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Pirene - Historia Económica y Social de la Edad Media - Paola Mara

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HIITORIA EconómicA y 
IOCIAL DE LA EDAD mEDIA 
HEnRI PIRenne e 
e 
( 
/ 1 
SECCI6N D~ OBRAS DE ECONOMfA 
HISTORIA ECONÓMICA Y SOCIAL 
DE LA EDAD MEDIA. .. 
HENRI PIRENNE 
Historia 
económica y social 
de la Edad Media 
con un ANEXO BIBLIOGRÁFICO \' CRÍTICO de 
H. VAN W ERVEKE 
FONDO DE CULTURA ECONÓMICA 
• MÜlCO 
Primera edición en fran~. 
Primera edición en espadol, 
Primera reimpresión, 
Squnda reimpresión, 
Tercera reimpresión. 
Cuarta reimpresión, 
Quinta reimpresión, 
Sexta reimpresión, 
Séptima reimpresión, 
Octava reimpresión, 
Novena reimpresión, 
Décima reimpresión, 
Undkima reimpresión, 
Duodécima reimpresión, 
Dedmoten:era reimpresión, 
Décima ouart& reimprelión, 
Decimoquinta reimpresión, 
"t'JLM 
130 .... 017 
,.17 
1j.1 
Titulo de la ob~ 
1933 
1939 
1941 
1947 
1952 
1955 
1960 
1961 
1963 
1966 
1969 
1970 
1973 
1974 
1975 
1975 
1978 
His,";r. ECOJJDmiq". el Socüd. du MO)I.,..~ 
e 1933 Pressa Universitaira de France 
Traduc:clón de: 
SalvGdor Ec~ 
Traducción del Anexo Bibliocriflc:o y Critico: 
Martl Soler-Vinyu 
D. R. O 1939 Ftm40 de CultUrtl Eccmdmic. 
Av_ de la Universidad m, México u, D. F. 
t>REFACIO 
'La ~lntesis de la historia económica y social de la Edad Media 
de Henri Pirenne era en realidad una contribución que el ilus-
tre histor.iador belga entregó para una empresa colectiva. For-
maba parte del volumen VIlI de la Histuire du M0'Ye" Age.1 
Tan pronto (:omo este volumen apareciót la obra de Pirenne 
Cue acogida con entusiasmo. Mare Bloch, en ese momento sin 
duda el juez más autorizado en la materia, se expresó así: 
"Frente a la admirable sfntesis de historia económica que aca-
ba de escribir Pirenne, un comentarista debe, honestamente, 
confesar su embarazo. ¿Es necesario repetir el valor de las cua-
lidades que hacen de cada una de las obras del gran sabio 
belga, desde su aparición. en el sentido propio de la palabra, 
un clá~ico de nuestra literatura? Esas cualidades son: una in-
formación que, en' este escritor encumbrado a la cima de los 
honores, podría, por su cuidado escrupuloso, darse como mode-
lo a los más jóvenes aprendices; una claridad ~berana; un 
sentido de las masas, un ímpetu. presente de los dioses. envi-
diado por todos los que manejlin una pluma; por encima de 
todo, el gusto por la vida, el arte de si~pre, lo que hay tras 
las cosas, develar al hombre. ¿Analizar? ¿Con que! objeto? 
Cada quien leer~, y las ideas centrales resurgen con tanto re-
Iieve que resumir sería, casi por necesidad, repetir. ¿Marcar, al 
margen del libro, algunas dudas? Nada, para decir verdad, pa-
recena más conforme a los deseos de un maestro que el ver que, 
cada uno de sus trabajos, por sobre todas las cosas, excita siem-
"pre la investigación... ¿Cómo, sin embargo, pensar en una 
toma: de posición, en pocas Uneas, junto a "tesis tan bien madu-
radas y tan sólidamente fundamentadas? 1sta será la tarea de 
las futuras generaciones. Todo gran libro, al mismo tiempo 
que una, lección, es un punto de partida. Podemos asegurar que 
éste, que marca yisiblemente una Cecha en nuestros estudios, no 
fallará a este doble papel. Sólo queda adoptar el partido más 
simple: darle la$ gracias".s 
J Parls. Presses Univetsitaira de Frailee, 1955. Título ~neral del 
tomo: La dvilislltÍOfl occidentale au M",'e" Ap rlv ,,~ atl mi/k" d. 
xv s;ecle~ Han aparecido traducciones ell ingl~ (J956) , español (1959) 
alemán (1946). holandés (1948) y yugoslavo (1958). 
• A"".ús d'histclire iClJnomique el lociale, 7, 1955, pp. 79-80. 
5 
6 PREFACIO 
Si tomamos prestadas citas tan extensas. a la nOla informa-
tiva de Marc Bloch, se debe a que expresa, mejor de lo que lo 
podríamos hacer nosotros, lo bien Fundado, no sólo de esta nue-
va edición, sino ~mbién de la presentación que hemos creído 
oportuno darle. 
La Historia económica '1 Jocinl de In Edad Media -al igual 
que otra obra de Pirenne, la Histoire de Belgique- es, según 
el testimonio de Mare Bloch, "clásica". Podríamos decir 'que es 
una obra cuya lectura sigue imponiéndose a Jas generaciones 
que se van sucediendo, a pesar de la aportación de nuevos ma-
teriales, a pesar de los ajustes que se imponen a ciertas estruc~ 
turas. Es necesario hacer accesible al público esta obra, aun 
hoy en día, a 101 estudiantes en particular. Más accesible de 
lo que lo ha sido hasta ahora. 
Pero ¿es conveniente reimprimirla tal como apareció hace 
treinta años! La respuesta a esta pregunta la encontraremos en 
las reflexiones de Lucien Febvre, el que, sopesando la signifi. 
cación de Mare Bloch diez años después de la desaparición de 
éste. evocaba en la ocasión el caso de Pirenne: 
"De una obra de un gran historiador persisten las ~tructu­
ras, las hipótesis fecundac de trabajo. la atracción de nuevOl 
caminOL ¿Y la letra de lo que ha escrito? Es raro que sobreviva 
intacta a través de largos años. Ved la obra de Pirenne. Viv~ 
en 'la medida misma en que calla una de sus grandes visiones 
de genio ha provocado las investigaciones de una docena de 
historiadores que la aprovechan, la rectifican en parte, la exa-
minan con todo cuidado y la descascaran -y asl. a través de 
ellos, vive siempre y se impone".. . 
y he aquí dos testimoniOl más recientes aún: 
"¿Se ha de leer, aún a Pirenne \'einticinco años después de 
su muerte? ¡Gómo responder de otra manera que con un .i!." 
El impulso y b orientación que ha dado a los estudios medie-
vales en el siglo xx no serán olvidadOl así como asl. La in-
fluencia de este maestro vivirá a través de 101 investigadores 
que ha formado y, gracias a ellos, a través de sus estudiantes 
y de la. generaciones sucesivaL., Si. le debe leer a Menrí 
Pirenne; no sólo porque su obra es l>rueba de un talento hi,. 
lórico notable. mas también porque desc-.tnsa sobre algo má. 
grande todavía: el pensamiento de un hombre superior":' 
• A,.".les, tconomie,.,1uriités-CirJili.rtJtiom, 9. 1954. p. 145. % 
f' Bry(:e Lyon. "L'Qeuvre de Henri Pimme apris vingt-cinq ans" 
lA' ,11".,,.,, AlCf"o LXVI, 1960. pp. 457-95. Cita en l. pp. 492-', 
PUFACIO 7 
"Pertenece a esa categada de sabios cuya obra, aun en el 
momento en que es técnicamente iobrepasada en parte o en 
su totalidad, continúa prodigando a los hombres de estudio y 
a todos los que piensan enseñanzas preciosas. Pir.enne es uno 
de los pocos historiadores gracias a los cuales enriquecemos 
nuestro espíritu al seguir,' a través de sus escritos. un diálogo 
apasionado con ellos".~ 
Para asegurar al trabajo de Pirenne un máximo de eficacia, 
se lo ha de presentar al público proyectado a través del trabajo 
histórico que lo ha sucedido. Las investigaciones que se han 
emprendido desde 19~~, a menudo bajo el impulso directo o 
indirecto de Pirenne, han revelado hechOll nuevos y modificado 
los puntos de vista. No pueden quedar ignoradas del público. 
Se impone un complemento informativo. Pero ¿cómo proceder? 
Desde un principio, rechazamos la idea dt retocar el texto 
de Pirenne .. Lo reproducimos tal como apareció en 19~~, recti-
ficando sólo un pequeño número de errores, deslices evidentes 
o erratas que se escaparon a la hora' de la corrección de pruebas. 
La alternativa que se imponía era la de hacer seguir el 
texto con un anexo bibliográfico, y crítico lo suficientemente 
sustancial. tste dari al lector una bibliograHa escogida de los 
estudios que se han publicado desde 19~~ y que se refieren a 
uno y otro punto tratado por Pirenne. Siempre que' nos ha 
parecido adecuado, añadimos a la cita del titulo un breve ~ 
mentario, que indica al lector en qué el estudio en cuestión 
ha confirmado, modificado o completado las exposiciones del 
autor de esta obra, o incluso ha seguido caminos nuevos. 
Ni siquiera hemos pensado que sea completo. Tampoco te-
nemos la ilusión de haber hecho la selección, en cada caso 
particular, más juiciosa, ni que hayamos emitido una sola opio 
nión a salvo de toda crftica. Sólo esperamos que nuestro tra· 
bajo. en cierta malida, sea útil. 
C.onsideramos un deber agradecer a nuestro colega M. A. E. 
Verhulst,cuyos conocimientos en materia de historia agraria 
nos han sido de gran ayuda. 
H. VAN Wt:RVEltE 
l/niwrsidad ti,. (innlf', ~""" tle /962 
;¡ F. L. Gan.hor. "Pirennc. Hcnri", BiograPllie "atio"d/~,. t. XXX. 
Suplemento, t. JI, Bruselas. 1959. Para la vida y obra del lIlaestro, 
recomendamos al lector 'Iue se remita a esta biogr.trfa, de todo plinto 
excelente. 
PRóLOGO 
En esta obra he tratado de poner de. manifiesto el ~ncter '1 
el movimiento general d~ la evolución aocial '1 económica de la 
Europa occidental desde lines del Imperio romano hasta media-
dos del ligIo xv. Me he esforzado en considerar esta amplia 
extensión como un conjunto Ónico, cuyu partes diferentes estin 
en constante (:OIDunicación unu con otras; ea decir, adop~é un 
!Junto de vista internacional y me preocupé ante todo de deter-
minar el cariÍcter esencial de) fenómeno que describia, conce-
diendo menor importancia 11 Iaa formas particulares que asumi,ó, 
no sólo en diferentes países, sino en partes diferentes del mismo 
pais. Con tal objeto. tuve naturalmente que dar Jugar preferen-
te a los paIses en los que la actividad económica le desanoUó 
aW ripida y completamente durante la Edad N~ia, tala como 
Italia y los Paúea Bajo&. tu~ inOuencia cJirecta o indirecta CIJ 
el testo de Europa se puede uUar a anenudo. 
