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Entrenando la Mente para el Liderazgo

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Índice
Portada
Sinopsis
Portadilla
Cita
Dedicatoria
Prólogo, por Álex Rovira
Nota del autor. Del gimnasio a la cancha
I. La mente
Capítulo 1. Un cerebro biológicamente pesimista
Capítulo 2. Entrenar la mente
Capítulo 3. Bendita imperfección
Capítulo 4. Una mente de abundancia
Capítulo 5. Imaginación
II. La técnica
Capítulo 6. No pares el reloj, no puedes
Capítulo 7. El poder de la pregunta
Capítulo 8. Entrenando la escucha
Capítulo 9. Entrenando el feedback
Capítulo 9. Entrenando el lenguaje interior
Capítulo 11. Entrenando el pensamiento disruptivo
Capítulo 12. Entrenando la actitud
III. El entrenador
Capítulo 13. ¡UAU!
Capítulo 14. Lecciones para un futuro presente
Capítulo 15. Think fast. Change fast. Act fast. El liderazgo exponencial
Capítulo 16. Cuando el líder es entrenador
Capítulo 17. El líder total
IV. Te toca
Capítulo 18. Tu plan de entrenamiento
V. Las 3 verdades
Capítulo 19. La triple «A»
Capítulo 20. Te vas a morir
Capítulo 21. En ocho palabras y un comentario
Bonus Track
The End
¡Muchas gracias!
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Notas
Créditos
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SINOPSIS
Fernando, de una forma provocativa y con un lenguaje sencillo nos lleva, una vez más, a replantearnos el status
quo del pensamiento más establecido. En este caso, a través de reflexiones centradas en algunas de las habilidades
básicas que nos conectan con el nuevo presente social, al que cualquier persona, desde su ámbito profesional o
personal, tendrá que enfrentarse.
Se adentra en una novísima revisión de temas como la escucha generativa, el poder de la pregunta, el
feedback, la naturaleza de la imperfección, la fuerza de la imaginación, el pensamiento disruptivo, los miedos, el
nuevo liderazgo...
Y todo ello desde una propuesta novedosa: ENTRENAR LA MENTE PARA ELLO. Entrenar la mente
desde la comprensión de nuevas habilidades y el manejo de herramientas que nos lo permitirán. Todas ellas las
tienes en este libro a tu disposición.
Además, el libro cuenta con un capítulo llamado Bonus Track en el que el autor ha invitado a algunos de los
expertos, colegas y amigos más relevantes del momento a que exprese su opinión sobre el tema. Algunos de estos
invitados son Toni Nadal, V. Fuster, L. Rojas, Jorge Blass, Santiago Álvarez de Mon, Juan Mateo, entre otros.
4
¿Cómo entrenar
la mente?
Y APRENDER
de forma EXPONENCIAL
FERNANDO BOTELLA
 
5
Lo que tu mente necesita entrenar para ser un líder HOY y disponer de una
vida mejor.
Aprender, innovar y liderar van de la mano.
De igual manera, van de la mano el pasado, el presente y el futuro.
Todo ello nos conecta con la felicidad en cada instante.
La mayor arrogancia del ser humano
se fundamenta en pensar
que lo que nos llevó ayer al éxito,
nos bastará para mañana.
El control es una ilusión.
Nota del autor
6
Dedicado a todas las personas
que cada día me hacen ser mejor
en todos mis sentidos,
a cuestionarme mi hoy y mi mañana,
a estar en paz con mi pasado;
a vivir con mente de aprendiz.
Y a las que me ayudaron a comprender
el poder de las palabras
y la pasión por escribir.
7
La magnitud de mi ignorancia
es infinitamente exponencial...
8
La vida es un pequeño espacio de luz
entre dos nostalgias:
la de lo que aún no has vivido
y la de lo que ya no vas a poder vivir.
ROSA MONTERO (La carne)
¡ESTO NO ES UN LIBRO!
... Es un gimnasio para todas las personas que quieran adentrarse en el entrenamiento de
habilidades cruciales que nos permitirán ser profesionales más eficientes y mejores
personas.
Ven y practica.
Deja de intentarlo y ¡hazlo!
RECORDATORIO:
Nada sucede fuera del momento presente.
Nada que pasó está sucediendo. Ni ya existe. Aprendimos de ello.
Nada que pasará es real, al menos todavía.
Sin embargo, entrenarse para el futuro es muy importante.
Allí, está todo por suceder. Las posibilidades son infinitas.
El futuro está condicionado por el ahora.
El futuro es el tiempo que nos queda para hacer lo que todavía no hemos hecho.
¿Y si nos entrenamos para ello?
PROMESA:
Lo que sufres cuando permaneces anclado a tu miedo es más perjudicial que el hecho de
afrontarlo.
Con este libro te ayudamos a poner tus miedos frente a ti, a destaparlos y
conquistarlos.
Tiene un porqué...
9
«Ya lo sé» es el principio para no saber. O para empezar a dejar de saber. Éste es el
punto de partida de este libro, y lo que me ha hecho elegir este título: aprendizaje
exponencial.
Tiene un porqué...
El ejercicio de la duda, y del aprendizaje continuo, nos hace más sabios, mejores
profesionales y mejores personas.
Y no vale de cualquier forma. Debe ser EXPONENCIALMENTE.
Para nada me refiero a una mente que vive bajo la nube negra de la duda
compulsiva, estresante, paralizadora, injustificada, ilimitada... Este tipo de duda es una
mala compañera en el viaje del aprendizaje continuo. Y no es a la que me refiero.
El término exponencial, tan de moda en el territorio de la tecnología, es aquí usado
como adjetivo de aprendizaje. Y me refiero con ello a la necesidad de evitar la linealidad
en cualquier proceso de aprendizaje, es decir, a evitar pensar que aprender es conectar el
futuro con los puntos (=referentes) del pasado.
El pasado vive en nosotros. Le debemos estar agradecidos. En el pasado nos
apoyamos para crecer.
Pero cuando se trata de aprender, debemos mirar adelante.
Entendiendo que todo está siempre por hacer.
Vivir en el conformismo puede ser el principio del fin.
La exponencialidad del aprendizaje nos propone vivir cuestionando el presente,
cuestionando lo establecido, dándole una nueva vuelta, una vuelta de más...
De eso trata este libro.
De ser conscientes de que las cosas pueden ser diferentes a como lo fueron. De que
todo está por hacer.
Y de que todo lo que está por venir se puede entrenar en el ahora.
10
Observa este gráfico tan utilizado para hablar del desarrollo exponencial en
tecnología. Cambia la referencia a lo tecnológico por desarrollo del talento. Y del
aprendizaje.
Seguirá siendo igual de válido.
Mi intención es que descubras
que la mente no es un ente fijo.
La tuya tampoco.
Tu mente está en continuo estado de Aprendizaje,
y en modo Exponencial.
A través de tus ideas, de tus conocimientos y experiencias; por tu forma de hablarte
a ti mismo y de relacionarte con el entorno; por tus pensamientos y por tus formas de
hacer, participas activamente en la construcción de tu
FUTURO.
¡Cuídalo!
11
Prólogo
Generosidad y Kairós
La grandeza de un ser humano se mide por la capacidad que tiene de manifestar valores
que crean valor a través de la acción.
Cuando alguien decide compartir su sabiduría y conocimiento de manera generosa
y entregada, cuando decide abrir el regalo que le ha dado la vida a modo de experiencias,
agradables y desagradables, pero todas ellas alquimizadas hacia el bien y la voluntad de
servir, cuando esa persona está determinada a dejar un legado en el mundo de bondad,
belleza y consciencia, entonces no hay duda, la generosidad es su guía, el amor es su
brújula, kairós es su legado. Y todo ello es lo que hace mi amigo Fernando Botella en
estas páginas: se vierte desde la voluntad de servir, de impulsar, de empoderar, de
entrenar, de transformar, de construir sentido, de amar, en definitiva.
En la estructura temporal de nuestra civilización, normalmente, solemos emplear
sólo una palabra para hablar del tiempo vivido, del tiempo medible: cronos. En la Greciaclásica además de cronos se tenía muy presente el concepto de kairós. Cronos hace
referencia a la medida del tiempo que nosotros utilizamos ahora, el tiempo del reloj, el
tiempo cuantificable. Kairós hace referencia a la cualidad del momento, a la dimensión
cualitativa del tiempo, a la acción en el momento justo. No es el tiempo cuantitativo, es
el tiempo cualitativo de la ocasión, de la oportunidad, de ser oportuno; es la experiencia
del momento adecuado y la capacidad para entregarse a él. De este modo, cronos y
kairós juntos propician una experiencia de transformación radical. El momento deja de
estar vacío y se llena de sabiduría, de lucidez, de arrobo, de revelación, de
transformación, de valor. Es por ese motivo que en si nuestra vida está llena de kairós
hay transformaciones exponenciales.
Todos experimentamos alguna vez en la vida la sensación de que ha llegado el
momento adecuado de hacer una cosa, quizá porque nos sentimos maduros o preparados
psicológicamente y emocionalmente, y ya podemos tomar la decisión que corresponde.
Una decisión no exenta de coraje, que no es la ausencia de miedo, sino la clara
consciencia de que ha llegado el momento en el que vale la pena arriesgarse porque el
movimiento que vamos a hacer tiene sentido, vale, literalmente, la pena.
Kairós es también el momento de la claridad, de la lucidez, de la idea reveladora, de
la innovación transformadora, incluso de la epifanía, del despertar interior, el momento
de la introspección valiente, del crecimiento del alma, de la reflexión clave, de la
12
expresión de lo mejor para el bien individual y colectivo. Kairós es teñir de divinidad lo
prosaico gracias a la fuerza de una entrega radical en la voluntad de comprender y de
servir.
También cuando creamos, conectamos con la dimensión del kairós del tiempo. Y en
otra acepción muy interesante, kairós también supone la alegría, la espontaneidad, el
conectar con un sentimiento esencial, verdadero, profundamente humano, revelador
desde la desnudez y la sencillez, con la pureza de un niño sabio, con la inocencia
reveladora. Por eso es tan importante que meditemos, cuanto menos, y que busquemos
en nuestra vida este tiempo apreciativo, porque en la medida que nuestro tiempo lo
nutramos de calidad, podremos conectarnos y conectar con los demás al poder inmenso
del amor a la vida y por la vida. Podremos hacer que cronos devenga kairós y nuestra
vida experimente un cambio radical en un instante, porque si cronos nos viene dado por
el simple hecho de existir, kairós es un regalo que nos podemos hacer y podemos hacer a
los demás. En cronos existimos, en kairós Vivimos, en mayúsculas, e invitamos a Vivir.
