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14 Lectura de Pérez 2006 - meledh sd

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MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 1 
 
 
 UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
 
 
 
 
 
 
L e c t u r a 1 
 
 
 
Pérez, C. (inédito). Relación entre comportamiento 
y salud. Compilación de bibliografía 
complementaria. FES-Iztacala SUAED 
Psicología. 
 
 
 
 
 
 
 
Personalidad y enfermedad .................................................................................. 2 
Modelos de relación entre personalidad y salud............................................... 2 
Modelo de la predisposición constitucional .................................................. 3 
Personalidad como causante de conductas riesgosas ................................ 3 
Psiconeuroinmunología como disciplina integradora ................................... 4 
Relación entre el sistema neuroendocrino, sistema nervioso, variables de 
personalidad y respuesta inmune..................................................................... 4 
Relaciones entre comportamiento y salud desde una perspectiva 
psiconeuroinmunológica................................................................................... 4 
Estilos de vida y salud .......................................................................................... 5 
Aproximaciones al concepto de estilo de vida.................................................. 6 
Patrones y pautas de comportamiento relacionados con la salud.................... 7 
Sentido de coherencia ................................................................................. 7 
Fortaleza ...................................................................................................... 7 
Control/sensación de control........................................................................ 8 
Discriminación del riesgo ...................................................................................... 8 
Discriminación de los estados internos ............................................................ 9 
Informe de estado internos como síntomas ............................................... 10 
Precisión en la discriminación de señales internas ................................... 11 
Percepción de señales internas y conducta de informe de síntomas......... 11 
Estados internos, síntomas y conducta de búsqueda de ayuda ................ 12 
Participantes del contacto paciente-profesional de la salud....................... 13 
Discriminación de señales internas en enfermedades crónicas................. 13 
Entrenamiento en discriminación de señales internas ............................... 14 
Conducta y enfermedad...................................................................................... 15 
Distinción entre enfermedad y trastorno......................................................... 15 
Conceptos que relacionan conducta y enfermedad........................................ 16 
Conceptos de dolor psicogénico y conducta de dolor .................................... 16 
Concepto de rol de enfermo ........................................................................... 16 
Concepto de conducta de enfermedad........................................................... 16 
Conceptos de conducta de enfermedad crónica ............................................ 17 
Conducta anormal de enfermedad y conducta anormal de tratamiento ......... 17 
El concepto de somatización y la conducta de enfermedad........................... 18 
Génesis y mantenimiento de la conducta de enfermedad ......................... 18 
Conducta anormal como riesgo para la salud............................................ 19 
 
 
 
 
UU NN II DD AA DD II .. 
 
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CC OO MM PP OO RR TT AA MM II EE NN TT OO YY SS AA LL UU DD 
 
 
MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 2 
 
 
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
PPEERRSSOONNAALLIIDDAADD YY EENNFFEERRMMEEDDAADD 
 
No escapa a la evidencia la forma en que algunas personas se 
recuperan con cierta rapidez de las mismas enfermedades y 
trastorno que a otras causan largos periodos de convalecencia y/o 
inconveniencias familiares y laborales. Los datos epidemiológicos 
predicen que un alto porcentaje de individuos padecerán a lo largo 
de su vida algún tipo de cáncer, una determinada infección o 
cierto trastorno mental (Jenick y Cleroux, 1990). Tales hechos 
ponen de manifiesto la existencia de ostensibles diferencias 
individuales en la susceptibilidad a la enfermedad, en la respuesta 
a la misma y en la posibilidad de recuperación. Muchas de las 
enfermedades citadas parecen tener su “marcador genético”, de 
tal modo que el individuo desde su concepción puede estar 
“programado” para desarrollar alguna de tales enfermedades si en 
su dotación genética así aparece especificado. Sin embargo, no 
es menos cierto, si bien poseer ese marcador genético predispone 
a la persona para desarrollar la enfermedad, en sí mismo no es 
determinante de ella. Es por ello que cobra especial relevancia 
hallar respuesta a cuestiones tales como, ¿de qué depende que 
de ente todas aquellas personas que poseen el marcador 
genético de determinada enfermedad y otras no? ¿qué factores 
biopsicosociales predisponen o interactúan con la fisiología del 
organismo para poner en marcha el proceso desencadenante de 
la enfermedad? ¿La personalidad está asociada con ciertos 
patrones de respuesta psicofisiológica? ¿Qué patrones 
psicofisiológicos regulan la predisposición a la enfermedad? 
¿Personalidades diferentes se hallan inextricablemente asociadas 
con enfermedades diferentes? 
Para estudiar desde una perspectiva científica la relación entre los 
aspectos psicológicos (personalidad) y fisiológicos del individuo es 
preciso clarificar los tres aspectos que se hallan implicados en la 
misma, a saber: qué se entiende por personalidad, qué se 
entiende por salud y/o enfermedad y, quizás, lo más importante 
de esta cuestión, averiguar u profundizar en los mecanismos que 
intervienen en esta interacción (Contrada et al., 1990). Los 
estudios incluidos dentro de esta disciplina sostienen la hipótesis 
de que el sistema nerviosos central puede influir en la función 
inmune y que, por tanto, los factores psicológicos están 
implicados en muchos de los factores causales que afectan la 
susceptibilidad a la enfermedad. Es en este sentido que, a partir 
del conocimiento actual sobre las influencias neurales y 
endocrinas que recibe el sistema inmune (Antoni, 1987; Locke et 
al., 1984; Maier et al., 1994) y del mecanismo de feedback que 
éste mantiene con el sistema nervioso central (Basedovsky y 
Sokin, 1977), los estudios realizados en el área de la 
psiconeuroinmunología pretenden ofrecer una explicación 
satisfactoria que dé cuenta de las interacciones entre tales 
sistemas. 
Modelos de relación entre personalidad y salud 
 
Existen varios modelos explicativos que intentan dar cuenta de las 
relaciones entre la conducta y salud en los individuos. Un primer 
grupo de modelos explicativos podríamos caracterizarlos como 
cognitivos por la importancia que le otorgan a estos aspectos para 
fundamentar su enfoque. Dichos modelos son el de creencias 
sobre la salud (Janz y Becker, 1984), el de la teoría de la utilidad 
subjetiva esperada (Edwards, 1961), el de la teoría de la acción 
razonada (Ajzen y Fishbein), 1980). Sin embargo, problemas 
genéricos de estos modelos son la escasa capacidad predictiva, 
los resultados incongruentes que han generado y el excesivo 
peso que se deposita en las variables cognitivas. 
Una alternativa a estas propuestas son los modelos centrados en 
los rasgos de personalidad propuestos por Suls y Rittenhouse 
(1990), que intentan explicar la relación entre comportamiento y 
salud a partir de los rasgos temperamentales y de carácter que 
determinan la forma de actuar de los individuos. Básicamente, son 
tres los modelos que proponen una explicación causal entre 
personalidady salud: 1 la personalidad induce hiperactividad; 2 
predisposición conductual; y 3 la personalidad como determinante 
de conductas riesgosas. Las características de los mismos las 
comentamos a continuación. 
MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 3 
 
 
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
Personalidad como inductora de hiperactividad 
Ciertas personas, en virtud de su constelación de rasgos, 
responden de forma aguda y/o crónica, esto es, de forma puntual 
y/o permanente, con una reactividad fisiológica exagerada a los 
estresares. Según este modelo. La reactividad fisiológica está 
determinada por la evaluación de las situaciones como más 
estresantes de lo que en realidad son, o bien porque las 
conductas realizadas por estos individuos producen respuestas 
simpáticas o neuroendocrinas. Un ejemplo claro de aplicación de 
este modelo es el patrón de conducta tipo A. Los individuos que 
presentan este perfil de personalidad caracterizado por una 
implicación laboral extrema, urgencia de tiempo, impaciencia, 
hostilidad y competitividad, necesitan del éxito y el reconocimiento 
social de forma constante. La competitividad y hostilidad que los 
caracteriza delimitan un perfil cognitivo que provoca el desarrollo 
de sentimientos y percepciones de amenaza lo cual, a su vez, 
provoca un aumento del aurosal fisiológico que desencadena 
respuestas tales como el aumento de la presión sanguínea, de la 
tasa cardiaca y de la secreción de catecolaminas (Adn y NorAdn) 
con el consiguiente efecto nocivo sobre arterias y vasos 
sanguíneos. 
Modelo de la predisposición constitucional 
Este modelo, mucho menos estudiado que el anterior, sostiene, 
básicamente, que las disposiciones de personalidad asociadas 
con riesgo de enfermedad pueden ser sólo marcadores de alguna 
debilidad física innata o anormalidades orgánicas que aumentan 
la susceptibilidad a la enfermedad. Así mismo, el estilo de 
personalidad puede ser por sí mismo inofensivo (desde una 
perspectiva de la enfermedad física), pues puede servir 
meramente para indicar la presencia de alguna anormalidad 
subyacente que crea el riesgo de enfermedad. Los postulados de 
este modelo son, fundamentalmente dos: 
 
La disposición de personalidad tiene un fuerte origen 
constitucional. 
La predisposición constitucional aumenta la susceptibilidad a los 
patógenos externos y/o al daño degenerativo de los órganos. 
 
