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53 Unidad 1 Heward capitulo 5 - meledh sd

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MÓDULO 0402 PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LAS NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES 
Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: 
Heward, L., W. (2004) Niños Excepcionales: Una introducción a la Educación 
Especial. Madrid, Pearson Prentice Hall. 
 UNIDAD I ÁREAS DE EJERCICIO PROFESIONAL Y DE INVESTIGACIÓN EN PROCESOS EN NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES 
 
1
.........2 
 
 
 
 
 
 
 
Lectura 3 
 
Heward, L., W. (2004) Niños Excepcionales: Una 
introducción a la Educación Especial. 
Madrid, Pearson Prentice Hall. pp. 139-
189 
 
LOS ALUMNOS CON TRASTORNOS DEL APRENDIZAJE
......................3 La Definición De Los Trastornos Del Aprendizaje
......................................................................3 La discrepancia
............................................................................4 
............................................................5 
....................................5 
La exclusión
La educación especial
La definición propuesta por el NJCLD
..................................................................6 El debate continúa
Las Características De Los Alumnos Con Trastornos Del 
Aprendizaje.................................................................................7 
...............................................................7 
.....................9 
La aceptación social
La atención a los problemas y la hiperactividad
......................10 La Terapia con Fármacos en Niños con TAD
..............................................10 
................11 
Los problemas de la conducta
¿Existen subtipos de trastornos del aprendizaje?
........................................12 
......................12 
Las perspectivas del decurso vital
Las Causas De Los Trastornos Del Aprendizaje
........................................................12 
...............................................15 
Las lesiones cerebrales
Las alteraciones bioquímicas
......................................................16 
.............................................17 
................................17 
Los factores ambientales
La Identificación Y La Evaluación
Los tests normativos o estandarizados
.......................................................18 Los tests de habilidades
..............................................................................18 
...........................................................................18 
...................................18 
El ITPA
El Frostig
Los inventarios informales de lectura
...............................................................18 
............................................................19 
........................................................19 
.......................................................20 
............................22 
Los tests criteriales
La evaluación directa
La educación precisa
La evaluación ecológica
Las recomendaciones para la evaluación
..........................................................................22 
....................................................23 
La Prevalencia
Los Antecedentes Históricos
.........................................................................23 
..................................................................24 
Los orígenes
Los hechos clave
E S T A N C I A S D E S E R V I C I O Y 
L Í N E A S D E I N V E S T I G A C I Ó N Q U E 
S E C U L T I V A N E N E L P R O G R A M A 
D E P R O F U N D I Z A C I Ó N E N 
P R O C E S O S E N N E C E S I D A D E S 
E D U C A T I V A S E S P E C I A L E S 
UU NN II DD AA DD .. II II 
 
 
 
 
MÓDULO 0402 PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LAS NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES 
Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: 
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Especial. Madrid, Pearson Prentice Hall. 
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2
El apoyo legislativo .............................................................. 24 
Los Enfoques Educativos ........................................................ 24 
El entrenamiento en habilidades.......................................... 24 
La eficacia del entrenamiento en habilidades .................. 25 
El entrenamiento en capacidades........................................ 26 
La instrucción directa ....................................................... 26 
La instrucción en estrategias de aprendizaje....................... 27 
La valoración en contexto .................................................... 27 
El enfoque positivo............................................................... 28 
Los Servicios Educativos Alternativos ..................................... 29 
El profesor de apoyo ............................................................ 32 
Las aulas especiales............................................................ 32 
Las aulas separadas ............................................................ 37 
Los Temas Actuales Y Las Tendencias Futuras...................... 37 
Por favor, que se ponga de pie el alumno con verdaderos 
trastornos del aprendizaje.................................................... 37 
¿Debería educarse a todos los alumnos con trastornos del 
aprendizaje en aulas especiales? ........................................ 38 
 
LLOOSS AALLUUMMNNOOSS CCOONN TTRRAASSTTOORRNNOOSS DDEELL AAPPRREENNDDIIZZAAJJEE 
Ningún área de la educación especial ha experimentado un desarrollo 
tan rápido ni ha provocado tanto interés ni tan intensa actividad como los 
trastornos del aprendizaje. Esta afirmación es tan válida hoy como hace 
diez años. La cantidad de niños con diagnósticos del aprendizaje ha 
aumentado mucho en los últimos años, con lo que esta categoría se ha 
convertido en la más numerosa de la educación especial. Este aumento 
ha provocado un constante debate sobre la verdadera naturaleza del 
concepto de los trastornos del aprendizaje. Algunos piensan que el 
incremento de la cantidad de niños en los que se detectan trastornos del 
aprendizaje indica la verdadera amplitud de esta discapacidad. Otros 
responden que a muchos alumnos con bajo rendimiento escolar –esto 
es, niños sin discapacidades, pero que simplemente rinden poco en la 
escuela– se les ha diagnosticado equivocadamente un trastorno del 
aprendizaje, reduciendo así aún más los escasos recursos disponibles 
para educar a los estudiantes con verdaderos trastornos. 
Los trastornos del aprendizaje también han recibido mucha atención 
e interés por parte del público, como lo demuestran los innumerables 
artículos de los periódicos y revistas y los documentales de televisión 
sobre este tema (al estilo de «¿Sufre su Niño un Trastorno del 
Aprendizaje?»). Más que cualquier otra área de la educación especial, 
los trastornos del aprendizaje parecen provocar malentendidos y 
polémicas. No sólo entre el público, sino también entre los profesionales 
de la educación y los padres, existe una gran confusión y mucho 
desacuerdo sobre ciertos conceptos básicos, como qué son los 
trastornos del aprendizaje y cómo hay que educar a los alumnos que los 
padecen. En cierto sentido, los trastornos del aprendizaje hacen aflorar 
lo mejor y lo peor de la educación especial, pues han sido campo 
propicio para las modas y los tratamientos milagrosos (del tipo de «Una 
Nueva Vitamina y una Dieta Curan los Trastornos del Aprendizaje»). Al 
mismo tiempo, algunos de los profesionales y estudiosos más audaces 
del campo de la educación especial han dedicado toda su carrera a este 
tema. La influencia de los métodos de evaluación y educación que se 
desarrollaron para alumnos con trastornos del aprendizaje han 
terminado beneficiando a la educación en general. 
 
MÓDULO 0402 PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LAS NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES 
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Especial. Madrid, Pearson Prentice Hall. 
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3
La Definición De Los Trastornos Del Aprendizaje 
 
Desde que los trastornos del aprendizaje llegaron a ser una categoría 
aparte de la educación especial, se viene discutiendo cómo deben 
definirse, y aunque se han propuesto más de 40 definiciones (Bennett y 
Ragosta, 1984), ninguna ha sido universalmente aceptada. La definición 
que más impacto tuvo fue la propuesta en 1968, cuando el Comité 
Consultivo para los Niños Discapacitados de la Oficina de Educación de 
los Estados Unidos (National Advisory Committee on Handicapped 
Children of the United States Office of Education) redactó una definición 
que luego pasó a integrarse, con unos pocos cambios de expresión, en 
la definición nacional de la IDEA, y que dice: 
 
La «discapacidad específica para el aprendizaje» se refiere a un 
trastorno de uno o más de los procesos psicológicos básicos que 
intervienen en la comprensión o el uso del lenguaje hablado o escrito, y 
que puede manifestarse por una capacidad imperfecta para escuchar, 
pensar, hablar, leer, escribir, para la ortografía o los cálculos aritméticos. 
Este término incluye trastornos como las minusvalías perceptivas, las 
lesiones cerebrales, los trastornos cerebrales mínimos, la dislexia y la 
afasia del desarrollo. No incluye a los niños con problemas que derivan 
principalmente de discapacidades visuales, auditivas o motoras, del 
retraso mental o de desventajas ambientales, culturales o económicas. 
(Oficina de Educación de los EE UU, 1977b, p. 65083) 
 
A la hora de aplicar operativamente la definición de los trastornos del 
aprendizaje, la mayoría de los Estados y centros escolares exigen que 
se cumplan tres criterios: 
 
1. Una discrepancia entre el potencial de aprendizaje del niño y su 
funcionamiento real 
2. Un criterio de exclusión 
3. La necesidad de servicios de educación especial 
 
Un examen más profundo de cada uno de estos criterios nos 
mostrará por qué ha sido tan difícil llegar a una definición concluyente de 
los trastornos del aprendizaje. 
La discrepancia 
 
Los niños que padecen dificultades de aprendizaje ligeras o 
transitorias no deben ser calificados como discapacitados. Este término 
se refiere a los niños con verdaderas discapacidades, las que, según las 
normativas nacionales, se manifiestan por una «discrepancia grave entre 
el funcionamiento real y la capacidad intelectual» de los alumnos 
(Oficina de Educación de los EE UU, 1977, p. 65083). La capacidad 
intelectual se mide casi siempre con tests de inteligencia, y el 
funcionamiento real por tests estandarizados de ejecución. Los 
trastornos del aprendizaje se caracterizan por una diferencia 
«inexplicable» entre las capacidades generales y la ejecución, una 
discrepancia que la capacidad general de aprendizaje y las 
oportunidades educativas del alumno no hubieran permitido prever. 
El Gobierno Federal propuso diversas fórmulas para diagnosticar la 
discrepancia grave. Se trataba cálculos matemáticos basados en la edad 
cronológica (EC) del alumno o en sus años de escolarización, mediante 
los que se obtenía un grado esperado de equivalencia (GEE). Tres de 
estas fórmulas eran: 
 
