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A Importância da Aveia na Agricultura

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MADRID
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NUMERO 13-48 H JULIO 1948
L A A V E N A
Por CANDIDO DEL POZO
Ingeniero Agrónomo.
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^
L A A V E N A
"Quien siembra avena, siempre le pe^na", se oye deci'r
a los a^g^ricultores con frecuencia. Y, como si estas palabras
resumieran todo lo que de ellas cabe esperar, con lamenta-
ble olvido de todos los datos favorables, he aquí la planta
cla.sificada con ligereza, que representa en la agricultura es-
pañola el papel de cenicienta y, a pesar de todo, la que al-
gunas veces sorprende con buenas producciones achacadas
al azar por los amantes de la leyernda.
Hay en el ambiente rural criterios demasiado simplistas.
Se considera, acertadamente, como "pienso tipo" la cebada :
mas, extremando el concepto, muchos la. asciend^en a insus-
tituíble, no estiman necesaria la avena y, acaso por esto,.
^la cultivan poco, o cuando lo hacen es de cualquier mane-
ra. Con tan fatales antecedentes, el más lerdo presupondrá
el resultado,
Es costumbre sembrar de avena las tierras más pobres
o las que no se pudieron labrar oportunamente, poniendc
a prueba la amplia adaptación de la especie. ^ Por esto, ra-
ras veces se consiguen vegetaciones normales los añas de
régimen lluvioso favorable, poco frecuentes de^sgraciada-
m^ente, argumento harto empleado por los defensores del
adagio. Los que^ así proced^en ignoran que la avena, de rus-
ticidad extréma y por ello capaz de vegetar en tan malaç
co^ndiciones, responde a todas la^s mejoras culturales con
un incremento de producción superior a] de otras plantas
de similares características.
Par otra parte, es de suma impartancia disponer de una
planta más, en el invariable plan agrícola de cada labra-
dor, para disminuir el riesgo de una mala cose^cha total^
muy frecuente en el monocultivo, y hacer posibles más va-
riadas rotaciones. La agricultura enseña todos los día.s co-
sas nuevas : hay que rectiiicar la idea clásica respecto a
^este cereal cuidándole más, seleccionando bien la simiente
-3-
como para los demás y, cuando obtengamos de ordinario
óptimos rendimientos, incomparables con los acostumbra-
dos, habremos recibido una lección antigua, no demasiado
tarde si la aprendemos bien.
Utilidad ^de la avena.
Tiene la a.vena su principal aplicación cuando se dedi-
ca al consumo humano. íl^lolida y cernida, se obtiene una
harina aplicada en la prepar<<ción de purés, o que en±ra. con
otras en la preparación de productos dietéti^cos. Utilizada
en panificación, se obtiene un producto de color oscuro y
mal aspecto, poco apetecible, desconocido en Españ.i, don-
de, si alguna vez çe ha hecho pan con ella, ha sido mezclán-
dola, en pequeña proporción, con harina de trigo.
Su cultivo en algunos países cubre la necesidad de man-
tcner al ganado equino, para el cual la suponen pienso in-
mejorable. En nuestra patria, más abundante la cebada, con
ésta se alimenta el ganado de trabajo y, cuando se recurre
a la avena, es únicamente como sustitutivo de aquélla.
Para fundamentar la comparación de ambas, citamos a con-
tinuación la composición centesimal media de ambas:
CEIIADA ^CI:NA
.. ....Agua • ...... ............ `......................... 143 13^3
Proteína tota] ...................................... 9.4 ro,3
;^-íaterias grasas • .................................. 2.1 4,8
Celulosa ............................................... 3.9 io,3
Extractivos no nitrogenados ............... 6^,8 58,2
Ceniz;is ................................................. 2.5 3, i
La avena es, pues, más rica en proteína y materia grasa
y más pobre en extractivos no nitrogenadas; es decir, que
resulta más nutritiva o propia para e^l engorde y poco me-
nos energética, sirviéndonos las anteriores cifras relativas
para mostrarnos la posibilidad de un hecho comprobado;
que una y otra se sustituyen a igualdad de peso. Destaque-
mos la mayor riqueza en celulosa, consecuencia d^el menor
peso unitario del grano, con mayor proporción de glumas
(pajilla eYterior), fenómeno exagerado siempre que su cu1-
tivo coincide con una primavera seca; o^cuando, por ha-
«
-4-
berse sembrada demasiado tar^de, soporta calores intensos
en los últimos días de vegetación y grana mal.
