Logo Studenta

Alterações Comportamentais no Córtex Prefrontal

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

HISTORIA Y HUMANIDADES
REV NEUROL 2008; 46 (3): 175-181 175
INTRODUCCIÓN 
Hoy por hoy nadie pone en duda que el córtex prefrontal desem-
peña un papel crítico en la conducta humana, modulando y dan-
do forma al comportamiento. Numerosos estudios vinculan las
alteraciones comportamentales causadas por daño cerebral con
lesiones en el córtex prefrontal, así como en determinados cir-
cuitos frontosubcorticales [1-4]. La afectación funcional o es-
tructural de estos circuitos puede alterar el comportamiento del
sujeto de distintas maneras, desde su desestructuración, al in-
cremento de ciertos rasgos o la presentación de patrones opues-
tos a los mostrados antes de la lesión, lo que ocasiona en última
instancia trastornos comportamentales desadaptativos. 
La Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE-10)
propone el término ‘trastorno orgánico de personalidad’ (F.07.0)
para referirse a aquellas alteraciones significativas en los patro-
nes habituales de conducta premórbida causadas por lesiones
cerebrales [5]. Por su parte, el Manual de diagnóstico y estadís-
tico de los trastornos mentales. Texto revisado utiliza el término
‘cambio de la personalidad debido a enfermedad médica’ para
referirse a las alteraciones persistentes de la personalidad que
representan un cambio del patrón característico de personalidad
previo del individuo [6]. Ambas clasificaciones especifican ti-
pos de trastornos orgánicos de la personalidad en función de las
alteraciones comportamentales que predominan:
– Tipo lábil: el individuo presenta respuestas emocionales sú-
bitas y exageradas.
– Tipo desinhibido: el individuo puede hacer o decir todo tipo
de cosas inapropiadas e impulsivas que no formaban parte
de su comportamiento previo.
– Tipo apático: el individuo suele tener escaso interés y falta
de motivación para participar en sus actividades, aficiones
o relaciones sociales anteriores.
– Tipo agresivo: el individuo puede agredir sin previo aviso o
sin tener en cuenta las consecuencias.
– Tipo paranoide: el individuo tiene la idea de que los demás
están actuando con malevolencia. 
– Tipo combinado o mixto: asociación de dos o más de los ti-
pos especificados. 
Los trastornos de la personalidad secundarios al daño cerebral
se han relacionado mayoritariamente con lesiones en el córtex
prefrontal o en los circuitos frontosubcorticales [4,7]. Las lesio-
nes en el córtex orbitofrontal, o en alguno de los núcleos de re-
levo que componen el circuito orbitofrontal lateral, causan des-
inhibición, irritabilidad, agresividad, afecto inapropiado, ego-
centrismo, hipersexualidad o conducta social inapropiada. Las
lesiones en el cingulado anterior o circuito frontosubcortical
asociado generan cuadros de apatía caracterizados por indife-
rencia, desmotivación, reducción de la iniciativa y falta de es-
pontaneidad [1,8]. 
Para Damasio et al [9-11], el comportamiento que manifies-
tan determinados pacientes con lesiones prefrontales (inadapta-
ción social, violación de las reglas sociales, desinhibición, im-
pulsividad, conductas de alto riesgo e intolerancia a la frustra-
ción) se asemejaría al de los individuos con trastorno disocial
de la personalidad (CIE-10: F60.2) [5]. La CIE-10 define el
trastorno disocial de la personalidad como un comportamiento
socialmente irresponsable caracterizado por:
– Cruel despreocupación por los sentimientos de los demás y
falta de capacidad de empatía.
APROXIMACIÓN HISTÓRICA A LAS ALTERACIONES COMPORTAMENTALES 
POR LESIONES DEL CÓRTEX PREFRONTAL: DE PHINEAS GAGE A LURIA
Resumen. Introducción. A lo largo de los últimos 200 años, numerosos autores han considerado el córtex prefrontal como el
‘órgano de la civilización’, la parte más característicamente humana del cerebro, mientras que otros han restado importan-
cia al papel desarrollado por esta región cerebral en el comportamiento. Objetivo. Se trata de ofrecer una aproximación his-
tórica al estudio de las alteraciones comportamentales por lesiones en el córtex prefrontal. Desarrollo. Desde mediados del
siglo XIX la literatura científica describe casos de pacientes con alteraciones comportamentales causadas por lesiones trau-
máticas prefrontales o bien tumores cerebrales localizados en esta región cerebral. Con la llegada del siglo XX, este campo de
estudio tiene como principal fuente de información los resultados derivados del tratamiento de tumores cerebrales y trastor-
nos psiquiátricos mediante cirugía cerebral. Las observaciones recogidas en el transcurso de estos dos siglos han generado
un apasionante debate a propósito del vínculo existente entre comportamiento y córtex prefrontal. Conclusiones. La constan-
te asociación entre alteraciones comportamentales y lesiones prefrontales corrobora la existencia de una relación entre am-
bas. En las últimas décadas han surgido planteamientos teóricos que, sin restar importancia al papel que desempeñan los
procesos mentales mediados por el córtex prefrontal en la conducta humana, ofrecen nuevos puntos de vista sobre la relación
entre comportamiento y cerebro, basándose en las conexiones del córtex prefrontal con otras regiones corticales y subcortica-
les. [REV NEUROL 2008; 46: 175-81]
Palabras clave. Casos clínicos. Circuitos frontosubcorticales. Conducta. Córtex prefrontal. Daño cerebral. Historia de la
neurología. 
Aceptado tras revisión externa: 14.01.08.
Institut Universitari de Neurorehabilitació Guttmann-UAB. Badalona, Bar-
celona, España.
