónica en la m ism a m ujer 
produce la escisión vital 1 la part ición en m ovim iento. Y ese m ovim iento perm ite la conexión con la altern at iva 
fem inist a. 
La m etam orfosis cultural conduce a la const rucción difícil pero gozosa y placentera de la centralidad del yo de cada 
m ujer en su propia vida. En la experiencia vivida por las fem inistas sobresalen algunos hitos y se atenúan ot ros. Pero 
siem pre es una m arca de la aculturación fem inista. 
Cuando las fem inistas colocan esos hitos com o cont raseña en su com unicación, en sus encuent ros y en la t ransm isión 
de la cosm ovisión fem inista, y reconocen su diversidad, logran m ayores puntos de conexión e ident if icación. 
El viaje feminista 
La m agnitud del viaje fem inista es inim aginable para quienes no ven al fem inism o una cultura.2 Por eso ha sido una 
constante desde hace siglos la búsqueda histór ica fem inista sobre la histor ia para abat ir su sent ido y contenido 
androcént r ico y, significat ivam ente sobre la histor ia de las m ujeres, de lo fem enino y del fem inism o. 
Hoy hacem os la histor ia y la genealogía fem inistas e incluim os a quienes no se pensaron fem inistas Sor Juana, 
conciencia tem prana de percibir y nombrar form as específicas de exclusión y subordinación de las m ujeres, y 
reindivicadora del valor específico de las mujeres y lo femenino, y de la completud femenina en la radicalidad de la 
diferencia.3 
Millones de m ujeres buscan día a día afirm arse, tener razón, ser legít im as, acceder a la just icia personal de género y, 
al hacerlo, dan valor a lo fem enino y a cada una como mujer. Su enunciado no cont iene afirm aciones de género porque 
su hor izonte es sólo personal. Ot ras, dan valor, afirm ación y derechos a ot ras m ujeres en quienes ven carencia, 
discr im inación, violencia. Algunas m ás, actúan para que cada m ujer se afirm e y valore, acceda a espacios y recursos, y 
despliegue poderes para la vida Asum en que es posible lograr cont rapunto ent re cada una y las ot ras, ent re las 
m ujeres y su género. 
Las m anifestaciones de conciencia de género no sólo se corresponden con fem inistas cuya situación vital les perm ite 
afinidad filosófica. En cada m ujer se encuent ran procesos definidos por una de las perspect ivas o por la com binación de 
var ias, por eso es posible la sintonía con signos de ot ros t iem pos y lugares, por la afinidad y la em pat ía aun con 
m ujeres desconocidas. 
Impureza occidental 
En un m undo cuya geografía polít ica es producto de encuent ros, desencuent ros, guerras y hegem onías, el fem inism o 
t iene m arca de or igen y de ident idad occidental. Para quienes t ienen filiación posit iva occidental, el fem inism o es 
propio por autoctonía, sus códigos suenan a notas conocidas y es parte de la histor ia. Para m ujeres que no son 
occidentales y han vivido colonización, im perialización o globalización, la relación fem inism o-occidente requiere su 
propia or febrer ía. 
Hay quienes objetan la m arca occidental del fem inism o, com o si fuera una m ás de las polít icas de dom inación. Y hay 
m ujeres para quienes es aceptable com o piso cultural de género com ún a m ujeres occidentales y no occidentales 
(m ujeres del norte y del sur, indígenas, m orenas, negras, am arillas, blancas) . Sin em bargo, las ideologías 
ant ioccidentales están en boga en Occidente y la descalif icación encuent ra suelo fér t il. 
Sucede tam bién que se asocia el fem inism o con la clase y se considera que proviene de m ujeres que no sufren 
opresión sino que m anipulan a ot ras m ujeres y las or illan a t raicionar su m undo, su cultura y sus seres entrañables 
No se sabe que el fem inism o no es pat r im onio de m ujeres de una clase, sino de m ujeres ilust radas, las cuales, en 
sociedades con m ovilidad social provienen de diversas clases y grupos sociales. Por eso, los procesos de aculturación 
fem inista avanzan en los lugares m ás disím iles -no sólo en Occidente - y ent re m ujeres diversas: de clase m edia, 
cam pesinas, em pleadas, t rabajadoras, am as de casa, polít icas, burócratas, art istas, estudiantas. Ellas ent ran en 
contacto con la cultura fem inista en procesos de part icipación social y polít ica, de educación y form ación Así, llegan a la 
fuente fem inista m ujeres en capacitación técnica, en organización grem ial o product iva, m ujeres en procesos de 
concient ización para la salud o electoral y, desde luego, a t ravés de la form ación específica de género. 
