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2017.AgriculturaMultifuncionalenMxico

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Agricultura Multifuncional y Políticas Publicas en Mexico
Book · December 2017
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Julio Baca del Moral
Universidad Autónoma Chapingo
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Venancio Cuevas Reyes
National Institute for Forestry, Agricultural and Livestock Research-Mexico.
65 PUBLICATIONS   83 CITATIONS   
SEE PROFILE
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Agricultura 
multifuncional 
y políticas públicas 
en México
Coordinadores:
Miguel Ángel Sámano Rentería 
y Julio Baca del Moral
Universidad Autónoma Chapingo
Agricultura multifuncional 
y políticas públicas en México
Agricultura multifuncional 
y políticas públicas en México
Coordinadores:
Miguel Ángel Sámano Rentería y Julio Baca del Moral
Agricultura multifuncional y políticas públicas en México
© Universidad Autónoma Chapingo
km 38.5 Carretera México-Texcoco,
Chapingo, Edo. de México. C.P. 56230
Tel. (01595) 95 2 15 00 Ext. 5142 <isbnchapingo@gmail.com>
Primera edición, diciembre 2017.
ISBN: 978-607-12-0491-2
Este libro fue editado con recursos del proyecto CONACYT-PN 2015.01.732
"El Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria, la Cruzada contra el Hambre y las 
sinergias para potenciarlas"
Dirección General de Investigación y Posgrado. Tel.: (01)595 9521559
dgip@correo.chapingo.mx
Universidad Autónoma Chapingo
Administración Central:
Dr. José Sergio Barrales Domínguez
Rector
Ing. Edgar López Herrera
Director General Académico
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M.C. Ma. Patricia Vera Caletti
Directora General de Administración
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Departamento de Enseñanza, Investigación 
y Servicio en Sociología Rural
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Dr. J. Fabián García Moya
Director
Dra. Sweetia Paulina Ramírez Ramírez
Subdirectora Académica
Lic. Ivonne López García
Administradora
Dr. César Adrián Ramírez Miranda
Coordinador de Posgrado
Portada: Daderot
Correción de estilo: Karina Romero Minutti 
Diseño y formación: Fidel Carlos Romero Ponce
Índice
Presentación ........................................................................... 13
Primera parte
Las políticas públicas para la agricultura familiar 
campesina en México ....................................................................................... 19
Miguel Ángel Sámano Rentaría
Agricultura multifuncional y sistemas de producción 
bajo un contexto de agricultura diversificada ................................................... 35
Venancio Cuevas Reyes, Julio Baca del Moral , 
Anastacio Espejel García, Ariadna Isabel Barrera Rodríguez, Mauricio Sosa Montes
Seguridad alimentaria, organización y género 
en Quintana Roo ............................................................................................. 53
Teodora del Pilar Barradas Miranda
El proyecto estratégico de Seguridad Alimentaria, 
la Cruzada contra el Hambre y las sinergias 
para potenciarlas, en México ........................................................................... 67
Julio Baca del Moral
Pobreza, exclusión social y políticas públicas en México, 
una mirada posmoderna .................................................................................. 83
Effabiel Teofilo Miranda Carrasco
Segunda parte
La gestión del agua y su relación con el desarrollo 
de la comunidad de Yoactún, Quintana Roo, 
desde su fundación hasta hoy ......................................................................... 101
Pablo González Moctezuma y Adolfo Rodríguez Canto
La agricultura familiar y su relación con la seguridad 
alimentaria: caso de la comunidad de Pozo Pirata, 
José María Morelos, Quintana Roo ...............................................................119
Carlos Valentín Interian Sandoval, Juana Perfecta Jiménez Jiménez 
y Harry Fernando Dzib Martín
Ahorro y producción de alimentosen la comunidad 
de Sabacche, Tixmehuac, Yucatán, como alternativa 
de seguridad alimentaria ................................................................................133
María Elisa Chavarrea Chim, Adolfo Rodríguez Canto, 
Jorge Flores Torres, Julio Baca del Moral
Agricultura familiar y seguridad alimentaria en el ejido 
San Sebastián Yaxché, Peto, Yucatán ............................................................ 155
Efraín Castillo López
UACh 13
Presentación
El presente libro versa en torno a las temáticas de las políticas públicas; la agricul-
tura familiar y multifuncional, así como su relación con la seguridad y la soberanía 
alimentaria; las estrategias y sinergias para lograr estos últimos paradigmas. Es pro-
ducto del proyecto de investigación financiado por el conacyt. La primera parte 
del libro la integran cinco artículos que abarcan temas generales –tanto teóricos 
como conceptuales– que analizan diferentes aspectos que tienen que ver con el 
tema central del libro. En la segunda parte, se presentan cuatro estudios de caso de 
la Península de Yucatán y Quintana Roo, como veremos adelante.
El primer artículo es de Miguel Ángel Sámano Rentería, profesor investigador 
del Departamento de Sociología Rural de la uach. Aquí se aborda la temática 
de “Las políticas públicas para la agricultura familiar campesina en México”, en 
donde el objetivo es ver algunos problemas y alternativas de la agricultura fami-
liar campesina desde las políticas públicas, con el fin de impulsarla y que se logre 
mayor producción de alimentos como una estrategia para obtener la soberanía 
alimentaria de México. El texto analiza la producción agropecuaria, la situación de 
la agricultura familiar, las políticas públicas agroalimentarias y algunas propuestas 
para implementar ciertos cambios en las actuales políticas públicas erráticas, que no 
contemplan la producción de granos básicos ni el apoyo a los pequeños productores 
familiares campesinos.
El segundo artículo fue escrito por Venancio Cuevas Reyes, investigador del 
inifap Valle de México, en coautoría con Julio Baca, Anastacio Espejel, Ariadna 
Barrera y Mauricio Sosa. Los autores analizan el concepto de agricultura multi-
funcional, describiendo sus diferentes empleos, en un contexto diversificado de 
sistemas agrícolas. El texto aborda la agricultura con múltiples sistemas de produc-
ción –o también denominada “agricultura familiar diversificada”–; sin embargo, 
se ha adoptado el concepto de agricultura multifuncional que tiene que ver con la 
generación de bienes públicos y privados mediante procesos de intervención por 
agentes externos. Se concluye que se deben considerar, en las políticas públicas, los 
aspectos positivos y normativos de la agricultura multifuncional para la promoción 
y creación de bienes públicos.
El tercero aborda el problema de la organización de las mujeres –con enfoque de 
género– en las políticas públicas, para lograr la seguridad alimentaria en el estado 
de Quintana Roo. Éste fue elaborado por Pilar Barradas Miranda, profesora inves-
tigadora de la Universidad de Quintana Roo. El artículo se refiere a la metodología 
empleada en la región sociocultural maya, basada en la teoría de los estudios orga-
nizacionales, dentro del Programa Especial de Seguridad Alimentaria; lo que dio 
como resultado la conformación de dos grupos de mujeres indígenas organizadas 
14 UACh
Coordinadores: Miguel Ángel Sámano/Julio Baca del Moral
en dos municipios de Quintana Roo, las cuales se han mantenido por más de once 
años trabajando. En el texto se narra la experiencia de la constitución de las dos 
organizaciones de mujeres mayas.
El cuarto artículo, de Julio Baca del Moral, profesor investigador del Posgrado 
en Desarrollo Rural Regional de la uach, analiza diferentes programas de política 
pública como es el Proyecto Estratégico para la Seguridad Alimentaria (pesa) y la 
Cruzada Contra el Hambre, en donde plantea que éstos no han resuelto los pro-
blemas de hambre y pobreza. En el texto, se hace la propuesta de analizar tanto las 
políticas públicas de combate a la pobreza como la inseguridad alimentaria en el 
último lustro, con el fin de proponer estrategias enfocadas territorialmente y ha-
ciendo sinergia entre estas políticas públicas y los pequeños agricultores, para que 
les permitan lograr un desarrollo sustentable con equidad y respeto a su cultura. El 
estudio propone realizarlo en seis estados del país: Yucatán, Quintana Roo, Oaxaca, 
Chiapas, Veracruz y San Luis Potosí.
El quinto artículo, escrito por Effabiel Miranda, estudiante del doctorado en 
Desarrollo Rural Regional, se titula “Pobreza, exclusión social y políticas públicas 
en México, una mirada posmoderna”. Se analizan las políticas públicas enfoca-
das a la reducción de la pobreza –desde un marco epistémico de la modernidad 
capitalista– por medio de indicadores como el grado de participación social, los 
procesos de gestión territorial, así como los mecanismos de toma de decisiones para 
determinar cuáles son sus alcances y limitaciones. La dimensión de cohesión social 
servirá, según el autor, para medir el avance de la reducción de la pobreza y para 
diseñar estrategias, mecanismos y herramientas que permitan fortalecer las políticas 
públicas analizadas.
En la segunda parte de este libro, se presentan cuatro estudios de caso que co-
rresponden a las tesis de los estudiantes de la Maestría en Gestión del Desarrollo 
Regional, de la orientación de Agricultura Familiar en el Centro Regional Univer-
sitario de la Península de Yucatán (crupy).
