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La ilusión del buen gobierno La ilusión del buen gobierno Sociedad civil, democracia y desarrollo humano en América Latina Manuel Ernesto Bernales Alvarado y Víctor Flores García C O M P I L A D O R E S LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 6 Los autores se hacen responsables por la elección y presentación de los hechos que figuran en la presente publicación y por las opiniones que aquí expresan, las cuales no reflejan necesariamente las de la UNESCO, y no comprometen a la Organización. Las denominaciones empleadas en esta publicación y la forma en que aparecen presentados los datos, no implican de parte de la UNESCO juicio alguno sobre la condición jurídica de países, territorios, ciudades o zonas, o de sus autoridades, ni sobre la delimitación de sus fronte- ras o límites. Ilustración de tapa: La recolección de oro en zona roja, 1997, Ricardo Migliorisi (Asunción, Paraguay, 1948), tomado de Iberoamérica pinta. UNESCO-FCE. México, 1997 Diseño: Stella Fernández Edición de texto: Jorge Barreiro Impresión y encuadernación: mastergraf srl Gral. Pagola 1727 - CP 11800 - Tel. 203 47 60* Montevideo - Uruguay E-mail: mastergraf@netgate.com.uy Depósito Legal 333.145 - Comisión del Papel Edición amparada al Decreto 218/96 DERECHOS RESERVADOS Queda prohibida cualquier forma de reproducción, transmisión o archivo en sistemas recuperables, sea para uso privado o público por medios mecánicos, electrónicos, fotocopiadoras, grabaciones o cualquier otro, total o parcial, del presente ejemplar, con o sin finalidad de lucro, sin la autorización expresa del editor de la UNESCO. ISBN 92-9089-078-9 La ilusión del buen gobierno. Bernales Alvarado, Manuel Ernesto y Flores García, Víctor, Compiladores, UNESCO - MOST Montevideo, Julio, 2004 MANUEL ERNESTO BERNALES ALVARADO 7 Prólogo Prólogo Manuel Ernesto Bernales Alvarado ........................................ 9 Introducción Víctor Flores García ............................................................. 17 PRIMERA PARTE I. Diez falacias sobre problemas sociales de América Latina BERNARDO KLIKSBERG ..................................................... 29 II. Por una gobernabilidad democrática para la expansión de la libertad JOAN PRATS CATALÁ .......................................................... 71 III. Globalifóbicos contra globalitarios en América latina ANDRÉS SERBIN ................................................................. 123 SEGUNDA PARTE IV. La decepción democrática: expectativas y desilusiones RUBÉN AGUILAR VALENZUELA ......................................... 153 V. Dialéctica entre la esperanza y el desencanto democráticos RODRIGO PÁEZ MONTALBÁN .......................................... 169 VI. La tentación autoritaria SANDRA WEISS ................................................................... 179 VII. Filosofar para la liberación: quehacer intelectual y resistencia HORACIO CERUTTI GULDBERG ........................................ 195 VIII. El eterno sueño democrático VÍCTOR FLORES GARCÍA ................................................... 213 Indice LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 8 MANUEL ERNESTO BERNALES ALVARADO 9 Prólogo Prólogo MANUEL ERNESTO BERNALES ALVARADO* lusión: «Concepto, imagen o representación sin verdadera reali- dad, sugeridos por la imaginación o causados por el engaño de los senti- dos. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo. Viva complacencia en una persona, cosa, tarea, etc. Retórica: Ironía viva y picante». Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. XXI Edición. Madrid. 1992. «Origínase en gran parte el desprecio con que la justicia es tratada en aquellos países, de la extraviada conducta de los que gobiernan, porque si el público observa en ellos un genio ambicioso y amigo de enriquecerse con perjuicio de todos, unas costumbres viciosas que, por ser él quien las había de corregir en los demás, causan mayor escándalo, y una dirección perverti- da y abandonada al imperio de sus pasiones y de la parcialidad ¿qué mu- cho será que los particulares hagan poco aprecio, o ninguno, de su autori- dad, y que miren la justicia como cosa irrisible e ideal, pero que nunca llega a tener uso en la práctica de la república? Por esto será justo no atribuir toda la culpa a los moradores de aquellos países, sino partirla entre éstos y los jueces, como que ellos fomentan y dan aliento a los otros para que se hagan despreciables las órdenes, para que los preceptos no se veneren, y para IIIII *Especialista de Programa del Sector Ciencias Sociales y Humanas de la UNESCO en la Oficina Regional de Ciencia para América Latina y el Caribe en Montevideo; politólogo y administrador público; dedicado a temas de relaciones internacionales, inteligencia y planeamiento estratégico. Sus opiniones no representan a la UNESCO ni la comprometen, son de su exclusiva responsabilidad. La misma norma es válida para quienes escriben en este libro. LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 10 Víctor Flores García, experimentado comunicólogo y periodista for- mado en el pensamiento crítico de la reflexión filosófica latinoame- ricana. Estimo oportuno además ofrecer alguna información sobre los empeños de nuestro organismo internacional y sus contribucio- nes mediante el Sector de Programa Ciencias Sociales y Humanas, a partir de la vivencia del trabajo en la UNESCO-Montevideo. En 2000-2001 se previó publicar un libro que recogiera las coor- denadas del debate del único seminario internacional latinoamerica- no y caribeño sobre «ONGs, gobernancia y desarrollo» del Programa Gestión de las Transformaciones Sociales (MOST por su sigla en in- glés) realizado en Montevideo el 26 y 27 de noviembre de 2001, como parte sustantiva, en aquel momento, del trabajo del Comité Nacional D esde la perspectiva del trabajo de la UNESCO, debo relatar lahistoria detrás de este libro que hemos compilado junto con que aquellos pueblos sean monstruos sin cabeza y sin gobierno». Jorge Juan y Antonio de Ulloa: Noticias secretas de América (Manuscrito 1749). Edición de Luis Ramos Gómez. Colección Crónicas de América 63. Primera edición Mayo 1991. p. 456. Buen Gobierno: No son escasas las definiciones o proposiciones sobre lo que es un buen gobierno; para muestra, las que difunden el Banco Mundial y programas internacionales académico-políticos sobre gobernabilidad. La preocupación se remonta a nuestros pri- meros años de vida independiente. Cito una carta del Libertador Simón Bolívar del 27 de abril de 1829 que el destinatario, el agente inglés de apellido Campbell, transcribió a su Gobierno en despacho del 4 de junio del mismo año: “Creo que sin mucha exageración éste puede ser llamado el hemisferio de la anarquía (...) No dudo que seme- jante cúmulo de desórdenes contribuya a abrir los ojos de los ilusos y dé ocasión de ver claro a nuestros amigos de Europa, convenciéndolos al mismo tiempo de que mi conducta y principios son demasiado modera- dos para gobernar este país” (Bolívar. Prólogo de Manuel Trujillo. Bi- blioteca Ayacucho. Venezuela. 1983.). MANUEL ERNESTO BERNALES ALVARADO 11 Prólogo de Enlace del Uruguay del MOST y de sus responsables en París. (www.unesco.org.uy/most/seminario/ongs-gobernancia) En la Fase I del Programa MOST (1994-2001) se previeron activida- des sobre el tema gobernanza, desarrollo y sociedad civil; el Seminario citado fue una de las cuatro acciones previstas en 2001, antes de una conferencia mundial que pusiese en diálogo sus respectivos resultados para contribuir a una estrategia para la superación de la pobreza, en alian- za con instituciones académicas y de interés público, estatales y no guber- namentales, en particular con el Programa de Investigación Comparativa sobre Pobreza (CROP, en inglés,www.crop.org). En la página electrónica www.unesco.org/most se puede apreciar parte de la documentación de la UNESCO, incluidas las ediciones en imprenta, pocas en español, otras menos en portugués, la mayoría en inglés y francés. En el siguiente lugar (www.unesco.org.uy/shs/index.html)se puede consultar la ubicación del MOST en la actividad de Ciencias Sociales y Humanas en los países del MERCOSUR y Chile, incluido el Seminario de 2001 ya referido. El trabajo del Comité Nacional de Enlace del MOST en el Uruguay fue iniciado el 22 de octubre de 1999 –con apoyo y reconocimiento de la Comisión Nacional para la UNESCO y de la Secretaría Técnica Interna- cional del MOST en París–, y hasta el año 2003, cuando prácticamente fue desactivado el Comité, formaron parte del mismo los titulares de todas las entidades académicas de Ciencias Sociales del Uruguay (Univer- sidad de la República, Universidad ORT, Centro UNESCO de Monte- video, Centro Latinoamericano de Economía Humana, Centro de Altos Estudios Nacionales del Ministerio de Defensa, Centro de Formación para la Integración Regional, CEFIR, Universidad para la Paz de las Na- ciones Unidas (capítulo Uruguay), Universidad Católica y la Red Econo- mistas del MERCOSUR). El Secretariado estaba conformado por un secretario ejecutivo, delegado alterno de la Universidad Católica, y un co- secretario, quien esto firma, delegado de la UNESCO-Montevideo. Por causas que no es del caso analizar no se pudieron publicar las contribuciones al seminario y, recién a fines de 2003, el consejero Regional Principal de Ciencias Sociales para América Latina y el Ca- ribe, en ese entonces también Director de la Oficina de la UNESCO LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 12 en México, asignó un pequeño fondo que nos sirve para editar el presente libro, cuyos autores participan ad honorem. A estas alturas es imposible publicar las actas del Seminario de noviembre de 2001 o realizar una obra en ese sentido, asunto en el que los dos miembros del Secretariado del Comité MOST estuvimos trabajando durante 2002 y parte de 2003. Al comenzar a trabajar en la compilación y edición del libro se nos hacía evidente que en la materia prima que nos ocupaba existían al- gunas importantes diferencias entre