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HEM_PF_DAHL - Hernand Lemus

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HISTORIA ECONÓMICA DE MÉXICO. 
 
 
 
CULTURA HIDRÁULICA Y SIMBOLISMO MESOAMERICANO 
DEL AGUA EN EL MÉXICO PREHISPÁNICO. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
PRESENTA 
Daniel Armando Hernández Lemus 
PROFESOR 
José Luis Espinosa Bermejo 
Nezahualcóyotl, agosto de 2021 
 
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES PLANTEL ARAGÓN 
PLANIFICACIÓN PARA EL DESARROLLO AGROPECUARIO 
 
Teresa Rojas Rabiela 
Cultura hidráulica y simbolismo mesoamericano del agua en el México 
prehispánico/ José Luis Martínez Ruiz y Daniel Murillo Licea – Jiutepec, Morelos: 
Instituto Mexicano de Tecnología del Agua/Centro de Investigaciones y Estudios 
Superiores en Antropología Social, 2009. 
ISBN 978-697-7563-06-8 
1. Agua 
2. Simbolismo 
3. México (época prehispánica) 
 
CONTENIDO 
INTRODUCCIÓN ................................................................................................ 2 
DESARROLLO ................................................................................................... 7 
PRIMERA PARTE ............................................................................................... 7 
Las obras hidráulicas para usos domésticos ...................................................... 7 
Obras hidráulicas para la irrigación agrícola ..................................................... 10 
Obras hidráulicas para la conducción, control y drenaje de aguas pluviales. ... 18 
Obras hidráulicas para el control de los niveles de agua en zonas lacustres, 
pantanosas e inundables .................................................................................. 18 
CONCLUSIÓN .................................................................................................. 21 
FUENTES DE INFORMACIÓN ......................................................................... 22 
 