Sus buenas condiciones para pienso no dependen sola-
mente de la composición sino también de su di^estibil'i-
d^d, superior a la de la cebáda para algunos de s ŭs compo-
nentes. E1 contenido en vitami^cas ^del grano de avena, com-
parado con la cebada, es también ventajoso ^en favor de
aquélla, pues tiene vitaminas A y B, mientras que la ce-
bada sólo contiene, en cantidad apreciable, la vitamina B.
Gontiene, además, pequeña ^cantidad de cierto princip7o
cuya acción ha sido muy discutida, pero, ind ŭdablemente,
es un excitante del sistema nervioso y en apariencia ener
gético; se le considera estimulante de la función genésica
y, por eso, muchos autores recomiendan entre la avena a
formar parte de la ración de caballos sementales y yeguas
de vientre. Por igual razón se e^mpleará en el racionamien-
to de reproductores de otras especies y del ganado de renta
explotado ^por una produccián ligada a la función repro-
ductora, como las hembras lecheras y las aves ponedoras.
E1 ganado caballar la consume en grano, salvo el caso
particular de algunos animales a 1os que, por anomalías di-
gestivas o vejez, hay que dársela ligeram^ente triturada; a
los rumiantes se les suele dar molida y mezclada con sal-
vado o harina de otros granos; al ganado de cerda y polli-
tos, molida y cernida, con ^el objeto de separar el salvado
(pajilla), ^que 'digieren mal y reduce la asimilibilidad del
alimenta; las gallinas suelen comerla en grano; molida,
como camponente de las tnezclas secas o de las t^radiciona-
les am<<sijos, y germinada a fa.lta de alimentos verd^°s.
La paja tiene las mismas apli^caciones que las de trigo
y cebada; fundamentalmente, en la explotación agrícola,
es alimento de volumen para toda clase de ganado, Suele
haber cierta prevención injustificada acerca de su empleo;
s^ prefieren las de tri^go y cebada por rutina, por su ma-
yor abundancia, aunque comparando su composición apare-
ce algo más rica en principios nutritivos; ^pero, como la dis-
tinta riqueza no ha de de^cidir la preferencia por uno u otre
de estos álimentos tan pobres, ^debe considerarse también
-5-
si es talerable y apetitosa para el ganado, y en este punto
resultan prácti ĉamente iguales las tres citadas.
La paja de avena es más alcalina que la de trig ĉl y más
rica en elementos minerales, a los que se^ reconoce un pa-
pel importantísimo como activadores de la nutrición. Un
kilo de ambas contiene, respectivamente, en gramos :
i^or:^si^^ c^i.ci^^ ro^roii^^ sunic^
Paja de trigo ............ q,2 i,9 i 2.i
Yaja de avena •......... zo,2 z,8 1,4 6
E1 cultivo de la avena brinda a nuestros agricultores
un precioso recurso alimenticio de verano. Bien conocidos
son los trastornos digestivos producidos algunos años por
prematuro consumo de la cebada, cuya cosecha debe tras-
ladarse de la era al granero y no comenzar el gasto norm^il
hasta el otoño. Mientras las yuntas están en trilla, si la
cosecha anterior fué escasa, gracias a esa particularidad
d^e la avena de continua,r la ma^duración segada antes de se-
carse la planta, se hace en .la e^ra gran montán can la par-
va de avena, correosa aún, y de éste se saca ^la ración diaria
del ganado de labor, mantenido exclusivamente con avena
en rama, y al final sólo se trilla lo que resta sin co^nsumir.