GEE = años de escolarización x Cl/100 + 1,0 
GEE=CIxEC/100-5 
Discrepancia grave = EC (Cl/300 + 0,17) = 2,5 
 
«Las diversas sumas, restas, divisiones y fracciones que obligaban a 
calcular estas fórmulas estaba totalmente desprovistas de sentido, y en 
algunos casos ocasionaban errores» (Reynolds, 1992, p. 4). Se terminó 
por rechazarlas, y las normas y reglamentaciones finales que publicó el 
Gobierno federal en la IDEA no especificaban ninguna fórmula 
específica para identificar la discrepancia grave. De este modo, los dife-
rentes Estados quedaron abandonados a sus propios criterios a la hora 
de implementar una definición de los trastornos del aprendizaje. La 
confusión y los desacuerdos sobre la manera exacta de identificar una 
discrepancia grave condujo a procedimientos totalmente diferentes para 
el diagnóstico y la clasificación de los alumnos con trastornos del 
aprendizaje (C. R. Reynolds, 1992; Stanovich, 1991). Por ejemplo, el 
Departamento de Educación de Ohio utiliza el criterio siguiente para 
determinar cuándo existe una discrepancia grave: 
 
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4
Los niños pueden mostrar una discrepancia grave entre su 
funcionamiento y sus capacidades, que afecta negativamente su 
respuesta hasta el punto de necesitar una educación especial y los 
servicios relacionados con ellos. La base para realizar este diagnóstico 
será: 
 
(i) Pruebas de la existencia de una puntuación de discrepancia igual o 
mayor a dos entre la capacidad intelectual y la ejecución en una o 
más de las siete áreas siguientes: 
(a) Expresión oral 
(b) Comprensión del lenguaje oral 
(c) Expresión escrita 
(d) Aptitudes básicas de lectura 
(e) Comprensión del lenguaje escrito 
(f) Cálculos aritméticos o 
(g) Razonamiento matemático 
 
(ii) Para determinar la puntuación de discrepancia se utilizará la 
fórmula siguiente: 
(a) De: 
(i) La puntuación que se obtiene como medida de la capacidad 
intelectual, (ü) Menos la media de la medida de la 
capacidad intelectual, 
(iii) Dividida por la desviación típica de la medida de la 
capacidad intelectual 
(b) Se restará: 
(i) La puntuación obtenida como medida de ejecución 
(ii) Menos la media de la medida del nivel de ejecución 
(iii) Dividida por la desviación típica de la medida de ejecución 
(c) El resultado de este cálculo es igual a la puntuación de 
discrepancia. Si la puntuación de discrepancia es de dos o más 
puntos, existe una discrepancia grave. (Reglas para la Educación 
de los Niños Discapacitados, vigente desde el 1 de julio de 1982, 
p. 69) 
 
El Consejo para los Trastornos del Aprendizaje (Council for Learning 
Disabilities, CLD; 1986) publicó una declaración que enumeraba ocho 
razones para su oposición a las fórmulas de diagnóstico de la 
discrepancia. La declaración también incluía las siguientes 
recomendaciones: (a) abandonar gradualmente las fórmulas como 
método de identificación de individuos con trastornos del aprendizaje; (b) 
que cuando se emplearan esas fórmulas, se aplicaran con la mayor 
cautela; y (c) no utilizar nunca los resultados de las fórmulas de 
discrepancia para determinar si un alumno padece trastornos del 
aprendizaje. En lugar de fórmulas de discrepancia, el CLD recomendaba 
una mejor evaluación multidisciplinaria y general de todas las áreas en 
que se observaran trastornos del aprendizaje, identificadas según las 
normas y procedimientos nacionales (expresión oral, comprensión del 
lenguaje oral y expresión escrita, además de lectura y aritmética). 
Después de realizar dos estudios de evaluación de la fiabilidad de las 
fórmulas para la identificación de alumnos con trastornos, Macmann y 
sus colaboradores (1989) concluyeron que «parece que el concepto de 
discrepancia grave ha perdido su validez y que ya no constituye un 
modelo útil para determinar la necesidad de recibir atención educativa 
especial». (p. 144) 
La exclusión 
 
Este concepto de los trastornos del aprendizaje se emplea para 
identificar a los alumnos con trastornos importantes del aprendizaje que 
no se originan en retraso mental, discapacidades sensoriales, 
alteraciones emocionales o faltas de oportunidades educativas. Kirk 
(1963) utilizaba la expresión trastornos específicos del aprendizaje para 
diferenciar a los estudiantes con trastornos del aprendizajedel grupo 
más extenso formado por los alumnos con bajo rendimiento escolar. 
Muchos educadores importantes han criticado la cláusula de 
exclusión de la definición nacional de los trastornos del aprendizaje, 
porque según ella los alumnos que padecen también otras 
discapacidades quedan excluidos de la categoría de los trastornos del 
aprendizaje. Por ejemplo, algunos niños con un diagnóstico de retraso 
mental no desarrollan todo el potencial de aprendizaje que se espera de 
ellos (Wallace y McLoughlin, 1979). Hammil (1976) se opone a la idea de 
que sólo se pueden diagnosticar trastornos del aprendizaje en niños con 
puntuaciones de Cl normales. 
Sus críticas se basan en dos argumentos. En primer término, la 
mayoría de los tests de inteligencia se componen de ítems que miden el 
aprendizaje adquirido. Si un niño con trastornos del aprendizaje no 
aprendió lo bastante sobre los contenidos del test, su puntuación lo 
colocará en un nivel que corresponde al de retrasado mental. En 
segundo lugar, los tests de inteligencia ya llevan asociados 
determinados niveles de error en sus mediciones como para hacer 
diagnósticos diferenciales tajantes como «las dificultades de este alumno 
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Especial. Madrid, Pearson Prentice Hall. 
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5
para el aprendizaje se originan en un retraso mental ligero, pero los 
problemas que sufre se deben a trastornos del aprendizaje.» 
La educación especial 
 
Los alumnos con trastornos del aprendizaje necesitan una educación 
especial «en la que se apliquen prácticas educativas especiales, 
infrecuentes y de extrema calidad, y destinadas a complementar los 
procedimientos educativos que se aplican a la mayoría de los niños» 
(Ames, 1977, p. 328). Con este criterio se trata de impedir que se 
diagnostiquen trastornos del aprendizaje a niños que han carecido de 
oportunidades educativas y que mostrarán un progreso normal tan 
pronto como reciban una instrucción eficaz y adecuada a sus 
capacidades. Los estudiantes con trastornos del desarrollo son los que 
muestran problemas graves del aprendizaje a pesar de la educación 
normal que reciben, y que por ello necesitan servicios educativos 
especiales. 
La definición propuesta por el NJCLD 
 
El Comité Conjunto Nacional para los Trastornos del Aprendizaje 
(Nacional Joint Committee on Learning Disabilities, NJCLD) es un grupo 
compuesto por los representantes oficiales de 10 organizaciones que se 
ocupan de los alumnos con trastornos del aprendizaje. El NJCLD opina 
que la definición nacional de los trastornos del aprendizaje ha sido 
razonablemente útil para los educadores, pero que tiene muchos 
defectos de base (Hammill, Leigh, McNutt y Larsen, 1981). Myers y 
Hammill (1990) señalan los elementos de la definición de la IDEA que no 
satisfacen al NJCLD: 
 
1. La exclusión de los adultos. Desde la entrada en vigor de la ley 
nacional, ha aumentado el interés en las necesidades especiales y 
en el desarrollo de programas para adolescentes y adultos con 
trastornos del aprendizaje (por ej., Alley y Deshler, 1979; 
Mangrum y Strichart, 1988; Patton y Polloway, 1993). La definición 
de la IDEA sólo se refiere a los niños en edad escolar, eliminando 
así a los adultos. 
2. La referencia a los procesos psicológicos básicos. Los miembros 
del NJCLD opinan que la expresión «procesos psicológicos 
básicos» ha generado un amplio y quizá innecesario debate sobre 
la manera educar a los alumnos con trastornos del aprendizaje, 
pero que la forma de educar constituye un tema curricular y no es 
el objeto de la definición. El NJCLD piensa que la intención de la 
frase original se limitaba a señalar que los trastornos del 
aprendizaje son algo intrínseco de las personas que los sufren. 
3. La inclusión de la ortografía como un trastorno del aprendizaje. La 
ortografía puede integrarse a otras áreas del aprendizaje, como la 
expresión escrita, por lo que resulta superflua y debe eliminarse 
de la definición. 
4. La inclusión de términos anticuados. El NJCLD piensa que la 
inclusión de términos como dislexia, disfunción cerebral mínima, 
minusvalías perceptivas y afasia del desarrollo, conceptos que 
siempre se han demostrado difíciles de definir, sólo agregan más 
confusión a la definición de los trastornos del aprendizaje. 
5. La cláusula de exclusión. La redacción de la cláusula final de la 
definición de la IDEA ha llevado a creer que los trastornos del 
aprendizaje no pueden aparecer junto con otras discapacidades. 
Según el NJCLD, es más exacto decir que una persona puede 
padecer un trastorno del aprendizaje junto con otra discapacidad, 
pero no a causa de otra discapacidad. En otras palabras, los 
trastornos del aprendizaje deben ser considerados como una 
discapacidad en sí mismos. 
 
