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MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 1 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD L e c t u r a 1 Gil-Roales, N., J. (2004) Psicología de la salud: Aproximación histórica, conceptual y aplicaciones. Cap. 5: Evaluación e intervención en psicología de la salud. Madrid: Pirámide. 149-187. EVALUACIÓN E INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD......2 Consideraciones generales ...................................................................2 Objetivos de evaluación ........................................................................3 TÉCNICAS E INSTRUMENTOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD .................................................................................................4 Medidas bioquímicas y psicofisiológicas...............................................5 Entrevista...............................................................................................6 Cuestionarios y pruebas psicológicas ...................................................7 Observación directa...............................................................................8 Autoobservación y autorregistro............................................................9 Evaluación ecológica momentánea como estrategia evaluadora en psicología de la salud ..........................................................................10 EVALUACIÓN DEL ESTADO DE SALUD ..............................................11 Y ESCALAS DE MEDIDA E LA CALIDAD DE VIDA...............................11 EVALUACIÓN DE LOS COMPORTAMIENTOS DE RIESGO Y DEL ESTRÉS ..................................................................................................14 EVALUACIÓN DE PROGRAMAS...........................................................16 ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES SOBRE LA EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD............................................................17 ÁREAS DE APLICACIÓN Y NIVELES DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD..................................................................18 INTERVENCIÓN EN PROMOCIÓN DE LA SALUD Y PREVENCIÓN DE LA ENFERMEDAD ..................................................................................21 BARRERAS PARA LA PROMOCIÓN DE LA SALUD Y PREVENCIÓN DE LA ENFERMEDAD ............................................................................23 NIVELES DE INTERVENCIÓN ...............................................................24 Niveles de intervención social y comunitario e institucional................25 Intervención en la mejora del cuidado profesional de la salud ...........27 UU NN II DD AA DD II II II .. EE SS TT RR AA TT EE GG II AA SS DD EE II NN TT EE RR VV EE NN CC II ÓÓ NN EE NN PP SS II CC OO LL OO GG ÍÍ AA DD EE LL AA SS AA LL UU DD MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 2 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN EE IINNTTEERRVVEENNCCIIÓÓNN EENN PPSSIICCOOLLOOGGÍÍAA DDEE LLAA SSAALLUUDD Las cuestiones relativas a la evaluación en la psicología de la salud alcanzan una dimensión y extensión acorde al volumen de aspectos que cubre. La intención en este capítulo no es detenerse extensamente en detalles sobre la evaluación de las alteraciones de la salud o sobre la evaluación de los comportamientos saludables o la evaluación de programas de intervención preventiva a nivel comunitario. El objetivo será, de otro modo, revisar algunos aspectos genéricos de la evaluación en psicología de la salud y los tipos de técnicas e instrumentos que se emplean para la medida de los fenómenos centrales de la disciplina. Asimismo, se revisarán brevemente los procesos de evaluación específicamente surgidos en el propio ámbito de la psicología de la salud, para terminar con algunas breves reflexiones sobre ciertas cuestiones críticas. En cualquier caso, las variadas y numerosas monografías sobre evaluación en psicología de la salud y capítulos de lo mismo dentro de monografías de evaluación psicológica disponibles (p. ej., Belar, Deardorff y Kelly, 1987; Bowling, 1994; Brantley y Bruce, 1986; Dana, 1984; Green, 1982; Karoly, 1985; Keefe y Blumenthal, 1982; Pinkerton, Hughes y Wenrich, 1982; Schwartz, Tapp y Brucker, 1985; Sweet, 1991) garantizan al lector interesado la posibilidad de profundizar y extender conocimientos sobre el tema. Consideraciones generales La evaluación en psicología de la salud, en tanto disciplina aplicada, comparte numerosas características con la evaluación conductual en psicología clínica. Así, algunas cuestiones no serán tratadas aquí con especial detalle, en la medida en que los análisis realizados por otros autores al tratar de la evaluación clínica resultan generalizables y asumibles para nuestro interés. Por ejemplo, la consideración de la intervención como un continuo evaluación-pre/actuación/evaluación- post-seguimiento, de tal manera que la evaluación como pro-ceso siempre estará presente a nivel pre, intra y postratamiento. E igualmente, otros importantes aspectos del proceso evaluador, entre los que se cuentan el análisis funcional del problema en cuestión como una actividad central del proceso de evaluación, los factores o variables que determinan el diseño y aplicación del tratamiento y la evaluación de los resultados obtenidos a partir de criterios científicos y clínicos. Aspectos, todos ellos, tratados total o parcialmente en otros lugares (por ejemplo, Fernández-Ballesteros, 1981, 1995; Gil Roales-Nieto, 1986; Johnston y Pennypacker, 1980: Kazdin, 1980; Labrador, 1986; Luciano. 1996b: Nelson y Hayes, 1986), y que no es necesario repetir aquí. Así pues, en psicología de la salud se precisa evaluar para saber cuál v cómo es el problema, si la intervención consiguió o no sus propósitos, y si el problema reaparece o no, o el objetivo de salud se mantiene a lo largo ele un tiempo preestablecido, convencionalmente denominado seguimiento. Para lo primero y lo último la tarea de medición resulta algo más sencilla en tanto sólo se requiere de técnicas e instrumentos que sean fiables, válidos, sensibles y específicos. Para lo segundo, continúan faltando instrumentos y técnicas de medida, pero también se requieren estrategias o diseños que permitan aclarar, además de si hubo o no cambio, a qué se pudo deber éste, si fue superior al esperado al azar o por efecto del devenir «normal» de los acontecimientos; o bien si los cambios obtenidos por dos o más tipos de intervenciones difieren entre sí y por qué lo hacen. Desde la perspectiva de la teoría de sistemas, la enfermedad y la salud son vistas como el resulta-do de la interacción de los niveles de organización que corresponden a los sistemas biológico, psicológico y social, de modo que la enfermedad refleja rupturas del equilibrio interior de uno o más ni-veles de la organización, mientras que la salud representa el mantenimiento de tal equilibrio. Inspirada en esta presunción de interdependencia, la concepción biopsicosocial postula que todas las fa-cetas de la salud y la enfermedad deben ser investigadas, y con ello medidas, si el objetivo es responder adecuadamente a las necesidades de un paciente para restaurar su salud, o a las de un individuo o grupo para mantenerse sanos (Schwartz, Tapp y Brucker, 1985). Esto significa que la evaluación psicológica debe considerarse un componente más por derecho propio de toda actividad evaluadora en el ámbito de la salud y la enfermedad. El hecho de que la intervención en psicología de la salud cubra todos los posibles ámbitos de actuación desde el individual hasta los diferentes niveles de colectividad, y tenga por objetivos desde la prevención de lo que aún no ha acontecido hasta la eliminación de lo que está aconteciendo, provoca que la evaluación revista todassus posibilidades y niveles, y se vea abocada al uso de todo tipo de prácticas e instrumentos de medición, desde las pruebas bioquímicas, la entrevista o el cuestionario de aplicación personal, hasta la encuesta masiva. Por razones de desarrollo histórico y ubicación conceptual, la evaluación en psicología de la salud casa mejor con la aproximación conocida corno evaluación conductual, en tanto resulta el suyo un MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 3 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD modelo de medición acorde con los planteamientos del modelo marco biopsicosocial. A este respecto, Keefe y Blumenthal (1982) especificaban cinco principios básicos que deberían dirigir la evaluación en psicología de la salud, y que en buena medida coinciden con las cinco funciones básicas de la evaluación señaladas por Pinkerton, Hughes y Wenrich (1982): 1) la consideración de los comportamientos o fenómenos objeto de evaluación en términos observables y mensurables, siempre que ello sea posible; 2) una atención especial a la evaluación de la interacción entre comportamiento y fenómenos ambientales y fisiológicos, más que la medida aislada y atomizada de ambas partes; 3) un énfasis en la conexión del proceso evaluador con el de aplicación del programa o tratamiento, en tanto ambos forman partes indisolubles de lo que se entiende como proceso de intervención; 4) la repetición de la medida a través del tiempo, en tina secuencia de medición-aplicación-medición continua e integra-da que permita comparar los niveles del cambio a lo largo del tiempo, y 5) el mantenimiento de un espíritu evaluador a lo largo de la propia aplicación del programa o tratamiento en cuestión, de manera que la efectividad de la aplicación se haga evidente y permita la rectificación sobre la marcha si fuera preciso. Objetivos de evaluación Evaluación psicológica y médica deben complementarse en tanto signifiquen el aporte de datos que deben ser considerados interactivamerite. Ahora bien, los objetivos de la evaluación en psicología de la salud dependen de los intereses en juego, de que la intervención se planee sobre la salud y/o la enfermedad y de que se pretenda trabajar a un nivel individual, grupal, institucional o comunitario. De igual manera que la evaluación médica de la enfermedad está diseñada para intentar cubrir cuatro grandes objetivos (Schwartz. Tapp y Brucker. 