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Apunte I de sexualidad y género de la cátedra de Antropología (2)

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SEXUALIDAD Y GÉNERO
Área de Antropología
Dr. Juan Carlos Alby
Precisiones etimológicas
a. Sexo
La palabra “sexo” proviene del latín sexus, tal como se ve en la Historia Natural de Plinio y
en las Instituciones divinas de Lactancio. Pertenece a la familia de palabras de Secus, con e
breve, “de otra manera”, “diversamente”, “al contrario”, “mal”, “malamente”. También se
relaciona con sequor, secundus, “el que viene detrás”, “el que ha de seguir”. Por su parte,
sectus, es el participio pasado del verbo seco, secare, que significa “cortar”.
Por lo tanto, ser sexuado significa “ser cortado”, “ser escindido” desde una unidad
originaria, lo que nos remite directamente al mito del andrógino descrito en el Banquete de
Platón. En la sección 203a de este diálogo platónico se lee que en una remota antigüedad
los seres humanos eran redondos y poseían dos pares de miembros superiores e inferiores y
a la vez eran hermafroditas, o poseían ambas partes masculinas o ambas partes femeninas.
Esta condición física les resultó apropiada para escalar el Olimpo e iniciar una rebelión
contra los dioses. Estos, en consecuencia, decidieron cortarlos en mitades. Desde entonces,
cada mitad busca reunirse con la que fue cortada en aquel tiempo primordial. En el caso de
la homosexualidad, la mitad masculina busca la otra mitad de la que fue escindida. De igual
manera sucede con las mitades femeninas en el caso del lesbianismo, y con las mitades
masculinas y femeninas entre sí en el caso de la heterosexualidad.
La atracción erótica entre un sexo y el otro obedece al mito del nacimiento de Eros,
presente también en el Banquete de Platón. Se dice que en una fiesta en que los dioses
celebraban el nacimiento de Afrodita, la diosa del amor, hacia el final del simposio se
presentó a la puerta Penía, la diosa de la pobreza, de la indigencia y la mendicidad. Ella
pudo ver que en los jardines de la casa del banquete estaba echado sobre la hierba y
completamente ebrio Poros, el dios de la riqueza y de la abundancia. Penía urdió un plan
para seducir a Poros, quedar embarazada de él y, de ese modo, escapar de la pobreza.
De aquella unión nació Eros, una entidad mediadora entre los dioses y los hombres, un
daimon, que tenía la característica de ser andrógino, es decir, poseía una mitad femenina y
otra masculina. Como su madre, Eros nunca se saciaba, era necesitado de todo. Al igual que
su padre, era astuto, seductor y todo lo que quería podía conseguirlo. Al ser separado por
los dioses, ambas mitades se buscan para reunirse nuevamente y recuperar la unidad
primigenia de la que fueron escindidas. Esta búsqueda impulsada por el deseo es
precisamente la fuerza erótica que opera en la atracción entre dos personas, sean cuales
fueran sus respectivos sexos. 
Estos mitos que están en la base de la cultura occidental constituyen el fundamento último
del significado de la palabra “sexo”.
b. Género
La palabra “género” proviene del griego γένος (génos) y significa primariamente
“genitalidad”, según aparece en Cicerón, De Inventione I. Es necesario aclarar que el
artículo que le precede es neutro, es decir, ni femenino ni masculino, o que incluye ambas
características. Así, por ejemplo, τὸ γένος (tò génos) debería traducirse como “lo género” y
no “el género”. La neutralidad del artículo nos indica que el género es una categoría
abarcadora dentro de la cual se incluye la especie y, a su vez, dentro de esta, los individuos
femeninos y masculinos. Es decir, el género es más que la especie y esta es más que los
individuos. En microbiología, por ejemplo, esta jerarquía entre género y especie se aprecia
en la manera de escribir los nombres de los microorganismos, pues el primero se inicia con
mayúscula y el segundo con minúscula, para indicar la precedencia jerárquica del género
sobre la especie. Ejemplo: Escherichia coli. 
