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A W Pink-Las Parábolas de Mateo

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1Exportado de Software B��blico Logos, 12:35 a.m. 16 de marzo de 2018.
Las parábolas proféticas de Mateo 13
Arthur W. Pink
Traducción: Samuel Apolonio Ortiz
Edición: Salvador Gomez
Español
Las parábolas proféticas de Mateo 13
Copyright 2015 Lexham Español
Lexham Español, 1313 Commercial St., Bellingham, WA 98225
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Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro puede ser reproducida, ni 
almacenada en ningún sistema de memoria, ni transmitida por cualquier medio sea 
electrónico, mecánico, fotocopia, grabado etc., excepto por citas breves en artículos 
analíticos, sin permiso previo de la editorial.
Pink, A. W. (2015). Las parábolas proféticas de Mateo 13. (S. Gomez & G. Powell, Eds., S. Apolonio Ortiz, 
Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico.
2Exportado de Software B��blico Logos, 12:35 a.m. 16 de marzo de 2018.
Las citas bíblicas son tomadas de la Biblia Reina Valera (RVR) 1960.
© Sociedades Bíblicas Unidas. Usado con permiso.
Editor general: Guillermo Powell
Traductor: Samuel Apolonio Ortiz
Editor: Salvador Gomez
Diseño gráfico: Christine Gerhart
CONTENIDO
Prólogo
Introducción
1. La parábola del sembrador
2. La parábola de la cizaña
3. La parábola de la semilla de mostaza
4. La parábola de la levadura
5. La parábola del tesoro
6. La parábola de la perla
7. La parábola de la red
8. Repaso
9. El alcance profético de Mateo 24
PRÓLOGO
HAY poco espacio para el asombro, aunque mucho para la humillación, en la ignorancia 
y el error generalizado que ahora prevalece entre el pueblo de Dios en muchos de los 
temas importantes de la profecía. Durante casi catorce siglos, como claramente 
muestra la “historia de la iglesia”, la profecía fue descuidada. Aquellos hombres 
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Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico.
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conocidos como los “padres de la iglesia”, con sólo una o dos excepciones, como 
Orígenes, dedicaron su tiempo a discutir sobre las doctrinas y las ordenanzas, mientras 
que la profecía fue ignorada. Desde el punto de vista de 2 Pedro 1:19, “Tenemos también 
la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una 
antorcha que alumbra en lugar oscuro.” Por el descuido general de la profecía por 1,400 
años, aquellos siglos han sido muy acertadamente denominados “La edad oscura” 
—oscura porque la luz de la lámpara de la profecía no los iluminó.
Tampoco fue mucho mejor el tiempo cuando los reformadores aparecieron en 
escena. Dios no permita que podamos pronunciar una sola palabra de crítica en contra 
de esos hombres honorables de Dios, pero sus manos estuvieron más que ocupadas en 
predicar el evangelio a un pueblo que era totalmente ignorante de este, en traducir las 
Escrituras a sus propias lenguas maternas y en exponer los grandes fundamentos de la 
fe cristiana. Tan afanosamente ocupados estuvieron en esas buenas obras, que tuvieron 
poco o casi nada de tiempo para dedicarse al verdadero estudio de la profecía en sí 
misma. A decir verdad, prácticamente todo lo que los reformadores vieron en las 
porciones proféticas de la Escritura fue el juicio de Dios anunciado sobre el sistema 
satánico del papado, del cual habían sido misericordiosamente librados.
Quienes tienen algún conocimiento completo de la naturaleza humana pueden 
entender fácilmente cómo es estar con hombres que fueron acunados en el romanismo 
y que más tarde, por la gracia de Dios, fueron habilitados para ver sus errores 
blasfemos. Cuando llegaron a las profecías de la Escritura, su pensamiento estaba 
empañado por el romanismo, y consecuentemente, cuando se encontraron con algo que 
había sido objeto de una predicción de juicio divino, lo vieron a través de una 
perspectiva empañada. “Babilonia” era el papado; el “hombre de pecado” era el papa; la 
“bestia” era Roma, y así sucesivamente. Lo triste es que la mayoría de los que han 
seguido a los reformadores, en lugar de estudiar las profecías de la Palabra de Dios por sí 
mismos, se hicieron nada más que un eco de lo que los reformadores habían dicho antes 
que ellos. En consecuencia, poco o nada se ha avanzado, y hoy día el pueblo de Dios en 
sentido general tiene muy poca luz adicional en cuanto a profecía que la que tuvieron 
sus antepasados de hace 300 años.
Existe, por tanto, una necesidad apremiante de que todos los cristianos dediquen al 
menos una parte del tiempo que pasan en la lectura de las Escrituras a estudiar sus 
profecías. Nos proponemos dar una serie de estudios sobre el capítulo trece de Mateo, 
que a juicio del escritor es, desde el punto de vista de la profecía, el capítulo más 
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importante de todo el Nuevo Testamento. Hay mucho en el programa profético de Dios 
que debe permanecer necesariamente en oscuridad hasta que las parábolas de este 
capítulo sean dominadas plenamente. En la actualidad son muy mal entendidas e 
interpretadas.
Encontraremos que en Mateo 13:10, 11 el Señor Jesús designó estas siete parábolas 
como “misterios del reino de los cielos”. La expresión “el reino de los cielos” abarca de 
manera breve el contenido de todo el capítulo. Comprobaremos esto por medio de las 
referencias a los versículos 24, 31, 33, etc., donde encontraremos que cada una de las 
últimas seis parábolas comienzan con la frase “el reino de los cielos es semejante a”. 
¿Qué significa esta expresión? Quizá no hay ningún otro concepto en la Escritura 
utilizado tan ampliamente como este, pero que sea tan poco comprendido. A pesar de 
que se encuentra solamente en el Evangelio de Mateo, aparece no menos de treinta y 
dos veces. Por lo tanto, nuestra interpretación de esta expresión afecta una gran parte 
de la Escritura, y una definición correcta de la misma proporciona la primera clave 
para la comprensión de Mateo 13; por ello debería ser obvio para todos que nadie puede 
comenzar a entender sus siete parábolas a menos que haya obtenido una definición 
correcta de este concepto.
Hoy en día hay una confusión extrema y una cantidad terrible de malentendidos en 
relación al significado bíblico de esta expresión, “el reino de los cielos”. Hay algunos 
que piensan que se refiere al cielo en sí. Hay otros que creen que se refiere a la iglesia 
de la cual Cristo es la cabeza. Pero hay un versículo en el Nuevo Testamento que de 
manera concluyente refuta ambas definiciones. En Mateo 16:19 encontramos al 
Salvador diciendo a Pedro: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos”. 
Definitivamente, Cristo no dio a Pedro las llaves de la iglesia, mucho menos las llaves 
del cielo en sí. Entonces ¿de qué le dio a Pedro las llaves? ¿qué entiende el lector por “las 
llaves del reino de los cielos”? ¿Podría usted dar una explicación simple y satisfactoria 
de este versículo a un romanista que venga a usted deseando ayuda sobre esto? Hemos 
planteado este punto con el fin de mostrar la necesidad que hay de una investigación 
cuidadosa y un estudio minucioso de lo que esta expresión en particular no implica y lo 
que verdaderamente significa.
Es debido a que una gran mayoría de cristianos, incluyendo la mayor parte de sus 
líderes y maestros, no tienen una comprensión correcta de este concepto, “el reino de 
los cielos”, que encuentran muchas cosas en el Evangelio de Mateo que son 
desconcertantes y confusas para ellos. Refirámonos a otro pasaje en el que ocurre esta 
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expresión con el fin de hacer más manifiesta la ignorancia prevaleciente. En elprimer 
versículo de Mateo 22 leemos: “Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, 
diciendo: El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo”, 
etc. Ahora vaya al versículo 11: “Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí (en el 
banquete) a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste 
aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que 
servían: Atadle de pies y manos”, etc. ¿Cuántos de nuestros lectores están realmente 
satisfechos con las explicaciones que han escuchado o leído de este pasaje? Nuestro 
único propósito al llamar su atención en esto ahora es puntualizar que se trata de una 
de las parábolas relacionadas con “el reino de los cielos”, y demostrar que mientras no 
obtengamos una correcta definición de esta expresión no hay ni siquiera un poco de la 
Escritura que podamos comenzar a entender.
Antes de que estemos listos para tratar en detalle el tema de “el reino de los cielos” 
tenemos que considerar primero la expresión más amplia “el reino de Dios”, y al 
considerarla, debemos comenzar donde comienza la misma Escritura, esto es, en el 
Antiguo Testamento. En el resto de este artículo trataremos solo un resumen de “el 
reino de Dios” en el Antiguo Testamento.
Al contemplar “el reino de Dios” en las Sagradas Escrituras del AT, se debe tener 
gran cuidado en distinguir entre estos dos aspectos de la misma. En primer lugar, la 
Escritura habla de un reino ilimitado de Dios, a saber, el gobierno soberano del Altísimo 
sobre todos sus vastos dominios. Pasajes como Daniel 4:34, 35 se refieren a este aspecto 
de su reino de la siguiente forma: “y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive 
para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los 
habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el 
ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le 
diga: ¿Qué haces?”. Este gobierno de Dios sobre todas sus criaturas es universal, 
absoluto y eterno. Pero la Escritura también habla de un reino limitado, que se limita 
tanto en su alcance como en su tiempo, que no es ni eterno ni universal. No es sino 
hasta que aprendemos a distinguir entre estos dos aspectos separados del “reino de 
Dios” que podemos dividir correctamente la Palabra de verdad y asegurar la llave que 
abre un poco del Antiguo Testamento.