Desde la perspectiva de este modelo podría explicarse, por 
ejemplo, que el patrón de conducta tipo A es constitucionalmente 
hiperreactivo según los hallazgos de Krantz y Durel (1983), quines 
comprobaron que los sujetos con perfil de personalidad tipo A 
mostraban mayor reactividad (del sistema nervioso simpático y del 
sistema adrenomedular), incluso bajo anestesia. 
Personalidad como causante de conductas riesgosas 
Este tercer modelo propone que los rasgos de personalidad 
confieren mayor riesgo de enfermedad pues exponen a los 
individuos a situaciones y circunstancias riesgosas. 
Los tres modelos no tienen por qué constituir explicaciones 
individualizadas sino que mantienen efectos bidireccionales y 
recíprocos. En este sentido, una disposición genética a la 
infección puede desarrollar un estilo cognitivo pesimista, lo cual, a 
su vez, puede llevar al individuo a desarrollar conductas de riesgo. 
Modelo biopsicosocial 
 
(Fragmento tomado de Labiano, 1995, lectura de primer semestre 
SUAED) 
Este modelo, de gran aceptación en la actualidad, admite que la 
salud y la enfermedad están multideterminadas, es decir, que las 
causas que interactúan en los procesos saludables y patológicos 
son de diversa naturaleza y origen, pues intervienen tanto 
elementos de macroprocesos (tales como contexto social, 
ambiente físico, circunstancias socioeconómicas, factores 
climáticos, etc.) como otros de mricroprocesos (cambios 
bioquímicos, pensamientos, emociones, etc.). En el presente, se 
hace hincapié en la salud más que en la enfermedad. La salud se 
entiende como un proceso-estado que se alcanza cuando hay 
armonía biológica, psicológica y con el entorno socioambiental. 
Este modelo enfoca la atención en los aspectos preventivos y en 
la promoción de la salud humana, en la importancia de las 
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UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
variables del medio ambiente, tanto físico como social. Además 
estimula la creación de nuevas estrategias de la relación del ser 
humano con su entorno, orientadas a crear un futuro más 
saludable, combinando la elección personal con la 
responsabilidad social. (Para ahondar más en el modelo 
biosicosocial revisar la lectura de Labiano, 1995). 
Psiconeuroinmunología como disciplina integradora 
Un modelo explicativo de la relación que se establece entre 
conducta y enfermedad propone una conexión entre la activación 
fisiológica del individuo y el funcionamiento del sistema 
inmunitario. En los últimos años ha aumentado el interés por 
investigar en el campo de la psiconeuroinmunología, disciplina 
que se encarga de estudiar las relaciones entre conducta, cerebro 
y sistema inmune. La idea básica defendida por la 
psiconeuroinmunología es que determinadas variables 
psicológicas pueden ejercer una influencia determinante sobre el 
sistema inmune (Ader, Felten y Cohen, 1991; Cohen y Herbert, 
1996; Bayés, 1991, 1994). 
 
 
 
Existen básicamente, tres vías distintas (Vidal y Tous, 1990) por 
las cuales se puede intuir una relación entre diferentes tipos de 
personalidad y respuesta inmunológica: 1) por la interrelación 
entre el sistema neuroendocrino y el sistema inmunológico; 2) por 
la interrelación entre el sistema nervioso central y el sistema 
inmune, y 3) por medio de la percepción de situaciones y 
estímulos estresantes en las que las características cognitivas 
ligadas a la personalidad del individuo tiene un papel importante. 
Relación entre el sistema neuroendocrino, sistema 
nervioso, variables de personalidad y respuesta inmune 
Dentro del emergente campo de la psiconeuroinmunología, varias 
son las investigaciones que ponen de manifiesto la influencia de 
factores psicosociales sobre la respuesta del sistema 
inmunológico (Ader, Felten y Cohen, 1991). Uno de los más 
estudiados ha sido el estrés (véase para una revisión Ader, Felten 
y Cohen, 1993; Cohen y Williamson, 1991; y Borrás, 1995), el 
cual, asociado con la secreción de diversas hormonas tales como 
los glucocorticoides (cortisol y corticoesterona) cuyos efectos 
inmunosupresores han sido ampliamente demostrados (Munck y 
Guyre, 1991), se supone tiene un efecto depresor sobre el 
sistema inmunológico. Así, encontramos trabajos que se centran 
en el estrés provocado por situaciones de pérdida (Pettingale, 
Hussein, Inayat, Tee, 1994), circunstancias laborales (Veranees, 
Myhre, Aas, Hommes, Hansen y Tonder, 1991), conflictos 
interpersonales (Kiecolt-Glaser, 1999), problemas clínicamente 
amenazantes (Borrás, Bayés y Gasas, 1993), situaciones 
académicas (Glaser, Pearson, Bonneau, Esterling, Atkinson y 
Kiecolt-Glaser, 1991). 
Relaciones entre comportamiento y salud desde una 
perspectiva psiconeuroinmunológica 
 
Los sistemas psicológicos y fisiológicos se interrelacionan, de tal 
manera que los cambios en uno afectan a menudo el otro. De 
hecho, ambos forman un circuito de feedback: los sistemas 
endocrinos y nerviosos envían mensajes químicos en forma de 
neurotransmisores y hormonas que aumentan a deprimen la 
función inmune y, a su vez, células del sistema inmune segregan 
MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 5 
 
 
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
sustancias tales como la ACTH que devuelven información al 
cerebro. Por su parte, éste aparece como el centro de control para 
mantener un balance en la función inmune, y es que una escasa 
actividad inmunológica deja al individuo al acecho de diversas 
infecciones yuna excesiva actividad inmunológica ocasiona las 
enfermedades autoinmunes. 
Los factores psicosociales están muy relacionados con el estrés 
que un individuo experimenta. Se cree que tales factores afectan 
también a la función inmunológica. Por ejemplo, diversas 
investigaciones han demostrado que los individuos bajo estrés de 
larga duración e intensidad, que gozan de una fuerte red de apoyo 
social, presentan un sistema inmune más eficaz en comparación 
con otros individuos que soportan el mismo tipo de estrés pero no 
gozan de ella (Esterlina, Kiecolt-Glaser y Glaser, 1996). 
Una de las cuestiones que desde la psicología de la salud 
preocupa a los investigadores es si los estilos de vida pueden 
afectar el funcionamiento del sistema inmunológico. Existe 
evidencia que sí. (ver siguiente apartado). 
 
EESSTTIILLOOSS DDEE VVIIDDAA YY SSAALLUUDD 
 
La idea de uno o varios estilos favorecedores de la salud y uno o 
varios estilos de vida de riesgo para la salud se ha convertido en 
el principal estandarte de los defensores de la responsabilidad 
personal en salud, a la vez que resulta la posibilidad más directa 
de que la psicología de la salud exija su protagonismo en el 
ámbito de la salud y la enfermedad. Como cualquier proceso de 
creación de las grandes ideas que terminan por mover el mundo, 
el proceso de creación del concepto “estilo de vida” ha sido largo 
pero relativamente simple a partir de un determinado momento. 
Pariendo de unos cuantos estudios epidemiológicos que 
establecieron asociaciones en forma de correlaciones, entre 
ciertos modos o formas de vivir y una mayor duración de la vida y 
un menor impacto de ciertas enfermedades graves; pernoctando 
en bastantes análisis concluyentes sobre economía de la salud y 
el coste de dichos estilos en años de vida perdidos y en calidad 
de la misma; encontrando en el camino la concordancia entre lo 
que iba apareciendo como “estilo de vida saludable” y el modelo 
de vivir que la ideología de la austeridad, de la vida recta y limpia 
que tan profundamente anida en ciertas culturas persigue como 
ideal, ha terminado por arribarse a una conclusión tan simple 
como imperfecta: el estilo de vida es el culpable del deterioro de 
nuestra salud y de las muertes prematuras, de modo que, si 
queremos seguir una humanidad sana, la gente tiene que cambiar 
y vivir de manera distinta para poder seguir vivo muchos años y 
reducir la morbilidad de enfermedades costosísimas en vida y 
dinero. 
Explorando el surgimiento de la actual idea de estilo de vida como 
responsable de la salud, pueden detectarse estudios pioneros y 
experiencias que supusieron pistas para la elaboración de los 
estudios epidemiológicos que dieron comienzo a la socialización 
del concepto. Por ejemplo, Matarazzo (1984) relata ocasionales 
estudios de campo de los efectos de ciertas prácticas de vida 
sobre la salud en algunas comunidades de carácter religioso en 
las que sus miembros se autoimponen un estilo de vida carente 
de vicios tales como el consumo de alcohol, tabaco, drogas, café 
o té, o mantenerse ociosos, así como la práctica de la moderación 
en la alimentación, el descanso semanal, la práctica de 
actividades recreativas, el mantenimiento de una actitud positiva y 
de ayuda a los demás. En este plano socioantropológico, 
Bergman (1978) relata los estudios de Alexander Leaf sobre los 
estilos de vida de ciertas comunidades caracterizadas por unas 
excelentes condiciones de salud y longevidad, quien, tras sus 
estudios sobre los hunzas, caucasianos y vacabambanos, señaló 
cinco denominadores comunes: a) la herencia (tener antepasados 
longevos); b) una dieta escasa (alrededor de dos tercios del 
promedio de calorías de la dieta estándar actual, y con muy poca 
carne); c) actividad física mantenida (gente que vive en zonas 
montañosas y que caminan mucho, trabajan y juegan 
prácticamente hasta el día de su murete); d) una vida pacífica, 
lenta y relajada (no existen horas), y e) social y sexualmente 
activos hasta muy avanzada edad. 
MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 6 
 
 
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
Belloc y Breslow, junto con sus colaboradores, han publicado 
varios informes acerca del estudio desarrollado por el Laboratorio 
de Población Humana del Departamento de Salud Pública del 
estado de California durante los últimos años sesenta y setenta. 
La primera encuesta sobre hábitos de vida y salud se llevó a cabo 
en 1965 sobre una muestra de 6 928 personas adultas (Belloc y 
Breslow, 1972), y fue contuinuada por otra de seguimiento a los 
cinco años y medio sobre la misma población (Belloc, 1973), y 
una nueva encuesta de seguimiento realizada en 1974 sobre 4 
864 personas de la muestra original (Breslow y Enstrom, 1980). 
Los resultados de la primera encuesta, (Belloc y Breslow, 1972) 
indicaron que siete hábitos de vida correlacionaban con un mejor 
estado de salud en quienes lo practicaban regularmente. Los 
hábitos saludables identificados fueron: 
 
Dormir siete u ocho horas diarias. 
Tomar desayuno diariamente. 
No tomar alimentos nunca o casi nunca entre comidas. 
Mantenerse en el peso adecuado a la altura o próximo a ello. 
No fumar. 
No tomar alcohol o hacerlo moderadamente. 
Llevar a cabo una actividad física regular. 
 