El uso correcto de los artículos disipa las confusiones que se suscitan en torno a las
llamadas “cuestiones de género”, que suelen derivar en posturas fundamentalistas que se
trasuntan en el lenguaje. Señalaremos algunos ejemplos cotidianos:
-Saludar con el desdoblamiento “todos y todas”. Para corregir esto es necesario
recordar que así como en el griego, idioma del que deriva la palabra género, existen tres
artículos, femenino ἡ (he), masculino ὁ (ho) y neutro τὸ (tò), también en español nos
encontramos con la, el y lo, respectivamente. Dado que en español, la hace el plural en las,
el en los y lo también en los, cuando usamos una categoría abarcadora como el género o un
cuantificador universal como “todo”, al pasarlo al plural como “todos”, lo estamos
haciendo en el sentido neutro y no en el masculino, es decir, el “todos” que corresponde al
los del plural de lo. Por lo tanto, decir “todos y todas” en un auditorio en el que hay varones
y mujeres implica caer en redundancia, ya que en el “todos” están incluidos varones y
mujeres. A modo de resumen: género: animal; especie: animal racional, hombre, homo;
individuos: varones y mujeres. Sobre estas dos realidades individuales, bases biológicas
naturalmente dadas, sobrevienen las construcciones ulteriores de género desde el punto de
vista cultural. Pero, como pudo demostrarse, el género no es una mera construcción social. 
-Uso de la palabra “femicidio”. Los géneros masculino y femenino se construyen
sobre las bases dadas por la genitalidad, tal como lo exige la etimología de género que ya
hemos señalado. La mujer y el varón pertenecen a la especie humana, homo, que se inscribe
a su vez en el género “animal”. Dado que este último puede subdividirse por diferencia
específica entre “animal racional” y “animal irracional”, ubicamos al ser humano en la
primera de estas dos divisiones. Según la clásica definición de hombre (no, varón): “animal
racional capaz de intelecto y ciencia”, la cualidad de “racional” hace al ser humano algo
distinto respecto de todos los demás seres vivientes, porque “racionalidad” implica
“conciencia”, todo el sistema cognitivo del intelecto y no la mera capacidad de cálculo a la
que el pensamiento moderno ha reducido a la razón, confundiéndola con la ratio
ratiotinante o capacidad de cálculo, con lo cual se ha empobrecido el concepto antiguo de
ratio, en latín, o de lógos, en griego, que abarcan mucho más que eso. Por estar dotado de
conciencia, el hombre pertenece a la especie homo sapiens sapiens, el “hombre que sabe
que sabe”. La especie homo, por lo tanto, incluye a mujeres y varones. De ahí que llama la
atención que para referirse al asesinato de una mujer se utilice el término “femicidio” y
para el de un varón “homicidio”, como si la mujer no perteneciese a la especie homo. No se
habla, en cambio, de “masculinicidio” para señalar el asesinato de un varón. Si bien este
tipo de recursos se utilizan para destacar la violencia recurrente sobre las mujeres en
atención a su natural vulnerabilidad, el empleo de términos incorrectos como “femicidio”
culmina paradójicamente por discriminarla aún más del varón.
-Ciertos usos indebidos del lenguaje que por su evidente torpeza merecen menor
consideración; no obstante, resulta necesario señalarlos:
a. Uso de “todxs” en lugar de “todos”. Lejos de incluir, esa incorrecta manera de
escribir ignora lo argumentado más arriba acerca del plural del artículo neutro “lo”.
b. Uso de “tod@s” en lugar de “todos”. La arroba no es una letra, sino una
abreviatura de medida de peso equivalente a 11, 5 kg. De ahí derivamos en la absurda
expresión “tod(11,5 kg)s”.
Si bien se comprende el énfasis que ciertas disciplinas intentan poner en las cuestiones de
inclusión y de igualdad de género, no es necesario deformar el lenguaje para lograr tal
cometido.
Bibliografía
Alby, Juan Carlos, Apuntes de cátedra del seminario deSGR “La sexualidad y lo sagrado”.
Este material incluye la bibliografía indicada en el cuaderno del alumno.