Claves feministas 
El fem inism o surgió en Occidente y se ha am pliado a todo el m undo. Sus claves polít icas son la dem ocracia, el saber y 
la igualdad tanto com o la autonom ía y la diversidad. Por ello, acceder al fem inism o cont iene la posibilidad de afinidad 
con el pensam iento occidental y con ot ras t radiciones culturales que reivindican el pr incipio de equivalencia humana. 
En la alternat iva que busca elim inar la geografía excluyente por una que incluya todas las t ierras y culturas, las 
fem inistas han cont r ibuido a que sea ét icam ente posit iva la visión incluyente, igualitar ia y respetuosa de la diversidad 
en todo el m undo, aun en Occidente. 
La filosofía polít ica fem inista cont r ibuye a la dem ocracia porque desm onta pr iv ilegios, purezas, suprem acías y el 
derecho a la dom inación, que han sido claves de polít ica la cultura occidental y de ot ras culturas. El paradigm a 
fem inista reivindica hechos del m undo real para convert ir los en derechos universales: la diversidad, la pluralida d y la 
posibilidad de convivencia ent re seres de t iem pos, espacios y t radiciones diferentes. El tej ido que une la diversidad es 
el reconocim iento de las sem ejanzas y la aceptación de las diferencias en pos de convivir y reconocer la equivalencia 
hum ana, el derecho a tener derechos específicos, a la equidad y la igualdad de oportunidades para el desarrollo. 
Aculturación feminista e identidad 
La conciencia fem inista reverbera e incide en la m em oria a t ravés del viaje histór ico de rediseño genealógico y la 
necesidad de hacer histor ia de filiación fem enina al establecer nexos y conexiones ent re las m ujeres, sus m ovim ientos 
y sus logros al valorar el pequeño gesto, el cam bio im percept ible pero fundam ental. En ese sent ido, el fem inism o 
valora a las m ujeres y a lo femenino (aun al reconocer sus enajenaciones y al intentarcambios en las mujeres y en lo 
fem enino) y valora lo fem inista. 
De ahí que los procesos de aculturación fem inista que conducen a const ruir nuest ra m em oria exigen desm ontar la 
m isoginia en la cultura y la subjet ividad de cada m ujer, para valorar a las m ujeres y a lo fem enino. Sólo entonces es 
posible sent ir cercanas a m ujeres distantes en el t iem po o en el espacio y a su histor ia com o m i histor ia. Concluir yo 
soy una mujer y considerar como lo hace María Milagros Rivera, " la histor ia de las m ujeres es la histor ia" (op. cit .) . 
 4 
El placer está presente en la aculturación fem inista. La búsqueda tópica de sent ido es la gran experiencia de goce 
erót ico, intelectual y afect ivo de m ujeres sabias, concienzudas intelectuales (aun aquellas que se definen com o 
m anuales) cuya habilidad ha sido develarse y m irar desde ot ro sit io y en un t iem po com prim ido de siglos. 
En tanto cultura polít ica, el fem inism o reúne infinidad de experiencias polít ico existenciales de m uje res en resistencia, 
en rebeldía, subversivas o t ransgresoras (Lagarde, 1998) . La m ayoría de ellas no ha sido intelectual, no ha sido 
ilust rada ni siquiera let rada o alfabeta. Por eso, el sent ido de su exper iencia adquiere t rascendencia polít ica cuando se 
la ilum ina desde la perspect iva fem inista. 
La cultura fem inista ha sido creada y vivida por m illones de m ujeres de carne y hueso de ot ras generaciones y 
contem poráneas, aisladas unas, caut ivas ot ras, em ancipadas y libertarías ot ras m ás. La m ayoría no tuvo conocim iento 
unas de ot ras o no se reconoció en las ot ras, y m uchísim as no han tenido conciencia ident itar ia fem inista. 
Desconocem os sus recorr idos de vida porque los recursos de la m em oria no las regist raron, pero las adivinam os 
porque sabem os que cada lucha, convocator ia o m ovim iento se sost iene en decenas de m iles, sum ergidas e invisibles, 
que viven hasta en sin palabras lo que ot ras significan. Pero todas son m ujeres que al v iv ir han abierto brechas, 
cam biado norm as y subvert ido su m undo inm ediato. Con sus acciones cot idianas o excepcionales, t rastocan el m undo 
de la m ayor ía. 