Este segundo aspecto del reino de Dios es el que podría ser llamado dispensacional: el 
cual es local y temporal. Este es el reino de Dios en la tierra, donde su gobierno es 
manifestado públicamente sobre los hombres y poseído por ellos. Fue establecido por 
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primera vez entre los hijos de Israel, cuando el Señor en persona estuvo entre ellos, 
cuando hizo del propiciatorio sobre el arca su trono, y moró entre los querubines. Ese 
fue el “reino” de Dios en la tierra. En Josué 3:11, 13, un pasaje que nos lleva de vuelta a un 
punto no mucho tiempo después de que Jehová ocupara su morada en medio de Israel, 
aparece una expresión sorprendente: “He aquí, el arca del pacto del Señor de toda la 
tierra pasará delante de vosotros en medio del Jordán… y cuando las plantas de los pies 
de los sacerdotes que llevan el arca de Jehová, Señor de toda la tierra, se asienten en las 
aguas del Jordán, las aguas del Jordán se dividirán; porque las aguas que vienen de 
arriba se detendrán en un montón”. Es necesario hacer notar cuidadosamente que esta 
es la primera vez en la Escritura que Dios asume este título, y que está así relacionado 
con el arca; con motivo del paso de Israel a través del Jordán se asumió que este era 
Jehová tomando posesión formalmente de aquella tierra que había dado a su pueblo. Si 
Israel hubiera permanecido en sujeción a su Rey y obedecido sus leyes, no sólo habría 
seguido en medio de ellos, sino que a través de ellos hubiera gobernado toda la tierra 
—como lo hará en el milenio. La prueba de esto se encuentra en el hecho de que 
durante las breves temporadas que permanecieron obedientes, él derrocó a sus 
enemigos y sometió a los gentiles de alrededor.
Pero Israel creció en desobediencia y rebeldía contra Jehová su Rey. “Y dijo Jehová a 
Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, 
sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (1 Samuel 8:7). Durante siglos 
después de esto, la amplia paciencia de Dios continuó lidiando con ellos, pero en los 
días de Ezequiel la gloria de la Shekiná, su presencia manifestada entre ellos, se retiró. 
Esto es mencionado en Ezequiel 10:18, “Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima 
del umbral de la casa, y se puso sobre los querubines” y Ezequiel 11:23 dice: “Y la gloria 
de Jehová se elevó de en medio de la ciudad, y se puso sobre el monte que está al oriente 
de la ciudad”. Primero la gloria de la Shekiná abandonó el arca en el lugar santo, 
después retirándose poco a poco, abandonó el templo, luego yendo más lejos, se puso 
sobre el monte de los Olivos, hasta que desapareció de su vista. Dios había abandonado
su trono y morada terrenal.
Ahora, en este punto, Dios en una forma dispensacional, asumió un nuevo título. En 2 
Crónicas 36:23 leemos: “Así dice Ciro, rey de los persas: Jehová, el Dios de los cielos, me ha 
dado todos los reinos de la tierra”. También en los primeros versículos de Esdras se nos 
dice que este mismo Ciro hizo una proclamación diciendo: “Jehová el Dios de los cielos me 
ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha mandado que le edifique casa en 
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Jerusalén”. Estas son las primeras apariciones de este título divino en la Escritura. No 
es una mera expresión casual, pero el empleo de la misma marcó una gran crisis y 
denotó un cambio radical en las relaciones de Dios con la tierra. Encontrará que se trata 
de un título característico de Dios en aquellos libros que tratan de la cautividad de 
Israel. Esta frase enfatizó el hecho de que mientras su trono eterno nunca puede ser 
abandonado, el trono dispensacional de Dios sobre la tierra ya había sido abandonado.
En lugar de su trono visible en medio de Israel, Dios estableció otro trono sobre la 
tierra, un trono que delegó a los hombres y que iba a continuar durante todo el tiempo 
de los gentiles —una expresión que se refiere al intervalo durante el cual los gentiles 
tendrían dominio sobre Jerusalén. Este es el tema y asunto que se desarrolla en el libro 
de Daniel. En su segundo capítulo, donde se registra el sueño de Nabucodonosor y la 
interpretación divina del mismo, nos encontramos con que el significado profético de la 
gran imagen proveía una descripción de la historia de los tiempos de los gentiles y el 
carácter de su gobierno sobre esta tierra (véanse los vv. 37–39).
El sueño profético de Nabucodonosor miró hacia adelante, no sólo al final de los 
cuatro imperios mundiales gentiles, sino también más allá de ellos, contemplando otro 
imperio futuro que sería totalmente diferente en carácter. En el versículo 44 se nos 
dice: “Y en los días de estos reyes (el “reino” antes mencionado) el Dios del cielo 
levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; 
desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre”. 
Este era el quinto reino, el reino prometido del Mesías. Se ofrecen más detalles sobre 
este reino en Daniel 7:13, 14, “Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes 
del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Ancianode días, y le 
hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos 
los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca 
pasará, y su reino uno que no será destruido”, comparar Lucas 19:12, 15.
Después de Daniel, la voz de la profecía pronto fue silenciada, y por 400 años el 
pueblo de Israel se mantuvo en un estado de expectativa ansiosa, esperando que Dios 
cumpliera sus promesas. Después apareció Juan el Bautista, quien tomó el mensaje del 
reino justo donde los profetas del Antiguo Testamento lo habían dejado caer. En Mateo 
3:1, 2 leemos: “En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, 
y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” —se ha “acercado” 
porque el Rey mismo estaba a punto de aparecer en medio de los Judíos. Cuando Juan 
dijo, “el reino de los cielos se ha acercado”, ¿qué supone usted que sus oyentes judíos 
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entendieron con esta expresión? Tenían todo el AT en sus manos, pero eso fue todo lo 
que entonces tuvieron. Obviamente, todos sus pensamientos naturalmente se 
enfocarían en ese reino que el Hijo del Hombre iba a recibir en los cielos de las manos del 
Anciano de días.
Es de notar que la predicación de Juan el Bautista fue “en el desierto de Judea”. La 
posición ocupada por el precursor del Mesías era un triste presagio de los resultados de 
su misión. Juan apareció fuera del templo, lejos de Jerusalén. Su mensaje: 
“Arrepentíos”, dio testimonio de la triste condición espiritual de Israel —No necesito 
decir “Arrepentíos” a un pueblo que está caminando en comunión con Dios. 
“Arrepentíos” era una orden para aquellos que estaban lejos de Dios.
Entonces apareció Aquel a quien Juan anunciaba. El Rey mismo, una vez más 
acercándose a Israel en la tierra. Aquel que había dejado su trono terrenal de antaño, 
que se había retirado al cielo en los días de Ezequiel, y que a partir de entonces llegó a 
conocerse como “El Señor Dios de los cielos”, en su gracia incomparable se había 
encarnado en forma humana, y por estar ahora una vez más en la tierra, porque el Rey 
mismo estuvo presente en medio de Israel, el reino se había “acercado”. Por lo tanto, se 
nos dice en Mateo 4:17: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: 
Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Tanto las “señales” (Mt 11:4; 
16:3) como los “poderes” (Heb 2:3; 6:5) del reino, mesiánico, terrenal, fueron 
desplegados por Cristo. Humanamente hablando, todo estaba listo para el 
establecimiento de aquello que había sido prometido por Daniel. Nada faltaba sino esto 
—corazones leales para dar la bienvenida y recibir al Rey divino. Pero 
desafortunadamente esto faltó: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Jn 1:11).
Las etapas del rechazo del Mesías están descritas en Mateo 12, de lo que nos 
ocuparemos en nuestro siguiente capítulo. Debido a que Israel rechazó a su Rey, él 
temporalmente también les rechazó, y por lo tanto el establecimiento de su reino 
mesiánico en la tierra fue pospuesto. El Rey partiría de este mundo y estaría ausente 
por una larga temporada, antes de regresar de nuevo y establecer su reino, ver Lucas 
19:12, 15. En el intervalo de su ausencia, el “reino” toma otra forma. Éste es ahora su 
reino entre los gentiles, y se encuentra dondequiera que su autoridad es públicamente 
reconocida; es la esfera de la profesión cristiana, en una palabra, la cristiandad.
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INTRODUCCIÓN
EL capítulo trece de Mateo inicia con estas palabras: “Aquel día salió Jesús de la casa y se 
sentó junto al mar”. Esta afirmación claramente mira hacia atrás al capítulo anterior, 
donde el Espíritu Santo nos ha descrito las diversas etapas del rechazo de Israel hacia 
su Rey. Al principio de Mateo 12 encontramos a los fariseos desafiando a los discípulos 
de Cristo porque habían arrancado las espigas de maíz en el día de reposo, lo cual es 
seguido por la defensa que el Señor hace a favor de ellos. A continuación se nos dice: “Y
salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle” (v. 14). Esta es la 
primera vez que leemos algo como esto en el Evangelio de Mateo.
