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A Thousand Boy Kisses - Tillie Cole

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Staff 
 
Moderadoras 
nElshIA 
Mona 
 
Traductoras 
Axcia 
BELEN 
Carosole 
daydreamer 
delilah 
Fabiro13 
GigiDreamer 
Kath 
Kyda 
Lauu LR 
lvic15 
magdys83 
Maria_clio88 
Melusanti 
Molly Bloom 
Mona 
Nelly Vanessa 
nElshIA 
Olivera
Corrección 
Clau 
Desiree 
Cecilia 
Gerald 
Agustina 
Caronin84 
Mimi 
Karen's 
 
Recopilación 
Cecilia 
Diseño 
Belen & Cecilia 
 
 
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Índice 
 
 
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Sinopsis 
 
 
n beso dura un momento. 
Pero mil besos pueden durar una vida. 
Un niño. 
Una niña. 
Un vínculo que se forjó en un instante y valioso por toda una década. 
Un vínculo que ni el tiempo ni la distancia pueden romper. 
Un vínculo que durará para siempre. 
O eso es lo que ellos creen. 
Cuando Rune Kristiansen de diecisiete años de edad, regresa de su Noruega natal a la 
tranquila ciudad de Blossom Grove, Georgia, donde se hizo amigo de Poppy Litchfield 
siendo un niño, tiene una sola cosa en su mente. ¿Por qué la chica que era la mitad de su 
alma, que prometió esperar fielmente su regreso, lo cortó sin una palabra de explicación? 
El corazón de Rune se rompió hace dos años cuando Poppy se quedó en silencio. 
Cuando descubre la verdad, encuentra que el mayor corazón roto aún está por venir. 
 
Libro independiente, Romance dramático para adultos jóvenes. 
Para catorce años en adelante. 
 
 
 
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Prólogo 
 
ueron exactamente cuatro los momentos que definieron mi vida. 
Este fue el primero 
 
 
 
 
Blossom Grove, Georgia. 
Estados Unidos de América. 
Cinco años de edad. 
 
—¡Jeg vil dra! Nå! Jeg vil reise hjem igjen! —grité tan fuerte como pude, diciéndole a mi mamma 
que quería irme, ¡ahora! ¡Quería volver a casa! 
—No vamos a volver a casa, Rune. Y no nos vamos. Este es nuestro hogar ahora —replicó en 
inglés. Se agachó y me miró directamente a los ojos—. Rune —dijo suavemente—. Sé que no querías dejar 
Oslo, pero tu pappa consiguió un nuevo empleo aquí, en Georgia. —Su mano se deslizó arriba y abajo por 
mi brazo, pero eso no me hizo sentir mejor. No quería estar en este lugar, en Estados Unidos. 
Quería volver a casa. 
—¡Slutt å snakke engelsk! —repliqué. Odiaba hablar en inglés. Desde que nos estableciéramos en 
los Estados Unidos desde Noruega, mamma y pappa solo me hablaban en inglés. Decían que tenía que 
practicar. 
¡No quería hacerlo! 
Mi mamma se puso de pie y levantó una caja del suelo. 
—Estamos en Estados Unidos, Rune. Aquí hablan inglés. Has hablado inglés por tanto tiempo 
como has hablado noruego. Es hora de usarlo. 
Me mantuve firme, mirando a mi mamma mientras pasaba a mi lado hacia la casa. Miré alrededor 
de la pequeña calle donde ahora vivíamos. Había ocho casas. Todas eran grandes, pero todas lucían 
diferentes. La nuestra estaba pintada de rojo, con ventanas blancas y un pórtico enorme. Mi habitación era 
grande y estaba en el piso inferior. Pensé que eso era de algún modo genial. Nunca antes había dormido en 
el primer piso; en Oslo mi habitación estaba en el segundo. 
Miré a las casas. Todas estaban pintadas de colores brillantes: celestes, amarillos, rosados… 
Entonces miré a la casa de al lado. Justo al lado, compartíamos un porche de hierba. Ambas casas eran 
grandes, y nuestros patios también lo eran, pero no había una valla o un camino entre ellas. Si lo deseaba, 
podría correr a su patio y no habría nada para detenerme. 
La casa era blanco brillante, con un pórtico que la envolvía por todo el rededor. Tenían mecedoras y 
una gran silla tipo columpio al frente. Los marcos de sus ventanas estaban pintados de negro, y tenía una 
 
 
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ventana enfrente de la ventana de mi dormitorio. ¡Justo al frente! No me gustaba eso. No me gustaba el 
hecho de que podría ver dentro de su dormitorio y que ellos podrían ver el mío. 
Había una piedra en el suelo. La pateé con mi pie, observándola bajar por la calle. Me volví para 
seguir a mi mamma, pero entonces oí un ruido. Venía de la casa de al lado. Miré a su puerta delantera, 
pero nadie salió. Subía los escalones de mi pórtico cuando vi un movimiento en el costado de la casa, en la 
ventana de la habitación de al lado, la que estaba al frente de la mía. 
Mi mano se congeló en la barandilla y observé mientras una niña, vestida con un brillante vestido 
azul, trepaba por la ventana. Saltó al césped y desempolvó sus manos en sus muslos. Fruncí el ceño, lo que 
hizo que mis cejas bajaran, mientras esperaba a que levantara su cabeza. Tenía pelo castaño, el cual se 
apilaba en su cabeza como un nido de pájaros. Llevaba un gran lazo a un lado de este. 
Cuando levantó la mirada, miró directo a mí. Luego sonrió. Sonrió hacia mí tan grande. Se agitó, 
rápido, luego corrió hacia adelante y se detuvo frente a mí. 
Extendió su mano. 
—Hola, mi nombre es Poppy Litchfield, tengo cinco años y vivo en la casa de al lado. 
Observé a la niña. Tenía un acento gracioso. Hacía que las palabras en inglés sonaran diferentes a 
como nos enseñaron en Noruega. La niña —Poppy— tenía una mancha de barro en su cara y brillantes 
botas de lluvia en sus pies. Ellas tenían grandes globos rojos a un lado. 
Se veía extraña. 
Levanté la vista de sus pies y fijé mis ojos en su mano. Aún la extendía. No sabía qué hacer. No 
sabía qué quería ella. 
Poppy suspiró. Sacudiendo la cabeza, alcanzó mi mano y la forzó en las suyas. Las sacudió arriba y 
abajo dos veces y dijo: 
 —Una sacudida de manos. Mi mamaw1 dice que solo es correcto sacudir la mano de la gente 
cuando la conoces por primera vez. —Apuntó a nuestras manos—. Esa fue una sacudida de manos. Y fue 
algo educado porque no te conozco. 
No dije nada; por alguna razón mi voz no funcionaba. Cuando miré hacia abajo me di cuenta que 
era porque nuestras manos seguían unidas. 
También tenía barro en sus manos. De hecho, tenía barro en todos lados. 
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Poppy. Su cabeza estaba inclinada a un lado. Tenía una 
pequeña ramita atascada en su pelo—. Oye —dijo, tirando de nuestras manos—. Te pregunté por tu 
nombre. 
Aclaré mi garganta. 
—Mi nombre es Rune, Rune Erik Kristiansen. 
Poppy arrugó el rostro, sus grandes labios rosas sobresaliendo de forma graciosa. 
—Suenas raro —soltó. 
Arrebaté mi mano. 
—¡Nei det gjør jeg ikke! —chasqueé. Su rostro se arrugó aún más. 
—¿Qué acabas de decir? —preguntó Poppy, mientras me volvía para caminar a mi casa. No 
quería hablarle nunca más. 
Sintiéndome enojado, me di la vuelta. 
 
1 Mamaw: Abuela. 
 
 
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—Dije “¡No, no lo hago!” ¡Hablaba noruego! —dije, en inglés esta vez. Los ojos verdes de Poppy 
se volvieron gigantes. 
Dio un paso más cerca, y más cerca otra vez, y preguntó: 
—¿Noruego? ¿Como los vikingos? Mi mamaw me leyó un libro sobre los vikingos. Decía que ellos 
eran de Noruega. —Sus ojos se volvieron incluso más grandes—. Rune, ¿eres un vikingo? —Su voz había 
perdido todo rechinar. 
Eso me hizo sentir bien. Saqué pecho. Mi pappa siempre decía que yo era un vikingo, como todos 
los hombres en mi familia. Éramos grandes, fuertes vikingos. 
 —Ja2 —dije—. Somos vikingos de verdad, de Noruega. 
Una gran sonrisa se extendió por la cara de Poppy, y una aguda risa de chica estalló de su boca. 
Levantó su mano y la arrastró por mi pelo. 
—Por eso tienes el pelo largo dorado y ojos azul cristal. Porque eres un vikingo. Al principio pensé 
que lucías como una niña… 
—¡No soy una niña! —interrumpí, pero Poppy no pareció preocuparse. Pasé mis manos por mi 
pelo largo. 
Llegaba a mis hombros. Todos los niños en Oslo lo tenían así. 
—… pero ahora veo que es porque eres un vikingo de la vida real. Como Thor. ¡Él también tenía 
pelo largo dorado y ojos azules! ¡Eres justo como Thor! 
—Ja —concordé—. Thor lo tiene. Y es el dios más fuerte de todos. 
Poppy asintió, luego puso sus manos en mis hombros. Su cara se volvió toda seria y su voz bajóa un 
susurro. 
—Rune, no le cuento a nadie esto, pero me gustan las aventuras. 
Arrugué mi rostro. No entendía. Poppy dio un paso más cerca y miró a mis ojos. Apretó mis 
brazos. Inclinó su cabeza a un lado. Miró a todo nuestro alrededor, luego se inclinó para hablar. 
—Normalmente no traigo a gente a mis viajes, pero eres un vikingo, y todos sabemos que los 
vikingos se vuelven fuertes y grandes, y son real realmente buenos con las aventuras y explorando, y con 
largas caminatas y capturando a los malos y… ¡todas las cosas como esas! 
Seguía confundido, pero luego Poppy dio un paso atrás y extendió su mano otra vez. 
—Rune —dijo, su voz seria y fuerte—, vives justo al lado, eres un vikingo y yo amo los vikingos. 
Creo que deberíamos ser mejores amigos. 
—¿Mejores amigos? —pregunté. 
Poppy asintió y empujó su mano aún más hacia mí. Lentamente extendiendo mi propia mano, 
agarré la suya y le di dos sacudidas, como ella me mostró. 
Una sacudida de manos. 
—Así que, ¿ahora somos mejores amigos? —pregunté, mientas Poppy retiraba su mano. 
—¡Sí! —dijo animadamente—. Poppy y Rune. —Llevó su dedo a su barbilla y miró hacia arriba. 
Sus labios sobresalían otra vez, como si estuviese pensando con mucho esfuerzo. 
—Suena bien, ¿no crees? “¡Poppy y Rune, mejores amigos hasta el infinito!”. 
Asentí porque lo hacía, sonaba bien. Poppy puso su mano en la mía. 
 
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 Ja: Sí en Noruego 
 
 
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—¡Muéstrame tu habitación! Quiero contarte a qué aventura podemos ir después. —Empezó a 
empujarme hacia adelante, y corrimos a la casa. 
Cuando nos empujamos a través de la puerta de mi dormitorio, Poppy se lanzó directo a mi ventana. 
 —Esta es la habitación exactamente al frente de la mía. 
Asentí, y ella chilló, corriendo hasta mí para tomar mi mano en las suyas otra vez. 
—¡Rune! —dijo emocionadamente—, podemos hablar en la noche, y hacer walkie-talkies con latas 
y cuerda. Podemos susurrarnos secretos cuando todos lo demás estén dormidos, y podemos hacer planes, y 
jugar, y… 
Poppy siguió hablando, pero no le tomé cuidado. Me gustaba el sonido de su voz. Me gustaba su risa 
y me gustaba el gran lazo blanco en su pelo. 
Tal vez Georgia no va a ser tan mala después de todo, pensé, no si tengo a Poppy Litchfield 
como mi mejor amiga. 
 