Cuán distinto puede ser un minuto vivido desde la inercia o vivido desde la consciencia,
la actitud positiva, el entusiasmo y la generosidad que busca dar lo mejor al otro.
La vida, nuestra vida, sería bien distinta si invistiéramos nuestros instantes con un
kairós revelador, generoso, lúcido, amable, riguroso, consciente, ameno, pulcro, atento,
activo, entregado. Y precisamente eso es lo que nos regala Fernando Botella en este «no
libro», ya que es mucho más que un libro, porque desde su grandeza como ser humano y
excelente profesional que es, y que cultiva con tesón, desde su generosidad, desde las
miles de horas de estudio y reflexión que rezuman en cada capítulo nos brinda ideas,
herramientas e invitaciones de altísimo valor para transformar la existencia. Este «no
libro» es un regalo de valor extraordinario. Una puerta a convertir cronos en kairós en
cada capítulo a través de un completísimo y bien estructurado plan de entrenamiento
mental, emocional, ético, de hábitos e incluso espiritual.
Los múltiples ejercicios que nos brinda Fernando pasan por una suma enorme y
altamente valiosa de invitaciones: mirar la realidad de manera distinta o cambiar el
marco mental, aumentar nuestra presencia y atención, observar lo inobservado, salir de
la inercia, liberarnos de suposiciones, formular las preguntas adecuadas, liberarnos de
condicionamientos del pasado y de prejuicios, cuestionar temores y liberarlos, calibrar
bien nuestro sentido de realidad, desintoxicar nuestra mente de filtros que la alejan de
una sana calibración de los hechos vividos, liberarnos de la esclavitud de la
complacencia, practicar la aceptación, aprender humildemente de los errores,
flexibilizarnos, cuestionar, agradecer, visualizar, imaginar, formular las preguntas
adecuadas, ejercitar la escucha empática, y generativa, aportar un feedback enriquecedor,
generar confianza, desarrollar la asertividad, pensar sin límites, entrenar una actitud
positiva consciente ante nosotros mismos, los demás y la vida, y tener la humildad y el
hábito de desaprender para volver a aprender limpios de inercias y condicionamientos,
empoderándonos y empoderando. Una verdadera invitación al Liderazgo Total.
13
Por todo ello sólo me queda felicitar a Fernando por su generosidad y excelente
trabajo, e invitarte a ti, lectora, lector, a que entres en el kairós de un aprendizaje
exponencial de la mano de nuestro buen amigo que tanto ha hecho para que así sea.
Feliz aprendizaje, feliz entrenamiento, feliz transformación, feliz kairós.
ÁLEX ROVIRA CELMA
<www.alexrovira.com>
14
http://www.alexrovira.com
Nota del autor
Del gimnasio a la cancha
Si comienza uno con certezas,
terminará con dudas;
mas si se conforma con comenzar con dudas,
llegará a terminar con certezas.
FRANCIS BACON (filósofo)
No haciendo caso a Bacon, comenzaré con una gran certeza:
QUIEN NO ENTRENA LLEGARÁ A SER UN GRAN
MEDIOCRE
Y así, en el resto de este manual, me permitiré estar lleno de dudas e intentaré
hacerte también dudar a ti querido lector...
Para no confundirte, esto no es un libro relacionado con el mundo del deporte. Ni
versará sobre el entrenamiento que hacen los deportistas para llegar a alcanzar el éxito.
Ni de lo que debemos aprender del deporte para llevarlo a nuestra vida personal o
profesional.
El gimnasio en este libro está en ti.
Y la cancha es TU VIDA.
Todo está cambiando. Siempre fue así.
Sólo que ahora, el ritmo del cambio también ha cambiado.
Dediqué mi libro anterior, Bienvenidos a la revolución 4.0 a explicarlo, a
compartirlo con vosotros...
La revolución tecnológica, que todavía está en sus albores, nos propone un
escenario futuro diferente, en donde los profesionales tendremos ciclos de vida más
cortos, cambiaremos numerosas veces de trabajo, de área de especialidad, trabajaremos
por proyectos; un mundo en el que muchos puestos de trabajo serán ocupados por
máquinas, robots, en el que aparecerá un nuevo modelo ético y nuevos valores en las
relaciones humanas, donde los mánager deberán aprender a convivir y a operar en una
15
economía freelance, basada en los soft agreements y en el desarrollo del talento a través
de la inteligencia conectiva, donde el modelo educativo deberá correr muy deprisa y
sufrir un gran cambio si quiere estar a la altura del momento... Y un largo etcétera.
En este entorno veloz, al que hemos llamado de crecimiento exponencial, nos
aparecen algunas preguntas cruciales, tales como: ¿Cuál es el rol del nuevo líder? ¿Cómo
liderar nuestra propia vida? ¿Cómo desarrollar nuestra creatividad para seguir
avanzando, evolucionando, no sólo como especie o grupo social, sino también
individualmente? ¿Adaptarnos o no adaptarnos? ¿Cómo hacer convivir la visión
continua de futuro acelerado con el presente, el aquí y ahora tan reclamados?...
Para dar respuesta a estas preguntas, y a tantas otras, os hago una única propuesta:
vivir bajo el manto de un continuo aprendizaje. Eso sí, viviéndolo sin agobio, sin prisas
injustificadas, sabiendo que cada cosa tiene su tempo, su momento. Que todo llega si te
pones a ello, si lo abrazas recibiéndolo con placer en lugar de rechazarlo, si lo practicas...
Si lo entrenas.
El secreto en cuatro palabras: recibir, aprender, entrenar y hacer.
Que podrían ser: actitud, talento, esfuerzo y acción.
Todo llega. Todo lo que tiene que llegar, llegará.
No lo esperes sufriendo.Ni maldiciendo.
Espéralo estando preparado para ello.
Estando, que es gerundio, es vivir en continuo proceso de acción, para siempre.
Estar, que es el infinitivo, es el que marca simbólicamente la innovación infinita
continua. Y felizmente en paz con nuestro estado, que es el participio y representa el
pasado, lo que fue, lo que nos trajo a lo que ahora somos.
La velocidad en la que todo cambia puede ser de vértigo, pero la buena noticia es
que, si tu talento está en continuo «movimiento», viviendo en gerundio infinito, ni te vas
a enterar y todos estos cambios pasarán en tu vida de forma natural, como sin darte
cuenta.
Déjame contarte una metáfora para explicar bien esta tesis que acabo de compartir
contigo.
¿Sabes a qué corresponde esta velocidad: 29,8 km/segundo?
Es una velocidad de vértigo, ¿no?
A esta velocidad, desde que has empezado a leer este capítulo, habrías podido
recorrer cientos de miles de kilómetros.
¿Pero... te has movido del lugar donde estabas?
¿Quizá unos metros? ¿Quizá se está moviendo el tren o el avión en el que vas
leyendo?
29,8 km/s es la velocidad en la que todos, en el vehículo Tierra, nos estamos
continuamente moviendo alrededor del Sol.
16
A toda leche. Sin embargo, parece que no nos movemos.
De igual manera todos estos cambios que se avecinan llegarán a nuestra vida a una
gran velocidad, pero parecerá que no nos estamos moviendo. Eso sí, debe pillarnos
abiertos a todo, dispuestos a desarrollar nuevos músculos a la vez que a cuidar aquellos
que nos siguen siendo absolutamente necesarios, tales como el músculo del pensamiento
creativo o el músculo de la buena gestión de las emociones, entre otros... Que son
únicamente humanos.
La idea fundamental que recorrerá este libro está basada en intentar explicar y
compartir conocimientos, habilidades, actitudes, herramientas, técnicas, modelos... En
los que tenemos que basar nuestro aprendizaje y entrenamiento personal, para ser
mejores profesionales, a la vez que adquirir ventajas que nos permitan estar al día en
todo aquello que está cambiando. Las mal llamadas soft skills serán más relevantes que
nunca antes lo fueron.
Éste es un libro cuyo objetivo pretende ayudarnos a reflexionar y a entrenar todo
aquello que nos permitirá seguir siendo muy humanos, ahora más que nunca en relación
con cualquier otro momento de la historia de la humanidad. Pretende ayudarnos a
trabajar nuestro potencial; a sacar lo mejor de nosotros, eso que tenemos las personas
cuando nos ponemos en «modo aprendiz», cuando vivimos entrenando de forma
continua, diariamente, en modo evolución, sin darnos el permiso, en ningún momento,
de llegar a pensar que tenemos nuestro conocimiento y nuestras habilidades bajo control.
Nada está bajo control.
El control, así como la comodidad, la estabilidad, la seguridad... Son sólo una
ilusión de nuestra mente, pero nada de todo ello es real.
Durante todo el trayecto que recorreremos juntos en este manual de entrenamiento
para líderes, y también para tu vida, te invito a pensar en un modelo que recogeremos
bajo la etiqueta de las «4 C».
La primera «C» tiene que ver con desarrollar las competencias cruciales, poner foco
en lo verdaderamente importante, volver a la escuela permanentemente, a la guardería si
es necesario, para renovar conocimientos, aprender nuevos modelos o técnicas, y
también para revisar los de siempre, que siguen siendo muy válidos, aproximándonos a
ellos de una forma diferente, y entrenándolos.
Esto requiere entender y aceptar la formación continuada, el entrenamiento
continuado, de por vida.
Con la segunda «C» nos referiremos al compromiso. No vale con pasar por el
gimnasio una vez al año. Debemos ir cada día.
Una definición sencilla de compromiso, que siempre he defendido, y que en tantos
cursos y conferencias he comentado durante todos estos años, es entender el compromiso
como hacer lo que se tiene que hacer. Punto.
17
Además de saber y aceptar que estar comprometido siempre es estar dispuesto a
perderse algo. Ser consciente de ello, pero que no nos importe, porque lo que ese
compromiso nos reportará es mucho más gratificante.
Por lo tanto, tendremos que comprometernos con las propuestas de mejora y con los
ejercicios que este manual nos vaya proponiendo. Entrenarlos y ejercerlos cada día.
