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Módulo 3 
Estratificación 
social y global 
 
 
1 
 
3 Estratificación 
social y global 
Dr. Pablo Sebastián Gómez 
3.1 Desigualdades y estratificación 
social. 
El objetivo de este módulo es introducir al alumno en el estudio de la 
desigualdad y la estratificación social. Trabajaremos dos grandes 
temas: la desigualdad social en el interior de los países y la desigualdad 
social entre los países. Si bien ambas dimensiones de la desigualdad se 
encuentran profundamente entrelazadas, con fines pedagógicos las 
presentamos por separado. 
Para analizar la desigualdad social discutiremos tres grandes 
perspectivas: 
A) el análisis propuesto por el funcionalismo; 
B) el análisis de clases inspirado en los trabajos de Karl Marx; 
C) el análisis de clases inspirado en los trabajos de Max Weber. 
Para analizar la desigualdad global presentaremos dos perspectivas: 
a) la teoría de la modernización; 
b) la teoría de la dependencia. 
Antes de comenzar, te invitamos a que reflexiones sobre los 
siguientes interrogantes: 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
¿Por qué hay individuos que tienen más ingresos que otros? O de 
manera colectiva, ¿por qué grupos de individuos tienen más 
prestigio y riqueza que otros? ¿Todos los individuos tienen igual 
probabilidad de alcanzar los mismo niveles de riqueza, prestigio o 
poder en la sociedad? 
 
Si extrapolamos los interrogantes a escala global, las preguntas 
serían: ¿Por qué hay países con mayor nivel de riqueza que otros? 
¿Son estos países más “desarrollados” que los otros? , ¿o se debe a 
pautas culturales? 
 
 
2 
 
Veamos ¿Por qué es importante la desigualdad? Fragmento extraído 
del Informe del Banco Mundial sobre Equidad y Desarrollo. 
 
Pensemos en dos niños sudafricanos nacidos el mismo día, 
en el año 2000. Nthabiseng es negra, hija de una familia 
pobre de un área rural de la provincia del Cabo Oriental, a 
unos 700 kilómetros de Ciudad del Cabo. Su madre no tuvo 
ninguna educación formal. Pieter es blanco, nacido en una 
familia acaudalada de Ciudad del Cabo. Su madre terminó 
estudios preuniversitarios en la prestigiosa Universidad 
Stellenbosch. 
 
El día de su nacimiento, difícilmente a Nthabiseng y Pieter se 
los habría podido responsabilizar por sus circunstancias 
familiares: su raza, los ingresos y la educación de sus padres, 
su ubicación rural o urbana, como tampoco por su sexo. Sin 
embargo, las estadísticas sugieren que esas variables 
predeterminadas marcarán una enorme diferencia en la vida 
que ellos lleven. Nthabiseng tiene el 7,2% de probabilidades 
de morir durante su primer año de vida; esto es, más del 
doble que Pieter, para quien esas probabilidades son del 3%. 
Pieter puede esperar llegar a los 68 años y Nthabiseng a los 
50. Pieter puede tener una perspectiva de 12 años de 
educación formal y Nthabiseng menos de uno. 
 
Lo más probable es que a todo lo largo de su vida, 
Nthabiseng sea considerablemente más pobre que Pieter. 
Durante su crecimiento, es menos probable que ella tenga 
acceso a agua potable y servicios sanitarios, y a buenas 
escuelas. De manera que las oportunidades que estos niños 
tienen de desarrollar todo su potencial humano difieren 
inmensamente desde el principio, sin ninguna culpa de su 
parte. 
 
Tales disparidades de oportunidad se traducen en diferentes 
habilidades para contribuir al desarrollo de Sudáfrica. Es 
posible que la salud de Nthabiseng al nacer no haya sido tan 
buena, debido a una nutrición menos buena de su madre 
durante el embarazo. En virtud de su socialización de género, 
su ubicación geográfica y su acceso a instituciones 
educativas, Pieter tiene muchas más probabilidades de 
adquirir una educación que lo habilite para aprovechar al 
máximo sus talentos innatos. 
 
Incluso si a los 25 años, y en contra de todas las 
probabilidades, Nthabiseng lograra concebir una gran idea 
empresarial (por ejemplo, una innovación para incrementar 
la producción agrícola), a ella le sería mucho más difícil 
persuadir a un banco de hacerle un préstamo a una tasa de 
 
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interés razonable. Pieter, al tener una idea igualmente 
brillante. Incluso si a los 25 años, y en contra de todas las 
probabilidades, Nthabiseng lograra concebir una gran idea 
empresaria (digamos, sobre la forma de diseñar una versión 
mejorada de software prometedor), seguramente 
encontraría más fácil obtener crédito, gracias a tener un 
diploma preuniversitario y muy posiblemente bienes que le 
sirvan como garantía. Gracias a la transición de Sudáfrica 
hacia la democracia, Nthabiseng puede votar y, de ese modo, 
influir indirectamente en la política de su gobierno, cosa que 
el apartheid les negaba a los negros. Pero el legado de 
desigualdad de oportunidades y de poder político del 
apartheid permanecerá durante algún tiempo. El camino a 
recorrer desde semejante cambio político (fundamental) 
hasta cambios en las condiciones económicas y sociales, es 
largo. (Ferreira et al., 2006, p. 1). 
 
 
La introducción sobre la dispar situación de vida de los dos niños en 
Sudáfrica nos lleva a reflexionar sobre las desigualdades sociales y sus 
consecuencias. Todos en alguna medida hemos sido testigos, en el 
transcurso de nuestra vida, de algún tipo de desigualdad social, 
independientemente del lugar en el cual habitemos. Es precisamente 
el encuentro con la desigualdad el punto de inicio de esta sección. De 
manera específica, en el campo de la sociología, los padres fundadores 
intentaron de una u otra manera explicar las causas y los efectos que 
provocan las desigualdades. 
En todas las sociedades existe algún tipo de desigualdad, es decir, un 
sistema de estratificación social que hace posible que categorías 
enteras de personas se ubiquen en diferentes posiciones en la 
estructura social, y como consecuencia de esto, obtengan: dinero, 
poder y prestigio. También debemos agregar que toda estructura de 
desigualdad tiene algún tipo de sistema simbólico que explica por qué 
hay una distribución asimétrica de los recursos sociales. 
Para hablar de este tipo de desigualdad, los sociólogos (Macionis & 
Plumer, 2007) se refieren a la estratificación social como la 
clasificación o jerarquización de los individuos según la categoría a la 
que pertenecen (o se les asignan). Para Crompton (1997), la expresión 
de estratificación social es un concepto general que describe estas 
estructuras de desigualdad. 
En las sociedades preindustriales la estratificación social se consideró 
un fenómeno “natural”. Si las desigualdades eran consideradas una 
 
4 
 
cuestión natural de las sociedades, no era necesario investigarlas en 
términos sociales. Es decir, la naturalidad implicaba que se derivaban 
de una estructura establecida por algún orden divino. Sin embargo, 
como señala Crompton (1997), progresivamente los cambios operados 
por las revoluciones industriales y la llegada de la Modernidad 
implicaron una crítica a los sistemas tradicionales de creencias que 
habían explicado y legitimado las desigualdades materiales. Frente a la 
idea de que los seres humanos son desiguales por naturaleza o por 
alguna causa divina, se desarrolló el argumento de que los seres 
humanos son iguales, no desiguales. Este es precisamente el punto de 
partida de la reflexión sociológica sobre la desigualdad. Crompton 
(1997) se cuestiona: si la igualdad es la condición natural de los seres 
humanos, ¿cómo se explican y justifican las desigualdades 
persistentes?, ¿por qué algunos individuos dominan a otros? Estas 
preguntas son de varios órdenes, como problemas de teoría social y 
política. Sin embargo, nosotros trataremos de responderlos de manera 
sociológica. 
En el plano de la teoría política, los teóricos del “contrato social” 
ofrecieron las primeras respuestas (Crompton, 1997). Thomas Hobbes 
(1588-1679), postulaba que la vida de las personas en un supuesto 
estado de naturaleza era peligrosa, brutal y corta, era una continua 
guerra del hombre contra el hombrecomo señaló en su conocida frase. 
La solución que existió para este problema del orden era que todas las 
personas se sometieran al Estado, ya que era el ente que garantizaba 
el orden en la sociedad. John Locke (1632-1704), por su parte, afirmó 
que la autoridad del Estado es la que mejor podría garantizar los 
derechos naturales a la vida, la libertad y la propiedad. Otro teórico, 
Jean Jacques Rousseau (1712-1778), postuló una conocida frase: el 
hombre nació libre, y en todas partes se le encuentra encadenado. 
Según Rousseau, la libertad absoluta es inalcanzable, pero afirmaba 
que la democracia directa, expresada por medio de la voluntad general 
proporcionaba la mayor protección al individuo. En el siglo XVIII se 
establecieron los fundamentos del argumento de que todos los 
ciudadanos tenían derechos políticos, tal como se expresa en el voto 
universal y las instituciones democráticas. 
Ante este panorama, debemos recordar los eventos que dieron origen 
a la reflexión sociológica en Europa: la Revolución Industrial y la 
Revolución Francesa. Estos profundos cambios sociales, como el fin de 
una sociedad con características tradicionales y el desarrollo del 
 
