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El Retrato Fotográfico
Cuando escuchamos la palabra “retrato”, asumimos que se trata de la imagen 
de una persona tomada y reproducida por cualquier medio gráfico (en el caso 
presente, la fotografía). Si bien esto es correcto, y de acuerdo a esta definición 
general podemos considerar retrato desde una neutral foto-carnet hasta 
cualquiera de las millones de “selfies” que atiborran diariamente las redes 
sociales, un verdadero retrato es mucho más que el mero registro gráfico de 
una persona; de hecho etimológicamente la palabra “retrato” hace referencia 
no solo a una representación física, sino también a la descripción minuciosa 
de las cualidades morales, intelectuales y emocionales de una persona. 
¿Pero como es posible representar todo 
esto a través de una simple fotografía? 
La respuesta obviamente no es sencilla, 
y tratándose de un hecho tan subjetivo, no 
existe una única respuesta correcta, pero 
hay ciertos parámetros técnicos y artísticos 
que pueden orientarnos para reconocer o 
realizar un buen retrato.
Primeramente, cabe aclarar que cualquier 
explicación técnica o estilística pasa a un 
segundo plano cuando la imagen logra 
conmover la sensibilidad del espectador 
más allá de cualquier racionalización o 
uso de las palabras; es decir, una imagen 
técnicamente deficiente, trivial o inclusive 
vulgar puede resultar profundamente 
conmovedora, siendo lo inverso también 
posible (una imagen técnicamente perfecta 
puede resultar insípida, carente de gracia); 
es en este aspecto donde creo yo, reside el 
misterio y la belleza del arte.
Dr. Martín Valdez
Médico radiólogo
VIMED - Valdez Imagen Médica
Corrientes, Argentina
Ahora bien, ¿cuales son los elementos 
técnicos que pueden ayudar a componer 
un buen retrato?
Existen varias reglas y elementos del 
retrato que, usados con criterio y sen-
sibilidad, permiten al fotógrafo realizar 
una composición acorde a lo que quiere 
representar. 
Uno de los elementos básicos de cual- 
quier retrato es el plano de la toma. Existen 
7 tipos principales:
Plano general: es el plano en el cual se 
toma el cuerpo entero del modelo, de aquí 
en más los planos irán acercándose progre-
sivamente (Foto 1).
Plano tres cuartos o americano: aquí la 
toma se realiza desde las rodillas o el muslo 
y es ideal para fotografiar a varias personas 
interactuando. Se lo llama también “plano 
americano” ya que se lo empezó a usar 
V I D R I E R A F O T O G R Á F I C A
ALMA Cultura y Medicina - Edición Especial : Psico-Neurociencias
 Año 3 Vol 3 Num 4 - 2018 |
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Foto 1: “Cocinero” Retrato de cuerpo entero realizado por el fotógrafo alemán August Sanders para su serie “Trabajos”, donde 
realiza una caracterización casi antropológica de trabajadores de principios del siglo XX. 
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Foto 2: “Madre Migrante” (1936) de Dorothea Lange es la fotografía más famosa de esta fotógrafa norteamericana. Este icónico 
retrato refleja -en la mirada afligida de una madre- la decadencia y el sufrimiento de toda la sociedad norteamericana tras los 
difíciles años que siguieron a la gran depresión.
en las películas de Western, donde era 
importante que las armas que llevaban los 
protagonistas en las cartucheras se vieran 
bien, y esto es lo que marcaba la línea de 
corte.
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Foto 3: Retrato en primer plano de Julio Cortázar realizado 
por la fotógrafa argentina Sara Facio. Esta foto se convirtió en 
la favorita del escritor, al verla dijo: “Quiero que sea mi foto 
oficial. Me gustaría que esta foto algún día estuviera en la 
tapa de un libro mío”
Foto 4: Alfred Stieglitz, “Georgia O`Keffe, Hands”, 1918. 
Fotografía en primer plano donde se ve a la artista plastic 
Georgia O`Keffe fotografiada por su marido, el fotógrafo 
estadounidense Alfred Stieglitz, quien al igual que Karsh en la 
fotografía de Einstein, centra la atención no solo en el rostro 
sino también en las manos del retratado.
