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Módulo 3 Estratificación social y global 1 3 Estratificación social y global Dr. Pablo Sebastián Gómez 3.1 Desigualdades y estratificación social. El objetivo de este módulo es introducir al alumno en el estudio de la desigualdad y la estratificación social. Trabajaremos dos grandes temas: la desigualdad social en el interior de los países y la desigualdad social entre los países. Si bien ambas dimensiones de la desigualdad se encuentran profundamente entrelazadas, con fines pedagógicos las presentamos por separado. Para analizar la desigualdad social discutiremos tres grandes perspectivas: A) el análisis propuesto por el funcionalismo; B) el análisis de clases inspirado en los trabajos de Karl Marx; C) el análisis de clases inspirado en los trabajos de Max Weber. Para analizar la desigualdad global presentaremos dos perspectivas: a) la teoría de la modernización; b) la teoría de la dependencia. Antes de comenzar, te invitamos a que reflexiones sobre los siguientes interrogantes: ¿Por qué hay individuos que tienen más ingresos que otros? O de manera colectiva, ¿por qué grupos de individuos tienen más prestigio y riqueza que otros? ¿Todos los individuos tienen igual probabilidad de alcanzar los mismo niveles de riqueza, prestigio o poder en la sociedad? Si extrapolamos los interrogantes a escala global, las preguntas serían: ¿Por qué hay países con mayor nivel de riqueza que otros? ¿Son estos países más “desarrollados” que los otros? , ¿o se debe a pautas culturales? 2 Veamos ¿Por qué es importante la desigualdad? Fragmento extraído del Informe del Banco Mundial sobre Equidad y Desarrollo. Pensemos en dos niños sudafricanos nacidos el mismo día, en el año 2000. Nthabiseng es negra, hija de una familia pobre de un área rural de la provincia del Cabo Oriental, a unos 700 kilómetros de Ciudad del Cabo. Su madre no tuvo ninguna educación formal. Pieter es blanco, nacido en una familia acaudalada de Ciudad del Cabo. Su madre terminó estudios preuniversitarios en la prestigiosa Universidad Stellenbosch. El día de su nacimiento, difícilmente a Nthabiseng y Pieter se los habría podido responsabilizar por sus circunstancias familiares: su raza, los ingresos y la educación de sus padres, su ubicación rural o urbana, como tampoco por su sexo. Sin embargo, las estadísticas sugieren que esas variables predeterminadas marcarán una enorme diferencia en la vida que ellos lleven. Nthabiseng tiene el 7,2% de probabilidades de morir durante su primer año de vida; esto es, más del doble que Pieter, para quien esas probabilidades son del 3%. Pieter puede esperar llegar a los 68 años y Nthabiseng a los 50. Pieter puede tener una perspectiva de 12 años de educación formal y Nthabiseng menos de uno. Lo más probable es que a todo lo largo de su vida, Nthabiseng sea considerablemente más pobre que Pieter. Durante su crecimiento, es menos probable que ella tenga acceso a agua potable y servicios sanitarios, y a buenas escuelas. De manera que las oportunidades que estos niños tienen de desarrollar todo su potencial humano difieren inmensamente desde el principio, sin ninguna culpa de su parte. Tales disparidades de oportunidad se traducen en diferentes habilidades para contribuir al desarrollo de Sudáfrica. Es posible que la salud de Nthabiseng al nacer no haya sido tan buena, debido a una nutrición menos buena de su madre durante el embarazo. En virtud de su socialización de género, su ubicación geográfica y su acceso a instituciones educativas, Pieter tiene muchas más probabilidades de adquirir una educación que lo habilite para aprovechar al máximo sus talentos innatos. Incluso si a los 25 años, y en contra de todas las probabilidades, Nthabiseng lograra concebir una gran idea empresarial (por ejemplo, una innovación para incrementar la producción agrícola), a ella le sería mucho más difícil persuadir a un banco de hacerle un préstamo a una tasa de 3 interés razonable. Pieter, al tener una idea igualmente brillante. Incluso si a los 25 años, y en contra de todas las probabilidades, Nthabiseng lograra concebir una gran idea empresaria (digamos, sobre la forma de diseñar una versión mejorada de software prometedor), seguramente encontraría más fácil obtener crédito, gracias a tener un diploma preuniversitario y muy posiblemente bienes que le sirvan como garantía. Gracias a la transición de Sudáfrica hacia la democracia, Nthabiseng puede votar y, de ese modo, influir indirectamente en la política de su gobierno, cosa que el apartheid les negaba a los negros. Pero el legado de desigualdad de oportunidades y de poder político del apartheid permanecerá durante algún tiempo. El camino a recorrer desde semejante cambio político (fundamental) hasta cambios en las condiciones económicas y sociales, es largo. (Ferreira et al., 2006, p. 1). La introducción sobre la dispar situación de vida de los dos niños en Sudáfrica nos lleva a reflexionar sobre las desigualdades sociales y sus consecuencias. Todos en alguna medida hemos sido testigos, en el transcurso de nuestra vida, de algún tipo de desigualdad social, independientemente del lugar en el cual habitemos. Es precisamente el encuentro con la desigualdad el punto de inicio de esta sección. De manera específica, en el campo de la sociología, los padres fundadores intentaron de una u otra manera explicar las causas y los efectos que provocan las desigualdades. En todas las sociedades existe algún tipo de desigualdad, es decir, un sistema de estratificación social que hace posible que categorías enteras de personas se ubiquen en diferentes posiciones en la estructura social, y como consecuencia de esto, obtengan: dinero, poder y prestigio. También debemos agregar que toda estructura de desigualdad tiene algún tipo de sistema simbólico que explica por qué hay una distribución asimétrica de los recursos sociales. Para hablar de este tipo de desigualdad, los sociólogos (Macionis & Plumer, 2007) se refieren a la estratificación social como la clasificación o jerarquización de los individuos según la categoría a la que pertenecen (o se les asignan). Para Crompton (1997), la expresión de estratificación social es un concepto general que describe estas estructuras de desigualdad. En las sociedades preindustriales la estratificación social se consideró un fenómeno “natural”. Si las desigualdades eran consideradas una 4 cuestión natural de las sociedades, no era necesario investigarlas en términos sociales. Es decir, la naturalidad implicaba que se derivaban de una estructura establecida por algún orden divino. Sin embargo, como señala Crompton (1997), progresivamente los cambios operados por las revoluciones industriales y la llegada de la Modernidad implicaron una crítica a los sistemas tradicionales de creencias que habían explicado y legitimado las desigualdades materiales. Frente a la idea de que los seres humanos son desiguales por naturaleza o por alguna causa divina, se desarrolló el argumento de que los seres humanos son iguales, no desiguales. Este es precisamente el punto de partida de la reflexión sociológica sobre la desigualdad. Crompton (1997) se cuestiona: si la igualdad es la condición natural de los seres humanos, ¿cómo se explican y justifican las desigualdades persistentes?, ¿por qué algunos individuos dominan a otros? Estas preguntas son de varios órdenes, como problemas de teoría social y política. Sin embargo, nosotros trataremos de responderlos de manera sociológica. En el plano de la teoría política, los teóricos del “contrato social” ofrecieron las primeras respuestas (Crompton, 1997). Thomas Hobbes (1588-1679), postulaba que la vida de las personas en un supuesto estado de naturaleza era peligrosa, brutal y corta, era una continua guerra del hombre contra el hombrecomo señaló en su conocida frase. La solución que existió para este problema del orden era que todas las personas se sometieran al Estado, ya que era el ente que garantizaba el orden en la sociedad. John Locke (1632-1704), por su parte, afirmó que la autoridad del Estado es la que mejor podría garantizar los derechos naturales a la vida, la libertad y la propiedad. Otro teórico, Jean Jacques Rousseau (1712-1778), postuló una conocida frase: el hombre nació libre, y en todas partes se le encuentra encadenado. Según Rousseau, la libertad absoluta es inalcanzable, pero afirmaba que la democracia directa, expresada por medio de la voluntad general proporcionaba la mayor protección al individuo. En el siglo XVIII se establecieron los fundamentos del argumento de que todos los ciudadanos tenían derechos políticos, tal como se expresa en el voto universal y las instituciones democráticas. Ante este panorama, debemos recordar los eventos que dieron origen a la reflexión sociológica en Europa: la Revolución Industrial y la Revolución Francesa. Estos profundos cambios sociales, como el fin de una sociedad con características tradicionales y el desarrollo del 5 capitalismo industrial, provocaron un énfasis en la racionalidad del orden social moderno. Es decir, la racionalidad, el cálculo racional –y no las normas de la costumbre–, se constituyeron como el principio a través del cual la conducta económica debía guiar a las sociedades capitalistas en desarrollo. Los procesos de expansión de los mercados y las transformaciones de los procesos de producción también implicaron la erosión de los derechos consuetudinarios en el dominio del comercio y la manufactura. Es decir, los cambios políticos que crearon al individuo formalmente libre también dieron paso al trabajador sin tierra que tenía el derecho de vender lo único que poseía: su fuerza de