Como respuesta a estos problemas de la definición nacional, el 
NJCLD propuso otra en 1981, que fue ligeramente modificada en 1989: 
 
La expresión «trastornos del aprendizaje» es un término general que 
se aplica a un grupo heterogéneo de problemas para la adquisición y el 
uso de las capacidades de escuchar, hablar, leer, escribir, razonar o 
calcular. Estos trastornos son intrínsecos al individuo; se supone que se 
deben a anomalías del sistema nervioso central, y pueden aparecer 
durante toda la vida. Junto con los trastornos del aprendizaje pueden 
producirse problemas de las conductas de autocontrol, de percepción y de 
interacción sociales, pero sin constituir trastornos del aprendizaje en sí 
mismos. Aunque los trastornos del aprendizaje pueden aparecer junto con 
otras minusvalías (por ejemplo, déficit sensorial, retraso mental, 
alteraciones emocionales graves) o como consecuencia de influencias 
externas (como diferencias culturales o instrucción insuficiente o 
inadecuada), no son resultado de esas minusvalías o influencias. (Comité 
Conjunto Nacional para los Trastornos del Aprendizaje, 1989, p. 1) 
 
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6
Después de comparar 11 definiciones de los trastornos del 
aprendizaje, Hammill (1990), uno de los primeros autores de la definición 
de la NJCLD, piensa que el consenso está próximo: 
 
El NJCLD nunca trató de lograr una definición perfecta, sino sólo una 
definición mejor. Un estudio de las definiciones examinadas en este 
trabajo sugiere que los intentos del comité tuvieron éxito. La definición del 
NJCLD obtuvo un alto nivel de aceptación entre diversas personas y 
asociaciones nacionales, y puede decirse que es la mejor que hay en 
estos momentos. Ninguno de los miembros del NJCLD piensa que su 
definición ha resuelto definitivamente la cuestión. Es posible que la 
realidad política impida que la definición del NJCLD sustituya a la 
definición legal de 1977 del USOE, pero eso no tiene importancia. Lo 
importante es que los profesionales y los padres se unan en torno a una 
definición, de modo que podamos decir con toda seguridad: «Esto es lo 
que nosotros llamamos trastornos del aprendizaje». (p. 83) 
El debate continúa 
 
El campo de los trastornos del aprendizaje continúa enfrentado la 
dificultad de definir la naturaleza de los «inexplicables» problemas que 
se propone estudiar y tratar. Algunos importantes educadores piensan 
que existe poca o ninguna diferencia entre los alumnos con trastornos 
del aprendizaje y los que tienen bajo rendimiento. Algozzine y Ysseldyke 
(1983) mantienen quea pesar de los intentos para crear una nueva 
categoría, los trastornos del aprendizaje son sólo «una subcategoría del 
fracaso escolar», y que este concepto tiene poco significado más allá del 
bajo rendimiento escolar. 
 
Desde el comienzo, la clasificación de los trastornos del aprendizaje 
ha estado mal definida y mal conceptualizada, pero ha adquirido enorme 
popularidad. Hay millones de niños con bajo rendimiento en la lectura, 
escritura, matemáticas, comprensión del lenguaje oral y otras áreas 
educativas; una cantidad significativa de alumnos no aprovechan sus 
experiencias educativas, pero no existe ningún sistema válido para 
clasificar o categorizar a estos estudiantes; no hay principios defendibles 
de inclusión ni de exclusión. (Ysseldyke, Algozzine y Epps, 1983, p. 165) 
 
Aunque casi todos los educadores reconocen que las definiciones 
actuales de los trastornos del aprendizaje son inadecuadas, una 
definición que proporcione criterios claros de identificación y que pueda 
servir como herramienta para interpretar y evaluar los resultados de las 
investigaciones es algo «más fácil de decir que de hacer» (Conte y 
Andrews, 1993, p. 149). Como dicen Kavale, Forness y Lorsbach (1991), 
«el problema de la definición de los TA (trastornos del aprendizaje) 
enfrenta complejos obstáculos, que hacen difícil resolverlo» (p. 263). 
Estos autores sugieren que a la hora de determinar si esos problemas 
son reales o no, las definiciones actuales no deben ser consideradas 
totalmente satisfactorias, pues no contienen la «esencia» de los 
trastornos del aprendizaje. En realidad, hay que tomarlas como 
definiciones operativas, que representan cierta información en la que 
están de acuerdo algunos grupos especializados. Deben tenerse en 
cuenta los siguientes puntos: 
 
• Las definiciones actuales no son «buenas» ni «malas», sino 
simplemente útiles. Si se crea la especialidad en trastornos del 
aprendizaje, las definiciones existentes deben ser consideradas 
adecuadas. 
• Las definiciones actuales nos dicen relativamente poco sobre los 
TA desde un punto de vista científico. En realidad, son 
expresiones descriptivas y adecuadas de lo que se cree 
generalmente que son los TA. 
• Los añadidos o las supresiones de las definiciones, como la 
adición de las habilidades sociales a la lista de deficiencias de los 
TA, tienen poca importancia. Los debates sobre la oportunidad de 
un añadido o de una supresión son inútiles, porque representan 
simplemente el punto de vista de un grupo opuesto a otro. 
• Es fácil comprender por qué el problema de la definición de los TA 
es interminable. Mientras un grupo concreto de especialistas logre 
un consenso, su definición resulta tan adecuada como cualquier 
otra. La falta de criterios absolutos hace que todos los argumentos 
sean relativos. 
• Las definiciones actuales deben ser aceptadas como lo que son: 
una expresión general y adecuada para el desarrollo de 
programas educativos. (Adaptado de Kavale y colaboradores, 
1991, p. 263) 
 
Terminaremos esta discusión sobre las dificultades para definir los 
trastornos del aprendizaje exponiendo un hecho básico: aplicar un 
diagnóstico en este sentido no causa discapacidades, y éstas no se 
curan eliminando el diagnóstico (Lerner, 1993). Desde el punto de vista 
del educador, el tema principal no debe consistir en determinar si las 
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7
deficiencias del aprendizaje de un alumno deben ser consideradas como 
prueba de que padece trastornos del aprendizaje, sino que debemos 
dedicar nuestros recursos y energías a decidir cómo evaluar y superar 
las deficiencias educativas y sociales específicas de cada estudiante. 
Las Características De Los Alumnos Con Trastornos Del 
Aprendizaje 
 
Cuando se describen las diversas categorías de excepcionalidad, 
siempre se presenta una lista de las características físicas o psicológicas 
que suelen mostrar los individuos que componen ese grupo. El peligro 
inherente a estas listas es la tendencia a suponer, o al menos esperar, 
que cada característica se presente en todos los niños que están dentro 
de la categoría. Esto sucede especialmente con los trastornos de la 
conducta. 
Un investigación a nivel nacional encontró que en la literatura 
especializada se atribuye 99 características diferentes a los niños con 
trastornos del aprendizaje (Clemens, 1966). Las primeras cuatro 
características de la lista de Clemens eran hiperactividad, trastornos 
perceptivo-motores, alteraciones emocionales y deficiencias de la 
coordinación general. En la lista de Clemens, las disicapacidades 
escolares específicas, que actualmente son la característica definitoria 
de los trastornos del aprendizaje, sólo se mencionaban en el octavo 
lugar. 
Desde el informe de Clemens se han publicado diferentes 
investigaciones sobre las características de los alumnos con trastornos 
del aprendizaje (Cone, Wilson, Bradley y Reese, 1985; Kavale y Reese, 
1992; Kirk y Elkins, 1975; McLeskey, 1992; Norman y Zigmond, 1980; 
Sheppard y Smith, 1983). De este conjunto de trabajos, resultan 
representativos los resultados de dos de ellos. McLeskey (1992) 
examinó los datos sobre la demografía, nivel intelectual, capacidades e 
integración escolar de 790 alumnos de programas para trastornos del 
aprendizaje de Indiana, desde la escuela infantil hasta el 3° curso de 
secundaria. Cone y sus colaboradores (1985) comunicaron 
informaciones similares respecto a 1.839 alumnos de Iowa. A 
continuación presentamos algunos de los resultados de ambos estudios: 
 
• En tres cuartas partes de los alumnos de ambos estudios se 
diagnosticaron inicialmente trastornos del aprendizaje. 
• En los dos estudios, los varones superaban a las niñas a razón de 
3 a 1 en los niveles de edad de la educación primaria, elemental y 
secundaria. 
• La puntuación media de CI de la totalidad de las muestras de 
cada estudio era de 94 puntos (McLeskey) y 95 puntos (Cone et 
al). 
• Los alumnos con discrepancias más graves tendían a ser 
identificados al nivel primario; las discrepancias se hacían menos 
graves en los niveles educativos superiores (McLeskey). 
• Los estudiantes tenían más deficiencias educativas en lectura y 
ortografía que en matemáticas (Cone et al). 
• El nivel de rendimiento escolar relativo de los alumnos disminuía 
progresivamente a medida que pasaban a los cursos superiores 
(Cone et al). 
• Antes de identificarse los trastornos del aprendizaje, el 58% de la 
muestra había repetido curso (McLeskey). 
• El porcentaje de alumnos con problemas de conducta (15%) fue 
consistente a través de todos los cursos (McLeskey). 
 