Plano medio: desde la cabeza hasta la 
cintura, siendo la línea de corte entre el 
ombligo hasta casi la entrepierna. Este tipo 
de encuadre se suele utilizar para resaltar 
la belleza del cuerpo humano, por lo que 
es muy utilizado en fotografía de moda. 
También es adecuado para mostrar la 
interacción entre dos sujetos, como en el 
caso de las entrevistas (Foto 2).
Plano medio corto, plano de busto o 
primer plano mayor: la toma se realiza 
desde la cabeza hasta la mitad del pecho 
y permite aislar al modelo en el recuadro, 
descontextualizándolo de su entorno para 
concentrar en él la máxima atención.
Primer plano: también llamado primer 
plano menor o de retrato, recoge el rostro 
y los hombros. Este tipo de plano, al igual 
que el plano detalle y el primerísimo primer 
plano que veremos a continuación, sirven 
para mostrar confidencia e intimidad 
respecto al personaje (Fotos 3 y 4).
Primerísimo primer plano: capta el rostro 
desde la base del mentón hasta la punta de 
su cabeza. Este tipo de encuadre profundiza 
el grado de intimidad logrado en un primer 
plano.
Una vez que el plano a utilizar ha sido se-
leccionado, el fotógrafo puede hacer uso de 
varias reglas compositivas. Una de las más 
conocidas (y aplicable no sólo a retratos 
sino a todo tipo de fotografías) es la “ley de 
los tercios”, según la cual se debe dividir el 
encuadre con dos líneas paralelas verticales 
y dos paralelas horizontales en seis partes 
iguales. Los puntos donde convergen 
estas líneas imaginarias se conocen como 
puntos fuertes, y es allí donde nuestro ojo 
se detiene de forma más natural, por lo que 
es allí donde se recomienda situar nuestro 
centro de interés (Foto 5). 
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Foto 5: Albert Einstein por Yousuf Karsh. En esta fotografía se ve claramente como al aplicar la ley de los tercios, la composición 
queda equilibrada y armónica. La mirada y las manos, elementos altamente expresivos de la personalidad, caen en los puntos 
fuertes de la imagen.
También existe la “ley de la mirada”, 
según la cual se debe dejar más espacio 
en el lugar del encuadre al cuál se dirige 
la mirada del protagonista. De esta forma, 
la imagen “respira” más naturalmente y la 
percibimos más equilibrada
Otro aspecto importante a tener en 
cuenta es no solo el protagonista de la foto 
sino el fondo donde este se sitúa. Un poste, 
un árbol, un auto o una persona cruzando 
por detrás pueden arruinar la composición 
desviando la mirada del sujeto principal, por 
lo que es recomendable -si el fondo no será 
un elemento sustancial de la fotografía- 
buscar fondos homogéneos (tanto en color 
como en textura) (Foto 6) o directamen-
te “espacios negativos”, donde no existe 
ningún tipo de distracción respecto del 
modelo (Foto 7).
Así como el fondo es de vital importancia, 
el marco natural de una foto puede 
cambiarnos radicalmente la percepción del 
modelo fotografiado. Marcos de puertas, 
puentes, cuevas, las ramas de un árbol o 
el marco de una ventana pueden resultar 
muy útiles para añadir peso a los retratos y 
hacerlos diferentes (Foto 8).
Otro aspecto fundamental en un 
retrato es el enfoque. Aquí no hay muchas 
variaciones posibles: hay que enfocar a 
los ojos. Puede que para algunos resulte 
bastante obvio este consejo, pero ¿por 
que es esto tan importante?. Muy sencillo, 
cuando se trata de la fotografía de un 
rostro, nuestra mirada se dirige instintiva-
mente a los ojos, 
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Foto 6: “Niña Afgana” del fotógrafo norteamericano Steve McCurry. Este es quizá uno de los retratos más famosos del mundo. 
En él, el fotógrafo logra sintetizar en la angustiosa y penetrantemirada de una niña de 12 años, la caótica situación por la que 
atravesaba el pueblo afgano durante la guerra de Afganistán (1978-1992). Vemos aquí como el fondo elegido contribuye a 
resaltar por contraste a la niña retratada.
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Foto 7: “Woody Allen” por el fotógrafo griego Platón. En esta imagen vemos como la figura del genial cineasta cobra mayor 
trascendencia gracias al fondo negativo. 
