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1. INTRODUCCIÓN
En el sondeo de 6 m2 iniciado el año 1999 en la cueva de 
El Mirador se alcanzó durante la campaña de 2005 la base de 
la sucesión estratigráfi ca holocena. De ésta, unos cuatro metros 
corresponden a ocupaciones neolíticas comprendidas entre el 
último tercio del VI milenio y la mitad del IV milenio cal BC. 
La serie de dataciones radiométricas disponible y el excelente 
estado de conservación del depósito arqueológico hacen que 
los datos extraídos de El Mirador sean fundamentales para el 
conocimiento de la implantación y el desarrollo de la economía 
agropecuaria en el interior peninsular, especialmente si tene-
mos en cuenta la escasez de series continuas y bien datadas 
en esta región. Este trabajo pretende ser una presentación del 
yacimiento, a la espera que el desarrollo de la investigación en 
los diferentes campos de estudio vaya proporcionando nuevos 
datos. Así pues, la mayor parte de la información que se aporta-
rá hará referencia a aspectos geoarqueológicos y cronológicos, 
mientras que la relativa a los materiales arqueológicos recupe-
rados será de carácter general.
2. EL MIRADOR
La cueva de El Mirador (Ibeas de Juarros, Burgos) se abre 
en la vertiente del extremo meridional de la Sierra de Atapuer-
ca, dominando visualmente el valle medio del río Arlanzón. Se 
sitúa en las coordenadas geográfi cas 42º20’58” N y 03º30’33” 
O, a una altura de 1033 m snm.
La cavidad, de origen cárstico, muestra actualmente una 
boca de entrada de unos 23 m de anchura por 4 m de altura, y 
tiene unos 15 m de profundidad. Presenta la morfología de un 
abrigo debido al hundimiento de buena parte de su bóveda. For-
ma parte del sistema cárstico de la Sierra de Atapuerca aunque, 
de momento, no ha sido posible averiguar su eventual relación 
con el sistema de Cueva Mayor y con las cavidades situadas 
en la Trinchera del Ferrocarril. Probablemente sea una antigua 
dolina en ventana rellenada por sedimentos y colapsada por los 
procesos de retroceso de la vertiente. En su interior se abren una 
serie de galerías, probablemente no totalmente colmatadas, de 
las que se desconoce su desarrollo y la eventual conexión con 
otras cavidades de la Sierra. En su parte externa se observan 
bloques de caída, que indican la degradación en época muy re-
ciente de la visera de la cueva.
La bibliografía relativa a la localización, situación geoló-
gica y evolución geomorfológica de la Sierra de Atapuerca es 
abundante (e.g. Torres 1976; Zazo et alii 1983; 1987; Pérez-
González et alii 1995; 1999). Por lo tanto, nos limitaremos aquí 
a resumir la información de tipo general, dejando los detalles a 
la consulta de la bibliografía mencionada anteriormente. 
La Sierra de Atapuerca se halla a unos 15 km al este de 
Burgos, dentro del conocido como “Corredor de la Bureba”, 
que pone en contacto las cuencas hidrográfi cas del Ebro y del 
Duero. Posee un área de cerca de 25 km² y su altitud máxima 
es de 1082 m snm, 
La Sierra está formada por calizas y dolomías del Cretácico 
Superior (Cenomaniense y Turoniense), afl orando sólo en su 
porción N formaciones del Cretácico Inferior (Albiense). Las 
formaciones más recientes documentadas en la Sierra corres-
ponden a conglomerados calcáreos y arcillas del Oligoceno. Es-
LOS NIVELES NEOLÍTICOS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (SIERRA DE 
ATAPUERCA, BURGOS): NUEVOS DATOS SOBRE LA IMPLANTACIÓN Y EL 
DESARROLLO DE LA ECONOMÍA AGROPECUARIA EN LA SUBMESETA NORTE
Josep Maria Vergès*, Ethel Allué*, Diego E. Angelucci**, Francesc Burjachs***, Ángel Carrancho****, Artur Cebrià*, 
Isabel Expósito*, Marta Fontanals*, Sergio Moral*****, Anna Rodríguez*, Manuel Vaquero*
Resumen. La cueva de El Mirador cuenta con una sucesión estratigráfi ca holocena de unos 5,5 metros de potencia, en la que se han distinguido un 
total de 25 unidades arqueológicas. Los niveles superiores, MIR3A y MIR4, con una potencia de 1,6 metros, corresponden al bronce medio/tardío. El 
resto de la sucesión, MIR6 a MIR24, separada de la anterior por MIR5, un nivel de escasa o nula actividad antrópica, registra ocupaciones comprendidas 
entre el último tercio del VI milenio y la mitad del IV milenio cal BC.
La génesis de la mayor parte del depósito arqueológico deriva del uso de la cueva como redil de ovicápridos. La elevada tasa de sedimentación que 
genera esta actividad ha permitido que diferentes episodios quedaran registrados de forma individualizada y nítida, lo que proporciona datos de alta reso-
lución cronológica. La serie de dataciones radiocarbónicas obtenidas, junto a la rica información faunística y paleobotánica, y a los elementos de cultura 
material recuperados, aportan información fundamental sobre la implantación y el desarrollo de la economía de producción en la submeseta norte. 
Abstract. The El Mirador Cave (Sierra de Atapuerca, Burgos, Spain) is being excavated since 1999 and has yielded so far a 5,5-meters thick 
Holocene stratigraphic succession, where have been distinguished 25 archaeological layers. The two upper layers, MIR3A and MIR4, are 1,6 m thick 
and belong to the middle/upper Bronze Age, whereas the rest of the sequence (from MIR6 to MIR24) is attributed to Neolithic occupations. These two 
phases were separated by MIR5, a thin level corresponding to an unoccupied episode. 
The main genesis of these archaeological layers arises from the use of the cave to keep livestock (sheep/goats). The elevated sedimentation 
rate generated by this practice has allowed to obtaining an individual and clear record of the different episodes, what provides a high chronological 
resolution data. The radiocarbon dating series obtained the rich faunal and archeobotanical information and the ceramic and lithic remains recovered, 
contribute to understand the introduction and development of the production economy in the submeseta norte region. 
* Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES) 
/ Àrea de Prehistòria. Universitat Rovira i Virgili. Plaça Imperial Ta-
rraco 1 43005 Tarragona.
** Instituto Português de Arqueologia. Av. Da Índia 136, P-1300-300, 
Lisboa, Portugal.
*** Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA), adscri-
to al Àrea de Prehistòria. Universitat Rovira i Virgili. Plaça Impe-
rial Tarraco 1 43005 Tarragona.