1985), consistentes en delimitar las condiciones y subcondiciones que están contribuyendo al comienzo y mantenimiento de una enfermedad, proporcionar un grado de predictibilidad acerca del curso futuro del trastorno, proporcionar alguna dirección al profesional para planear y llevar a cabo la intervención que regulará la condición patológica y proveer un lenguaje común que facilite la comunicación entre los profesionales. La evaluación en psicología de la salud puede diseñarse para cubrir los mismos objetivos en el nivel o plano de actuación que le corresponde, en lo que se refiere a la evaluación de cualquier proceso de enfermedad que demande una intervención psicológica conjunta a la médica. Así, la evaluación psicológica de la enfermedad debe: 1. Delimitar las condiciones y subcondiciones (personales — conductuales, cognitivas y psicofisiológicas—, interpersonales. comunitarias y sociales) que están contribuyen-do al comienzo y/o mantenimiento de una enfermedad, a la vez que de las variables de las cuales aquéllas dependen. 2. Contribuir a proporcionar un grado de predictibilidad acerca del futuro del desorden en lo que respecta a las variables presentes de su competencia. 3. Mediante el juicio diagnóstico correspondiente que establezca la conexión funcional o interacciones causantes de las condiciones y subcondiciones contribuyentes al proceso patológico, proporcionar direcciones para la intervención en el ámbito de su competencia. 4. Proveer un lenguaje común que facilite la comunicación entre los profesionales. Con todo, la enfermedad sólo presenta la mitad literal del objeto total de estudio en psicología de la salud. Por ello, en igual manera que se diseña una evaluación psicológica de la enfermedad que atiende a sus peculiaridades, debe diseñarse una evaluación psicológica de la salud que no puede orientarse bajo las mismas coordenadas, ya que sus propósitos, instrumentos y contexto de aplicación deben adecuarse a la naturaleza propia del fenómeno bajo estudio. Sin embargo, desafortunadamente, la evaluación psicológica de la salud, aunque ya representa un campo amplio y de creciente desarrollo, está me-nos explorada que la evaluación de la enfermedad. Una de las razones puede ser que conocemos mucho menos sobre las condiciones y subcondiciones biológicas, psicológicas y sociales que conducen a la salud. Otra razón tiene que ver con los intereses sociales hacia la potenciación de ciertas tareas científicas y asistenciales frente a otras; y en ello, aquellas que tratan condiciones que generan consecuencias aversivas poderosas tienden a mantenerse como prioritarias. Ahora bien, en este plano de evaluación de la salud, o de los estados de salud, o del comportamiento relacionado con la salud ¿cabría pensar en una evaluación o exploración psicológica preventiva para personas sanas, al estilo de los «chequeos» médicos, que intentara detectar la presencia de modos de vida, hábitos específicos, relaciones, etc., potencialmente peligrosos para la salud? Cabría, una vez que tuviéramos medianamente precisados los parámetros que marcan el punto o límite de riesgo necesario y suficiente para que ciertas prácticas conductuales y sociales sean precursoras de la enfermedad. MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 4 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD Además, todas las salvedades y cautelas deben ser tomadas cuando se aborda este aspecto de la evaluación en salud o la evaluación para la prevención. Un ejemplo lo ofrecen las valoraciones del riesgo para la salud (Health Risk Appraisals) tan utilizadas y popularizadas en los Estados Unidos y Canadá (p. ej., Berlin, Thorington, McKinley y McKinley, 1990; Weiss, 1984), surgidas originariamente con el propósito de precisar con cierta aproximación la esperanza de vida individual en función de las condiciones biológicas, psicológicas y sociales de cada persona, y que, sin embargo, además de tratarse de valoraciones poco válidas y fiables han terminado por derivar en un instrumento muy criticado y apreciado tan sólo por las compañías de seguros que lo aplican a sus potenciales clientes —abierta o subrepticiamente— a fin de aceptarles como tales o no, o bien hacerlo en según qué condiciones de prima. TTÉÉCCNNIICCAASS EE IINNSSTTRRUUMMEENNTTOOSS DDEE EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN EENN PPSSIICCOOLLOOGGÍÍAA DDEE LLAA SSAALLUUDD La evaluación en psicología de la salud dispone para su aplicación de buena parte de los instrumentos y técnicas elaborados para la evaluación conductual en clínica, aunque también ha genera-do numerosos instrumentos de aplicación específica a su objeto de estudio. Además, otros instrumentos han surgido en áreas de conocimiento relacionadas con la psicología de la salud, como es el caso de las escalas y medidas de calidad de vida y de cuantificación del riesgo para la salud surgidas en el ámbito de la salud pública y la epidemiología, que han terminado por incorporarse al repertorio evaluador de nuestra disciplina. Igualmente, con frecuencia se toman medidas que tradicional- mente han sido consideradas como de competencia médica, de ahí que la evaluación en psicología de la salud presente algunas complicaciones propias de la especial complejidad y extensión de su objeto de estudio. Como, resulta lógico para cualquier proceso de evaluación, la decisión sobre qué particular método, instrumento o técnica emplear dependedel tipo de información que se desee obtener, el tipo de objetivos que se desee cubrir y las características propias del fenómeno a evaluar. Como habíamos comenzado señalando, los objetivos de la evaluación responden a los objetivos de la intervención. Siendo así, cabría establecer tina serie de propósitos generales de la evaluación en psicología de la salud que respondieran a los posibles objetivos de intervención. A este respecto Karoly (1985) señaló siete principales propósitos de la evaluación que continúan pareciéndonos una buena categorización. Los propósitos, en parte reciclados', incluirían: 1. Clasificación, diagnóstico y predicción o prognosis, y que haría referencia a evaluar para intervenciones con objetivos de control de la enfermedad. 2. Tratamiento y rehabilitación, y que debe verse como una continuación natural del propósito anterior, en tanto el diagnóstico no es sino el pórtico de entrada que indica las relaciones funcionales responsables del problema y señala o apunta qué interacciones terapéuticas pueden resultar adecuadas. 3. Prevención y promoción de la salud,'que ha-ría referencia a evaluaciones llevadas a cabo con el propósito de mantener estados de salud en individuos sanos, o estados de la mayor salud posible en individuos con enfermedad crónica, así como el control de la incidencia de enfermedades. 4. Cuidado de la salud, que puede entenderse como el propósito de cuidado institucional de la salud tanto a nivel individual como colectivo. Por ejemplo, evaluación de la ad-herencia al tratamiento y evaluaciones con propósitos de salud pública caerían dentro de esta categoría. 5. Planificación de política sanitaria, que incluiría aquellas evaluaciones con propósitos de salud pública, o de toma de decisiones sobre actuaciones legislativas o presupuestarias (dotación de medios económicos, infraestructura de atención sanitaria, tipo de medios humanos en atención, etc.), entre otras. 6. Investigación. 7. Enseñanza. A tenor de los propósitos anteriores. Karoly (1985. p. 7) señaló un listado de objetivos de evaluación en psicología de la salud que puede tomar-se como un planteamiento general desglosable en multitud de objetivos más específicos. El listado original señalaba como objetivos de evaluación los siguientes: — Estado(s) de enfermedad (individual y a nivel de grupos). - Estado(s) de salud (individual y a nivel de grupos) y bienestar. - Hábitos diarios de salud y nivel de efectividad funcional. — Procesos psicológicos en la enfermedad (cognitivos, conductuales, sociales, afectivos). — Procesos naturales de recuperación de la enfermedad. — Respuesta a inducciones controladas en laboratorio (pruebas de estrés). — Procesos de rehabilitación. MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 5 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD — Promoción de la salud y prevención (procesos de estilo de vida y resultados en salud). - Condiciones socioeconómicas que afectan a la salud (p. ej., pobreza, masificación, etcétera). - Riesgos ecológicos para la salud. — Utilización del sistema de salud. adherencia al tratamiento. Para llevar a cabo cualquiera de los anteriores objetivos de evaluación, enmarcado en uno u otro de los propósitos descritos, se dispone de diferentes tipos de medidas, que revisaremos a continuación. Medidas bioquímicas y psicofisiológicas Las medidas resultantes de la evaluación médica no son un objeto directo ni prioritario de atención en psicología de la salud, pero proporcionan información siempre útil y con frecuencia necesaria, en el sentido de que suelen ser el marco o nivel objetivo de referencia en la intervención en la enfermedad y la promoción de la salud. Obvia-mente su mayor importancia se alcanza en la intervención sobre la enfermedad, cuando el proceso patológico se ha desencadenado ya y el objetivo es restaurar la salud hasta el punto en que ello sea posible. Serán entonces, el fundamental