Después en los vv. 22–24 se nos dice: “Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego 
y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba”. Hasta ese 
momento era el milagro más notable que el Señor Jesús había realizado; de hecho, 
fueron tres milagros en uno. Se produjo tal impresión sobre aquellos que lo 
presenciaron que se nos dice: “toda la gente estaba atónita, y decía: ¿Será éste aquel 
Hijo de David?” —no dijeron “¿Será éste aquel Hijo de Dios?” sino “aquel Hijo de David”, 
es decir, el Mesías mismo. A continuación se nos dice: “Mas los fariseos, al oírlo, decían: 
Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios” —ahí 
cometieron el pecado para el cual no había ningún perdón.
Tras la condena de nuestro Señor a los fariseos por su blasfemia imperdonable, se 
nos dice: “Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: 
Maestro, deseamos ver de ti señal” (v. 38). Su respuesta fue que la única señal que se 
debería de dar a esa generación malvada y adúltera debía ser “la señal del profeta 
Jonás”, es decir, que después de tres días en el lugar de la muerte, el Siervo de Dios 
debería venir e ir a los gentiles. Después de esto, el Señor pronunció solemnemente el 
juicio venidero del cielo sobre esa generación malvada, y así su postrer estado sería 
peor que el primero (vv. 43–45).
El capítulo cierra diciéndonos que mientras Cristo aún hablaba a la gente, uno le 
dijo: “Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban 
afuera, y le querían hablar. Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están 
afuera, y te quieren hablar. Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi 
madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: 
He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre 
que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (vv. 46–50). Esta fue una 
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ruptura de lazos carnales que denotaba la ruptura del Salvador con Israel y anunciaba 
que a partir de ahora sólo reconocería como parientes a aquellos que hicieran la 
voluntad de su Padre que estaba en el cielo.
Por tanto, observaremos que las primeras palabras de Mateo 13 suministran la 
primera clave para la interpretación de lo que sigue. Las parábolas de este capítulo 
fueron pronunciadas por Cristo “el mismo día” que los fariseos tuvieron consejo para 
destruirlo, cuando cometieron el pecado imperdonable, cuando pronunció el juicio 
solemne sobre la nación, y cuando cortó los lazos carnales que le unían a los judíos y dio 
a entender que de ahí en adelante deberían ser un pueblo unido a él por lazos 
espirituales. Así, la relación entre Mateo 12 y Mateo 13 es aquella de causa y efecto; en 
otras palabras, Mateo 12 da a conocer la causa que dio lugar a que Cristo actuara como 
lo hizo en el capítulo trece; la causa fue el rechazo de Israel a su Rey y el rechazo de él 
hacia ellos. Su actuar en Mateo 13:1 fue indicativo de una gran crisis dispensacional, fue 
un anticipo de lo que se encuentra desarrollado en detalle en el libro de Hechos —Dios, 
temporalmente,alejándose de los judíos y volviéndose a los gentiles.
“Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar”. La “casa” es el lugar de la 
relación ordenada y los vínculos naturales. Esta fue abandonada, ¡Jesús “salió” de ella! 
Simbólicamente fue una confirmación de sus propias palabras al final de Mateo 12:43; el 
vínculo que le había atado a los judíos ahora estaba roto. La siguiente acción de Cristo 
fue tomar su lugar junto al mar. Esto también tuvo un profundo significado simbólico 
para los que tenían ojos para ver. El “mar” habla del hombre caído en la inquietud y la 
esterilidad de la naturaleza, del hombre separado de Dios, y por tanto de los gentiles (F. 
W. G.). Si el lector se dirige a Daniel 7:1, 2; Apocalipsis 17:15, etc., encontrará ahí esta 
ilustración definida.
“Y les habló muchas cosas por parábolas” (Mateo 13:3). Esto marcó un nuevo punto de 
partida en el método de enseñanza de Cristo. Sería en vano la búsqueda de alguna 
parábola en los primeros doce capítulos de este evangelio. Hasta ahora Cristo había 
enseñado al pueblo con un lenguaje sencillo, usando términos simples del habla; pero 
ahora su mensaje estaba siendo velado y su significado ocultado. Esto explica lo que se 
nos dice en el versículo diez: “Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué
les hablas por parábolas?” Los discípulos se sorprendieron. Al no estar acostumbrados a 
esta forma de enseñanza, estuvieron tan confundidos que es difícil explicarlo aquí 
[confirmar la traducción de esta última frase]. La respuesta del Señor a su pregunta 
confirmó lo que hemos dicho sobre el versículo 1. Su respuesta está registrada en los 
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versículos 11–15; la cita que nuestro Señor hace ahí de las solemnes palabras de Isaías 6
suministra una prueba más de que la nación había rechazado a su Rey. Como 
consecuencia de este rechazo se había distanciado de ellos, según esta nueva forma de 
enseñanza claramente evidencia. Este es un principio ejemplificado a través de toda la 
Escritura en donde, siempre que se emplean parábolas o expresiones simbólicas, estas 
son dirigidas a un pueblo alejado de Dios, de ahí la ausencia de ellas en las epístolas.
Volviendo una vez más a Mateo 13:11, encontramos aquí la segunda clave importante 
que abre el contenido de nuestro capítulo. Ahí el Señor mismo designa las siete 
parábolas como “misterios del reino de los cielos”. Pero antes de seguir adelante 
permítame señalar que la palabra “reino” no se refiere principalmente a territorio. El 
primer significado del diccionario Webster de esta palabra es: “autoridad real, poder 
soberano, gobierno, dominio”. El término “reino” se refiere, directamente, no a un 
territorio, sino a la autoridad; no a un área, sino a la soberanía. Tomemos una simple 
ilustración. Francia fue alguna vez un “reino”, pero hoy en día es una “república”. Sin 
embargo, no ha habido ningún cambio territorial; el país es el mismo, y está habitado por 
la misma raza de personas. Ya no es un “reino” por la sencilla razón de que ya no 
reconoce la autoridad soberana de un rey; en cambio, es gobernada por la sociedad, y 
por lo tanto es una “república”. La sociedad son los gobernantes, la autoridad está 
conferida a los que ellos eligen para el cargo. Así, podemos ver con esta simple 
ilustración que el término “reino” no se refiere a una esfera localizada de territorio, 
sino a la forma de su gobierno, y habla de la soberanía de su gobernante. Por lo tanto, el 
“reino de los cielos” no es el cielo en sí, sino un pueblo que posee la autoridad soberana 
del cielo.
Una prueba más de lo que se ha dicho anteriormente se encuentra en las palabras 
del Salvador a Pedro según se registra en Mateo 16:19: “Y a ti te daré las llaves del reino 
de los cielos”. “Llaves” habla de dos cosas: son un símbolo de autoridad y existen con el 
propósito de abrir y dar admisión o acceso a algo. Cuando le doy a alguien la llave de mi 
casa tiene el derecho y la autoridad para entrar a ella. En Apocalipsis 1:18 Cristo habla 
de que tiene “las llaves de la muerte y del Hades”, lo que significa que él tiene completa 
autoridad sobre ellos. Ahora a Pedro le fueron “dadas” las llaves del reino de los cielos, 
una autoridad delegada está a la vista. En el libro de los Hechos el significado de las 
palabras del Señor a Pedro se hizo claro.
En el segundo capítulo de Hechos nos encontramos a Pedro usando esas “llaves” en 
el día de Pentecostés, abriendo la puerta del reino a los judíos. En Hechos 10
Pink, A. W. (2015). Las parábolas proféticas de Mateo 13. (S. Gomez & G. Powell, Eds., S. Apolonio Ortiz, 
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encontramos a Pedro usando esas “llaves” de nuevo, dando entrada en el reino a los 
gentiles. Llama poderosamente la atención el sopesar los detalles de lo último que se 
menciona: los gentiles a los que se hace referencia de manera particular fueron 
Cornelio y su casa. En Hechos 9 leemos acerca de la conversión de Saulo de Tarso, y 
como sabemos, él fue el apóstol de los gentiles. Sin embargo, cuando el Señor apareció a 
Cornelio y le dijo que enviara por uno de sus siervos, no fue Pablo sino Pedro el que fue 
invitado, ¡ya que fue el último y no el primero quien poseía las “llaves”! Aquello a lo que 
Pedro dio admisión no fue al cielo ni a la iglesia, sino a la esfera de la profesión cristiana. 
Así, el lenguaje de Mateo 13:11 nos asegura que las parábolas que siguen se refieren a la 
cristiandad, es decir, a aquella esfera donde la autoridad del cielo y la soberanía de 
Cristo son reconocidas abiertamente. Antes de dejar Mateo 16:19 podemos añadir que 
un derecho de sucesión conferido a las “llaves de San Pedro” es un manifiesto absurdo, 
por esta razón, Pedro dejó la puerta del reino ¡abierta de par en par!
El versículo once de Mateo 13 proporciona otra clave en la frase “misterios del reino 
de los cielos”. En la Escritura el término “misterio” significa un secreto divino dado a 
conocer por el Espíritu Santo. Esto es confirmado por lo que se nos dice en el versículo 
35, concretamente, que Cristo estuvo aquí declarando las “cosas escondidas desde la 
fundación del mundo”. Así que, en estas parábolas, Cristo estuvo dando a conocer lo que 
estaba fuera del alcance de la profecía del AT, algo que Dios no había dado a conocer a 
Israel a través de los profetas. Esto necesita ser observado cuidadosamente, ya que 
refuta la interpretación popular de estas parábolas.