No es censura.ble este proceder, citado únicamentepara re-
cordar otra propiedad utilizable; pero de todos modos so-
mas par,tidarios de que, durante el verano, coman las mulas
grano del an"o anterior, si ^es posible.
También se siembra la avena, ya sola o mezclada con
^los otros cereales de ^invierno, bajo la denominación de al-
cac^er, para segarla en verde poco después de desprender la
panoja, canstituyendo un ^cultivo forrajero inapreciable y
menos extendido que debiera. Por su tallo erguido, en cul-
tivo asociado a leguminosas rastreras, se prestan el mutuo
beneficia de servir de tutor al tallo de la leguminosx que,
como cubre más el suelo, contiene la evaporación en los
días secos, tan perjud^^i^cial a la avena.
En la hoia u hojas ^íestinadas a cereales de invierno es
corriente que, por falta ^de medios, la. sementera se lleve
muy retrasada; el año acaba, y parte de la simiente de trigo
-6-
y^cebada está todavía en el granero. Hay entonces el re-
curso de las variedades tremesinas o de primavera, que re-
suelven el problema sólo parcialmente, porque suelen pro-
ducir poco y son e^:igentes en fertilidad y labores. Mejor
sc^lución proporciona la avena, de ciclo más corto específi-
camente y que, por tanto, permite dispon^r de más tiem^po
para las labores preparatorias, desde un ^rincipio.
Como es de rápido desarrollo y cubre bastante el terre-
no, se defiende bien de las malas hierbas-las ^ahog,a, se-
gún término vulgar-, prop:edad aprovechable por el agri-
cultor cuando quiera limpiar una tierra invadida de hier-
bas espontáneas, lo que puede lograrse con una siembra es-
pesa de esta planta.
DatoS estadísticos.
S^egún ^el A^tuario Est'adístico ^le l^a^ Prod7ti^cci^o^^,es Agri-
col^as últimamente publicado, que es el del año ic^44, la
superficie media s.embrada anualmente, en el quinque-
nio ^c^3c^-^3, fué de 676.0 ► 5 hectáreas, con una producción
de 5.a6C.c^6c^ quintales métricos, equivalente a j,8 quintales
métricos por hectárea.
Aspiración relativarnente mo^desta sería la de duplicar
la producción, acercándose al millón de toneladas con una
sup^erficie poco mayor, pues si bien, ^con ligero estudio de la
distribución nacional de las plantas principales en los terre^^
nos cultivab^les, se advierte que cabe de^dicarle algo más a
la avena, el principal incremento tiene que lograrse por in-
tensifica^ción, al cultivarla mejor, dedicarle mayor propor-
ción de tierras de regadío sobre las de secano, y propagán-
dala en las provincias ^costeras, don^d^e la temperatura uni-
forme por la influencia del mar ofrece condiciones cl^imá-
ticas óptimas.
La producción por hectárea de ^,8 quintales métricos
es ínfima, incomparable can la obtenida en otros país^es, y
tengamos en cuenta, además, que si ese es el promedio, en
bastantes casos la casecha habrá sido muy inferior, segu-
i•amente insufi^ciente a cubrir los gastos de cultivo.
-7-
Lugar ^en la rotación de co^echas.
A pesar de las buenas condiciones citadas al principio.
que nos imponen aumentar la superficie dedicada a este ce
real, en la mayoría de las alternativas figurar^í como co-
secha secundaria, y su lugar hay que supeditar}e a^l mejor
cultivo de pl^mtas más importantes. Como todos }os cerea-
les, va bien detrás de una leguminosa; pero en nuestros se-
canos, dado el pequeño número de especies cultivadas, a
veces hay que ponerla por fuerza después de4 trigo, lo cual
no es totalmente inadmisible, pues aunque se trate de plan
tas próximas para el botánico, difierén en su desarrollo ra-
dicular, menor para el trigo, y tienen también distinto ci-
clo evolutivo
I)espués de una roturación, al a^lzar una pradera tem-
poral, el sue}o enriquecido de nitrógeno da lugar con fre
cuencia al encamado de los cereales, y de éstos el más re-
sistente es precisamente la avena que, en a'lgún caso, con-
viene poner a la cabeza de la a}ternativa.