criterio de contraste de la eficacia de la intervención'. Además, cuando se actúa en prevención primaria o promoción de la salud, ciertos datos relativos a la vertiente médica son indispensables para el psicólogo de la salud, en tanto, por ejemplo, que pueden ser los objetivos primarios de su intervención (i. e., mantener cierto peso, ciertos niveles de presión sanguínea, de colesterol en plasma, de glucosa en sangre. de placa dental bacteriana. etc.). El propósito primario de la evaluación médica es el diagnóstico médico, es decir, la identificación de la enfermedad a través de sus signos y síntomas con la especificación de su etiología y la planificación del tratamiento adecuado. Para ello, la medicina dispone de múltiples pruebas e instrumentos que van desde la más elemental historia clínica a las más sofisticadas pruebas funcionales y de labora-torio. Numerosos datos obtenidos en el curso de la evaluación médica son de importancia para la consideración de los aspectos psicológicos del paciente. Sin embargo, lo usual es que el proceso de evaluación médica no permita aflorar ciertos datos de relevancia para el psicólogo, a menos (que se haga desde una óptica biopsicosocial. Algunos intentos de ampliar los horizontes de la exploración y evaluación médicas ya han sido abordados, como es el caso del método desarrollado por Bjorn y Cross (1971) y denominado SOAP (S de subjective, O de objective, A de assessment y P de plan de trata-miento). Con todo, el interés por algunas medidas médicas es tan directo e indispensable que han pasado a ser consideradas un inexcusable objetivo de medida en psicología de la salud. Las medidas bioquímicas de interés, obtenidas o no dentro del proceso de evaluación médica, suelen ser concernientes a la actividad de los sistemas endocrino e inmune, y en ocasiones sirven para proporcionar datos que resultan adicionales o complementarios a los obtenidos mediante los registros electrofisiológicos (Phillips, 1991), aunque en otros casos son la principal y esencial medida. Ejemplos de esta casuística son las medidas del nivel de glucosa en sangre capilar y en orina que se emplean en el caso de las intervenciones en diabetes mellitus, o las medidas del nivel de tiocianato en saliva que se emplea en la intervención en tabaquismo, o las del nivel de cortisol en saliva. Igualmente, ejemplo de medidas de la actividad del sistema inmunológico empleadas en psicología de la salud son la res-puesta proliferativa de los linfocitos, o los cambios en los niveles séricos de anticuerpos. En cualquier caso se trata de medidas sofistica-das tomadas sólo como punto de referencia para en-tender cuál puede haber sido el efecto biológico de las interacciones bajo estudio (estrés, apoyo social, relajación, intervenciones terapéuticas...), pero en algunos casos no son medidas que el psicólogo obtenga directamente. Los fluidos corporales suelen ser la fuente de la que se obtienen las muestras correspondientes para la evaluación de los indicado-res bioquímicos. Sangre, orina, saliva y sudor contienen numerosos elementos de interés tales como sales, metabolitos, hormonas e indicadores de la actividad del sistema inmunológico (Phillips, 1991). El empleo de medidas bioquímicas, como forma de valoración de los resultados obtenidos en las intervenciones psicológicas en numerosos trastornos, significa la incorporación de medidas típicamente médicas a la evaluación psicológica, que pueden emplearse como un criterio objetivo de control de otras fuentes de información —p. ej., los autoinformes—, y pueden cumplir un importante papel como criterios de comprobación de la eficacia de la intervención psicológica para los profesionales de la salud'. Tal empleo es evidente, por ejemplo, cuando se está evaluando la adherencia del paciente a la toma de medicamentos, o informes sobre consumo de sustancias adictivas. Un caso especial viene representado por el empleode algunas medidas bioquímicas como parte integrante del procedimiento de intervención. Tales son los casos de la medición de los niveles de MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 6 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD glucosa en sangre y de tiocianato en saliva, que pueden emplearse — especialmente en el primer caso—para proporcionar un elemento de (bio) feedback que refuerce patrones comportamentales asociados con su producción. Las medidas psicofisiológicas son relevantes en psicología de la salud en tanto su utilidad como indicadores objetivos frente a los que confrontar los datos obtenidos por medio de otros procedimientos tales como autoinformes, y en tanto la evaluación psicofisiológica es susceptible de ser empleada como herramienta de selección de individuos potencialmente vulnerables al desarrollo de cierto tipo de alteraciones de salud. Basándose en el presupuesto teórico de la especificidad individual a nivel psicofisiológico —desarrollada a partir de la concepción multidimensional de la activación de Lacey (1967) y Lacey y Lacey (1980)—, se ha pro-puesto la elaboración de «perfiles psicofisiológicos de riesgo» para cierto tipo de alteraciones —úlcera, cardiovasculares, etc.—, en tanto se trataría de formas estereotipadas de responder que harían a los individuos que las poseyeran especialmente vulnerables a los efectos de la acción del ambiente —p. ej., estímulos o situaciones estresantes—. Si ello fuera así, la detección de dichas pautas de reacción psicofisiológica permitiría la actuación preventiva. Sin embargo, un problema práctico en el empleo de medidas psicofisiológicas a gran escala reside en el alto coste —en materiales, tiempo y personal—que la aplicación sistemática, de un programa preventivo basado en una evaluación psicofisiológica supondría, acrecentado por el hecho de que el porcentaje de población diana pudiera resultar muy restringido. De mayor utilidad, en estos momentos, parece la aplicación de la evaluación de las características psicofisiológicas a nivel individual, en tanto puede precisarse la eficacia diferencial de uno u otro tipo de tratamiento en función tanto de las características del individuo como de la naturaleza e implicaciones psicofisiológicas de su problema. Asimismo, no podemos olvidar que numerosas intervenciones en psicología de la salud tienen como objetivo expreso la alteración de ciertas funciones fisiológicas, por lo que la evaluación psicofisiológica alcanza caracteres de medida principal. Es el caso en intervenciones sobre hipertensión esencial, tortícolis espasmódica, enfermedad de Raynaud, dolor crónico, epilepsia, cefaleas tensionales y migrañosas, arritmias cardíacas, asma, etcétera, que emplean técnicas de biofeedback (p. ej., Beatty y Legewie, 1977; Birbaumer y Kimmel, 1979; Carlson y Seifert, 1991; Hatch, Fisher y Rugh, 1987). En otros casos, la evaluación psicofisiológica puede arrojar luz sobre la etiología probable de ciertas quejas o síntomas que un paciente presente. Es el caso, por ejemplo, de pacientes cuyo problema aparente sea el padecimiento de cefaleas y no muestren, sin embargo, alteraciones concomitantes en sus registros electromiográficos. En tales casos, la evaluación puede poner sobre la pista de posibles razones alternativas que expliquen la «alteración». Un aspecto pendiente en el empleo de las medidas psicofisiológicas como herramienta de evaluación en psicología de la salud se refiere a los problemas de interpretación y a la variabilidad en las medidas que caracterizan ciertos registros. En cualquier caso, es de esperar que el avance a nivel de investigación básica y el aumento en su empleo clínico progresivamente vayan puliendo estos flecos normales en cualquier área en expansión. Entrevista La entrevista es una herramienta útil para la evaluación en salud y en enfermedad, en tanto es el modo más versátil para obtener datos sobre estilos de vida, actitudes, creencias y prácticas concretas de *salud. En el ámbito de evaluación de la enfermedad, por ejemplo, la entrevista no sólo permite la obtención de información relevante sobre los problemas del paciente y. las posibles variables con ellos relacionadas, sino también crear el clima de confianza y relación empática tan necesario en clínica. Por su fácil puesta en práctica y su gran versatilidad es, quizá, el método más empleado en evaluación psicológica individual. Independientemente del objetivo con el que sea empleada, la entrevista puede variar desde formas nada estructuradas has-ta otras rígidamente organizadas; desde la búsqueda de información general hasta el intento por obtener datos precisos y concretos sobre aspectos parciales de la vida del sujeto, y desde el enfoque sobre la historia lejana del paciente hasta la consideración de la historia reciente o inmediata. Aun cuando cualquier entrevista debe contener, y de hecho contiene, una mínima estructuración, el grado de rigidez en las cuestiones exploradas marca la frontera entre entrevistas estructuradas y abiertas o no estructuradas. En estas últimas, cabe la posibilidad de que las propias respuestas del individuo modifiquen el rumbo de la entrevista, de manera que se persiga el aislamiento de los datos más relevantes de cara al fenómeno objeto de evaluación. MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 7 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD Keefe (1979) señalaba seis importantes funciones que cumple la entrevista en el marco de su aplicación en psicología de la salud, a saber: 1. Como una forma de reunir información sobre la historia conductual del paciente, en clara equivalencia funcional con la consabida «historia clínica» usual desde la perspectiva médica. Para ello debe obtener datos acerca del comienzo del problema objeto de intervención, de sus cambios o modificaciones a lo largo del tiempo y de los factores presumiblemente implicados en su mantenimiento. La historia confeccionada mediante la entrevista conductual debe ser en- tendida como un suplemento de la historia médica, de manera que en la situación ideal ambas deberían complementarse y confluir en una perspectiva única personal y social del paciente. 