Transmisión y prejuicios 
Cada día, las m ujeres enfrentam os la problem át ica de t ransmit ir la experiencia cultural fem inista en un mundo 
hegemónicamente androcént r ico y ant ifem inista. La form ación cultural de la m ayoría de las m ujeres está basada en la 
cultura dom inante que pr iv ilegia las acciones y los hechos m asculinos y legit im a el pat r iarcado, que es sesgada e 
inequitat iva al om it ir hechos y aportes a la v ida social y a la cultura que realizan las m ujeres. La form ación escolar y 
universitar ia está est ructurada en tomo a una visión de la histor ia y de la ciencia que repite esta concepción genérica 
m ut ilante. 
La m ayoría de las m ujeres aprende pr im ero ant ifem inism o dogm át ico y desarrolla prejuicios, rechazo, host ilidad y 
tem or ante el fem inism o. Por eso, es com ún que algunas desvalor icen a ot ras y a lo fem enino, o que consideren 
folclór icas las luchas por la em ancipación o propias de ot ras generaciones. Hay quienes se asum en avanzadas y creen 
que nunca han sido discr im inadas y por ello los afanes fem inistas no son parte de su universo. El fem inism o es 
rechazado com o parte de una cultura part icular con afanes hegem onistas o com o práct ica neocolonial o neoliberal; es 
dejado at rás también co m o gran relato y utopía finiquitados en el hor izonte posm oderno. 
Qué paradoja. El fem inism o perm ite enfrentar el sexism o m achista, m isógino, hom ófobo y lesbófobo de la m odernidad 
pat r iarcal. Sin em bargo, ahí están el prejuicio, el pensam iento dual, la lógica form al que antagonizan. Es la hegem onía 
de la cultura pat r iarcal a t ravés de filosofías, cosm ologías, m itologías e ideologías arcaicas y contem poráneas, sus 
r ituales y su parafernalia. Esta cosm ovisión pat r iarcal está instalada en la cultura y en la sub jet iv idad de cada m ujer en 
grados var iados. Sin em bargo, las m ujeres, objeto de m isoginia, no enfrentam os nuest ra subjet iv idad m isógina o 
inventam os cauces excluyentes ent re nosot ras. La soror idad y el affidamento son planteados com o excluyentes, en 
lugar de concebir los com o una de las dim ensiones m ás radicales del fem inism o: la que plantea la equivalencia real 
ent re las m ujeres, la valoración y el reconocim iento de la autor idad de cada una. 
Las resistencias en la aculturación feminista 
I ncluso ent re mujere s que se asum en fem inistas hay resistencias de diversa índole: 
• Resistencias ant iintelectuales. Se expresa com o un desplante de ignorancia de género que reivindica lo 
em pír ico y lo pragm át ico frente al estudio, el análisis, la reflexión y el pensam iento crí t ico. Con ello, aun sin 
saberlo, quienes se esfuerzan por ser fem inistas, niegan el saber, la cient if icidad, la histor icidad y sus 
conocim ientos no dogm át icos im prescindibles, pilares de la cultura fem inista. Reivindican, en cam bio, ot ros 
saberes producto de la observación, la práct ica, el em pir ism o, y reconocen com o opuestos y alternat ivos a 
saberes t radicionales y esotér icos -dotándolos de m ayor valor- y consideran al sent ido com ún com o buen 
sent ido. Llega incluso a valorarse en oposición al fem inism o la ignorancia convert ida en vir tud fem enina. 
La condición ilust rada del fem inism o es tan im portante que sin ella no sería posible pensar el m undo ya no sólo en 
fem enino, sino en fem inista. Tam poco se habría dado la fenom enal confrontación crít ica ilust rada con las ideas, las 
normas, las leyes y la polít ica pat r iarcales, deconst ruidas por las fem inistas con códigos y lenguajes let rados cient íficos 
y filosóficos, y sólo entonces polít icos. No habría sido posible guardar y conservar el saber y la historia de las m ujeres y 
menos las historias de la emancipación femenina. La const rucción del paradigma teórico -polít ico y ét ico del fem inism o 
es im pensable sin la condición ilust rada de las fem inistas y de sus obras, sus propuestas, sus agendas polít icas, sus 
leyes. Sin el pensam iento, la sensibilidad y el im aginario m oderno no exist ir ía la veta fundam ental del fem inism o que 
es la concepción de libertad que sustenta la aculturación fem inista. 
• Resistencias ant ipolít icas. Su expresión es la reafirm ación de género de apolit icidad que apela a una m oral 
fem enina vir tuosa no contam inada con la polít ica. Abarca a quienes desconfían y recelan de la polít ica por ser 
ám bito de recreación de dom inio, quienes asum en la polít ica com o m asculina y de los hom bres, ajena a las 
m ujeres, hasta quienes la llam an part icipación social y la consideran m ejor que la part icipación polít ica. La 
incursión polít ica de las fem inistas es com pleja y se m ueve, en efecto, en una dim ensión no sólo pat r iarcal 
sino m asculina. En ocasiones es idealizada por ser polít ica de m ujeres, se la supone m ejor, ét icam ente 
posit iva y no peligrosa. Sin em bargo, sujetas a jerarquías y poderes idealm ente dism inuidos y práct icam ente 
reforzados, los enfrentam ientos polít icos en que se ven envueltas las fem inistas siguen los cánones de 
exclusión, r ivalidad, y exclusivism o. 