El primer estudio es de Pablo González Moctezuma en coautoría con Adolfo 
Rodríguez Canto y se titula: “La gestión de agua y su relación con el desarrollo de 
la comunidad de Yoactún, Q.R.”. Los autores nos plantean la necesidad de trabajar 
inicialmente sobre un problema central de los agricultores milperos –no sólo de 
la península yucateca, sino de todo el país– que es la falta de agua, sobre todo en 
las etapas críticas; además proponen el aprovechamiento del agua de lluvia, tanto 
para la parcela milpera, como para el total de la unidad de producción, incluyendo 
el uso doméstico. Todo esto, ubicado dentro del contexto de las problemáticas del 
cambio climático. Nosotros agregaríamos del contexto de los objetivos del desarro-
llo sostenible hacia el 2030.
El segundo trabajo, de Elisa Chavarrea en coautoría con Adolfo Rodríguez, 
Jorge Flores y Julio Baca, se titula “Ahorro y producción de alimentos en la co-
munidad de Sabacche, Tixmehuac, como alternativa de seguridad alimentaria”. 
UACh 15
Agricultura multifuncional y políticas públicas en México
Los autores plantean un mecanismo de ahorro y microcréditos como apoyo a la 
producción de alimentos en una comunidad milpera, en este caso en el estado de 
Yucatán, tratando de desarrollar capacidades humanas y capital social, para que 
ellos mismos continúen con dicho esquema; esto es, que se “gradúen” después de 
tres ciclos para, con ello, tener cierta seguridad alimentaria y recursos propios para 
hacerlo sostenible.
El tercer caso corresponde a Carlos Interian, Juana Jiménez y Harry Dzib, los 
tres de la Universidad Intercultural Maya de Q.R. con el tema: “La agricultura 
familiar y su relación con la seguridad alimentaria: caso de la comunidad de Pozo 
Pirata, en José Ma. Morelos, Q.R.” Aquí analizan la importancia de la agricultura 
familiar –modo de producción de la mayor parte de los campesinos milperos de la 
Península de Yucatán y del resto de la República– vinculándola con la generación 
de alimentos, no sólo a partir de la milpa, sino de toda la unidad de producción, 
donde el huerto o traspatio juega un papel fundamental para la seguridad alimen-
taria de las familias.
Finalmente, el cuarto caso corresponde a Efraín Castillo, con el tema de “Agri-
cultura familiar y seguridad alimentaria en el ejido San Sebastián Yaxché, Peto, 
Yucatán”. Los estudiosos plantean que, con la introducción de innovaciones tecno-
lógicas dentro de laestructura productiva campesina milpera para complementar 
la alimentación humana y de los animales de la unidad de producción –como son 
la incorporación de la moringa y la yuca– se logrará una mejoría en el nivel de la 
seguridad alimentaria de la familia.
Como vemos, estos estudios de caso ponen al centro de la discusión la impor-
tancia de la agricultura milpera peninsular, tanto para la seguridad alimentaria 
de las familias campesinas mayas, a través de diferentes innovaciones; como para 
lograr un mejor desarrollo sostenible hacia el 2030.
 Esperamos que las contribuciones aquí presentadas interesen al lector y 
despierten inquietudes, aún cuando no siempre se esté de acuerdo con la posición 
de los autores. Pero se trata de hacer modestos aportes desde las problemáticas ana-
lizadas en cuanto a la seguridad alimentaria, las políticas públicas y las sinergias que 
puedan proponerse para superar las limitantes, reducir la pobreza e incrementar la 
seguridad; y así lograr la soberanía alimentaria como una estrategia nacional.
Atentamente
Los coordinadores del libro
Miguel Ángel Sámano y Julio Baca del Moral
Primera parte
UACh 19
Las políticas públicas para la agricultura familiar 
campesina en México
Miguel Ángel Sámano Rentaría1
Resumen
El objetivo del ensayo es destacar algunos de los problemas que aquejan a la agri-
cultura familiar campesina y plantear ciertas alternativas de políticas públicas que 
pudieran favorecer su impulso para la producción de alimentos. Para esto, el ensa-
yo lo hemos dividido en cuatro apartados: en el primero se aborda la producción 
agropecuaria en México; en el segundo, la situación de la agricultura familiar cam-
pesina; en el tercer apartado se hace un análisis somero de la política pública agro-
alimentaria; y, por último, en el cuarto se retoman propuestas de otros autores y 
se incluyen algunas propias para cambiar las políticas públicas, con el propósito de 
lograr la soberanía y la seguridad alimentarias. En este ensayo, cuando hablamos de 
agricultura familiar, lo hacemos como sinónimo de la agricultura campesina o que 
está en manos de pequeños productores de subsistencia. Finalmente, se concluye 
que las actuales políticas públicas en materia agroalimentaria son erráticas y que 
es necesario un cambio para orientarlas hacia el impuso de la agricultura familiar 
campesina, como una estrategia de soberanía alimentaria.
Palabras clave: políticas públicas, agricultura familiar, agricultura campesina, sobe-
ranía alimentaria.
Introducción
El concepto de agricultura familiar campesina se deriva del concepto general de 
“Agricultura familiar”–acuñado por la fao en 2013– que tiene la siguiente defi-
nición: “La agricultura familiar (incluyendo todas las actividades agrícolas basa-
das en la familia) es una forma de organizar la agricultura, ganadería, silvicultura, 
pesca, acuicultura y pastoreo, que es administrada y operada por una familia y, 
sobre todo, que depende preponderantemente del trabajo familiar, tanto de mu-
jeres como hombres” (citado por Martínez, 2015:6). En México, de 5.3 millones 
de unidades económicas rurales, 3.9 millones (que representa el 73% del total de 
1 Profesor investigador del Departamento de Sociología Rural de la Universidad Autónoma Chapingo, 
misamano@hotmail.com
20 UACh
Coordinadores: Miguel Ángel Sámano/Julio Baca del Moral
las unidades existentes en el país) se consideran familiares de subsistencia (fao-sa-
garpa, 2013:63). 
Al hacer mención la fao y la sagarpa de la agricultura familiar de subsistencia, 
hacen referencia a la agricultura que nosotros consideramos con carácter de cam-
pesina. En el caso de nuestro país, en general, cuando nos referimos a la agricultura 
campesina, significa la agricultura familiar; ya que la mayoría de la mano de obra 
empleada en ésta es de ese tipo, aunque eventualmente se pueda contratar mano de 
obra para realizar algunas labores agrícolas, como es la preparación de tierra para la 
siembra y en tiempo de cosecha.
Actualmente, las políticas públicas en México para la producción agrícola están 
orientadas a los cultivos de exportación, dejando relegado el sector de los alimentos 
básicos (maíz, frijol y arroz). Los productos de agroexportación están en manos de 
productores de la agricultura capitalista, la cual es subvencionada a través de las 
políticas agropecuarias del Estado mexicano, a través de la Secretaria de Agricultu-
ra, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (sagarpa); mientras que la 
agricultura familiar campesina se encuentra poco estimulada. 
Aunque hay varios programas de apoyo a pequeños productores, los recursos 
que se destinan del Programa Especial Concurrente (pec) son insuficientes. Uno 
de ellos es el Programa Estratégico de Soberanía Alimentaria (pesa), para fomentar 
la producción de alimentos en zonas marginadas, principalmente en regiones indí-
genas y campesinas que aún producen alimentos.
Desde el año de 1985, se abandonó en México el Sistema Nacional de Exten-
sión Agrícola, debido a que no hubo resultados positivos en el incremento de la 
producción agropecuaria, por lo que se relegó esta función a despachos de consul-
toría de asesores técnicos que trabajaran por su cuenta. Obviamente, los sectores 
prioritarios que atienden los técnicos son aquellos productores que pueden pagar 
los servicios de asesoría, quedando en el abandono los sectores de producción fa-
miliar y campesina. 
Ante esta situación, México se ha convertido en un país importador de granos 
básicos para la alimentación–poniendo en peligro la soberanía alimentaria nacio-
nal– y ha creado una dependencia de las importaciones de maíz y otros productos 
alimenticios de Estados Unidos. Según Víctor Suárez (2015): “Se registraron im-
portaciones históricas de maíz (10.3 millones de toneladas en 2014), de arroz (932 
mil 226 toneladas en 2013), de trigo (4.5 millones de toneladas en 2014) y de soya 
(1.9 millones de toneladas en 2013)”. 
Actualmente, en México opera el programa “Cruzada contra el hambre”, que 
fomenta la compra de alimentos mediante subsidios monetarios gubernamentales 
a las personas que están en pobreza alimentaria, y se desestimula la producción de 
subsistencia, es decir, el programa no contempla la producción de alimentos.
UACh 21
Agricultura multifuncional y políticas públicas en México
1. El contexto: la producción agropecuaria en México 
Se calcula que México importa el 45% de los granos básicos que consume. Las im-
portaciones de productos agropecuarios crecieron notablemente al pasar de 2 mil 
726.7 millones de dólares en 1993, a 13 mil 231.4 millones de dólares en 2013. 