INTRODUCCIÓN 
 
La historia del conocimiento hidráulico ha permitido reconocerlo como motor de 
desarrollo civilizatorio en las culturas precolombinas, así como parte de la 
memoria ingenieril, se dice que la naturaleza y la experiencia en gestión hídrica 
permitieron forjar sólidamente técnicas, obras y sistemas. 
A pesar de la falta de herramientas de hierro, se constituyó un soporte para el 
desarrollo de las altas culturas precolombinas, donde la edificación de obras 
hidráulicas permitió potenciar la cultura olmeca, la teotihuacana, maya y 
zapoteca, tomando por igual el desarrollo hidráulico de Tenochtitlan y 
Tezcotzinco, construidos por el mismísimo Nezahualcóyotl. 
Los distintos sistemas y tecnologías fueron capaces de sorprender a Hernán 
Cortés cuando este llegó a la ciudad de Tenochtitlan, debido a la originalidad y 
diversidad de usos manifestados a través de pozos, presas, jagüeyes, drenajes, 
alcantarillas, albercas, desagües, sistemas de irrigación, compuertas, diques, 
acueductos, cisternas, fuentes, todo esto cargado de planeación y conocimiento 
sistematizado. 
Las obras hidráulicas significaron un cambio tecnológico que revolucionó a los 
pueblos prehispánicos. Desafortunadamente, después de la caída de 
Tenochtitlan se cierra un ciclo de conocimiento y experiencia en la historia, 
creatividad y armonía ecológico-urbanística prehispánica aplicadas al 
aprovechamiento del recurso hídrico. 
Algunos procesos comerciales, bélicos y culturales se vieron fuertemente 
influenciados por la conservación, transmisión y renovación constante de la 
ingeniería hidráulica llena de simbolismos civilizatorios y con un alto valor 
derivado de la existencia de un conocimiento organizado y sistematizado. 
Algunas instalaciones tuvieron finalidad religiosa y ritual, pero eso no significó 
una carencia de invención e innovación moderna. El libro no busca 
exhaustividad, ni ser un relato cronológico o una síntesis, sino una presentación 
panorámica de todos los tipos de obras hidráulicas prehispánicas utilitarias 
conocidas, fundadas en el conocimiento del agua como una estrategia para 
consolidar una civilización sustentable. 
Además de incluir algunas palabras referidas al agua en lengua náhuatl y otras 
en español referidos a las obras hidráulicas, así como las estaciones del año y 
las clases de tierra; el análisis de obras hidráulicas prehispánicas resulta de la 
combinación de su finalidad y el origen del agua. 
El agua podía ser dulce, contaminada, serena, agitada, lejana, cercana, 
concentrada, dispersa, perenne, estacional o estar estancada, pero en ella los 
antiguos mesoamericanos encontraron un medio para satisfacer sus 
necesidades y enfrentar cotidianamente distintos problemas y retos. 
El control, aprovechamiento y desagüe de zonas lacustres y pantanosas se 
abordan a través de conocimiento etnográfico e histórico. 
Tanto poblaciones rurales y urbanas fueron participes en la construcción de 
obras para provisión de agua e irrigación agrícola. Algunos estudios 
arqueológicos incluyen: canales, zanjas, presas, bordos, estanques, pozos, 
jagüeyes, cisternas y hoyas documentados en antiguos “libros pintados” o 
códices prehispánicos. 
Con registros históricos y fuentes primarias elaboradas durante los siglos XVI y 
XVII, códices, manuscritos e impresos de la época novohispana, obras de 
autores indígenas o europeos en forma de crónicas históricas, es posible 
conocer la cultura de los mesoamericanos. 
Estas instalaciones han sido identificadas y estudiadas por antropólogos, 
etnólogos, agrónomos, historiadores, y arquitectos en el curso de los últimos 
cinco siglos en diversos libros y manuscritos en distintas lenguas indo-
mexicanas. 
El potencial de las fuentes lingüísticas para conocer las obras hidráulicas y 
temas relacionados con el uso del agua es muy grande y queda de manifiesto, 
por ejemplo, en los registros en la lengua náhuatl o mexicana que nos ofrece el 
célebre Vocabulario en lengua mexicana y castellana, y castellana y mexicana, 
de fray Alonso de Molina, publicado en la ciudad de México en 1576. 
La coexistencia de términos en hidráulica se enfrenta un problema semántico 
muy interesante que consiste en el uso de palabras de orígenes tan diversos 
como el árabe, griego, latín, inglés, francés, náhuatl, maya y otras lenguas 
indoamericanas. 
El comercio, la especialización del trabajo, la invención de tecnologías, la 
acumulación de poder y el surgimiento de una división social se abordan como 
procesos que dinamizan la trascendencia de la aparición de la agricultura de 
riego y la formación de Ciudades y que de acuerdo con Palerm y Eric Wolf 
intensifica la generación de excedentes. 
La transformación de aldeas agrícolas en centros urbanos se origina, en buena 
medida, por el desarrollo productivo y comercial organizado alrededor de la 
irrigación y la agricultura. 
Se toman como ejemplo aquellas culturas surgidas a la vega de los ríos Amarillo 
o Hoang-ho, en China; Tigris y Éufrates, en Mesopotamia; Indo y Ganges, en la 
India, y el Nilo en Egipto. 
En Tajín, Veracruz; Xochitlán, Puebla y en Tecomatepec, Estado de México se 
identifican roza, tumba y quema; roza, quema y barbecho; y regadío como 
sistemas productivos. 
El conocimiento y la inventiva mesoamericana quedan plasmados en el 
testimonio cultural registrado en los sistemas complejos de simbolización 
expresados en la cosmovisión indígena donde el rasgo distintivo es una 
articulación de modos de producción con la gestación de centros urbanos. 
El suceso denominado como "la revolución neolítica'' implicó una nueva forma 
de organización social en los pueblos, así como un factor para la conformación 
de una vasta tradición hidráulica. 
Disponer de todo lo mencionado hasta el omento, es producto de la 
manipulación y experimentación de los primeros grupos que habitaron el 
occidente, centro y sur del México contemporáneo, pero proviene de aquellos 
tiempos donde el sistema productivo del maíz y su simbolismo son inseparables. 
Uno de los elementos que 'identifica a del agua surgidascon los olmecas es 
derivado de la observación natural, su representación y significado, y es que la 
lluvia y el agua, el rayo y las nubes, las montañas y los cerros donde se desatan 
las tormentas; el huracán y el mar; las corrientes, tierra y sus frutos contienen 
una representación de deidades. 
Todo se configura en torno a Tláloc y los diferentes grupos étnicos a través de 
esos tiempos y espacios plasman su culto al agua. Así, los pueblos 
mesoamericanos comparten un corpus mítico-cognitivo en torno a los cuerpos 
de agua y a la lluvia. con distintos nombres para los mismos dioses. 
Con la existencia de aldeas sedentarias que fijan su residencia primordialmente 
basada en la agricultura del maíz por medio de la utilización agrícola de los 
cuerpos De agua dulce superficial y subterránea, la recolección pluvial del agua 
para consumo humano y riego, el desagüe, el control de inundaciones, la 
utilización medicinal. Todo lo anterior llevó aparejada la construcción de 
sistemas semióticos para representar y venerar al agua por medio de un 
lenguaje. 
En la memoria de la raza humana primitiva precolombina la formación de la 
Tierra y el Cielo se remonta al relato mítico del Po pul Vuh, donde el agua recobra 
trascendencia y queda de manifiesto en la riqueza de sus expresiones y 
representaciones simbólicas. 
La vida de las aguas y la materia sólida además de haber sido lo primero en 
existir, se consideran componentes primordiales de nuestra formación. En un 
sentido literal, estas fueron parte del origen de un modelo civilizatorio en el cual 
remarca el culto agropluvial. 
El libro Cultura hidráulica y simbolismo mesoamericano del agua en el México 
prehispánico es una aportación de relevancia para los investigadores de las 
temáticas relacionadas con la cultura y el desempeño del agua. 
Se presentan las obras hidráulicas construidas para abasto de la casa, irrigación 
agrícola, conducción, control y drenaje de aguas pluviales y control de los niveles 
de agua en regiones lacustres, pantanosas e inundables, además se brindan 
ejemplos de tecnologías usadas extensamente en su etapa o que, han tenido 
propiedades únicas que fueron poco documentadas. 
Se toman como ejemplos acueductos, como el de Chapultepec, para la 
conducción del agua de manantial; pozos verticales, para aprovechar el agua 
subterránea en Puebla y entre otras obras hidráulicas del preclásico útiles para 
la irrigación, el control de avenidas. 
“Lluvia, tierra y maíz son tres de los elementos esenciales que estructuran a los 
pueblos mesoamericanos y sustentan los procesos de gobierno, cognitivos, 
tecnológicos y de representación simbólica, incluida las obras para el control de 
inundaciones, la navegación y el riego de chinampas. 
El razonamiento de las culturas del agua en Mesoamérica y sus obras materiales 
y tecnologías, permitió el desarrollaron de sistemas para el abastecimiento de la 
población, el uso para riego. 
Los simbolismos del agua en los diferentes periodos de la historia precolombina 
no fueron desplazados por el desarrollo de tecnologías relacionadas con la 
utilización y desempeño del agua; de las que además se puede hallar un 
inventario extenso. 
El desarrollo de tecnologías apropiadas y la realidad de maneras de 
organización social, que permitió ajustarse a las variadas condiciones ecológicas 
principalmente al ciclo del agua. 
La protección del agua se encuentra frente a un modelo de urbanización que es 
incapaz de satisfacer su sed y respetar sus derechos ancestrales, existe una 
disociación de las magnitudes culturales y entornos ecológicos. 
El agua como mercancía y bien privado existe debido a un escenario de 
globalización y libre mercado. 
Ello nos lleva a buscar senderos alternativos, que conduzcan hacia la 
sustentabilidad en la utilización y desempeño del agua y a maneras más 
respetuosas de interacción con la naturaleza. 
DESARROLLO 
PRIMERA PARTE 
Las obras hidráulicas para usos domésticos 
 
El chultún fue un mecanismo útil para la recolección y almacenamiento de agua 
de lluvia en Mesoamérica desde tiempos muy antiguos y se han documentado 
arqueológicamente en muchos sitios. Los antiguos habitantes de San 
José, además de nivelar la roca madre para hacer terrazas con objeto de fincar 
sus viviendas, excavaron grandes cisternas en ésta, así como zanjas y canales 
para conducir allí el agua de lluvia. 
 
Estos chultunes, fueron excavados por la población prehispánica con el objeto 
de captar y almacenar agua de lluvia para usos domésticos. Algunos antiguos 
chultunes siguen en uso hoy en día. La mayoría localizados en la región de 
Chichén Itzá y otros en el Puuc. Los existentes en varios de estos sitios, entre 
ellos cinco de Chichén Itzá, ciudad cuyo auge tuvo lugar durante el Clásico y los 
inicios del Posclásico, tienen forma de botellón. 
El perímetro mínimo de captación siempre presentó una inclinación en el 
terreno, escurriendo el agua sobre el desnivel creado, hacia la boca del 
chultún. El perímetro mínimo de captación siempre estuvo delimitado por 
alineaciones de piedras, formando círculos concéntricos con un diámetro 
promedio de 1.30. La mayoría carece de cuello, comenzando inmediatamente el 
depósito después de la bóveda y creándose de esta manera una formación 
troncocónica con fondo semicircular. Pensamos que el nivel del agua solamente 
llegaba hasta el límite de la roca madre. Las filtraciones naturales que se crean 
entre las piedras, aun recubiertas de estuco, son mayores que en la roca madre. 
 