La tercera «C» es la de cultura.
Para atender el entorno complejo en el que nos va a tocar vivir, como nunca antes,
las llamadas humanidades tendrán una relevancia absoluta en el desarrollo de las
personas, disciplinas como la historia, la biología, el conocimiento y buen uso del
lenguaje, las artes escénicas compartidas y las artes individuales, el pensamiento de
diseño...
Llegó el momento de la verdad: tecnología y humanidad no son dos polos opuestos,
no son dos conceptos reñidos. No se contraponen. Tendremos que enfrentarnos al
desafío personal y profesional de convivir, bajo una misma cultura, con las disciplinas
humanistas de siempre, junto a lo digital, las inteligencias artificiales diseñadas por
personas para así poder seguir evolucionando.
Las disciplinas humanistas tendrán un valor relevante en el nuevo entorno del dato
y la automatización.
Como nunca, el análisis lingüístico será fundamental en un mundo en el que los
algoritmos también necesitarán funcionar adecuadamente. La filosofía será esencial para
entender la nueva ética social y las relaciones entre los negocios; la paleontología o la
arqueología, entre otras, aportarán un valor crucial en los procesos de pensamiento
disruptivo, crítico, en los modelos de desarrollo creativo.
Lo digital y las humanidades viajarán de la mano.
Por último, la cuarta «C» es la de continuo.
Se trata de un proceso continuo. Nada fijo en el tiempo. No se trata de un tiempo
que hay que pasar y que acaba. Es y será así siempre, y para siempre. Ya lo fue. Lo sigue
siendo. Lo seguirá siendo.
Los sajones llaman a este proceso lifelong learning, que algunos traducen como
«learnibilidad».
A mí me gusta más el nombre sencillo de aprendiz continuo.
Ya no sirven los diplomas colgados en la pared del despacho. El curriculum vitae
de siempre está obsoleto; se necesitan profesionales con visión y adaptabilidad, son los
requerimientos del futuro, y no aquellos que quieren acceder a nuevos trabajos tan sólo
con una buena cartera de pasado.
Las instituciones educativas tendrán que evolucionar a este nuevo entorno.
¿Carreras profesionales que formarán parte de toda tu vida? ¿La educación tradicional
está preparada para formar a los líderes actuales? ¿Y a los del futuro? ¿Cinco años, más
máster más doctorado más especialidad, y ya está?
¿Es sostenible un modelo educativo basado en ser expendedores de diplomas?...
18
Pero... No entremos en pánico.
Ya está demostrado, a lo largo de toda la historia de la humanidad, como ocurre en
el momento actual, que todo esto no va de tirar a la basura el saber que traemos del
pasado.
Hay una regla que los expertos han llamado del «20/80», y que siempre funcionó y
seguirá haciéndolo.
Consiste en mantenernos actualizados de forma continua en un 20 por ciento de las
competencias, habilidades y conocimientos que sean nuevos.
Nada más. Y nada menos.
El 20 por ciento serán las nuevas competencias que deberemos adquirir, y el resto,
el otro 80 por ciento, tan sólo será necesario someterlas a revisión y seguir
practicándolas. Casi nada.
Las primeras, las correspondientes al 20 por ciento, pueden ser tales como: la
capacidad de gestionar el talento en modo colectivo interconectado, el pensamiento
disruptivo basado en modelo de pensamiento de diseño, la capacidad ejecutiva excelente
acelerando el rendimiento, exponenciándolo, la gestión de una actitud emprendedora
atrevida, etcétera.
Las de siempre se basarán en competencias como la capacidad de gestionar las
emociones, el autocontrol, la gestión de la adversidad, la toma de decisiones, la escucha
empática, el valor de la intuición, la adaptabilidad, la orientación a la tarea...
Y la gran pregunta:
¿Cómo conseguir tener nuestra mochila profesional y personal actualizadaen
ambos casos, tanto cuando nos referimos a los talentos tradicionales, pongámosle esta
etiqueta, como a las nuevas necesidades competenciales?
La respuesta:
entrenando
Ésa es la propuesta de este libro: entrenar.
Pendiente de tu querer, de tu voluntad, de tu esfuerzo.
Y del saber, a través de las reflexiones que este autor, desde su más modesto
conocimiento, te traerá a lo largo de las páginas de este manual. De forma sencilla. Sin
grandes fuegos de artificio.
En muchas ocasiones a través de un remake de lo que por ti ya es conocido, para
hacer que te replantees ciertos puntos de vista; en otras, pretendiendo que descubras algo
nuevo, total o parcialmente.
Querido lector, me gustaría que este libro lo escribiésemos juntos. NO es mi libro.
Ya no. Ahora es el tuyo.
19
Es tu plan de entrenamiento.
Para ello, te recomiendo que el viaje a través de este escrito lo hagas con lápiz y
papel en mano, acompañado de una libreta, o con un taco de pósits, o quizá con alguna
aplicación tecnológica.
Lo importante, que tomes notas. Las que necesites.
Y que en ciertos momentos vayas haciendo tu plan individual de mejora, a través de
una guía que iré dejándote a lo largo de los diferentes capítulos, especialmente en la
parte dos de este manual.
A lo largo de las páginas que tienes por delante, encontrarás recomendaciones,
siempre dentro de un cuadro, que dirán: «Llévatelo a tu ficha de
entreno».
Se tratará de sugerencias que el autor te hará, con la idea de que las reflexiones y las
anotes, a tu modo, en tu libreta; y con el objetivo clave de que puedas ponerlo en
práctica más tarde.
Ve creando así tus fichas de entrenamiento.
¡Y practícalas! Haz que sean realidad. No lo dejes...
Recuerda: saber no es hacer. Somos lo que hacemos.
El cambio... Tu cambio sólo te llegará si HACES
las cosas de una forma diferente a como las hacías.
Por tu «hacer». Por ti. Es tu decisión. Éste es el único secreto.
20
I
LA MENTE
Espero que ahora,
al escribirlo,
quede definitivamente desalojado
del casillero de mis preocupaciones.
MARIO LEVRERO (escritor)
21
Capítulo 1
Un cerebro biológicamente pesimista
La mayoría de las personas
tendemos a ser negativas
la mayor parte del tiempo.
Tendemos a juzgar, criticar y quejarnos
con frecuencia.
Sin embargo, la vida está compuesta
casi por completo de cosas positivas.
MO GAWDAT (CBO de Google X)
Una persona no debería
estar cómoda sin su propia aprobación.
MARK TWAIN
(escritor, viajero, humorista)
El 75 por ciento de nuestro cuerpo es agua.
Sin ser conscientes, podríamos decir que vivimos flotando.
Y entre tanta agua, en la «parte más alta» de nuestro cuerpo, habita una gran masa
blancuzca, grasosa, hemisférica, cuyo peso oscila entre los 1.200 y 1.300 gramos,
protegida en una hermética y extraordinariamente dura caja ósea. Es la máquina más
poderosa conocida del universo, procesadora de toda la información... Estamos hablando
del cerebro humano.
Y como lo primero es lo primero, empecemos por ahí.
Nada más urgente que entender nuestro propio cerebro.
Se trata de comprenderlo para poder gestionarlo, dirigirlo, elegir... Porque es ahí
donde radica el porqué de las cosas que nos ocurren y el cómo nos enfrentamos a ellas.
Su función principal: gestionar la energía que usará nuestro organismo para seguir
manteniéndose vivo.
¿Cómo?
Pensando
22
(En gerundio...)
Pensar, el mayor de los gastos metabólicos, es decir, energéticos, de nuestro
organismo.
Sin pensamiento seríamos vegetales.
Sin pensamiento racional seríamos sólo animales.
Y... ¿Para qué?
Para conducir de una determinada manera nuestras vidas.
Los hechos y sucesos a los que nos vamos enfrentando.
A diferencia del resto de los animales, el cerebro humano evoluciona
imparablemente en el tiempo. Es el único responsable del desarrollo científico,
tecnológico, humanista, social, cultural... De la llamada humanidad.
Ahora bien, una mala noticia al mismo tiempo: el cerebro es el mayor responsable
de nuestro sufrimiento. Cosas de la biología.
Nuestra máquina de pensar, aun habiendo hiperevolucionado, está llena de ángulos
muertos, producto de su propia historia, que nos hace confundir, en teoría para bien
nuestro, lo que percibimos, en el entorno en el que vivimos, con la realidad.
El cerebro se empezó a desarrollar, biológicamente hablando, hace millones de
años, a partir de una estructura cerebral de los reptiles que, en el cerebro actual del Homo
sapiens, constituye el llamado tallo encefálico, o más conocido como cerebro reptiliano,
conectado con la parte superior de la médula espinal.
Este cerebro no piensa ni aprende. Su función principal radica en mantener activas
las funciones básicas del organismo, tales como la respiración o el metabolismo
digestivo.
Responde de forma automática a las señales químicas y eléctricas que recibe del
organismo.
Este cerebro primitivo se completó con otra estructura llamada corteza conectada y
que protegía a un sistema cerebral denominado cerebro límbico o mesencéfalo, que
permitía a los primeros mamíferos relacionarse con su entorno y poder mejorar los
períodos de supervivencia. Gracias a este sistema límbico los primeros mamíferos
empezaron a desarrollar las primeras emociones, no entendidas como sentimientos, sino
más bien como la capacidad de responder a lo que en su entorno ocurría. El miedo y el
placer fueron, probablemente, las primeras emociones que sintieron aquellos mamíferos
primitivos.
En este momento de la evolución, el cerebro empezó a poder desarrollar la
capacidad de aprendizaje gracias a la llegada de la memoria. Ya se podían recordar
experiencias del pasado para repetirlas, o no, si fuera necesario. Por primera vez, gracias
23
a esta máquina biológica, el animal sabe cómo actuar ante lo que ya vivió y aprendió o
simplemente porque vio que a otros les sucedía. También toda esta información
emocional, de respuesta, va dejando una carga genética entre generaciones.
Lo fueron heredando.
Los mamíferos que fueron desarrollándose y que consiguieron aumentar el tamaño
de su cerebro a través de numerosos aprendizajes acumulados empezaron a crear una
nueva estructura, el llamado neocórtex o cerebro racional.
Situado en la parte frontal del mismo, en el llamado lóbulo prefrontal, diríamos que
detrás de la frente.
