Logo Studenta

ABASTECIMIENTO Y HAMBRE EN LA CONQUISA DE CARTAGENA DE INDIAS

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

27a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
h I S T o R I A
Abastecimiento y hambre en la conquista 
de Cartagena de Indias
María Salud Elvás Iniesta
1.- Cartagena, tierra de rescates. Las pri-
meras expediciones al territorio.
Cartagena de Indias fue, antes de su conquista 
definitiva y durante gran parte de la misma, tierra de 
rescate, al igual que el resto de la zona caribeña. Como 
bien dijo Hermes Tovar: “el rescate como modelo de 
extracción de riquezas fue propio del Caribe”1. Una forma 
de intercambio, el rescate, que alteraría el tradicional 
sistema de trueque con que comerciaban los indígenas 
de Cartagena y de todo el continente2. 
Este carácter de tierra de rescate que Cartagena tuvo 
durante tantos años impidió que se tuviera, hasta muy 
avanzado el siglo, un conocimiento real y fiable de las 
posibilidades económicas que la región ofrecía, salvo la 
extracción de oro y la captura de indios. Las expedicio-
nes a la zona, lejos de buscar un asentamiento estable y 
de la explotación económica del territorio, tenían como 
único objetivo la búsqueda de oro, alimentos, perlas e 
indios para vender luego como esclavos, en virtud de 
una provisión dada por la reina Isabel el 30 de octubre 
de 1503, por la cual se autorizaba a capturar y esclavizar 
a los indios de “las islas de San Bernardo e Isla Fuerte y 
en los puertos de Cartagena y en las islas de Bara3, donde 
estaba una gente que se dice caníbales”4. En ocasiones, la 
negativa de los indios a aceptar los intercambios con los 
españoles sirvió de excusa para proceder a su captura y 
esclavización. De este modo, de todas las expediciones 
1 Hermes Tovar Pinzón, La estación del miedo o la desolación 
dispersa. El Caribe colombiano en el siglo XVI, Santa Fe de Bogotá, 
Ariel, 1997: 52. Otras obras reseñables son también: Mario Góngora, 
Los grupos de Conquistadores en Tierra Firme, 1509-1530: Fisonomía 
histórico social de un tipo de conquista,. Santiago de Chile, Editorial 
Universitaria, 1963; Guillermo Céspedes, “Oro y hambre: estímulos 
y frenos en el doblamiento español de América”, en Homenaje 
académico a D. Emilio García Gómez”, Madrid, Real Academia de 
la Historia, 1993; José Durand, La transformación social del Con-
quistador, México, Porrúa y Obregón, 1953; Demetrio Ramos Pérez, 
Audacia, negocios y política en los viajes españoles de descubrimiento y 
rescate, Valladolid, Casa-Museo de Colón y Seminario Americanista 
de la Universidad de Valladolid, 1981
2 Carmen Gómez Pérez. Apuntes sobre la sociedad y la vida 
cotidiana en Cartagena de Indias, 1533 – 1580 (en prensa). Agradezco 
a la Dra. Gómez me haya permitido consultar el borrador de este 
nuevo libro para completar el presente trabajo.
3 Barú
4 Real Provisión para que los indios caribes se puedan tomar 
por esclavos. 30 de octubre de 1503. AGI, Indiferente General, 418, 
Libro 3, fol.211v. Recogido por Richard Konetzke, Colección de 
Documentos para la Historia de la Formación Social de Hispanoamé-
rica, 1493 – 1810, vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones 
Científicas, 1953: 31 – 33.
28 a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
que se organizaron para recorrer la zona ninguna pre-
tendía establecer un asentamiento sólido y menos aún 
buscar un aprovechamiento económico que permitiera 
evolucionar desde esa economía de rescate hasta un 
modelo económico más estable. Todas ellas, además, 
se encontraron con un gran inconveniente, que se 
convertiría en una constante: la falta de alimentos y, en 
consecuencia, la aparición del hambre que en algunas 
ocasiones puso a los españoles en más de un apuro.
De las expediciones anteriores a la definitiva de 
Pedro de Heredia5, se tienen pocos datos referidos a los 
productos llevados en los barcos. En líneas generales, 
los barcos iban cargados de vino, bizcocho, aceite, carne 
salada, pescados varios, quesos, legumbres, huevos, 
así como algunos animales vivos para ser sacrificados 
durante la travesía con el fin de contar con carne fresca 
para los tripulantes y alguna fruta, empleados tanto 
para la alimentación del pasaje como para el sustento de 
los hombres una vez desembarcados y para el comercio 
con las incipientes ciudades americanas6. 
De entre los pocos datos que conocemos sobre el 
abastecimiento de estas primeras expediciones, se sabe, 
por ejemplo, que en la primera expedición de Alonso 
de Ojeda, los españoles hicieron una primera escala en 
la isla de Lanzarote, con la intención de aprovisionarse 
de bastimentos en casa de Doña Inés Peraza, aunque la 
hallaron cerrada. Aún así entraron en la casa y tomaron 
aquellas cosas que consideraron necesarias: pipas, cal-
deras, pez y sebo, jarcias, madera y cebada, entre otras7. 
El viaje de Rodrigo de Bastidas a la región, que partió 
de España el 15 de junio de 1500 y llegó a Cartagena al 
año siguiente, se aprovisionó en La Gomera de deter-
minados bastimentos como leña, carne, agua, quesos y 
otros alimentos8. Durante el recorrido, Bastidas rescató 
todas las mercadurías posibles, para vender luego en las 
islas y regresó a La Española.
Hasta el año 1508 no se tienen nuevas noticias 
fiables sobre la llegada de españoles a la costa colom-
biana. El 9 de junio de ese año, la Corona capitulaba 
con Alonso de Ojeda y con Diego de Nicuesa la 
colonización de Tierra Firme. A Ojeda le concedía 
la zona desde el Golfo de Urabá hacia el Cabo de la 
Vela, la cual incluía Cartagena, dándole el nombre de 
Nueva Andalucía, mientras que para Nicuesa quedaba 
la gobernación de Castilla del Oro, desde el Golfo de 
Urabá hacia el occidente, ambas divididas por el río 
Darién. Los capitulantes obtuvieron por parte de la 
Corona libertad para tomar indios esclavos del puerto 
de Cartagena y de las islas de Barú, San Bernardo e isla 
Fuerte para llevarlos a La Española9. 
Sin embargo, ambas expediciones resultaron un 
auténtico fracaso debido a los enfrentamientos que 
mantuvieron no sólo contra los indios, sino también 
contra el hambre y las enfermedades que acabaron con 
un buen número de hombres. Tras un duro enfrenta-
miento con los indios de Turbaco, que le costó la vida 
entre otros a Juan de la Cosa, Ojeda marchó hacia el 
oriente con el fin de afianzar los límites de su gober-
nación y llegado al Golfo de Urabá en 151010 fundó la 
primera ciudad de San Sebastián, donde estuvo varios 
meses en los que pasó mucha necesidad. Los indios 
además se mostraron muy reacios a la presencia de los 
españoles y tuvieron muchos enfrentamientos. Todos 
los días, Ojeda y sus hombres organizaban expediciones 
para saquear los pueblos cercanos y tomar alimentos 
con los que poder mantenerse. Sin embargo, algunas 
derrotas sufridas ante los indios los obligaban a retirarse 
y esconderse por varios días, dando lugar así a la apa-
rición del hambre y las enfermedades, que fueron de 
algún modo aliviadas con la llegada de un barco cargado 
de bastimentos desde La Española, pero que pronto 
fueron consumidos11. A esta belicosidad indígena se 
5 Como expediciones confirmadas y tenidas por ciertas por 
los especialistas, se encuentran las de Alonso de Ojeda entre 1499 
y 1500, la de Rodrigo de Bastidas en 1500 y la de Ojeda y Diego 
de Nicuesa en 1508. 
6 Entre los principales estudios sobre el avituallamiento de 
los barcos destacan: Pablo Emilio Pérez-Mallaína, Los hombres del 
Océano, Sevilla, Diputación de Sevilla, 1992 y Mª del Carmen Mena 
García, Sevilla y las Flotas de Indias. La Gran Armada de Castilla 
del Oro (1513 – 1514), Sevilla, Universidad de Sevilla y Fundación 
El Monte, 1998.