Correspondencia: Dr. Alberto García-Molina. Institut Universitari de Neu-
rorehabilitació Guttmann-UAB. Camí de Can Ruti, s/n. E-08916 (Badalo-
na). Fax: +34 934 977 707. E-mail: agarciam.investigacio@guttmann.com 
© 2008, REVISTA DE NEUROLOGÍA
Aproximación histórica a las alteraciones comportamentales 
por lesiones del córtex prefrontal: de Phineas Gage a Luria
A. García-Molina
A. GARCÍA-MOLINA
REV NEUROL 2008; 46 (3): 175-181176
– Actitud marcada y persistente de
irresponsabilidad y despreocupa-
ción por las normas, reglas y obli-
gaciones sociales.
– Incapacidad para mantener relacio-
nes personales duraderas.
– Muy baja tolerancia a la frustra-
ción o bajo umbral para descargas
de agresividad, dando incluso lu-
gar a un comportamiento violento.
– Incapacidad para sentir culpa y
para aprender de la experiencia,
en particular del castigo.
– Marcada predisposición a culpar a
los demás o a ofrecer racionaliza-
ciones verosímiles del comporta-
miento conflictivo.
A través de técnicas de neuroimagen
estructural, se ha observado que las
personas afectadas por trastorno diso-
cial de la personalidad presentan, en
ausencia de lesiones cerebrales, una
reducción del volumen de sustancia gris prefrontal [12]. Asi-
mismo, estudios con neuroimagen funcional sugieren una re-
ducción de la perfusión y metabolismo de la glucosa cerebral en
regiones frontales y temporales [13,14]. Respecto a la relación
entre trastorno disocial de la personalidad y lesiones cerebrales,
los individuos con lesiones prefrontales muestran tasas de agre-
sividad y conducta disocial superiores a las de aquellos con le-
siones no frontales, y esta relación es especialmente significati-
va en sujetos con lesiones orbitofrontales [15,16]. 
El objetivo de este artículo es ofrecer una aproximación his-
tórica al estudio de las alteraciones comportamentales por lesio-
nes en el córtex prefrontal. Conocer estas aportaciones permite
entender mejor cómo se ha trazado el camino hacia el conoci-
miento que se tiene actualmente de este campo de estudio. 
CÓRTEX PREFRONTAL Y COMPORTAMIENTO
Lesiones prefrontales traumáticas:
descripción y estudio de casos clínicos
Si bien desde el siglo XVII hallamos en la bibliografía descrip-
ciones de pacientes con alteraciones comportamentales por da-
ño cerebral [17], no será hasta el siglo XIX cuando se comiencen
a vincular estas alteraciones con lesiones en el córtex prefrontal.
Probablemente el caso más famoso, y más veces citado en la bi-
bliografía, sea el de Phineas Gage, descrito por primera vez en
1848 por John Martyn Harlow[18-21] (Fig. 1). 
Este caso desempeña en la segunda mitad del siglo XIX un
destacado papel en el debate entre holistas y localizacionistas, y
es utilizado por ambos bandos como argumento para apoyar sus
hipótesis sobre la naturaleza de la actividad mental y su locali-
zación cerebral. Los partidarios de las tesis holísticas, con Ma-
rie-Jean-Pierre Flourens como máximo exponente, proclaman
la equipotencialidad funcional del tejido cerebral [22]. Por su
parte, investigadores como Pierre Paul Broca, Gustav Fritsch o
Eduard Hitzing defienden la localización directa de las funcio-
nes mentales en zonas concretas del córtex cerebral. 
Broca publica en 1861 los hallazgos revelados en los estu-
dios anatómicos post mortem realizados a dos pacientes con una
importante reducción del lenguaje expresivo. En ambos casos,
los estudios anatómicos muestran una lesión localizada en la
tercera circunvolución frontal izquierda. Tales hallazgos sirven
como evidencia a favor del localizacionismo, y demuestran la
correspondencia entre una función cognitiva superior y una zo-
na específica de la corteza cerebral. Sin embargo, no faltan de-
tractores de tales ideas. Eugene Dupuy, neurólogo francés, criti-
ca las tesis localizacionistas de Broca, y esgrime que Phineas
Gage, a pesar de presentar una ‘destrucción absoluta’ del lóbu-
lo frontal izquierdo, no manifestaba alteraciones del lenguaje
[23]. Otros neurólogos de la época también se muestran críticos
con los planteamientos localizacionistas, afirmando que una le-
sión como la de Gage ofrece argumentos más que suficientes
para cuestionar la relación establecida por Broca entre la terce-
ra circunvolución frontal izquierda y el lenguaje expresivo [21].
La mayor parte de los debates científicos que genera el caso de
Phineas Gage en la segunda mitad del siglo XIX gira en torno a la
localización del lenguaje en el cerebro. Pocos científicos de
la época son capaces de vincular los cambios comportamentales
que muestra Gage con las lesiones que presenta. 
Otros autores describen cambios conductuales en pacientes
con lesiones prefrontales, que si bien no han alcanzado la fama
lograda por el caso de Phineas Gage, han sido igualmente im-
portantes en el avance del conocimiento sobre las alteraciones
comportamentales por lesiones prefrontales. Entre los estudios
publicados destacan especialmente las aportaciones realizadas
por Leonore Welt y Ernst Feuchtwanger.
Welt [24] describe en 1888 el comportamiento de un hom-
bre de 37 años que presenta lesiones prefrontales de origen trau-
mático tras precipitarse desde la cuarta planta de un edificio.