trabajo. El trabajo, en este contexto, se transformó en una mercancía. La importancia de las revoluciones inglesa y francesa fue central y de una magnitud considerable, ya que aquellas provocaron la transición al capitalismo industrial. Esa es la nueva sociedad que estaba emergiendo con sus nuevas desigualdades y a la cual los primeros sociólogos intentaron explicar. Marx consideraba el desarrollo de la historia humana como una consecuencia de los conflictos económicos y no solamente políticos. La desigualdad era el resultado del acceso diferencial a los medios de producción y a lo que se producía. A diferencia de los teóricos del contrato social, para Marx el Estado era inseparable del poder económico, y el individuo soberano era tan solo una condición necesaria del modo de producción capitalista para poder perdurar; es decir, coexistían la igualdad política (todos, normativamente, eran considerados como iguales) con las desigualdades materiales. En este contexto, el hecho de que hayan existido diferentes retribuciones, producto de un sistema dominante de producción, era un hecho no político, solo económico. Según Crompton (1997), el desarrollo del capitalismo industrial fue el elemento principal de la transición a la Modernidad. La idea de modernidad describe no sólo el desarrollo del industrialismo, sino también los correspondientes modos de vigilancia y regulación de la población de los Estados Nacionales; éstos han sido identificados como una de las formas sociales características del paso hacia la Modernidad. La Modernidad se caracteriza también por el desarrollo de organizaciones, es decir, de sistemas reflexivamente controlados que tienen la capacidad de actuar sobre el mundo social. 6 Estas aclaraciones son válidas debido a que en este módulo haremos referencia específica a las clases sociales y éstas son un fenómeno centralmente moderno. En el mundo moderno, la clase social estructura un sistema de desigualdades diferente al de las sociedades tradicionales en donde las desigualdades eran consideradas adscriptas o naturales (como, por ejemplo, las de los estados feudales o las desigualdades definidas religiosamente, las de género y la raza). Es por esta razón que la clase es un excelente punto de partida para analizar los sistemas contemporáneos de estratificación. Claro que esta centralidad de la clase, como mecanismo de estructuración de las desigualdades, no quiere decir que las formas de distinción y diferenciación social previas desaparecieran sin dejar rastro. En efecto, muchas desigualdades relacionadas a la edad, el género y la raza, persisten. Como indicamos anteriormente, gran parte de la reflexión clásica de la sociología se originó teniendo como punto de partida las profundas transformaciones operadas en Europa. Macionis y Plumer (2014) señalan que hay cuatro características esenciales de la estratificación: a. La estratificación social es una característica de la sociedad en su conjunto y no de algunos de sus miembros considerados individualmente. b. El sistema de estratificación social (desigualdades) se perpetúa de generación en generación. En todas las sociedades, existe la probabilidad (alta o baja, dependiendo de la sociedad en cuestión y del momento histórico) de que los padres transmitan a sus hijos la posición social que ocupan, aunque en las sociedades modernas existe movilidad social. Como dijimos al terminar el módulo 1, estas cuestiones plantean una serie de interrogantes sobre el lugar que tuvieron nuestras sociedades latinoamericanas en este proceso. ¿Qué piensas tú al respecto? 7 b) El estudio de la movilidad social de las personas es un tema con una gran tradición en la sociología. En su definición más simple, podemos decir que la movilidad social es un cambio en la posición que el individuo ocupa en la estructura social. En este cambio se considera el análisis de los patrones intergeneracionales de transmisión de la posición social. En función del cambio, la movilidad puede ser ascendente, descendente u horizontal. Un ejemplo de movilidad social ascendente sería el de una persona nacida en un hogar con bajos niveles de educación e ingresos que logra acceder a estudios universitarios, mayores ingresos y ocupaciones con mayor prestigio. c) La estratificación es una constante histórica, pero sus especificidades varían de sociedad a sociedad. Es decir, en todas las sociedades existió siempre algún tipo de diferenciación, pero el sentido y el grado han sido diferentes. Pensemos en el ejemplo de las sociedades primitivas, donde un factor de desigualdad podía ser el sexo o la edad de sus miembros. Con el surgimiento del capitalismo y en la era moderna asistimos a una complejización de los factores de desigualdad. d) La estratificación social no es sólo una cuestión de desigualdad, sino también de cultura social, y está relacionada con el sistema de creencias de los individuos. Esto quiere decir que no solo hay una distribución diferencial de los recursos, sino también una explicación cultural y social que define y justifica la desigualdad. Las explicaciones sobre el porqué de la desigualdad también han variado a lo largo de la historia. Como señalan Macionis y Plumer (2007), de manera general podemos definir tres macro-sistemas de estratificación: esclavitud, sistema de castas y las clases sociales. Estos grandes sistemas se pueden analizar, además, en función de los tipos de sistemas sociales: ya sean sistemas cerrados, caracterizados por la poca o nula movilidad social, o sistemas abiertos que permiten una movilidad social mayor. Esclavitud Es una forma de diferenciación y desigualdad que se basa en el derecho de propiedad que un grupo de individuos ejerce sobre otro grupo. Las personas devienen en cosas que pueden ser compradas o 8 vendidas. En América Latina, la explotación de la fuerza de trabajo esclava,de origen africano, fue una práctica generalizada en toda la región: desde de las islas del Caribe y las más productivas zonas del Brasil, hasta las actuales Honduras, Panamá, Costa Rica, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y, en menor medida, México y el Rio de la Plata (Gruner, 2010). Podemos acordar con Giddens (2010) que la esclavitud es la forma más extrema de desigualdad, donde unos individuos son propietarios de otros. Esta condición legal de posesión de los esclavos presentaba variaciones según el tipo de sociedad. Algunas veces los esclavos eran privados de todos sus derechos legales, como en el sur de Estados Unidos, y en otros casos su posición era parecida a la de un sirviente. La historia de la esclavitud es extensa y merecería un apartado específico. Sin embargo, queremos dejar claro que fue una forma de estructuración de la desigualdad con particulares características. Si hacemos un poco de historia, en los siglos XVIII y XIX los esclavos fueron utilizados casi exclusivamente como trabajadores en las plantaciones o como sirvientes domésticos en Estados Unidos, Sudamérica y las Antillas. Ya en la Atenas clásica estaban presentes en diversos lugares y algunas veces tenían posiciones de responsabilidad, aunque se los excluía de los puestos políticos y militares; inclusive, algunos sabían leer y escribir, trabajaban como administradores del gobierno y muchos eran artesanos (Giddens, 2010). Estas situaciones extremas de desigualdad producían que no pocas veces existieran rebeliones de los esclavos. Para citar tan solo dos ejemplos ampliamente conocidos en la historia de América Latina, podemos hacer referencia a las revueltas en Haití y los múltiples levantamientos en Brasil. La Revolución Haitiana tuvo su origen en el estallido de una sublevación de esclavos durante la noche del 22 al 23 de agosto de 1791. Como señala Manigat (2009), la revuelta podría analizarse como un episodio más de los conflictos que generaba el sistema esclavista – como las fugas, los suicidios y otros hechos constantes en todo el sistema de esclavitud implementado en América- entre la población negra. Considerando esa perspectiva, el autor señala que los acontecimientos de la Revolución Haitiana representan el enfrentamiento clásico entre grupos sociales por mantener el status quo. Sin embargo, esta revolución inaugura un ciclo de independencias 9 en América Latina y el Caribe con una triple connotación: problematiza la idea de libertad en relación con la surgida en el Siglo de la Luces; promueve la edificación de un Estado negro anticolonial y antiesclavista, en el contexto de un gobierno colonial francés en la región; y, finalmente, provoca el enfrentamiento contra una potencia imperial con saldo positivo para los esclavos (Manigat, 2009). La centralidad de la esclavitud, como institución fundamental de la organización del sistema capitalista, es destacada por Gruner (2010). Según este autor se hace imposible pensar la expansión del sistema capitalista fuera de Europa en el siglo XIX sin analizar la esclavitud. Esta red de compra y venta de seres humanos entre los tres continentes (Europa, América y África) fue un componente decisivo de la historia contemporánea: esta explotación favoreció el crecimiento económico, de la industria textil, la naviera y del comercio internacional. La importancia de la Revolución Haitiana radica, según Gruner (2010), en el hecho de que se produce allí la primera revolución de América Latina mientras la expansión del sistema capitalista estaba en su apogeo. Haití, se encontraba el margen de la revolución francesa: la igualdad, fraternidad y solidaridad no se aplicaban para los habitantes de la isla. Los debates sobre la esclavitud en América Latina son amplios, y aunque no profundizaremos aquí el tema, sí queremos destacar que fue una modalidad de estratificación social que tuvo profundos efectos sobre las sociedades contemporáneas. Sistema de castas Es una forma de estratificación social basada en características adscriptivas de las personas. El sistema de castas es característico de la India y deriva del hinduismo. Allí, el lugar que ocupan las personas en el espacio social está organizado en función del lugar en donde nacen y de su ocupación. En el escalón más bajo se encuentran los dalits (conocidos como los intocables) y en el nivel más alto los brahames (conocidos como los sacerdotes). 