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A Influência da Música na Educação

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LIBRO VI11 473 
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jes, sin hacer distinciones, sino en su afán de saber. Y por 
ello introdujeron también la flauta en los estudios. Así en 
Lacedemonia un corego tocaba él mismo la flauta, acom- 
pañando a su coro '567, y en Atenas se extendió su uso 
35 tanto que casi la mayoría de los hombres libres sabían to- 
carla. Prueba clara de ello es la tablilla que dedicó Trasi- 
po cuando actuó como corego de Ecfantides. Pero más 
tarde se desaprobó como resultado de la misma experien- 
cia, cuando pudieron juzgar mejor lo que contribuía a la 
virtud y lo que no. Igualmente también ocurrió con muchos 
40 instrumentos antiguos, como las pectides, los bárbitos y 
los que contribuyen meramente al placer de los que los 
134111 oyen tocar, como heptágonos, triángulos, sámbicas y 
todos los que requieren destreza manual. 
Buen fundamento racional tiene e1,relato mítico trans- 
mitido por los antiguos sobre la flauta: dicen que Atenea 
después de haberla descubierto, la tiró. Y no está mal afir- 
5 mar que la diosa lo hizo disgustada porque la flauta defor- 
maba su rostro. Sin embargo, es más verosímil que fuera 
porque la enseñanza de tocar la flauta no sirve en nada 
al desarrollo de la inteligencia y a Atenea es a quien atri- 
buimos la ciencia y el arte. 
Rechazamos, pues, la instrucción técnica tanto en los 
lo instrumentos como en la ejecución (por técnica entende- 
De manera contraria a la costumbre. Habitualmente el corego 
se hacia acompañar de un flautista profesional para acompañar al coro. 
El corego era cualquier ciudadano rico que pagaba los gastos de equipar 
y educar a un coro para los certámenes. 
lS6' De Trasipo no se sabe nada. Ecfántides fue uno de los antiguos 
poetas cómicos. 
Las pectides y bárbitos son como liras de grandes dimensiones. 
Los heptágonos, triángulos y sámbicas son instrumentos de cuerdas, se- 
mejantes al arpa. 
mos la orientada hacia las competiciones; en ésta, el ejecu- 
tante no actúa con vistas a su propia excelencia, sino por 
el placer de los oyentes, y este placer es vulgar. Por eso 
precisamente no consideramos esta actividad propia de hom- 
bres libres, sino de asalariados. Y el resultado es que Ile- 
gan a ser vulgares artesanos, puesto que el blanco que po- is 
nen como fin es malo lS7O. El espectador, en efecto, que 
es vulgar, acostumbra a alterar la música, de modo que 
influye en los propios profesionales, que se ocupan de él, 
influye incluso en sus cuerpos a causa de los movimien- 
tos) 1571. 
Todavía debemos examinar, respecto 7 
La educación de las armonías y los ritmos, si hay que 
en la ciudad emplear en la educación todas las armo- 
la música , de los nías y todos los ritmos, o si hay que dis- 20 
modos musicales tinguirlos; en segundo lugar, si establece- 
remos la misma distinción que los que 
practican la música con vistas a la educación, o, en tercer 
lugar, se debe establecer otra. Puesto que vemos que la 
música consta de melodía y ritmo, no debemos pasar por 
alto qué influencia ejerce cada uno de estos elementos en 25 
la educación, ni si debe preferirse la música de buena me- 
lodía o la de buen ritmo. Pero como consideramos que 
algunos músicos modernos y cuantos filósofos tienen expe- 
riencia de la educación musical han hablado mucho y bien 
sobre estas cuestiones, remitiremos a ellos a los que quie- 30 
ran investigar con exactitud cada uno de estos puntos, y 
de momento los definiremos al modo de un legislador, di- 
ciendo sólo las líneas generales sobre ellos. 
V6anse las consideraciones de PLATÓN, Leyes 111 700a-e, sobre 
la música de los antiguos y su decadencia. 
Sobre las contorsiones de los flautistas, cf. ARIST~TELES, ~ o é h c a 
26, 1461b29. 
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Admitimos la división de las melodías establecidas por 
algunos autores versados en filosofía; distinguen melodías 
35 éticas, prácticas y entusiásticas, y atribuyen a cada una de 
estas clases una naturaleza peculiar de los modos, un mo- 
do respondiendo a una clase de melodía 1572; y nosotros 
afirmamos, por otra parte, que 1á música debe practicarse 
no a causa de un solo beneficio, sino de muchos (pues 
debe cultivarse con vistas a la educación y a la purifica- 
ción; qué queremos decir con el término «purificación», 
40 que ahora empleamos simplemente, lo e x p l i c h o s , de nue- 
vo, más claramente en la Poética "73; en tercer lugar debe 
cultivarse para distracción, para relajamiento y para des- 
1342a canso tras la tensión del trabajo). Es evidente que debemos 
servirnos de todas las melodías, pero no debemos emplear- 
las todas de la misma manera, sino utilizar las más éticas 
para la educación, y para la audición, ejecutadas por otros, 
5 las prácticas y las entusiásticas. Pues la emoción que se 
presenta en algunas almas con mucha fuerza se da en to- 
das, pero en una en menor grado y en otra en mayor gra- 
do, como la compasión, el temor y también el entusiasmo. 
Algunos incluso están dominados por esta forma de agita- 
ción, y cuando se usan las melodías que arrebatan el alma 
lo vemos que están afectados por los cantos religiosos como 
si encontraran en ellos curación y purificación. Esto mis- 
mo tienen forzosamente que experimentarlo los compasi- 
'572 Cf. ARIST~TELES, Poética 5, 1340all; 1, 1447a28; 24, 1459b37. 