Ya hemos indicado lo bien que se defiende en terrenos
de abundante vegetación espontánea, ha^ta el punto que
algunos 1a clasifican como plánta escardadora. Por esta cir-
ctmstancia a^lgunas veces se recurre a la avena, alterando
el orden de alternativa previsto, para que ocupe eventual-
mente una hoja que se necesita limpiar.
Va muy bien, en regadío, después de patata o remala-
cha, de plantas industriales, como el cáñamo y algo^.^nero;
hortícolas, como pimiento, tamate y melón; o forraieras,
como ]a patata y zanahoria. Y es en estos casos, al susti-
tuir a cultivos intensivos, cuando se pueden esperar los ma-
yores rendimientos en tierras bien abonadas y con oportu-
nas labores preparatorias.
Clima y terreno.
La avena es el cereal propio de países templados con
cie^lo brumoso. No se dan ^estas condiciones en gran parte
de Fspaña, y, precisamente, las provincias de clima más
propicio son las que menos la cultivan; pero se adapta bien
.
-8-
a^climas extremadas, ^cual podemos ver ^en campos españo-
les. Necésita, según Garola, de ^.500° a Z.ooo° para su com-
pleta madurez, cif ras que nas of recen una referéncia con-
siderando que ^las más conocidas varie^dades de trigo exi-
gen unos 2.400° (> ).
En períados avanzadas de su vegetación es bastante
sensible a las bajas temperaturas. 1'or esta causa no se
cultiva, en el norte de Europa (^), a más de 50o metros so-
bre el nivcl del mar, y en nuestras regiones, aunque s^e ve
a veces hasta en altitudes de i.40o metros y más, siempre
es en pequeñas parcelas, sembradas bien pasado el invierno.
No soporta los climas muy secos, donde está la princi-
pal ventaja de la ceba^da, más ampliamente adaptal^le a
nuestros secanos extremados. Todos esos granos a medio
ha^cer, tan frecuentes en las comarcas esteparias, tienen su
origen en los primeros calores estivales que, si llegan coin-
cidiendo con falta de humedad en el terreno, pre^cipitan el
desarrollo fina.l de la planta, que grana de^fectuosamente,
acumulando en ^cada grano menos reservas. Cuitivada,
pu^es, en secano, dado su corto ciclo, la cosecha de avena
está supeditada al agua. retenida en el suelo con las labores
preparatorias y a las Iluvias primaverales, respo7,^diendo
como ningún ^aereal de invierno a los riegos.
E1 pérí^odo crítico de la avena, respecto a la lluvia, es
ei que precede al espigado.
En terreno na es tan exigente, pue^s, salvo en los are-
nasos a muy calizos, puede verse vegetar normalmente en
todos. A pesar de :esto, no se justifica la costumbre, en al-
gunos lugares, de destinar a avena las tierras peores. Son
preferibles las arcilloso=silíceas, ricas en materia argánica.
de cansistencia media y, sobre todo, muy fértiles, porque
conviene tener presente que se desarrolla ^en menos Xiempo.
^^ ^hemos de aspirar a^tnayares ^cosechas medias, lo cual es
imposible si se cultiva en tierras pobres.
(i) Estos números representan la suma de las temperaturas medias de to-
dos los días que dura el ciclo vegetativo.
(2) Advertimos que la especie cultivada en el centro y norte de Europa es
la Aver:a sativa, mientras que la común en España es la Avena byTanti^aa (orien-
talis), más resistente a las sequías.
-9-
No puede vivir la avena en terrenos pantanosos, gero se
adapta más fácilmente que el trigo y la cebada a lc^s exc^e-
sos de humedad, gracias a su más intensa transpiracián. Ue
todos modos, esta clase de terrenos conviene sanearlos y
darles labores frecuentes. `
Abonos.