10 Crompton (1997) señala que las desigualdades sociales en este sistema se derivan de una estructura de la sociedad establecida por la divinidad. En este sistema, el lugar en la jerarquía social está ligado a la pureza religiosa. El argumento es que las castas inferiores contaminan a las superiores, y por eso hay una serie de restricciones que se aplican a los individuos de las castas bajas y a sus familias. En esta situación, el sistema de castas se superpone (aunque no totalmente) con la estructura de la desigualdad. El argumento de Crompton (1997) es que si consideramos que hay sistemas ideológicos que justifican las desigualdades, aquí debemos hacer referencia a dos conceptos religiosos: el kharma y el dharma. El karma implica que las personas nacen en una determinada casta y que eso es lo que merecen de acuerdo a las acciones que han llevado a cabo en una vida anterior. El dharma, que significa “existir conforme a lo que es moral”, enseña que vivir la vida presente de acuerdo con las normas genera como resultado el posterior renacimiento en una casta superior y, por lo tanto, una progresión última en el sistema de castas. De esta manera, las desigualdades de las castas, como la posibilidad de cambio social en el futuro, tienen una estrecha relación con las verdades religiosas universales y se sitúan más allá de un examen sociológico. Es decir, encontramos explicaciones de un orden divino que son interpretadas parte del orden natural de las cosas. Por otra parte, este sistema social es cerrado, de modo que cuando aparece en su forma más pura, el destino social del individuo no tiene posibilidades de ser modificado. Hay cuatro características principales del sistema de castas: 1) Las castas suelen ir asociadas a una ocupación específica, de modo que los hijos generalmente desempeñan el mismo trabajo que sus padres. 2) El matrimonio con individuos de otra casta es prácticamente impensable (matrimonios endogámicos). 3) La pertenencia a una casta determina la vida cotidiana en la medida en que los individuos solo se relacionan con los individuos de su propia casta. Esto está amparado bajo ciertas creencias religiosas que establecen que el contacto con castas inferiores, por ejemplo, “contamina” a las castas superiores. 4) Por último, y como cuestión más importante, los sistemas de castas se apoyan en fuertes creencias culturales. Según la 11 cultura y las tradiciones, se entiende que es un mandato moral aceptar la posición social que a uno le ha tocado. Debemos hacer referencia a que el sistema de castas es extremadamente elaborado y complejo, y que muchas veces su estructura varía en cada zona de la India; es decir, no constituye un sistema homogéneo, sino una diversidad de creencias y prácticas, muchas veces difusamente conectadas. Sociedad de clases Seguramente has escuchado la expresión “clase social” en varias oportunidades y con diferentes connotaciones: desde a través de los medios de comunicación, que hacen constante referencia al concepto, hasta en conversaciones con amigos y familiares. Para algunos, la clase hace referencia a estilos de vida y particulares gustos (“tener clase”); para otros, tiene que ver con el estatus social. En el discurso político muchas veces se hace referencia a los impuestos aplicados a “la clase alta”, cuando en realidad se quiere decir “impuestos aplicados a las personasque poseen altos ingresos”. Dada la gran diversidad que existe, en esta sección vamos a avanzar sólo lo necesario como para entender el concepto desde una perspectiva sociológica y quitarle cierta ambigüedad que lo rodea en el discurso cotidiano. Sin embargo, debemos señalar que, inclusive en el ámbito sociológico, el concepto es objeto de diferentes definiciones según la tradición teórica. Históricamente, el sistema capitalista erosionó los sistemas feudales y de esclavitud y provocó su transformación en un sistema de clases. En teoría, este sistema se basa en las capacidades y logros personales. Se supone, además, que es más abierto, de modo que los individuos, a través del sistema educativo o por otros mecanismos, pueden experimentar algún tipo de movilidad social con relación a la posición que ocupan sus padres; sin embargo, esto no siempre ocurre. Nos detendremos a detallar las explicaciones que la sociología da a este sistema, ya que se trata del modelo que organiza el tipo de sociedad en la cual vivimos. Giddens (2010) señala cuatro elementos centrales que distinguen este sistema de estratificación de los otros: 12 1) A diferencia de los otros sistemas de desigualdad, las clases sociales no se establecen por disposiciones jurídicas o religiosas, y la pertenencia a ellas no se basa en una posición heredada, que se haya determinado legalmente o por la costumbre. Lo habitual es que los sistemas de clase sean más fluidos que los restantes tipos de estratificación y que los límites entre las clases no estén nunca claros. Además, no hay restricciones formales aplicadas al matrimonio entre personas de distintas clases. La pregunta que nosotros agregamos a este aspecto es: ¿cuál es la distancia que existe entre la igualdad normativa y la igualdad social real? Gran parte de la investigación sociológica sobre este interrogante demuestra que muchas veces existen grandes brechas entre la igualdad que tenemos todos en el plano jurídico y la igualdad social que realmente experimentamos y en la cual estamos inscriptos. 2) En teoría, la clase a la que pertenece un individuo es en parte adquirida, es decir, no está totalmente determinada por el nacimiento, como es común en otros tipos de estratificación. Sin embargo, nosotros preguntamos: ¿hasta qué punto la clase puede modificarse en el transcurso de vida de un individuo? 3) Las clases se basan en las diferencias económicas que existen entre los grupos de individuos y en las desigualdades en la posesión y control de los recursos materiales. En los otros sistemas de estratificación, los factores no económicos, tales como la influencia de la religión en las castas indias, suelen ser mucho más importantes. 4) En los otros sistemas de estratificación, las desigualdades se expresan principalmente en relaciones personales basadas en el deber o la obligación, ya sea entre siervo y señor, esclavo y amo, o individuos de una casta inferior o superior. Por el contrario, los sistemas de clases operan principalmente mediante conexiones impersonales a gran escala. Por ejemplo, una de las bases fundamentales de las diferencias de clase se halla en las desigualdades de salario y de condiciones de trabajo que afectan a todas las personas de una categoría ocupacional específica, como resultado de las circunstancias económicas derivadas del conjunto de la economía como totalidad. Uno de los corolarios de este sistema es que existen 13 derechos universales que no dependen de la posición social de los individuos: en principio, la igualdad ante la ley es central. ¿Qué es la igualdad de oportunidades? El resultado final de la vida de una persona, en sus muchas dimensiones, debe reflejar principalmente los esfuerzos y talentos de esa persona, no sus antecedentes de nacimiento. Las circunstancias predeterminadas –género, raza, lugar de nacimiento, orígenes familiares– y el grupo social en el que nazca la persona, no deben contribuir a determinar si ella ha de tener éxito económica, social y políticamente. (…) El principio de igualdad de oportunidades es conceptualmente simple: las circunstancias en el momento del nacimiento no deben tener ningún peso en las oportunidades que una persona tenga en la vida. (…) Las desigualdades como tales podrían no ser una gran preocupación si los resultados finales variaran por razones que tuvieran que ver principalmente con los esfuerzos individuales. (Ferreira et al., 2006, p. 13 y 20). La ideología como justificación de los sistemas de estratificación Observando la desigualdad social que existe en nuestras sociedades, podemos preguntarnos: ¿cómo se mantienen esas desigualdades?, o ¿por qué la gente tolera las desigualdades? Una de las razones para el mantenimiento y la reproducción de las desigualdades sociales es la ideología. Ideología: definida como un conjunto de creencias culturales que sirven para justificar la estratificación social, entre otras cosas. Las creencias que refuerzan la dominación de una minoría privilegiada sobre la mayoría de la población son ideologías. 