**** Laboratorio de Paleomagnetismo (Departamento de Física, Uni-
versidad de Burgos). E. Politécnica Superior. Avda. Cantabria s/n 
09006 Burgos.
***** Laboratorio de Prehistoria, Edifi cio I+D+i. Universidad de Bur-
gos. Plaza Misael Bañuelos, s/n. 09001 Burgos
Correo electrónico de contacto: verges@prehistoria.urv.cat
J. P. VERGÈS, E. ALLUÉ, D. E. ANGELUCCI, F. BURJACHS, Á. CARRANCHO, A. CEBRIÀ, I. EXPÓSITO, M. FONTANALS, S. MORAL, A...2
tructuralmente, la Sierra se corresponde con un anticlinal tum-
bado en los materiales mesozoicos, de modestas dimensiones, 
con vergencia NE y eje principal NNO-SSE, cuya estructura de-
fi nitiva no se produce hasta los ajustes tectónicos del Mioceno 
y del Plioceno (Olive et alii. 1990; Pineda y Arce 1993). Toda 
la Sierra está fuertemente carstifi cada, documentándose abun-
dantes fenómenos endo– y exocársticos. El sistema cárstico se 
desarrolló a favor de la formación turoniense, cuyo espesor es 
de unos 70 m. Se trata, de un carst cubierto de origen freático 
que se originó a fi nales del Aragoniense (Zazo et alii 1983) y 
continuó su desarrollo en el Cuaternario, al reactivarse con el 
descenso del nivel de base de erosión, en este caso específi co, 
controlado por la dinámica fl uvial del río Arlanzón.
Las evidencias paleontológicas indican que el proceso de 
relleno del sistema cárstico de la sierra empezó a partir del 
Pleistoceno inferior. La situación estratégica ha contribuido a 
que la Sierra de Atapuerca y sus alrededores hayan sido siempre 
un punto de encuentro y de paso. Su situación de encrucijada 
biogeográfi ca hace que confl uyan en la zona infl uencias medi-
terráneas, atlánticas y continentales, propiciando la coexisten-
cia de gran variedad de especiesde fl ora y fauna y la presencia 
de una amplia diversidad de biotopos.
3. ESTRATIGRAFÍA
3.1. ANOTACIONES METODOLÓGICAS
Una de las principales características de la sucesión estra-
tigráfi ca holocena explorada en el yacimiento de El Mirador es 
su notable variabilidad vertical y lateral, que es extrínseca a una 
elevada discontinuidad de los cuerpos sedimentarios objeto de 
excavación. Este aspecto de la estratifi cación, juntamente con 
su cronología prehistórica reciente y con otras consideraciones 
de cariz logístico, ha orientado la estrategia de excavación y, 
en particular, los parámetros para la individualización de las 
entidades de campo utilizadas para la intervención. En El Mira-
dor no es posible utilizar unidades litoestratigráfi cas mayores–
como en el caso de los yacimientos arqueopaleontológicos de 
Trinchera–que llevarían a no discriminar gran parte de los nu-
merosos eventos sedimentarios y arqueológicos documentados 
en la sucesión, ni las unidades estratigráfi cas tradicionalmente 
empleadas en la arqueología estratigráfi ca (ej. Barker 1977; 
Harris 1979). Se ha decidido así subdividir la sucesión en con-
juntos estratigráfi cos –muchas veces heterogéneos en su com-
posición, estructuración y organización interna– cambiando de 
nivel durante el proceso de excavación sólo cuando sea posible 
diferenciar superfi cies continuas y homogéneas en toda la ex-
tensión del sondeo o cuando se hallen estructuras arqueológicas 
evidentes. Así, las entidades utilizadas no representan eventos 
individuales, sino más bien conjuntos de eventos ocurridos en 
un lapso cronológico relativamente limitado.
Asimismo, es importante documentar también la variabili-
dad interna de cada conjunto, representada por la yuxtaposición 
y contraposición de sedimentos cuyas características litológicas 
y estructurales son, muy a menudo, parecidas o al menos recu-
rrentes. Por eso se ha creado una lista referencial de “facies”, 
abierta, que se emplea cada vez que durante la excavación se 
halla un tipo de sedimento ya catalogado. Las facies son indivi-
dualmente denominadas con una letra minúscula.
Las facies son diferenciadas durante el proceso de exca-
vación, excavadas, muestreadas individualmente, representa-
das gráfi camente en la superfi cie de excavación y dibujadas en 
cortes.
Las unidades están descritas utilizando normas sedimento-
lógicas, edafológicas, estratigráfi cas y arqueológicas, a través 
de parámetros geoarqueológicos escogidos ad hoc (Angelucci 
2003). Los colores han sido determinados en condiciones hú-
medas según el código Munsell Soil Color Chart. Todas las pro-
fundidades se expresan en centímetros.
3.2. SÍNTESIS DE LA SUCESIÓN
La estratifi cación holocena excavada hasta el año 2006 en 
la cueva de El Mirador se articula, hasta ahora, en 25 conjuntos 
principales:
MIR1–revuelto superfi cial.
MIR2–relleno de las madrigueras actuales y subactuales 
que afectan parte de la estratifi cación.
MIR3A–sedimento arqueológico in situ, antropizado, par-
cialmente perturbado.
Figura 1: Vista aérea de la cueva de El Mirador.
LOS NIVELES NEOLÍTICOS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (SIERRA DE ATAPUERCA, BURGOS) 3
MIR4–sedimento arqueológico formado por depósitos de 
redil con evidencias de impacto térmico, muy variable horizon-
tal y verticalmente.
MIR4A–inhumación colectiva en la base de MIR4.
Estos niveles pertenecen cronológicamente al Bronce me-
dio / tardío (Vergès et alii 2002).
MIR5–unidad delgada, con escasas contribuciones antró-
picas, con presencia de egagrópilas. Esta unidad representa un 
hiato que, basándose en las dataciones disponibles, corresponde 
a unos mil años de duración (ver infra).
MIR6–sedimento arqueológico formado por episodios de 
combustión.
MIR7 y MIR7A–recortes y rellenos de dos depresiones ex-
cavadas a partir de la superfi cie superior de MIR8.
MIR8 a MIR16–sedimento arqueológico formado por de-
pósitos de redil con evidencias de impacto térmico, muy varia-
ble horizontal y verticalmente.
MIR17–unidad delgada, irregular, procedente de la remo-
ción erosiva de unidades antrópicas.
MIR18 a MIR23–sedimento arqueológico formado por de-
pósitos de redil con evidencias de impacto térmico, muy varia-
ble horizontal y verticalmente.
MIR24 – sedimento arqueológico, contiene escasos produc-
tos de combustión y parte del sedimento deriva de la remoción 
de niveles pleistocenos.
Desde un punto de vista geométrico, la estratifi cación ho-
locena en su conjunto buza ligeramente hacia el interior de la 
cueva con ángulo muy bajo, aunque las variaciones geométri-
cas (forma, grosor, inclinación, etc.) locales puedan ser muy 
signifi cativas, constituyendo anomalías importantes en la ten-
dencia general de la organización estratigráfi ca. 
