Logo Studenta

50 Básico - Gil - meledh sd

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 1 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
 
 
 
 
 
 
 
 
L e c t u r a 1 
 
 
 
 
Gil-Roales, N., J. (2004) Psicología de la salud: 
Aproximación histórica, conceptual y 
aplicaciones. Cap. 5: Evaluación e 
intervención en psicología de la 
salud. Madrid: Pirámide. 149-187. 
 
 
 
 
EVALUACIÓN E INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD......2 
Consideraciones generales ...................................................................2 
Objetivos de evaluación ........................................................................3 
TÉCNICAS E INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA DE 
LA SALUD .................................................................................................4 
Medidas bioquímicas y psicofisiológicas...............................................5 
Entrevista...............................................................................................6 
Cuestionarios y pruebas psicológicas ...................................................7 
Observación directa...............................................................................8 
Autoobservación y autorregistro............................................................9 
Evaluación ecológica momentánea como estrategia evaluadora en 
psicología de la salud ..........................................................................10 
EVALUACIÓN DEL ESTADO DE SALUD ..............................................11 
Y ESCALAS DE MEDIDA E LA CALIDAD DE VIDA...............................11 
EVALUACIÓN DE LOS COMPORTAMIENTOS DE RIESGO Y DEL 
ESTRÉS ..................................................................................................14 
EVALUACIÓN DE PROGRAMAS...........................................................16 
ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES SOBRE LA EVALUACIÓN 
EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD............................................................17 
ÁREAS DE APLICACIÓN Y NIVELES DE INTERVENCIÓN EN 
PSICOLOGÍA DE LA SALUD..................................................................18 
INTERVENCIÓN EN PROMOCIÓN DE LA SALUD Y PREVENCIÓN DE 
LA ENFERMEDAD ..................................................................................21 
BARRERAS PARA LA PROMOCIÓN DE LA SALUD Y PREVENCIÓN 
DE LA ENFERMEDAD ............................................................................23 
NIVELES DE INTERVENCIÓN ...............................................................24 
Niveles de intervención social y comunitario e institucional................25 
Intervención en la mejora del cuidado profesional de la salud ...........27 
 
 
UU NN II DD AA DD II II II .. 
 
EE SS TT RR AA TT EE GG II AA SS DD EE II NN TT EE RR VV EE NN CC II ÓÓ NN 
EE NN PP SS II CC OO LL OO GG ÍÍ AA DD EE LL AA SS AA LL UU DD 
 
 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 2 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN EE IINNTTEERRVVEENNCCIIÓÓNN EENN PPSSIICCOOLLOOGGÍÍAA DDEE LLAA 
SSAALLUUDD 
 
Las cuestiones relativas a la evaluación en la psicología de la salud 
alcanzan una dimensión y extensión acorde al volumen de aspectos que 
cubre. La intención en este capítulo no es detenerse extensamente en 
detalles sobre la evaluación de las alteraciones de la salud o sobre la 
evaluación de los comportamientos saludables o la evaluación de 
programas de intervención preventiva a nivel comunitario. El objetivo 
será, de otro modo, revisar algunos aspectos genéricos de la evaluación 
en psicología de la salud y los tipos de técnicas e instrumentos que se 
emplean para la medida de los fenómenos centrales de la disciplina. 
Asimismo, se revisarán brevemente los procesos de evaluación 
específicamente surgidos en el propio ámbito de la psicología de la 
salud, para terminar con algunas breves reflexiones sobre ciertas 
cuestiones críticas. 
En cualquier caso, las variadas y numerosas monografías sobre 
evaluación en psicología de la salud y capítulos de lo mismo dentro de 
monografías de evaluación psicológica disponibles (p. ej., Belar, 
Deardorff y Kelly, 1987; Bowling, 1994; Brantley y Bruce, 1986; Dana, 
1984; Green, 1982; Karoly, 1985; Keefe y Blumenthal, 1982; Pinkerton, 
Hughes y Wenrich, 1982; Schwartz, Tapp y Brucker, 1985; Sweet, 1991) 
garantizan al lector interesado la posibilidad de profundizar y extender 
conocimientos sobre el tema. 
Consideraciones generales 
La evaluación en psicología de la salud, en tanto disciplina aplicada, 
comparte numerosas características con la evaluación conductual en 
psicología clínica. Así, algunas cuestiones no serán tratadas aquí con 
especial detalle, en la medida en que los análisis realizados por otros 
autores al tratar de la evaluación clínica resultan generalizables y 
asumibles para nuestro interés. Por ejemplo, la consideración de la 
intervención como un continuo evaluación-pre/actuación/evaluación-
post-seguimiento, de tal manera que la evaluación como pro-ceso 
siempre estará presente a nivel pre, intra y postratamiento. E 
igualmente, otros importantes aspectos del proceso evaluador, entre los 
que se cuentan el análisis funcional del problema en cuestión como una 
actividad central del proceso de evaluación, los factores o variables que 
determinan el diseño y aplicación del tratamiento y la evaluación de los 
resultados obtenidos a partir de criterios científicos y clínicos. Aspectos, 
todos ellos, tratados total o parcialmente en otros lugares (por ejemplo, 
Fernández-Ballesteros, 1981, 1995; Gil Roales-Nieto, 1986; Johnston y 
Pennypacker, 1980: Kazdin, 1980; Labrador, 1986; Luciano. 1996b: 
Nelson y Hayes, 1986), y que no es necesario repetir aquí. 
Así pues, en psicología de la salud se precisa evaluar para saber cuál 
v cómo es el problema, si la intervención consiguió o no sus propósitos, 
y si el problema reaparece o no, o el objetivo de salud se mantiene a lo 
largo ele un tiempo preestablecido, convencionalmente denominado 
seguimiento. Para lo primero y lo último la tarea de medición resulta algo 
más sencilla en tanto sólo se requiere de técnicas e instrumentos que 
sean fiables, válidos, sensibles y específicos. Para lo segundo, 
continúan faltando instrumentos y técnicas de medida, pero también se 
requieren estrategias o diseños que permitan aclarar, además de si hubo 
o no cambio, a qué se pudo deber éste, si fue superior al esperado al 
azar o por efecto del devenir «normal» de los acontecimientos; o bien si 
los cambios obtenidos por dos o más tipos de intervenciones difieren 
entre sí y por qué lo hacen. 
Desde la perspectiva de la teoría de sistemas, la enfermedad y la 
salud son vistas como el resulta-do de la interacción de los niveles de 
organización que corresponden a los sistemas biológico, psicológico y 
social, de modo que la enfermedad refleja rupturas del equilibrio interior 
de uno o más ni-veles de la organización, mientras que la salud 
representa el mantenimiento de tal equilibrio. Inspirada en esta 
presunción de interdependencia, la concepción biopsicosocial postula 
que todas las fa-cetas de la salud y la enfermedad deben ser 
investigadas, y con ello medidas, si el objetivo es responder 
adecuadamente a las necesidades de un paciente para restaurar su 
salud, o a las de un individuo o grupo para mantenerse sanos (Schwartz, 
Tapp y Brucker, 1985). Esto significa que la evaluación psicológica debe 
considerarse un componente más por derecho propio de toda actividad 
evaluadora en el ámbito de la salud y la enfermedad. 
El hecho de que la intervención en psicología de la salud cubra todos 
los posibles ámbitos de actuación desde el individual hasta los diferentes 
niveles de colectividad, y tenga por objetivos desde la prevención de lo 
que aún no ha acontecido hasta la eliminación de lo que está 
aconteciendo, provoca que la evaluación revista todassus posibilidades 
y niveles, y se vea abocada al uso de todo tipo de prácticas e 
instrumentos de medición, desde las pruebas bioquímicas, la entrevista 
o el cuestionario de aplicación personal, hasta la encuesta masiva. 
Por razones de desarrollo histórico y ubicación conceptual, la 
evaluación en psicología de la salud casa mejor con la aproximación 
conocida corno evaluación conductual, en tanto resulta el suyo un 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 3 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
modelo de medición acorde con los planteamientos del modelo marco 
biopsicosocial. A este respecto, Keefe y Blumenthal (1982) 
especificaban cinco principios básicos que deberían dirigir la evaluación 
en psicología de la salud, y que en buena medida coinciden con las 
cinco funciones básicas de la evaluación señaladas por Pinkerton, 
Hughes y Wenrich (1982): 1) la consideración de los comportamientos o 
fenómenos objeto de evaluación en términos observables y 
mensurables, siempre que ello sea posible; 2) una atención especial a la 
evaluación de la interacción entre comportamiento y fenómenos 
ambientales y fisiológicos, más que la medida aislada y atomizada de 
ambas partes; 3) un énfasis en la conexión del proceso evaluador con el 
de aplicación del programa o tratamiento, en tanto ambos forman partes 
indisolubles de lo que se entiende como proceso de intervención; 4) la 
repetición de la medida a través del tiempo, en tina secuencia de 
medición-aplicación-medición continua e integra-da que permita 
comparar los niveles del cambio a lo largo del tiempo, y 5) el 
mantenimiento de un espíritu evaluador a lo largo de la propia aplicación 
del programa o tratamiento en cuestión, de manera que la efectividad de 
la aplicación se haga evidente y permita la rectificación sobre la marcha 
si fuera preciso. 
Objetivos de evaluación 
Evaluación psicológica y médica deben complementarse en tanto 
signifiquen el aporte de datos que deben ser considerados 
interactivamerite. Ahora bien, los objetivos de la evaluación en psicología 
de la salud dependen de los intereses en juego, de que la intervención 
se planee sobre la salud y/o la enfermedad y de que se pretenda trabajar 
a un nivel individual, grupal, institucional o comunitario. 
De igual manera que la evaluación médica de la enfermedad está 
diseñada para intentar cubrir cuatro grandes objetivos (Schwartz. Tapp y 
Brucker. 1985), consistentes en delimitar las condiciones y 
subcondiciones que están contribuyendo al comienzo y mantenimiento 
de una enfermedad, proporcionar un grado de predictibilidad acerca del 
curso futuro del trastorno, proporcionar alguna dirección al profesional 
para planear y llevar a cabo la intervención que regulará la condición 
patológica y proveer un lenguaje común que facilite la comunicación 
entre los profesionales. La evaluación en psicología de la salud puede 
diseñarse para cubrir los mismos objetivos en el nivel o plano de 
actuación que le corresponde, en lo que se refiere a la evaluación de 
cualquier proceso de enfermedad que demande una intervención 
psicológica conjunta a la médica. Así, la evaluación psicológica de la 
enfermedad debe: 
 