Vamos a citar el resultado de distintos abonos y las nc-
cesidades de la planta en veg^tación, mas no espere nadie
que terminemos con una fórmula invariable, aplicable en
todos los ^casos. Las cantidades de los distintos abonos no
dependen írnicamente de la planta a sembrar, hay que co-
nocer el suelo y clima. en el caso ^concreto considerado, cul-
tivos que han precedido, sin olvidar el dato interesante del
precio de los abonos para comparar su _coste con el incre-
mento de cosecha esperado.
Ante todo, repitamos que la avena rara vez suele ser
cosecha prin^cipal; se beneficia del sobrante de abonado a
cultivos precedentes y, por eso, la acertada costun^bre de no
ir:corporar abonos con las la.bores preparatorias, ni duran-
te el cultivo, pues suelen forzarse las cantidadesdestina-
das a las plantas principales.
^ E1 ^a^ahídrido f osfórico es fun^damentan para una buena
granazón. La absorción de este elemento es mayor en las
primeras fases del desarrollo, luego decrece has!ta el espi-
gado y, finalmente, del espigado hasta la maduración con-
sume cerca de^l 5o por roo de sus necesidades totales. Con
el anhídrido fosfórico adquiere el tallo mayor cansistencia
y resiste mejor al encamado, de temer cuando e^l terreno está
enriquecido en nitrógeno; y entonces, para restabl^^cer el
equilibrio, es conveniente abanar ampliamente con super-
fosfatos (zoo-3o0 ó más kilogramos/hectárea).
La potasa es absorbida casi totá^lmente durante la fe-
cundación y la formación del grano. Aunque la composi-
ción de la planta nos a^cusa un consumo elevado, las propor-
ciones de abonos potásicos no deben forzarse (hasta un má-
ximo de a5o ki^logramas/hectárea) más que en los terrena^
- IO -
muy pobres en potasa, en los que no han sido ^es^tercolados
hace tiempo, y en los que llevan alternando con la avena,
plantas exigentes, como tabaco, remola^cha, patata, Ytc.
EI consumo de nitróge^xo va aumentando a parti r de la
germinación, y llega al máximo cuando se aproxima la ma-
durez. Los cereales son todos muy sensibles a la acción del
nitrógeno; su abundancia favore^ce el desarrollo de tallo y
hojas, que toman un color verde in^enso; y en la veg^^tación
g^eneral se advierte una exuberancia imprescindible si se
pretenden grandes producciunes. Sin embargo, no siempre
estos auspicios cuajan en una re^^lidad igualmente optimis-
ta, porque el exceso de nitrógeno produce unos tallos flojos,
sin resistenci,a al encama^do, retrasa la madurez, y este es
un fenómeno nada favorab-le, pues si se prolonga la vegeta-
ción durante días secos y de elevada temperatura, la gra-
nazón se verifica mal y la planta entera se seca, por la in-
tensa transpiración, sin haber madurado normalmente.
En cambio, cua^ndo la avena se siemh^ra para ser co^n. umida
en verde por el ganado, conviene provocar el desan-ollo ve-
getativo, y para eso se hace preceder de una ler^uminosa, o
se aumenta la cai^tidad de abonos nitrogenados.
Claro es que nuestras tierras no suelen estar muy sobra-
das de nitrógeno, y el inconveniente anterior, aunque se
presenta algunas veces, no tiene carácter general. Abunda
más bien el opuesto; en tierras pobres, donde vamos en pri-
mavera avenas que crecen poco y amarillean prematura-
mente, defecto de posible corrección esparciendo pronto ni-
trato sódico, a^razón de ► oo a r 5o kilogramos por hectárea.
Lauores preparatorias.
No necesita la avena tan acabada preparación del terre-
no como el trigo, pero en los mal labrados nuñca se alcan-
zan producciones elevadas; es decir, que la tan sabida rus-
ticidad de la planta no debemas ponerla a prueba censtan-
temente. Precisa una tierra bien me^teorizada y pul^erira-
da, lo cual se consigue cun labores diferentes, según la plan-
ta que ^preceda.