El neocórtex es en el que residen las funciones cognitivas superiores, tales como el
lenguaje, la capacidad de análisis, la abstracción, la planificación, la intuición, la
capacidad de resolución de problemas y un largo etcétera.
Capacidades que permitieron por primera vez al animal concederse el poder de
elección, la llamada voluntad.
Lo que nos hizo verdaderamente humanos.
Momento en el que empezamos a pensar.
Sin embargo, desde ese momento hasta nuestros días, esta máquina de pensar para
ciertas cosas, déjame decirlo así, no ha evolucionado tanto.
Se completó en su mayor parte hace cientos de miles de años... y ahí sigue. Se
formó en un entorno con exigencias radicalmente distintas al entorno en el que los
humanos vivimos hoy.
Decisiones, origen de la capacidad perceptiva y de relación con el entorno de
aquellos momentos prehistóricos, que antes suponían una ventaja en la supervivencia,
ahora son un auténtico lastre, especialmente si pensamos en nuestra necesidad de vivir
una vida con una calidad mejor, de no sufrir por nada ni para nada, de ser más felices.
A pesar de la enorme capacidad de procesar y autoaprender que tiene el cerebro
humano, todavía produce respuestas, estrategias, o nos propone soluciones para resolver
ecuaciones que no tienen nada que ver con nuestro mundo actual, moderno. Debido a su
origen evolutivo, el cerebro cree, equivocadamente, que sigue viviendo en un mundo
tenebroso, lleno de amenazas continuas, aterrador.
Imagínate a un homínido cazador hace unos cientos de miles de años un día en el
bosque. Sigilosamente está persiguiendo una pieza de caza, con su herramienta
percutiva, lo que hoy llamaríamos un martillo, o una flecha, en su mano.
Se oyen los típicos ruidos normales del bosque. El cazador losconoce bien, los
aprendió de su experiencia previa y la de sus antepasados. Los tiene grabados en su
memoria. No necesita hacer ningún gasto de energía ni poner foco en ellos, son ruidos de
un entorno calificado por su mente como de normal.
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En ese instante, una rama de un árbol cercano se mueve bruscamente. Origina un
sonido diferente, poco habitual.
El sonido atrapa toda la atención del habilidoso cazador. Sus ojos se entrecierran.
Su ceño se frunce. Los músculos de los brazos y de las piernas se tensan. Su oído se
agudiza. También su olfato.
Apaga todos los estímulos sensoriales, excepto el relacionado con el sonido de la
rama que se ha movido de una forma diferente. No parece producto del viento.
Concentra toda su atención en la rama que se ha movido y en el ruido que ha
originado. Gira parte de su cuerpo para mirar hacia el lugar en el que está ese árbol
donde la rama generó el sonido diferente, excepto sus pies y aparato locomotor que los
mantiene en dirección contraria, quizá necesite salir corriendo, de forma inmediata, en
esa otra dirección. Su mente, de forma automática, se siente en peligro, dibuja
imaginativamente un depredador que le puede dar caza a él, que lo está amenazando,
incluso aunque todavía no lo ha visto.
Teme que sea una gran fiera la que lo está acechando; aunque no consigue verla,
quizá se trate de un depredador muy inteligente, un tigre, por ejemplo, ya que sabe
esconderse bien. Por la altura del árbol que se ha movido supone que será una fiera de
gran dimensión.
Es el momento en el que contiene hasta el aliento.
Y es el momento en el que predice que tendrá que salir corriendo y que si la fiera
lo alcanza será una batalla difícil, perdedora, así la etiqueta.
Por su cabeza pasan momentos parecidos a los que ya tuvo que enfrentarse en el
pasado. También las historias que otros compañeros cazadores de su tribu vivieron, y
cómo les afectó, si es que consiguieron salir vivos. De forma rápida y casi sin ser
consciente de ello, su mente evoca recuerdos de cómo las fieras, tipo la que a él le
acecha en estos momentos, atacan, cómo se abalanzan sobre sus víctimas, cómo las
desgarran con sus fauces. Siente la emoción de miedo y pánico.
Su organismo, su propia biología, le impone, sin capacidad de decidirlo él, este
estado de alerta, para así poder aumentar sus niveles de adrenalina en sangre y
predisponer su cuerpo a la huida.
En ese momento, el miedo llega a hacerse insoportable. Inunda de una forma
exagerada todos los posibles pensamientos del cazador para que así tenga en cuenta
todos los escenarios peligrosos a los que se enfrentará, mucho más peligrosos de los que
jamás haya vivido. En ese momento su mente ya no imagina a una sola fiera, sino cree
saber con seguridad que se trata de un acecho por una manada. Empieza a entrar en
pánico desmedido y casi está a punto de decidir abandonarse porque en esa situación no
vale la pena ni huir ni esconderse ni luchar. Va a morir con total seguridad... Eso es lo
que piensa.
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En ese momento, movido por todas esas emociones y pensamientos, el cazador ve
cómo una manada, pero de pájaros bien mimetizados con las ramas y hojarasca del árbol,
echa a volar. Esta manada, que no supone ningún peligro para él, fue la que desarrolló
toda esa cadena automática de análisis basados en la interpretación de percepciones
que la mente convirtió por un momento en realidad.
Estrés, situación de pánico injustificada, miedos y previsión de muerte inminente...
¿Y qué?
¿Esto ha sido bueno o malo?
¿Ha ayudado al cazador o no?
El cerebro está muy contento. Por lo tanto el cazador también debería de estarlo,
porque al cerebro, y por lo tanto a su biología, le da igual que los últimos minutos hayan
sido estresantes y que se haya gastado estúpidamente energía, porque lo verdaderamente
importante para el cerebro es que el cazador sigue vivo.
¿Y si... (se pregunta el cerebro) se hubiese tratado de una manada de tigres?
Durante siglos y siglos, y todavía ahora, nuestro cerebro ha sido equipado con
ciertas herramientas mentales que nos han permitido subsistir en un entorno complejo,
de lo más amenazante, lleno de dificultades para simplemente ayudarnos a permanecer
vivos.
Por favor, querido lector, es momento de repasar el texto metafórico que te he
propuesto sobre la historia de este cazador y anotar mentalmente las palabras que el
autor ha escrito en cursiva y con un tamaño de letra mayor.
A saber: supone, predice, etiqueta, recuerda, se emociona, de forma exagerada e
interpreta.
De otra forma, los siete filtros serían: SUPOSICIONES, PREDICCIÓN
NEGATIVA DEL FUTURO, ETIQUETADO DE LA IDEA, EVOCACIÓN DE
RECUERDOS, EMOCIÓN COMO RESPUESTA, EXAGERACIÓN Y
GENERALIZACIÓN DE LA SITUACIÓN, INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD
PERCIBIDA.
En el próximo capítulo de este libro entraremos en detalle en cada uno de estos
filtros mentales, los analizaremos y podremos comprender qué nos están impidiendo en
nuestra vida cuando están activados de forma errónea. También aprenderemos,
entrenándonos, a desactivarlos cuando no sean necesarios.
Desde cientos de siglos hasta hoy, nuestros cerebros han estado diseñados para
actuar bajo estos filtros mentales, ya que así aseguraban la supervivencia de la especie.
Para nuestros ancestros, estos filtros no eran incómodos, eran absolutamente necesarios,
ya que vivían en un entorno de lo más hostil.
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Para ellos tenía todo el sentido suponer lo peor, etiquetar la situación como malvada
y de riesgo, exagerar el momento, traer sus recuerdos para saber cómo y qué les ayudó a
resolverlo, emocionarse para poder crear la respuesta biológica necesaria en el
organismo e interpretar negativamente lo percibido porque en realidad casi siempre, con
mucha frecuencia, sucedía lo peor.
Hemos mejorado nuestra calidad de vida en relación con nuestros antepasados, ya
no vivimos rodeados de tigres, ni de manadas de fieras, nuestro entorno ya no es una
selva o un peligroso bosque. Vivimos socialmente en modo de relación de convivencia
unos con otros, también con el resto de los seres vivos, y, a pesar de ello, seguimos
manteniendo los sistemas de alerta de nuestro cerebro como en el pasado. Disponemos
de un cerebro engañado.
De hecho, en el momento actual, los amenazados son otros, el resto de los animales
y plantas, peligrosas o no, debido a la propia dominación humana.
En este nuevo entorno, no tiene sentido continuar no siendo capaces de dominar,
cuando nos sea necesario, los siete filtros mentales que nos hacen más dependientes que
libres, que nos restan, con frecuencia, felicidad. Que nos hacen vivir bajo emociones
negativas, que no son reales ni válidas, que nos predisponen a estar mentalmente en
estado de huida continua, o a vivir escondidos, a atacar de forma innecesaria.
A convivir con un estado de angustia o de ansiedad inmerecida.
A perder el sentido del humor.
A ser unos infelices en casos extremos.
AÚN HAY MÁS...
Aquí no acaba todo.
Como consecuencia de todo lo anterior, de estos siete filtros mentales que hemos
visto y en los que profundizaremos en el próximo capítulo, el cerebro se ha
acostumbrado a ser pesimista.
Le ha ido bien así en el pasado.
Por lo tanto, lo primero que mira, que ve y que registra es lo negativo de cualquier
situación. Ha sido educado para ello.
Observa el siguiente dibujo:
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¿Sabes de qué personaje se trata?
¿Cómo se llama?
¿Conoces su historia? ¿O algo sobre su vida?
¿Qué representó en tu vida?
¿Alguna vez lo nombraste?
¿Con qué carácter?
¿En qué circunstancias?
Ahora observa este segundo dibujo:
¿Y ahora, cuando se ha quitado el sombrero, de qué personaje se trata? ¿Tienes la
misma opinión que antes sobre el mismo? ¿Lo has nombrado en las mismas
circunstancias?
¿Has caído en la trampa de dibujos que te he planteado?
Ahora tienes la versión completa... La visión completa.
Por lo tanto, tienes una idea más correcta de la realidad.
De la misma forma ocurre en nuestro día a día cuando estos siete filtros, de los que
hemos hablado antes, no nos dejan ver la versión completa de una realidad.Es más,
tienden a concentrar nuestra mirada en la parte negativa de la totalidad, a sacarla de la
imagen completa.