. Hay aún tanw lagunas en nuatrol conocimientos de esa 
época, que para explicar loJ acontecimientos p -determinar lUt 
relaciones me h, visto precisldo ~ muchos casos a recurrir a 
la probabilidad o .la conjetura. Pero be tenido buen cuidado 
de no admitir teorlas que los hechos llegaron • contradecir. Mi 
propólito ha sido dejarme guiar por átos. aunque. por IUpUO 
to. no pretendo. haberlo conseguido. En fin, he tratado de dat 
un relato tan exacto como me fue posible. aun de los proble-
... ináa controvertidos. f\ 
, Las referenciu que necesariamente tuve que hacer .• ciertal 
obraa que pondrin al lector en l. posibilidad de mmpletar mi 
mato o de aiticar mi. opiniones, te hallatin en Ial bibliosn-
(fu c:orrapondientes a cada capitulo. En ellas he tratado de 
iadun- sólo trabajos que me han 'parecido tener un n10r posi-
u\'O, ya sea por la riqueza de lb contelÜdo o por la imponancia 
de IUI conclusiones; asf se explica. qt,le haya incluido en ellas 
gran núm~ de articulos publicados en revistas. Me diJculpo 
de antemano por las omisiones que le descubrirlin fácilIBélltt 
en mi trabajo; algunas se deben a mi propia ignorancia, otras 
al hecho de que toda. la. bibliografías aeJecdonadas tienen .por 
fuerza que reflejar l~s p';eferenciu de su compilador .. 
INTRODUCCIÓN 
1 
Para comprender el renacimiento econ6mico que tuvo lugar en 
la Europa occidental a partir del siglo XI, es preciso examinar bre-
vem~nte el períQdo anterior. 
Ruptura del 6quilibrio económico dI la ~ntigiledad. ~e 
el punto de vista en que debemos colocarnos aquf, se ve inmedia-
tamente que los reinos bArbaras fundadOl en el siglo v en el suelo 
de la Europa occidental habían conservado el carácter más patente 
y esencial de la civilizaci6n antigua: su carácter mediterráneo.' El 
mar interior, alrededor del cual habían nacido todas las civilizacio-
nes del mundo antiguo y por el cual se habían comunicado unas 
con otras, había sido el vehículo de sus ideas y de su comercio. El 
Imperio romano, a la postre, había abarcado enteramente dicho 
mar; hacia él convergia la actividad de todas las provincias imperia-
les, desde. Bretaña hasta el tufrates, y despu& de las invasio-
nes germánicas, había seguido desempeñando su papel tradicional. 
Para los bárbaros establecidos en Italia, en Africa, en España y en 
Galia, era aún la gran vía de comunicaci6n con el Imperio bizan-
tino, y las relaciones que mantenía con bte permitían que subsistiera 
una vida econ6mica en la que es imposible no ver una prolongaci6n 
directa de la Antigüedad. Baste recordar aqw la actividad de la 
navegaci6n siria del si~lo v al vrn, entre los puertos de Occidente , 
los de Egipto y Asia Menor, el hecho de que los reyes germánic:ol 
hayan conservado el sueldo de oro romano, instrumento y a la vea 
sÚIlbolo de la unidad econ6mica de la cuenca mediterránea, y, en 
fm, la orientaci6n general del comercio hacia las costas de ese mar 
que los hombres hubiesen podido llamar, aun entonces con tanto 
derecho como los romanos, MarI Nostrum. Fue precisa la brusca 
irrupci6n del Islam en la historia, durante el siglo w. y su conquis-
ta de las costas orientales, meridionales y occidentales del gran lago 
europeo. para colocar a éste en una situaci6n completamente nue-
va, cuyas consecuencias debían influir en todo el curso ulterior de 
la historia.' En lo sucesivo, en vez de seguir siendo el vinculo mi-
lenario que había sido hasta entonces entre el Oriente y el Occi-
dente, el Mediterráneo se convirti6 en barrera. Si bien el Imperio 
bizantino, gracias a IU flota de guerra, logra rechazar la ofensiva 
musulmana del mar Egeo. del Adriático y de las costas meridiona-
les de Italia. en cambio todo el Mar TUTeno queda en poder de los 
sarracenos. Por Africa y España, 10 envuelven al Sur y al Oeste, 
al mismo tiempo que la posesión de las islas Baleares~ de C6rcega, 
9 
10 INTRODUCCIÓN 
Cerdeña y Sicilia, les proporciona bases navales que vienen a afian-
zar sobre él IU dominio. A partir del principio del ligIo VIII, el 
comercio europeo está condenado a desaparecer en ese amplio 
cuadrilátero maritimo. El movimiento econ6mico. desde entonces, 
se orienta hacia Bagdad. Los cristianos, dirá pintorescamente Ibn-
Kaldun: "No logran que flote en el Metiiterráneo ni una tabla.'" 
En estas costas. que antaño correspondian unas con otras en. la ca-
munidad de las mismas costumbres, necesidades e ideas, se afron-
tan ahora dos civilizaciones, o, mejor dicho, dos mundos extrañoa 
y hostiles, el de la Cruz y el de la Media Luna. El equilibrio eco-
n6mi'l de la Antigüedad, que habia resistido a las invasiones ger .. 
mánicas, se derrumba ante la invasión del Islam. Los carolingioa 
impedirán que ~te se extienda al norte de los Pirineos. Mas no 
podrán, y además, conscientes de su importanda, no tratarán de 
arrebatarle el dominio del mar. El Imperio de Carlomagno, por UD 
contraste manifiesto con la Galia romana y la merovingia, será pu .. 
ramente agrícola o. si se quiere, continental. De este hecho funda-
mental se deriva por necesidad un orden econ6rnico, nuevo. que 
es propiamente el de la Edad Media primitiva.' 
Los sarracenos )' los cristianos en Occidente. Aunque es mu-
cho lo que deben los cristianos a la civilizaci6n superior de los 
musulmanes, el espectáculo de la historia posterior no nos permite 
forjarnos ilusiones acerca de las relaciones que entre ambos existie-
ron al principio. Es cierto que desde el siglo IX los bizantinos y sus 
puestos avanzados en las costas italianas. Nápoles, Amalfl, Bari y, 
sobre todo, Venecia, traficaron más o menos activamente con los 
úabes de Sicilia, de África, de Egipto y Asia Menor .. Pero sucedi6 
algo muy distinto en la Europa occidental. En ésta, el antagonismo 
de las dos religiones en presencia, las mantuvo en estado de guerra 
una frente a otra. Los piratas sarracenos infestaban sin tregua el 
litoral del golfo de León, el estuario de Génova, las costas de Tt»-
cana y las de Cataluña. Saquearon Pisa en 935 '1 en 1004, y des-
truyeron Barcelona en 985. Antes de que empe7.ar& el siglo IX, no 
se descubre la menor traza de comunicaciones entre estas regiones 
., los puertos sarracenos de España y África. La inseguridad es tan 
grande en las costas, que el obispo de Maguelonne tiene que trasla-
darse a Montpellier. Ni la tierra firme está a salvo de los ataques 
del enemigo. Se sabe que en el siglo X los musulmanes establecie-
ron en los Alpes, en Garde-Frainet, un puesto militar, desde el cual 
exigtan rescate y asesinaban a los peregrinos y viajeros que iban de 
Francia a Italia. El RoseJl6n, en la misma época. vivia en el terror 
de las correrlas que llevaban a cabo allende loa Pirineos. En 846, 
unas bandas sarracenas avanzaronhasta Roma y sitiaron el castillo 
Sant' Angelo. En tales condiciones, la proximidad de los sarrace-
nos sólo podia acarrear a los cristianos occidentales desaJtres sin 
compensación. Demasiado débiles para pensar eq poder atacar, 
INTllODUCC16N 11 
se replegaron temerosamente y abandonaron a sus adversarios 
el mar, en el que no se atrevían a aventurarse. Del siglo IX al XI, el 
Occidente, a decir verdad, quedó bloqueado. Si bie~ se enviaban 
de tarde en tarde embajadores a Constantinopla y aun habia nu-
merosos peregrinos que se dirigían a Jerusalén, éstos lograban a du-
ras penas llegar a su illeta por Iliria y Tracia o cruzando el Adriá-
tico, al sur de Italia, en los barcos ~egos que tocaban en Bari, Nada 
permite, pues, sostener, como lo han hecho algunos historiadores, 
que sus viaJes demuestran la persistencia de la navegación medite-
rránea occidental después de la expansi6n islámica, Aquélla, en 
efecto, había muerto para siempre. 
Deraparición del comercio en Occidente. El movimiento ca-
mercial no le sobrevivi6, pues la navegaci6n constituía su arteria 
vital. Es fácil comprobar que, mientras permaneció activa, le man-
tuvo el tráfico entre los puertos de Italia, de África, de España, de 
Galia y del interior. No cabe duda, cuando se leen los documen-
tos, desgraciadamente muy escasos, que poseemos, que antes de la 
conquista árabe una clase de mercaderes profesionales fue en todas 
esas regiones el instrumento de un comercio de exportaci6n e im. 
portaci6n, cuya importancia, mas no la existencia, puede discutir-
se. Gracias a dichos mercaderes, las ciudades romanas siguieron 
siendo centros de negocios y puntos de concentración de una cir-
culaci6n que, desde las costas, se propagaba hacia el Norte, cuando 
menos hasta el valle del Rin, e introducía el papiro, las especias, 
los vinos orientales y el aceite que se desembarcaban a orillas del 
Mediterráneo. I 
El hecho de que la expansi6n islámica haya venido a cerrar este 
mar en el siglo vn, tuvo por resultado necesario la rapidísima deca-
dencia de aquella actividad. En ,el curso del siglo Vlll, los mercade-
res desaparecieron a consecuencia de la interrupci6n del comercio. 
La vida urbana, que perduraba gracias a ellos, se derrumbó al mis-
mo tiempo. Las ciudades romanas, sin embargo, subsistieron, tal vez 
porque siendo los centros de la administraci6n diocesana, los obis-
pos conservaban en ellas sus residencias y reuruan a su alrededor un 
clero numeroso; pero perdieron todo significado econ6mico al mis-
mo tiempo que su administraci6n municipal. Se manifest6 enton-
ces un empobrecimiento general. El numerario de oro desapareci6 
para ser reemplazado por la moneda de plata con que los carolin-
gios tuvieron que sustituirle. El nuevo sistema monetario, que institu-
yeron en lugar del antiguo sueldo romano, es prueba evidente de 
su ruptura con la econoIlÚa antigua, o, mejor dicho, con la econo-
mía mediterránea. 