la producción de autores indivi- duales e institucionales del Cono Sur –excepto Brasil–, y lo que se produce en México y Centroamérica: asuntos como el estilo, los es- quemas, destacadas proposiciones empíricas y, sobre todo, elementos de una visión valorativa implícita, tradiciones intelectuales y contex- tos históricos. Vale decir, aspectos o dimensiones inherentes a los paradigmas en ciencias sociales. Resulta conveniente recordar que entre los argumentos dados para que de los tres especialistas de ciencias sociales en nuestra región se asignaran dos a México y uno a Montevideo, estaba el siguiente: hay diferencias significativas entre la ciencia social de América Central y México, con clara influencia de la ciencia producida en los Estados Unidos de América, y la producida en el Cono Sur, con clara influen- cia de Europa occidental; debía por tanto desarrollarse una acción desde el norte y desde el sur para un mejor resultado en toda la re- gión. En su momento señalé que esa aseveración no se compadecía con los hechos, porque tanta influencia tuvieron la academia y las escuelas europeas occidentales en la producción de las ciencias socia- les y humanas en México, como la constatada en Argentina, Uru- guay, Brasil, Chile y Paraguay. Análogamente, la academia y las escue- las dominantes estadounidenses también ejercieron destacada influen- cia en los dos «polos» a los cuales nos estamos refiriendo. Las segun- das influyen con más fuerza en toda América Latina y el Caribe desde los años 80. Las reacciones a esa influencia también son notorias tan- to en el norte como en el sur de América Latina. Finalmente se optó por una concentración de responsabilidades y recursos en México. MANUEL ERNESTO BERNALES ALVARADO 13 Prólogo No corresponde aquí entrar al fondo de la cuestión. Sí es pertinen- te indicar que, en general, entre las principales ponencias presentadas al seminario del MOST de 2001 y los ensayos que se han logrado compilar después, principalmente desde México, hay semejanzas y especialmente diferencias que cada lector podrá advertir y juzgar. La UNESCO y sus principales asociados a escala mundial, como el Consejo Internacional de Ciencias Sociales (ISSC en inglés), ha mantenido una actitud menos «militante» que la postura que ha ca- racterizado a los científicos sociales de la academia regional; dicha actitud menos “política”, es también de hecho debatible. Un panora- ma general de la producción en ciencias sociales puede apreciarse en la valiosa colección de la Revista Internacional de Ciencias Sociales que hace más de 50 años edita ininterrumpidamente, aunque en los últimos años, no tenemos la edición en imprenta en español ni en portugués, y tampoco han aumentado los autores de nuestra región. ¿Signo de la marginalidad de América Latina en el proceso mundial del poder, de la llamada sociedad del conocimiento? Ahora debo decir que los temas y problemas de fondo tratados en esta suerte de relación o crónica van a ser motivo de debate en el Foro Repensar América Latina y el Caribe, que forma parte del Programa Regional de Ciencias Sociales y Humanas y que espero sea también un foro –no el único– para alentar el «repensar las ciencias sociales” y disciplinas surgidas de ellas u otras fuentes de saber. Es pertinente recordar que en los años 50 la UNESCO realizó Encuestas sobre la Enseñanza Universitaria de las Ciencias Sociales, cu- yas publicaciones en español de la Unión Panamericana tuvieron un papel destacado en la formación de profesionales. Allí se encontraban temas de desarrollo, seguridad, gobernabilidad, democracia, partici- pación y sistemas políticos, entre otros, de acuerdo con las escuelas y autores relevantes de la época. Una mejor comprensión de los problemas de la «sociedad civil», de las ONGs, antes ONDGs, «D», por desarrollo, probablemente nos lleve a releerlas junto con obras como las de Cardoso y Faletto, Medina Echeverría, LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 14 Germani, Solari, Prebish, Quijano ..., así como a revisar las lecturas de los clásicos, los que están de moda y los que no. Por lo tanto, este libro es parte del seguimiento que realizamos al Seminario de noviembre de 2001, y también es un insumo para el Foro Internacional Repensar América Latina y el Caribe y, agrego, Re- pensar las Ciencias Sociales –¿se puede hacer lo primero sin lo segun- do?– que también será animado desde la Oficina Regional de Ciencia de la UNESCO en Montevideo, en sus varias líneas de trabajo, tanto prioritarias –ética de la ciencia y la tecnología, bioética– como otras: incluyendo Filosofía, Prospectiva, Seguridad y Derechos Humanos. La tarea se impone porque en este bienio debemos debatir y hacer proposiciones para una mejor adopción de decisiones públicas con la siguiente premisa: «la pobreza, especialmente la extrema pobreza, la miseria, es una violación de los Derechos Humanos». Llevamos cinco años de labor con grandes limitaciones. Sin embargo, hay trabajo acu- mulado y algunos frutos que nos permiten intensificar esfuerzos en la perspectiva aprobada por los Estados miembro. Finalmente, en los primeros años de este nuevo siglo la mayoría de las naciones de América Latina conmemorará 200 años de su inde- pendencia política de España. Haití se independizó antes y Brasil, después, se transformó de Imperio en República. Algunos de nues- tros problemas más acuciantes tienen muy hondas raíces, algunas de las cuales pueden verse en la Colonia y en las formaciones sociales y estatales precolombinas. Un registro de esa realidad está en la Historia General de América Latina, editada por la UNESCO, cuyo VI volu- men acaba de ser presentado en París. La realidad que enmarca y condiciona el trabajo de la UNESCO, en particular la gestión del Sector Ciencias Sociales y Humanas es muy compleja, bastante difícil de comprender y, por tanto, presenta enormes retos al rigor y a la imaginación a la hora de definir políticas, estrategias y programas, los cuales no pueden estar fuera de los res- pectivos procesos nacionales y subregionales ni de las respuestas en términosde proyectos de país, de nación, o de integración, que sur- gen de la realidad y de la voluntad de los principales actores de la MANUEL ERNESTO BERNALES ALVARADO 15 Prólogo región. Este tema está siendo recogido en otro libro con diversos apor- tes, que será publicado este año. Me parece que la principal contribución de la UNESCO, en el Sector Ciencias Sociales y Humanas para América Latina y el Caribe en el siglo pasado fue el proyecto estratégico de creación de la Facul- tad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Este acuerdo intergubernamental por iniciativa de Chile y de Brasil, incluía a la Escuela Latinoamericana de Sociología y a la Escuela Latinoamerica- na de Ciencia Política y Administración Pública, ambas con sede en Santiago de Chile, y el Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales con sede en Río de Janeiro, Brasil. Después del golpe militar que dio origen a la dictadura en Chile, desaparecieron las Escuelas menciona- das y en cambio surgieron Programas Nacionales FLACSO. Resulta- do principal del Proyecto FLACSO fue la creación del Consejo Lati- noamericano de Ciencias Sociales – CLACSO. La humanidad vive otro proceso de mundialización cultural, globalización en su sentido técnico-económico, especialmente a par- tir de 1989-1990. El sistema de las Naciones Unidas ha realizado más de una decena de Cumbres o Conferencias mundiales desde 1978, y especialmente desde 1990. Hoy tenemos Objetivos (Metas) de Desa- rrollo del Milenio; Informes Mundiales, Regionales y Nacionales de Desarrollo Humano; un Informe Mundial “Seguridad Humana, Aho- ra”; un reciente Informe Regional “Democracia en América Latina: hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos”. La UNESCO ha publicado un Informe Mundial sobre las Ciencias Sociales en 1999, disponible en inglés, así como otras publicaciones de carácter prospectivo, algunas de ellas en español. El Sector Ciencias Sociales y Humanas de la UNESCO, a través del Programa MOST, inició en 1994 la discusión Repensar las Ciencias Sociales acompañando a orga- nismos especializados, como el ISSC, redes académicas de varios con- tinentes. El Consejo Superior de la FLACSO, Convenio Intergubernamental vigente, ha lanzado el proyecto Repensar América Latina, con el mis- mo nombre que el de la UNESCO, y tiene importantes áreas de co- LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 16 incidencia importantes con la propuesta de la UNESCO que se va a debatir. Aquí es donde adquiere pleno sentido una pregunta esencial para el Foro Repensar América Latina (y repensar las ciencias sociales): ¿Cuál debe ser la contribución del Sector Ciencias Sociales y Humanas de la UNESCO en América Latina y el Caribe en los próximos 20-25 años? Este libro de ensayos pretende ayudar a responder esta pregunta. VÍCTOR FLORES 17 Introducción Introducción Vuelta de tuerca VÍCTOR FLORES GARCÍA EEEEE moneda: la gobernabilidad democrática y el desarrollo humano inte- gral. Es una manera de buscar la conjunción de dos antiguos paradigmas: uno proveniente de la tradición liberal, que pone énfasis en la libertad y la democracia, y otro originado en la tradición socia- lista, que enfatiza la justicia y la equidad. Hay un énfasis contemporá- neo: deplorar el déficit de ciudadanía y sostener la necesidad de una vibrante participación ciudadana. La repetida ausencia de un debate racional informado sin las ataduras del mercado y del Estado que permita a la gente no sólo votar, sino hablar, ser informada, expresar- se e influir en la toma de decisiones sobre la vida pública, inmediata y remota, justifica la necesidad de esta nueva vuelta de tuerca frente al desafío contemporáneo más profundo: la democracia como ejercicio de participación permanente en el debate racional abierto sobre los asuntos públicos, sobre la vida de la gente. La primera parte la constituyen tres detenidos estudios sobre la sociedad civil y los llamados organismos no gubernamentales, regio- nales y globales, resultado