2. Como un método de especificación y definición de los problemas objeto de atención, en tanto los pacientes tienden —por motivos socioculturales, principalmente— a definir sus problemas en términos vagos o muy generales, de manera que la entrevista puede ayudar a precisarlos. 3. Como un método para identificar los facto-res de control del ambiente actual del paciente, en tanto para precisar el tratamiento es de sumo interés conocer todo lo posible sobre las circunstancias ambientales corrientes en las que se está expresando el problema. 4. Como una muestra de conducta del repertorio del paciente, esto es, como la oportunidad de observar el comportamiento del paciente en tanto su conducta verbal, sus maneras, sus gestos, su apariencia física, su forma de interaccionar con otros, etcétera. 5. Como una oportunidad para compartir in-formación con el paciente acerca del abordaje de los problemas desde el punto de vista conductual en psicología de la salud: en tanto es muy probable que los puntos de vista y actitudes del paciente sobre sus problemas y sus causas formen parte del sesgo biomédico con el que se contemplan los problemas de salud, la entrevista es una excelente oportunidad para anunciar al paciente ciertos puntos de vista generales sobre su papel y el papel del contexto y las personas que le rodean respecto a sus problemas. 6. Como una oportunidad para iniciar el re-forzamiento social y el establecimiento de lazos interactivos positivos con el paciente, en tanto resulta vital un clima de confianza mutua y colaboración que con frecuencia se pasa por alto y se cree reservado a ciertas intervencionesvinculadas a aproximaciones humanistas o dinámicas: desde la perspectiva conductual en psicología de la salud debe otorgarse una extraordinaria importancia a estas cuestiones en tanto debe contemplarse la interacción terapéutica primero como una interacción humana y después como una interacción profesional. Para personas que sufren dolor y afrontan situaciones difíciles o angustiosas, encontrar un profesional que establezca con ellos una correcta y humana relación puede ser tan importante como el más activo de los componentes de la terapia que les sea aplicada. Cuestionarios y pruebas psicológicas En psicología de la salud se emplean muy diferentes pruebas y cuestionarios con los más variados propósitos. El empleo de pruebas de personalidad tanto con fines investigadores como clínicos es frecuente, y lo es también el empleo de pruebas de inteligencia. Por ejemplo, el cuestionario de personalidad MMPI ha sido empleado bien parcialmente (por ejemplo, en algunos estudios relativos al Patrón de Conducta Tipo A), bien globalmente para el intento de detección de evidencias sobre psicopatologías en pacientes médicos. Aguirre (1992) señalaba cómo ciertas pruebas de personalidad (MMP1, 16PF y EPQ. principalmente) se vienen empleando en intentos de relacionar personalidad y enfermedad y salud, tanto para precisar si ciertos tipos de personalidad implican una mayor o menor predisposición a enfermar, como para delimitar si existen o no personalidades específicamente propensas a desarrollar determinado tipo de trastornos. Aguirre (1992) recoge algunas interesantes consideraciones críticas acerca de la utilización de este tipo de pruebas en psicología de la salud, por de-más duramente contestadas por otros autores (p. ej., Eysenck, 1994; Karoly, 1985). Otras pruebas tales como el Cuestionario de ansiedad estado-rasgo de Spielberger, Gorsuch y Lushene (1970) y el del Inventario de manifestación de la ira rasgo- estado (STAXI) del mismo grupo —recuérdese la relación del constructo ira-hostilidad con los trastornos coronarios— se han empleado también. Ahora bien, la inadecuación de las pruebas clásicas de personalidad a los objetivos de la psicología de la salud, ha provocado la elaboración de pruebas alternativas generales y específicas que resulten adecuadas a dichos objetivos. Un ejemplo es el Cuestionario de salud comportamental elabora-do por Millon, Green y Meagher (1992, para la versión castellana), que permite evaluar en el sujeto hasta ocho diferentes estilos de personalidad vistos también como «estilos de afrontamiento» (Green, 1982), y seis diferentes actitudes psicógenas MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 8 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD consideradas como sentimientos y percepciones personales frente al estrés, e identificados por cada una de las seis escalas siguientes: 1) escala de tensión crónica; 2) escala de estrés reciente; 3) escala de pesimismo premórbido; 4) escala de falta de esperanza en el futuro; 5) escala de alienación social, y 6) escala de ansiedad somática. A la vez cuenta con tres escalas psicosomáticas y otras tres de índices pronósticos (previsión de problemas futuros en cuanto curso de la enfermedad y respuesta al trata-miento), derivado todo ello de la teoría de la personalidad de Millon (1969). En esta línea, conviene señalar aquí los instrumentos desarrollados por el grupo de Grossarth-Maticek y Eysenck (p. ej.. Grossarth-Maticek y Eysenck, 1990) para evaluar, principalmente, los tipos de personalidad relacionados. según sus datos, con mayor probabilidad de desarrollar afecciones cardíacas (el denominado Tipo II) y cáncer (el denominado Tipo 1), aunque los instrumentos exploran también los otros cuatro tipos de personalidad de la tipología de seis elaborada por este grupo. De dichos instrumentos, existe versión española (Sandín y Chorot, 1991c; Sandín. Chorot, Navas y Santed. 1992) del Short Interpersonal Reactions 1nventory (SIRI) con el nombre de Inventario de reacciones interpersonales. Igualmente, Pelechano y su grupo han elabora-do numerosas pruebas' aplicadas al estudio de las relaciones salud/enfermedad y personalidad, que bien han sido generadas con tal propósito. bien resultan de fácil aplicación al mismo. Por lo demás, en la última década se ha desarrollado una miríada de cuestionarios específicos destinados a identificar las condiciones relativas a problemas de salud concretos tales como tabaquismo, patrones de alimentación inadecuados, actividad física, consumo de alcohol y/o drogas, etcétera, algunos de los cuales pueden encontrarse referidos en Brantley y Bruce (1986) —quienes los denominan «cuestionarios orientados a problemas»— y Keefe (1979), o en la más reciente publicación de Schroeder (1991). Observación directa Al menos desde la perspectiva de la evaluación conductual, la observación directa ha sido reconocida como la técnica de evaluación preferida sobre cualquier otra (p. ej.. Brantley y Bruce. 1986). Tan es así que con frecuencia los datos obtenidos mediante evaluación por observación directa se empican como punto de referencia para la validación de la información obtenida mediante otras técnicas (cuestionarios o entrevistas). Además, al proporcionar datos sobre ocurrencias reales y naturales del comportamiento objeto de evaluación, permite tanto el logro de una detallada descripción de tales comportamientos como de las condiciones de ocurrencia antecedentes y consecuentes, a la vez que la obtención de datos sobre todos los parámetros necesitados (frecuencia, duración, control estimular, latencia...). Es más, como señala Keefe (1979), con frecuencia los datos obtenidos por observación directa hacen aflorar información de relevancia que no es aportada por otros procedimientos, o bien ha sido considerada secundaria o poco relevante atendiendo al informe del paciente o de otros. La razón, entre otras, puede consistir en que el propio paciente no sea consciente del papel desempeñado por ciertas circunstancias. contextos o personas respecto a su propio comportamiento, o de su verdadera frecuencia, duración o latencia. En un contexto de internado, como sería el caso de la actuación sobre pacientes hospitalizados, el personal de enfermería representa la mejor opción para el logro de información mediante la observación sistemática del comportamiento del paciente. Desde la publicación del informe clásico de Ayllon y Michael (1959) sobre el papel del personal de enfermería como agentes de la evaluación y el cambio del comportamiento de pacientes psiquiátricos, es-tos profesionales se han convertido en uno de los más firmes y potentes aliados de la intervención psicológica en salud y enfermedad. De acuerdo a las recomendaciones de Brantley y Bruce (1986), cuan-do el personal de enfermería está funcionando como agente de evaluación en la toma de datos por observación directa, debemos tener en cuenta una serie de cuestiones que probabilizan el éxito y la fiabilidad de la operación de medición. Entre ellas se encuentran la elaboración de procedimientos de toma de datos que resulten claros. sencillos y lo más específicos posible y, especialmente, diseñados de tal manera que su cumplimentación interrumpa lo mínimo posible la muy elaborada rutina hospitalaria. Con frecuencia la observación directa debe llevarse a cabo fuera de contextos hospitalarios o clínicos, bien por tratarse de pacientes en régimen ambulatorio, bien por ser intervenciones sobre personas no catalogadas como pacientes o sobre comportamientos de salud (por ejemplo, intervenciones sobre pacientes crónicos en régimen ambulatorio, sobre individuos que deseen cambiar sus hábitos de alimentación, actividad o consumo de sustancias nocivas para la salud, o bien sobre otros aspectos de promoción de la salud). En dichos casos, la obtención de datos por observación directa ha de contarcon la colaboración de las personas que conviven con el paciente o persona objetivo de la intervención. Más aún, con frecuencia es vital di-cha MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 9 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD colaboración para llevar a cabo controles sobre la fiabilidad de los datos informados por el propio sujeto. Para el caso de pacientes crónicos esto también resulta especialmente relevante, así como para los casos en los que el comportamiento de salud o los aspectos de una enfermedad sean eventos públicos. Por ejemplo, en el tratamiento del tabaquismo las personas que conviven con quien está tratando de abandonar el tabaco son especial-mente importantes en la obtención de datos —más aún si no está disponible la posibilidad de obtener evaluaciones bioquímicas—. Igual sucede en el caso de la intervención en pacientes crónicos o con niños sobre aspectos de adherencia al tratamiento, por citar sólo una de las muchas casuísticas posibles. Por último, una de las formas de obtención de datos por observación y registro directo más peculiares se encuentra en los registros de actividad fisiológica obtenidos por medios telemétricos, ya que el proceso es automático y sólo requiere que el paciente porte el correspondiente instrumento de medida. Existen ejemplos de aplicaciones al registro de arritmias cardíacas (ver Lown, Verrier y Rabinowitz. 