5 
 
capitalismo industrial, provocaron un énfasis en la racionalidad del 
orden social moderno. Es decir, la racionalidad, el cálculo racional –y 
no las normas de la costumbre–, se constituyeron como el principio a 
través del cual la conducta económica debía guiar a las sociedades 
capitalistas en desarrollo. 
Los procesos de expansión de los mercados y las transformaciones de 
los procesos de producción también implicaron la erosión de los 
derechos consuetudinarios en el dominio del comercio y la 
manufactura. Es decir, los cambios políticos que crearon al individuo 
formalmente libre también dieron paso al trabajador sin tierra que 
tenía el derecho de vender lo único que poseía: su fuerza de trabajo. El 
trabajo, en este contexto, se transformó en una mercancía. 
La importancia de las revoluciones inglesa y francesa fue central y de 
una magnitud considerable, ya que aquellas provocaron la transición al 
capitalismo industrial. Esa es la nueva sociedad que estaba 
emergiendo con sus nuevas desigualdades y a la cual los primeros 
sociólogos intentaron explicar. 
Marx consideraba el desarrollo de la historia humana como una 
consecuencia de los conflictos económicos y no solamente políticos. La 
desigualdad era el resultado del acceso diferencial a los medios de 
producción y a lo que se producía. A diferencia de los teóricos del 
contrato social, para Marx el Estado era inseparable del poder 
económico, y el individuo soberano era tan solo una condición 
necesaria del modo de producción capitalista para poder perdurar; es 
decir, coexistían la igualdad política (todos, normativamente, eran 
considerados como iguales) con las desigualdades materiales. En este 
contexto, el hecho de que hayan existido diferentes retribuciones, 
producto de un sistema dominante de producción, era un hecho no 
político, solo económico. 
Según Crompton (1997), el desarrollo del capitalismo industrial fue el 
elemento principal de la transición a la Modernidad. La idea de 
modernidad describe no sólo el desarrollo del industrialismo, sino 
también los correspondientes modos de vigilancia y regulación de la 
población de los Estados Nacionales; éstos han sido identificados como 
una de las formas sociales características del paso hacia la 
Modernidad. La Modernidad se caracteriza también por el desarrollo 
de organizaciones, es decir, de sistemas reflexivamente controlados 
que tienen la capacidad de actuar sobre el mundo social. 
 
6 
 
Estas aclaraciones son válidas debido a que en este módulo haremos 
referencia específica a las clases sociales y éstas son un fenómeno 
centralmente moderno. En el mundo moderno, la clase social 
estructura un sistema de desigualdades diferente al de las sociedades 
tradicionales en donde las desigualdades eran consideradas adscriptas 
o naturales (como, por ejemplo, las de los estados feudales o las 
desigualdades definidas religiosamente, las de género y la raza). Es por 
esta razón que la clase es un excelente punto de partida para analizar 
los sistemas contemporáneos de estratificación. Claro que esta 
centralidad de la clase, como mecanismo de estructuración de las 
desigualdades, no quiere decir que las formas de distinción y 
diferenciación social previas desaparecieran sin dejar rastro. En efecto, 
muchas desigualdades relacionadas a la edad, el género y la raza, 
persisten. 
 
 
 
 
 
 
Como indicamos anteriormente, gran parte de la reflexión clásica de la 
sociología se originó teniendo como punto de partida las profundas 
transformaciones operadas en Europa. 
Macionis y Plumer (2014) señalan que hay cuatro características 
esenciales de la estratificación: 
a. La estratificación social es una característica de la sociedad en 
su conjunto y no de algunos de sus miembros considerados 
individualmente. 
 
b. El sistema de estratificación social (desigualdades) se perpetúa 
de generación en generación. En todas las sociedades, existe la 
probabilidad (alta o baja, dependiendo de la sociedad en cuestión 
y del momento histórico) de que los padres transmitan a sus hijos 
la posición social que ocupan, aunque en las sociedades modernas 
existe movilidad social. 
Como dijimos al terminar el módulo 1, estas 
cuestiones plantean una serie de interrogantes 
sobre el lugar que tuvieron nuestras sociedades 
latinoamericanas en este proceso. ¿Qué piensas tú 
al respecto? 
 
 
 
 
 
7 
 
b) El estudio de la movilidad social de las personas es un tema con 
una gran tradición en la sociología. En su definición más simple, 
podemos decir que la movilidad social es un cambio en la posición 
que el individuo ocupa en la estructura social. En este cambio se 
considera el análisis de los patrones intergeneracionales de 
transmisión de la posición social. En función del cambio, la 
movilidad puede ser ascendente, descendente u horizontal. Un 
ejemplo de movilidad social ascendente sería el de una persona 
nacida en un hogar con bajos niveles de educación e ingresos que 
logra acceder a estudios universitarios, mayores ingresos y 
ocupaciones con mayor prestigio. 
 
c) La estratificación es una constante histórica, pero sus 
especificidades varían de sociedad a sociedad. Es decir, en todas 
las sociedades existió siempre algún tipo de diferenciación, pero el 
sentido y el grado han sido diferentes. Pensemos en el ejemplo de 
las sociedades primitivas, donde un factor de desigualdad podía 
ser el sexo o la edad de sus miembros. Con el surgimiento del 
capitalismo y en la era moderna asistimos a una complejización de 
los factores de desigualdad. 
 
d) La estratificación social no es sólo una cuestión de desigualdad, 
sino también de cultura social, y está relacionada con el sistema 
de creencias de los individuos. Esto quiere decir que no solo hay 
una distribución diferencial de los recursos, sino también una 
explicación cultural y social que define y justifica la desigualdad. 
Las explicaciones sobre el porqué de la desigualdad también han 
variado a lo largo de la historia. 
 
Como señalan Macionis y Plumer (2007), de manera general podemos 
definir tres macro-sistemas de estratificación: esclavitud, sistema de 
castas y las clases sociales. Estos grandes sistemas se pueden analizar, 
además, en función de los tipos de sistemas sociales: ya sean sistemas 
cerrados, caracterizados por la poca o nula movilidad social, o sistemas 
abiertos que permiten una movilidad social mayor. 
Esclavitud 
Es una forma de diferenciación y desigualdad que se basa en el 
derecho de propiedad que un grupo de individuos ejerce sobre otro 
grupo. Las personas devienen en cosas que pueden ser compradas o 
 
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vendidas. En América Latina, la explotación de la fuerza de trabajo 
esclava,de origen africano, fue una práctica generalizada en toda la 
región: desde de las islas del Caribe y las más productivas zonas del 
Brasil, hasta las actuales Honduras, Panamá, Costa Rica, Venezuela, 
Colombia, Ecuador, Perú y, en menor medida, México y el Rio de la 
Plata (Gruner, 2010). 
Podemos acordar con Giddens (2010) que la esclavitud es la forma más 
extrema de desigualdad, donde unos individuos son propietarios de 
otros. Esta condición legal de posesión de los esclavos presentaba 
variaciones según el tipo de sociedad. Algunas veces los esclavos eran 
privados de todos sus derechos legales, como en el sur de Estados 
Unidos, y en otros casos su posición era parecida a la de un sirviente. 
La historia de la esclavitud es extensa y merecería un apartado 
específico. Sin embargo, queremos dejar claro que fue una forma de 
estructuración de la desigualdad con particulares características. Si 
hacemos un poco de historia, en los siglos XVIII y XIX los esclavos 
fueron utilizados casi exclusivamente como trabajadores en las 
plantaciones o como sirvientes domésticos en Estados Unidos, 
Sudamérica y las Antillas. Ya en la Atenas clásica estaban presentes en 
diversos lugares y algunas veces tenían posiciones de responsabilidad, 
aunque se los excluía de los puestos políticos y militares; inclusive, 
algunos sabían leer y escribir, trabajaban como administradores del 
gobierno y muchos eran artesanos (Giddens, 2010). 
Estas situaciones extremas de desigualdad producían que no pocas 
veces existieran rebeliones de los esclavos. Para citar tan solo dos 
ejemplos ampliamente conocidos en la historia de América Latina, 
podemos hacer referencia a las revueltas en Haití y los múltiples 
levantamientos en Brasil. 
La Revolución Haitiana tuvo su origen en el estallido de una 
sublevación de esclavos durante la noche del 22 al 23 de agosto de 
1791. Como señala Manigat (2009), la revuelta podría analizarse como 
un episodio más de los conflictos que generaba el sistema esclavista –
como las fugas, los suicidios y otros hechos constantes en todo el 
sistema de esclavitud implementado en América- entre la población 
negra. Considerando esa perspectiva, el autor señala que los 
acontecimientos de la Revolución Haitiana representan el 
enfrentamiento clásico entre grupos sociales por mantener el status 
quo. Sin embargo, esta revolución inaugura un ciclo de independencias 
 
9 
 
en América Latina y el Caribe con una triple connotación: problematiza 
la idea de libertad en relación con la surgida en el Siglo de la Luces; 
promueve la edificación de un Estado negro anticolonial y 
antiesclavista, en el contexto de un gobierno colonial francés en la 
región; y, finalmente, provoca el enfrentamiento contra una potencia 
imperial con saldo positivo para los esclavos (Manigat, 2009). 
La centralidad de la esclavitud, como institución fundamental de la 
organización del sistema capitalista, es destacada por Gruner (2010). 
Según este autor se hace imposible pensar la expansión del sistema 
capitalista fuera de Europa en el siglo XIX sin analizar la esclavitud. Esta 
red de compra y venta de seres humanos entre los tres continentes 
(Europa, América y África) fue un componente decisivo de la historia 
contemporánea: esta explotación favoreció el crecimiento económico, 
de la industria textil, la naviera y del comercio internacional. 
La importancia de la Revolución Haitiana radica, según Gruner (2010), 
en el hecho de que se produce allí la primera revolución de América 
Latina mientras la expansión del sistema capitalista estaba en su 
apogeo. Haití, se encontraba el margen de la revolución francesa: la 
igualdad, fraternidad y solidaridad no se aplicaban para los habitantes 
de la isla. 
Los debates sobre la esclavitud en América Latina son amplios, y 
aunque no profundizaremos aquí el tema, sí queremos destacar que 
fue una modalidad de estratificación social que tuvo profundos efectos 
sobre las sociedades contemporáneas. 
 