El primer estudio de seguimiento confirmó la correlación entre 
hábitos de vida y salud (Belloc, 1973), mostrando que la 
proporción de hombres y mujeres para todos los grupos de edad 
que habían muerto a lo largo de los cinco años y medio era menor 
para el colectivo de aquellos que mantenían la práctica de los 
hábitos de salud anteriores, resultando, además, que la relación 
entre hábitos de salud y tasa de mortalidad era independiente de 
otras variables tales como nivel socioeconómico. 
 
Aproximaciones al concepto de estilo de vida 
 
Se pueden detectar tres tendencias o aproximaciones a la 
consideración del estilo de vida. Por un lado, una tendencia a 
tratar el estilo de vida en forma genérica, casi periodística o 
divulgativa; por otro, una tendencia a socializar el concepto de 
estilo de vida, ampliándolo hasta traspasar los límites estrictos del 
comportamiento; y finalmente, una tendencia o aproximación que 
podríamos denominar como pragmática. En el primero de los 
casos estamos ante la línea de pensamiento fiel a las 
declaraciones políticas que mencionábamos y que han trasladado 
a la cultura de masas los datos de los estudios epidemiológicos 
convirtiendo, por el camino, en ideas de relación causal lo que 
nació como hecho correlacional. Esta línea de pensamiento se 
caracteriza por aceptar la idea del estilo de vida como una moral 
saludable que cae bajo la responsabilidad del individuo, o bajo 
una mezcla de responsabilidad del individuo y de la 
administración pública, según el ámbito cultural. De esta forma de 
pensar sobre el concepto de estilo de vida, ha terminado por 
fabricarse desde las organizaciones oficiales responsables (OMS, 
administraciones públicas de salud…) un nuevo paradigma de 
salud pública (p. Ej., Afifi y Breslow, 1994; Frenk, 1994; 
McGinnins, 1991) dominante en el mundo industrializado y en 
fase de exportación al mundo en desarrollo que proclama la 
prevención de las enfermedades a través del cambio en los estilos 
de vida de la población. Sin embargo, el peligro inherente a esta 
perspectiva es su excesiva concentración sobre la 
responsabilidad individual y su falta de sensibilidad (salvo 
contadas excepciones) sobre las circunstancias supraindividuales 
que pueden estar moldeando y manteniendo estilos individuales 
de vida insalubres. 
En lo referente a la socialización del concepto, esta línea de 
pensamiento ha querido enfatizar la idea apuntada de que el 
constructo estilo de vida no se refiere exclusivamente a una 
cuestión de hábitos personales de vida, sino que tiene también 
que ver con la forma como las sociedades organizan el acceso a 
la información, a la cultura y la educación, y a la propia saludy 
sus determinantes, según los diferentes grupos sociales 
(Kickbusch, 1995). Entendida en esta dimensión social, la 
relación estilos de vida/salud implica “conocimientos, 
competencias y actuaciones en esferas políticas tales como la 
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UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
política de precios e impuestos, la regulación de advertencias en 
productos nocivos, los derechos de los consumidores, los 
acuerdos con instituciones sociales y organizativas sobre los 
objetivos sociales, y los derechos humanos” (Kickbusch, 1995, p. 
1). Desde este punto de vista, los estilos de vida son un asunto de 
interacción entre responsabilidad individual y responsabilidad 
política del estado, al entender que no es el individuo el único 
responsable de, por ejemplo, morir por cáncer de pulmón tras 
cuarenta años como fumador… En resumen, más que intentar 
cambiar sólo el estilo de vida, se trataría de operar el cambio en 
éste mediante el cambio de las condiciones de vida. 
Por último, habíamos señalado también la existencia de una 
tendencia o aproximación pragmática al concepto de estilo de 
vida. Su posición es sencilla. Al margen de la discusión sobre el 
concepto como tal y sus derivaciones sociales y políticas, parece 
claro que numerosos datos indican que ciertas formas de hacer, 
decir y pensar parecen ir mejor para la salud que otras. Obviando 
en cierto modo la discusión sobre el concepto global, numerosos 
autores e investigadores llevan años aportando datos sobre 
relaciones salud-comportamiento. Las definiciones del estilo de 
vida que surgen de esta aproximación buscan más s 
operacionalización, y en este caso, la característica común es el 
enfoque sobre ciertas pautas de comportamiento cuyo efecto es la 
promoción de la salud o la potenciación de los riesgos. El énfasis 
sobre salud o riesgos varía de autor a autor, de modo que resulta 
corriente encontrar un uso preferente de términos como 
conductas de salud, conductas preventivas (p. ej. Kasl y Cobb, 
1996; Kirsht y Guten, 1983) y conductas de riesgo, que dejan 
implícito el más abstracto término de estilo de vida. 
 
Patrones y pautas de comportamiento relacionados con 
la salud 
 
Al margen de la discusión sobre el concepto de estilo de vida 
saludable, numerosos aspectos o pautas de comportamiento han 
sido consideradas como protectoras o promotoras de salud en sí 
mismas. La información llegó en origen preferentemente de 
estudios epidemiológicos que mostraron ciertas asociaciones 
entre salud y algunas prácticas de vida, y entre salud y ciertas 
formas de comportamiento agrupadas en constructor cognitivos. 
Estos últimos tienen que ver con estilos de personalidad que se 
han visto asociados al mantenimiento de la salud u otro tipo de 
fenómenos referidos más al cómo se hacen las cosas, y a qué se 
piensa sobre las cosas, que a qué cosas se hacen. En las que se 
encuentran: 
 
Sentido de coherencia 
Antonovsky trató de analizar qué tipo de diferencias individuales 
hacían posible que, de entre un determinado número de personas 
sometidas a similares condiciones estresantes, algunas de ellas 
llegasen a desarrollar algún tipo de patología mientras que otras 
permanecían saludables. Sus estudios le llevaron a desarrollar 
una hipótesis según la cual las personas que tienen sentido de 
coherencia en sus vidas fuerte y bien integrado están mejor 
preparadas para no verse afectadas por los agentes patógenos de 
naturaleza psicológica o mricrobiológica que aquellas otras que 
carecen o tienen menor sentido de coherencia en sus vidas. De 
sus planteamientos se desprende, a modo prospectivo, que una 
persona con alto de sentido de coherencia se considerará a sí 
misma capaz de manejar los problemas que surjan, siendo 
también capaz de tratar con éxito las situaciones y eventos 
estresantes que amenazan su salud. Por el contrario, un bajo 
sentido de coherencia se verá asociado con poca salud. 
 
Fortaleza 
Por otro lado, Rodin y Salovey (1989) agruparon bajo el descriptor 
disposiciones fortalecedoras diversas características de 
personalidad manifestadas de forma general en la disposición del 
individuo a responder, o enfrentarse, a las dificultades que se le 
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UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
presentan de forma optimista, firme, persistente y flexible, lo que 
produciría como resultado un mejor mantenimiento de la salud y 
evitación de la enfermedad. Entre dichas disposiciones incluían el 
concepto de fortaleza de carácter, vigor o firmeza (Kobasa, 1982), 
el de optimismo (Scheier y Carver, 1985) y el de autoeficacia 
percibida (Bandura, 19777, 1982a). En concreto, dicho estilo de 
personalidad actuaría propiciando valoraciones cognitivas 
optimistas que amortiguarían los efectos nocivos del estrés, “de 
forma que los eventos puedan ser vistos en perspectiva, y como 
no siendo tan terribles después de todo” (Kobasa, Maddi y 
Courington, 1981). 
 
Control/sensación de control 
Uno de los componentes del constructo anterior, el componente 
control nos permite introducirnos en otra de las características 
disposicionales que, por sí misma, ha recibido atención en 
psicología de la salud como un elemento relacionado 
beneficiosamente con la salud. Desde la publicación de los 
estudios pioneros en la aplicación del concepto de control 
(entendido como la posibilidad de elección y desempeño de 
responsabilidad) como variable positivamente relacionada con la 
salud (Langer y Rodin, 1976; Rodin y Langer, 1977) el estudio del 
control o la sensación de control y su relación con la salud ha 
tomado diversos derroteros. Varios estudios han informado que 
una sensación de control en general, y de control sobre el trabajo 
en particular, influyen indirectamente en la morbilidad y la 
mortalidad a través de su impacto sobre las conductas relevantes 
para la salud (Caplan y cols., 1975; Conway y cols., 1981; 
Wickrama, Conger y Lorente, 1995). También relacionado con 
este ámbito de estudio de control y salud, está el concepto de 
locus de control como un intento de formulación psicológica más 
elaborado. Primero Levenson (1973) y luego Wallston, Wallston y 
DeVellis (1978) señalaron tres dimensiones o “locus de control” 
relacionados con la salud: 1) un locus de control interno, basado 
en la creencia de que la salud está determinada por la propia 
conducta; 2) un locus de control externo, basado en la creencia de 
que el mantenimiento de la salud depende de otros “poderosos”, 
en concreto de los profesionales de la salud, y 3) descontrol o 
control del azar, basado en la creencia de que la propia salud es 
una cuestión ampliamente debida al azar, y que Levenson (1973) 
denominó externalidad debida a la suerte. 
 