Al superarse los conflictos polít icos de jerarquía, cont rol, obediencia y ot ros m ás, es posible que la polít ica im plique la 
alianza, la sum a, la colaboración. A pesar de lograrlo, el m undo y la part icipación de las fem inistas en ot ros espacios 
produce jerarquías y superior idades ent re ellas. Hacer polít ica requiere de las fem inistas realizar perm anentes 
t raducciones, acciones posit ivas, com pensaciones y ajustes ent re ellas; establecer m ecanism os de confluencia y 
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disidencia, para reconocerse, otorgarse autor idad; y asociarse y aliarse para lograr avances de género y porque 
reconocen un interés cultural com ún: cont r ibuir en el desarrollo,el fortalecim iento y la preservación de la cultura 
fem inist a. 
El capital s im bólico, hum ano, específico de las fem inistas es el fem inism o. 
• Resistencias clasistas. El clasism o es parte de la conciencia m oderna del orden social. Al convert irse en una 
ideología que permea la percepción social, totaliza la condición de clase como absoluta y pr ior itar ia, y al 
naturalizar la condición de género de las m ujeres, la anula y no cuenta en el análisis de las relaciones de 
poder. Ent re el clasism o y el naturalism o de género, m ujeres con conciencia de clase part icipan a favor de 
todos, m enos de ellas y de su género. La ceguera polít ica de género o la creencia en que la violencia es un 
asunto fuera de lo polít ico, la inconsciencia sobre la discrim inación, o la creencia que si se t ienen derechos, 
recursos o poderes no se vive opresión, confluyen con el clasism o y optan por los pobres, los desaparecidos, 
los niños de la calle, los t rabajadores, y no por las mujeres. 
Hay fem inistas que optan por las pobres, las m arginadas, las cam pesinas, las prost itutas y no por las r icas, las que sí 
t ienen t rabajo, las ilust radas, las teólogas. Se aplica el análisis de clase y no el de género a la situación vital de las 
mujeres. Se combina el clasismo con todo t ipo de sectarismos ideológicos y polít icos para decidir quiénes son las 
elegidas de la causa. El logro pa t r iarcal consiste en alejar a cada m ujer de sí m ism a y de las m ujeres m ás próxim as o 
con quienes t iene m ás sem ejanzas. Al luchar y part icipar por las ot ras, cada m ujer se resiste a hacerlo para sí m ism a y 
para las próxim as, y se m ant iene intocada por el fem inism o en su autoident idad. A pesar de ello, aun a t ravés de 
ideologías que niegan la im pronta de género, las m ujeres van desarrollando conciencia de sem ejanza y conciencia de sí 
m ismas. 
En procesos polít icos y en experiencias personales de anulación de lo específicam ente fem enino, se ha gestado el 
deseo y la necesidad del yo y se ha polit izado. Ha surgido la m ismidad com o una dim ensión form idable de la 
aculturación fem inista. El contacto con textos, experiencias, organizaciones, m ovim ientos o con m ujeres fem inistas, 
perm ite a m uchas irse colocando com o cent ro y sent ido de su vida t ras procesos de resignificación de su pasado, de 
sus expectat ivas y de su presente. La mismidad es una de las dim ensiones del capital sim bólico del fem inism o. 
• Resistencias m isóginas. I dent ificarse con el fem inismo y con las fem inistas conlleva una t ransgresión: 
incum plir la norm a de buen com portam iento en la república pat r iarcal, que exige a las buenas m ujeres hacer 
m uest ra pública y pr ivada de su desvalor ización de lo fem enino, y su repudio (host ilidad, r ivalidad, 
desconfianza) a las m ujeres, sus acciones y sus creaciones. Norm a m oral pat r iarcal que exige sólo aceptar a 
quienes cumplen con el (m i) orden. Esta tendencia se combina y potencia con todos los sexismos de género 
( lesbofobia, célibefobia, juvenilismo, estet icismo) y con los nacionalismos, clasismos y exclusivismos 
religiosos o polít icos. Cualquiera ident idad part icular se perfila com o obstáculo infranqueable para la 
ident if icación posit iva. Ent re las fem inistas este m al reúne la sofist icación de todas las resistencias. La 
paradoja clave de las fem inistas está en la m isoginia. Sólo ahora ha sido posible para las fem inistas m irar la 
de frente y const ruir la autoest ima de género de cada m ujer y crear la autor idad para sí m ism a. 