Sistema de castas 
Es una forma de estratificación social basada en características 
adscriptivas de las personas. 
El sistema de castas es característico de la India y deriva del hinduismo. 
Allí, el lugar que ocupan las personas en el espacio social está 
organizado en función del lugar en donde nacen y de su ocupación. En 
el escalón más bajo se encuentran los dalits (conocidos como los 
intocables) y en el nivel más alto los brahames (conocidos como los 
sacerdotes). 
 
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Crompton (1997) señala que las desigualdades sociales en este sistema 
se derivan de una estructura de la sociedad establecida por la 
divinidad. En este sistema, el lugar en la jerarquía social está ligado a la 
pureza religiosa. El argumento es que las castas inferiores contaminan 
a las superiores, y por eso hay una serie de restricciones que se aplican 
a los individuos de las castas bajas y a sus familias. En esta situación, el 
sistema de castas se superpone (aunque no totalmente) con la 
estructura de la desigualdad. 
El argumento de Crompton (1997) es que si consideramos que hay 
sistemas ideológicos que justifican las desigualdades, aquí debemos 
hacer referencia a dos conceptos religiosos: el kharma y el dharma. El 
karma implica que las personas nacen en una determinada casta y que 
eso es lo que merecen de acuerdo a las acciones que han llevado a 
cabo en una vida anterior. El dharma, que significa “existir conforme a 
lo que es moral”, enseña que vivir la vida presente de acuerdo con las 
normas genera como resultado el posterior renacimiento en una casta 
superior y, por lo tanto, una progresión última en el sistema de castas. 
De esta manera, las desigualdades de las castas, como la posibilidad de 
cambio social en el futuro, tienen una estrecha relación con las 
verdades religiosas universales y se sitúan más allá de un examen 
sociológico. Es decir, encontramos explicaciones de un orden divino 
que son interpretadas parte del orden natural de las cosas. 
Por otra parte, este sistema social es cerrado, de modo que cuando 
aparece en su forma más pura, el destino social del individuo no tiene 
posibilidades de ser modificado. 
Hay cuatro características principales del sistema de castas: 
1) Las castas suelen ir asociadas a una ocupación específica, de 
modo que los hijos generalmente desempeñan el mismo 
trabajo que sus padres. 
2) El matrimonio con individuos de otra casta es prácticamente 
impensable (matrimonios endogámicos). 
3) La pertenencia a una casta determina la vida cotidiana en la 
medida en que los individuos solo se relacionan con los 
individuos de su propia casta. Esto está amparado bajo ciertas 
creencias religiosas que establecen que el contacto con castas 
inferiores, por ejemplo, “contamina” a las castas superiores. 
4) Por último, y como cuestión más importante, los sistemas de 
castas se apoyan en fuertes creencias culturales. Según la 
 
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cultura y las tradiciones, se entiende que es un mandato moral 
aceptar la posición social que a uno le ha tocado. 
 
Debemos hacer referencia a que el sistema de castas es 
extremadamente elaborado y complejo, y que muchas veces su 
estructura varía en cada zona de la India; es decir, no constituye un 
sistema homogéneo, sino una diversidad de creencias y prácticas, 
muchas veces difusamente conectadas. 
 
Sociedad de clases 
Seguramente has escuchado la expresión “clase social” en varias 
oportunidades y con diferentes connotaciones: desde a través de los 
medios de comunicación, que hacen constante referencia al concepto, 
hasta en conversaciones con amigos y familiares. Para algunos, la clase 
hace referencia a estilos de vida y particulares gustos (“tener clase”); 
para otros, tiene que ver con el estatus social. En el discurso político 
muchas veces se hace referencia a los impuestos aplicados a “la clase 
alta”, cuando en realidad se quiere decir “impuestos aplicados a las 
personasque poseen altos ingresos”. Dada la gran diversidad que 
existe, en esta sección vamos a avanzar sólo lo necesario como para 
entender el concepto desde una perspectiva sociológica y quitarle 
cierta ambigüedad que lo rodea en el discurso cotidiano. Sin embargo, 
debemos señalar que, inclusive en el ámbito sociológico, el concepto 
es objeto de diferentes definiciones según la tradición teórica. 
Históricamente, el sistema capitalista erosionó los sistemas feudales y 
de esclavitud y provocó su transformación en un sistema de clases. En 
teoría, este sistema se basa en las capacidades y logros personales. Se 
supone, además, que es más abierto, de modo que los individuos, a 
través del sistema educativo o por otros mecanismos, pueden 
experimentar algún tipo de movilidad social con relación a la posición 
que ocupan sus padres; sin embargo, esto no siempre ocurre. 
Nos detendremos a detallar las explicaciones que la sociología da a 
este sistema, ya que se trata del modelo que organiza el tipo de 
sociedad en la cual vivimos. 
Giddens (2010) señala cuatro elementos centrales que distinguen este 
sistema de estratificación de los otros: 
 
12 
 
1) A diferencia de los otros sistemas de desigualdad, las clases 
sociales no se establecen por disposiciones jurídicas o 
religiosas, y la pertenencia a ellas no se basa en una posición 
heredada, que se haya determinado legalmente o por la 
costumbre. Lo habitual es que los sistemas de clase sean más 
fluidos que los restantes tipos de estratificación y que los 
límites entre las clases no estén nunca claros. Además, no hay 
restricciones formales aplicadas al matrimonio entre personas 
de distintas clases. 
 
La pregunta que nosotros agregamos a este aspecto es: ¿cuál es la 
distancia que existe entre la igualdad normativa y la igualdad social 
real? Gran parte de la investigación sociológica sobre este interrogante 
demuestra que muchas veces existen grandes brechas entre la 
igualdad que tenemos todos en el plano jurídico y la igualdad social 
que realmente experimentamos y en la cual estamos inscriptos. 
 
2) En teoría, la clase a la que pertenece un individuo es en parte 
adquirida, es decir, no está totalmente determinada por el 
nacimiento, como es común en otros tipos de estratificación. 
Sin embargo, nosotros preguntamos: ¿hasta qué punto la clase 
puede modificarse en el transcurso de vida de un individuo? 
3) Las clases se basan en las diferencias económicas que existen 
entre los grupos de individuos y en las desigualdades en la 
posesión y control de los recursos materiales. En los otros 
sistemas de estratificación, los factores no económicos, tales 
como la influencia de la religión en las castas indias, suelen ser 
mucho más importantes. 
4) En los otros sistemas de estratificación, las desigualdades se 
expresan principalmente en relaciones personales basadas en 
el deber o la obligación, ya sea entre siervo y señor, esclavo y 
amo, o individuos de una casta inferior o superior. Por el 
contrario, los sistemas de clases operan principalmente 
mediante conexiones impersonales a gran escala. Por ejemplo, 
una de las bases fundamentales de las diferencias de clase se 
halla en las desigualdades de salario y de condiciones de 
trabajo que afectan a todas las personas de una categoría 
ocupacional específica, como resultado de las circunstancias 
económicas derivadas del conjunto de la economía como 
totalidad. Uno de los corolarios de este sistema es que existen 
 
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derechos universales que no dependen de la posición social de 
los individuos: en principio, la igualdad ante la ley es central. 
 
¿Qué es la igualdad de oportunidades? 
 
El resultado final de la vida de una persona, en sus muchas 
dimensiones, debe reflejar principalmente los esfuerzos y 
talentos de esa persona, no sus antecedentes de nacimiento. 
Las circunstancias predeterminadas –género, raza, lugar de 
nacimiento, orígenes familiares– y el grupo social en el que 
nazca la persona, no deben contribuir a determinar si ella ha 
de tener éxito económica, social y políticamente. 
(…) El principio de igualdad de oportunidades es 
conceptualmente simple: las circunstancias en el momento 
del nacimiento no deben tener ningún peso en las 
oportunidades que una persona tenga en la vida. 
(…) Las desigualdades como tales podrían no ser una gran 
preocupación si los resultados finales variaran por razones 
que tuvieran que ver principalmente con los esfuerzos 
individuales. (Ferreira et al., 2006, p. 13 y 20). 
 
La ideología como justificación de los sistemas de 
estratificación 
Observando la desigualdad social que existe en nuestras sociedades, 
podemos preguntarnos: ¿cómo se mantienen esas desigualdades?, o 
¿por qué la gente tolera las desigualdades? Una de las razones para el 
mantenimiento y la reproducción de las desigualdades sociales es la 
ideología. 
 
Ideología: definida como un conjunto de creencias culturales 
que sirven para justificar la estratificación social, entre otras 
cosas. Las creencias que refuerzan la dominación de una 
minoría privilegiada sobre la mayoría de la población son 
ideologías. 
 