14 Desde sus comienzos, la sociología intentó dar respuesta a la pregunta sobre las causas de las desigualdades; el eje de análisis fue el estudio de quién obtiene qué y porqué. Los padres fundadores de la sociología, Marx, Weber y Durkheim, estructuraron diferentes paradigmas explicativos, con diferentes marcos analíticos, para comprender por qué existen las diferencias sociales. Al respecto, nos detendremos nuevamente sobre el análisis de la sociedad de clases, de modo de profundizarlo. Según Wright (2005), existen básicamente tres perspectivas para analizar la desigualdad en las sociedades capitalistas: a) La perspectiva centrada en el individuo. Bajo este enfoque, la posición económica del individuo es analizada como el resultado del nivel de éxito personal (algo que es un fenómeno puramente individual). Este “éxito” de los individuos está determinado por factores como: educación, trasfondo familiar, motivaciones, conexiones personales (capital social). Así, la persona que es pobre lo es porque ha tenido un déficit en los atributos relevantes, mientras que la persona que es rica ha tenido ventajas en los mismos atributos. Lo importante es destacar que en este tipo de explicación no hay relaciones sociales entre una y otra persona como factor explicativo. Los grados de desigualdad están definidos en función de la inequidad de estos atributos; es decir, podemos entender la posición de los individuos en el espacio social analizando su “trayectorias” (y estas son puramente individuales). b) y c) El análisis de clases a partir de otras dos tradiciones: weberiana y marxista1, adopta, en cambio, una versión diferente para entender la desigualdad social. En vez de analizar y focalizar la atención sobre el proceso por el cual los individuos están ordenados en posiciones, el análisis de clases analiza las relaciones entre las posiciones. Es decir, ambas tradiciones tienen en cuenta los patrones de desigualdad como resultado de conexiones causales entre las posiciones. En el análisis marxista la relación de interdependencia es pensada también en términos de explotación como un mecanismo causal que genera desigualdad. 1 Hablamos de tradición “weberiana” porque se hace referencia al esquema teórico propuesto por Max Weber., y de tradición “marxista” porque se hace referencia al esquema teórico propuesto por Karl Marx. 15 En el primer caso –perspectiva centrada en el individuo- estamos hablando de enfoques gradacionales (como el de la vulnerabilidad o algunos enfoques de clases sociales), y en el segundo –enfoque marxista y weberiano-, de perspectivas relacionales (Gómez, 2009). 3.2 Enfoques clásicos para el estudio dela estratificación social y de las clases sociales. El análisis propuesto por el funcionalismo Una de las perspectivas gradacionales tradicionales es la perspectiva del funcionalismo. Dentro del funcionalismo se entiende que la desigualdad social juega un papel crucial para el correcto funcionamiento de las sociedades. En una de las explicaciones clásicas de la desigualdad social, Davis y Moore (1942; 1945) postulan que la estratificación social tiene resultados positivos para la sociedad en su conjunto y se preguntan: ¿cómo explicar que en todas las sociedades que conocemos existan desigualdades? ¿Por qué la desigualdad es un fenómeno universal? La respuesta que dan estos sociólogos es que en toda sociedad compleja o moderna existe la división del trabajo, y que esta implica que hay una gran variedad de ocupaciones diferentes que requieren habilidades y niveles de preparación distintos (ciertos trabajos son más simples y otros son más complejos; pensemos, por ejemplo, en un abogado o en una persona que realiza tareas de limpieza). Para Davis y Moore, hay una división social del trabajo, y esta es una “necesidad funcional” para el correcto funcionamiento de la sociedad. Como señala Laurin-Frenette (1976), esta perspectiva postula que la estratificación se define como un sistema de desigualdades o de diferencias de prestigio y de estimación entre los miembros de un sistema social. Esas diferencias en el prestigio a los diversos individuos, corresponden a las diferencias entre las posiciones que éstos ocupan en la estructura social. Toda sociedad debe asegurarse de que las 16 tareas y funciones necesarias para su supervivencia y su buen funcionamiento sean adecuadamente cubiertas, es decir, que las funciones sociales: a) sean ejercidas; b) que sean ejercidas por los que se encuentran en condiciones de hacerlo; y c) que éstos las cumplan del mejor modo posible. Esto implica que la sociedad debe encontrar un medio eficaz para atribuir a sus miembros las diversas tareas y funciones, y motivarlos para que las cumplan convenientemente. El cumplimiento de ese objetivo se logra a través de la institucionalización de un sistema de estratificación social: el establecimiento de un sistema estable de “recompensas” que sirvan como incentivos para el cumplimiento de las diversas funciones, así como de mecanismos que aseguren la distribución de tales recompensas entre los titulares de las diversas posiciones. El sistema de distribución de las recompensas forma parte del sistema social (sociedad): las recompensas que tienen los individuos están vinculadas a las diferentes posiciones que ocupan en relación a títulos, requisitos previos, y privilegios necesarios para el cumplimiento de las tareas correspondientes a esa posición. Esto está en correspondencia con la satisfacción y la motivación del individuo que ocupa dicha posición. Las recompensas que percibe el individuo en cada posición son de tres tipos: a) las que contribuyen al confort y al bienestar del individuo; b) las que contribuyen a su placer y a su entretenimiento; c) las que acrecientan el respeto y la estima que tiene de sí mismo. Todas las recompensas son manifestaciones de estima y de prestigio porque son concedidas al individuo por la colectividad como reconocimiento por la contribución que realiza, a través de la posición que ocupa, a la supervivencia y al funcionamiento del sistema social. Para Davis y Moore (1942; 1945), el salario o los ingresos que corresponden a una posición social no son la fuente del status de esa posición, sino que, por el contrario, son el status o el prestigio de la posición los que implican unos ingresos determinados. Es decir, debido a que la posición tiene determinado status o prestigio es que se 17 obtiene un determinado salario. Así, la posición de un individuo en la jerarquía del prestigio y de la estima resulta una manifestación social de su valor personal, pues se le recompensa según sus aptitudes para cumplir adecuadamente una función y según la eficacia que desarrolla en dicho cumplimiento. Notemos, valga la redundancia, que el eje clave de estos autores es concebir a la sociedad como un sistema social donde cada individuo cumple una función social. Siguiendo con el argumento de estos autores, se postula que el valor personal del individuo debe coincidir con su valor para el sistema social y, de una manera general, la jerarquía de las cualidades personales debe coincidir con la jerarquía de las funciones y con la del prestigio social asociado a ellas. La función de la estratificación es la de asegurar dicha coincidencia; justamente por ello la desigualdad social institucionalizada puede ser definida como un mecanismo establecido por las sociedades con la finalidad de garantizar que las posiciones importantes serán cubiertas por los individuos más competentes. El corolario de este argumento es el siguiente: las ocupaciones que requieren una mayor calificación son las más necesarias para mantener viable una sociedad y, por lo tanto, se necesita recompensar de alguna forma a aquellos que parecen dispuestos a invertir tiempo y dinero en adquirir los conocimientos necesarios para ejercer esas profesiones. Si queremos que la sociedad funcione, tenemos que ofrecer recompensas desiguales, acordes a los méritos de cada persona. La tesis de estos sociólogos se basa, entonces, en la meritocracia, idea que postula que solo puede haber desigualdades en función de los esfuerzos y méritos desiguales de las personas. Así, se premia el desarrollo del talento individual y la sociedad debe garantizar la igualdad de oportunidades procurando que los beneficios y recompensas no se distribuyan de modo uniforme. Davis y Moore (1942; 1945), dan el ejemplo de la profesión médica, la cual exige una formación larga, costosa y difícil; que tiene un status elevado y, por consiguiente, altos ingresos y otros privilegios apreciables. 18 En principio, esta parece una explicación bastante simple del fenómeno de la desigualdad y es criticada fuertemente por el paradigma de las clases sociales que desarrollaremos a continuación. Para introducir el próximo paradigma, podemos preguntarnos: ¿Todos los individuos tienen el mismo punto de partida para llegar a determinadas posiciones? ¿Cuáles son las desigualdades estructurales en las cuáles están insertos los individuos? Análisis de clase El análisis de clases se basa en una concepción relacional de la sociedad. Este tipo de análisis se inspira en los trabajos de Karl Marx y Max Weber. En un artículo clásico, Emirbayer (1997) postula que los sociólogos enfrentan un dilema central: concebir el mundo social conformado por sustancias o por procesos, por cosas estáticas o por relaciones dinámicas. Los enfoques marxista y weberiano de las clases sociales son perspectivas relacionales porque conciben al mundo social como conformado por procesos y relaciones entre las clases sociales. En esta introducción consideraremos a la clase social como una manifestación de la Modernidad; es decir, que constituye una característica de los sistemas modernos de estratificación, de las sociedades industriales, en contraposición a estructuras tradicionales de desigualdad (caracterizadas por la adscripción o el orden “natural”). Según Marx, existen principalmente dos clases que se pueden diferenciar en función de la posición que ocupan en la esfera económica: la de los propietarios de los medios de producción y la de los trabajadores (proletarios). El análisis de clases inspirado en Marx Los conceptos de clases sociales, relaciones de clase o luchas de clases son centrales en la obra de Marx y podemos decir que son claves para 19 gran parte del