En los casos de maíz y fríjol, el valor de las importaciones creció 43 y 52 veces, 
respectivamente, en el mismo período. 
Según la Unión Europea, la población mexicana vulnerable por ingreso, au-
mentó de 6.7 millones de personas en 2010, a 7.2 millones en 2012. También 16 
millones de personas sufrieron inseguridad alimentaria y 11,4 millones padecieron 
inseguridad alimentaria severa (Enrique Méndez, La Jornada, 21 de abril 2014).
En los tiempos actuales, México es importador neto de alimentos, lo que hace 
que el país sea vulnerable en cuanto a su soberanía alimentaria. Según un estudio de 
la fao, las importaciones anuales de alimentos de México superaron a las exporta-
ciones agropecuarias en 3 mil 363 millones de dólares, entre 2010 y 2012 (Matilde 
Pérez, La Jornada, 21 de julio de 2015).
Según la Encuesta Nacional Agropecuaria de 2012, el sector agropecuario y 
forestal en México aportó el 13.5% del empleo nacional y el 3.3% del Producto 
Interno Bruto (cedrssa, 2013:1-2). En 2015, México produjo 24.95 millones de 
toneladas, pero el consumo total de maíz fue de 35.6 millones, correspondiendo el 
64% a maíz blanco y el 36% a maíz amarillo; pero como se señalo antes, en 2014 
se importaron 10.3 millones de toneladas de maíz (fira, 2015).
El sector agropecuario mexicano tiene baja productividad, escaso acceso al 
financiamiento, pobrezaen el medio rural, cambio climático que afecta la produc-
ción e inseguridad alimentaria, entre otros. Aunado a estos problemas, la creación 
del valor agropecuario enfrenta límites físicos. El 30% de las unidades de produc-
ción siembran con tecnología de riego, cubriendo apenas el 18% de la superficie 
sembrada. Los canales de agua son de tierra, y se desperdicia un 50% del agua de 
riego debido a la filtración y evaporación. Sólo el 8% de las unidades de producción 
obtuvieron un crédito, mientras que el 91% no tienen ningún crédito. Además, el 
76% de los productores del campo tienen más de 45 años (CEDRSSA, 2013:8-12). 
Sin embargo, uno de los principales problemas que enfrenta la agricultura fami-
liar es que no cuenta con asistencia técnica, por lo que es necesario que se les dé este 
apoyo a través del gobierno federal y estatal; por lo tanto, se requiere implementar 
un programa de Extensión Agrícola a nivel nacional.
2. La situación de la agricultura familiar campesina en México 
México era un país eminentemente rural en 1900, cuando la población urbana 
representaba el 28% y la rural el 72%; para el 2010, la composición de la pobla-
22 UACh
Coordinadores: Miguel Ángel Sámano/Julio Baca del Moral
ción se había invertido, llegando a una población urbana del 78% y rural del 22%. 
Actualmente se tiene una superficie de 196.7 millones de hectáreas, distribuida el 
35.6% en propiedad privada, lo que corresponde a 1.6 millones de propietarios 
privados; y el 54.1% en propiedad social, que pertenece a los núcleos agrarios de 
5.6 millones de ejidatarios y comuneros (cedrssa, 2014c:9).
La propiedad social está dividida en 29,609 ejidos y 2,371 comunidades que 
suman un total de 31,980 núcleos agrarios, con una extensión de un poco más de 
100 millones de hectáreas; lo que significa que el 51% de la superficie territorial 
de México son tierras en propiedad social. Es importante destacar que, del total de 
la propiedad social, el 8% está integrada por comunidades y una tercera parte de 
éstas son comunidades indígenas. El 52% de los ejidatarios posee hasta 5 hectáreas 
de tierra, en promedio, por productor (Ibid:12-15).
Tan sólo en 10,385 núcleos agrarios, los jóvenes se integran a las actividades 
agropecuarias o forestales. En 12,997 núcleos agrarios no hay permanencia de los 
jóvenes, ya que la mayoría de ellos son migrantes a los Estados Unidos y, en menor 
medida, a las ciudades del país. La propiedad social parcelada, es decir, ejidos y 
comunidades que han sido fraccionados o distribuidos en forma individual entre 
sus integrantes, es apenas de 33.6 millones de hectáreas y representa el 31.7% del 
total de la propiedad social (Ibid:16-17). 
La superficie social que ha cambiado a manos privadas es apenas el 2.7% del 
total del área vendida en el país. El total de tierras ejidales que han cambiado 
de dueño alcanza, en términos de superficie, apenas el 3% del total de las tie-
rras ejidales. Las reformas al artículo 27 constitucional y la ley Agraria de 1992 
contribuyeron a la atomización de ejidos y comunidades. Existen 2.5 millones de 
propietarios rurales con edad de 55 años o más, sin que haya posibilidades de un 
remplazo generacional.
En 2007 había 2.6 millones de hectáreas rentadas, 667 mil estaban bajo apar-
cería, 1.5 millones se encontraban prestadas y 1.4 millones de hectáreas se regulan 
“bajo otra forma”; lo que hace un total de 6.3 millones de hectáreas en manos 
distintas a las de los ejidatarios.
El problema del minifundio (pequeña superficie entre 2.5 y 5 ha) es que, entre 
más aumenta, es menos posible que se produzca lo suficiente para poder competir 
en el mercado (cedrssa, 2014c:20). En cuanto a la producción familiar por super-
ficie sembrada, destacan el maíz (65.5%), el fríjol (14.3%) y el sorgo (6.6%). En 
lo relativo a cultivos perennes en unidades familiares, destacan el café (42.2%), los 
pastos (20.7%) y la naranja (8.1%). En cuanto al valor de la producción familiar, 
sobresalen el maíz con el 58.2%, el fríjol con el 14.5%, el sorgo con 10%, el café 
con 33.2%, la caña de azúcar con 20.6% y la alfalfa con 6.9% (cedrssa, 2014b:8).
Las políticas públicas en México no reconocen los diferentes tipos de agricul-
tores y, por tanto, no existen políticas diferenciadas y específicas para atender a la 
agricultura familiar; o en todo caso es muy poca la atención que se le da y esto se 
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Agricultura multifuncional y políticas públicas en México
refleja en que el presupuesto para apoyar a los pequeños productores es insuficiente. 
Los agricultores familiares son aquellos que producen para el autoconsumo o que 
son pequeños productores, jóvenes rurales y mujeres, recientemente incorporados 
a la producción (rafyc, 2014:6-7).
En el caso concreto de los jóvenes, y de las mujeres y hombres que son nuevos 
agricultores, el acceso equitativo a la tierra no existe, debido a su escasez y a la falta 
de normas que garanticen la seguridad de la tenencia de la tierra en ejidos y comu-
nidades en general; y, especialmente, en los núcleos agrarios indígenas (Ibid: 8). 
Ante esta situación, la Red Mexicana para la Agricultura Familiar y Campe-
sina propone 25 líneas de acción para superar los problemas de la producción de 
alimentos en nuestro país. Nosotros entendemos por agricultura familiar aquella 
que ejercen los pequeños productores de menos de cinco hectáreas, mientras que 
la agricultura campesina en promedio tiene una superficie de 2.5 hectáreas y es de 
subsistencia familiar.
De las líneas de acción propuestas por la Red de Agricultura Familiar y Campe-
sina, queremos destacar los siguientes puntos:
• Generar políticas e incentivos financieros diferenciados para las y los agriculto-
res familiares, disponiendo leyes específicas que rijan la agricultura familiar.
• Crear un registro de agricultores familiares.
• Los agricultores deben participar junto con los gobiernos y las organizaciones de 
productores en la realización de diagnósticos y diseño de políticas y programas 
específicos para la agricultura familiar.
• Elaborar políticas nacionales de acción afirmativa (acceso a tierras y capital) para 
la juventud rural y las mujeres.
• Diseñar una política integral donde las mujeres estén en el centro de las políticas 
de fortalecimiento de la agricultura familiar.
• Impulsar el Sistema Nacional de compras públicas para agricultores familiares.
• Promover la protección de semillas nativas y generar bancos de germoplasma 
locales.
• Crear políticas y programas específicos para garantizar el acceso equitativo a la 
tierra y a otros recursos naturales de colectivos y comunidades.
• Garantizar derechos de propiedad de la tierra que permitan la cotitularidad 
entre marido y mujer, y los derechos de los herederos menores.
• Fomentar el respeto a las formas de vida de los pueblos indígenas (tradiciones, 
cultura, uso de la tierra, etc.), así como el derecho a la tierra, y su protección 
legal en contra del despojo extranjero.
• Promover modelos de economía solidaria que impliquen, entre otros, el apoyo 
a las familias productoras en el desarrollo de cooperativas y redes comunitarias.
• Promover una campaña de consumo responsable y nutritivo, que fomente el 
consumo de los productos derivados de la agricultura familiar.
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Coordinadores: Miguel Ángel Sámano/Julio Baca del Moral
• Mejorar aspectos logísticos, especialmente en vías de comunicación, almacena-
miento y transporte.