7 Ramos, op. cit: 42.
8 Francisco Morales Padrón, Historia del Descubrimiento y 
Conquista de América, Madrid, Gredos, 1990: 149
9 Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y Natural 
de Las indias, Madrid, Atlas, 1959, Libro XVIII, capítulo III (tomo 
3: 137)
10 Morales Padrón, op. cit: 186
11 Joaquín de Acosta, Compendio Histórico del Descubrimiento 
y Conquista de la Nueva Granada [en línea].Publicación digital en 
la página web de la Biblioteca Luís Ángel Arango del Banco de la 
República: http://lablaa.org/blaavirtual/historia/descol/indice.htm 
[Fecha de consulta: 2 de febrero de 2006]
29a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
unió, como ya se ha visto, el hambre, pues se esperaba 
el arribo de un barco con mantenimientos capitaneado 
por Fernández de Enciso, pero como éste no llegaba, 
Ojeda embarcó rumbo a La Española, dejando en 
Urabá a Francisco Pizarro y a otros pobladores con 
órdenes expresas de que, si no regresaba, fletaran dos 
naos y marcharan a La Española. Una vez en Santo 
Domingo, Ojeda no pudo encontrar el barco de Enciso, 
porque ya había partido y decidió permanecer allí, 
donde murió a causa de una herida de la pierna12. 
Mientras, los españoles que habían quedado en 
Urabá con Pizarro pasaron muy malos momentos 
debido a los enfrentamientos con los indios y el 
hambre, problemas ambos que obligaron a los espa-
ñoles a recoger hierbas y raíces que encontraban en 
los parajes cercanos para no morir de inanición. Sin 
embargo, algunos encontraban igualmente la muerte 
por tomar algunos productos que resultaron vene-
nosos13, de manera que decidieron fletar dos barcos y 
regresar a Santo Domingo. Por el camino, encontraron 
los restos de la nao de Enciso encallada en unos bajos, 
lo recogieron a él y a sus hombres y fueron camino al 
Itinerario de la expedición de Rodrigo de Bastidas, 1500 (Ramos, pp.160-161)
12 Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVII, capítulo IV 
(tomo 3: 142)
13 Pedro Cieza de León, La Crónica del Perú, Buenos Aires, 
Espasa – Calpe, 1945: 58
30 a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
Darién para intentar obtener oro y alimentos, abando-
nando así el primer asentamiento español de Urabá. En 
el Darién, se encontraron con los supervivientes de la 
expedición de Nicuesa, que también habían sufrido los 
fieros ataques del hambre durante su recorrido por las 
costas de Veragua, Portobelo y Nombre de Dios14 y el 
auxilio que necesitaban pues los indios que habitaban 
la zona eran agricultores, fundando la ciudad de Santa 
María de la Antigua en 1510, sobre un antiguo poblado 
indígena15. Como puede verse, el fenómeno de la crisis 
alimentaria no fue exclusivo de Cartagena y todas las 
primeras expediciones hacia las tierras americanas lo 
sufrieron en mayor o menor medida. El nuevo gober-
nador de la zona, Pedrarias Dávila16, organizó varias 
expediciones a la antigua gobernación de Ojeda, sin 
conseguir éxito en ninguna de ellas, y obteniendo, 
como único resultado, la muerte de muchos hombres 
y ningún rastro de riquezas17. 
Pero como ya se ha comentado, Cartagena no fue 
sólo tierra de rescates, sino también centro de captura 
de los indios, que posteriormente eran vendidos en 
las Antillas para trabajar en los trapiches e ingenios de 
azúcar o en el servicio doméstico. Tal vez el episodio 
más importante que confirma este hecho fue la entrada 
que Rodrigo de Bastidas, convertido ya en gobernador 
de Santa Marta, efectuó a las tierras cartageneras en 
1525, saqueando la isla de Carex y tomando como pri-
sioneros a más de 500 indios que fueron vendidos como 
esclavos en las islas18. No fue éste el único caso en que 
los españoles, ya avanzado el siglo XVI, se enriquecieron 
con la venta de esclavos indios. En 1538, el Licenciado 
Juan de Santa Cruz investigó una acusación vertida 
contra Juan de Vadillo, por haber vendido masivamente 
indios como esclavos. Y en la década de 1520, Nuño 
Beltrán de Guzmán había llegado a cambiar indios del 
Panuco (México) por caballos19. 
Las sucesivas expediciones, que tuvieron lugar entre 
1526 y 1527, con salida de La Española hacia Santa 
Marta y Cartagena, siguieron teniendo como único 
objetivo obtener riquezas y capturar esclavos y no la 
colonización del territorio20.
2.- El problema de la alimentación en la 
Conquista de Cartagena 
El 5 de agosto de 1532 se firmaba en Medina del 
Campo la primera Capitulación con Pedro de Here-
dia21. Entre las numerosas cláusulas que dicha capitu-
lación contenía, las más relevantes para este trabajo 
son aquellas que buscaban promocionar el desarrollo 
agrícola y ganadero de la nueva gobernación. Desta-
camos la concesión de la facultad para efectuar un 
repartimiento de tierras, y las prerrogativas concedidas 
para la construcción del primer ingenio de azúcar en la 
gobernación. En este sentido, la Capitulación firmada 
con Pedro de Heredia no difería mucho de otras dadas 
con anterioridad, como la establecida con Antonio de 
Sedeño para la isla Trinidad, la cual tuvo como referen-
cia22, y parece que sirvió de base para otras posteriores, 
como las de Jerónimo de Aguayo para el Amazonas 
y el Orinoco en 1552, o la de Juan de Irala en 1556, 
puesto que en ellas se recogían las mismas premisas 
y mandatos de la Corona sobre el establecimiento de 
ingenios y granjerías23. En las capitulaciones de Sedeño 
y Heredia el texto referente al reparto de tierras y a la 
14 Gómez, op. cit. 
15 Carmen Mena García, “La frontera del hambre: constru-
yendo el espacio histórico del Darién”, en Revista Mesoamérica, nº 
45, enero – diciembre de 2003: 48
16 Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVII, capítulo IV 
(tomo 3: 143)
17 Carmen Gómez Pérez, Pedro de Heredia y Cartagena de 
Indias, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984: 7
18 Probanza hecha contra Rodrigo de Bastidas. Santa Marta, 
7 de junio de 1527. AGI, Justicia, 1123, L.1, fol.6. Recogido por 
Juan Friede, Colección de Documentos Inéditos para la Historia de 
Colombia, tomo 1, Bogotá, Academia Colombiana de la Historia, 
1955 – 1960, p.230. Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVI, 
capítulo III (tomo 3, p. 67). El cronista explica en su obra que este 
episodio fue el causante de que perdiera su condición de Gober-
nador de Cartagena, a pesar, como él mismo dice, que nunca llegó 
a estar en ella. 
19 Agradezco a la Dra. Justina Sarabia, Profesora Titular del 
departamento de Historia de América de la Universidad de Sevilla, 
la aportación de este dato sobre los actos de Nuño de Guzmán en 
Panuco.
20 Gómez, Pedro de Heredia…: 9
21 Capitulación con Pedro de Heredia. Medina del Campo, 5 
de agosto de 1532. AGI, Indiferente General, 415, fols. 65 a 68.