1. Delimitar las condiciones y subcondiciones (personales —
conductuales, cognitivas y psicofisiológicas—, interpersonales. 
comunitarias y sociales) que están contribuyen-do al comienzo y/o 
mantenimiento de una enfermedad, a la vez que de las variables de las 
cuales aquéllas dependen. 
2. Contribuir a proporcionar un grado de predictibilidad acerca del 
futuro del desorden en lo que respecta a las variables presentes de su 
competencia. 
3. Mediante el juicio diagnóstico correspondiente que establezca la 
conexión funcional o interacciones causantes de las condiciones y 
subcondiciones contribuyentes al proceso patológico, proporcionar 
direcciones para la intervención en el ámbito de su competencia. 
4. Proveer un lenguaje común que facilite la comunicación entre los 
profesionales. 
Con todo, la enfermedad sólo presenta la mitad literal del objeto total 
de estudio en psicología de la salud. Por ello, en igual manera que se 
diseña una evaluación psicológica de la enfermedad que atiende a sus 
peculiaridades, debe diseñarse una evaluación psicológica de la salud 
que no puede orientarse bajo las mismas coordenadas, ya que sus 
propósitos, instrumentos y contexto de aplicación deben adecuarse a la 
naturaleza propia del fenómeno bajo estudio. 
Sin embargo, desafortunadamente, la evaluación psicológica de la 
salud, aunque ya representa un campo amplio y de creciente desarrollo, 
está me-nos explorada que la evaluación de la enfermedad. Una de las 
razones puede ser que conocemos mucho menos sobre las condiciones 
y subcondiciones biológicas, psicológicas y sociales que conducen a la 
salud. Otra razón tiene que ver con los intereses sociales hacia la 
potenciación de ciertas tareas científicas y asistenciales frente a otras; y 
en ello, aquellas que tratan condiciones que generan consecuencias 
aversivas poderosas tienden a mantenerse como prioritarias. 
Ahora bien, en este plano de evaluación de la salud, o de los estados 
de salud, o del comportamiento relacionado con la salud ¿cabría pensar 
en una evaluación o exploración psicológica preventiva para personas 
sanas, al estilo de los «chequeos» médicos, que intentara detectar la 
presencia de modos de vida, hábitos específicos, relaciones, etc., 
potencialmente peligrosos para la salud? Cabría, una vez que 
tuviéramos medianamente precisados los parámetros que marcan el 
punto o límite de riesgo necesario y suficiente para que ciertas prácticas 
conductuales y sociales sean precursoras de la enfermedad. 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 4 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
Además, todas las salvedades y cautelas deben ser tomadas cuando 
se aborda este aspecto de la evaluación en salud o la evaluación para la 
prevención. Un ejemplo lo ofrecen las valoraciones del riesgo para la 
salud (Health Risk Appraisals) tan utilizadas y popularizadas en los 
Estados Unidos y Canadá (p. ej., Berlin, Thorington, McKinley y 
McKinley, 1990; Weiss, 1984), surgidas originariamente con el propósito 
de precisar con cierta aproximación la esperanza de vida individual en 
función de las condiciones biológicas, psicológicas y sociales de cada 
persona, y que, sin embargo, además de tratarse de valoraciones poco 
válidas y fiables han terminado por derivar en un instrumento muy 
criticado y apreciado tan sólo por las compañías de seguros que lo 
aplican a sus potenciales clientes —abierta o subrepticiamente— a fin de 
aceptarles como tales o no, o bien hacerlo en según qué condiciones de 
prima. 
TTÉÉCCNNIICCAASS EE IINNSSTTRRUUMMEENNTTOOSS DDEE EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN EENN 
PPSSIICCOOLLOOGGÍÍAA DDEE LLAA SSAALLUUDD 
La evaluación en psicología de la salud dispone para su aplicación de 
buena parte de los instrumentos y técnicas elaborados para la 
evaluación conductual en clínica, aunque también ha genera-do 
numerosos instrumentos de aplicación específica a su objeto de estudio. 
Además, otros instrumentos han surgido en áreas de conocimiento 
relacionadas con la psicología de la salud, como es el caso de las 
escalas y medidas de calidad de vida y de cuantificación del riesgo para 
la salud surgidas en el ámbito de la salud pública y la epidemiología, que 
han terminado por incorporarse al repertorio evaluador de nuestra 
disciplina. Igualmente, con frecuencia se toman medidas que tradicional-
mente han sido consideradas como de competencia médica, de ahí que 
la evaluación en psicología de la salud presente algunas complicaciones 
propias de la especial complejidad y extensión de su objeto de estudio. 
Como, resulta lógico para cualquier proceso de evaluación, la 
decisión sobre qué particular método, instrumento o técnica emplear 
dependedel tipo de información que se desee obtener, el tipo de 
objetivos que se desee cubrir y las características propias del fenómeno 
a evaluar. 
Como habíamos comenzado señalando, los objetivos de la 
evaluación responden a los objetivos de la intervención. Siendo así, 
cabría establecer tina serie de propósitos generales de la evaluación en 
psicología de la salud que respondieran a los posibles objetivos de 
intervención. A este respecto Karoly (1985) señaló siete principales 
propósitos de la evaluación que continúan pareciéndonos una buena 
categorización. Los propósitos, en parte reciclados', incluirían: 
 
1. Clasificación, diagnóstico y predicción o prognosis, y que haría 
referencia a evaluar para intervenciones con objetivos de control de la 
enfermedad. 
2. Tratamiento y rehabilitación, y que debe verse como una 
continuación natural del propósito anterior, en tanto el diagnóstico no es 
sino el pórtico de entrada que indica las relaciones funcionales 
responsables del problema y señala o apunta qué interacciones 
terapéuticas pueden resultar adecuadas. 
3. Prevención y promoción de la salud,'que ha-ría referencia a 
evaluaciones llevadas a cabo con el propósito de mantener estados de 
salud en individuos sanos, o estados de la mayor salud posible en 
individuos con enfermedad crónica, así como el control de la incidencia 
de enfermedades. 
4. Cuidado de la salud, que puede entenderse como el propósito de 
cuidado institucional de la salud tanto a nivel individual como colectivo. 
Por ejemplo, evaluación de la ad-herencia al tratamiento y evaluaciones 
con propósitos de salud pública caerían dentro de esta categoría. 
5. Planificación de política sanitaria, que incluiría aquellas 
evaluaciones con propósitos de salud pública, o de toma de decisiones 
sobre actuaciones legislativas o presupuestarias (dotación de medios 
económicos, infraestructura de atención sanitaria, tipo de medios 
humanos en atención, etc.), entre otras. 
6. Investigación. 
7. Enseñanza. 
A tenor de los propósitos anteriores. Karoly (1985. p. 7) señaló un 
listado de objetivos de evaluación en psicología de la salud que puede 
tomar-se como un planteamiento general desglosable en multitud de 
objetivos más específicos. El listado original señalaba como objetivos de 
evaluación los siguientes: 
 
— Estado(s) de enfermedad (individual y a nivel de grupos). 
- Estado(s) de salud (individual y a nivel de grupos) y bienestar. 
- Hábitos diarios de salud y nivel de efectividad funcional. 
— Procesos psicológicos en la enfermedad (cognitivos, 
conductuales, sociales, afectivos). 
— Procesos naturales de recuperación de la enfermedad. 
— Respuesta a inducciones controladas en laboratorio (pruebas de 
estrés). 
— Procesos de rehabilitación. 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 5 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
— Promoción de la salud y prevención (procesos de estilo de vida y 
resultados en salud). 
- Condiciones socioeconómicas que afectan a la salud (p. ej., 
pobreza, masificación, etcétera). 
- Riesgos ecológicos para la salud. 
— Utilización del sistema de salud. adherencia al tratamiento. 
 
