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Etimologia do Sustantivo Vera

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Lo que se verá a mi vera de Vera. Probable etimología vera 
del apelativo y topónimos homónimos
Jairo Javier García Sánchez
Universidad de Alcalá
jairo.garcia@uah.es
Resumen: Se muestra en este trabajo cómo una vez más la homonimia y la 
paronimia han podido ocultar y soterrar la vera (= verdadera) génesis del sus-
tantivo común vera, así como la de algunos topónimos que parecen contener 
esa misma voz. Ha sido a partir del más conocido de ellos, el almeriense Vera, 
de origen prerromano, sobre el que se han construido buena parte de las argu-
mentaciones etimológicas de los demás topónimos, y también del apelativo 
en cuestión. Sin embargo, las explicaciones de esos nombres de lugar, entre 
los que también estarían los Beira gallego-portugueses, y de los sustantivos 
correspondientes, pueden ser diferentes de las que ha hecho suponer el nombre 
de la población almeriense.
Palabras clave: toponimia; etimología; homonimia; vera; beira.
Abstract: This paper shows how once again homonymy and paronymy might 
have hidden the true origin of the common noun vera, as well as that of some 
place names that appear to contain the same word. From the best known of 
them, Vera in Almeria, of pre-Roman origin, have been based many of the 
etymological arguments on the other toponyms, and on the noun vera itself. 
However, the explanations of those place names, among which the Galician 
and Portuguese Beira would also appear, and of the corresponding nouns, may 
be different from those which are thought to have originated from the name of 
the Andalusian village.
Keywords: toponymy; etymology; homonymy; vera; beira.
 García Sánchez, Jairo Javier. 2015. “Lo que se verá a mi vera de Vera. Probable eti-
mología vera del apelativo y topónimos homónimos”. Quaderns de Filologia: 
Estudis Lingüístics XX: 229-249. doi: 10.7203/qilologia.20.7520
Lo que se verá a mi vera de Vera... 231
1. El sustantivo vera y su discutido origen
El sustantivo vera posee fundamentalmente el signiicado de ‘orilla’, tal 
como muestra el DRAE, s.v., que también recoge el de ‘faja pintada en 
el interior de una pared, friso’ como propio de Salamanca y Zamora1. Se 
entiende bien cómo ese valor fundamental (‘orilla’) ha creado el de ‘al 
lado próximo’ de la locución a la vera ‘a la orilla’, el cual se advierte en 
su primera mención en el juego de palabras del título.
Nada que ver tendría, en principio, el itónimo vera ‘árbol america-
no, de la familia de las Cigoiláceas, semejante al guayaco, con madera 
muy dura y pesada y de color rojizo oscuro’2, que habría de ser palabra 
distinta.
Luego ya el adjetivo vera ‘verdadera’ es el femenino de vero (< lat. 
verus, -a, -um), que ha dejado de usarse por la pujanza del adjetivo 
verdadero, -a, derivado del sustantivo verdad (< lat. veritas, verita-
tem), con el que se asocia más fácilmente, aunque se mantiene muy 
vivo en la locución adverbial de veras ‘con verdad’, ‘con formalidad, 
eicacia o empeño’3.
Si buscamos el origen del sustantivo, comprobaremos que vera se 
tiene por palabra de origen prerromano incorporada pronto al latín. Así, 
el DRAE, s.v., ofrece como etimología, desde su 19.ª ed. de 1970, el 
celtolat. virĭa ‘anillo, círculo’, tras haber corregido la que se daba has-
ta la edición anterior de 1956, que suponía en ella el lat. ora ‘orilla’ 
–de donde se diría uera, como de ossum, hueso. Ciertamente esta últi-
ma etimología se antojaba ridícula por tratarse de una ō larga, aparte 
de no poder explicar el cognado gallego-portugués beira, de bastante 
* Este trabajo se inserta en el marco de los proyectos de investigación Semántica la-
tino-románica: unidades de signiicado procedimental. Diferencias conservadoras e 
innovadoras del latín al español y ainidades con otras lenguas (Ref. FFI2012-34826) 
y Frontera hispano-portuguesa: documentación lingüística y bibliográica (Ref. 
FFI2014-52156-R).
1 El DCECH, s.v., muestra, además, varios usos geolectales del sur y oeste peninsular: 
ast. vera ‘orilla’, bera ‘trozo de tierra que se señala para trabajar en un día’, leon. vera 
‘hueco que queda entre el muro y el tejado’, bereña ‘amelga’ en aldeas de Villaviciosa, 
extrem. vera ‘orilla’, marag. y berc. vero ‘borde, orilla’; por otra parte, and. vera ‘lado’; 
arag. vera ‘orilla’.
2 Palabra propia de Venezuela, tal como aparece en el DAmer (s.v. vera).
3 Adviértase que en latín ueritas (> esp. verdad) era un derivado de uerus, mientras en 
español verdadero lo es de verdad.
Jairo Javier García Sánchez232
mayor vitalidad. Así lo señala Corominas, quien, aunque desarrolla en 
el DCECH (s.v. vera) una detallada explicación sobre la palabra y su 
posible étimo, no llega a una conclusión clara e indica, en sus mismas 
palabras, que “el origen céltico de beira y vera es verosímil, aunque 
incierto”.
El DCECH descarta a su vez la explicación que consideraba una 
forma rebeira, a partir de ribeira (< lat. riparia), por inlujo del preijo 
re-, desde la que se hubiera producido una aféresis de la sílaba inicial 
según el modelo de parejas como llano y rellano, hoyo y rehoyo, chão 
y rechão, canto y recanto4. Lo cierto es que, en efecto, son muchos los 
inconvenientes que plantea esta hipótesis5 como para poder valorarla de 
manera plausible, pero no por ello hay que pensar necesariamente que, 
en consecuencia, se trate de una palabra prerromana, “una de tantas 
voces primitivas que se han salvado aferradas al terreno”.
