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Sociedad y Estado 2do parcial

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Waisman.
A lo largo de su obra, Carlos Waisman intenta resolver lo que él llama “la cuestión argentina”. Toma como base de partida una simple pregunta con una no tan simple respuesta: por qué Argentina, teniendo las posibilidades, no se convirtió en una democracia industrial. Junto con Japón, Argentina se convierte en un caso especial donde no se cumple la teórica económica (en el caso japonés, sucede completamente a la inversa: un país que no posee los recursos necesarios, se convirtió en potencia mundial). Al compararse con otros países de asentamiento reciente, como Australia, EEUU y Nueva Zelanda (entre otros), se puede observar que Argentina comparte características similares con los mismos: un vasto territorio, una población no muy abundante e infinidad de recursos. Sin embargo, éstos han avanzado hacia una democracia industrial, mientras que Argentina se estancó en todo sentido. 
Waisman sostiene que a la hora de analizar el caso argentino, existen varias “imágenes”: la de país nuevo, la de país desarrollado, y la de país dual, combinando las dos anteriores, con heterogeneidad estructural. La primera de ellas tuvo una fuerte influencia hasta la gran Depresión: las élites creían que el país tenía un destino de grandeza, que debía ejercer la hegemonía y el imperialismo sobre el cono sur. Esta visión se derrumba cuando se produce la crisis del ’29. 
La imagen como país subdesarrollado es una imagen más reciente, que ha adquirido mucha más fuerza luego de la Depresión. Tanto la derecha como la izquierda argentina coinciden en que gran parte del estancamiento de la economía tiene relación con el imperialismo y extranjerización de la economía, pero la izquierda agrega además que una parte de la responsabilidad la llevan la élite, cómplice del imperialismo.
La imagen dualista se llama así porque existen dos vertientes: por un lado, los modernistas, y por otro, los nativistas. En un primer lugar, la imagen modernista era la predominante: los criollos eran “indios, negros o españoles amantes de la pereza”, y el verdadero poderío se encontraba en, por un lado, la educación de los habitantes nativos y, por otro, en la inmigración de los países centrales. Esta visión tenía relación con una mirada de país nuevo. 
Sin embargo, los extranjeros que inmigraron al país no provenían de los países más desarrollados de Europa, sino principalmente de España e Italia, considerados como la peor parte de la sociedad. Al observar esto, fue necesario hacer un cambio radical: ya los inmigrantes no eran los “salvadores” de antaño, sino gente que debía ser evitada. El gaucho pasa de una demonización a simbolizar diversos valores como coraje, valentía y honradez. De acuerdo a la visión nativista o modernista, las élites llevaban a cabo determinadas políticas económicas. Optaron por reivindicar al gaucho antes que al inmigrante, ya que las élites tenían una visión distorsionada de la realidad y creían, por la falta de integración de los inmigrantes, que era muy plausible una revolución comunista. 
Waisman realiza un análisis de los aspectos políticos, sociales y económicos del país y expone características que lo asemejan a un país de asentamiento reciente y otras que lo asemejan a un país típico latinoamericano. 
En cuanto al trabajo, Argentina se asemeja a países de asentamiento recientes por la poca reserva de trabajo (poca mano de obra, lo que conlleva altos salarios). En materia migratoria, es necesario analizar 4 variantes: la proporción entre inmigrantes y población nativa lo asemeja a países nuevos, al ser una proporción enorme (De 7 millones de habitantes, 6 millones eran inmigrantes), en cuanto a la concentración geográfica, se asemeja al espejo latinoamericano, al concentrarse en mayor medida en las zonas urbanas (ya que las tierras se encontraban adueñadas por los terratenientes), en cuanto al impacto que tuvieron en la estructura social, formaron la llamada clase media, y en cuanto a los países de origen, se alejan del espejo de país nuevo, ya que en éstos los inmigrantes provenían de sus madres patrias (Inglaterra en la mayoría de los casos). En Argentina, si bien hubo un gran flujo migratorio proveniente de España, un gran número de inmigrantes también llegaron desde otros países, como Italia y Polonia.