1977), así como al control de las glucemias en sangre en casa mediante reflectómetros con memoria incorporada u ordenadores de mano tales como el Psion P250 (Cox, Gonder-Frederick. Ricbards y Clarke, 1992), aunque en este último caso el procedimiento se encuentra a mitad de camino entre una técnica de autoinforme y una de observación, dado que la posibilidad de fraude existe, aunque si el paciente realmente cumple, la obtención de datos no está mediatizada por el informe personal, sino que es directa. Autoobservación y autorregistro El autorregistro mediante la autoobservación es el método de obtención de datos más empleado y más versátil en psicología de la salud, algo que también sucede en la intervención clínica en psicología, en general. Además, el empleo de técnicas de autoobservación y autorregistro tiene una serie de ventajas añadidas que las convierten en técnicas especialmente interesantes si se solucionan los problemas de fiabilidad, su punto flaco por excelencia. En realidad, para ciertos objetivos, estas técnicas de autoinforme son de la máxima utilidad y conveniencia en todos los momentos del proceso de intervención; por ejemplo. una persona entrenada en la discriminación de su propio comportamiento es más sensible a sus cambios y está en disposición de ser consciente de lo que siente o hace, las condiciones antecedentes a ello y las consecuencias para él y los demás. Además, es una técnica de evaluación con intrínsecos beneficios terapéuticos (que, no obstante, representan un problema de validez interna cuando los propósitos son de investigación), ya que hace consciente al paciente de aspectos de su propio comportamiento que pudieran estar pasándole desapercibidos o sobre los que podía mantener creencias equívocas. Permite, igual- mente. al propio paciente controlar su progreso, por lo que adquiere una función de feedback que fortalece el comportamiento de cambio y permite rectificar. El empleo de la autoobservación y el autorregistro tiene otra serie de ventajas acordes con el en-foque centrado en el individuo, en tanto que colo-ca el mayor énfasis sobre el control del proceso de cambio sobre el propio paciente, concediéndole responsabilidad acerca de su propia conducta y su cambio o mantenimiento, y no desplazándola sobre profesionales o instituciones que, tan a menudo producen una despersonalización del proceso de cambio terapéutico. Esto se hace muy evidente en la intervención en enfermedades crónicas. Por ejemplo, en pacientes diabéticos bajo la forma de tratamiento tradicional es frecuente encontrar valoraciones despersonalizadas sobre los problemas de la enfermedad, de modo que si los índices bioquímicos señalan un control inadecuado, el paciente espera que la solución provenga del profesional, adoptando un papel pasivo. Por el contrario, en pacientes diabéticos entrenados en autoobservación y autorregistro no sucede tal; antes bien, el propio paciente es consciente de la causa posible de las alteraciones aparecidas en su enfermedad, o de la causa de sus buenos índices bioquímicos, en tanto es sensible a los fenómenos de su vida relacionados con todo ello. El empleo de este tipo de técnicas es, por tanto, algo no sólo necesario por el hecho de que medidas «más objetivas» no estén siempre disponibles" sino que, con habilidad, pueden convertirse en un instrumento muy versátil y con un gran valor terapéutico y preventivo en cualquiera de las fases de la intervención. A la par, producen un efecto de heamanización de la intervención y de responsabilidad personal para el sujeto nada desdeñable, especialmente cuando una de las principales quejas de los pacientes es, precisamente. la tecnificación y des- humanización creciente de la práctica profesional en salud. Keefe (1979) señalaba tres fases como elementos necesarios a todo proceso de autoobservación y autorregistro: 1) una fase de entrenamiento en la que el paciente o persona objetivo de la intervención aprende a discriminar el comportamiento objetivo y los parámetros de interés que ha de registrar y se familiariza con los procedimientos e instrumentos de registro; 2) una fase de autorregistro en la que realiza la MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 10 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD toma de datos pertinente, y 3) una fase de análisis de los datos registrados en la que, junto al profesional que dirige el proceso. Se observan y discuten los patrones observados, las relaciones o tendencias aparecidas y cuantos aspectos de interés resulten aprovechables. En algunos casos los procedimientos de autorregistro han llegado a institucionalizarse como un procedimiento normalizado que se ofrece al paciente como una herramienta de autocontrol y cambio terapéutico. Este es el caso. por ejemplo, en la diabetes, trastorno para el que se dispone de múltiples sistemas de autorregistro de los indicadores bioquímicos del control diabético (especialmente, niveles de glucosa en sangre y orina y niveles de acetona en sangre y orina). El propio paciente puede llevar a cabo la analítica correspondiente y anotar los resultados en diarios o fichas de autocontrol de los que existen múltiples versiones confeccionadas por las propias empresas farmacéuticas que fabrican material de cuidado diabético. El paciente acude a sus citas de revisión con el diario o cuaderno en el que ha recogido sus datos a lo largo de un determinado período de tiempo. Para otros trastornos no tan institucionalizados en su cuidado, el sistema de autoobservación y autorregistro debe fabricarse ex nono, y numerosos procedimientos han sido utilizados al respecto incluyendo diarios de síntomas, fichas de anotación, tablas diarias, contadores mecánicos y algunos aparatos de control portátiles como los de automedición de la presión sanguínea, de gran utilidad para pacientes con trastornos coronarios o problemáticas en las que resulten necesarias o convenientes mediciones sistemáticas de la misma. En realidad, es posible diseñar un sistema de autoobservación y autorregistro adecuado a virtualmente cualquier problemática de salud. La trascendental utilidad y versatilidad de las técnicas de autorregistro y autoobservación tan sólo se ve empañada por los conocidos problemas de fiabilidad, reactividad al registro y cumplimiento que pueden acompañar su empleo. Numerosos esfuerzos han sido realizados en pro de la mejora de la fiabilidad de los datosobtenidos mediante estas técnicas y en pro de la minimización de los cambios en los parámetros normales del comportamiento como consecuencia de la reactividad a la autoobservación. En algunos casos —por ejemplo, en tabaquismo— la disponibilidad de pruebas bioquímicas permite establecer controles esporádicos que indiquen la fiabilidad de los datos obtenidos por autorregistro, pero en otros casos es necesario establecer algún tipo de estrategia más elaborada (por ejemplo, otras personas que actúen como observa-dores según un programa establecido. empleo de «productos del comportamiento» como indicadores indirectos, etc.) que permita arrojar luz sobre la fiabilidad de los datos. Evaluación ecológica momentánea como estrategia evaluadora en psicología de la salud Recientemente ha sido propuesto un procedimiento o estrategia de evaluación denominado Evaluación Ecológica Momentánea (EEM: Ecological Momentary Assessment) (Stone y Shiffman, 1994) para su aplicación en la intervención en psicología de la salud, que intenta sintetizar diversas recomendaciones o necesidades de adecuación de las formas de medida a los tipos de objetivos y la naturaleza de los fenómenos bajo estudio, habiendo sido elaborado al calor de la tradición de evaluación en contextos naturales frente a la evaluación en contextos clínicos o de laboratorio, y de la aplicación del método de muestreo de experiencias en psicopatología y en determinado tipo de intervenciones en psicología de la salud (p. ej., Csikszentmihalyi y Larson, 1987; De Vries, 1992; Istvan y Matarazzo, 1984: Kozlowski. Ferrence y Corbit. 1990; Vaillant. Schnurr, Baron y Gerber. 