de un encuentro que convocó a decenas de expertos, que se reunieron en Montevideo a finales del año 2001 en el seminario regional “ONG’s, Gobernancia y Desarrollo en América Latina y el Caribe”, auspiciado por el Programa de Gestión de las Transformaciones Sociales (MOST, en inglés) de la UNESCO. En la segunda parte, el debate está enriquecido con contribuciones escritas ste libro es el resultado de varias reflexiones desde el Norte y desde el Sur de Latinoamérica sobre dos caras de una misma LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 18 tres años después desde el extremo norte de América Latina, en parti- cular desde Centroamérica y México, país que a tres años de la consu- mación de una transición democrática atrae las miradas de los exper- tos, azorados por una ola de desencanto democrático. El resultado es una aproximación polifónica desde distintos cristales y colores a la realidad latinoamericana. Bernardo Kliksberg (INDES-BID, Washington) abre el debate con una inteligente provocación sobre diez falacias difundidas so- bre los problemas sociales de América Latina: la disconformidad con el desempeño concreto de la democracia, en particular por el empeoramiento de la pobreza y su agravamiento por la corrup- ción, la delincuencia y el tráfico de drogas como obstáculos for- midables, es el punto de partida para añadir la mayor contribu- ción de Kliksberg, la circulación profusa de ciertas falacias sobre los problemas sociales que, lo que es peor aun, conducen a «em- prender caminos que se alejan de la salida del largo túnel en que está sumida buena parte de la población». Las baterías apuntan hacia algunos círculos que toman decisiones, donde se niega o se minimiza la pobreza, donde se asume con cierto cinismo la premisa que pobres hay en todas partes; que ha existido una paciencia histórica y que al fin de cuentas la pobreza no mata y sus daños son reversibles; que con el crecimiento económico basta; y que la copa de champagne se rebasará para derramar su jugo hacia el fon- do de los estratos marginados; que la desigualdad es un hecho de la naturaleza y no obstaculiza el desarrollo en la región más desigual de planeta, mientras las reformas empeoran la distribución; que la única política social es la política económica, desvalorizando la política so- cial a una marginal política para pobres; que toda acción del Estado es sinónimo de burocratismo, despilfarro, corrupción, ineptitud; que la sociedad civil es un mundo secundario; que la participación de los pobres no equivale a darles voz y voto, negando que los avances de la democratización sean resultado de largas luchas históricas de los pue- blos pobres; que la dimensión ética no afecta a la racionalidad técnica de las decisiones que asumen que el desarrollo y la felicidad del futuro VÍCTOR FLORES 19 Introducción puede costar el sacrificio de generaciones; y que –finalmente– no hay otra alternativa, cuando en realidad se ha roto el consenso intelectual sobre las políticas económicas. Kilksberg recurre a una cita de Carlos Fuentes para cerrar su ensa- yo: «Algo se ha agotado en América latina: los pretextos para justificar la pobreza». Joan Prats (Instituto Internacional para la Gobernabilidad – PNUD, Barcelona) aporta el marco conceptual y analítico para encarar el tema de la gobernabilidad democrática para el desarro- llo humano y en el arranque sostiene la necesidad de «reinventar no sólo el gobierno sino también la ciudadanía». El tema de la gobernabilidad se volvió dominante en Latinoamérica en la últi- ma década del siglo XX, y a ella se sumó la noción de gobernanza o buen gobierno que se ha instalado en la comunidad intelectual que trata los problemas del desarrollo y la cooperación internacio- nal, en particular en el PNUD, pero –advierte Prats– llegó con «peligrosas confusiones», entre otras razones porque se trata de un concepto que nació hace 15 años en las agencias del Banco Mun- dial para señalar las disfunciones de la crisis que vivía Africa en 1989, cuando por primera vez definió su tragedia como una crisis de governance: una especiede teoría de la democracia para el Ter- cer Mundo, que deplora «la extensiva personalización del poder, el incumplimiento de los derechos humanos fundamentales, la corrupción, la prevalencia de gobiernos no electos y con grave déficit de accountability (responsabilidad)». De ese concepto, al igual que de la noción de gobernabilidad –que surgió de «una idea meramente politológica, muy sencilla y acotada, centrada en plan- tear que las relaciones entre el Presidente y el Legislativo se articu- len de modo tal que no se bloquee la toma decisiones»–, se ha pasado a «un uso desbordado de la palabra que ya parece muy difícil de embridar conceptualmente». El mismo Prats al abordar la situación del Africa subsahariana definió ya en 1996 que la «governace concierne a la institucionalización de los valores nor- mativos que pueden motivar y proveer cohesión de los miembros LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 20 de una sociedad. Esto implica que es improbable que pueda emer- ger un Estado fuerte en ausencia de una sociedad civil vibrante». Los ejemplos de crisis de gobernabilidad en América Latina son incesantes y pueden proceder de varios males: de la incapacidad de las reglas y procedimientos para resolver los problemas de interacción (acción colectiva) de los actores poderosos, especialmente cuando los equilibrios de poder cambian y las reglas precedentes ya no valen (se- ría la situación de gobernabilidad en el México de Vicente Fox, quien para construir la gobernabilidad democrática necesita proceder a una alteración de las fórmulas institucionales preexistentes); de la débil o la inadecuada institucionalización de las reglas y procedimientos, como sucede con regímenes políticos cuyas reglas llevan al riesgo de ingobernabilidad al dificultar la formación de las coaliciones necesa- rias para gobernar efectivamente (caso de Ecuador o Paraguay); de la emergencia de nuevos actores estratégicos (rebeldes armados) que plan- tean un cambio radical de las fórmulas (caso de Colombia y otros países andinos); del cambio estratégico de actores poderosos que replantean la fórmula hasta entonces aceptada (autonomismo de Guayaquil y otros territorios latinoamericanos); de la incapacidad de los actores estratégicos para mantener niveles básicos de ley y orden (caso de Nicaragua, El Salvador y otros países y ciudades). La definición final, sin dramatismo, indica que «si la gobernabilidad no es un fin en sí misma, sino una condición necesaria pero no sufi- ciente para la producción de desarrollo, podemos sostener un con- cepto normativo de gobernabilidad desde el cual poder, no sólo eva- luar, sino orientar políticas.» Tras un recorrido sobre la teoría de la democracia nutrida por re- flexiones de Robert Dahl; Guillermo O’Donnell y Amartya Sen, Prats se encamina a una concepción del desarrollo como expansión de la libertad, para concluir que el problema del desarrollo es un problema de negación de libertad, que exige la eliminación de las «principales fuentes de privación de libertad»: las guerras y conflictos violentos, la pobreza y la tiranía, la escasez de oportunidades económicas y las privaciones sociales sistemáticas, el abandono de los servicios públi- VÍCTOR FLORES 21 Introducción cos. Ante esos obstáculos la democracia enriquece la vida de la gente, no sólo mediante la garantía de la libertad política, sino como instru- mento para llamar la atención de las demandas de la misma gente y, finalmente, permitir a los ciudadanos aprender unos de otros a for- mar sus valores y prioridades. Para terminar la primera parte, Andrés Serbin (CRIES, Buenos Aires) se encarga, en esa misma dirección, del estudio de la sociedad civil global como complejo escenario emergente de la resistencia a una forma unipolar de globalización uniforme y homogénea. La segunda parte del libro arranca con un texto de Rubén Aguilar (consultor internacional, politólogo de la Universidad Ibe- roamericana, actual director de Análisis de la Presidencia de Méxi- co), que contine una sugerente reflexión, no sólo desde la expe- riencia de los movimientos sociales que ha asesorado y dirigido, sino desde el difícil terreno del ejercicio democrático del poder en una sociedad desigual. Con talante progresista, uno de los pasajes más sugerentes de su ensayo indica que en los sistemas democráti- cos tienden a borrarse las diferencias entre izquierdas y derechas. «En la democracia latinoamericana la diferencia sustantiva no la hace el ser de izquierdas o derechas y sí el ser conservador o pro- gresista. Hay de unos y otros tanto en las izquierdas como en las derechas. En uno y otro bando hay progresistas que trabajan por los cambios y reformas que se requieren en los países, pero tam- bién conservadores que hacen todo para que nada se mueva». Desde la responsabilidad de los gobernantes, Rubén Aguilar con- sidera dos tipos de crisis en la transición del autoritarismo a la demo- cracia en la región: «1. Cuando los gobernantes carecen de la capaci- dad para conducir al gobierno por inhabilidad o incompetencia. La demanda que plantean los distintos actores sociales rebasan al gobier- no que se ve imposibilitados de resolver los problemas. Esta situación termina por desgastar y luego quebrar la legitimidad de origen. Esta situación puede llevar a que el gobernante dimita o que termine su período, pero en situación de decepción social. 