En la tierra, el país se asemeja a los países nuevos por la vasta extensión de territorio, y por la alta fertilidad del mismo, pero se asemeja a los países latinoamericanos por la concentración de la tierra a manos de unos pocos terratenientes: los inmigrantes no tienen la posibilidad de adueñarse de las tierras, ya que éstas son únicamente arrendadas.
En materia económica, el continuo crecimiento pre-Depresión podría hacer pensar en la existencia de una economía de país nuevo. Sin embargo, luego de la Depresión, comienza a asemejarse a los países latinoamericanos: la industria depende exclusivamente del sector agrario para movilizarse, y, a partir de la década del ’50, se fomenta el consumo interno en detrimento de insertarse en el sistema económico mundial. Si bien hay una semejanza con los países nuevos al haber una gran diversificación industrial, también se produce una manufacturación de bienes de consumo. Argentina produce lo mismo que se consume dentro del mismo mercado interno, por lo que se vuelve imposible una exportación eficiente y por lo tanto, queda rezagada de las otras economías mundiales, produciéndose un estancamiento económico. Al hablar de dependencia, Waisman sostiene que hay tres tipos de dependencia: la comercial, la de los medios de producción y la financiera. Esta última aparece a mediados de 1980. Al hacer un análisis histórico, se observa que la dependencia con el extranjero ha ido variando: antes de la década del ’50 y del gobierno peronista, había un una importante dependencia comercial (con Gran Bretaña), y una dependencia de los medios de producción no tan emergente. Durante el gobierno de Perón, ambos tipos de dependencia disminuyen en gran medida por el giro hacia dentro que da el país, pero luego del mismo, vuelve a aparecer, con una mucha más importante influencia del dominio de los medios de producción por parte de los extranjeros. Concluye diciendo que Argentina es dependiente, tanto comercialmente como en los medios de producción, pero no es más dependiente que otros países de asentamiento reciente, y por cierto, mucho menos que los países latinoamericanos.
Por otra parte, en materia social, Argentina se asemeja en varios aspectos a los países de asentamiento reciente, por ejemplo, con los altos salarios, la nutrición y la educación. Difiere de ellos en otros, por ejemplo, en la alta mortalidad infantil
En cuanto a la política, la Argentina se vio envuelta en un proceso que se dio en todos los países, ya sea de asentamiento reciente o latinoamericanos: la movilización social, y la exigencia de las clases de comenzar a participar en la vida política. Frente a esto, existen 3 posibilidades: la inclusión en los países nuevs, la exclusión o la cooptación (participación pero bajo el control de la elite) en los países latinoamericanos. Hasta 1930, el caso argentino se adhería a la inclusión política (si bien con algunas restricciones, en líneas generales había una coexistencia pacífica entre los Radicales –fuerza política opositora- y los conservadores), que se puede observar con la formulación de la ley Saenz Peña de apertura política en 1912 (aunque los conservadores creían que aún así, ganarían las elecciones ya que el país estaba compuesto en su mayoría por inmigrantes, que no podían votar). Si bien los radicales ganaron las elecciones, las relaciones de poder seguían siendo las mismas: las élites eran quienes tenían la hegemonía, no se modificó el orden ni social, ni económico. Al producirse la Depresión, los oligarcas dieron un golpe de Estado que derrumbó el gobierno radical. Se debate si el motivo del golpe fue la Depresión y la consecuente crisis económica en sí, o si fue la negativa de los radicales de compartir un poder tradicionalmente compartido. Sea cual fuereel caso, existe una relación entre la crisis del ’29 y el golpe de estado de 1930. 
Aún así, si bien los golpistas proscribieron al radicalismo, mantuvieron un sistema político relativamente incluyente, había una contestación de las exigencias tanto políticas como sociales. Había cierta legitimidad social, cierta aceptación por parte de la sociedad de que los militares tomaran el poder. Sin embargo, esta legitimidad fue decayendo, debido a, sostiene Waisman, que no pudieron mantenerse en el poder el tiempo suficiente para conseguir la legitimidad necesaria (aunque la eficacia la tenían). Es a partir de 1943 cuando comienza la inestabilidad política. Debido a la industrialización, aparece una nueva clase poderosa: la burguesía industrial, con intereses contrapuestos a los de la burguesía agraria. Frente a este panorama, Perón creó un estado corporativista: dividió a la sociedad por sectores donde el Estado era quién los regulaba. Esto fue posible en tanto que la distribución de ingresos fue posible, pero cuando la economía se estancó, esto ya no fue posible. Cuando Perón finalmente es derrocado, su legado es un sector obrero con demasiado poder.
