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LA CIENCIA COMO PROFESIÓN 6 3 «inspiración» o de que no venga. Uno puede ser un exce lente trabajador sin haber tenido nunca una ocurrencia propia valiosa. Pero es un grave error pensar que esto ocurre sólo en la ciencia y que es distinto, por ejemplo, lo que ocurre en un negocio o lo que ocurre en un laborato rio. Un comerciante o un gran industrial sin «imaginación comercial», es decir, sin ocurrencias, sin ocurrencias ge niales, será toda su vida un hombre que, en el mejor de los casos, se quedará como un funcionario técnico o un em pleado: nunca creará nuevas formas de organización. La inspiración no juega un papel mayor en la ciencia que en la solución de los problemas de la vida práctica por parte de un empresario moderno —como se imagina el académi co—. Pero, por otra parte, no juega un papel menor que en el arte, lo que también se ignora frecuentemente. Es infantil pensar que un matemático llegaría a algún resul tado científicamente valioso sentado en su mesa con una regla de cálculo o con otros instrumentos mecánicos o máquinas calculadoras. Es evidente que la imaginación matemática de un Weierstrass tiene una orientación total mente distinta a la de un artista en cuanto a su sentido y a sus resultados y es cualitativamente muy diferente, pero no lo es en cuanto a su proceso psicológico. Ambos tipos de imaginación son embriaguez (en el sentido de la «ma nía» de Platón) e «inspiración». Ahora bien, el que alguien tenga inspiraciones científi cas depende de un destino que se nos esconde, pero tam bién de los «dones». Esta indudable verdad no es la última razón por la que se ha popularizado, comprensible entre los jóvenes, una actitud a favor de algunos ídolos, cuyo culto vemos que se extiende en todas las esquinas y en todas las revistas. Esos ídolos son la «personalidad» y el «erleben» (tener vivencias, experimentar). Ambas están estrechamente unidas y predomina la idea de que la segun da configura la «personalidad» y que pertenece a ésta. La gente se atormenta por tener vivencias —pues esto perte nece al modo de vida propio de una personalidad— y si no lo logran tienen que hacer, al menos, como si se tuviese 6 4 M AX WEBER este don. Antes, esta «vivencia» (Erlebnis) se decía en alemán «Sensation». Y creo que se tenía una idea más acertada de lo que era y significaba la «personalidad». ¡Distinguidos oyentes! En el campo de la ciencia sólo tiene «personalidad» quien está pura y simplemente al servicio de la propia ciencia. Y esto no es sólo así en la ciencia. No conocemos ningún gran artista que haya he cho otra cosa que estar al servicio de su arte y sólo de él. Incluso en una personalidad de la talla de Goethe, en cuanto se toma en cuenta su arte, se ve que éste se ha vengado por haberse tomado aquél la libertad de querer hacer de su «vida» una obra de arte. Aunque se ponga en duda esta afirmación, hay que ser un Goethe, en todo caso, para poder permitírselo, y cualquiera tendrá que reconocer al menos que, incluso en un hombre como él, que sólo aparece una vez en mil años, no ha quedado sin pagar por ello. En la política tampoco funciona de otra manera, pero de ello no vamos a hablar hoy. En el terreno de la ciencia es seguro que no tiene «personalidad» quien aparece en escena como empresario de la cosa a la que debería dedicarse y quisiera legitimarse mediante su «ex periencia» y se pregunta: «¿Cómo demuestro yo que soy algo distinto a un mero “especialista”?, ¿cómo hago para decir algo que, en su forma o contenido, no lo haya dicho nadie como yo?» Es este un fenómeno que se presenta hoy masivamente y que empequeñece y rebaja a quien hace la pregunta de esa manera, mientras que la entrega interior a una tarea y sólo a ella lo elevaría a las alturas y a la dignidad de la cosa a la que dice servir. Tampoco esto es distinto en el artista. [C i e n c ia y p r o g r e s o : s e n t id o d e l t r a b a jo CIENTIFICO Y SENTIDO DEL PROGRESO] Pero frente a estas condiciones previas comunes a nues tro trabajo y al arte existe un destino que diferencia pro fundamente nuestro trabajo del trabajo artístico. El traba
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