Para llevar a cabo cualquiera de los anteriores objetivos de 
evaluación, enmarcado en uno u otro de los propósitos descritos, se 
dispone de diferentes tipos de medidas, que revisaremos a continuación. 
Medidas bioquímicas y psicofisiológicas 
 
Las medidas resultantes de la evaluación médica no son un objeto 
directo ni prioritario de atención en psicología de la salud, pero 
proporcionan información siempre útil y con frecuencia necesaria, en el 
sentido de que suelen ser el marco o nivel objetivo de referencia en la 
intervención en la enfermedad y la promoción de la salud. Obvia-mente 
su mayor importancia se alcanza en la intervención sobre la enfermedad, 
cuando el proceso patológico se ha desencadenado ya y el objetivo es 
restaurar la salud hasta el punto en que ello sea posible. Serán 
entonces, el fundamental criterio de contraste de la eficacia de la 
intervención'. Además, cuando se actúa en prevención primaria o 
promoción de la salud, ciertos datos relativos a la vertiente médica son 
indispensables para el psicólogo de la salud, en tanto, por ejemplo, que 
pueden ser los objetivos primarios de su intervención (i. e., mantener 
cierto peso, ciertos niveles de presión sanguínea, de colesterol en 
plasma, de glucosa en sangre. de placa dental bacteriana. etc.). 
El propósito primario de la evaluación médica es el diagnóstico 
médico, es decir, la identificación de la enfermedad a través de sus 
signos y síntomas con la especificación de su etiología y la planificación 
del tratamiento adecuado. Para ello, la medicina dispone de múltiples 
pruebas e instrumentos que van desde la más elemental historia clínica 
a las más sofisticadas pruebas funcionales y de labora-torio. Numerosos 
datos obtenidos en el curso de la evaluación médica son de importancia 
para la consideración de los aspectos psicológicos del paciente. Sin 
embargo, lo usual es que el proceso de evaluación médica no permita 
aflorar ciertos datos de relevancia para el psicólogo, a menos (que se 
haga desde una óptica biopsicosocial. Algunos intentos de ampliar los 
horizontes de la exploración y evaluación médicas ya han sido 
abordados, como es el caso del método desarrollado por Bjorn y Cross 
(1971) y denominado SOAP (S de subjective, O de objective, A de 
assessment y P de plan de trata-miento). Con todo, el interés por 
algunas medidas médicas es tan directo e indispensable que han 
pasado a ser consideradas un inexcusable objetivo de medida en 
psicología de la salud. 
Las medidas bioquímicas de interés, obtenidas o no dentro del 
proceso de evaluación médica, suelen ser concernientes a la actividad 
de los sistemas endocrino e inmune, y en ocasiones sirven para 
proporcionar datos que resultan adicionales o complementarios a los 
obtenidos mediante los registros electrofisiológicos (Phillips, 1991), 
aunque en otros casos son la principal y esencial medida. Ejemplos de 
esta casuística son las medidas del nivel de glucosa en sangre capilar y 
en orina que se emplean en el caso de las intervenciones en diabetes 
mellitus, o las medidas del nivel de tiocianato en saliva que se emplea en 
la intervención en tabaquismo, o las del nivel de cortisol en saliva. 
Igualmente, ejemplo de medidas de la actividad del sistema 
inmunológico empleadas en psicología de la salud son la res-puesta 
proliferativa de los linfocitos, o los cambios en los niveles séricos de 
anticuerpos. 
En cualquier caso se trata de medidas sofistica-das tomadas sólo 
como punto de referencia para en-tender cuál puede haber sido el efecto 
biológico de las interacciones bajo estudio (estrés, apoyo social, 
relajación, intervenciones terapéuticas...), pero en algunos casos no son 
medidas que el psicólogo obtenga directamente. Los fluidos corporales 
suelen ser la fuente de la que se obtienen las muestras correspondientes 
para la evaluación de los indicado-res bioquímicos. Sangre, orina, saliva 
y sudor contienen numerosos elementos de interés tales como sales, 
metabolitos, hormonas e indicadores de la actividad del sistema 
inmunológico (Phillips, 1991). 
El empleo de medidas bioquímicas, como forma de valoración de los 
resultados obtenidos en las intervenciones psicológicas en numerosos 
trastornos, significa la incorporación de medidas típicamente médicas a 
la evaluación psicológica, que pueden emplearse como un criterio 
objetivo de control de otras fuentes de información —p. ej., los 
autoinformes—, y pueden cumplir un importante papel como criterios de 
comprobación de la eficacia de la intervención psicológica para los 
profesionales de la salud'. Tal empleo es evidente, por ejemplo, cuando 
se está evaluando la adherencia del paciente a la toma de 
medicamentos, o informes sobre consumo de sustancias adictivas. 
Un caso especial viene representado por el empleode algunas 
medidas bioquímicas como parte integrante del procedimiento de 
intervención. Tales son los casos de la medición de los niveles de 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 6 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
glucosa en sangre y de tiocianato en saliva, que pueden emplearse —
especialmente en el primer caso—para proporcionar un elemento de 
(bio) feedback que refuerce patrones comportamentales asociados con 
su producción. 
Las medidas psicofisiológicas son relevantes en psicología de la 
salud en tanto su utilidad como indicadores objetivos frente a los que 
confrontar los datos obtenidos por medio de otros procedimientos tales 
como autoinformes, y en tanto la evaluación psicofisiológica es 
susceptible de ser empleada como herramienta de selección de 
individuos potencialmente vulnerables al desarrollo de cierto tipo de 
alteraciones de salud. Basándose en el presupuesto teórico de la 
especificidad individual a nivel psicofisiológico —desarrollada a partir de 
la concepción multidimensional de la activación de Lacey (1967) y Lacey 
y Lacey (1980)—, se ha pro-puesto la elaboración de «perfiles 
psicofisiológicos de riesgo» para cierto tipo de alteraciones —úlcera, 
cardiovasculares, etc.—, en tanto se trataría de formas estereotipadas 
de responder que harían a los individuos que las poseyeran 
especialmente vulnerables a los efectos de la acción del ambiente —p. 
ej., estímulos o situaciones estresantes—. Si ello fuera así, la detección 
de dichas pautas de reacción psicofisiológica permitiría la actuación 
preventiva. 
Sin embargo, un problema práctico en el empleo de medidas 
psicofisiológicas a gran escala reside en el alto coste —en materiales, 
tiempo y personal—que la aplicación sistemática, de un programa 
preventivo basado en una evaluación psicofisiológica supondría, 
acrecentado por el hecho de que el porcentaje de población diana 
pudiera resultar muy restringido. 
De mayor utilidad, en estos momentos, parece la aplicación de la 
evaluación de las características psicofisiológicas a nivel individual, en 
tanto puede precisarse la eficacia diferencial de uno u otro tipo de 
tratamiento en función tanto de las características del individuo como de 
la naturaleza e implicaciones psicofisiológicas de su problema. 
Asimismo, no podemos olvidar que numerosas intervenciones en 
psicología de la salud tienen como objetivo expreso la alteración de 
ciertas funciones fisiológicas, por lo que la evaluación psicofisiológica 
alcanza caracteres de medida principal. Es el caso en intervenciones 
sobre hipertensión esencial, tortícolis espasmódica, enfermedad de 
Raynaud, dolor crónico, epilepsia, cefaleas tensionales y migrañosas, 
arritmias cardíacas, asma, etcétera, que emplean técnicas de 
biofeedback (p. ej., Beatty y Legewie, 1977; Birbaumer y Kimmel, 1979; 
Carlson y Seifert, 1991; Hatch, Fisher y Rugh, 1987). 
En otros casos, la evaluación psicofisiológica puede arrojar luz sobre 
la etiología probable de ciertas quejas o síntomas que un paciente 
presente. Es el caso, por ejemplo, de pacientes cuyo problema aparente 
sea el padecimiento de cefaleas y no muestren, sin embargo, 
alteraciones concomitantes en sus registros electromiográficos. En tales 
casos, la evaluación puede poner sobre la pista de posibles razones 
alternativas que expliquen la «alteración». 
Un aspecto pendiente en el empleo de las medidas psicofisiológicas 
como herramienta de evaluación en psicología de la salud se refiere a 
los problemas de interpretación y a la variabilidad en las medidas que 
caracterizan ciertos registros. En cualquier caso, es de esperar que el 
avance a nivel de investigación básica y el aumento en su empleo clínico 
progresivamente vayan puliendo estos flecos normales en cualquier área 
en expansión. 
Entrevista 
 
La entrevista es una herramienta útil para la evaluación en salud y en 
enfermedad, en tanto es el modo más versátil para obtener datos sobre 
estilos de vida, actitudes, creencias y prácticas concretas de *salud. En 
el ámbito de evaluación de la enfermedad, por ejemplo, la entrevista no 
sólo permite la obtención de información relevante sobre los problemas 
del paciente y. las posibles variables con ellos relacionadas, sino 
también crear el clima de confianza y relación empática tan necesario en 
clínica. Por su fácil puesta en práctica y su gran versatilidad es, quizá, el 
método más empleado en evaluación psicológica individual. 
Independientemente del objetivo con el que sea empleada, la entrevista 
puede variar desde formas nada estructuradas has-ta otras rígidamente 
organizadas; desde la búsqueda de información general hasta el intento 
por obtener datos precisos y concretos sobre aspectos parciales de la 
vida del sujeto, y desde el enfoque sobre la historia lejana del paciente 
hasta la consideración de la historia reciente o inmediata. 
Aun cuando cualquier entrevista debe contener, y de hecho contiene, 
una mínima estructuración, el grado de rigidez en las cuestiones 
exploradas marca la frontera entre entrevistas estructuradas y abiertas o 
no estructuradas. En estas últimas, cabe la posibilidad de que las 
propias respuestas del individuo modifiquen el rumbo de la entrevista, de 
manera que se persiga el aislamiento de los datos más relevantes de 
cara al fenómeno objeto de evaluación. 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 7 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
Keefe (1979) señalaba seis importantes funciones que cumple la 
entrevista en el marco de su aplicación en psicología de la salud, a 
saber: 
 