2. Los gobernantes carecen de las instituciones y facultades requeridas para realizar un LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 22 gobierno exitoso. El problema no es la falta de habilidad de los gober- nantes sino la carencia de leyes e instituciones que permitan gestionar con éxito al Estado democrático. La legitimidad del gobernante no llega a romperse y tampoco conduce a la dimisión, pero sí se provoca una situación de decepción social.» Si a la primera situación se res- ponde con la sustitución pacífica del gobierno, la segunda sólo podrá resolverse en un tiempo largo por la complejidad que supone que se promulguen buenas leyes, se alcancen reformas relevantes y se cons- truyan instituciones capaces de gestionar al gobierno democrático. Rodrigo Páez Montalbán (Centro Coordinador y Difusor de Es- tudios Latinoamericanos, UNAM, México) analiza estas percepcio- nes, en el contexto de desconcierto que caracterizó al final del siglo XX latinoamericano, cuando se fueron atenuando las ilusiones a me- dida que las expectativas puestas en la vida en democracia sólo esta- ban siendo muy parcialmente satisfechas. Persistían los problemas económicos de anteriores “décadas perdidas” y las lacras de la impuni- dad, la corrupción y el mundo del narcotráfico, entre otras, se suma- ban a los ancestrales problemas políticos y sociales que permanecían en la región. «Un cierto aire de decepción comenzó a invadir ambien- tes sociales y académicos, como si las luchas por los cambios en los regímenes políticos, sostenidas a veces con un enorme costo en vidas y sufrimientos, no hubieran valido la pena, o sólo hubieran produci- do cambios formales, ‘democracias formales’» Páez Montalban se adelanta a señalar que esas percepciones de desencanto se deben al olvido o ignorancia de que la historia de la democracia en la América Latina independiente ha sido una historia despareja, con realizaciones breves y muchos vacíos, sin hondas raí- ces, con una incompleta construcción de Estados de derecho, sin las características propias de un gobierno representativo. Lo curioso, in- dica, es que en esa historia siempre existió un voto en la mano de los electores pero «como referencia muchas veces exclusiva de ejercicio democrático; en muchos casos, elecciones sin democracia y sin ciuda- danos participativos, fuera de lo que hoy se entiende o se desea cuan- do se habla de ‘cultura política’ o de ‘cultura democrática’». VÍCTOR FLORES 23 Introducción Lamenta que la historia de la democracia en América Latina haya estado más sujeta a los aspectos formales de procedimiento y al esta- blecimiento de reglas del juego que a la formación de valores y con- sensos,«una muestra más de la separación secular que ha existido en América Latina entre el Estado y la sociedad. La democracia realmen- te existente, descrita empíricamente y que gira alrededor del carisma o de la manipulación de los medios, esconde el rico contenido de la idea democrática, el cual aparece desdibujado en la univocidad reductora del modelo del elitismo competitivo». En fin, que lo que se pierde de vista es que tanto la democracia como la sociedad civil se mueven dentro del espacio de la fragmentación y el conflicto, aunque pueden abrirse también al surgimiento de solidaridades concretas y auténticas. Sandra Weiss (diplomada de la Escuela Diplomática de la Canci- llería alemana y del Institut d’Etudes Politiques de París) analiza un ingrediente que impide por exclusión el avance de la democracia y la formación de ciudadanos auténticos: el alto grado de violencia que – junto con elevados niveles de pobreza y de desigualdad– es una de las características más distintivas de las democracias latinoamericanas. Sus observaciones son resultado del análisis del fenómeno en los dos países más violentos en la región, donde realizó sendas investigacio- nes en el terreno: El Salvador y Colombia, cuyos índices a inicios de los años 90 estaban en 150 y 89 homicidios por cada 100.000 habi- tantes respectivamente y excedían por mucho el promedio regional de 22,9, que de por sí era ya el doble del promedio mundial (10,7), según datos del BID y la Organización Panamericana de la Salud. Weiss constata que aunque en los dos casos analizados se logró reducir la violencia medida en tasas de homicidio, los efectos colate- rales son muy distintos en ambos países: mientras en el caso de El Salvador permanecen en un paradigma puramente autoritario a corto plazo, en Bogotá se integraron en un esquema que favorece la partici- pación ciudadana dentro de un espíritu democrático. Pero en socie- dades con democracias frágiles cuenta tanto el «cómo» como el «cuán- to» y el «qué», porque «la democracia no solamente es un empaque LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 24 bonito, si no una manera de hacer». Weiss sugiere soluciones más a fondo que pasan entonces por una reforma policial. Destaca que en el caso de El Salvador –y ocurre lo mismo ahora en México y Buenos Aires– hubo un «pecado original», porque, «contrariamente a lo indi- cado por el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani (reforma poli- cial), se recurre a las mismas fuerzas desacreditadas y heredadas de los regímenes autoritarios». Es el caso de las fuerzas de seguridad en Bue- nos Aires y en México D.F. – ninguna de las dos ha sido reformada desde el fin de los regímenes autoritarios y muchas veces hasta los mismos oficiales pudieron proseguir sus carreras. Poco alentador se presenta también el panorama de la justicia en los países mencionados, que es tachada de corrupta e ineficiente. «Eso se debe en parte a una politización de la justicia en los máxi- mos cargos. En los estratos más bajos de la justicia, la corrupción, la falta de formación y de recursos impiden un buen trabajo y hacen que un insignificante número de delincuentes termine en la cárcel». En el terreno de la Justicia y el sistema carcelario «las reformas adop- tadas hasta ahora son todas muy controvertidas y debilitan el Estado de derecho, como el uso de agentes encubiertos cuyas informaciones tienen carácter de prueba testimonial o la ampliación de la detención provisional». Programas de reinserción social son casi inexistentes, razón por la cual «las cárceles son calificadas por especialistas como centros de formación de criminales». Finalmente, el filósofo Horacio Cerutti Guldberg (Centro Coor- dinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos, UNAM, México) ofrece un trabajo que tiene un triple propósito: un balance conciso de lo realizado en equipo en tres décadas de reflexión filosófica en Amé- rica Latina, un homenaje a colegas y amigos y un bosquejo de tareas pendientes. Admite que el principal desafío consiste en encontrar «los modos de articular el quehacer intelectual a los procesos de organiza- ción de la resistencia popular, para colaborar en la constitución de sociedades alternativas, más justas y solidarias». A tres décadas del surgimiento de la filosofía de la liberación, las constataciones cotidianas muestran el aumento exponencial de las VÍCTOR FLORES 25 Introducción desigualdades e injusticias sociales que le dieron origen. «Por si hu- biera dudas, allí están los datos duros de las estadísticas para mostrar, sin ir más lejos, que la “copa de champagne” no sólo no se derrama, sino que tiene cada vez bases más delgadas. Esta progresión geométrica de la explotación pareciera justificar por sí sola una insistencia cre- ciente en la necesidad de liberación». Cerutti constata también que «se cierne abrumadoramente la sen- sación de caminos cerrados, de imposibilidades que se presentan como cuasi insuperables, las cuales mitigan la esperanza y enardecen los ánimos, colocando no ya a la vida sino a la mera sobrevivencia de las grandes mayorías de la humanidad en primerísimo plano». Si filoso- far desde nuestra América consiste en pensar la realidad sociocultural a partir de la propia historia crítica y creativamente para colaborar en su transformación, queda claro que esa labor emerge de la cotidianidad histórica y es fruto de asumir la condición colectiva de la vida social. La pregunta final es cómo gestar un aporte intelectual significati- vo en el esfuerzo de articular la ineludible resistencia social. Cerutti ensaya una respuesta: «Pareciera que sólo asumiéndolo desde la ten- sión irresuelta que estructura la presencia de lo utópico en su operatividad histórica. Tensión entre realidad e ideal, entre statu quo insoportable y sueños diurnos deseables». Sobre uno de esos sueños, el eterno sueño democrático es el últi- mo ensayo del compilador que cierra este libro. Montevideo, otoño 2004 BERNARDO KLIKSBERG 29 Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina BERNARDO KLIKSBERG* *Asesor de diversos organismos internacionales entre ellos ONU, OIT, OEA, UNESCO, y otros. Ha sido Director del Proyecto de las Naciones Unidas para América Latina de Modernización del Estado y Gerencia Social y Coordinador del Instituto Interamericano para el Desarrollo Social (INDES/BID). Entre otras distinciones que le fueron otorgadas designado: Profesor Honorario de la Universidad Nacional de Buenos Aires, Profesor Emérito de la Universidad de Congreso (Argentina), Doctor Honoris Causa de la Universidad del Zulia y Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional Baralt (Venezuela). Entre sus últimas obras: Desigualdade na America Latina. O debate adiado (Unesco,Cortez Editora 2000), La lucha contra la pobreza en América Latina (Fondo de Cultura Económica 2000), America Latina: una regiado de risco-pobreza, desigualdade e institucionalidade social (Unesco, 2000), Pobreza. Nuevas respuestas a nivel mundial (Fondo de Cultura Económica, 1998), Repensando o Estado para o desenvovimento social (Unesco, Cortez, 1998), O desafío da exclusao (FUNDAP, 1998). Las opiniones expuestas en este trabajo son del autor y no representan necesariamente las de la organización donde se desempeña. ¿Q ué piensan los latinoamericanos sobre lo que está sucediendoen la región? Cuando se les pregunta algo tan concreto sobre si creían que están viviendo mejor o peor que sus padres, sólo un 17% dijo que mejor, la gran mayoría sentía que su situación había empeorado (La- tín Barómetro, 1999). Esta respuesta evidencia un hondo sentimiento de descontento. Las mayorías tienen bien claro en el continente cuáles son las causas de su disconformidad. Son bien conscientes de ellas. Y distin- guen perfectamente causas aparentes de otras más profundas. Cuando se les interroga sobre si creen que la democracia es preferible a cualquier otro sistema de gobierno, muestran un apoyo masivo al sistema demo- crático y sus ideales. Dos terceras partes