El DCECH reconoce que, aunque la mayor vitalidad en tierras ga-
llego-portuguesas favorecería un étimo céltico, su primera aparición y 
su frecuencia en fuentes andaluzas y extremeñas deja abiertas otras po-
sibilidades. Se apunta, por último, la posible relación con el fr. berge 
‘ribera’ (ant.fr. barge), de etimología igualmente discutida6 y que plan-
tea muchos interrogantes. No obstante, precisamente por eso, tampoco 
se puede airmar nada en ese sentido que tenga visos de certidumbre7.
4 Esta es la etimología que mantiene el DELP (s.v. beira). Por su parte, los dicciona-
rios gallegos y portugueses que recogen etimología generalmente proponen, sin mucha 
mayor especiicación, el origen de beira desde (ri)beira (< lat. riparia). Así, el GDXL 
(s.v. beira, I 324) para el gallego. De igual manera, el DLPC (s.v. beira, I 506) apunta 
que beira tal vez sea reducción de ribeira. Y tanto el DHLP (s.v. beira, 425) como su 
versión electrónica, el DEHLP (s.v. beira), señalan que el origen etimológico es contro-
vertido, pero dan como probable la aféresis desde (ri)beira.
5 Entre otras razones sería difícil pensar en esa reducción consumada y generalizada tan 
tempranamente como se documenta beira en gallego-portugués. Las formas documen-
tadas de los topónimos españoles Vera, que ahora se indicarán, tampoco favorecerían 
esa hipótesis.
6 El FEW (I, 254a) le supone una base céltica *barica, con la que también se relacio-
naría el galés bargod ‘orilla, imbria’.
7 Atrás parecen haber quedado otras asociaciones o vinculaciones, como la que mencio-
naba Menéndez Pidal (1968: 182) al hablar de “extrañas coincidencias entre la termi-
nación -obre y la palabra vera, señalada por Longnon en la toponimia de la Galia como 
latinización de un antiguo céltico *wober, que se cree signiicaría ‘arroyo’”. A este 
respecto, tiene interés lo que señala Dauzat (1946: 115-118), ante la inexistencia decla-
rada por parte de celtistas de la huella de tal palabra en celta, y tras la reconstrucción 
Lo que se verá a mi vera de Vera... 233
La etimología celtolatina a partir de virĭa, que muestran el DRAE 
(s.v. vera) y también diccionarios gallegos como el GDS21LG8, es 
la defendida por García de Diego, quien en el DEEH (s.v. vera, 413; 
vīrāre y viria, 1066-1067) recoge vera como voz leonesa relacionada 
con el cast., murc. vira ‘tira de refuerzo y franja del vestido’ y el ast. 
vera ‘argolla del astil’, procedentes todas de viria, y vinculadas al 
lat. *vīrāre ‘girar, torcer’. Sin embargo, no parece que sea esta la eti-
mología adecuada;menos aún cuando, además del port., gall. beira, 
se incluye también entre las formas procedentes de viria el cat. vora 
‘borde, orilla’9.
Corominas en el DECLC (s.v. veral) vuelve sobre la explicación 
dada en el DCECH (s.v. vera) recalcando que son imposibles los inten-
tos etimológicos que se han hecho por deducir vera del lat. ripa (port. 
ribeira) y del lat. ōra –ni aun forzando el sentido de una combinación 
ab ora ‘desde la costa, o la orilla’–, pero que, en cambio, los topó-
nimos del dominio castellano –alguno documentado desde antiguo–, 
coincidentes con la Vera de Plasencia, dan una pista razonable: Vera 
de Almería, documentado Baria / Varia / Bare(i)a en fuentes romanas; 
Vera cerca del Moncayo, escrito también Bera (1179); y Veruela, no 
lejos de allí (doc. 1173, 1179, 1245). Finalmente, tras reseñar que la 
conjetura de un céltico *baria, pariente del ant. fr. barge (hoy berge) 
y del galés bargod ‘orilla, imbria’, no quedó establecida en irme10, 
divaga ya cuando cree que las múltiples oscuridades quizás se aclaren 
mirando hacia alguna otra lengua indoeuropea paracéltica –su recurren-
te sorotáptico.
realizada por Berthoud de un tipo italo-céltico *vara ‘agua’ (con topónimos como Vara, 
Var, Varia…) que podría aclarar ese posible elemento vera de nombre de ríos hallado 
en bajo latín. Las explicaciones dadas, de acuerdo con el propio Dauzat, no satisfacen 
plenamente y la cuestión queda sin resolverse.
8 Se indica que beira proviene del lat. tardío barĭa o barĕa, procedente a su vez de un 
prerromano virĭa ‘anillo, círculo’.
9 El cat. vora procede del lat. ora, con la adición de una v- para facilitar la pronuncia-
ción de hiatos. Vid. DECLC, s.v.
10 Tovar (1963: 387-388) explica, en referencia a la ingeniosa etimología de Corominas, 
que conlleva numerosos problemas, al tratarse de una raíz indoeuropea difícil de esta-
blecer, con relación posible con el esp. barga (FEW I, 254a). No obstante, el topónimo 
Baria (> Vera) supone un argumento de mucho peso, tanto como que los arqueólogos 
muestren la presencia de celtas en Almería.
Jairo Javier García Sánchez234
Lo llamativo del caso es que Corominas se aproxima y llega a tocar 
y alcanzar la que, según nuestra opinión, es la explicación más proba-
ble, al abordar la etimología del cat. veral ‘andurrial’11 –y al explicar al-
gunos topónimos catalanes, como veremos después. Esa explicación es, 
en realidad, la que adelantan Alcover y Moll en el DCVB (s.v. veral), 
donde se dice que veral proviene de un lat. vulgar *variāle, derivado 
de varĭus, que originariamente indicaría un trozo de tierra diferente de 
los inmediatos.