Son muchos los que consideran que las parábolas de Mateo 13 contienen profecías 
sobre el comienzo del milenio; la de la semilla de mostaza y la de la levadura son 
consideradas como paralelas con la promesa de que “la tierra será llena del 
conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar”, pero esa declaración se 
encuentra en Isaías 11:9, ¡esta no era un “secreto” en los tiempos del AT! Por lo tanto, 
ninguna de las parábolas en Mateo 13 puede estar tratando del mismo tema que Isaías 
11:9, o lo que se afirma en el versículo 35 no sería verdad. No; Mateo 13 se refiere a algo 
que en ninguna parte del AT ha sido revelado; es una revelación completamente nueva.
El número de parábolas aquí, siete, da a entender que proporcionan un esquema o 
una descripción completa de algo, y ese algo es la historia de la cristiandad. Lo que está a 
la vista en las primeras cuatro parábolas es la esfera de la responsabilidad humana, y 
por consiguiente es un cuadro de fracaso lo que nos es presentado. En la primera, sólo 
uno de los cuatro lanzamientos de la buena semilla produce algún fruto. En la segunda, 
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la cosecha completa se echa a perder por la mezcla de la cizaña entre el trigo. En la 
tercera, el pequeño grano de mostaza se convierte en un gran árbol, cuyas ramas dan 
refugio a los agentes de Satanás. En la cuarta, las tres medidas de harina son, en última 
instancia, completamente corrompidas por medio de la levadura introducida 
subrepticiamente en ellas.
Puede mirar dónde desee en la Escritura, y se encontrará con lo mismo: cada vez 
que Dios ha encomendado algo al hombre como criatura responsable, este ha fallado. 
Dios puso a Adán en el Edén en el terreno de la responsabilidad humana y cayó. Dios le 
dio a Noé la espada de autoridad magistral y no pudo gobernarse a sí mismo. Dios le dio 
a Israel la ley, y la quebrantaron; antes de que Moisés bajara del monte ya estaban 
adorando al becerro de oro. Dios instituyó el sacerdocio en Israel, y Aarón y sus hijos 
fueron debidamente consagrados a su oficio, pero desde el primer día, dos de ellos 
ofrecieron fuego extraño y juicio cayó sobre ellos. Dios instituyó la monarquía en Israel 
y un gran fracaso fue escrito sobre esta. Dios dotó a Nabucodonosor con poder, pero él 
se engrandeció tanto que hizo una imagen de sí mismo y exigió que todos la adoraran. 
Ni la profesión cristiana ha probado ser la excepción. “Después de mi partida entrarán 
en medio de vosotros lobos rapaces”, dijo el apóstol Pablo (Hechos 20), y lo hicieron. El 
mal introducido por Satanás al comienzo de esta dispensación nunca se ha erradicado, 
ni lo será sino hasta el tiempo de la cosecha. En lugar de que las cosas mejoren, van a 
empeorar, hasta que Cristo vomite (Apocalipsis 3:16) todo el sistema que resiste su 
nombre. Pero, bendito sea su nombre, no hay fracaso con Dios. A pesar del fracaso del 
hombre y de la oposición de Satanás, él ha estado cumpliendo de forma lenta pero 
segura su propósito eterno. Hechos 15:18 declara: “Dice el Señor, que hace conocer todo 
esto desde tiempos antiguos”, y una prueba clara de esto nos es dada en el 
cumplimiento inequívoco de las parábolas proféticas de Mateo 13.
Las siete parábolas de Mateo 13 se dividen en cuatro y tres, que es la división 
habitual de una serie septenaria. Las cuatro primeras fueron dichas a la multitud a la 
orilla del mar, las tres últimas a los discípulos en el interior de la casa. Por lo tanto, las 
primeras cuatro nos dan la visión externa en la historia de la cristiandad, mientras que 
las tres últimas retratan aquello que es más interior y espiritual. Las cuatro primeras 
están ordenadas en dos pares: la primera, el trigo y la cizaña, dándonos aspectos 
individuales; el segundo par, el árbol de mostaza y la levadura corrompida, describiendo 
el punto de vista colectivo. Una vez más, la primera parábola nos muestra una siembra, 
mientras que la quinta y sexta muestran la cosecha resultante. La segunda parábola 
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también nos muestra una siembra, mientras que la tercera y cuarta nos dan la cosecha 
resultante. Si se pregunta ¿Por qué el “cultivo” de la segunda siembra es dado antes de la 
cosecha de la primera? La respuesta es: siempre es el orden de las Escrituras darnos 
primero aquello que es natural, y después aquello que es espiritual. En nuestro 
siguiente artículo vamos a tomar la parábola del sembrador.
N.B. —Por buena parte de este capítulo estamos en deuda con los escritos de F. W. Grant.
1
LA PARÁBOLA DEL SEMBRADOR
“Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo: He aquí, el sembrador salió a 
sembrar”. El lector cuidadoso notará una omisión aquí, a saber, que esta parábola no 
comienza con las palabras “el reino de los cielos es semejante a”. Esto no puede ser así 
sin una buena razón, porque lo que se omite en la Sagrada Escritura es en muchas 
ocasiones tan significativo como lo que se registra. Cada una de las seis parábolas que 
siguen empieza con esta cláusula. La razón por la que es dejada de lado al comienzo de 
la primera no es difícil de explicar. Como lo hemos demostrado en un artículo anterior, 
“el reino de los cielos” es una expresión que, en la dispensación actual, hace referencia 
a la cristiandad, la esfera de la profesión cristiana, ese círculo donde la soberanía de 
Cristo es reconocida públicamente. Pero el “reino de los cielos” no asumió esta forma 
sino hasta después de que Cristo volvió al Padre. Por lo tanto, debido a que esta primera 
parábola contempla el período de tiempo cubierto por el ministerio terrenal de nuestro 
Señor, estas palabras son omitidas apropiadamente. La primera parábola constituye 
una introducción a las que siguen, describe la obra de Cristo como preparación para el 
establecimiento de su reino entre los gentiles, aunque el principio de esta es de una 
aplicación más amplia.
“He aquí, el sembrador salió a sembrar”. En Marcos 4:3 encontramos que esta misma 
parábola es introducida por las palabras: “Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar”. 
Esta palabra “oíd” indicaba que el Salvador estaba a punto de comunicar algo de inusual 
importancia. La figura que estaba usando era tan simple como para ser casi 
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insignificante, por lo que existía el peligro de que sus oyentes la consideraran como de 
poca importancia; por lo tanto el “¡oíd!” y el “he aquí” fueron formulados para captar la 
atención; son palabras que nos exigen reflexionar cuidadosamente en lo que sigue.
La acción de Cristo al inicio de esta parábola fue tanto trágica como bienaventurada. 
Hablando desde una perspectiva humana, debió haber sido como “un cosechador que 
salía a cosechar” o “un agricultor que salía a recoger sus frutos”. Por mil quinientos 
años hubo una siembra abundante de la semilla en Israel, por medio de Moisés, David, 
los profetas, y por último Juan el Bautista. Pero no hubo cosecha para Jehová. Es esto lo 
que se expresa de manera conmovedora en Isaías 5: “Tenía mi amado una viña en una 
ladera fértil. La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había 
edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar; y esperaba que 
diese uvas, y dio uvas silvestres” (vv. 1, 2).
La bienaventuranza de la acción de Cristo aquí es vista en su condescendencia y 
gracia maravillosas al rebajarse tanto como para tomar el humilde lugar de un 
“sembrador”, de ahí el “he aquí”. Las palabras “salió a sembrar” o como dice el evangelio 
de Marcos “salió” fueron indicativas del gran cambio dispensacional que pronto iba a 
ser introducido.
Ya no iba a ser una plantación de vides o higueras en Israel, sino un derramamiento 
de la misericordia de Dios hacia los gentiles; por lo tanto, lo que tenemos aquí es el 
esparcimiento de la semilla en el campo en general, como el versículo 38 nos dice: “el 
campo es el mundo”.
Un gran propósito de esta primera parábola es enseñarnos la medida del éxito que 
el evangelio recibiría entre los gentiles. En otras palabras, se nos muestra lo que serían 
los resultados de este esparcimiento de la semilla. En primer lugar, la mayor parte de la 
tierra sobre la que cayó resultaría desfavorable: los suelos duros, de poca profundidad y 
espinosos, eran inadecuados para la productividad. En segundo lugar, nos toparíamos 
con oposición externa, las aves del cielo vendrían y la arrebatarían. En tercer lugar, el 
sol quemaría, y se marchitarían aquellas semillas con humedad insuficiente en sus 
raíces. Sólo una fracción de las semillas sembradas producirían algún crecimiento, y por 
lo tanto, todas las expectativas para el último triunfo universal del evangelio fueron 
retiradas.
La clara enseñanzade nuestra presente parábola debería disipar inmediatamente 
los sueños optimistas pero vanos de los post-milenaristas. Esta responde con claridad y 
de manera concluyente las siguientes preguntas: ¿Cuál debe ser el resultado del 
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esparcimiento de la semilla? ¿La recibirá todo el mundo y producirá fruto cada parte 
del campo? ¿La semilla brotará y producirá una cosecha universal, de modo que no se 
pierda un solo grano de la misma? Nuestro Salvador nos dice explícitamente que la 
mayor parte de la semilla no produce ningún fruto, por lo que ninguna conquista 
mundial por medio del evangelio, en la cristianización de la raza, ha de ser buscada. 