 
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Desde sus comienzos, la sociología intentó dar respuesta a la pregunta 
sobre las causas de las desigualdades; el eje de análisis fue el estudio 
de quién obtiene qué y porqué. Los padres fundadores de la 
sociología, Marx, Weber y Durkheim, estructuraron diferentes 
paradigmas explicativos, con diferentes marcos analíticos, para 
comprender por qué existen las diferencias sociales. 
Al respecto, nos detendremos nuevamente sobre el análisis de la 
sociedad de clases, de modo de profundizarlo. 
Según Wright (2005), existen básicamente tres perspectivas para 
analizar la desigualdad en las sociedades capitalistas: 
a) La perspectiva centrada en el individuo. Bajo este enfoque, la 
posición económica del individuo es analizada como el resultado del 
nivel de éxito personal (algo que es un fenómeno puramente 
individual). Este “éxito” de los individuos está determinado por 
factores como: educación, trasfondo familiar, motivaciones, 
conexiones personales (capital social). Así, la persona que es pobre lo 
es porque ha tenido un déficit en los atributos relevantes, mientras 
que la persona que es rica ha tenido ventajas en los mismos atributos. 
Lo importante es destacar que en este tipo de explicación no hay 
relaciones sociales entre una y otra persona como factor explicativo. 
Los grados de desigualdad están definidos en función de la inequidad 
de estos atributos; es decir, podemos entender la posición de los 
individuos en el espacio social analizando su “trayectorias” (y estas son 
puramente individuales). 
 b) y c) El análisis de clases a partir de otras dos tradiciones: weberiana 
y marxista1, adopta, en cambio, una versión diferente para entender la 
desigualdad social. En vez de analizar y focalizar la atención sobre el 
proceso por el cual los individuos están ordenados en posiciones, el 
análisis de clases analiza las relaciones entre las posiciones. Es decir, 
ambas tradiciones tienen en cuenta los patrones de desigualdad como 
resultado de conexiones causales entre las posiciones. En el análisis 
marxista la relación de interdependencia es pensada también en 
términos de explotación como un mecanismo causal que genera 
desigualdad. 
 
1 Hablamos de tradición “weberiana” porque se hace referencia al esquema teórico 
propuesto por Max Weber., y de tradición “marxista” porque se hace referencia al 
esquema teórico propuesto por Karl Marx. 
 
15 
 
En el primer caso –perspectiva centrada en el individuo- estamos 
hablando de enfoques gradacionales (como el de la vulnerabilidad o 
algunos enfoques de clases sociales), y en el segundo –enfoque 
marxista y weberiano-, de perspectivas relacionales (Gómez, 2009). 
 
3.2 Enfoques clásicos para el 
estudio dela estratificación social y 
de las clases sociales. 
El análisis propuesto por el funcionalismo 
Una de las perspectivas gradacionales tradicionales es la perspectiva 
del funcionalismo. Dentro del funcionalismo se entiende que la 
desigualdad social juega un papel crucial para el correcto 
funcionamiento de las sociedades. 
En una de las explicaciones clásicas de la desigualdad social, Davis y 
Moore (1942; 1945) postulan que la estratificación social tiene 
resultados positivos para la sociedad en su conjunto y se preguntan: 
¿cómo explicar que en todas las sociedades que conocemos existan 
desigualdades? ¿Por qué la desigualdad es un fenómeno universal? La 
respuesta que dan estos sociólogos es que en toda sociedad compleja 
o moderna existe la división del trabajo, y que esta implica que hay 
una gran variedad de ocupaciones diferentes que requieren 
habilidades y niveles de preparación distintos (ciertos trabajos son más 
simples y otros son más complejos; pensemos, por ejemplo, en un 
abogado o en una persona que realiza tareas de limpieza). Para Davis y 
Moore, hay una división social del trabajo, y esta es una “necesidad 
funcional” para el correcto funcionamiento de la sociedad. 
Como señala Laurin-Frenette (1976), esta perspectiva postula que la 
estratificación se define como un sistema de desigualdades o de 
diferencias de prestigio y de estimación entre los miembros de un 
sistema social. Esas diferencias en el prestigio a los diversos individuos, 
corresponden a las diferencias entre las posiciones que éstos ocupan 
en la estructura social. Toda sociedad debe asegurarse de que las 
 
16 
 
tareas y funciones necesarias para su supervivencia y su buen 
funcionamiento sean adecuadamente cubiertas, es decir, que las 
funciones sociales: a) sean ejercidas; b) que sean ejercidas por los que 
se encuentran en condiciones de hacerlo; y c) que éstos las cumplan 
del mejor modo posible. 
Esto implica que la sociedad debe encontrar un medio eficaz para 
atribuir a sus miembros las diversas tareas y funciones, y motivarlos 
para que las cumplan convenientemente. El cumplimiento de ese 
objetivo se logra a través de la institucionalización de un sistema de 
estratificación social: el establecimiento de un sistema estable de 
“recompensas” que sirvan como incentivos para el cumplimiento de 
las diversas funciones, así como de mecanismos que aseguren la 
distribución de tales recompensas entre los titulares de las diversas 
posiciones. 
El sistema de distribución de las recompensas forma parte del sistema 
social (sociedad): las recompensas que tienen los individuos están 
vinculadas a las diferentes posiciones que ocupan en relación a títulos, 
requisitos previos, y privilegios necesarios para el cumplimiento de las 
tareas correspondientes a esa posición. Esto está en correspondencia 
con la satisfacción y la motivación del individuo que ocupa dicha 
posición. 
Las recompensas que percibe el individuo en cada posición son de tres 
tipos: 
a) las que contribuyen al confort y al bienestar del individuo; 
b) las que contribuyen a su placer y a su entretenimiento; 
c) las que acrecientan el respeto y la estima que tiene de sí 
mismo. 
Todas las recompensas son manifestaciones de estima y de prestigio 
porque son concedidas al individuo por la colectividad como 
reconocimiento por la contribución que realiza, a través de la posición 
que ocupa, a la supervivencia y al funcionamiento del sistema social. 
Para Davis y Moore (1942; 1945), el salario o los ingresos que 
corresponden a una posición social no son la fuente del status de esa 
posición, sino que, por el contrario, son el status o el prestigio de la 
posición los que implican unos ingresos determinados. Es decir, debido 
a que la posición tiene determinado status o prestigio es que se 
 
17 
 
obtiene un determinado salario. Así, la posición de un individuo en la 
jerarquía del prestigio y de la estima resulta una manifestación social 
de su valor personal, pues se le recompensa según sus aptitudes para 
cumplir adecuadamente una función y según la eficacia que desarrolla 
en dicho cumplimiento. 
Notemos, valga la redundancia, que el eje clave de estos autores es 
concebir a la sociedad como un sistema social donde cada individuo 
cumple una función social. 
Siguiendo con el argumento de estos autores, se postula que el valor 
personal del individuo debe coincidir con su valor para el sistema social 
y, de una manera general, la jerarquía de las cualidades personales 
debe coincidir con la jerarquía de las funciones y con la del prestigio 
social asociado a ellas. La función de la estratificación es la de asegurar 
dicha coincidencia; justamente por ello la desigualdad social 
institucionalizada puede ser definida como un mecanismo establecido 
por las sociedades con la finalidad de garantizar que las posiciones 
importantes serán cubiertas por los individuos más competentes. 
El corolario de este argumento es el siguiente: las ocupaciones que 
requieren una mayor calificación son las más necesarias para 
mantener viable una sociedad y, por lo tanto, se necesita recompensar 
de alguna forma a aquellos que parecen dispuestos a invertir tiempo y 
dinero en adquirir los conocimientos necesarios para ejercer esas 
profesiones. 
Si queremos que la sociedad funcione, tenemos que ofrecer 
recompensas desiguales, acordes a los méritos de cada persona. La 
tesis de estos sociólogos se basa, entonces, en la meritocracia, idea 
que postula que solo puede haber desigualdades en función de los 
esfuerzos y méritos desiguales de las personas. Así, se premia el 
desarrollo del talento individual y la sociedad debe garantizar la 
igualdad de oportunidades procurando que los beneficios y 
recompensas no se distribuyan de modo uniforme. 
Davis y Moore (1942; 1945), dan el ejemplo de la profesión médica, la 
cual exige una formación larga, costosa y difícil; que tiene un status 
elevado y, por consiguiente, altos ingresos y otros privilegios 
apreciables. 
 
18 
 
En principio, esta parece una explicación bastante simple del 
fenómeno de la desigualdad y es criticada fuertemente por el 
paradigma de las clases sociales que desarrollaremos a continuación. 
Para introducir el próximo paradigma, podemos preguntarnos: 
 
¿Todos los individuos tienen el mismo punto de partida para 
llegar a determinadas posiciones? ¿Cuáles son las 
desigualdades estructurales en las cuáles están insertos los 
individuos? 
 
Análisis de clase 
El análisis de clases se basa en una concepción relacional de la 
sociedad. Este tipo de análisis se inspira en los trabajos de Karl Marx y 
Max Weber. En un artículo clásico, Emirbayer (1997) postula que los 
sociólogos enfrentan un dilema central: concebir el mundo social 
conformado por sustancias o por procesos, por cosas estáticas o por 
relaciones dinámicas. Los enfoques marxista y weberiano de las clases 
sociales son perspectivas relacionales porque conciben al mundo social 
como conformado por procesos y relaciones entre las clases sociales. 
En esta introducción consideraremos a la clase social como una 
manifestación de la Modernidad; es decir, que constituye una 
característica de los sistemas modernos de estratificación, de las 
sociedades industriales, en contraposición a estructuras tradicionales 
de desigualdad (caracterizadas por la adscripción o el orden “natural”).
 
Según Marx, existen principalmente dos clases que se pueden 
diferenciar en función de la posición que ocupan en la esfera 
económica: la de los propietarios de los medios de producción y la de 
los trabajadores (proletarios). 
 