1. Como una forma de reunir información sobre la historia 
conductual del paciente, en clara equivalencia funcional con la 
consabida «historia clínica» usual desde la perspectiva médica. Para ello 
debe obtener datos acerca del comienzo del problema objeto de 
intervención, de sus cambios o modificaciones a lo largo del tiempo y de 
los factores presumiblemente implicados en su mantenimiento. La 
historia confeccionada mediante la entrevista conductual debe ser en-
tendida como un suplemento de la historia médica, de manera que en la 
situación ideal ambas deberían complementarse y confluir en una 
perspectiva única personal y social del paciente. 
2. Como un método de especificación y definición de los problemas 
objeto de atención, en tanto los pacientes tienden —por motivos 
socioculturales, principalmente— a definir sus problemas en términos 
vagos o muy generales, de manera que la entrevista puede ayudar a 
precisarlos. 
3. Como un método para identificar los facto-res de control del 
ambiente actual del paciente, en tanto para precisar el tratamiento es de 
sumo interés conocer todo lo posible sobre las circunstancias 
ambientales corrientes en las que se está expresando el problema. 
4. Como una muestra de conducta del repertorio del paciente, esto 
es, como la oportunidad de observar el comportamiento del paciente en 
tanto su conducta verbal, sus maneras, sus gestos, su apariencia física, 
su forma de interaccionar con otros, etcétera. 
5. Como una oportunidad para compartir in-formación con el 
paciente acerca del abordaje de los problemas desde el punto de vista 
conductual en psicología de la salud: en tanto es muy probable que los 
puntos de vista y actitudes del paciente sobre sus problemas y sus 
causas formen parte del sesgo biomédico con el que se contemplan los 
problemas de salud, la entrevista es una excelente oportunidad para 
anunciar al paciente ciertos puntos de vista generales sobre su papel y 
el papel del contexto y las personas que le rodean respecto a sus 
problemas. 
6. Como una oportunidad para iniciar el re-forzamiento social y el 
establecimiento de lazos interactivos positivos con el paciente, en tanto 
resulta vital un clima de confianza mutua y colaboración que con 
frecuencia se pasa por alto y se cree reservado a ciertas intervencionesvinculadas a aproximaciones humanistas o dinámicas: desde la 
perspectiva conductual en psicología de la salud debe otorgarse una 
extraordinaria importancia a estas cuestiones en tanto debe 
contemplarse la interacción terapéutica primero como una interacción 
humana y después como una interacción profesional. Para personas que 
sufren dolor y afrontan situaciones difíciles o angustiosas, encontrar un 
profesional que establezca con ellos una correcta y humana relación 
puede ser tan importante como el más activo de los componentes de la 
terapia que les sea aplicada. 
 
Cuestionarios y pruebas psicológicas 
 
En psicología de la salud se emplean muy diferentes pruebas y 
cuestionarios con los más variados propósitos. El empleo de pruebas de 
personalidad tanto con fines investigadores como clínicos es frecuente, y 
lo es también el empleo de pruebas de inteligencia. Por ejemplo, el 
cuestionario de personalidad MMPI ha sido empleado bien parcialmente 
(por ejemplo, en algunos estudios relativos al Patrón de Conducta Tipo 
A), bien globalmente para el intento de detección de evidencias sobre 
psicopatologías en pacientes médicos. Aguirre (1992) señalaba cómo 
ciertas pruebas de personalidad 
(MMP1, 16PF y EPQ. principalmente) se vienen empleando en 
intentos de relacionar personalidad y enfermedad y salud, tanto para 
precisar si ciertos tipos de personalidad implican una mayor o menor 
predisposición a enfermar, como para delimitar si existen o no 
personalidades específicamente propensas a desarrollar determinado 
tipo de trastornos. Aguirre (1992) recoge algunas interesantes 
consideraciones críticas acerca de la utilización de este tipo de pruebas 
en psicología de la salud, por de-más duramente contestadas por otros 
autores (p. ej., Eysenck, 1994; Karoly, 1985). Otras pruebas tales como 
el Cuestionario de ansiedad estado-rasgo de Spielberger, Gorsuch y 
Lushene (1970) y el del Inventario de manifestación de la ira rasgo-
estado (STAXI) del mismo grupo —recuérdese la relación del constructo 
ira-hostilidad con los trastornos coronarios— se han empleado también. 
Ahora bien, la inadecuación de las pruebas clásicas de personalidad 
a los objetivos de la psicología de la salud, ha provocado la elaboración 
de pruebas alternativas generales y específicas que resulten adecuadas 
a dichos objetivos. Un ejemplo es el Cuestionario de salud 
comportamental elabora-do por Millon, Green y Meagher (1992, para la 
versión castellana), que permite evaluar en el sujeto hasta ocho 
diferentes estilos de personalidad vistos también como «estilos de 
afrontamiento» (Green, 1982), y seis diferentes actitudes psicógenas 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 8 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
consideradas como sentimientos y percepciones personales frente al 
estrés, e identificados por cada una de las seis escalas siguientes: 1) 
escala de tensión crónica; 2) escala de estrés reciente; 3) escala de 
pesimismo premórbido; 4) escala de falta de esperanza en el futuro; 5) 
escala de alienación social, y 6) escala de ansiedad somática. A la vez 
cuenta con tres escalas psicosomáticas y otras tres de índices 
pronósticos (previsión de problemas futuros en cuanto curso de la 
enfermedad y respuesta al trata-miento), derivado todo ello de la teoría 
de la personalidad de Millon (1969). 
En esta línea, conviene señalar aquí los instrumentos desarrollados 
por el grupo de Grossarth-Maticek y Eysenck (p. ej.. Grossarth-Maticek y 
Eysenck, 1990) para evaluar, principalmente, los tipos de personalidad 
relacionados. según sus datos, con mayor probabilidad de desarrollar 
afecciones cardíacas (el denominado Tipo II) y cáncer (el denominado 
Tipo 1), aunque los instrumentos exploran también los otros cuatro tipos 
de personalidad de la tipología de seis elaborada por este grupo. De 
dichos instrumentos, existe versión española (Sandín y Chorot, 1991c; 
Sandín. Chorot, Navas y Santed. 1992) del Short Interpersonal 
Reactions 1nventory (SIRI) con el nombre de Inventario de reacciones 
interpersonales. 
Igualmente, Pelechano y su grupo han elabora-do numerosas 
pruebas' aplicadas al estudio de las relaciones salud/enfermedad y 
personalidad, que bien han sido generadas con tal propósito. bien 
resultan de fácil aplicación al mismo. Por lo demás, en la última década 
se ha desarrollado una miríada de cuestionarios específicos destinados 
a identificar las condiciones relativas a problemas de salud concretos 
tales como tabaquismo, patrones de alimentación inadecuados, actividad 
física, consumo de alcohol y/o drogas, etcétera, algunos de los cuales 
pueden encontrarse referidos en Brantley y Bruce (1986) —quienes los 
denominan «cuestionarios orientados a problemas»— y Keefe (1979), o 
en la más reciente publicación de Schroeder (1991). 
 
Observación directa 
 
Al menos desde la perspectiva de la evaluación conductual, la 
observación directa ha sido reconocida como la técnica de evaluación 
preferida sobre cualquier otra (p. ej.. Brantley y Bruce. 1986). Tan es así 
que con frecuencia los datos obtenidos mediante evaluación por 
observación directa se empican como punto de referencia para la 
validación de la información obtenida mediante otras técnicas 
(cuestionarios o entrevistas). Además, al proporcionar datos sobre 
ocurrencias reales y naturales del comportamiento objeto de evaluación, 
permite tanto el logro de una detallada descripción de tales 
comportamientos como de las condiciones de ocurrencia antecedentes y 
consecuentes, a la vez que la obtención de datos sobre todos los 
parámetros necesitados (frecuencia, duración, control estimular, 
latencia...). Es más, como señala Keefe (1979), con frecuencia los datos 
obtenidos por observación directa hacen aflorar información de 
relevancia que no es aportada por otros procedimientos, o bien ha sido 
considerada secundaria o poco relevante atendiendo al informe del 
paciente o de otros. La razón, entre otras, puede consistir en que el 
propio paciente no sea consciente del papel desempeñado por ciertas 
circunstancias. contextos o personas respecto a su propio 
comportamiento, o de su verdadera frecuencia, duración o latencia. 
En un contexto de internado, como sería el caso de la actuación 
sobre pacientes hospitalizados, el personal de enfermería representa la 
mejor opción para el logro de información mediante la observación 
sistemática del comportamiento del paciente. Desde la publicación del 
informe clásico de Ayllon y Michael (1959) sobre el papel del personal de 
enfermería como agentes de la evaluación y el cambio del 
comportamiento de pacientes psiquiátricos, es-tos profesionales se han 
convertido en uno de los más firmes y potentes aliados de la 
intervención psicológica en salud y enfermedad. De acuerdo a las 
recomendaciones de Brantley y Bruce (1986), cuan-do el personal de 
enfermería está funcionando como agente de evaluación en la toma de 
datos por observación directa, debemos tener en cuenta una serie de 
cuestiones que probabilizan el éxito y la fiabilidad de la operación de 
medición. Entre ellas se encuentran la elaboración de procedimientos de 
toma de datos que resulten claros. sencillos y lo más específicos posible 
y, especialmente, diseñados de tal manera que su cumplimentación 
interrumpa lo mínimo posible la muy elaborada rutina hospitalaria. 
Con frecuencia la observación directa debe llevarse a cabo fuera de 
contextos hospitalarios o clínicos, bien por tratarse de pacientes en 
régimen ambulatorio, bien por ser intervenciones sobre personas no 
catalogadas como pacientes o sobre comportamientos de salud (por 
ejemplo, intervenciones sobre pacientes crónicos en régimen 
ambulatorio, sobre individuos que deseen cambiar sus hábitos de 
alimentación, actividad o consumo de sustancias nocivas para la salud, o 
bien sobre otros aspectos de promoción de la salud). En dichos casos, la 
obtención de datos por observación directa ha de contarcon la 
colaboración de las personas que conviven con el paciente o persona 
objetivo de la intervención. Más aún, con frecuencia es vital di-cha 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 9 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
colaboración para llevar a cabo controles sobre la fiabilidad de los datos 
informados por el propio sujeto. Para el caso de pacientes crónicos esto 
también resulta especialmente relevante, así como para los casos en los 
que el comportamiento de salud o los aspectos de una enfermedad sean 
eventos públicos. Por ejemplo, en el tratamiento del tabaquismo las 
personas que conviven con quien está tratando de abandonar el tabaco 
son especial-mente importantes en la obtención de datos —más aún si 
no está disponible la posibilidad de obtener evaluaciones bioquímicas—. 
Igual sucede en el caso de la intervención en pacientes crónicos o con 
niños sobre aspectos de adherencia al tratamiento, por citar sólo una de 
las muchas casuísticas posibles. 
Por último, una de las formas de obtención de datos por observación 
y registro directo más peculiares se encuentra en los registros de 
actividad fisiológica obtenidos por medios telemétricos, ya que el 
proceso es automático y sólo requiere que el paciente porte el 
correspondiente instrumento de medida. Existen ejemplos de 
aplicaciones al registro de arritmias cardíacas (ver Lown, Verrier y 
Rabinowitz. 1977), así como al control de las glucemias en sangre en 
casa mediante reflectómetros con memoria incorporada u ordenadores 
de mano tales como el Psion P250 (Cox, Gonder-Frederick. Ricbards y 
Clarke, 1992), aunque en este último caso el procedimiento se encuentra 
a mitad de camino entre una técnica de autoinforme y una de 
observación, dado que la posibilidad de fraude existe, aunque si el 
paciente realmente cumple, la obtención de datos no está mediatizada 
por el informe personal, sino que es directa. 
 
