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A Importância dos Relatos na Literatura

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Esta es una clase de práctica; una práctica por cierto especial porque va al corazón mismo de la literatura, al relato, el fuego fatuo de la narración desde Homero hasta Borges. Roland Barthes https://es.wikipedia.org/wiki/Roland_Barthes propone al relato como el hilo conductor a lo largo de la narración de la cultura:
	Innumerables son los relatos existentes. Hay, en primer lugar, una
variedad prodigiosa de géneros, ellos mismos distribuidos entre
sustancias diferentes como si toda materia le fuera buena al hombre para confiarle sus relatos: el relato puede ser soportado por el lenguaje articulado, oral o escrito, por la imagen, fija o móvil, por el gesto y por la combinación ordenada de todas estas sustancias; está presente en el mito, la leyenda, la fábula, el cuento, la novela, la epopeya, la historia, la tragedia, el drama, la comedia, la pantomima, el cuadro pintado (piénsese en la Santa Úrsula de Carpaccio), el vitral, el cine, las tiras cómicas, las noticias policiales, la conversación. Además, en estas formas casi infinitas, el relato está presente en todos los tiempos, en todos los lugares, en todas las sociedades; el relato comienza con la historia misma de la humanidad; no hay ni ha habido jamás en parte alguna un pueblo sin relatos; todas las clases, todos los grupos humanos, tienen sus relatos y muy a menudo estos relatos son saboreados en común por hombres de cultura diversa e incluso opuesta: el relato se burla de la buena y de la mala literatura: internacional, transhistórico, transcultural, el relato está allí, como la vida.
	ROLAND BARTHES
 Si esto es así, tal como lo plantea Barthes, entonces tendremos que aprender a contar relatos porque estamos atravesados y rodeados por ellos. Hasta podríamos decir que somos un relato y que los demás también son relatos. Es muy importante, entonces, para los profesores de Letras, saber contar los cuentos que enseñan. Ahora bien, ¿cómo contarlos? No se trata de contar un cuento "por arriba", o describiéndolo (un objeto inerte), o enumerando detalles sin ton ni son. Se puede hacer eso, pero...allí no está el cuento que pide a gritos ser contado (bien). Bien porque él o la que escribió el cuento se mató para contarlo bien: ¿quiénes somos nosotros para destruirlo en un par de minutos de balbuceos y de negligencia reflexiva? Como sea, el arte de narrar (el que realizan los escritores) supone, inevitablemente, dialécticamente, un arte de contar (el que realizan los lectores): un escritor es, ante todo, un lector apasionado. Aprende a contar porque sabe contar. Es Piglia el que dice que una reflexión de William Faulkner https://es.wikipedia.org/wiki/William_Faulkner lo marcó para siempre: decía algo así como que con la escritura de uno de sus libros (El ruido y la furia) aprendió a leer: escribir enseña a leer. Leer enseña a escribir: en el sentido de entender cómo se hace un relato y cómo está hecho (es un apasionante ida y vuelta).
Y los profesores de Letras, a todo esto, ¿qué tienen que ver con estas cuestiones propias de artistas y de ratones de bibliotecas? ¿Cómo? ¿Qué? Son, también, aunque nos cueste creer, lectores, lectores especializados en literatura y, por tanto, para completar el ciclo de la lectura, deben escribir sus lecturas como reflexión, hipótesis, ensayo, monografía, cuento, clase, relato de la literatura o lo que sea. Los profesores son artistas en tanto actores: hacen de sus clases dramas o comedias o parodias o verdaderas tragedias (en tanto los estudiantes se mueren de aburrimiento). Además de tomar asistencia, corregir banalidades, hay que saber contar cuentos. 
Por lo menos, los cuentos que enseñamos; aunque, por caso, si en medio de la clase sale alguno de los relatos que propone Barthes como relato (película, cuadro, foto, calle de la ciudad, chiste, noticia, etc), tenemos que saberlo contar, también. 
Estas clases, las que yo doy, se focalizan en lo metodológico porque entiendo que ahí está la verdad de la milanesa: si sabemos cómo está hecho un texto literario podremos explicarlo y reflexionar/lo. Pero la sábana es corta y queda sin realizar (porque lo doy por sabido, por hecho, precisamente, por contado) lo argumentativo, la trama propiamente dicha: ¡la trama que trama! Por eso esta clase práctica. Empecemos.
En primer lugar, leeremos o releeremos el ensayo (¡fabuloso!) de Piglia: "Tesis sobre el cuento"; es excelente porque nos da una herramienta súper práctica, sencilla y...¡muy efectiva! para comprender e interpretar un cuento (clásico). Ojo:  porque en los márgenes de este ensayo está lo realmente bueno: cuando empieza a pensar cómo contaría cada autor (Hemingway, Borges, Kafka) una escena de velatorio (si mal no recuerdo) o cuando propone la hipótesis de lo kafkiano o la variante Borges (ya que estamos con el léxico pandémico). Pero la clave, por ahora y ahora, para nosotros es esta: UN CUENTO CUENTA, SIEMPRE, DOS HISTORIAS: UNA, LA QUE NARRA LOS HECHOS Y OTRA, SECRETA, CIFRADA, DONDE SE OCULTA Y APARECE CADA TANTO, LA CLAVE DEL DESENLACE DE ESOS HECHOS (LO QUE SE DESEA TRANSMITIR A TRAVÉS DEL CUENTO).
433569626-Tesis-Sobre-El-Cuento-Ricardo-Piglia.pdf
Nosotros, para empezar a ver cómo contar un cuento y no morir en el intento, tendremos que establecer con suma claridad, lo que Piglia denomina HISTORIA DOS; porque sino, no podremos decir nada de nada. O sí, pero a nadie le va a interesar: porque se trata de interpretar (en su doble significación) el relato: lo que nos dice en sus dos niveles (historia uno e historia dos) y en la interpretación nuestra: entre teatral y literaria, la parte más creativa. 
Ejemplo más que claro (por las hipérboles de la bestia Laiseca): cómo cuenta "Casa tomada" de Cortázar: 
https://es.wikipedia.org/wiki/Alberto_Laiseca 
	