Tampoco había ningún indicio de que, mientras la era avanzaba, habría algún cambio, 
y que los sembradores posteriores se encontrarían con un mayor éxito, por lo que los 
oyentes de junto al camino, de los pedregales y de la tierra espinosa dejarían de existir o 
rara vez serían encontrados. En lugar de eso, el Señor mismo claramente nos advirtió 
que en lugar de que los frutos del evangelio mostraran un aumento, habría una 
disminución notable; cuando habló del fruto producido dijo: “y da fruto; y produce a 
ciento, a sesenta, y a treinta por uno” (v. 23). Estas palabras son demasiado claras para 
ser mal entendidas. Creemos que el “ciento” se refería a la cosecha producida en los días 
de los apóstoles; el “sesenta” al tiempo de la Reforma; y el “treinta” a los días en los que 
estamos viviendo ahora. La historia de los últimos diecinueve siglos ha atestiguado el 
cumplimiento de la profecía de Cristo; ¡sólo un porcentaje en cualquier país, ciudad o 
pueblo ha respondido al evangelio!
La mayor parte de los detalles de esta parábola se refieren no al Sembrador o a la 
semilla, sino a los distintos tipos de suelo en los que la semilla cayó. En su 
interpretación, el Señor Jesús explicó los diferentes tipos de suelo como la 
representación de las diversas clases de aquellos que escuchan la Palabra. Son cuatro 
en número, y pueden ser clasificados como de corazón duro, de corazón poco profundo, 
de corazón a medias y de todo corazón. Es importante ver que en la parábola, Cristo 
no está hablando desde el punto de vista de los consejos divinos, porque no puede haber 
ningún fallo ahí, sino desde el punto de vista de la responsabilidad humana. Lo que 
tenemos aquí es la Palabra del reino dirigida a la responsabilidad del hombre, el efecto 
que tiene sobre él, y su respuesta. Veamos ahora brevemente cada clase por separado:
1. Los oidores de junto al camino. “Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó 
junto al camino; y vinieron las aves y la comieron… cuando alguno oye la palabra del 
reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. 
Este es el que fue sembrado junto al camino” (vv. 4, 19). Aquí, el corazón que recibe la 
semilla no es receptivo y tampoco responde. Es como la vía pública, endurecido por el 
tráfico constante del mundo. Aunque se dice que la Palabra es “sembrada en su 
corazón”, esta no encuentra un alojamiento real en él, y esto es lo que la hace tan 
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solemne. La “palabra implantada” es aquella que es recibida “con mansedumbre”, y para 
ello debe hacerse a un lado “toda inmundicia y abundancia de malicia” (Sgo 1:21). Es en 
este punto que entra la responsabilidad del individuo, la responsabilidad de aquel que 
escucha la Palabra.
Debe tenerse en cuenta que es “cuando alguno oye la palabra del reino y no la 
entiende, cuando viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón”. Aquellos 
que oyen la Palabra son responsables de “entenderla”. Es cierto que el hombre natural no 
percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, pero debería; y que para él son “locura”, 
pero no debe ser así. Como se nos dice en 1 Corintios 8:2, “si alguno se imagina que sabe 
algo, aún no sabe nada como debe saberlo”. La comprensión de la Palabra sólo se obtiene 
de parte de Dios, y es responsabilidad de todos los que guardan y leen su Palabra clamar 
a él: “Enséñame tú lo que yo no veo” (Job 34:32). Su promesa es que “enseñará a los 
mansos su carrera” (Sal 25:9). Pero si no hay humildad del corazón delante de Dios, ni 
búsqueda de la sabiduría de lo alto, entonces no habrá ninguna “comprensión” de la 
Palabra y el diablo “arrebatará” lo que hemos oído o leído, ¡pero sólo nosotros tendremos 
la culpa!
2. Los oyentes de la tierra pedregosa. “Parte cayó en pedregales, donde no había 
mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, 
se quemó; y porque no tenía raíz, se secó… Y el que fue sembrado en pedregales, éste es 
el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que 
es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, 
luego tropieza” (vv. 5, 6, 20, 21). El tipo de suelo al que se hace referencia aquí, es aquel 
en donde la base es de roca, con sólo una fina capa de tierra encima. En este suelo poco 
profundo la semilla es recibida, pero el crecimiento es superficial. La interpretación de 
nuestro Señor de inmediato identifica la clase específica de oyentes que están a la vista 
aquí. Al principio prometen mucho, pero más tarde resultan muy decepcionantes. Lo 
que tenemos aquí es la falta de profundidad. Las emociones han sido movidas, pero la 
conciencia no ha sido examinada; hay un “gozo” natural, pero sin convicción profunda 
o verdadero arrepentimiento. Cuando se realiza una obra divina de gracia en un alma, 
los primeros efectos de la Palabra sobre ella no son producir paz y gozo, sino contrición, 
humildad y tristeza.
Lo triste es que hoy en día casi todo lo relacionado con el esfuerzo evangelístico 
moderno (?) se calcula sólo para producir esta clase de oyente. El canto alegre, el 
sentimentalismo de los himnos (?), las apelaciones a las emociones del predicador, la 
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demanda de “resultados” visibles y rápidos de las iglesias, no producen más que 
retornos superficiales. Se insta a los pecadores a tomar una “decisión” rápida, son 
apresurados a adoptar la “postura del penitente”, y luego se les da la seguridad de que 
todo está bien con ellos; la pobre alma engañada se va con un “gozo” falso y efímero. Lo 
más lamentable es que muchos en el pueblo del Señor apoyan y favorecen esta parodia 
del verdadero ministerio del evangelio, la cual deshonra a Cristo y engaña a las almas.
“Es de corta duración”. “Esta es la carne en su tono más claro, capaz de llegar tan 
cerca del reino de Dios, y más aún, manifestar su naturaleza sin esperanza. Hay una 
roca inquebrantable detrás que nunca cede a la Palabra ni le da alojamiento; la clase de 
oyentes representados aquí son nacidos sólo de la carne. Dejan que las cosas sean 
exteriormente favorables a la profesión, es evidente que el número de éstos puede 
multiplicarse en gran medida, y pueden pegarse como hojas muertas a un árbol que no 
ha tenido ninguna sacudida brusca para quitárselas de encima. Pero la vida no es mejor 
en ellos”1.
3. Los oyentes de la tierra espinosa. “Y parte cayó entre espinos; y los espinos 
crecieron, y la ahogaron… el que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la 
palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se 
hace infructuosa” (vv. 7, 22). En Marcos 4:19 se nombran las “codiciasde otras cosas” y 
en Lucas 8:14 los “placeres de la vida” como obstáculos adicionales representados por 
“espinas”. Aquí no son tanto las causas internas sino las trampas externas las que hacen 
que esta tercera clase de oyentes sea infructuosa.
Así, el Señor ha dado a conocer aquí qué es lo que, desde el punto de vista humano, 
hace que gran parte de la semilla sembrada sea improductiva. Las razones por las que la 
predicación de la Palabra no produce una cosecha espiritual en todos los que la 
escuchan son: primero, la dureza natural del corazón del hombre y la oposición 
resultante de Satanás; segundo, la superficialidad de la carne; tercero, las atracciones y 
distracciones del mundo. Estas son las cosas que producen esterilidad y están escritas 
como advertencia y para el aprendizaje del cristiano. Los siervos de Cristo son también 
instruidos para saber qué esperar y estar informados de lo que se opondrá a su labor 
—el diablo, la carne y el mundo.
4. Los oyentes de la buena tierra. “Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto… el 
que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y 
produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno” (vv. 8, 23). Debe ser observado 
1 The Numerical Bible (La Biblia numérica)
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cuidadosamente que cuando definió al oyente de la buena tierra, Cristo no dijo “este es 
aquel en quien una obra divina de gracia ha sido forjada” o “cuyo corazón ha sido hecho 
receptivo por la operación del Espíritu Santo”. Lo cierto es que esto debe preceder a 
cualquier recepción de la Palabra por parte del pecador para que se vuelva fructífero, 
sin embargo, este no es el aspecto particular de la verdad con la que Cristo está tratando 
aquí. Como ya se ha dicho, él no está hablando aquí del cumplimiento de los designios 
de Dios, sino desde el punto de vista de la responsabilidad humana.
Lo que el Señor está dando a conocer aquí es aquello que el oyente de la Palabra debe 
procurar gracia para hacer, si es que realmente quiere ser fructífero. Los registros 
complementarios de esta parábola que ofrecen Marcos y Lucas deben ser 
cuidadosamente comparados. En Lucas 8:15 se nos dice primero que la Palabra debe ser 
recibida con “corazón bueno y recto”. En segundo lugar, que la “retienen”. Y en tercer 
lugar, que “dan fruto con perseverancia”. Tales son las condiciones del dar fruto: una 
mente sin prejuicios y un corazón abierto; la comprensión de la Palabra recibida y la 
perseverancia, aferrándonos a ella firmemente.
Para terminar permítame llamar su atención a una o dos lecciones prácticas 
inculcadas por esta parábola.
En primer lugar, la preciosura de la semilla. Si hubiera solo un grano de trigo que 
quedara en el mundo hoy, y se perdiera, ni aún todos los esfuerzos del hombre podrían 
reproducirlo. Así es con la Palabra, si nos fuera arrebatada, ni todo el ingenio y la 
sabiduría del hombre podría reemplazarla. Entonces valorémosla, amémosla y 
estudiémosla más.
En segundo lugar, la discreción del sembrador. En la parábola no se nos dice casi 
nada acerca de él, solo el simple hecho de que él sembró la semilla. El énfasis está sobre 
la semilla, los distintos tipos de suelo, los obstáculos y las condiciones para dar fruto. 