loprefieren, y sólo un 20% sigue exhibiendo inclinaciones hacia el autoritarismo. Pero cuando se profun- Hora de escuchar a la gente LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 30 diza expresan que están fuertemente insatisfechos con cómo está funcio- nando la democracia en sus países. Solo el 35% esta satisfecho con su funcionamiento. En la Unión Europea, para comparar, es el 47%, en Dinamarca el 84%. Los latinoamericanos han elegido la democracia como forma de vida, y la respaldan consistentemente, pero «democrática- mente» están muy disconformes con su desempeño concreto. Algunas causas de la insatisfacción son políticas, pero tienen un peso decisivo las económico-sociales. La gran mayoría considera que los problemas vinculados con la pobreza han empeorado. Se refieren a carencias en oportunidades de trabajo, acceso a salud, acceso a una educación de buena calidad, incertidumbre laboral, bajos sueldos. Agregan a ello temas como el agravamiento de la corrupción, la delin- cuencia y el tráfico de drogas. Además testimonian que sienten que ésta es una región donde existen grandes desigualdades y sienten agu- damente esa situación. Los dos únicos países donde los promedios de satisfacción con el desempeño del sistema democrático son mayores a los de la Unión Europea son Costa Rica y Uruguay, donde más del 60% de la pobla- ción está satisfecha con su funcionamiento. Son dos países que se caracterizan por tener los más bajos niveles de desigualdad de toda la región, y por haber desarrollado algunos de los más avanzados siste- mas de protección social. Las encuestas reflejan que la población esta clamando por cam- bios, a través de la democracia no por otra vía, que permitan enfren- tar los agudos problemas sociales. Los avances en ese camino parecen encontrar obstáculos formidables en la región si se juzga por los limi- tados resultados alcanzados. Algunos tienen que ver con la existencia de fuertes intereses creados y de privilegios derivados del manteni- miento de la situación vigente. Otros con las dificultades derivadas de la inserción económica de la región en la nueva economía internacional. Otros, del funciona- miento defectuoso de instituciones y organizaciones básicas. A éstos y otros más se suma la profusa circulación de ciertas falacias sobre los problemas sociales que llevan a adopar políticas erróneas y a empren- BERNARDO KLIKSBERG 31 Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina der caminos que alejan de la salida del largo túnel en que esta sumida buena parte de la población. No son el único factor de retraso, pero claramente su considerable influencia en sectores con mucha inci- dencia en la toma de decisiones obstruye seriamente la búsqueda de alternativas renovadoras y el paso a una nueva generación de políticas económicas y sociales. El objetivo de este trabajo es llamar la atención sobre estas falacias, para estimular la discusión amplia y abierta sobre las mismas, con vías a su superación. Se presentan a continuación algunas de las principa- les, se analizan algunos de sus efectos en el diseño de políticas y se examina su consistencia. Se trata sobre todo de procurar ponerlas en foco, e invitar a una reflexión colectiva sobre ellas. Primera falacia: la negación o minimización de la pobreza Existe una intensa discusión metodológica sobre cómo medir la po- breza en la región. Sin embargo, a pesar de los diversos resultados que surgen de diferentes mediciones los estudios tienden a coincidir en dos aspectos centrales: a) Las cifras de población ubicada por debajo del umbral de pobreza son muy elevadas; b) Existe una tendencia consistente al crecimiento de dichas cifras en los últimos 20 años. Las cifras se deterioraron severamente en los ochenta, mejoraron discre- tamente en parte de los 90, pero en los años finales de la década au- mentaron significativamente. En su conjunto, la pobreza en la región es mayor en 2000 que en 1980, tanto en términos absolutos como en porcentaje sobre la población total. La CEPAL estima en su Panorama Social de América Latina 2000 que la población en situación de pobreza pasó de 204 millones de personas en 1997 a no menos de 220 millones a comienzos de 2000. Analizando la estructura de la fuerza de trabajo en ocho países de la región que comprenden el 75% de su población total (Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, México, Panamá y Venezuela), la CEPAL constata que el 75% de la población que tiene ocupación “percibe ingresos promedios que en la mayoría de los países no alcan- LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 32 zan por si solos para sacar de la pobreza a una familia de tamaño y composición típica”. Como puede observarse, desde los 80 se produce una firme eleva- ción del número de personas que gana menos de dos dólares diarios. Verrier (1999) señala que en toda América Latina había entre 1970 y 1980, cincuenta millones de pobres e indigentes, pero que en 1998 ya eran 192 millones. La Comisión Latinoamericana y del Caribe para el Desarrollo Social presidida por Patricio Aylwin (1995) consi- dera que se hallan en la pobreza “casi la mitad de los habitantes de América Latina y el Caribe”. Diversas mediciones nacionales señalan con las diferencias propias de cada realidad la extensión y profundidad de la pobreza. Un infor- me detallado sobre Centroamérica (PNUD-Unión Europea 1999) señala que son pobres el 75% de los guatemaltecos, el 73% de los hondureños, el 68% de los nicaragüenses y el 53% de los salvadore- ños. Las cifras relativas a la población indígena son aún peores. En Guatemala se halla por debajo de la línea de pobreza el 86% de la población indígena frente al 54% de los no indígenas. En Venezuela se estimaba la pobreza entre el 70 y el 80% de la población. En Ecua- dor en un 62.5%. En Brasil se estima que el 43.5% de la población gana menos de dos dólares diarios, y que 40 millones de personas viven en la pobreza absoluta. Aún en países donde tradicionalmente las cifras de pobreza han sido bajas, como en la Argentina, el Banco Mundial ha estimado que vive en la pobreza casi la tercera parte de la población y el 45% de los niños. En las provincias más pobres, como las del nordeste, la tasa es del 48.8%. Uno de los tantos indicadores del grado de “rigidez”de la pobreza latinoamericana lo proporcionan las proyecciones sobre niveles de educación e ingresos. La CEPAL (2000) afirma en base a ellas que “10 años de escolaridad parecen constituir el umbral mínimo para que la educación pueda cumplir un papel significativo en la reduc- ción de la pobreza; si se tiene un nivel educativo inferior a 10 años de escolaridad y no se poseen activos productivos, son muy escasas las probabilidades de superar los niveles inferiores de ingreso ocupacio- BERNARDO KLIKSBERG 33 Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina nal”. El promedio de años de escolaridad en la región se ha estimado en 5.2, virtualmente la mitad del mínimo necesario para tener posibi- lidades de emerger de la pobreza. Frente a estas realidades, la alternativa lógica es partir de ellas y tratar de encontrar vías innovadoras para enfrentarlas. Sin embargo, en el discurso público latinoamericano de las dos últimas décadas ha sido reiterada la tendencia de algunos sectores a optar por otra vía, la negación o minimización del problema. La falacia funciona a través de diversos canales. Uno es la relativización de la situación. “Pobres hay en todos lados”acostumbraba a señalar un mandatario de un país latinoamericano frente al ascenso de las cifras de pobreza en su país durante su periodo gubernamental. En materia económico-social lo conveniente es siempre desagregar los datos, y tener una perspectiva comparada e histórica para saber cuál es la situación real. Los países desarrollados también tienen efectivamente una parte de la población por debajo de la línea de pobreza. Pero hay varias diferencias. Por una parte, las cifras difieren muy significativamente. La población pobre es normalmente en ellos menor al 15%. Es muy diferente tener entreuna sexta y una séptima parte de la población en situación de pobre- za, que tener a casi la mitad de la población en ese estado. No sólo es una diferencia cuantitativa, es otra escala que implica considerables diferencias cualitativas. En los países desarrollados se habla de “islotes de pobreza” o de “focos de pobreza”. En vastas áreas de América Lati- na es muy difícil reflejar la realidad con ese lenguaje. La pobreza es extensa, diversificada y tiene actualmente incluso una fuerte expre- sión en las clases medias, cuyo deterioro económico ha generado un estrato social en crecimiento, denominado “los nuevos pobres”. No hay «focos de pobreza» a erradicar, sino un problema mucho más amplio y generalizado que requiere estrategias globales. Por otra parte, la comparación estricta podría llevar a identificar que la brecha es aún mucho mayor. Las líneas de pobreza utilizadas en los países desarrollados son mucho más altas que las empleadas normalmente en América Latina. Así, la difundida tendencia a medir la pobreza considerando pobres a quienes ganan menos de 2 dólares diarios, es LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 34 muy cuestionable. En todos los países de la región la línea de pobreza está muy por encima de esa cifra. Otro pasaje usual del discurso negador es la afirmación de “que pobres hubo siempre”, por tanto no se entiende por qué tanto énfasis en la situación actual. Allí la falacia adquiere el tono de la historicidad. Uno de los razonamientos más utilizados cuando se trata de relavitizar un problema grave es quitarle el piso histórico. La pobreza ha existido en América Latina desde sus orígenes, pero el tema es ¿Cuáles son las tendencias presentes? ¿En qué dirección apuntan, van hacia su disminución, su estancamiento o su incre- mento? En los últimos 20 años han aparecido suficientes eviden- cias como para preocuparse. Los indicadores han experimentado un deterioro; con altibajos y variaciones nacionales, las cifras han ascendido. Son muy pocos los casos en los