En el proceso de aculturación fem inista, algunas fem inistas que se esfuerzan por const ruir los derechos y la autor idad 
de las m ujeres en la sociedad, no reconocen ni los derechos, ni la autor idad de ot ras m ujeres. Los exper im entan de 
acuerdo con la mecá nica pat r iarcal: los derechos de una m ujer quitan algo a ot ra m ujer o se apoyan en su falta de 
derechos. La autor idad es vivida com o autor itar ism o o discr im inación por superior idad y, com o se carece de 
exper iencia de autor idad no autor itar ia, la autor idad de las m ujeres produce dism inución en quien así se posiciona. Si 
algunas m ujeres destacan o son reconocidas, eclipsan a las ot ras. En cam bio, cuando se avanza en la aculturación 
fem inista la autor idad de unas se t raslada a las ot ras, unas pueden sent irse o rgullosas de los logros de ot ras, hacerlos 
suyos y elevar la autoest ima y conseguir la est im a social de las m ujeres. El reconocim iento m utuo ent re fem inistas 
incide en la autor idad pública y la valoración de la causa de las m ujeres, dism inuye y anula ataques m isóginos y 
adem ás perm ite inter locuciones am plias con ot ros grupos y organizaciones. La autor idad se convierte así en est ím ulo 
personal y colect ivo y agrega valor sim bólico y polít ico a las acciones de las fem inistas. 
La autoridad es una clave de la aculturación fem inista. Com o at r ibuto de autoident idad es la expresión de valores, 
recursos, capacidades y habilidades específicos. Reconocer la autor idad significa un esfuerzo de com pensación frente a 
lo que desvaloriza, significa poseer autonomía de juicio y fórm ulas de ponderación propias. Sólo así puede aceptarse la 
autor idad propia y de ot ras, funcionar act ivam ente en la const rucción del poder propio y el de las ot ras, perm ite 
increm entar el poder de género de todas: la autor idad de género. Reconocerse e n m ujeres con autor idad conduce a la 
autoafirm ación y al fortalecim iento de género de las m ujeres y les perm ite em poderarse (cargarse de poderes de 
afirm ación) . En este paso, la autor idad sirve com o protección, defensa y poder posit ivo a las m ujeres para e nfrentar el 
m undo, ocupar espacios, tom ar la palabra, establecer condiciones, negociar, acceder a recursos y oportunidades. 
Autor izar a las m ujeres es uno de los logros concretos en la aculturación fem inista. 
Discontinuidad en la transmisión y la comunicación feministas 
El fem inism o no cuenta con suficientes canales inst itucionales para su t ransm isión. Está en esos espacios de prestado, 
m arginalm ente o tolerado, no t iene m edios de com unicación poderosos para educar. Por el cont rar io, se difunde, se 
desar rolla const ruye alternat ivas en una profunda confrontación polít ico - cultural y en la polít ica de ocupación y 
apertura de espacios y posiciones, deam bula y circula o sobrevive en inst ituciones académ icas, polít icas, religiosas, 
gubernam entales hegem ónicam ente pat r iarcales. Esta cultura empieza a crear espacios pedagógicos reducidos y 
m arginales, pero potenciados en las redes fem inistas. Sin em bargo, las fem inistas todavía no han estado en 
condiciones de crear sus propias inst ituciones educat ivas, form at ivas, de com unicación. Muchos de los espacios que 
ut ilizan fueron creados en poderosos m ovim ientos culturales que requir ieron espacios pedagógicos e ideológicos. 
Las fem inistas avanzan en las inst ituciones, ocupan espacios, los resignifican y desde ahí renom bran e l m undo. Con 
alt ibajos, son toleradas y hay quienes creen que aplicar el enfoque de género consiste en usar un lenguaje 
supuestam ente no sexista (com pañeras y com pañeros, ciudadanas y ciudadanos) , la arroba en la escr itura, o no hacer 
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com entarios m isóginos delante de fem inistas. Nada apoya a las fem inistas ni a sus acciones, ni siquiera el lenguaje. El 
fem inism o se abre cam ino en un alt isonante y om nipresente im aginar io que exalta el orden m oderno pat r iarcal, sus 
valores y estereot ipos. Los espacios abiertos a la enseñanza del fem inism o han sido parte de la const rucción real de 
alternat ivas y de la aculturación fem inista con enorm e desventaja. Los esfuerzos, los cursos, diplom ados, sem inarios, 
talleres, círculos de lectura, los movim ientos públicos y visibles, las acciones polít icas exitosas y los logros jurídicos y 
polít icos, resultan insuficientes para difundir el bagaje culturaldel fem inism o, en un am biente cultural saturado 
sim bólicam ente de pat r iarcalism o. 