 
 
Y fuimos Poppy y yo desde ese día. 
Poppy y Rune. 
Mejores amigos hasta el infinito. 
O eso pensaba. 
Curioso cómo cambian las cosas. 
 
 
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Corazones rotos y frasco de besos de chico 
 
 
Hace nueve años. 
Ocho años de edad. 
 
 dónde vamos, papi? —pregunté mientras él sostenía mi mano 
suavemente, guiándome hacia el auto. Miré hacia atrás a mi escuela, 
preguntándome por qué estaba siendo sacada de clase tan temprano. 
Solo era la hora del almuerzo. No se suponía que saliera todavía. 
Mi padre no dijo nada mientras caminábamos, sólo me apretó la mano. Busqué a lo 
largo de la valla de la escuela, una extraña sensación tirando en mi estómago. Me encantaba 
la escuela, me encantaba aprender, y ahora teníamos historia. Era, absolutamente, mi 
asignatura favorita. No quería perdérmela. 
—¡Poppy! —Rune, mi mejor amigo, estaba de pie junto a la cerca, viéndome 
marchar. Sus manos sostenían muy fuerte las barras de metal—. ¿A dónde vas? —gritó. Me 
sentaba al lado de Rune en clase. Estábamos siempre juntos. La escuela no era divertida 
cuando el otro no estaba allí. 
Volví la cabeza hacia la cara de mi padre en busca de respuestas, pero no me miraba. 
Se quedó en silencio. Mirando hacia atrás a Rune, grité: 
—¡No sé! 
Rune me miró todo el camino hacia nuestro auto. Subí en la parte posterior y me 
senté en mi asiento para niños, mi papá me abrochó el cinturón. 
Oí el silbato en el patio del colegio, señalando el final del almuerzo. Miré por la 
ventana y vi a todos los niños corriendo hacia el interior, pero no a Rune. Rune se quedó 
en la valla mirándome. Su largo pelo rubio estaba flotando en el viento, mientras decía: 
—¿Estás bien? —Pero mi papá se metió en el auto y empezó a conducir antes de que 
pudiera responder. 
Rune corrió a lo largo de la valla, siguiendo nuestro auto, hasta que la señora Davis 
llegó y lo hizo ir a dentro. 
Cuando la escuela se perdió de vista, dijo mi padre: 
—¿Poppy? 
—¿Sí, papi? —le respondí. 
—¿Sabes que la abuela ha estado viviendo con nosotros por un tiempo? 
Asentí. Mi abuelita se había trasladado a la habitación frente a la mía hace un tiempo. 
Mi mamá había dicho que era porque necesitaba ayuda. Mi abuelo había muerto cuando yo 
 
 
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era sólo un bebé. Mi abuelita había vivido sola durante años, hasta que vino a vivir con 
nosotros. 
—¿Recuerdas lo que tu mami y yo te dijimos acerca de porqué? ¿Por qué la abuelita 
no podía vivir sola? 
Respiré por la nariz y le susurré: 
—Sí. Porque necesitaba nuestra ayuda. Porque está enferma. —Mi estómago dio 
vueltas mientras hablaba. Mi abuelita era mi mejor amiga. Bueno, ella y Rune estaban 
atados, absolutamente, en la parte superior. Mi abuela dijo que yo era igual que ella. 
Antes de que estuviera enferma íbamos a un montón de aventuras. Ella me leía todas 
las noches sobre los grandes exploradores del mundo. Me contaba todo acerca de la 
historia, sobre Alejandro Magno, los romanos, y mi favorito, el samurái de Japón. Eran los 
preferidos de la abuela también. 
Sabía que mi abuela estaba enferma, pero nunca parecía enferma. Siempre sonreía, 
daba abrazos apretados y me hacía reír. Siempre decía que tenía rayos de luna en su 
corazón y rayos de sol en su sonrisa. Abuela me dijo que eso significaba que era feliz. 
Ella me hacía feliz. 
Sin embargo, en las últimas semanas la abuela había dormido mucho. Había estado 
demasiado cansada para hacer cualquier otra cosa. De hecho, ahora la mayoría de las 
noches le leía a ella, mientras acariciaba mi pelo y me sonreía. Y eso estaba bien, porque las 
sonrisas de abuelita eran el mejor tipo de sonrisas para recibir. 
—Eso es correcto, calabacita, ella está enferma. De hecho, ella está muy, muy 
enferma. ¿Lo entiendes? 
Fruncí el ceño, pero asentí y dije: 
—Sí. 
—Es por eso que vamos a casa temprano —explicó—. Ella está esperándote. Quiere 
verte. Quiere ver a su amiguita. 
No entendía por qué mi papá me tuvo que llevar a casa temprano para visitar a mi 
abuela, cuando lo primero que hacia todas las noches después de la escuela era ir a su 
habitación y hablar con ella, mientras ella estaba acostada en la cama. A ella le gustaba 
escuchar todo acerca de mi día. 
Nos dirigimos a nuestra calle y estacionó en nuestra entrada. Mi papá no se movió 
durante unos segundos, pero luego se volvió hacia mí y dijo: 
—Sé que solo tienes ocho años, calabacita, pero hoy tienes que ser una niña grande y 
valiente, ¿de acuerdo? 
Asentí. Mi papá esbozó una sonrisa triste hacia mí. 
—Esa es mi niña. 
Se bajó del auto y se dirigió a mi asiento en la parte trasera. Tomando mi mano, mi 
papá me guio fuera del auto y hacia la casa. Pude ver que había más autos de lo habitual. 
Acababa de abrir mi boca para preguntar de quienes eran, cuando la señora Kristiansen, la 
mamá de Rune, vino caminando por el patio entre nuestras casas con un gran plato de 
comida en sus manos. 
—¡James! —dijo en voz alta, y mi padre se volvió para saludarla. 
 
 
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—Adelis, hola —respondió. La mamá de Rune se detuvo frente a nosotros. Hoy su 
largo pelo rubio estaba suelto. Era del mismo color que el de Rune. La señora Kristiansen 
era muy bonita. La amaba. Era amable, y me llamaba la hija que nunca tuvo. 
—Te hice esto. Por favor dile a Ivy que estoy pensando en todos ustedes. 
Mi papá me soltó la mano para tomar el plato. 
La señora Kristiansen se agachó y me dio un beso en mi mejilla. 
—Sé una buena chica Poppy, ¿de acuerdo? 
—Sí, señora —le contesté, y la vi cruzar el césped para volver a su casa. 
Mi papá suspiró, y luego ladeo la cabeza hacia mí para que lo siguiera hacia el interior. 
Tan prontocomo atravesamos la puerta principal, vi a mis tíos sentados en los sofás, y mis 
primos sentados en el piso de la sala de estar, jugando con sus juguetes. Mi tía Silvia estaba 
sentada con mis hermanas, Savannah e Ida. Eran más jóvenes que yo, sólo cuatro y dos 
años de edad. Se agitaron hacia mí cuando me vieron, pero la tía Silvia las mantuvo 
sentadas en su regazo. 
Nadie estaba hablando, pero muchos de ellos se secaban los ojos; la mayoría de ellos 
estaban llorando. 
Estaba tan confundida. 
Me apoyé en la pierna de mi papá, agarrándome con fuerza. Alguien estaba en la 
puerta de la cocina, mi tía Della, DeeDee, como siempre la llamaba. Era, absolutamente, mi 
tía favorita. Era joven y divertida, y siempre me hacía reír. A pesar de que mi mamá era 
mayor que su hermana, se parecían entre sí. Ambas tenían el pelo largo castaño y ojos 
verdes como yo. Pero DeeDee era extra guapa. Me quería ver igual que ella algún día. 
—Hola, Pops —dijo ella, pero pude ver que tenía los ojos enrojecidos, y su voz 
sonaba rara. DeeDee miró a mi papá. Tomó el plato de comida de su mano y dijo—: Ve 
con Poppy, James. Casi es la hora. 
Empecé a ir con mi papá, pero cuando miré hacia atrás DeeDee no nos siguió. Abrí 
la boca para llamar su nombre, pero de repente se dio la vuelta, puso el plato de comida en 
el mostrador y apoyó la cabeza en sus manos. Estaba llorando, llorando tan fuerte, que 
ruidos fuertes vinieron de su boca. 
—¿Papi? —susurré, sintiendo una extraña sensación en mi estómago. 
Mi papá pasó su brazo por mis hombros y me guio lejos. 
—Está bien, calabacita. DeeDee sólo necesita un minuto a solas. 
Caminamos hacia la habitación de abuelita. Justo antes de que papi abriera la puerta, 
dijo: 
—Mami está ahí, calabacita, y Betty, la enfermera de la abuela también está allí. 
Fruncí el ceño. 
—¿Por qué hay una enfermera? 
Papá abrió la puerta del cuarto de abuelita, y mi mamá se levantó de la silla junto a la 
cama de la abuela. Sus ojos estaban de color rojo y su pelo estaba todo desordenado. El 
pelo de mami nunca estaba desordenado 
Vi a la enfermera en el fondo de la habitación. Estaba escribiendo algo en un 
portapapeles. Ella sonrió y me saludó cuando entré. Entonces miré a la cama. Abuelita 
estaba acostada. Mi estómago se volcó cuando vi una aguja adherida en su brazo, con un 
tubo transparente que llegaba a una bolsa colgando de un gancho de metal a su lado. 
 
 
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Me quedé quieta, de repente asustada. Entonces mi mamá se acercó a mí, y mi 
abuelita miro en mi dirección. Ella se veía diferente a la última noche. Su piel era más 
pálida, y sus ojos no eran tan brillantes. 
—¿Dónde está mi amiguita? —La voz de abuelita era tranquila y parecía rara, pero la 
sonrisa que me dio, me hizo sentir cálida. 
Riendo hacia mi abuelita, corrí a un lado de la cama. 
—¡Estoy aquí! ¡Llegué a casa temprano de la escuela para verte! 
La abuela levantó su dedo y tocó la punta de mi nariz. 
—¡Esa es mi niña! 
Sonreí muy grande en respuesta. 
—Sólo quería que me visitaras un ratito. Siempre me siento mejor cuando la luz de 
mi vida se sienta a mi lado y me habla un poco. 
Sonreí de nuevo. Porque yo era “la luz de su vida”, “la niña de sus ojos”. Siempre me 
llamaba esas cosas. Abuelita me dijo en secreto que eso significaba que era su favorita. Pero 
me dijo que tenía que mantenerlo para mí, así no molestaba a mis primos y a mis 
hermanitas. Era nuestro secreto. 
Unas manos de repente agarraron mi cintura, y mi papá me levantó para sentarme al 
lado de la abuela en su cama. Abuelita tomo mi mano. Apretó mis dedos, pero todo lo que 
pude observar fue lo frías que estaban sus manos. La abuela respiró profundamente, pero 
sonaba raro, como que algo estaba crujiendo en su pecho. 
—Abuelita, ¿estás bien? —le pregunté y me incline hacia adelante para presionar un 
beso suave en su mejilla. Ella normalmente olía a tabaco de todos los cigarrillos que 
fumaba. Pero no podía oler el humo en ella hoy. 
La abuela sonrió. 
—Estoy cansada, pequeña. Y voy... —abuelita aspiró otra bocanada de aire y sus ojos 
se cerraron con fuerza brevemente. Cuando se abrieron de nuevo, se movió en la cama y 
dijo—: ... y voy a irme lejos durante un tiempo. 
Fruncí el ceño. 
—¿A dónde vas, abuelita? ¿Puede ir también? —Siempre nos íbamos de aventuras 
juntas. 
La abuela sonrió, pero negó con su cabeza. 
—No, mi niña, donde voy, no puedes seguirme. Aún no. Pero algún día, dentro de 
muchos años, me vas a ver otra vez. 
Mi mamá dejó escapar un sollozo detrás de mí, pero solo mire fijamente a mi abuela, 
confundida. 
—¿Pero a dónde vas, abuelita? No entiendo. 
—A casa, cariño —dijo mi abuelita—. Me voy a casa. 
—Pero estás en casa —repliqué. 
—No. —Abuelita sacudió su cabeza—. Este no es nuestro verdadero hogar, mi niña. 
Esta vida... bueno, es sólo una gran aventura, mientras la tenemos. Una aventura para 
disfrutar y amar con todo nuestro corazón antes de pasar a la mayor aventura de todas. 
Mis ojos se abrieron de emoción, entonces me sentí triste. Muy triste. Mi labio 
inferior empezó a temblar. 
 