Regresi6n econ6mica bajo lor carolingios. Es un error maní-
fJeSto considerar, como casi siempre se hace, que el reino de Cario-
tnagno fue una época de ascensión econ6mica. Esto es una mera 
111 
1\' 
12 INTRODUCCIÓN 
ilusi6n. En· realidad, cOP1parado con el período merovingio, el 
carolingio aparece, desde el punto de Ilista comercial, como un pe.. 
riado de decadencia o, si le quiere. de retroCClO~ Aunque lo h~ 
hiera intentado, Carlos no hubiera podido luprimir las comecuen. 
das ineludibles de la desaparición del tráfICO marítimo y del derre 
del mar. , ' 
Es cierto que estas consecuencias no afectaron a laI regiOMl 
del Norte con la misma intensidad que a las del Sur. 
Durante la primera mitad del ligIo xx, los puertos de Quentovic 
(en la actualidad ttaples en el Canche) y de Dwrstel (en el Ri .... 
aniba de Utrecht) fueron bastante frecuentados y los barcas f~ 
Des liguieron surcando el Escalda, el Masa y el Rin y dedicándose 
al cabotaje en las costas del mar del Norte.' Pero no hay que 
considerar estos hechos COJDO síntomas de renacimiento. Son tan 
IÓlo la prolongación de una actividad que se inició en tiempos del 
Imperio romano y perduro hasta la época merovingia.· Es posible, 
Y aun probable, que la residencia habitual de la corte imperial en 
Aquisgrán y la necesidad de abastecer tu numerosSsimo personal 
hayan contribuido, no 1610 a sostener, lino a desaJTOllar la circula. 
ción en los territorios vecinos y a hacer de ellos la {¡niea región del 
Imperio en donde todavia se notaba cierto movimiento COIDerCial. 
Sea lo que fuere, los normandos no tardaron en borrar ese postrer 
vestigio del pasado. Quentovic y Dwntel fueron Jaqueados y des-
truidos por ellos a fmes del ligIo IX, y tan concienzudamente, que 
Dunca lograron resurgir de sus ruinas. Se podrla creer, y a veces 
le ha creldo, que el valle del Danubio vino a sustituir al Medite-
rrineo como gran vta de comunicación entre Oriente y Occidente. 
Esto hubiera podido suceder, en efecto, si dicho va"lle DO hubiese 
sido inasequible poi' la presencia, en primer Jugar, de los ávaras, 
, poco después. de los magiares. Loe textos nos permiten \mica.. 
mente vislumbrar la circulaci6n de algunos ban::os cargados de al. 
procedentes de las aalinu de Salzburgo. En cuanto al llamado c:o-
mercio con los eslavos paganos de las márgenes del Elba y. del 
Sule, se concretaba a turbias operaciones de aventureras, que se 
esforzaban en proporcionar armas a aquellos b4rbaros, o compra .. 
bao. para venderlos como esclavos, a los prisioneros de guerra que 
lu tropas carolingias hacían a esos peligrosos vecinos del Imperio. 
Basta leer los t:apitulaiTes para convencerse de que no exisda en 
aquellas fronteras militares, en donde la. inseguridad era perma-
nente, ningún tráfico normal y regular. 
n 
Cardctn agrlcola d. le .sociedad ji partir d.l siglo 1lt. Es ah-
IOlutamente evidente que. a partir del .iglo vm, la Europa ocd. 
dental volvió al estado de región exclusivamente agrlcola. La tieJTJt 
INTaODUOCIÓN 
fue la única fuente de subsistencia y la 6nica condición de la ri-
queza. 1'odas las clases de la población, desde el emperador, que 
no tenía más rentas que las de sus tierras, hasta el más humilde de 
sus siervos, vivían directa o indirectamente de los productOl del 
suelo, ya sea que éstos fueran fruto de su trabajO; o que se concre-
taran a percibirlos y a consumirlos. Los bienes mueblea ya no te-
nían uso económico alguno. Toda la existencia social se funda en 
la propiedad o en la posesión de la tierra. De ahí la imposibilidad 
para el Estado de mantener un" sistema militar y una administra-
ción que no se basen en aquélla. El ejército se recluta únicamente 
entre 101 detentadores de feudos, y los funcionarios, entre los lati-
fundistas. En tales circunstancias, resulta imposible amparar la 
soberanía del jefe del Estado. Si éste subsiste en principio, desapa-
rece de hecho. El sistema feudal es tan sólo la desintegración del 
poder público entre las manos de sus agentes, que por el mismo 
hecho de que poseen cada uno parte del suelo se han vuelto inde-
pendienteS y consideran las atribuciones de que están investidOl 
como parte de su patrimonio. En resumen, la aparición del feu .. 
dalismo en la Europa occidental. en el curso del siglo IX, no es más 
que la repercusión, en el orden político, de la regresión de la 10-
ciedad a una civilización puramente ruraL 
Los latifurulios. Desde el punto de vista econ6mico, el fen6-
meno más señalado y característico de esta civilización es ellatifun-
dio. Su nacimiento es, por supuesto, mucho más antiguo, y es fácil 
establecer que su origen se remonta a un pasado muy remoto. 
Existían grandes -propietarios en Galía desde antes de César, asi 
como existían en Germanía desde antes de las invasiones. El Impe-
rio romano dejó subsistir los latifundios galos, que rápidamente 
se adaptaron a la organización de los del pueblo vencedor. La viUa 
gala de la época imperial, con su reserva afectada al propietario, 
y sus innumerables tenencias de colonos, presentaba un tipo de ex-
plotación discutido por Josagrónomos italianos en la época de Ca-
tón. Permaneció en su forma más primitiva durante el período de 
las invasiones germánicas. La Francia merovingia la conservó y la 
Iglesia la introdujo allende el Rin, a medida que iba convirtiendo 
aquellas regiones al cristianismo.' 
..tf.useneia de mnctldos exteriores. La organización del lati. 
fundio no constituyó, bajo ningún concepto, un hecho nuevo. Pero 
su funcionamiento, a partir de la desaparici6n del comercio y de 
las ciudades, fue una innovaci6n. Mientras el primero pudo trans-
portar sus productos y las segundas le proporcionaron un mercado 
el latifundio dispuso y, por ende, benefici6 de una venta regula: 
en el exterior. Participaba en la actividad econ6mica general como 
productor de articulos de consumo y como consumidor de objetos 
manufacturados. En otras palabras, vivía en estado de intercambios 
lNTaODUCCIÓN 
recíprocos con el exterior. Pero esta situaci6n cambi6 cuando de-
jaron de existir los mercaderes y la población municipal. e A quién 
te podía vender, puesto que ya DO había compradores, y a dónde se 
podía enviar una producción para la que DO había demanda, pues. 
to que nadie la necesitaba? Como cada cual vivía de su propia tie-
na, nadie se preocupaba por la intervenci6n ajena Y. forzosamente, 
faltando la demanda, el terrateniente tuvo que consumir sus pro-
píos productos. En tal fortna, cada dominio se dedic6 a esa clase 
de economía que se designa con poca exactitud como un estado de 
economía dominial cerrada y que es únicamente. a decir verdad, 
una economía sin mercados exteriores. . 
El dominio no ae adaptó por libre elecci6n, .mo por necesidad, 
a esta situaci6n. Dej6 de vender, no tanto porque no quería ven-
der, como porque ya no pasaban compradol'el • su alcance. El 
señor, a falta de algo mejor, tuvo que adaptarse a las circunstaJl. 
cias. Tom6 providencias no sólo para vivir d. su reseJVa ., de b 
tributos de sus campesinos, sino para procurarse en su propio do-
minio, ya que no podía comeguirlos ~n otra parte, los implementos 
necesariOS para el cultivo de S\1$ tierras y los vestidoe indispensables 
para SUI criados. Por eso se establecieron aquellos talleres o gine-
ceos tan característicos de la organización dominial de la primitiva 
Edad Media, cuyo único objeto era subsanar la awencla de COIJleI'o 
cio Y de industria. 
El cOf7Ulreio "cidental. Es por demás decir que aemejante 
aituaci6n está ineludiblemente expuesta a las incertidumbres del 
clima. Si no ha habido cosecha, las provisiones almacenadas en las 
granjas en previsión de una época de escasez, se agátarán pronto y 
lerá preciso procurarse en otra parte los granos indispensables. Ep. 
tonces le envía por todo el país a siervos encargados de abastecerse 
de ellos en los graneros de algún vecino más afortunado o en al-
guna región en la que haya abundancia. Fara poderles. entregar 
dinero, el señor tiene que mandar fundir su vajilla o endeudarse 
con el abad de un monasterio "de los alrededores. Existe, PueJ, 
por intervalos, bajo la influencia de Jos fenómenos atmosféricos, 
un comercio casual que mantiene en Jos caminos y en loa ríOl una 
circulaci6n intennitente. Suced& asimismo que, en 101 años de 
prosperidad, le trata, por los mismos medios, de vender afuera el 
excedente de la vendimia o de la. cosecha. En fm, un condimento 
necesario para la vida, la sal, se halla sólo en ciertas regiones, adon-
de por fuerza le tiene que ir a bUlCal'lo. Pero insistimol en que 
todo esto no representa una actividad comercial específica 'ni, so-
bre todo, profesIonal. El mercader se improvisa, por decirlo ast. de 
acuerdo con las circunstancias. La compraventa DO es la ocupación 
normal de nadie. Ea un recurso que le emplea cuando la necesidad 
lo impone. El comercio ha dejado de aer una de las ramas de la 
actividad social, a tal grado. que cada dominio ,.e esfuerza en ." 
INTRODUCCIÓN 15 
tisfacer por si solo todas sus necesidades. Por eso se ve que las 
abadías de las regiones desprovistas de viñedos, como, por ejem-
plo, los Países Bajos, tratan de obtener donaciones de tierra de 
viñas, ya sea en la cuenca del Sena, ya sea en los'valles del Rin 
, del Mosela, con el objeto de poder asegurar en ..t fonna cada 
año su abastecimiento de' vino.lO 
Los mercados locales. Al parecer, diríase que la abundancia 
de los mercados está en contradicción con la parálisis comercial de 
la época, pues, a principio del siglo IX, aquéllos aumentan en forma 
considerable y se fundan mercados nuevos, pero su gran número 
es la mejor prueba de su insignificancia. Sólo la feria de Saint 
Denys, cerca de París (feria de Lendit), atrae una vez por año, a 
la vez que peregrinos, vendedores y compradores de ocasión. Fuera 
de ésta se encuentra únicamente una multitud de pequeños mer-
cados semanales, en donde los campesinos de los alrededores po-
nen en venta unos cuantos huevos, pollos, unas libras de lana o 
unas varas de burdo paño tejido en casa. La índole de las transac-
ciones que allí se celebran aparece claramente definida por el he-
cho de que las ventas se hacen per deneratas, es decir, por canti-
dades que no excedan el valor de unos cuantos denarios. u 
En resumen, la utilidad de esas pequeñas asambleas consistía en 
cubrir las necesidades locales de la poblaci6n de la comarca, y tam-
bién, quizá, como se observarA aún en la actualidad entre los kabi-
leños, en satisfacer el instinto de sociabilidad que es innato en to-
dos los hombres. Era la única distracción que ofrecía una sociedad 
inmovilizada en el trabajo de la tierra. La prohibici6n que hizo 
Carlomagno a los siervos de sus dominios "de vagar por los mer-
cados". demuestra que iban a ellos más bien por diversi6n que por 
el afán de ganar dinero.ll 
Los judíos. Por más que se busquen mercaderes de profesi6n, 
no se hfllla ninguno o más bien se hallan únicamente judíos. 5610 
ellos, a partir del principio de la época carolingia, practicaban con 
regularidad el comercio, a tal punto, que, en el idioma de aquel 
tiempo, la palabra ;udaeus y la palabra mercator, son casi sin6nimas. 