Autoobservación y autorregistro 
 
El autorregistro mediante la autoobservación es el método de 
obtención de datos más empleado y más versátil en psicología de la 
salud, algo que también sucede en la intervención clínica en psicología, 
en general. Además, el empleo de técnicas de autoobservación y 
autorregistro tiene una serie de ventajas añadidas que las convierten en 
técnicas especialmente interesantes si se solucionan los problemas de 
fiabilidad, su punto flaco por excelencia. En realidad, para ciertos 
objetivos, estas técnicas de autoinforme son de la máxima utilidad y 
conveniencia en todos los momentos del proceso de intervención; por 
ejemplo. una persona entrenada en la discriminación de su propio 
comportamiento es más sensible a sus cambios y está en disposición de 
ser consciente de lo que siente o hace, las condiciones antecedentes a 
ello y las consecuencias para él y los demás. Además, es una técnica de 
evaluación con intrínsecos beneficios terapéuticos (que, no obstante, 
representan un problema de validez interna cuando los propósitos son 
de investigación), ya que hace consciente al paciente de aspectos de su 
propio comportamiento que pudieran estar pasándole desapercibidos o 
sobre los que podía mantener creencias equívocas. Permite, igual-
mente. al propio paciente controlar su progreso, por lo que adquiere una 
función de feedback que fortalece el comportamiento de cambio y 
permite rectificar. 
El empleo de la autoobservación y el autorregistro tiene otra serie de 
ventajas acordes con el en-foque centrado en el individuo, en tanto que 
colo-ca el mayor énfasis sobre el control del proceso de cambio sobre el 
propio paciente, concediéndole responsabilidad acerca de su propia 
conducta y su cambio o mantenimiento, y no desplazándola sobre 
profesionales o instituciones que, tan a menudo producen una 
despersonalización del proceso de cambio terapéutico. Esto se hace 
muy evidente en la intervención en enfermedades crónicas. Por ejemplo, 
en pacientes diabéticos bajo la forma de tratamiento tradicional es 
frecuente encontrar valoraciones despersonalizadas sobre los problemas 
de la enfermedad, de modo que si los índices bioquímicos señalan un 
control inadecuado, el paciente espera que la solución provenga del 
profesional, adoptando un papel pasivo. Por el contrario, en pacientes 
diabéticos entrenados en autoobservación y autorregistro no sucede tal; 
antes bien, el propio paciente es consciente de la causa posible de las 
alteraciones aparecidas en su enfermedad, o de la causa de sus buenos 
índices bioquímicos, en tanto es sensible a los fenómenos de su vida 
relacionados con todo ello. 
El empleo de este tipo de técnicas es, por tanto, algo no sólo 
necesario por el hecho de que medidas «más objetivas» no estén 
siempre disponibles" sino que, con habilidad, pueden convertirse en un 
instrumento muy versátil y con un gran valor terapéutico y preventivo en 
cualquiera de las fases de la intervención. A la par, producen un efecto 
de heamanización de la intervención y de responsabilidad personal para 
el sujeto nada desdeñable, especialmente cuando una de las principales 
quejas de los pacientes es, precisamente. la tecnificación y des-
humanización creciente de la práctica profesional en salud. 
Keefe (1979) señalaba tres fases como elementos necesarios a todo 
proceso de autoobservación y autorregistro: 1) una fase de 
entrenamiento en la que el paciente o persona objetivo de la intervención 
aprende a discriminar el comportamiento objetivo y los parámetros de 
interés que ha de registrar y se familiariza con los procedimientos e 
instrumentos de registro; 2) una fase de autorregistro en la que realiza la 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 10 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
toma de datos pertinente, y 3) una fase de análisis de los datos 
registrados en la que, junto al profesional que dirige el proceso. 
Se observan y discuten los patrones observados, las relaciones o 
tendencias aparecidas y cuantos aspectos de interés resulten 
aprovechables. 
En algunos casos los procedimientos de autorregistro han llegado a 
institucionalizarse como un procedimiento normalizado que se ofrece al 
paciente como una herramienta de autocontrol y cambio terapéutico. 
Este es el caso. por ejemplo, en la diabetes, trastorno para el que se 
dispone de múltiples sistemas de autorregistro de los indicadores 
bioquímicos del control diabético (especialmente, niveles de glucosa en 
sangre y orina y niveles de acetona en sangre y orina). El propio 
paciente puede llevar a cabo la analítica correspondiente y anotar los 
resultados en diarios o fichas de autocontrol de los que existen múltiples 
versiones confeccionadas por las propias empresas farmacéuticas que 
fabrican material de cuidado diabético. El paciente acude a sus citas de 
revisión con el diario o cuaderno en el que ha recogido sus datos a lo 
largo de un determinado período de tiempo. 
Para otros trastornos no tan institucionalizados en su cuidado, el 
sistema de autoobservación y autorregistro debe fabricarse ex nono, y 
numerosos procedimientos han sido utilizados al respecto incluyendo 
diarios de síntomas, fichas de anotación, tablas diarias, contadores 
mecánicos y algunos aparatos de control portátiles como los de 
automedición de la presión sanguínea, de gran utilidad para pacientes 
con trastornos coronarios o problemáticas en las que resulten necesarias 
o convenientes mediciones sistemáticas de la misma. En realidad, es 
posible diseñar un sistema de autoobservación y autorregistro adecuado 
a virtualmente cualquier problemática de salud. 
La trascendental utilidad y versatilidad de las técnicas de 
autorregistro y autoobservación tan sólo se ve empañada por los 
conocidos problemas de fiabilidad, reactividad al registro y cumplimiento 
que pueden acompañar su empleo. Numerosos esfuerzos han sido 
realizados en pro de la mejora de la fiabilidad de los datosobtenidos 
mediante estas técnicas y en pro de la minimización de los cambios en 
los parámetros normales del comportamiento como consecuencia de la 
reactividad a la autoobservación. En algunos casos —por ejemplo, en 
tabaquismo— la disponibilidad de pruebas bioquímicas permite 
establecer controles esporádicos que indiquen la fiabilidad de los datos 
obtenidos por autorregistro, pero en otros casos es necesario establecer 
algún tipo de estrategia más elaborada (por ejemplo, otras personas que 
actúen como observa-dores según un programa establecido. empleo de 
«productos del comportamiento» como indicadores indirectos, etc.) que 
permita arrojar luz sobre la fiabilidad de los datos. 
 
Evaluación ecológica momentánea como estrategia 
evaluadora en psicología de la salud 
 