 
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—Pero somos mejores amigas, abuelita. Siempre vamos en nuestras aventuras juntas. 
No puedes ir a una sin mí. 
Las lágrimas habían comenzado a caer de mis ojos hasta mis mejillas. Mi abuelita 
levantó su mano libre para quitármelas de encima. Esa mano era tan fría como la que yo 
estaba sosteniendo. 
—Nosotras siempre vamos de aventuras juntas, mi niña, pero no esta vez. 
—¿No tienes miedo de ir sola? —le pregunté, pero mi abuela solo suspiro. 
—No, pequeña, no siento miedo. No tengo miedo en absoluto. 
—Pero yo no quiero que te vayas —le supliqué, mi garganta empezando a doler. 
La mano de abuelita se quedó en mi mejilla. 
—Todavía me verás en tus sueños. Esto no es un adiós. 
Parpadeé, luego volví a parpadear. 
—¿Como ves al abuelo? Siempre dices que te visita en tus sueños. Él te habla y besa 
tu mano. 
—Exactamente así —dijo. Me sequé las lágrimas. Abuela me apretó la mano, y miró 
a mi mamá detrás de mí. Cuando volvió a mirarme de nuevo, dijo—: Mientras no esté, 
tengo una nueva aventura para ti. 
Me quedé inmóvil. 
—¿La tienes? 
El sonido de vidrio siendo colocado sobre una mesa vino detrás de mí. Me dieron 
ganas de mirar alrededor, pero antes de que pudiera, abuelita preguntó: 
—Poppy, ¿qué es eso que siempre te dije, que era el mejor recuerdo de mi vida? ¿Lo 
que siempre me hacía sonreír? 
—Los besos del abuelo. Sus dulces besos-de-chico. Todos los recuerdos de todos los 
besos-de-chico que has recibido de él. Me dijiste que son los recuerdos más favoritos que 
tienes. No dinero, no las cosas, sino los besos que recibiste del abuelo, porque todos eran 
especiales y te hicieron sonreír, te hicieron sentir amada, porque era tu alma gemela. Tu 
para siempre. 
—Así es, mi niña —respondió—. Así que, para tu aventura... —La abuela miro a mi 
mamá de nuevo. Esta vez, cuando mire alrededor, vi que tenía en la mano un gran frasco 
de vidrio lleno hasta el tope con montones y montones de corazones de papel rosado. 
—¡Guau! ¿Qué es eso? —pregunté, sintiéndome entusiasmada. 
Mamá lo puso en mis manos, y mi abuelita golpeó la tapa. 
—Son mil besos-de-chico. O por lo menos, lo será, cuando los rellenes todos. 
Mis ojos se abrieron mientras trataba de contar todos los corazones. Pero no pude. 
¡Mil eran muchos! 
—Poppy —dijo mi abuela, mientras miraba hacia arriba para ver sus ojos verdes 
brillando—. Esta es tu aventura. Como quiero que me recuerdes cuando no esté. 
Bajé la vista hacia el frasco de nuevo. 
—Pero no lo entiendo. 
Abuelita se acercó a su mesa de noche y cogió un bolígrafo. Me lo pasó y dijo: 
 
 
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—He estado enferma desde hace un tiempo, mi niña, pero los recuerdos que me 
hicieron sentir mejor, son aquellos donde tu abuelo me dio un beso. No sólo los besos de 
todos los días, sino los especiales, aquellos en los que mi corazón casi estalla de mi pecho. 
Los que el abuelo se aseguró de que nunca olvidara. Losbesos bajo la lluvia, los besos al 
atardecer, el beso que compartimos en nuestra graduación... aquellos en donde me abrazó y 
me susurró al oído que era la chica más bonita del lugar. 
Escuché y escuché, mi corazón sintiéndose lleno. La abuela señaló todos los 
corazones en el frasco. 
—Este frasco es para que registres tus besos-de-chico, Poppy. Todos los besos que 
hagan que tu corazón casi estalle, los que sean los más especiales, los que desees recordar 
cuando estés vieja y gris como yo. Los que te harán sonreír cuando los recuerdes en tu 
mente. 
Tocando el bolígrafo, continuó: 
—Cuando encuentres al chico que va a ser tu para siempre, cada vez que recibas un 
beso-muy-especial de él, saca un corazón. Anota dónde estabas cuando se besaron. 
Entonces, cuando seas una abuela también, tu nieta, tu mejor amiga, pueda escuchar todo 
acerca de ellos, al igual que te he contado sobre los míos. Vas a tener un tesoro, el frasco de 
todos los preciosos besos que hicieron que tu corazón se acelerara. 
Me quedé mirando el frasco y exhalé. 
—Mil es un montón. ¡Son un montón de besos, abuelita! 
Abuelita se rió 
—No son tantos como crees, mi niña. Especialmente cuando encuentres a tu alma 
gemela. Tienes un montón de años por delante. 
Abuelita contuvo el aliento y su rostro se arrugó como si estuviera sintiendo dolor. 
—Abuelita —grité, sintiendo de repente mucho miedo. Su mano apretó la mía. 
Abuelita abrió los ojos, y esta vez una lágrima cayó por su pálida mejilla—. ¿Abuelita? —
dije, esta vez más bajo. 
—Estoy cansada, mi niña. Estoy cansada, y ya es casi hora de que me vaya. Sólo 
quería verte una última vez, para darte este frasco. Para darte un beso y así poder recordarte 
cada día en el cielo hasta que te vuelva a ver. 
Mi labio inferior volvió a temblar. Mi abuelita sacudió la cabeza, negando. 
—No llores, mi niña. Este no es el fin. Es solo una pequeña pausa en nuestras vidas. 
Y te estaré observando, todos los días. Estaré en tu corazón. Estaré en la arboleda de flores 
que nos gusta tanto, en el sol y en el viento. 
Los ojos de abuelita se estremecieron y mamá descansó las manos sobre mis 
hombros. 
—Poppy, dale a la abuelita un beso grande. Está cansada ahora. Necesita descansar. 
Respirando hondo, me agaché y presioné un beso en la mejilla de mi abuela. 
—Te amo, abuelita —susurré. Abuelita me acarició el pelo. 
—También te amo mi niña. Eres la luz de mi vida. Nunca olvides que te he amado 
muchísimo, todo lo que una abuelita puede amar a su nietecita. 
Me aferré a su mano y no quería soltarla, pero mi papá me levantó de la cama y mi 
mano finalmente se soltó. Me aferré a mi frasco muy fuerte, mis lágrimas caían al suelo. Mi 
papá me bajó y, cuando me giré para irme, abuelita me llamó por mi nombre. 
 
 
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—¿Poppy? 
Miré hacia atrás, y mi abuelita estaba sonriendo. 
—Recuerda, corazones de rayos de luna y sonrisas de rayos de sol... 
—Siempre lo recordaré —le dije, pero no me sentía feliz. Todo lo que sentía era 
tristeza. Oí a mi mamá llorar detrás de mí. DeeDee nos pasó en el pasillo. Me apretó el 
hombro. Su cara estaba tan triste también. 
No quería estar aquí. No quería estar en esta casa nunca más. Girándome, miré a mi 
papá. 
—Papi, ¿puedo ir a la arboleda de flores? 
Papá suspiró. 
—Sí, bebé. Voy a ir a ver cómo estás más tarde. Sólo ten cuidado. —Vi a mi papá 
tomar su teléfono y llamar a alguien. Les pidió que me echaran un ojo mientras estaba en la 
arboleda, pero corrí antes de saber con quién hablaba. Me dirigí a la puerta principal, 
agarrando fuerte mi frasco vacío de los mil besos contra mi pecho. Salí corriendo de la 
casa, y del porche. Corrí y corrí, y nunca paré. 
Las lágrimas caían por mi cara. Oí que me llamaban. 
—¡Poppy! ¡Poppy, espera! 
Miré hacia atrás y vi a Rune observándome. Él estaba en su porche, pero 
inmediatamente comenzó a perseguirme por la hierba. Pero nunca me detuve, ni siquiera 
por Rune. Tenía que llegar a los árboles de cerezo. Era el lugar favorito de mi abuelita. Yo 
quería estar en su lugar favorito. Porque estaba triste de que se fuera a ir. A ir al cielo. 
Su verdadero hogar. 
—¡Poppy, espera! ¡Ve más despacio! —gritó Rune mientras daba la vuelta a la 
esquina de la arboleda en el parque. Corrí atravesando la entrada; los grandes árboles de 
cerezo, que estaban en plena floración, formaban un túnel por encima de mi cabeza. La 
hierba era verde debajo de mis pies, y el cielo arriba estaba azul. Pétalos de rosas brillantes y 
blancos cubrían los árboles. Luego, en el otro extremo de la arboleda, estaba el árbol más 
grande de todos. Sus ramas colgaban. Su tronco era el más grueso de todo el bosque. 
Era el preferido de Rune y mío. 
Era el de mi abuelita también. 
Estaba sin aliento. Cuando llegué debajo del árbol favorito de abuelita, me dejé caer 
al suelo, agarrando mi frasco, mientras las lágrimas caían por mis mejillas. Oí a Rune 
detenerse a mi lado, pero no miré hacia arriba. 
—¿Poppymin? —dijo Rune. Así me llamaba. Significaba “mi Poppy” en noruego. Me 
encantaba que me hablara en noruego—. Poppymin, no llores —susurró. 
Pero no podía evitarlo. No quería que mi abuelita me dejara, a pesar de que sabía que 
tenía que hacerlo. Sabía que cuando regresara a casa, abuelita ya no estaría allí: ni ahora, ni 
nunca. 
Rune se sentó a mi lado y me atrajo en un abrazo. Me acurruqué en su pecho y lloré. 
Me encantaban los abrazos de Rune, siempre me abrazaba tan fuerte. 
—Mi abuelita, Rune, está enferma y se está yendo. 
—Lo sé, me lo dijo mi mamá cuando llegué de la escuela. 
Asentí, moviendo la cabeza contra su pecho. Cuando no pude llorar más, me senté, 
limpiando mis mejillas. Miré a Rune, quien me estaba observando. Traté de sonreír. 
 