Kavale y Reese (1992) concluían su estudio de 917 alumnos de Iowa 
con trastornos del aprendizaje con el siguiente perfil del «estudiante 
típico con TA»: 
 
Es un alumno de sexo masculino de sexto curso con un Cl de 96 
puntos. Este alumno asiste a un programa de educación mixto y recibe 
servicios de apoyo en expresión oral y lengua durante 78 minutos diarios 
en una escuela pública. Los apoyos comienzan a partir del tercer curso, y 
se hacen principalmente por indicación de los profesores y a causa de un 
bajo nivel de rendimiento, que casi siempre se manifiesta en lectura. Su 
nivel lector muestra un retraso de casi cuatro años, y en matemáticas de 
tres, lo que produce una discrepancia significativa entre el funcionamiento 
real y el esperado. El programa de desarrollo individualizado (IEP) da 
prioridad a los objetivos de lectura. Las clases de lectura se realizan 
exclusivamente dentro de la educación especial y las restantes 
asignaturas del currículo dentro de la ordinaria. La integración en losservicios de educación especial durante tres años mejora el rendimiento 
en lectura en casi dos años, y en matemáticas en un año y medio. No 
existen planes para modificar la integración. (p. 89) 
La aceptación social 
 
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Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: 
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Otros investigadores han estudiado la aceptación social de los 
alumnos con trastornos del aprendizaje, su comportamiento en clase y 
su capacidad de concentración en las tareas. Sus resultados están lejos 
de ser concluyentes, en parte quizá debido a la naturaleza heterogénea 
de los trastornos del aprendizaje y también por la ausencia de consenso 
sobre los criterios de identificación empleados y su inconsistente 
aplicación. 
La mayoría de los investigadores que han estudiado el nivel de 
aceptación social de los alumnos con trastornos del aprendizaje 
concluyeron que entre ellos es común un bajo nivel de aceptación social 
(Bryan y Bryan, 1978; Gresham, 1982). Sin embargo, después de 
examinar los estudios publicados sobre la aceptación social de los 
individuos con dificultades para el aprendizaje, Dudley-Marling y 
Edmiaston (1985) concluyeron que, en tanto que grupo, los alumnos con 
trastornos del aprendizaje pueden poseer menores niveles de 
aceptación, hay algunos estudiantes con trastornos del aprendizaje que 
son muy populares. En dos estudios posteriores continuaron 
apareciendo estos datos contradictorios sobre la aceptación por los 
compañeros. Gresham y Reschly (1986) encontraron deficiencias 
significativas en las habilidades sociales y en la aceptación por los 
compañeros en 100 estudiantes con trastornos del aprendizaje que 
estaban en las aulas ordinarias, a los que compararon con 100 alumnos 
sin estos problemas. Pero en el mismo número de esa revista, Sabornie 
y Kauffman (1986) comunicaban datos más optimistas, pues no 
encontraron diferencias significativas en el estatus sociométrico de 46 
alumnos con trastornos del aprendizaje que asistían a centros ordinarios 
respecto a 46 compañeros suyos sin trastornos. Lo que es más, 
descubrieron que algunos de los estudiantes con trastornos del 
aprendizaje disfrutaban de experiencias sociales alentadoras en las 
aulas ordinarias. 
La falta de coherencia entre los estudios que investigan la 
competencia social de los estudiantes con trastornos del aprendizaje 
puede deberse a que comparan a los alumnos con trastornos del 
aprendizaje con compañeros suyos en momentos determinados. Al 
especular que las habilidades sociales y la aceptación personal de los 
alumnos puede cambiar a través del tiempo, Vaughn y Hogan (1994) 
realizaron un análisis longitudinal de los mismos individuos durante un 
período de 6 años. Los resultados demostraron que las puntuaciones en 
habilidades sociales de los niños individualmente considerados pueden 
cambiar, y a veces muchísimo, desde la escuela infantil y el quinto 
curso. Concluyeron que un examen de la competencia social en 
cualquier momento dado, y especialmente en los muchachos, no 
proporciona un buen índice de la competencia social del individuo a lo 
largo del tiempo. 
Una interpretación de estos estudios es que la aceptación social no 
constituye una característica de los trastornos del aprendizaje, sino más 
bien el resultado de las diferentes atmósferas sociales que crean los 
educadores, compañeros, padres y demás personas con quienes se 
relacionan los alumnos con trastornos del aprendizaje. Esta 
interpretación fue apoyada por los autores de un estudio de 210 alumnos 
con trastornos del aprendizaje entre el tercero y el décimo curso, 
quienes descubrieron que los estudiantes con trastornos del aprendizaje 
de cursos donde eran aceptados por sus maestros no eran peor 
considerados ni menos apreciados por sus compañeros que los 
estudiantes de otros grupos (Vaughn, McIntosh, Schumm, Haager y 
Callwood, 1993). De hecho, Vaughn y sus colaboradores descubrieron 
que aproximadamente el 90% de los alumnos de su estudio tenían un 
«amigo íntimo», cuya capacidad era ligeramente superior tanto respecto 
a los alumnos con bajo rendimiento como respecto a los alumnos con 
alto rendimiento. En ese sentiao, los investigadores han comenzado a 
identificar los tipos de problemas que sufren los niños con trastornos del 
aprendizaje con bajo nivel de aceptación social y a descubrir métodos 
educativos que promueven el estatus social de estos alumnos en las 
aulas ordinarias. 
Un interesante estudio de Coleman y Minnett (1992) realizado con 
146 niños con y sin trastornos del aprendizaje de cursos que iban del 
tercero al sexto sugiere que la competencia social puede estar 
relacionada con el estatus del niño entre sus compañeros y no con la 
discapacidad, como se supone con frecuencia. En vez de comparar la 
competencia social (por ejemplo, las relaciones positivas y negativas con 
los compañeros o la cantidad de amigos) y el concepto de sí mismos de 
los alumnos con trastornos del aprendizaje con las de los niños sin 
discapacidades, los investigadores dividieron ambos grupos de 
estudiantes en tres niveles de estatus social. El nivel de aceptación 
–popularidad, indiferencia o rechazo– se determinaba por un 
procedimiento de evaluación por los compañeros en el que los 
estudiantes trazaban un círculo alrededor de los nombres de tres 
compañeros de clase «con los que más les gustaba jugar», y una X junto 
a los nombres de los tres con quienes «no les gustaba jugar». Aunque 
los niños con trastornos del aprendizaje se diferenciaban de los niños sin 
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ellos en «casi todos los índices de competencia escolar, 
independientemente de su estatus social» (p. 234), algunos niños con 
trastornos del aprendizaje eran populares y poseían las características 
de los niños populares sin discapacidades. De hecho, muchos de los 
alumnos con trastornos del aprendizaje poseían puntuaciones en la 
imagen de sí mismos superiores a las de sus compañeros no 
discapacitados de igual estatus social. Coleman y Minnet concluyeron 
que aunque los niños con trastornos del aprendizaje son rechazados con 
frecuencia por sus compañeros, no es algo inevitable. 
 
Debemos aprender más sobre estos niños que, a pesar de sus 
dificultades escolares, parecen ser capaces de alcanzar éxito en el 
entorno social de la educación elemental pública. Parece poco probable 
que logremos eliminar completamente las dificultades escolares que 
enfrentan los niños con TA, pero el estudio de los niños con altos niveles 
de aceptación a pesar de sus limitados logros escolares parece un modo 
provechoso de identificar las capacidades sociales que pueden ser útiles 
para los niños con TA. (p. 244) 
La atención a los problemas y la hiperactividad 
 
Los déficits de atención (o incapacidad para poner atención en las 
tareas) y la hiperactividad (un alto nivel de movimientos sin objeto) se 
citan con frecuencia como características de los niños con trastornos del 
aprendizaje. El término que se usa normalmente para referirse a esta 
combinación de rasgos conductuales es trastorno de atención deficiente 
o DA. El DA se diagnostica de acuerdo con los criterios del Diagnostic 
and Statistical Manual of Mental Disorders (Manual de Diagnóstico y 
Prevalencia) de la Asociación Psiquiátrica Americana [APAI, 1994), que 
se refiere a esta anomalía como trastornode disminución de la 
atención/hiperactividad (attention - deficit/ hyperactivity disorder, ADHD). 
«La característica principal del trastorno de disminución de la 
atención/hiperactivo es un modelo persistente de falta de atención y/o 
hiperactividad-impulsividad más frecuente que lo que se observa 
normalmente en individuos con un nivel equivalente de desarrollo (APA, 
1994, p. 78). Para diagnosticar DA el médico debe encontrar que el niño 
muestra frecuentemente seis o más síntomas, ya sea de déficit de 
atención o de hiperactividad-impulsividad durante un período de 6 meses 
por lo menos (véase la Tabla 5.1) 
Los criterios para el diagnóstico de DA son tan variados y subjetivos 
(por ejemplo, «es un niño que siempre está moviéndose») que el alumno 
que no recibe esta calificación del primer médico al que le llevan sus 
padres puede recibirla del segundo. Se sabe de padres que han pasado 
de un especialista a otro hasta que logran un diagnóstico de DA, algunas 
veces sobre la base del «criterio personal» del médico, incluso sin ver al 
niño (Reid, Maag y Vasa, 1993). Después de revisar 48 artículos y libros 
de importantes especialistas sobre el DA, Goodam y Poillion (1992) 
descubrieron que se habían propuesto 69 características y 38 causas 
diferentes del DA, y concluyeron que bajo esa denominación se incluye 
«cualquier trastorno o dificultad». Y señalan: 
 
Los problemas del estudio del diagnóstico del DA recuerdan los que 
planteó en la década de 1960 el estudio del MBI y el MBD. Este 
diagnóstico se asociaba con una proliferación de síntomas o 
características, pero sin demostrar nunca una relación de causa-efecto 
entre los síntomas y lesiones o anomalías cerebrales. Las investigaciones 
fracasaron y la terminología se inclinó por la expresión trastornos del 
aprendizaje, que ahora parece estar sufriendo un destino similar. Si un 
niño tiene una inteligencia normal y rinde poco en la escuela, se le 
diagnostica DA, independientemente de las características secundarias 
(...). A medida que los educadores se desilusionan con el término, 
prefieren cada vez más el de DA para explicar la gran variedad de 
problemas del aprendizaje de los escolares (...). Al carecer de 
características específicas y causas, este trastorno puede terminar por 
compartir el destino de los MBI, los MBD y los DA. El resultado es que los 
niños a quienes se diagnostica este trastorno son víctimas de los 
ineficaces ciclos y espirales que atraviesa el sistema educativo 
estadounidense. (p. 53-54). 
 