DDIISSCCRRIIMMIINNAACCIIÓÓNN DDEELL RRIIEESSGGOO 
 
No hay comportamiento de riesgo más elemental que no darse 
cuenta del riesgo, un fenómeno conocido técnicamente como 
insensibilidad al riesgo. Dicho fenómeno ha sido estudiado bajo 
diferentes descripciones y de diferentes puntos de vista, de 
manera que términos como percepción del riesgo, insensibilidad 
al riesgo, inconsciencia somática, fallo en la autorregulación, 
sesgo optimista, optimismo irreal y sensación de invunerabilidad 
señalan diferentes teorizaciones sobre los mismos hechos. Esto 
es, algunos individuos por las razones que fuere, no son 
conscientes, en el sentido de ser sensibles, a los riesgos que para 
la salud suponen ciertos comportamientos, o no responden a 
ciertas señales indicadoras de peligro llevando acabo 
comportamientos de prevención o evitación. 
El concepto de conciencia somática, definido por Cioffi (1991) 
como el proceso mediante el cual una persona percibe, interpreta 
y actúa sobre la información proveniente de su propio cuerpo, ha 
agrupado el ámbito de estudios que abarcan el campo de 
referencia a la percepción de las señales internas.Cabe diferenciar entre el concepto de señal y el de síntoma. Las 
señales pueden definirse como eventos corporales detectables 
por otra persona o por el propio sujeto que presenta un referente 
físico (hinchazón, bulto, etc.). A su vez, los síntomas son 
acontecimientos subjetivos aparentes para la persona afectada y 
pueden estar formados por señales que indican un proceso 
patológico. De ello es fácil colegir que una persona con buena 
capacidad de reconocimiento somático e interpretación correcta 
MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 9 
 
 
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
de las señales estará en mejores condiciones para cuidar de su 
salud que quien no posea tal capacidad. 
Por otro lado, Duval y Wicklund (1972) formularon la teoría de la 
consciencia de sí mismo o autoconciencia, cuyas premisas 
básicas señalan que cuando un individuo es consciente de algún 
aspecto de sí mismo, tiende a ser más preciso en términos de 
expectativas y conductas autoinformadoras sobre dicho fenómeno 
(Wicklund, 1975). Dentro de ésta línea de conceptualización se ha 
producido abundante literatura en psicología de la salud 
incorporando como una extensión el concepto de 
autoconocimiento, de acuerdo al cual una persona que se 
autoconoce presumiblemente será más precisa en la percepción e 
interpretación de la información sobre sus estados internos, que 
otra persona cuyo autoconocmiento es bajo (p. ej., Buss, 1980, 
Fenigstein, Scheier y Buss, 1975; Gibbons y cols., 1979; Scheier y 
Carver, 1997; Scheier, Carver y Gibbons, 1979). Otra teoría, 
desde una perspectiva funcional, es la denominada teoría de la 
percepción de sí mismo (Bem, 1967ª, b, 1970, 1972). Desde este 
punto de vista, “los individuos llegan a conocer sus propias 
actitudes, emociones y demás estados internos parcialmente 
infiriéndolos de las observaciones de su propia conducta y/o de 
las circunstancias en la que dicha conducta ocurre. Así, cuando 
las señales internas son débiles, ambiguas o indescifrables, el 
individuo está en la misma posición que un observador externo, 
observador que debería necesariamente basarse sobre las 
mismas señales externas para inferir los estados internos del 
individuo (Bem, 1972, p. 2). Desde esta perspectiva funcional, la 
teoría de la percepción de sí mismo aborda el comportamiento de 
percepción e informe de las señales internas como un repertorio 
sujeto al mismo tipo de leyes que el resto de comportamientos 
(Bem, 1972), al margen que posea numerosas peculiaridades. De 
tal modo, los informes verbales acerca de nuestro organismo no 
están sujetos sólo y exclusivamente al control de los estímulos 
privados que percibimos como estados o cambios en el 
organismo, y que ab origine pusieron en marcha funcionalmente 
dicho repertorio, sino que también pueden estar parcial, e incluso 
totalmente, controlados por los eventos públicos que acompañan 
o conforman el proceso de entrenamiento de la descripción de los 
mismos típico de la comunidad verbal (Bem, 1964, 1965), lo que 
produciría las frecuentes y extendidas diferencias individuales y 
culturales en la percepción de las señales internas que 
caracterizan a los seres humanos. 
 
Discriminación de los estados internos 
El estudio de la discriminación de los estados internos y 
síntomas se ha establecido en psicología de la salud como una 
firme y fructífera línea de investigación aplicada a la intervención 
en algunos trastornos crónicos. Estado interno, síntoma o 
sensación de los estados son términos que, siguiendo la 
definición de Pennebaker (1982), los delimita como percepciones, 
sentimiento o creencias acerca de los estados de nuestro cuerpo. 
La percepción o discriminación de estados internos o síntomas es 
un comportamiento complejo que implica al menos, dos aspectos. 
Por un lado, le percepción de ciertas señales de nuestra actividad 
fisiológica, y por otro, el informe verbal de la misma (que puede 
estar basado en dicha percepción). En el ámbito de actuación de 
la psicología de la salud, una sensación, síntoma o discriminación 
de las señales provenientes de nuestro organismo tiene valor en 
tanto pueda aportar información sobre nuestros estados internos 
que resulte valiosa para el mantenimiento de la salud y la 
prevención o el tratamiento de la enfermedad. Como Whitehead 
(1983) recoge, ya Hertz (1911) comenzó a estudiar a principios de 
siglo la percepción de señales internas o “conciencia sensorial” 
producidas en el tracto alimentario, por medio de técnicas como la 
introducción de fluidos, globos y sondas en el intestino por la boca 
o por el recto, o mediante una gastronomía, ileostomía o 
colostomía. De sus estudios concluyó que el tracto alimentario es 
insensible al tacto desde la faringe hasta el canal anal, pero sí lo 
es en este. Sin embargo, el ensanchamiento o distensión 
(provocado por el globo introducido) sí es un tipo de sensación 
detectable, aunque de diferente manera en diferentes lugares; por 
ejemplo, en el esófago se percibe como una sensación de 
plenitud, siendo capaz el sujeto de indicar el lugar en el que 
MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 10 
 
 
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
“siente” tal estimulación, mientras que cuando se provoca en el 
estómago se describe como una sensación de saciedad o 
repleción, y cuando se provoca en el intestino delgado o grueso 
se percibe como una sensación de plenitud o “estar lleno” que 
suele ser atribuida a flatulencia, sin que los sujetos pudieran 
localizar el lugar de estimulación en estos casos. Igualmente, 
Hertz (1971) informó haber encontrado diferencias individuales en 
la habilidad de los sujetos para discriminar o percibir las 
sensaciones producidas por los diferentes estímulos sobre el 
tracto alimentario, diferencias que atribuyó al aprendizaje o 
sensibilización a ciertas estimulaciones que podría tener lugar en 
algunos sujetos, de tal manera que unos mostraban mayor grado 
de conciencia que otros respecto a sus señales internas o 
cambios que ocurrían en su organismo. 
 
Informe de estado internos como síntomas 
En sí misma, la habilidad para percibir estados internos o 
síntomas es altamente adaptativa, sin embargo, el informe de 
estado interno está sujeto a un gran número de sesgos y 
distorsiones, unos de naturaleza puramente perceptual, y otros de 
naturaleza más diversa y que tienen relación con la multitud de 
variables que determina el tipo de informa verbal en el que 
finalmente se convierte cualquier comportamiento perceptivo. Así 
pues, las señales internas compiten contra las señales externas y 
ciertas condiciones harán más probable que los individuos tomen 
conciencia de su estimulación interna. Empíricamente se confirmo 
lo anterior en varios estudios pioneros que permitieron comprobar 
cómo la probabilidad de percibir señales internas (síntomas o 
emociones) era mayor cuanto menor era la información externa 
presente. Por ejemplo, se encontró que individuos solteros que 
vivían solos o estaban desempleados informaban de más 
síntomas, tomaban más medicinas e informaban más sufrir 
depresión que los individuos casados o con empleos. En el lado 
contrario se encontrarían los individuos absortos en su trabajo y/o 
mundo social, es decir muy controlados por las fuentes de 
estimulación externa que les rodea y poco pendientes de las 
fuentes de estimulación interna. En estos casos, Pennebaker 
(1982) hipotetiza una mayor riesgo para la salud, consecuencia de 
dicho control perceptual selectivo por dos razones. En primer 
lugar, porque las personas sometidas a una intensa estimulación 
externa persistente muestran mayores niveles de actividad 
autonómica que terminar por afectar la salud. En segundo lugar, 
porque la estimulación externa impide percibir sensaciones 
corporales que pueden representar señales de desequilibrios 
orgánicos. Es normal encontrar repertorios muy deficientes en 
cuanto a la discriminaciónde las señales internas, y dependiendo 
del tipo de error cometido en la discriminación de las señales 
internas del organismo, las consecuencias varían, de modo que 
las desventajas o peligros que comporta dicho fallo en la 
percepción del propio organismo varía en función del sesgo o 
error cometido. Pennebaker (1982), elaboró una tipología que 
intenta apresar las diferentes casuísticas relacionadas con la 
percepción de señales y se distinguen cuatro tipos de la manera 
de percibir síntomas. Un primer tipo lo formarían aquellas 
personas con incapacidad para percibir los síntomas(casos 
extremos de insensibilidad al dolor). Un segundo tipo lo formarían 
aquellos individuos que perciben sus síntomas correctamente 
pero que no informan de ello. El tercer tipo sería aquellos 
individuos que perciben y/o informan mal sus síntomas, de tal 
manera que ello puede a conducirles a cometer errores en la 
atribución de causas o significados a los síntomas. El cuarto tipo 
implicaría a aquellas personas que se mantienen muy atentas a 
las señales de su organismo y que tienden a informar como 
síntomas estados o cambios que no están relacionados con 
posibles patologías. Una forma, ya clásica, de medir la capacidad 
de discriminación de los estados internos es el cuestionario 
desarrollado en 1977 por Pennebaker y su equipo (Pennebaker, 
Burman, Schaeffer y Harper, 1977) y conocido como PILL 
(Pennebaker Inventory of Limbic Languidness). Consistente en un 
listado de 54 ítems que representan otras tantas sensaciones 
corporales y/o síntomas comunes requiere que la persona puntúe 
sobre una escala de cinco valores aquel que corresponde a la 
MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 11 
 