marxismo como cuerpo de pensamiento. Sin embargo, y paradójicamente,Marx murió justo antes de redactar el capítulo dedicado a las clases sociales en su obra culmine El Capital2 (1867). Como señalan Duek e Inda (2007), a pesar de que los conceptos de clase social y lucha de clase son centrales en la teoría de Marx, él no los formuló con la misma sistematicidad que se ocupó de otros temas. Por esta razón, el concepto de clase social en Marx debe reconstruirse a partir del conjunto de su obra. Duek e Inda (2007) acertadamente apuntan que desde la antigüedad hasta el siglo XIX diversos pensadores hablaban de la existencia de clases y las describían; veían que la sociedad se dividía siempre en ricos y pobres, en nobles y plebeyos, en libres y no libres, pero no podían explicarse las causas de esta desigualdad. El aporte decisivo de Marx, por lo tanto, no fue descubrir la existencia de las clases, sino proporcionar una explicación científica de la estructura y dinámica de las clases sociales. Para Giddens (1994, 2010) el argumento de Marx es que la clase es un grupo de personas que tienen una relación común con los medios de producción. Si pensamos en términos históricos, antes de la aparición de la industria moderna los medios de producción consistían primordialmente en la tierra y los instrumentos que servían para cultivarla o para cuidar el ganado. Por lo tanto, en estas sociedades preindustriales las dos clases fundamentales eran: por un lado, quienes poseían la tierra (los aristócratas, la nobleza y los dueños de los esclavos) y, por otro lado, lo que se dedicaban a hacerla producir (los siervos, los esclavos y los campesinos libres). En las sociedades industriales modernas, las fábricas, las oficinas y la maquinaria, así como la riqueza o el capital necesarios para obtenerlas, se hicieron más importantes. Entonces, las dos clases principales son la de quienes poseen estos nuevos medios de producción (los industriales o los capitalistas) y la de aquéllos que se ganan la vida vendiéndoles su fuerza de trabajo (la clase obrera o, en términos de Marx, el “proletariado”). Según Marx, entonces, las clases sociales están determinadas por el proceso de producción. Esto quiere decir que las dos grandes clases 2En el capítulo 52 de la sección séptima del volumen III de El Capital, con el título “Las clases”, Marx empieza a redactar la sección destinada al análisis de las clases sociales, pero no logra terminarla. 20 fundamentales están fundadas en las relaciones de los individuos con los medios de producción: los propietarios de los medios de producción (burgueses) y aquellos individuos que tienen que vender su fuerza de trabajo para subsistir (proletarios). Esta estructura profunda de la desigualdad es lo que explica gran parte de la dinámica social. Como dijimos anteriormente, al tratarse de una perspectiva relacional se asume que existen relaciones entre las clases sociales y que éstas son de explotación. Siguiendo con el argumento propuesto por el sociólogo inglés Giddens (2010), en todos los momentos históricos existieron relaciones de clase y de explotación. En las sociedades feudales la explotación tomó la forma de una transferencia directa y simple desde lo que producía el campesinado hacia la aristocracia. Es decir, los siervos estaban obligados a dar una cierta parte de su producción al señor feudal o tenían que trabajar un determinado número de días al mes en las tierras de éste. En las sociedades capitalistas modernas, en cambio, la explotación es más sutil. El argumento clásico de Marx es que en un día de trabajo de los trabajadores producen más de lo que el empresario necesita para recuperar el salario que les paga. Ese excedente es el origen de las ganancias que los capitalistas utilizan para aumentar su beneficio. Como podemos observar en el fragmento del Manifiesto del Partido Comunista, que puedes leer más abajo, en toda la historia existió alguna forma de explotación de una clase sobre la otra. Sin embargo, según Marx, el desarrollo de la industria moderna provocó que la riqueza y acumulación que se producían fueran mucho mayores. El trabajador, según Marx, está sometido a la mecanización y a la opresión; un ejemplo clásico de esto es el del operario que tiene que realizar durante muchas horas la misma tarea rutinaria. Debemos recordar en este punto que Marx escribió en la época de los comienzos del capitalismo. Burgueses y proletarios Hasta nuestros días, la historia de la humanidad, ha sido una historia de luchas de clases. Véase el fragmento de Tiempos Modernos, de Chaplin, en el video temático N2, de este módulo. 21 Libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores feudales y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, siempre frente a frente, enfrentados en una lucha ininterrumpida, unas veces encubierta, y otras franca y directa, en una lucha que conduce siempre, a la transformación revolucionaria de la sociedad o al exterminio de ambas clases beligerantes. Desde el principio de la historia, nos encontramos siempre la sociedad dividida en estamentos, dentro de cada uno de los cuales hay a su vez, una nueva jerarquía social con grados y posiciones. En la Roma antigua eran los patricios, los équites, los plebeyos, los esclavos. En la edad media eran los señores feudales, los vasallos, los maestros, los oficiales de los gremios, los siervos de la gleba. Y dentro de cada una de estas clases, nos encontramos también con matices internos. La moderna sociedad burguesa, que ha surgido de las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho, sólo ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha; que han venido a sustituir a las antiguas. Nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos de clase. Hoy y cada vez más abiertamente, toda la sociedad tiende a separarse, en dos grandes grupos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado. De los siervos de la gleba de la edad media, surgieron los villanos de las primeras ciudades, y estos villanos fueron el germen, de donde brotaron los primeros elementos de la burguesía. El descubrimiento de América o la circunnavegación de África, abrieron nuevos horizontes e imprimieron nuevo impulso a la ascendente burguesía. El mercado de la China y de las indias orientales, la colonización de América, el intercambio comercial con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en general; dieron al comercio, a la navegación, a la industria; un empuje jamás conocido, atizando con ello el elemento revolucionario, que se escondía en el seno de la sociedad feudal ya en descomposición. (Marx y Engels, 2005, p. 8-10). Hasta aquí, presentamos de manera esquemática las ideas de las clases sociales de Marx. Según esta forma simple de comprender la 22 desigualdad, la elite capitalista no sólo extrae riqueza y todo tipo de recursos de la esfera económica, sino también, las instituciones políticas y legales garantizan que las desigualdades sociales se reproduzcan generación tras generación, es decir, que se reproduzca la estructura de clases. Las leyes hereditarias permiten la reproducción de las dinastías financieras y empresariales, y el sistema educativo permite que los más afortunados estudien en universidades de prestigio donde pueden establecer vínculos privilegiados. Ahora bien, podemos preguntarnos ¿por qué no ha habido una revolución proletaria en las sociedades capitalistas? De hecho, el sistema capitalista sigue en pie. Para responder a este interrogante, se pueden argumentar al menos los siguientes fenómenos (Macionis & Plumer, 2007): 1) La fragmentación de la clase capitalista: hace un siglolas propiedades eran solo de unas pocas familias, mientras que ahora existe el crecimiento de una mayor cantidad de propietarios, como así también el crecimiento de una clase gerencial. 2) Trabajadores de cuello blanco, azul y rosa: la mayor parte de las personas que constituían la clase obrera cuando Marx escribió eran trabajadores del campo, cuyas ocupaciones eran bajo prestigio y solo requerían el uso de habilidades manuales. Hoy, en cambio, existen empleos de mayor prestigio que requieren el desempeño de habilidades mentales. En algunos países (como Estados Unidos, por ejemplo) un trabajador de “cuello blanco” es una persona que se dedica a actividades profesionales, gerenciales o administrativas; generalmente, éstas se realizan en oficinas. El trabajador de “cuello azul”, por otra parte, es una persona de clase trabajadora que se encarga de tareas manuales, como por ejemplo: la minería, saneamiento, trabajo de custodios, campo petrolífero, construcción, mecánica, mantenimiento, almacenamiento y otros tipos de trabajos fundamentalmente físicos. Finalmente, los trabajadores de “cuello rosa” son caracterizados por la interacción con clientes, entretenimiento, ventas u otros trabajos orientados a servicios. 3) Mejora en las relaciones laborales: se puede argumentar que en la actualidad los trabajadores tienen más recursos 23 organizativos en relación a los que tenían hace un siglo. Para determinados autores, es la propia clase obrera la que tiene una capacidad de acción que le permite provocar cambios en el sistema capitalista, de manera independiente del Estado y los partidos políticos. Uno de los grandes cambios en este plano es el surgimiento de los sindicatos. 