Cada segundo, los medios de comunicación, la ma yoría de las escuelas y de las iglesias, y desde luego las fam ilias, 
difunden los valores, las interpretaciones y el sent ido de la vida pat r iarcal. Cada hecho refuerza lo aprendido. Millones 
de m ujeres son actualizadas de m anera perm anente en creencias y v isiones m isóginas y m achistas. La pedagogía 
pat r iarcal no sólo se concreta en consensos parciales pero funcionales, sino que im pacta las ident idades genéricas, la 
autoconciencia y la visión de la vida de las m ujeres. 
Las fem inistas sabem os que los logros h istóricos nos llegan con enormes pérdidas culturales. No hay un piso m ínimo 
de valores de igualdad del cual part ir . Siem pre es preciso volver a em pezar, siem pre algo se rom pe en la t ransm isión 
ent re las m ujeres. La m ayoría no ha tenido contacto, no ha oído o leído o no se ha interesado. Y esto no sucede sólo 
con las nacidas hace décadas; m ujeres jóvenes t ienen creencias tan arcaicas com o si no fueran ni j óvenes ni 
modernas. 
En breve t iem po las niñas han incorporado la cultura que las definirá com o el niño, las volverá invisibles y sólo las 
aceptará sum isas, educadas, estudiosas, obedientes, t rabajadoras, buenas y bellas. Ellas son las m ás inaccesibles: 
at rapadas ent re la fam ilia, la escuela, la iglesia y la televisión concatenadas, y sin contactos posibles con la cultura 
fem inista que circula por ot ros cam inos. A m enos que en esos espacios estén en contacto con fem inistas, los cuales en 
todo caso se dan en m inor ía. 
El fem inism o siem pre es tardío. Todavía no es lengua m aterna, ni cultura básica escolar, ni pen sam iento universitar io 
form at ivo. Cada una debe hacer su experiencia personal a cont racorr iente y t ras haber vivido un t recho largo de vida y 
exper iencias pat r iarcales m arcadoras. 
La situación polít ica de la cultura fem inista obliga a su descubrim iento tra s vencer prejuicios y resistencias. Luego viene 
el arduo cam ino de la reeducación crít ica m arcado por crisis ident itarias. Si no fuera por los placeres de la mism idad, la 
sororidad y la solidaridad, y por el goce de intervenir en la propia vida y en el m undo posit ivam ente -que se generan 
en la experiencia fem inista - nadie persist ir ía. 
La cultura fem inista beneficia a las mujeres y a los hombres. Lo hace como contención de oprobios, remedio a m ales y 
daños, reparación a estados lam entables, com o redefinición de cam inos individuales y colect ivos. Por ello exige de cada 
quien una doble disposición de vida: vivir lo posible en sintonía y desplegar un esfuerzo agregado por ser com pat ibles 
sólo con fragm entos de discursos y procesos, de personas y hechos cont radictorios, por convivir con quienes 
reivindican todo, pero el fem inism o... 
Cada m ujer precisa de su ingenio y su am or4 para tejer la urdimbre inexistente. Se t rata de una revolución am orosa 
porque las m ujeres com o género hem os sido const ruidas, según Franca Basaglia, com o ser para ot ros5 y el am or a los 
ot ros ha sido una vía de expropiación del yo misma a las m ujeres. Por ello, el am or redefinido desde la ét ica fem inista 
es clave en el t rastocam iento del orden sim bólico, al legit im ar la pr ior idad del amor a mí m ism a6 como fundante de la 
mism idad y como hito en la redefinición de las relaciones con los ot ros. La única t rama posible en el telar fem inista es 
la propia vida que em ana del am or de cada m ujer a sí m ism a, el am or a las otras y los otros como seres equivalentes, 
semejantes y diferentes, y de la pasión por vivir en correspondencia con un mundo que realice los valores fem inistas. 