¿Por qué es esto así? Porque la personalidad del sembrador y el método de siembra son 
de una importancia secundaria. ¡Un niño pequeño puede dejar caer una semilla tan 
eficazmente como un hombre; el viento puede llevársela, y conseguir tanto como si un 
ángel la hubiera plantado! Todos, no solamente los predicadores, pueden ser 
“sembradores”.
En tercer lugar, las condiciones para dar fruto. Hay mucho “pedregal” en el jardín de 
cada una de nuestras almas: entonces no despreciemos el martillo y el arado de Dios. 
¡Hay muchas “espinas” en cada una de nuestras vidas que deben ser arrancadas si ha de 
haber más espacio para el fruto! Por último, es necesario que haya mucha oración para 
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tener “entendimiento”, “paciencia” y el atesoramiento de la Palabra en nuestros 
corazones con el propósito de “guardarla”.
En cuarto lugar, la plenitud de la parábola. Hay algunos que condenan la idea de que 
debemos buscar un significado a cada detalle en las parábolas de nuestro Señor, y nos 
dicen que deberíamos contentarnos con el descubrimiento de su significado general. 
Pero tal concepción vaga es manifiestamente condenada por el propio ejemplo de 
Cristo. En su interpretación dio un significado a cada detalle; y no sólo esto, sino que 
mediante la comparación de los tres registros de esta parábola, ¡aprendemos que las 
“espinas” representan por lo menos cuatro cosas distintas! ¡Esto nos muestra la 
necesidad de estudiar con cuidado y meditar en oración sobre cada jota y tilde de la 
Sagrada Escritura!
2
LA PARÁBOLA DE LA CIZAÑA
ESTA parábola constituye la segunda de la serie, y su contenido corresponde con el 
significado de este número. El uno es el número de la unidad, ya que se encuentra solo, 
excluyendo toda diferencia. Pero con el dos hay una diferencia. Esta puede ser para 
bien o para mal. En un mal sentido el dos es sinónimo de diferencia, contraste, y por lo 
tanto de enemistad. El dos es el primer número que puede ser dividido y por lo tanto es 
sinónimo de división, de conflicto. Si nos remitimos al primer capítulo de la Escritura 
encontramos que fue en el segundo día que Dios “separó la luz de las tinieblas, y las 
aguas debajo de la expansión, de las aguas por encima de ella”. Lo segundo en cualquier 
asunto generalmente tiene el mal y la enemistad estampada sobre él. Considere la 
segunda declaración en la Biblia, la primera es: “en el principio creó Dios los cielos y la 
tierra”, pero la segunda declaración nos dice: “y la tierra estaba desordenada y vacía”. 
¡De ahí que en las siete parábolas de Mateo 13 la primera describa la obra de Cristo y la 
segunda la obra de Satanás!
La parábola de la cizaña proporciona una explicación de la cristiandad como ha 
existido a lo largo de estos diecinueve siglos y como es hoy; un estado mixto de sucesos; 
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lo verdadero y lo falso de forma paralela; Roma y sus hijas disfrazándose bajo la 
apariencia de cristianismo. El “campo” representa el mundo religioso, en el que el trigo 
y la cizaña “crecen juntos”. Este estado mixto de sucesos es el resultado de la obra del 
enemigo al comienzo de esta dispensación, y sus efectos están con nosotros hasta este 
día.
Esta parábola, como la primera, también refuta de manera más contundente las 
ilusiones no bíblicas del post-milenarismo. Ellos creen que a través de la predicación 
del evangelio (bajo la bendición de Dios), la causa de Cristo se extenderá hasta que toda 
la tierra esté llena del conocimiento de la gloria del Señor como las aguas cubren el mar. 
Pero Cristo aquí declara explícitamente que el trigo y la cizaña deben “crecer juntos 
hasta la siega”, la cual definió como “el fin del siglo”. Él no dio a entender que la “cizaña” 
moriría poco a poco, o que disminuiría en número; sino anunció que, al final, sería 
encontrada en tal cantidad que necesitaría ser atada “en manojos”.
La conexión entre esta parábola y la anterior es muy marcada. El Sembrador de la 
buena semilla es el mismo, “el Hijo del hombre”; el “campo” es el mismo, “el mundo” (v. 
38), es decir, el mundo religioso. Pero aquí se nos dice algo acerca de la semillaque nos 
resulta muy llamativo. En el versículo 19 se le llama “la palabra del reino”, mientras que 
en el versículo 38 leemos “la buena semilla son los hijos del reino”. Así como algo 
produce más de lo mismo, la palabra del reino produce hijos del reino; ¡el fruto es según 
la semilla!
Lo importante en esta segunda parábola de la serie es el enemigo y su obra. 
Consideremos:
1. El tiempo cuando trabajaba
Esto fue “mientras dormían los hombres” (v. 25); es decir, por la noche. En otras 
palabras ¡fue bajo el amparo de la oscuridad que el diablo sembró su cizaña! Esto es 
característico de Satanás, porque él odia la luz; la discreción, el disimulo y la 
deshonestidad son sus tácticas favoritas. Pero fíjese bien, el Sembrador mismo no 
durmió: él no duerme, ni se cansa. Tampoco Satanás. Él está siempre en alerta, va 
siempre “buscando a quien devorar”. Es la personificación del movimiento perpetuo.
“Mientras dormían los hombres”. La referencia es a la actitud no vigilante que 
pronto se desarrolló entre el pueblo del Señor. La presencia de la “cizaña” entre el trigo 
se evidenció de forma muy temprana. El apóstol declaró a los Tesalonicenses: “porque 
ya está en acción el misterio de la iniquidad” (2 Tesalonicenses 2:7). Juan tuvo que decir: 
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“según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos 
anticristos” (1 Juan 2:18). Judas escribió: “Porque algunos hombres han entrado 
encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, 
hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios” (v. 4). A la 
Iglesia de Pérgamo Cristo dijo: “pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a 
los que retienen la doctrina de Balaam… y también tienes a los que retienen la doctrina 
de los nicolaítas, la que yo aborrezco” (Apocalipsis 2:14, 15).
2. El método que empleó
En primer lugar, se nos dice que el Hijo del Hombre sembró buena semilla en su 
campo (vv. 24, 37). Después, se nos informa que el diablo se volvió agricultor (v. 25). 
Satanás jamás ha producido algo, siempre ha sido un imitador. Él produce 
falsificaciones de las obras de Dios. Es importante que los cristianos sepan esto, para 
que puedan estar en guardia. Si estudiamos las Escrituras no seremos ignorantes de sus 
maquinaciones (2 Corintios 2:11). Debe hacerse notar cuidadosamente que como el 
enemigo imitó a Cristo no sembró ni espinas ni cardos, si lo hubiera hecho su trabajo 
hubiera sido detectado con facilidad y no hubiera habido dificultad para distinguir lo 
falso de lo verdadero. No, él sembró “taras”, o mejor dicho, “cizaña”. Este es un trigo 
degenerado y tan parecido al artículo genuino que no puede ser distinguido de este sino 
hasta la hora de la cosecha. El hecho de que los “siervos del padre de familia” 
reconocieran la cizaña tan pronto como surgió no entra en conflicto con nuestra última 
declaración, porque son los apóstoles los que están a la vista aquí, y fueron
especialmente dotados con el Espíritu Santo, por lo tanto tuvieron un mayor grado de 
discernimiento que cualquiera desde entonces.
Esta “cizaña” son los cristianos falsos. Cuando los “siervos” descubrieron por 
primera vez lo que el enemigo había hecho, quisieron acabar con la cizaña (v. 28). Pero 
el Maestro se los prohibió, diciendo: “No; no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis 
también con ella el trigo” (v. 29). Es sólo cuando ambos están completamente maduros que 
el agricultor puede separarlos con seguridad, pues no es sino hasta entonces que se ve 
que no hay grano en las espigas de la cizaña. Es hasta el momento de la cosecha que la 
cizaña presenta una imagen correcta a la vista. Como estas hojas falsas, verdes y 
florecientes, crecen junto con el trigo verdadero, existe la posibilidad de una cosecha 
abundante. Pero las apariencias engañan, y gran parte del producto resultará 
solamente una decepción y burla para los que han invertido tanto tiempo y trabajo en 
Pink, A. W. (2015). Las parábolas proféticas de Mateo 13. (S. Gomez & G. Powell, Eds., S. Apolonio Ortiz, 
Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico.
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su cultivo. “No todo lo que brilla es oro”. En el tiempo de la cosecha habrá una gran 
desilusión. Entonces parecerá que el rebaño de Cristo es “pequeño”.
Esta parábola, entonces, da una notable exposición de los métodos empleados por 
Satanás. Él busca destruir el testimonio de Dios en la tierra introduciendo un 
cristianismo falso, una imitación inteligente de lo genuino. Esta parábola revela que él 
trabaja desde adentro: ¡siembra la “cizaña” entre el trigo! Satanás tiene un evangelio 
falso. Esto está claramente implicado en la solemne advertencia dada en Gálatas 1:7–9. 