4) Mayor protección legal: desde los tiempos de Marx ha habido una mejora en la legislación que protege a los trabajadores. Sin embargo, podemos postular como argumentos a favor de Marx que: 1) la riqueza sigue estando concentrada; 2) las ocupaciones de “cuello blanco” apenas ofrecen mejoras a los trabajadores; 3) el progreso sindical requiere luchas sociales; 4) el sistema legal sigue favoreciendo a la gente de altos ingresos. Análisis de clase inspirado en Max Weber Según Max Weber (1864-1920), las divisiones de clases sociales no obedecen sólo a la esfera de la producción económica, es decir, al control o no de los medios de producción, como postulaba Marx. Para Weber, existen factores fundamentales fuera y dentro de la economía, como los valores, por ejemplo, que pueden ser relevantes para explicar la desigualdad social. Como estudiamos en el módulo 1, la dimensión de la religión o los valores que había inculcado la ética protestante pueden explicar el nacimiento del capitalismo, además de la variable económica. Pero la adherencia a este tipo de argumento no implica que Max Weber no creyera que la variable económica era relevante, sino que pensaba en un esquema multicausal de surgimiento del capitalismo. Según Giddens (2010), Weber coincide con Marx en que la clase se basa en condiciones económicas objetivas. Sin embargo, hay dos diferencias fundamentales: en primer lugar, postula que en su formación también son importantes otros factores económicos, aparte 24 de los reconocidos por Marx. Por ejemplo, para Weber, las divisiones de clase se derivan no sólo del control o no de los medios de producción, sino también de diferencias que no son estrictamente económicas. Estas formas de diferenciación son los conocimientos técnicos y las credenciales o las calificaciones que influyen en el tipo de trabajo que las personas pueden obtener. Es decir, los profesionales y directivos ganan más y tienen mejores condiciones de trabajo que, por ejemplo, las personas de “cuello azul”; sus credenciales educativas les otorgan mayor capital en el mercado. A su vez, dentro de la clase de los trabajadores que realizan tareas manuales, los artesanos calificados pueden asegurarse salarios más altos que los que tienen poca o ninguna calificación. En segundo lugar, Weber distingue otros dos aspectos básicos de la estratificación, además de la clase. A uno lo denomina estatus y a otro partido. Así, para Weber la desigualdad social se produce por la interacción de tres dimensiones: 1) desigualdad económica, denominada como posición de clase (esfera económica); 2) desigualdad en relación al prestigio social (esfera social); 3) desigualdad en relación al poder (esfera política). A su vez, Weber tiene otra visión de la estratificación: una perspectiva multidimensional de la estratificación (Marx, por el contrario, pensaba que el poder y el prestigio social se derivaban de la posición económica, por lo que no veía vio razón para estudiar esas dimensiones por separado). Status Según Weber, el status hace referencia a las diferencias que existen entre dos grupos en cuanto a la reputación o prestigio que les conceden los demás. Es decir, hay grupos que tienen posiciones privilegiadas y que son reconocidos por su gran prestigio en una determinada sociedad; los médicos son un ejemplo de éstos. Desde la perspectiva de Duek e Inda (2006), el status representa la distribución del poder social. De acuerdo con esto, el poder social es el 25 cimiento de la formación de estamentos o grupos de status jerarquizados, así como el poder económico lo es de la formación de clases. Las divisiones estamentales de la sociedad no tienen que ver con diferencias económicas, de posición en los mercados de bienes y de trabajo, sino que hacen referencia a diferencias sociales, es decir, de prestigio, status u honor. Es así, que la distribución del poder social o prestigio en una comunidad configura un orden estamental. Giddens (2010), por su parte, señala que aunque la clase está dada de forma objetiva, la posición depende de la evaluación subjetiva que tengan las personas sobre las diferencias sociales. Partido Como señala Giddens (2010), Weber plantea que en las sociedades modernas la formación de partidos es un aspecto importante del poder y puede influir en la estratificación, con independencia de la clase y de la posición. El partido define a un grupo de individuos que trabajan conjuntamente porque tienen orígenes, aspiraciones o intereses comunes. Como señalamos anteriormente, Marx entendía que la clase social explicaba las diferencias de status y la organización en partidos políticos; Weber, en cambio, argumentaba que ninguno de esos procesos podía reducirse a las divisiones de clase (aunque claramente se veían influidos por ellas, y a su vez la posición y la organización de los partidos podían influir en las circunstancias económicas de los individuos y de los grupos, afectando la clase). De tal modo, Weber observaba que los partidos podían estar basados en preocupaciones que excedían las diferencias de clase, como los orígenes religiosos o los ideales nacionalistas. Veamos un ejemplo: una persona que adhiere a la teoría marxista puede explicar en términos de clase los conflictos entre católicos y protestantes en el norte de Irlanda, puesto que hay más católicos en trabajos de clase obrera que protestantes. Un weberiano, en cambio, opinaría que tal explicación es ineficaz, porque también hay muchos protestantes que proceden de la clase trabajadora. Los partidos a los 26 que las personas se afilian son la expresión tanto de las diferencias religiosas como de las de clase. Coincidimos con Giddens (2010) en que los escritos de Weber sobre la estratificación son importantes porque, además de la clase, muestran otras dimensiones del fenómeno que tienen una gran influencia en las vidas de las personas. Algunos sociólogos sostienen que el esquema de Weber ofrece una base más flexible y compleja para el análisis de la estratificación que el proporcionadopor Marx: entendiendo la desigualdad desde esta perspectiva multidimensional, ya no es posible hablar de una sociedad polarizada en dos clases sociales. Ambos esquemas de clase y la explicación funcionalista tienen en la actualidad defensores y detractores, por lo que el debate continúa. Lo que queremos destacar es que sociólogos contemporáneos sofisticaron sus marcos teóricos y metodologías para explicar las desigualdades en la sociedad actual. En esa dirección, podemos establecer que hay perspectivas neomarxistas, neoweberianas y neofuncionalistas. Estas discusiones muchas veces adquirieron matices cuando los sociólogos intentaron aplicar las categorías generales a la situación en América Latina. ¿Cuál es la relación entre la inteligencia y la desigualdad? Para seguir pensando, leamos un fragmento de una intervención realizada por Bourdieu en el marco del coloquio realizado por el Movimiento contra el Racismo y la Amistad entre los Pueblos (MRAP), en 1978, titulado El racismo de la inteligencia. Para leer el fragmento completo, consultar la bibliografía complementaria, Bourdieu, 1978, p. 67-71. Comienza diciendo: Quisiera decir, en primer lugar, que hay que tener presente que no hay un racismo, sino racismos: hay tantos racismos como grupos que tienen la necesidad de justificarse por exis- 27 tir como existen, constituyendo esto la función invariante de los racismos. Me parece muy importante centrar el análisis en las formas de racismo que son sin duda las más sutiles, las más irreconocibles y, por tanto, las menos denunciadas, quizá porque los denunciadores habituales del racismo poseen algunas de las propiedades que inclinan a esta forma de racismo. Me refiero al racismo de la inteligencia. El racismo de la inteligencia es un racismo de clase dominante que se distingue por una multitud de propiedades de lo que se designa habitualmente como racismo, es decir, el racismo pequeñoburgués, que constituye el objetivo central de la mayoría de las críticas clásicas del racismo, empezando por las más vigorosas, como la de Sartre. Este racismo es propio de una clase dominante cuya re- producción depende, en parte, de la transmisión del capital cultural, capital heredado que tiene la propiedad de ser un capital incorporado y, por tanto, aparentemente natural, innato. El racismo de la inteligencia es lo que utilizan los dominantes con el fin de producir una «teodicea de su propio privilegio», como dice Weber, es decir, una justificación del orden social que dominan. Es lo que hace que los dominantes se sientan justificados de existir como dominantes, que se sientan de una esencia superior. Todo racismo es un esencialismo y el racismo de la inteligencia es la forma de sociodicea, característica de una clase dominante cuyo poder se basa en parte en la posesión de títulos que, como los títulos escolares, se consideran garantía de inteligencia y que han suplantado en muchas sociedades, incluso para el acceso a las posiciones de poder económico, a los antiguos títulos, tales como los títulos de propiedad o los títulos nobiliarios. (Bourdieu, 1978, pp. 67-71). 