El deseo fem inista es amoroso y es epistem ofílico,7 no sólo es el deseo de ver y aprehender, es la pasión por saber y 
descubrir , por interpretar el m undo y descifrar para crear, inventar y m ost rar en la cot idianidad que es posible. Está 
tam bién el hondo deseo por suturar la profunda escisión genérica interna de cada una y el deseo de aliv iar la 
enajenación con los hombres y con el mundo. El deseo fem inista de sintonizar con un mundo que nos coloca en la 
perifer ia, nos t rata com o ext ranjeras non gratas o nos reconoce sólo si lo com placem os cosificadas y enm udecidas, 
t rabajadoras y bien portadas. Peor aún cuando se idealiza lo femenino, pero no a las m ujeres o se roba el fem inism o 
sin siquiera dialogar con las fem inistas. 8 
El deseo de sintonía ha hecho que m uchas m ujeres no aceptem os el dest ino pat r iarcal y decidam os t ransform ar el 
m undo cada día para lograr que m ujeres y hom bres convi vam os com o equivalentes, que cada quien logre su desarrollo 
con la convocator ia y el sustento de los ot ros y en el que pueda prodigarse la pluralidad. 
La t ransm isión de la cultura fem inista im plica m últ iples retos en dim ensiones convergentes y divergentes. Después de 
t res siglos, cada fem inista se inserta en espacios sim bólicos part iculares no siem pre relacionados y no se ident if ica con 
lo que ot ras hacen en ot ros espacios. Som os sem ianalfabetas en fem inism o a la vez que hem os creado perspect ivas 
complejas. Com enzarnos a am pliar la influencia fem inista, a com part ir un lenguaje, interpretaciones, conocim ientos y 
dudas, y a delinear propósitos art iculados de m anera integral: cam pañas, agendas, plataform as y r itos públicos. 
La conciencia fem inista avanza de m anera fragm entar ia para la m ayoría de las m ujeres y rem ite a la part icular idad. 
Lejos estam os de t ransm it irnos las experiencias e ident ificarnos con fluidez, de apropiarnos de una cultura básica 
fem inista y de hacer nuest ra la polít ica fem inista. 
Retos culturales feministas 
Los retos im postergables en la aculturación fem inista se refieren al desarrollo de la pedagogía fem inista, la autorización 
de las experiencias y los saberes fem inistas, y la legit im idad del t ránsito personal y de las acciones fem inistas 
colect ivas. Por ello, nuest ras necesidades son de: 
• Espacios sóricos deformación académ ica y polít ica ilust rada fem inista. 
• Espacios fem inistas de resignificación ident itar ia individual y colect iva. 
• Espacios de confluencia polít ica de la diversidad posicionada de los grupos, los m ovim ientos y las personajas 
fem inistas. 
• Desarrollar una ét ica y una estét ica del orgullo fem inista. 
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Requerim os actuar fem inistamente ent re nosotras 9 y en los espacios m ixtos, para que las m ujeres dejem os la 
subordinación jerarquizada y la perifer ia material y simbólica, y const ruyamos diversas cent ralidades paritar ias. 
La cultura fem inista es la m ás prodigiosa creación cultural de las m ujeres. Para lograr que sea im prescindible en el 
bagaje paradigm át ico del siglo XXI y del Tercer Milenio, para evitar pérdidas culturales irremediables y consolidar lo 
que hem os creado y lo que som os, necesitam os legit imar, autorizar y hacer universalmente necesaria la cultura 
fem inista al m ost rar la com o fuente indispensable de la cultura del desarrollo y la convivencia dem ocrát ica basada en la 
igualdad y la libertad humanas. 
Notas 
1. Sobre la escisión vital o genérica como experiencia subjetiva, véase Lagarde 1990 y como 
experiencia producida por el sincretismo de género que realiza cada mujer moderna, véase 
Lagarde 1996 
2. En el sentido común, compartido incluso por feministas con poca información histórica, el 
feminismo es confundido con algunos movimientos muy recientes de la segunda mitad del siglo 
XX; ubicado en algunos países metropolitanos, las expresiones feministas de otros sitios son 
vistas como productos de segunda debido a la moda, a la influencia artificial y sin relación con 
la sociedad; el feminismo es reducido a lo que yo sé aunque lo ignore casi todo; el feminismo 
es confundido y restringido a las feministas que conozco o de las que oí, o el feminismo son 
unas cuantas imágenesdocumentales sobre los años sesenta, alguna manifestaciones o 
luchas particulares como la del aborto. Es decir, la mayoría de las personas y de las mujeres 
en particular conoce fragmentos reducidos y no tiene una visión amplia histórica del conjunto 
de procesos que han conformado la cultura feminista. 