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Si eres observador, verás que la mayor parte del tiempo y de las personas tendemos
a mirar, a intentar descubrir, a poner más atención a aquello que no anda bien, que nos
podría poner en peligro, a las amenazas. Muy parecido a aquello que le pasaba a ese
homínido cazador del que hemos hablado.
La mayor parte de nuestros pensamientos, de los aproximadamente setenta mil que
tenemos cada día, son críticos, autocríticos o negativos, temerosos, recelosos de algo o
pesimistas.
¿Te ves reflejado? No temas, no es malo, simplemente es así.
El psicólogo Mihály Csíkszentmihály lo estudió en numerosos de sus trabajos
universitarios. En su libro Flow lo explica con toda clase de datos. Utiliza el término
entropía psíquica para explicarnos que lo natural en el cerebro humano es el estado de
preocupación.
Por otra parte, Raj Raghunathan en su libro Si eres tan listo, ¿por qué no eres feliz?
explica un estudio llevado a cabo por su equipo en la Escuela de Negocios de McCombs
en el que se pidió a cientos de estudiantes que registrasen de forma radicalmente honesta
todos sus pensamientos cotidianos más frecuentes, durante un período de tres semanas.
El cómputo desveló que el 70 por ciento de los pensamientos que los estudiantes habían
registrado eran negativos, fenómeno que él describió como predominio de la
negatividad.
El conocido Deepak Chopra ha llegado a afirmar que tenemos más de 35.000
pensamientos negativos al día.
Y NO QUEDA AHÍ LA COSA...
La propensión a la negatividad no se queda en el número de pensamientos, sino en
el peso que éstos adquieren en relación con el resto. Cuando tomamos decisiones, los
pensamientos negativos adquieren más poder que los considerados positivos.
Muchos trabajos a lo largo de los años y en diferentes lugares del mundo,
demuestran que, a la hora de tomar decisiones, tendemos a decidir con mayor frecuencia
a favor de evitar experiencias negativas versus decidirnos por alcanzar, aun asumiendo
mayores riesgos, experiencias nuevas y buscar resultados positivos.
Los estudios de Catrin Finkenauer y Roy Baumeister, entre otros, lo han
demostrado. Le han llamado teoría de las perspectivas.
Ésta es la razón por la que tendemos a dar más importancia a las dos valoraciones
negativas que en TripAdvisor tiene un hotel, que a las cinco positivas. Incluso ponemos
más atención en intentar comprender bien al que escribió la valoración negativa. Y
luego, decidamos lo que decidamos, ir o no ir a ese hotel, leemos, pero de pasada, las
cinco positivas.
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Felicia Pratto y Oliver P. John, de la Universidad de Berkeley, en California,
dirigieron un fantástico estudio en el que pedían a los participantes que observasen
durante un determinado tiempo las palabras que aparecían en una pantalla. Cada palabra
tenía un color diferente. Y cada una de ellas era el adjetivo de un rasgo de personalidad,
positivo o negativo.
La tarea de los que participaban en el estudio consistía tan sólo en nombrar el color
de la palabra, de tal forma que era irrelevante para la tarea el rasgo que la palabra
describiera.
Pasaron dos cosas en el cien por cien de los casos: los participantes eran más lentos
en nombrar el color cuando se trataba de un rasgo de personalidad adjetivado como
negativo que cuando era positivo. Y, además, una vez terminada la tarea eran capaces de
recordar muchos más rasgos negativos que positivos de la totalidad de los que habían
nombrado el color.
El cerebro está programado evolutiva y biológicamente para recordar y dar más
peso a lo negativo, a lo que en teoría lo amenaza. Es normal.
Tu cerebro no es un motivador que está ahí para animarte.
¡No! Intenta en todo momento protegerte.
Está programado para actuar así.
Prioriza la supervivencia a la felicidad.
Ahora bien, la vida y todo lo que la rodea, en una visión más completa de la
realidad, como pasaba en los dibujos del ciego y el tren, está compuesta casi por
completo de cosas positivas.
Por si no lo crees...
Responde a esto:
¿Qué se da con más frecuencia: una tormenta o el tiempo en calma? ¿Muere más
gente por exceso de comida o por hambre en estos momentos en el mundo?
¿Qué es más normal: la salud o la enfermedad?
¿A cuántos terremotos te has enfrentado?
¿Qué es más normal: que te ataquen por la calle o que te saluden?
¿Por qué no aprender a ver lo positivo y cotidianamente relajante por encima de lo
negativo y amenazante?
Evolutivamente hablando ¿no toca ya cambiar esta forma en la que hemos sido
entrenados? ¿No toca ya cambiar el modo de respuesta que tiene nuestro cerebro?
¿Ignorar los acontecimientos positivos que rodean a casi cualquier situación no es
tener un juicio pobre de la realidad?
¿No es esto lo que nos hace ser más infelices?
Y sobre todo ¿no es esto la causa principal por la que vivimos en un estado de
preocupación continua?
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¿Y si pudiéramos entrenar a nuestro cerebro, a nuestra mente, a cambiar de una
visión parcial a una visión global, más realista?
Te propongo dar respuesta a estas y otras preguntas, así como a comprender cómo
entrenar una mente más positiva en el siguiente capítulo.
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Capítulo 2
Entrenar la mente
No da igual,
no, no, no,
no da igual,
nada da igual.
OLGA ROMÁN (cantante)
El principio es la mitad del todo.
PITÁGORAS (filósofo)
Dedicamos un tiempo para casi todo, para comer, para dormir, para trabajar, para amar,
para el deporte, para...
La gran pregunta es ¿tenemos un tiempo prefijado, exclusivo, determinado,
marcado en la agenda, para dedicarlo a pensar?
La capacidad de pensar es la habilidad cognitiva que nos hace ser seres humanos.
Los primeros homínidos de la especie Homo sapiens empezaron a serlo hace unos
300.000 años precisamente porque pudieron hacer algo diferente al resto de los
homínidos que habitaban el planeta: PENSAR.
El género Homo estuvo presente en la faz de la Tierra representado con otras
especies; todas ellas desaparecieron.
El Homo neanderthalensis, desaparecido hace 28.000 años, y el Homo floresiensis,
hace tan sólo 12.000 años. Casi nada de tiempo, si hablamos en términos de tiempo
biológico. Tan sólo la especie sapiens perdura y, además, ocupando la llamada cúspide
de la evolución animal.
Perdura porque consiguió, a través de su desarrollo cerebral, algo que sus coetáneos
no pudieron: la capacidad de pensar.
Las otras especies de homínidos también poseían cerebros de gran tamaño, pero no
fueron capaces, biológicamente hablando, de desarrollar en el lóbulo prefrontal la gran
transformación cognitiva que ocurrió en la especie sapiens.
Los individuos de la especie Homo sapiens poseemos una capacidad mental única
que nos permite tener un lenguaje cognitivamente diferente al resto de los animales.
Otros muchos animales poseen también sistemas lingüísticos, se comunican. Un ejemplo
es el mono verde, capaz de utilizar diferentes sonidos para avisar a los colegas de su
manada, unos si la amenaza viene por el cielo, si es una rapaz, y otros si viene por tierra,
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si se trata de un tigre. En un caso todos mirarán hacia arriba y se bajarán de los árboles.
En el otro, ocurrirá todo lo contrario, se subirán a los árboles y no dejarán de mirar en el
horizonte terrestre. También los delfines, las ballenas, algunos insectos como las
hormigas o abejas, etc. poseen sistemas de comunicación entre ellos.
Ahora bien, en ningún caso, excepto en el Homo sapiens, el poder del lenguaje es
tan poderoso.
Abordaremos este tema con más profundidad y desde otras perspectivas en el
capítulo 10 de este libro.
La gran revolución cognitiva que se produjo todavía no se puede explicar
científicamente: no sabemos cómo nos hizo seres con una capacidad lingüística que no
sólo nos permitió comunicarnos, sino también utilizar el lenguaje para darle voz a la
razón; es decir, nos concedió el poder de PENSAR.
Y gracias a ello podemos utilizar lenguaje de pasado y aprender, conceder presencia
a lo que ocurre en cada momento, al ahora, y disponer de lenguajede futuro y así poder
inventar, hablar de lo que no conocemos todavía, imaginar. Tener el poder de pensar en
conceptos abstractos.
Y nos permitió la lógica, la deductiva, la matemática.
Nos permitió asociar términos a objetos e ideas, o que nos permitió la escritura; el
sonido pasó a idioma. Y a música. Nos concedió la posibilidad de cuestionarnos todo, en
pasado, en presente y en futuro, lo que nos dio el regalo de la ciencia y el uso de
diferentes materiales, e hizo surgir la tecnología.
Y, sobre todo, nos permitió incrementar nuestra sociabilidad. Y esto es lo que nos
permitió «ganar la partida» al resto de los homínidos que poblaban el planeta.
Pues bien, ser capaces de poder sacar el mejor de los partidos a todo esto es muy
dependiente de tener una mente bien entrenada. De pensar. De aprender a pensar de una
determinada forma. De ser capaces de superar los filtros de los que ya hablábamos en el
capítulo anterior. De entrenar nuestra mente para superar las dificultades que, en la
mayor parte de los casos por pura biología, nos impiden ver la realidad de una manera
múltiple, seleccionar la idea, elegir.
En la medida que esto lo consigamos seremos más libres.
Lo hemos visto en el capítulo anterior...
Y de ese capítulo me permito recordarte esta reflexión: a pesar del inmenso poder
para procesar información que tiene nuestro cerebro sapiens, por nuestro bien... Nos
tiene engañados.
Su software no se ha actualizado a este mundo moderno, donde las dificultades por
las que pasamos cada día son diferentes. Debido a sus orígenes evolutivos, que ya hemos
visto, su estrategia de pensamiento mental está preparada para un mundo que es antiguo,
tenebroso, peligrosamente aterrador.
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Ahora bien, tenemos una buena noticia, podemos utilizar este órgano
adecuadamente si somos capaces de ajustar sus programas, su software, adaptando su
programación a un nuevo entorno operativo, descargando a través de nuevo
entrenamiento, reiterativamente, unos programas que llamaremos HÁBITOS de
MEJORA que nos permitirán ser mejores en el modo de relacionarnos con el entorno, es
decir, con los demás y con nosotros mismos, en lo profesional y en las relaciones de
cualquier tipo.
Déjate llevar por una escena de este tipo:
Te levantas por la mañana, vas a la cocina, todavía estirando tus músculos a
prepararte ese primer café que tan bien te sabe...