Corominas critica la exposición, no tanto por la etimología propues-
ta –que no da del todo por mala–, sino por la información descontex-
tualizada y parcial que, según el autor, se ofrece en ese diccionario de 
lo dicho previamente por él acerca de la posible conexión de veral con 
vereda12, y también por considerar que la acepción en que Alcover y 
Moll fundamentan su planteamiento y que toman por etimológica, la 
primera que se apunta en DCVB (s.v. veral) (“extensió de sembrat que 
es distingeix dels altres trossos perquè és més alt o més ben espigat o 
granat”), es solo conocida en la terminología agrícola de algunos pue-
blos del interior de Mallorca, pero ajena al resto de la isla y a todo el 
dominio continental.
Para Corominas, la atribución de veral a la familia de varius –y 
volvemos a reproducir sus palabras– es posible por caminos indirectos 
y vías ignoradas complicadas que quedan por investigar, pero la sugeri-
da en el DCVB carece de base; otras no se sabe, pero son posibilidades 
vagas. Según el etimólogo catalán, es mucho más verosímil que una 
palabra tan auténtica, tan aferrada al terreno, tan del campo de la vie-
ja tierra lacetana, indigete, ceretana y andosina13, tenga una raíz, en el 
fondo, prerromana.
11 Para esta forma, sin embargo, tampoco ofrece una procedencia clara, aunque se de-
canta más por una prerromana, llegando a elucubrar incluso con una forma céltica ba-
ri-ale, de acuerdo con lo que sospecha para vera y los topónimos castellanos.
12 Nos remitimos a DCVB (s.v. veral) y DECLC, (s.v. veral), sin entrar en más detalles 
sobre la polémica.
13 Conviene tener en cuenta, no obstante, que en el dominio lingüístico del occidente 
peninsular tenemos el aparente cognado gallego-portugués beiral, de signiicados más 
o menos aines.
Lo que se verá a mi vera de Vera... 235
2. Vera en toponimia
Si vera es un apelativo que hace referencia a una característica o a una 
parte del terreno, puede considerarse un topónimo primario14. De he-
cho, no resulta extraño hallarlo como topónimo menor que designa la 
orilla de un río o de otras corrientes de agua.
Vera es, además, como ya se ha mencionado, el nombre de una im-
portante localidad almeriense, en la costa sureste española, y el de algu-
na otra entidad de población, como Vera de Moncayo o Vera de Bidasoa 
–Bera es, en este caso, su nombre en vasco, oicial hoy–, así como el de 
una conocida comarca cacereña, La Vera –la Vera de Plasencia, antes 
dicha–, que sirve por ello de complemento toponímico a otros varios 
nombres de población: Aldeanueva de la Vera, Arroyomolinos de la 
Vera, Collado de la Vera, Jaraíz de la Vera, Jarandilla de la Vera, Losar 
de la Vera, Madrigal de la Vera, Pasarón de la Vera, Robledillo de la 
Vera, Talaveruela de la Vera, Valverde de la Vera, Viandar de la Vera y 
Villanueva de la Vera.
Otros topónimos poblacionales que contienen un componente vera 
son los asturianos La Vera’l Ríu, La Vera’l Camín y quizá Prevera; o 
los canarios –más en concreto tinerfeños– La Vera (repetido en La Oro-
tava, Puerto de la Cruz, San Juan de la Rambla y Santa Úrsula), Vera 
de Erques (Guía de Isora) y La Vera-Carril (La Victoria del Acentejo).
En Galicia se hallan algunos topónimos Vera, pero también Veira, 
Beira y Beiro, y en esto coincide con los característicos portugueses, 
entre los que está el corónimo Beira, que daba nombre a una región del 
centro septentrional de Portugal.
Pasemos a analizar más en detalle cada uno de estos topónimos. Sin 
duda, el más conocido y más representativo es el del municipio costero 
almeriense Vera, que no necesita mayor especiicación y no lleva, por 
ello, complemento toponímico. El topónimo ha sido identiicado con 
el Baria de época romana, bien documentado en las fuentes clásicas15 
–con las variantes Varia, Barea, Bareia o Badia–, que se situaría loca-
14 De acuerdo con Trapero (1995: 34), son topónimos primarios las palabras que tienen 
como primera (¿y única?) función la de ser topónimos, es decir, la de referirse a acci-
dentes geográicos.
15 Baream (Cic., Att. 16,4,2); Baria (Plin. 3,19); Βάρειας (Ptol 2,4,9); Bar(r)ia (Ravenn. 
305,2 y 343,9); Bariensium (CIL II 5947)…
Jairo Javier García Sánchez236
lizado en la actual pedanía de Villaricos, dentro del término municipal 
aledaño de Cuevas de Almanzora.
La identiicación de Baria con Vera parece segura. Así lo conirman 
quienes se han ocupado de explicar el topónimo almeriense16. Nieto 
Ballester (1997: 358), por ejemplo, señala que el nombre actual es con-
tinuación directa del nombre romano, a su vez adaptación de uno an-
terior.
Galmés de Fuentes (2000: 99-100) sigue a Corominas y a Tovar 
(1963: 387-388), y, al abordar el análisis del topónimo Vera, señala que 
corresponde a la antigua Baria. Añade que el nombre pervive en el to-
pónimo portugués Beira y en el apelativo beira ‘orilla’, que en español 
es vera, repetido a su vez en numerosos topónimos, y cuya etimología 
–tanto la del apelativo como la del topónimo– sería un celta *baria, 
*barea ‘orilla’. Las confusiones gráicas de b y v, ya en el latín his-
pánico, explicarían la consonante inicial; recuerda que en inscripciones 
latinas encontramos formas con V-, y en el Arcipreste de Hita la forma 
Bera.