22 Carta del Consejo de Indias al Rey. Medina del Campo, 
3 de diciembre de 1531. AGI, Indiferente General, 737. Recogido 
por Friede. op. cit., tomo 2: 243
23 Justo L. del Río Moreno, Los inicios de la agricultura europea 
en el Nuevo Mundo, 1492-1542, Sevilla, ASAJA-Sevilla, Caja Rural 
de Huelva y Caja Rural de Sevilla, 1991: 325
31a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
construcción de ingenios es idéntico:
… Habido respeto a los gastos que en lo susodicho 
se ofrecieren e a la voluntad de nos servir con que a 
aquellos os movéis es nuestra merced e voluntad que 
habiendo disposición en la dicha ysla24, tengáis en ella 
todas las granjerías así de ganados y labranzas y todas 
las otras cosas que tienen en la dicha ysla Española e 
San Juan… e ocupar todas las tierras que para esto fuera 
menester. E así mismo al primero ingenio de azúcar que 
hiciésedes en la dicha ysla25 sea libre por vuestra vida y 
la de un heredero de todos los pechos e derechos. E que 
así mismo para el dicho ingenio podáis llevar de estos 
reinos e de las Yndias todas las herramientas de hierro 
que sean necesarias sin pagar derechos de Almojarifazgo 
no otros derechos e de todo lo demás necesario al dicho 
ingenio hasta estar acabado para moler de herramien-
tas e otros materiales e que los otros ingenios que se 
hiciesen en la dicha ysla tengan la libertad que tienen 
los de la ysla Española26…
Este punto de la Capitulación nos demuestra que 
las intenciones de la Corona iban más allá de la mera 
obtención de riquezas, como había ocurrido en otras 
ocasiones, premiando al conquistador el intento de 
establecer una colonización más o menos permanenteen el territorio. El modelo elegido para esta ocupación 
estable de las nuevas tierras fue el de la Isla Española, 
es decir, un asentamiento español sobre las bases eco-
nómicas de los ingenios de azúcar, además de la cría 
de ganado y otras actividades. Pedro de Heredia poseía 
un trapiche de azúcar en la villa de Azua, en la isla de 
La Española, y otros muchos capitulantes eran señores 
de ingenios en las islas. En este sentido, el deseo de la 
Corona fue trasplantar este sistema económico, que 
generaba ingresos para ella, asegurando también un 
modo de subsistencia para los nuevos pobladores. Sin 
embargo, durante los primeros años del asentamiento 
español en Cartagena, las intenciones de la Corona 
tuvieron poca repercusión, pues sin duda alguna resul-
taba mucho más rentable continuar con las inversiones 
en Santo Domingo como hizo, según Justo del Río, 
Heredia con su trapiche en Azua, sin que haya cons-
tancia documental de que explotara ingenio alguno 
en Cartagena y se dedicó sobre todo al rescate casi 
de manera compulsiva27. Por este motivo, la Corona 
remitió dos reales cédulas el 7 de diciembre de 1537 y 
el 26 de septiembre de 1539, respectivamente, al Licen-
ciado Juan de Santa Cruz, por entonces gobernador de 
Cartagena, autorizándole a llevar cañas de azúcar a la 
gobernación y plantarlas allí28, y ordenándole al Obispo 
de Cartagena que proveyera todo lo necesario, incluida 
la concesión de tierras, para la creación de un ingenio 
de azúcar en Turbaco29. 
La expedición de Pedro de Heredia, que zarpó de 
Sanlúcar de Barrameda el 29 de septiembre de 153230, 
llegó a la isla de La Gomera el 11 de octubre, donde 
permaneció varios días tratando de conseguir víveres 
en dicha isla y en la vecina La Palma. De allí fueron 
rumbo a Puerto Rico, donde se produjo una primera 
incorporación de hombres a la hueste, hombres que 
habían quedado en la isla tras la fracasada expedición 
de Sebastián Caboto al Río de la Plata. La siguiente 
escala fue Azua, en Santo Domingo donde, como ya se 
ha comentado, Heredia poseía un ingenio de azúcar en 
sociedad con Damián de Peralta, y donde se produjo un 
nuevo aumento del contingente humano, procedente 
al parecer de las huestes de Diego de Ordaz y Sedeño31. 
Las escalas de este viaje fueron igualmente aprovecha-
das para reponer alimentos y bastimentos, sobre todo 
caballos, cuyos gastos fueron sufragados con la venta 
de esclavos indios32.
Desde el mismo momento en que los españoles 
desembarcaron en Cartagena, se encontraron con un 
enorme problema: la falta de agua. Un problema del 
que el propio Heredia fue consciente al atracar en Cara-
mari, por lo cual decidió reconocer las zonas próximas 
24 En la Capitulación de Heredia dice “en la dicha tierra”
25 En la Capitulación de Heredia dice “en la dicha provin-
cia”
26 Asiento y Capitulación con Antonio Sedeño. Madrid, 12 
de julio de 1530. AGI, Patronato, 18, N.9, R.1
27 Del Río Moreno, Los inicios de la agricultura…, p. 327.
28 Cédula al Licenciado Santa Cruz. Valladolid, 7 de diciembre 
de 1537. AGI, Santa Fe, 987, Libro 2, fol.26v. Recogido por Friede, 
op. cit., tomo 4: 272
29 Cédula al Obispo de Cartagena. 26 de septiembre de 1539. 
AGI, Santa fe, 987, Libro 2, fol.87. Ibíd., tomo 5: 246
30 Gómez, Pedro de Heredia: 31
31 Ibid.: 32
32 Justo del Río Moreno, Guerreros y ganaderos. Caballos y 
équidos españoles en la conquista y colonización de América, Sevilla, 
ASAJA- Sevilla, 1992: 129
32 a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
en busca del lugar más adecuado para el establecimiento 
de la ciudad principal “porque en toda esta bahía no 
se ha podido hallar agua que corra”33, a pesar de que 
finalmente la ciudad se emplazaría en el primer lugar 
establecido. La falta de agua sería un problema que per-
seguiría a la ciudad durante todo el siglo XVI. En 1536, 
Juan de Vadillo informaba de la necesidad de cambiar 
la ubicación de la ciudad a un lugar “sin tanta falta de 
agua”. De igual modo se expresaron algunos de los veci-
nos principales de la ciudad en 1537, que presentaron 
dos alternativas: cambiar la ciudad de emplazamiento 
o bien construir un canal que sirviese para llevar agua 
a la ciudad que ya estaba establecida. El primer intento 
de trasladar agua a la ciudad desde el arroyo Matute 
fracasó porque el Consejo de Indias no respondió ni 
afirmativa ni negativamente a esta solicitud y la ciudad 
tuvo que subsistir con el agua almacenada en pozos y 
aljibes, llamados jagüeyes. Y más avanzado el siglo, en 
1565, el tema del agua seguía creando polémica. Ese año 
se dio aprobación para la construcción de un canal que 
trasladara agua a la ciudad y así parecía que se iba a 
hacer, pues un año más tarde se estableció un impuesto 
especial, o sisa, sobre determinadas mercancías que 
llegaban a la ciudad, que ayudara a sufragar dicho 
traslado desde Turbaco. Sin embargo, surgieron muchas 
voces discordantes, pues según los comerciantes de 
Santa Fe el impuesto no iba a parar directamente a las 
obras del canal, sino a los bolsillos de algunos vecinos, 
acusación que siempre fue rechazada desde Cartagena. 
A pesar de todo el impuesto volvió a subir en 1583 a 
razón de dos pesos por cada negro de servicio o esclavo 
que llegara a la ciudad, medio peso por cada pipa de 
vino y un uno por ciento del valor de cada una de las 
demás mercancías, “a excepción de la carne, cuyo precio 
en la ciudad ya era suficientemente alto”34. Las constantes 
subidas de los impuestos no agradaban a todos y un 
grupo de vecinos se quejaba en 1585 de que las obras 
del canal de Turbaco no acabarían nunca y sólo servían 
para enriquecer a unos cuantos vecinos influyentes. 
Finalmente, el canal nunca se terminó. Durante la 
colonia, el proyecto del mismo se quedó en una gran 
cantidad de disputas, bien con la Audiencia de Santa Fe, 
bien entre los propios pobladores, muchos de los cuales 
aumentaron sus riquezas con el dinero recaudado de 
los impuestos. Y la ciudad continuó abasteciéndose de 
agua como la había estado haciendo desde que llegara 
a ella Pedro de Heredia en 1532.
Sin embargo, la falta de agua no fue sino de uno 
más de los problemas que la hueste de Don Pedro 
encontró a su llegada a la bahía de Cartagena. Tras 
desembarcar, Heredia organizó una expedición de 
reconocimiento del terreno en busca del lugar más 
apropiado para asentarse y fue entonces cuando comen-
zaron los problemas derivados de la falta de alimentos. 
En busca de zonas ricas en oro, Heredia y sus hombres 
anduvieron una buena parte de la gobernación en busca 
de rescates con los indígenas, pero en muchas ocasiones, 
y a falta del ansiado metal, no tuvieron más remedio 
que aceptar el rescate de alimentos. En el pueblo de 
Canapote, Heredia no permitió que sus hombres 
tomaran de dicho pueblo nada que no fuera comida 
que, en palabras del cronista Fernández de Oviedo, 
era cosa que no se podía excusar35. Sin duda, la sombra 
del hambre ya había hecho aparición. Posteriormente 
siguieron reconociendo el terreno, pero debido a las 
malas condiciones de la tierra, plagada de ciénagas, 
estancos y atolladeros, se encaminaron hacia Turbaco, 
donde tuvieron el primer encuentro armado con los 
naturales. 