En conclusión, a lo largo de toda su obra Waisman realiza una fuerte crítica al gobierno peronista y a sus medidas económicas, sociales y políticas, sosteniendo que conlleva la mayor responsabilidad del estancamiento argentino y del no desarrollo del máximo potencial del país. Para explicar cómo es que Perón llega al poder, Waisman destaca 3 componentes que se produjeron en el país: por un lado, una visión distorsionada de la realidad política y social por parte de las élites. Esto se tradujo en un miedo irracional que llevó a aceptar la asunción de Perón antes que la imposible revolución comunista que la élite creía probable. Esta visión distorsionada de la realidad se da por la no inclusión de los inmigrantes, principalmente italianos y polacos, siendo que todo lo desconocido, resulta peligroso.
Otro aspecto a tener en cuenta es la industrialización que llevó a la aparición de una nueva clase de poder: la burguesía industrial. Ésta tenía intereses contrapuestos con la existente burguesía agraria, lo que provocó una división y debilitamiento en las élites. La consecuencia final de esta fragmentación fue una autonomía del Estado.
Finalmente, los dos factores llevaron a una peculiar estructura social, con un fuerte sector obrero y una economía cerrada.
Vitelli
Al igual que Waisman, Vitelli analiza las razones por las cuales Argentina, teniendo el potencial y la posibilidad de convertirse en una potencia a nivel mundial y de estar a la par de países como Australia y Canadá, se encuentra sumida más bien en una situación de país subdesarrollado. Su obra es una crítica implícita a la hipótesis que maneja Waisman, principalmente sosteniendo que las principales causas del atraso económico de Argentina se dieron en los períodos de desindustrialización de 1976 y de 1990, en un proceso que comienza en 1930. 
Vitelli habla de ciclos económicos, llamados stop and go, dónde existe una merma en la economía y un posterior impulso. Estas mermas se dan cuando se producen las políticas de ajuste liberales: aumenta la inflación devaluando la moneda, se produce una caída de los salarios reales de la población y se produce un endeudamiento extranjero. Con ello aumentan las reservas del país, que reactiva la economía y se vuelve a producir el ciclo. Este proceso de caída e impulso de la economía fue posible hasta 1976, año en el que comienza la desindustrialización desmedida (potencia en 1990), que imposibilitó la reactivación de la economía.
Existen varios grupos que intentan explicar el rezago argentino frente a los demás países. 
El primero hace hincapié en un legado tanto político como social, remarcando la gran importancia de las colonizaciones en el retraso del país, con una poca predisposición a la innovación.
El segundo sostiene que el rezago argentino se deviene de una falta de recursos naturales, como la minería o la riqueza forestal.
El tercer grupo tiene como referencia al determinismo histórico al sostener que la responsable del atraso es la misma historia que Argentina arrastra.
Estos tres grupos pueden explicar perfectamente la forma en la que Argentina queda relegada del sistema mundial. Sin embargo, ninguna de las 3 posturas critica la solución de políticas de ajustes llevadas a cabo, en teoría, para solucionar dicho problema
El cuarto grupo, sin embargo, hace una fuerte crítica a estas políticas económicas. Frente a las hipótesis de que la culpable del estancamiento argentino fueron las políticas proteccionistas, sostiene que un sinsentido, que tan sólo mirando las estadísticas se puede observar que el mayor impulso a la economía fue de la mano con las medidas industrialistas de la época del 45.
Rouquié
Rouquié, al igual que Vitelli y Waisman, analiza el caso argentino, pero desde una perspectiva completamente distinta: la política, dejando de lado lo económico. 