 
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Cuando lo hice, me tomó de la mano y la llevó a su pecho. 
—Lamento que estés triste —dijo Rune y me apretó la mano. Su camiseta estaba 
caliente por el sol—. No quiero que nunca estés triste. Eres Poppymin; siempre sonríes. 
Siempre estás feliz. 
Sollocé y apoyé la cabeza en su hombro. 
—Lo sé. Pero mi abuelita es mi mejor amiga, Rune, y no voy a tenerla nunca más. 
Rune no dijo nada al principio, pero luego dijo: 
—Soy tu mejor amigo también. Y no me voy a ninguna parte. Lo prometo. Para 
siempre. 
Mi pecho, que había estado doliendo tanto, de repente no dolía tanto. Asentí. 
—Poppy y Rune hasta el infinito —dije. 
—Hasta el infinito —repitió él. 
Nos quedamos en silencio durante un rato, hasta que Rune preguntó: 
—¿Para qué es este frasco? ¿Qué hay adentro? 
Retirando mi mano, agarré el frasco y lo levanté en el aire. 
—Mi abuelita me ha dado una nueva aventura. Una que va a durar toda la vida. 
Las cejas de Rune bajaron y su largo pelo rubio cayó sobre sus ojos. Lo empujé hacia 
atrás, y él sonrió con esa media sonrisa suya, mientras lo hacía. Todas las niñas en la escuela 
querían que él les sonriera de esa manera, me lo dijeron. Pero sólo me sonreía a mí. Les dije 
que ninguna de ellas podía tenerlo de todos modos, él era mi mejor amigo y yo no quería 
compartir. 
Rune agitó el frasco. 
—No entiendo. 
—¿Te acuerdas de los recuerdos favoritos de mi abuelita? Te los he contado antes. 
Podía ver a Rune pensando seriamente y luego de repente dijo: 
—¿Los besos de tu abuelito? 
Asentí y tiré de un pétalo de flor de cerezo rosa pálido que estaba en una rama 
colgando hacia abajo a mi lado. Me quedé mirando el pétalo. Eran los favoritos de mi 
abuelita. Les gustaba porque no duraban mucho tiempo. Solía decirme que las mejores y 
más bellas cosas nunca duraban mucho tiempo. Decía que una flor de cerezo era 
demasiado hermosa para durar todo el año. Era más especial porque su vida era corta. Al 
igual que los samurái, belleza extrema, muerte rápida. Todavía no estaba muy segura de lo 
que significaba, pero dijo que lo entendería a medida que fuera creciendo. 
Creo que tenía razón. Porque mi abuelita no era tan vieja, y se estaba yendo joven, al 
menos eso es lo que decía papi. Tal vez por eso le gustabatanto la flor de cerezo. Debido a 
que ella era exactamente igual. 
—¿Poppymin? 
La voz de Rune me hizo mirar hacia arriba. 
—¿Tengo razón? ¿Eran los besos de tu abuelo, los recuerdos favoritos de tu abuelita? 
—Sí —respondí, dejando caer el pétalo—, todos los besos que le dio que hacían que 
su corazón casi explotara. La abuelita dijo que sus besos eran los mejores del mundo. 
Porque significaban que la amaba un montón. Que se preocupaba por ella. Y que a él le 
 
 
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gustaba por quien ella era exactamente. 
Rune miró al frasco y resopló. 
—Todavía no entiendo, Poppymin. 
Me reí mientras sus labios sobresalían y su rostro mostraba confusión. Tenía labios 
bonitos; eran muy gruesos y con un arco de cupido perfecto3. Abrí el frasco y saqué un 
papel rosa en forma de corazón. Lo levanté en el aire entre Rune y yo. 
—Este es un beso vacío. —Señalé al frasco—. Abuelita me dio miles para llenar en 
toda mi vida. —Puse el corazón de nuevo en el frasco y tomé su mano—. Una nueva 
aventura, Rune. Reunir mil besos antes de morir, de mi alma gemela. 
—Yo... qué... ¿Poppy? ¡Estoy confundido! —dijo, pero podía oír la ira en su voz. 
Rune podía estar de muy mal humor cuando quería. 
Saqué un bolígrafo de mi bolsillo. 
—Cuando el chico que ame me bese, cuando se sienta tan especial que mi corazón 
casi vaya a estallar, solo los besos extra-especiales, voy a escribir los detalles en uno de estos 
corazones. Es para cuando esté vieja y gris, y quiera contarles a mis nietecitos todo sobre 
los besos más especiales de mi vida. Y sobre el dulce chico que me los dio. 
Me puse de pie, el entusiasmo corriendo a través de mí. 
—Es lo que quería mi abuelita que hiciera, Rune. ¡Así que tengo que empezar pronto! 
Quiero hacer esto por ella. 
Rune se puso de pie también. En ese momento, una ráfaga de viento sopló pétalos 
de cerezo justo donde estábamos parados y sonreí. Pero Rune no estaba sonriendo. De 
hecho, se veía francamente enojado. 
—¿Vas a besar a un chico, por tu frasco? ¿A uno en especial? ¿A uno que ames? —
preguntó. 
Asentí. 
—Mil besos, Rune! ¡Mil! 
Rune sacudió la cabeza y frunció los labios de nuevo. 
—¡NO! —rugió. 
La sonrisa desapareció de mi cara. 
—¿Qué? —pregunté. 
Rune dio un paso, acercándose, moviendo la cabeza con más fuerza. 
—¡No! ¡No quiero que beses a un muchacho por tu frasco! ¡No voy a dejar que 
suceda! 
—Pero... —Traté de hablar, pero Rune me agarró la mano. 
—Eres mi mejor amiga —dijo y sacó pecho, tirando de mi mano—. ¡No quiero que 
beses a chicos! 
—Pero tengo que hacerlo —le expliqué, señalando el frasco—. Tengo que hacerlo 
por mi aventura. Mil besos es mucho, Rune. ¡Muchísimo! Todavía serás mi mejor amigo. 
Nadie va a significar más para mí que tú, tonto. 
Él se quedó mirándome fijamente y luego al frasco. Me dolió el pecho de nuevo; me 
 
3 Cupid’s bow: Línea curvada del labio superior. 
 
 
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di cuenta que no estaba contento por la expresión de su rostro. Se había puesto de mal 
humor otra vez. 
Me acerqué a mi mejor amigo, y los ojos de Rune estaban fijos en los míos. 
—Poppymin —dijo, su voz más profunda, dura y firme—. ¡Poppymin! Significa mi 
Poppy. Hasta el infinito, por siempre y para siempre. ¡Eres MI Poppy! 
Abrí la boca para gritarle también, para decirle que se trataba de una aventura que 
sólo tenía que empezar. Pero ni bien la abrí, Rune se inclinó hacia adelante y de repente 
apretó sus labios sobre los míos. 
Me quedé helada. No podía mover un músculo cuando sentí sus labios sobre los 
míos. Eran cálidos. Sabía a canela. El viento sopló su pelo largo sobre mis mejillas. Empezó 
a hacerme cosquillas en la nariz. 
Rune se retiró, pero su cara quedó cerca de la mía. Traté de respirar, pero mi pecho 
se sentía algo raro, como liviano y esponjoso. Y mi corazón latía tan rápido. Tan rápido que 
presioné mi mano sobre mi pecho para sentirlo correr ahí debajo. 
—Rune —susurré. Levanté la mano para presionar mis dedos contra mis labios. 
Rune parpadeó, luego parpadeó otra vez mientras me miraba. Saqué la mano y presioné los 
dedos contra sus labios—. Me besaste —susurré, aturdida. Rune levantó su mano para 
sostener la mía. Bajó las manos unidas a su lado. 
—Yo te daré mil besos, Poppymin. Todos ellos. Nadie va a besarte jamás sino yo. 
Mis ojos se abrieron, pero mi corazón no se detuvo. 
—Eso sería para siempre, Rune. ¡Que nunca nadie más me bese significa que 
estaremos juntos por siempre y para siempre! 
Rune asintió, luego sonrió. Rune no sonreía mucho. Normalmente daba una media 
sonrisa o una mueca. Pero debería sonreír más. Era realmente guapo cuando lo hacía. 
—Lo sé. Porque estaremos siempre juntos. Hasta el infinito, ¿recuerdas? 
Asentí lentamente, y luego la incliné hacia un lado. 
—¿Tú me darás todos mis besos? ¿Los suficientes como para llenar todo este frasco? 
―pregunté. 
Rune me dio otra pequeña sonrisa. 
—Todos ellos. Llenaremos todo el frasco, y muchos más. Reuniremos muchísimos 
más que mil. 
Di un grito ahogado. De repente recordé el frasco. Saqué la mano para poder agarrar 
el bolígrafo y abrí la tapa del frasco. Agarré un corazón en blanco y me senté a escribir. 
Rune se arrodilló delante de mí y puso su mano sobre la mía, evitando que escribiera. 
Miré hacia arriba, confundida. Tragó saliva, se metió el pelo largo detrás de la oreja, y 
me preguntó: 
—¿Acaso... cuando te… besé... tu… tu corazón casi estalló? ¿Fue extra especial? 
Dijiste que sólo los besos extra-especiales iban dentro del frasco. —Sus mejillas se tornaron 
de color rojo brillante y bajó la mirada. 
Sin pensar, me incliné hacia delante y envolví mis brazos alrededor del cuello de mi 
mejor amigo. Presioné mi mejilla contra su pecho y escuché su corazón. 
Latía tan rápido como el mío. 
—Sí, Rune. Fue lo más especial que un beso puede ser. 
 
 
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Sentí a Rune sonreír contra mi cabeza, luego me alejé. Crucé las piernas y puse el 
corazón de papel en la tapa del frasco. Rune se sentó con las piernas cruzadas también. 
—¿Qué vas a escribir? —preguntó. Me di golpecitos con el bolígrafo en los labios 
mientras pensaba detenidamente. Me senté con la espalda recta y me incliné hacia delante, 
presionando el bolígrafo sobre el papel: 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Cuando terminé de escribir, puse el corazón en el frasco y cerré la tapa bien fuerte. 
Miré a Rune, que me había estado observando todo el tiempo, y anuncié con orgullo: 
—Ahí está. ¡Mi primer beso de un chico! 
Rune asintió, pero sus ojos cayeron a mis labios. 
—¿Poppymin? 
—¿Sí? —susurré. Rune alcanzó mi mano. Comenzó a trazar patrones en el dorso con 
la punta de su dedo. 
—¿Puedo... puedo besarte otra vez? 
Tragué saliva, sintiendo mariposas en el estómago. 
—¿Quieres besarme otra vez... ya? 
Rune asintió. 
—He querido besarte desde hace un tiempo. Y bueno, eres mía y me ha gustado. Me 
gustó besarte. Sabes a azúcar. 
—Comí una galleta en el almuerzo. Mantequilla de nuez. La favorita de abuelita —
expliqué. 
Rune respiró hondo y se inclinó hacia mí. Su pelo voló hacia adelante. 
—Quiero hacerlo otra vez. 
—Está bien. 
Y Rune me besó. 
Me besó y me besó, y me besó. 
Para el final del día tenía cuatro besos de chicos más en mi frasco 
Cuando llegué a casa, mami me dijo que mi abuelita se había ido al cielo. Corrí a mi 
habitación lo más rápido que pude. Me apresuré a dormirme. Como me prometió, abuelita 
estaba allí en mis sueños. Así que le dije todo acerca de los cinco besos de mi Rune. 
Mi abuelita sonrió ampliamente y me dio un beso en la mejilla. 
 
 
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Sabía que esta sería la mejor aventura de mi vida. 
 