Los niveles holocenos se depositan de forma discordante 
sobre el depósito pleistoceno, cuyo techo buza marcadamente 
en sentido nordeste. Esto hace que los niveles de base de la 
sucesión neolítica (MIR23 y MIR24) no se hayan documentado 
en toda la superfi cie del sondeo. Así, MIR23 se ha excavado en 
una superfi cie de 4 m2 y MIR24 en una de 2 m2, siendo MIR22 
el primer nivel que ocupaba toda la superfi cie del sondeo. Esta 
disposición de los depósitos abre las puertas a que, en sentido 
nordeste, la sucesión holocena presente niveles por debajo de 
MIR24 que no ha sido posible documentar en el sondeo.
Una parte importante del depósito holoceno representa el 
resultado de acciones de combustión in situ de material vegetal 
y excrementos de origen animal, que determina la existencia en 
el sedimento de una muy elevada componente de ceniza. La in-
humación colectiva de carácter secundario hallada en MIR4 re-
presenta esencialmente la única excepción a la situación ahora 
descrita. En las unidades superiores, especialmente en MIR3A 
y MIR4, la actividad biológica antigua y subactual provocó una 
perturbación del material más o menos intensa, determinando 
la escasa continuidad de las unidades y facies observadas en la 
excavación. Por el contrario, a partir de la base de los conjuntos 
de la Edad del Bronce, se nota una elevada continuidad lateral 
de las unidades y, en los niveles del Neolítico, la bioturbación 
es casi ausente o, cuando está presente, contemporánea al de-
pósito arqueológico.
El resultado de esta dinámica es la presencia de secuencias 
rítmicas o recurrentes de facies sedimentarias, eminentemente 
antrópicas en la mayoría de los casos, que se articulan de forma 
repetitiva en una misma unidad o en unidades diferentes.
4. CRONOLOGÍA
La atribución cronológica de la sucesión estratigráfi ca holo-
cena se apoya sobre diecisiete dataciones 14C AMS. Las fechas 
se han obtenido a partir de muestras de vegetales carbonizados 
recogidas durante las campañas de 1999 a 2005. Los elementos 
datados, fragmentos individualizados de madera de Quercus sp, 
Pinus sp y semillas cultivadas de Triticum aestivum/durum y 
Triticum dicoccum, proceden del interior de capas generadas 
por episodios de combustión, no perturbadas y estratigráfi ca-
mente selladas. Todas las muestras pertenecientes a especies 
arbóreas y las semillas de cereal de MIR20 y MIR23 fueron 
recuperadas manualmente e individualizadas durante el proceso 
de excavación. En los casos en que no se identifi caron semillas 
cultivadas durante la excavación, estas fueron recuperadas cri-
bando el sedimento que previamente había sido individualizado 
por cuadrícula, nivel, facies, y cota relativa por tramos de 10 
cm. Los resultados están indicados en la Tabla 1. Se señalan 
en negrita los elementos que fueron recuperados manualmente 
durante el proceso de excavación.
Figura 2: Detalle del tramo superior de la sucesión estratigráfi ca neolítica (MIR6 a MIR12).
J. P. VERGÈS, E. ALLUÉ, D. E. ANGELUCCI, F. BURJACHS, Á. CARRANCHO, A. CEBRIÀ, I. EXPÓSITO, M. FONTANALS, S. MORAL, A...4
La mayor parte de las fechas obtenidas son coherentes con 
la sucesión estratigráfi ca y con los conjuntos arqueológicos 
recogidos. La problemática que podría derivarse deluso de 
fragmentos de madera carbonizados para efectuar una parte de 
las dataciones, a causa de la posible aparición del denominado 
“efecto de la madera antigua”, cuenta con una serie de fechas 
intercaladas procedentes de semillas de cereal cultivadas que 
permiten valorar su fi abilidad. En el caso de El Mirador, los 
datos cronológicos aportados por las muestras de Quercus sp 
presentan una gran coherencia con las fechas obtenidas de las 
muestras de vida corta (semillas de cereal cultivadas), limitán-
dose, de existir el decallage temporal, a variaciones del orden 
de decenas de años, a excepción del caso de MIR21 donde estas 
podrían ascender a unas pocas centenas de años. No obstante, 
para el caso de MIR21, su cronología “real” puede deducirse 
con bastante precisión gracias a la similitud de fechas aportadas 
por MIR20 y MIR22.
El caso de MIR24 merece un comentario aparte. Dispo-
nemos de dos fechas para este nivel: una obtenida de un frag-
mento de carbón de Pinus sp que nos remite a inicios del VI 
milenio cal BC y otra, aportada por una semilla de Triticum di-
coccum, que nos sitúa a fi nales del mismo milenio. La muestra 
de Triticum dicoccum se obtuvo mediante la criba del sedimen-
to, mientras que la de carbón de Pinus sp fue recogida a mano, 
durante la excavación, del interior de una capa de material 
carbonizado generada por un episodio de combustión que se 
hallaba in situ, y que no presentaba elementos que permitieran 
adscribirlo a un nuevo nivel en base a los criterios utilizados 
durante la excavación. El hecho de que este episodio de com-
bustión se halle en la base del nivel, prácticamente en contacto 
con el techo del depósito pleistoceno, hace posible que en la 
base del nivel existan elementos generados por ocupaciones de 
inicios del VI milenio que fueron cubiertas por el sedimento 
de las ocupaciones posteriores y que no pudieron ser indivi-
dualizados durante la excavación. De hecho, a causa de la es-
casa superfi cie excavada de MIR24 (2 m2), el único elemento 
que, con los datos disponibles actualmente, podemos atribuir 
a inicios del VI milenio es el episodio de combustión del que 
se extrajo la muestra de Pinus. El hecho que no se documen-
taran elementos de cultura material asociados a éste episodio 
impide realizar su atribución cultural. Por otro lado, la fecha 
obtenida de la semilla de cereal, se mueve en la línea de las 
disponibles para la base de la sucesión estratigráfi ca holocena, 
si bien es ligeramente mas moderna que la aportada por otra 
semilla de Triticum dicoccum recuperada en excavación de un 
episodio de combustión de MIR23. Sea como sea, queda claro 
que la presencia de ocupaciones neolíticas incontestables en 
El Mirador debe situarse en el último tercio del VI milenio cal 
BC, limitándose la discusión a precisiones sobre la antigüedad 
de las primeras ocupaciones neolíticas dentro de este ámbito 
temporal. La caracterización cultural de las presumibles ocu-
paciones de inicios de VI milenio queda supeditada a la futura 
ampliación de la superfi cie de excavación, sin que podamos 
actualmente en base a la información disponible superar ejer-
cicios meramente especulativos.