La cámara o cuerpo del depósito presentó una gran diferencia entre las dos 
regiones. En Puuc siempre lo conforma el mismo material (sascab con 
aplanados de estuco a manera de impermeabilizante) en cambio, en Chichén 
Itzá la cámara siempre tuvo la constante de un número determinado de hiladas 
de piedra labradas, y casi la mitad y toda la base del depósito fue labrado en la 
roca madre. De acuerdo con un observador francés que visitó Uxmal en 
1865, “todas estas cisternas se tapan en su origen con el auxilio de una piedra 
redonda parecida a una piedra de molino”. 
 
 
Otro tipo de depósito de agua pluvial, pero esta vez a cielo abierto, es el 
jagüey, excavado en el terreno para captar y almacenar el líquido destinado al 
consumo humano. En muchas ocasiones los jagüeyes se hicieron en ciertas 
depresiones naturales, dándoles la forma deseada según la topografía del 
terreno. 
 
En náhuatl, el jagüey es atecochtli o bien atatactli. Un paraje con jagüeyes 
cercano a Tlayacapan, Morelos, se llama precisamente “Los Atatacos”. Al igual 
que los chultunes, los jagüeyes pueden ser catalogados por su tamaño como 
obras hidráulicas de pequeña a mediana escala. La distribución geográfica de 
estas obras hidráulicas durante el periodo prehispánico no se conoce, pero la 
información recabada hasta ahora apunta que se utilizaron en la mayoría de las 
zonas áridas y semiáridas del centro y sur del país con las características antes 
anotadas. Entre los varios estudios sobre su funcionamiento actual se retoman 
los de Galindo sobre la región de Apan, Hidalgo, y de Guzmán y Palerm sobre 
los Altos centrales de Morelos. 
Ambos trabajos permiten conocer con detalle la organización social, sus 
características técnicas y elementos asociados, tal como los canales para 
conducir el agua de lluvia, así como la organización del trabajo para su 
mantenimiento, principalmente el desazolve, y la división de usos. 
 
Es posible que las formaciones o pozos troncocónicos, en lenguaje 
arqueológico, hayan servido para almacenar agua en las casas, como podrían 
ser, entre otros muchos ejemplos, los de las unidades habitacionales de Tlatilco 
o Monte Albán. Y es que así como hubo poblaciones que únicamente tuvieron 
acceso al agua de lluvia para abastecerse, otras pudieron surtirse de fuentes y 
manantiales permanentes a través de diversos tipos de conducciones. 
 
El acueductode Chapultepec fue descrito con gran detalle por los primeros 
conquistadores y por cronistas posteriores, además de que diversos 
arqueólogos han excavado secciones del mismo, y por ello resulta un excelente 
ejemplo para adentrarnos en el funcionamiento y características de este tipo de 
acueductos monumentales. Se dice que este tuvo dos etapas constructivas. 
 
El Acueducto del Acuecuéxcatl se vincula con el tlahtoani 
mexica, Ahuízotl, quien gobernó Tenochtitlan de 1486 a 1502, y si bien el intento 
fue fallido, la reseña de la obra hecha por varios autores aporta valiosa 
información, empezando por el motivo que la originó a partir de los manantiales 
de Acuecuexco, cuya agua “era mucha”, según Tzutzumatzin, señor de 
Coyoacán, en cuya jurisdicción se encontraban , seguida por la organización 
laboral para realizarla, la existencia de buzos entrenados para abrir y cerrar 
manantiales, y los rituales ejecutados durante la construcción y ante el 
fracaso. De mucho interés para el tema de las obras de control hidráulico en la 
cuenca de México resulta saber que la causa primaria de la conducción fue la 
escasez de agua que afectaba a las chinampas y canales de la región. 
Para llevar a cabo su cometido las tareas estuvieron a cargo de un grupo 
laboral, identificado con alguna de las «provincias» y alguno de los maestros que 
en todas las provincias se hallaron, y así acudieron... grandes maestros y buzos 
que bajaban a los manantiales del agua para limpiarlos. 
Acabada la insigne obra y seco el edificio, mandó el rey Ahuízotl se soltase el 
agua y se cerrasen todos los desaguaderos, realizándose diversos rituales y 
ceremonias en el caño y al paso del agua por cada alcantarilla. Pero a cabo de 
cuarenta días que entraba en la ciudad, el agua de la laguna empezó a crecer y 
a volver y a entrar por las acequias de México y a anegar algunos de los 
camellones sembrados. 
En vista de lo sucedido, Ahuízotl tuvo que tomar convocar a las ciudades y 
pueblos cercanos para que construyeran un gran dique o albarrada, hecho “un 
cuarto de legua más acá del Peñol, por todos los arrabales de México... para que 
el agua que entrase a la laguna no pudiese tornar a rebosar hacia México”, es 
decir, un dique similar al albarradón de forma semicircular, que se reconstruyó 
en 1556, conocido como de San Lázaro. 
También ordenó que las provincias de Chalco, Texcoco, Tacuba, Xochimilco y 
Tierra Caliente llevaran a la ciudad como tributo el mayor número posible de 
canoas y balsas que les fuera posible labrar, mismas que procedió a repartir 
entre los habitantes de Tenochtitlan, lo mismo a señores que a gente común. En 
otra versión un poco diferente y más precisa de lo ocurrido, se afirma que 
Ahuízotl impuso a Culhuacán, Chalco, Xochimilco y Coyoacán la obligación de 
llevar ocho mil canoas cada uno hasta reunir un total de 32 mil. 
Por último, mandó que la gente “de toda la redondez de la tierra” acudiera a la 
reedificación de la ciudad anegada. 
Los arqueólogos han localizado y fechado algunos pozos prehispánicos, uno de 
ellos, muy bien conservado, es de forma rectangular, con paredes 
perfectamente forradas con lajas y cuenta con una escalera de acceso hecha 
con el mismo material y que llega hasta el espejo de agua, situado actualmente 
a unos tres metros de profundidad. En las tierras bajas mayas se han localizado 
varios pozos con una profundidad mayor a los 13 metros en el sitio de 
Dzibilnocac, a unos cincuenta kilómetros de Edzná, donde el agua está mucho 
más profunda, a veinte metros, sólo se han localizado “aguadas” que se supone 
habrían proveído de agua a la ciudad maya. 
El Rancho de Sabaché se ubica sobre el camino Real de Ticul a Bolonchén. Está 
habitado sólo por indios y se distingue porque tiene un pozo que fue construido 
por el propietario del Rancho. Tiempo antes los moradores dependían, en su 
totalidad, del pozo en Tabi a 10 km de distancia, este se encontró cubierto de. 
Un testimonio tanto gráfico como escrito en la obra de Stephens, de 1843, nos 
permite conocer la existencia de una “aguada” en las cercanías de las ruinas, en 
el rancho de Jalal, Yucatán, en cuyo fondo los expedicionarios descubrieron 
varios pozos y chultunes hechos con el propósito de recolectar el agua que se 
filtraba, de los cuales reconocieron hasta cuarenta. 
Obras hidráulicas para la irrigación agrícola 
 