Castaño Fernández (2011: 349-350) apunta que la ubicación antigua 
justiicaría el origen del topónimo actual en Baria, importante colonia 
fenicia17 sobrepoblación ibera, posteriormente ciudad de los bástulos, y 
que sería, por tanto, un topónimo de origen prerromano que atestigua el 
antiguo uso de la voz vera ‘orilla’, considerada por Corominas –como 
sobradamente ya se ha visto– de raigambre indoeuropea.
Al margen de las distintas interpretaciones que elucubran sobre el 
topónimo y su conexión con el apelativo, lo que es indudable –y con 
esto es con lo que nos debemos quedar por el momento– es que el to-
pónimo Vera se identiica claramente con un Baria, documentado así 
en época romana18, aunque no queda claro de dónde puede proceder 
16 El DCECH (s.v. vera) y el DECLC (s.v. veral) ya lo dejaban claro al indicar que 
la identidad no se funda solo en la semejanza de los nombres, sino en localizaciones 
inequívocas.
17 La ciudad de Baria, de fundación fenicia, sería tomada por los romanos hacia el 209 
a.C., como se deduce de las noticias conservadas en las fuentes clásicas sobre su asedio 
y conquista durante la Segunda Guerra Púnica. Vid. López Castro (2005: 6).
18 De acuerdo con López Castro (2005: 6), la noticia más antigua de las que mencionan 
la conquista de Baria por Escipión es la de Valerio Máximo (3,7,1: Badiam / Bariam), 
que compuso su obra hacia el 33 d.C. El topónimo, como hemos visto, ya aparece cita-
do por Cicerón en el siglo anterior.
Lo que se verá a mi vera de Vera... 237
ese nombre19, que se supone anterior. Añadamos a eso, sin que descu-
bramos nada con ello, que la situación de Vera entre los ríos Antas y 
Almanzora, y especialmente junto a este último20, puede ser relevante 
para la interpretación del topónimo.
Las otras Vera, no documentadas en la Antigüedad, se han explicado 
generalmente por su situación al lado de un río. Así ha sucedido con 
la zaragozana Vera de Moncayo, que se encuentra en el valle del Hue-
cha, junto a este río21, al noreste del monte de cuyo nombre recibe el 
complemento22. Inmediatamente al sur de Vera de Moncayo se sitúa el 
Monasterio de Veruela, cuyo nombre, documentado como Berola23 en 
el s. xii, se ha formado claramente como derivado diminutivo de Vera24.
Para la navarra Vera de Bidasoa –Bera es, como ya se ha dicho, 
su nombre vasco y oicial–, se han dado explicaciones diferentes. Mi-
chelena (1997: 69) lo contempla como un posible derivado del vasco 
behere, bere ‘parte inferior’, derivado a su vez de be(h)e ‘suelo, parte 
inferior’, mientras que Caro Baroja ve más probable que se trate de un 
nombre personal, aunque el antropónimo no se documente en la zona25. 
19 Es signiicativo que De Hoz (2010: 431-432) sitúe Baria, junto a Suel y Sexi, entre 
los nombres de fundaciones fenicias cuya etimología sea insegura o se escape por com-
pleto.
20 López Castro (2005: 5 y 21) reconstruye, además, la topografía de la ciudad fenicia a 
partir de los trabajos arqueológicos llevados a cabo por él mismo y otros investigadores. 
De esta manera, indica que inicialmente, en el s. vii a.C., época en la que se funda, el 
perímetro urbano se situó junto al mar, limitando al suroeste con una torrentera hoy 
día parcialmente desaparecida. Hacia inales del s. v o comienzos del iv a.C. la ciudad 
traspasó sus límites suroccidentales extendiéndose al otro lado de la rambla o arroyo 
que hacía de límite por el frente litoral en dirección a la desembocadura del río Alman-
zora. Y hacia el cambio de era la ciudad se desplazó hacia el río, lo que pudo suponer 
la construcción de una nueva Baria, ya en época imperial. Vid. asimismo López Castro 
et alii (2010).
21 Gargallo Sanjoaquín (1990: 28) precisa que hoy el pueblo no se encuentra inmedia-
tamente junto al arroyo de la Huecha, pero, en cualquier caso, está muy cerca, en sus 
proximidades. Así lo pudimos comprobar en nuestra visita a la población.
22 Corominas, en el DCECH (s.v. vera), no cree casual que hubiera una Vareia en el te-
rritorio de los berones, un poco al oeste del Moncayo, si bien esa Vareia es, en realidad, 
la actual Varea riojana, en Logroño, junto al Ebro y al Iregua, muy cerca de cuando este 
aluye en aquel.
23 Vid. DCECH (s.v. vera), donde, junto a Berola (Veruela), se recoge Bera para Vera 
de Moncayo.
24 Para este tipo de derivación diminutiva en toponimia, vid. García Sánchez (2008).
25 Cf. Belasko (1999: s.v. Bera/Vera de Bidasoa, 131-132).
Jairo Javier García Sánchez238
Sin embargo, ninguna de esas dos hipótesis se apoya en datos fehacien-
tes, por lo que no es en modo alguno descartable que, en realidad, haga 
referencia a la orilla del río –el Bidasoa en este caso–, como así también 
creía Corominas.