28 3.3 Los sistemas mundiales. América Latina en el mundo. Fuente: CEPALSTAT en: http://estadisticas.cepal.org/ Último acceso: 14/01/2015. http://estadisticas.cepal.org/ 29 Así como cada país presenta en su interior profundas disparidades sociales, a escala planetaria también existen desigualdades entre los países. En el recuadro inicial de este módulo (pp. 2-3) incluimos un ejemplo de las diferencias que encontramos entre las oportunidades que tienen dos personas que viven en África del Sur. Sin embargo, las asimetrías en el acceso a oportunidades son mucho más pronunciadas si consideramos las diferencias en el interior de los países. Veamos la situación de Sven, un niño nacido en un hogar sueco promedio. La situación de Sven Sus posibilidades de morir durante el primer año de vida son mínimas (0,3%) y su esperanza de vida es de 80 años, esto es, 12 años más que Pieter y 30 más que Nthabiseng. Sus probabilidades de educación son de 11,4 años –5 más que el sudafricano promedio. A estas diferencias en años de escolaridad se suman diferencias de calidad: en octavo grado, Sven normalmente obtendrá un puntaje de 500 en una prueba de matemáticas internacionalmente comparable, mientras que el estudiante sudafricano promedio no obtendrá más que 264 puntos –más de dos desviaciones estándar por debajo de la mediana de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Lo más probable es que Nthabiseng nunca llegue a ese grado y, por tanto, nunca presentará esa prueba. (Ferreira et al., 2006, p. 1). La pregunta inicial que podemos hacernos es: El punto de partida de esta sección será reflexionar sobre la situación social y económica de América Latina. Los interrogantes que nos movilizan son amplios; por ejemplo: ¿existen diferencias estructurales entre América Latina y el resto del mundo desarrollado, o se trata más ¿Qué categorías utilizamos para referirnos a las desigualdades a nivel global?, o bien ¿qué indicadores nos sirven para medir las desigualdades? 30 bien de grados de desarrollo? ¿Nuestra situación se debe a que la Modernidad (de la que hablamos en el primer módulo) no se implementó de manera exitosa, o porque nuestra Modernidad tuvo características específicas? Estas preguntas también nos llevan a interrogarnos sobre el lugar que ocupa América Latina en el contexto global. Una inicial categorización de la ubicación de América Latina en el contexto mundial fue la que propuso el economista francés, Alfred Sauvey, en 1952 (Sauvy, 1952). Según él, el concepto de “tercer mundo” designaba a los países que no pertenecían a ninguno de los bloques enfrentados en la Guerra Fría: el bloque occidental (Estados Unidos, Europa Occidental, Japón, Canadá, Corea del Sur, Australia y aliados) pertenecía al primer mundo; el bloque comunista (Unión Soviética, Europa Oriental, China) pertenecía al segundo mundo. Uno de los rasgos esenciales del segundo mundo es que eran sociedades con economías de planificación centralizadas, que concedían un papel pequeño a la propiedad privada o la competencia entre las empresas. La Unión Soviética tenía una forma muy característica de organización social, política y económica; fundamentalmente, era una comunidad compuesta por diferentes grupos nacionales y culturas. Rusia era el mayor de ellos y el ruso, el idioma oficial de la unión; sin embargo, también se hablaban otras muchas lenguas, como letón, alemán, árabe o georgiano (Giddens, 2010). En ese contexto, América Latina pertenecía al “tercer mundo”. Sin embargo, esta inicial forma de categorizar a los países actualmente está en desuso porque los países del bloque socialista han desarticulado muchas de las políticas de aquel momento histórico; además, porque implica un criterio esencialmente político para estratificar a los países. Otra manera de categorizar es aquella que los divide en “países en vías de desarrollo” y “países desarrollados”, considerando que los países que se encuentran en vías de desarrollo están de alguna manera en una etapa de transición desde un estado de subdesarrollo a otro de pleno desarrollo económico; por el contrario, hay ciertos países que ya han alcanzado niveles plenos y óptimos de desarrollo económico. El Banco Mundial utiliza una clasificación de los países según los ingresos. Esta clasificación se basa en el ingreso nacional bruto (INB) per cápita. En base a su INB per cápita, cada economía se clasifica 31 como de ingreso bajo, ingreso mediano (que se subdivide en mediano bajo y mediano alto) o ingreso alto. También se utilizan otros grupos analíticos que se basan en regiones geográficas. ¿Qué es el Ingreso NacionalBruto y el Producto Interno Bruto de un país? El producto interno bruto es la variable más conocida y utilizada para analizar el desempeño de las economías. Sin embargo, no es la que mejor refleja la cantidad de recursos con que cuentan los residentes de un país para gastar o destinar a ahorro. Esto es así porque no todos los recursos que se generan internamente permanecen en el país, sino que parte de ellos se transfiere al exterior por concepto de remuneración de los factores de producción de propiedad de residentes en el resto del mundo, tales como los pagos de intereses por las deudas contraídas y las remesas de utilidades de las empresas extranjeras radicadas en el país. De igual modo, los residentes de un país determinado reciben recursos por concepto de remuneración de los factores radicados en el resto del mundo. Por este motivo, y desde la perspectiva de las cuentas nacionales, cobra relevancia la diferenciación de los conceptos de ingreso interno e ingreso nacional. Medido a precios corrientes, el ingreso interno bruto de un país es igual al producto interno bruto y corresponde a la sumatoria de los ingresos generados en la actividad productiva de los sectores residentes. Al sumar a este ingreso interno bruto los pagos netos de factores mencionados en el párrafo anterior, se obtiene el ingreso nacional bruto. Dadas las características de las economías de los países de América Latina y los montos registrados por concepto de estos pagos, la diferencia entre el comportamiento del ingreso interno bruto y del ingreso nacional bruto ha sido, en determinados momentos, apreciable. Adicionalmente, en los últimos años ha ganado importancia en muchos países de América Latina la recepción de recursos correspondientes a remesas de dinero que los trabajadores emigrantes realizan a sus familias. Estos son recursos que, aunque se generan en otro país y por lo tanto no están incluidos en el cálculo del PIB, forman parte de las disponibilidades de los residentes para solventar los gastos en los que deben incurrir, o alternativamente, destinar al ahorro. Al sumar estos recursos al ingreso nacional se obtiene entonces el ingreso nacional bruto disponible. Dadas las magnitudes de los montos registrados por concepto de transferencias corrientes netas recibidas del resto del mundo 32 en los últimos años, la diferencia entre los conceptos de ingreso interno bruto, ingreso nacional bruto e ingreso nacional bruto disponible adquieren, para algunos países, gran relevancia. (Kacef, 2008, p. 11-12). ¿Lo sabías? De los 6.000 millones de personas que viven en el mundo, más de 1.200 millones viven con menos de US$1 por día y otros 2.000 millones de personas viven apenas un poco mejor. Alrededor del 60% de las personas que viven con menos de US$1 por día viven en Asia oriental y en África al sur del Sahara. En los países de ingreso alto, los agricultores -- hombres y mujeres-- constituyen menos del 6% de la fuerza laboral, mientras que en el conjunto de los países de ingreso bajo y mediano representan casi el 60% de todos los trabajadores. A los países en desarrollo les corresponde casi US$1 de cada US$4 que ganan los países industriales con sus exportaciones. (Grupo del Banco Mundial, s.f., http://goo.gl/LSNdjl último acceso: 23/01/2015) El dato en común que encontramos en las diferentes categorizaciones de los países es que vivimos en un mundo profundamente desigual. Según el Informe sobre el desarrollo mundial 2006: Equidad y Desarrollo, del Banco Mundial (Ferreira et al., 2006), estas desigualdades se traducen en extraordinarias asimetrías de oportunidades, tanto dentro de las fronteras nacionales como entre los países. En el informe se agrega que incluso la misma oportunidad básica de la vida está distribuida en forma muy desigual; por ejemplo: mientras que menos de la mitad del 1% de los niños nacidos en Suecia muere antes de cumplir el primer año, casi el 15% de todos los nacidos en Mozambique no lo consigue. En el Salvador, la tasa de mortalidad infantil es del 2% en el caso de los niños nacidos de madres con cierto nivel de instrucción, y del 10% si sus madres carecen de formación. En Eritrea, la cobertura de la inmunización es próxima al 100% en los niños del quinto más rico de la población, pero sólo del 50% en el quinto más pobre. http://goo.gl/LSNdjl 33 Fuente: CEPALSTAT http://estadisticas.cepal.org/ Último acceso 14/01/2015 Seguramente tú debes conocer otras modalidades para categorizar a los distintos países y te invitamos a que reflexiones al respecto. Lo que queremos destacar en esta breve introducción es que los diferentes conceptos que usamos para referirnos al lugar que ocupa América http://estadisticas.cepal.org/ 34 Latina en el escenario mundial no son neutros; por el contrario, implican una carga conceptual que intentaremos deslindar en esta sección. Para analizar la desigualdad a escala global, la sociología (específicamente, la reflexión sociológica latinoamericana) dio varias explicaciones. En esta sección discutiremos las primeras teorías que intentaron dar cuenta de la situación de desarrollo, subdesarrollo y desigualdad en la región: la teoría de la modernización y la teoría de la dependencia. Teorías de la modernización A partir de la década del cincuenta se produce un cambio en la orientación de la sociología latinoamericana, dando origen a lo que se denominó la sociología “científica” (Fuentes, 2006; Solari, Franco, & Jutkowitz, 1976). La sociología científica fue un movimiento de renovación contra una situación que en ese momento era percibida como negativa para el desarrollo de la ciencia social en la región. La crítica apuntaba al supuesto atraso teórico y metodológico en el que se encontraba la sociología a comienzos de la década de 1940 y la escasa investigación empírica. El blanco de las críticas de esta corriente fue lo que se consideraba que era “precientífico”, “premoderno” y “presociológico”. Esta