Unos cuantos se establecieron en el sur de Francia, pero la mayo-
ría venía de los países musulmanes del MediterrAneo, de donde se 
traslad6, pasando por España, al occidente y al norte de Europa. 
Eran todos ellos radanitas. perpetuos viajeros, merced a los cuales 
se mantuvo un contacto SUperfICial con las regiones orientales.11 
El comercio a que se dedican es, además, exclusivamente el de las 
especias Y de las telas preciosas, que transportan trabajosamente 
desde Siria, E~ipto Y Bizancio hasta el Imperio carolingio. Por su 
conducto, las Iglesias procurábanse el incienso indispensable para 
la celebración de los oficios, y, de tarde en tarde, las ricas telas de 
las que los tesoros de las catedrales conservan hasta la fecha va-
16 IXTROOV0CI6H 
Iiosísimas muestras. Importaban pimienta, puet este condimento 
se había welto tan raro y tan caro que a veces se empleaba como 
moneda, y esmaltes o marfiles de fabricación oriental que consti. 
tuían el lujo de la aristocracia. Los mercaderes judíos le dirigen, 
pues, a una dientela muy reducida. Las utilidades que reali7.aron 
debieron de ser muy importantes, pero al final de cuenw se debe 
considerar que su papel econ6mico fue accesorio. El orden lOciaI 
no hubiera perdido nada si hubieran desaparecido. 
C(l,.tkt~,. d. 14 loci.dad d~' ligIo IX. Sea el que fuere ea 
punto de vista que se adopte, se puede decir que la Europa ocei'; 
dental, desde el siglo IX. ofrece el aspecto de una sociedad esencial. 
mente rural ., en la que el intercambio y la circulación de los pai. 
ses se restringieron al grado más bajo que podían alcanzat. La elaJe 
mercantil ha desaparecido en dichas lOCiedades. La eondición de 
los hombres se determina ahOra por sus relaciones con la tierra. 
Una minoría de propietarios eclesibticos o laicos detenta la pro-
piedad: abajo de ellos, una multitud de colonos estA distribuida en 
tos límites de loe dominios. Quien poeee tierra, posee • la \IeZ 
libertad., poder; por eso, el propietario es al mismo tiempo señor; 
quien está privado de ella, queda reducido. la servidumbre:- por 
eso. la palabra villano designa a la par al eampesino de un dominio 
(villa) y al .iervo. Poco importa que, en tUQI aisladOl dentro de 
la población rústica, algunos individuos hayan c:onservado por ea-
sualidad su tierra y, por lo tanto, IU libertad penonal. Como regla 
general, la servidumbre es la condición normal de la población 
agrícola, es decir, de todo el pueblo. Sin duda, hay muchos matieel 
en esa servidumbre, en la que le hallan, al lado de hombres que 
viven en una condición muy parecida a la del esclavo antiguo, des-
cendientes de pequeños propietarios desposeidOl o que se lurnaron 
voluntariamente a la clientela de Jos latifundistas. El hecho esen-
cial no es la condid6n poli tica, sino la condici6n social, y .!sta re.. 
duce al papel de dependientes y de explotados, pero a la \IeZ de 
protegidos, a todos Jos que viven en el dominio Jeñorial. 
Preponderancia d. ltJ IgÜIsia. En ese mundo riguh:llamente 
jerárquico. el lugar más importante y el primero pertenece a la Igle-
sia. tsta posee, a la vez que ascendiente econ6mico, ascendiente 
moral. Sus innumerables dominios IOn tan superiores • loa de la 
nobleza por su exten,i6n como ella misma es IUperior a la nobleza 
por su instrucción. Además, 1610 ella puede disponer, merced a las 
oblaciones de los fieles y • las 6mosnas de los pe!'f'gIinoa, de una 
fortuna monetaria que le permite, en tiempo de hambre, prestar 
JU dinero a los laicos netesitados. En fin, en una sociedad que ha 
vuelto a caer en una ignorancia general, 1610 ella posee aún estol 
dos instrumentos indispensables a toda cultura: ,la lectura y la es-
eritura, y los príncipes y 101 reyes deben reclutar forzosamente eri 
I!I'BODUCCIÓN 17 
el clero a NI cancilleres, a IUI secretarios, a IUS "notarlos", en una 
palabra, a todo el docto penQnaI del que lea ea imposible prescin-
dir. Del siglo IX al XI, toda la alta administraci6n quedó, de he-
c:ho, entre NI manos. Su espíritu predominó en' ella lo mismo 
que en las artes. La organización de IUI domini91 es un mode-
lo que. en vano tratarán de imitar b dominios de la nobleza, pues 
sólo en la Iglesia le ha1Ian hombres capaces de establecer poüpti-
COI, de nevar registros de cuentas, de calcular los ingresoI Y b 
egresos y, por lo tanto, de equilibrarlos. La Iglesia, pues, DO fue 
lÓlo la gran autoridad moral de aquel tiempo, sino también UD 
eran poder financiero. 
Ideal económico d. ltJ 19k5ÜJ. Su concepto del mundo se 
adaptó admirablemente a las condiciones econ6micas de aquella 
fpoca, en la que el único fundamento del orden JOcial era la tierra. 
En efecto, la tierra fue dada por DÍOI a los hombres para ponerlol 
en posibilidad de vivir en este mundo pensando en la salvación 
eterna. El objeto del trabajo no es enriquecerse, lino mantenene 
en la condición en que cada cual ha nacido, hasta que de esta vida 
mortal palie ala vida eterna. La renunciación del monje ea el ideal 
hacia el cual debe dirigir la mirada toda la lOCiedad. Tratar de ha. 
cer fortuna ea caer en el pecado de avaricia. La pobreza es de ori-
gen divino y de orden providencial. Pero corresponde a los ricos 
aliviarla por medio de la caridad, de la que los monasterios dan 
ejemplo. El excedente de las coseclw se debe, por consiguiente, al-
macenar en granjas para que se pueda repartir vatuitamente, en 
la misma forma que las abadías distribuyen gratuItamente 101 anti-
cipos que se les piden prestados en caso de necesidad. 
Prohibición de ltJ usur". "Mutuum dale nihil inde spnantes.-
El préstamo con in.tereses, o, para emplear el ténnino técnico con 
que se le designa y, que desde entonces tuvo el significado peyora-
tivo' que se ha conservado hasta la fecha, la usura, es una abomina-
ci6n. Siempre fue prohibida al clero; la Iglesia logró, a partir del 
siglo IX, que quedara prohibida asimismo a los laicos, y reservó 
el castigo de este deUto a la jurisdicción de sus tribunales. Ade-
más, el comercio en general DO era menos reprobable que el del 
dinero. También B es peligroso para el alma, pues la aparta de 
IUS fmes postreros. H omo mercator. viJr auf nUJlquam lotesl De. 
Iku61e.16 
Es fácil ver la annoniosa correspondencia de estos principios 
con 1'11 hechos 1 cuán bien le adapta el ideal eclesWtico a la re&-
lidad. Justifica una situaci6n que viene a benefICiar ante todo a la 
Iglesia. La reprobación de la usura, del comercio, del lucro sin 
más objeto que el de lucrar. ea muy natural y, en aquellos siglos 
en que cada dominio se bastaba a sí mismo y constituía DOnnaI· 
mente UD pequeño mundo cerrado, nada podía le!' más benéfICO, 
18 
si le piensa que 1610 el hambre obligaba • pedir prestado ,. por 
ende. hubiese hecho posible todOl 101 abUJOS de la especulación. 
de la usura, del acaparamiento, en una palabra, de la tentadora 
explotación de la necesidad. si precisamente la moral religiosa no 
. loa hubiese condeilado. Ea evidente que la teoria dista mucho de 
la práctica, y 101 lIlÍmlOI monasterial a menudo quebrantaron 101 
preceptOl de la Iglesia. Sin embargo, áta impregnó tan profunda .. 
mente al mundo con IU espíritu, que le necesitarán varios siglOl 
para que le admitan las nuevas prácticu que exigid el renaci. 
miento econ6mico del futuro y para que se acepten sin reservas 
mentales la legitimidad de las utilidades del comercio, de la pro-
ductividad del capital y del prátamo con intereses. 
CAPITULO I 
EL RENACIMIENTO DEL COMERCIO 
l. &. MwITEltRÁNEO 1 
Continuación del eomncio mediterr4neo en 14 Italia bizanti1l4. La 
irrupción del Islam en la cuenca. del Meditemineo en el ti-
glo VD habia cerrado dicho mar a los cristianos, pero no a todOl. 
8610 el mar Tirreno le había convertido en un lago musulmán j no 
uf las aguas de la Italia meridional, ni del Adriático, ni del mar 
~ Ya dijimos que en aquellas regiones las flota. bizantinas 
hablan logrado rechazar la invasión árabe. Desde el fracaso del-
sitio de Constantinopla, en 719, la Media Luna no habia welto a 
Ialir en el Bósforo. Sin embargo, la lucha proseguía, con alterna-
tivas de ~toI y reveses, entre las dos regiones en pugna. Despu& 
de haberle adueñado de África, los árabes le empeñaban en apo-
derarse de Sicilia, en donde establecieron completamente IU domi-
nio despu& de la toma de Siracusa, en 878. Pero no fue mú aIü 
IU establecimiento. Las ciudades del IUr de Italia, Nápoles, Gaeta, 
Amalfi y Salemo, al Oeste; Bari, al Este, siguieron reconociendo 
al emperador de Constantinopla. Otro tanto hizo Venecia, que, 
en el fondo del Adriático, nunca tuvo motiVOl serios de temer la 
expansión urrac:ena. 
Sin duda, el vínculo que legUIa uniendo esos puestos con el Im-
perio bizantino no era muy fuerte y le fue debilitando cada 'VeZ 
ws. El establecimiento de los nonnandos en Italia y en Sicilia 
(1029-1091), lo vino a destruir definitivamente, por lo que se ref¡e. 
re a esta regi6n. En cuanto a Venecia, de la que no hablan logrado 
apoderarse los carolingios en el siglo IX, seguía bajo la autoridad del 
Basileus, con tanto más agrado cuanto que éste se esforzaba en evi-
lar que sintiera IU peso Y dejaba que la ciudad se transformara poco 
• poco en república independiente. Por lo demás, si bien las reJa.. 
clones políticas del Imperio con sus lejanos anexos italiallOl no 
eran muy activas, en cambio mantelÚa con ellos un comercio muy 
intenso. Dichas relaciones le movian en torno del Imperio y, por 
decirlo asl, daban la espalda al Occidente para orientarse hada 
aquél. El abastecimiento de Constantinopla, cuya poblaci6n ... 
cendía a cerca de un miUón de habitantes, daba vida a IU expor-
tación. Las fábricas y los bazares de dicha capital les proporcio-
naban, en cambio, las sedas Y las especias, de las que no podian 
prescindir. 