Una vez repuestos de este enfrentamiento, Pedro 
de Heredia y sus hombres continuaron su camino, 
pasando por Tegoa donde encontraron maíz, pescados, 
gallinas y otros alimentos, así como mucha agua, y por 
Chagoapo, donde los indios les obsequiaron con más 
alimentos. El cronista Oviedo describe que en el camino 
hacia Zamba, llegaron a un lugar en el que encontra-
ron agua potable, algo “que no fue poco placer para su 
gente, y socorro grande de su sed, y a la de sus caballos, 
porque desde Calamar hasta allí no la había hallado ni 
habían bebido”36. Posteriormente, pasaron por Zamba, 
lugar que Heredia no consideró apto para asentarse de 
manera estable, “porque el puerto es bajo a la entrada 
que no tiene más de braza y media, y aunque es la más 
33 Carmen Gómez Pérez, “La ciudadsin agua. Los poderes 
públicos y el canal de Turbaco a fines del siglo XVI”, en Revista 
Historia y Cultura, nº 4. Cartagena de Indias, Facultad de Ciencias 
Humanas, Universidad de Cartagena, , diciembre de 1996: 290 
– 292 
34 Ibid., p.306
35 Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVII, capítulo V 
(tomo 3, p.145)
36 Ibid., Libro XVII, capítulo VI (Tomo 3: 149 – 150)
33a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
fértil tierra que hay en el mundo y más poblada, no hay 
buena disposición para hacer un pueblo”37. Desde allí el 
gobernador envió a sus hombres por las zonas próximas 
en busca de alimentos y de alianzas con los indios. En 
algunos pueblos fueron acogidos pacíficamente, reci-
biendo de los indios oro y comidas con que sustentarse. 
Éste fue el caso de Mangoa, primer pueblo en el que 
según Fernández de Oviedo los españoles recibieron 
oro y fueron agasajados con aves, pescados, pan, vino 
y yuca. Similares situaciones se dieron en otros asen-
tamientos indígenas: Calapa, donde les dieron oro y 
comida, Milto, Migagar, Carnapacoa, Timiriguaco…38. 
Un momento realmente importante fue el vivido por 
los españoles cuando el cacique de Zipacua les envió, 
una vez firmada la paz, hasta 400 “viejas” cargadas con 
maíz, carne de monte y otras comidas39.
Posiblemente fue durante las expediciones al 
Cenú y la extracción del oro de sus sepulturas cuando 
los españoles sufrieron con más fuerza el aguijón del 
hambre. Bien abundantes son las referencias docu-
mentales sobre las penalidades que los conquistadores 
sufrieron pasaron en aquella tierra. En una probanza 
presentada por Pedro de Heredia en 1534, el gober-
nador se mostró particularmente comunicativo en lo 
referente a la primera entrada al cementerio del Cenú 
“para yr en descubrimiento y busca de las provincias del 
Perú”. Heredia relata que pasaron muchas penalidades 
y se les murieron algunos caballos y dos negros de los 
diez que llevaba40, hecho corroborado por varios de 
los testigos presentados por el gobernador, entre ellos, 
Gómez Becerra, Juan de Villoria, Alonso López de 
Ayala, Alonso de Montemayor y Alonso de Saavedra. 
Sin duda alguna, el testimonio más esclarecedor fue 
presentado por Francisco de Logroño:
… que fue este testigo a la dicha entrada e que sabe que 
ningunos cristianos hasta hoy padecieron tantos e tan 
grandes trabajos como ellos de hambre e de sed e frío e 
sierras e que este testigo vio quedar helados en una sierra 
más de diez personas e muchos caballos despeñados… 
e que no eran caídos los caballos cuando eran comidos 
de los cristianos que cosa ninguna se dejaba de comer 
hasta las tripas…41
Otros testimonios elocuentes proceden de las 
jornadas a las sierras de Abreba, donde “se pasó mucho 
trabajo de hambre de manera que se perdieron más de 
sesenta cristianos”42. Esto, unido a la dificultad del 
terreno y a las abundantes lluvias, hizo al gobernador 
desistir de su propósito y tomar la decisión de retornar 
al Cenú43. 
Sin embargo, la vuelta al Cenú no hizo sino 
aumentar el cada vez más creciente descontento de los 
hombres hacia el gobernador. Una vez allí, Pedro de 
Heredia se negó al requerimiento de algunos españoles 
de fundar una población en el Cenú, argumentando 
la escasez de alimentos de la tierra44. Con esta misma 
excusa, además, mandó desde el Cenú a algunos hom-
bres a buscar alimentos por las zonas cercanas, pues la 
situación no era precisamente favorable, hasta el punto 
que, debido a la falta de comida, los españoles a veces 
llegaban a cambiar por un puñado de maíz todo el oro 
extraído durante varios días. Se da la circunstancia de 
que este hecho fue promovido por el propio goberna-
dor, a quien se acusó de favorecer a los indios, a los 
que recomendó que no diesen mantenimiento ninguno 
a los españoles si éstos no se lo pagaban, de manera 
que obligaba a los conquistadores a renunciar al botín 
que legalmente les pertenecía si no querían morir de 
hambre45. Algunos de los hombres que Heredia envió 
a recorrer las zonas cercanas, capitaneados por Alonso 
de Heredia, tuvieron que regresar al Cenú desde las 
sabanas de Ayapel, de donde llegaron “rotos, flacos y 
amarillos”, tras un duro viaje en el que para sobrevivir 
se alimentaban de guazumas, una fruta seca y de mal 
sabor, que a veces los hacía vomitar, y en el que tuvie-
37 Carta de Pedro de Heredia al Rey. S/F. AGI, Santa Fe, 37, 
R.1, N.3 
38 Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XVII, capítulo VII 
(Tomo 3: 155 – 158)
39 Juan de Castellanos, Historia de Cartagena, Bogotá, Biblio-
teca Popular de Cultura Colombiana, 1942: 51
40 Expediente de Pedro de Heredia para la solicitud de salario. 
Probanza de Pedro de Heredia. Cartagena, 10 de diciembre de 1534. 
AGI, Santa Fe, 37, R.1, N.1
41 Ibid. Declaración de Francisco de Logroño.
42 Carta de Pedro de Heredia al rey. Cartagena, 25 de enero 
de 1535. AGI, Santa Fe, 187, fols.8 a 10
43 Castellanos, op. cit., p.68
44 Ibid., p.72
45 Primer Juicio de residencia de Pedro de Heredia. Relación 
de los hechos probados contra Pedro de Heredia. 31 de marzo de 
1536. AGI, Justicia, 523, fol.527 
34 a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
ron que matar algunos caballos que, en muchos casos, 
eran el único alimento de que disponían, sin desechar 
ninguna parte de los mismos, de forma que, según Juan 
de Castellanos, la desesperación de los españoles llegó 
a un punto en el que “al repartir las partes del caballo 
en él no se hallaba cosa fea sin desecharse pie, tripa, ni 
callo, ni cuero ni juntura de manera que cuecen en ollas 
el genital tallo”46.
No obstante, parece que no sólo fueron los indios 
los más beneficiados por el gobernador ya que una 
de las más graves acusaciones que se le imputaron a 
Heredia fue el reparto de los alimentos obtenidos por 
los miembros de su hueste, a raíz de los crecientes 
apuros económicos. Heredia, obviando el hambre y 
la necesidad de sus hombres, repartió descaradamente 
los alimentos entre sus negros de confianza, que se 
encontraban extrayendo oro de las sepulturas. En 
los interrogatorios del primer juicio de residencia al 
gobernador, las declaraciones de muchos de los testigos 
fueron bien explícitas al respecto. Gonzalo Sánchez, 
por ejemplo, declaró que los españoles habían recogido 
más de 700 fanegas de maíz para llevarlas al Cenú, y 
una vez en el cementerio, el gobernador y su hermano 
se apropiaron de ellas y las guardaron en un bohío, 
repartiéndolas entre sus negros: hasta 6 bollos de maíz 
a cada uno para comer y para cenar, mientras que a los 
conquistadores sólo les daba un bollo o bollo y medio, 
y eso, si estaban enfermos; a los sanos, ni siquiera eso47. 
En los mismos términos se expresaban otros vecinos 
como Pedro Ordóñez de Peñalosa, Alonso de Cáceres, 
Juan Velázquez, Juan Estrada y Antón Gallego, muchos 
de los cuales llegaron a denunciar que los negros les 
vendían a los españoles las sobras de las comidas que 
el gobernador les daba. De hecho, gran parte de los 
interrogatorios de los dos primeros juicios de residen-
cia de Pedro de Heredia estaban relacionados con la 
hambruna generalizada de la hueste y con la directa 
responsabilidad del gobernador. 
A todo ello habría que sumar una nueva incorpo-
ración masiva de gente, el grupo de Rodrigo Durán, en 
noviembre de 1534. La superpoblación a la que se vio 
sometida la gobernación agravó, sin duda, el ya difícil 
sostenimiento de los españoles. El gobernador, en un 
intento por solucionar esta situación, organizó varias 
expediciones a recorrer la zona en busca de alimentos. 