- II -
Cuando sigue la avena a una leguminosa cultivada para
grano, la labor de alzar se hará en otoño, pronto, profun-
dizando con el arado lo que tierra, máquina o animales per- ^
mitan, para exponer los terrenos a la acción de lluvias y
heladas. Pocos días antes de la siembra se bina, cruzando
la labor, seguida de un gradeo si se va a sembrar con má-
quina; o se dejan señalados los surcos, si la siembra va a
ser a lomo. ,
Siempre que suceda a una leguminosa forrajera, hay que
precipitar el alzado para ganar tiempo, pues ofrece sus di-
ficultades desmenuzar el encespedado terreno. Se da pri-
mero una labor de alzar poco profunda, que tiene por ob-
jeto romper la costra superior y dejar los residuos de veg^-
tación expuestos a la acción del sol; un mes después se hace
la labor profunda y, al sembrar, una terce^ra, en la que no
st^ iprofundiza mucho para no volver a sacar el césped.
Si la avena sucede a patata o remolacha, la recolccción
de éstas ya suponen una labor; de todos mados hay que al-
zar con arado para igualar la tierra y, más tarde, ;c bina
ligeramente cuando se va a sembrar.
En otros casos se procede de forma análoga a uno de
Ic^s casos anteriores y, cuando el terreno es de regaaío, se
riega previamente para ^conseguir ^buen tempero y que la
1^bur de alzar deje ya un buen barbecho.
Si se estercola la tierra el año que se cultiva de avena,
aprovechando la dob^le circunstancia favorable de disponer
de más tiempo y de que esta pla.nta soporta bien el estiér-
col reciente, la distribución se hará inmediatamente antes
de alzar, con lo cual el estiércol queda enterrado; si sP
echa.n abonos minerales, éstos deben volearse al empezar a
binar
Siembra y labores ^de ^cultivo.
Para conseguir una buena sementera hay que emplear
semilla cuya pracedencia nos ofrezca garantía. Los que cul-
tivan año tras año la especie sin sobrepasar producciones
de siete-nueve simientes, aunque sean éstas principalmente
debidas a la mala calidad de la ti^erra o a defectuoso cultivo,
convendría ^se proporcionaran mediante cambio o compra
todo el grano necesario a la siembra, de algún agricultor
vecino que obtenga tradicionalmente buenas cosechas.
Asegurada la buena procedencia, no debe prescindirse
nunca de limpiar la semilla con una criba o seleccionadora
Marot, pues-aparte que la avena grana muy desigual'men-
te y los granos mal formados o pequeños originan plantas
desmedradas, o no germinan-es natural e^scoger los más
gruesas, por asegurarnos de que tienen reservas suficientes
para la primera fase d^e desarrollo (^). Si la simierUte tiene
pocas impurezas, o se carece de limpiadora, la ^selección de
granos más gordo^s puede hacerse diariamente con lo qu^e
se va a sembrar por inmersión en agua,..separando todos
los granos que sobrenaden y sembrando los que se va.yan
al fondo de la vasija.
A1 alcance del agricultor más modesto está una selec-
ción, que recomendamos por su sencillez. 'Se señala sobre el
terreno las plantas más hermosa^s, bien granadas 'y que ma-
duren ^por igúal, las que se recagen antes de segar las demás;
al aña siglliente se ^siembran por separado los granas^ obte-
nidos, en ^pequeña parcela ^para ^poderlos cuidar y o^bservar
en su evolución vegetativa, y la casecha se ^siembra sepa-
radamente, en años sucesivos, hasta tener suficientn para
cubrir tada la hoja destinada a avena.