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Foto 8: “Tokio Compression” del fotógrafo alemán Michael Wolf. En este retrato, que muestra la claustrofóbicas condiciones en 
las cuales viajan diariamente los ciudadanos japoneses, el artista se vale del marco de la ventana para resaltar la figura retratada. 
es un gesto inconsciente que emula lo que 
ocurre en la vida real: cuando conocemos 
a una persona, los ojos son los elementos 
más expresivos de su cara, como reza el 
dicho popular, son “la ventana del alma”. 
A esto se agrega que en una fotografía 
cualquiera, la mirada también se dirige 
naturalmente a las zonas más enfocadas. 
Por lo tanto si tenemos un retrato con ojos 
desenfocados, se generará un conflicto de 
percepción, pues nuestra mirada buscará a 
los ojos y a la zona en foco al mismo 
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Foto 9: Winston Churchill por Yousuf Karsh (primera toma).
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Foto 10: Winston Churchill por Yousuf Karsh (segunda toma).
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tiempo, lo cual generará una sensación 
de incomodidad impidiendo la conexión 
con el sujeto retratado.
Si bien existen infinidad de otras leyes, 
reglas o consejos compositivos –y su 
descripción minuciosa supera los objetivos 
de este artículo- hay que tener siempre 
presente que no son más que herramientas 
de las cuales valerse para lo que queramos 
expresar, pero nunca preceptos inflexibles 
que garantizan la calidad de un retrato, no 
obstante aprenderlas resulta fundamental 
para realizar fotografías de calidad 
profesional, ya sea ateniéndose a ellas o 
transgrediéndolas creativamente (como 
decía Picasso: “aprende las reglas como 
un profesional para que puedas romperlas 
como un artista”).
Entonces pasamos así a la parte más 
importante del retrato, la que tiene que 
ver con el “ojo fotográfico”, la mirada del 
artista. Aquí no hay reglas válidas, lo único 
que cuenta es la sensibilidad del fotógrafo. 
Se dice que un buen retrato es aquel 
que logra captar la personalidad del 
sujeto retratado, su esencia, por ende 
será necesario que el fotógrafo establezca 
algún tipo de empatía con este, que llegue 
a conocer o al menos intuir su personalidad 
o algún rasgo de esta para luego plasmarla 
en la fotografía. 
¿Pero hasta que punto es esto posible? 
¿No suena un poco a una interpretación 
idealizada y hasta un poco irreal, fantasiosa, 
de lo que se puede lograr con la fotografía, 
con la representación externa, física y 
superficial de una persona? 
Ciertamente existen retratos en los 
cuales se vislumbra la personalidad del 
retratado o al menos ciertos aspectos fun-
damentales de esta. Los ejemplos abundan 
entre los más grandes retratistas del siglo 
XX, sobre todo la primera mitad, cuando 
esta visión idealista era la predominante. 
Un claro ejemplo de esto es la famosa foto 
de Winston Churchill tomada por uno de los 
más grandes retratistas de la historia (Foto 
9), el canadiense de origen armenio Yousuf 
Karsh, donde vemos la imponente figura 
del político británico con una expresión 
que denota su temperamento avasallador 
y dominante. La historia de esta foto es 
interesante, pues ejemplifica con claridad 
cómo la maestría de un buen retratista 
puede lograr en cuestión de segundos una 
toma memorable. En 1941, con motivo 
de la visita de Churchill al Parlamento 
Canadiense para dar un discurso, Karsh 
instaló la cámara y el equipo de iluminación 
en una pequeña habitación habilitada para 
fotografiarlo. Cuando Churchill terminó, le 
invitaron a pasar a la habitación para hacerle 
la fotografía, cosa que disgustó al dignatario 
inglés porque no había sido informado. A re-
gañadientes, accedió y pasó al improvisado 
estudio. Karsh le indicó dónde debía situarse 
y preparó la iluminación. Cuando se dirigía 
hacia la cámara, Churchill encendió uno de 
sus famosos puros. Karsh le pidió que lo 
apagase y sólo obtuvo un no por respuesta. 