Albaigès (1998: 130 y 637-638) indica que el nombre de Vera abun-
da en la geografía española, y aunque sus orígenes etimológicos diie-
ren en cada caso, lo más frecuente es que se reieran a la ubicación de 
la población en la orilla (vera) de algún río. Sería el caso de Vera de 
Bidasoa (Bera), a orillas de ese río, y también el de la comarca extre-
meña, cuyo nombre está plenamente justiicado por la hermosura del 
paisaje, en la vera del río Tiétar. No sucedería lo mismo, de acuerdo con 
este autor, con la Vera almeriense, asimilada a la antigua Baria o Barea 
de los bástulos.
Si nos detenemos en el corónimo extremeño Vera, parece que, en 
efecto, la localización de las tierras en la margen derecha del Tiétar, al 
pie de la Sierra de Gredos, representa la interpretación más extendida. 
Así lo expone Castaño Fernández (2004: 181), quien lo reiere al ape-
lativo, para el que a su vez recuerda su origen incierto, probablemente 
prerromano, y que se remontaría al bajo latín baria o barea.
Similar explicación se ofrece para los topónimos Vera asturianos y 
canarios, que en algunos como La Vera’l Ríu parece hacerse evidente. 
García Arias (2000: 149 y 452) señala que se suele denominar la vera’l 
ríu, o la oriella, a la margen del río26, si bien otras veces puede ser 
que vera y oriella expresen proximidad, como en La Vera’l Camín. 
Además, el topónimo Prevera supondría un per vera ‘junto a la orilla’. 
Por su parte, Trapero (1999: s.v. vera, 404-405) supone que Vera, fre-
cuente en Tenerife, tiene en la toponimia canaria el mismo valor que en 
español general (‘orilla’), sin descartar el sentido que le da el DVEG 
(s.v. vera, 83)27, pues también podría ser término dado a los terrenos de 
cultivo situados en la orilla de los barrancos.
Para los topónimos Vera, Veira y Beira, de Galicia y Portugal, Mo-
ralejo Lasso (1977: 122, 294 y 327) remite a la etimología prerromana 
hasta ahora aducida (*baria); mientras la forma Vera sería castellana, 
Veira sería gallega, y Beira, característicamente portuguesa. Fernandes 
26 Riba (< lat. ripam) y sus derivados son también frecuentes en la toponimia asturiana.
27 El DVEG indica que en sentido geográico se aplica al terreno contenido en forma 
de vega que se halla entre algunas sierras y ríos, como la Vera de Plasencia, por estar 
entre las sierras de Béjar y el río Xerte –en realidad el río Tiétar, como acabamos de ver.
Lo que se verá a mi vera de Vera... 239
(1999: s.v. Beira, 85-86) tampoco discute la etimología prerromana de 
la palabra beira, como de vera, y esclarece la motivación del importan-
te corónimo portugués, frente a otras hipótesis anteriores, al señalar que 
proviene del nombre común aplicado a la región marginal del río Coa.
Por otro lado, aunque el resultado pueda ser producto de la paro-
nimia, no deberíamos dejar de considerar topónimos similares, como 
Beiro o Veiro, o incluso Beiral, para los que, curiosamente, se dan ex-
plicaciones muy diferentes28.
En el dominio lingüístico del catalán también hay topónimos Vera. 
Y a partir de algunos de ellos vamos a encontrar claves explicativas de 
interés, de la mano del propio Corominas, que nos van a mostrar cómo 
nuestra idea –la que aquí presentamos y vamos a desarrollar– no está en 
absoluto desencaminada.
Mientras en el OC (s.v. ve-, vi-, VII 448) se indica que los topó-
nimos Vera ahí recogidos –valencianos y del Bajo Penedés– parecen 
descendientes mozárabes de la misma palabra prerromana *baria, quese postula como étimo del portugués beira y del castellano dialectal 
vera, y se añade algún topónimo más con conservación del diptongo 
mozárabe (Barranc de La vȩi̯ra) y con forma masculinizada (Casa del 
Bero), se explica también el topónimo Beniver, en Benisa (Alicante), 
con una forma arabizada beneveirä, la cual se toma como procedente 
del lat. pinna varia ‘penya grisa o virolada29 (= peña gris o abigarrada, 
variopinta)’.
Es más, en el OC (s.v. vera, VII 459-460) se toman en consideración 
varios nombres compuestos con el adjetivo vera “signiicant ‘grisenca’ 
o ‘de colors virolats’”, del lat. varius,-a, como un antiguo Pennavera 
–al que se compara con Peñalver en Guadalajara–, como La Vallvera, 
cerca de Valls, y como Valluguera (< Valluvera < Vallevera < Valle va-
ria), mencionado desde el s. x como Balle Varia, Valle Veira o Ballve-
ra. Este topónimo encontraría su motivación en el color variado de las 
28 Fernandes (1999: s.v. Beiro, 85), por ejemplo, aparte de mencionar el posible origen 
germánico de Beiro, se pregunta si no podría estar en él el antropónimo Valerius, como 
en Veiro, si bien, cuando aborda esta forma (Fernandes, 1999: s.v. Veiro, 573), habla 
de otras posibilidades, entre las que se situaría el lat. varius, que explicaría fonética-
mente el topónimo y las frecuentes lexiones gramaticales de género y número (Veiros, 
Veiras…).
29 El propio adjetivo virolat, -ada procede del lat. variŏlus, diminutivo de varius ‘de 
diversos colores’.
Jairo Javier García Sánchez240
viñas, alternando con las peñas y con otros cultivos. Además, se aduce 
un Coll de bẹrǝ, que Corominas presume corte varia “‘masia, corral, 
virolada, grisenca’”.
Es decir, Corominas contempla el étimo varius, -a ‘variopinto, de 
varios colores’ para algunos topónimos del tipo Vera30, pero no lo hace 
para los que ya suponen una referencia a la orilla de un río, a una vera, 
pues para estos se tendría ese apelativo, que, según él, se remontaría a 
una base prerromana de cariz indoeuropeo, como parecería indicar a su 
vez el topónimo almeriense Vera (< Baria).