En una de ellas, la dirigida por Alonso de Heredia, se 
llegó hasta Urabá, donde se fundó la ciudad de San 
Sebastián de Buena Vista48, en una zona rica y fértil, 
que sería, según los oficiales reales, de gran beneficio a la 
gobernación, por ser “tierra de buena disposición y haber 
46 Castellanos, op. cit., pp.84 – 87 
47 Primer Juicio de Residencia de Pedro de Heredia. Declara-
ciones de los testigosde la acusación. AGI, Justicia, 521, fol.75
48 Pedro Simón, Noticias Historiales de las conquistas de Tierra 
Firme en las Indias Occidentales, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 
1981, tomo 5: 149 – 150. El cronista Juan de Castellanos afirma 
que en ese viaje, Alonso de Heredia y sus hombres llegaron a un 
lugar llamado Las Balsillas, fundando un pueblo de españoles que 
desde entonces se llamó Santiago de Tolú. Sin embargo, se sabe 
por la relación de méritos y servicios de Cebrián de Moreta, que 
la fundación oficial de Tolú tuvo lugar a fines del año 1537, en 
tiempos del gobernador Juan de Vadillo. Esta es una de las muchas 
afirmaciones que demuestran que las declaraciones de los cronistas 
son, cuando menos, dudosas. Relación de méritos y servicios de 
Cebrián de Moreta. 1579. AGI, Patronato, 123, R.14
Expediciones en Cartagena durante el Primer 
Gobierno de Pedro de Heredia, 1533-1536 
(Gómez, Pedro de Heredia…, p.47)
35a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
en ella manera para criar ganados vacunos y ovejunos y 
puercos y hacer los cristianos españoles estancias para tener 
sus labranzas”49. A pesar del éxito de esta expedición, 
algunos de los testigos dudaron de las “buenas” inten-
ciones del gobernador. En el interrogatorio de cargo, 
celebrado el día 9 de mayo de 1537, Gabriel Pajes, vecino 
y conquistador afirmó que Heredia había mandado a 
la gente a Urabá con el fin de quedarse solo en el Cenú 
y de que los españoles no se comieran el maíz que allí 
había50. Sin duda, una muestra más de la inestabilidad 
de la región y de las graves carencias económicas, favo-
recidas además por la improvisación de la conquista y 
por el interés desmesurado por los rescates del Cenú. 
La obsesión de la ganancia fácil y rápida impedía una 
organización del territorio, que seguramente hubiera 
paliado estos episodios de hambre y, en consecuencia, 
el descontento masivo del grupo conquistador. 
Mientras, las cosas en la ciudad de Cartagena no 
iban mucho mejor que en el Cenú. Era realmente difí-
cil que las ínfimas fortunas de los españoles pudieran 
hacer frente al encarecimiento de los productos básicos 
para la subsistencia. Fueron muchas las informaciones 
que sobre el costo de la vida se enviaban a España. Por 
medio de ellas se puede conocer aproximadamente 
el precio de los alimentos en el mercado cartagenero 
y el notable incremento de los mismos cuando eran 
vendidos en el resto de la gobernación. En la ciudad, 
concretamente, una pipa de harina costaba treinta 
castellanos, alcanzando más de cuarenta si era de vino. 
Pues bien, ninguno de estos productos podía comprarse 
en el Cenú por menos de cincuenta castellanos de oro. 
Y lo mismo ocurría con otros alimentos, como la carne 
salada de cerdo, de la que si una arroba costaba entre 
cinco y seis pesos en Cartagena, en el Cenú su precio 
aumentaba hasta diez, o la carne fresca que costaba un 
peso en el Cenú y entre cuatro y cinco reales en Carta-
gena. Por su parte, un quintal de bizcocho costaba entre 
once y trece pesos en Cartagena y hasta veintiocho en 
el Cenú; los huevos se vendían por unidades a medio 
real la unidad, los pollos por un ducado la pieza y cada 
gallina que se compraba costaba dos pesos51. 
Pero además, todos los productos necesarios para 
la subsistencia de los habitantes de la nueva gober-
nación, a excepción de los propios de la tierra, maíz, 
yuca, algunos frutales, etc., tenían que ser importados 
desde La Española y Puerto Rico. Lógicamente los 
comerciantes de las islas convirtieron estas ventas en 
lucrativos negocios, elevando los precios hasta cotas que 
pocos en Cartagena podían permitirse. De hecho, los 
oficiales reales, en una carta a la Corona en mayo de 
1535, hacían una extensa relación de las penurias que 
la gente había pasado en el Cenú hasta el punto de 
que muchos estaban muriendo de hambre y de sed. Al 
mismo tiempo solicitaban un aumento de su salario, 
pues el que tenían no era suficiente para sobrevivir en 
tales circunstancias52.
Sin duda, la masiva llegada de gente, los problemas 
para acceder a una alimentación adecuada, el progre-
sivo endeudamiento de los habitantes y los abusos del 
gobernador, provocaron una rápida despoblación de 
la gobernación. En 1535, el propio Heredia decía que 
“todos están endeudados en caballos y bastimentos en 
muchos pesos de oro… muchos se han ido por no poder 
pagar las dichas deudas”53. De nuevo, las acusaciones 
vertidas contra el gobernador en su juicio de residen-
cia y los cargos a él imputados apuntan a este hecho. 
Durante la pesquisa secreta, hombres de importancia 
como Gonzalo Sánchez, el alcalde Pedro Ordóñez de 
Peñalosa, el capitán Alonso de Cáceres o el veedor Juan 
Velázquez culparon a Heredia de la despoblación que 
la gobernación estaba sufriendo, porque los españoles 
no tenían con qué mantenerse (ni oro ni alimentos), 
llegando a tal estado de desesperación que algunos 
de ellos se alzaron, tomaron dos navíos del puerto 
de Cartagena y abandonaron la tierra54. Igualmente, 
algunos miembros de la hueste de Pedro de Heredia 
49 Carta de los oficiales reales de Cartagena al rey. Cartagena, 
5 de abril de 1536. AGI, Santa Fe, 187, fols. 23 – 24 
50 Primer Juicio de Residencia de Pedro de Heredia. Declara-
ciones de los testigos de cargo. AGI, Justicia, 522, fol.64
51 Los datos de los precios de los productos en la Gobernación 
de Cartagena han sido recogidos de varias informaciones dadas 
por los oficiales reales, el gobernador y el Obispo: Información 
de Alonso de Saavedra. 1537. AGI, Santa Fe, 122, N.6. El Obispo 
de Cartagena al Rey. 31 de mayo de 1535. AGI, Justicia, 1123. Carta 
de Pedro de Heredia al Rey. 25 de noviembre de 1535. AGI, Santa 
Fe, 37, N.2. 
52 Carta de los oficiales reales al Rey. Cartagena, 27 de mayo 
de 1535. AGI, Santa Fe, 187, fols. 4 – 6 
53 Probanza de Pedro de Heredia ante Alonso de Bejines. Car-
tagena, 24 de noviembre de 1535. AGI, Patronato, 50, N.6, R.4
54 Primer Juicio de Residencia de Pedro de Heredia. Decla-
raciones de los testigos. AGI, Justicia, 521.
36 a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
solicitaron al rey una mejora de su situación econó-
mica, pues habían tenido que gastar mucho dinero 
en comprar caballos y otras vituallas para las entradas 
que se hicieron en el territorio55. Para completar este 
nefasto panorama, a medida que el tiempo iba pasando, 
las evidencias de que la tierra, en muchas zonas, no 
era la adecuada para su población eran cada vez más 
evidentes, como lo denunció Martín de Guzmán en 
153556. No sólo las expectativas se habían difuminado 
en el Cenú, sino que, además, la tierra no parecía 
tener mucho futuro. Por ello, no fue raro que muchos 
de los hombres llegados con Durán o posteriormente 
con Juan del Junco, alentados por la fama de riqueza 
de la zona, abandonaran la tierra al poco tiempo de 
llegar a ella, motivo por el cual su rastro se pierde en 
la documentación consultada57.