El análisis de clases inspirado en Marx 
Los conceptos de clases sociales, relaciones de clase o luchas de clases 
son centrales en la obra de Marx y podemos decir que son claves para 
 
19 
 
gran parte del marxismo como cuerpo de pensamiento. Sin embargo, y 
paradójicamente,Marx murió justo antes de redactar el capítulo 
dedicado a las clases sociales en su obra culmine El Capital2 (1867). 
Como señalan Duek e Inda (2007), a pesar de que los conceptos de 
clase social y lucha de clase son centrales en la teoría de Marx, él no 
los formuló con la misma sistematicidad que se ocupó de otros temas. 
Por esta razón, el concepto de clase social en Marx debe reconstruirse 
a partir del conjunto de su obra. 
Duek e Inda (2007) acertadamente apuntan que desde la antigüedad 
hasta el siglo XIX diversos pensadores hablaban de la existencia de 
clases y las describían; veían que la sociedad se dividía siempre en 
ricos y pobres, en nobles y plebeyos, en libres y no libres, pero no 
podían explicarse las causas de esta desigualdad. El aporte decisivo de 
Marx, por lo tanto, no fue descubrir la existencia de las clases, sino 
proporcionar una explicación científica de la estructura y dinámica de 
las clases sociales. 
Para Giddens (1994, 2010) el argumento de Marx es que la clase es un 
grupo de personas que tienen una relación común con los medios de 
producción. Si pensamos en términos históricos, antes de la aparición 
de la industria moderna los medios de producción consistían 
primordialmente en la tierra y los instrumentos que servían para 
cultivarla o para cuidar el ganado. Por lo tanto, en estas sociedades 
preindustriales las dos clases fundamentales eran: por un lado, 
quienes poseían la tierra (los aristócratas, la nobleza y los dueños de 
los esclavos) y, por otro lado, lo que se dedicaban a hacerla producir 
(los siervos, los esclavos y los campesinos libres). En las sociedades 
industriales modernas, las fábricas, las oficinas y la maquinaria, así 
como la riqueza o el capital necesarios para obtenerlas, se hicieron 
más importantes. Entonces, las dos clases principales son la de quienes 
poseen estos nuevos medios de producción (los industriales o los 
capitalistas) y la de aquéllos que se ganan la vida vendiéndoles su 
fuerza de trabajo (la clase obrera o, en términos de Marx, el 
“proletariado”). 
Según Marx, entonces, las clases sociales están determinadas por el 
proceso de producción. Esto quiere decir que las dos grandes clases 
 
2En el capítulo 52 de la sección séptima del volumen III de El Capital, con el título “Las 
clases”, Marx empieza a redactar la sección destinada al análisis de las clases 
sociales, pero no logra terminarla. 
 
20 
 
fundamentales están fundadas en las relaciones de los individuos con 
los medios de producción: los propietarios de los medios de 
producción (burgueses) y aquellos individuos que tienen que vender su 
fuerza de trabajo para subsistir (proletarios). Esta estructura profunda 
de la desigualdad es lo que explica gran parte de la dinámica social. 
Como dijimos anteriormente, al tratarse de una perspectiva relacional 
se asume que existen relaciones entre las clases sociales y que éstas 
son de explotación. 
Siguiendo con el argumento propuesto por el sociólogo inglés Giddens 
(2010), en todos los momentos históricos existieron relaciones de clase 
y de explotación. En las sociedades feudales la explotación tomó la 
forma de una transferencia directa y simple desde lo que producía el 
campesinado hacia la aristocracia. Es decir, los siervos estaban 
obligados a dar una cierta parte de su producción al señor feudal o 
tenían que trabajar un determinado número de días al mes en las 
tierras de éste. En las sociedades capitalistas modernas, en cambio, la 
explotación es más sutil. El argumento clásico de Marx es que en un 
día de trabajo de los trabajadores producen más de lo que el 
empresario necesita para recuperar el salario que les paga. Ese 
excedente es el origen de las ganancias que los capitalistas utilizan 
para aumentar su beneficio. 
Como podemos observar en el fragmento del Manifiesto del Partido 
Comunista, que puedes leer más abajo, en toda la historia existió 
alguna forma de explotación de una clase sobre la otra. Sin embargo, 
según Marx, el desarrollo de la industria moderna provocó que la 
riqueza y acumulación que se producían fueran mucho mayores. El 
trabajador, según Marx, está sometido a la mecanización y a la 
opresión; un ejemplo clásico de esto es el del operario que tiene que 
realizar durante muchas horas la misma tarea rutinaria. Debemos 
recordar en este punto que Marx escribió en la época de los comienzos 
del capitalismo. 
 
Burgueses y proletarios 
Hasta nuestros días, la historia de la humanidad, ha sido una 
historia de luchas de clases. 
Véase el fragmento de 
Tiempos Modernos, de 
Chaplin, en el video 
temático N2, de este 
módulo. 
 
 
21 
 
Libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores feudales y 
siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, 
opresores y oprimidos, siempre frente a frente, enfrentados 
en una lucha ininterrumpida, unas veces encubierta, y otras 
franca y directa, en una lucha que conduce siempre, a la 
transformación revolucionaria de la sociedad o al exterminio 
de ambas clases beligerantes. 
Desde el principio de la historia, nos encontramos siempre la 
sociedad dividida en estamentos, dentro de cada uno de los 
cuales hay a su vez, una nueva jerarquía social con grados y 
posiciones. En la Roma antigua eran los patricios, los équites, 
los plebeyos, los esclavos. 
En la edad media eran los señores feudales, los vasallos, los 
maestros, los oficiales de los gremios, los siervos de la gleba. 
Y dentro de cada una de estas clases, nos encontramos 
también con matices internos. La moderna sociedad 
burguesa, que ha surgido de las ruinas de la sociedad feudal, 
no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho, 
sólo ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de 
opresión, nuevas modalidades de lucha; que han venido a 
sustituir a las antiguas. 
Nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por 
haber simplificado estos antagonismos de clase. Hoy y cada 
vez más abiertamente, toda la sociedad tiende a separarse, 
en dos grandes grupos enemigos, en dos grandes clases 
antagónicas: la burguesía y el proletariado. 
De los siervos de la gleba de la edad media, surgieron los 
villanos de las primeras ciudades, y estos villanos fueron el 
germen, de donde brotaron los primeros elementos de la 
burguesía. 
El descubrimiento de América o la circunnavegación de 
África, abrieron nuevos horizontes e imprimieron nuevo 
impulso a la ascendente burguesía. El mercado de la China y 
de las indias orientales, la colonización de América, el 
intercambio comercial con las colonias, el incremento de los 
medios de cambio y de las mercaderías en general; dieron al 
comercio, a la navegación, a la industria; un empuje jamás 
conocido, atizando con ello el elemento revolucionario, que 
se escondía en el seno de la sociedad feudal ya en 
descomposición. (Marx y Engels, 2005, p. 8-10). 
 
Hasta aquí, presentamos de manera esquemática las ideas de las 
clases sociales de Marx. Según esta forma simple de comprender la 
 
22 
 
desigualdad, la elite capitalista no sólo extrae riqueza y todo tipo de 
recursos de la esfera económica, sino también, las instituciones 
políticas y legales garantizan que las desigualdades sociales se 
reproduzcan generación tras generación, es decir, que se reproduzca la 
estructura de clases. Las leyes hereditarias permiten la reproducción 
de las dinastías financieras y empresariales, y el sistema educativo 
permite que los más afortunados estudien en universidades de 
prestigio donde pueden establecer vínculos privilegiados. 
Ahora bien, podemos preguntarnos ¿por qué no ha habido una 
revolución proletaria en las sociedades capitalistas? De hecho, el 
sistema capitalista sigue en pie. Para responder a este interrogante, se 
pueden argumentar al menos los siguientes fenómenos (Macionis & 
Plumer, 2007): 
1) La fragmentación de la clase capitalista: hace un siglolas 
propiedades eran solo de unas pocas familias, mientras que 
ahora existe el crecimiento de una mayor cantidad de 
propietarios, como así también el crecimiento de una clase 
gerencial. 
2) Trabajadores de cuello blanco, azul y rosa: la mayor parte de las 
personas que constituían la clase obrera cuando Marx escribió 
eran trabajadores del campo, cuyas ocupaciones eran bajo 
prestigio y solo requerían el uso de habilidades manuales. Hoy, 
en cambio, existen empleos de mayor prestigio que requieren 
el desempeño de habilidades mentales. 
En algunos países (como Estados Unidos, por ejemplo) un 
trabajador de “cuello blanco” es una persona que se dedica a 
actividades profesionales, gerenciales o administrativas; 
generalmente, éstas se realizan en oficinas. El trabajador de 
“cuello azul”, por otra parte, es una persona de clase 
trabajadora que se encarga de tareas manuales, como por 
ejemplo: la minería, saneamiento, trabajo de custodios, campo 
petrolífero, construcción, mecánica, mantenimiento, 
almacenamiento y otros tipos de trabajos fundamentalmente 
físicos. Finalmente, los trabajadores de “cuello rosa” son 
caracterizados por la interacción con clientes, entretenimiento, 
ventas u otros trabajos orientados a servicios. 
3) Mejora en las relaciones laborales: se puede argumentar que 
en la actualidad los trabajadores tienen más recursos 
 
23 
 
organizativos en relación a los que tenían hace un siglo. Para 
determinados autores, es la propia clase obrera la que tiene 
una capacidad de acción que le permite provocar cambios en el 
sistema capitalista, de manera independiente del Estado y los 
partidos políticos. Uno de los grandes cambios en este plano es 
el surgimiento de los sindicatos. 
 
4) Mayor protección legal: desde los tiempos de Marx ha habido 
una mejora en la legislación que protege a los trabajadores. 
 
 
Sin embargo, podemos postular como argumentos a favor de Marx 
que: 
1) la riqueza sigue estando concentrada; 
2) las ocupaciones de “cuello blanco” apenas ofrecen mejoras a 
los trabajadores; 
3) el progreso sindical requiere luchas sociales; 
4) el sistema legal sigue favoreciendo a la gente de altos ingresos. 
 