5. FIDELIDAD Y FIABILIDAD DEL DEPÓSITO 
ARQUEOLÓGICO
El examen comparado de las dataciones disponibles permite 
hacer una primera evaluación de la velocidad de sedimentación 
en El Mirador. Como ya se ha destacado, las contribuciones 
naturales son muy escasas en la sucesión, limitadas a bloques y 
1 2 3 4 5 6 7 8 9
MIR 4 (techo) Carbón Quercus sp. perennifolio Beta-154894 3020±40 3040±40 3350-3140 1400-1190 - 23.9 ‰
MIR 4 (base) Carbón Quercus sp. caducifolio Beta-153366 3380±40 3400±40 3720-3560 1760-1610 -23.8 ‰
MIR 6 Carbón Quercus sp. perennifolio Beta-153367 4760±40 4780±40 5600-5460 3650-3510 -23.5 ‰
MIR 8 Carbón Quercus sp. perennifolio Beta-181086 4950±40 4970±40 5860-5830 3910-3880 -23.6 ‰
MIR 9 Carbón Triticum aestivum/durum Beta-220912 5050±40 5090±40 5920-5730 3970-3780 -22.6 ‰ 
MIR 11 Carbón Quercus sp. perennifolio Beta-181087 5340±50 5360±50 6280-6000 4330-4040 -23.9 ‰
MIR 13 Carbón Triticum dicoccum Beta-208131 5420±40 5470±40 6310-6190 4360-4240 -21.8 ‰
MIR 14 Carbón Triticum aestivum/durum Beta-220913 5470±40 5480±40 6320-6200 4360-4250 -24.3 ‰
MIR 16 Carbón Quercus sp. Beta-181088 5700±70 5700±70 6660-6320 4710-4360 -25.0 ‰
MIR 18 Carbón Triticum dicoccum Beta-208132 6090±40 6120±40
7160-7110
7100-6880
5210-5160
5150-4930 -23.0 ‰
MIR 19 Carbón Quercus sp. caducifolio Beta-182040 6130±50 6130±50 7180-6870 5230-4920 -24.7 ‰
MIR 20 Carbón Triticum dicoccum Beta-197384 6070±50 6100±50
7160-7110
7100-6800
5210-5160
5150-4850 -22.9 ‰
MIR 21 Carbón Quercus sp. Beta-197385 6350±40 6380±40 7410-7250 5460-5300 -22.9 ‰
MIR 22 Carbón Triticum aestivum/durum Beta-208133 6110±40 6150±40 7180-6900 5230-4950 -22.3 ‰
MIR 23 Carbón Triticum dicoccum Beta-208134 6300±50 6320±50 7320-7170 5370-5220 -23.8 ‰
MIR 24
Carbón Triticum dicoccum Beta-220914 6080±40 6110±40
7160-7120
7030-6870
5210-5170
5080-4920 -23.4 ‰
Carbón Pinus tipo sylvestris Beta-197386 7030±40 7060±40 7960-7800 6000-5840 -22.9 ‰
Tabla 1. Leyenda: 1. Conjunto arqueológico; 2. Material datado; 3. Taxón; 4. Referencia del laboratorio; 5 y 6. Edad radiocarbónica medida (5) y con-
vencional (6), en años 14C BP; 7 y 8. Intervalo 2σ de la datación calibrada, en años cal BP (7) y en años cal BC (8); 9. 13C/12C ratio. 
LOS NIVELES NEOLÍTICOS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (SIERRA DE ATAPUERCA, BURGOS) 5
fragmentos calizos de caída y a aportes de material fi no desde la 
vertiente, y prácticamente ausentes por debajo del nivel MIR8. 
La velocidad de sedimentación depende así, casi exclusiva-
mente, de las contribuciones antrópicas directas o indirectas. Se 
trata, de hecho, de una primera evaluación, si consideramos las 
variaciones laterales y las irregularidades topográfi cas de los 
niveles de la sucesión, que pueden proporcionar, de cualquier 
forma, una idea sobre el orden de grandeza de los procesos que 
tuvieron lugar en la cueva.
El análisis de los resultados evidencia que a lo largo de la 
sucesión, la velocidad media de sedimentación se coloca en el 
orden de milímetros por año (100 mm/a), valor relativamente 
elevado. En particular, en el intervalo temporal que correspon-
de a la acumulación de las unidades incluidas entre MIR11 y 
MIR16 se alcanza un valor de 4-5 milímetros por año. La única 
anomalía que se observa corresponde con el lapso temporal en-
tre la deposición de MIR4 y MIR6, es decir, con la acumulación 
del nivel MIR5 que, como ya se ha dicho, representa una fase 
de casi nula aportación antrópica y una acumulación debida ex-
clusivamente a procesos naturales. El valor de la velocidad de 
sedimentación confi rma este dato sedimentológico y estratigrá-
fi co, dado que en este período el valor cae hasta el orden de 10-1 
mm/a. El examen de la velocidad de sedimentación confi rma 
la característica antrópica de la acumulación sedimentaria en 
El Mirador. 
Otro aspecto que hay que valorar junto a la velocidad de 
sedimentación es el grado de conservación de los depósitos se-
dimentarios. Los correspondientes a las ocupaciones neolíticas 
(MIR6 a MIR24), a diferencia de la parte alta de la sucesión, 
muestran una escasa presencia de bioturbaciones, principal-
mente madrigueras de conejo. Pese a que se ha extremado el 
cuidado en su detección y en la identifi cación del material des-
plazado, el hecho de que en estos niveles sean contemporáneas 
a la formación del depósito hace que, de haberse escapado al-
gún elemento al control de excavación, su desplazamiento ver-
tical potencial no supere los 50 cm.
El alto grado de conservación y de estanqueidad de los ni-
veles de la sucesión neolítica viene refrendado por los numero-
sos casos de elementos óseos en conexión anatómica documen-
tados en la mayor parte de capas facies v y vl (residuos de redil, 
básicamente estiércol, no alterados térmicamente), así como 
por los datos aportados por los estudios de paleomagnetismo.Estos últimos, encaminados a la elaboración de una curva de 
variación secular del campo magnético terrestre a partir del es-
tudio de los episodios de combustión, indican que buena parte 
de las capas de ceniza, especialmente las de facies b y g, no han 
sufrido desplazamientos posteriores a la combustión. La buena 
agrupación direccional obtenida en estudios arqueomagnéticos 
certifi ca la posición primaria de estos lentejones de ceniza (Ca-
rrancho et alii, 2006).
La combinación de una elevada velocidad de sedimenta-
ción, que ha permitido que los eventos a pequeña o mediana 
escala temporal hayan quedado individualizados, con la escasez 
de fenómenos postdeposicionales, que hayan podido modifi car 
la posición inicial de los elementos integrantes, ha generado un 
depósito arqueológico de alta resolución, óptimo para la obser-
vación de cambios diacrónicos.