primera etapa en la sociología latinoamericana, caracterizada como de los pensadores, tenía al ensayo como principal medio de comunicación. Los llamados pensadores, según indicaron Solari, Franco y Jutkowitz (1976), eran los intelectuales de América Latina que centraron su preocupación en lo social y lo político, y cuyo rasgo central era interpretar la realidad social para luego transformarla. Los aportes de la sociología científica inician una renovación de la disciplina, sus concepciones, metodología y de la forma de concebir la relación realidad-transformación. En ese momento histórico, se reconocía que la sociología tenía una larga tradición en América Latina, pero esto era al mismo tiempo un obstáculo y un apoyo para el objetivo de establecer una ciencia empírica. Solari et al. (1976) plantean que Gino Germani (uno de los iniciadores de lo que se conoció como sociología científica) señaló que, por un lado, la sociología latinoamericana era un apoyo porque es una 35 tradición de “realismo social” en la región, es un esfuerzo por comprender la realidad latinoamericana; y, por otro, era un obstáculo porque creó una sociología académica estéril y anquilosada, que no otorga valor a la investigación empírica. La sociología científica tuvo uno de sus mayores exponentes en la teoría de la modernización. Solari y sus colaboradores (1976) indican que uno de los postulados centrales de la teoría de la modernización es que en la actualidad la sociedad se encuentra “en transición”, y el proceso de desarrollo económico supone un estado inicial y un estado final. Por lo tanto, se entiende que culmina con el paso de una sociedad “tradicional” a una “desarrollada”. El estado final se corresponde empíricamente con el de las sociedades actualmente desarrolladas. La teoría de la modernización concibe, entonces, al desarrollo comola adopción de pautas de comportamiento, actitudes y valores identificados con la racionalidad económica moderna, caracterizada por la búsqueda y obtención de la máxima productividad y ganancia. También identifica los posibles obstáculos que pueden surgir en la plena implantación de la Modernidad, y define los instrumentos de intervención capaces de resolver y alcanzar los resultados deseados en el sentido de aproximar a cada sociedad y nación ese modelo teórico de sociedad. Fuentes (2006) postula que el supuesto fundamental de la teoría de la modernización es la existencia de tipos ideales (en el sentido weberiano) en extremos de un proceso evolutivo: la transición de la sociedad tradicional hacia la sociedad moderna. Se presupone que las sociedades avanzan desde un extremo de un continuo hacia otro extremo. Las sociedades latinoamericanas se encuentran, de acuerdo con esto, subdesarrolladas porque tienen características tradicionales que les impiden ser plenamente modernas. Es decir, la sociedad actual es una “sociedad en transición”. El proceso de desarrollo económico supone un estado inicial y un estado final y los sociólogos que trabajan en esta orientación lo conciben como el tránsito de una sociedad “tradicional” a una sociedad “desarrollada”. Según Solari y sus colaboradores (1976), inclusive cuando no se utiliza de manera expresa ningún modelo construido, ninguna tipología, el referente empírico (la sociedad a la cual deberíamos llegar) son las sociedades más desarrolladas. Esta tipología es claramente dicotómica 36 y los autores reconocen esta simplificación tan solo con fines analíticos, pero están de acuerdo en que entre los dos extremos, es decir, en la etapa de transición, cabe distinguir una multiplicidad de formas; aunque, de todos modos, siempre conduce a ese estado final. Así también, tanto el estado final como el inicial son tipos extremos que asumen, en las sociedades reales, formas sumamente variadas. El rasgo fundamental del tipo de sociedad industrial moderna es el que se considera en el concepto de secularización, el cual designa un proceso compuesto por tres tipos de cambios continuos (Solari et al., 1976): a) cambios de la estructura normativa predominante, en términos de que los individuos se ven cada vez menos constreñidos a actuar según las formas estrictamente preestablecidas, multiplicándose las situaciones en que pueden optar lícitamente entre diversas alternativas (es el pasaje de la acción prescriptiva a la electiva); b) de la institucionalización de lo tradicional se pasa a la institucionalización del cambio, se legitima la innovación, etcétera; c) especialización creciente de las instituciones y surgimiento de sistemas valorativos específicos y relativamente autónomos para cada espera institucional. Así, si en la sociedad tradicional la familia era la institución en el seno de la cual ocurrían todos los sucesos de la vida de sus miembros (en tanto que además de la relación de parentesco encontraban allí su lugar de trabajo, por ser una unidad económica, y aprendían y adquirían habilidades para el desempeño de oficios, etc.), en la sociedad moderna las unidades económico-ocupacionales en las que discurre la vida laboral de sus miembros se distinguen de la familia y se constituyen de hombres no ligados por lazos de parentesco, cuya educación se realiza en el marco de las escuelas, etcétera, en donde las actividades económicas, educacionales y demás se tornan relativamente autónomas. Es decir, la sociedad industrial moderna se caracteriza por la vigencia creciente de opciones, la constante división y especialización del trabajo, la aceptación y valoración creciente del cambio y la transformación. En tal marco, la secularización del conocimiento, la 37 tecnología y la economía conducen al empleo cada vez mayor de fuentes energéticas de alto potencial y a la maximización de la eficiencia en la producción de bienes y servicios. La ideas de Whalt Rostow, economista estadounidense, sintetizan los postulados de la teoría de la modernización. Según indica Valencia (2005), fue Rostow quien mejor expresó esta teoría del desarrollo, la cual dominó el pensamiento de las décadas de los cincuenta y sesenta. Sintetizamos las ideas de Rostow en función de los trabajos de Preston (1999) y Valencia (2005): 1) La situación inicial es la sociedad tradicional. La característica de esta sociedad es la de una estructura con funciones de producción limitadas y con un desarrollo científico también rudimentario. Esto no significa que la sociedad tradicional fuese totalmente estática. Sin embargo, la falta de ciencia y tecnología modernas puso límites a su modo de organización. Rostow caracteriza esta sociedad tradicional en función de su base agrícola, su forma de gobierno basada en el clan y la mentalidad fatalista. 2) La segunda etapa del proceso, siguiendo con el argumento esbozado en el trabajo de Preston (1999), tiene que establecer condiciones previas para el despegue hacia el crecimiento autosostenido. El ejemplo que se da es Europa Occidental a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, cuando la sociedad medieval se desintegra, la ciencia moderna crece y el comercio se desarrolla. En tal período histórico comienza el proceso de rehacer la sociedad tradicional. 3) La tercera etapa se vuelve “normal”. Rostow, sostiene que el despegue implica la superación de los viejos bloques y resistencias al crecimiento. Hay enclaves limitados de actividad moderna que finalmente se expanden y llegan a dominar el conjunto de la sociedad. En una década o dos la estructura básica de la economía se transforma de tal manera que hay una tasa constante de crecimiento que puede ser sostenida regularmente. El impulso inicial se deriva del avance tecnológico y de la formación del capital 38 social fijo. El país que ejemplifica este proceso de despegue es la Inglaterra de finales del siglo XVIII y principios del XIX. Para Valencia (2005), el despegue de algunos países de América Latina como Brasil, México, Chile o Argentina puede situarse es este período, porque coinciden (a grosso modo) con el proceso de industrialización por sustitución de importaciones que dejó atrás a la vieja economía primario- exportadora. Aunque no la desmanteló, sino que la refuncionalizó en el contexto de la expansión del capitalismo. 4) En la cuarta etapa hay un período largo de progreso y, como consecuencia de esto, las industrias avanzan, maduran y se estabilizan; sucede una etapa de buen ajuste a los mecanismos sociales e institucionales: con el tiempo se establecen una economía y una sociedad maduras que se basan en la absorción de nuevas tecnologías generadas internamente. Se pasa de una situación donde una proporción del ingreso nacional se invertía en importaciones a una inversión y la sustitución de las mismas. Esto permite la producción masiva de mercancías destinadas a la exportación a otros países. 5) La quinta etapa, es el período de consumo masivo; los sectores principales se apartan de las industrias pesadas hacia el abastecimiento de bienes de consumo duraderos y servicios en el mercado de consumo. La sociedad ha efectuado el tan buscado cambio hacia una modernización. Si bien en este momento histórico hay diferentes teorías del desarrollo, según Valencia (2005) el denominador común puede sintetizarse en dos postulados que influirán las ciencias sociales hasta nuestros días; sobre todo, en la metodología para comparar sociedades industriales desarrolladas y sociedades subdesarrolladas y dependientes. Los puntos en común son los siguientes: a) El subdesarrollo es una etapa previa y necesaria para alcanzar un capitalismo pleno. El corolario de esta tesis es que hay un continuum en un proceso lineal de desarrollo, donde es
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