Está más claramente manifestado en 2 Corintios 11, donde se nos habla de los “falsos 
apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es 
maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es 
extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia” (vv. 13–15). Los 
principales agentes de Satanás se encuentran, no en las tabernas o en las carreras, etc., 
¡sino en nuestros seminarios y púlpitos! Estos no están abogando por la rebeldía, sino 
que están predicando la “justicia”; e “ignorando la justicia de Dios” van “procurando 
establecer la suya propia” (Ro 10:3). Es una mezcla de ley y evangelio, y las multitudes 
son engañadas de ese modo.
Satanás tiene una iglesia falsa. Cristo está en este momento construyendo su iglesia, 
una iglesia que incluirá a todos los salvos de esta presente dispensación, y ninguno que 
no sea miembro de la misma, será salvo. El diablo también ha caricaturizado esto. El 
romanismo profesa ser la “esposa de Cristo”, y sus ministros insisten en que no hay 
salvación que se encuentre fuera de su vallado. Profesan el nombre de Cristo, y abrazan 
algunos de los grandes fundamentos de su enseñanza. Pero mezclados ingeniosamente 
con estos se encuentran los errores mortales del paganismo. Tan inteligente es la 
imitación y se apela tan sutilmente a las Escrituras en apoyo a sus pretensiones, que 
millones son engañados por su sistema destructor de almas. “Hay camino que al 
hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Pr 14:12).
Aún se le permitirá a Satanás presentar a un Cristo falso. Esta será su obra maestra. 
Mucho se dice en las Escrituras con respecto a él. Él es el gran anticristo. Tendrá poder 
para hacer milagros; primero asegurará ser el verdadero Cristo que regresa a la tierra. 
Multitudes serán engañadas para que todo el mundo se extravíe tras él (Apocalipsis 
13:4). Sí, el diablo siembra “cizaña”, trigo falso, no espinas y cardos.
3. El éxito del enemigo
Es preciso señalar que en esta parábola no leemos alguna oposición o impedimento 
Pink, A. W. (2015). Las parábolas proféticas de Mateo 13. (S. Gomez & G. Powell, Eds., S. Apolonio Ortiz, 
Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico.
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al crecimiento de la cizaña, como lo hicimos en la primera parábola en relación con el 
trigo. No se hace mención aquí de algún suelo incompatible a la semilla del diablo. No 
hay terreno “junto al camino” demasiado difícil para penetrar. No hay “espinas” para 
ahogarlas, porque se desarrollarán en cualquier lugar. No se hace ninguna mención de 
las “aves del cielo” viniendo a arrebatarlas. Todas las condiciones y circunstancias 
externas son favorables para el crecimiento de esta semilla. No se necesita el cultivo; 
crecerán por sí mismas.
El éxito del enemigo está claramente insinuado por la importancia concedida a la 
“cizaña” en esta parábola. Esto se ve muy claramente y de manera más solemneen el 
versículo 36. Después de que Jesús había despedido a la multitud y se había ido a la casa 
con sus discípulos, ellos le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña del campo”, no 
“la parábola de la buena semilla y la cizaña” (ver vv. 24, 25). Es la cizaña y no el trigo lo 
que predomina y ocupa la mayor parte del campo. La mención de los “manojos” en el 
versículo 30 confirma el mismo pensamiento.
El propietario del campo prohibió cualquier interferencia con la cizaña. Este es un 
punto que ha dejado perplejos a muchos. ¿Por qué el Señor permitió al enemigo sembrar 
su “cizaña”? ¿Y por qué les ha permitido durante tanto tiempo ocupar la parte principal 
del campo? En otras palabras, ¿por qué Dios le ha permitió al diablo esta libertad larga y 
continua? Esto no es tan difícil de responder como muchos podrían suponer. Pasan por 
alto el hecho de que los líderes de este mundo rechazaron su legítima soberanía; que los 
judíos prefirieron a Barrabás. Después de haber elegido a un asesino en lugar de 
preferir al Señor de la vida, tanto judíos como gentiles han cosechado lo que sembraron. 
¡El diablo fue “homicida desde el principio” (Jn 8:44), y habiendo negado al Salvador, 
este gran destructor del alma ha gobernado sobre ellos desde entonces!
El tiempo para que esto se cumpla es “el fin del mundo” (v. 39). No hay dificultad en 
esta expresión si tenemos en cuenta que hay un mundo de tiempo, así como un mundo 
de materia. Pero si lo entendemos como que significa el “fin de la tierra” o del “sistema 
del mundo”, entonces es evidentemente erróneo. Personalmente, preferimos más la 
traducción marginal de la RV, “el fin del siglo”. La palabra griega no es “kosmos”, como 
en Juan 1:10, sino “aion”. Para demostrar que no estamos alterando la traducción con el 
fin de satisfacer nuestros propios puntos de vista, preste atención a Hebreos 9:26: “pero 
ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio 
de sí mismo para quitar de en medio el pecado”. ¿Qué podemos hacer de esto? Si por 
“mundo” debe entenderse la tierra, o el sistema del mundo, entonces es un perfecto 
Pink, A. W. (2015). Las parábolas proféticas de Mateo 13. (S. Gomez & G. Powell, Eds., S. Apolonio Ortiz, 
Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico.
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absurdo, porque sin duda este no “terminó” con la crucifixión de Cristo. Pero si “aion” se 
traduce como “siglo”, no hay ninguna dificultad. Así Mateo 13:39 debería decir: “la siega 
es el fin del siglo”; hay otro siglo que sigue a este, a saber, el milenio. Una prueba más de 
que la “cosecha” mencionada en Mateo 13:39 tiene lugar al final de este siglo en lugar de 
al final de los tiempos, se encuentra en Apocalipsis 14:14, 15; ambos pasajes se 
sincronizan. Después de que Apocalipsis 14 es cumplido, viene Apocalipsis 20:1–6, que 
trata del milenio.
Notemos ahora el orden de su cumplimiento. “Y al tiempo de la siega yo diré a los 
segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged 
el trigo en mi granero” (v. 30). La cizaña es recogida en “manojos” antes de que el trigo 
sea cosechado. A pesar de su apariencia prometedora y atractiva, todo lo que no ha 
surgido de la semilla sembrada por el Hijo del hombre es en última instancia 
consignado a las llamas eternas: como él mismo declaró: “Toda planta que no plantó mi 
Padre celestial, será desarraigada” (Mt 15:13). Pero a lo que dirigiremos nuestra atención 
en particular es a la “reunión” de la cizaña en manojos. No hay un lanzamiento real de 
estos al fuego en esta etapa preliminar, ni son eliminados del campo. Es la separación 
de la cizaña en el campo, a fin de dejar el “trigo” perceptible y listo para cosecharse. El 
trigo es recogido en el granero antes de que la cizaña sea “quemada”, prueba segura de 
la extracción de los santos de esta escena antes de la venida del juicio de Dios al mundo. 
La reunión del trigo corresponde con 1 Tesalonicenses 4:16, 17.
Mientras examinamos los acontecimientos en curso a la luz de Mateo 13:30 es muy 
claro que el proceso de atar la cizaña en manojos continúa en varias direcciones y con 
una rapidez asombrosa. De hecho, es una de las “señales de los tiempos” más destacadas.
Considere el mundo comercial. El individuo se está convirtiendo rápidamente en un 
ser sin personalidad, como la mayoría de los hombres de negocios. La cooperación, 
organización y fusión están a la orden del día. Los créditos, fusiones, gremios, 
sindicatos, son los “manojos” en los que los intereses de la industria están ahora siendo 
atados. “Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos”; ¡el mandato divino ya ha 
salido!
Considere el mundo social. Los clubes, gremios y fraternidades se multiplican por 
todas partes. “Las diferencias de clase” son cada vez más resentidas por las masas. Las 
barreras sociales que han existido durante siglos están siendo rápidamente destruidas; 
mientras que en muchos países, el socialismo y el bolchevismo, cuyo objetivo es la 
destrucción de las empresas individuales, están tratando de reunir a todos en un gran 
Pink, A. W. (2015). Las parábolas proféticas de Mateo 13. (S. Gomez & G. Powell, Eds., S. Apolonio Ortiz, 
Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico.
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estado “manojo”. ¡Sí, la orden “recoged” la cizaña en manojos ya ha salido!
En la esfera eclesiástica lo mismo es igualmente evidente y notable. Los esfuerzos y 
movimientos interdenominacionales se están multiplicando. Sólo la semana pasada en 
esta ciudad, en lo que se conoce como “viernes santo”, los miembros y predicadores de 
iglesias de cuatro o cinco denominaciones se reunieron y llevaron a cabo lo que ellos 
llaman la celebración de la “Cena del Señor”, se llevó acabo en una iglesia cuyo pastor es 
un pronunciado modernista. ¡Qué farsa! Si algunos evangelistas notables vienen a la 
ciudad, una reunión “conjunta” debe ser llevada a cabo. La unificación de la cristiandad 
es el ideal de muchos y el objetivo al que sus líderes están apuntando. El protestantismo 
es prácticamente una fuerza apagada, y las trabas y obstáculos contra el papado aun 
reuniendo a toda la cristiandad bajo sus alas están desapareciendo rápidamente. 
Aquellos que entienden la profecía saben muy bien que no pasará mucho tiempo antes 
de que logre la ambición por la que ha trabajado tanto tiempo, y que un gran “manojo” 
eclesiástico se formará. ¡Sí, la orden para “recoger” la cizaña ha salido!
El mismo principio está regulando cada vez más los asuntos diplomáticos de la tierra. 
Los principales “poderes” están trabajando cada vez más en conjunto y cooperación. 