• Fortalecer los mercados locales como otra forma de circuitos cortos de comer-
cialización.
• Crear un programa de intercambio entre productos y productores desde el en-
foque de siembra agroecológica.
• Fomentar el intercambio de buenas prácticas y políticas públicas entre organi-
zaciones, productores, y gobierno a nivel regional, nacional y local.
• Crear una red de promotores técnicos que desarrollen y fomenten capacidades 
para agregar valor a la materia prima.
• Incorporar en el currículo universitario el enfoque de la agricultura familiar.
• Reforzarel campo mediante el desarrollo y la transferencia de tecnología apro-
piada a la región.
• Diseñar productos financieros específicos que incentiven la producción familiar. 
(rafyc, 2014:11-14)
Tomando en cuenta estas propuestas de la Red de Agricultura Familiar y Campe-
sina, se deben establecer programas específicos para fomentar la agricultura de los 
pequeños productores teniendo como propósito el aumento de sus rendimientos 
agrícolas– mediante asesoría técnica con enfoque agroecológico –con apoyo a la 
infraestructura para la comercialización de sus productos; así como con el otorga-
miento de crédito suficiente y bajos intereses, para incorporar innovaciones tecno-
lógicas que permitan mejores cosechas de productos alimenticios.
3. La política pública agroalimentaria en México
En México se considera que hay, actualmente, 7 millones de personas que están en 
pobreza alimentaria extrema. Por otra parte, las mermas y pérdidas que se generan 
a lo largo de la cadena alimenticia ascienden a 40 millones de toneladas de alimen-
to y representan el 31 % del volumen de la producción agroalimentaria nacional 
anual. En el 2012, el 61.6% de la población rural (16.7 millones de personas) se 
encontraban en situación de pobreza, de las cuales 5.8 millones estaban en pobreza 
extrema (cedrssa, 2014:5-7).
El 73% de las poco más de 5.3 millones de Unidades Económicas Rurales 
(uer), que existían en 2012, eran de tipo familiar de subsistencia y se ubicaban 
principalmente en las regiones centro, sur y sureste del país. La población en estas 
uer presenta altos índices de pobreza y marginación, el 30% de ellas las constituyen 
productores indígenas. Además, 442 mil uer, el 8.3% del total, se consideran de 
transición; y el resto de las se consideran de carácter comercial, es decir, el 18.7% 
(Ibid., pag. 7).
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Agricultura multifuncional y políticas públicas en México
Se calcula que 4.9 millones de personas, equivalente al 75 % de la población 
económicamente activa del sector primario, trabajaba en estas unidades de produc-
ción familiar. Dichas unidades ocupan una superficie de 9.9 millones de hectáreas 
y, de ellas, 2.6 millones de hectáreas eran tierras de labor. El promedio de superficie 
por unidad familiar era de 4.7 hectáreas (cedrssa, 2014b:7).
De los 7.4 millones de mexicanos que están en pobreza extrema, 7 millones se 
encuentran en pobreza extrema alimentaria; y de éstos, 3.1 millones (es decir el 
44%) habitan en zonas rurales (Ibid., pag.9). 
En cuanto a la población hablante de lengua indígena (hli), se estimó que 
el 79% (5.4 millones de personas) se encontraban en situación de pobreza, y el 
40% (2.7 millones de personas) se encontraban en condiciones de inseguridad 
alimentaria. Los niños indígenas representan el 11% de la población de menos de 
cinco años, pero son cerca del 30% del total de los niños desnutridos de México. 
El problema nutricional entre los niños indígenas es la desnutrición crónica, que se 
manifiesta en el retardo del crecimiento de casi la mitad de este sector de la pobla-
ción (44%). El 36% de los niños y niñas indígenas padecían de anemia (Oxfam, 
2013:27-28).
En los últimos lustros, el sobrepeso y la obesidad han aumentado significati-
vamente en México, hasta afectar a alrededor del 70% de la población adulta. La 
desnutrición infantil sigue siendo un grave problema en las zonas rurales margi-
nadas; mientras que, en el otro extremo, se presenta una creciente epidemia de 
sobrepeso y obesidad (cedrssa, 2014:17-18).
La oferta de alimentos no ha presentado, hasta el momento, problemas es-
tructurales que nulifiquen la circulación y consumo de los mismos. Sin embargo, 
es preocupante que, para satisfacer la demanda del mercado interno, se tiene que 
recurrir a las importaciones sin que se definan metas productivas nacionales para 
alcanzar la soberanía alimentaría que el país requiere (Ibid., pag. 21).
El Presupuesto Especial Concurrente (pec) se presenta como una estrategia de 
desarrollo rural integral, pero en realidad consiste en una serie de acciones indepen-
dientes que son dirigidas a la población del medio rural. 
Las acciones públicas dirigidas a los campesinos y pequeños productores son 
muy diversas, pero se encuentran fragmentadas y pulverizadas en varios programas 
que abarcan diferentes aspectos, que van desde la productividad hasta cuestiones 
de salud, trabajo y educación. El problema de los programas es la variedad de 
complicadas reglas de operación en cada uno de ellos, mismas que hacen que, en 
la práctica, sean inaccesibles muchos de estos programas para los productores que 
los desconocen o no saben cumplir con los requisitos para acceder a los recursos 
(Robles y Ruíz, 2012:9-11).
La Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimenta-
ción (sagarpa) tiene recursos asignados a los ocho programas que a continuación se 
enuncian: 1) Programa de Apoyo al Ingreso Agropecuario, 2) Programa de Preven-
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Coordinadores: Miguel Ángel Sámano/Julio Baca del Moral
ción y Manejo de Riesgos, 3) Programa de Apoyo a la Inversión en Equipamiento 
e Infraestructura, 4) Programa de Desarrollo de Capacidades, Innovación Tecno-
lógica y Extensionismo Rural, 5) Programa de Sustentabilidad de los Recursos 
Naturales, 6) Programa de Acciones de Concurrencia con entidades federativas en 
Materia de Inversión, Sustentabilidad y Desarrollo de Capacidades, 7) Programa de 
Desarrollo de Mercados Agropecuarios y Pesqueros, y 8) Programa de Educación 
e Investigación. A los dos primeros programas se les asigna el 50% del presupuesto 
(25.7% y 24.1% respectivamente); y para el último programa, la sagarpa invierte 
el 7.1% del presupuesto asignado. 
La población objetivo de los programas de la sagarpa no se refiere a los pro-
ductores pequeños, sino que se habla de personas físicas o morales que se dediquen 
a las actividades agropecuarias y pesqueras. Sólo se tienen los siguientes cuatro 
programas dirigidos a los productores de pequeña escala:
• Programa Estratégico de Seguridad Alimentaria (pesa).
• Agricultura de Autoconsumo, Apoyo a Pequeños Productores hasta 3 ha.
• Fondo para la Inducción de Inversiones en Localidades de Media, Alta y Muy 
Alta Marginación.
• Fondo para Acciones de Alimentación en Concurrencia en Zonas de Alta y Muy 
Alta Marginación.
El presupuesto asignado a estos 4 programas en 2011, ascendía a 3,200 millones 
de pesos y representaba el 4.5% del presupuesto asignado a la sagarpa, aunque las 
Unidades de Producción Rural de menos de 5 ha representan el 70% del total de 
Unidades de Producción en el país (Robles y Ruíz, 2012:21-22).
Existe una relación directa: a mayor tamaño de predio mayor asignación presu-
puestal. A las entidades federativas del norte del país, donde el productor es dueño 
de predios mayores, se les asigna mayor presupuesto; mientras que a las entidades 
del centro y sur del país, donde los productores son pequeños y tienen predios 
minifundistas, les corresponde menos presupuesto. Esto se debe a que hay una 
política orientada a destinar más recursos a la agricultura productiva (capitalista) y 
no a dar apoyo a productores poco competitivos, como se considera a la mayoría 
de los productores campesinos o agricultores familiares.
Un ejemplo de esto es el Programa Proagro, que se encuentra dentro del apoyo 
a la producción (antes conocido como Procampo, o subsidios al campo). En 2014, 
la sagarpa destino el 31.4% de presupuesto de este programa a los productores de 
autoconsumo, mientras que el 27% se destino a productores en transición a ser co-
merciales; y a los productores comerciales se les destino el 33% del presupuesto. Sin 
embargo, en la mayoría de los Distritos de Desarrollo Rural (el 67.2%), el subsidio 
a la producción no se reflejo en un incremento de los rendimientos agrícolas (cer-
ssa, 2016:19). Esto se debe a que no hay estímulos por aumento de rendimiento, 
UACh 27
Agricultura multifuncional y políticas públicas en México
sino que son subsidios directosal tamaño de la superficie de cada productor; de ahí 
que se den desigualdades en el apoyo recibido por parte de los productores.