que la pobreza se ha reducido considerablemente. La falacia de desconocer o relativizar la pobreza no es inocua. Tiene severas consecuencias en términos de políticas públicas. Si hay pobres en todos lados, y los ha habido siempre, ¿por qué dar al tema tan alta prioridad? Hay que atenuar los impactos, pero no asustarse. Basta con políticas de contención rutinarias. La política social no es la importante. Es una carga de la que no es posible desprenderse, pero como se trata de afrontar un problema que siempre existirá y todos los países tienen, cuidado con sobreestimarla. En algunas de las expresiones más extremas de la falacia, se procuró en la década pasada eliminar de agendas de re- uniones relevantes, la «pobreza», a la que se consideró en sí como demasiado cargada de connotaciones. Además de conducir a políticas absolutamente incapaces de en- frentar la pobreza, la falacia expuesta entraña un importante pro- blema ético. No sólo no da soluciones a los pobres, lo que lleva a la perduración y acentuación de situaciones de exclusión humana antiéticas, sino que va aún más lejos; a través de la minimización y la relativización se está cuestionando la existencia misma del pobre. BERNARDO KLIKSBERG 35 Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina Segunda falacia: paciencia histórica, la pobreza no mata Con frecuencia el razonamiento explícito o implícito que se despliega frente a los problemas sociales por parte de sectores influyentes gira alrededor de la necesidad de una cierta “paciencia histórica”. Se trata de etapas que deben sucederse las unas a las otras. Habrá una etapa de “ajustarse el cinturón”, pero luego vendrá la reactivación y posterior- mente ella se «derramará» hacia los desfavorecidos y los sacará de la pobreza. Lo social debe esperar, y se necesita entender el proceso, y guardar paciencia mientras las etapas se suceden. Independientemen- te del amplio cuestionamiento que existe actualmente a esta visión del proceso de desarrollo, queremos poner énfasis aquí en uno de sus elementos. El mensaje que se está enviando es, de hecho, que la po- breza puede esperar. ¿Realmente puede esperar? La realidad indica que el mensaje tiene una falla de fondo: en muchísimos casos, los daños que puede causar la espera son simplemente irreversibles, des- pués no tendrán arreglo posible. Veamos. Una buena parte del peso de la pobreza recae en América Latina sobre los niños y los adolescentes. En 1997, según CEPAL (2000), el 58% de los niños menores de 5 años de la región era pobre, lo mismo sucedía con el 57% de los niños de 6 a 12 años y con el 47% de los adolescentes de 13 a 19 años. Siendo en su conjunto los menores de 20 años el 44% de la población de la región, representaban en cambio el 54% de todos los pobres. Las cifras verifican que efectivamente, como fue subrayado por UNICEF, «en América Latina la mayoría de los po- bres son niños y la mayoría de los niños son pobres». Esa no es una situación neutra. Como subrayara Peter Tonwsed, “la pobreza mata”. Crea factores de riesgo que reducen la esperanza de vida y desmejoran sensiblemente la calidad de la vida. Los niños son los pobres de América Latina según lo visto, y al mismo tiempo, por naturaleza, los más vulnerables. Sobre esos niños pobres operan varios factores que son generadores, entre otros aspectos, de lo que se denomina “un alto riesgo alimentario”, insuficiencias elementales, entre ellas la posibilidad de que puedan alimentarse normalmente. Los resultados de déficits de este or- LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 36 den causan daños múltiples. Entre ellos, se estima que los primeros años de vida se desenvuelven buena parte de las capacidades cerebrales. La falta de una nutrición adecuada genera daños de carácter irreversible. Investigaciones de UNICEF (1995) sobre una muestra de niños pobres determinaron que a los cinco años la mitad de los niños de la muestra presentaba retrasos en el desarrollo del lenguaje, un 30% atrasos en su evolución visual y motora, y un 40% dificultades en su desarrollo gene- ral. La desnutrición causa asimismo déficit en el peso y talla de los niños y ello va a repercutir fuertemente en su desenvolvimiento. Entre los fac- tores generadores de riesgo alimentario se hallan: la falta de recursos de la familia, el carácter monoparental de la misma y la baja educación de las madres. Existe una robusta correlación estadística entre estos factores y la desnutrición infantil. En la América Latina actual los tres factores tienen significativa incidencia. Como se señaló, numerosas familias tienen ingresos menores a los imprescindibles, se estima que cerca de un 30% de los hogares está a cargo de madres solas; en su gran mayo- ría se trata de hogares humildes, y el nivel educativo de las madres pobres es muy bajo. La pobreza del hogar puede significar que mu- chas madres estarán a su vez desnutridas durante el embarazo. Es probable entonces que el hijo tenga anemia, déficit de macronutrientes esenciales y bajo peso. Ello puede amenazar su misma supervivencia o atentar contra su desarrollo futuro. Si, además, la madre esta sola al frente de la familia, tendrá que luchar muy duramente para buscar ingresos. Sus posibilidades de dedicación al niño en las críticas etapas iniciales serán limitadas. El factor educativo influirá asimismo en as- pectos muy concretos. Así, las madres con baja escolaridad tendrán poco información sobre cómo manejarse apropiadamente respecto a la lactancia materna, cómo armar dietas adecuadas, cómo cuidar sani- tariamente los alimentos, cómo administrar alimentos escasos. En 1999, en 10 de 16 países de la región entre un 40 y un 50% de los niños urbanos en edad preescolar formaban parte de hogares cuya madre no había completado la educación primaria. En las zonas rura- les en 6 de 10 países analizados el porcentaje era de 65 a 85%. Entre BERNARDO KLIKSBERG 37 Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina en los cuatro restantes, de 30 a 40%. Si se toman sólo los niños me- nores de 2 añosde edad, entre el 20 y el 50% de los niños de la gran mayoría de los países vivían en 1977 en hogares con un ingreso por miembro inferior al 75% del valor de la línea de pobreza, y cuya madre no había completado la educación primaria. La acción combinada de estos y otros factores lleva al sombrío pano- rama que capta CEPAL (2000): “Al año 2000 se estima que aproximada- mente el 36% del total de niños menores de 2 años de América Latina están en situación de alto riesgo alimentario”. Los cuadros nacionales son alarmantes en diversos países. En Nicaragua estimaciones del Ministerio de Salud (1999) indican que el 59% de las familias cubre menos del 70% de las necesidades de hierro que requiere el ser humano, el 28% de los niños de menos de 5 años padece anemias por el poco hierro que consu- men, 66 de cada 100 niños tienen problemas de salud por falta de vita- mina A. El 80% de la población nicaragüense consume sólo 1700 calo- rías diarias cuando la dieta normal debería ser no menor a las 2125 calo- rías. En Venezuela un niño de 7 años de los estratos altos pesa en prome- dio 24.3 kgs. y mide 1,219 m. Uno de igual edad de los sectores pobres pesa sólo 20 kg. y mide 1.148 m. Aun en países con tanto potencial alimentario como la Argentina las estadísticas informan que en el Gran Buenos Aires, una de las principales áreas demográficas, uno de cada cinco niños está desnutrido. Muchos de los países de la región tienen importantes condiciones naturales para producir alimentos. Sin embargo, como se ha visto, una tercera parte de los niños más pequeños padece inseguridad alimentaria pronunciada. Ello parece difícil de entender. Influyen fac- tores como los que identifican la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la CEPAL en investigación conjunta (1998): “Se ob- serva en casi todos los países de la región un incremento en enferme- dades no transmisibles crónicas asociadas con alimentación y nutri- ción. Las medidas de ajuste implementadas por los países han afecta- do la disponibilidad nacional de alimentos y han tenido repercusio- nes negativas sobre el poder de compra de los grupos más pobres amenazando la seguridad alimentaria”. LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 38 Así como la falta de alimentación causa daños no reparables poste- riormente, lo mismo sucede con otras expresiones de la pobreza, como los déficits que afrontan los desfavorecidos en la región en dos aspec- tos básicos: el agua potable y la existencia de alcantarillado y sistemas de eliminación de excretas. Ambos elementos son decisivos para la salud. Amplios sectores de la población pobre tienen dificultades muy fuertes para obtener agua potable o tienen que comprarla a precios muy elevados. Asimismo carecen de instalaciones de alcantarillado adecuadas, lo que significará graves riesgos de contaminación a través de las napas subterráneas y de contaminación del medio ambiente inmediato a la vivienda. Según los cálculos de la OPS, cerca de la tercera parte de la población de la región carece de agua potable y/o alcantarillado. El 30% de los niños menores de 6 años vive en vivien- das sin acceso a las redes de agua potable y el 40% en viviendas sin sistemas adecuados de eliminación de excretas. Cuando se analiza por países se observan datos como los que siguen, que describen los por- centajes de niños de menos de 5 años de edad que habitaban vivien- das sin conexión a sistemas de evacuación por alcantarillado en 1998 (CEPAL 2000): Paraguay 87, Bolivia 66, Brasil 59, Honduras 47, El Salvador 45, Venezuela 26, México 24. La acción de estos factores genera mortalidad infantil y riesgos graves para la salud, como los contagios y las infecciones intestinales. En 11 países la diarrea es una de las dos principales causas de muerte en niños de menos de un año. Nuevamente se trata de daños de carácter irreparable. La fala- cia de la paciencia, respecto a la pobreza, niega de hecho el análisis de la irreversibilidad de los daños. Lleva a políticas que bajo la idea de que las cosas se arreglaran