 
 
Análisis de clase inspirado en Max Weber 
Según Max Weber (1864-1920), las divisiones de clases sociales no 
obedecen sólo a la esfera de la producción económica, es decir, al 
control o no de los medios de producción, como postulaba Marx. Para 
Weber, existen factores fundamentales fuera y dentro de la economía, 
como los valores, por ejemplo, que pueden ser relevantes para 
explicar la desigualdad social. 
Como estudiamos en el módulo 1, la dimensión de la religión o los 
valores que había inculcado la ética protestante pueden explicar el 
nacimiento del capitalismo, además de la variable económica. Pero la 
adherencia a este tipo de argumento no implica que Max Weber no 
creyera que la variable económica era relevante, sino que pensaba en 
un esquema multicausal de surgimiento del capitalismo. 
Según Giddens (2010), Weber coincide con Marx en que la clase se 
basa en condiciones económicas objetivas. Sin embargo, hay dos 
diferencias fundamentales: en primer lugar, postula que en su 
formación también son importantes otros factores económicos, aparte 
 
24 
 
de los reconocidos por Marx. Por ejemplo, para Weber, las divisiones 
de clase se derivan no sólo del control o no de los medios de 
producción, sino también de diferencias que no son estrictamente 
económicas. Estas formas de diferenciación son los conocimientos 
técnicos y las credenciales o las calificaciones que influyen en el tipo de 
trabajo que las personas pueden obtener. Es decir, los profesionales y 
directivos ganan más y tienen mejores condiciones de trabajo que, por 
ejemplo, las personas de “cuello azul”; sus credenciales educativas les 
otorgan mayor capital en el mercado. A su vez, dentro de la clase de 
los trabajadores que realizan tareas manuales, los artesanos calificados 
pueden asegurarse salarios más altos que los que tienen poca o 
ninguna calificación. En segundo lugar, Weber distingue otros dos 
aspectos básicos de la estratificación, además de la clase. A uno lo 
denomina estatus y a otro partido. 
Así, para Weber la desigualdad social se produce por la interacción de 
tres dimensiones: 
 1) desigualdad económica, denominada como posición de clase 
(esfera económica); 
2) desigualdad en relación al prestigio social (esfera social); 
3) desigualdad en relación al poder (esfera política). 
 
A su vez, Weber tiene otra visión de la estratificación: una perspectiva 
multidimensional de la estratificación (Marx, por el contrario, pensaba 
que el poder y el prestigio social se derivaban de la posición 
económica, por lo que no veía vio razón para estudiar esas 
dimensiones por separado). 
 
Status 
Según Weber, el status hace referencia a las diferencias que existen 
entre dos grupos en cuanto a la reputación o prestigio que les 
conceden los demás. Es decir, hay grupos que tienen posiciones 
privilegiadas y que son reconocidos por su gran prestigio en una 
determinada sociedad; los médicos son un ejemplo de éstos. 
Desde la perspectiva de Duek e Inda (2006), el status representa la 
distribución del poder social. De acuerdo con esto, el poder social es el 
 
25 
 
cimiento de la formación de estamentos o grupos de status 
jerarquizados, así como el poder económico lo es de la formación de 
clases. Las divisiones estamentales de la sociedad no tienen que ver 
con diferencias económicas, de posición en los mercados de bienes y 
de trabajo, sino que hacen referencia a diferencias sociales, es decir, 
de prestigio, status u honor. Es así, que la distribución del poder social 
o prestigio en una comunidad configura un orden estamental. 
Giddens (2010), por su parte, señala que aunque la clase está dada de 
forma objetiva, la posición depende de la evaluación subjetiva que 
tengan las personas sobre las diferencias sociales. 
 
Partido 
 
Como señala Giddens (2010), Weber plantea que en las sociedades 
modernas la formación de partidos es un aspecto importante del 
poder y puede influir en la estratificación, con independencia de la 
clase y de la posición. 
 
El partido define a un grupo de individuos que trabajan conjuntamente 
porque tienen orígenes, aspiraciones o intereses comunes. 
Como señalamos anteriormente, Marx entendía que la clase social 
explicaba las diferencias de status y la organización en partidos 
políticos; Weber, en cambio, argumentaba que ninguno de esos 
procesos podía reducirse a las divisiones de clase (aunque claramente 
se veían influidos por ellas, y a su vez la posición y la organización de 
los partidos podían influir en las circunstancias económicas de los 
individuos y de los grupos, afectando la clase). De tal modo, Weber 
observaba que los partidos podían estar basados en preocupaciones 
que excedían las diferencias de clase, como los orígenes religiosos o los 
ideales nacionalistas. 
 
Veamos un ejemplo: una persona que adhiere a la teoría marxista 
puede explicar en términos de clase los conflictos entre católicos y 
protestantes en el norte de Irlanda, puesto que hay más católicos en 
trabajos de clase obrera que protestantes. Un weberiano, en cambio, 
opinaría que tal explicación es ineficaz, porque también hay muchos 
protestantes que proceden de la clase trabajadora. Los partidos a los 
 
26 
 
que las personas se afilian son la expresión tanto de las diferencias 
religiosas como de las de clase. 
 
Coincidimos con Giddens (2010) en que los escritos de Weber sobre la 
estratificación son importantes porque, además de la clase, muestran 
otras dimensiones del fenómeno que tienen una gran influencia en las 
vidas de las personas. Algunos sociólogos sostienen que el esquema de 
Weber ofrece una base más flexible y compleja para el análisis de la 
estratificación que el proporcionadopor Marx: entendiendo la 
desigualdad desde esta perspectiva multidimensional, ya no es posible 
hablar de una sociedad polarizada en dos clases sociales. 
 
Ambos esquemas de clase y la explicación funcionalista tienen en la 
actualidad defensores y detractores, por lo que el debate continúa. Lo 
que queremos destacar es que sociólogos contemporáneos 
sofisticaron sus marcos teóricos y metodologías para explicar las 
desigualdades en la sociedad actual. En esa dirección, podemos 
establecer que hay perspectivas neomarxistas, neoweberianas y 
neofuncionalistas. 
Estas discusiones muchas veces adquirieron matices cuando los 
sociólogos intentaron aplicar las categorías generales a la situación en 
América Latina. 
 
¿Cuál es la relación entre la inteligencia y la 
desigualdad? 
Para seguir pensando, leamos un fragmento de una intervención 
realizada por Bourdieu en el marco del coloquio realizado por el 
Movimiento contra el Racismo y la Amistad entre los Pueblos (MRAP), 
en 1978, titulado El racismo de la inteligencia. 
Para leer el fragmento completo, consultar la bibliografía 
complementaria, Bourdieu, 1978, p. 67-71. Comienza diciendo: 
 
Quisiera decir, en primer lugar, que hay que tener presente 
que no hay un racismo, sino racismos: hay tantos racismos 
como grupos que tienen la necesidad de justificarse por exis-
 
27 
 
tir como existen, constituyendo esto la función invariante de 
los racismos. 
Me parece muy importante centrar el análisis en las formas 
de racismo que son sin duda las más sutiles, las más 
irreconocibles y, por tanto, las menos denunciadas, quizá 
porque los denunciadores habituales del racismo poseen 
algunas de las propiedades que inclinan a esta forma de 
racismo. Me refiero al racismo de la inteligencia. El racismo 
de la inteligencia es un racismo de clase dominante que se 
distingue por una multitud de propiedades de lo que se 
designa habitualmente como racismo, es decir, el racismo 
pequeñoburgués, que constituye el objetivo central de la 
mayoría de las críticas clásicas del racismo, empezando por 
las más vigorosas, como la de Sartre. 
Este racismo es propio de una clase dominante cuya re-
producción depende, en parte, de la transmisión del capital 
cultural, capital heredado que tiene la propiedad de ser un 
capital incorporado y, por tanto, aparentemente natural, 
innato. El racismo de la inteligencia es lo que utilizan los 
dominantes con el fin de producir una «teodicea de su propio 
privilegio», como dice Weber, es decir, una justificación del 
orden social que dominan. Es lo que hace que los dominantes 
se sientan justificados de existir como dominantes, que se 
sientan de una esencia superior. Todo racismo es un 
esencialismo y el racismo de la inteligencia es la forma de 
sociodicea, característica de una clase dominante cuyo poder 
se basa en parte en la posesión de títulos que, como los 
títulos escolares, se consideran garantía de inteligencia y que 
han suplantado en muchas sociedades, incluso para el acceso 
a las posiciones de poder económico, a los antiguos títulos, 
tales como los títulos de propiedad o los títulos nobiliarios. 
(Bourdieu, 1978, pp. 67-71). 
 
 
 
 
 
28 
 
3.3 Los sistemas mundiales. 
América Latina en el mundo. 
 
Fuente: CEPALSTAT en: http://estadisticas.cepal.org/ Último acceso: 14/01/2015. 
http://estadisticas.cepal.org/
 
29 
 
Así como cada país presenta en su interior profundas disparidades 
sociales, a escala planetaria también existen desigualdades entre los 
países. 
En el recuadro inicial de este módulo (pp. 2-3) incluimos un ejemplo de 
las diferencias que encontramos entre las oportunidades que tienen 
dos personas que viven en África del Sur. Sin embargo, las asimetrías 
en el acceso a oportunidades son mucho más pronunciadas si 
consideramos las diferencias en el interior de los países. Veamos la 
situación de Sven, un niño nacido en un hogar sueco promedio. 
 
La situación de Sven 
Sus posibilidades de morir durante el primer año de vida son 
mínimas (0,3%) y su esperanza de vida es de 80 años, esto es, 
12 años más que Pieter y 30 más que Nthabiseng. 
 