En los municipios indígenas (que tienen una población con más de 40% de 
hablantes de lengua indígena), habitan 6 millones de personas que representan 
el 60% de la población indígena del país. Las comunidades indígenas poseen el 
21.9% de la tierra del sector social (ejidos y comunidades). Los productores indí-
genas representan el 25% del total de las Unidades de Producción Rural. Aunque 
el procampo (Programa de apoyo directo a la producción, ahora Proagro) se diseñó 
para llegar a los productores más pequeños, solamente el 12.4% del gasto del pre-
supuesto en agricultura llega a los “municipios indígenas” (Robles y Ruiz, 2014: 
23-25).
Esto se debe a que muchos municipios clasificados como indígenas no lo son, 
dado que la superficie de los campesinos indígenas es minifundio, y la lógica del 
Proagro es que a mayor superficie, mayor apoyo. Además, muchos de ellos no 
cumplen con las reglas de operación por no contar con todos los papeles necesarios 
–como es el certificado agrario o credencial de elector– para acceder a estos apoyos.
Del presupuesto del Programa Especial Concurrente (pec), deberían destinarse 
mayores montos a la inversión de bienes públicos, lo que permitiría levantar la in-
fraestructura rural que se ha perdido en los últimos años (bodegas, caminos, distritos 
de riego, etc.). En 2014, la sagarpa inició el Programa de Productividad y Compe-
titividad Agroalimentaria. El componente de Productividad Agroalimentaria tiene 
como propósito impulsar la productividad en el sector agroalimentario mediante la 
inversión en el desarrollo del capital físico, humano y tecnológico con una asigna-
ción de 2,176.7 millones de pesos, que representa el 2.5% del total del presupuesto 
ejercido por sagarpa (cedrssa, 2016:34); pero se considera insuficiente. Además, se 
debe realizar investigación para atender las necesidades de las Unidades de Produc-
ción y fortalecer el extensionismo rural (Robles y Ruíz, 2014: 29).
Según el Registro Agrario Nacional (2012) el 48% de la agricultura de riego y 
el 52% de la agricultura de temporal, se desarrolla en tierras consideradas como 
propiedad social, es decir, ejidos y comunidades donde viven y laboran la mayoría 
de los campesinos del país. Sin embargo, el presupuesto destinado a este sector por 
parta del pec, es raquítico y no tiene trascendencia en el impulso a la producción de 
la agricultura campesina familiar. En 2014, el Programa Estratégico de Seguridad 
Alimentaria (pesa), ejerció un presupuesto de 2,951.2 millones de pesos, lo que 
sólo representa el 3.5% del presupuesto ejercido por la sagarpa en ese mismo año 
(cedrssa, 2016:28). 
Se estima que el 60% de la Unidades de Producción Agrícola, cuyo promedio 
es de apenas 2.5 ha, tiene el 15% de la superficie cultivada; en tanto que el 40% de 
las unidades, cuya extensión promedio es de 16 ha, posee el 85% de la superficie. 
Además, el 42% de la superficie cultivada en el país es rentada. Adicionalmente, 
la asociatividad en el medio rural es muy escasa (Torres y Morales, 2011:15-16).
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Coordinadores: Miguel Ángel Sámano/Julio Baca del Moral
El Proagro, en 2014, tuvo un monto de 12.1 mil millones de pesos (20% del 
presupuesto de programas de sagarpa) con lo que apoyó a 2 millones 292 mil 422 
productores, poseedores de 3 millones 534 mil 326 predios, con una superficie de 
13 millones de hectáreas. Para el 2015, se apoyó a 2 millones 383 mil 935, que 
poseen 3 millones 653 mil predios con una superficie de 13 millones 383 mil ha, 
lo que representó un incremento del 4% en el numero de beneficiados y un 5% 
en la superficie beneficiada. Sin embargo, no se incrementó sustancialmente la 
producción de granos básicos (sagarpa, 2014).
Ante el panorama anterior, resulta necesario que se den cambios en la política 
pública a través de la búsqueda de alternativas para el medio rural mexicano, como 
veremos enseguida. 
4. El cambio en las políticas públicas para lograr la soberanía alimentaria
En abril del 2011, el Congreso mexicano aprobó las modificaciones a los artículos 
4º y 27° de la Constitución para garantizar el derecho a la alimentación. Al artículo 
4º, se adicionó el enunciado siguiente: “toda persona tiene derecho a la alimentación 
nutritiva, suficiente y de calidad y el Estado lo garantizará”; mientras que en el ar-
tículo 27º se agregó que “el desarrollo rural integral y sustentable al que se refiere el 
párrafo anterior también tendrá entre sus fines que el Estado garantice el abasto sufi-
ciente y oportuno de los alimentos básicos que la ley establezca” (Oxfam, 2013:18).
Para que se logre el derecho a la alimentación, no es suficiente con que se mo-
difiquen los artículos de la constitución, dado que la sociedad civil debe jugar un 
papel importante para realizarlo en términos de vigilancia y de dar un seguimiento 
al cumplimiento de la obligación del Estado. Sobre todo, los consumidores están 
obligados a denunciar las omisiones, obstaculizaciones y la violación de este dere-
cho constitucional (Ibid., pag.24).
Algunas recomendaciones para las políticas públicas que se deben implementar 
de manera general las hace Gerardo Torres Salcido cuando propone lo siguiente:
• A nivel internacional se requiere impulsar esquemas para lograr la equidad en el 
intercambio comercial. Esto implica tener una política de mínima protección a 
los productos básicos, como es el maíz y el fríjol.
• Al poder legislativo le corresponde separar el gasto público en lo que concierne 
al gasto social y el gasto productivo, con el objetivo de reactivar el campo, dando 
prioridad al empleo y bajo la perspectiva de recuperar el potencial productivo 
de granos básicos para asegurar la alimentación humana en México.
• Las políticas públicas de seguridad alimentaria deben abordarse desde una visión de 
derecho y de seguridad nacional dada la creciente dependencia alimentaria y la recu-
rrencia de fenómenos meteorológicos externos, provocados por el cambio climático.
UACh 29
Agricultura multifuncional y políticas públicas en México
• Se requiere impulsar la reglamentación al artículo cuarto constitucional que 
establece el derecho a la alimentación a los mexicanos.
• Las administraciones públicas Federal, Estatal y Municipal pueden actuar bajo 
el método de gestión, cuyo objetivo fundamental sea la gobernanza.
• Para recuperar la riqueza y potencial del campo mexicano, y elevar el bienestar 
de la población rural, se requieren políticas de desarrollo territorial reactivando 
los mercados locales.
• Entre los actores locales y nacionales, es factible integrarlos a este gran acuerdo 
por el campo, además de los tres órdenes de gobierno. (Ibid:55-56)
Las anteriores propuestas deben contemplar algo que es central y determinante en 
lo que se refiere a las políticas pública, ya que se tiene que redefinir y reformar el 
Presupuesto de Egresos de la Federación en general, y el Presupuesto Rural, en par-
ticular; todo esto para garantizar el derecho a la alimentación, además de alcanzar 
la soberanía alimentaria y nutricional en el país (Oxfam, 2013: 67).
Otras propuestas de tipo general que se exponen para las Políticas de Estado en 
materia de Bienestar Rural, son las que hizo el cedrssa en 2012:
• Diseñar e implementar políticas públicas efectivas y de calidad, que no tengan 
carácter asistencialista y que generen las oportunidades que la población requie-
re para hacer frente a los problemas actuales.
• Se requieren acciones de Estado para promover la ampliación de la infraestruc-
tura social básica, de comunicaciones y de interconectividad e infraestructura 
que promuevan la productividad de las regiones agrícolas.
• Las políticas públicas para combatir la pobreza rural deben estar basadas en 
esfuerzos para promover el crecimiento económico y la generación de rique-
za, así como la distribución del ingreso y el desarrollo territorial de las zonas 
rurales.• Las políticas públicas más apropiadas para el combate a la pobreza rural de-
ben estar sustentadas en una visión de largo plazo que considere la solución 
de los problemas estructurales que enfrentan dichas áreas rurales.( cedrssa, 
2012:130)
En suma, se trata de dar un viraje en las políticas públicas hasta ahora imple-
mentadas en México, para que se reorienten a apoyar a los productores pequeños 
que poseen menos de 5 hectáreas, lo que consideramos como agricultura familiar 
campesina. Se debe reimpulsar la investigación y la transferencia de tecnología; 
asimismo, resulta indispensable desarrollar las capacidades humanas, y contar con 
normas jurídicas que protejan e impulsen la propiedad social.
Algunas propuestas concretas para la agricultura y la alimentación las retoma-
mos de Catherine Marielle, quien plantea, entre otras, las siguientes:
30 UACh
Coordinadores: Miguel Ángel Sámano/Julio Baca del Moral
• Reconocer, declarar y asumir el maíz y el fríjol como cultivos estratégicos prio-
ritarios para la subsistencia nacional.
• Incorporar la soberanía alimentaria como asunto primordial para la Nación y el 
pueblo de México y proveer reservas estratégicas de alimento.
• Renegociar el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América 
del Norte cuyos beneficios sólo han sido para los agroindustriales exportadores 
de alimentos y revisar en los mismos términos todos los Tratados de Libre Co-
mercio y acuerdos de protección de inversiones firmadas con otros países.