La vida urbana, con todas las necesidades de lujo que implica, 
no habia desaparecido en el Imperio bizantino como antaño en el 
19 
20 EL RENACIMIENTO DEL COMERCIO 
carolingio. Al pasar de éste a aquél,le pasaba en realidad a otro 
11 mundo. En el Imperio bizantino, el avance del Islam DO habia 
interrumpido bruscamente la evoluci6n econ6mica. La navegación 
marítima aegwa fomentando un comercio importante '1 abastecía 
a ciudades pobladas de artesanos y mercaderes profesIonales. No 
le puede imaginar un contraste más patente que el que existla en· 
tre la Europa occidental, en donde la tierra era todo ., el comercio 
nada, y Venecia, ciudad sin tierra ., que vivia únicamente de su 
comercio. 
Comneio d, Z4 lúÜitJ hiztJntinc 'Y d, Ye1II&ÍtJ cota el lsZ4".. 
Constantinopla y los puertos cristianos de Oriente dejaron pronto 
de ser loe únicos objetivos de la navegación de Jaa ciudades bizan.. 
tinaI de Italia y de Venecia. El espíritu de empresa y la codicia 
eran en aquellas ciudades demasiado poderosos y necesarios para 
que le negaran, por escrúpulo religiolo, a reanudar sus antiguas re-
laciones comerciales con África "1 Siria, aunque ambu estuvieseu 
entonces en poder de los infieles. Desde fmes del siglo IX se Jet ve 
esbozar con ellas relaciones cada vez más activas. Poco les importa 
la religión de sus clientes con tal que paguen. El afán de lucrar, 
que la Iglesia condena bajo el nombre de avaricia, le manirJesta 
aqul en su forma- más brutal. Los venecianos exportaban hacia 101 
harenes de Siria y de Egipto j6venes esclavas que iban a raptar o .. 
comprar en la COIla dálmata, Y ese comercio de .. esclavas'" I contri. 
buyó probablemente a su incipiente prosperidad, en la misma for-
ma que la trata de negroI en el siglo XVII a la de Dumerosoa ~ 
dores de Francia e Inglaterra. A esto hay que agregar el transporte 
de maderas de construcci6n y de hierro; material de·1at que care-
clan los paises islámicos. No cabe duda, sin embargo, que dichat 
maderas se utilizaron para construir barcos y dicho hierro para for-
jar armas que le emplearán contra los cristianos ., tal ftZ contra 
101 mismol mllrÍDerol de Venecia.. El mercader. entonces, como-
aiempre • .considera únicamente -el interés inmediato y el pingüe 
negocio que puede realizar. Aunque el Papa amenace con la ex-
comuni6n a loe vendedores de esclavas ~ristianas, ., 110 obstante 
que el Emperador prohiba que le proporeionen a b inflCles oh-
jea que puedan aerles útiles para la guerra. todos sus esfuerzol 
resultan vanos. Venecia, a donde los mercaclera han llevado des--
de Alejandria, en el siglo IX, la reliquia de San Marcos. cuenta con 
la protecci6n de este anto para permitirse todo< '1 considera el 
constante progreso de IU riqueza como una recompensa cnerecida 
de la veneración que le tributa. . 
D,stJrrollo .con6mico tU Y,rucia. Dic:ha riqueza • desarrolla 
legÚn un movimiento ininterrumpido. Por todOllos medios. fU ..... 
canee. la ciudad de los eanales trata, coa una energIa ., una 
actividad IOI'prendentes, ~ impulsar ese c:omen:io marítimo que es 
EL JaDlTEUÁMBO 
condición esencial de su existencia. Se puede decir que toda la 
pob1aci6n se dedica al comércio y vive de ~l. en la misma forma 
que en el continente todOl 101 hombres viven de la tierra. '..sta es 
la raz6n por la cual la servidumbre, consecuencia ineludible de la 
civilizaci6n rural de aquel tiempo. no se conocía en aquella ciudad 
de marineros, artesanOl Y mercaderes. Sólo la fortuna establecla 
entre ellos diferencias lOClales. pero éstas no dependían de su con-
dici6n juridica. Desde un principio. las ganancias comerciales 1\110 
.citaron una clase de acaudalados comerciantes, cuyas operaciones 
presentaron desde entonces un carácter netamente capitalista. La 
toeiedad ca eommcad .. aparece desde el ligio x y es con toda evi-
ciencia una imitaci6n de las prácticas del derecho consuetudinario 
del mundo bizantino. El progreso económico le manifiesta en for-
ma indiscutible por el empleo de la escritura, que es indispensable 
para cualquier movimiento do negociOl de cierta importancia. El 
"clérigo" forma parte de la tripulaci6n de cada barco que zarpa 
rumbo al exterior. y de ello se debe inferir que 101 armadores apren-
dieron muy pronto a llevar por si solos sus cuentas , enviar c:artu 
• IUI corresponsales.' Ninguna reprobación, inútil es decirlo, con-
dena en esta ciudad el ejercicio del gran negocio. Las familias m_ 
notables le dedican. él; el propio Dux da el ejemplo ,. lo que 
parece casi increfble para contemporáneos de Luis el Piadoso, esto 
sucede en la primera mitad del siglo IX. En 1007. Pedro 11 Oneolc 
dedicaba • fundaciones caritativas las utilidades provenientes • 
una cantidad de 1.250 libras ~e habIa empleado en ciertos nep 
cio&. En las postrimerias del siglo XI, la ciudad estaba repleta de 
opulentos patricl~ltropietarios de numerosas participaciones el) 
b IU'IDalDentol timOl ($Orles). cu~ almacenes , delemban:a-
deroI (slIJIÍOrus) estaban situadOl a 10 largo del Rivo-Alto , de b 
muelles que se extendían cada vez más a orillas de las ialas de la 
laguna. 
Le .x/JGasióa wnecüma. Venecia es. desde entonces, una 81'U 
potencia marítima. Logr6. desde antes de 1100, eliminar del Adrli. 
tieo a 101 piratas dálmatas que 10 infestaban, , establecer sólida-
mente .u hegemonfa en toda la costa oriental de aquel mar, que 
A::OIlSideraba como su dominio ., que, efectivamente, debla eerlo 
durante varios ligios. Para eegwr siendo dueña de IUI desembar-
caderos en el Mediterráneo, contribuye, en 1002, con la armada 
bizantina, en la expulsión de los I8JTaCeDOl de Bari. Setenta añal 
después, cuando el Estado normando creado por Roberto Guia-
cardo en la Italia meridional la amenaza con una competencia IDa-
ritima tan peligrosa para ella como para el Imperio griego, le vuel-
ve a unir con éste para combatir el peligro Y triunfar Despu~ cIeo 
la muerte de Roberto (1076), terminaron las tentativas de expan-
1i6n medjterránea que este principe genjal habia cooeebido. X. 
perra resultó provechOl& para Venecia , • la WII la b'br6 de la 
22 EL RENACIMIENTO DEL COMERCIO 
rivalidad de Nápoles, Gaeta, Salemo y, sobre todo, AroalEí. Todas 
estas ciudades, absorbidas por el Estado normando,. se vieron en-
vueltas en su derrota y abandonaron en lo sucesivo a los marme. 
de Venecia los mercados de Constantinopla y del Oriente. 
Venteia )' tI Imperio bizantino. Hacía mucho, además, que 
.aquéllos gozaban en el Imperio bizantino de una indiscutible pre-
ponderancia. En 992, el Dux Pedro II Orseolo habia obtenido de 
los emperadores Basilio y Constantino una cris6bula, en virtud 
de la cu:ll los barcos venecianos quedaban exentos de los derechOl 
que habían tenido que pagar en la aduana de Abydos. Las rel. 
ciones eran tan activas entre el puerto de las lagunas ., el de Bót-
foro que una colonia veneciana lit había establecido en éste y dis-
frutaba de privilegios judiciales, ratificados por los emperadores. 
En los años subsecuentes, otros establecimientos se habían fundado 
en Laodicea, Antioquía, Mamistra, Adana, Tarso, Stafia, tieso, 
Chíos, Focea, Selembrla, Eraeles, Rodostro, Andrinopla, Sal6nica, 
Demetrías, Atenas, Tebas, Corfú, Cor6n y Mod6n. En todos 101 
puntos del Imperio la navegaci6n veneciana disponía, pues, de ha-
ses de abastecimiento y de penetración que afianzaban su dominio. 
Puede decirse que, desde fines del siglo XI, detenta el monopolio 
casi exclusivo de los transportes en todas las provincias de Europa 
y de Asia que aún poseían los soberanos de Constantinopla. " 
Los emperadores ha trataron de oponerse a una situación que 
no hubieran podido combatir sino en detrimento propio. Se puede 
considerar como una consagración definitiva de la preponderancia 
veneciana en sus EstadOl el privilegio que conc:e4i6 al Dux, ~ 
mayo de 1082, Alexis Comneno. De aquí en adelante, los venecia-
nos quedan exentos, en todo el imperio, de toda clase de tasas 
comerciales y, por lo tanto, gozan de una situación más favorable 
que )a de los propios súbditos del Basileus. La estipulaciÓn eD 
virtud de la eual tienen que pagar derechos en caso de que trans-
porten mercancías extranjeras, viene a demOltrar que han mono-
polizado desde entonces todo eltráfico marhimo en la parte orlen-
tal del Mediterráneo. Aunque estamos mal informados acerca de 
los progresos de sus relaciones con los paises islámicos a lJartir 
del siglo x, lo más probable es que dichas relaciones siguieran 
desarrollándose paralelamente, si bien con menOI fuerza. 
IL EL MAR DEL Noam y EL MAR BÁLnco' 
Los dos mares interiores, el mar del Norte )" el Báltico, que bañaa 
las costas de la Europa septentrional, lo mismo que el Medite-
rráneo, con el cual hacen juego, b~a sus costas meridionales, ))re-
lentan, desde mediados del siglo. IX hasta lmes del XI, un espeo. 
táculo que, si bien dll1eJ'8 profundamente del que acabalDOl de 
EL MAB. DEL RORTB Y EL lIAa BÁLTICO 23 
esbozar, ~ deja, sin embarg9, de tener cierto parecido con El, en 
lo que se refIere a su carácter esencial. Aqul también, en efecto, 
encontramos al borde, y, por decirlo así, al margen del continente, 
una actividad marítima y comercial que ofrece un contraste roa-
nifiesto con la economía agrícola. 