Los cálculos sobre la prevalencia del DA varían entre el 3% y el 10% 
de todos los niños en edad escolar (Wender, 1987). Estas cifras 
sugieren que en las aulas normales habrá entre uno y tres niños con 
diagnóstico de DA o que presentan los problemas típicos relacionados 
con él (Du Paul, Stoner, Tilly y Putnam, 1991). Una muestra nacional al 
azar realizada entre médicos de familia encontró que aproximadamente 
el 5% de todos los alumnos de los cursos elementales recibían 
diagnósticos de DA (Wolraich et al, 1990). 
Es importante destacar que el DA no equivale a una discapacidad 
para el aprendizaje. Aunque algunos niños con discapacidades para el 
aprendizaje son hiperactivos y tienen bajo nivel de atención, muchos de 
ellos son tranquilos y ponen empeño en las tareas escolares (Samuels y 
Miller, 19885). Muchos niños sin trastornos del aprendizaje también 
tienen dificultades para atender y estar quietos. Del mismo modo, 
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numerosos niños que muestran impulsividad, falta de atención y/o 
hiperactividad consiguen buenos resultados en el colegio. El DA no es 
una categoría de discapacidad reconocida por la IDEA. Sin embargo, la 
Oficina de Educación Especial y Servicios de Rehabilitación (Office of 
Special Education and Rehabilitation Services, OSERS) del 
Departamento de Educación de los EE UU publicó un memorándum 
sobre procedimientos que decía que aunque no es obligatorio que los 
niños con DA reciban atención especializada, pueden recibirlos bajo la 
categoría «otras discapacidades» siempre que su falta de atención 
afecte negativamente a su funcionamiento académico u a otra área de 
discapacitación (por ejemplo, los trastornos del aprendizaje) y reúna los 
requisitos necesarios (Davila, Williams y MacDonald, 1991). 
La Terapia con Fármacos en Niños con TAD 
 
El tratamiento más común para los niños con DA es el farmacológico. 
El metilfenidato, que pertenece a la familia de las anfetaminas, y que se 
vende con el nombre comercial de Ritalin, es el fármaco más 
aconsejado. Aunque las anfetaminas son estimulantes que normalmente 
incrementan el nivel de actividad, en muchos niños producen efectos 
paradójicos, esto es, una reducción del nivel de actividad posterior a la 
ingestión del fármaco. 
La cantidad de niños con medicación estimulante se ha incrementado 
muchísimo últimamente. Una investigación del Departamento de 
Sanidad del condado de Baltimore, Maryland, descubrió que el 5,96% de 
escolares recibían tratamiento con fármacos por estar diagnosticados 
con hiperactividad / bajo nivel de atención (Safer y Krager, 1988). 
Tomando en consideración los resultados de nueve encuestas bianuales 
anteriores, esta cifra significa que la cantidad de niños tratados con 
fármacos por hiperactividad/bajo nivel de atención se duplica en 
períodos que oscilan entre 4 y 7 años. Singh y Ellis (1993) calculan que 
más de 1 millón de escolares de los Estados Unidos reciben dosis 
diarias de medicación estimulante para controlar la hiperactividad y las 
deficiencias de la atención. 
Aunque muchos médicos, padres y educadores atribuyen buenos 
resultados al tratamiento con estimulantes en niños con trastornos del 
aprendizaje o con DA, los resultados de las investigaciones son 
ambiguos (Gadow, 1986; Swanson et al, 1993). Después de examinar 
341 investigaciones sobre los efectos de la medicación estimulante en 
niños con DA, Swanson et al (1993) hicieron las generalizaciones 
siguientes sobre lo que se puede esperar de ella: 
 
• Control pasajero de la hiperactividad, la falta de atención y la 
impulsividad. 
• Mejoría temporaria de la conducta y la agresividad y aumento del 
rendimiento escolar. 
• Ausencia de mejoría a largo plazo (rendimiento escolar, frecuencia 
de interrupciones). 
• Efectos colaterales, como aumento de los tics, perturbaciones de 
los hábitos de la alimentación y del sueño, posibles efectos 
negativos en las funciones congnitivas. 
 
Dado que los beneficios de la terapia con fármacos en niños resultan 
cuestionables y que a veces aparecen efectos secundarios no deseados 
(por ejemplo, insomnio, disminución del apetito, cefaleas, trastorno del 
ritmo normal del desarrollo, irritabilidad, atenuación de las emociones y 
aumento de la presión arterial), en la actualidad algunos profesionales 
consideran que la terapia con fármacos es una «vía de escape» fácil, 
que puede producir mejorías de la conducta a corto plazo, pero que es 
perjudicial de cara al futuro. «Cuando los estimulantes producen efectos 
a corto plazo, la intervención farmacológica puede llegar a sustituir o 
impedir unas intervenciones no farmacológicas que a largo plazo pueden 
ser más beneficiosas» (Swanson et al, 1993, p. 158). 
Kohn (1989) se opone al uso de drogas no sólo en niños con DA sino 
también en los que no se adaptan a las hábitos de conducta en la 
escuela o el hogar. Kohn piensa que el uso del Ritalin «puede tener 
mucha más importancia para la reducción de la tensión de los 
cuidadores que para el niño» (p. 98). 
Los problemas de la conducta 
 
Se han hecho numerosas investigaciones sobre el tipo y la incidenciade problemas de la conducta que muestran los niños con trastornos del 
aprendizaje. Epstein y Cullinan han realizado una serie de estudios que 
demuestran que los estudiantes con trastornos del aprendizaje muestran 
una proporción de problemas de la conducta superior a la normal 
(Epstein, Cullinan y Rosmeier, 1983). Estas investigaciones señalan que, 
aunque los datos demuestran claramente que los niños con trastornos 
del aprendizaje tienen más problemas de conducta, se desconocen las 
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relaciones entre éstos y sus dificultades para el aprendizaje. En otros 
términos, no se puede decir que los trastornos del aprendizaje ocasionen 
los problemas de conducta o a la inversa. Los datos de estos estudios se 
refieren a grandes grupos de alumnos. Muchos niños con trastornos del 
aprendizaje no muestran ningún tipo de problemas de conducta. 
 
 
TABLA 5.1 Criterios para el diagnóstico del déficit de la 
atención/hiperactividad. 
 
A. O bien (1) o (2) 
 
(1) seis (o más) de los síntomas siguientes de déficit de atención se han 
prolongado durante 6 meses por lo menos hasta el punto de constituir una 
conducta inapropiada e inconsistente con el nivel del desarrollo: 
Déficit de Atención 
(a) con frecuencia no dedica suficiente atención a los detalles o comete 
errores por descuido en sus deberes, tareas u otras actividades 
(b) con frecuencia tiene dificultad en mantenerse atento a las tareas o 
juegos 
(c) con frecuencia no parece escuchar cuando le hablan directamente 
(d) con frecuencia no sigue las instrucciones ni termina sus trabajos en el 
colegio, tareas u obligaciones en el trabajo (pero no a raíz de una 
actitud oposicionista o porque no entienda las instrucciones) 
(e) con frecuencia tiene dificultades para organizar sus tareas o actividades 
(f) con frecuencia evita, rechaza o protesta cuando tiene que realizar 
tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido (como el trabajo en 
el colegio o los deberes) 
(g) con frecuencia pierde cosas necesarias para sus tareas o actividades 
(por ejemplo, juguetes, deberes, lápices, libros o instrumentos) 
(h) con frecuencia se distrae fácilmente con estímulos externos 
(i) con frecuencia olvida sus tareas diarias 
(2) seis (o más) de los síntomas siguientes de hiperactividad-impulsividad 
han persistido durante los últimos 6 meses hasta dificultar la adaptación y 
resultar inadecuados según el nivel de desarrollo : 
 
Hiperactividad 
(a) con frecuencia mueve las manos o los pies o se revuelve en el asiento 
(b) con frecuencia abandona su asiento en clase o en otras situaciones en 
que debe estar sentado 
(c) con frecuencia corre o se comporta de manera inadecuada en 
situaciones en que resulta incorrecto (en adolescentes esto puede 
limitarse a sentimientos subjetivos de inquietud) 
(d) con frecuencia le resulta difícil jugar o dedicarse con tranquilidad a actividades 
recreativas 
(e) con frecuencia está inquieto o parece «tener un motor en el cuerpo» 
(f) con frecuencia habla demasiado 
 