3. Nuestra hipótesis etimológica: vera < lat. varia
Hasta aquí hemos ido revisando o repasando lo que se ha dicho sobre 
el origen del nombre común vera (así como de su cognado gall. y port. 
beira) y de los topónimos homónimos, que generalmente constituirían 
–así lo parece– una conversión “onomástica” del primero. El caso del 
topónimo almeriense Vera, documentado como Baria en época romana, 
es el más interesante, pues habría razonables dudas de si tiene que ver 
o no con el apelativo, por lo que no sabemos realmente si uno explica 
al otro –bajo el supuesto de que el apelativo proceda de la misma forma 
que el topónimo (Baria)– o en realidad se trata de meros homónimos.
Según la opinión de algunos, como Corominas, Galmés de Fuentes o 
Castaño Fernández, apelativo y topónimos –incluido el almeriense–, ya 
sea en español (vera y Vera) o en portugués (beira y Beira), responden 
al mismo origen y son la misma forma, por lo que para llegar al étimo 
de ambos se debería partir de la documentada Baria toponímica.
No obstante, eso no tiene por qué ser necesariamente así en todos los 
casos, pues, como hemos visto también ya, hay algunos topónimos Vera 
que se interpretan de manera diferente. Por tanto, sería lícito pensar que 
el topónimo almeriense y el apelativo vera pudieran tener asimismo 
orígenes distintos.
Pues bien, a la vista de todos estos datos, creemos estar en disposi-
ción de reivindicar una hipótesis explicativa del apelativo y de los topó-
30 Un étimo varius, -a lo hemos visto también aducido para otros topónimos de este 
tipo. González Bachiller (1997: 103), por ejemplo, menciona el topónimo La Baria, en 
Ezcaray (La Rioja), como procedente de un varĭa, en el que, frente a los numerosos 
casos de Vera, la yod no ha quedado atraída por la vocal de la sílaba anterior.
Lo que se verá a mi vera de Vera... 241
nimos –al menos de algunos de ellos–, la del lat. varius ‘variopinto, de 
colores diversos’, que pasamos a exponer y desarrollar a continuación.
Hemos comprobado ya cómo el lat. varius es perfectamente aplica-
ble a la toponimia, pues, por su condición de adjetivo de color, con el 
signiicado de ‘variopinto, variado, de varios colores, abigarrado’ en-
traría dentro de la frecuente esfera motivadora de los cromotopónimos.
Por otro lado, tenemos el apelativo vera, con el valor de ‘ribera, 
orilla’, de etimología incierta, nada clara y muy discutida, que, por el 
hecho de ser el nombre de una parte del terreno, se puede considerar 
topónimo primario y de aplicación toponímica en sí mismo.
No se nos hace difícil vincular ambas realidades y suponer que el 
lat. varius, -a se pudo aplicar como adjetivo a algún sustantivo, como 
el lat. ripa o su derivado riparia, para denominar el color variopinto de 
la ribera y acabar dando lugar al cast. vera y al gallego-portugués veira 
/ beira, como topónimos y, al mismo tiempo, apelativos.
Es en la orilla, en la ribera, precisamente por la cercanía del agua, 
donde con mayor facilidad surge la vegetación multicolor, que es lo que 
podría haber determinado el uso del adjetivo como característica espe-
cíica del terreno. De esta manera, la existencia de un posible ripa(ria) 
varia, que no habría de ser la única combinación con el adjetivo31, se 
antoja bastante probable como origen de un resultado inal vera. Esta-
ríamos, en todo caso, ante palabras con evidente contacto o contigüidad 
referencial, lo que favorecería, como es natural, la explicación que aquí 
se apunta32.
Ahora bien, ¿cómo se llega a ese resultado vera? De una parte, se 
podría presumir una elipsis del sustantivo que atribuyera al adjetivo las 
propiedades del término elidido, como es lo propio de este fenómeno33. 
Quizá convenga recordar aquí que la elipsis del sustantivo es un proce-
31 Ya hemos visto otros ejemplos aportados por Corominas de parejas constituidas por 
un sustantivo y el adjetivo varia (penna varia, valle varia, corte varia).
32 Con el agua y la llegada del buen tiempo se produce la loración en la ribera, que se 
vuelve varia ‘colorida, multicolor’, lo que constituye una excelente referencia para 
toda vera.
33 La elipsis es un fenómeno sintagmático por el que la contigüidad de signiicantes 
favorece que se omita uno o más de ellos, de manera que la palabra que permanece 
adquiere el valor semántico de todo el grupo y representa en el uso a todo ese sintagma 
originario. Generalmente la especiicidad del adjetivo contiguo propicia que se elida 
el sustantivo, y aquel pase a ser el sustantivo. Para un análisis global de la elipsis, vid. 
Paredes Duarte (2009).
Jairo Javier García Sánchez242
dimiento denominativo frecuente, análogo a otros que de igual modo se 
dieron ya en latín y cuyo resultado se aprecia bien en romance34.
Desde luego facilita esta hipótesis, así como cualquier otra que ten-
ga que ver con el adjetivo latino varia, el hecho de que la evolución 
fonética desde esta palabra latina al cast. vera y port. beira es absoluta-
mente regular y no ofrece ninguna complicación (varia > v/b-aira (> 
beira) > vera).
De otra parte, no sería descabellado considerar una aféresis desde 
rivera / ribeira (< lat. riparia), con la ayuda del adjetivo varia y qui-
zás también de ri(v)us (> esp. río, port. rio), palabra con la que también 
habría contigüidad referencial. Es decir, la aféresis no se produciría por 
la supresión de ri- previo paso por re-35, sino directamente de ri-36 por 
el cruce con varia y ri(v)us.