Ltu incurlÍoMI flortnandtU. Se ha visto más arrIba que el mo-
vimiento de los puertos de Quentovic y de Dwrstel no había so-
brevivido a la invasión normanda del siglo IX. El ImperIo carolin-
po. desprovisto de flota, no había podido defendene contra la 
urupción de los bárbaros del Norte en la misma forma que el Im-
perIo bizantino había logrado hacerlo contra la invasión musulma-
na. Su debilidad había sido de sobra explotada por los enérgicos 
escandinavos, que, durante más de medio siglo, lo saquearon me-
tódicamente y penetraron en él no sólo por los estuarios de Jos 
dos del Norte, sino también por los del Atlántico. 
No debemos representarnos, en efecto, a los nonnandos como 
simples saqueadores. Dueños del mato podían combinar sus agre-
siones, como efectivamente lo hicieron. Su objeto no era ni podía 
le!' la conquista. Lo único que se propusieron fue establecer en el 
continente, así como en las islas brItánicas, ciertas centros de po-
bIación. Pero las profundas incursiones que llevaron a cabo en 
tierra firme presentan, en el fondo, el carácter de grandes razzitU, 
organizadas con un método indiscutible. Las inician desde un cam-
pamento fortificado que les sirve de base de operaciones y en el 
que acumulan el botín conquistado en vecinas regiones, mientras 
llega el momento de transportarlo a Dinamarca y Noruega. Los 
vikings son, en realidad, piratas, y sabido es que la piratería consti-
tuye la prImera etapa del comercio. Es tan cierto, que desde fmes 
del siglo IX, cuando dejan de saquear, se convierten en mercaderes. 
La .Jt/JansWn com.rcial d. los .scafldilltJvos. Para comprender 
la ~6n escandinava es preciso, además, observar que no estA 
orientada exclusivamente hacia el Occidente. Los daneses y Jos 
noru~ se echaron sobre el ImperIo carolingio, sobre Inglaterra, 
. EscOCia, Irlanda, y, en cambio, sus vecinos los suecos se dirIgieron 
hacia Rusia. Desde nuestro punto de vista, no nas corresponde 
indagar si solicitaron su ayuda los príncipes eslavos del valle de 
Dnieper, en su lucha contra los pechenegas, o si, por afán de lu-
crar, hicieron espontáneamente una incursi6n en las costas bizan-
tinas del mar Negro, siguiendo la gran vía natural por la que, 
desde los tiempos más remotos, las comerciantes griegos del Quer-
soneso y del mar Negro, solían abastecerse de ámbar en el mar 
Báltico. Baste observar que, desde mediados del siglo IX, estable-
cieron, a lo largo del Dnieper y de sus afluentes, campamentos 
atrir.cherados análogos a los que sus hermanos daneses y noruegos 
establecían en la misma fecha en la cuenca del Escalda, del Masa 
111 
24 EL UH4CIK1ZNTO DEL OOKUICIO 
y del Sena. ConstruidOl a tan grande distancia de la patria, estos 
tel"COl o, para emplear la palabra eslava, estoa foratIs, le convirtie-
ron para 101 invasores en fortalezas permanentes, desde las que 
extendieron IU dominio '1 IU explotación labre 101 pueblos poco 
belicosos que 101 rodeaban. Allí encarcelaban a 101 prisiooer'QI que 
reducían a esclavitud, AlU almacenaban 101 tributos que exigían a 
los vencidos, así como la miel Y las pieles, de laa que le abasteclan 
en laa selvas vlrgenes. Pero poco después la situación que ocupa-
ban Jos impulsó a practicar '4Jl& economia de intercambjo. 
El eomereio .scandiJltlva ... Rusia. 4 Rusia meridional, donde 
le habían instalado, estaba situada, en electo, entre doI áreas de 
civilización IUperior. Al Este, más allá del mar Caspio, se extendía 
el califato de Bagdad; al Sur, el mar Negro bañaba laa c:o&taI del 
Imperio bizantino , 101 conduela a Constantinopla. Los eacandina-
VOl de la cuenca del Dnieper sintieron inmediatamente esta doble 
atracción. l.oI mercaderes Ú'abes, judíos ., bizantinas que frecuen-
taban esa región antes de su negada, Jea indicaban el camino, Y lc:JI 
eacandinaVOl no vacilaron en teguirlo. El pa1s conquistado por 
ellOl ponía a IU disp0sici6n. productos particularmente adea .ados 
para el comercio con imperial ricos, de vida refinada: la mie~ laa 
pieles, y, aobn todo, 101 esclavos, gracias a 101 cuales Jos harenes 
muau1manes, as1 como 101 grandes dominios '1 loe talleres bizanti-
IlOl, Jea proporcionaban utilidades que eran, como ya •. ha visto 
po¡- el ejemplo de Venecia, sUmamente importantes. 
Constantino Porlirog6leto, en el siglo X, DCJI muestra a Jo. .. 
candinavOI, o, mejor dicho, a 101l\II0I, para darla el nombre COD 
el que lc:JI designaban Jo. eslavos, reuniendo cada año lUt barcos ~ 
ltHiJ, despu& de la época del deslúelo. La flotilla desc:enc:Ua lenta-
mente el Dnieper, cu)'ol numerolOl torrentes le oponían obsdculol 
que había 'L\le salvar arrastrando 101 ban:oa a 10 larzo de la mar-
po del no. Al llegar al mar, naYepbu a Jo. largo de las costat 
hacia Constantinopla, meta de IU lejano '1 azaroso viaje. l.oI nasal 
poseiaD en dicha ciudad un barrio éSpecial, Y IU comercio con la 
aran urbe estaba reglamentado por ~rtQl tratadOl, entre 101 cuales 
el mú antiguo se remonta al ai~lo IX. Es bien conocida la influeJloo 
cia que Constantinopla debía, ejercer IObre elloe. Ella 101 convirti6 
al cristianismo (957-1015); ella les di6 IU arte, IU elCritura, les 
~6 el uso de la moneda; a ella deben buena.parte de IU orga-
nazación. Esto basta para demostrar la importancia del comercio 
que manteDtan con el Bósforo. . 
Al mismo tiempo. por el valle del Volga, 1& dirigfan al mar 
Caspio y traflC8.ban con 101 mercaderea judías y úabet que freo 
cuentaban NI puertos. 
El comereio uea1lllinavo '" .1 mM Báltieo. Pero no 1& c:oncre-
taba a esto IU actividad. En efecto; exportaban hacia el Norte 
EL MAR DEL N6R.T& Y EL KAa BÁL TIeo 25 
toda clase de mercancías: especias, vinos, sederías, orCebrería.1, cte., 
que trocaban ~r su miel, S4S pieles y sus esclavos. La asombrosa 
cantidad de monedas árabes y bizantinas que se han descubierto 
en Rusia, marca con UDa línea de puntos de plata las vías comer-
ciales que cruzaban por ella r que convergían, ya sea desde el Valga 
o desde el Dnieper. hacia e Duna y loa lagos que comunican con 
el gollo de Dotnia. Allí, la corriente comercial venida del mar 
Caspio y del mar Negro se unía con el mar Báltico y proseguía 
por él. A través de las inmensas extensiones de la Rusia conti-
nental vinculaba en tal fonna la navegación escandinava con el 
mundo oriental.' . 
La isla de Gotlandia, cuyo suelo contiene, más aún que el de 
Rusia, innumerables dep6sitos de numerario islámico O griego, pa-
rece haber sido la gran etapa de este comercio y su punto de con-
tacto con la Europa septentrional. Es probable que los normandol 
trocaran en dicha isla el botín hecho al enemigo en Inglaterra J 
en Francia por las valiosas mercandas traídas de Rusia. 
No cabe duda, en todo caso, de que Escandinavia desempeñó 
un papel de intennediario, si se observan los progresot sorprenden-
tes de su navegaci6n en los siglos x y XI, es decir, durante la época 
posterior a las invasiones de los daneses y de Jos noruegos en Oc-
cidente. De seguro éstos, al dejar de ser piratas, se convirtieron en 
mercaderes, siguiendoel ejemplo de sus hermanos suecos. Me~ 
deres bhbaros, sin duda, que siempre están a punto de volverse 
piratas, a poco que se les presente una oportunidad para hacerlo, 
pero, sin embargo. mercaderes y navegantes de altura.' 
El eomercio ,scandi1lllvo .,. .1 mar del Non_. Sus barc:oI sin 
cubierta transportaban por doquier. durante el ligio XI, los objetol 
del comercio cuya meta era Gotlandia. Se fundaron establecimien-
tos comerciales en la costa sueca y en las orillasf aún eslavas en 
aquella época, del litoral que se extiende desde el Elba hasta 
el Vistula; al sur de Dinamarca, las recientes excavaciones que se 
han hecho en Haithabu '(al norte de Kiel) han comprobado la exiI-
tencia de un emporio, cuyas ruinas revelan la importancia que 
debi6 presentar en el transcurso del siglo XL' El movimiento _ 
extiende, naturalmente, a los puertos del mar del Norte, que c:o-
nacían bien los navegantes septentrionales por haber saqueado el 
interior del país durante tanto tiempo. Hamburgo sobre el En.. 
Tiel sobre t'l Waal, se convierten, en el siglo X, en puertos activa-
mente frecuentados por los barcos nonnandos. Los. que van a In-
glaterra son aún más numerosos y el comercio que en ese país hacen 
los escandinavos les conflere una preponderancia que no pueden 
resistir los anglosajones y que llega a IU apogeo cuando Canuto 
el Grande (1117-1135) reunió, en un imperio eflmero, a la gran 
isla con Dinamarca y Noruega. El comercio que se practica des-
de las desembocaduras del Támesis Y del Rin hasta la del Duna '1 
IV 
" 
26 EL RBNAClllIENTO DEL COIlEllClO 
basta el goJfo de Botnia queda demastrado por el descubrimiento 
de monedu inglesas, flamencas y alemanas en las cuencas del Bál-
'".. tico y del mar del Norte. Las sagas escandinavas, a pesar de la 
fecha tardía de su redacción, nos conservan aún el recuerdo de 
las aventuras de Jos intrépidos navegantes que le aventuraban 
basta las lejanas regiones de IsIandia y Groenlandia. Audaces jóve-
nes iban a reunirse con sus compatriotas de la Rusia meridional; 
babia en Constantinopla, entre los guardias de Jos emperadores, 
anglosajones y escandinavos. En resumen, los pueblos nórdicos 
demostraron entonces que tenían una energia y un espiritu de ero-
presa digno de los griegos de la ~poca hom~rica. Su arte se caracte-
riza por una originalidad bárbara en la que, sin embargo, se observa 
la influencia del Oriente, con el cual los ponia en comunicaci6n su 
comercio. Pero la energia que desplegaron no podia tener porvenir 
alguno. Su escaso número no les permiti6 conservar el dominio 
de la inmensa extensi6n que surcaban sus barcos y tuvieron que 
ceder su lugar a rivales mú poderosos, cuando el desarrollo del ca-
mercio, al abarcar el continente, determinó a su vez una navega-
c:i6n que hizo competencia a la suya. 
111. EL RBNACDIIENTO Da. COIlUClO' 
Era impoS1ole que la Europa continental no sintiera dsde un 
principio la presión de los dos grandes movimientos continentales 
que le manüestaban en IU perüeria, uno en el Mediterráneo orien-
tal y en el Adriático, otro en el Báltico y en el mar del Norte. 