1991: Zacny, 1990). El procedimiento persigue la obtención de medidas directas en el contexto cotidiano como con-traste al excesivo uso de medidas de información verbal obtenidas mediante autoinformes retrospectivos (sean entrevistas, cuestionarios o tests) y de contextos no naturales o cotidianos para los sujetos. Cuatro características cardinales configuran el procedimiento EEM tal como aparece reflejado en Stone y Shiffman (1994) y que ligeramente reformuladas, para cubrir las exigencias de una perspectiva funcional, pueden enunciarse como sigue: 1. Medición de los fenómenos en el momento de su ocurrencia, bien por el uso de sistemas portátiles de registro para el caso de medidas psicolisiológicas o biológicas, bien mediante métodos de autorregistro instantáneo, persiguiendo evaluar la ocurrencia de los fenómenos de interés apresando el momento y el contexto concretos. 2. Exigencia de una cuidadosa temporalización en las medidas, en tanto que la necesidad de capturar los momentos y contextos relevantes obliga a emplear estrategias de muestreo que cubran las clases de eventos de interés en función del objetivo a evaluar. evitando sesgos temporales o situacionales. 3. Necesidad de un elevado número de observaciones repetidas, exigible por dos razones: a) la confianza en que grandes números de medidas producen muestras más confiables del estado relevante de un MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 11 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD comportamiento. y b) el interés en observar cómo el comportamiento o el indicador biológico objetivo (p. ej., secreción de cortisol, nivel de glucosa en sangre, presión sanguínea, fumar, precisión en el cumplimiento de un régimen. etc.) cambian en función de ciertos antecedentes situacionales (p. ej., de-mandas ambientales, presencia o ausencia de ciertas personas o actividades) y ciertas consecuencias (dolor, síntomas, conflicto con otros...), de forma que la evaluación pueda conceder la oportunidad pala que aparezcan todas las variaciones posibles. 4. Las medidas deben tomarse en los ambientes o contextos naturales para cada individuo, a fin de ser consecuentes con el principio de que la evaluación debe captar muestras de la conducta de interés que re-presenten correctamente el resto de conducta no observada, y con el epistemológico de reconocer que el contexto es parte indisoluble de la interacción responsable de cada comportamiento. la identifican como tal (p. ej., Schwartz, Warren y Pickering, 1994; Shiffman y cols., 1994; Van Eck y Nicholson. 1994; Wheeler y Reis, 1991), y se han formulado propuestas sobre técnicas o modos concretos de operacionalizar evaluaciones desde este punto de vista, como la de Wheeler y Reis (1991) sobre tres formatos de programación de las observaciones y los registros (contingentes a un evento, contingentes al tiempo y contingentes a una señal). y la de Delespaul (1992) sobre diferentes esquemas de muestreo, aunque en este caso aplicados a la psicopatología. Con todo, la EEM no es un nuevo método de evaluación ni debe ser tenido por más de lo que es. Una estructuración sistemática de corrientes o formas de hacer en la evaluación conductual que ya se venían ejecutando y recomendando desde antiguo pero sin reunir en una propuesta de estrategia evaluadora con nombre propio. Así, por ejemplo, cabe señalar que las directrices de una evaluación conductual bien hecha siempre han exigido el cumplimiento de las características apuntadas por Stone y Shiffman (1994) como 1ementos diferenciales de la EEM, y si no compárense con la propuesta de Rojahn y Schroeder (1983) de las características generales que deben diferenciar la evaluación conductual de otros modos de hacer (el énfasis es nuestro): a) cuantificación de los fenómenos conductuales a través de la observación sistemática de diversos parámetros de respuesta con relación a diversos cambios ambientales; b) orientación hacia la detección del desarrollo, ejecución y evaluación del cambio conductual; c) consideración de la conducta medida bajo condiciones naturales como una muestra del repertorio del individuo, y en ningún caso como un fenómeno sintomático que re-fleje alguna causa subyacente, y d) un plan de actuación continuo, evaluando antes, durante y después de la intervención. La evaluación conductual de corte funcional que sintetiza Luciano (1996b: p. 165) pasándose en los planteamientos clásicos de Baer, Wolf y Risley ( 1968). Ciminero y Drabman (1977) y Evans y Nelson (1977). Con todo y al margen de la falta de re-conocimiento histórico de los precedentes, las posturas de la EEM reflejan la necesaria frescura en los datos que se requiere en psicología de la salud para contrarrestar el sistemático abuso de las medidas indirectas de comportamiento, basadas en auto-informes retrospectivos que pueden ser consideradas como responsables en parte de numerosos da-tos contradictorios. Y parecerán de especial interés cuando el objetivo sea la búsqueda de pautas o patrones de comportamiento estables. EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN DDEELL EESSTTAADDOO DDEE SSAALLUUDD YY EESSCCAALLAASS DDEE MMEEDDIIDDAA EE LLAA CCAALLIIDDAADD DDEE VVIIDDAA Antes de que la aproximación biopsicosocial se consolidara como una alternativa al pensamiento biomédico tradicional. y antes de que la entrada en escena de la psicología de la salud supusiera la consideración de las medidas psicológicas como parte ineludible de cualquier consideración integral de la salud y la enfermedad. Los indicadores de salud tradicionalmente empleados eran básicamente los índices de mortalidad v morbilidad de la población que junto a otros indicadores secundarios se utilizaban para obtener un diagnóstico de salud de la población. Con todo, la restricción en el plantea-miento del diagnóstico de salud llega incluso hasta épocas de aceptación de la nueva orientación en salud y enfermedad. Así, por ejemplo, Delgado ) De la Revilla (1984) señalan los siguientes indicadores del nivel de salud establecidos por las directrices de salud del Ministerio y de la OMS tasa de mortalidad general, tasa de mortalidad infantil, tasas específicas de mortalidad por edad ) sexo y por causa, tasa de morbilidad proporcionaltasa de expectativa al nacer, altas hospitalarias por causas de edad y sexo, consultas por causa, edad ) sexo, y tasa de enfermedades de declaración obligatoria. MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 12 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD La cuestión de medir el estado de salud de la población (y de cada uno de los individuos que la componen) no se tiene ya por tan simple y bidimensional. Ahora bien, similares problemas a los encontrados en la definición de salud nos encontramos en el intento de precisar la medición de este fenómeno. Continúa siendo cierta la afirmación de Brantley y Bruce (1986) sobre la falta de medidas satisfactorias de salud. La práctica totalidad de evaluaciones de la salud o del estado de salud se con-figuran, en realidad, en torno a la medición de las alteraciones de la salud del estado subjetivo de bienestar y/o de la presencia de comportamientos de riesgo que se suponen alterarán la salud en un futuro más o menos próximo. Una forma de evaluar el estado de salud de los individuos es el empleo de escalas o puntuaciones subjetivas de salud percibida (Maddox. 1964; Maddox y Douglas. 1973: Otto. 1979; Palmore y Luikart, 1972). Esto es, el propio sujeto evalúa su estado de salud de acuerdo a una escala de valoración cualitativa (por ejemplo. «excelente». «buena», «suficiente», «pobre») o bien cuantitativa (en una escala de 0-10, por ejemplo). Sin embargo, la autoevaluación subjetiva no puede ser más que un indicativo muy grueso y aproximado del estado de salud, en tanto numerosos procesos poseen fases premórbidas asintomáticas y, en una perspectiva de futuro, un individuo determinado puede sentirse muy bien pero estar manteniendo comportamientos que suponen un riesgo de pérdida a corto o medio plazo de su salud, porque están generando las condiciones biológicas de su próxima alteración. Por otro lado, este tipo de evaluaciones sólo ofrece un índice muy general que necesita ser precisado. Una forma de hacerlo es emplear técnicas de autorregistro y autoobservación similares a las comentadas más atrás cuyo objetivo sea recabar datos a lo largo de un cierto período de tiempo sobre la presencia de los síntomas, estados subjetivos y comportamientos de riesgo y/o salud que tuvieran lugar (Banks y Beresford, 1979; Marcus, 1982: Ridgeway y Mathews, 1982; Verbrugge, 1980). Brantley , y Bruce (1986) denominan «diarios de salud» a las formas más típicas de autorregistro para la evaluación de la salud. En realidad, la utilidad de estos diarios de salud se ha extendido más allá de este ámbito concreto de empleo, de manera que son un método de autorregistro utilizado incluso más en el ámbito de la intervención sobre la enfermedad crónica, y los problemas que plantean son similares a los que repercuten sobre cualquier técnica de autoinforme. Otras formas de evaluar el estado de salud incluyen entrevistas estructuradas o no en inventarios de salud (el Cornell Medical ludex es el prototipo), así como cuestionarios que evalúan el estado de funcionamiento general o particular del sujeto (movilidad, autocuidado. independencia. actividades físicas y sociales. etc.) y la frecuencia de utilización de los servicios médicos. Igualmente, se ha intentado evaluar la salud, en una dimensión prospectiva, mediante la evaluación de la presencia de comportamientos preventivos de la enfermedad o comportamientos de salud en el repertorio de los individuos (p. ej., Kirscht, 1983). La forma habitual de evaluar la presencia de comportamientos saludables ha sido mediante el autoinforme a través de cuestionarios o entrevistas. Aun cuando varios de los comportamientos entendidos como saludables (no fumar, ejercicio físico, ciertos patrones de alimentación...) son perfectamente observables y susceptibles de ser delimitados con precisión, sucede que la mayor parte de los estudios llevados a cabo lo ha sido sobre muestras ó grupos de población sobre los que resultaría muy costoso