Abres el bote de café y... ¡Joder! No queda. Piensas inmediatamente: «Si lo gastó
ayer ya lo podía haber dicho, o haber comprado, digo yo... ¡Siempre es igual!».
Ya has puesto tu lenguaje a trabajar, con un filtro que tan sólo hace que busques un
culpable, lo sea o no, que etiquetes a otra persona como responsable, lo sea o no, que
interpretes lo que ayer pasó, estés en lo cierto o no, que supongas lo que pasó sin saber
con seguridad si fue de esa forma u otra. Y, además, con esa etiqueta de «¡Siempre es
igual!» te hace sentir con la verdad absoluta sobre otro, utilizando la exageración, bien
representada con el adverbio de tiempo que has usado: «Siempre».
Sigo con el ejemplo, añadiendo ahora otro tipo de lenguaje también muy frecuente:
«Seguro que fue María, ella suele gastar el café y ni decirlo. Y de comprar cuando se gasta, ni hablemos...
Eso no va con ella...
Verás como en el futuro se queda sin tomar café si soy yo quien se lo tiene que comprar».
De nuevo volvemos a añadir términos que son etiquetas filtradas por nuestra mente
para exagerar, suponer, interpretar, predecir, traer al presente hechos o recuerdos
deformados del pasado.
Sigamos con la historia... Porque ahora aparece María en la escena, que ya se acaba
de levantar y también tiene ganas de tomar su primer café del día.
«Hola, cielo, buenos días, ya has visto que compré ayer café que no quedaba... Es que vino tu madre a
guardarnos al peque y lo gastó. El nuevo paquete lo tienes sobre la repisa de la despensa, que no me dio
tiempo a ponerlo en el bote.»
Todos experimentamos con cierta frecuencia escenarios parecidos. ¿Has
reaccionado alguna vez de forma exagerada, parecida al ejemplo que te he contado? Lo
que posiblemente te supuso un malestar posterior contigo mismo.
¿No te ha pasado que en alguna ocasión has creído oír algo que otro realmente no
ha dicho?
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¿Has predicho el futuro de un acontecimiento pensando de forma tan negativa que
ya era un auténtico desastre antes incluso de que sucediera?
Pues bien, todo ello es debido a los filtros que nuestra mente dispone para,
equivocadamente en numerosas ocasiones, protegernos.
A partir de ahora piensa esto:
¡MENTE NO TE CREO!
Somete tu pensamiento a un tribunal en el que tú eres el juez y tú decides, no tu
mente.
Y HAZTE ESTA PREGUNTA:
¿CUÁNTO HAY DE VERDAD en lo que estoy pensando?
Todo esto nos pasa por los dichosos filtros, herramientas mentales que a nuestros
antepasados los protegían, y que hoy tan sólo serían necesarios en contados casos
durante toda nuestra vida, pero que viven ahí cada día, apoderándose de nuestra mente.
Esto ocurre porque nuestra mente visualiza la realidad de una forma incompleta. No
usa toda la información. Desecha datos. Cree que no le sirven.
Se centra en lo que considera prioritario. Filtra. Lo que percibimos está en su mayor
parte filtrado, lo que nos deja tan sólo con una parte de la verdad. Y, a veces, ni eso.
Después de leer esta oración
completa te darás cuenta de
de que el cerebro humano
a veces no te informa
de que la palabra «de» ha
aparecido repetida cuatro
veces y filtrada en cada ocasión
Así actúa nuestro cerebro, seleccionando. Quitando lo que le sobra. O añadiendo lo
que le falta. Filtrando.
N- es d-fí-l p-ra el c-rebr- ent-der el m-ns-je y l--r la or-ci-n
Quita y añade según considera que es lo adecuado.
Lo somete a sus filtros.
Dicho más sencillamente: la historia que te cuenta tu mente siempre es incompleta.
Hazte preguntas tipo: ¿Cuánto hay de verdad en lo que estoy pensando? ¿Qué
información me puede estar faltando?
¿Qué otra forma de verlo hay? Etcétera.
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Verás que te permite elegir mucho mejor hacia dónde orientas, focalizas, tu
pensamiento.
Es una forma de empezar a entrenarte, gracias a estas sencillas preguntas, para no
creerte todo lo que tu mente quiere decidir por ti, a llevar tú el timón de tu pensar.
¡Ojo! Importante para el lector:
No se trata de ir así enchufado todo el tiempo en tu día a día.
Nooooooooooooooooooooooooo...
Conecta este sistema de preguntas sólo cuando algo sea relevante para ti, cuando
pueda influir en tus decisiones importantes, cuando algo se te pueda «ir de las manos»,
cuando lo que tienes que decidir sea crucial; o simplemente cuando te pueda suponer un
conflicto.
QUERIDO LECTOR:
Pregúntate: ¿Qué otra forma hay de verlo?
Llévatelo a tu ficha de entreno.
Estos filtros no siempre son como los del ejemplo que describíamos anteriormente,
hablando del primer café de la mañana, carentes de verdadera importancia.
A veces no son tan superficiales y llegan a un extremo que nos impiden
concentrarnos, avanzar en una idea, nos paralizan.
Es ahí especialmente cuando tenemos que hacer uso de este tipo de preguntas, que
actuarán como un desatascador de la idea.
Que nos permitirán ponernos en movimiento.
A veces, por culpa de este tipo de pensamientos filtrados, nos obsesionamos con
algo que nos llega a hacer infelices, aunque sea temporalmente, a pasarlo mal, a ignorar
las señales positivas por falta de completar la información adecuada, a adquirir otros
puntos de vista, que nos podrían cambiar nuestro marco mental, generar un hábito de
mejora.
Por el contrario, al no hacerlo, estamos dejando vía libre a nuestras propias razones
para sentirnos desdichados, justificamos, como si de hechos se tratase, nuestra propia
verdad, y así la calificamos, sin mirar en otras direcciones.
Y nos perdemos la posibilidad de avanzar por otro camino.
De entender que hay, generalmente, otras formas de aproximarnos a cualquier
situación.
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Muchas veces sufrimos no porque la vida NO nos da, sino por lo que NO vemos
que nos da.
Una invitación, estimado lector: dejaahora el libro.
Párate a observar todo lo que hay a tu alrededor.
Entra con tu mente en los detalles que te rodean. Dales fuerza. Escucha lo que no
estabas escuchando.
Ve lo que no estabas viendo, fíjate en los detalles que inconscientemente
consideraste sin importancia, un determinado color, olor, sonido; busca sensaciones
nuevas...
Todo te lo estabas perdiendo mientras estabas concentrado en las páginas de este
libro.
De igual forma, vivimos. Sin ser conscientes de lo que nos podemos estar
perdiendo.
Parar para avanzar, para observar lo nuevo, lo que se te puede estar escapando. Para
hacerte preguntas nuevas. Para observar la realidad de una forma diferente a la forma en
la que lo estabas haciendo.
Ésta es una técnica que deberíamos entrenar.
Enriquece nuestra mente. Mejora nuestra forma de pensar y de relacionarnos con el
entorno que habitamos.
QUERIDO LECTOR:
¿Cómo llevas tú esta forma de relacionarte con el entorno?
Si crees que lo necesitas, prepárate un plan de mejora.
Y llévatelo a tu ficha de entreno.
Llega el momento de entrenar a nuestro cerebro, aprendiendo a quitarle poder a los
filtros ineficientes que nuestra mente crea con el fin de protegernos, pero que por el
contrario nos imposibilitan ser mejores.
Entraremos a comprender y desactivar estos siete filtros:
1. SUPOSICIONES
2. EVOCACIÓN DE RECUERDOS
3. ETIQUETADO DE LAS IDEAS
4. PREDICCIÓN NEGATIVA DEL FUTURO
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5. EMOCIÓN NO RAZONADA COMO RESPUESTA
6. EXAGERACIÓN Y GENERALIZACIÓN DE LA SITUACIÓN
7. INTERPRETACIÓN DE LA REALIDAD PERCIBIDA
Cuando algo no se puede ver porque está fuera de nuestro campo de visión se dice
que está en un ángulo muerto.
Pues eso, no te quedes con las ideas que te proponen tus ángulos muertos. Hay otras
posibles visiones.
1. Suposiciones
Suposición, idea o juicio que se cree como cierto y que tiene como consecuencia una
decisión, razonamiento o determinación por algo. Relación de conjeturas sobre un hecho.
Las suposiciones, diríamos que, sin mala intención, desde el «buen rollo»
distorsionan la verdad.
Ojo, una suposición no debe ser confundida con una hipótesis porque, por
definición, la hipótesis no concluye en nada, tan sólo plantea una o varias alternativas
posibles a estudiar, pendientes de decidir tras comprobación. La hipótesis considera
cualquier conclusión como temporal, provisional, hasta ser comprobada con hechos
fehacientes. La hipótesis precede a la experimentación. La hipótesis se basa en premisas,
supuestos, de nuevo pendientes de comprobación. O en hechos ya constatados en los que
apoyarse para prever posibles conclusiones y en ese caso son axiomas ya demostrados.
Si A es igual a B y B es igual a C, significaría hipotéticamente que A es igual a C.
Esto es un axioma.
Por otra parte, tenemos también el término estereotipado de supuesto como
referencia a sospecha. Pero si es así, si es tan sólo una sospecha quedará pendiente que
se eleve a verdadera o no.
Qué diferentes serían nuestras decisiones y razonamientos, en numerosas ocasiones,
cuando necesitamos pensar en algo importante, si tomásemos la decisión de que nuestra
mente esté en modo hipótesis y no en modo suposición. Desde el modo hipótesis
simplemente enunciamos un sentir, un parecer, un punto de vista... Pendiente de
comprobación, sin seguridad en lo expuesto o razonado, sin ánimo de tener razón.
Desde el modo suposición vamos con la «verdad» por delante. Nuestra verdad,
claro...
Caemos en el síndrome de la doble opinión, que viene a decir que tan sólo existen
dos opiniones: la de uno mismo... Y la equivocada.
Una gran verdad: somos víctimas de supuestos erróneos.
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Durante todo el día, y de forma inconsciente, ya hemos explicado por qué motivo
nuestro cerebro se comporta así, estamos formulando supuestos sobre los que se apoyan
nuestras decisiones y razonamientos.