La actividad comercial, que corresponde a la necesidad de aventu-
ras "l al afán de lucro inherentes a la naturaleza humana, es de 
Indole contagiosa. Por si sola, ádemú, es demasiado absorbente 
para no imponene a aquellos mismos que explota. En efecto, de-
pende de ellos por las relaciones de intercambio que establece ., 
las necesidades que provoca. Por otra parte, el comercio no le con-
cibe sin la agricultura, puesto que siendo por si solo estml, debe 
procurarse por medio de aqu~lla el alimento de las personas que 
ocupa y enriquece. . 
PrimntU ul4eitmel económietU de Y naecüs C01l el Occident •• 
Esta ineludible necesidad se impuso a Venecia desde su fundación 
en los islotes arenosos de su laguna, en cuyo suelo nada crece. Para 
subsistir sus primeros habitantes habían tenido, pues, que vender 
a sus vecinos del continente la sal Y los pescados que les propor-. 
cionaba el mar, a cambio del trigo, del vino y del grano que no 
podían procurarse en otra forma. Pero esos intercambios primiti-
WI le habían ido desarrollando fatalmente, al paso que el comercio 
de la ciudad, al enriquecer ., multiplicar la población, la habia 
hecho más exigente y emprendedon. A fines del siglo IX requiri6 
BL IlENACIKJ&NTO DEL COMERCIO 27 
el territorio de Verona y, sobre todo, los del valle del Po, que le 
proporcionaban una 'Vía fácil para penetrar en Italia. Un siglo más 
tarde, sus relaciones se extendieron a muchos puntas del litoral y 
de lac tierra firme: Pavía, Rávena, Cesena, Ancona y otras muchas 
ciudades. Es claro que los venecianos, al introducir la práctica del 
comercio, la aclimataron, por decirlo así, en todos los lugares que 
frecuentaron. Poco a poco, sw mercaderes tuvieron imitadores. 
Como carecemos de textos, es absolutamente imposible seguir el 
crecimiento de 105 gérmenes sembrados por el comercio en medio 
de la población agrícola. Sin duda se opuso a este movimiento la 
Iglesia, hostil al comercio y cuyos obispados eran más numcrOSOl 
., poderosos alSut de los Alpes que·en cualquier otra. parte. 
La Iglesia 'Y los mercaderes. Un curioso episodio de la vida de 
San Geraldo de AurilIac (909) nos revela manifiestamente la in-
compatibilidad de la moral eclesiástica con el afán de lucro, es 
decir, con el espíritu mercantil. Al regresar de una peregrinación 
a Roma, el piadoso abad encontró en Pavía a unos mercaderes 
venecianos que le propusieron en venta unos tejidos orientales , 
algunas especias. Como acababa de adquirir en Roma un magru-
fico palio, que tuvo la oportunidad de enseñarles, revelándoles el 
precio que había pagado por él,·lo felicitaron por tan ventajosa 
compra, pues el palio, segun ellos, hubiese costado mucho más en 
Constantmopla. Geraldo, temeroso de haber engañado al vende-
dor, se apresuró a enviarle la diferencia, que no creía poder apro-
vechar sin incurrir en el pecado de avariea. l ' 
Esta anécdota ilwtra admirablemente el conflicto moral que 
debió de provocar en todas partes el renacimiento del comerc:io. 
A decir verdad, dicho conflicto existi6 durante toda la Edad Media, 
y hasta fines de ésta, la Iglesia sigui6 considerando las ganancias 
comerciales como peligrosas para la salvaci6n del alma. Su ideal 
ascético, que tan perfectamente correspondía a la civilización agríco-
la, la mantuvo siempre desconfiada y recelosa frente a transfo .... 
maciones sociales que, por lo demás, le era imposible evitar y a las 
que sólo por necesidad tuvo que someterse, pero con ninguna de 
las cuales se reconcili6 jamás francamente. Su prohibición del prés-
tamo con intereses había de pesar sobre la vida econ6mica de los 
aiguientes siglos. Impedía a 101 mercaderes que se enriquecieran 
en plena libertad de conciencia y conciliaran la práctica de los neo 
goclOl con los preceptos de la religión. Prueba de ello son los testa. 
mentas de tantos banqueros ., especuladores que ordenaban que 
se indemnizara a 101 pobres que habían frwtrado y legaban al clero 
parte de los bienes que en su alma y concienda consideraban 
como mal adquiridos. Si bien no podían abstenerse de pecar, su 
fe, cuando menos, permanecía intacta; contaban con ella para 
obtener su absoluci6n en el juicio fmal. 
28 aL UNAClKIBNTO DBL OOK_OIO 
Pis" 1. Glnovtl.Ea preclao reconocer, por lo demú, que dicha 
fe contnbuyó en gran parte a la expansi6n ec:on6mica del Occi-
dente. Desempeñ6 papel importante en la ofensiva que pisaDoI ., 
genoveses emprendieron contra el Islam a partir del siglo XI. MUJ 
ciistintCI de 101 ~OI, en quienes la codicia predominaba, 
en ellos el odio al infiel le Dle2lCJaba con el esptritu de empresa, 
y .Ios impulsaba a arrebatar a loa lUDCeDOI el dominjo del mar 
TUTeIlo. 
La lucha entre las dCll religiones que a1U le afrontaban en 
continua. Al principio, siempre babía sido favorable para ro. mu-
sulmanes. En 935, Y después de 1004, StoI hablan aqueado Pisa, 
lIin duda con el deseo de IOfocar la expansión marftimapenosa-
mente iniciada por dicha ciudad. Pero b pisanas estaban felUe1-
tos a lograr su expansi6n. Al año siguiente derrotaron una armada 
arracena en el estrecho de Melina. El enemigo 10 vengó, -en 1011, 
invadiendo y destruyendo el puerto de l1a audaces competidores. 
Esto., lin embargo, animadOl por b papas ., r.odieioscI de la ri-
queza del adversario, resolvieroD proseguir una guerra que tenia 
UD aspecto a la 'Ya religiOlO y comercial. AJiadoI COD ro. geno. 
WIeI,' atacaron Cerdeña, en donde. a la postN • estabJecierora 
(1015). En 103+, alentados por el &ita, le aventuraroa hasta la 
COIta de África y le apodeFaron de BonL UD poco mú tarde, _ 
mercaderes empezaron a frecuentar Sici1ia, ., en 1052, para prote-
serios, una flota pisana le abrió palO en el puerto de PaIermo, cuyo 
anenal destruy6. 
De aquf en adelante, la fortuna fawreci6 resueltamente a b 
cristianoa. Una expedición, a la que la presencia del obispo • 
M6dena añadta el prestigio de la 1,Iesia, atac6 Mehdia ea 1087. 
Loa marineros vieron en el cielo al ardnseI Gabriel ., a San Peche 
que ro. conduclan al c:ombate: le apoderaron de la ciudad, .... 
taron a "los sac:erdoteI de Mahoma", laquearon la mezquita ., DO 
le volvieron. • embarcar hasta después de haber impuesto a lcI 
vencidOl un tratado de comercio ventajoso. La catedral de Pisa, 
construida después de su triunfo, simboliza admirablemente el mis-
ticismo de 101 pisanos Y la riqueza que empezaban a proporcionar. 
leI en abundancia lUt victorias. Las columnas, loa ric:oI minnoles, 
las orfebrerfas, 101 ~IOI de oro ., de púrpura traídos de PaIenDo 
., de Mehdia sirvieron para decorarla. Dirfase que anhelaban el. 
mostrar por el esplendor del templo la venganza de las cristianos 
labre los 1&n'aCenOI, cuya opulencia era para e11011Ul motivo de 
esc:ándalo y a la par de envidia.1S 
lA ~tI CfTUIUl". Ante el contraataque eriatiano, el Islam 
retrocede ., te deja arrebatar el doininio del mar TtrreDO, que ha-
bía convertido en mar musulmin. La primera Cruzada, iniciada 
en 1096. debia marear el cambio def'mitivo de IU fortuna. En 1097. 
BL RENACIMIENTO DEL COMERCIO 
Génova envi6 una flota que lle\'aha a los C1'Uzados que asediaban 
Antioquía refuerzos y víveres .. y obtuvo de Bohemundo de Tarento, 
el año siguiente, un "fondaco", provisto de privilegios comerciales 
y que es el primero de la larga serie de los que las ciudades marl-
timas tlbtuvieron m:ls tarde en la costa de Tierra Santa. Después 
de la toma de Jerusalén, sus relaciones con el Mediterráneo orien-
tal se multiplicaron rápidamente. En 1104 posee en San Juan de 
Acre una colonia a la que el rey Balduino cede la tercera parte 
de la ciudad, una calle que da al mar y una renta de 600 besan-
tes de oro, pagadera con las alcabalas. Por su lado, Pisa se dedicó 
con creciente entusiasmo al abastecimiento de 101 Estados fundadOl 
en Siria por los cruzadOl. El movimiento comercial que se bahía 
iniciado en la costa de Italia se comunic6 al poco tiempo a la 
Provenza. En 1136, Marsella ocupaba ya en dicha costa un hIgar 
importante, puesto que sus burgueses fundaron un- establecimien-
to en San Juan de Acre. Al otro lado del 8Olfo de León, Barce-
lona echa 101 cimientos de IU futura prosperidad, y Jo mismo que 
los musulmanes antaño practicaban la trata de los esclavos c:ris-
tianos, los esclavos moros capturados. en España le proporcionaban 
uno de los objetos de su tráfico. 
Reaperturtl del Mediterráneo tU eomneio Decidental. En tal 
fo.lIa, todo el Mediterráneo se abria o, mejor dicho, se volvúa • 
abrir a la navegaci6n occidental. Como en la ~poca romana, le 
restablecen las comunicaciones en todo este mar esencialmente 
europeo. El dominio del Islam sobre sus aguas ha terminado.. Los 
cristianos han arrebatado a los infieles las islas cuya posesi6n ga-
rantizaba la IUpremacía del mar: Cerdeña en 1022; C6rcega en 
1091, Sicüia en J058-1090. Poco importa que los turcos asuelen 
los principados efímeros fundadOl por los cruzadOl y que el ccm-
dado de Edesa haya sido reconquistado por la Media Luna en 
1144, y Damasco en 1154; que Saladino haya tornado A~ 
en 1183, V despuk. en 1187, Acre, Nazaretb. Cesárea, Sid6n, Dei-
rut, AscaI6n y. por fin, Jerusalén, y Que, a pesar de todos IUI 
esfuerzos, los cristianos no hayan logrado recuperar h;asta nuestra 
~ el dominio de Siria, que la primera Cruzada había conquis-
tado. Por muy importante que haya sido en la historia general , 
por mucho que haya influido desde entonces en loe destino! del 
mundo, el impulso de loe turcos no cambi6 la Iituaci6n que las 
ciudades italianas acababan de adquirir en el Levante. La nueYa 
ofensiva del Islam le extendía 1610 a la tierra Fume. Los tun:oI 
no tenían flota y no trataban de crear una. LejOs de perjudicarles, 
el comercio de loe italianos con las eoetaa de Asia Menor 101 bene.. 
faclaba. Gracias a ~. las espec:ia!t traIdaa por las caravanas de 
China ., de India, podían transitar hacia el Oeste, hacia Ju regio-
Del sinas, donde fas recoglaa 101 barcOl italianos. Nada, pues, 
podfa ser más provechoso que la penistencla de una Dawpc:i6a 
que servfa para mantener la actividad económica de Iu regiooeI 
turc:as Y mongolas. 