 
 
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Notas musicales y las llamas de la 
hoguera 
 
Hace dos años 
Quince años de edad 
 
e hizo el silencio mientras ella se acomodaba en el escenario. Bueno, no todo 
estaba en silencio, el tronar de la sangre corriendo a través de mí rugía en mis 
orejas mientras mi Poppyse sentaba con cuidado. Se veía hermosa en su 
vestido negro sin mangas, con su largo pelo marrón peinado hacia atrás en un moño, con 
un lazo blanco acomodado encima. 
Levantando la cámara que siempre llevaba alrededor de mi cuello, llevé el lente a mi 
ojo justo cuando ella posicionó el arco contra las cuerdas de su chelo. Siempre me 
encantaba capturarla en ese momento. El momento en que cerraba sus grandes ojos verdes. 
El momento en que la expresión más perfecta iba a la deriva sobre su rostro, la mirada que 
tenía justo antes de que la música empezara. La mirada de pura pasión por los sonidos que 
vendrían. 
Tomé la foto en el momento perfecto, y entonces la melodía comenzó. Bajando mi 
cámara, me enfoqué simplemente en ella. No podía tomar fotos mientras tocaba. No podía 
obligarme a perderme ninguna parte de como se veía ella en ese escenario. 
Mi labio se inclinó en una pequeña sonrisa cuando su cuerpo comenzó a moverse 
con la música. Ella amaba esa pieza, había estado tocándola por tanto tiempo como podía 
recordar. No necesitaba partituras de música para esa; Greensleeves se derramaba de su alma a 
través de su arco. 
No podía dejar de mirar, mi corazón latía como un maldito tambor cuando los labios 
de Poppy se retorcían. Sus profundos hoyuelos se destacaban cuando se concentraba en las 
partes difíciles. Sus ojos permanecían cerrados, pero podía decir qué partes de la música 
adoraba. Su cabeza se inclinaba hacia un lado y una gran sonrisa se extendía en su rostro. 
La gente no entendía que después de todo este tiempo todavía fuera mía. Solo 
teníamos quince años, pero desde el día que la besé en la arboleda de flores, a los ocho 
años de edad, nunca había habido nadie más. Tenía anteojeras para cualquier otra chica. 
Sólo veía a Poppy. En mi mundo, sólo ella existía. 
Y era diferente a cualquier otra chica en nuestra clase. Poppy era rara, no popular. 
No se preocupaba por lo que la gente pensaba de ella, nunca lo había hecho. Tocaba el 
chelo porque le encantaba. Leía libros, estudiaba por diversión, se despertaba al amanecer 
sólo para ver salir el sol. 
 
 
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Era por eso que era mi todo. Mi para siempre. Porque era única. Única en una ciudad 
llena de copias de cabezas huecas. Ella no quería adular, o jugar o perseguir a los chicos. 
Sabía que me tenía, tanto como yo a ella. 
Éramos lo único que necesitábamos. 
Me moví en mi asiento cuando el sonido de su chelo se hizo más suave, Poppy 
llevaba la pieza al final. Levantando mi cámara de nuevo, tomé una última foto cuando 
Poppy levantó su arco de las cuerdas, con una expresión de felicidad rozando su bello 
rostro. 
El sonido del aplauso me hizo bajar la cámara. Poppy separó el instrumento de su 
pecho y se puso de pie. Hizo una pequeña inclinación, luego escaneó el auditorio. Sus ojos 
se encontraron con los míos. Sonrió. 
Pensé que mi corazón estallaría a través de mi pecho. 
Sonreí en respuesta, apartando mi largo pelo rubio de mi cara con mis dedos. Rubor 
tiñó las mejillas de Poppy, luego salió del escenario por el lado izquierdo, las luces de la 
casa inundaban el auditorio de luz. Poppy había sido la última en presentarse. Siempre 
cerraba la función. Era la mejor músico en el distrito para el grupo de nuestra edad. En mi 
opinión, eclipsaba a cualquiera en los tres grupos de edades por encima. 
Una vez le pregunté cómo podía tocar como lo hacía. Simplemente me dijo que las 
melodías salían de su arco con tanta facilidad como respirar No podía imaginarme teniendo 
esa clase de talento. Pero así era Poppy, la chica más asombrosa del mundo. 
Cuando el aplauso se desvaneció, la gente comenzó a salir del auditorio. Una mano se 
presionó en mi brazo. La señora Litchfield estaba limpiándose una lágrima. Siempre lloraba 
cuando Poppy se presentaba. 
—Rune, cariño, debemos llevar a estas dos a casa. ¿Está bien para ti ir por Poppy? 
—Sí, señora —contesté, y en voz baja me reí por Ida y Savannah, las dos hermanas 
de nueve y once años de Poppy, durmiendo en sus asientos. A ellas nos les importaba 
mucho la música, no como a Poppy. 
El señor Litchfield puso los ojos en blanco y me lanzó una despedida con la mano, 
luego despertó a las chicas para llevarlas a casa. La señora Litchfield me besó en la cabeza y 
luego los cuatro se fueron. 
Mientras caminaba por el pasillo, escuché susurros y risas saliendo a la derecha. 
Mirando sobre los asientos, vi a un grupo de chicas de primer año mirando en mi 
dirección. Aparté mi cabeza, ignorando sus miradas. 
Sucedía mucho. No tenía ni idea de porqué muchs de ellas me prestaban tanta 
atención. Había estado con Poppy por tanto tiempo como me conocían. No quería a nadie 
más. Deseaba que dejaran de intentar apartarme de mi chica, nada jamás lograría eso. 
Pasé a través de la salida y fui hacia la puerta de los bastidores. El aire era denso y 
húmedo, haciendo que mi camisa negra se pegara a mi pecho. Mis pantalones negros y mis 
botas negras probablemente eran demasiado calientes para este calor de primavera, pero 
usaba este estilo de ropa todos los días, sin importar el clima. 
Al ver a los artistas comenzar a salir a montones por la puerta, me incliné contra la 
pared del auditorio, descansando mi pie contra el ladrillo pintado de blanco. Crucé mis 
brazos sobre mi pecho, sólo desdoblándolos para apartar el pelo de mis ojos. 
Vi a los intérpretes recibiendo abrazos de sus familias, entonces, al ver a las mismas 
chicas de antes mirándome, bajé mis ojos al suelo. No quería que se acercaran. Y no tenía 
nada que decirles. 
 
 
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Mis ojos todavía estaban en el suelo cuando escuché pasos viniendo en mi dirección. 
Alcé la mirada justo cuando Poppy se lanzó a mi pecho, sus brazos envolviéndose 
alrededor de mi espalda, apretándome con fuerza. 
Resoplé una pequeña risa y la sostuve de regreso. Ya tenía una altura de metro 
ochenta, así que me cernía sobre el metro cincuenta y dos de Poppy. Me gustaba sin 
embargo, como encajaba perfectamente contra mí. 
Inhalando profundamente, aspiré el aroma dulzón de su perfume y presioné mi 
mejilla contra su cabeza. Después de un último apretón, Poppy se retiró hacia atrás y me 
sonrió. Sus ojos verdes se veían enormes bajo su rímel y maquillaje iluminado, sus labios 
rosados y exuberantes por su bálsamo de labios de cereza. 
Subí mis manos por sus costados, deteniéndome cuando acuné sus suaves mejillas. 
Las pestañas de Poppy aletearon, haciéndola ver de todas las clases de dulce. 
Sin ser capaz de resistir sentir sus labios sobre los míos, lentamente me incliné, casi 
sonriendo cuando escuché la misma alteración en la respiración de Poppy de cada vez que 
la besaba, en ese momento justo antes de que nuestros labios se tocaran. 
Mientras nuestros labios se encontraban, exhalé a través de mi nariz. Poppy siempre 
sabia así, a cereza, el sabor de su bálsamo de labios fluyendo a mi boca. Y Poppy me besó 
de regreso, sus pequeñas manos agarrando con fuerza los costados de mi camisa negra. 
Moví mi boca sobre la suya, lenta y suavemente, hasta que finalmente me retiré hacia 
atrás, dejando tres cortos y suaves besos sobre su boca hinchada. Inhalé aire y observé los 
ojos de Poppy aletear al abrirse. 
Sus pupilas estaban dilatadas. Se lamió su labio inferior antes de lanzarme una 
brillante sonrisa. 
—Beso trescientos cincuenta y dos. Con mi Rune contra la pared del auditorio. —
Contuve el aliento, esperando por la siguiente línea. El brillo en los ojos de Poppy me dijo 
que las palabras que esperaba que siguieran saldrían de sus labios. Inclinándose más cerca, 
balanceándose sobre las puntas de sus pies, susurró—: Y mi corazón casi estalló en llamas. 
Ella sólo registraba los besos extra especiales. Sólo aquellos que la hacían sentir que 
su corazón era pleno. Cada vez que la besaba, esperaba por esas palabras. 
Cuando venían, casi me hacía explotar con su sonrisa. 
Poppy se rio. No pude evitar sonreír ampliamente ante el sonido de felicidad en su 
voz. Presioné otro beso rápido en suslabios y di un paso hacia atrás para envolver mi 
brazo sobre sus hombros. La acerqué más y descansé mi mejilla contra su cabeza. Los 
brazos de Poppy se envolvieron alrededor de mi espalda y estómago, y la aparté de la 
pared. Mientras lo hice, sentí a Poppy congelarse. 
Levanté mi cabeza para ver a las chicas de primer año apuntar a Poppy y susurrar 
entre ellas. Sus ojos estaban enfocados en Poppy en mis brazos. Mi mandíbula se apretó. 
Odiaba que la trataran de esta forma, sólo por celos. La mayoría de las chicas jamás le 
daban oportunidad a Poppy porque querían lo que ella tenía. Poppy decía que no le 
importaba, pero podía decir que sí lo hacía. El hecho de que se tensara en mis brazos me 
dijo qué tanto. 
Moviéndome enfrente de Poppy, esperé a que levantara la cabeza. Tan pronto como 
lo hizo, le ordené. 
—Ignóralas. 
Mi estómago se tensó cuando la vi forzar una sonrisa. 
 