después, no priorizan cuestio- nes elementales para la supervivencia. Nuevamente, además de las ineficiencias que significan esas políticas en cualquier visión de largo plazo de una sociedad hay una falta ética fundamental. Frente a la pobreza debería aplicarse una “ética de la urgencia”, no es posible esperar ante problemas tan vitales como los descriptos. Esta falacia desconoce el carácter urgente que tiene, la solución de éstas y otras carencias básicas. BERNARDO KLIKSBERG 39 Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina Tercera falacia: el crecimiento basta o la copa de champagne que se derrama El pensamiento económico ortodoxo de gran difusión en la región lanza el mensaje básico de que todos los esfuerzos deben ponerse en el crecimiento. Dirige las miradas a los pronósticos sobre el aumento del producto bruto y del producto bruto per cápita. Despierta las expectativas de que todo está bien si ellos crecen a un buen ritmo. Plantea explícitamente, como se mencionó, que logradas metas importantes de crecimiento todo lo demás se resolverá. El mis- mo fluirá hacia abajo, a través del famoso efecto “derrame”, y ello solucionará los «rezagos» que pudieran existir en el campo social. El siglo XX ha enseñando muy duramente, una y otra vez, que el último juez que decidirá si las teorías sobre el desarrollo son validas o no, no es su grado de difusión, sino lo que cuentan los hechos. Ellos han desmentido muy claramente que la realidad funcione como la ortodoxia supone que debería funcionar. Las promesas hechas a Amé- rica Latina a comienzos de los 80 sobre lo que sucedería si se aplicaba el modelo convencional no se cumplieron en la práctica. Describien- do los productos concretos de lo que llama la “forma de hacer econo- mía”, que “América Latina escogió en los años recientes”, señala Ri- cardo French Davis (2000): «El resultado es una fuerte inestabilidad del empleo y la producción, una mayor diferenciación entre ricos y pobres y un crecimiento medio modesto: sólo 3% en este decenio, y con una profunda desigualdad». Efectivamente, los datos indican que el crecimiento fue muy discreto, no se derramó automáticamente, la desigualdad aumentó significativamente, la pobreza no se redujo. Frente a este juicio de la realidad, ¿no correspondería revisar el razonamiento usual? Joseph Stiglitz (1998) sugiere que ha llegado la hora de hacerlo. Se refiere a la vision general, uno de cuyos compo- nentes esenciales es la idea de que el crecimiento basta. Argumenta: “Muchos países han aplicados las recomendaciones intelectualmente claras, aunque generalmente difíciles políticamente del consenso de Washington. Los resultados no han sido sin embargo del todo satis- LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 40 factorios. Esto tiene varias explicaciones. ¿Será porque algunos no si- guieron correctamente las recetas económicas? Tal vez. Sin embargo yo argumentaría que la experiencia latinoamericana sugiere que debe- ríamos reexaminar, rehacer y ampliar los conocimientos acerca de la economía del desarrollo que se toman como verdad mientras planifi- camos la próxima serie de reformas”. La experiencia de América Latina y otras regiones del globo indica que el crecimiento económico es imprescindible, es muy importante tratar de aumentar el producto total de una sociedad. Son fundamen- tales asimismo el desarrollo de las capacidades tecnológicas, de la competitividad, y un clima de estabilidad económica. Pero enseña también que es simplificar extremadamente el tema del desarrollo y de sus dimensiones sociales, aventurar que el crecimiento económico sólo producirá los resultados necesarios. El informe del Banco Mun- dial sobre la pobreza 2000, que expresa la política oficial de dicha institución, plantea la necesidad de pasar a una vision más amplia de la problemática del desarrollo. Comentando su enfoque diferencial señala un influyente medio, el Washington Post (2000): “La publica- ción del Informe Mundial de desarrollo del Banco Mundial represen- ta un significativodisenso del consenso sostenido entre economistas de que la mejor vía para aliviar la pobreza es impulsar el crecimiento económico, y que la única vía para hacerlo es a través de mercados libres y abiertos. El informe hace notar que incluso una década des- pués de que las economías planificadas de Europa oriental fueran des- manteladas y el comercio y la inversión global alcanzaran niveles ré- cord, 24% de la población mundial recibe ingresos menores a un dólar diario. La conclusión ineludible de acuerdo a los economistas y expertos en desarrollo del Banco es que mientras el crecimiento eco- nómico puede ser un ingrediente necesario para reducir la pobreza, no lo puede hacer solo”. Otro informe posterior del Banco Mundial, «La calidad del creci- miento» (2000), elaborado por otros equipos del mismo, plantea tam- bién vigorosamente el mismo tipo de argumento básico. Dice en su presentación Vinod Thomas, director del Instituto del Banco (The BERNARDO KLIKSBERG 41 Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina Economist 2000): “La experiencia de los países en desarrollo y tam- bién de los industrializados muestra que no es meramente un mayor crecimiento, sino un mejor crecimiento, lo que determina cuánto au- menta el bienestar y a quién beneficia. Países con ingresos y creci- miento similares han obtenido en las últimas tres décadas logros muy diferentes en educación, salud y protección del medio ambiente”. Se está sugiriendo que es decisiva la estructura del crecimiento, sus prio- ridades, vías de desarrollo, sectores beneficiados. La falacia de que el crecimiento basta transmite la visión de que se estaría avanzando si el producto bruto per cápita sube, y que las mira- das deben estar puestas en el mismo. Naciones Unidas ha desarrolla- do en la última década un cuerpo conceptual ampliamente difundido internacionalmente, “el paradigma del desarrollo humano”, que ataca radicalmente este razonamiento. No sólo el crecimiento no basta, es necesario pero no alcanza, sino que corresponde iniciar una discusión mayor. Preguntarnos cuándo avanza realmente una sociedad, y cuán- do está retrocediendo. Los parámetros definitivos, es la sugerencia, debemos encontrarlos en qué sucede con la gente. ¿Aumenta o dismi- nuye su esperanza de vida? ¿Mejora o desmejora su calidad de vida? La ONU diseñó un índice de desarrollo humano que ha venido per- feccionando año tras año, que incluye indicadores que reflejan la si- tuación de todos los países del mundo en áreas como: esperanza de vida, población con acceso a servicios de salud, población con acceso a agua potable, población con acceso a servicios de disposición de excretas, escolaridad, mortalidad infantil, producto bruto per cápita ponderado por la distribución del ingreso, entre otras. Los ordenamientos de los países del mundo según sus logros en desarrollo humano que viene publicando anualmente la ONU, a través del PNUD, muestran un cuadro que en diversos aspectos no coincide con el que deviene de los nuevos indicadores de crecimiento econó- mico. Las conclusiones resultantes enfatizan que cuanto mejor sea el cre- cimiento y más recursos haya tanto más se ampliaran las posibilida- des para la sociedad, pero la vida de la gente, que es el fin último, no LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 42 se puede medir por algo que es un medio, debe medirse por índices que reflejen lo que sucede en ámbitos básicos de la vida cotidiana. La falacia de que el crecimiento basta está en definitiva transformando un medio fundamental, pero sólo un medio, en el fin último. Es necesario desmistificarla y retomar un debate a fondo sobre qué está sucediendo con el cumplimiento de los fines. Amartya Sen ilustra los límites de esta falacia analizando varias situaciones reales. Realiza la comparación que se refleja en el siguiente gráfico: Como se observa, los tres primeros países del gráfico, el Estado de Kerala en la India (de 33 millones de habitantes), China y Sri Lanka tenían un producto bruto per cápita muy reducido. Los otros tres, Sudáfrica, Brasil y Gabón tenían un producto bruto que multiplicaba entre cinco y quince veces el de los anteriores. Sin embargo, la población vivía más años en los tres países pobres: 71,69, y 72 versus 63,66 y 54. El crecimiento económico solo no era el factor determinante en uno de los indicadores más fundamentales para ver si una sociedad progresa, el más básico, la esperanza de vida. ¿Qué otras variables intervenían en este caso? Sen identifica aspectos, como las políticas públicas que garanti- zaban en los tres primeros países un acceso mas extendido a insumos fundamentales para la salud, como el agua potable, las instalaciones sani- tarias, la electricidad y la cobertura médica. Asimismo las mejores posibi- lidades en materia de educación a su vez inciden en la salud. Junto a ello un aspecto central era la mejor distribución del ingreso en las tres prime- ras sociedades. Todo ello llevó a que los países supuestamente más pobres en términos del ingreso, fueran más exitosos en materia de salud y años de vida. Dice Sen: “Ellos han registrado una reducción muy rápida de las tasas de mortalidad y una mejora de las condiciones de vida, sin un creci- miento económico notable”. Cuarta falacia: la desigualdad es un hecho de la naturaleza, no frena el desarrollo El pensamiento económico convencional ha tendido a eludir una dis- cusión frontal sobre la desigualdad y sus efectos sobre la economía. Se BERNARDO KLIKSBERG 43 Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina ha apoyado con frecuencia en la sacralización de la U invertida de Kusnetz. De acuerdo con la misma, la desigualdad es simplemente una etapa inevitable de la marcha hacia el desarrollo. En la primera fase de la misma se producen polarizaciones sociales, que después se van moderando y reduciendo. Algunos economistas convencionales más extremistas llegan aun más lejos, y plantean que esa acumulación de recursos en pocas manos favorecerá el desarrollo, al crear mayores capacidades de inversión. Esta