La mejor simiente__es la de la cosecha anterior, p^ero en
acasiones hay necesidad de emplearla de dos años antes.
con satisfactorio resultado, pu^es en estos dos primeras años
apenas desciende su facultad germinativa si se ^conserva en
bu^enas condi^ciones, en granero seco y ventilada.
f-lay vari{edac^es de avena de ^otoñ.o y de ^rin^averk^, se-
gún el momento en ^que se puede hacer 1'a siembra. Esta cla-
sificación es más aplicable en el centro de rsu zona g^eográ-
fica: en Europa central. Nosotros más ^bien diríamos que
(1) Cita el Tngeniero Agrónomo francés G V. Garola una experiencia rea-
lizada bajo su dirección en la que a cuatro labradores distintos hizo sembrar
separadamente granos pesados y granos livianos, obteniendo con ^los primeros
una cosecha media por hectárea superior en ztt kilogramos.
- 13 -
son d.e ciclo ^arao y corto, respectivamente. Esta duración
dcl ciclo de la variedad de avena que ^cultivemos convient'
tenerla presente al dec'rdir el mamento de se7nbrar.
La siem^bra de av^ena se hace, en toda Esp^^ña, después
Yara prevenir ]a enfermedad del "tizón", hay que desinfeaar la semilla, remo-
j.índola durante veinte o treinta minutos en solución ^de sulfato de ^cobre a] r
por roo, y extendiéndola luego para que se seque.
de acabar las del trigo y la cebada. Y como para éstas no
se anda muy sobrado de elementos, el retraso es permanen-
te, nace muy tarde, florece transcurridos ya los p^rimeros
días de fuerte calor, y así es raro que grane ^bien.
-14-
Son siempre mejores las siembras terrlpranas; en diciem-
bre o enero, y si se cultiva variedad de ciclo largo, i:;clusQ
algo antes; pero nunca debe hacerse precipitadamente,
prescindiendo de bien ^completas labores preparatori3s.
Lá profundidada que queda enterrada la semilla in-
t fluye en el buen crecimiento posterior de la planta. Con
días hí^medos o en tierras muy fuertes conviene queden
algo superficiales, mientras que si el tiempo está seco o el
suelo es suelto, puede enterrarse más; en todo caso a pro-
fundidades mayores de ocho-nu^eve centímetros corrernos el
riesgo de que muchos granos no germinen. Cuando la siem-
bra se ^ace a máquina, 5,e consigue más fácilmente aue to-
dos los granos queden igualmente hondos; pero en la efec-
tuada a voleó, al enterra.r las semillas, quedan a distintas
profundidades, por lo que muchas no nacen y el sernbrado
resulta siempre más de^sigual.
Para cubrir bien el terreno de plantas, en el supuesto
de lograrse distribución uniforme y nacimiento de todos
los granos, bastarían unos 40-5o kilogramos de simier,te por
hectárea. En la siembra con máquina dehen ĝastarse de 8a
a ioo, y a voleo, hasta i3o. Recordemas, a este respecto,
que, cuando la operación se realiza pronto, cabe alguna re-
ducción en las. cantidades de simiente; y, por el contrario,
si ^la siembra es tardía, hay que forzarla para que no quede
ralo el sembrado.
En las tierras regables, una vez terminada la siembra
y antes de que nazca, hay que trazar las caceras de riego,
que se completan a mano por los futuros regadores como
labor complementaria.
Las labores precisas durante el cultivo son pocas. Bas-
ta, en la mayoría de los casos, un gradeo, con grada o^^dina-
ria en zigzag o con grada canadiense, a la salida. del invier-
no, con objeto de romper la costra del terreno e igualar
el ^piso para el futuro paso de la máquina segadora. Si ca-
yera alguna Iluvia seguida de fuertes heladas, entonces la
costra formada se levanta y ahueca el su^elo, rompe algu-
nas plantas y a otras las desarraiga; para evitarlo es más
fácil, entonces, pasar un rulo Croskill o la grada de estre-
]las, que desmenuzan la tierra y asientan la castra.
Los que siembran a lomo, si el aricado del trigo se la
permite, dan un pase de arado romano entre las líneas, más
conveni^ente cuanto más temprano se realice.