 
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
frecuencia con la que le suceden cada una de dichas experiencias 
(desde un valor mínimo correspondiente a “nunca o muy 
raramente experimento el síntoma”, hasta un valor máximo 
correspondiente a experimentar el síntoma “más de una vez a la 
semana”. Este cuestionario mide sólo la información de los 
síntomas más no la precisión con la que los síntomas se informan. 
Otra de las formas pioneras desarrolladas para evaluar la 
tendencia individual a atender o no a las experiencias y eventos 
internos fue la Private Self-Consciousness Scale (PSC), 
elaborada por Fenigstein, Scheier y Buss (1975). Igualmente, 
Miller, Murphy y Buss (1981) elaboraron la Private Body 
Consciousness Scale (PBC) como un instrumento que permite 
evaluar la tendencia a atender o no a las sensaciones físicas 
internas y procesos corporales, y que ha sido empleada en varios 
estudios (p.ej., Ahles, Casseus y Stalling, 1987; Baradell y Klein; 
1993; Christensen y cols., 1996; Martin, Ahles y Jeffery, 1991). 
 
Precisión en la discriminación de señales internas 
El estudio de la precisión con la que las personas pueden 
discriminar sus señales internas sí llegó a ser el objetivo de 
numerosos estudios que han permitido conocer, con cierto grado 
de detalle, algunas peculiaridades de un comportamiento tan 
extremadamente sutil. Así, entre los estudios más representativos 
cabe señalar los dedicados a la percepción del dolor (p. ej., 
Kafner y Goldfoot, 1996; Tesser y Conlee, 1975), de la fatiga y el 
esfuerzo (Borg, 1962), del consumo de oxígeno y niveles de 
lactato en sangre (ver Mihevic, 1981, para una revisión de estos 
estudios), de las contracciones del estómago (Stunkard y Koch, 
1964), de la distensión rectal (Whitehead, 1983; Whitehead y 
cols., 1981), del nivel de glucosa en sangre (Pennebaker y cols., 
1981), de la temperatura de los dedos, la congestión nasal y la 
tasa cardiaca (Pennebaker y Skelton, 1981), de la presión 
sanguínea (Pennebaker y cols., 1982). 
Por ejemplo, estudios que han señalado la importancia de la 
percepción de señales internas han sido llevados a cabo con 
individuos con y sin problemas de incontinencia fecal, en los que 
se ha medido su capacidad de percepción de la distensión rectal 
mediante globos inflables insertados en el recto (Whitehead, 
Ángel y Schuster, 1981; Whitehead, 1983). En dichos estudios se 
encontró que todos los sujetos normales participantes pudieron 
detectar la distensión rectal provocada por el inflado del globo, 
algo que sólo ocurrió en el 54% de los sujetos incontinentes. 
Stunkard y Fox (1971) no encontraronla relación entre motilidad 
estomacal y sensación de hambre, descubriendo que otros 
factores externos (por ejemplo, el tiempo pasado desde la última 
comida y otras estimulaciones relevantes) eran variables que 
controlaban el informe de hambre más que las sensaciones 
internas. 
La conciencia, conocimiento o percepción de las señales internas 
o estado internos depende de tres factores o fuentes de 
información que configuran el resultado en forma de informe 
verbal que transmite el sujeto sobre sus estados internos, a saber: 
los cambios preceptúales generados por la actividad fisiológica, 
las señales situacionales o ambientales (señales externas) y las 
creencias acerca de todo ello. 
 
Percepción de señales internas y conducta de informe de síntomas 
Si por alguna razón un individuo es incapaz de reconocer los 
cambios en su organismo que pueden anunciar futuros o actuales 
procesos patológicos, o bien, aun percibiéndolos, no “reconoce” 
su función como síntomas, es probable que su comportamiento de 
informe de síntomas sea deficitario, representando un factor de 
riesgo para su salud. Numerosos estudios han abordado el 
desarrollo durante la infancia de los patrones o pautas de 
comportamiento en lo que a informe de síntomas se refiere, 
habiéndose generado diversas teorías ente las que destacan tres: 
1) Teoría de la atención excesiva de los padres a la salud de sus 
hijos, establece que si los padres se muestran excesivamente 
atentos a la salud de su hijo, éste terminará por adquirir un patrón 
de atención selectiva a las señales corporales que le harán ser 
MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 12 
 
 
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
extremadamente sensible. 2) Teoría de la interpretación paterna 
de las sensaciones, la cual establece que la manera en la cual los 
niños organizan y perciben los síntomas y las sensaciones de su 
cuerpo puede ser similar a la manera en la que lo hacen sus 
padres. 3) Teoría de la ganancia secundaria, establece que el 
comportamiento de informe de síntomas está muy relacionado 
con la presencia de conflictos o tensión en las interacciones 
familiares. De igual manera, Pennebaker (1982) integró en una 
teoría más general del desarrollo del comportamiento de informe 
de síntomas, en la que señala cuatro tipos de interacciones clave 
en el desarrollo de este repertorio: 1) La ocurrencia de frecuentes 
conflictos familiares provoca a) la ocurrencia de cambios 
fisiológicos en el niño, b) provoca sentimientos de descontrol o 
falta de competencia que minan la confianza del niño lo que hace 
que su atención se desvíe hacia sí mismo y hace que se vuelva 
más relevante aquello que sucede en su propio cuerpo. 2) Vivir en 
un clima de inseguridad social ha sido relacionado con el informe 
de síntomas de los sujetos como a) buscar aprobación de los 
demás, de manera que estará muy atento a los aspectos de sí 
mismo (peso, apariencia) que puedan ser importantes para los 
demás adoptando patrones de comportamiento no saludable 
(dietas, alimentos ligeros, etc.) que pueden propiciar directa o 
indirectamente la sensibilidad a los síntomas. b) un individuo 
inseguro es probable que se vea sometido a condiciones 
estresantes o de tensión, lo que supone una mayor probabilidad 
de estar expuesto a situaciones donde la mayor activación 
fisiológica que se experimenta incrementa la probabilidad de 
percibir cambios fisiológicos que se informen como síntomas. 3) 
Una vez que el informe de síntomas tiene lugar, puede quedar 
reforzado por a) producir una reducción del conflicto al momento 
que los presentes(padres, compañeros, etc.) cesen en su 
comportamiento beligerante y pasen a preocuparse y atender al 
sujeto, y b) la eficacia del informe de síntomas como excusa para 
el fracaso o la evitación de una obligación o compromiso. 4) 
Consecuencia de una frecuente situación conflictiva es un estado 
de actividad fisiológica extrema que, en tanto produce cambios en 
los estados internos, puede hacer que la persona esté más atenta 
a los cambios sensoriales o signos corporales. 
Otra manera en la que ha sido abordada esta temática tiene sus 
raíces en la perspectiva sociocultural de la percepción del riesgo, 
la cual establece que la percepción de una persona acerca de su 
ambiente, y su percepción y evaluación de los riesgos son 
moldeadas socialmente por los factores de tipo moral, económico 
y político. Este punto de vista se enlaza con la hipótesis de 
Hansell y Mechanic (1986) de que las crisis personales, 
discontinuidades socio ambientales y eventos importantes en la 
vida inducen a ser más introspectivo, en tanto que demandan una 
valoración del yo y el lugar ocupado en el mundo. Ciertamente, 
Hansell y Machanic (1986) han intentado relacionar los 
fenómenos de percepción e informe de síntomas mediante la 
elaboración del constructo de introspectividad. La introspectividad 
o disposición personal a la introspección es entendida como el 
grado hasta el cual la atención es preferentemente enfocada, ya 
sea sobre uno mismo, ya sea sobre el mundo exterior. Alguna 
evidencia empírica se ha aportado sobre la relación entre atención 
centrada en sí mismo y comportamiento de informe de síntomas y 
conducta de enfermedad. Varios estudios han demostrado que la 
atención centrada en sí mismo correlaciona con informes de 
malestar psicológico y de síntomas físicos (p. ej., Duval y 
Wicklind, 1972; Wicklund, 1975), y otros que centrar la atención 
sobre algún aspecto del funcionamiento corporal incrementa el 
informe de síntomas físicos (p. ej., Carvel, 1978; Carvel y Scheier, 
1981; Pennebaker, 1982; Pennebaker y Skelton, 1978). 
Igualmente Hansell y Mechanic (1985) encontraron que la 
introspectividad estaba positivamente asociada con la emisión de 
informes de malestar psicológico y de síntomas físicos comunes, 
correlacionando negativamente con el nivel de autoestima y la 
sensación de felicidad. 
 