Impulsividad 
(g) con frecuencia comienza a hablar antes de que terminen de hacerle las 
preguntas 
(h) con frecuencia tiene dificultad para esperar su turno 
(i) con frecuencia interrumpe o molesta a los demás (por ejemplo, irrumpe en 
conversaciones o juegos) 
B. Algunos síntomas de hiperactividad-impulsividad que ocasionaron deficiencia se 
habían presentado antes de los 7 años. 
C. Alguna deficiencia causada por los síntomas se presenta en dos o más entornos 
(por ejemplo, en el colegio [o el trabajo] y en el hogar). 
D. Debe haber pruebas claras de deficiencias clínicamente significativas en el fun-
cionamiento social, escolar o laboral. 
E. Los síntomas no aparecen exclusivamente en el marco de un trastorno general del 
desarrollo, la esquizofrenia u otros trastornos psicóticos y no se explican mejor por 
alguna otra enfermedad mental (por ejemplo, trastornos del humor, ansiedad o 
trastornos disociativos o de la personalidad). 
Código basado en el tipo : 
314.01 Déficit de Atención/Hiperactividad de Tipo Combinado: si se han presentado 
los Criterios Al y A2 durante los últimos 6 meses 
314.00 Déficit de Atención/Hiperactividad, Predominantemente de Déficit de Aten-
ción: si se ha presentado el Criterio A 1 pero no el A2 durante los últimos 6 meses Déficit 
de Atención/Hiperactividad de Tipo Predominantemente Hiperactivo-Impulsivo: si 
se ha presentado el Criterio A2 pero no el Al durante los últimos 6 meses. 
Nota para el diagnóstico: En individuos (especialmente adolescentes y adultos) en los 
que se observan síntomas que no presentan un criterio completo, debe especificarse 
«En Remisión Parcial». 
Fuente: Asociación Psiquiátrica Americana, Manual Estadístico y Diagnóstico de los Trastornos 
Mentales, Cuarta Edición, Washington, DC: Asociación Psiquiátrica Americana, 1994. 
¿Existen subtipos de trastornos del aprendizaje? 
 
Como existen muchas características del aprendizaje y de la 
conducta que se asocian con los trastornos del aprendizaje, y a causa 
de la imposibilidad de crear un perfil exacto de las características de las 
personas con estos trastornos, algunos educadores sugieren que estos 
individuos se dividen en varios subtipos, que es necesario definir. 
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McKinney (1985) afirma que la literatura especializada en general niega 
la teoría de que los trastornos del aprendizaje son un «síndrome único», 
y que resulta posible crear subgrupos más homogéneos de diagnóstico 
dentro de la categoría actual de niños excepcionales, que es demasiado 
amplia y mal definida. Aún es demasiado temprano para predecir si la 
búsqueda de subgrupos entre los individuos con trastornos del 
aprendizaje tendrá algún efecto en su educación y tratamiento. 
Las perspectivas del decurso vital 
 
Otra manera de considerar las características de los individuos con 
trastornos del aprendizaje es considerarlos a lo largo de la vida. La Tabla 
5.2 muestra el resumen de Mercer (1992) de las principales áreas en 
que pueden presentarse problemas, sus posibilidades de evaluación e 
intervención y los tratamientos más recomendados durante cinco 
períodos diferentes de la vida. 
Es muy importante recordar que la característica fundamental de los 
alumnos con trastornos del aprendizaje es una deficiencia específica en 
presencia un nivel general de inteligencia adecuado. Algunos niños con 
trastornos del aprendizaje también son hiperactivos (o tienen cualquiera 
de los trastornos mencionados en esta sección), y otros no lo son. Pero 
no se debe considerar que los niños que padecen cualquiera de estos 
trastornos, pero que no tienen deficiencias del funcionamiento al mismo 
tiempo, sufren trastornos del aprendizaje. 
 
Las Causas De Los Trastornos Del Aprendizaje 
 
En casi todos los casos, se desconocen las causas exactas de los 
trastornos de aprendizaje de los niños, aunque se han propuesto 
muchas etiologías posibles. Las tres categorías principales de factores 
etiológicos son las lesiones cerebrales, los desequilibrios bioquímicos y 
los factores ambientales. 
Las lesiones cerebrales 
 
Algunos individuos con trastornos del aprendizaje muestran claros 
signos de lesiones cerebrales que muy bien pueden ser la causa de sus 
problemas de aprendizaje (Duffy y McAnulty,1985; Geshwind y 
Galaburda, 1987). Spivak (1986) calculó que hasta el 20% de los niños 
con trastornos del aprendizaje ha sufrido una lesión cerebral, ya sea 
antes del nacimiento (prenatal), durante el mismo (perinatal) o después 
de él (posnatal). Algunos profesionales opinan que todos los niños con 
trastornos del aprendizaje padecen algún tipo de lesión o disfunción del 
sistema nervioso central. De hecho, este es el punto de vista de la 
definición del NJCLD de los trastornos del aprendizaje, según la cual «se 
supone que se deben a anomalías del sistema nervioso central». No se 
considera que las lesiones cerebrales sean tan profundas como para 
causar problemas generalizados y graves del aprendizaje en el 
desarrollo de todas las funciones intelectuales, de modo que en los 
casos específicos se puede hablar de una lesión general mínima. 
En los casos en que no hay pruebas claras de lesión cerebral (y esto 
es lo que sucede en la mayoría de los niños con trastornos del 
aprendizaje) suele usarse la expresión disfunción cerebral mínima, 
especialmente por los médicos. Esta expresión sugiere la existencia de 
una lesión cerebral, porque afirma que el cerebro del niño no funciona 
bien. 
La mayoría de los educadores no creen que las anomalías 
cerebrales expliquen las dificultades de muchos niños con trastornos 
del aprendizaje. Como mantienen Smith y Robinson (1986), «las 
pruebas de una relación entre las características de la conducta y las 
anomalías cerebrales son circunstanciales, especulativas y en la 
mayoría de los casos no se pueden documentar. La identificación de 
lesiones cerebrales no conduce a estrategias curativas o de 
intervención educativa capaces de producir resultados garantizados o 
uniformes (p. 223) 
Las actuales teorías etiológicas que relacionan los trastornos del 
aprendizaje con lesiones cerebrales plantean dos graves problemas: 
no todos los niños con trastornos del aprendizaje muestran indicios 
clínicos (médicos) de esas lesiones, y no todos los niños con lesiones 
cerebrales padecen trastornos del aprendizaje. Boshes y Myklebust 
(1964) comunicaron los resultados de las lecturas de EEG de 200 
niños normales y 200 con trastornos del aprendizaje, cuyos 
resultados demostraron que en el 29% de los niños normales y en el 
42% de los que padecían trastornos del aprendizaje existían patrones 
anormales de las ondas cerebrales. Aunque es verdad que hubo más 
niños con trastornos del aprendizaje que recibieron diagnósticos 
anormales, estos resultados no demuestran una relación directa y 
lineal entre las lesiones cerebrales y los trastornos del aprendizaje. 
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TABLA 5.2 Trastornos del aprendizaje más frecuentes y en cinco niveles distintos de edad que resumen las áreas problemáticas, los objetivos de 
evaluación y los tratamientos más recomendados. 
 
 
PREESCOLAR CURSOS JARDÍN DE INFANCIA - 1 CURSOS 2-6 
CURSOS 7-12 ADULTOS 
Áreas problemáticas 
 
Desarrollo de las capacidades 
básicas (por ej., caminar) 
Lenguaje comprensivo 
Lenguaje expresivo 
Percepción visual 
Percepción auditiva 
Período de atención 
Hiperactividad 
Autorregulación 
Capacidades sociales 
Formación de conceptos 
Capacidades escolares 
básicas (por ej., 
conocimiento del alfabeto, 
conceptos cualitativos, 
conceptos espaciales, etc.)
Lenguaje comprensivo 
Lenguaje expresivo 
Percepción visual 
Percepción auditiva 
Razonamiento 
Desarrollo motor 
Atención 
Hiperactividad 
Capacidades sociales 
Capacidades de lectura 
Capacidades aritméticas 
Expresión escrita 
Expresión verbal 
Comprensión lectora 
Períodos de atención 
Hiperactividad 
Desarrollo socio-emocional 
Razonamiento 
Capacidades de lectura 
Capacidades aritméticas 
Expresión escrita 
Expresión verbal 
Técnicas de escuchar 
Capacidades de estudio 
Metacognición 
Desarrollo socio-emocional 
Alternativas curriculares 
Entrenamiento 
metacognitivo 
Capacidades de lectura 
Capacidades aritméticas 
Expresión escrita 
Expresión verbal 
Capacidades de escucha 
Técnicas de estudio 
Desarrollo socio-emocional 
Metacognición 
aprendizaje 
Evaluación 
 
Diagnóstico de alto riesgo de 
padecer trastornos 
posteriores del desarrollo 
Diagnóstico de alto riesgo de 
padecer trastornos 
posteriores del desarrollo 
 
Identificación de trastornos del 
aprendizaje 
 
Identificación de trastornos del 
aprendizaje 
 
Identificación de trastornos 
del aprendizaje 
Tipos de Tratamiento 
 
Preventivo 
 
Preventivo 
 
Curativo 
Correctivo 
 
Curativo 
Rehabilitador 
Compensatorio 
Estrategias de aprendizaje 
Curativo 
Rehabilitador 
Compensatorio 
Estrategias de aprendizaje 
Tratamientos más 
investigados o más 
recomendados por los 
especialistas 
Instrucción directa en 
capacidades del lenguaje 
Entrenamiento conductual 
Escuela de padres 
Instrucción directa en áreas 
escolares y lingüísticas 
Entrenamiento conductual 
Escuela de padres 
Instrucción directa en áreas 
educativas 
Entrenamiento conductual 
Escuela para Padres 
Entrenamiento metacognitivo 
Instrucción directa en áreas 
educativas 
Atención en áreas educativas 
Instrucción directa en 
estrategias de aprendizaje 
(técnicas de estudio) 
Entrenamiento de autocontrol 
 
Instrucción directa en áreas 
educativas 
Atención en áreas educativas 
(en el colegio o laborales) 
Ayudas técnicas (por ej., uso 
de auxiliares como 
grabadoras, calculadoras, 
computador) 
Instrucción directa en 
estrategias de aprendizaje 
 
 
Fuente: Tomado de Students with Learning Disabilities (4th ed.) (p. 50) por C. D. Merced, 1992, Nueva York: Merrill/Macmillan. Reproducido con autorización. 
 