La agricultura de temporal se combina desde tiempos bastante viejos en el 
espacio cultural mexicano-centroamericano donde desde hace unos 10 mil años 
ha ido adquiriendo cada vez más trascendencia. La expansión de fronteras 
agrícolas permitió colonizar tierras cada vez más altas o bajas, más áridas y/o 
con lluvia errática, dando de esta forma sitio al cultivo constante y al policultivo. 
En síntesis, el riego y la canalización de agua pluvial sirvieron para varios 
propósitos en funcionalidad de las variadas condiciones del ambientales del 
territorio mesoamericano que llevó a producir una vez al año durante temporada 
de secas en sitios bastante húmedos, así como cultivar cacao, algodón, chile, 
hortalizas y árboles frutales. 
La limpieza de los senderos y vías eran actividades permitió conservar los 
edificios utilizados para distintos procedimientos de repartición del agua, 
haciendo uso de canales, inundación, infiltración manual a escala y alcances, 
aprovechando las fuentes perennes y estacionales. 
La durabilidad de las obras e instalaciones podía ser permanente o temporal, 
fomentando la conducción a través de canales y surcos; control y repartición en 
presitas derivadoras para la inundación controlada de las parcelas; irrigación y 
enlace en bordos y repartición en acueductos. 
Se hacia uso de riego temporal por inundación o avenidas, con y sin canales, 
riego “de auxilio”, riego persistente por canales, de agua de manantiales, arroyos 
y ríos perennes, riego manual con pozos y “cajetes”, y se ejercía control de 
niveles lacustres con diques albarradones y bordos. 
También existieron obras de gigantes magnitudes en otras zonas poco 
explorada todavía desconocidas. 
El deshielo también permitió infiltración en las estribaciones montañosas que a 
su vez llegaban a todas aquellas zonas que necesitaban de irrigación para las 
cosechas o para intensificar la utilización del suelo en Hidalgo, Guerrero, 
Oaxaca, Colima, Jalisco, Morelos. 
Las reconstrucciones arqueológicas muestran que las presas fueron un recurso 
técnico bastante útil para la irrigación. Lo interesante de todo esto, es que en 
buena parte de ellos consistió en presas y canales que aprovechaban los 
accidentes topográficos en favor del uso de agua de manantiales, ríos y arroyos. 
Debido a la topografía e hidrografía, en Tenochtitlan y otras metrópolis los 
esquemas trapezoidales, en U, escalonados y a modo de V conducían por 
gravedad el agua usando mezclas de cal y roca. Esto indica la inclusión de una 
buena dosis de planificación y capacidades de ingeniería. 
Un canal de riego es el de Santa Clara Coatitla, ubicado cerca de faldas de la 
sierra de Guadalupe, en el norte de la cuenca de México, cuyos vestigios fueron 
fechados hacia el año 900 a. C. Es viable que antecedente de que existiera este 
sistema por canales, los campos agrícolas se hayan irrigado por medio de la 
conducción de un complejo de Sistema hidráulico prueba de canales agrícolas 
antiguos asociados con la presa, las avenidas de tiempo de lluvia provenientes 
de la sierra de Guadalupe. Debería mencionarse que la utilización de la presa 
para la irrigación está en discusión dado que no se han situado canales de riego 
que condujeran el agua a las parcelas. 
La temporada de secas como de lluvias este ha sido el elemento más limitante 
de la agricultura en la zona, y que lo vincula de manera directa con las obras 
quizá el tipo de riego usado ha podido haber sido por inundación, conducido por 
medio de la especie de vertedera de la presa. Enel valle de Tehuacán, se cuenta 
con reconstrucciones de la evolución de la domesticación de plantas, la 
agricultura y la irrigación desdelos tiempos más viejos aportadas por el 
arqueólogo Richard S. MacNeish. 
En este último sitio se comenzaron a usar numerosas técnicas primordiales 
durante la etapa de lluvias, en las terrazas bajas de los ríos, arroyos y barrancas 
de Tehuacán, al igual que ciertos arroyos, son salobres. Lo anterior contrasta 
con otras zonas cercanas como el valle de Oaxaca, ejemplificando, en donde se 
practicaban todavía la irrigación permanente, probablemente por falta de mano 
de obra suficiente para realizarlas obras, o bien ya que no existía la necesidad. 
La domesticación de calabaza, algodón, y expansión del maíz estuvieron 
fuertemente relacionados con el complejo de obras hidráulicas. La aparición de 
cacahuate y guayaba en el Valle de Tehuacán fue producto de la incorporar al 
cultivo muchas de las tierras marginales y áridas de la región durante el 
Posclásico. 
Este sistema o red de canales muestra la conducción de agua de los enormes 
manantiales, esta se mantiene hasta hoy debido a haberse petrificado, y es 
importante decir que su creación implicó con estabilidad la cooperación de 
numerosas comunidades. 
El acueducto construido en el cañón del flujo de agua Xiquila era potencialmente 
suficiente para irrigar mucha, y esta fue una obra elaborada por los antiguos 
pobladores de Tehuacán en su esfuerzo por agrandar el potencial agrícola del 
valle, con un impacto destacable en comparación de las terrazas. Por todo lo 
anterior, el aprovechamiento de lluvias, y la obra de bordos y terrazas fueron 
fundamentales para conservar la humedad, además de servir como alternativas 
para entrenar el cultivo como la de temporal con conducción de avenidas y 
distribución por medio de canales. 
La historia prehispánica nos dice que el riego aprovechó el agua de los 
manantiales, ríos y barrancas tributarios del flujo de agua dado que en esas 
regiones la tierra era “muy flaca”, caliente y seca. 
El valle de Tehuacán ha sido estudiado a través de las averiguaciones 
arqueológicas y fuentes históricas. Esto permite vislumbrar los bosques y 
jardines adornados de alcázares labrados, con sus fuentes, atarjeas, acequias y 
estanques. 
En sus alrededores existieron bosques, jardines, baños y laberintos admirables 
se poseía una gran pluralidad de flores y árboles de todas suertes. Existen 
numerosas descripciones históricas y estudios acerca de las obras del 
Tetzcotzinco y del paisaje hidroagrícola, dentro de las que destaca la de 
Fernando de Alva Ixtlilxóchitl descendiente del Huey tlatoani Nezahualcóyotl. 
En ese lugar donde arroyos de agua que corren y apenas tienen la posibilidad 
de llegar a la laguna en tiempo de secas. Los manantiales de la Sierra de 
Quetzalapa, tienen cerca un sistema fosilizado de canales y terrazas, con 
elevado contenido de carbonato.En esta situación fue viable que conectar un 
tramo de canal con otro por medio de los accidentes topográficos como las 
barrancas de Hierve el Agua. 
El flujo de agua Teotihuacan es el más septentrional de los tributarios de la 
vertiente oriental de la cuenca de México que vertía sus aguas en los arroyos de 
Otumba, en las vertientes de los montes Teotihuacan y Texcoco. La laguna de 
Texcoco era utilizada para regar las tierras de Teotihuacan, Acolman, Tepexpan 
y Tequisistlán. 
El temple y calidad de la cabecera de Tepexpa era gélido y húmedo, y en la era 
prehispánica se conectaba con el poblado de Aculma.La táctica de producción 
posiblemente fue la de utilizar el riego para plantar en marzo o abril maíz, frijol, 
calabazas y chía previamente del principio del temporal. 
Sobre las técnicas para elevar y conducir el agua no se comenta mucho, pero 
se sabe que en las regiones mencionadas en este capítulo el riego era deseable 
y primordial para lograr cultivar maíz a lo extenso de la temporada de lluvias. En 
la época de la conquista, el paisaje de estas provincias era contrastante entre 
todos sus elementos. 
El primordial sistema hidráulico de la Teotlalpan se nutría del flujo de agua 
Salado y tenía que lidiar con las heladas y la aleatoriedad de las lluvias, para 
velar por la conservación de nopales, izotes, cardones, magueyes y mezquites 
usando piedra y cal como materiales constructivos. 
El Sistema hidráulico del Tetzcotzinco, se preserva hasta el día de hoy, quizá 
debido a que los europeos prefirieron fundar su ciudad en la Tenochtitlan 
conquistada y no en el Acolhuacan, además de disponer de varias descripciones 
históricas y estudios académicos sobre el conjunto y sus funciones. Se dice que 
el canal del acueducto está construido sobre el cual el estuco con el que una vez 
recubrió su interior y exterior permanece todavía bien conservado. 
El canal no está montado sobre arcos, sino sobre un talud macizo de ciento 
cincuenta a doscientos pies de alto y del ancho de una rodada de carruaje. De 
acuerdo con el reciente estudio de Medina sobre los restos de las obras del 
Tetzcotzingo, en el espacio habitacional sagrado del cerro se labraron el 
palacio , los baños, estanques y jardines y el edificio militar , algunos labrados 
en la piedra, otros que la combinaron con mampostería, roca y argamasa, o 
bien, que fueron sólo de argamasa con cimbra, recubiertos con estuco 
policromado. 
 