3. En su historia genealógica feminista, Celia Amorós (1998) considera a Sor Juana sólo como 
precursora porque no incluyó la concepción de igualdad entre mujeres y hombres, y para 
Amorós el hito definitorio del feminismo es la igualdad. María Milagros Rivera (1994) asigna, en 
cambio, una relevante importancia a la conciencia de la especificidad femenina, a la asunción 
del valor y la autoridad de las mujeres y a la construcción de un orden simbólico, tal como me 
parece que hizo Sor Juana. "... la producción de pensamiento de las mujeres ha sido precedida 
por un proceso de crisis personal y de autoconciencia. En este proceso se revela... que la 
subordinación de las mujeres a los hombres es de carácter social, no natural como tantos 
sabios han querido a lo largo de la historia, se revela seguramente, que son posibles una 
práctica de vida y un discurso femenino con autoridad, porque se vislumbra que autoridad y 
poder son dos cosas distintas desde su origen" 
4. Luisa Muraro (1994:140) considera que "El amor y la necesidad son potencias creadoras de 
simbólico y potencias no desconocidas para los sin poder constituido, tanto más cuanto que su 
funcionamiento está inscrito en cierto modo en cada uno/a por la antigua relación con la 
madre". 
5. Basaglia (1983), analiza las bases del amor femenino y considera que "Valores como 
feminidad, receptividad, han sido enfatizados como elementos sobre los cuales debe fundarse 
la vida de las mujeres, pero nunca han sido elementos vitales para ellas, sino válido como 
instrumentos para la seducción del hombre o para la reproducción". 
6. De ahí la enorme política amorosa del feminismo contemporáneo que impulsa el desarrollo de 
la autoestima en las mujeres como prioridad para lograr su participación política, tanto como la 
reparación del daño que ocasiona en la subjetividad de las mujeres ser colocadas en segundo 
plano en sus atenciones, cuidados y preservación, vivir volcadas amando a los otros de 
quienes se depende y a quienes se está subordinada, y no recibir el mismo tipo de amor en 
reciprocidad. 
7. La epistemofilia es un concepto de Mabel Burin (1987) cuyo contenido es el deseo de saber y 
de poder generados en el deseo hostil. 
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8. Lo más sofisticado está para Francoise Collin y Celia Amorós (1998) en la valoración que 
hacen filósofos posmodernos como Derrida de "lo femenino sin las mujeres". "... una nueva 
edición del despotismo ilustrado... Femenino, sí, feminista, no". 
9. Nosotras, en la dimensión del sujeto colectivo de género en construcción. 
Cuando prevalece se potencia todo cuanto cada una es y la acción colectiva 
frente a los otros y al mundo. Luce Irigaray (1992) hace depender el nosotras 
de la conciencia de la diferencia, la del reconocimiento del orden simbólico 
femenino y materno, y del reconocimiento de la otra. 
Bibliografía 
• Amorós, Celia. 1994. Feminismo, Ilustración y posmodemidad. Notas para un debate, En: Celia 
Amorós, (coord.), Historia de la teoría feminista, pp. 339-352, Madrid: Universidad 
Complutense de Madrid. 
• Amorós, Celia. 1997. Tiempo de feminismo. En: Sobre feminismo, proyecto ilustrado y 
postmodernidad. Madrid: Cátedra. 
• Basaglia, Franca. 1983. Mujer, locura y sociedad. Puebla: Universidad Autónoma de Puebla. 
• Burin, Mabel. 1987. Estudios sobre la subjetividad femenina. Mujer y salud mental. Buenos 
Aires: Grupo Editorial Latinoamericano. 
• Lagarde, Marcela. 1990. Los cautiverios de las mujeres: madre esposas, monjas, putas, presas 
y locas. México: Universidad Nacional Autónoma de México. 
• ---1996. Género y feminismo, desarrollo humano y democracia. Madrid: horas y HORAS. 
• ---1998. Identidad genérica y feminismo. Sevilla: Instituto Andaluz de la Mujer. 
• Muraro, Luisa. 1994. El orden simbólico de la madre. Madrid: Editorial horas y HORAS, 
Colección 
• Cuadernos inacabados. 
• Rivera, María-Milagros. 1994. Nombrar el mundo en femenino. Barcelona: Icaria. 
• Valcárcel, Amelia. 1997. La política de las mujeres. Madrid: Cátedra. 
 
Marcela Lagarde es etnóloga; doctora en Antropología; profesora de la Facultad de Ciencias Políticas 
y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México; coordinadora de los Talleres Casandra de 
Antropología Feminista; asesora de diversos organismos internacionales y de organizaciones de 
mujeres de América Latina y de España; autora del libro «Los cautiverios de las mujeres: madresposas, 
monjas, putas, presas y locas», Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1990, y de 
múltiples trabajos de investigación sobre la condición de la mujer y la situación de las mujeres, así 
como sobre política y género. 
Texto publicado en "Género en el Estado. Estado en el género". Ediciones de las mujeres No 27, Isis 
Internacional. Artículo proporcionado por Modemmujer (México): modemmujer@laneta.apc.org

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