 
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—Eso hago, Rune. No me molestan. 
Incliné mi cabeza hacia un lado y alcé mis cejas. Poppy sacudió la cabeza. 
—No lo hacen. Lo prometo —intentó mentir. Poppy miró por sobre mi hombro y 
se encogió. Cuando me miró a los ojos, dijo—: Pero lo entiendo. Quiero decir, mírate, 
Rune. Eres hermoso. Alto, misterioso, exótico… ¡Noruego! —Se rió y presionó su palma 
sobre mi pecho—. Tienes todo ese estilo de chico malo y alternativo. Las chicas no pueden 
evitar quererte. Eres tú. Eres perfecto. 
Me moví más cerca y vi sus ojos verdes abrirse más. 
—Y tuyo —añadí. La tensión se desvaneció de sus hombros. 
Deslicé la mano sobre la pequeña en mi pecho. 
—Y no soy misterioso, Poppymin. Sabes todo lo que hay que saber de mí: nada de 
secretos, ni misterios. 
—Para mí —discutió, mirándome a los ojos de nuevo—. No eres un misterio para 
mí, pero lo eres para todas las chicas de nuestra escuela. Todas te desean. 
Suspiré, comenzando a sentirme enojado. 
—Y lo único que yo quiero es a ti. —Poppy me miró, como si estuviera intentando 
encontrar algo en mi expresión. Eso sólo me enojó más. Enlacé nuestros dedos y susurré—
: Por la eternidad. 
Con eso, una genuina sonrisa tiró de los labios de Poppy. 
—Para siempre —susurró eventualmente como respuesta. 
Dejé caer mi frente contra la suya. Mis manos acunaron sus mejillas, y le aseguré: 
—Te quiero a ti y sólo a ti. Lo he hecho desde que tenía cinco años y estrechaste mi 
mano. Ninguna otra chica cambiara eso. 
—¿Sí? —preguntó Poppy, pero pude escuchar el humor de regreso en su dulce voz. 
—Ja —contesté en noruego, escuchando el dulce sonido de su risa bañar mis orejas. 
A ella le encantaba cuando hablaba en mi idioma nativo. Besé su frente, luego di un paso 
atrás y tomé sus manos—. Tu mamá y tu papá se llevaron a las chicas a casa; me dijeron 
que te lo dijera. 
Asintió, luego me miró, nerviosa. 
—¿Qué pensaste de esta noche? 
Puse mis ojos en blanco y arrugué la nariz. 
—Terrible, como siempre —dije secamente. 
Poppy se rió y golpeó mi brazo. 
—¡Rune Kristiansen! ¡No seas tan malo! —me regañó. 
—Bien —dije, pretendiendo estar molesto. La estrellé contra mi pecho, envolviendo 
mis brazos alrededor de su espalda, atrapándola contra mí. Ella chilló cuando comencé a 
besarla de arriba abajo por la mejilla, manteniendo sus brazos aferrados a su costado. Dejé 
caer mis labios en su cuello y atrapé su aliento, toda la risa olvidada. 
Moví mi boca hacia arriba hasta que tiré de su lóbulo con mis dientes. 
—Estuviste maravillosa —susurré suavemente—. Como siempre. Estuviste perfecta 
ahí arriba. Te apoderaste de ese escenario. Te apoderaste de todos en el cuarto. 
—Rune —murmuró. Escuché el tono feliz de su voz. 
 
 
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Me eché hacia atrás, sin mover mis brazos. 
—Nunca estoy más orgulloso de ti que cuando te veo en ese escenario —confesé. 
Poppy se sonrojó. 
—Rune —dijo tímidamente, pero incliné mi cabeza para mantener el contacto visual 
cuando ella intentó apartarse. 
—Carnegie Hall, recuerda. Un día estaré viéndote tocar en Carnegie Hall. 
Poppy se las arregló para liberar una mano y suavemente me golpeó en el brazo. 
—Me halagas. 
Negué con la cabeza. 
—No. Siempre digo la verdad. 
Poppy presionó sus labios con los míos, y sentí su beso todo el camino hasta mis 
pies. Cuando se retiró, la solté y enlacé nuestros dedos juntos. 
—¿Vamos a ir al campo? —preguntó Poppy cuando comencé a guiarla a lo largo del 
estacionamiento, sosteniéndola un poco más cerca cuando pasamos al lado del grupo de las 
chicas de primer año. 
—Preferiría estar a solas contigo —dije. 
—Jorie preguntó si iríamos. Todo el mundo está ahí. —Poppy alzó la mirada hacia 
mí. Por la mueca de sus labios, supe que estaba frunciendo el ceño—. Es viernes en la 
noche, Rune. Tenemos quince, y has pasado la mayor parte de la noche viéndome tocar el 
chelo. Tenemos noventa minutos hasta el toque de queda; de verdad deberíamos ver a 
nuestros amigos como adolescentes normales. 
—Bien —me rendí y envolví mi brazo alrededor de sus hombros. Inclinándome, 
coloqué mi boca contra su oreja y dije—: Pero te tendré para mí, mañana. 
Poppy colocó su brazo alrededor de mi cintura y me apretó con fuerza. 
—Lo prometo. 
Escuchamos a las chicas detrás de nosotros mencionar mi nombre. Suspiré con 
frustración cuando Poppy se tensó levemente. 
—Es porque eres diferente, Rune —dijo Poppy, sin alzar la mirada—. Eres un 
artista, en la fotografía. Usas ropas oscuras. —Se rió y negó con la cabeza. Aparté el pelo de 
mi rostro y Poppy dijo—: Pero más que todo es por eso. 
Fruncí el ceño. 
—¿Por qué? 
Alzó la mano y tiró de una hebra de mi pelo largo. 
—Cuando haces eso. Cuando te apartas el pelo hacia atrás como lo haces. —Alcé 
una ceja, divertido. Poppy se encogió de hombros—. Es algo irresistible. 
—¿Ja? —pregunté, antes de detenerme para pararme frente a Poppy, apartando mi 
pelo hacia atrás con exageración hasta que se rió—. ¿Irresistible, eh? ¿Para ti, también? 
Poppy se rió y apartó la mano de mi pelo para envolverla con la suya. Mientras 
seguimos el camino al campo —un pedazo del parque donde los chicos de nuestra escuela 
pasaban las noches— Poppy dijo: 
—En realidad no me molesta que las otras chicas te miren, Rune. Sé cómo te sientes 
con respecto a mí, porque es exactamente la misma forma en que me siento por ti. —
 
 
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Poppy succionó su labio inferior. Sabía que eso significaba que estaba nerviosa, pero no 
sabía la razón, hasta que dijo—: La única chica que me molesta es Avery. Porque te ha 
deseado por mucho tiempo y estoy bastante segura que haría lo que fuera por hacerte suyo. 
Negué con la cabeza. No me caía bien Avery, pero como estaba en nuestro grupo de 
amigos, siempre estaba alrededor. A todos mis amigos les caía bien; todos ellos pensaban 
que era la persona más bonita del lugar. Pero jamás lo vi, y odiaba como era conmigo. 
Odiaba como hacía sentir a Poppy. 
—Ella no es nada, Poppymin —le aseguré—. Nada. 
Poppy se acunó en mi pecho y giramos a la derecha, hacia donde estaban nuestros 
amigos. Sostuve a Poppy con más fuerza a medida que nos acercamos. Avery se paró 
cuando nos aproximamos. 
Girando mi cabeza hacia Poppy, repetí: 
—Nada. 
La mano de Poppy se apretó en mi cabeza, diciéndome que había escuchado. Su 
mejor amiga Jorie saltó de donde estaba sentada. 
—¡Poppy! —la llamó Jorie emocionada, acercándose para abrazar a Poppy. Me caía 
bien Jorie. Era despistada, rara vez pensaba antes de hablar, pero quería a Poppy y Poppy a 
ella. Era una de las pocas personas en esta pequeña ciudad que encontraba las 
peculiaridades de Poppy entrañables y no sólo raras. 
—¿Cómo están, dulzuras? —preguntó Jorie y dio un paso atrás. Miró el vestido 
negro de Poppy para la presentación—. ¡Te ves hermosa! ¡Malditamente linda! 
Poppy inclinó su cabeza en señal de dar las gracias. Tomé su mano de nuevo. Y nos 
guié alrededor del pequeño fuego que habían encendido en la hoguera y nos sentamos. Me 
incliné contra un banco de troncos, tirando a Poppy para que se sentara entre mis piernas. 
Me sonrió mientras se sentabaconmigo, presionando su espalda contra mi pecho y 
metiendo su cabeza contra mi cuello. 
—Entonces, Poppy, ¿cómo te fue? —Judson, mi mejor amigo, preguntó al otro lado 
del fuego. Mi otro amigo cercano, Deacon, estaba sentado a su lado. Inclinó su barbilla 
hacia arriba en saludo, su novia, Ruby, también nos lanzó un pequeño saludo con la mano. 
Poppy se encogió de hombros. 
—Bien, supongo. 
Mientras envolvía mi brazo a lo largo de su pecho, sosteniéndola con fuerza, miré 
hacia mi amigo de pelo negro y añadí. 
—La estrella del espectáculo. Como siempre. 
—Sólo es chelo, Rune. Nada demasiado especial —argumentó Poppy suavemente. 
Negué con mi cabeza en protesta. 
—Puso el lugar a sus pies. 
Capté a Jorie sonriéndome. Y también capté a Avery poniendo sus ojos en blanco 
despectivamente. Poppy ignoró a Avery y comenzó a hablar con Jorie sobre la clase. 
—Vamos, Pops. Juro que el señor Millen es un maldito alien malvado. Un demonio. 
Infiernos, es de algún lugar de afuera por lo que sabemos. Traído por el director para 
torturarnos a nosotros los débiles y jóvenes terrícolas con algebra demasiado difícil. Es 
como consigue su energía vital; estoy convencida de eso. Y creo que está ensañado 
 
 
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conmigo. Ya sabes, por el hecho de que sé que es un extraterrestre, porque, ¡Señor! ¡Ese 
hombre sigue haciendo reprobar mi trasero y dándome esa mirada horrible! 
—¡Jorie! —Poppy se rió se rió tan fuerte que todo su cuerpo tembló. Sonreí por su 
felicidad, luego me desconecté. Me incliné más contra el tronco mientras nuestros amigos 
hablaban, perezosamente tracé círculos en el brazo de Poppy, sin querer nada más que 
irme. No me importaba sentarme con nuestros amigos, pero prefería estar a solas con ella. 
Era su compañía lo que ansiaba; el único lugar en que quería estar era con ella. 
Poppy se rió por algo que Jorie dijo. Su risa fue tan fuerte que golpeó la cámara que 
colgaba alrededor de mi cuello a un costado. Poppy me lanzó una sonrisa de disculpa, me 
incliné, y alcé su barbilla hacia mí con un dedo y la besé en los labios. Solo pretendía que 
fuera rápido y suave, pero cuando la mano de Poppy se enredó en mi pelo, acercándome 
más, se convirtió en otra cosa. Cuando Poppy abrió sus labios, empujé mi lengua para 
buscar la suya, perdiendo el aire mientras lo hacía. 
Los dedos de Poppy se apretaron en mi pelo. Acuné su mejilla para mantenerla en 
este beso tanto como fuera posible. Si no tuviera que respirar, imagino que jamás dejaría de 
besarla. 
Demasiado perdidos en el beso, sólo nos separamos cuando alguien se aclaró la 
garganta al otro lado de la fogata. Levanté la cabeza para ver a Judson sonriendo. Cuando 
miré a Poppy, sus mejillas estaban sonrojadas. Nuestros amigos ocultaron sus risas, y apreté 
a Poppy con más fuerza. No me avergonzaría por besar a mi chica. 
La conversación se retomó de nuevo, y levanté mi cámara para ver que estuviera 
bien. Mi mamá y mi papá la compraron para mí en mi cumpleaños número trece, cuando 
pudieron ver que la fotografía se estaba volviendo mi pasión. Era una antigua Canon de 
1960. La llevaba conmigo a todos lados, tomando cientos de fotografías. No sabía por qué, 
pero capturar momentos me fascinaba. Tal vez era porque algunas veces lo único que 
tenemos son momentos. No hay repeticiones; lo que sea que pasa en un momento define la 
vida, tal vez es la vida. Pero capturar un momento grabado mantiene ese instante con vida, 
para siempre. Para mí, la fotografía era magia. 
Mentalmente pasé por el rollo de mi cámara. Fotos de la vida salvaje y acercamientos 
de las flores de cerezo en la arboleda ocupaba la mayor parte del rollo. Luego habría fotos 
de Poppy esta noche. Su hermoso rostro mientras la música se apoderaba de ella. Sólo 
había visto esa mirada en su rostro una única vez, cuando me miraba a mí. Para Poppy, era 
tan especial como la música lo era. 
Y en ambos casos, un lazo que nadie podía romper. 
Tomando mi teléfono, lo levanté enfrente de nosotros, los lentes de la cámara 
apuntados en nuestra dirección. Poppy ya no estaba siendo parte de la conversación 
alrededor de nosotros. Estaba en silencio, pasando las puntas de sus dedos a lo largo de mi 
brazo. Atrapándola fuera de guardia, tomé una foto, justo cuando me miró. Dejé salir una 
sola risa cuando sus ojos se entrecerraron con molestia. Sabía que no estaba molesta, sin 
embargo, a pesar del esfuerzo que hizo por parecerlo. Poppy amaba cada foto que tomaba 
de nosotros, incluso si era tomada cuando menos se lo esperaba. 
Cuando me enfoqué en mi celular, mi corazón inmediatamente comenzó a latir 
contra mi pecho. En la foto, mientras Poppy me miraba, se veía hermosa. Pero era la 
expresión en su rostro lo que me derribó. La mirada en sus ojos verdes. 
En ese momento, ese único momento capturado, había esa expresión. La que me 
daba tan fácilmente como a la música. La que decía que la tenía tanto como ella me tenía. 
La que me aseguraba que estaríamos juntos por todos estos años. La que decía que incluso 
 