 
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ENSEÑANDO Y APRENDIENDO 
¡SOMOS TODOS PROFESORES Y ALUMNOS! 
 
Para cursar muchas carreras de cuatro años, un requisito consiste en haber 
cursado dos años de una lengua extranjera, y en aproximadamente la mitad de 
estas instituciones es necesario conocer una segunda lengua para poder 
diplomarse (Ganschow y Sparks, 1987). Negar a los estudiantes el acceso a las 
lenguas extranjeras o no proporcionarles oportunidades de estudiarlas con éxito 
puede limitar innecesariamente sus elecciones educativas futuras. La ausencia de 
la enseñanza de lenguas extranjeras no sólo limita la participación de los alumnos 
en la vida académica normal, sino que también les priva de la oportunidad de 
experimentar las ventajas culturales que encierra el conocimiento de otras lenguas. 
Sin embargo, en la educación secundaria no se suele recomendar el estudio de 
las lenguas extranjeras a los alumnos que sufren trastornos del aprendizaje. 
Algunas personas piensan que estos estudiantes ya experimentan dificultades 
educativas, de modo que ¿para qué incluirlos en asignaturas que les pueden 
resultar especialmente difíciles? 
Wiig y Semel (1984) afirman que el estudio de lenguas extranjeras representa 
uno de los mayores obstáculos en el currículum de los alumnos con trastornos del 
aprendizaje. Como ejemplo, señalan el vocabulario básico y las reglas de gramática 
de las lenguas extranjeras en que se insiste al comienzo, como también el 
vocabulario, más abstracto aún, y las complejas estructuras sintácticas que se 
aprenden luego. A menos que se introduzcan adaptaciones, para la mayoría de 
los estudiantes con trastornos delaprendizaje el estudio de una lengua extranjera 
es una lucha sin esperanzas. Aunque la literatura sobre la educación especial en 
general, y sobre los trastornos del aprendizaje en particular, contiene muchos 
ejemplos de métodos para instruir a estudiantes con discapacidades en la 
mayoría de las áreas curriculares, casi no existen técnicas para enseñar lenguas 
extranjeras a los alumnos con trastornos del aprendizaje. Recientemente, algunos 
profesores de lenguas han sugerido métodos para ayudar a los alumnos con 
necesidades especiales (Barnett, 1989; DiGiandomenico y Carey, 1988). 
Las características principales de los métodos de tutorización entre iguales —
numerosas oportunidades para responder, feedback inmediato, elogios y refuerzos 
permanentes, promociones según el ritmo de aprendizaje de cada alumno— se 
corresponden con las recomendaciones para la enseñanza de una segunda 
lengua. La tutorización entre iguales puede resultar especialmente adecuada para 
ayudar a los alumnos con trastornos del aprendizaje a adquirir y mantener la 
gran cantidad de vocabulario que enfrentan desde el comienzo del estudio de 
lenguas extranjeras. 
 
La tutorización entre iguales 
 
En el segundo curso «adaptado» de español de un centro de secundaria 
urbano, se implementó un sistema de tutorización entre iguales en el que 
intervenía toda la clase. Esta se había diseñado para proporcionar una 
oportunidad de estudiar español a un ritmo algo menos intenso y centrado en 
aspectos útiles y prácticos del lenguaje a 6 alumnos con trastornos del 
aprendizaje y a otros 10 con riesgo de sufrir fracaso en las clases ordinarias de 
idiomas. El programa se adaptó a partir de un modelo de tutorización entre 
iguales para todo el curso diseñado en la Universidad Estatal de Ohio (Cooke, 
Heron y Heward, 1983; Miller, Barbetta y Heron, 1994). 
Los alumnos trabajaban por parejas, y cada uno ayudaba al otro 5 minutos 
por día en una lista de ocho palabras para aprender (en español en el original). 
Los dos alumnos repetían y escribían la traducción española de las palabras y 
frases que se les presentaba gráficamente por medio de tarjetas ilustradas y 
recibían de sus tutores elogios o feedback para corregir sus errores después de 
cada respuesta. Cuando un alumno escribía correctamente una palabra durante 
2 días consecutivos en la prueba que le administraba el tutor al fin de cada 
sesión diaria, la palabra se integraba al listado de palabras para repasar (en 
español en el original). El profesor evaluaba todas las palabras de ese listado 
durante las pruebas de mantenimiento semanales. 
 
Resultados 
 
Todos los alumnos aprendieron las palabras del vocabulario español casi tan 
rápido como lo permitía el sistema. Los seis alumnos con trastornos del 
aprendizaje mostraron un ritmo medio de aprendizaje que oscilaba entre 7,0 y 
7,9 palabras nuevas cada 2 días (la tasa máxima de progreso era de 8 palabras 
cada 2 días). Para investigar si los alumnos podían aprender palabras nuevas 
más rápido aún, tres parejas de alumnos trabajaron con listas de 12 palabras 
durante las últimas 2 semanas del estudio. Aprendieron palabras nuevas a un 
ritmo medio entre 11,3 y 11,7 palabras cada 2 días. 
Los alumnos no sólo se enseñaban entre sí más vocabulario español, sino 
que también recordaban el que habían aprendido, y a nivel grupal, lograron una 
media del 87% de palabras correctas en las pruebas semanales de 
mantenimiento. Cuando se les pidió su opinión sobre el programa de tutorización 
entre iguales, 15 de los 16 alumnos dijeron que les gustaría volver a aplicarlo para 
estudiar español, y 14 dijeron que deseaban que se aplicara en otras asignaturas. 
Los comentarios siguientes resumen su opinión sobre el programa: 
 
«Esto es de lo más útil para aprender cosas que por lo general no quieres 
estudiar. ¡El programa fue excelente!» 
«Creo que es el programa que se debería utilizar en clase. Hace que los 
niños intervengan en su instrucción en vez de que sea el maestro el que 
enseña todo el tiempo.» 
«¡Pues yo he estado haciendo esto todo el año, y lograré ser el primero!» 
 
Las carpetas y tarjetas ilustradas que usaban los alumnos de secundaria con 
MÓDULO 0402 PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LAS NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES 
Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: 
Heward, L., W. (2004) Niños Excepcionales: Una introducción a la Educación 
Especial. Madrid, Pearson Prentice Hall. 
 UNIDAD I ÁREAS DE EJERCICIO PROFESIONAL Y DE INVESTIGACIÓN EN PROCESOS EN NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES 
 
15
trastornos del aprendizaje durante el programa de tutorización entre iguales. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Basado en Wright, J. E., Cavanaugh, R. A., Sainato, D.M. y Heward, W. L. (en 
prensa) Teaching each other Spanish: Evaluation of a classwide reciprocal peer 
tutoring program for learning disabled and atrisk high school students. Education 
and Treatment of Children. 
 