	A. Obviamente sigue las acciones/disparadores del relato pero se detiene a/morosamente y perversamente en la secuencia narrativa de los dos hermanos (lectura psicoanalítica: onírica).
B. Pero, como es un gran escritor, su versión es tan buena que le encuentra un tono, o lo remarca, y logra algo nuevo, novedoso, ADENTRO del propio cuento narrado. Cuando interpreta a la hermana ("¿Qué tesoro?" es realmente gracioso) o, el núcleo de su interpretación (en sus dos sentidos, no pierdan de vista esto): el gorgojeo-ruido-susurro- que escucha el hermano cuando ESO (ese ruido) TOMA, empieza a tomar la casa.
 
 
 Impresionante interpretación: ¡cómo lo cuenta par favaaar! En un punto, hace otro cuento del cuento. Respecto a las versiones mejores que los originales (una excusa para escuchar música en la clase), en el rock hay diversos ejemplos. Solo pondré esta versión que es, lejos, mejor que la original:
 LAISECA + NIRVANA: cóctel molotov!!!!
Nosotros vamos a tomar un relato que trabajo en teoría literaria 1 (Introducción a los estudios literarios): Ante la ley, de Kafka. Allí marcaremos (en rojo) los disparadores de acciones (esto es arbitrario, el modo en que lo llamo; por favor, llámenlo como a ustedes les venga mejor); los datos claves: la llave de la historia 2 (en verde) y, datos secundarios (en azul): los datos secundarios son como las especias en una receta.
 