• Cambiar el modelo agroalimentario basado en la exportación de los recursos 
naturales y de mano de obra, para fines de ganancias privadas de las grandes em-
presas nacionales y transnacionales, y en el despojo de los territorios indígenas 
y campesinos (aguas, montes, semillas, recursos fitogenéticos, minerales, etc.), 
por alternativas agroecológicas.
• Definir una política agroalimentaria nacional que responda al cumplimiento 
de todos los derechos individuales y colectivos, en particular el derecho a la 
alimentación sana y segura para todos y todas.
• Reconocer el derecho de las comunidades campesinas a decidir sobre los con-
tenidos y las formas de operación de los programas de apoyo al campo, a través 
de sus instituciones y sistemas normativos (asambleas, autoridades, comités 
comunitarios, etc.), y en esta medida incentivar prácticas tradicionales y agro-
ecológicas.(Oxfam, 2013:119-120) 
Basado en lo anterior, proponemos el cambio en las políticas públicas en el sector 
agroalimentario mexicano para reducir la dependencia alimentaria del exterior, fo-
mentando la producción nacional de granos básicos como son el maíz, el fríjol, el 
arroz, entre otro; todo esto apoyando y fomentando la agricultura familiar, pero 
con un enfoque agroecológico. Esto implica la implementación de programas es-
pecíficos con asistencia técnica para la agricultura familiar (campesina e indígena), 
mediante un servicio de extensión agrícola cuyo propósito principal debe ser lograr 
tanto la autosuficiencia como la soberanía alimentaria del país.
También es necesaria la reformulación del presupuesto para el desarrollo rural, 
es decir, el Presupuesto Especial Concurrente (pec), pues se debe evitar la dis-
persión con tantos programas en diferentes dependencias y con montos que son 
insuficientes para impulsar realmente el desarrollo rural, tomando en cuenta a los 
propios actores, los productores rurales, los campesinos e indígenas. Debe haber 
mayor equidad en el reparto de los recursos, de tal manera que los que menos tiene 
reciban más apoyo y los grandes productores reciban menos apoyos por parte del 
gobierno federal, pues sólo así se estará atacando la marginación de manera más 
efectiva. Por tal razón, la agricultura familiar campesina debe ser un sector estraté-
gico dentro de la política agropecuaria–que debe impulsar el Estado–para producir 
maíz y fríjol.
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Agricultura multifuncional y políticas públicas en México
Conclusión
Consideramos que, en este caso, la política pública para el campo es errática, 
ya que el gobierno mexicano no considera como estratégico al sector agropecuario. 
Si cambiara la política hacia el sector rural, se podría generar empleo para muchas 
personas y se saldría de la pobreza alimentaria al aumentar la producción de ali-
mentos, creando las condiciones para un desarrollo equilibrado entre el sector de 
agroexportación y la producción de alimentos necesarios para el mercado interno. 
Sin embargo, son intereses transnacionales y privados los que influyen en las polí-
ticas que ha adoptado el gobierno mexicano en materia agropecuaria, provocando 
una dependencia alimentaria con Estados Unidos.
Si el Estado mexicano quiere lograr la soberanía alimentaria, tiene que cambiar 
sus actuales políticas públicas hacia el sector agropecuario. Se debe reorientar la 
política social no sólo para darles recursos a los pobres para que compren su ali-
mento, sino que se debe incentivar a las personas a producir su propio alimento, 
fomentando la agricultura familiar campesina e indígena. Para esto se requieren 
programas específicos de la Secretaria de Agricultura que estimulen la producción 
de pequeños productores de subsistencia; no tan sólo en las zonas rurales, sino 
también en las urbanas.
La actual Cruzada Nacional Contra el Hambre vuelve a caer en el error de fo-
mentar el consumo y no la producción de alimentos. Desde esta perspectiva, es un 
programa asistencialista que no pretende realmente resolver la pobreza alimentaria, 
sino que tiende a perpetuarla como un forma de control social por parte del sis-
tema y el gobierno mexicano. La participación de las mujeres se contempla en los 
comedores comunitarios–la mayoría de ellos instalados en zonas urbanas– pero no 
hay equidad de género para impulsar proyectos productivos.
Por último, coincidimos plenamente con la propuesta que hace Yuritzin Flores de 
Oxfam México cuando señala que “Un campo productivo es posible, y los retos para 
enfrentar la pobreza y la inseguridad alimentaria, implican el conjunto de esfuerzos 
de los diferentes actores de la sociedad, pero se requiere también de un gobierno ca-
paz de implementar políticas públicas eficientes, justas y equitativas, la aplicación del 
derecho a la alimentación como una política de Estado” (Oxfam, 2013:127).
Si aumentara la producción de alimentos básicos, se reducirían las importa-
ciones de los mismos y se garantizaría la soberanía alimentaria; pero para esto es 
necesario que, a nivel nacional, se cuente con un sistema de extensión agrícola 
para apoyar al sector agropecuario familiar campesino de subsistencia, con el fin de 
aumentar los rendimientos y que haya una mejor distribución de los recursos. En 
resumen, si no hay voluntad política por parte del Estado y del gobierno mexicano 
para cambiar las actuales políticas públicas, no habrá un cambio verdadero en el 
campo, ni se lograrán la soberanía y la seguridad alimentaria, mismas que son es-
tratégicas para el desarrollo de un Estado-nación, como es nuestro país.
32 UACh
Coordinadores: Miguel Ángel Sámano/Julio Baca del Moral
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UACh 35
Agricultura multifuncional y sistemas de producción bajo un 
contexto de agricultura diversificada
Venancio Cuevas Reyes1, Julio Baca del Moral 2, Anastacio Espejel García 3, 
Ariadna Barrera Rodríguez 4, Mauricio Sosa Montes 5
Resumen
El objetivo del trabajo es analizar el concepto de agricultura multifuncional, descri-
bir las diferentes funciones, así como los elementos utilizados en políticas públicas 
que deben ser considerados para su aplicación en un contexto de sistemas de pro-
ducción agrícola. El surgimiento de la multifuncionalidad está ligado al proceso 
de integración de la Política Agrícola Común de la Comunidad Económica Euro-
pea; para el caso de México y otros países latinoamericanos, es más preciso hablar 
de agricultura con múltiples sistemas de producción, lo que se ha denominado 
“agricultura familiar diversificada”. En la actualidad, el concepto de agricultura 
multifuncional sigue siendo relevante y su implementación se desarrolla en dos 
vertientes: a través de la generación de bienes privados y de bienes públicos, lo cual 
permite un amplio margen de maniobra para su intervención por agentes externos. 
Se concluye que se tiene que considerar, a nivel de políticas públicas, los aspectos 
positivos y normativos del enfoque de agricultura multifuncional: a nivel del Esta-
do, a través de la promoción y creación de bienes públicos; mientras que a nivel de 
la unidad productiva familiar, se tiene que realizar una eficiente caracterización e 
identificación de los sistemas productivos agrícolas y no agrícolas, con la finalidad 
de contribuir con estrategias de desarrollo factibles que beneficien a los produc-
tores rurales y sus familias con bienes privados obtenidos en sistemas productivos 
innovadores. Lo anterior permitiría generar recomendaciones de políticas efectivas 
que impacten tanto al productor rural, como a los recursos productivos, sociales, 
económicos y naturales de una determinada región o territorio.
Palabras clave: agricultura diversificada, funciones, sistemas de producción, polí-
ticas públicas.
1 Investigador Campo Experimental Valle de México INIFAP cuevas.venancio@inifap.gob.mx
2 Profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo. Posgrado en Desarrollo Rural Regional. julio.baca56@gmail.com
3 Catedrático CONACYT-Posgrado en Ciencias y Tecnología Agroalimentaria. Universidad Autónoma Chapingo. Uni-
versidad Autónoma Chapingo, aespejelga@conacyt.mx 
4 Profesora-investigadora de la Universidad Autónoma Chapingo. aibarrerar@taurus.chapingo.mx 
5 Profesor-Investigador de la Universidad de la Sierra Sur Miahuatlán de Porfirio Díaz, Oaxaca. masomo69@yahoo.com.mx 
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Coordinadores: Miguel Ángel Sámano/Julio Baca del Moral
Introducción
En las décadas de los setenta y ochenta, el interés mundial se enfocó en aspectos y 
características de la agricultura que fueran capaces de responder a las inquietudes y 
problemáticas referidas a la seguridad alimentaria, la productividad y la sostenibili-
dad ambiental. Ante esto, en los años noventa se desarrolló el concepto de Agricul-
tura y Desarrollo Rural Sostenible (adrs), cuyo propósito consistía en generar un 
desarrollo basado en el mantenimiento y la conservación de los recursos naturales, 
que fuera técnicamente apropiado, económicamente viable y socialmente aceptable 
(fao, 1999).
