La definición de inteligencia lingüística según Gardner (1983) es que se refiere a la capacidad involucrada en el lenguaje hablado y escrito, priorizando este último. Implica poseer conocimientos semánticos y sintácticos adecuados, así como sensibilidad a las connotaciones lingüísticas, usos del lenguaje y sonoridad. Algunos escritores consideran que la práctica es fundamental para adquirir y desarrollar estas habilidades, mientras que otros resaltan la importancia de la memoria en la acumulación de expresiones, ideas y términos a lo largo de las lecturas.
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