Las dos peores consecuencias de dejarnos llevar por la suposición son: el relato que
elaboramos para conversar sobre un determinado tema con nosotros mismos y las
decisiones erróneas en las que podemos caer.
Piensa, cuando lo consideres relevante, ante decisiones importantes, en momentos
de discusión acalorada, etc., si estás en modo suposición. Si es así, no concedas la verdad
a nada.
Pon bajo sospecha en esos casos todo lo que tu mente te traiga, al menos de forma
temporal. Verifica. Busca datos que sean reales para abandonar o certificar tu idea.
Además, por si algo nos faltaba, nuestro cerebro, el más enfadado con el mundo de
todos nuestros órganos vitales, que está diseñado para nuestra supervivencia, diseñará
historias malhumoradas que te pongan en estado de preocupación o te entristezcan, que
te hagan sentirte en estado de pérdida, y desde ahí decidimos o razonamos, en muchas
ocasiones cotidianas, de forma equivocada.
Es el momento de poner consciencia en el tema, de cargarnos de atención
consciente y de saber que estas historias basadas en suposiciones no son más que un
relato producido por nuestra mente, pero no tienen por qué ser verdad.
Te recomiendo que, en estos casos, cuando lo consideres necesario, quizá antes de
una acalorada discusión o antes de decidir algo importante, te formules la siguiente
pregunta:
De todo lo que estoy razonando y decidiendo... ¿Qué está basado en hechos y qué
en supuestos? Haz dos columnas en una hoja, o mentalmente, y separa los hechos de las
suposiciones.
Una vez hecho este ejercicio, da valor a los hechos y pon en cuarentena las
suposiciones, hasta que las puedas convertir en hechos basados en realidad comprobada
o simplemente descartarlas, no tenerlas en cuenta, no darles valor porque eran tan sólo
una creación de tu propia mente, pura especulación.
QUERIDO LECTOR:
Este modelo de pregunta y listado en columnas puede ayudarte a mejorar cuando te
veas en situaciones parecidas a la que te comento en mi texto. Si es así,
llévatelo a tu ficha de entreno.
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Realizar una suposición sin molestarnos en comprobar su veracidad, simplemente
por apoyar nuestro razonamiento, nos trae con frecuencia consecuencias nefastas.
Las suposiciones son las causantes de los rumores falsos, de muchas de las mentiras
sociales que pueden llegar a arruinar la reputación de una persona o marca.
El líder que se permite relacionarse con su equipo desde las suposiciones corre el
riesgo de perder su liderazgo de un plumazo. No genera confianza. Igual ocurre con el
educador.
Y, lo peor, ni siquiera es necesario que comentes con otros tus ideas basadas en
supuestos; simplemente con que habiten tu mente ya generan una distorsión de la
realidad que te impide ver las cosas como realmente son.
Cuando las suposiciones son sobre otras personas, porque tenemos alguna duda
sobre algo o alguien, deberemos cambiar la suposición por una pregunta a la persona
implicada. Es más productivo una buena pregunta a otra persona que un diálogo interno
equivocado.
Cuando hacemos una suposición sobre otra persona y no le preguntamos para
comprobar, le estamos robando la oportunidad de expresarse, de completar nuestro
ángulo muerto. Por el contrario, cuando nos cercioramos de las cosas, decidimos y
actuamos con información confiable que nos trae mejores consecuencias.
QUERIDO LECTOR:
Cambia la suposición por una buena pregunta.
Y llévatelo a tu ficha de entreno.
Y no olvidemos que, si suponemos que algo no nos va a gustar, dejamos de
probarlo. No sólo cuando hablamos de alimentos se produce este caso...
El modo suposición, creyendo que nos está protegiendo, nos impide probar lo
nuevo, atrevernos, luchar por nuestros sueños.
Nos construye muros de protección ficticia que, por desgracia, nos dejan atrapados
dentro. Nos bloquean. Interfieren en nuestra creatividad y nos impiden crear nuevas
alternativas ante una misma realidad. Nos hacen ser seres rutinarios, aburridos.
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Concluyendo, el modo suposición no podremos evitarlo. Es una creación de nuestra
mente, con la idea ancestral de protegernos ante las inclemencias de nuestro entorno
actual y del riesgoso y aventurado futuro. Pero sí debemos cuestionarlo. Poner las
suposicionesen tela de juicio. Pasarlas por el tribunal de la comprobación.
Debemos preguntarnos, verificar, averiguar, experimentar antes de concluir o
decidir, crear alternativas posibles... En definitiva, impedir que las suposiciones se
ocupen de dejarnos con ángulos muertos y nos lleven a error.
Una mente que aprende exponencialmente no se permite basar sus decisiones en
suposiciones.
2. Evocación de recuerdos
Dos palabras, evocación y recuerdos, que son dependientes entre sí. Evocar en su origen
etimológico latino es traer recuerdos.
Hubiese bastado en el título de esta parte del capítulo con poner sólo «evocación»;
aunque así hacemos de la redundancia un mayor refuerzo de la idea.
Dicen que el pasado siempre vuelve.
Al menos en el nivel mental, es una gran verdad.
Nuestro cerebro vive la vida echando la vista atrás. Diríamos que mirando por el
retrovisor. A la percepción de nuestros hechos presentes, basados en supuestos o no, les
añade el toque del pasado, de las experiencias ya ocurridas; evoca los recuerdos para
confundirlos con el presente. Pone el pasado como protagonista de las decisiones de un
determinado momento.
Lo llama experiencia.
Así, por ejemplo, pensaremos que un tipo de cliente no querrá una determinada
oferta porque en el pasado nos la rechazó. En ese caso, para qué invertir más en ello, es
mucho mejor abandonar la idea desde el principio y no seguir adelante.
Quizá sí, quizá no. Lo que parece claro es que, al no comprobarlo de nuevo, al
fiarnos del pasado, nos estaremos perdiendo la posibilidad de saber si algo en el entorno
del cliente ha cambiado y ahora pudiera haberse convertido en una potencial
oportunidad, que por no comprobarlo estaremos desechando.
Dicho de otro modo, estaremos impidiéndonos valorar la verdadera realidad actual,
basándonos en la realidad del pasado.
A este fenómeno se le conoce con el nombre de impotencia aprendida. Muy normal
en todo el mundo animal.
¿Por qué un camello no se escapa por la noche en el desierto mientras los nómadas,
sus dueños, duermen... aun no estando atado a nada?
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Porque, si nos fijamos bien, lleva una cuerda atada al tobillo de una de sus patas.
Y... ¿Para qué? Para que el camello crea que no puede moverse. Tan sencillo como eso.
Tan sólo con creerlo, el animal no hará ningún intento de fugarse. Cuando fue
camello joven estuvo atado durante varios años con una cuerda; en un extremo a su
tobillo y en el otro a una palmera. El camellito de entonces hizo numerosos intentos de
fuga, pero no podía conseguirlo, estaba atado. A partir de un determinado momento, dejó
de intentarlo. Cada vez que se le ataba una cuerda al tobillo, él se sentía preso,
inamovible en ese lugar. Así ahora, en las noches del desierto, los nómadas sólo tienen
que ponerle una cuerda en la pata para que el camello no haga ni un solo intento de fuga.
Aunque ahora sí podría. Ahora todo ha cambiado. Pero el camello no lo ve. Es una
víctima, rehén de su impotencia, por lo que no huirá, quedará presa de su propio
aprendizaje, secuestrado por su pasado.
Imagina que mezclas agua pura con un chorro de aceite. Esa agua ya no volverá a
ser pura. El líquido resultante es producto de una mezcla y por muy diluido que esté ya
no será puro.
Así pasa con la afectación del pasado en el presente. Es como si mezclásemos la
realidad pura del momento con las historias familiares, contrastadas, sentimentales, del
pasado. La realidad deja de ser pura.
La mala noticia: ¡Es inevitable!
¿Y para qué luchar con algo que es inevitable?
Por una sencilla razón: porque disminuir y controlar la presencia de pasado, aún sin
poder eliminarlo del todo, es fundamental para razonar mejor, para decidir mejor.
Conocer con consciencia y calibrar cuánto de pasado, potencialmente contaminante,
hay en nuestra idea, efecto de la mente, es fundamental para las consecuencias en el
presente.
Añadamos a este fenómeno de nuestra mente una razón más para tener las
evocaciones del pasado bajo control: los recuerdos. En numerosas ocasiones, no son más
que descripciones de lo que creemos que sucedió. Y, muchas veces, no son ciertos. No
fue exactamente así como pasó. O las condiciones del entorno eran diferentes y ahora ya
no las recordamos. Ciertos recuerdos son puras alucinaciones de nuestra mente
proteccionista. Sin embargo, por inexactos que sean los recuerdos, a veces les
concedemos la potestad de verdad absoluta, los elevamos a definitorios para decidir
sobre algo. O simplemente los mezclamos con la realidad del presente, pensando que así
hemos conseguido la mezcla más realista sobre la que decidir, sin ser conscientes de que
está contaminada y nos puede llevar a grandes errores o pérdidas de oportunidad.
En los casos en los que necesitemos tomar una decisión importante en nuestra vida,
por ejemplo, un cambio de trabajo, seguir o no con una pareja, estudiar o no ese máster...
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Y también en los menos relevantes, como, por ejemplo, viajar de nuevo a ese lugar
o no, leer el nuevo libro de un determinado autor del que ya leímos el anterior y no nos
hizo tilín, volver a llamar a ese familiar con el que tuvimos aquella pelea verbal hace un
año... Debemos plantearnos siempre cuánto de lo que nos ha ayudado a decidir hoy es
pasado y cuánto pertenece en realidad al presente. Averiguarlo cambia el poder de
decisión. Saber qué porcentaje de agua está pura y cuánta está contaminada es clave para
no equivocarnos, o al menos no tanto. Debemos preguntarnos de nuevo todo lo que
necesitemos para saber qué permanece y qué ha cambiado de esos recuerdos evocados
del pasado, no demos por hecho cosas que ya no están actualizadas. Probemos,
experimentemos de nuevo.
Concedámonos el derecho de vivirlo como si ese algo todavía no lo hubiésemos
vivido. Sorprendámonos a nosotros mismos.
QUERIDO LECTOR:
Trabájate y distingue el porcentaje de contaminación por pasado que tiene la
realidad de hoy en tu decisión. Si lo necesitas, prepara un plan
… y llévatelo a tu ficha de entreno.