Se armó de valor, se acercó a él y le quitó 
el puro de la boca. Karsh se dio la vuelta 
y sintió los ojos Churchill clavados en su 
nuca… en ese momento pulsó el disparador 
que llevaba en la mano y obtuvo la famosa 
fotografía. Seguidamente Churchill mostró 
indignación y sorpresa por la actitud del 
fotógrafo, pero luego sonriendo, se acercó 
a Karsh, le dio la mano y le dijo: “Puede 
hacerme otra. Usted podría hacer que un 
león rugiendo posase para un foto”. Esta 
segunda foto (Foto 10), en la que Churchill 
se muestra sonriente, pasó sin pena ni 
gloria; pero la primera, portada incluso de 
la revista LIFE, es una de las más famosas 
de la historia. 
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Foto 11: “Woman in Sundress” (2003) de Cindy Sherman. Esta fotógrafa, una de las más destacadas de la 
segunda mitad del siglo XX, realiza exclusivamente autoretratos para criticar duramente los estereotipos 
sociales y culturales de nuestra época. En esta serie de fotos parodia el retrato fotográfico del estudio moderno 
del siglo XX -poses artísticas, iluminación teatral, fondos lisos – y denota el patetismo de mujeres que, lejos de 
estar en la flor de la vida, depositan la esperanza de verse rejuvenecidas por el lente fotográfico.
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Vemos aquí entonces cómo la mirada del 
fotógrafo puede reflejar la personalidad del 
retratado aún ante su reticencia. Pero esto 
lleva a preguntarnos si en realidad la imagen 
obtenida no se trata también de la idea que 
el fotógrafo se hace del sujeto retratado 
más que de su verdadera personalidad. En 
este sentido, el famoso fotógrafo Richard 
Avedon dijo que un retrato no era un hecho, 
sino tan sólo una opinión y, para complicar 
aún más las cosas, cabe preguntarse si 
el retratado, en lugar de dejar traslucir su 
“alma”, no busca más bien mostrar la idea 
que él tiene de sí mismo (que como se sabe 
puede no coincidir con lo que realmente es), 
en tal caso se trataría más bien de la foto 
de una “máscara” que de la persona en sí, 
ya que en definitiva un retrato fotográfico 
es una imagen de alguien que sabe que lo 
están fotografiando.
Todas estas cuestiones filosóficas y psi-
cológicas vinculadas a la naturaleza del 
retrato fotográfico irrumpieron con fuerza 
a partir de la segunda mitad del siglo XX, y 
se fueron asentando cada vez más a partir 
de los cambios en el paradigma de belleza 
de las últimas décadas, que hace de la 
belleza juvenil un valor absoluto, muchas 
veces asequible mediante un bisturí o 
tratamientos con sofisticados productos 
de belleza. Por esta razón, los nuevos 
fotógrafos retratistas se empezaron a valer 
de la manipulación digital de imágenes, 
el fotomontaje, diversos métodos de 
revelado, etc. para cuestionar la idea de 
“identidad fija”, de la cara como el “reflejo 
del alma”, de lo que constituye la belleza y 
de la fe en una absoluta verdad fotográfica, 
dando como resultado imágenes que, 
paradójicamente, se asemejan más a los 
retratos manipulados del siglo XIX que a los 
del siglo XX (Fotos 10 y 11), lo que nos lleva 
a pensar que, como decía Herman Hesse 
en El Lobo Estepario, “el hombre no es una 
figura fija y permanente, es más bien un 
intento y una transición, el puente angosto, 
peligroso entre la naturalezay el espíritu” y 
en definitiva el retrato de una persona no 
puede representar más que un momento 
particular de la infinidad de instancias y 
aspectos que constituyen esa constante, 
incesante y siempre cambiante evolución 
de la personalidad de todo ser humano.
Foto 12: “Apollo de Olympia, Oliver” (1999) de Lawick 
Müller. Esta fotografía, perteneciente a la serie 
“Perfectamente Supernatural”, emula –mediante el 
retoque digital- el ideal de belleza helenístico que 
prevalece en occidente. El individuo se ha imaginado 
a sí mismo no como es, sino como debería ser. El 
autor plantea en esta serie hasta donde es capaz de 
llegar el ser humano para adecuarse a sus modelos de 
belleza, sobre todo en un futuro no muy lejano, donde 
la ingeniería genética permitirá rediseñar a los seres 
humanos para incorporar estos prototipos.
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