6. REGISTRO ARQUEOLÓGICO
El análisis de la composición del registro arqueológico 
debe tener en cuenta que la principal funcionalidad atribuida 
a la zona de la cavidad interesada por el sondeo arqueológico 
es la de redil para rebaños de ovicápridos. En este sentido, la 
mayor parte de los elementos derivados de actividades domés-
ticas presentes en este espacio, deben ser interpretados como 
deshechos arrojados intencionalmente a la zona destinada al 
ganado. Este aspecto es especialmente importante a la hora de 
valorar la composición de los elementos de cultura material y 
su grado de integridad. Así, puede existir un sesgo en cuanto 
a la variabilidad del registro, dado que se trata de material 
desechado y trasladado fuera de sus zonas de producción y 
uso. Por otra parte existe, de forma evidente, un elevado ín-
dice de fractura de los materiales, generado por el pisoteo del 
rebaño.
Figura 3: Conexión anatómica de elementos óseos pertenecientes a un ovicáprido inmaduro (MIR24).
J. P. VERGÈS, E. ALLUÉ, D. E. ANGELUCCI, F. BURJACHS, Á. CARRANCHO, A. CEBRIÀ, I. EXPÓSITO, M. FONTANALS, S. MORAL, A...6
6.1. MATERIAL CERÁMICO
El material cerámico exhumado en la sucesión neolítica de 
El Mirador asciende a un total de 2289 fragmentos. Morfológi-
camente las piezas se dividen en 1931 galbos, 330 bordes, 13 
asas, 4 fondos, 8 pellas o fragmentos informes y 3 elementos 
plásticos desprendidos de la superfi cie. El grado de fragmen-
tación es muy elevado, atribuyéndolo tanto a los fenómenos de 
pisoteo derivados del uso del lugar como redil como a ser esta 
misma zona el destino fi nal de los desechos generados por la 
comunidad. Todo ello difi culta la reconstrucción de las formas 
originales.
Entre las escasas formas que ha sido posible identifi car se 
aprecia un amplio predominio de las simples en todos los nive-
les, entre las que destacan las formas globulares de tendencia 
cerrada y los cuencos de paredes tanto abiertas como verticales. 
La mayor parte de las piezas pertenecen a la denominada cerá-
mica fi na, con pastas bien decantadas, desgrasantes menudos y 
exteriores muy cuidados.
En el apartado de las decoraciones, la cerámica neolítica de 
El Mirador se caracteriza por presentar en general unas superfi -
cies eminentemente lisas, sobre todo en sus niveles superiores. 
A medida que nos acercamos a los niveles inferiores se aprecia 
un incremento en el porcentaje de cerámicas decoradas, algo 
que parece común no solo a secuencias cercanas como es el 
caso de La Vaquera (Estremera 2003), sino a zonas más aleja-
das caso del País Valenciano (Bernabeu y Martí 1992). 
En cuanto a la técnica empleada se han reconocido ejem-
plares decorados mediante incisiones de distinto grosor, impre-
siones, elementos aplicados y boquique. Por niveles, y a falta 
de un estudio más en profundidad, podríamos hablar de un pre-
dominio de la incisión en la parte alta de la sucesión (desde el 
nivel MIR6 hasta el nivel MIR17), destacando entre los niveles 
MIR12 y MIR14 una línea incisa horizontal paralela al labio 
que recorre todo el recipiente a una escasa distancia del mismo. 
En el nivel MIR16 encontramos algo parecido en cuanto al re-
alzado del labio y también del borde, ya que ambos se muestran 
con un grosor muy superior al resto de la superfi cie externa de 
la pieza. Únicamente en el nivel MIR6 aparecen tímidamente 
como motivo decorativo las pastillas repujadas, documentadas 
también en lugares muy próximos como la Galería del Sílex 
(Apellániz y Domingo 1987). 
En la mitad inferior de la estratigrafía (MIR18 a MIR24) 
dominan los elementos aplicados, los motivos impresos y el bo-
quique, aunque no está ausente la incisión. En ocasiones estas 
técnicas aparecen combinadas. Todo ello muy al estilo de la ce-
rámica documentada en la región vasco-riojana y cuenca media 
del Ebro de mediados y fi nales del VI milenio cal BC (Alday 
2003; Barrios 2004; Baldellou y Ramón 1995). 
Entre todas las impresiones documentadas cabe llamar la 
atención acerca de un par de fragmentos recuperados en los 
niveles MIR18 y MIR19 que presentan una fi na pasta y una 
serie de impresiones que podríamos defi nir como cardiales, ya 
que parecen haber sido realizadas a base de aplicar el borde 
Figura 4: Materiales cerámicos: 1– MIR6, 2– MIR14, 3-MIR16, 4 y 5– MIR21, 6-MIR22.
LOS NIVELES NEOLÍTICOS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (SIERRA DE ATAPUERCA, BURGOS) 7
dentado de una Cerastoderma edule–o algún otro elemento a 
modo de imitación–al estilo de las halladas, entre otros lugares, 
en el nivel IV de Peña Larga con una cronología muy similar 
(Fernández Eraso 1995). 
6.2. REGISTRO LÍTICO
El registro lítico recuperado en la sucesión neolítica es de 
1600 efectivos. Su distribución por niveles es la siguiente:
Únicamente en los niveles MIR11, MIR13, MIR16, MIR18 
y MIR20, coincidiendo con los que cuentan con un mayor nú-
mero de efectivos, se ha constatado el desarrollo, en diferente 
grado, de actividades de talla in situ.
El conjunto se caracteriza por la presencia de una amplia 
variedad de materias primas: sílex, arenisca, caliza, cuarcita, 
cuarzo, cristal de roca, yeso y pizarra. De entre éstas el sílex 
es la materia que presenta el mayor número de efectivos, cerca 
del 90 % del total y la única documentada en todos los nive-
les arqueológicos. Éste predominio se debe a que el sílex es 
la materia prima utilizada casi exclusivamente en los sistemas 
técnicos de producción de instrumental lítico, documentándose 
también la participación puntual del cristal de roca y, en pro-
cesos operativos muy poco desarrollados, de la caliza y, muy 
testimonialmente, de la cuarcita. Estas dos últimas materias 
junto con la arenisca y, excepcionalmente, la pizarra se hallan 
preferentemente en forma de Bases naturales, categoría de la 
que se deriva su posible utilización en actividades que no impli-
carían su transformación previa. El yeso se presenta en forma 
de cristales y, obviamente, fue aportado a la cavidad con fi nes 
diferentes a los de la producción de objetos líticos, aunque des-
conocemos su funcionalidad.
A lo largo de toda la sucesión neolítica predomina la técnica 
de explotación de los núcleos dirigida a la obtención de produc-
tos laminares, siempre sobre sílex, aunque también se registran 
otros métodos de talla encaminados a la obtención de lascas. 