 
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aunque éramos jóvenes, sabíamos que habíamos encontrado nuestra alma gemela en el 
otro. 
—Déjame ver. 
La voz baja de Poppy apartó mi atención de la pantalla. Me sonrió y bajé el teléfono 
para que ella viera. 
Miré a Poppy, no a la foto, cuando su mirada cayó sobre la pantalla. La miré cuando 
su mirada se suavizó y el susurro de una sonrisa aparecía en sus labios. 
—Rune —susurró, mientras bajaba la mano para tomar mi mano libre. 
La apreté con fuerza y ella dijo. 
—Quiero una copia de esta. Es perfecta. —Asentí y besé su frente. 
Y es por esto que amo la fotografía, pensé. Podía sacar emociones, emociones crudas, de 
un segundo en el tiempo. 
Apagando la cámara de mi teléfono, vi la hora desplegarse en la pantalla. 
—Poppymin —dije en voz baja—, debemos ir a casa. Se está haciendo tarde. 
Poppy asintió. Me puse de pie y la ayudé a enderezarse. 
—¿Ya se van? —preguntó Judson. 
Asentí. 
—Sí. Te veo el lunes. 
Lancé una despedida para todos y tomé la mano de Poppy. No dijimos mucho 
mientras caminábamos a casa. Cuando nos detuvimos en la puerta de Poppy, la tomé en 
mis brazos y la atraje contra mi pecho. Coloqué mi mano a un costado de su cuello. Poppy 
alzó la mirada. 
—Estoy muy orgulloso de ti, Poppymin. No hay ninguna duda de que entrarás a 
Julliard. Tu sueño de tocar en Carnegie Hall se hará realidad. 
Poppy sonrió brillantemente y tiró de la correa de mi cámara alrededor de mi cuello. 
—Y tú estarás en la Escuela de Artes Tisch en la Universidad de Nueva York. 
Estaremos en Nueva York juntos, como se supone que sea. Como siempre planeamos. 
Asentí y rocé mis labios a lo largo de su cuello. 
—Entonces no habrá más toque de queda —murmuré juguetonamente. Poppy se 
rió. Moviéndome a su boca, presioné un suave beso en sus labios y me aparté. 
Mientras soltaba sus manos, el señor Litchfield abrió la puerta. Me vio apartándome 
de su hija y sacudió la cabeza, riéndose. Sabía exactamente lo que habíamos estado 
haciendo. 
—Buenas noches, Rune —dijo secamente. 
—Buenas noches, señor Litchfield —repliqué, viendo a Poppy sonrojarse mientras 
su papá hacía gestos para que entrara. 
Caminé por el pasto hacia mi casa. Abrí la puerta, caminé a través de la sala de estar y 
encontré a mis padres sentados en el sofá. Ambos estaban inclinados hacia adelante en sus 
asientos, se veían tensos. 
—Hei —dije, y la cabeza de mi mamá se alzó de golpe. 
—Hei, cariño —dijo. 
Fruncí el ceño. 
 
 
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—¿Qué pasa? —pregunté. Mi mamma le lanzó una mirada a pappa. 
Ella negó. 
—Nada, cariño. ¿A Poppy le fue bien? Lamento que no pudiéramos ir. 
Miré a mis padres. Estaban escondiendo algo. Podía decirlo. Cuando no dijeron nada 
más, lentamente asentí, respondiendo su pregunta. 
—Estuvo perfecta, como siempre. 
Creí haber visto un destello de lágrimas en los ojos de mi mamá, pero rápidamente 
parpadeó. Necesitando escapar de la incomodidad, alcé la cámara. 
—Voy a revelar éstas y luego me iré a lacama. 
Mientras me daba vuelta, pappa dijo. 
—Vamos a salir como familia mañana, Rune. 
Me detuve en seco. 
—No puedo. Planeé pasar el día con Poppy. 
Mi pappa negó. 
—Mañana no, Rune. 
—Pero… —Iba a discutir, pero pappa me interrumpió, su voz era seria. 
—Dije que no. Vas a venir, eso es todo. Poppy te puede ver cuando volvamos. No 
nos iremos todo el día. 
—¿Qué está pasando en realidad? 
Mi papá caminó hasta estar ante mí. Colocó una mano sobre mi hombro. 
—Nada, Rune. Es sólo que ya casi no te veo por el trabajo. Quiero cambiar eso, así 
que vamos a ir a la playa. 
—Bueno entonces, ¿Poppy puede venir con nosotros? le encanta la playa. Es su 
segundo lugar favorito al que ir. 
—No mañana, hijo. 
Me quedé en silencio, enojándome, pero pude ver que no iba a ceder. Pappa suspiró. 
—Ve a revelar tus fotos, Rune, y deja de preocuparte. 
Haciendo lo que dijo, bajé al sótano y al pequeño cuarto a un costado que mi papá 
había convertido en un cuarto oscuro para mí. Todavía revelaba rollos a la antigua en lugar 
de usar una cámara digital. Pensaba que daba un mejor resultado. 
Después de veinte minutos, di un paso atrás y vi la línea de nuevas fotos. También 
había impreso la foto de mi teléfono, de Poppy y yo en el campo. La tomé y la llevé a mi 
habitación. Asomé mi cabeza en el cuarto de Alton mientras pasaba, viendo a mi hermano 
de dos años dormir. Estaba acurrucado contra su oso de peluche marrón, su desordenado 
pelo rubio estaba extendido en la almohada. 
Empujé mi puerta y encendí la lámpara. Miré al reloj, registrando que era casi 
medianoche. Pasándome la mano por el pelo, caminé hasta la ventana, y sonreí cuando vi la 
casa de los Litchfield a oscuras, con excepción de una tenue luz de la lámpara de noche de 
Poppy, su señal de que la costa estaba despejada y podía escabullirme dentro. 
Puse seguro a la puerta de mi habitación y apagué la lámpara. El cuarto fue sumido 
en la oscuridad. Rápidamente me puse mis pantalones de dormir y una camisa. 
Silenciosamente, levanté la ventana y salí. Corrí a través del pasto entre nuestras dos casas y 
 
 
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trepé dentro de la habitación de Poppy, cerrando la ventana tan silenciosamente como 
pude. 
Poppy estaba en la cama, metida bajo las sábanas. Sus ojos estaban cerrados y su 
respiración era suave y regular. Sonriendo por lo bonita que se veía con su mejilla 
descansando sobre su mano, me acerqué, coloqué su regalo en la mesa de noche y me subí 
a su lado. 
Me recosté, con mi cabeza compartiendo su almohada. 
Habíamos hecho esto por años. La primera noche que me quedé fue un error; trepé 
hasta su habitación a la edad de doce, para hablar, pero me dormí. Afortunadamente me 
desperté lo suficientemente temprano a la mañana siguiente para escabullirme de regreso a 
mi propia habitación sin que se diera cuenta. Pero entones la noche siguiente, me quedé a 
propósito, luego la noche después de esa, y casi cada noche desde entonces. Por suerte 
nunca nos habían atrapado. No estaba muy seguro de que al señor Litchfield le cayera igual 
de bien si supiera que duermo en el cuarto de su hija. 
Pero quedarme al lado de Poppy en la cama se estaba volviendo más y más difícil. 
Ahora que tenía quince, me sentía diferente alrededor de ella. La veía diferente. Y sabía que 
ella también. Nos besábamos más y más. Los besos se hacían más profundos, nuestras 
manos comenzaban a explorar lugares que no deberían. Se estaba volviendo más y más 
difícil parar. Quería más. Quería a mi chica de cada forma posible. 
Pero éramos jóvenes. Sabía eso. 
Eso no lo hacía menos difícil sin embargo. 
Poppy se movió a mi lado. 
—Me preguntaba si vendrías esta noche. Esperé por ti, pero no estabas en tu cuarto 
—dijo somnolienta mientras apartaba el pelo de mi rostro. 
Capturando su mano, besé su palma. 
—Tuve que revelar el rollo, y mis padres estaban actuando extraño. 
—¿Extraño? ¿Cómo? —preguntó, moviéndose más cerca para besar mi mejilla. 
Negué con la cabeza. 
—Sólo… extraño. Creo que algo está sucediendo, pero me dijeron que no me 
preocupara. 
Incluso en la luz tenue pude ver las cejas de Poppy fruncirse de preocupación. Apreté 
su mano para tranquilizarla. 
Recordando el regalo que le traje, pasé la mano detrás de mí y tomé la foto de la 
mesa de noche. Le había puesto en un sencillo marco plateado. Toqué el icono de la 
linterna en mi teléfono y lo sostuve para que Poppy pudiera verlo mejor. 
Ella soltó un pequeño suspiro y observé mientras una sonrisa iluminaba toda su cara. 
Tomó el marco y pasó un dedo a lo largo del cristal. 
—Me encanta esta foto, Rune —susurró, luego la colocó sobre su mesita de noche. 
La miró por unos segundos, luego se giró de nuevo en mi dirección. 
Poppy levantó el cobertor, lo sostuvo alto para que pudiera deslizarme bajo este. 
Pasé mi mano sobre la cintura de Poppy y me acerqué más a su rostro, dejando suaves 
besos sobre sus mejillas y cuello. 
Cuando besé el punto justo debajo de su oreja, Poppy comenzó a reírse y se apartó. 
—¡Rune! —susurró—, ¡me da cosquillas! 
 