Sus probabilidades de educación son de 11,4 años –5 más 
que el sudafricano promedio. A estas diferencias en años de 
escolaridad se suman diferencias de calidad: en octavo 
grado, Sven normalmente obtendrá un puntaje de 500 en 
una prueba de matemáticas internacionalmente comparable, 
mientras que el estudiante sudafricano promedio no 
obtendrá más que 264 puntos –más de dos desviaciones 
estándar por debajo de la mediana de la Organización para la 
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Lo más 
probable es que Nthabiseng nunca llegue a ese grado y, por 
tanto, nunca presentará esa prueba. (Ferreira et al., 2006, p. 
1). 
 
 
La pregunta inicial que podemos hacernos es: 
 
 
 
 
El punto de partida de esta sección será reflexionar sobre la situación 
social y económica de América Latina. Los interrogantes que nos 
movilizan son amplios; por ejemplo: ¿existen diferencias estructurales 
entre América Latina y el resto del mundo desarrollado, o se trata más 
¿Qué categorías utilizamos para referirnos a las 
desigualdades a nivel global?, o bien ¿qué indicadores nos 
sirven para medir las desigualdades? 
 
 
30 
 
bien de grados de desarrollo? ¿Nuestra situación se debe a que la 
Modernidad (de la que hablamos en el primer módulo) no se 
implementó de manera exitosa, o porque nuestra Modernidad tuvo 
características específicas? 
Estas preguntas también nos llevan a interrogarnos sobre el lugar que 
ocupa América Latina en el contexto global. Una inicial categorización 
de la ubicación de América Latina en el contexto mundial fue la que 
propuso el economista francés, Alfred Sauvey, en 1952 (Sauvy, 1952). 
Según él, el concepto de “tercer mundo” designaba a los países que no 
pertenecían a ninguno de los bloques enfrentados en la Guerra Fría: el 
bloque occidental (Estados Unidos, Europa Occidental, Japón, Canadá, 
Corea del Sur, Australia y aliados) pertenecía al primer mundo; el 
bloque comunista (Unión Soviética, Europa Oriental, China) pertenecía 
al segundo mundo. Uno de los rasgos esenciales del segundo mundo 
es que eran sociedades con economías de planificación centralizadas, 
que concedían un papel pequeño a la propiedad privada o la 
competencia entre las empresas. La Unión Soviética tenía una forma 
muy característica de organización social, política y económica; 
fundamentalmente, era una comunidad compuesta por diferentes 
grupos nacionales y culturas. Rusia era el mayor de ellos y el ruso, el 
idioma oficial de la unión; sin embargo, también se hablaban otras 
muchas lenguas, como letón, alemán, árabe o georgiano (Giddens, 
2010). 
En ese contexto, América Latina pertenecía al “tercer mundo”. Sin 
embargo, esta inicial forma de categorizar a los países actualmente 
está en desuso porque los países del bloque socialista han 
desarticulado muchas de las políticas de aquel momento histórico; 
además, porque implica un criterio esencialmente político para 
estratificar a los países. 
Otra manera de categorizar es aquella que los divide en “países en vías 
de desarrollo” y “países desarrollados”, considerando que los países 
que se encuentran en vías de desarrollo están de alguna manera en 
una etapa de transición desde un estado de subdesarrollo a otro de 
pleno desarrollo económico; por el contrario, hay ciertos países que ya 
han alcanzado niveles plenos y óptimos de desarrollo económico. 
El Banco Mundial utiliza una clasificación de los países según los 
ingresos. Esta clasificación se basa en el ingreso nacional bruto (INB) 
per cápita. En base a su INB per cápita, cada economía se clasifica 
 
31 
 
como de ingreso bajo, ingreso mediano (que se subdivide en mediano 
bajo y mediano alto) o ingreso alto. También se utilizan otros grupos 
analíticos que se basan en regiones geográficas. 
 
¿Qué es el Ingreso NacionalBruto y el Producto Interno 
Bruto de un país? 
El producto interno bruto es la variable más conocida y 
utilizada para analizar el desempeño de las economías. Sin 
embargo, no es la que mejor refleja la cantidad de recursos 
con que cuentan los residentes de un país para gastar o 
destinar a ahorro. Esto es así porque no todos los recursos 
que se generan internamente permanecen en el país, sino 
que parte de ellos se transfiere al exterior por concepto de 
remuneración de los factores de producción de propiedad de 
residentes en el resto del mundo, tales como los pagos de 
intereses por las deudas contraídas y las remesas de 
utilidades de las empresas extranjeras radicadas en el país. 
De igual modo, los residentes de un país determinado 
reciben recursos por concepto de remuneración de los 
factores radicados en el resto del mundo. 
Por este motivo, y desde la perspectiva de las cuentas 
nacionales, cobra relevancia la diferenciación de los 
conceptos de ingreso interno e ingreso nacional. Medido a 
precios corrientes, el ingreso interno bruto de un país es 
igual al producto interno bruto y corresponde a la sumatoria 
de los ingresos generados en la actividad productiva de los 
sectores residentes. Al sumar a este ingreso interno bruto los 
pagos netos de factores mencionados en el párrafo anterior, 
se obtiene el ingreso nacional bruto. Dadas las características 
de las economías de los países de América Latina y los 
montos registrados por concepto de estos pagos, la 
diferencia entre el comportamiento del ingreso interno bruto 
y del ingreso nacional bruto ha sido, en determinados 
momentos, apreciable. 
Adicionalmente, en los últimos años ha ganado importancia 
en muchos países de América Latina la recepción de recursos 
correspondientes a remesas de dinero que los trabajadores 
emigrantes realizan a sus familias. Estos son recursos que, 
aunque se generan en otro país y por lo tanto no están 
incluidos en el cálculo del PIB, forman parte de las 
disponibilidades de los residentes para solventar los gastos 
en los que deben incurrir, o alternativamente, destinar al 
ahorro. Al sumar estos recursos al ingreso nacional se 
obtiene entonces el ingreso nacional bruto disponible. Dadas 
las magnitudes de los montos registrados por concepto de 
transferencias corrientes netas recibidas del resto del mundo 
 
32 
 
en los últimos años, la diferencia entre los conceptos de 
ingreso interno bruto, ingreso nacional bruto e ingreso 
nacional bruto disponible adquieren, para algunos países, 
gran relevancia. (Kacef, 2008, p. 11-12). 
 
¿Lo sabías? 
 De los 6.000 millones de personas que viven en el 
mundo, más de 1.200 millones viven con menos de US$1 por 
día y otros 2.000 millones de personas viven apenas un poco 
mejor. 
 Alrededor del 60% de las personas que viven con 
menos de US$1 por día viven en Asia oriental y en África al 
sur del Sahara. 
 En los países de ingreso alto, los agricultores --
hombres y mujeres-- constituyen menos del 6% de la fuerza 
laboral, mientras que en el conjunto de los países de ingreso 
bajo y mediano representan casi el 60% de todos los 
trabajadores. 
 A los países en desarrollo les corresponde 
casi US$1 de cada US$4 que ganan los países industriales con 
sus exportaciones. (Grupo del Banco Mundial, s.f., 
http://goo.gl/LSNdjl último acceso: 23/01/2015) 
 
El dato en común que encontramos en las diferentes categorizaciones 
de los países es que vivimos en un mundo profundamente desigual. 
Según el Informe sobre el desarrollo mundial 2006: Equidad y 
Desarrollo, del Banco Mundial (Ferreira et al., 2006), estas 
desigualdades se traducen en extraordinarias asimetrías de 
oportunidades, tanto dentro de las fronteras nacionales como entre 
los países. En el informe se agrega que incluso la misma oportunidad 
básica de la vida está distribuida en forma muy desigual; por ejemplo: 
mientras que menos de la mitad del 1% de los niños nacidos en Suecia 
muere antes de cumplir el primer año, casi el 15% de todos los nacidos 
en Mozambique no lo consigue. En el Salvador, la tasa de mortalidad 
infantil es del 2% en el caso de los niños nacidos de madres con cierto 
nivel de instrucción, y del 10% si sus madres carecen de formación. En 
Eritrea, la cobertura de la inmunización es próxima al 100% en los 
niños del quinto más rico de la población, pero sólo del 50% en el 
quinto más pobre. 
http://goo.gl/LSNdjl
 
33 
 
 
Fuente: CEPALSTAT http://estadisticas.cepal.org/ Último acceso 14/01/2015 
Seguramente tú debes conocer otras modalidades para categorizar a 
los distintos países y te invitamos a que reflexiones al respecto. Lo que 
queremos destacar en esta breve introducción es que los diferentes 
conceptos que usamos para referirnos al lugar que ocupa América 
http://estadisticas.cepal.org/
 
34 
 
Latina en el escenario mundial no son neutros; por el contrario, 
implican una carga conceptual que intentaremos deslindar en esta 
sección. 
Para analizar la desigualdad a escala global, la sociología 
(específicamente, la reflexión sociológica latinoamericana) dio varias 
explicaciones. En esta sección discutiremos las primeras teorías que 
intentaron dar cuenta de la situación de desarrollo, subdesarrollo y 
desigualdad en la región: la teoría de la modernización y la teoría de la 
dependencia. 
 
