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A Retórica na Filosofia Antiga

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XXI
En el preámbulo al Elogio de Helena volvía Isócrates a 
la carga, al atacar los erísticos que creen existe una ciencia 
de la virtud y que ésta es enseñable, en lo cual hay que ver 
una alusión al Menón platónico.
Más avanzado en su vida, y sin preocupación ya por la 
polémica con Isócrates, aún Platón vuelve a ocuparse de la 
retórica. En el Político (304 c/d) se declara dispuesto a re­
conocer que la retórica es hasta una ciencia, una bnorfo-r, (1) 
necesaria para convencer al populacho mediante la μυθολογία 
(v. supra, p. XVII), gero no mediante la enseñanza verda­
dera. Más tarde, en el Filebo (58 c), persiste en la misma 
concepción, de relegar a la retórica a un modesto plano sub­
ordinado, lejos del afán supremo de buscar la verdad, que 
es la misión de la filosofía.
Era esta, sobre este punto, la última palabra del filósofo.
Aunque en algunas opiniones políticas todavía coinci­
dieron más tarde, no existió una reconciliación entre Pla­
tón e Isócrates. El orador, en su extrema ancianidad, con­
sidera en su Filipo (2) un «sofista» al filósofo en el momen­
to en que muere. Es la señal de que la batalla continuaba
entre los herederos de uno y de otro.
La préparation de la Retórica ‘de Aristóteles: etapas en su 
formación.,
Era necesario que nos extendiésemos algo sobre las po­
lémicas entre los que pretendían de una parte limitar la 
importancia de la retórica y de otra convertirla en el fin 
único de la educación, para situar la presente obra de Aris­
tóteles en el fondo histórico conveniente.
Inteligencia eminentemente sistemática, el Estagirita (3),
(1) Wilamowitz Platón, p. 456.
(2) Geffoken Oriech. Lit. II , p. 158.
(3) Véase para la vida de Aristóteles nuestra introducción a la Constitu»
ción de Atenas en esta misma colección.
XXII
cuando, en pleno desarrollo de su mente poderosa, ha 
reunido sus notas para componer un arte retórica, procura 
situarla en su justo puesto entre los conocimientos humanos 
y en el cuadro general de la educación.
En la Academia se admitía resueltamente que la retóri­
ca era un quehacer subalterno. Cuando Aristóteles estudia­
ba allí, Platón, no sin cierta ironía, había reconocido la im­
portancia que el arte retórica tiene para dominar (om γάΡ
άπεχθήστ) Γοργία:, τ η μέν έκείνου ύπάρχειν τέχνη διδούς πρός χρείαν το ϊς άνθρώποις
κρατεΐν, Fil. 58 c), pero a esta ocupación supera completa­
mente otra, mucho más sublime, sin ninguna utilidad prác­
tica y que se basa en el amor a la verdad: la filosofía. Nos 
consta que Aristóteles cuando comenzó a ocuparse de retó­
rica no pensaba de modo muy distinto.
Según lo que podemos saber de un diálogo que en su ju­
ventud (hacia 360) escribió sobre la retórica, el Grilo (fr. 68 
s. R.¡¡), Aristóteles, dentro del modo de pensar platóni­
co, negaba a la retórica la cualidad de «arte» (1). El testi­
monio de Quintiliano (II 17, 14) es terminante: Aristoteles, 
ut solet (decía nuestro retórico sin. ninguna preocupación 
histórica), quaerendi gratia quaedam subtilitatis suae argu­
menta excogitauit in Gryllo; sed idem el de arte rhetorica iris 
libros scripsit.. Es decir, que quien negó, por' afán de exa­
men y sutileza, que la retórica fuese arte, escribió un Arte.
Mas siguiendo a su maestro en sus comienzos, Aristóte­
les pensaba que los oradores no buscan más que «agradar», 
y no con buenas artes (2), a sus oyentes. Aristóteles sale a 
la palestra, en precoz madurez, como discípulo de Platón, 
y así se opone a los retóricos al uso, incluso Isócrates, que 
escribían discursos funerarios (3) como los que pululaban
(1) Solmsen Die Entwickhivg, p. 196 0., GefFcken Griech. Lit. II, p. 229.
(2) Para esta interpretación de χαρίζεσθαι del fr. 68 R .a v. Solmsen op. cit., 
página 197,
(3) Cf. el Mené&eno platónico.

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