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Alejandra Pizarnik y Jorge Luis Borges

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Alejandra Pizarnik
Flora Alejandra Pizarnik nació en el 29 de abril de 1936 en el seno de una familia de inmigrantes ucraniano-judíos, Elías Pizarnik y Rejzla (Rosa) Bromiker, ambos provenientes de la ciudad de Rivne, Ucrania,2​ Al igual que muchas familias inmigrantes de apellidos eslavos, su apellido original, Pozharnik, sufrió de castellanización al instalarse en Argentina. Tenía una hermana mayor, Myriam Pizarnik de Nesis (n. 1934). Después de cursar estudios de filosofía y periodismo, que no terminó, Pizarnik comenzó su formación artística de la mano del pintor surrealista Batlle Planas.
De regreso a Argentina publicó algunas de sus obras más destacadas; su valía se vio reconocida con la concesión de las prestigiosas becas Guggenheim (1969) y Fullbright (1971),3​ que sin embargo no llegó a completar. Los últimos años de su vida estuvieron marcados por serias crisis depresivas que la llevaron a intentar suicidarse en varias ocasiones. Pasó sus últimos meses internada en un centro psiquiátrico bonaerense; el 25 de septiembre de 1972, en el transcurso de un fin de semana de permiso que pasó en su casa, terminó con su vida con una sobredosis de secobarbital. Tenía 36 años.4​
Había publicado sus primeros libros en los cincuenta, pero solo a partir de Árbol de Diana (1962), Los trabajos y las noches (1965) y Extracción de la piedra de locura (1968), encontró Alejandra Pizarnik su tono más personal, tributario al mismo tiempo del automatismo surrealista y de la voluntad de exactitud racional. En esa tensión se mueven estos poemas deliberadamente carentes de énfasis y muchas veces hasta carentes de forma, como anotaciones alusivas y herméticas de un diario personal. Su poesía, siempre intensa, a veces lúdica y a veces visionaria, se caracterizó por la libertad y la autonomía creativa.
Durante sus últimos años, tras la publicación de la Extracción de la piedra de la locura (1968), publicó sus últimas dos obras en medio de una profunda depresión, El infierno musical (1971), Genio Poético (1972) y una edición en formato libro de su ensayo de 1965, La condesa sangrienta (1971). Durante su último año de vida, en colaboración con Arturo Carrera -a quien había conocido a su vuelta a Buenos Aires, en 1966- produjo una grabación de alrededor de tres minutos y medio del primer poema del primero, Escrito con un Nictógrafo (1972) -además de presentarlo en el Centro de Arte y Comunicación de Buenos Aires- que conforma el único registro existente de su voz. El 24 de septiembre de 1972, Alejandra se reencontró con Yahni después de años y le pidió prestado la obra Niebla (1914), por Miguel de Unamuno. Se cree que esa fue una de las últimas veces que fue vista con vida. Al día siguiente, el 25 de septiembre de 1972, a los 36 años, Pizarnik murió debido a una sobredosis de pastillas de Seconal durante un fin de semana en el cual había salido con permiso del hospital psiquiátrico de Buenos Aires, hospital donde se hallaba internada a consecuencia de su cuadro depresivo y tras dos intentos de suicidio. Su hermana Myriam testificó los sucesos de ese día en el tercer capítulo del ciclo Memoria Iluminada dedicado a ella: «Mi madre me llamó por teléfono diciendo que Alejandra estaba otra vez internada, yo me dirigí al Pirovano, como ella estuvo varias veces internada ahí, en la entrada que ella no estaba internada, pero yo insistí (...). Era cerca de la noche, así que empecé a caminar ahí por esos pasillos oscuros, llegué hasta la sala de psicopatología, donde pensaba encontrarla, pero no sabía dónde (...) y ahí dijeron que ya estaba muerta, y ahí fué a la morgue, mi marido después la reconoció, yo tuve que ir a la comisaría también (...)»40​ El día siguiente, «martes 26, el velorio (velatorio) sumamente triste en la nueva sede de la Sociedad Argentina de Escritores que, prácticamente, se inauguró para velarla».41​ En el pizarrón de su recámara se encontraron los últimos versos de la poetisa:
no quiero ir
nada más
que hasta el fondo
 Jorge Luis Borges
(Buenos Aires, 1899 - Ginebra, Suiza, 1986) Escritor argentino considerado una de las grandes figuras de la literatura en lengua española del siglo XX. Cultivador de variados géneros, que a menudo fusionó deliberadamente, Jorge Luis Borges ocupa un puesto excepcional en la historia de la literatura por sus relatos breves.
Jorge Luis Borges procedía de una familia de próceres que contribuyeron a la independencia del país. Un antepasado suyo, el coronel Isidro Suárez, había guiado a sus tropas a la victoria en la mítica batalla de Junín; su abuelo Francisco Borges también había alcanzado el rango de coronel. Pero fue su padre, Jorge Borges Haslam, quien rompiendo con la tradición familiar se empleó como profesor de psicología e inglés. Estaba casado con la delicada Leonor Acevedo Suárez, y con ella y el resto de su familia abandonó la casa de los abuelos donde había nacido Jorge Luis y se trasladó al barrio de Palermo, a la calle Serrano 2135, donde creció el aprendiz de escritor teniendo como compañera de juegos a su hermana Norah.
En aquella casa ajardinada aprendió Borges a leer inglés con su abuela Fanny Haslam y, como se refleja en tantos versos, los recuerdos de aquella dorada infancia lo acompañarían durante toda su vida. Con apenas seis años confesó a sus padres su vocación de escritor, e inspirándose en un pasaje de Don Quijote de la Mancha redactó su primera fábula cuando corría el año 1907: la tituló La visera fatal. A los diez años comenzó ya a publicar, pero esta vez no una composición propia, sino una brillante traducción al castellano de El príncipe feliz de Oscar Wilde.
En el mismo año en que se inició la Primera Guerra Mundial, la familia Borges recorrió los inminentes escenarios bélicos europeos, guiados esta vez no por un admirable coronel, sino por un ex profesor de psicología e inglés, ciego y pobre, que se había visto obligado a renunciar a su trabajo y que arrastró a los suyos a París, a Milán y a Venecia hasta radicarse definitivamente en la neutral Ginebra cuando estalló el conflicto.
Borges era entonces un adolescente que devoraba incansablemente la obra de los escritores franceses, desde los clásicos como Voltaire o Víctor Hugo hasta los simbolistas (Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Mallarmé), y que descubría maravillado el expresionismo alemán, por lo que se decidió a aprender el idioma descifrando por su cuenta la inquietante novela de Gustav Meyrink El golem.
Ficciones (1944), El Aleph (1949) y El Hacedor (1960) constituyen sus tres colecciones de relatos de mayor proyección. A pesar de que su obra va dirigida a un público comprometido con la aventura literaria, su fama es universal y es definido como el maestro de la ficción contemporánea. Sólo su ideario político pudo impedir que le fuera concedido el Nobel de Literatura.
De acuerdo con el diario El País, el escritor argentino falleció el 14 de junio de 1986 a causa de un enfisema pulmonar, en Ginebra. El autor de ‘El Aleph’ se había mudado tres días antes de su deceso a un nuevo departamento en la ciudad de Suiza, país que conoció durante sus años de mocedad y que había sido su residencia en los últimos tres meses.
Teniendo en cuenta que hoy se cumplen 37 años de su fallecimiento, recordamos un cuento que dictó antes de partir de este mundo.
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