Uno de los sistemas de riego más conocidos desde el punto de vista histórico y 
etnográfico es el de Teotihuacan, debido en parte a la atención despertada por 
los restos de la antigua urbe del Clásico situados en su valle, además de ser el 
más septentrional de los tributarios de la vertiente oriental, este vertía sus aguas 
en la laguna de Texcoco, y al menos desde tiempos toltecas , sus campesinos 
han aprovechado sus aguas para irrigar sus tierras, además de que en la zona 
de los nacimientos de los manantiales construyeron parcelas tipo chinampa de 
tierra adentro o campo elevado . 
Sobre las técnicas para elevar y conducir el agua no se dice mucho, pero es muy 
probable que haya sido con presas derivadoras efímeras hechas con 
troncos, varas, piedra y tierra hechas para elevar y poder alcanzar el nivel de las 
parcelas e introducir el agua a través de canales. 
El sistema de riego del valle de Cuauhnáhuac o Cuernavaca lo conocemos a 
través de la documentación histórica, que en este caso es bastante temprana 
porque allí se establecieron algunas de las primeras plantaciones de caña de 
azúcar de la Nueva España, así como los trapiches e ingenios para su 
molienda. Las tierras de riego y los recursos hidráulicos de este y otros ricos 
valles aluviales de la "tierra caliente" lo mismo que de la "tierra fría", pasaron 
muy pronto a manos de los conquistadores donde ensayaron el cultivo de 
nuevas plantas, valiéndose para ello de medios legales o de usurpaciones. 
Algo similar sucedió en otros valles irrigados propicios para cultivos de alto valor 
comercial como los valles de las Amilpas, Izúcar, Huaquechula, Meztitlán, 
Chalco, Amecameca, Oaxaca Cholula y otros muchos. La "tierra caliente" de 
Morelos fue el escenario en el cual se desarrollaron sistemas de control y 
captación de agua desde tiempos muy antiguos, así como de instalaciones de 
riego a partir de los ríos del deshielo de los volcanes y de numerosos 
manantiales y corrientes perennes que afloran en los bordes de la montaña y los 
valles aluviales. 
Lo anterior dejó a la vista la demanda de una presa para el sostenimiento de los 
vecinos tributarios del pueblo que a lo largo de su sistema de riego y 
almacenamiento se sentaron las bases de un proceso que devino en la 
formación de haciendas y ranchos latifundistas que no se desintegraron sino 
hasta el reparto agrario posrevolucionario del siglo XX, debido a las 
innovaciones técnicas y del uso del agua. 
La cuenca del Nexapa se formaba con ríos y manantiales permanentes 
originados enlos deshielos del Popocatépetl en las partes intermedias y bajas 
del valle empleo fue intensivo, formándose varios subsistemas de riego. Los 
antiguos agricultores se aprovecharon del agua del río Nexapa o Néxatl, que 
quiere decir “lejía o agua pasada por ceniza” y de sus afluentes, por medio de 
redes de canales. Las limitaciones aquí pudieron surgir de la cantidad de agua 
disponible, así como de la flexibilidad de los cultivos. 
En la zona de Izúcar, practicaron una agricultura intensiva de riego en las tierras 
de un valle que se extiende de los 2500 msnm en el norte a los 1 500 en el 
extremo sur. Gracias al estudio pionero de Armillas sobre el regadío en la cuenca 
del río Balsas y el más reciente debido a Carlos Paredes sobre Atlixco, quienes 
aprovecharon las referencias históricas sobre el uso extensivo del riego en esta 
cuenca. 
 