A1 llegar la primavera, el crecimiento se verifica rápi-
damente y no hace falta ayuda ninguna mediante iabares.
Pocas veces hay que escardar a mano, si las malas hierbas
son de gran porte, pues las bajas quedan superadas y mue-
ren o fructifican deficientemente por falta de luz.
R,eeolección.
Por innecesarias omitimos las sucesivas faenas de quF
consta, sobradamente conocidas; solamente apuntaremos
unas ideas acerca de ella.
Alcanza la avena su madurez ĉompleta cuando la plan-
ta entera adquiere ese colar amarillo limón característica.
Lntonces, secos totalmente raíces, tallos y hojas, las re-
servas formadas se han concentrado en los granos que, por
evap^^ración, han perdido humedad, se desprenden fácil-
mente y, si la ^siega se demora hasta ese mom;ento, quedan
bastantes sobre el rastrojo. Par otra parte, la madurez de
todos 1os granos na es simultánea, secan primero los más al-
tos, después los inmediatos y finalmente los laterales; y
como esta maduración final se completa igualmente ya estÉ
la planta en pie o segada, he aquí justifi^cada la costumbre de
anticipar la siega a mamento en que el tallo está un po^co
correoso, conservándose la mies hasta que s^e^que totalmen-
te para trillarla.
En siegas prematuras, además de que caen menos gra-
nos al segar o por acción del viento, disminuímos el riesgo
de encamado por viento o tormenta, no hacen tanto daño
los pájaros, la ^paja obtenida es más nutritiva, las glumas
que envuelven el grano (pajilla) quedan m.enos endureci-
das, lo que supone mayar digestibilidad, las malas hierba5
se cortan antes y, por tanto, se precave dejen en el terreno
simientes al verificarse la natural dehiscencia de los fru-
- IÚ -
tos. También se evita-y esto es lo más importante-que
se: precipite el agostado, qu^edando la planta en pie los úl-
timos día^s, demasiado se^cos en nuestros climas.
Lo de anticipar I'a siega na se entienda ^como lo practi-
can los aludidos al principio, de segar verde para dársela.
en rama a las mulas, prác^tica inconveniente-repetimos-
p•ara todo lo no consumido durante el verano, qu^e se trilla
después, obteniéndose granos muy mermados, y constituye
L!n verda^dero despilfarro esta evitable pérdida de coseoha.
Tampoco de^be anticiparse mucho si se destina a la siembra
del año siguiente; el grano tiene que^madurar ^en pie'y se
siega cuando apenas se hiende éste ^con la uña, mientras e:
tallo se conserva algo "zorollo", y que se nos perdone la
incorrección por lo castizo del ^término.
Los rendimientos medios. para toda España, si conside-
ramos varios años, oscilan alrededor de esos T u 8 quintales
métricos que decíamos en los primeros apartados. No de-
bería bajar de ► o y^de i6, respectivamente, en se^cano y re-
gadío, si ^el cultivador se encariñara ^más con esta y por
ende pusiera en ^práctica las elementales normas de buen
cultivo que quedan apuntadas.
E1 ^peso de grano y el de la paja, obtenidos en una cose-
cha ordinaria, están en la relación de foo a ióo, variando
según condiciones del año, buena granazón, al^tura del cor-
te al segar, etc.
Un ^hectolitro de avena muy bien ^granada puede al^can-
zar un peso má:^cimo de 5z 1<ilogramos y, si granó a me^dias,
apenas rebasa las 43, admitiéndose la media d^e 48,5 kilo-
gramos, y si nos referimos a la fanega, medida tradicional,
los pesos son 28,5 kilogramos, a3,5 kilogramos y 26,5 ki-
logramos, respectivamente.
E1 níunero de granos contenidos ^en Lm kilogramo varía
de 34.00o a 4a.ooo, dato que se hace constar, al igual que
los anteriores, para el lector amante del cálculo.
GRAFICAS UGUINA - MELENDEZ VALDES, ^- MADRID

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