Ejemplo de ello son las demandas para la acción concertada en relación con el 
ultimátum a China. La Liga de las Naciones es otro movimiento interesado en formar 
un “manojo” más grande. Sí, mis lectores, a menos que estemos ciegos —y ciegos 
ciertamente estamos, si no podemos verlo— el amarre de la cizaña en “manojos” ya está 
ocurriendo ante nuestros ojos; no sólo ha comenzado, sino que ya está muy avanzado. 
La profecía se está convirtiendo diariamente en historia. ¡Lo siguiente será la extracción
del trigo!
Vamos ahora a sacar algunas conclusiones prácticas de esta parábola. En primer 
lugar, vea aquí la futilidad de los movimientos y esfuerzos de la “reforma”. Es un sueño 
vano el que podamos mejorar el mundo eliminando las semillas nocivas, prohibiendo la 
embriaguez y la inmoralidad, purificando la política, etc. ¡Los hombres deberían tratar 
de purificar las aguas del mar Muerto también! El Señor ha dicho: “Dejad crecer 
juntamente lo uno y lo otro hasta la siega”. Entonces no pierda su tiempo en el cultivo 
de la cizaña. “Predicar el evangelio” es nuestra orden de marcha.
En segundo lugar, ¡qué solemne advertencia tenemos aquí en contra de la falta de 
vigilancia! Fue “mientras dormían los hombres” que vino el enemigo y sembró la 
cizaña. Tengacuidado con la pereza y la ociosidad en la vigilancia. Recuerde las 
palabras de Cristo a sus discípulos: “lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad” (Mr 
Pink, A. W. (2015). Las parábolas proféticas de Mateo 13. (S. Gomez & G. Powell, Eds., S. Apolonio Ortiz, 
Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico.
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13:37). Preste atención a la advertencia de Romanos 13:11, 12, ¡ya es hora de despertar del 
sueño!
En tercer lugar, note el amor de Cristo por los suyos. Al prohibir a los sirvientes 
erradicar la cizaña, él dijo: “No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también 
con ella el trigo” (v. 29). ¡Cuánto debió pensar en el “trigo” que prefirió dejar crecer la 
“cizaña” para que no se dañara ni una sola hoja del trigo!
En cuarto lugar, ¡qué terrible es la descripción que hace nuestro Señor de la 
condenación final de los impíos! “y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el 
crujir de dientes” (v. 42). El “horno de fuego” no es una mera superstición de la “Edad 
oscura”, sino una temible realidad, ya que las multitudes que ahora viven descubrirán 
su miseria eterna, es la porción innegable de todos los que siguen rechazando al Señor 
Jesucristo. ¡Es inefablemente solemne tener en cuenta que las descripciones más 
imponentes del infierno, que se pueden encontrar en cualquier parte de la Biblia, 
vinieron de los labios del Amor encarnado! Debe ser observado cuidadosamente que 
aunque Cristo interpreta cada figura en esta parábola, vea los versículos 38–40, el 
“fuego” no lo explica. ¡Es literal! ¡Oh, mi estimado lector, si no lo ha hecho, “huya de la 
ira venidera” antes de que sea demasiado tarde. Huya a Cristo en busca de refugio.
3
LA PARÁBOLA DE LA SEMILLA DE MOSTAZA
“OTRA parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de 
mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo; el cual a la verdad es la más 
pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se 
hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas” (vv. 
31, 32).
Debe ser evidente para todos, que nuestra comprensión de esta parábola gira en 
torno a una correcta interpretación de sus tres figuras centrales: el grano de mostaza, el 
gran árbol que surgió de ella, y las “aves del cielo” que llegaron y se alojaron en sus 
ramas. ¿Qué representa cada uno?
Pink, A. W. (2015). Las parábolas proféticas de Mateo 13. (S. Gomez & G. Powell, Eds., S. Apolonio Ortiz, 
Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico.
28Exportado de Software B��blico Logos, 12:35 a.m. 16 de marzo de 2018.
Hay pocos pasajes de la Escritura que han sufrido más en manos de los 
comentaristas que la tercera y cuarta parábolas de Mateo 13. Han sido puestos 
completamente boca abajo; es decir, se ha hecho que signifiquen todo lo contrario a lo 
que enseñó el Señor Jesús. La principal causa de esta interpretación errónea puede 
remontarse a una comprensión equivocada de la expresión “el reino de los cielos”. Los 
que han fracasado en su definición de este término están inevitablemente a la deriva 
cuando entran en los detalles de estas parábolas.
La explicación popular y actual de estas parábolas es que estaban destinadas a 
anunciar el éxito glorioso del evangelio. Por lo tanto, la de la semilla de mostaza es 
considerada como un retrato de la rápida extensión del cristianismo y la expansión de 
la iglesia de Cristo. Teniendo un comienzo insignificante y oscuro, sus proporciones 
han aumentado enormemente, y seguirá así hasta que finalmente cubra la tierra. 
Mostremos primero que tan insostenible e imposible es esta interpretación.
En primer lugar, hay que tener constantemente presente que estas siete parábolas 
forman parte de un discurso completo y conectado cuya enseñanza debe ser 
necesariamente coherente y armoniosa en todo. Por lo tanto, es obvio que esta tercera 
no puede entrar en conflicto con la enseñanza de las dos primeras. En la primera 
parábola, en lugar de describir un campo en el que la buena semilla echa raíces y 
florece en cada parte de este, nuestro Señor señaló que la mayor parte de su suelo era 
desfavorable y que sólo una parte crecería. Además, en lugar de prometer que la 
sección de la buena tierra en el campo produciría mayores rendimientos, anunció que 
habría una disminución de la cosecha, “a ciento, a sesenta y a treinta”. En la segunda 
parábola, nuestro Señor reveló un campo sobre-sembrado de “cizaña” y declaró que 
esta debería continuar hasta el tiempo de la siega, que él define como “el fin de este 
siglo”. Esto señala sin lugar a dudas las consecuencias perversas de la obra del enemigo, 
e impide terriblemente la esperanza de un mundo ganado para Cristo durante esta 
presente dispensación. Cristo claramente nos advirtió que los efectos malignos de la 
obra del diablo al comienzo de la era nunca serían reparados. ¡El cultivo entero se ha 
echado a perder! Así, esta tercera parábola no puede enseñar que el fracaso de las cosas 
en las manos de los hombres será eliminado y revertido.
En segundo lugar, la figura seleccionada aquí por Cristo expone inmediatamente la 
falacia de la interpretación popular. Seguramente nuestro Señor nunca habría tomado 
una semilla de mostaza que después se convirtiera en un “árbol” siempre enraizándose 
más y más profundamente en la tierra, para retratar a esa gente cuyo llamado, 
Pink, A. W. (2015). Las parábolas proféticas de Mateo 13. (S. Gomez & G. Powell, Eds., S. Apolonio Ortiz, 
Trad.). Bellingham, WA: Editorial Tesoro Bíblico.
29Exportado de Software B��blico Logos, 12:35 a.m. 16 de marzo de 2018.
esperanza, ciudadanía y destino es celestial. Una y otra vez afirmó que los suyos “no eran 
del mundo”. Una vez más, un gran árbol con sus ramas altísimas habla de prominencia 
y altivez, pero la humildad y el sufrimiento, y no la prominencia y la exaltación, son la 
porción actual de los santos del Nuevo Testamento. Cuanto más cualquier iglesia de 
Cristo sube la escalera de la fama mundana más se hunde espiritualmente. Lo que está 
representado por este “árbol” no es un pueblo de “peregrinos y extranjeros” aquí abajo, 
sino un sistema cuyas raíces se encuentran profundamente en la tierra y que apunta a 
la grandeza y la expansión en el mundo.
En tercer lugar, lo que Cristo describe aquí es una monstruosidad. Somos conscientes 
de que esto es negado por algunos, pero las propias palabras de nuestro Señor son 
definitivas. Él nos dice que cuando esta semilla de mostaza crece es “la mayor de las 
hortalizas, y se hace árbol” (v. 32). Las “hortalizas” son una especie totalmente diferente 
de los árboles. Lo que las distingue es que sus tallos nunca desarrollan tejidos leñosos, 
sino que viven sólo el tiempo suficiente para el desarrollo de flores y semillas. Pero esta 
“hortaliza” se convirtió en un “árbol”, es decir, se convirtió en algo completamente ajeno
a su naturaleza y constitución. ¡Qué extraño que los hombres sobrios hubieran 
considerado este crecimiento no natural y esta producción anormal, como un símbolo 
apropiado de los santos de Dios en su estructura social!
Algunos nos dicen que la tierra de Palestina es de las más aptas para el crecimiento 
de la mostaza, y que es muy común que se desarrollen en arbustos grandes y abultados. 
¿Pero no pueden ver los que promueven esto como una objeción a la interpretación pre-
milenaria de esta parábola, que se forma un argumento en contra de lo que sostienen? 
Es evidente que el “campo”, a través de todo Mateo 13, es el mundo. ¿Es entonces “el 
mundo” un lugar propicio para el crecimiento de ese reino que Cristo dijo solemne y 
expresamente que “no era de este mundo” (Jn 18:36)? ¿Es este mundo, donde la carne y el 
diablo se unen para oponerse a todo lo que concierne a Cristo y sus intereses, un suelo 
apto para el cristianismo? O el mundo debe dejar de ser lo que es, “el enemigo de Dios”, 
o la semilla debe cambiar su naturaleza, antes

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