En Huaquechula y Tochimilco se practicó por igual la agricultura de riego por 
canales, que al igual que Izúcar y los otros pueblos de la Coatlalpan eran 
irrigados por muy buenas acequias además de poseer los medios para la 
producción de frutas y algodón, chile, además de tomate , jitomate, jícama, 
frutas diversas, chía, alegría, calabaza, tabaco y nopal para grana. 
La relación geográfica de Tetela y Hueyapan permitió el flujo de humedad 
mediante canalizaciones Zacualpan, Temoac, muy provechosas Tlacotepec, 
Goauzulco y Amilcingo irrigaban, probablemente mediante canales combinados 
con terrazas en las laderas. Desde Amayuca hasta Chalcatzingo, el agua de un 
manantial que nacía en Zacualpan se regaban muchos maizales, mientras que 
algunas prácticas agrícolas se reducen a frijoles en intercalación, camotes, 
chiles, tomates, chilacayotes, calabazas y algodón, que con el efecto del riego y 
la ausencia de heladas se cosechaba maíz dos veces al año, y donde el algodón 
se asociaba con el chile en intercalación en arroyos y ríos perennes que en 
estacionales. 
Las estructuras más representativas consisten en un bordo de pequeña 
altura, un “presón, empalizada o azud”, hechos en el cauce de alguna corriente 
para obligar a las aguas a desviarse a un canal artificial previamente construido. 
En la época prehispánica el uso de presas derivadoras efímeras o temporales 
estuvo mucho más generalizado de lo que hasta ahora se ha planteado. Este 
tipo de presa es una estructura flexible y transitoria construida para represar 
arroyos y ríos con objeto de irrigar las parcelas adyacentes durante el estiaje. Al 
finalizar la temporada de aguas, los usuarios procedían a limpiar los canales 
azolvados, a recoger el limo allí acumulado. Los ejemplos procedentes de 
fuentes del siglo XVI las sitúan, en la cuenca de México, en el río Tacuba, 
Coatlán del Río, Morelos y en la zona de Cuicatlán, Oaxaca. 
Hoy en día han sido observadas en algunos ríos tributarios del Balsas, por Tlapa 
y Chilapa, En el curso de la investigación iconográfica hecha para este texto he 
podido cuya primera documentación data de elementos pictográficos de tradición 
mixteca, y su existencia ha sido ya corroborada en campo. 
 
Las obras enlistadas a lo largo del capítulo resultan de muchísimo interés no sólo 
por la gran escala que alcanzaron, sino porque a consecuencia de su ejecución 
sus antiguos habitantes cambiaron la configuración hidrológica de sus 
subcuencas debido a que las poblaciones pretendían apropiarse de las aguas 
de las corrientes permanentes para mover sus molinos y batanes hidráulicos. 
Los Anales de Cuautitlán recogen en sus páginas la desviación del río hecha 
casi un siglo antes de la conquista española, en 1435, consignando los detalles 
de las obras realizadas y el contexto histórico de acontecimiento. La historia del 
desvío prehispánico comienza con la llegada de los colhua a la región de 
Cuautitlán, donde los chichimecas que allí residían los colocaron un punto 
cercano al propio Cuautitlán. 
Algunas obras hablan de la capacidad de aquellas poblaciones para construir 
una represa de grandes dimensiones, con la resistencia suficiente para derivar 
el agua de un río, así como para excavar y transformar el antiguo cauce en un 
extenso sistema de riego, sin dejar de lado la limpieza. 
La agricultura de humedad, en general, se ha descrito como aquella practicada 
en terrenos naturalmente húmedos que, en ocasiones, adicionalmente 
recurrieron al riego "de auxilio", sea con recipientes a partir de pozos o de otros 
métodos para encauzar el agua de ríos y lagunas cercanos, en caso de 
presentarse sequía. Una obra dirigida por el fraile Sahagún registra su nombre 
náhuatl, chiauhtlalli, que traduce como "tierras que son húmedas de su natural 
por ser bajas y aunque no llueva tienen humedad y son fértiles, y cuando llueve 
mucho se pierde lo que en ellas se sembró. 
En lugares secos la producción de maíz dependía del buen funcionamiento de 
las presas, sin embargo, la irrigación manual se practicó en época antigua 
utilizando agua de pozos, lagunas y canales en las zonas con valles, chinampas, 
campos levantados. Para el caso de la laguna-presa de Totoltepec, en el norte 
de la cuenca de México, relacionado con el sistema de riego del Cuautitlán, su 
poder para capturar sedimentos es impresionante y derivado de un suelo rico en 
materia orgánica. 
La capacidad de los prehispánicos para realizar obras hidráulicas se usaba para 
habilitar vías de navegación a través de los canales, así como para aprovechar 
otros beneficios como la caza, pesca y recolección de productos biológicos. 
La laguna de Tula es muy conocida dada su relación con los relatos de la 
peregrinación mexica, cuyo punto de partida fue el legendario Chicomoztoc y el 
de llegada Tenochtitlan. 
La extracción de agua y lodo de los canales era una tarea necesaria para irrigar 
y al mismo tiempo fertilizar, pero a diferencia de la actualidad en esos tiempos 
no se contaba con regaderas, mangueras y bombas eléctricas de gasolina. Los 
Tlachiquihuites, pudieron sistematizar el riego y canalización en este ámbito 
aprovechando el suave desnivel mediante la elevación del agua. 
En las regiones altiplánicas del centro de México, así como en los humedales de 
las tierras bajas tropicales, la intensa sequía estacional sirvió como detonador 
para la construcción de camellones que sirvieron para el cultivo y al mismo 
tiempo la conservación de agua en depósitos naturales. Esto permitió que 
algunos cuerpos de agua fueran cercados con sauces, álamos y sabinos. Los 
huertos hechos en los arenales y sedimentos que los ríos suelen dejar al final de 
la temporada de lluvias se cultivaban de diciembre a mayo, mes en el cual 
comienza el temporal y los huertos son arrasados por el río. 
Gutiérrez pudo documentar un sistema de riego con presas derivadoras y la 
construcción de unas parcelas temporales en los arenales del río Tlapaneco y 
en sus tributarios, en la montaña de Guerrero. En ese mismo sitio Catherine 
Good registra el cultivo en arenales con riego de auxilio, a todo lo largo del río 
Balsas, desde Tlacozotitlan y Mezcala, zona en que los llaman “huertos de 
humedad”. Por ultimo y no menos importante fray Diego Durán, narra cómo se 
adoraba la deidad tutelar de Huitzilopochtli. 
Los trompezones son parcelas artificiales que se forman en las playas y vegas 
de los ríos como efecto de una acción cuyo objetivo principal es atrapar los 
sedimentos que los ríos arrastran durante la temporada de lluvias, mediante la 
construcción de muros con estacas vivas, varas y piedras. Al terminar la cosecha 
de temporal las familias extensas escogen los tramos del cauce del río en donde 
los sedimentos se han depositado y allí construyen pequeñas terrazas con 
camas planas rectangulares, las más bajas de las cuales reciben humedad por 
infiltración, pero las más altas son irrigadas a mano. Poseen una pendiente 
mínima pero suficiente para conducir el agua por gravedad hasta el exterior, en 
donde sigue encauzada hastaun depósito y de éste se distribuye a las parcelas 
mediante canales. 
 