El análisis de Rouquie se basa principalmente en los sectores militares, eternos protagonistas desde 1930 hasta la actualidad, y en la forma en la que han conseguir perpetuarse en la vida política argentina. Los militares son un grupo que, hasta el golpe del ’76, gozaba de cierta legitimidad entre la población. Sin ir más lejos, el mismo Perón fue militar y gozaba de la mayoría de los votos del pueblo. Esta legitimidad viene dada por una creencia que compartían tanto la sociedad civil como el ejército: los militares buscaban el bien del país, con un fuerte y marcado nacionalismo (legitimidad que tiene su origen en la misma formación del país, ya que se considera al ejército como formador del Estado). Los militares eran sinónimo de prestigio. A diferencia de otros países, las fuerzas armadas argentinas jamás formaron un partido político, sino que lisa y llanamente intervinieron gobiernos y pusieron los suyos propios, bajo el argumento de ser la salvación del país. Los partidos políticos, frente al avasallo de las democracias, nunca se aliaron entre sí para combatir al poder militar, sino todo lo contrario: todos intentaban buscar una alianza con los mismos, que beneficiase sus propios intereses partidarios. Así, se puede observar como a lo largo de la historia, los mismos partidos políticos que demonizan a los militares, son quienes intentan un acercamiento con los mismos (y viceversa). En palabras de Rouquie, “todos querían tener su propio coronel”. Esto significa que cada partido que consiguió acceder al poder, intentó tener a las fuerzas armadas a su favor. Era una suerte de “guerra de todos contra todos”, donde los militares jugaban de un lado o del otro del tablero. Lejos de la realidad está utópica visión de una sociedad civil y heroica batallando contra un grupo de autoritarios antidemocráticos.
Los militares, demostrando una gran habilidad política, idearon siempre diversas maniobras para no perder su legitimidad e intentar perpetuarse en el poder, aunque eso significase ceder el poder provisionalmente. Un claro ejemplo de esto es Lanusse: siendo consciente del próximo final de la época dictatorial comenzada en el 55, preparó una salida “honrosa” del poder militar, llamando a elecciones y quitando la proscripción al peronismo. Todo ello le sirvió para, en el año 1976, permitir que el militarismo tomase las riendas políticas del país. Sin embargo, éste último golpe significó la debacle del militarismo en Argentina, ya que el terrible terrorismo de estado y violencia del mismo, sumado al fracaso de la Guerra de Malvinas, hizo perder toda legitimidad existente. El pueblo ya no veía en los militares el prestigio de antaño: no le encontraban utilidad a una fuerza que, estando en el poder política, no podía asegurar ni una economía estable ni la defensa de su propio país. Cuando la situación se volvió insostenible, no tuvieron más remedio que abandonar la vida política.
Según Rouquie, existen dos tipos de dictaduras militares: las provisionales y las constituyentes. Las primeras no tienen como finalidadrealizar un cambio radical en el país, tan sólo buscan quitar del gobierno a alguien que no les resulta conveniente. Las segundas son dictaduras mucho mayor planeadas, con un objetivo claro, un modelo de país. 
Al mismo tiempo, en relación a los militares, existen 3 tipos de gobiernos civiles: los que se apoyan en las fuerzas armadas y gozan con su apoyo, los que las neutralizan y los que, indefectiblemente por no conseguir ni una cosa ni la otra, son derrocados.
Sin embargo, continúa Rouquie, a pesar de ellos, los que manejan la economía del país no son los militares ni mucho menos. Su hipótesis llamada dominación sin hegemonía, Roquie llama la atención sobre un grupo que, pese a no participar en la vida política argentina de forma directa, si lo hace de forma indirecta. Este grupo que en una primera instanciase podría denominar como el sector agropecuario o terrateniente es quien en verdad maneja el funcionamiento del país. Al ser sectores multisectoriales, no tienen sólo el dominio sobre el agro, sino también sobre las industrias, medios de comunicación, y un largo etcétera. Gracias a ello, tienen la capacidad de extorsionar al gobierno de turno. Tienen una existencia casi omnipresente, nada puede hacer sin o fuera de ellos. Incluso consiguen generar cierta legitimidad cuando la situación lo amerita, mediante alianzas con los sectores opositores políticos (aunque luego esas alianzas se rompen fácilmente una vez conseguido el objetivo). Estos sectores siempre apuntan a la inestabilidad y pobreza de la población, ya que esto les genera una mayor ganancia.