Recientemente ha sido propuesto un procedimiento o estrategia de 
evaluación denominado Evaluación Ecológica Momentánea (EEM: 
Ecological Momentary Assessment) (Stone y Shiffman, 1994) para su 
aplicación en la intervención en psicología de la salud, que intenta 
sintetizar diversas recomendaciones o necesidades de adecuación de 
las formas de medida a los tipos de objetivos y la naturaleza de los 
fenómenos bajo estudio, habiendo sido elaborado al calor de la tradición 
de evaluación en contextos naturales frente a la evaluación en contextos 
clínicos o de laboratorio, y de la aplicación del método de muestreo de 
experiencias en psicopatología y en determinado tipo de intervenciones 
en psicología de la salud (p. ej., Csikszentmihalyi y Larson, 1987; De 
Vries, 1992; Istvan y Matarazzo, 1984: Kozlowski. Ferrence y Corbit. 
1990; Vaillant. Schnurr, Baron y Gerber. 1991: Zacny, 1990). 
El procedimiento persigue la obtención de medidas directas en el 
contexto cotidiano como con-traste al excesivo uso de medidas de 
información verbal obtenidas mediante autoinformes retrospectivos 
(sean entrevistas, cuestionarios o tests) y de contextos no naturales o 
cotidianos para los sujetos. Cuatro características cardinales configuran 
el procedimiento EEM tal como aparece reflejado en Stone y Shiffman 
(1994) y que ligeramente reformuladas, para cubrir las exigencias de una 
perspectiva funcional, pueden enunciarse como sigue: 
1. Medición de los fenómenos en el momento de su ocurrencia, 
bien por el uso de sistemas portátiles de registro para el caso de 
medidas psicolisiológicas o biológicas, bien mediante métodos de 
autorregistro instantáneo, persiguiendo evaluar la ocurrencia de los 
fenómenos de interés apresando el momento y el contexto concretos. 
2. Exigencia de una cuidadosa temporalización en las medidas, en 
tanto que la necesidad de capturar los momentos y contextos relevantes 
obliga a emplear estrategias de muestreo que cubran las clases de 
eventos de interés en función del objetivo a evaluar. evitando sesgos 
temporales o situacionales. 
3. Necesidad de un elevado número de observaciones repetidas, 
exigible por dos razones: a) la confianza en que grandes números de 
medidas producen muestras más confiables del estado relevante de un 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 11 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
comportamiento. y b) el interés en observar cómo el comportamiento o el 
indicador biológico objetivo (p. ej., secreción de cortisol, nivel de glucosa 
en sangre, presión sanguínea, fumar, precisión en el cumplimiento de un 
régimen. etc.) cambian en función de ciertos antecedentes situacionales 
(p. ej., de-mandas ambientales, presencia o ausencia de ciertas 
personas o actividades) y ciertas consecuencias (dolor, síntomas, 
conflicto con otros...), de forma que la evaluación pueda conceder la 
oportunidad pala que aparezcan todas las variaciones posibles. 
4. Las medidas deben tomarse en los ambientes o contextos 
naturales para cada individuo, a fin de ser consecuentes con el principio 
de que la evaluación debe captar muestras de la conducta de interés 
que re-presenten correctamente el resto de conducta no observada, y 
con el epistemológico de reconocer que el contexto es parte indisoluble 
de la interacción responsable de cada comportamiento. 
la identifican como tal (p. ej., Schwartz, Warren y Pickering, 1994; 
Shiffman y cols., 1994; Van Eck y Nicholson. 1994; Wheeler y Reis, 
1991), y se han formulado propuestas sobre técnicas o modos concretos 
de operacionalizar evaluaciones desde este punto de vista, como la de 
Wheeler y Reis (1991) sobre tres formatos de programación de las 
observaciones y los registros (contingentes a un evento, contingentes al 
tiempo y contingentes a una señal). y la de Delespaul (1992) sobre 
diferentes esquemas de muestreo, aunque en este caso aplicados a la 
psicopatología. 
Con todo, la EEM no es un nuevo método de evaluación ni debe ser 
tenido por más de lo que es. Una estructuración sistemática de 
corrientes o formas de hacer en la evaluación conductual que ya se 
venían ejecutando y recomendando desde antiguo pero sin reunir en una 
propuesta de estrategia evaluadora con nombre propio. Así, por ejemplo, 
cabe señalar que las directrices de una evaluación conductual bien 
hecha siempre han exigido el cumplimiento de las características 
apuntadas por Stone y Shiffman (1994) como 1ementos diferenciales de 
la EEM, y si no compárense con la propuesta de Rojahn y Schroeder 
(1983) de las características generales que deben diferenciar la 
evaluación conductual de otros modos de hacer (el énfasis es nuestro): 
 
a) cuantificación de los fenómenos conductuales a través de la 
observación sistemática de diversos parámetros de respuesta con 
relación a diversos cambios ambientales; 
b) orientación hacia la detección del desarrollo, ejecución y 
evaluación del cambio conductual; 
c) consideración de la conducta medida bajo condiciones naturales 
como una muestra del repertorio del individuo, y en ningún caso como 
un fenómeno sintomático que re-fleje alguna causa subyacente, y 
d) un plan de actuación continuo, evaluando antes, durante y 
después de la intervención. 
La evaluación conductual de corte funcional que sintetiza Luciano 
(1996b: p. 165) pasándose en los planteamientos clásicos de Baer, Wolf 
y Risley ( 1968). Ciminero y Drabman (1977) y Evans y Nelson (1977). 
Con todo y al margen de la falta de re-conocimiento histórico de los 
precedentes, las posturas de la EEM reflejan la necesaria frescura en los 
datos que se requiere en psicología de la salud para contrarrestar el 
sistemático abuso de las medidas indirectas de comportamiento, 
basadas en auto-informes retrospectivos que pueden ser consideradas 
como responsables en parte de numerosos da-tos contradictorios. Y 
parecerán de especial interés cuando el objetivo sea la búsqueda de 
pautas o patrones de comportamiento estables. 
 
EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN DDEELL EESSTTAADDOO DDEE SSAALLUUDD 
YY EESSCCAALLAASS DDEE MMEEDDIIDDAA EE LLAA CCAALLIIDDAADD DDEE VVIIDDAA 
 
Antes de que la aproximación biopsicosocial se consolidara como una 
alternativa al pensamiento biomédico tradicional. y antes de que la 
entrada en escena de la psicología de la salud supusiera la 
consideración de las medidas psicológicas como parte ineludible de 
cualquier consideración integral de la salud y la enfermedad. Los 
indicadores de salud tradicionalmente empleados eran básicamente los 
índices de mortalidad v morbilidad de la población que junto a otros 
indicadores secundarios se utilizaban para obtener un diagnóstico de 
salud de la población. Con todo, la restricción en el plantea-miento del 
diagnóstico de salud llega incluso hasta épocas de aceptación de la 
nueva orientación en salud y enfermedad. Así, por ejemplo, Delgado ) 
De la Revilla (1984) señalan los siguientes indicadores del nivel de salud 
establecidos por las directrices de salud del Ministerio y de la OMS tasa 
de mortalidad general, tasa de mortalidad infantil, tasas específicas de 
mortalidad por edad ) sexo y por causa, tasa de morbilidad proporcionaltasa de expectativa al nacer, altas hospitalarias por causas de edad y 
sexo, consultas por causa, edad ) sexo, y tasa de enfermedades de 
declaración obligatoria. 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 12 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
La cuestión de medir el estado de salud de la población (y de cada 
uno de los individuos que la componen) no se tiene ya por tan simple y 
bidimensional. Ahora bien, similares problemas a los encontrados en la 
definición de salud nos encontramos en el intento de precisar la 
medición de este fenómeno. Continúa siendo cierta la afirmación de 
Brantley y Bruce (1986) sobre la falta de medidas satisfactorias de salud. 
La práctica totalidad de evaluaciones de la salud o del estado de salud 
se con-figuran, en realidad, en torno a la medición de las alteraciones de 
la salud del estado subjetivo de bienestar y/o de la presencia de 
comportamientos de riesgo que se suponen alterarán la salud en un 
futuro más o menos próximo. 
Una forma de evaluar el estado de salud de los individuos es el 
empleo de escalas o puntuaciones subjetivas de salud percibida 
(Maddox. 1964; Maddox y Douglas. 1973: Otto. 1979; Palmore y Luikart, 
1972). Esto es, el propio sujeto evalúa su estado de salud de acuerdo a 
una escala de valoración cualitativa (por ejemplo. «excelente». «buena», 
«suficiente», «pobre») o bien cuantitativa (en una escala de 0-10, por 
ejemplo). Sin embargo, la autoevaluación subjetiva no puede ser más 
que un indicativo muy grueso y aproximado del estado de salud, en tanto 
numerosos procesos poseen fases premórbidas asintomáticas y, en una 
perspectiva de futuro, un individuo determinado puede sentirse muy bien 
pero estar manteniendo comportamientos que suponen un riesgo de 
pérdida a corto o medio plazo de su salud, porque están generando las 
condiciones biológicas de su próxima alteración. Por otro lado, este tipo 
de evaluaciones sólo ofrece un índice muy general que necesita ser 
precisado. Una forma de hacerlo es emplear técnicas de autorregistro y 
autoobservación similares a las comentadas más atrás cuyo objetivo sea 
recabar datos a lo largo de un cierto período de tiempo sobre la 
presencia de los síntomas, estados subjetivos y comportamientos de 
riesgo y/o salud que tuvieran lugar (Banks y Beresford, 1979; Marcus, 
1982: Ridgeway y Mathews, 1982; Verbrugge, 1980). Brantley , y Bruce 
(1986) denominan «diarios de salud» a las formas más típicas de 
autorregistro para la evaluación de la salud. 
En realidad, la utilidad de estos diarios de salud se ha extendido más 
allá de este ámbito concreto de empleo, de manera que son un método 
de autorregistro utilizado incluso más en el ámbito de la intervención 
sobre la enfermedad crónica, y los problemas que plantean son similares 
a los que repercuten sobre cualquier técnica de autoinforme. 
Otras formas de evaluar el estado de salud incluyen entrevistas 
estructuradas o no en inventarios de salud (el Cornell Medical ludex es el 
prototipo), así como cuestionarios que evalúan el estado de 
funcionamiento general o particular del sujeto (movilidad, autocuidado. 
independencia. actividades físicas y sociales. etc.) y la frecuencia de 
utilización de los servicios médicos. 
Igualmente, se ha intentado evaluar la salud, en una dimensión 
prospectiva, mediante la evaluación de la presencia de comportamientos 
preventivos de la enfermedad o comportamientos de salud en el 
repertorio de los individuos (p. ej., Kirscht, 1983). La forma habitual de 
evaluar la presencia de comportamientos saludables ha sido mediante el 
autoinforme a través de cuestionarios o entrevistas. Aun cuando varios 
de los comportamientos entendidos como saludables (no fumar, ejercicio 
físico, ciertos patrones de alimentación...) son perfectamente 
observables y susceptibles de ser delimitados con precisión, sucede que 
la mayor parte de los estudios llevados a cabo lo ha sido sobre muestras 
ó grupos de población sobre los que resultaría muy costoso diseñar 
pautas de evaluación suficientemente ex-tensas y prolongadas como 
para ser fiables y válidas. El autoinforme provee datos sobre numerosos 
patrones de comportamiento a lo largo de períodos prolongados de 
tiempo y con un coste material y de tiempo muy pequeño. Sin embargo, 
la posibilidad de evaluar el comportamiento saludable de pequeños 
grupos o de sujetos únicos mediante observación directa siempre está 
disponible y sería una práctica metodológicamente saludable introducir 
cortes en la muestra masivamente evaluada mediante autoinforme, que 
permitiesen predecir la fiabilidad de los mismos basándose en los datos 
más directos obtenidos sobre parte de ella. 
Otra manera de fortalecer los datos obtenidos por autoinforme 
consiste en compararlos con los obtenidos mediante pruebas criterio 
tales como algunos indicadores biológicos. Por ejemplo, pruebas de 
tiocianato para la contrastación de informes sobre no fumar, o de 
alcoholemia para contraste con el uso moderado de alcohol o la 
conducta abstemia: determinaciones de colesterol y triglicéridos para 
informes sobre toma de grasas en la dieta; determinaciones de glucosa 
para informes sobre conducta de adherencia en diabetes, etcétera. 
Rice (1987) ha desarrollado formas específicas de evaluar 
comportamientos de trascendencia para la salud como son la dieta o 
régimen nutritivo y las actividades de ejercicio físico; por ejemplo, el 
Perfil de conducta de salud para nutrición y dieta en forma de 
cuestionario autoaplicado, que permite comparar la práctica diaria 
habitual de alimentación con el patrón de alimentación considerado 
sano, v el Perfil de conducta de salud para el ejercicio en idéntica forma, 
que determina la adecuación de las actividades físicas habituales. 
Ambos instrumentos resultan muy fáciles de aplicar y permiten una 
autoevaluación rápida de los niveles de adecuación de estos dos 
repertorios a las pautas consideradas como saludables. 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 13 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
Ya hemos visto que el entramado de relaciones interpersonales, de 
grupo e institucionales que responden al nombre de apoyo social son 
algo muy re-levante para la salud en tanto su presencia parece 
favorecerla y su ausencia está relacionada con mayor afectación a nivel 
de morbilidad y mortalidad. Para su evaluación se dispone de algunos 
instreamentos entre los cuales Del Barrio (1992) cita los elaborados por 
Barrera (1980, 1981), la Arizona Social Support Interview Scale (ASSIS) 
(Escala de entrevista sobre apoyo social) y el Inventory of Socially 
Supportive Behaviours (ISSB) (Inventario de conductas sociales de 
apoyo), así como el Social Support Questionnaire (SSQ) (Cuestionario 
de apoyo social) elaborado por Sarason y cols. (1981. 1983). Un 
resumen de hasta 16 procedimientos que se emplean para medir el 
apoyo social puede encontrarse en Valdés y De Flores (1990). 
Otra forma en la que es necesario emplear el estado de salud o la 
salud en el proceso de evaluación es como referente a efectos de 
valorar el resultado de una intervención cuyo objetivo haya sido, 
precisamente la restauración o mejora de un estado de salud 
deteriorado. El estado de salud, o el sentimiento de salud, o el criterio 
médico de salud, en cuanto ausencia de sintomatología, o el nivel de 
funcionamiento, cualquiera de estos criterios, e incluso todos 
conjuntamente pueden emplearse como referentes que determinen si 
una intervención ha tenido o no los efectos buscados. Formas de evaluar 
el resultado de la intervención en psicología de la salud serían medir los 
resultados en términos de beneficios para la salud tales como las 
reducciones en las limitaciones en las actividades diarias si el objetivo 
son individuos concretos; en la morbilidad y mortalidad si el objetivo son 
grupos o comunidades; y mejorías en medidas psicológicasde resultado 
tales como niveles de ansiedad o depresión o sensación subjetiva de 
bienestar como consecuencia de la mejora o desaparición de 
enfermedades o la consecución de niveles adaptativos de 
funcionamiento en el caso de pacientes crónicos, si lo que se pretende 
es evaluar el coste psicológico de la enfermedad. 
Kaplan y Bush (1982) han recogido una serie de índices y sistemas 
globales para medir el estado de salud que son de especial relevancia 
en tanto re-presentan aproximaciones estructuradas a la evaluación de 
la salud. Entre ellos cabe señalar 1) el Perfil de Impacto de la 
Enfermedad (Bergner, Bobbitt y Pollard. 1976; Bergner, Bobbitt, Carter y 
Gil-son. 1981). un sistema que evalúa el nivel de bien-estar o salud de 
acuerdo a tres dimensiones, cada una con varias categorías que se 
recogen en forma resumida en el cuadro 5.1: 2) el índice de salud 
McMa.ster (Chambers, Macdonald, Tugwell, Beachanan y Kraag, 1982). 
que se estructura en tres es-calas que evalúan el funcionamiento físico, 
el funcionamiento emocional y el social, y 3) el índice de actividades de 
la vida diaria (Katz y cols., 1963), reconocido como una de las primeras, 
más empleadas y mejores medidas de la calidad de vida, aunque su 
empleo parece especialmente apropiado para pacientes crónicos, de 
larga hospitalización o seniles. 
 