La situación era tan crítica y las quejas tan abun-
dantes, “de Cartagena tenemos nueva de que ha perecido 
mucha gente de la venida de Castilla, de hambres y enfer-
medades”58, que la Audiencia de Santo Domingo decidió 
enviar a Cartagena al Licenciado Dorantes para que 
tomara residencia a Pedro de Heredia porque “los espa-
ñoles se habían empezado a amotinar contra Heredia por 
su mala gobernación”, pero el barco en que el Licenciado 
viajaba a Cartagena naufragó a unas quinientas leguas 
de la bahía, por lo cual la Audiencia decidió enviar al 
oidor Juan de Vadillo, viejo conocido del gobernador 
Heredia, para que tomara la residencia59. Lo primero 
que el oidor hizo fue enviar a varios hombres a Urabá 
con la orden de prender al gobernador y su hermano y 
trasladarlos a Cartagena, donde los encarceló y confiscó 
todos sus bienes60.
Desde el mismo momento en que Juan de Vadillo 
se hizo cargo del gobierno de Cartagena, su principal 
obsesión fue encontrar nuevas tierras ricas en oro y 
alimentosque les permitieran sustentarse. Entre esas 
nuevas tierras se encontraban las minas de Buriticá, 
objeto de varias expediciones, capitaneadas por Juan 
Romero y por Francisco César. Ésta última estaba 
compuesta por ocho hombres de a caballo, cuarenta de 
a pie y hasta cincuenta caballos, de los cuales murieron 
siete por comerse unos bejucos venenosos61. Parece que 
los resultados no fueron excesivamente positivos en lo 
económico, pero sí en la ampliación de las fronteras del 
territorio explorado por los conquistadores que bien 
podían haber ofrecido alternativas a la superpoblación 
que la gobernación estaba viviendo.
El gobierno de Vadillo estuvo marcado por las 
mismas circunstancias que el de Pedro de Heredia: 
superpoblación, falta de alimentos y, en consecuencia, 
masiva huida de las tierras. La expedición al Río San 
Jorge, cuyo punto de partida fue el Cenú, resultó un 
nuevo fracaso ya que el hambre y las hostilidades de los 
indios obligaron a los españoles a retroceder, después de 
un mes “sin tener nada que comer por haberse acabado 
los bastimentos y comido los caballos e padecieron mucha 
hambre e tanto que estuvieron a punto de muerte”62. 
Además, Vadillo decidió enviar a Urabá un barco 
con alimentos y otros mantenimientos, porque allí 
no tenían que comer, y muchos habían abandonado 
la provincia atraídos por las noticias que llegaban del 
Perú. Argumentaba el juez que, al no haber una fun-
dición de oro, los mercaderes no iban a aquella tierra 
y esa era la causa de aquella falta de mantenimientos. 
De Urabá, sin embargo, el visitador alababa su buena 
disposición, una zona llana cerca del mar, un lugar tan 
sano “que ninguno adolecía e con no comer sino palmitos 
tenían tan buena color como los que venían de Castilla”, 
y la comparaba con Cartagena donde no se podía criar 
ganado tan bien como en Urabá. Además, hizo plantar 
allí naranjos, limas, plátanos, granados y hortalizas que 
si hubieran sido plantados desde el principio habrían 
55 Testimonio de Juan de Elorriaga en Panamá. Panamá, 14 
de enero de 1537. AGI, Panamá, 61
56 Carta de Martín de Guzmán al Rey. Cartagena, 1535. AGI, 
Santa Fe, 122, R.1
57 Agradezco nuevamente a la Dra. Carmen Gómez que me 
haya facilitado este dato.
58 Carta de los oficiales de Santo Domingo al rey. Santo 
Domingo, 24 de julio de 1535. AGI, Santo Domingo, 49, R.6, 
N.40
59 Carta de los oficiales de Santo Domingo al Rey. 31 de 
diciembre de 1538. Recogido en la Colección de Documentos Inéditos 
relativos al Descubrimiento. Conquista y Organización de las antiguas 
posesiones españolas en América y Oceanía, sacados en su mayor parte 
del Real Archivo de Indias. Bajo la dirección de los Sres. D. Joaquín 
Pacheco, D. Luís Cárdenas y D. Luis Torres de Mendoza, Madrid, 
Imprenta Manuel B. de Quirós, 1864-1884, tomo 1: 555 – 556. 
60 Simón, op. cit., tomo 5, p.154
61 Carta del licenciado Vadillo al rey. Cartagena, 11 de febrero 
de 1537. AGI, Santo Domingo, 49, R.8, N.54
62 Relación de méritos y servicios de Cebrián de Moreta. 1579. 
AGI, Patronato, 123, R.14
37a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
dado de comer a la gente y la situación no habría llegado 
a se tan desesperada63.
No obstante, la gobernación seguía sin tener 
capacidad de autoabastecerse de ciertos alimentos. En 
una carta de Vadillo, se hacía referencia a una merced 
concedida por la Corona, que había ordenado a los 
oficiales de Jamaica que enviaran quinientas vacas a 
Cartagena, para el mantenimiento de los pobladores. 
Sin embargo, el oidor informaba que el flete de cada 
animal costaría no menos de veinte pesos, por lo que el 
traslado de todos subiría hasta los 10.000 pesos. Vadillo 
solicitaba que esa cantidad fuera remitida en oro, pues 
además la dificultad de la tierra hacía muy difícil la cría 
de ganado, a no ser que éste se enviara a Cenú o Urabá 
lo cual incrementaría enormemente los costos64.
Por otro lado, Vadillo recorrió parte de la gober-
nación con un importante plan de mejoras. En el 
Cenú ordenó edificar una iglesia, repartir solares 
para la construcción de casas y el trazado de calles, y 
llevar sesenta puercas con sus berracos para criarlos y 
abastecer de carne al propio Cenú y a Cartagena, que 
en esos momentos padecía una gran necesidad de la 
misma. Se temían, además, tiempos de más carestía por 
la afluencia continua de españoles que, en su mayor 
parte, utilizaban la ciudad como destino intermedio o 
de paso hacia otras regiones más ricas. Al parecer, sólo 
se contaba con el maíz indígena. Así daba muestra de 
ello Vadillo a Carlos V: “si no hubiera sido por el maíz 
de los indios, no se podía haber sostenido la tierra”65. 
Urabá fue el punto de partida de una nueva expe-
dición hacia las minas de Buriticá, capitaneada por 
el propio Juan de Vadillo. El viaje comenzó el 24 de 
enero de 1538, recorriendo la provincia de Abibe, donde 
permanecieron quince o veinte días dada la abundan-
cia de alimentos. A lo largo de todo el recorrido, los 
hombres de la hueste de Vadillo fueron estableciendo 
alianzas con algunos señores, como Tuatoque, cacique 
del pueblo del río Guaca, que ofreció a los españoles 
muchas joyas y hasta cien indios cargados con comida. 
Una vez en la tierra de las minas, Vadillo y sus hombres 
se dedicaron a recorrer la zona, pasando por la provin-
cia de Iraca, donde encontraron muchos alimentos y 
permanecieron dos meses, llegando a Naratupe, desde 
donde Vadillo envió a diez de los negros que llevaban 
a buscar comida, pero fueron atacados por los indios, 
muriendo uno de ellos devorado por los indígenas. Al 
llegar a Caramanta los ánimos de muchos hombres 
habían decaído tanto que llegaron a solicitar a Vadi-
llo, por medio del comendador Sosa, que regresaran a 
Cartagena, pues el hambre, las fatigas del camino y las 
bajas sufridas lo hacían necesario. La experiencia vivida 
por estos hombres durante la expedición no había 
sido grata en modo alguno, pues durante gran parte 
del viaje se habían alimentado de los caballos que se 
iban despeñando por las sierras unas veces, de raíces de 
juncos otras, y, en muchas ocasiones, pasaron varios días 
sin un alimento que llevarse a la boca66. Sin embargo, 
Vadillo dijo a sus hombres que él no regresaría y que 
si era necesario llegaría incluso a continuar su camino 
sólo, ante lo cual sus hombres decidieron acompañarle, 
llegando a la provincia de Anserma. Cieza de León 
cuenta que por el camino habían pasado mucha hambre 
“carne hacía más de un año que no la comíamos” y que 
al llegar al pueblo, que había sido abandonado por los 
indios, hallaron una olla llena de carne cocida y los 
españoles se lanzaron a comer de ella sin darse cuenta 
que aquella carne era humana: “un cristiano sacó de una 
olla una mano con sus dedos y uñas… pedazos de pies, dos 
o tres cuatros de hombre”67. 