diseñar pautas de evaluación suficientemente ex-tensas y prolongadas como para ser fiables y válidas. El autoinforme provee datos sobre numerosos patrones de comportamiento a lo largo de períodos prolongados de tiempo y con un coste material y de tiempo muy pequeño. Sin embargo, la posibilidad de evaluar el comportamiento saludable de pequeños grupos o de sujetos únicos mediante observación directa siempre está disponible y sería una práctica metodológicamente saludable introducir cortes en la muestra masivamente evaluada mediante autoinforme, que permitiesen predecir la fiabilidad de los mismos basándose en los datos más directos obtenidos sobre parte de ella. Otra manera de fortalecer los datos obtenidos por autoinforme consiste en compararlos con los obtenidos mediante pruebas criterio tales como algunos indicadores biológicos. Por ejemplo, pruebas de tiocianato para la contrastación de informes sobre no fumar, o de alcoholemia para contraste con el uso moderado de alcohol o la conducta abstemia: determinaciones de colesterol y triglicéridos para informes sobre toma de grasas en la dieta; determinaciones de glucosa para informes sobre conducta de adherencia en diabetes, etcétera. Rice (1987) ha desarrollado formas específicas de evaluar comportamientos de trascendencia para la salud como son la dieta o régimen nutritivo y las actividades de ejercicio físico; por ejemplo, el Perfil de conducta de salud para nutrición y dieta en forma de cuestionario autoaplicado, que permite comparar la práctica diaria habitual de alimentación con el patrón de alimentación considerado sano, v el Perfil de conducta de salud para el ejercicio en idéntica forma, que determina la adecuación de las actividades físicas habituales. Ambos instrumentos resultan muy fáciles de aplicar y permiten una autoevaluación rápida de los niveles de adecuación de estos dos repertorios a las pautas consideradas como saludables. MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 13 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD Ya hemos visto que el entramado de relaciones interpersonales, de grupo e institucionales que responden al nombre de apoyo social son algo muy re-levante para la salud en tanto su presencia parece favorecerla y su ausencia está relacionada con mayor afectación a nivel de morbilidad y mortalidad. Para su evaluación se dispone de algunos instreamentos entre los cuales Del Barrio (1992) cita los elaborados por Barrera (1980, 1981), la Arizona Social Support Interview Scale (ASSIS) (Escala de entrevista sobre apoyo social) y el Inventory of Socially Supportive Behaviours (ISSB) (Inventario de conductas sociales de apoyo), así como el Social Support Questionnaire (SSQ) (Cuestionario de apoyo social) elaborado por Sarason y cols. (1981. 1983). Un resumen de hasta 16 procedimientos que se emplean para medir el apoyo social puede encontrarse en Valdés y De Flores (1990). Otra forma en la que es necesario emplear el estado de salud o la salud en el proceso de evaluación es como referente a efectos de valorar el resultado de una intervención cuyo objetivo haya sido, precisamente la restauración o mejora de un estado de salud deteriorado. El estado de salud, o el sentimiento de salud, o el criterio médico de salud, en cuanto ausencia de sintomatología, o el nivel de funcionamiento, cualquiera de estos criterios, e incluso todos conjuntamente pueden emplearse como referentes que determinen si una intervención ha tenido o no los efectos buscados. Formas de evaluar el resultado de la intervención en psicología de la salud serían medir los resultados en términos de beneficios para la salud tales como las reducciones en las limitaciones en las actividades diarias si el objetivo son individuos concretos; en la morbilidad y mortalidad si el objetivo son grupos o comunidades; y mejorías en medidas psicológicasde resultado tales como niveles de ansiedad o depresión o sensación subjetiva de bienestar como consecuencia de la mejora o desaparición de enfermedades o la consecución de niveles adaptativos de funcionamiento en el caso de pacientes crónicos, si lo que se pretende es evaluar el coste psicológico de la enfermedad. Kaplan y Bush (1982) han recogido una serie de índices y sistemas globales para medir el estado de salud que son de especial relevancia en tanto re-presentan aproximaciones estructuradas a la evaluación de la salud. Entre ellos cabe señalar 1) el Perfil de Impacto de la Enfermedad (Bergner, Bobbitt y Pollard. 1976; Bergner, Bobbitt, Carter y Gil-son. 1981). un sistema que evalúa el nivel de bien-estar o salud de acuerdo a tres dimensiones, cada una con varias categorías que se recogen en forma resumida en el cuadro 5.1: 2) el índice de salud McMa.ster (Chambers, Macdonald, Tugwell, Beachanan y Kraag, 1982). que se estructura en tres es-calas que evalúan el funcionamiento físico, el funcionamiento emocional y el social, y 3) el índice de actividades de la vida diaria (Katz y cols., 1963), reconocido como una de las primeras, más empleadas y mejores medidas de la calidad de vida, aunque su empleo parece especialmente apropiado para pacientes crónicos, de larga hospitalización o seniles. Especial mención requiere el sistema de evaluación de la calidad de vida elaborado por Bush (1983) y Kaplan y Bush (1982), y que contiene: 1. Tres escalas que representan otras tantas dimensiones del funcionamiento cotidiano: movilidad, actividad física y actividad social (cada una de dichas dimensiones posee varios niveles de funcionamiento o actividad que pueden apreciarse en el cuadro 5.2). 2. Una lista de síntomas y problemas que puede estar sufriendo la persona evaluada. 3. El cálculo de la calidad de vida en función de la combinación resultante de la evaluación en los anteriores pasos 1) y 2). El resultado es una compleja y sofisticada medida de la calidad de vida que pretende ser capaz de evaluar en prospectiva el resultado de salud en función del estado o calidad de vida en el momento del impacto del fenómeno o agente patógeno, a la vez que realizar una medición de la salud acorde con los elementos biológico, psicológico y social que se estima la forman. MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 14 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD Otro instrumento pensado para la autoaplicación es el Perfil de salud personal, desarrollado por Bernstein y Duff (1979) para la estimación de la calidad general de vida, el apoyo social, las habilidades de afrontamiento y las diferentes conductas de riesgo que uno pueda estar emitiendo, como una forma de establecer el riesgo potencial para la salud al que una persona se haya expuesta. Por último, uno de los sistemas de medición de la calidad de vida es el sistema denominado QALY (Quality Adjusted Life Years), también conocido como índice de Rosser (Rosser, Kind y Williams, .1982), que trata de determinar la esperanza de vida ajustada a la calidad de vida, tomando como unidad de medida el año de vida ajustado a la calidad. Según el índice de Rosser, para obtener el QALY se mide el estado de salud en función de dos áreas principales: incapacidad y dolor, definidos en ocho categorías de incapacidad y cuatro grados de dolor (que se pueden ver en el cuadro 5.3). La cifra obtenida en la determinación del grado de salud multiplica-da por los años teóricos de vida o expectativa de vida proporciona los años de vida ajustados a la calidad. Sin abundar más en estos aspectos, sí conviene señalar la disponibilidad de numerosos instrumentos de medida para todos los aspectos relacionados con la salud. En concreto, hasta 52 diferentes instrumentos referidos a la evaluación del estado de salud, del impacto de la enfermedad, la calidad de vida, el apoyo social, la satisfacción con los cuidados y otros varios aspectos han sido recopilados por Bowling (1994) en una indispensable monografía sobre evaluación en salud y enfermedad. EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN DDEE LLOOSS CCOOMMPPOORRTTAAMMIIEENNTTOOSS DDEE RRIIEESSGGOO YY DDEELL EESSTTRRÉÉSS La evaluación de los patrones de conducta. variables de personalidad, tendencias comportamentales o estilos de vida (según la conceptuación al uso) que han sido categorizados como factores de riesgo para el deterioro de la salud, así como la evaluación de comportamientos más moleculares que han sido considerados cono MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 15 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD factores de riesgo (fumar, sedentarismo, consumo excesivo de grasas, sal o hidratos. abuso de alcohol o drogas, etc.) al igual que la evaluación del estrés, ocupan un lugar central en la evaluación en psicología de la salud. Las descripciones de los principales instrumentos de evaluación empleados para la medición del Patrón de Conducta Tipo A y del estrés pueden consultar-se en alguna de las numerosas referencias bibliográficas que se ocupan de este contenido en extensión y detalle (i. e., Aguirre, 1992: Brantley y Bruce, 1986; Del Barrio, 1992; Karoly, 1985; Sandín y Chorot. 1996; Schroeder. 