Ante la ley, de Franz Kafka (traducción de Jorge Luis Borges)
Hay un guardián ante la Ley. A ese guardián llega un hombre de la campaña que pide ser admitido a la Ley. El guardián le responde que ese día no puede permitirle la entrada. El hombre reflexiona y pregunta si luego podrá entrar. ‘Es posible’, dice el guardián, ‘pero no ahora’. Como la puerta de la Ley sigue abierta y el guardián está a un lado, el hombre se agacha para espiar. El guardián se ríe, y le dice: ‘Fíjate bien: soy muy fuerte. Y soy el más subalterno de los guardianes. Adentro no hay una sala que no esté custodiada por su guardián, cada uno más fuerte que el anterior. Ya el tercero tiene un aspecto que yo mismo no puedo soportar’. El hombre no ha previsto esas trabas. Piensa que la Ley debe ser accesible en todo momento a todos los hombres, pero al fijarse en el guardián con su capa de piel, su gran nariz aguda y su larga y deshilachadabarba de tártaro, resuelve que más vale esperar. El guardián le da un banco y lo deja sentarse junto a la puerta. Ahí, pasa los días y los años. Intenta muchas veces ser admitido y fatiga al guardián con sus peticiones. El guardián entabla con él diálogos limitados y lo interroga acerca de su hogar y de otros asuntos, pero de una manera impersonal, como de señor poderoso, y siempre acaba repitiendo que no puede pasar todavía. El hombre, que se había equipado de muchas cosas para su viaje, se va despojando de todas ellas para sobornar al guardián. Éste no las rehúsa, pero declara: ‘Acepto para que no te figures que has omitido algún empeño.’ En los muchos años el hombre no le quita los ojos de encima al guardián. Se olvida de los otros y piensa que éste es la única traba que lo separa de la Ley. En los primeros años maldice a gritos su destino perverso; con la vejez, la maldición decae en rezongo. El hombre se vuelve infantil, y como en su vigilia de años ha llegado a reconocer las pulgas en la capa de piel, acaba por pedirles que lo socorran y que intercedan con el guardián. Al cabo se le nublan los ojos y no sabe si éstos lo engañan o si se ha obscurecido el mundo. Apenas si percibe en la sombra una claridad que fluye inmortalmente de la puerta de la Ley. Ya no le queda mucho que vivir. En su agonía los recuerdos forman una sola pregunta, que no ha propuesto aún al guardián. Como no puede incorporarse, tiene que llamarlo por señas. El guardián se agacha profundamente, pues la disparidad de las estaturas ha aumentado muchísimo. ‘¿Qué pretendes ahora?’, dice el guardián; ‘eres insaciable’, ‘Todos se esfuerzan por la Ley’, dice el hombre. ‘¿Será posible que en los años que espero nadie ha querido entrar sino yo?’ El guardián entiende que el hombre se está acabando, y tiene que gritarle para que le oiga: ‘Nadie ha querido entrar por aquí, porque a ti solo estaba destinada esta puerta. Ahora voy a cerrarla’.
Algo así quedaría. Obviamente hay matices y variaciones; por ejemplo, la lectura que realiza Derrida de este texto, https://es.wikipedia.org/wiki/Jacques_Derrida enfatiza y mucho (para él sería un disparador/en rojo) el aspecto del guardián (pues lo relaciona con una lectura freudiana): eso es lo que lo detiene al campesino (de donde que sea un disparador de acciones). 
Entonces, primero establecemos un relato básico (en rojo) y, luego, sumamos (como si fueran especias) lo subrayado en verde (clave para entender el desenlace) y lo que está en azul (para darle más volumen interpretativo al texto nuestro). 
¿Cómo y cuándo incluir lo subrayado en verde y en azul? Depende, todo depende: pero no de cualquier cosa depende. Depende de esto: cuál disparador (en rojo) tomaremos como central: ¿el de la espera? Entonces, reforzaremos ese eje con algunos subrayados azules y alguno verde (esto, en pequeñas dosis porque además son pocos los subrayados verdes en cualquier cuento). Porque lo que sucede con este cuento (y con la mayoría) es que al final del cuento que contamos vamos a tener que explicarlo: en este caso, por qué, si la puerta estaba abierta (en verde) y estaba destinada a él (en rojo), él decidió esperar? Lo explicamos con lo que subrayamos en verde.
Bueno, espero que les sirva esta práctica. Cualquier consulta, seguimos debatiendo en el foro. 
 
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