En Parras, Coahuila, por ejemplo, el sistema consiste en un túnel o galería 
horizontal que conecta el canal sirven para excavar la galería y luego para 
ventilarla y realizar labores de limpieza y mantenimiento. Las escasas galerías 
que han sido estudiadas arqueológicamente están en el norte de México y son 
difíciles de fechar como casi todas las obras hidráulicas. Estas galerías filtrantes 
también han existido y son relativamente abundantes en otras zonas situadas 
en la antigua Mesoamérica, caracterizadas por contar con aguas freáticas 
atrapadas en suelos como las de Tlaxcala, Puebla , Coahuila y Jalisco. 
Obras hidráulicas para la conducción, control y drenaje de aguas 
pluviales. 
 
Sin lugar a duda, la mayoría de las antiguas ciudades mesoamericanas contaron 
con desagües subterráneos que corrían a través de los edificios y patios y 
que, en ocasiones, se conectaban con canales externos superficiales de 
desagüe empleados para riego, que durante el clásico fueron canalizados y 
continuaron su curso más allá, al campo, a veces siguiendo las orientaciones de 
la ciudad misma. Pero en todo caso en las antiguas ciudades de 
Tula, Teotihuacan, Tajín y otras existieron sistemas de drenaje cuyas 
características es necesario sistematizar. 
En años más recientes, el arqueólogo Jaime Cortés Hernández, miembro del 
proyecto dirigido por Brüggemann, afirma que en Zempoala hay evidencias del 
uso del agua para fines urbanos y de obras arquitectónicas, como los sistemas 
amurallados, para proteger los edificios de las constantes inundaciones. en la 
parte suroeste del antiguo asentamiento. Sobre el desagüe urbano, documenta 
ductos o canales subterráneos, cuya finalidad era desalojar las aguas residuales 
del interior de los edificios, que eran colectadas y dirigidas hacia las partes bajas 
del lugar para emplearse en el riego agrícola. 
La estructura monumental conocida como Xicalcoliuhqui, así bautizada por los 
arqueólogos tiene «un muro en espiral» posiblemente se utilizaba para amansar 
agua. 
Obras hidráulicas para el control de los niveles de agua en zonas 
lacustres, pantanosas e inundables. 
 
La característica principal de este tipo de obras radica en la recepción y dirección 
de agua tributada por ríos perennes, manantiales y corrientes estacionales, con 
lo que se formaban sistemas de lagunas y ciénegas conforme con la topografía 
local. El principal problema era que el agua no se distribuía de forma uniforme 
gracias a la orografía, evaporación, el sistema de lluvias, los ciclos naturales de 
humedad y sequedad, de los suelos que producían más o menos infiltraciones, 
de la dulzura o salinidad del agua por lo que se desarrollaron distintas técnicas 
hidráulicas que les han permitido establecerse en ellas. 
Los lagos de la cuenca de México y después sus compartimentos artificiales, 
funcionaban a forma de vasos comunicantes entre Xochimilco y Chalco. Pero a 
lo largo de el estiaje o los ciclos de sequía los vasos quedaban secos o 
convertidos en pantanos manantiales. En los vasos de Xaltocan, Zumpango y 
Zitlaltepec, la ingesta de alimentos dependía del flujo de agua perenne de 
Cuautitlán, cuyo alcance cambia de forma paulatina, diferencial y definitiva 
gracias a la configuración regional en la cuenca de México. 
Para evitar algunos problemas, el control de los niveles de agua para manejar el 
binomio inundación-desecación de los canales, protegiendo la integridad de 
chinampas, poblaciones y de las mismas obras hidráulicas. Por medio de diques, 
calzadas, canales de navegación, con diversas magnitudes, interacción entre el 
entorno político y el proceso de transformación ambiental materiales; presas 
almacenadoras y derivadoras; así como puentes de troncos; compuertas y 
embarcaderos. 
La mezcla de drenaje y construcción de suelo permitió ampliar el área para 
habitar en el medio lacustre, alrededor de las laderas, donde la ingeniería 
hidráulica desarrolló conexiones lacustres para permitir la vida urbana en el 
centro de las regiones pantanosas y las lagunas de poco fondo, así como en las 
riberas, así como expandir las rutas de intercambio comercial. 
El conglomerado de vegetación acuática fue utilizado con el fin de formar una 
plataforma los habitantes de la cuenca emplearon en esos tiempos tardíos para 
construir el suelo urbano y el agrícola. Estas chinampas, “tajones” o 
“camellones”, como en ocasiones se les nombra son parcelas artificiales de 
manera rectangular, con aspecto de islotes largos y angostos, cuyas 
proporciones permiten la captura de la humedad en las regiones pantanosas y 
lacustres de escasa hondura y agua dulce corriente. 
Los chinamperos obtenían los recursos para su construcción, desempeño diario 
y renovación periódica, fundamentalmente la vegetación acuática para 
formarlas, abonarlas, hacer almácigos, renovarlas y levantarlas, estas hicieron 
su aparición en la cuenca de México en el Horizonte temprano en Chalco-
Xochimilco donde el sistema se expandió hasta ocupar grandes extensiones en 
los humedales de agua dulce, concomitante con el crecimiento demográfico en 
nuestra cuenca y estrecha interacción con la obra de obras hidráulicas. 
Antonio de Localidad Real, a lo largo de su visita a Xochimilco en 1585, explica 
de esta forma estas parcelas: Estas milpas son de maíz, de chile y de chía, cuyas 
características han permitido el manejo de los niveles de agua y flujos de ríos y 
canales para que no se inunden ni sufran sequía a través de césped terrestre y 
lodo de la laguna, y realizando unas como suertes muy angostas... dejando una 
acequia entre suerte y suerte o entre chinampa y chinampa, las cuales quedan 
como una vara y menos, altas del agua y llevan poderosos maíces, ya que con 
la humedad de la laguna se crían y sustentan. 
Juan de Torquemada dice que ponen también en estas chinampas almácigos de 
maíz y de ahí los trasponen, que es cosa bastante especial de aquella tierra 
donde quienes habitan en la laguna dulce que bojea esta urbe de México, que 
sin tanto trabajo siembran y cogen sus maíces berzas. 
La destrucción del sistema político implicó la desarticulación y abandono de los 
sistemas de control hidráulico, y ambos fueron la causa de una serie de 
acontecimientos catastróficos tales como las inundaciones y anegamientos de 
muchas de las zonas con chinampas, sobre todo aquellas situadas en el interior 
lacustre. 
 