Esto no quiere decir que los militares sean simples títeres de este sector dominante, sino que la situación que por lo general se da, es que la inestabilidad política imperante le es favorable a ambos, por lo que coexisten con cierta paz. El sector militar goza de cierta autonomía, y, al igual que los partidos políticos, los sectores poderosos también intentaban ganarse su apoyo. Sin embargo, con la continuidad y estabilidad política de los últimos años argentinos, el sector militar cada vez goza de menos protagonismo.
Neoliberalismo + Maneiro.
El neoliberalismo es tanto una cosmovisión del mundo como un tipo de política económica. Comienza a aplicarse durante la década del ’70 con la crisis del Estado de Bienestar, que tuvo su causante en la suba de precios en un 400% del petróleo, debido a la creación en 1973 de la OPEP. 
El neoliberalismo tiene como objetivo llevar a cabo un capitalismo salvaje y puro, sin ningún tipo de límite ni restricción. Se desarticula el tipo de estado keynesiano. En materia económica, el neoliberalismo se asemeja al anterior liberalismo: despolitización y autonomía del mercado por sobre el Estado, que no debe intervenir bajo ninguna forma. Hay que achicar el Estado lo más posible, y por ello, el Estado no debe hacerse cargo de brindar ningún tipo de servicio, únicamente debe velar por el correcto cumplimiento de las reglas del mercado (ello conlleva a la privatización de las empresas estatales). Al mismo tiempo, el Estado debe reducir el gasto público hasta su mínima expresión, lo que se traduce en una baja de la demanda agregada, del consumo de la población, del empleo y de los salarios, lo que lleva a una política económica contractiva. Al bajar el gasto público, bajan también los impuestos, por lo que la ganancia de los empresarios es mayor. La premisa principal del neoliberalismo es un “orden natural de las cosas”, por lo que no hay que intervenir, ya que el mercado tiende a la perfección.
En materia política, sin embargo, al contrario que los liberales, están a favor de un tipo de gobierno autoritario y conservador, que asegure el cumplimiento del libre mercado. Mientras que los liberales sostienen que la democracia es lo ideal, los neoliberales se encuentran en contra de la misma sosteniendo que da la posibilidad mediante el voto de llevar a cabo políticas antiliberales. De esta forma, paradójicamente se da una combinación entre liberalismo económico y conservadurismo político, cuyo primer exponente fue la Nueva Derecha inglesa. En América Latina, las políticas neoliberales fueron impuestas a partir de la década del ’70 y significó una completa devaluación de la moneda y estatización de la deuda privada.
En Argentina, a partir de la aplicación de las políticas neoliberales se dieron unas series de fenómenos de diversos tipos, a tal punto que cambió completamente la estructura social, económica y política del país. Por una parte, cambió totalmente la relación entre Estado y la sociedad. Mientras que en la época posterior al ’50 había un estado corporativista, donde cada sector obrero tenía un sindicato que lo protegía y representaba, a partir de las políticas neoliberalismo se genera una alta tasa desocupación. Esta desocupación se debe principalmente a las políticas de ajustes contractivos que llevaron a cabo los gobiernos, impuestos por el FMI. En los años ’90, por ejemplo, debido a la convertibilidad, producir valía más caro que importar, por lo que aumentaron considerablemente las importaciones. Esto trajo aparejado que las empresas nacionales no pudiesen competir con el extranjero al tener mayores costos de producción y quebrasen. Al desindustrializar, la masa obrera que antes estaba en las fábricas queda desocupada. La consecuencia final de ello fue que los sindicatos ya no tenían a quién representar, por lo que pierden poder. En este contexto es cuando surgen los llamados punteros políticos: mediadores entre el Estado y la sociedad, que cambiaban “favores” por votos. A este tipo de relación se la llama clientelismo. En un principio, los punteros fueron vistos favorablemente por la sociedad, ya que ellos mediaban para que el Estado diera al menos un mínimo de respuesta a los problemas de la sociedad. Sin embargo, a lo largo del tiempo, estos punteros fueron consiguiendo un poder alarmante, y la relación que antes era bien vista, se transformó en una relación “bastarda”: los punteros comenzaron a actuar por beneficio propio, y a quienes antes ayudaban se los comienza a manejar a dedo, convirtiéndose así en una fuerza política más de la vida argentina. Frente a este panorama, nacen los movimientos de los desocupados, que ya no apoyaban la existencia de mediadores. Así nacen, por ejemplo, el MTD, el MTR, el CCC, entre otras agrupaciones. Mediante la lucha, las protestas, los piquetes, las ollas populares, y otras tantas medidas de exigir ser escuchados por el Estado, conquistan poco a poco lo que antes tenían por derecho. Surgen los diferentes planes sociales, como por ejemplo, los planes trabajar, para intentar paliar la situación de una forma inmediata. Esto generó la sensación de que los desocupados conseguían las cosas por sí mismos gracias a sus luchas y no mediante los punteros, por los que el poder de los punteros desciende abruptamente.