Estados internos, síntomas y conducta de búsqueda de ayuda 
 
MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 13 
 
 
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
La ocurrencia de un cambio o alteración en nuestro organismo 
que produce estimulación intero o propioceptiva puede ser 
interpretado como algo normal o como algo preocupante, esto es, 
una señal que anuncia o advierte la posibilidad que suframos 
alguna enfermedad. En el último caso decimos que un individuo 
interpreta el estado interno percibido como un síntoma. A su vez, 
el grado de información que se disponga sobre dicho síntoma, la 
disponibilidad de ayuda, las creencias personales que se tengan 
acerca de la salud, etc., determinaran que la valoración del estado 
interno como síntoma termine o no en un comportamiento de 
búsqueda de ayuda relacionada con el mismo. 
Según el constructo elaborado por Leigh y Reiser (1992) la 
conducta de búsqueda de ayuda se refiere a la decisión que un 
individuo toma de hacer algo acerca de un síntoma o malestar 
(búsqueda médica, no médica como familiares amigos o seudo 
profesionales o cuasi-médica como la automedicación o ayuda de 
farmacéuticos). 
Entre las variables más importante y que se han identificado en la 
conducta de búsqueda de ayuda se encuentran la severidad y la 
cualidad del síntoma, es decir, en cuanto mas aguda sea su 
presentación mas severo aparezcan, mas doloroso resulte, mayor 
amenaza ala supervivencia represente y mas persistente sea, 
más probable es que un síntoma conduzca a la petición de ayuda. 
Este comportamiento se ve afectado por una variedad de factores 
entre los cuales Leigh y Reiser (1992) señalan como más 
importantes la percepción de síntomas y enfermedades, ciertos 
factores demográficos, el nivel de estrés al que el individuo se vea 
sometido y su experiencia previa respecto a la enfermedad y el 
sistema de salud. 
 
Participantes del contacto paciente-profesional de la salud 
 
Leigh y Reiser (1992) complilaron una propuesta de McWhinney 
(1972) de taxonomía de la conducta de búsqueda de ayuda, la 
cual contiene cinco categorías de causas precipitantes de 
contacto paciente profesional que son: 1) superación de límite de 
tolerancia, que recoge los casos en los que las causas del 
contacto son el dolor, malestar y/incapacidad que esté 
provocando síntoma o enfermedad. 2) superación de límite de 
ansiedad, cuando el contacto o conducta de búsqueda de ayuda 
tiene como motivo la ansiedad provocada por lo síntomas o 
cambios percibidos.3) problemas de la vida presentados como 
síntomas, tratándose de síntomas menores que ocurren en un 
contexto en el que están presentes dificultades emocionales o 
afectivas. 4) Causas administrativas, independientemente que el 
sujeto padezca o no una enfermedad o experimente o no 
síntomas. 5) Ausencia de enfermedad, casos en los que el motivo 
de la visita es preventivo. Además se agrega otra categoría 6) 
Búsqueda de ayuda extrínseca, ocasiones en las que, por 
imposibilidad material o sobreentendida, otra persona distinta del 
propio sujeto solicita la ayuda de un profesional. 
 
Discriminación de señales internas en enfermedades crónicas 
La percepción de señales internas y su correspondiente informes 
son repertorios sutiles ampliamente afectados por diversas 
variables entre las que se encuentran: las creencias que un 
individuo ha desarrollado y mantiene sobre el funcionamiento de 
su organismo, los conocimientos de anatomía y fisiología que 
posean, los modelos a los que se haya estado exponiendo, las 
contingencias experimentadas y las influencias socioculturales 
que operan probabilizando las respuestas hacia ciertas 
situaciones. 
La naturaleza idiosincrásica de muchas creencias relacionadas 
con la salud y el funcionamiento orgánico es un fenómeno que ya 
Pennebaker (1982) estableció empíricamente sobre los datos de 
percepción de diferentes estados internos (especialmente, datos 
referidos a pacientes diabéticos), y que Leventhal y sus colegas 
estudiaron también para la hipertensión. Creencias que pueden 
ser precisas o imprecisas dependiendo de que señalen o no el 
estado interno al que el informe verbal del sujeto asocia. 
MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 14 
 
 
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
Circunscribiéndonos a los estudios de Leventhal y su grupo con 
sujetos hipertensos, se encuentra el hecho de que la mayoría de 
los pacientes que participaron informaron confiar en determinados 
“síntomas” para obtener información sobre sus niveles de presión 
sanguínea ajustando la toma de su medicación a dichas 
estimaciones, aun cuando habían sido perfectamente informados 
de que su enfermedad era asintomática. La regulación del 
comportamiento por creencias falsas acerca de los síntomas 
también ha sido encontrada en el caso de los pacientes 
diabéticos, en los que resulta paradigmático el estudio de la 
percepción de señales asociadas a las variaciones extremas del 
nivel de glucosa en la sangre, siendo los estado hipoglucémicos 
fenómenos de particular importancia, tanto por su trascendencia 
de cara a la salud del paciente, como por el hecho de ser estados 
fuertemente sintomáticos. 
Entrenamiento en discriminación de señales internas 
Si la mayoría de pacientes diabéticos utiliza sus creencias acerca 
de los síntomas como la base para actuar y controlar la ocurrencia 
de hipoglucemia, la precisión de tales creencias como indicadores 
fiables del estado de salud se convierte en un indicador 
importante de la capacidad del paciente para lograr una 
autorregulación o autocuidado eficaz. Mejorar la precisiónde los 
pacientes en la detección de sus síntomas es, pues, un tipo de 
intervención psicológica en el ámbito de la salud de enorme 
trascendencia. En diabetes, dicha intervención es especialmente 
importante en cuanto a la detección de hipoglucemias, al tratarse 
de eventos que ponen en peligro la vida del paciente, que se 
acompañan de abundante sintomatología y que resultan muy 
frecuentes a lo largo de la vida del paciente diabético(ver por 
ejemplo, Gil Roales-Nieto y Vílchez Joya, 1993). Por todo ello, la 
diabetes mellitus ha terminado por convertirse en una de las 
enfermedades crónicas en las que se ha puesto a prueba la 
posibilidad de entrenar en una mejor percepción de las señales 
internas proporcionadas por los cambios fisiológicos de 
importancia en salud, y en un más preciso informe sobre las 
mismas. 
Se han diseñado y sometido a prueba diferentes métodos cuyo 
propósito es la instrucción o entrenamiento de los pacientes en el 
control de las hipoglucemias, y que han tratado de solventar las 
limitaciones de la simple instrucción o educación, tomando la 
forma de programas de discriminación de los estados 
hipoglucémicos. Uno de estos programas desarrollado por el autor 
(programa de discrminación de estados hipoglucémicos, 
publicado en Gil Roales-Nieto y Vílchez, 1993), establece como 
objetivos los siguientes, dirigidos al logro de una mejora en la 
detección e interpretación de los síntomas, tratando con los dos 
pasos o eslabones del modelo de control de las hipoglucemias de 
Cox y cols. (1993) cuya naturaleza es conductual y que pueden, 
por tanto, ser modificados directamente mediante una 
intervención psicológica: 
Objetivos del Programa de discriminación de señales internas de 
estados hipoglucémicos. 
(Gil Roales-Nieto, 1993) 
 
Objetivos generales de la intervención 
Lograr que el paciente sea sensible a las señales de su 
organismo, en especial a las relacionadas con un descenso 
severo del NGS. 
Establecer qué señales o síntomas son sus propias señales de 
hipoglucemia. 
Lograr que discrimine la ocurrencia de las señales vinculadas a la 
hipoglucemia. 
 
Objetivos específicos (variables para cada paciente) 
 
Mejorar la precisión en la detección de los síntomas específicos 
indicadores del desarrollo de un estado hipoglucémico mediante: 
a) la identificación de señales o síntomas predictivos de 
hipoglucemia para cada paciente, y b) la identificación de señales 
o síntomas erróneos o equívocos que cada paciente pueda 
poseer como resultado de su experiencia. 
MÓDULO 0300- EL CAMPO APLICADO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 15 
 
 
UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
Lograr la interpretación correcta de los síntomas detectados como 
señales de hipoglucemia, aprendiendo a evaluar las posibles 
explicaciones alternativas en cada momento o situación. 
 