Si se creen las palabras del cronista, se trataría de un 
caso de canibalismo por parte de los españoles, aunque 
en este caso habría que hablar de un canibalismo 
“involuntario”. Pero éste no fue el único caso conocido 
de las escasas y desesperadas prácticas antropofágicas 
de los españoles. En la expedición de Ambrosio Dal-
finger a Maracaibo, tres hombres y un chico joven se 
separaron de la hueste y se internaron en un camino 
por su cuenta. Al cabo de unos días el chico regresó 
sólo y dijo que los tres hombres, uno de los cuales era 
su padre, habían matado a una mujer india y se la 
habían comido y para demostrarlo les enseñó un trozo 
de carne que habían guardado para el camino. No se 
63 Carta del licenciado Vadillo al rey. Cartagena, 15 de octubre 
de 1537. AGI, Santo Domingo, 49, R.8, N.57
64 Carta del licenciado Vadillo al rey. Cartagena, 11 de febrero 
de 1537. AGI, Santo Domingo, 49, R.8, N.54
65 Carta del licenciado Vadillo al rey. Cartagena, 15 de octubre 
de 1537. AGI, Santo Domingo, 49, R.8, N.57
66 Fernández de Oviedo, op. cit., Libro XXVII, caps. X y XI 
(Tomo 3: 166 – 169)
67 Cieza, op. cit: 70
38 a g u a i t a qUINCE- DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
sabe hasta qué punto era verdadera la historia de este 
muchacho, pero lo cierto es que los tres hombres no 
regresaron nunca. Otro caso más se dio en esta misma 
expedición cuando, habiendo quedado en el camino 
cuatro hombres heridos y un sirviente, tuvieron que 
calmar su hambre con la carne de dos indios68.
En 1538, Juan de Santa Cruz llegó a la goberna-
ción de Cartagena, enviado por la Audiencia de Santo 
Domingo, ante las numerosas quejas que en ella se 
recibieron contra Vadillo, entre las que destacan las 
masivas ventas de indios como esclavos y los abusos 
en las ventas de maíz y vino en el Cenú. Además, se le 
encargó su intervención en el proceso contra Heredia 
y su hermano. Junto a las instrucciones a Juan de Santa 
Cruz, se le concedieron varias mercedes: por ejemplo, 
se le permitió que pudiera llevar a Cartagena cañas de 
azúcar y allí las plantara y criara, en un intento más 
de la Corona por establecer en la gobernación plan-
taciones de azúcar que ayudaran al sostenimiento de 
la misma69. 
No se puede decir que en Cartagena, la situación 
hubiera mejorado mucho a la llegada de Santa Cruz. 
La carestía de alimentos era una constante en toda la 
gobernación, pero mucho más acentuada en la ciudad y 
no sólo afectaba a la población española, sino también 
a la aborigen. Esta afirmación se deduce de las palabras 
que el propio visitador plasmó en dos cartas. En una 
de ellas explicaba que en las entradas que se habían 
hecho no se había llevado ganado, por no haber pastos 
para alimentarlos, que había comenzado a construir un 
camino hasta una sabana para poder trasladar animales 
y que los indios tenían mucha necesidad, porque había 
habido una gran sequía y se habían perdido sus maiza-
les70. En la otra, fechada un mes más tarde, decía: 
… he visto que los indios por no tener providencias 
para saber guardar sus mayzes de unos tiempos para 
otros y por no tener buen gobierno para hacer sus 
labranzas andan aquí entre los cristianos muchos de 
ellos perdidos muertos de hambre e por los pueblos que 
están desviados de esta ciudad y de pueblos de cristianos 
mueren de hambre que como son gente tan bestias no 
saben buscallo ni hazer providencias ninguna, que si 
estuviesen encomendados las personas que los tuviesen 
tenían cuidado de poneles recaubdo de manera que se 
muriesen por asi de esto como de sarampión se han 
muerto más de tres mil yndios…71. 
En similares términos se expresaban los oficiales 
reales que, por las mismas fechas, presentaban su queja 
argumentando que “estamos más de quinientos y no 
tenemos un pan que comer… ha ocho meses que no llueve, 
no han crecido maizales”72. Los miembros del cabildo 
secular cartagenero tampoco eran ajenos a la penuria 
que estaban pasando de manera que, también en 1539, 
solicitaron al rey que pudieran establecerse encomien-
das en la gobernación, argumentando que, sin ellas, no 
podrían crearse estancias para criar ganado ni labranzas 
de tierra, con lo que se agudizaría el problema. A esta 
solicitud acompañaba otra que pretendía la concesión 
de una prórroga en la exención del almojarifazgo pues 
“lo que viene se vende tan a excesivos precios que los vecinos 
y pobladores de esta provincia padecen necesidad”73.
La respuesta de la Corona a estas y otras súplicas 
llegó a Cartagena en forma de reales cédulas dirigidas 
a sus gobernantes. En la línea, ya comentada ante-
riormente, destinada a favorecer el establecimiento de 
ingenios azucareros en la gobernación, se ordenaba al 
Obispo que proveyera todo aquello que considerara 
necesario, incluso la concesión de tierras, para que 
pudiera crearse un ingenio en la zona de Turbaco74. 
Igualmente, se avisaba al propio Santa Cruz, que se le 
aprobaba su proyecto de construir un camino para el 
trasporte de ganado y un puente hasta la ciudad75. 
68 John Hemming, En busca de El Dorado, Barcelona, Reseña, 
1995: 52 – 54 
69 Cédula al licenciado Santa Cruz. Valladolid, 7 de diciembre 
de 1537. AGI, Santa Fe, 987, L.2, fol.26V. Recogido por Friede, op. 
cit., tomo 4: 272
70 Carta del licenciado Santa Cruz al rey. Cartagena, 20 de 
marzo de 1539. AGI, Santa Fe, 80. Recogido por Friede, op. cit., 
tomo 5: 126
71 Carta del licenciado Santa Cruz al rey. Cartagena, 21 de 
abril de 1539. AGI, Santa Fe, 80, N.14
72 Carta de los oficiales reales al rey. Cartagena, 20 de abril 
de 1539. AGI, Santa Fe, 72, N.3
73 Carta del Cabildo Secular de Cartagena. Cartagena, 10 de 
julio de 1539. AGI, Santa Fe, 62, N.2
74 Cédula al Obispo de Cartagena. 26 de septiembre de 
1539. AGI, Santa Fe, 987, L.2, fol.87. Recogido por Friede, op. 
cit., tomo 5: 246
75 Cédula al licenciado Santa Cruz. 3 de octubre de 1539. 
AGI, Santa Fe, 987, L.2, fol.90. Recogido por Friede, op. cit., 
tomo 5: 251
39a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
no ha querido salir ninguna cosa…80 
Del mismo modo, en 1552, Pedro de Heredia enco-
mendó una expedición a su hijo Antonio para que fuese 
a repoblar el pueblo de San Sebastián de Buena Vista 
que, al parecer, se había despoblado en gran medida 
en tiempos de Miguel Díaz de Armendáriz por la gran 
escasez de abastecimientos81.
En 1556, año de la muerte del Adelantado Pedro 
de Heredia, la Corona emitió una real cédula por la 
cual se hacía eco de las quejas, ante ella presentadas, 
referidas a los abusos de los encomenderos contra los 
indios, incluidos aquellos encomendados a la propia 
Corona, a quienes los hacían trabajar excesivamente 
en sus labranzas y criar puercos que luego ellos ven-
dían como propios. Sin embargo, María del Carmen 
Borrego anota que esta cédula, expedida en Valladolid, 
nunca fue cumplida y los gobernadores que la provin-
cia tuvo tras la muerte de Heredia cometieron gran 
cantidad de abusos82.
Pocos años más tarde, la visita de Melchor Pérez de 
Arteaga a la gobernación de Cartagena, en la década 
de 1560, tenía entre sus objetivos la fundación de 
pueblos de indios en lugares sanos y con facilidades 
para la labranza y cría de animales. En las casas debía 
destinarse un espacio al corral para criar aves y otro a 
una huerta en la que sembrar árboles frutales, semillas 
y hortalizas. Además, en los caminos que conducían a 
estos pueblos, se establecerían unos bohíos en los que 
los indios pudieran vender sus productos83. De esta 
En este estado de cosas, a mediados de 1541 se 
produjo el retorno de Pedro de Heredia a Cartagena, 
restituido como gobernador. No se ha encontrado 
referencia alguna al tema de la alimentación en esta 
segunda etapa de gobierno de Heredia y son escasas 
las que se tienen de aquí en adelante, pero al parecer 
las cosas poco habían cambiado. Se sabe, por ejemplo, 
que cuando el gobernador regresó a la provincia, los 
vecinos del Cenú se habían trasladado a Catarapa en 
busca de un lugar donde poder sustentarse76. En 1546 
los oficiales de Cartagena escribieron a Madrid solici-
tando un nuevo reparto de encomiendas con base en 
las ya antiguas quejas sobre la miseria que se padecía 
en la tierra, donde únicamente podían abastecerse de 
aves y maíz77. Algunos años más tarde, Fray José de 
Robles expresaba la conveniencia de establecer en la 
gobernación rozas y granjerías para que la tierra se 
perpetuase y pudiese salir adelante, pero consideraba 
necesario que los indios ayudasen a los españoles a 
sembrar como condición importantísima para que la 
ciudad se mantuviese78. Y el 13 de octubre de 1551, el rey 
recibió una carta de Pedro de Heredia, que ya estaba 
en su tercer período de gobierno, en la que suplicaba 
un aumento del salario que tenía establecido su cargo 
de gobernador por no poder mantenerse y pedía que, 
para poder sustentarse, se le concediese la merced de 
recibir una cierta cantidad anual de maíz de los pueblos 
encomendados a la corona79.
