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acentúan, por el contrario, el papel de los impulsos competitivos y la autoafirmación. Aminoran la relevancia del análisis de los sueños y los símb...

acentúan, por el contrario, el papel de los impulsos competitivos y la autoafirmación. Aminoran la relevancia del análisis de los sueños y los símbolos. Su práctica terapéutica, aunque todavía se denomina psicoanalítica, difiere sensiblemente de la freudiana, al incidir en el presente más que en el pasado y en las relaciones interpersonales más que en asuntos intrapersonales. Finalmente, no consideran primordial la asociación libre. Comentaremos a continuación las aportaciones de Sullivan, Horney y Fromm, los cuales si bien no fueron figuras capitales del Psicoanálisis han tenido, en cambio, una considerable influencia en el ámbito más amplio de la cultura. Harry Stack Sullivan nació en Norwich (Nueva York) y se formó en la orientación biológica de Adolph Meyer y en la teoría psicoanalítica. También recibió una influencia importante de la teoría del campo de K. Lewin, así como de científicos sociales como R. Benedict, Ch. Cooley, E. Sapir y M. Mead. Centró su atención en las relaciones interpersonales y elaboró una teoría de la personalidad original que es una síntesis de conceptos de procedencias muy diversas. Para él, la personalidad es el patrón relativamente persistente de situaciones interpersonales recurrentes que caracterizan una vida humana y considera que su análisis es inseparable de la vinculación del individuo con los demás. En cuanto a los propósitos humanos, señala dos tendencias motivacionales básicas relacionadas con la satisfacción y la seguridad. De la teoría de Freud tomó algunos aspectos de naturaleza dinámica, como la motivación inconsciente y los mecanismos de defensa, así como la interpretación de los sueños. Pero, como apunta Wolman (1975), difícilmente puede considerársele seguidor de Freud, pues descartó la mayoría de los conceptos y no utilizó ni siquiera la terminología freudiana. Sullivan ya había formulado la mayor parte de sus ideas fundamentales durante la década de 1920 y principios de la de 1930, es decir, años antes de que aparecieran en la escena americana K. Horney, F. Alexander, E. Erikson y E. Fromm. Ejerció una notable influencia sobre todos ellos y sobre la psiquiatría interpersonal y cultural (Tortosa, 1998). Karen Horney nació en Hamburgo. Tras graduarse en medicina ingresó en el Instituto Psicoanalítico de Berlín en 1920. Allí entró en contacto con la primera generación de psicoanalistas pero ya en aquella época, y bajo la influencia de Adler, se mostraba decepcionada de algunos de los principios freudianos. En 1933 F. Alexander la invitó a colaborar con él en el Instituto Psicoanalítico de Chicago en calidad de directora asociada. Dos años después se trasladó a Nueva Cork, pasó a ser miembro de la Sociedad Psicoanalítica de esta ciudad y fundó con Clara Thompson el Instituto Americano de Psicoanálisis. En 1939 publicaba su primer libro Nuevos caminos del Psicoanálisis (Tortosa, 1998). Horney se consideraba discípula de Freud. En realidad aceptaba ciertos principios fundamentales de la teoría freudiana de naturaleza más bien metodológica, como el principio de determinación, según el cual en la vida psíquica nada es casual, todos los procesos psíquicos están determinados de forma estricta, y el principio de la dinámica inconsciente. Sin embargo, desafió a Freud al negar puntos centrales de su teoría, entre ellos que la personalidad dependa de fuerzas instintivas, la importancia excesiva de la sexualidad y la validez general del complejo de Edipo. Según su teoría, la conducta humana se guía por dos principios fundamentales: la satisfacción y la seguridad. Lo que dice de la satisfacción se halla en la línea de las teorías de Freud y representa una nueva versión del principio freudiano del placer, pero el factor que considera más importante es la seguridad, una necesidad creada socialmente, ya que el hombre no puede gozar de la satisfacción de las necesidades a menos que se sienta libre de temores. En este punto de la seguridad, Horney, como Sullivan, se sitúa en la línea de la autorrealización y compensación contempladas en la teoría de Adler. Horney elabora un concepto general de neurosis que adopta varias modalidades o “tendencias neuróticas”. Una primera, se dirige hacia las personas, es la tendencia a la docilidad excesiva. Una segunda, se dirige contra las personas, es la tendencia a la hostilidad y la agresividad. Una tercera, se desarrolla al margen de las