El concepto del Carácter Multifuncional de la Agricultura y la Tierra (cmfat) 
procede del concepto de Agricultura y Desarrollo Rural Sustentable (adrs); este 
nuevo enfoque de análisis incluye las diversas funciones ambientales, económicas 
y sociales relacionadas con la agricultura y la utilización de las tierras (fao, 1999). 
A partir de la concepción del cmfat promulgado por la fao en los noventa, surgió 
un nuevo criterio analítico y de interpretación para entender mejor la complejidad 
e importancia de los nuevos sistemas agrícolas y de la utilización de las tierras que 
se han venido generando, con el cual es posible evaluar también sus relaciones 
con otros sectores de la economía y la sociedad. Desde sus bases iniciales, la fao 
otorga una importancia creciente al binomio agricultura-tierra cuando señala que 
esta relación “genera una amplia gama de productos y servicios no alimentarios, 
configuran el medio ambiente, afecta a los sistemas sociales y culturales y, además, 
contribuyen al crecimiento económico” (fao, 1999, p. 3).
El concepto de multifuncionalidad de la agricultura surgió de forma oficial en 
1992, durante la Cumbre de la Tierra en Río, en un período que implicó profundos 
cambios en la posición del sector primario en la economía mundial y en el enfo-
que de las políticas de apoyo relativas a la agricultura (Huylenbroeck et al., 2007). 
Posterior a esa declaración, documentos de la fao (1999) y de la Organización 
Económica para el Desarrollo Económico (ocde, 2001), pusieron el concepto de 
agricultura multifuncional en el orden mundial.
El enfoque de multifuncionalidad de la agricultura se refiere al total de pro-
ductos, servicios y externalidades creados por la actividad agrícola y que tienen 
un impacto directo sobre la economía y la sociedad en su conjunto (Bonnal et al., 
2003). En este sentido, la aplicación del concepto en el ámbito de políticas públi-
cas tiene que ver con la definición de estrategias destinadas a favorecer los aspectos 
positivos (incremento de bienes privados, por ejemplo) y a disminuir o limitar los 
efectos negativos (externalidades) de la agricultura.
En sentido estricto, de acuerdo con distintos autores, el término multifuncional 
es referido a la capacidad de generar diferentes tipos de productos y servicios de-
rivados de la agricultura (Maier y Shobayashi, 2001; Bonnal et al, 2003; Jordan y 
Warner, 2007; Huylembroek et al., 2007; Reig, 2002; Gómez-Limón et al., 2008; 
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Agricultura multifuncional y políticas públicas en México
Silva, 2010). Por su parte, Todorova e Ikova (2014) señalan que, además, la agri-
cultura multifuncional contribuye con bienestar e inclusión social, así como con el 
incremento en el flujo de dinero, actividades ecoturísticas, y gestión y valorización 
de los recursos naturales. De ahí que, desde su origen, el concepto de agricultura 
multifuncional ha recibidomucha atención por parte de académicos, instituciones 
y países.
El presente documento se estructura de la siguiente forma: en primer lugar, 
se realiza una revisión del concepto de agricultura multifuncional así como de las 
funciones que se relacionan con ella y con el marco de política en el cual se basa 
la multifuncionalidad de la agricultura (a través de la producción de bienes pú-
blicos y privados); posteriormente, se incluye un apartado sobre la relación entre 
la agricultura multifuncional y el concepto de sistema(s) de producción agrícola, 
existentes en la agricultura familiar de México; por último, se presenta el apartado 
de conclusiones.
Agricultura multifuncional: concepto, funciones y políticas
La introducción del concepto de multifuncionalidad realizado por los Ministros de 
Agricultura, en su reunión de los días 5 y 6 de marzo de 1998, añadió una nueva 
perspectiva a la discusión sobre este nuevo enfoque. El Comunicado Ministerial 
(oecd, 1998 citado por oecd 2001) a propósito de la multifuncionalidad de la 
agricultura señala que:
[…] además de su función primordial, consistente en proporcionar alimento y fibras, 
la actividad agrícola también puede configurar el paisaje, producir beneficios medio 
ambientales (como la conservación de la tierra, el manejo sostenible de recursos 
naturales renovables y la preservación de la biodiversidad) y contribuir a la viabilidad 
socioeconómica de numerosas áreas rurales. (oecd, 2001 p.4)
En este mismo sentido, la oecd (2001) establece una definición “operativa” del 
concepto de multifuncionalidad de la agricultura en el que identifica dos elemen-
tos clave: i) la existencia de múltiples productos básicos y productos no básicos 
producidos conjuntamente por la agricultura; y ii) el hecho de que algunos de los 
productos no básicos presentan las características de externalidades o bienes públi-
cos, con la aclaración de que los mercados para estos bienes no existen.
A la fecha, de acuerdo con Silva (2010), el concepto de multifuncionalidad agrí-
cola se ha convertido en un referente obligado en los estudios, normas y programas 
relacionados con el sector. Desde el punto de vista de su implementación operativa, 
la multifuncionalidad puede considerarse desde dos ángulos: positivo y normativo. 
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Coordinadores: Miguel Ángel Sámano/Julio Baca del Moral
La multifuncionalidad interpretada de manera positiva, hace referencia a las ca-
racterísticas objetivas de los sectores analizados en cuanto a las funciones que estos 
desempeñan y sus efectos sobre el bienestar social (Silva, 2010). Gómez-Limón et 
al. (2008), clasifican en dos grandes grupos los diferentes bienes que produce la 
agricultura multifuncional: bienes privados y bienes públicos o sociales; los pri-
meros atañen a un enfoque positivo, en tanto que los segundo corresponden a un 
enfoque normativo.6 La Figura 1 muestra una síntesis de la variada gama de bienes 
privados y públicos que produce la agricultura y que permiten atribuirle un carácter 
multifuncional (Gómez-Limón et al., 2008).
Figura 1. Bienes privados y bienes públicos producidos por una agricultura multi-
funcional (Fuente: Gómez-Limón et al., 2008).
De acuerdo con Martínez y Almansa (2008, p. 2), el enfoque positivo de la mul-
tifuncionalidad de la agricultura se fundamenta en el análisis económico, conside-
rando la multifuncionalidad como una característica de los procesos de producción 
agrícola que tienen dos características fundamentales: la primera consiste en que 
los múltiples productos obtenidos de la tierra son objeto de producción conjunta7 
6 En las ciencias económicas, los enfoque “positivo” (lo que es) y “normativo” (lo que debe ser) han generado, a lo largo 
del tiempo, múltiples debates alrededor de la relación entre economía y ética (Gil, 2011).
7 El término de producción conjunta hace referencia a la producción de distintos productos o efectos (bienes, servicios y 
externalidades) por un sistema, a partir de un mismo proceso productivo o de procesos productivos distintos pero inter-
 
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Agricultura multifuncional y políticas públicas en México
por parte de la agricultura; la segunda se refiere al hecho de que algunos de los 
productos tienen carácter de externalidades o de bienes públicos, lo que implica 
que, o bien no existen mercados para ellos, o bien éstos no funcionan de la manera 
adecuada.
Autores como Cooper et al., (2009) y Pérez (2001), señalan que los sistemas 
agrícolas tienen diversas funciones y son entidades complejas con características 
tanto públicas como privadas. Entre las características públicas que identifican, 
se encuentran la biodiversidad de las tierras de cultivo, la disponibilidad y calidad 
del agua, la funcionalidad del suelo, la estabilidad climática (emisiones de gases de 
efecto invernadero), la estabilidad del clima (almacenamiento de carbono), la cali-
dad del aire, la resistencia a las inundaciones y los incendios. Así como un conjunto 
diverso de bienes públicos de carácter más social, como la seguridad alimentaria y 
el bienestar en el medio rural.
Si bien existen un gran número de funciones específicas que desempeñan los 
sistemas agrícolas según su localización y sistema de gestión, la mayoría de los 
autores las agrupan en funciones genéricas de tipo económico, social y ambiental 
(Reig, 2002; Parra-López y Sayadi, 2009). Las funciones clave a las que contribuye 
la agricultura son las siguientes:
1. Contribución a la seguridad alimentaria.
2. En el área ambiental, comprende el incremento de los efectos positivos y la 
mitigación de los efectos negativos.
3. En el ámbito económico, la producción primaria (de alimentos y de otros 
bienes), así como la producción de productos y servicios relacionada con la 
capacidad agrícola-empresarial, actividades múltiples con efectos económicos 
más amplios y efectos directos e inducidos en los sistemas económicos.
4. Desde el punto de vista social, comprende la viabilidad de las comunidades 
rurales, los medios de vida, la cultura y los valores culturales. (fao, 1999)
Cotes et al. (2007) clasifican estas funciones en tres ejes temáticos: 1) seguridad 
alimentaria, 2) medio ambiente, y 3) aspecto sociocultural. En cada una de estas 
funciones se evidencia que los sistemas de producción agropecuaria generan dos 
categorías de productos: a) productos tradicionales (“commodities”), como son los 
alimentos, las fibras y la energía; y b) productos no tradicionales (“non-commodi-
ties”), los cuales incluyen aspectos relacionados con el medio ambiente y territorio, 
la generación de empleo, la gestión de la calidad de los alimentos, el bienestar 
animal, la autonomía económica de las regiones rurales y su seguridad alimentaria, 
entre otros. 
relacionados o interaccionados; de tal manera que el cambio en la producción de unos afecta al nivel de otros (Calatrava, 
2009).