Antes de la caída, el paciente es descrito por familiares y cono-
cidos como un hombre tranquilo y con buen humor; tras el ac-
cidente, muestra un comportamiento agresivo y crítico con los
demás. Pocos meses después de la caída fallece por una infec-
ción; el examen post mortem revela una destrucción completa
de la circunvolución frontal inferior derecha y lesiones en la
circunvolución recta de ambos hemisferios. Paralelamente a la
descripción de este caso, Welt realiza una revisión de los casos
Figura 1. Vista lateral (a) y frontal (b) del cráneo de Phineas Gage (permiso de reproducción de A. Walsh).
a b
CÓRTEX PREFRONTAL Y COMPORTAMIENTO
REV NEUROL 2008; 46 (3): 175-181 177
de pacientes con lesiones prefrontales publicados hasta ese mo-
mento, y halla en ocho de ellos alteraciones de personalidad
asociados a lesiones en la región orbitofrontal. Asimismo, tam-
bién encuentra pacientes con lesiones orbitales que no muestran
tales alteraciones. Welt concluye que la presencia de alteracio-
nes comportamentales se relaciona con la existencia de lesiones
orbitofrontales, aunque la ausencia de tales trastornos no es in-
dicativa de la preservación de estas regiones [17,25]. 
En 1923, Ernst Feuchtwanger [24,25] publica los resultados
obtenidos tras examinar a 400 combatientes alemanes de la Pri-
mera Guerra Mundial (1914-1918) con lesiones cerebrales trau-
máticas causadas por arma de fuego. Observa que los soldados
con lesiones prefrontales manifiestan más alteraciones del ánimo,
apatía, falta de iniciativa, desinhibición e impulsividad que los
soldados con lesiones no frontales. Basándose en estos hallazgos,
Feuchtwanger sugiere que el córtex prefrontal es la estructura ce-
rebral encargada de asegurar la integridad de la personalidad. 
Pocos años después de concluir la Segunda Guerra Mundial
(1939-1945), William Ritchie Russell [26] describe los casos de
tres soldados con lesiones cerebrales traumáticas localizadas en
el córtex prefrontal derecho. Todos ellos presentan cambios
conductuales que se manifiestan en forma de lenguaje obsceno,
desinhibición y comportamiento extrovertido. Hugh F. Jarvie
[27] obtiene hallazgos similares en una muestra compuesta por
seis soldados con lesiones focales de localización prefrontal.
Según este autor, la desinhibición (definida como la alteración
de los mecanismos responsables del control de la conducta) se-
ría el origen de la mayor parte de las alteraciones comportamen-
tales que se observan tras lesiones prefrontales traumáticas. En
España, Mataró et al [28] describen el caso de un varón de 21
años que durante la Guerra Civil Española (1936-1939) sufre
una extensa lesión prefrontal bilateral causada por una barra de
hierro; ésta penetra por la región frontal izquierda y atraviesa
ambos lóbulos frontales, y afecta el córtex orbitofrontal, dorso-
lateral y regiones prefrontales mesiales. Tras el accidente, la fa-
milia refiere que el paciente ha perdido su autonomía personal,
y ha pasado a ser dependiente de terceros. No obstante, será ca-
paz de desarrollar una vida más o menos normalizada gracias a
un entorno familiar y laboral estructurado y protector. 
Tumores de localización frontal 
y alteraciones comportamentales
Los tumores de localización frontal han sido, junto con las le-
siones prefrontales de origen traumático, una de las principales
fuentes de información para el estudio de las alteraciones com-
portamentales asociadas a lesiones prefrontales en el transcurso
del siglo XIX. Jean Cruveilhier presenta el caso de una mujer de
45 años que muestra apatía y desinterés por el entorno; la autop-
sia revela la presencia de un gran meningioma que comprime el
lóbulo frontal derecho [17,29]. Camillo Golgi describe, a fina-
les de la década de 1860, el caso de una paciente que presenta
conducta pueril y jocosa como consecuencia de un tumor de ori-
gen aracnoideo que le presiona el lóbulo frontal izquierdo [30]. 
En 1888, Moritz Jastrowitz observa que pacientes con tu-
mores de localización frontal presentan alteraciones compor-
tamentales caracterizadas por euforia, una fuerte tendencia al
uso de juegos de palabras y al lenguaje obsceno. Jastrowitz se
refiere a este síndrome con el término moria [17,24]. En 1890,
Hermann Oppenheim describe un cuadro sintomático similar al
observado por Jastrowitz, al que denomina witzelsucht [17,25].
A principios del siglo XX, Paul Schuster redacta un monográfico
sobre tumores cerebrales basándose en 785 casos clínicos, y se-
ñala que las alteraciones que se observan con mayor frecuencia
tras tumores de localización frontal son parálisis mental, irrita-
bilidad, hipomanía y witzelsucht [17]. Schuster concluye la re-
visión sugiriendo que tales alteraciones no se producen única-
mente en los tumores frontales, sino que también pueden mani-
festarse en pacientes con tumores localizados en otras regiones
cerebrales, si bien con menor frecuencia [24]. Años después,
Gordon Holmes [17,31] publica una nueva revisión sobre tumo-
res cerebrales en la cual señala que la presencia de alteraciones
comportamentales es mayor cuando éstos son de localización
frontal. Este autor agrupa las alteraciones comportamentales
observadas tras tumores frontales en tres categorías: apatía e in-
diferencia; depresión y conducta irreflexiva; y euforia, bienestar
y witzelsucht. 