discusión tiene particular trascendencia para América Latina, porque es considerada unánimemente la región más desigual del pla- neta. Si la tesis de los ortodoxos más duros fuera cierta, la región debería haber contado con tasas de inversión muy altas, dadas las “acumulaciones en pocas manos” que ha generado. No se ven. Tam- poco parece ser una mera etapa del camino al desarrollo. En América Latina la desigualdad se ha instalado, y no sólo no se modera, sino que tiene una tendencia muy consistente a crecer, particularmente en las dos últimas décadas. La U invertida parece no funcionar para la región. En realidad Kusnetz nunca pretendió que fuera aplicable mecáni- camente a los países no desarrollados. Como ha sucedido con fre- cuencia, algunos de sus supuestos intérpretes han hecho claro abuso de sus afirmaciones. Sus trabajos estuvieron referidos a la observación de EE.UU., Inglaterra y Alemania en un periodo que va desde la primera mitad del siglo XIX a la finalización de la primera guerra mundial. Advierte expresamente sobre el riesgo de generalizar las con- clusiones que extrajo. Dice (1970): «Es peligroso utilizar simples ana- logías; no podemos afirmar que puesto que la desigual distribución de la renta condujo en el pasado en Europa Occidental a la acumula- ción de los ahorros necesarios para formar los primeros capitales, para asegurar el mismo resultado en los países subdesarrollados es preciso por lo tanto mantener e incluso acentuar la desigualdad en la distri- bución de la renta». Y pone énfasis en una afirmación que en América Latina tiene mucho sentido hoy: “Es muy posible que los grupos que perciben rentas superiores en algunos de los países hoy subdesarrolla- LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 44 dos presenten una propensión de consumo mucho mayor y una pro- pensión al ahorro mucho menor que las que presentaban los mismos grupos de renta en los piases hoy desarrollados durante sus primeras fases de crecimiento”. Además de haber desvirtuadoel pensamiento real del mismo Kusnetz, la falacia difundida respecto a la desigualdad, choca fuerte- mente con los datos de la realidad. La desigualdad latinoamericana se ha transformado a nivel internacional en un caso casi de laboratorio de los impactos regresivos de la desigualdad. Frente a la pregunta de por qué un continente con tantas potencialidades económicas y hu- manas ha generado resultados económicos tan discretos y déficits so- ciales tan agudos, una de las respuestas con creciente consenso cientí- fico es que uno de los factores fundamentales en contra ha sido el peso de la desigualdad y su aumento. Así señalan Birdsall, Ross y Sabot (1996) sobre la región: “la asociación entre un crecimiento len- to y una elevada desigualdad se debe en parte al hecho de que esa elevada desigualdad puede constituir en sí misma un obstáculo para el crecimiento”. Están operando activamente en América Latina otros cinco ti- pos de desigualdades. Uno es la inequidad en la distribución de los ingresos. El 5% de la población es dueña del 25% del ingreso nacional. Por otro lado, el 30% de la población tiene sólo el 7.5% del ingreso nacional. Es la mayor brecha del planeta. Medida con el coeficiente Gini de inequidad en materia de ingresos, América Latina tiene un 0.57, casi tres veces el coeficiente de Gini de los países nórdicos. En promedio, la mitad del ingreso nacional de cada país de la región va al 15% más rico de la población. En Brasil el 10% más rico tiene el 46% del ingreso, mientras que el 50% más pobre sólo tiene el 14% del mismo. En Argentina mien- tras que el 10% más rico recibía en 1975 ocho veces, más ingresos que el 10% mas pobre, en 1997 la relación se había más que du- plicado: era de 22 veces. Otra desigualdad acentuada es la que aparece en términos de acceso a activos productivos. La extrema- damente inequitativa distribución de la tierra en algunos de los BERNARDO KLIKSBERG 45 Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina mayores países de la región, como Brasil y México, es una de sus expresiones. Una tercera desigualdad es la que rige en el campo del acceso al crédito, instrumento esencial para poder crear opor- tunidades reales de desarrollo de pequeñas y medianas empresas. Hay en América Latina 60 millones de PYMES, que generan 150 millones de empleos. Sólo tienen acceso al 5% del crédito. Una cuarta inequidad es la que surge del sistema educativo. Los dife- rentes estratos socioeconómicos de los países alcanzan muy diver- sos récords en años de escolaridad. La deserción y la repetición provocadas por las condiciones socioeconómicas del hogar minan a diario la posibilidad de que los sectores pobres completen sus estudios. Según la CEPAL 2000, en Brasil repetían los dos prime- ros grados de la escuela primaria el 41% de los niños del 25% de menores ingresos de la población, y en cambio sólo el 4.5% de los niños del 25% con mayores ingresos. Asimismo habían completa- do la escuela secundaria a los 20 años de edad, sólo el 8% de los jóvenes del 25% de menos ingresos y, en cambio, el 54% del 25% de mayores ingresos. Tomando 15 países de la región (BID 1998) surgía que los jefes de hogar del 10% de ingresos mas altos tenían 11.3 años de educación, los del 30% más pobre sólo 4.3 años. Una brecha de 7 años. Mientras que en Europa la brecha de esco- laridad entre el 10% más rico y el 10% más pobre es de 2 a 4 años, en México es de 10 años. La desigualdad educativa va a ser un factor muy importante en la inequidad en la posibilidad de conse- guir trabajo y en los sueldos que se ganen. Los sectores desfavorecidos van a estar en muy malas condiciones al respecto por su débil carga educativa. La fuerza de trabajo ocupada de la región presenta una marcada estratificación. Según CEPAL (2000), hay un nivel superior, que es el 3% de la población ocupada, que tiene 15 años de escolaridad, un nivel intermedio, el 20% de la fuerza de trabajo, que tiene entre 9 y 12 años de escolaridad, y el 77% restante, que tiene sólo de 5.5 a 7.3 años de estudios en las ciudades y 2.9 en las zonas rurales. Una quinta y nueva cifra de desigualdad está surgiendo de las posibilidades totalmente dife- LA ILUSIÓN DEL BUEN GOBIERNO 46 renciadas de acceso al mundo de la informática e Internet. La gran mayoría de la población no tiene los medios ni la educación para conectarse con la red. Forma parte así de una nueva categoría de analfabetismo, el analfabetos, los analfabetos cibernéticos.” Todas estas desigualdades generan múltiples efectos regresivos en la economía, la vida personal y familiar, y el desarrollo democrático. Entre otros, según lo demuestran numerosas investigaciones: reducen la for- mación de ahorro nacional, estrechan el mercado interno, conspiran contra la salud pública impiden la formación en gran escala de capital humano calificado, deterioran la confianza en las instituciones básicas de las socie- dades y en el liderazgo político. El aumento de la desigualdad es, por otra parte, una de las causas centrales del aumento de la pobreza en la región. Birdsall y Londono (1998) han estimado econométricamente que su as- censo entre 1983 y 1995 duplicó la pobreza, que la misma hubiera sido la mitad de lo que fue si la desigualdad hubiera seguido en los niveles que tenia anteriormente, elevados pero menores. La desigualdad latinoamericana no es un hecho natural propio del camino del desarrollo como lo pretende la falacia. Es la consecuencia de estructuras regresivas y políticas erradas que la han potenciado. Barbara Stallings (CEPAL 1999) considera, que “las reformas econó- micas aplicadas en los últimos años han agravado las desigualdades entre la población” y subraya “se puede afirmar sin ninguna duda, que los noventa son una década perdida en cuanto a la reducción de las ya alarmantes diferencias sociales existentes en la región con mas desigualdad del mundo”. Altimir (1994), después de analizar 10 paí- ses plantea que “hay bases para suponer que la nueva modalidad de funcionamiento y las nuevas reglas de política pública de éstas econo- mías, pueden implicar mayores desigualdades de ingreso”. Albert Berry (1997) indica: “La mayoría de los países latinoamericanos que han introducido reformas económicas promercado en el curso de las ulti- mas dos décadas han sufrido también serios incrementos en la des- igualdad. Esta coincidencia sistemática en el tiempo de los dos even- tos sugiere que las reformas han sido una de las causas del empeora- miento en la distribución”. BERNARDO KLIKSBERG 47 Diez falacias sobre los problemas sociales de América Latina Por otra parte la otra dimensión de la falacia también es desmenti- da por la realidad. La desigualdad no se modera o atenúa sola. Por el contrario la instalación de circuitos de desigualdad en áreas claves tiene una tendencia “contaminante”, propicia la generación de circui- tos similares en otras áreas. Lo ilustra entre otros casos la dificultad, a pesar de todos los esfuerzos, para mejorar la situación educativa de la población pobre. Las desigualdades en otras áreas, como ocupación e ingresos, conspiran contra las reformas educativas. Asimismo las des- igualdades en educación van a reforzar, como se ha visto, las brechas en el mercado de trabajo. Los circuitos perversos de desigualdad mues- tran además una enorme capacidad reproductora. Se automultiplican. Sin acciones para combatirlas, las polarizaciones tienden a crecer y ampliarse. Lo muestra la conformación creciente en numerosas socie- dades de una dualidad central; incluidos y excluidos. Quinta falacia: desvalorización de la política social, política pobre para pobres Al ser preguntado sobre la política social en su país, un conocido Minis- tro de Economía de América Latina, contesto: “La única política social es la política económica”. Estaba reflejando toda una actitud hacia la políti- ca social que ha tenido hondas consecuencias en el continente. Se ha tendido a verla como un complemento menor de otras políticas mayores, como las que tienen que ver directamente con
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