Estos productos apenas son transformados posteriormente, 
siendo la proporción de artefactos retocados muy reducida. En-
tre estos se documentan los morfotipos raspador, denticulado-
muesca, perforador y geométrico. 
Por sus características técnicas, el registro lítico de El Mi-
rador se enmarcaría en el existente en los conjuntos neolíticos 
de las regiones más próximas, el alto valle del Ebro y la mitad 
oriental de la Submeseta norte. Así, la importancia de la talla 
laminar desde las primeras apariciones de tecnocomplejos neo-
líticos ha sido constatada tanto en yacimientos de la Meseta, 
como la Cueva de la Vaquera (Estremera, 2003 y 2005) o las lo-
calizaciones del valle de Ambrona (Rojo y Kunst 1999, Alegre, 
2005), como en el valle del Ebro (Alday 2006; Barandiarán y 
Cava 2000). El escasoíndice de transformación de estos sopor-
tes laminares es también una pauta documentada en dichos ya-
cimientos. En el caso de El Mirador empero, la escasa represen-
tatividad de objetos como los geométricos, característicos de 
las secuencias neolíticas no permite, hasta el momento, aportar 
nuevos datos a la problemática existente en torno a la dicotomía 
en su confi guración mediante el doble bisel o a través del reto-
que abrupto y a la posible adscripción geográfi ca, cronológica, 
cultural o funcional de estos elementos.
6.3. REGISTRO ZOOARQUEOLÓGICO
Los restos faunísticos son, después de los vegetales, los 
más abundantes en el registro arqueológico de El Mirador. 
En términos generales, no se observan diferencias relevantes 
en la representación por especies de los niveles neolíticos. La 
mayor parte de los restos corresponden a especies domésticas. 
Por familias, dominan claramente los ovicápridos, entre los que 
destaca la alta representación de individuos inmaduros. En por-
centajes mucho menores aparecen bóvidos, suidos, équidos y 
cánidos. Entre las especies salvajes cabe señalar la presencia de 
jabalí, ciervo, corzo y conejo.
Algunos restos presentan marcas de corte y fracturas de 
origen antrópico, así como mordeduras probablemente de cá-
nido, que relacionamos, a falta de estudios específi cos, con la 
presencia de perros domésticos. De todas formas, la alteración 
más abundante es la cremación, que interpretamos mayoritaria-
mente como accidental ya que se asocia, generalmente, a los 
episodios de quema de los residuos del redil.
6.4. REGISTRO ARQUEOBOTÁNICO
El registro arqueobotánico de la sucesión holocena de El 
Mirador es, con diferencia, el mas abundante de todos los que 
ha proporcionado el yacimiento. La cantidad de restos y su 
magnífi co estado de conservación hacen que su estudio aporte 
datos de alta calidad sobre los sistemas de producción agrope-
cuarios de las comunidades que ocuparon la cavidad. Asimismo 
estos datos permiten conocer la evolución del paisaje vegetal 
que se desarrolló en el entorno a la cueva durante las fases de 
ocupación. 
El análisis polínico se centra en el estudio de un total de 28 
muestras, procedentes del corte sur del yacimiento y que abar-
can los niveles MIR15 a MIR24. Las muestras han sido tratadas 
según la técnica de Goeury & Beaulieu (1979), modifi cada par-
cialmente por Burjachs (1990; Burjachs et al., 2003), siguiendo 
consejos de Girard & Renault-Miskovsky (1969).
El recubrimiento arbóreo está en torno al 50% de AP. Los 
árboles más representados son los pinos (Pinus spp), el roble 
(Quercus caducifolio), la encina / coscoja (Quercus ilex-coc-
cifera), seguidos por el avellano (Corylus), el enebro / cada 
/sabina (cf Juniperus), el castaño (Castanea – tipo) y el nogal 
(Juglans). En cuanto a los taxones de ribera, que conforman los 
bosques en galería al lado de cursos de agua, fuentes y aguas 
embalsadas, se ha podido determinar sauce (Salix spp), olmo 
(Ulmus) y aliso (Alnus). Como aporte montano se ha docu-
mentado la presencia de abedul (Betula). Del estrato arbustivo, 
siempre subrepresentado polínicamente, se han determinado 
jaras (Cistaceae), brezos (Erica spp), heliantemos (Helianthe-
mum) y efedras (Ephedra tipo distachya).
El resto del espectro polínico está compuesto por plantas 
herbáceas. Destacan, con respecto a la totalidad de taxones 
identifi cados, los valores de gramíneas silvestres (poáceas) y 
asteráceas del tipo tubulifl oras y ligulifl oras. El resto del corte-
jo de plantas herbáceas incluye llantenes (Plantago), cenizos, 
etc. (Chenopodiaceae), apiáceas, urticáceas, cariofi láceas, con-
vulvaláceas (Convolvulus), artemisas (Artemisia), sanguisorba 
(Sanguisorba tipo minor), anea y/o esparganio (Typha-Spar-
ganium), lamiáceas, ranunculáceas, campanuláceas, escabio-
MIR6 MIR7 MIR7B MIR8 MIR9 MIR10 MIR11 MIR12 MIR13 MIR14
74 9 4 28 38 10 512 125 132 40
MIR15 MIR16 MIR17 MIR18 MIR19 MIR20 MIR21 MIR22 MIR23 MIR24
40 183 13 80 112 86 87 11 15 1
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sa (Succisa), gamones (Asphodelus), ciperáceas y fi ligranas 
(Myriophyllum). Asimismo se ha documentado la presencia de 
cereal (tipo Cerealia) o gramíneas cultivadas.
Mención a parte merece el grupo de los Pteridófi tos, resal-
tándose la importancia del tipo ‘esporas monoletas’, correspon-
dientes a helechos, con específi ca determinación del género 
Polypodium, así como del tipo ‘esporas triletas’ relacionadas 
con helechos y/o musgos
Por lo que respecta a los macrorestos vegetales, contamos 
con maderas, frutos y semillas carbonizadas. El estudio que 
presentamos en este trabajo corresponde únicamente a mues-
tras parciales del conjunto total recogido, que se halla todavía 
en proceso de estudio. Se ha efectuado la selección de los ma-
teriales recuperados en la columna exterior de tamices de la 
máquina de fl otación (con luces de malla de 4, 2 y 0’5 mm).
En cuanto al análisis antracológico, hasta el momento se 
ha realizado el estudio de una muestra parcial procedente de 
la fracción de 4 mm de los niveles MIR6 a MIR24. El registro 
aportado por este análisis está compuesto básicamente por altos 
porcentajes de robles (Quercus sp. caducifolio) y encina/alcor-
noque/coscoja (Quercus sp. perennifolios) en todos los niveles 
de la sucesión. Asimismo aparecen otros taxones en bajos por-
centajes como Pinus tipo sylvestris (pino tipo albar), Prunus 
(ciruelos/endrinos/cerezos), Maloideae (tipo majuelos/manza-
nos), Fraxinus (fresno), Corylus (avellano), Cornus (cornejo), 
Salix (sauces) y Ulmus (olmo).