Neurocirugía y comportamiento 
en la primera mitad del siglo XX
Los avances logrados a finales delsiglo XIX en la localización
cerebral, unidos a las mejoras en las medidas asépticas, permi-
ten realizar las primeras intervenciones quirúrgicas para la ex-
tirpación de tumores cerebrales, así como el abordaje neuroqui-
rúrgico de epilepsias farmacorresistentes. Inicialmente, la ubi-
cación de los tumores se determina por medio de los síntomas
hallados en la exploración neurológica, y se establece su locali-
zación en función de los mapas cerebrales sensoriomotores pro-
puestos por John Hughlings Jackson y David Ferrier. En Esta-
dos Unidos, el neurólogo Moses Allen Starr propone como cri-
terio diagnóstico para la localización de tumores frontales la
presencia de alteraciones comportamentales similares a las ob-
servadas en el caso de Phineas Gage [32-34]. Empleando tal cri-
terio, Starr y McBurney extraen en 1894 un tumor situado en el
lóbulo frontal izquierdo. El descubrimiento, en 1895, de los ra-
yos X y su posterior utilización en la localización de tumores
intracraneales complementa la exploración neurológica en la ci-
rugía de tumores cerebrales [32-34].
En la década de 1920, el neurocirujano estadounidense Wal-
ter Dandy desarrolla una nueva técnica para la extirpación de
tumores cerebrales. Dandy, tras observar que un elevado por-
centaje de tumores no puede ser extraído por la dificultad en di-
ferenciarlo del tejido cerebral circundante, propone la resección
del tejido adyacente a la masa tumoral [33]. La utilización de
esta técnica se traduce en la publicación de numerosos artículos
sobre cambios posquirúrgicos en pacientes con tumores pre-
frontales. Gran parte de los casos descritos presenta alteracio-
nes comportamentales tras la exéresis quirúrgica parcial del te-
jido prefrontal, y se interpretan como signos inequívocos de la
relación existente entre córtex prefrontal y comportamiento. Sin
embargo, autores como Stookey o Mixter ponen en duda el pa-
pel desempeñado por el córtex prefrontal en el comportamiento
tras observar mínimos cambios conductuales en pacientes so-
metidos a lobectomías prefrontales unilaterales [17,35]. Con-
clusiones similares son presentadas por Vincent y Ackerly, res-
pectivamente [24]. El enfrentamiento entre aquellos autores que
consideran al córtex prefrontal como el sustrato biológico de la
conducta y aquellos contrarios a tal planteamiento marcará el
estudio de las relaciones córtex prefrontal-comportamiento a lo
largo de las décadas de 1930 y 1940. 
En el año 1932, Richard Brickner [36,37] publica el primer
caso de lobectomía prefrontal bilateral en un ser humano: el pa-
ciente Joe A., un corredor de bolsa de 41 años que desarrolla un
A. GARCÍA-MOLINA
REV NEUROL 2008; 46 (3): 175-181178
gran meningioma localizado en la hoz del cerebro. En 1930, el
Dr. Dandy elimina quirúrgicamente el tumor, pero a causa de la
extensa lesión prefrontal bilateral producida por éste se decide a
extirpar el tejido dañado, excepto el córtex motor, áreas fronta-
les del lenguaje y región cingulada. Tras la operación, el com-
portamiento del paciente cambia drásticamente. Su anterior mo-
destia y cortesía desaparecen, y son sustituidas por una actitud
despectiva y abusiva hacia los demás [24]. La autopsia del pa-
ciente Joe A., fallecido en agosto de 1949, revela la presencia de
múltiples meningiomas, incluyendo un gran tumor parietoocci-
pital [38]. Estos hallazgos son utilizados por Hebb como argu-
mento para cuestionar que las alteraciones comportamentales
observadas en Joe A. fueran consecuencia directa de la resec-
ción prefrontal bilateral practicada en 1930.
A principios de la década de los cuarenta, Donald O. Hebb y
Wilder Penfield [35,39,40] publican el caso del paciente K.M.,
varón que a los 16 años sufre una fractura compuesta de los
huesos frontales que comprime y destruye gran parte del córtex
prefrontal de ambos hemisferios cerebrales. Seis meses después
del accidente, K.M. desarrolla crisis epilépticas que con los
años incrementan gradualmente en frecuencia. A consecuencia
de éstas, el paciente presenta una alteración significativa del
comportamiento, y se muestra violento e inflexible. El 14 de
abril de 1938, a la edad de 27 años, se le extirpan ambas regio-
nes prefrontales para liberarlo de las crisis epilépticas. La inter-
vención quirúrgica no sólo permite controlar la epilepsia, sino
que también comporta una significativa mejora en la conducta
del paciente. 
La evolución favorable observada en el paciente K.M., jun-
to con los cambios comportamentales posquirúrgicos descritos
por diversos autores tras la extirpación de tumores frontales
[41,42], llevan a Hebb a considerar que las alteraciones com-
portamentales descritas tras resecciones del córtex prefrontal no
se deben a la mera pérdida de tejido, sino a otros factores, como
la presencia de cambios patológicos difusos en el parénquima
cerebral, variaciones en el flujo sanguíneo cerebral o cicatrices
posquirúrgicas [35]. Según Hebb, la resección de la región le-
sionada podría ayudar a resolver la ‘desintegración’ del com-
portamiento causada por estos cambios fisiopatológicos.
Psicocirugía y córtex prefrontal
En agosto de 1935, en el marco del Segundo Congreso Interna-
cional de Neurología en Londres, Carlyle Jacobsen y John Ful-
ton exponen ante el auditorio los efectos beneficiosos de la re-
sección bilateral del córtex prefrontal sobre el comportamiento
de dos chimpancés [43,44]. Entre el público asistente al congre-
so se hallan dos personajes claves en el desarrollo de la psicoci-
rugía moderna: el neurólogo portugués Antonio Egas Moniz y
el neurólogo norteamericano Walter Freeman.