Hay que pensar que en el momento en que riparia evoluciona a 
ribaria, con -b- intervocálica que no se distingue de -v- (ribaria, riva-
ria > port. ribeira, esp. ribera, rivera37), la palabra se puede interpretar 
como un compuesto de dos elementos con los que se establecería una 
34 Así lo hemos hecho notar ya en otro trabajo (García Sánchez, 2015), que explica el 
origen del esp. brasa, así como del fr. braise e it. brace, a partir de un lat. pars, pruna 
abrasa. Cf. también esp.avellana, port. avelã (< lat. abellāna [nux]); esp. manza-
na, port. maçã (< lat. [mala] mattiana); esp. hermano, port. irmão, cat. germà (< lat. 
[frater] germanus); esp. primo, port. primo (< lat. [consobrinus] primus); esp. 
martes (< [dies] martis); fr. fromage < (lat. [caseus] formaticus), etc. 
35 Esta solución, ya mencionada y explicada, no convencía. Aquí, en cambio, y valga la 
redundancia, no haría falta recurrir a la recurrencia del preijo re-.
36 Vid. nota 4.
37 Resulta llamativo, aunque en realidad es sintomático, que el DRAE (s.v. rivera) otor-
gue a rivera (‘arroyo, pequeño caudal de agua continua que corre por la tierra’, ‘cauce 
por donde corre’) una etimología a partir del lat. rivus ‘riachuelo’ y no del lat. ripa-
ria, que, además del esp. ribera y port. ribeira, ha dado lugar al fr. rivière ‘río’ y al it. 
riviera (oc. ribiera). Por otro lado, el cat. riera se interpreta como derivado de riu (< 
lat. rivus), sin necesidad de recurrir a un lat. *rivaria (DECLC, s.v. riu, VII 341), 
aunque el DCVB (s.v. riera, IX 488) le da esa etimología –lat. rīvarĭa, de rivu. Lo 
curioso es que este mismo diccionario (DCVB, s.v. rivera, IX 508) considera rivera una 
grafía incorrecta de ribera, y, asimismo, el DECLC (VII 348) remite rivera a ribera. 
Las formas medievales rivaria, riveria, rivarius (‘custos ripae’) y otras que hallamos 
en el GMIL (VII 197) son claramente procedentes de ripa y riparia. En este mismo 
glosario de ámbito galorrománico se observa el importante número de derivados que 
tiene ripa para expresar distintos conceptos en relación con lo que, en principio, sería 
la ribera (cf. además ad-ripare > esp. arribar, fr. arriver, it. arrivare). Esto nos hace 
comprender la relevancia de esta palabra y la de su primer valor, la parte exterior del 
Lo que se verá a mi vera de Vera... 243
fácil asociación: el primero se correspondería con ri(v)us, y el segundo 
se podría relacionar con varius. La asociación con ri(v)us se observa 
claramente por el hecho de que en francés riparia pasa a convertirse 
en rivière ‘río’ –la presencia o inluencia de rivus sin duda está ahí38. 
Ese cruce pudo facilitar, a su vez, el aislamiento del segundo elemento 
baria / varia como vera. Es decir, si riparia evoluciona a ribera / 
rivera (cf. fr. rivière) y se identiica el primer elemento con río (< lat. 
ri(v)us), se puede aislar un segundo elemento (baria, varia), ayudado, 
además, por la identiicación y cruce con varia, de varius, -a, -um, del 
que se llega a varia, vera, beira, etc.
Cualquiera de estas posibilidades, si no un poco todas, pudo propi-
ciar los apelativos vera y beira, así como los topónimos homónimos, 
incluyendo ahora también los que presentaban cierta variación –mor-
femática–, como Vero(s), Veiro(s) o Beiro(s), para los que valdría, en 
todos los casos, un origen desde el lat. varius, -a, um ‘variopinto’, 
‘colorido’.
El topónimo almeriense, sin embargo, no se incluiría entre ellos, 
ya que sus formas documentadas hacen suponer –en este caso sí– una 
forma prerromana anterior39. La adopción y adaptación del topónimo 
por los romanos, con una forma muy parecida a la del adjetivo que aquí 
estamos viendo, provocaron su posterior evolución de manera prácti-
camente regular hasta la Vera que conocemos, por lo que coincidiría 
con el apelativo y con los topónimos Vera que pudieran proceder del 
lat. (riparia) varia / (ri)paria (varia) o del apelativo romance o 
protorromance ya constituido.
río, contigua al río, que terminaría asumiendo, ayudada por la homoninia / paronimia, 
el propio valor de ‘río’.
38 Como acabamos de ver, y queda reseñado en la nota anterior, el esp. rivera ha expe-
rimentado la misma asociación.
39 Ciertamente se nos hacía atractiva la idea de que el topónimo Vera, en Almería, pro-
cediera asimismo de un lat. varia ‘de diversos colores’, aplicado a ripa(ria), pero hoy 
por hoy, y a la vista de los datos, descartamos esa posibilidad en aras de una conluencia 
homonímica con el apelativo y los otros topónimos, que, en cambio, sí consideramos 
de este origen.
Jairo Javier García Sánchez244
4. La importancia del lat. varius en la creación de apelativos 
y del color como factor motivador de topónimos
Muchos nombres comunes de uso corriente hoy en español y en otras 
lenguas romances, y de signiicados diversos, provienen de denomina-
ciones de color que se daban generalmente en latín. Entre ellos quizá 
destaquen, por su especial interés, algunos zoónimos. Así, por ejemplo, 
los étimos de cocho (< cocceum) y cochino (< coccinum) hacen 
referencia directa al color rojo de la agalla de la cochinilla (coccum)40.