Los carbones en estos niveles derivan principalmente de las 
actividades llevadas a cabo en la cavidad, generándose mayori-
tariamente durante la combustión intencional de los excremen-
tos y desechos acumulados en el redil (Vergès et alii. 2002). 
La madera llega a la cueva probablemente como combustible 
o en forma de ramas utilizadas como forraje para los animales. 
Los altos porcentajes de robles y encinas indican la existencia 
de áreas forestales en los alrededores de la cueva, y apuntan a 
una explotación dirigida hacia las especies más abundantes y 
disponibles del entorno, y/o a la predilección por determina-
das especies durante el ramoneo. Otras especies como el fresno 
también pueden relacionarse con la alimentación del rebaño, 
dado que es una especie muy apreciada para ello (Blanco et al. 
1998). Es probable que la presencia de algunas de las especies 
se relacione con la fabricación, uso o abandono de artefactos, o 
con la existencia de estructuras de madera, tal y como señala la 
presencia de agujeros de poste en algunos niveles. No hay que 
descartar tampoco la presencia de especies relacionadas con ac-
tividades vinculadas al rebaño, distintas de las alimenticias.
El análisis paleocarpológico se ha centrado hasta la fecha 
en uno de los cuadros en que se divide la superfi cie de excava-
ción, en concreto el Q22, abarcando el conjunto de niveles neo-
líticos, de MIR6 a MIR24, ambos incluidos. Se ha efectuado la 
selección de los materiales por medio de la fl otación (mallas de 
4, 2 y 0’5 mm). El sedimento procedente de la malla inferior 
(0’5 mm) no se ha triado en su totalidad, realizándose un sub-
muestreo correspondiente a una cuarta parte de la totalidad de 
muestra disponible por cada nivel arqueológico.
Se han identifi cado un total de 2601 restos atribuibles a ca-
tegorías taxonómicas. En base a una adscripción etnobotánica 
se podría dividir el conjunto de especies localizadas en cuatro 
grupos principales: plantas cultivadas, posibles cultivos, plan-
tas recolectadas y plantas sinantrópicas.
Dentro del grupo de las plantas cultivadas destaca la pre-
sencia tanto de cereales como de leguminosas. Los primeros 
aparecen representados por los géneros Hordeum y Triticum, 
siendo este último el mejor representado durante toda la se-
cuencia. Se documentan principalmente dos especies de trigos: 
Triticumaestivum/durum y Triticum dicoccum; la presencia de 
la cebada es minoritaria y tan sólo se ha localizado la especie 
Hordeum vulgare var. nudum. Las leguminosas cultivadas apa-
recen representadas por la especie Pisum sativum (guisante), 
con una frecuencia de aparición idéntica al caso de la cebada. 
Dentro del grupo de los posibles cultivos hemos incluido 
también a los siguientes taxones: Avena sp. (tan sólo aparece 
representada por un ejemplar en el nivel MIR6), Hordeum sp., 
Linum usitatissimum (aparece en el nivel MIR12) y Vicia sp.
Las especies de plantas recolectadas aparecen representa-
das por los siguientes taxones: Cornus cf. mas, Pinus sp., Pru-
nus sp., Quercus sp., Rubus fruticosus, Rubus idaeus, Rubus 
sp., Sambucus ebulus y Sambucus sp., que, si bien su presencia 
es muy inferior si lo comparamos con los otros grupos, apare-
cen de forma intermitente durante toda la secuencia hasta ahora 
analizada; se podrían relacionar tanto con la alimentación hu-
mana como con la animal. 
El grupo de las plantas sinantrópicas es el más numeroso y 
el que presenta la mayor diversidad taxonómica. Los taxones 
que aparecen en mayor número son los siguientes: Bromus sp., 
Carex sp., Chenopodium album, Chenopodium/Amaranthus, 
Chenopodium sp., Galium aparine, Lolium sp., Malva sp., Me-
dicago sp., Melilotus sp., Polygonum sp., Rumex sp. y Trifolium 
sp. Dentro de este grupo encontramos diversos géneros que fre-
cuentemente acompañan a los cultivos de cereales (Bromus, 
Galium, Lolium y Trifolium), o que son especies indicadoras de 
las condiciones de fertilidad de los suelos de cultivo (como Me-
dicago sp.), o especies que refl ejan la proximidad de fuentes, 
cursos de agua, etc., tales como las del género Carex. 
Finalmente, cabe destacar la presencia de subproductos 
agrícolas (fragmentos de raquis y horquillas de espiguillas) en 
10 de los niveles analizados, con una mayor presencia en la 
base de la sucesión (de MIR19 a MIR24).
El conjunto de datos obtenidos de los diferentes estudios 
arqueobotánicos nos permiten elaborar una primera imagen del 
paisaje vegetal del entorno de la cueva de El Mirador y de la 
explotación de sus recursos entre el último tercio del VI milenio 
cal BC y la mitad del IV milenio cal BC. Los datos disponibles 
nos muestran un paisaje vegetal formado por distintos biotopos. 
Un área importante la ocuparían las formaciones arbóreas en 
las que predominarían robles y encinas. Los robles ocuparían 
los lugares más frescos y de suelos profundos, mientras que 
las encinas se hallarían en la propia sierra, favorecidas por los 
suelos calcáreos. Junto a los cauces fl uviales o surgencias, se 
desarrollaría una comunidad de ribera que incluiría avellanos, 
sauces, olmos y alisos. En las montañas regionales encontraría-
mos abedules y pinos.
De todos modos, y a pesar de la variabilidad taxonómica del 
estrato arbóreo, las plantas dominantes serían herbáceas (NAP), 
principalmente gramíneas silvestres, asteráceas, cenizos, llan-
tenes, artemisas, etc. La espadaña y/o esparganio (Typha-Spar-
ganium), fi ligranas y ciperáceas aprovecharían la humedad de 
zonas semi–inundadas u otros biótopos similares. La relevancia 
Figura 5: Semillas de Triticum dicoccum (izquierda) y Triticum aesti-
vum/durum (derecha).
LOS NIVELES NEOLÍTICOS DE LA CUEVA DE EL MIRADOR (SIERRA DE ATAPUERCA, BURGOS) 9
de prados y pastizales queda refrendada por la presencia de ce-
reales, así como por la de hierbas arvenses (artemisas, quenopo-
diáceas, etc.), que acompañan tradicionalmente a los cultivos, y 
pratícolas (llantenes, cenizos, asteráceas, poáceas, etc.) relacio-
nadas con los prados destinados al ganado. 