El programa consta de ciertos instrumentos, exige ciertos 
repertorios como prerrequisitos del paciente y contiene un 
procedimiento de aplicación que incluye 1) un período previo de 
sesiones destinado a mejorar la sensibilidad del paciente hacia las 
señales de su propio organismo (fase de intervención previa); 2) 
un período de sesiones destinado a la aplicación de los ejercicios 
de mejora en la discriminación de las señales hipoglucémicas 
(fase de entrenamiento), y 3) un período destinado a la 
confirmación a largo plazo de la capacidad señalizadota 
hipoglucémica de los síntomas discriminados en la fase anterior 
(fase de confirmación). Como prerrequisitos o conocimientos y 
habilidades previas necesarias, el paciente debe saber qué es 
una hipoglucemia, por qué razones se produce y cómo puede ser 
controlada. Debe conocer también por qué razón se producen 
ciertos síntomas que sirven para detectar su ocurrencia y qué 
actividades, fenómenos o alteraciones de la salud pueden 
magnificar o enmascarar dichos síntomas. 
CCOONNDDUUCCTTAA YY EENNFFEERRMMEEDDAADD 
 
Distinción entre enfermedad y trastorno 
 
Desde una perspectiva médica, ya recogió Barondess (1979) el 
reto de incorporar la distinción enfermedad / trastorno (y que ha 
terminado por transformarse en la diferenciación enfermedad vs 
conducta de enfermedad), planteado desde una perspectiva de 
sociología de la salud por Mechanic (1966, 1972), Kleinman 
(1975) y Kleinman, Eisenberg y Good (1978), desde bastante 
antes de que la psicología de la salud abordase el asunto. El 
planteamiento de Barondess afirma que la medicina como ciencia 
y profesión se vio “obligada” a centrarse en las consideraciones 
patogénicas y en el conocimiento y análisis de los órganos y 
sistemas celulares, y en la comprensión de los mecanismos 
moleculares y submoleculares para lograr la conquista del control 
de las enfermedades. Esto trajo como consecuencia un abandono 
o minusvaloración de otros asuntos confluentes , que vuelven a 
ponerse sobre el tapete por la consideración de las dos 
realidades, representada una por el concepto de trastorno o 
alteración como “evento biológico caracterizado por cambios 
anatómicos, fisiológicos o bioquímicos o por alguna combinación 
de los mismos” y que significa “una ruptura en la estructura y/o 
función de una o más partes del sistema corporal (...) debido a 
una variedad de causas y pudiendo persistir, avanzar o regresar 
de una variedad de mecanismos, y pudiendo ser o no 
clínicamente aparente”. Y representada la otra por el concepto de 
enfermedad o malestar, tenido por “un fenómeno humano, no 
biológico, consistente en un conjunto de incomodidades y 
dislocamientos psicosociales resultantes de la interacción de una 
persona con su ambiente”. Esta distinción de los de los conceptos 
de enfermedad y de trastorno terminó por imponerse como 
concepto central en psicología de la salud relativamente pronto (p. 
ej. Barondess, 1979; Fedoravicius, 1980; Halman, 1985; Lipkin, 
1981; Wooley, Blackwell y Winget, 1978), y algunos autores (p. ej. 
Cott, 1986) han señalado que tal distinción ofrece una serie de 
avances y mejoras en el conocimiento y comprensión del 
fenómeno de la enfermedad y su tratamiento, en tanto que 
proporcionan: a) un marco conceptual y una definición operacional 
precisa que permite la integración de las ciencias médicas y de la 
conducta, así como la aplicación práctica, al ámbito de la 
enfermedad, del conocimiento desarrollado en la psicología. b) 
una fórmula y un conjunto formal de procedimientos para la 
intervención interdisciplinaria y el manejo clínico de casos 
completos. c) una oportunidad para la “desmedicalización”, al 
separa las cuestiones médicas de las no médicas en los 
problemas de salud, y delinear los casos en los que una 
intervención clínica resulta indicada de aquellos para los que 
resulta indicada una intervención conductual. d) Un marco para la 
comunicación efectiva entre los profesionales de varias 
disciplinas, así como entre los profesionales de la salud y los 
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UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
propios implicados en el problema de salud (pacientes, familiares, 
instituciones, etc.). 
Por lo tanto, el concepto de trastorno o alteración debe ser 
entendido bien como alguna disfunción del organismo que altera 
sus funciones o las impide en algún grado, bien como la presencia 
en el organismo de algún elemento extraño que provoca la 
ocurrencia de un conjunto de respuestas del mismo a su 
presencia. Por el contrario, el concepto de enfermedad debe ser 
entendido como la respuesta global del organismo a la presencia 
del trastorno. La enfermedad, por tanto, debe verse como un 
comportamiento resultante de una compleja interacción entre 
variables, entre las cuales están el trastorno o alteración, las 
variables ambientales o contexto (internas y externas = familiares, 
sociales, culturales, etc.) y las variables que el individuo porta 
como tal (su experiencia al respecto, sus creencias, su esquema 
de valores, su sensibilidad a unas u otras contingencias,su 
capacidad de discriminación, etc.). 
 
Conceptos que relacionan conducta y enfermedad 
 
La distinción entre enfermedad y trastorno ha dado lugar a 
numerosos conceptos mediante los cuales se ha intentado 
operacionalizar ambos descriptores con mayor o menor fortuna, 
que se describen a continuación. 
 
Conceptos de dolor psicogénico y conducta de dolor 
El concepto de dolor psicogénico es aplicable a los casos en los 
que las exploraciones diagnósticas no encuentran relaciones 
convincentes entre el dolor que la persona informa y la presencia 
de daños corporales o condiciones estimulares nocivas (Fordyce, 
1976). Un sentido en el uso del dolor psicogénico se refiere a las 
ocasiones en que una persona manifiesta conducta de dolor que 
no está en consonancia con la estimulación presente, de tal modo 
que la discrepancia es achacada a algún tipo de personalidad 
subyacente, problema motivacional o alteración psíquica. 
El concepto de dolor, por su parte, debe ser entendido sólo por 
eso, un comportamiento cuyas variables de control pueden ser 
biológicas, psicológicas o una combinación de ambas, pero cuya 
existencia para el paciente que lo muestra es tan real como en 
uno como en otro caso. 
 
Concepto de rol de enfermo 
El concepto fue descrito por Talcot Parsons (1951) el cual denota 
una serie de conductas que están asociadas con ciertos aspectos 
de la función de un individuo dentro de la sociedad, las cuales 
pueden resumirse en la manera siguiente (Parsons, 1951): 
 
“A la persona enferma se le exime de sus roles sociales normales, 
esto es de sus responsabilidades”. El grado de exención depende 
de la severidad de su trastorno, y la exención requiere de la 
legitimación de su rol de enfermo por un autoridad reconocida por 
la sociedad (médico), a quien corresponde asegurarse: a) de que 
los derechos que confiere el rol de enfermo son respetados por la 
sociedad, y b) que la persona enferma será devuelta a sus roles 
normales tan pronto como sea posible. 
“La persona enferma no es responsable de su condición, por lo 
tanto el individuo no tiene que responder ante la sociedad por su 
condición”. 
“La persona enferma debe intentar recuperar su estado de salud”. 
“La persona enferma debe buscar ayuda de expertos 
competentes y cooperar con el tratamiento”. 
 
Concepto de conducta de enfermedad 
Elaborado por Mechanic (1962), el concepto de conducta de 
enfermedad toma como punto de partida el concepto ya revisado 
del papel social de enfermo, sólo que en su concepción inicial, por 
conducta de enfermedad, Mechanic (1978, 1981) se refirió a las 
formas en las que los síntomas dados pueden ser 
diferencialmente percibidos, evaluados y provocar una actuación 
(o no actuación) en diferentes tipos de personas. Mechanic (1981) 
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UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
trató de explicar la amplia variabilidad existente en la respuesta a 
la enfermedad, atribuyendo dicha variabilidad a razones como las 
experiencias previas con la enfermedad, el entrenamiento 
diferencial respecto a los síntomas o las consecuencias posibles; 
esto es; establece como premisa crucial para la conceptualización 
del fenómeno de la conducta de enfermedad, la consideración de 
la enfermedad como una experiencia moldeada por múltiples 
factores psicológicos, sociales y culturales, además de sus bases 
biológicas. El concepto de conducta de enfermedad desarrollado 
por este autor trata de describir las formas en las que una 
persona responde a las indicaciones o señales de su organismo, y 
las condiciones bajo las que dichas experiencias llegan a ser 
vistas como anormales y calificadas como enfermedad. Un 
conjunto de estudios contemporáneos de su formulación 
mostraron que la conducta de enfermedad está sujeta a 
diferencias a través de las culturas (p. ej., Greenley y Mechanic, 
1976; Harwood, 1981), de las diferencias individuales (Sternbach, 
1974), de la edad y el sexo (Foster y Anderson, 1978), y de la 
historia personal de enfermedad y las variables situacionales 
(Mechanic, 1986). A ello debe añadirse la influencia sobre la 
conducta de la enfermedad de otros aspectos señalados por 
Willmott (1989), como los estilos de modelamiento y reforzamiento 
del comportamiento en la enfermedad que estudiaron Turkat 
(1982) y Turkat y Noskin (1983). 
Por tanto, la conducta de enfermedad se entiende como las 
actividades emprendidas por una persona que “se siente mal” 
antes de que reciba un diagnóstico médico; actividades, por tanto, 
que están orientadas a determinar su estado de salud y descubrir 
los posibles remedios. Brannon y Feist (1992) indicaron cuatro 
factores que pueden afectar a la respuesta a los síntomas, y que 
incluyen la renuencia personal a buscar ayuda, ciertos factores 
sociales y demográficos (clases social o género), las 
características de los síntomas (como visibilidad del síntoma, 
severidad percibida, interferencia con la vida de la persona y la 
frecuencia y persistencia) y la visión personal de la enfermedad 
(factores relevantes tomados del entorno cultural y de la 
experiencia personal). 
 