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Coordinadores: Miguel Ángel Sámano/Julio Baca del Moral
Aunque parece existir cierto consenso en torno a las funciones esenciales que 
la agricultura desempeña (económico-productivas, paisajístico-ambientales y so-
cioculturales), tal acuerdo se diluye si se atiende a sus concreciones en atributos 
específicos (como seguridad alimentaria, contribución a la biodiversidad, creación 
de paisajes, viabilidad económica de las áreas rurales…); y, aún más, en su com-
ponente cuantificable (variables e indicadores)(Silva, 2010). En este sentido, debe 
señalarse que el desempeño de todas las funciones ambientales y sociales permite 
proveer de bienes y servicios de carácter público, de ahí su apelativo de “funciones 
no comerciales”. 
Por otro lado, la multifuncionalidad agraria también puede abordarse desde una 
visión normativa, asociada a un conjunto de juicios de valor sobre la importancia 
que debe asignarse a estas funciones (Arriaza y Gómez-Limón, 2011).
Políticas públicas y agricultura multifuncional
Estudios realizados por algunos autores señalan que la agricultura multifuncional 
(amf) mejora la calidady la cantidad de los beneficios proporcionados por la agri-
cultura a la sociedad, todo esto mediante la producción conjunta de productos 
agrícolas y servicios ecológicos (Jordan y Warner, 2007). El término “multifun-
cionalidad” se ha utilizado con diversos significados en el debate sobre política 
agrícola, dependiendo del país y del contexto en el que se ha originado.
La multifuncionalidad emerge desde la perspectiva de la redefinición de los 
marcos para la construcción de políticas públicas en los sectores agrícola y rural, 
y como reacción a los procesos relacionados con la globalización, así como con el 
tema de los comercios multilateral y bilateral, para incorporar al sector agrícola al 
proceso de apertura comercial (Grajales y Concheiro, 2009).
En el ámbito de la aplicación a nivel de política, la discusión sobre la mul-
tifuncionalidad de la agricultura plantea análisis que superan la producción de 
productos básicos. Las discusiones se enfocan en los vínculos existentes entre las 
decisiones del manejo, uso de insumos, suministro de productos básicos, así como 
en la generación de productos no básicos (no comercializables, como pudieran 
ser los generados por los recursos naturales). Todas estas interrelaciones deben ser 
consideradas para el desarrollo y la definición de estrategias apropiadas al enfo-
que multifuncional del uso de la tierra. En este contexto, la ocde señala que los 
incentivos directos o los desincentivos para el suministro de productos (pago por 
servicios ambientales, tecnologías sustentables, etc.), no relacionados con los pro-
ductos básicos, tendrían que aplicarse a una escala apropiada (medidas específicas) 
(ocde, 2001).
En este sentido, el término multifuncionalidad o agricultura multifuncional 
puede considerarse como una política o un régimen –más allá del productivismo y 
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Agricultura multifuncional y políticas públicas en México
el posproductivismo– ya que incluye varias funciones de la agricultura, además de 
su papel primordial que se ha entendido, principalmente, como la producción de 
alimentos y fibras (Bjørkhaug & Richards, 2008).
De tal forma que la idea de que la agricultura satisface necesidades múltiples de 
la sociedad, algunas de las cuales tienen, en mayor o menor medida, el carácter de 
bien público, abre nuevas perspectivas –tanto teóricas como prácticas– al diseño de 
las políticas agrícolas (Reig, 2002). Para el caso de México, el diseño de intervencio-
nes en unidades familiares con agricultura diversificada tiene que considerar, a nivel 
de políticas públicas, los aspectos positivos y normativos del enfoque de agricultura 
multifuncional: a nivel de Estado, a través de la promoción y creación de bienes 
públicos; mientras que a nivel de la unidad productiva familiar, se tiene que realizar 
una eficiente caracterización e identificación de los sistemas productivos agrícolas 
y no agrícolas, con la finalidad de contribuir con estrategias de desarrollo factibles 
que beneficien a los productores rurales y sus familias con bienes privados obteni-
dos en sistemas productivos innovadores. Realizar lo anterior, no sólo permitiría 
generar recomendaciones de política efectivas que impacten al productor rural, 
sino también a los recursos productivos, sociales, económicos y naturales de una 
determinada región o territorio.
Gran parte de los bienes públicos que la política agrícola, basada en la multi-
funcionalidad, puede aportar a la sociedad, tienen una escala local –por ejemplo, la 
protección de un valioso ecosistema vinculado a un determinado tipo de cultivo–; 
por lo que la aplicación de políticas concebidas para un ámbito nacional probable-
mente no resulte eficiente (Gómez-Limón et al., 2008). En consecuencia, cuanto 
más genérica sea la definición del apoyo que quiere prestarse a la producción y más 
amplio el colectivo de productores que resultan beneficiarios del mismo, más pro-
bable es que se esté tergiversando el concepto de multifuncionalidad para justificar 
políticas de estímulo a la producción o productivistas (Gómez-Limón et al., 2008). 
En este sentido, Silva (2010 p.26) señala
El reconocimiento de la complejidad funcional de la agricultura permite, a la vez, 
reivindicar el mantenimiento de la agricultura campesina de los países empobrecidos 
frente al avance de las multinacionales (atendiendo al valor cultural y patrimonial de 
éstas) y defender el modelo de agricultura familiar europeo frente a los embates de la 
globalización económica y los desafíos del neoliberalismo. Todo ello, además, con-
firiendo a la agricultura quehaceres ajenos a la producción de alimentos y materias 
primas, como la provisión de recursos y servicios ambientales y paisajísticos.
La no consideración de la oferta y la demanda en las múltiples funciones de la 
agricultura en el diseño de políticas agrarias y de desarrollo rural, está generando el 
riesgo de desaparición de la actividad agraria en aquellos sistemas que no alcanzan 
un nivel mínimo de competitividad de mercado, al considerarse solamente su fun-
42 UACh
Coordinadores: Miguel Ángel Sámano/Julio Baca del Moral
ción productiva e ignorarse el resto de costes y beneficios sociales asociados a dichos 
sistemas agrarios (Parra-López y Sayadi, 2009).
Multifuncionalidad y sistemas de producción: elementos para su 
aplicación en el contexto de una agricultura diversificada
La multifuncionalidad “es defendida principalmente por países europeos que re-
conocen y reivindican el carácter excepcional de la agricultura y ponen en duda 
la capacidad del mercado para regular el conjunto de la economía” (Bonnal et al., 
2003 p. 2). Sobre este punto, algunos autores han señalado que dico concepto ha 
sido desarrollado como un pretexto para rechazar y desviar el tema de los subsidios 
agrícolas (ver Swinbank, 2001).8
Por su parte, en América Latina, el desarrollo de la agricultura basado en el en-
foque de la Nueva Ruralidad,9 considera la dualidad de la agricultura (constituida 
por un sector agroempresarial concentrado y por un sector de agricultura familiar 
sobrepoblado) y del espacio rural; así como del aumento de la pobreza en zonas 
rurales (Bonnal et al., 2003 p. 7). Como elementos relevantes para gestionar inter-
venciones de políticas públicas, el enfoque en esta región corresponde entonces al 
desarrollo de territorios y espacios agrícolas. Como señala Rojas
El reconocimiento de las experiencias y percepciones agroambientales de las socieda-
des locales, le otorgan mayor solidez empírica a la identidad cultural de los territorios, 
en virtud de la íntima relación que existe entre la ruralidad y el manejo de los recursos 
naturales en los territorios rurales de la región. El concepto de espacio vivido de la 
geografía humanista amplía la visión de la identidad territorial, en tanto que valoriza 
el sentido de arraigo y pertenencia del lugar de los “otros”, los que propiamente 
construyen los territorios rurales a partir de sus prácticas colectivas. (2008 p. 14)
En este sentido –desde una perspectiva geográfica y de territorios rurales– podemos 
decir que las unidades de producción agrícolas en México son áreas geográficas pe-
8 Las nociones de multifuncionalidad de la agricultura y de Nueva Ruralidad, que surgieron de manera simultánea en 
Europa y en América Latina en 1990, coinciden en que ambas pretenden construir marcos renovados para la definición 
de políticas públicas en los sectores agrícola y rural (Bonnal et al., 2003 p. 1). Sin embargo, el concepto de multifuncio-
nalidad de la agricultura ha tenido mayor promoción a nivel mundial, fundamentalmente por organismos internacionales 
como fao (1999), ocde (2001).
9 La Nueva Ruralidad –corriente que surge de la teoría económica neoclásica para estudiar las externalidades del sistema de 
producción y crear métodos de valorización de bienes y servicios que no son medibles–,en su perspectiva latinoamericana, 
amplía el concepto de agricultura y las dimensiones de la ruralidad, por cuanto acentúa

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