El paisaje sería, por tanto, bastante abierto en el territorio 
inmediato, sin que se hayan observado grandes variaciones a lo 
largo de la secuencia analizada. El protagonismo continuado de 
las plantas herbáceas en detrimento de la comunidad forestal se 
debería, en gran parte, al desarrollo de la agricultura y ganade-
ría, así como a la explotación de los recursos forestales existen-
tes. Sin embargo, esta explotación era sostenible, a juzgar por 
la ausencia de cambios drásticos en el paisaje vegetal a lo largo 
de toda la ocupación neolítica.
La presencia de especies cultivadas y recolectadas, evi-
denciadas por los datos aportados por la carpología, indica la 
variedad en la explotación de las especies, así como la impor-
tancia de las actividades relacionadas con el cultivo de cerea-
les. En este mismo sentido, los valores de cereales aportados 
por el análisis polínico, son indicativos de la proximidad de los 
campos de cultivo y/o del desarrollo en la cavidad de labores 
relacionadas con el procesamiento de este tipo de gramíneas 
(Diot, 1992; Hall, 1988).
7. CONCLUSIONES
Una primera consideración viene dada por la consistencia 
de la serie de fechas 14C obtenidas para el depósito neolítico de 
la cueva de El Mirador. En concreto, las dataciones aportadas 
por los niveles MIR18 a MIR24 indican la presencia sólida y 
continuada de grupos agrícolas y ganaderos durante el último 
tercio del VI milenio cal BC. Estos datos vienen a confi rmar 
el alcance regional de la implantación de la economía agrope-
cuaria en la submeseta norte durante este periodo, fenómeno 
observado en otros yacimientos de la zona como la cueva de La 
Vaquera (Torreiglesias, Segovia), donde la fase I se sitúa entre 
la segunda mitad del VI y el primer tercio del V milenio cal BC 
(Estremera 2003), La Lámpara (Ambrona, Soria), que cuenta 
con tres dataciones 14C sin calibrar de 6390 ±60, 6055 ±34 y 
6144 ±100 BP (Rojo y Kunst 1999) o La Velilla (Osorno, Pa-
lencia), cuyo nivel ocupacional inferior ha sido datado en 6130 
±190 BP (Delibes de Castro y Zapatero 1996).
Queda abierta a nuestro entender la problemática relativa 
a la existencia de ocupaciones durante los dos primeros tercios 
del VI milenio cal BC, dado que, como ya se ha comentado, 
es posible la existencia de niveles por debajo de MIR24. De 
hecho, la datación sobre carbón de Pinus sp extraída de los res-
tos de un episodio de combustión localizados in situ en la base 
de MIR24, en contacto con el techo del depósito pleistoceno 
(MIR50/1) nos remite, con el permiso del “efecto madera vie-
ja”, a inicios del VI milenio cal BC. Sin duda sería interesante 
disponer de datos relativos al registro arqueológico de estas 
ocupaciones para poderlos comparar con los de yacimientos 
como Mendandia (Sáseta, Treviño), no meseteños pero próxi-
mos geográfi camente, donde parece que la aparición del fenó-
meno neolítico puede situarse en torno a estas fechas (Alday, 
2006).
Otra cuestión que va tomando forma a medida que progre-
san los estudios sobre el registro recuperado en El Mirador es la 
caracterización de la economía de los grupos que generaron el 
depósito arqueológico. En este sentido, cabe destacar que des-
de el primer momento (MIR24) se documenta una economía 
agropecuaria bien estructurada y compleja, basada en el culti-
vo del trigo y en la ganadería, principalmente de ovicápridos. 
Esto hace pensar que, de ser estas las primeras evidencias de 
economía productora de la zona, las formas de vida neolíticas 
irrumpieron en ella en bloque y totalmente consolidadas, adqui-
riendo el carácter de una auténtica colonización. Este fenómeno 
coincidiría con lo observado en el valle de Ambrona (Kunst y 
Rojo, 1999).
Finalmente, sorprende la continuidad en el uso reiterado y 
exclusivo como redil para el ganado, por lo menos del sector de 
la cueva donde se ubica el sondeo, a lo largo de tota la serie neo-
lítica conocida. Todavía más si tenemos en cuenta que esta es la 
misma funcionalidad que se ha documentado en la mayor parte 
de la sucesión del Bronce medio/tardío (Vergès et alii 2002), a 
pesar de la existencia del hiato de unos 1000 años de escasa o 
nula actividad antrópica representado por MIR5. En este mismo 
sentido cabe destacar la recurrencia de los eventos registrados 
en la sucesión estratigráfi ca. La práctica totalidad del rellenoholoceno conocido se estructura en base a la alternancia entre 
sedimentos derivados de los episodios de la quema de los resi-
duos del redil y capas no alteradas térmicamente. Aparentemen-
te, la formación de este depósito es el resultado de una forma 
de gestión del redil que se ha mantenido invariable a lo largo de 
todo el periodo neolítico documentado en el sondeo. 
Esta aparente homogeneidad, esta parsimonia, todavía por 
contrastar sobre la base de los resultados de los estudios en cur-
so, parece observarse también en la composición diacrónica del 
registro fósil. Esta impresión es bastante acusada en lo relativo 
a las especies animales y vegetales explotadas y, también, para 
buena parte de los elementos que componen la cultura mate-
rial. Esto hace pensar que no existen variaciones de entidad en 
el ámbito de la estructura productiva de las comunidades que 
ocuparon la cueva de El Mirador a lo largo de todo el neolítico. 
Las diferencias existentes se verían restringidas a determinados 
aspectos de la cultura material, entre los cuales el más evidente 
sea quizás los cambios en la decoración de los recipientes ce-
rámicos.
AGRADECIMIENTOS
Los trabajos de investigación en la cueva de El Mirador se 
llevan a cabo gracias al proyecto Ecología, biología y compor-
tamiento social y técnico en el pleistoceno y el holoceno de la 
sierra de Atapuerca (BOS2003-08938-C03-03) y a la Junta de 
Castilla y León. 
La labor de investigación de Sergio Moral es posible gra-
cias a una beca predoctoral de la Fundación Siglo para las Artes 
en Castilla y León.
La labor de investigación que desempeña Anna Rodríguez 
se desarrolla gracias a una beca predoctoral PSR de la Univer-
sitat Rovira i Virgili de Tarragona.
Ángel Carrancho realiza su trabajo de investigación gracias 
a una beca predoctoral otorgada por la Fundación del Patrimo-
nio Histórico de Castilla y León.
La investigación desarrollada por Ethel Allué y Josep Maria 
Vergès entre los años 2000 a 2005 ha sido posible gracias a las 
becas concedidas por la Fundación Atapuerca.
Hay que reconocer y agradecer el importante apoyo pres-
tado por el conjunto de miembros del Equipo Investigador de 
Atapuerca, especialmente a los que han colaborado directa-
mente en las tareas de excavación, a los responsables del apo-
yo logístico en campaña y a los encargados de laboratorio de 
campo.
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