Conceptos de conducta de enfermedad crónica 
El concepto de conductas de enfermedad crónicas se aplica a 
casos en los que se presenta una incapacidad desproporcionada 
para los déficit o alteraciones orgánicas presentes, de modo que 
supone la representación total del rol de la persona severamente 
enferma, con una continua búsqueda y demanda de cuidados 
dirigida a los médicos, la familia y los amigos. Comportamientos 
como las protestas de desamparo, demandas de ayuda, 
amenazas si no es atendido, hostilidad y excesivas quejas 
aparecen como los componentes típicos de este tipo de casos. 
Este término describe, pues, las diversas quejas, informes de 
dolor y conductas de enfermedad que resultan refractarias al 
empleo de tratamientos biomédicos habituales para el trastorno 
del que se trate. Wooley, Blackwell y Wingett (1978) identificaron 
ocho conductas coexistentes como parte del patrón de conductas 
de enfermedad crónicas, que son: 1) demandas de cuidado y 
atención; 2) manifestación de indefensión; 3) excesivo 
cumplimiento de cualquier tratamiento; 4) hostilidad velada; 5) 
amenazas de daño; 6) argumentación (discusión) contra los 
puntos de vista contrarios; 7) desacuerdo con los profesionales 
que tratan el problema, y 8) insensatez. El desarrollo y 
mantenimiento de tal patrón ha sido teorizado desde una 
perspectiva analítica como un producto de tres tipos de 
interacciones: 1) el modelado de la conducta de enfermedad 
durante la infancia; 2) el reforzamiento directo del patrón de 
comportamiento por la familia, los amigos y los profesionales de la 
salud; 3) el aprendizaje de la evitación de la ansiedad producida 
por ciertos tipos de ejecución social o de responsabilidades. 
 
Conducta anormal de enfermedad y conducta anormal de 
tratamiento 
Para Pilowsky (1969, 1978, 1986) el término conducta anormal de 
enfermedad se otorgaría a los casos en los que una adecuada 
evaluación médica dictaminaría que los síntomas del paciente no 
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UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
son producidos por alteración o trastorno alguno, a pesar de lo 
cual el paciente seguirá comportándose como enfermo a 
despecho del informe médico. Ejemplos de la conducta anormal 
son los casos informados en el estudio de Wielgosz, Fletcher, 
McCants, McKinnis, Haney y Williams (1984), que evaluó la 
conducta de enfermedad de 821 pacientes con síntomas de 
trastornos coronarios (principalmente, dolor en el pecho) tras el 
resultado de una angiografía que determinó la inexistencia de 
trastorno coronario o la presencia de trastorno en grado 
significante. Sin embargo, el 28% de los sujetos continuaron 
informando de similares o más graves dolores de pecho a lo largo 
del primer año después de la angiografía.El concepto de somatización y la conducta de enfermedad 
Desde el punto de vista de Kirmayer (1986) la somatización es el 
resultado complejo de procesos que van paulatinamente 
moldeando la experiencia y la expresión conductual de cada 
episodio de enfermedad, hasta conformar un patrón de 
comportamiento que definimos bajo el tópico de somatización, la 
cual tiene según el mismo autor cuatro situaciones clínicas. La 
primera de ellas es la consideración de la somatización como la 
presentación somática de los que en realidad son trastornos 
afectivos. La segunda es la consideración de la somatización 
como atribución errónea de síntomas psicofisiológicos en casos 
de pacientes con síntomas exacerbados por sucesos 
emocionales, que pueden atribuir sus estados al padecimiento de 
enfermedades o estados patológicos cuando su naturaleza es 
psicofisiológica (esto es, se trata de cambios fisiológicos 
producidos por variables psicológicas, como las cefaleas 
tensionales, el síndrome del intestino irritable). La tercera 
situación clínica de somatización es la que recoge los casos 
clásicamente descritos como desórdenes somatoformes y 
estudiados en psicopatología, como son la hipocondría, los 
trastornos de conversión, los de somatización y el dolor 
psicogénico. La cuarta situación clínica de somatización recoge 
los casos en los que este fenómeno tiene lugar como una forma 
de explicar los síntomas idiopáticos, esto es, los casos de 
pacientes con síntomas somáticos de origen desconocido que se 
“explican” como provenientes de algún tipo de alteración biológica 
sin que exista la posibilidad de contrastar dicha afirmación. 
Kirmayer (1986) establece que, en ausencia de la advertencia del propio 
paciente sobre la presencia de su caso de variables psicosociales que 
pueden explicar sus problemas físicos, un profesional clínico tiende a 
hipotetizar la naturaleza psicológica de una sintomatología somática sólo 
cuando se da alguna de las siguientes condiciones: 1. Cuando no hay 
razones biológicas que expliquen los síntomas olas que se detectan no 
parecen suficientes. 2. Cuando ninguna otra explicación conduce a 
establecer u tatamiento eficaz. 3. Cuando el paciente muestra señales 
de problemas psicológicos en la propia interacción clínica. 4. Cuando el 
paciente, desafiante a la autoridad del clínico, muestra una pobre 
adherencia al tratamiento prescrito. 
 
Génesis y mantenimiento de la conducta de enfermedad 
Algunos autores han intentado establecer hipótesis sobre la 
génesis y mantenimiento de la conducta enfermedad que forman 
parte ya del ideario disponible en psicología de la salud, pero el 
resultado es incompleto o insatisfactorio. Para Lipkin (1981), 
desde una perspectiva conductual, una influencia crítica sobre el 
resultado de los episodios de conducta de enfermedad son las 
reacciones de las personas presentes en el contexto del paciente: 
estos es, sus familiares, amigos, el médico y demás profesionales 
de la salud. Por ejemplo, para Lipkin (1981) especial cuidado 
requiere el uso innecesario de analgésicos, tranquilizantes, en 
tanto que el uso de este tipo de drogas para tratar síntomas tan 
relativos a eventos transitorios asociados a problemas de la vida 
(exceso de trabajo, falta de descanso) posee una significativa 
amenaza de adaptación futura a las mismas por estos pacientes. 
Igualmente, para los pacientes que presentan quejas menores 
causadas por cambios en la vida o circunstancias temporales de 
especial intensidad, y cuyos síntomas tienen la forma de 
ansiedad, el pesar o la tensión, o la más elaborada de cefaleas 
tensionales, molestia gástricas, dolor de espalda, desarreglos 
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UNIDAD I. RELACIÓN ENTRE COMPORTAMIENTO Y SALUD 
 
menstruales, etc., una solución farmacológica puede suponer el 
fortalecimiento de una solución de enfermedad (de conducta de 
enfermedad) que cada vez se hará más frecuente. 
 
Conducta anormal como riesgo para la salud 
Existe una relación entre enfermedad y trastornos de conducta. 
Es frecuente encontrar alteraciones conductuales (p. ej. 
Depresión) como consecuencias de procesos patológicos graves 
o incapacitantes, a la vez que también se ha encontrado una 
mayor vulnerabilidad a la enfermedad en individuos que sufren 
trastornos conductuales. La presencia conjunta de alteraciones 
conductuales y orgánicas recibe el nombre técnico de 
comorbilidad. Así, numerosos estudios han puesto de relieve una 
fuerte prevalencia de comorbilidad en pacientes en la práctica 
médica general y en el contexto hospitalario, en concreto tasa de 
30-40% (Feldman y cols., 1987; Lipowski, 1988ª,b). Asimismo, 
Rodin y Voshart (1986) señalaban que el diagnóstico y 
tratamiento de la depresión en pacientes médicamente enfermos 
es una de las actividades principales de la psiquiatría de consulta. 
Igualmente, Friedman y Booth-Kewley (1987) recogieron un buen 
número de estudios que mostraban cómo los pacientes de 
diferentes patologías informaban también de síntomas depresivos 
y ansiedad. 
Otro ejemplo de relación entre psicopatología y psicología de la 
salud lo proporciona el estudio de la relación ente alexitimia y 
propensión a ciertos trastornos (Acklin y Bernat, 1987; Apfel y 
Sifneos, 1979; Fava, Baldaro y Osti, 1980; Sifneos, 1973). Por 
alexitimia se entiende un patrón específico de comportamiento 
caracterizado por dificultades en la capacidad de experimentar y 
verbalizar el afecto (Sifneos, 1973). Algunos autores han señalado 
que los individuos alexitímicos confunden los correlatos 
fisiológicos de las emociones con señales o signos de 
enfermedad, de tal modo que al interpretarlos como síntomas 
inician un episodio de conducta de enfermedad que les lleva hasta 
el médico (Willmott, 1989). 
 
 
 
Bibliografía 
 
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L.A. Oblitas (comp.), Psicología de la Salud y Calidad de Vida. 
México: Thompson Learning. 
 
 
 
 
 
	Personalidad y enfermedad
	Modelos de relación entre personalidad y salud
	Modelo de la predisposición constitucional
	Personalidad como causante de conductas riesgosas
	Psiconeuroinmunología como disciplina integradora
	Relación entre el sistema neuroendocrino, sistema nervioso, 
	Relaciones entre comportamiento y salud desde una perspectiv
	Estilos de vida y salud
	Aproximaciones al concepto de estilo de vida
	Patrones y pautas de comportamiento relacionados con la salu
	Sentido de coherencia
	Fortaleza
	Control/sensación de control
	Discriminación del riesgo
	Discriminación de los estados internos
	Informe de estado internos como síntomas
	Precisión en la discriminación de señales internas
	Percepción de señales internas y conducta de informe de sínt
	Estados internos, síntomas y conducta de búsqueda de ayuda
	Participantes del contacto paciente-profesional de la salud
	Discriminación de señales internas en enfermedades crónicas
	Entrenamiento en discriminación de señales internas
	Conducta y enfermedad
	Distinción entre enfermedad y trastorno
	Conceptos que relacionan conducta y enfermedad
	Conceptos de dolor psicogénico y conducta de dolor
	Concepto de rol de enfermo
	Concepto de conducta de enfermedad
	Conceptos de conducta de enfermedad crónica
	Conducta

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