De la misma fecha es otra carta del Deán Pérez 
Materano, en la que critica la actitud del gobernador 
ante las necesidades de la tierra:
… aquí habían hecho los vecinosde este pueblo y los de 
toda la gobernación estancias por donde se sustentaban 
todos los vecinos y los que van y vienen y se habían 
dado tanto a ellas y que habían puesto árboles ansi de 
Castilla como de la tierra y que ya daban fruta, mandó 
don Pedro de Heredia govenador de esta tierra que 
no se traxesen yndios de los pueblos a las beneficiar, y 
es muy gran lástima ver perder tantos árboles criados 
padeciendo nosotros gran necesidad y los que van y 
vienen. Solían valer las gallinas a peso y valen a dos 
reales por causa de las estancias que estaban pobladas 
donde se criaban muchas. Han salido los vecinos a 
algunos partidos con el gobernador diciendo que lo que 
siembran en los pueblos sembrasen en las estancias la 
mitad y la otra mitad allá o como mejor le pareciese y 
76 Segundo Juicio de Residencia de Pedro de Heredia. Infor-
mación en Santa Cruz de Mompox. AGI, Justicia, 536, fol. 206v
77 Carta de los oficiales reales al Secretario del Consejo de 
Indias. Cartagena, 9 de mayo de 1546. AGI, Santa Fe, 72, N.6
78 Carta de Fray José de Robles. 1 de junio de 1550. AGI, 
Santa Fe, 233
79 Carta de Pedro de Heredia al rey. Cartagena, 13 de octubre 
de 1551. AGI, Santa Fe, 187, fols. 45 – 47 
80 Carta del Deán Pérez Materano al rey. Cartagena, 13 de 
octubre de 1551. AGI, Santa Fe, 187, fols. 48 – 49 
81 Gómez, Pedro de Heredia: 91
82 María del Carmen Borrego Plá, Cartagena de Indias en el 
siglo XVI, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1983: 
143
83 Ibid.: 164
40 a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
visita, Borrego saca como conclusión que la tierra era 
en extremo pobre y afirma, incluso, que hasta el año 
1560, en Cartagena sólo se recolectaba maíz, con el cual 
alimentaban a puercos y aves. Igualmente, la visita esta-
bleció una nueva tasación para las encomiendas: maíz 
en toda la gobernación, excepto en Cenú, que era tan 
pobre que tenía que hacerlo en gallinas y sal, y en María, 
más pobre aún, se haría solamente en gallinas84.
La situación no mejoró mucho durante el resto de 
la segunda mitad del siglo XVI, aunque es verdad que 
las quejas son cada vez menos numerosas. Sirva como 
ejemplo un expediente enviado desde la ciudad de 
Cartagena en 1577 mediante el cual se solicitaba que 
no se ejecutase la prohibición, tanto a los indios como 
a los españoles, de cultivar yuca, establecida por el 
visitador Diego de Narváez. Justificaban esta petición 
argumentando que nunca ningún otro visitador o juez 
había prohibido el cultivo de la yuca y el cazabe: 
…por ser el principal sustento de todos… por no haber 
en aquella provincia ni trigo ni cebada… y si estuvie-
sen dos o tres años que no se criase la dicha yuca se ve 
claro que no tenían que comer y se despoblaría la tierra 
porque la harina que se lleva es muy poca y cara y para 
gente regalada… 
Argumentaban desde Cartagena que si no se culti-
vara la yuca “ni los bezinos ni las armadas de V. Alteza ni 
los yndios ni negros no habría de que se poder sustentar”. 
El origen de esta petición habría que buscarlo en una 
provisión a Pedro Fernández del Busto, gobernador 
de Cartagena, en la que Felipe II expresaba que tras 
la visita de Narváez y las informaciones recibidas que 
hablaban de los excesos que había por hacer sembrar a 
los naturales en las labranzas de maíz mucha yuca, se le 
había solicitado diese una provisión prohibiendo que 
se consintiera el cultivo de yuca, aunque los españoles 
dijeran que eran sembradas por los indios por propia 
voluntad. Ordenaba, igualmente, que el gobernador 
enviase una persona a visitar las labranzas, rozas y 
sementeras y que si hallase cultivada yuca la arrancase 
y que no permitiera que en las labranzas en las que 
hubiese yuca, aunque fuese plantada por negros, ésta 
fuera trabajada y recolectada por los indios. Se trataba 
una provisión para la ciudad de Cartagena y para las 
villas de Tolú y de María85.
Las medidas para fomentar el sustento de los 
pobladores, tuvieron un ejemplo más en el reparto 
de solares efectuado en 1590 en peonías y caballerías. 
Las primeras se componían de un solar para casa de 
cincuenta pies de ancho y cien de largo, cien fanegas 
de tierra de labor de trigo o cebada86, diez de maíz, 
dos huebras de tierra para huerta y ocho para plantas 
de otros árboles, tierra de pasto para diez puercas de 
vientre, veinte vacas y cinco yeguas, cien ovejas y veinte 
cabras. Las caballerías, por su parte, contaban con cien 
pies de ancho y doscientos de largo para la casa y todo 
lo demás como cinco peonías87.
Conclusión
La conquista de Cartagena no fue en absoluto fácil. 
A la belicosidad indígena, propia de los grupos deno-
minados “caribes”, habría que unir las desesperadas 
situaciones que se presentaron ante la falta de alimentos 
y la aparición del hambre. La situación originada en 
Cartagena en el momento en que llegaron los nuevos 
pobladores y que ellos mismo relatan -hambrunas, 
muertes por comer alimentos venenosos, prácticas caní-
bales, endurecimiento de las condiciones de vida, falta 
de agua, encarecimiento del costo de la vida-, ofrecen 
un panorama realmente desolador. Sin embargo, resulta 
muy extraño que estas situaciones se produjeran en 
una tierra extremadamente rica en alimentos de origen 
vegetal y animal, que además contaba con una costa 
plagada de peces y crustáceos comestibles, y durante 
años había alimentado a la población aborigen. Como 
posibles explicaciones a este hecho estarían la falta de 
conocimientos acerca de la naturaleza cartagenera y el 
miedo a morir por ingerir productos venenosos, lo que 
efectivamente ocurrió en algunos casos, o la intención 
de los españoles de provocar con sus quejas un aumento 
de sueldo, la concesión de alguna merced o, incluso, el 
84 Ibid.: 169 – 170 
85 Expediente de la ciudad de Cartagena sobre la prohibición 
de cultivar yuca. Cartagena, 9 de julio de 1577. AGI, Santa Fe, 
62, N.16
86 El cultivo de trigo no tuvo éxito alguno en las tierras car-
tageneras, pues las condiciones climáticas y orográficas no eran las 
más adecuadas para el mismo.
87 Borrego. op. cit: 315
41a g u a i t a qUINCE - DIECISéIS / DICIEMBRE 2 0 0 6 - JUNIO 2 0 0 7
permiso para abandonar la tierra en busca de otra que 
fuera más provechosa, en un movimiento poblacional 
que generó una casi completa despoblación del terri-
torio, como ya se ha visto. 
Sea como fuere, Cartagena tuvo unos comienzos 
difíciles, que llevaron a las autoridades y vecinos a 
plantear, en varias ocasiones, la reubicación de la ciudad 
en otro paraje más adecuado. Sin embargo, la ciudad 
se mantuvo en el mismo lugar en el que fue fundada 
y allí permanece hoy. Una bella ciudad, condicionada 
por el medio en el cual se ubicó, que se convirtió en 
una de las más importantes de América en el período 
colonial. a

Continuar navegando