personas, es la tendencia a la soledad y el aislamiento. El rasgo común a las tres tendencias es la desadaptación social, la cual viene facilitada por determinados rasgos de personalidad. La neurosis es un resultado de la inseguridad y puede instalarse en la infancia cuando el niño o la niña se hallan privados de aceptación, lo que les produce una ansiedad básica. La neurosis consiste, básicamente, en una rigidez en las reacciones y una discrepancia entre las potencialidades y las realizaciones personales. El neurótico, para tratar de acallar sus conflictos internos, se crea una imagen de sí mismo artificial e irreal, lo que agota sus energías, que de otro modo irían dirigidas a la autorrealización personal. Erich Fromm nació también en Alemania. Durante los años 30, enseñó en el Instituto de Psicoanálisis de Frankfurt, su lugar de nacimiento, y colaboró en las investigaciones de la Escuela de Frankfurt donde tomó contacto con Marcuse, Adorno, Horkheimer y Walter Benjamin. Se plantea en su obra el objetivo de ayudar a los seres humanos a ser ellos mismos y a realizarse en una sociedad más justa. Desarrolló una actividad muy intensa y publicó más de veinte libros, algunos de ellos de gran impacto social, como El miedo a la libertad, Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, Ética y Psicoanálisis, entre otros, y numerosos artículos sobre los asuntos más diversos, desde el budismo al feminismo, desde la burocracia a los problemas de desarme. Como dice el historiador Roland Jaccard, pocos psicoanalistas han sido tan curiosos y tan sensibles al mundo exterior como él. Su teoría se enmarca en un tipo de neopsicoanálisis fuertemente influido por la sociología y la filosofía marxistas, que estimaba indispensables para un buen conocimiento del hombre como ser social. Progresivamente se fue alejando de la ortodoxia freudiana a la que reprochó, principalmente, no tener en cuenta los factores socioeconómicos como generadores de neurosis. En 1933, a partir del ascenso de Hitler al poder, emigró a los Estados Unidos donde prosiguió sus trabajos con Horney, Sullivan y Thomson, lo que le valdría ser considerado como un representante de la escuela culturalista o neofreudiana. Pero Fromm rehusó esta etiqueta, siempre prefirió considerarse a sí mismo como un “humanista dialéctico” (Tortosa, 1998). Criticó también la teoría de los impulsos de Freud sobre la base de las diferencias existentes entre el instinto de los seres humanos y el de los animales. Sólo los segundos despliegan una conducta totalmente instintiva. El desarrollo del ser humano tiene lugar de forma muy distinta: aprende, razona y su conducta resulta flexible y adaptable, con la libertad como máximo fin. Esta es la razón del optimismo sobre la naturaleza humana que caracteriza su orientación de raíz ética y filosófica. Fromm considera la neurosis como un mal uso o una huida de ese proyecto de libertad y distingue varios tipos de mecanismos neuróticos a partir de una serie de impulsos malsanos: el sadismo, el masoquismo, la destructividad y la conformidad automática. En su opinión, cuando una persona se aparta del objetivo de la libertad se encamina hacia estos tipos de ajuste existencial improductivo y se aleja del carácter productivo dirigido hacia el amor a los otros, la solidaridad y la creatividad. Wolman (1975) resume sus aportaciones a la teoría psicológica en cuatro puntos principales: (1) la utilización de la historia como área de investigación psicológica, (2) su teoría del carácter, (3) la interpretación ética de los hechos psicológicos, y (4) la orientación sociológica de los estudios psicológicos. 28.3.4. El Psicoanálisis hermenéutico El llamado Psicoanálisis hermenéutico pretende el retorno a Freud, por entender que es en el núcleo de la doctrina y de la técnica freudianas donde se halla el sentido de la hermenéutica o interpretación (Tortosa, 1998). De este modo, como apuntan entre otros Laplanche y Pontalis, el Psicoanálisis podría caracterizarse como una herramienta para la interpretación, es decir, para la puesta en evidencia del sentido latente de un material o mensaje. Los partidarios del enfoque hermenéutico vuelven a Freud para explicarlo y desarrollarlo, y dejan de lado la consideración del problemático estatus científico del Psicoanálisis, una cuestión que había interesado mucho a los psicólogos del yo. Haciéndose eco de las críticas

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Historia de la psicologìa
538 pag.

Psicologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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