ganzl912 x u x * . RALF DAHRENDORF Doctor en Filosofía y profesor en el Instituto de Sociología de la Universidad del Sarre LAS CLASES SOCIALES Y SU CONFLICTO EN LA SOCIEDAD INDUSTRIAL cr ¿X Q_ cr S i c , - O | EDICIONES RIALP, S. A. M A D R I D , 1 9 6 2 r Título original Salíale Klassen und Klassenkonflikt irt der industriellen Gesethchafi (© 1957 Fcrdinand Enke, Verlag, Stuttgart.) Traducción de Manuel T royano de los Ríos Todos los derechos reservados para todos los países de habla castellana por EDICIONES RIALP, S. A.—Preciados. 44.—MADRID Depósito legal: M. 12353-62 Número de registro: 4747-62 «Se l e c c io n e s G rÁt k /le* — A vda, d e ! D r . F ed e rico R ublo 7 Gfld, 1 3 4 — M a p iu b A DAVID LOCKWOOD « y a los amigos comunes de los tiempos del “Seminario de la tarde de los / ue- ve?’ de la London School of Economías (1952-54). ' l i. P R E S E N T A C I O N - % Ralf Dahrendorf nació en Hamburgo el año 1929. Cursó sus pri meros estudios en Berlín, Waldsieversdorí y Hamburgo, viéndose es tos interrumpidos en 1944 al ser internado en un campo de concentra ción por formar parte de una asociación ilegal de estudiantes, la “Asociación de estudiantes universitarios de Alemania en pro de la libertad" De 1947 a 1952 estudia Filosofía y Filología clásica en la Univer sidad de Hamburgo obteniendo el grado de Doctor en Filosofía por su tesis El concepto de lo justo en el pensamiento de Carlos Marx. Una tesis sobre Trabajo no especializado en la industria británica le vale en 1954 el título de Doctor en Filosofía por la School of Eco- nomics de Londres. Con posterioridad desempeña el cargo de ayu dante de Sociología en la Universidad del Sane en Saarbrücken y en el curso 1957-58 es Fellow en el Center for Advanced Study in the Behavioral Sciences in Palo Alto de California. En 1958 es llamado como catedrático a la Academia para la Economía pública de Ham burgo y en 1960 invitado como profesor de Ciencias de Estado y So ciología a la Universidad de Columbía en Nueva York. Desde ese mismo año es catedrático de Sociología y Director del Seminario So ciológico en la Universidad de Tubinga. En unión de R. Aron y T. Bottomore. es Director del Centre Européen de Sociologie, con O PRESENTACION sede en París, Tubinga y Londres. Es también coeditor del “Europais- chen Archiv fíir Soziologie” y consejero de redacción del “American Journal of Sociology”, Entre sus principales obras están: Marx in Perspective (1953); Homo sociologicus (1959); Social- struktur des Betriebes (1959); Gesellschaft un Freiheit (1961). Ha publicado también numerosos artículos en revistas especiali zadas alemanas, inglesas y francesas. P R O L O G O * A mediados del siglo X X se halla el sociólogo en una situación poco agradable, pues mientras pretende sentar y afirmar los funda mentas de su ciencia, una opinión pública impaciente le exige, con apremio, soluciones de aplicación inmediata y de amplitud universal. Apenas transcurre un congreso de sociología sin que algún perio dista, por lo general indocto, defe de imputar al sociólogo falta de sentido de la realidad e incluso escasez de recursos científicos. ¿Cómo puede extrañar que en estas circunstancias más de un so ciólogo se viera impelido a lanzar moneda falsa? Quizá la> opinión pública no mereciera mejor trato, pero la falsa moneda causa perjui cios como los causan a la Sociología estas soluciones precipitadas y ambiciosas que desplazan la discusión sociológica de la esfera de la crítica científica, fértil en nuevas aportaciones, a la de la polémica estéril. Se hace, pues, preciso adoptar una actitud en este punto. Sin duda que, en cierta medida, el sociólogo es deudor de la so ciedad en que vive, mas su deuda sólo le obliga a elegir los objetos de su investigación de manera que los resultados de ésta—si llegara a ellos—puedan contribuir a que la sociedad logre una explicación sobre si misma y no a más. A l desenrollar sus teorías, métodos y técnicas de berá someterse el