En conclusión, el neoliberalismo se encargó de destruir al modelo keynesiano para instalar un modelo que lo único que generó fue pobreza, desindustrialización y fuertes crisis económicas, políticas y sociales.
Chesnais
Chesnais realiza un análisis del sistema económico actual, y de la crisis que está enfrentando hoy en día. La relaciona con la crisis del ’29, pero sostiene que hay evidentes diferencias entre una y otra. Su análisis parte de la concepción marxista de que el límite del capital, es el mismo capital. Es decir, el capital llega a un punto máximo donde ya no puede reproducirse. En la crisis de antaño, éste límite fue superado mediante la inclusión de dos gigantes a la economía capitalista mundial: Rusia y China. Gracias a esta inclusión, el sistema capitalista se reactivó y continuó su rumbo. Sin embargo, las políticas que se llevan a cabo para superar el límite inmanente del capital, lo único que hacen es proveer de una solución provisional, para que luego reaparezca el mismo límite, pero agravado. Estas políticas para superar los límites mencionados fueron de 3 tipos:
Por un lado, una completa liberación y despolitización de la economía. Esto es darle riendasuelta al neoliberalismo para que las reglas de juego las maneje el mercado sin ningún tipo de intervención estatal. Esto ha permitido el ingreso de nuevas potencias económicas al mercado, como por ejemplo, la economía china. La completa desreglamentación ha llevado en última instancia a aumentar la competencia entre quienes antes tenían el monopolio de la economía, lo que conlleva a tensiones entre los mismos países.
Por otro lado, se comenzó una creación del capital ficticio. Este capital ficticio son los créditos, los bonos, etc., es decir, dinero que, en la realidad, no se tiene. Estos créditos son otorgados con bajísimas tasas de interés, e incluso a personas con nulas garantías (son los llamados créditos subprime). La idea de estos créditos es otorgar préstamos que luego no podrán ser pagados, por lo que se llega finalmente a una expropiación de los bienes que han sido adquiridos con esos mismos préstamos.
Finalmente, el último tipo consistió en la incorporación de los países que se hallaban fuera de la economía mundial, especialmente China. Esto fue posible gracias a un fenómeno que muy pocas veces se tiene en cuenta: la industrialización a manos de EEUU. El país norteamericano necesitaba reindustrializarse y no podía hacerlo en su país, por los déficits existentes, por lo que trasladó sus industrias a China, lugar que ofrecía una mano de obra barata. Esto provocó en China una sobreacumulación de capital insostenible, que en algún momento estallará. El grado de importancia de la economía china hace que hoy en día cualquier pequeña fluctuación en su economía modifique drásticamente las economías de los demás países. EEUU incluso tuvo que otorgar bonos a China para pagar su industrialización. Esto pone al país asiático en una posición de poder, ya que le bastaría simplemente vender los bonos otorgados por la banca estadounidense para sumir al país en quiebra. Si las circunstancias se producen, y China decide cobrar sus bonos para salir de una posible recesión, se verá a la economía estadounidense en la peor crisis de su historia.

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