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LA POLÍTICA COMO PROFESIÓN 1 0 5 las rentas de esclavos y siervos), sean procedentes de va lores bursátiles u otras fuentes de renta modernas simila res. Ni el obrero ni el empresario —y esto hay que tenerlo muy en cuenta—, tampoco el gran empresario moderno y precisamente él, están disponibles en ese sentido. Pues precisamente el empresario está ligado a su empresa y no está disponible: el empresario industrial mucho más liga do que el agrícola por el carácter estacional de la agricul tura; la mayor parte de las veces le resulta muy difícil incluso hacerse representar temporalmente. Tampoco está disponible, por ejemplo, el médico, y cuanto más presti gioso y ocupado esté tanto menos. Más fácil lo tiene el abogado, por razones puramente técnicas, por lo que ha desempeñado como político profesional un papel mucho mayor y, con frecuencia, casi dominante. No vamos a continuar con esta casuística, sino que vamos a aclarar algunas consecuencias. La dirección del Estado o de un partido por gentes que vivan exclusivamente para la política y no de la política —en el sentido económico de la expresión— significa nece sariamente un reclutamiento «plutocrático» de los grupos de dirigentes políticos. Con esto no se está diciendo lo contrario, es decir, que semejante reclutamiento plutocrá tico signifique también, al mismo tiempo, que los dirigen tes políticos no aspiren también a vivir «de» la política, es decir, no suelan aprovechar su autoridad política para sus intereses económicos privados. No se trata de eso, natu ralmente. No ha habido ningún grupo que no lo haya hecho de alguna manera. Lo único que significa ese reclu tamiento plutocrático es lo siguiente: que los políticos profesionales no estén constreñidos a buscar directamente una remuneración por su trabajo político, como sí tiene que hacer realmente el que carezca de medios. No signi fica, por otra parte, que los políticos sin patrimonio pro pio sólo aspiren a atender su economía particular a través de la política —o que lo aspiren de manera principal— y que no piensen «en la causa», o no lo hagan de manera principal. Nada sería más inexacto. Para el hombre con un 1 0 6 MAX WEBER patrimonio propio, de acuerdo con la experiencia, la preo cupación por la «seguridad» económica de su existencia es un punto cardinal que orienta toda su vida —consciente o inconscientemente—. El idealismo político totalmente desinteresado e incondicionado se encuentra, no de mane ra exclusiva, pero sí se encuentra, al menos, en las capas sociales que están totalmente fuera de los círculos intere sados en el mantenimiento del sistema económico de una sociedad determinada, precisamente a consecuencia de su carencia de patrimonio. Esto es válido sobre todo en las épocas extraordinarias, es decir, revolucionarias. El reclu tamiento plutocrático significa que un reclutamiento no plutocrático de los políticos, de los líderes y de sus segui dores, está ligado al presupuesto evidente de que a estos interesados les afluirán unos ingresos regulares y seguros del funcionamiento de la política. La política puede hacer se «de forma honorífica» por «independientes» —como suele decirse—, es decir, por gentes con patrimonio pro pio, rentistas sobre todo, o puede darse acceso a la direc ción política a gentes que carezcan de patrimonio propio, debiendo ser remuneradas. El político profesional que vive de la política puede ser un puro «prebendado» o un «funcionario» a sueldo. Éste recibe entonces sus ingresos de tasas y derechos por los servicios que presta —las pro pinas y los cohechos sólo son una variante irregular y formalmente ilegal de este tipo de ingresos— o recibe una remuneración fija en dinero o en especie, o en ambas formas a la vez. Puede adoptar el carácter de un «empre sario», como el condottiero o el arrendatario o comprador de cargos del pasado o como el boss americano, que con sidera sus gastos como una inversión de capital a la que le hará producir un rendimiento utilizando sus influencias. O puede recibir un salario fijo, como un redactor o un secretario de partido o un ministro moderno o un funcio nario político. En el pasado, las recompensas típicas que los príncipes, los conquistadores triunfantes y los jefes de partido exitosos daban a sus seguidores eran los feudos, las donaciones de tierra, las prebendas de todo tipo; y con
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