Basándose en las investigaciones realizadas por Jacobsen y
Fulton, así como en los hallazgos obtenidos por Brickner o Pen-
field, Egas Moniz propone la interrupción quirúrgica de las fi-
bras nerviosas que conectan el córtex prefrontal con el tálamo
como técnica terapéutica para el tratamiento de enfermedades
psiquiátricas. El 12 de noviembre de 1935, el neurocirujano
Almeida Lima, bajo la dirección de Antonio Egas Moniz, pone
en práctica las ideas de este último e inyecta alcohol en el cen-
tro semioval de ambos lóbulos frontales de una paciente con el
objetivo de tratar las alteraciones psiquiátricas que ésta presenta
(melancolía, ansiedad y delusiones paranoides). En poco tiem-
po Moniz mejora el método utilizado para realizar las leucoto-
mías prefrontales y sustituye la inyección de alcohol por una
nueva herramienta denominada leucótomo; este instrumento le
permite efectuar lesiones circulares precisas en la sustancia
blanca del córtex prefrontal. Moniz justifica la utilización de las
leucotomías prefrontales en el tratamiento de trastornos psi-
quiátricos basándose en teorías de la época, las cuales postulan
que ciertas psicosis, como la paranoia y los trastornos obsesivo-
compulsivos, presentan modelos recurrentes de pensamientos
que dominan los procesos psicológicos. La interrupción quirúr-
gica de las fibras nerviosas que conectan córtex prefrontal con
otras regiones cerebrales permitiría, según este neurólogo, dete-
ner tales pensamientos [43-45].
Desde los Estados Unidos, Walter Freeman sigue con aten-
ción el trabajo de Moniz. El 14 de septiembre de 1936 realiza,
junto con el neurocirujano James Watts, la primera leucotomía
prefrontal practicada en ese país [43]. Seis años después, ambos
describen los resultados obtenidos en 200 pacientes leucotomi-
zados. En un intento de reducir las complicaciones que presen-
tan algunos pacientes, Freeman desarrolla en 1945 la técnica de
la leucotomía transorbital, y utiliza para ello el procedimiento
ideado por el psiquiatra italiano Amarro Fiamberti en 1937 [44].
Con el fin de evitar la necesidad de realizar una craneotomía,
Fiamberti introduce el leucótomo por un trépano practicado en
la pared orbital superior. Freeman accede al córtex frontal em-
pleando tal procedimiento, y mediante un artefacto similar a un
punzón plano afilado destruye las radiaciones frontotalámicas.
Freeman mantiene que el contenido emocional patológico que
los pacientes psiquiátricospresentan en sus pensamientos se ori-
gina en las conexiones frontotalámicas, y es necesario interrum-
pirlas para poder mejorar la sintomatología del paciente [46]. 
La inexistencia de otras terapias alternativas hace que la leu-
cotomía prefrontal se presente como un tratamiento eficaz para
el alivio de trastornos psiquiátricos graves. Sólo en Estados
Unidos, desde 1936 hasta mediados de los años cincuenta se
efectúan más de 50.000 leucotomías prefrontales, mientras que
en el Reino Unido se contabilizan 10.365 leucotomías prefron-
tales entre 1942 y 1954 [45]. Sin embargo, paralelamente a los
estudios que indican la bondad del tratamiento, la literatura
científica también recoge descripciones de pacientes con altera-
ciones comportamentales tras ser sometidos a lesiones quirúrgi-
cas de la sustancia blanca prefrontal [47,48]. La conducta de es-
tos pacientes, que nunca había sido normal, es ahora anormal de
una forma distinta. A finales de la década de los cuarenta, Hoff-
man describe la conducta del paciente leucotomizado: ‘(...) es-
tos pacientes no sólo son liberados de sus conflictos mentales,
sino que también parecen tener mínimas capacidades para expe-
rimentar alguna experiencia emocional –ya sea placentera o
irritante–. Son descritos por médicos y enfermeras como perso-
nas apáticas, embotadas, distraídas, sin iniciativa, aletargadas,
plácidas e indiferentes, infantiles, dóciles, pasivas, sin esponta-
neidad, privadas de objetivos o propósitos’ [49]. 
Con el fin de optimizar los métodos utilizados por la psico-
cirugía en el tratamiento de alteraciones mentales, se crea en el
año 1947 el proyecto Columbia-Greystone [50]. El principal
objetivo de este proyecto es hallar en qué localizaciones del cór-
tex prefrontal es más factible realizar resecciones de áreas limi-
tadas (topectomías) que permitan maximizar los beneficios de
la intervención y minimizar los efectos secundarios. Las con-
clusiones obtenidas al finalizar el proyecto son las siguientes:
– Las topectomías prefrontales tienen efecto terapéutico sobre
las alteraciones comportamentales.
CÓRTEX PREFRONTAL Y COMPORTAMIENTO
REV NEUROL 2008; 46 (3): 175-181 179
– La extirpación de tejido del córtex prefrontal ocasiona leves
alteraciones funcionales.
– La principal alteración psicológica tras realizar topectomías
prefrontales parece ser la disminución del ‘afecto negativo
asociado a los conflictos mentales’ [44]. 
La aparición en la década de los cincuenta del primer antipsicó-
tico, la clorpromacina, representa una revolución en el seno de
la psiquiatría. La clorpromacina inaugura una nueva era en el
manejo de las enfermedades psiquiátricas, y demuestra ser una
alternativa terapéutica segura, económica y eficaz para el mane-
jo de los trastornos psicóticos, fundamentalmente en el trata-
miento de la esquizofrenia. A partir de 1954, el número de leu-
cotomías prefrontales realizadas mundialmente se reduce de for-
ma considerable, y se efectuan poco más del 15% de las practi-
cadas en el período comprendido entre 1949 y 1952.