Teorías de la modernización 
A partir de la década del cincuenta se produce un cambio en la 
orientación de la sociología latinoamericana, dando origen a lo que se 
denominó la sociología “científica” (Fuentes, 2006; Solari, Franco, & 
Jutkowitz, 1976). La sociología científica fue un movimiento de 
renovación contra una situación que en ese momento era percibida 
como negativa para el desarrollo de la ciencia social en la región. La 
crítica apuntaba al supuesto atraso teórico y metodológico en el que 
se encontraba la sociología a comienzos de la década de 1940 y la 
escasa investigación empírica. El blanco de las críticas de esta corriente 
fue lo que se consideraba que era “precientífico”, “premoderno” y 
“presociológico”. Esta primera etapa en la sociología latinoamericana, 
caracterizada como de los pensadores, tenía al ensayo como principal 
medio de comunicación. Los llamados pensadores, según indicaron 
Solari, Franco y Jutkowitz (1976), eran los intelectuales de América 
Latina que centraron su preocupación en lo social y lo político, y cuyo 
rasgo central era interpretar la realidad social para luego 
transformarla. 
Los aportes de la sociología científica inician una renovación de la 
disciplina, sus concepciones, metodología y de la forma de concebir la 
relación realidad-transformación. 
En ese momento histórico, se reconocía que la sociología tenía una 
larga tradición en América Latina, pero esto era al mismo tiempo un 
obstáculo y un apoyo para el objetivo de establecer una ciencia 
empírica. Solari et al. (1976) plantean que Gino Germani (uno de los 
iniciadores de lo que se conoció como sociología científica) señaló que, 
por un lado, la sociología latinoamericana era un apoyo porque es una 
 
35 
 
tradición de “realismo social” en la región, es un esfuerzo por 
comprender la realidad latinoamericana; y, por otro, era un obstáculo 
porque creó una sociología académica estéril y anquilosada, que no 
otorga valor a la investigación empírica. 
La sociología científica tuvo uno de sus mayores exponentes en la 
teoría de la modernización. Solari y sus colaboradores (1976) indican 
que uno de los postulados centrales de la teoría de la modernización 
es que en la actualidad la sociedad se encuentra “en transición”, y el 
proceso de desarrollo económico supone un estado inicial y un estado 
final. Por lo tanto, se entiende que culmina con el paso de una 
sociedad “tradicional” a una “desarrollada”. El estado final se 
corresponde empíricamente con el de las sociedades actualmente 
desarrolladas. 
La teoría de la modernización concibe, entonces, al desarrollo comola 
adopción de pautas de comportamiento, actitudes y valores 
identificados con la racionalidad económica moderna, caracterizada 
por la búsqueda y obtención de la máxima productividad y ganancia. 
También identifica los posibles obstáculos que pueden surgir en la 
plena implantación de la Modernidad, y define los instrumentos de 
intervención capaces de resolver y alcanzar los resultados deseados en 
el sentido de aproximar a cada sociedad y nación ese modelo teórico 
de sociedad. 
Fuentes (2006) postula que el supuesto fundamental de la teoría de la 
modernización es la existencia de tipos ideales (en el sentido 
weberiano) en extremos de un proceso evolutivo: la transición de la 
sociedad tradicional hacia la sociedad moderna. Se presupone que las 
sociedades avanzan desde un extremo de un continuo hacia otro 
extremo. Las sociedades latinoamericanas se encuentran, de acuerdo 
con esto, subdesarrolladas porque tienen características tradicionales 
que les impiden ser plenamente modernas. 
Es decir, la sociedad actual es una “sociedad en transición”. El proceso 
de desarrollo económico supone un estado inicial y un estado final y 
los sociólogos que trabajan en esta orientación lo conciben como el 
tránsito de una sociedad “tradicional” a una sociedad “desarrollada”. 
Según Solari y sus colaboradores (1976), inclusive cuando no se utiliza 
de manera expresa ningún modelo construido, ninguna tipología, el 
referente empírico (la sociedad a la cual deberíamos llegar) son las 
sociedades más desarrolladas. Esta tipología es claramente dicotómica 
 
36 
 
y los autores reconocen esta simplificación tan solo con fines 
analíticos, pero están de acuerdo en que entre los dos extremos, es 
decir, en la etapa de transición, cabe distinguir una multiplicidad de 
formas; aunque, de todos modos, siempre conduce a ese estado final. 
Así también, tanto el estado final como el inicial son tipos extremos 
que asumen, en las sociedades reales, formas sumamente variadas. 
El rasgo fundamental del tipo de sociedad industrial moderna es el que 
se considera en el concepto de secularización, el cual designa un 
proceso compuesto por tres tipos de cambios continuos (Solari et al., 
1976): 
a) cambios de la estructura normativa predominante, en términos 
de que los individuos se ven cada vez menos constreñidos a 
actuar según las formas estrictamente preestablecidas, 
multiplicándose las situaciones en que pueden optar 
lícitamente entre diversas alternativas (es el pasaje de la acción 
prescriptiva a la electiva); 
b) de la institucionalización de lo tradicional se pasa a la 
institucionalización del cambio, se legitima la innovación, 
etcétera; 
c) especialización creciente de las instituciones y surgimiento de 
sistemas valorativos específicos y relativamente autónomos 
para cada espera institucional. Así, si en la sociedad tradicional 
la familia era la institución en el seno de la cual ocurrían todos 
los sucesos de la vida de sus miembros (en tanto que además 
de la relación de parentesco encontraban allí su lugar de 
trabajo, por ser una unidad económica, y aprendían y adquirían 
habilidades para el desempeño de oficios, etc.), en la sociedad 
moderna las unidades económico-ocupacionales en las que 
discurre la vida laboral de sus miembros se distinguen de la 
familia y se constituyen de hombres no ligados por lazos de 
parentesco, cuya educación se realiza en el marco de las 
escuelas, etcétera, en donde las actividades económicas, 
educacionales y demás se tornan relativamente autónomas. 
Es decir, la sociedad industrial moderna se caracteriza por la vigencia 
creciente de opciones, la constante división y especialización del 
trabajo, la aceptación y valoración creciente del cambio y la 
transformación. En tal marco, la secularización del conocimiento, la 
 
37 
 
tecnología y la economía conducen al empleo cada vez mayor de 
fuentes energéticas de alto potencial y a la maximización de la 
eficiencia en la producción de bienes y servicios. 
La ideas de Whalt Rostow, economista estadounidense, sintetizan los 
postulados de la teoría de la modernización. Según indica Valencia 
(2005), fue Rostow quien mejor expresó esta teoría del desarrollo, la 
cual dominó el pensamiento de las décadas de los cincuenta y sesenta. 
Sintetizamos las ideas de Rostow en función de los trabajos de Preston 
(1999) y Valencia (2005): 
1) La situación inicial es la sociedad tradicional. La 
característica de esta sociedad es la de una estructura con 
funciones de producción limitadas y con un desarrollo 
científico también rudimentario. Esto no significa que la 
sociedad tradicional fuese totalmente estática. Sin 
embargo, la falta de ciencia y tecnología modernas puso 
límites a su modo de organización. Rostow caracteriza esta 
sociedad tradicional en función de su base agrícola, su 
forma de gobierno basada en el clan y la mentalidad 
fatalista. 
2) La segunda etapa del proceso, siguiendo con el argumento 
esbozado en el trabajo de Preston (1999), tiene que 
establecer condiciones previas para el despegue hacia el 
crecimiento autosostenido. El ejemplo que se da es Europa 
Occidental a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, 
cuando la sociedad medieval se desintegra, la ciencia 
moderna crece y el comercio se desarrolla. En tal período 
histórico comienza el proceso de rehacer la sociedad 
tradicional. 
3) La tercera etapa se vuelve “normal”. Rostow, sostiene que 
el despegue implica la superación de los viejos bloques y 
resistencias al crecimiento. Hay enclaves limitados de 
actividad moderna que finalmente se expanden y llegan a 
dominar el conjunto de la sociedad. En una década o dos la 
estructura básica de la economía se transforma de tal 
manera que hay una tasa constante de crecimiento que 
puede ser sostenida regularmente. El impulso inicial se 
deriva del avance tecnológico y de la formación del capital 
 
38 
 
social fijo. El país que ejemplifica este proceso de despegue 
es la Inglaterra de finales del siglo XVIII y principios del XIX. 
Para Valencia (2005), el despegue de algunos países de 
América Latina como Brasil, México, Chile o Argentina 
puede situarse es este período, porque coinciden (a grosso 
modo) con el proceso de industrialización por sustitución de 
importaciones que dejó atrás a la vieja economía primario-
exportadora. Aunque no la desmanteló, sino que la 
refuncionalizó en el contexto de la expansión del 
capitalismo. 
4) En la cuarta etapa hay un período largo de progreso y, 
como consecuencia de esto, las industrias avanzan, 
maduran y se estabilizan; sucede una etapa de buen ajuste 
a los mecanismos sociales e institucionales: con el tiempo 
se establecen una economía y una sociedad maduras que se 
basan en la absorción de nuevas tecnologías generadas 
internamente. Se pasa de una situación donde una 
proporción del ingreso nacional se invertía en 
importaciones a una inversión y la sustitución de las 
mismas. Esto permite la producción masiva de mercancías 
destinadas a la exportación a otros países. 
5) La quinta etapa, es el período de consumo masivo; los 
sectores principales se apartan de las industrias pesadas 
hacia el abastecimiento de bienes de consumo duraderos y 
servicios en el mercado de consumo. La sociedad ha 
efectuado el tan buscado cambio hacia una modernización. 
Si bien en este momento histórico hay diferentes teorías del 
desarrollo, según Valencia (2005) el denominador común puede 
sintetizarse en dos postulados que influirán las ciencias sociales hasta 
nuestros días; sobre todo, en la metodología para comparar 
sociedades industriales desarrolladas y sociedades subdesarrolladas y 
dependientes. Los puntos en común son los siguientes: 
a) El subdesarrollo es una etapa previa y necesaria para alcanzar 
un capitalismo pleno. El corolario de esta tesis es que hay un 
continuum en un proceso lineal de desarrollo, donde es

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