A cada una de las melodías le corresponde un modo musical: así el modo 
dorio corresponde a la melodía moral, el frigio a la melodía exaltada 
y el hipofrigio a la melodía activa. 
1573 Cf. Poética 6, 1449b27 y 28. Tal vez la alusión que hace Aristóte- 
les en el presente pasaje corresponde al libro 11 de la Poética, hoy perdi- 
do; en él parece que exponía ampliamente la naturaleza de la kátharsis, 
purificación. 
vos, los atemorizados y, en general, los poseídos por cual- 
quier pasión, y los demás en la medida en que cada uno 
es afectado por tales sentimientos, y en todos se producirá 
cierta purificación y alivio acompañado de placer. De un 15 
modo análogo, también las melodías catárticas procuran 
a los hombres una alegría inofensiva. Por eso, los que eje- 
cutan la música teatral en las competiciones deben carac- 
terizarse por el uso de tales modos y de tales melodías. 
Y puesto que el espectador es de dos clases, por un lado, 
el libre y el educado, y por otro, el vulgar, constituido 20 
por obreros manuales, jornaleros y otros de ese tipo, tarn- 
bién a éstos hay que ofrecerles concursos y espectáculos 
para su descanso. Pues lo mismo que sus almas están des- 
viadas de su disposición natural, también hay desviaciones 
de las armonías y de las melodías en sonidos agudos e irre- 
gulares 1574. A cada uno le produce placer lo familiar a 25 
su naturaleza, por eso hay que conceder a los concursantes 
la facultad de emplear para tal tipo de espectador tal géne- 
ro de música. 
Pero para la educación, como se ha dicho 1575, hay que 
utilizar las melodías éticas y los modos musicales de la mis- 
ma naturaleza; tal es el modo dorio, como dijimos an- 30 
tes '576. Debemos admitir también cualquier otro que nos 
aprueben los que participan en los estudios filosóficos y 
la educación musical. Sócrates, en la República 1577, no tiene 
razón al dejar subsistir sólo el modo frigio con el dorio, 
1574 En música, según la estética aristotélica, los sonidos graves son 
superiores en cualidad a los sonidos agudos. Y el empleo de semitonos 
estropea la armonía de una frase; a esto se refiere el texto con el término 
parákhrosis, que traducimos por irregulares. 
1575 Cf. supra, 1342a2. \ 
1576 Cf. supra, VI11 5, 1340b3. 
1577 Cf. PLATÓN, República 111 399a SS. 
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y eso que había rechazado la flauta entre los instrumentos, 
13421, porque el modo frigio ejerce entre los modos exactamente 
la misma influencia que la flauta entre los instrumentos: 
uno y otro son orgiásticos y pasionales. Una prueba clara 
la aporta la poesía, ya que todo transporte báquico y toda 
s agitación análoga se expresan especialmente entre los ins- 
trumentos con la flauta, y entre los modos estas emociones 
recibenel acompañamiento melódico que les conviene en 
el modo frigio. El ditirambo, por ejemplo, según consenso 
común, parece frigio. Y de esto aducen muchos ejemplos 
los conocedores de esta materia, y entre ellos que Filóxe- 
io no 15", habiendo intentando componer un ditirambo, Los 
Misios, en el modo dorio, no fue capaz, sino que por la 
naturaleza misma de la composición vino a parar al modo 
frigio, que era el adecuado. Respecto al modo dorio '579, 
todos reconocen que es el modo más grave y es el que 
mejor expresa un carácter viril. Además, puesto que alaba- 
1s mos el medio entre los extremos y declaramos que es preci- 
so seguirlo y el modo dorio ocupa esta posición natu- 
ral en relación a los otros modos 1581, es manifiesto que 
las melodías dorias convienen preferentemente a la educa- 
ción de los jóvenes. 
Pero hay dos objetivos: lo posible y lo conveniente. 
Cada individuo debe ocuparse con preferencia de lo posi- 
'578 Filóxeno de Citera (435-380 a. C.) fue un poeta ditirámbico; vi- 
vió en Atenas y más tarde en la Corte de Dionisio de Siracusa. Su princi- 
pal innovación musical fueron los solos de lira, que introdujo en su Cí- 
clope, su obra más conocida. También lo cita en Poética 2, 1448a15. 
Cf. también fragmento 83, en la edición de V. ROSE de 1886. 
'579 Cf. VI11 5, 1340b3. 
15'0 Cf. ARIST~TELES, Ética a Nicómaco 11 5, 1106a26-1106b28, don- 
de define la virtud como el justo medio entre los extremos. 
Cf. VI11 5, 1340b3. 
ble y lo conveniente, pero también esto se divide según 20 
las edades: por ejemplo, a los que con la edad han perdido 
las fuerzas no les es fácil cantar, según los modos agudos, 
pero la naturaleza les sugiere los modos relajados. Por eso 25 
algunos expertos en música censuran precisamente a Só- 
crates esto, el haber rechazado los modos relajados en 
la &ucación por considerarlos embriagadores, no con los 
efectos de la embriaguez (pues la embriaguez produce más 
bien excitación báquica) sino como faltos de vigor. De mo- 
do que en vista de la edad futura, la de la vejez, deben 
cultivarse también esas melodías. Ademas, si hay algún mo- 30 
do similar que es adecuado a la edad de los niños, por 
implicar a la vez orden y educación, ese parece ser el caso 
del modo lidio. Está claro, pues, que debemos fijar en la 
educación estos tres límites: el término medio, lo posible 
y lo conveniente "83. 
Cf. PLATÓN, República 398e. 
15*' Este libro nos ha sido transmitido incompleto.

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