Las parcelas y canales-zanjas que alguna vez pertenecieron a sistemas 
similares han sido localizadas en diversas regiones con grandes cuerpos de 
agua y humedales, mediante análisis de fotos aéreas y de recorridos de 
campo. En las imágenes, esas parcelas y sus posibles canales-zanjas de 
drenaje se observan como una serie de “configuraciones” en el terreno, a 
manera de grandes camellones con canales. 
West y Pedro Armillas afirmaban que en la orilla de las ciénagas donde nace el 
río Lerma se cultivaban chinampas, cuya técnica, al decir de los campesinos, se 
había empezado a usar durante el último cuarto del siglo XIX. Agregan que el 
cultivo en chinampas sigue extendiéndose ahora a la orilla oriental de la ciénaga. 
 
La construcción de la huerta altada “se llevaba a cabo mediante la técnica de 
“altado” que consiste en la superposición de manera alterna de capas de 
“planchas” de yerbas lacustres y de lodo del fondo de la ciénaga, las cuales se 
trataba de “rellenar de planchas con tierra encima, en torno a una superficie 
demarcada y previamente escogida como terreno de labor, se excavaba una 
zanja para llenarla luego con agua de la laguna. 
CONCLUSIÓN 
 
Retomando algunas palabras de la introducción, la historia del conocimiento 
hidráulico ha permitido reconocerlo como motor de desarrollo civilizatorio en las 
culturas precolombinas, así como parte de la memoria ingenieril. También se 
dice que la naturaleza y la experienciaen gestión hídrica permitieron forjar 
sólidamente técnicas, obras y sistemas de las que el libro no busca 
exhaustividad, ni ser un relato cronológico o una síntesis, sino una presentación 
panorámica de todos los tipos de obras hidráulicas prehispánicas utilitarias 
conocidas, fundadas en el conocimiento del agua como una estrategia para 
consolidar una civilización sustentable. 
En contraste con el párrafo anterior, debemos decir que tanto poblaciones 
rurales y urbanas han formado parte del desarrollo hidráulico incidiendo 
mediante distintas trincheras que van desde la lengua náhuatl como evidencia 
del arraigo cultural del agua, pasando por los distintos sistemas y modalidades 
en que se gestaba la gestión del agua. 
Nos damos cuenta de que el aprovechamiento de lluvias fue una alternativa para 
áreas afines al desarrollo, específicamente la producción agropecuaria que fue 
abastecida por medio de canales, y estructuras geológicas. 
El texto adquiere un matiz desde que se habla de técnicas para elevar y conducir 
el agua basadas en troncos, varas, roca y tierra elaboradas para elevar y poder 
conseguir el grado de las parcelas e incorporar el agua por medio de canales. 
Es interesante el énfasis que se hace al relacionar la producción agrícola con el 
aprovechamiento de flujos naturales de agua por medio de mecanismos que, a 
pesar de sus limitantes, fueron suficientes para velar por la continuidad de 
operaciones del entonces sector primario. 
La narrativa que gira en torno a la composición material y los procesos 
constructivos aborda aspectos que podríamos dar sentados, pero mediante un 
conjunto de afirmaciones, razonamientos y evidencias logra transmitir el impacto 
que tuvo la hidráulica en el desarrollo mesoamericano independientemente del 
periodo histórico, en ese sentido se vuelve importante hacer mención de la 
mirada multidisciplinaria presente en el texto. 
En la actualidad nos damos cuenta de la vitalidad del servicio de agua potable 
en la vida de todo individuo con acceso a vivienda, sin embargo, pareciera que 
en entornos urbanos se deja de lado la multifuncionalidad de los sistemas 
hidráulicos. 
Así llegamos a tiempos donde nos damos cuenta de lo increíble que era el 
conocimiento hidráulico aplicado. Este hecho debería encaminarnos a buscar 
alterativas de desarrollo que tomen en cuenta la gestión del agua como motor 
capaz de mitigar algunos problemas derivados de la expansión urbana y 
demográfica en el siglo XXI. No podemos dejar de ser críticos y decir que este 
tipo de sistemas se encuentran altamente tecnificados, deberíamos dar una 
vuelta al pasado para abrirnos nuevas posibilidades y darnos cuenta de que este 
tipo de obras suelen planearse sin llegar a ser propuestas integrales e 
integradas. 
Independientemente de los tiempos y espacios en que vivamos deberíamos 
considerar la existencia del líquido vital como una fortuna con propiedades 
capaces de hacer sinergias con el resto de elementos naturales, y de la misma 
manera comprender la importancia de cuidar los sistemas existentes para lograr 
aquella que todavía parece utopía, y que llamamos sustentabilidad. 
FUENTES DE INFORMACIÓN 
 
Rojas, Martínez y Murillo. (2009). Cultura hidráulica y simbolismo 
mesoamericano del agua en el México prehispánico. IMTA/CIESAS, México.

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