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II 3 101 pues por descuido sucede el olvido y el descuido es una es pecie de desprecio. Contra quiénes se giente ira y en qué disposición y por qué causas, ya queda dicho: es evidente que convendría que i380 a el orador dispusiera con su discurso a los oyentes de mane ra que estuvieran en la disposición de los que están eno jados, y a los contrarios poseedores de culpas tales que me rezcan se sienta ira, y con cualidades que hagan sentir ira (1 2 ). D e LA CALMA O SER E N ID A D . 3 Puesto que a enojarse es contrario aplacarse y la.ira es s contraria de la calma, corresponde tra tar en qué disposi ción están los no airados y respecto de quiénes lo son y por qué causa. Sea calma una detención y pacificación de la ira. Si se siente la ira contra los que desprecian, y el despre cio es voluntario, es evidente que frente a los que no hacen 10 tal o lo hacen involuntariamente,· o aparentan lo uno o lo otro, se es manso. Y frente a los que quieren lo contrario de lo que han hecho. Y frente a los que también se portan de ese modo consigo mismos, porque nadie parece que se desprecia a sí mismo; y frente a los que confiesan su falta y se arrepienten (13), porque como en castigo sienten pena 15 por lo que han hecho, hacen cesar la ira. Señal bien clara en el castigo de los esclavos, pues a los que niegan y repli can los castigamos más, mas contra los que reconocen que merecen el castigo cesamos en nuestro enojo. La causa es porque .es descaro negar lo evidente, y el-descaro es des precio y desconsideración, puesto que ante los que despre- 2o ciamos mucho no sentimos vergüenza. Ni sentimos ira con tra los que se rebajan a sí mismos y no replican, porque pa rece que reconocen que son inferiores, y los inferiores sien ten miedo, y nadie que teme desprecia. Que contra los que se II 3 102 humillan cesa la ira también lo muestran los perros, que no muerden a los que se echan al suelo (14). Ni contra los que 2S los toman en serio se enojan los que obran en serio, porque les parece que son tratados en serio y no con desprecio. Ni contra los que han hecho un favor mayor. Ni contra los que nos ruegan y suplican, porque se colocan más abajo. Ni contra los que no son insolentes ni burlones ni despecti vos ( 15) contra nadie, ni contra los buenos, ni contra los 30 que son tales cual es uno mismo. En general, por los contrarios se debe considerar lo que aplaca. Se siente calma ante aquellos a quienes se teme y respeta, pues mientras se está en tal disposición no se sien te ira, ya que es imposible tener juntamente temor e ira. Y contra los que obran con iracundia, o no se siente ira o se 35 siente menos, pues no parece que han obrado por desprecio, ya que nadie encolerizado desprecia, pues el desprecio no lleva consigo pena, y la ira es con pena. Y tampoco se sien- i3so b te ira contra los que respetan. Los en disposición contraria a enojarse, es evidente que están mansos, como en el juego, en la burla, en la fiesta, en prosperidad, en triunfo, en la hartura; y en general sin pena y en placer no insolente y en decente esperanza. Ade más cuando se deja pasar tiempo, tampoco se está sometí- 5 do a la ira, porque a la ira aplaca el tiempo. Aplaca la iía mayor contra otro la venganza tomada ya de otros antes. Por eso bien Filócrates (16), como alguien le dijera, cuando el pueblo estaba enojado, porqué no se defendía, respondió: —Aún no.—Pues ¿cuándo? —Guando vea que han calum niado a otro. Pues se amansa la gente cuando han gastado 10 la ira contra otro, lo cual ocurrió en el caso de Ergófilo (17), contra el que estando más irritado el pueblo que contra Calístenes, lo dejaron libre, a causa de que a Calístenes la víspera le habían condenado a muerte. Se aplaca la ira también si se coge (18) al ofensor. Y si acaso han recibido los enemigos un daño mayor que el que los enojados hubieran 15
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