El segundo problema de la hipótesis de las lesiones cerebrales es 
que puede convertirse en una excusa perfecta cuando no se logra 
educar al alumno. Si el alumno no aprende, la culpa no es del educador; 
después de todo, padece una lesión cerebral que «le impide» aprender. 
Casi todos los profesionales de la educación especial comparten la idea 
de que los maestros no deben permitir que los diagnósticos de 
problemas neurológicos, reales o supuestos, influyan en sus juicios 
educativos. Myers y Hammill (1990) concluyen su revisión de los 
factores etiológicos con estas palabras de advertencia: 
 
Para el profesor o el clínico que no se dedica a las investigaciones 
sistemáticas, a la hora de enseñar al niño a leer, hablar, escribir, etc., lo 
más importante es manejar los síntomas relacionados entre sí (...). Los 
métodos de enseñanza no cambiarán mucho según que los trastornos del 
aprendizaje de un caso individual sean síntomas provocados por lesiones 
cerebrales o por un retraso del desarrollo (...) El descubrimiento de una 
etiología real o supuesta de las discapacidades tiene muy poco interés 
para el maestro-clínico, y desempeña un papel secundario en los 
programas educativos. (p. 22) 
Las alteraciones bioquímicas 
 
Algunos investigadores mantienen que la causa de los trastornos del 
aprendizaje son los desequilibrios bioquímicos que pueden padecer los 
niños. Feingold (1975a, 1975b, 1976) provocó un gran revuelo cuando 
afirmó que los colorantes y aromatizantes de los alimentos que muchos 
niños consumen pueden provocar trastornos del aprendizaje e 
hiperactividad. Este autor recomendaba tratar los trastornos del 
aprendizaje con una dieta sin alimentos que contuvieran colorantes o 
aromatizantes sintéticos. Se realizaron varios estudios para examinar los 
efectos de la dieta de Feingold, y algunos arrojaron resultados positivos 
(Connors, Goyette, Southwick, Lees y Andrulonis, 1976; Cook y 
Woodhill, 1976). Sin embargo, en un resumen de estos estudios, Spring 
y Sandoval (1976) concluyeron que existían muy pocas pruebas a favor 
de la teoría de Feingold. Muchos de estos trabajos estaban mal hechos, 
y los pocos experimentos científicamente válidos que se hicieron 
llegaron a la conclusión de que sólo una pequeña cantidad de niños 
hiperactivos mejoraban con la dieta de Feingold. 
En respuesta a la discusión sobre las dietas de los niños, el Consejo 
Americano de Ciencia y Sanidad American Council on Science and 
Health) (1979) publicó la declaración siguiente: 
 
La hiperactividad seguirá siendo un problema sin solución hasta que 
las investigaciones no encuentren su o sus causas y no desarrollen un 
tratamiento eficaz. La realidad es que todavía tenemos mucho que 
aprender sobre este trastorno. Sin embargo, ahora sabemos que la 
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Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: 
Heward, L., W. (2004) Niños Excepcionales: Una introducción a la Educación 
Especial.Madrid, Pearson Prentice Hall. 
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solución no está en la dieta, y resulta claro que los síntomas de la gran 
mayoría de los niños etiquetados como «hiperactivos» no están 
relacionados con el salicilato ni con los colorantes y aromatizantes 
artificiales. La dieta de Feingold impone nuevas tareas a las amas de 
casa y cambia el estilo de vida de las familias (...), pero no cura la 
hiperactividad. (p. 5) 
 
Cott (1972) lanzó la hipótesis de que los trastornos del aprendizaje 
pueden originarse en el hecho de que el flujo sanguíneo del niño no 
sintentiza una cantidad adecuada de vitaminas, y basándose en esta 
teoría, algunos médicos comenzaron a aplicar una terapia que consiste 
en la administración de dosis masivas diarias de vitaminas destinadas a 
compensar las supuestas deficiencias. 
Dos estudios diseñados para investigar los efectos del tratamiento 
con grandes dosis de vitaminas en niños con trastornos del aprendizaje 
e hiperquinesia descubrieron que estas dosis vitamínicas no mejoran el 
rendimiento del niño (Arnold, Christopher, Huestis y Smeltzer, 1978; 
Kershner, Hawks y Grekin, 1977). Diferentes autores han advertido 
sobre los riesgos potenciales de la ingestión de grandes dosis de vita-
minas, ya que pueden provocar efectos secundarios como escorbuto, 
arritmias cardíacas, cefaleas y trastornos renales, especialmente con 
grandes dosis de algunas vitaminas del tipo B (Eastman, 1978; Golden, 
1980). 
Aunque es posible e incluso probable que la bioquímica afecte la 
conducta y el aprendizaje de los alumnos en clase, todavía no existen 
pruebas científicas sobre la naturaleza y la amplitud de su influencia. Es 
comprensible que estas nuevas hipótesis despierten gran interés entre 
los profesionales de la educación y los padres. Rooney (1991), que 
resumió y criticó una amplia cantidad de «terapias de dudoso efecto» 
supuestamente capaces de curar o paliar los problemas del aprendizaje 
y/o de la conducta, sugiere que examinemos cuidadosamente todos sus 
detalles antes de aceptarlas como descubrimientos auténticos. 
Los factores ambientales 
 
Lovitt (1978) señala tres tipos de influencias ambientales que en su 
opinión se relacionan con los problemas del aprendizaje: las alteraciones 
emocionales, la falta de motivación y una educación insuficiente. Muchos 
niños con trastornos del aprendizaje también muestran trastornos de la 
conducta. No se sabe si unos son la causa de los otros o si ambos se 
originan en otro (s) factores. Además, resulta difícil establecer 
actividades de refuerzo para algunos estudiantes con trastornos del 
aprendizaje porque pueden no interesarse en las cosas que gustan a los 
demás niños. Algunos estudios han demostrado que cuando se 
encuentra la clave de los problemas motivacionales del niño, a veces 
también se puede solucionar el problema del aprendizaje (Lovitt, 1977). 
Otra variable que puede ser la causa principal de los problemas del 
aprendizaje es la calidad de la educación. Lovitt (1978) lo expresa de 
esta forma: 
 
La calidad de la educación es un factor que puede contribuir a la 
aparición de trastornos del aprendizaje. Aunque muchos niños pueden 
aprender a pesar de los malos profesores y las técnicas inadecuadas, 
otros tienen menos suerte, y algunos jóvenes que han tenido una 
educación deficiente en la escuela primaria nunca alcanzan el nivel de 
sus compañeros. (p. 169) 
 
Lovitt y Engelmann se cuentan entre el número cada vez mayor de 
especialistas en educación especial que piensan que la mejor forma de 
ayudar a los alumnos con problemas del aprendizaje es centrarse en la 
evaluación y tratamiento de las conductas específicas que les resultan 
más dificultosas (por ejemplo, la lectura y las matemáticas). Existen cada 
vez más pruebas de que los problemas del aprendizaje de muchos 
alumnos pueden solucionarse por medio de una instrucción directa y 
sistemática. Sin embargo, sería ingenuo suponer que los problemas del 
aprendizaje de todos los niños se deben a una educación poco eficiente. 
Quizá el 10% restante de los niños que menciona Engelmann son los 
que padecen trastornos del aprendizaje provocados por anomalías del 
sistema nervioso central. En cualquier caso, desde el punto de vista 
educativo, la instrucción sistemática debe ser el tratamiento de primera 
elección para todos los alumnos con trastornos del aprendizaje. 
En la actualidad hay muchas más especulaciones que pruebas 
concluyentes sobre la etiología de los problemas del aprendizaje, pero la 
búsqueda de las verdaderas causas de estos trastornos debe continuar. 
Sólo cuando se hayan identificado claramente sus orígenes será posible 
que la prevención de estos trastornos constituya una alternativa realista. 
MÓDULO 0402 PROPEDÉUTICA EN EL CAMPO DE LAS NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES 
Para profundizar en este tipo de contenidos consulte la obra: 
Heward, L., W. (2004) Niños Excepcionales: Una introducción a la Educación 
Especial. Madrid, Pearson Prentice Hall. 
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La Identificación Y La Evaluación 
 
En la educación, la palabra evaluación es sinónimo de test. Existen 
miles de tests, y se han creado para medir casi cualquier respuesta 
motora, social y académica de los niños (Mitchell, 1985). En la 
educación, los tests se aplican principalmente para identificar a los niños 
que se sitúan dentro de alguna de las categorías educativas o de inte-
gración escolar. 
 
En determinado momento de la escolarización, hay que separar a los 
niños que deben recibir educación especial y los que deben seguir dentro 
del sistema ordinario. Es evidente que la gran mayoría de los niños con 
problemas escolares deberán seguir los cursos regulares. De cualquier 
modo, el tipo de evaluación que se emplea para realizar la identificación 
es de máxima importancia en Estados cuyas leyes, procedimientos o 
tradiciones obligan a clasificar a los niños de acuerdo con la clase de 
incapacidad que poseen antes de que se les declare aptos para recibir 
educación especial. (Myers y Hammill, 1990, p. 66) 
 
Dada la complejidad de la definición de los trastornos del aprendizaje, 
es inevitable que para identificar a los verdaderos alumnos con estos 
trastornos se utilice una batería de tests. Un estudio realizado en 14 
centros escolares de Michigan encontró que a cada alumno con 
trastornos del aprendizaje se le aplicaba un promedio que oscilaba entre 
tres y cinco pruebas diferentes (Perlmutter y Parus, 1983). Cuando 
Shepard y Smith (1981) examinaron cómo se había diagnosticado 
trastornos del aprendizaje en una muestra de 1.000 individuos en 
Colorado, descubrieron que la mitad de los fondos disponibles para 
atender a los alumnos con trastornos del aprendizaje se invertían en su 
identificación. Como resultado de esta práctica, se llegó a calificar a los 
niños con trastornos del aprendizaje como «los más diagnosticados» de 
todos los alumnos excepcionales (Lovitt, 1982). 
Aunque la identificación y la integración escolar son funciones 
básicas de los tests escolares, la evaluación tiene un propósito mucho 
más importante: proporcionar información para planificar e implementar 
programas educativos para los niños. 
En la evaluación de los trastornos del aprendizaje se usan 
normalmente por lo menos cinco clases distintas de tests o métodos de 
evaluación: los tests estandarizados o normativos, los tests de 
habilidades, los inventarios informales de lectura, los tests criteriales y 
las evaluaciones directas. De estos cinco tipos de pruebas, los tests 
normativos y los tests de habilidades constituyen sistemas indirectos de 
evaluación; esto significa que evalúan la capacidad general del niño en 
diversas dimensiones. Los inventarios informales de lectura, los tests 
criteriales y la evaluación directa pueden clasificarse como

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