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LA POLÌTICA COMO PROFESIÓN 1 1 5 Este grupo, con sus convenciones desarrolladas según la antigüedad china, ha determinado el destino entero de China, y nuestro destino tal vez habría sido similar si los humanistas hubieran tenido en su época la más mínima oportunidad de imponerse con igual éxito. [Nobleza cortesana.] El tercer grupo fue la nobleza cortesana. Después de que los príncipes lograron despo seer a la nobleza de su poder político estamental, la atra jeron a la corte y la emplearon en el servicio político y diplomático. El cambio de orientación de nuestro sistema educativo en el siglo xvn estuvo determinado por el hecho de que entraron al servicio de los príncipes políticos pro fesionales de la nobleza cortesana, en vez de los escritores humanistas. [Gentry.] La cuarta categoría fue una figura específi camente inglesa: un patriciado, que agrupa a la pequeña nobleza y los rentistas de las ciudades, llamado técnica mente gentry. Es una capa social que el príncipe se atrajo originariamente en contra de los barones y a la que puso en posesión de los cargos del selfgovernment; esta capa social se mantuvo en posesión de todos los cargos de la administración local, asumiéndolos gratuitamente en be neficio de su propio poder social. La gentry ha preservado a Inglaterra de la burocratización, que fue el destino de todos los Estados del continente. [Abogados.] Un quinto grupo fue característico de Oc cidente, y sobre todo del continente europeo, siendo de una significación decisiva para toda su estructura política: los juristas de formación universitaria. En nada se ve más clara la poderosa influencia del Derecho romano, tal como lo había transformado el burocratizado Estado ro mano de la última época, que en el hecho de que fueron los juristas con una preparación especializada los que realizaron el cambio radical de la actividad política en el sentido de transformarla en un Estado racional. También lo realizaron en Inglaterra, aunque allí los grandes gre mios nacionales de juristas impidieron la recepción del Derecho romano. Y no se encuentra nada similar en nin 1 1 6 MAX WEBER gún lugar de la tierra. Todos los intentos de un pensamien to jurídico racional en la escuela Mimamsa de la India y todo el pensamiento jurídico antiguo cultivado posterior mente en el islam no pudieron impedir que el pensamiento jurídico racional fuera sofocado por el pensamiento teo lógico. El procedimiento, sobre todo, no llegó a racionali zarse totalmente. Esto sólo lo logró la recepción por los juristas italianos de la antigua jurisprudencia romana, pro ducto ésta de una forma política muy particular en su ascensión de ciudad-Estado a un poder universal: el mus modernus de los pandectistas y canonistas de la Baja Edad Media y las teorías del Derecho natural, nacidas de un pensamiento jurídico cristiano y posteriormente seculari zadas. Este racionalismo jurídico tuvo sus grandes repre sentantes en el podestá italiano, en los juristas del rey en Francia —que crearon los medios formales para que el poder real pudiera minar la dominación de los señores—, en los canonistas y en los teólogos iusnaturalistas del con- ciliarismo, en los juristas cortesanos y en los instruidos jueces de los príncipes continentales, en los teóricos ius naturalistas de los Países Bajos y en los monarcómacos, en los juristas de la Corona y del Parlamento ingleses, en la noblesse de robe de los tribunales franceses y, finalmen te, en los abogados de la época de la Revolución. Sin este racionalismo no se puede pensar ni el surgimiento del Estado absoluto ni la Revolución. Si ustedes ojean las quejas de los tribunales franceses o los Cahiers de los Estados generales franceses desde el siglo xvi hasta 1789, encontrarán en todas partes el espíritu de los juristas. Y si examinan las profesiones de los miembros de la Conven ción francesa, encontrarán un único proletario —aunque la Convención fue elegida por sufragio igualitario—, muy pocos empresarios burgueses y, en cambio, una gran masa de juristas de todo tipo, sin los que sería totalmente im pensable ese espíritu específico que animó a esos intelec tuales radicales y a sus proyectos. Desde entonces, el abogado moderno y la democracia moderna van esencial mente unidos. Y abogados en nuestro sentido, como un
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