sociólogo, exclusivamente, a la ley de toda ciencia que le impone ser exacto y recorrer lentamente su camino, que si nirt- T 2 PROLOGO gún otro puede sustraerle, ninguna fuerza mágica podrá t(unpoco abre viarle. Inevitablemente, este camino le exigirá desviaciones y rodeos, ya que aqué' es largo y hasta su meta podrá ver defraudadas esperan zas propias y ajenas. Incluso es posible que alguien le muestre que el camino iniciado no es el auténtico. Mas cuando una opinión pública mal aconsejada no comprenda cuál es el camino de la ciencia y exija más, deberá mostrar el sociólogo el orgullo y la conciencia suficientes para anteponer su responsabilidad científica a un mal entendido deber para con la sociedad, al que anima, con frecuencia, el puro deseo de halagar. Hic Rhodus, hic salta! Parecen oportunas estas observaciones al iniciarse un trabajo cuyo tema es tan palpitante como son, por ahora, incompletas y modestas las soluciones ofrecidas. Se intenta aquí el ensayo de abordar un pro blema, desde hace tiempo descuidado, con elementos en parte nuevos y en parte revisados. Podrá extrañar a más de uno que se califique de descuidado un problema acerca del cual se incluyen, sólo en este tra bajo, unas 200 indicaciones bibliográficas, que fácilmente pudieran multiplicarse por dos o por diez. En realidad, la palabra “clase’7 es uno de los vocablos más usados en Sociología. Para mí no se trata, sin embargo, de la palabra, ya que no dudaría en sustituirla por otra mejor si la hallara. Por otra parte, será utilizada en el presente trabajo con menos frecuencia de lo que pudiera presumirse. Lo que interesa es una realidad, digna de ser me ditada, a saber: que ¡as estructuras sociales, a diferencia de la mayoría de las estructuras restantes, son capaces de producir por sí mismas los elementos que originan su superación y cambio. Las estructuras socia les no sólo son mutables, sino que crean por sí, de manera constante y sistemática, algunas de tas fuerzas determinantes de su transforma ción. Piénsese, especialmente, en determinados grupos, que al entrar en conflicto pueden originar el cambio de las instituciones y vedares existentes. En el curso de este trabajo se mostrará cómo estos grupos y los procesos a que contribuyen pueden interpretarse de manera teó rica y mostrarse en forma empírica. Creemos que ia asignación a este trabajo del titulo “Las clases sociales y el conflicto de clases” requiere una breve explicación. A i menos, un sociólogo relevante, Carlos Marx, empleó el concepto de clase en la misma acepción que aquí se adopta. No puede negarse que son escasos los que en este punto le han seguido. Poco más de una PROLOGO 13 docena de investigadores, si bien todos eminentes, que interpretan el problema de Marx y el que aquí se expone corno problema de clases, serán citados en el curso del presente trabajo. Por lo demás, hemos de adelantar que tanto los intentos de solución de Marx, como los de la mayoría de los sociólogos posteriores, son objeto de una crítica se vera, la que con frecuencia conduce a la conclusión de que tales in tentos carecen de agudeza y rigor e incluso de que son insostenibles y falsos. La inmensa mayoría de los sociólogos, desdf Lombart y Max Weber, ha relacionado el concepto de las clases con otras esferas de problemas, sobre todo con la de los sectores sociales. El que con la significación originaria del concepto parezca que ha caldo igualmente en el olvido el de su primer empleo, se debe a un lamentable con junto de circunstancias, mas ello no bastaría por sí solo para justifi car el intento de renovar simultáneamente ambos: problema y con cepto. Motivo más justificado lo ofrece el hecho de que para sustituir a un mal entendido concepto de clase disponga la moderna Sociología, y ello en todos los idiomas, de la palabra “sector” (Schichi), mientras que para el concepto de clase, en su interpretación adecuada, no se haya encontrado
Marcela Fernández
Desafio Subimos Juntos PASSEI DIRETO