Con frecuencia... cada cierto tiempo, haz un balance de tu vida. Si descubrimos que
no cambiamos con facilidad, que somos la repetición de lo que siempre fuimos, que
vivimos situaciones tipo bucle, es el momento de considerarlo una señal de alarma.
Especialmente si está afectando de forma negativa a nuestro desarrollo, a nuestro avance.
El pasado es un regalo y debemos estarle agradecidos.
Pero también puede convertirse en un lastre.
Me gusta en mis charlas y cursos hacer una pregunta a la audiencia, que ahora te
dejo aquí: ¿crees que las decisiones del pasado te garantizan el éxito del futuro?
Unánimemente todas las respuestas de miles de personas a día de hoy han sido
«NO». El pasado nos ha llevado a donde estamos hoy, pero no nos garantiza los pasos
siguientes.
Propuesta: ¿Y si tomamos el pasado no como un sillón, sino como un trampolín?
No necesita explicación ni más texto.
El aprendizaje exponencial nos permitirá vivir la relación con el pasado como una
oportunidad de crear un futuro diferente.
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Lo exponencial pasa por comprender que los puntos del pasado no garantizan los
puntos del futuro. Que cualquier tendencia futura está por construir y que puede ser
resultado de lo que está por venir, y no de lo que ya sucedió.
3. Etiquetado de las ideas
Etiquetar es calificar.
Y al calificar, clasificamos, ponderamos, ordenamos, comparamos, archivamos,
priorizamos, marcamos...
Al tiempo que los recuerdos evocados refuerzan la verdad de nuestra mente con
acontecimientos del pasado, con el etiquetado de las ideas, se trate de hechos o de
personas, también procedemos a conectar con el pasado, todavía de una forma más
poderosa, porque con las etiquetas, las ideas adoptan la marca de un recuerdo asociado a
un acontecimiento específico.
Las etiquetas son códigos calificados de un hecho pasado. Marcas a las que la
mente recurre para tomar decisiones rápidas, con lo que se sacrifica la precisión y que la
decisión tomada sea la mejor.
Las etiquetas, como pasaba con las evocaciones del pasado o con las suposiciones,
son absolutamentenecesarias para sobrevivir ante situaciones de estrés en las que hay
que decidir si huir o no.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando utilizamos las etiquetas clasificadas del pasado
para decisiones importantes que requieren de una mayor reflexión, en los momentos en
los que necesitaríamos pararnos a pensar con tiempo, a crear nuevas alternativas?
Es ahí donde tenemos que tener cuidado porque nos pueden llevar a equivocaciones
importantes.
¿Son terroristas todos los hombres de Oriente Medio con barba larga, turbante y
aspecto musulmán?
¿No hay terroristas con aspecto neoyorquino occidental?
¿Son todos los días grises días tristes? ¿No hay días soleados en los que nos
sentimos tristones?
Si conduce un coche deportivo de gran cilindrada y descapotable ¿es rico? ¿No hay
ricos a los que no les gusta conducir y no tienen coche?
¿Si alguien cuenta frases positivas sacadas de viejos pensadores, filósofos o del
mercado de la autoayuda en su página de Facebook, significa que se trata de una persona
equilibrada y feliz? ¿No hay facebuqueros atormentados en su vida personal, que viven
en la red una segunda vida ficticia para conseguir así lo que no se atreven en su vida
real?
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Sabemos con total seguridad dar respuestas a las preguntas de este listado que tú,
querido lector, puedes completar.
Lo interesante sería preguntarse cómo las etiquetas nos afectan en nuestras
decisiones cotidianas y no tan cotidianas.
Las etiquetas se basan en juicios rápidos para poder decidir sin necesidad de
reflexión. Sin pérdida de tiempo. Instantáneamente.
Son expresiones que elevan una circunstancia a una determinada categoría. Y la
condenan a ella, sea de forma elogiosa o crítica.
«Es una ganga», «es una estupidez», «son muy altos», «es vaga», «la niña buena»,
«la más alegre de la casa», «el responsable»...
Como hemos visto, etiquetar va de calificar.
Las etiquetas nos impiden ver la realidad de una forma desnuda. Sin juicios previos.
Son inputs en nuestra ecuación de decisión que podrían ser falsos, que necesitan ser
contrastados.
Por lo tanto, poco más que decir...
Tan sólo una recomendación: deberíamos cuestionar las etiquetas, neutralizarlas,
aunque sea momentáneamente, temporalmente.
Y ver qué pasa...
Dicho de otra forma, deberíamos con cierta frecuencia darnos el permiso de
desetiquetar las cosas o las ideas o a las personas con esos adjetivos que les colgamos
como sambenitos.
Y ver qué pasa...
Quizá así consigamos nuevos puntos de vista sobre la realidad, sobre la verdad, y
concedamos la oportunidad a que las cosas, las ideas y las personas puedan haber
cambiado, ser ahora diferentes, vivir bajo nuevas etiquetas, no con las viejas que ya
deberían ser desterradas.
QUERIDO LECTOR:
Cuestiónate las etiquetas que marcan tus decisiones. Identifícalas. Haz un listado.
Date el permiso de cambiarlas.
Y llévatelo a tu ficha de entreno.
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Además, etiquetar nos hace estar en estado de alerta; nos arrebata el placer de tener
una vida más plena.
Vemos de un solo color, monocromático, o en blanco y negro, algo que puede ser
un mosaico de colores. Nos perdemos las oportunidades que la vida nos ofrece para
poder relacionarnos con otras personas de una forma diferente y también con los
entornos en los que habitamos.
Al etiquetar, reducimos la riqueza que la vida nos da.
No olvidemos que, a menudo, las etiquetas, bajo su estado de rigidez, reducen o
esconden la verdad.
Por definición, son calificaciones subjetivas.
Las etiquetas son generadoras de creencias, para lo bueno y lo no tan bueno.
Creencias que a su vez se convierten en hábitos de comportamiento. Y que, en ciertos
momentos, para poder avanzar, necesitaremos desbloquear.
De las creencias y los hábitos de comportamiento hablaremos en un capítulo más
adelante.
Una mente que se basa en aprendizaje exponencial sabe gestionar las etiquetas para
no darles más valor del que realmente merecen.
4. Predicción negativa del futuro
Desconocemos por completo lo que está por pasar.
Eso, nuestro cerebro, en su afán de protegernos, no lo lleva muy bien. La mente
sabe que el futuro puede adoptar infinitas formas, sabe que hablando de futuro nada es
seguro.
Por lo tanto, si para nuestro cerebro, que biológicamente es pesimista, el futuro es
un hueco en el que nada es seguro, tenderá a visualizarlo de forma natural como negativo
para así protegernos de las inclemencias de lo que está por llegar.
Dicho de otra forma, vivirá bajo el paraguas continuo de la incertidumbre.
Y es que es así. Todo lo relacionado con lo que está todavía por pasar es incierto,
por definición. Nada es seguro si hablamos de lo que acontecerá. La incertidumbre en
relación con el futuro es el estado más natural.
Es este filtro mental el que más conecta con el estado emocional del miedo. La
previsión negativa del futuro, junto con las experiencias negativas vividas en el pasado,
o que simplemente nos han contado, son las mayores productoras de miedo.
Si la incertidumbre es natural, su consecuencia más representativa, el miedo,
también lo es.
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No podemos no tener miedo. El miedo nos ayuda a defendernos en situaciones de
riesgo. A salir corriendo, a escondernos, a atacar. Luchar contra el miedo es una
estupidez que no nos lleva a nada. Intentar suprimir el miedo es, además, un error.
Vivir sin miedo no es posible.
Pero pongamos un ojo a estas afirmaciones.
Hagamos una distinción lingüística necesaria: no confundamos el miedo con el
temor. El miedo es necesario. El temor es una alucinación de nuestra mente bloqueante
que nos impide intentar algo, atrevernos a llevar a cabo una determinada acción.
El temor es un tipo de miedo tóxico. Nos paraliza.
Para crear previsiones negativas del futuro lo que hace nuestro cerebro es conectar
conjuntos de datos del pasado con experiencias del presente y así proyectar tendencias
ficticias basadas únicamente en la extrapolación.
Esas extrapolaciones, si no las sometemos a revisión, pueden llevarnos a
conclusiones erróneas.
Si el coche de la marca X se me rompió cuando tan sólo tenía cincuenta mil
kilómetros y tuve que cambiarlo, y además escuché que un amigo contaba que también
él había oído que a otra gente le había pasado algo parecido con la misma marca de
coches, concluiré que esa marca de coches es una birria y no recomendaré jamás que
nadie compre un coche de dicha marca.
Ojo previsor sobre la marca X.
Previsión negativa del futuro: comprarla es cagarla.
Si tuve una novia que me fue infiel y la pillé finalmente con sus mentiras repetidas
durante tanto tiempo; si en la última peli de Brad Pitt también he visto cómo su novia le
era infiel; y sumando además aquello que le pasó a mi amigo Paco con aquella otra
chica, pues concluiré que todas las tías son infieles.
Previsión negativa del futuro: no te fíes de las tías, todas son infieles. Mejor no
tener novia. O empezar siendo yo infiel.
Por cierto, si vuelvo alguna vez a tener novia estaré y me pasaré los días
nerviosísimo porque seguro que antes o después me será infiel; estaré y viviré esta nueva
relación en estado de alerta máxima por si las moscas...
Las predicciones del futuro negativas nos llevan a aumentar nuestro estado de
estrés. Alteran el sistema inmunológico. Y generan cortisol en sangre. Preparan al
organismo para atacar o para huir. Un estado que no debería ser el estado biológico
natural en momentos de calma. Y cuando esto se convierte en rutina, vida arruinada.
Pasa de igual forma en el mundo del liderazgo. O de la educación a niños y
adolescentes.
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Prever estados negativos de futuro basados en experiencias y no en hechos reales
puede desactivar la capacidad creativa de los individuos y también reducir la
autoconfianza y la confianza en los proyectos o en los compañeros de viaje, en los
equipos.
Recuerda esta máxima conocida como el principio de profecía autocumplida:
predecir algo que va a suceder con frecuencia abre la puerta a que suceda. No es por
ninguna ley del deseo ni nada de eso... Es más sencillo, es porque sólo pones motivos
para que pase, porque pones la

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