No nos vamos a detener en ellos, pues han sido estudiados y anali-
zados en trabajos de otros investigadores, pero, como vemos, no es una 
osadía buscar el étimo de determinadas palabras romances en adjetivos 
latinos de color. Y desde luego tampoco lo es buscarlo y encontrarlo en 
un adjetivo de tantas aplicaciones como varius. En él, por ejemplo, 
está el origen del esp. guarro (‘cerdo’), que designaría en principio el 
cerdo ‘pinto’, según se ve en Petronio (45,2: porcus uarius)41, y que, de 
manera similar, como denominación de color ha terminado designan-
do también otras especies, como un tipo de águila pequeña en guarra, 
guarrilla, guarro42.
La productividad del lat. varius como étimo y base de palabras 
cuyo origen no se percibe hoy no se detiene aquí, si bien, al margen de 
vera, no toca hablar ahora de ello, por lo que dejaremos este apartado 
pendiente de continuación.
Por otro lado, una de las causas más importantes que explican las 
denominaciones toponímicas o, si se preiere, uno de los factores re-
ferenciales básicos en que se ijan los nominadores o “creadores” de 
topónimos, es la caracterización por el color, la descripción cromática. 
En efecto, el color es una de las determinaciones preferidas a la hora 
de establecer el nombre de los lugares, pues en ocasiones se maniiesta 
como un rasgo muy visible y llamativo del terreno, algo que destaca 
y permite establecer una referencia de inmediato. Y esto es así casi de 
manera universal e independientemente de la lengua en la que surjan 
los topónimos.
40 Cf. García-Hernández (2013a: 51-59).
41 La palabra guarro no procede de la voz onomatopéyica guarr-, gorr-, imitativa del 
gruñido del animal, como sigue manteniendo el DRAE, s.v., sino de la aplicación al 
nombre del animal del adjetivo varius, esto es, del lat. (porcus) varius.
42 Cf. García-Hernández (2013b: 547-548).
Lo que se verá a mi vera de Vera... 245
No obstante, no todos los colores tienen el mismo peso en toponi-
mia. La cromotoponimia se da, sobre todo, con colores que destacan 
sobre los demás y que, como es lógico, se puedan encontrar en el pai-
saje. Así, el blanco, por su fácil asimilación a lo luminoso y brillante, y 
el rojo, por su rápida visibilidad, son colores frecuentes en la toponimia 
española en sus distintas variantes léxicas y de expresividad de matices 
tonales.
Esto, que es válido para la toponimia en general, sirve también por 
supuesto para la toponimia de poblaciones. Ya vimos en García Sánchez 
(2007: 259-265) cómo los cromotopónimos son, en efecto, uno de los 
grupos toponímicos más prolíicos a este respecto. Así, a los numerosos 
topónimos que contienen el adjetivo latino albus (Cerralbo, Grijalba, 
Pedralba, Torralba, Villalba…), se unen los más recientes creados con 
blanco (Castilblanco, Pozoblanco…) u otras palabras (Aguas Cándi-
das), entre las que también se hallan las de étimo árabe (Albaida). Por 
su parte, el rojo es, sin duda, uno de los colores más aludidos43 en los to-
pónimos mediante sus varias y diversas manifestaciones (Rubio/Royo, 
Rojo, Bermejo, Colorado, Grana, Tinto, Almagro, Alhambra, etc). El 
pardo, como color característico de la tierra, y el verde, como indicador 
de lugares con vegetación, son asimismo bastante comunes.
No ha de extrañar, por tanto, que una profusión de colores variopin-
tos constituya, precisamente por esa circunstancia, un factor decisivoa la hora de identiicar un lugar y que pueda surgir una denominación 
toponímica o geográica a partir de ella. Eso es lo que creemos que ha 
sucedido con el adjetivo varia ‘variopinta, colorida, de diversos colo-
res’, seguramente referido a la orilla, a la ribera, que al llegar la época 
primaveral echa una abundante, diversa y vistosa loración, para llegar 
a convertirse en vera.
De la presencia del lat. varius en toponimia no queda duda algu-
na, por otra parte, por lo dicho ya en los apartados precedentes, no ya 
solo por nosotros, sino por otros autores como el propio Corominas44.
En conclusión, la relevancia referencial que supone el color ha fa-
vorecido la creación de apelativos, y también –en un proceso similar, 
43 El rojo es el color por excelencia, el color arquetipo, el primero de todos los colores. 
En muchas lenguas la palabra que signiica ‘rojo’ es la misma que hace alusión a lo 
‘coloreado’. De hecho, en español tenemos colorado (‘que tiene color’, ‘que por natu-
raleza o arte tiene color más o menos rojo’). Cf. DRAE, s.v.
44 Cf. supra.
Jairo Javier García Sánchez246
pero diferente a la vez– la creación de topónimos. Esa doble condición 
parece verse bien representada y sintetizada en el adjetivo varius, que, 
como aquí se ha defendido, puede estar detrás del sustantivo vera y de 
los topónimos que responden a la misma forma; y ello pese a que con 
cierta seguridad el topónimo Vera más conocido –el de la costa alme-
riense– muestre, sin embargo, un origen distinto.
Mientras Vera en Almería sea posiblemente un topónimo de origen 
prerromano, quizá fenicio, los otros Vera, así como el mismo nombre 
común vera (y sus cognados gallegos y portugueses Beira / beira) pue-
den tener como étimo el lat. varia aplicado a ripa o riparia. La expli-
cación, desde un plano formal y evolutivo, es diáfana, pero también lo 
es, según hemos tratado de señalar, desde un punto de vista semántico 
y referencial.
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