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¿HACIA UN MUNDO FELIZMENTE VIGILADO?
(Por: Lucas Malaspina)
¿Debemos resignar nuestra privacidad en favor de la salud pública? ¿Es el Estado de vigilancia social y digital la respuesta a la crisis del coronavirus? ¿De qué debemos prevenirnos cuando el «solucionismo tecnológico» aparece como la única alternativa para cuidarnos? El coronavirus y el «big data» parecen caminar juntos.
La crisis mundial en torno del coronavirus constituye uno de los eventos más significativos de la humanidad. Haber podido frenar las muertes por infecciones está en la base del desarrollo humano a partir del siglo XIX y, en especial, del desarrollo urbano, del comercio global y del propio sistema capitalista. Nunca el mundo estuvo tan conectado como ahora. Al mismo tiempo, desde que estamos conectados, el orden mundial (incluyendo su aspecto digital) nunca estuvo tan en cuestión como hoy.
Hace dos semanas, el pensador coreano Byung-Chul Han planteaba en una resonante columna en El País: «Corea del Sur ha superado ya la peor fase, lo mismo que Japón. Incluso China, el país de origen de la pandemia, la tiene ya bastante controlada». El filósofo sostiene convencido que «para enfrentarse al virus los asiáticos apuestan fuertemente por la vigilancia digital» y que «en Asia las epidemias no las combaten solo los virólogos y epidemiólogos, sino sobre todo también los informáticos y los especialistas en macrodatos. Un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado». 
La realidad es que mientras China y otros países asiáticos están domando al virus, Estados Unidos se acerca firmemente a un colapso sanitario y Europa fue incapaz de reaccionar de manera coordinada. Las situaciones de crisis engendran y estimulan el autoritarismo, así como todo tipo de «estados de excepción».
China utilizó datos de las operadoras estatales de telefonía móvil para localizar a personas que habían eludido la cuarentena. Las principales compañías tecnológicas, como Alibaba, han desarrollado aplicaciones que pueden clasificar a las personas según su historial de viajes y el riesgo de exposición al virus. Otra de las medidas para contener el brote que tomó China es el uso de cámaras térmicas que toman la temperatura a distancia. China las usó en Wuhan desde enero y, posteriormente, en ciudades como Beijing, Shanghái y Shenzhen, entre otras. Actualmente, se usan como herramientas de detección y alerta en los aeropuertos para contener el avance del coronavirus. En un ambiente controlado, su precisión detecta patrones de temperatura corporal con 0,3 grados de error. Desde comienzos de marzo se encuentran instaladas también en el aeropuerto de Ezeiza en Argentina.
¿Son estas medidas las que garantizan éxito en el combate contra el virus? Esto es lo que debe ser analizado. Lo cierto es que, sin reducir el éxito de las políticas de salud a la implementación de una u otra tecnología, resulta evidente que estas han influido fuertemente. Su utilización, de hecho, alimenta la imaginación política del resto del mundo. Lo que ocurre en Asia en relación con el uso de tecnología de vigilancia para frenar el coronavirus es ya un factor objetivo en la toma de decisiones de los políticos y empresas de Occidente.
Al respecto de lo anterior Byung-Chul Han se aventuró a decir: «Al parecer el big data resulta más eficaz para combatir el virus que los absurdos cierres de fronteras que en estos momentos se están efectuando en Europa. Sin embargo, a causa de la protección de datos no es posible en Europa un combate digital del virus comparable al asiático». Evgeny Morozov ha planteado en Twitter que «la cura no puede ser peor que la enfermedad, pero las apps sí pueden serlo». Podemos acordar con eso. Pero ¿debemos renunciar a la utilización de apps y otras herramientas tecnológicas simplemente porque «potencialmente» pueden ser peores que la enfermedad?
En los hechos, algunos desarrollos en curso desafían la idea de que el uso de estas nuevas tecnologías debe ser rechazado de plano. Un estudio del Big Data Institute de la Universidad de Oxford asegura que «una app de rastreo de contactos que crea una memoria de contactos de proximidad y notifica inmediatamente a los contactos de casos positivos puede lograr el control de la epidemia si es utilizada por suficientes personas. Al dirigir las recomendaciones solo a las personas en riesgo, las epidemias podrían ser contenidas sin necesidad de cuarentenas masivas (bloqueos) que son perjudiciales para la sociedad». El Big Data Institute explica que para que sea efectivo al menos 60% de la población de un país necesitaría participar de este rastreo.
La plataforma de PEPP-PT haría un uso anónimo de la tecnología Bluetooth de baja energía respetando el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR, por sus siglas en inglés) de la Unión Europea y no implicaría el seguimiento de los datos de ubicación (por lo tanto, es menos intrusivo que GPS o torres de telefonía móvil). Aquellos que no tengan teléfono celular podrían usar brazaletes con Bluetooth. PEPP-PT, que sigue el modelo de la app TraceTogether de Singapur, registraría las conexiones realizadas entre teléfonos inteligentes en un dispositivo, en lugar de un servidor central, durante dos semanas, utilizando un cifrado seguro. Solo las autoridades sanitarias locales podrían descargar datos de la app para notificar a las personas en riesgo para que se aíslen.
Es preciso superar la lógica de gobiernos, empresas y ciudadanos-consumidores para generar un sistema de escrutinio colectivo de estos nuevos programas, en el que organizaciones colectivas representativas tengan la posibilidad de fiscalizar su correcto funcionamiento y el respeto por los derechos humanos. Esto implica que las diversas agrupaciones de la sociedad civil deben formar lazos duraderos con cuadros tecnológicos comprometidos con sus valores, para llegar a un nivel nuevo que les permita entender lo que se está discutiendo, usar su poder en la gestión de las crisis e interceder en la opinión pública. De lo contrario, quienes desconfiamos del «solucionismo tecnológico» podemos ingresar en el terreno del abstencionismo respecto a herramientas de lucha útiles contra coronavirus.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
Malaspina, L. (abril de 2020). ¿Hacia un mundo felizmente vigilado? [Mensaje en un blog]. Recuperado de https://www.nuso.org/articulo/big-data-coronavirus-salud-publica-vigilancia-digital/
ACTIVIDAD DE DIAGNÓSTICO
Los siguientes puntos tienen por propósito diagnosticar las competencias tanto para la interpretación como para la producción textual, con ánimo de determinar sus falencias y virtudes para tener un punto de partida de cara al mejoramiento y desarrollo de las habilidades de lectura y escritura.
1. Describa brevemente la idea principal del texto anterior.
Se está utilizando la tecnología a favor del control de la pandemia, pues actúa como sistema de vigilancia epidemiológico para minimizar la expansión exponencial del presente virus, pero de la misma forma contiene contraindicaciones como la violación de la privacidad del ser, pues en el trasfondo buscan controlar cada aspecto de la vida de una persona mediante el uso de elementos y aplicaciones tecnológicas.
2. ¿Cuál es su postura frente a la utilización de tecnologías de vigilancia y control que ha surgido a raíz de esta pandemia?
En total desacuerdo, pues la pandemia ha sido el caballo de troya, que han utilizado los diferentes gobiernos a nivel mundial para de manera muy sutil, ir implementando sistemas de vigilancia que permitan el control absoluto de una población. Facilitando temas como el abuso de poder y desligando por completo los derechos minimo que debe tener un ser, como lo son la libertad de expresión y el cuidado de la intimidad de cada persona.
Sigo creyendo en mi poco conocimiento, que el autocuidado y la agüita de jengibre o cosas por el estilo, tiene mejor efecto preventivo que el estar caminando cada cuadra y que una cámara te esté vigilando.
Gloria Tafur

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