Alteraciones comportamentales 
y córtex prefrontal: década de 1970
Las técnicas quirúrgicas empleadas en el tratamiento de enfer-
medades mentales y tumores cerebrales durante gran parte del
siglo XX, junto con los estudios realizados en series de pacientes
con lesiones prefrontales focales de origen traumático, aportan
cuantiosa información sobre la relación entre comportamiento y
córtex prefrontal. Este conocimiento permite no sólo relacionar
la afectación del córtex prefrontal con la presencia de alteracio-
nes comportamentales, sino también establecer vínculos entre
diferentes tipos de alteraciones y regiones concretas del córtex
prefrontal. De tal forma, Luria [51] diferencia en su libro El ce-
rebro en acción (1974) entre síntomas originados por lesiones
en la convexidad prefrontal y síntomas causados tras lesiones en
zonas prefrontales basales (orbitales). Según este autor, la afec-
tación de la convexidad prefrontal causaría una alteración en la
formación de intenciones y programas, así como en la regula-
ción y verificación de conductas complejas, mientras que las le-
siones localizadas en zonas basales comportarían desinhibición
generalizada e importantes alteraciones en los procesos afecti-
vos, en forma de carencia de autocontrol, violentos arranques
emocionales y cambios de carácter (Fig. 2). 
Blumer y Benson [52] describen en 1975 dos síndromes clí-
nicos basándose en la localización de las lesiones prefrontales:
el síndrome pseudodepresivo y el síndrome pseudopsicopático.
El síndrome pseudodepresivo se caracteriza por la indiferencia
afectiva, en un contexto de apatía, falta de motivación y reduc-
ción de la respuesta sexual como resultado de lesiones en la
convexidad frontal, incluyendo polos de la región anterior y re-
gión medial. El síndrome pseudopsicopático corresponde a un
cuadro clínico caracterizado por una actitud chistosa, falta de
juicio social, comportamiento inmaduro, irritabilidad, impulsi-
vidad y desinhibición sexual a consecuencia de lesiones locali-
zadas en regiones orbitofrontales. 
CONCLUSIONES 
Durante años el estudio de las alteraciones comportamentales
por daño cerebral se ha centrado en localizar qué regiones cere-
brales constituían el sustrato anatómico del comportamiento.
Los casos descritos por autores como Harlow, Brickner o Luria
han contribuido activamente a relacionar alteraciones compor-
tamentales con lesiones en el córtex prefrontal. No obstante, tal
y como se ha reflejado a lo largo del artículo, el camino recorri-
do ha sido tortuoso, y ha estado marcado por acalorados debates
entre partidarios y detractores del vínculo entre comportamien-
to y córtex prefrontal. 
En el pasado, los investigadores podían estudiar la conducta
de una persona con daño cerebral y no saber la localización
exacta de las lesiones. La única manera de verificar su localiza-
ción era examinar el cerebro del sujeto una vez éste fallecía
[53]. Sin embargo, esto no siempre era posible. A veces, el pa-
ciente sobrevivía al propio investigador. En otras ocasiones la
familia no autorizaba la autopsia o simplemente se perdía la pis-
ta del paciente. Estos problemas prácticos han condicionado
que el estudio de las alteraciones comportamentales por daño
cerebral progresara lentamente. La aparición de la tomografía
computarizada a principios de la década de 1970, y posterior-
mente de la resonancia magnética en 1981, permitieron visuali-
zar lesiones in vivo, ofreciendo datos neurorradiológicos que
confirman el vínculo entre comportamiento y córtex prefrontal
tantas veces descrito en la literatura. Si la tomografía computa-
rizada y la resonancia magnética han aportado valiosa informa-
ción sobre la naturaleza, extensión y localización de lesiones in
vivo, las técnicas de neuroimagen funcional están proporcio-
nando una oportunidad única de analizar los componentes neu-
robiológicos del comportamiento humano. 
Desde los primeros casos descritos en el siglo XIX hasta la
década de los ochenta se han asociado, de forma casi exclusiva,
las alteraciones comportamentales observadas en pacientes con
daño cerebral con la presencia de lesiones prefrontales. Los
avances en el conocimiento de las conexiones corticocorticales
y corticosubcorticales del córtex prefrontal han propiciado la
aparición de nuevos modelos explicativos, consecuencia directa
de los cambios acaecidos en la manera de entender la organiza-
ción y funcionamiento del sistema nervioso central. Estos mo-
delos han enriquecido el conocimiento actual sobre alteraciones
comportamentales asociadas a lesiones cerebrales, y han permi-
tido explicar la presencia de alteraciones comportamentales,
tradicionalmente asociadas a lesiones prefrontales, en pacientes
con lesiones en tálamo, núcleo caudado o cápsula interna [54-
Figura 2. Alexander Romanovich Luria (1902-1977) (permiso de reproduc-
ción de M. Cole).
A. GARCÍA-MOLINA
REV NEUROL 2008; 46 (3): 175-181180
58]. Pese a todo ello, estos nuevos enfoques no restan importan-cia al papel que desempeña el córtex prefrontal (especialmente
la región orbitofrontal) como sustrato biológico de la conducta.
Sin subestimar la dificultad que supone hallar ‘qué’ regiones
cerebrales son la base biológica del comportamiento, el futuro
parece ir encaminado no tanto a localizar ‘dónde’ se hallan es-
tas bases biológicas, sino en explicar ‘cómo’ una serie de proce-
sos fisiológicos permiten construir tales comportamientos, y có-
mo alteraciones en estos procesos ocasionan cambios en la con-
ducta del individuo.