 
 
Especial mención requiere el sistema de evaluación de la calidad de 
vida elaborado por Bush (1983) y Kaplan y Bush (1982), y que contiene: 
 
1. Tres escalas que representan otras tantas dimensiones del 
funcionamiento cotidiano: movilidad, actividad física y actividad social 
(cada una de dichas dimensiones posee varios niveles de 
funcionamiento o actividad que pueden apreciarse en el cuadro 5.2). 
2. Una lista de síntomas y problemas que puede estar sufriendo la 
persona evaluada. 
3. El cálculo de la calidad de vida en función de la combinación 
resultante de la evaluación en los anteriores pasos 1) y 2). 
 
El resultado es una compleja y sofisticada medida de la calidad de 
vida que pretende ser capaz de evaluar en prospectiva el resultado de 
salud en función del estado o calidad de vida en el momento del impacto 
del fenómeno o agente patógeno, a la vez que realizar una medición de 
la salud acorde con los elementos biológico, psicológico y social que se 
estima la forman. 
 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 14 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
 
 
Otro instrumento pensado para la autoaplicación es el Perfil de salud 
personal, desarrollado por Bernstein y Duff (1979) para la estimación de 
la calidad general de vida, el apoyo social, las habilidades de 
afrontamiento y las diferentes conductas de riesgo que uno pueda estar 
emitiendo, como una forma de establecer el riesgo potencial para la 
salud al que una persona se haya expuesta. Por último, uno de los 
sistemas de medición de la calidad de vida es el sistema denominado 
QALY (Quality Adjusted Life Years), también conocido como índice de 
Rosser (Rosser, Kind y Williams, .1982), que 
trata de determinar la esperanza de vida ajustada a la calidad de 
vida, tomando como unidad de medida el año de vida ajustado a la 
calidad. Según el índice de Rosser, para obtener el QALY se mide el 
estado de salud en función de dos áreas principales: incapacidad y 
dolor, definidos en ocho categorías de incapacidad y cuatro grados de 
dolor (que se pueden ver en el cuadro 5.3). La cifra obtenida en la 
determinación del grado de salud multiplica-da por los años teóricos de 
vida o expectativa de vida proporciona los años de vida ajustados a la 
calidad. 
 
 
 
Sin abundar más en estos aspectos, sí conviene señalar la 
disponibilidad de numerosos instrumentos de medida para todos los 
aspectos relacionados con la salud. En concreto, hasta 52 diferentes 
instrumentos referidos a la evaluación del estado de salud, del impacto 
de la enfermedad, la calidad de vida, el apoyo social, la satisfacción con 
los cuidados y otros varios aspectos han sido recopilados por Bowling 
(1994) en una indispensable monografía sobre evaluación en salud y 
enfermedad. 
 
 
EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN DDEE LLOOSS CCOOMMPPOORRTTAAMMIIEENNTTOOSS DDEE RRIIEESSGGOO YY 
DDEELL EESSTTRRÉÉSS 
 
