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LA CIENCIA COMO PROFESIÓN 8 3 ocurre es que ellos suelen tener ya dado previamente lo más importante, el fin. Pero esto es precisamente lo que no ocurre en nuestro caso, en cuanto que se trata de problemas realmente «básicos». Y llegamos así a la última aportación que puede suministrar la ciencia como tal al servicio de la claridad, llegando también al mismo tiempo a sus límites: nosotros podemos decirles —y debemos de cirles— que tal postura práctica se puede derivar con lógi ca interna, y por consiguiente, con honradez de acuerdo con su propio sentido, de tal y tal concepción del mundo —puede ser de una sola o pueden ser varias— y no de tales y tales otras. Y podemos y debemos decirles; si os decidís por esta postura, estáis sirviendo a este dios —hablando en imágenes— y estáis ofendiendo a aquel otro, pues vais a llegar necesariamente, y lógicamente, a tales y tales con clusiones básicas, si permanecéis fieles a vosotros mismos. Esto es, en principio al menos, lo que se puede aportar. Y lo intentan aportar la filosofía como disciplina especial y las explicaciones de los principios filosóficos de las disci plinas particulares. Nosotros podemos obligar al indivi duo o, al menos ayudarle, si es que entendemos de lo nuestro —lo cual hay que dar aquí por supuesto—, a que haga examen de conciencia sobre el sentido último de sus propias acciones. Y esto me parece que no es poco, incluso para la vida personal. Si un profesor logra esto, yo estoy tentado de decir que ese profesor está sirviendo a un poder «moral», al deber de crear claridad y sentido de la responsabilidad, y creo que será más capaz para esta apor tación cuanto más a conciencia evite por su parte el querer imponerles o sugerirle a los oyentes una determinada pos tura. Esta hipótesis que les estoy exponiendo deriva, por supuesto, de un hecho fundamental, del hecho de que la vida, en la medida en que se entienda desde sí misma y descanse en sí misma, sólo conoce esta eterna lucha entre aquellos dioses; o dicho sin imágenes, el hecho de la in compatibilidad existente entre las distintas posiciones po sibles respecto a la vida, y por consiguiente, de la irreso- 8 4 MAX WEBER lubilidad del conflicto entre ellas, es decir, la necesidad de elegir entre ellas. Las preguntas de si, en esta situación, merece la pena que la ciencia se convierta en una «profe sión» para alguien o si la ciencia misma es una «pro fesión» con un contenido valioso, son de nuevo juicios de valor sobre los que no hay nada que decir en el aula, pues la respuesta afirmativa es un presupuesto de la propia enseñanza. Yo personalmente estoy dando una respuesta afirmativa a la pregunta con mi propio trabajo. Y también presupone una respuesta afirmativa precisamente esa po sición que odia al intelectualismo como al diablo más malo, tal como lo odia ahora la juventud o como en la mayoría de los casos se imagina que lo odia, pues para esa juventud tiene plena vigencia el dicho de «pensad que el diablo es viejo, así que haceros viejos para poder com prenderlo»; haceros viejos no en el sentido de la partida de nacimiento sino en el sentido de que no se debe huir de ese diablo, como gusta hacerse actualmente, si se quie re acabar con él para siempre, sino que hay que ver primero sus caminos hasta el final para ver su poder y sus límites. El hecho de que la ciencia sea actualmente una «profe sión» especializada al servicio del conocimiento de la rea lidad y de uno mismo y de que no sea ni un don de visionarios y de profetas que reparta salvación o revela ciones ni una parte integrante de la reflexión de los filóso fos y de los sabios sobre el sentido del mundo, este hecho es, por supuesto, un dato inevitable de nuestra situación histórica de la que no nos podemos escapar, si queremos permanecer fieles a nosotros mismos. Y si Tolstoi se levanta de nuevo dentro de ustedes y pregunta quién da respuesta, ya que la ciencia no la da, a las preguntas de qué debemos hacer y de cómo debemos organizar nuestra vida, o, en el lenguaje utilizado esta tarde aquí, a qué dios de entre los dioses en lucha debemos servir o si hemos de servir a otro dios totalmente distinto, y cuál sea éste, hay que decir que sólo puede dar respuesta un profeta o un mesías. Si éstos no están ahí o si ya no se
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