BIBLIOGRAFÍA
1. Cummings JL. Frontal-subcortical circuits and human behavior. Arch
Neurol 1993; 50: 873-80.
2. Mesulam MM. Behavioral neuroanatomy: large-scale networks, asso-
ciation cortex, frontal syndromes, the limbic system, and hemispheric
specializations. In Mesulam MM, ed. Principles of behavioral and cog-
nitive neurology. New York: Oxford University Press; 2000. p. 1-120.
3. Stuss DT, Gow CA, Hetherington CR. ‘No longer Gage’: frontal lobe
dysfunction and emotional changes. J Consult Clin Psychol 1992; 60:
349-59.
4. Tekin S, Cummings JL. Frontal-subcortical neuronal circuits and cli-
nical neuropsychiatry: an update. J Psychosom Res 2002; 53: 647-54.
5. Organización Mundial de la Salud. CIE-10: Trastornos mentales y del
comportamiento. Descripciones clínicas y pautas para el diagnóstico.
Madrid: Meditor; 1994.
6. American Psychiatric Association. DSM-IV-TR: Manual de diagnósti-
co y estadístico de los trastornos mentales. Texto revisado. Barcelona:
Masson; 2003.
7. Koponen S, Taiminen T, Kurki T, Portin R, Isoniemi H, Himanen L, et
al. MRI findings and Axis I and II psychiatric disorders after traumatic
brain injury: a 30-year retrospective follow-up study. Psychiatry Res
2006; 146: 263-70.
8. Mega MS, Cummings JL. Frontal-subcortical circuits and neuropsy-
chiatric disorders. J Neuropsychiatry Clin Neurosci 1994; 6: 358-70.
9. Damasio AR. A neural basis for sociopathy. Arch Gen Psychiatry 2000;
57: 128-9.
10. Damasio AR, Tranel D, Damasio H. Individuals with sociopathic be-
havior caused by frontal damage fail to respond autonomically to so-
cial stimuli. Behav Brain Res 1990; 41: 81-94.
11. Eslinger PJ, Damasio AR. Severe disturbance of higher cognition af-
ter bilateral frontal lobe ablation: patient EVR. Neurology 1985; 35:
1731-41.
12. Raine A, Lencz T, Bihrle S, LaCasse L, Colletti P. Reduced prefrontal
gray matter volume and reduced autonomic activity in antisocial
personality disorder. Arch Gen Psychiatry 2000; 57: 119-27.
13. McCloskey MS, Phan KL, Coccaro EF. Neuroimaging and personality
disorders. Curr Psychiatry Rep 2005; 7: 65-72.
14. Pridmore S, Chambers A, McArthur M. Neuroimaging in psychopathy.
Aust N Z J Psychiatry 2005; 39: 856-65.
15. Brower MC, Price BH. Neuropsychiatry of frontal lobe dysfunction in
violent and criminal behaviour: a critical review. J Neurol Neurosurg
Psychiatry 2001; 71: 720-6.
16. Grafman J, Schwab K, Warden D, Pridgen A, Brown HR, Salazar AM.
Frontal lobe injuries, violence, and aggression: a report of the Vietnam
Head Injury Study. Neurology 1996; 46: 1231-8.
17. Finger S. Origins of neuroscience. A history of explorations into brain
function. New York: Oxford University Press; 1994.
18. Rosselli D. Phineas Gage, Tan y la importancia de los casos clínicos.
Rev Neurol 2005; 40: 122-4.
19. Damasio AR. El error de Descartes: la emoción, la razón y el cerebro
humano. Barcelona: Crítica; 1996.
20. Macmillan M. Restoring Phineas Gage: a 150th retrospective. J Hist
Neurosci 2000; 9: 46-66.
21. Macmillan M. A wonderful journey through skull and brains: the tra-
vels of Mr. Gage’s tamping iron. Brain Cogn 1986; 5: 67-107.
22. Tizard B. Theories of brain localization from Flourens to Lashley. Med
Hist 1959; 3: 132-45.
23. Macmillan M. Inhibition and the control of behavior. From Gall to Freud
via Phineas Gage and the frontal lobes. Brain Cogn 1992; 19: 72-104.
24. Benton AL. The prefrontal region: its early history. In Benton AL, ed.
Exploring the history of neuropsychology, selected papers. New York:
Oxford University Press; 2000. p. 67-98.
25. Benton AL. The frontal lobes: a historical sketch. In Boller F, Grafman J,
eds. Handbook of neuropsychology. Vol 9. New York: Elsevier Science;
1994. p. 3-15.
26. Russell WR. Functions of the frontal lobes. Lancet 1948; 6497: 356-60.
27. Jarvie HF. Frontal lobe wounds causing disinhibition; a study of six
cases. J Neurol Neurosurg Psychiatry 1954; 17: 14-32.
28. Mataró M, Jurado MA, García-Sánchez C, Barraquer L, Costa-Jussá FR,
Junqué C. Long-term effects of bilateral frontal brain lesion: 60 years
after injury with an iron bar. Arch Neurol 2001; 58: 1139-42.
29. Bakay L. Cruveilhier on meningiomas (1829-1842). Surg Neurol 1989;
32: 159-64.
30. Jarquin-Valdivia AA. Psychiatric symptoms and brain tumors: a brief
historical overview. Arch Neurol 2004; 61: 1800-4.
31. Stuss DT, Benson DF. The frontal lobes. New York: Raven Press; 1986.
32. Kerr PB, Caputy AJ, Horwitz NH. A history of cerebral localization.
Neurosurg Focus 2005; 18: 1-3.
33. Macmillan M. Phineas Gage’s contribution to brain surgery. J Hist
Neurosci 1996; 5: 56-77.