1991; Sender y cols., 1993). En lo que se refiere a la evaluación del estrés, ésta debe considerarse como un proceso multimedidas, en tanto los tres aspectos centrales del concepto de estrés deben ser evaluados (eventos estresantes, respuestas de estrés y estrategias de afrontamiento), y en sí mismos ya implican una notoria complejidad que obliga a una nueva diversificación de la evaluación (de los. estresores como acontecimientos vitales. como estresores menores o fastidios cotidianos; de la respuesta al estrés en su plano biológico y conductual; y de las estrategias de afrontamiento en sus diversas extensiones y posibilidades). La evaluación de las situaciones que provocan respuestas de estrés en un individuo con frecuencia se completa con una valoración subjetiva de la intensidad de la respuesta de estrés. De esta forma, la mayor parte de los instrumentos disponibles permiten obtener un índice general de la frecuencia de exposición a situaciones, contextos o actividades que resultan catalogadas como estresantes (Labrador, 1992). Los instrumentos elaborados son escalas o cuestionarios que presentan al sujeto una serie preestablecida de posibles situaciones o actividades que hayan sido seguidas de una reacción de estrés a lo largo de un cierto período de tiempo. Se trata, pues, de autoinformes retrospectivos. El mismo autor recoge una serie de consideraciones acerca de las limitaciones y cuidados que deben tenerse en cuenta en la utilización de este tipo de instrumentos. Entre ellas cabe señalar el hecho de que algunos de ellos no diferencien entre cambios o circunstancias estresantes pero agradables (p. ej.. celebración del matrimonio, nacimiento del hijo, ascenso en el trabajo) de aquellas que resultan desagradables, en tanto ambas pueden ser catalogadas genéricamente como productoras de estrés, pero se ha señalado que los cambios deseables no parecen estar relacionados con afectaciones de la salud (p. ej.. Paykel. 1974; Ross y Morowsky, 1979: Sulls y Mullen, 1981). Asimismo, que los ítems elegidos para formar los instrumentos pueden no re-presentar el universo completo de eventos posibles que pueden ser estresantes para un individuo de-terminado, de modo que la evaluación deje fuera posibles ocurrencias de estrés no consideradas: y por último, también sufren los problemas comunes a todo instrumento que se basa en autoinformes sobre acontecimientos pasados. Otra forma de evaluación del estrés es el empleo de autorregistros (un ejemplo puede verse en Labrador, 1992), procedimiento que permite identificar las situaciones, el momento,la frecuencia y la intensidad del estrés, a la vez que las reacciones del individuo. En forma adicional, el empleo de autorregistros añade las ventajas típicas de este tipo de instrumentos: a saber, una mayor implicación del sujeto en sus propios problemas y la posibilidad de que sea «consciente» de multitud de relaciones e interacciones. Existen varias revisiones y exposiciones recientes de los procedimientos de evaluación del estrés (p. ej., Labrador y cols., 1995; Lahrador y Crespo, 1993; Sandín y Chorot, 1996), y se cuentan también numerosos abordajes de la evaluación de estresores específicos, o de las formas de afrontar el estrés, o del estrés en contextos específicos (p. ej., Pelechano y Matud, 1991, sobre estrés en el cuidado del recién nacido; Mas. 1995, para la evaluación del estrés traumático en niños, etcétera). En cuanto a la evaluación de comportamientos de riesgo más específicos o singulares, la disponibilidad de instrumentos es abundante y la diversidad de técnicas empleadas en su evaluación alcanza prácticamente al espectro entero de las empleadas en psicología de la salud. Así, por ejemplo, en la conducta de fumar se evalúa la frecuencia, topografía e intensidad: se han empleado medidas de naturaleza conductual y bioquímica. y se utilizan técnicas como cuestionarios, entrevistas, autorregistros, etcétera, buscando datos acerca de la ocearrencia de la conducta de fumar, de la motivación por fumar, seguir fumando o dejar de fumar. o de la autoeficacia o confianza en dejar de fumar o en mantenerse abstinente. Existen revisiones que ofrecen una panorámica bastante completa sobre todo lo anterior (p. ej., Frederiksen, Martin y \Vebster. 1979). Comentábamos más atrás que el trabajo u oceapación laboral representa una de las fuentes más constantes y universales de estrés, especialmente para determinados puestos de trabajo en los que la responsabilidad, la rapidez de ejecución o. a contrarus, la anodinidad y la monotonía pueden suponer condiciones con repercusión posible sobre la salud. Un intento de abordar la evaluación del estrés relacionado con el trabajo lo representa el «Perfil de estrés en el trabajo» desarrollado por Rice (1987), diseñado para u autoaplicación, y que des-cribe condiciones, ambientes o sentimientos personales asociados al trabajo y que pueden significar una fuente de estrés. El Perfil cuenta con cinco es- calas que evalúan el estrés producido por 1) las relaciones MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 16 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA DE LA SALUD interpersonales: 2) las demandas físicas del puesto trabajo, y 3) el interés y el grado de .implicación en la tarea laboral. Existen también sistemas de evaluación con-junta de varios factores de riesgo, denominados sistemas de evaluación de factores múltiples de riesgo. Un ejemplo de ellos es el Health Risk Appraisul System (Robbins y Hall, 1970), que realiza una valoración computarizada de varios facto- res de riesgo sobre el mismo individuo —fumar, consumo de alcohol, actividad física...— proporcionando una estimación del riesgo en forma de esperanza de vida. a la vez que una estimación de las probables mejorías en función de las modificaciones que se realicen sobre los comportamientos de riesgo. Aun cuando la idea es loable, ciertos autores han señalado que dicho sistema produce datos débiles en tanto se basa en autoinformes (Brantley y Bruce, 1986). Si bien este aspecto sería en parte fácil-mente subsanable, v que sus fundamentos son débiles en tanto no está todavía bien precisado el nivel de riesgo producido por ciertos comportamientos, ni en qué medida dicho riesgo se reduce mediante su modificación (Wagner, Berry. Schoenbach y Graham. 1982), algo que no es del todo exacto para algunos casos como por ejemplo, es el tabaquismo como fenómeno de riesgo, para el que ciertas relaciones parecen relativamente claras (ver, por ejemplo, la monografía sobre el tema USDHHS, 1990). EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN DDEE PPRROOGGRRAAMMAASS Un aspecto de peculiares características dentro de la evaluación de la salud tiene que ver con la evaluación de los resultados de programas de promoción de la salud y prevención de la enfermedad, desde la dimensión social bajo la que se aplican. Esto es, atendiendo a su efectividad en función del coste económico que suponen, el alcance de su impacto y la permanencia de sus logros. La evaluación de programas (p. ej., Abein. Brzezinski y Carstairs. 1987: Costa y López, 1986: Rhodes y Jason, 1991: USDHHS. 1980) implica un proceso de medición a lo largo de la aplicación de una intervención y el seguimiento correspondiente, que permita responder a los interrogantes acerca de la idoneidad del programa para los objetivos previstos, de su accesibilidad a la población objetivo, de su coste en relación con sus beneficios y de la eficacia comparada de los varios métodos pues-tos en práctica (en la medida en que frecuentemente los programas son compuestos de varios métodos trabajando a distintos niveles en la misma dirección). Fernández Ballesteros (1995) ha definido la evaluación de programas como la «sistemática investigación a través de métodos científicos de los efectos, resultados y objetivos de un programa con el fin de tomar decisiones sobre él» (p. 23). La evaluación de programas es una tarea usualmente en manos de los servicios de salud pública, en tanto que la demanda de datos sobre su eficacia proviene de las instancias que patrocinan su puesta en marcha. A los efectos de la evaluación. Cronbach (1982) señaló la necesidad de especificar los componentes o elementos que conforman un programa, que recoge y amplía Fernández Ballesteros (1995). Dichos componentes —algo modificados sobre la propuesta de los anteriores autores serían los siguientes: a) La intervención o tratamiento, esto es las actuaciones de todo tipo que se lleven a cabo con el propósito de lograr el objetivo de salud que se persiga en el programa. 1?) Las unidades y contextos de aplicación, es decir, las personas. Comunidades, poblaciones, instituciones, empresas o sociedades sobre las que se lleve a cabo la intervención. c) Las medidas de control de los resultados, que siendo el objetivo final de todo programa de promoción de la salud y prevención de la enfermedad es el control de los índices de morbilidad y mortalidad de la población, grupo o individuoselegidos para la intervención y. en el caso de la psicología de la salud, mediante la actuación sobre el comportamiento de los individuos como objetivo primario del cual se obtendrá el final, al menos dos tipos de medidas deben ser tomadas para evaluar la eficacia de tales pro-gramas y, lo que resulta igual de importan-te, para determinar si los cambios en el comportamiento han sido o no los responsables del cambio en las tasas de mortalidad y morbilidad. El primer tipo de medidas serán medidas del comportamiento que garanticen que el programa realmente actuó modificando los valores primarios de los comportamientos tomados como objetivo. El segundo tipo de medidas serán aquellas de carácter biomédico y/o epidemiológico que garanticen que los cambios en la salud perseguidos han sido logrados. Un añadido de sumo interés, al proceso de evaluación de programas es la denominada preevaluación o evaluación piloto (pretesting), técnica de evaluación trasladada al ámbito de la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad desde el ámbito del estudio de mercados (USDHHS, 1980)). Se trata de un tipo de evaluación conducida en las primeras etapas del desarrollo de un programa. Persigue la evaluación a pequeña escala de las reacciones a las operaciones, instrumentos y mensajes que vayan a ser utilizados en la intervención, antes de que MÓDULO 0405- PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 17 UNIDAD III. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN EN PSICOLOGÍA
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