La evaluación de los patrones de conducta. variables de 
personalidad, tendencias comportamentales o estilos de vida (según la 
conceptuación al uso) que han sido categorizados como factores de 
riesgo para el deterioro de la salud, así como la evaluación de 
comportamientos más moleculares que han sido considerados cono 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 15 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
factores de riesgo (fumar, sedentarismo, consumo excesivo de grasas, 
sal o hidratos. abuso de alcohol o drogas, etc.) al igual que la evaluación 
del estrés, ocupan un lugar central en la evaluación en psicología de la 
salud. Las descripciones de los principales instrumentos de evaluación 
empleados para la medición del Patrón de Conducta Tipo A y del estrés 
pueden consultar-se en alguna de las numerosas referencias 
bibliográficas que se ocupan de este contenido en extensión y detalle (i. 
e., Aguirre, 1992: Brantley y Bruce, 1986; Del Barrio, 1992; Karoly, 1985; 
Sandín y Chorot. 1996; Schroeder. 1991; Sender y cols., 1993). 
En lo que se refiere a la evaluación del estrés, ésta debe 
considerarse como un proceso multimedidas, en tanto los tres aspectos 
centrales del concepto de estrés deben ser evaluados (eventos 
estresantes, respuestas de estrés y estrategias de afrontamiento), y en 
sí mismos ya implican una notoria complejidad que obliga a una nueva 
diversificación de la evaluación (de los. estresores como 
acontecimientos vitales. como estresores menores o fastidios cotidianos; 
de la respuesta al estrés en su plano biológico y conductual; y de las 
estrategias de afrontamiento en sus diversas extensiones y 
posibilidades). 
La evaluación de las situaciones que provocan respuestas de estrés 
en un individuo con frecuencia se completa con una valoración subjetiva 
de la intensidad de la respuesta de estrés. De esta forma, la mayor parte 
de los instrumentos disponibles permiten obtener un índice general de la 
frecuencia de exposición a situaciones, contextos o actividades que 
resultan catalogadas como estresantes (Labrador, 1992). Los 
instrumentos elaborados son escalas o cuestionarios que presentan al 
sujeto una serie preestablecida de posibles situaciones o actividades 
que hayan sido seguidas de una reacción de estrés a lo largo de un 
cierto período de tiempo. Se trata, pues, de autoinformes retrospectivos. 
El mismo autor recoge una serie de consideraciones acerca de las 
limitaciones y cuidados que deben tenerse en cuenta en la utilización de 
este tipo de instrumentos. Entre ellas cabe señalar el hecho de que 
algunos de ellos no diferencien entre cambios o circunstancias 
estresantes pero agradables (p. ej.. celebración del matrimonio, 
nacimiento del hijo, ascenso en el trabajo) de aquellas que resultan 
desagradables, en tanto ambas pueden ser catalogadas genéricamente 
como productoras de estrés, pero se ha señalado que los cambios 
deseables no parecen estar relacionados con afectaciones de la salud 
(p. ej.. Paykel. 1974; Ross y Morowsky, 1979: Sulls y Mullen, 1981). 
Asimismo, que los ítems elegidos para formar los instrumentos pueden 
no re-presentar el universo completo de eventos posibles que pueden 
ser estresantes para un individuo de-terminado, de modo que la 
evaluación deje fuera posibles ocurrencias de estrés no consideradas: y 
por último, también sufren los problemas comunes a todo instrumento 
que se basa en autoinformes sobre acontecimientos pasados. 
Otra forma de evaluación del estrés es el empleo de autorregistros 
(un ejemplo puede verse en Labrador, 1992), procedimiento que permite 
identificar las situaciones, el momento,la frecuencia y la intensidad del 
estrés, a la vez que las reacciones del individuo. En forma adicional, el 
empleo de autorregistros añade las ventajas típicas de este tipo de 
instrumentos: a saber, una mayor implicación del sujeto en sus propios 
problemas y la posibilidad de que sea «consciente» de multitud de 
relaciones e interacciones. Existen varias revisiones y exposiciones 
recientes de los procedimientos de evaluación del estrés (p. ej., Labrador 
y cols., 1995; Lahrador y Crespo, 1993; Sandín y Chorot, 1996), y se 
cuentan también numerosos abordajes de la evaluación de estresores 
específicos, o de las formas de afrontar el estrés, o del estrés en 
contextos específicos (p. ej., Pelechano y Matud, 1991, sobre estrés en 
el cuidado del recién nacido; Mas. 1995, para la evaluación del estrés 
traumático en niños, etcétera). 
En cuanto a la evaluación de comportamientos de riesgo más 
específicos o singulares, la disponibilidad de instrumentos es abundante 
y la diversidad de técnicas empleadas en su evaluación alcanza 
prácticamente al espectro entero de las empleadas en psicología de la 
salud. Así, por ejemplo, en la conducta de fumar se evalúa la frecuencia, 
topografía e intensidad: se han empleado medidas de naturaleza 
conductual y bioquímica. y se utilizan técnicas como cuestionarios, 
entrevistas, autorregistros, etcétera, buscando datos acerca de la 
ocearrencia de la conducta de fumar, de la motivación por fumar, seguir 
fumando o dejar de fumar. o de la autoeficacia o confianza en dejar de 
fumar o en mantenerse abstinente. Existen revisiones que ofrecen una 
panorámica bastante completa sobre todo lo anterior (p. ej., Frederiksen, 
Martin y \Vebster. 1979). 
Comentábamos más atrás que el trabajo u oceapación laboral 
representa una de las fuentes más constantes y universales de estrés, 
especialmente para determinados puestos de trabajo en los que la 
responsabilidad, la rapidez de ejecución o. a contrarus, la anodinidad y 
la monotonía pueden suponer condiciones con repercusión posible sobre 
la salud. Un intento de abordar la evaluación del estrés relacionado con 
el trabajo lo representa el «Perfil de estrés en el trabajo» desarrollado 
por Rice (1987), diseñado para u autoaplicación, y que des-cribe 
condiciones, ambientes o sentimientos personales asociados al trabajo y 
que pueden significar una fuente de estrés. El Perfil cuenta con cinco es-
calas que evalúan el estrés producido por 1) las relaciones 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 16 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
interpersonales: 2) las demandas físicas del puesto trabajo, y 3) el 
interés y el grado de .implicación en la tarea laboral. 
Existen también sistemas de evaluación con-junta de varios factores 
de riesgo, denominados sistemas de evaluación de factores múltiples de 
riesgo. Un ejemplo de ellos es el Health Risk Appraisul System (Robbins 
y Hall, 1970), que realiza una valoración computarizada de varios facto-
res de riesgo sobre el mismo individuo —fumar, consumo de alcohol, 
actividad física...— proporcionando una estimación del riesgo en forma 
de esperanza de vida. a la vez que una estimación de las probables 
mejorías en función de las modificaciones que se realicen sobre los 
comportamientos de riesgo. 
Aun cuando la idea es loable, ciertos autores han señalado que dicho 
sistema produce datos débiles en tanto se basa en autoinformes 
(Brantley y Bruce, 1986). Si bien este aspecto sería en parte fácil-mente 
subsanable, v que sus fundamentos son débiles en tanto no está todavía 
bien precisado el nivel de riesgo producido por ciertos comportamientos, 
ni en qué medida dicho riesgo se reduce mediante su modificación 
(Wagner, Berry. Schoenbach y Graham. 1982), algo que no es del todo 
exacto para algunos casos como por ejemplo, es el tabaquismo como 
fenómeno de riesgo, para el que ciertas relaciones parecen 
relativamente claras (ver, por ejemplo, la monografía sobre el tema 
USDHHS, 1990). 
EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN DDEE PPRROOGGRRAAMMAASS 
 
Un aspecto de peculiares características dentro de la evaluación de la 
salud tiene que ver con la evaluación de los resultados de programas de 
promoción de la salud y prevención de la enfermedad, desde la 
dimensión social bajo la que se aplican. Esto es, atendiendo a su 
efectividad en función del coste económico que suponen, el alcance de 
su impacto y la permanencia de sus logros. 
La evaluación de programas (p. ej., Abein. Brzezinski y Carstairs. 
1987: Costa y López, 1986: Rhodes y Jason, 1991: USDHHS. 1980) 
implica un proceso de medición a lo largo de la aplicación de una 
intervención y el seguimiento correspondiente, que permita responder a 
los interrogantes acerca de la idoneidad del programa para los objetivos 
previstos, de su accesibilidad a la población objetivo, de su coste en 
relación con sus beneficios y de la eficacia comparada de los varios 
métodos pues-tos en práctica (en la medida en que frecuentemente los 
programas son compuestos de varios métodos trabajando a distintos 
niveles en la misma dirección). 
Fernández Ballesteros (1995) ha definido la evaluación de programas 
como la «sistemática investigación a través de métodos científicos de los 
efectos, resultados y objetivos de un programa con el fin de tomar 
decisiones sobre él» (p. 23). La evaluación de programas es una tarea 
usualmente en manos de los servicios de salud pública, en tanto que la 
demanda de datos sobre su eficacia proviene de las instancias que 
patrocinan su puesta en marcha. A los efectos de la evaluación. 
Cronbach (1982) señaló la necesidad de especificar los componentes o 
elementos que conforman un programa, que recoge y amplía Fernández 
Ballesteros (1995). Dichos componentes —algo modificados sobre la 
propuesta de los anteriores autores serían los siguientes: 
a) La intervención o tratamiento, esto es las actuaciones de todo tipo 
que se lleven a cabo con el propósito de lograr el objetivo de salud que 
se persiga en el programa. 
1?) Las unidades y contextos de aplicación, es decir, las personas. 
Comunidades, poblaciones, instituciones, empresas o sociedades sobre 
las que se lleve a cabo la intervención. 
c) Las medidas de control de los resultados, que siendo el objetivo 
final de todo programa de promoción de la salud y prevención de la 
enfermedad es el control de los índices de morbilidad y mortalidad de la 
población, grupo o individuoselegidos para la intervención y. en el caso 
de la psicología de la salud, mediante la actuación sobre el 
comportamiento de los individuos como objetivo primario del cual se 
obtendrá el final, al menos dos tipos de medidas deben ser tomadas 
para evaluar la eficacia de tales pro-gramas y, lo que resulta igual de 
importan-te, para determinar si los cambios en el comportamiento han 
sido o no los responsables del cambio en las tasas de mortalidad y 
morbilidad. El primer tipo de medidas serán medidas del comportamiento 
que garanticen que el programa realmente actuó modificando los valores 
primarios de los comportamientos tomados como objetivo. El segundo 
tipo de medidas serán aquellas de carácter biomédico y/o 
epidemiológico que garanticen que los cambios en la salud perseguidos 
han sido logrados. 
 
Un añadido de sumo interés, al proceso de evaluación de programas 
es la denominada preevaluación o evaluación piloto (pretesting), técnica 
de evaluación trasladada al ámbito de la promoción de la salud y la 
prevención de la enfermedad desde el ámbito del estudio de mercados 
(USDHHS, 1980)). Se trata de un tipo de evaluación conducida en las 
primeras etapas del desarrollo de un programa. Persigue la evaluación a 
pequeña escala de las reacciones a las operaciones, instrumentos y 
mensajes que vayan a ser utilizados en la intervención, antes de que 
MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 17 
 
 
 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA

Continuar navegando