34. Preul MC. History of brain tumor surgery. Neurosurg Focus 2005; 18: 1.
35. Hebb DO. Man’s frontal lobes: a critical review. Arch Neurol Psychia-
try 1945; 54: 10-24.
36. Brickner RM. The intellectual functions of the frontal lobes. New York:
McMillan; 1936.
37. Brickner RM. An interpretation of frontal lobe function based upon the
study of a case of partial bilateral frontal lobotomy. Res Nerv Ment Dis
Proc 1932; 13: 259-351.
38. Brickner RM. Brain of patient A. after bilateral frontal lobectomy; status
of frontal-lobe problem. Arch Neurol Psychiatry 1952; 68: 293-313.
39. Hebb DO, Penfield W. Human behavior after extensive bilateral removal
from the frontal lobes. Arch Neurol Psychiatry 1940; 44: 421-38.
40. Hebb D. Wilder Penfield: his legacy to neurology. The frontal lobe. Can
Med Assoc J 1977; 116: 1373-4.
41. Penfield W, Evans J. The frontal lobes in man: a clinical study of max-
imum removals. Brain 1935; 58: 115-33.
42. Rossitch E, Jr., Moore MR, Alexander E III, Black PM. The neurosur-
geon’s neurosurgeon: Cushing operates on a Penfield. Surg Neurol 1990;
33: 150-3.
43. Valenstein ES. The prefrontal area and psychosurgery. Prog Brain Res
1990; 85: 539-53.
44. Feldman RP, Goodrich JT. Psychosurgery: a historical overview. Neu-
rosurgery 2001; 48: 647-57.
45. Swayze VW II. Frontal leukotomy and related psychosurgical proce-
dures in the era before antipsychotics (1935-1954): a historical over-
view. Am J Psychiatry 1995; 152: 505-15.
46. Freeman W, Watts J. Retrograde degeneration of the thalamus following
prefrontal lobotomy. J Comp Neurol 1947; 86: 65-93.
47. Rylander G. Personality analysis before and after frontal lobotomy.
Res Nerv Ment Dis Proc 1948; 27: 691-705.
48. Hutton EL. Personality changes after leucotomy. J Ment Sci 1947; 93:
31-42.
49. Hoffman JL. Clinical observations concerning schizophrenic patients
treated by prefrontal leukotomy. N Engl J Med 1949; 241: 233-6.
50. Mettler FA. Selective partial ablation of the frontal cortex. New York:
Hoeber; 1949.
51. Luria AR. El cerebro en acción. Barcelona: Fontanella; 1974.
52. Blumer D, Benson DF. Personality changes with frontal and temporal
lobe lesions. In Benson DF, Blumer D, eds. Psychiatric aspects of neu-
rologic disease. New York: Grune & Stratton; 1975. p. 151-69.
53. Carlson NR. Fisiología de la conducta. 4 ed. Barcelona: Ariel; 2002.
54. Fukatsu R, Fujii T, Yamadori A, Nagasawa H, Sakurai Y. Persisting
childish behavior after bilateral thalamic infarcts. Eur Neurol 1997; 37:
230-5.
55. Fukutake T, Akada K, Ito S, Okuda T, Ueki Y. Severe personality changes
after unilateral left paramedian thalamic infarct. Eur Neurol 2002; 47:
156-60.
56. Mendez MF, Adams NL, Lewandowski KS. Neurobehavioral changes
associated with caudate lesions. Neurology 1989; 39: 349-54.
57. Pantoni L, Basile AM, Romanelli M, Piccini C, Sarti C, Nencini P,et
al. Abulia and cognitive impairment in two patients with capsular genu
infarct. Acta Neurol Scand 2001; 104: 185-90.
58. Sandson TA, Daffner KR, Carvalho PA, Mesulam MM. Frontal lobe
dysfunction following infarction of the left-sided medial thalamus. Arch
Neurol 1991; 48: 1300-3.
CÓRTEX PREFRONTAL Y COMPORTAMIENTO
REV NEUROL 2008; 46 (3): 175-181 181
A HISTORICAL VIEW OF BEHAVIOURAL ALTERATIONS DUE TO LESIONS 
IN THE PREFRONTAL CORTEX: FROM PHINEAS GAGE TO LURIA
Summary. Introduction. Over the last 200 years, a number of authors have considered the prefrontal cortex to be the ‘organ
of civilisation', that is, the most characteristically human part of the brain, while others have seen this region of the brain as
playing a far less important role in behaviour. Aim. To examine the study of behavioural alterations caused by lesions in the
prefrontal cortex from a historical perspective. Development. Since the middle of the 19th century, reports have appeared in
the scientific literature of patients with behavioural alterations caused by traumatic injuries to the prefrontal region or brain
tumours located in this area of the brain. From the beginning of the 20th century onwards, most of the information for this field
of study has been obtained from the results of treating brain tumours and psychiatric disorders by means of brain surgery. The
observations that have been gathered over these two centuries have sparked a heated debate about the connection between
behaviour and the prefrontal cortex. Conclusions. The fact that behavioural disorders and prefrontal lesions are constantly
associated to each other seems to confirm the existence of a relation between the two. In recent decades, several theoretical
approaches have appeared that continue to see the prefrontal cortex as playing an important role in performing the mental
processes involved in human behaviour, but also offer new points of view about the relation between behaviour and the brain.
These new perspectives are based on the connections between the prefrontal cortex and other cortical and subcortical regions.
[REV NEUROL 2008; 46: 175-81]
Key words. Behaviour. Brain damage. Case reports. Frontosubcortical circuits. History of neurology. Prefrontal cortex.

Continuar navegando