 
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Me aparté y enredé mi mano a través de la suya. 
—Entonces —preguntó Poppy, levantando su otra mano para jugar con una hebra 
de mi pelo—, ¿qué vamos a hacer mañana? 
Poniendo los ojos en blanco, contesté. 
—Nada, mi papá nos va a hacer ir a una salida familiar por el día. A la playa. 
Poppy se sentó emocionada. 
—¿En serio? ¡Me encanta la playa! 
Mi estómago se hundió. 
—Dijo que debemos ir solos, Poppymin. Sólo la familia. 
—Oh —dijo Poppy, sonando decepcionada. Se recostó de nuevo en la cama—. 
¿Hice algo malo? Tu papá siempre me invita a ir con ustedes. 
—No —le aseguré—. Es lo que te estaba diciendo antes. Están actuando extraño. 
Dijo que quiere que pasemos el día como familia, pero creo que hay algo más. 
—Bien —dijo Poppy, pero pude escuchar el tono triste en su voz. 
Acuné su cabeza en mi mano y le prometí. 
—Regresaré para la cena. Pasaremos la noche juntos mañana. 
Ella tomó mi muñeca. 
—Bueno. 
Poppy me miró, sus ojos verdes grandes bajo la tenue luz. Pasé mi mano a lo largo de 
su pelo. 
—Eres tan hermosa, Poppymin. 
No necesité de la luz para ver el sonrojo cubrir sus mejillas. Cerré la corta distancia 
entre nosotros y aplasté mis labios contra los suyos. Poppy suspiró cuando empujé mi 
lengua dentro de su boca, sus manos subieron para agarrar mi pelo. 
Se sintió muy bien, la boca de Poppy se puso más y más caliente a medida que nos 
besábamos, mis manos cayeron pasando por sus brazos desnudos hasta su cintura. 
Poppy se movió sobre su espalda cuando mi mano se deslizó para tocar su pierna. 
Continué y me moví sobre ella, Poppy apartando su boca de la mía con un jadeo. Pero no 
dejé de besarla. Arrastré mis labios a lo largo de su mandíbula para besarla a lo largo del 
cuello, mi mano se movió bajo su bata de dormir para acariciar la suave piel de su cintura. 
Los dedos de Poppy tiraron de mi pelo, y su pierna se levantó para envolverse 
alrededor de la parte posterior de mi muslo. Gruñí contra su garganta, regresando arriba 
para tomar su boca con la mía. Cuando mi lengua se deslizó contra la suya, subí mis dedos 
más por su cuerpo. Poppy se apartó del beso. 
—Rune…. 
Dejé caer mi cabeza en el hueco entre su cuello y su hombro, respirando 
profundamente. La deseaba tanto que era casi demasiado para soportar. 
Inhalé y exhalé mientras Poppy bajaba la mano para acariciar mi espalda de arriba 
hacia abajo. Me enfoqué en el ritmo de sus dedos, obligándome a calmarme. 
Minutos y minutos pasaron, pero no me moví. Estaba feliz recostado sobre Poppy, 
respirando su delicado aroma, mi mano presionada contra su suave vientre. 
—¿Rune? —susurró Poppy. Levanté la cabeza. 
 
 
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La mano de Poppy estuvo de inmediato en mi mejilla. 
—¿Bebé? —susurró, y pude escuchar la preocupación en su voz. 
—Estoy bien —susurré de regreso, manteniendo mi voz tan calmada como era 
posible para no molestar a sus padres. La miré profundamente a los ojos—. Sólo te deseodemasiado. —Dejé caer mi frente con la suya y susurré—: Cuando estamos así, cuando nos 
permitimos ir tan lejos, como que pierdo la razón. 
Los dedos de Poppy se enredaron a través de mi pelo y cerré mis ojos, amando 
tocarla. 
—Lo siento, yo… 
—No —dije con fuerza, un poco más de lo que pretendía. Retrocedí. Los ojos de 
Poppy estaban enormes—. No. Nunca te disculpes por esto, por detenerme. No es algo 
que debas lamentar nunca. 
Poppy abrió sus labios hinchados por los besos y dejó salir un largo suspiro. 
—Gracias —susurró. Moví mi mano y bajé mis dedos para enlazarlos con los suyos. 
Moviéndome a un lado, abrí mi brazo y moví mi cabeza para que se acercara a mí. 
Recostó su cabeza en mi pecho. Cerré mis ojos y simplemente respiré. 
Eventualmente, el sueño comenzó a apoderarse de mí. El dedo de Poppy se movió 
de arriba abajo por mi estómago. Casi me había quedado dormido cuando Poppy susurró. 
—Eres mi todo, Rune Kristiansen, espero que sepas eso. 
Mis ojos se abrieron de golpe por sus palabras, mi pecho se sintió lleno. Colocando 
un dedo bajo su barbilla, incliné su cabeza hacia arriba. Su boca estaba esperando por mi 
beso. 
La besé suavemente, delicadamente, y lentamente me aparté. Los ojos de Poppy se 
mantuvieron cerrados mientras sonreía. Sintiendo como si mi pecho fuera a explotar por la 
felicidad en su cara, susurró. 
—Por la eternidad. 
Poppy se acurrucó de nuevo en mi pecho y susurró. 
—Para siempre. 
Y ambos nos quedamos dormidos. 
 
 
 
 
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Dunas de Arena y Lágrimas saladas 
 
 
une, tenemos que hablar contigo —dijo mi pappa, mientras comíamos 
nuestro almuerzo en el restaurante con vistas a la playa. 
—¿Se van a divorciar? 
La cara de pappa palideció. 
—Dios, no, Rune —me aseguró rápidamente y tomó la mano de mi mamma para 
hacer énfasis. Mi mamma me sonrió, pero podía ver las lágrimas formándose en sus ojos. 
—Entonces, ¿qué? —pregunté. Mi pappa se inclinó lentamente hacia atrás en su silla. 
—Tu mamma ha estado molesta por mi trabajo, Rune, no conmigo. —Estaba 
completamente confundido, hasta que dijo—: Me están transfiriendo de vuelta a Oslo, 
Rune. La compañía se ha topado con un problema técnico allí y estoy siendo enviado de 
regreso a solucionarlo. 
—¿Por cuánto tiempo? —pregunté—. ¿Cuándo vas a estar de vuelta? 
Mi pappa pasó la mano por su pelo rubio y corto, justo en la forma en que yo lo 
hacía. 
—Aquí está la cosa, Rune —dijo con cautela—. Podrían ser años. Podrían ser meses. 
—Suspiró—. Siendo realistas, cualquier cosa, desde uno a tres años. 
Mis ojos se abrieron. 
—¿Nos estás dejando aquí en Georgia por tanto tiempo? 
Mi mamma alargó la mano y cubrió la mía con la de ella. Me quedé mirándola 
fijamente. Luego, las verdaderas consecuencias de lo que estaba diciendo pappa 
comenzaron a filtrarse en mi cerebro. 
—No —dije en voz baja, sabiendo que no me haría esto. No podía hacerme esto. 
Miré hacia arriba. Vi la culpabilidad resbalar por toda su cara. 
Supe que era cierto. 
Ahora comprendía. Por qué vinimos a la playa. Por qué quería que estuviéramos 
solo. Por qué se rehusó a que nos acompañara Poppy. 
Mi corazón se estaba acelerando mientras mis manos no dejaban de moverse sobre la 
mesa. Mi mente giraba en círculos... ellos no lo harían... él no lo haría... ¡Yo no lo haría! 
—No —escupí, en voz fuerte, atrayendo las miradas de las mesas cercanas—. Yo no 
voy. No voy a dejarla. 
Me volví a mi mamma en busca de ayuda, pero bajó la cabeza. Retire rápidamente la 
mano de debajo de ella. 
—¿Mamma? —le rogué, pero negó lentamente con la cabeza. 
 
 
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—Somos una familia, Rune. No vamos a separarnos durante tanto tiempo. Tenemos 
que irnos. Somos una familia. 
—¡No! —grité esta vez, empujando mi silla de la mesa. Me puse de pie, mis puños 
apretados a los costados—. ¡No voy a dejarla! ¡No puedes obligarme! Este es nuestro 
hogar. ¡Aquí! ¡No quiero volver a Oslo! 
—Rune —dijo mi pappa, de manera conciliadora, levantándose de la mesa y 
extendiendo las manos. Pero no podía estar en este espacio cerrado, con él. Girando sobre 
mis talones, corrí fuera del restaurante tan rápido como pude y me dirigí a la playa. El sol 
había desaparecido tras densas nubes, causando que un viento frío azotara la arena. Seguí 
corriendo, en dirección a las dunas, los granos ásperos golpeando mi rostro. 
Mientras corría, traté de luchar contra la rabia que me desgarraba. ¿Cómo podían 
hacerme esto? Ellos saben cuánto necesito a Poppy. 
Estaba temblando de ira mientras subía la duna más alta y me dejé caer para sentarme 
en su punto más alto. Me recosté, mirando al cielo grisáceo, y me imaginé una vida en 
Noruega sin ella. Me sentí enfermo. Enfermo ante sólo la idea de no tenerla a mi lado, 
tomando mi mano, besando mis labios... 
Apenas podía respirar. 
Mi mente se aceleró, en busca de ideas de cómo podría quedarme. Pensé y pensé en 
todas las posibilidades, pero conocía a mi pappa. Cuando se decidía por algo, nada lo haría 
cambiar de idea. Iba a ir; la expresión de su rostro me había dicho claramente que no había 
salida. Me estaban alejando de mi chica, mi alma. Y no podía hacer una maldita cosa al 
respecto. 
Oí a alguien subiendo la duna detrás de mí y sabía que era mi pappa. Se sentó a mi 
lado. Aparté la vista, mirando hacia el mar. No quería reconocer su presencia. 
Nos quedamos en silencio, hasta que finalmente me rompí y le pregunté: 
—¿Cuándo nos vamos? 
Sentí a mi pappa tensarse a mi lado, haciendo que mirara en su dirección. Él ya 
estaba viendo mi cara, con simpatía en su expresión. Mi estómago se hundió aún más. 
—¿Cuándo? —presioné. 
Pappa dejó caer la cabeza. 
—Mañana. 
Todo se quedó inmóvil. 
—¿Qué? —le susurré conmocionado—. ¿Cómo es posible? 
—Tu mamma y yo lo sabíamos desde hace aproximadamente un mes. Decidimos no 
decirte hasta el último minuto porque sabíamos cómo te sentirías. Me necesitan en la 
oficina para el lunes, Rune. Hemos organizado todo con tu escuela, se transfirieron tus 
expedientes. Tu tío está preparando nuestra casa en Oslo para nuestro regreso. Mi empresa 
ha contratado encargados de mudanza para vaciar nuestra casa en Blossom Grove y enviar 
nuestras pertenencias a Noruega. Llegan mañana, poco después de irnos. 
Mire a mi pappa. Por primera vez en mi vida, lo odiaba. Apreté los dientes y aparté la 
mirada. Me sentía enfermo por la cantidad de ira corriendo por mis venas. 
—Rune —dijo mi pappa en voz baja, poniendo su mano en mi hombro. 
Me encogí de hombros soltándome de su mano. 
 
 
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—No —le susurré—. No vuelvas a tocarme o hablar conmigo de nuevo —estallé 
comprendiendo—. Nunca te perdonaré —le prometí—. Nunca te perdonaré por alejarla de 
mí. 
—Rune, lo entiendo… —trató de decir, pero lo interrumpí. 
—No lo haces. No tienes idea de lo que siento, lo que significa Poppy para mí. Ni 
una maldita idea. Porque si lo hicieras, no estarías alejándome de ella. Le habrías dicho a tu 
empresa que no te mudarías. Que tenemos que quedarnos. 
Pappa suspiró. 
—Soy el técnico principal, Rune, tengo que ir a donde se me necesite, y en este 
momento eso es Oslo. 
No dije nada. No me importaba que él fuera el maldito técnico principal de alguna 
empresa en crisis. Estaba enojado porque sólo me lo estuviera diciendo ahora. Estaba 
molesto de que nos íbamos, y punto. 
Cuando no hablé, mi pappa dijo: 
—Voy a reunir nuestras cosas, hijo. Ve al auto en cinco minutos. Quiero que tengas 
esta noche con Poppy. Quiero por lo menos darte eso. 
Lágrimas calientes se construyeron en mis ojos. Volví la cabeza para que él no me 
viera. Estaba enojado, tan enojado que no podía detener las malditas lágrimas. Nunca 
lloraba cuando estaba triste, solo cuando estaba enojado. Y en este momento, estaba tan 
molesto que apenas podía respirar. 
—No va a ser para siempre, Rune. Unos pocos años a lo sumo, y luego, vamos a 
estar de vuelta. Lo prometo. Mi trabajo, nuestra vida, está aquí en Georgia. Pero tengo que 
ir a donde la empresa me necesite —dijo

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