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INTRODUCCIÓN 1 8 5 La Gran Guerra y la derrota alemana A la hora de comprender mejor la obra de Weber, con viene resaltar dos hechos de crucial relevancia: la cons tante presencia de la violencia y la muerte como medios específicos de toda acción política de los estados (algo que Weber no se cansará de repetir), y el orgullo herido por la humillación sufrida a instancias francesas. Weber reprochó siempre a los vencedores el haber cargado injustamente las culpas de la masacre sobre Alemania, una nación de nacio nes derrotada que tuvo que aceptar un Tratado de Versalles (Dictado de Versalles para la delegación alemana, en la que participaba Weber) con unas durísimas condiciones: usufructo de las riquezas del Sarre durante quince años, concedido a Francia; reintegración a su territorio de Alsa- cia y Lorena; devolución a Polonia de los territorios ocupa dos; una escandalosa indemnización monetaria a los alia dos y, finalmente, el desarme unilateral de Alemania. Con la derrota y la desmoralización consiguiente se multiplican los problemas sociales enquistados en el seno de unas instituciones obsoletas incapaces de satisfacer las demandas populares. La República de Weimar, impuesta por los aliados, sufre el acoso constante tanto de la iz quierda revolucionaria como del nacionalismo militarista. Ni la pequeña burguesía arruinada por la guerra ni las grandes familias burguesas creen en la democracia, lo cual explica la falta de un gran partido de clases medias capaz de articular la recién nacida república. Los continuos dis turbios protagonizados por los espartaquistas (sector radi cal bolchevique de la socialdemocracia), los Consejos de obreros y soldados, la guerra civil de 1919 y la ola de ase sinatos políticos (como los de los líderes izquierdistas Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht), son el telón de fondo de estas dos pequeñas obras maestras que nos ocu pan. Weber remite una y otra vez, casi obsesivamente, a las ilusiones revolucionarias de espartaquistas y bolchevi ques; a los asesinatos políticos impunes y, en último tér mino, a la amenaza de una reacción que presagia el futuro 1 8 6 APÉNDICE como una noche polar de condiciones extremas, sea quien sea el grupo que, finalmente, se haga con el poder. Weber y su época: conclusiones En suma, Weber vivió una época turbulenta, siempre al borde de conflictos, pendiente de esa Gran Guerra que parecía inevitable, y dominada por una Alemania de la que, a su manera, parece sentirse tan orgulloso como crí tico. Ese milagro económico y político influyó en los con ceptos fundamentales de su pensamiento y le permitió comprender como nadie la esencia de la modernización y sus relaciones con las instituciones del desarrollo capita lista y el Estado de derecho. La poderosa burocracia del aparato estatal, aliado con la gran industria, había tejido un entramado de poder, legitimado por una Universidad de mandarines que, sin duda, está en el fondo de las in tuiciones weberianas en torno a la jaula de hierro, que tanto recuerdan a Kafka. E l c o n t e x t o c u l t u r a l Como historiador, Weber estaba familiarizado con las prolijas discusiones sobre la demarcación entre las cien cias de la naturaleza y las ciencias del espíritu. Sus años de formación y madurez estuvieron dominados por una reacción antipositivista que reclamaba un estatuto espe cial para las mencionadas ciencias del espíritu. Aunque el fenómeno sucedió a escala europea (el filósofo francés Bergson es el mejor ejemplo), Alemania se distinguió a la hora de plantear metodológicamente las cuestiones deci sivas. El último tercio del siglo XIX es testigo de una cre ciente preocupación filosófica por temas como la vida, experiencias vitales con tonalidades místicas o esotéricas, el espíritu, la libertad y los valores, que aparecen en las dos corrientes que controlan el campo cultural (junto con
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