Ltu CruzatllU 1 la JUIIJ"aeió,. italüm4. Sin duda, las llotal ita-
lianas no dejarán de -cooperar, en forma cada Ya más activa, en 
las cruzadas, hasta el día en que la derrota de San Luis eD TÚnd 
(1270) marca dermítivamente los táminol de aquéllas ., consagra 
IU fracaso en el dominio político '1 religioso. Se puede aún decir 
que, si no hubiera sido por el apoyo de Venecia, de Pisa ., de 
Génova, hubiese .ido imposible persistir tanto tiempo en tan vanas 
empresas. En efecto, s610 la primera Cruzada se llev6 a cabo por 
tierra. pues el transporte por mar de las masas de hombres que 
man:haban hacia Jerusalén era aún irrealizable en aquella ~ 
Las naves italianas contribuyeron poco en abastecer IUS ej&citos. 
Pero no cabe duda de que su navegación. ampliamente solicitada 
por b cruzados, empez6 desde entonces a cobrar nueva vida ., 
vigor. Las gananclat realizadas por los proveedores de la guerra 
han sido en todas las ipocas particularmente abundantes '1 se pue-
de tener la seguridad de que, habiéndose enriquecido de la noche 
a la mañana, 101 venecianos, los pisanos, los genoveses .,Ios ~ 
zaJes se esforzaron en armar inmediatamente nuevos barcoe. El esta-
blecimiento de b principados fundados en Siria por loa cruzadO! 
asqruro desde entonces el empleo regular de los medios de transpor .. 
te, Un los cuales los francos de Oriente no hubieran podido IUbsistir. 
Por eso se mostraron generosos al conceder privilegios • las ciudades 
de euyos servicios no podían prescindir. Desde fmes del ligIo XI las 
ayudaron a establecer sus "fondacos" 1 IUS "escalas" a Jo. largo 
de las costas de Palestina, Asia Menor '1 las islas del mar Egeo. 
Al poco tiempo las utilizaron para operaciones militares. Du-. 
rante la aegunda Cruzada, los barcos italianos transportaron a Taerra 
Santa, siguiendo el litoral de Anatolia, las tropas de Luis VII '1 
de Conrado 111. La tercera Cruzada nos proporciona una prueba 
típica del aumento del tonelaje italiano ., provenzal, que era ya lo 
bastante considerable para transportar las tropas de Ricardo Cora-
zón de Le6n V de Felipe AURUSto. De aqut en adelante, todas las 
operaciones ulteriores se efectuaron exclusivamente por mar. 2s 
conocida la forma en que b veneciallOl explotaron la situación 
en provecho propio y desviaron hacia Constantinopla la flota equi-
pada para la cuarta Cruzada, cuyos jefes, no pudiendo pagar el 
precio convenido para el pasaje, tuvieron que abandonarles la direc-
ción: a ]a p05tre, la annada puso sitio a Constantinopla y la tomó. 
El eftmero Imperio latino que se constituyó entonc:ea a orillaa del 
B6sforo fué en srran parte creación de la política veneciana, y euando 
desapareció (1261), Venecia tuvo que resignarse a dejar que Jos 
pnoveses. para hacerle una mala j~ se empeñasen en come-. 
. RUir la restauración de Miguel Paleólogo y tratasen de arrebatarle\"111 la IUpremacla económica en el Levante. 
EL RENACIMIENTO DEL COMUQO S1 
Preponderancia de los italianos en el Mediterráneo. En resu. 
meno se puede concluir que el resultado duradero y esencial de las 
Cruzadas fue el haber dado a las ciudades italianas,' Y en menor 
~~ a las de Provenza y Cataluña, el dominio- del Mediterráneo. 
Si bien no lograron arrancar al Islam los lugares untos y si úni .. 
came!lte. ~bsistieron las conquistas que se habían llevado a cabo 
~ pnnclplO, algunos puestos en la costa de Asia Menor y en las 
ISlas, cuando menos las cruzadas pennitieron al comercio maríti. 
mo ~e la Europa occidental, no 1610 monopolizar en provecho 
p~plO todo el tráfico desde el Bósforo y Siria hasta el estrecho de 
GIbraltar, sino desarrollar una actividad económica y, para ero.-
plear la palabra exacta, capitalista, que debía comunicarse poco a 
poco a todas las regiones situadas al norte de los Alpes. 
Decadencia de la navegll&ión bizantina. Ante esta expansión 
victoriosa, el Islam no debía reaccionar hasta el ligIo xv, '1 el 1m. 
perio bizantino, incapaz de combatirla, tuvo que tolerarla. A partir 
del siglo XII tennina la supremacía que el Islam ejercía aún en el 
Mediterráneo oriental. Decae rápidamente, bajo la influencia 
de las ciudades marítimas que disponían a su antojo de la impor-
tación. Para sacudir el yugo, el emperador trata a veces de oponer 
a los pisanos o a los genoveses con los venecianos, '1 deja que el 
populacho asesine a los dioses extranjeros, como ocurrió, por ejem. 
, plo, en 1182; pero no puede prescindir de ellos y, muy a su pesar, 
les abandona su comercio en mayor grado aún que la España del 
ligIo xvn había de abandonar el suyo a los holandeses, los ingleses 
y los franceses. 
El cOf7Urcio de Italia. El renacimiento del comercio marrtimo, 
desde un principio, coincidió con su penetración en el interior de 
las tierras. No sólo se inició desde entonces la agricultura, solici. 
tada por la demanda de sus productos. en una economía de inter-
cambio que va a renovar su organización, sino que se ve nacer una 
industria orientada hacia la exportación. Admirablemente situada 
entre los poderosos focos comerciales de Venecia, Pisa y Génova, 
Lombardía fué la primera en despertar. El campo y las ciudades 1:\ 
participaban también en la producci6n: el primero con SUI trigos y 
sus vinos, las segundas con sus tejidos de lino y de lana. Desde el 
siglo XII, Lucca fabrica telas de seda, cuyas materias primas reci. 
be por mar. En Toscana, Siena y Florencia se comunican con Pisa 
por el valle del Amo y sienten el influjo de su prosperidad. De-
tris de Génova el movimiento se comunica a la costa del «olfo de 
León y tle~a hasta la cuenca del Ródano. Los puertos de Marsella, 
Montpellier, Narbona extienden sus radio de actividad en Provenza, 
en la misma forma que Barcelona extiende el lUyo en Cataluña. 
La expansión de estas regiones marítimas es tan vigorosa que, 
52 a. UJfACDlJEN'l'O Da. OOJaaClO 
desde el siglo XI le propaga hacia el Norte y comienza a rebasar 
101 Alpes p« 101 puoe que, en el siglo Z, loa sarrac:enc:. d6 la 
Garde-Framet bloqueaban tan peligrolamente. Por el Brenner IUbe 
de Venecia hacia Alemania, por el Septimer ., el San Bernardo 
Uega al valle de Saona '1 del Rin; por el Monte CeJÜs, al del 
R6daDo. El San Gotardo, que por tanto tiempo fue infranqueable, 
le convirtió a su vez en via de tránsito cuando un puente apoyado 
en las rocas de b desfiladeros 10 permiti6.lI Dade la segunda 
mitad del siglo XI le .. be que hubo italianol en Francia. Es mú 
que probable que frecuentaran, en aquella ~ 1u ferias de 
Champaña, en donde encontraban la corriente comercial que, .. 
Iida de las COStal de Flandes, le dirigia hacia el Sur. la • • 
El ~omneio ., fIJ1rlI tU lo, Al/M', Al renacimiento econ6mico 
que le estaba realizando en el Mediterrineo corresponde, en efec-
to, a orillas del mar del Norte, un fen6meno que, aunque difJere 
ele B fOI' IU amplitud '11US modalidades, proviene, sin embargo, de 
las mumu causal '1_ produjo 1u misma comecuenciaI. La na-
vegaci6a n6rdica babia fijado, como .. ha visto anta, en el estuar 
no formado por el Rin, el Masa '1 el Esc:alda, una etapa que 
coastituy6 pronto, a lo largo de eIOI riot, UIl poc:lenlIo centro • 
atracci6a. Tiel, en el siglo XI, aparece como una plaza de comen:io 
frecuentada por nWDel'OlOl men:ac:Ieres '1 en relac:iones, por el vaDe 
del R.iD, coa Colonia '1 Maguncia, en doaele le distinguen desde 
entollcel indiclas irrec:usables de Ktividad. Prueba de ello IOn 101 
600 "..,~tJlM.' o/JU,.,.,iuimi mencionadoI en 1074 en la primera 
ele dichaa cludadel por Lambert de Hertsfelcle, aunque le pueda 
poner en tela ele juicio el número indicado '1 no lea posible saber 
'JU~ idea le formaba el cronista de la opulencia. M En la misma 
fpoca, en el Yalle del Masa, le desarrolla UIl rific:o que. por Maes-
tric:ht, Lieja, Huy '1 Dinant, llega hasta Verdlm. El ElcaJda ~ 
nicaba a Cambrái, Va1enc:iennes, Tournai, Gante ,. Amberes con' 
el mar '1 Jos grandes rios que cruzan ,UI deaemboeaduras entre las 
isl.. de Zelandia.. En el fondo del golfo de Zwyn, coacavidad 
ahora cegada, al norte de la costa flamenca, 101 barcas encontraban 
en Brujas un puerto taft c6modo, que desde fmes del siglo XI lo 
prefnieron al de TteI y aseguraron IU glorioso porvenir. 
Existe la tegUridad de que, a fmel del ligio Z, Flandes mant;e. 
nIa estrechas reJacioneI, por el intermedio de la navegación escaDot 
dinava, con las regiones ~ el mar del Norte y el mar 
Báltico. Se han descubierto acuñacIu por loa condes Ar-
DOldo JI Y Balduino IV (965-1035) en Dinamarca, en PruIia ., 
hasta en Rusia. Su comercio era naturalmente mú actiw aÓll coa 
Inglaterra. Las tarifas de alcabalas de Londres, entnt 991 y 1002. 
mencionan • 101 flamenc:oI entre 101 extnmjerol que ejercen el COo 
merclo ea la ciudad." . 
El canal de la MaDCha era menas frec:ueDtado que el JDU del 
EL RENACIMIE!\I'l'O DEL COMERCIO 33 
No! te. Sin embargo, se observa en él I.&n intercambio regular entre 
la costa normanda y la inglesa, por' Rouen y el estuario del Sena. 
Desde allí ~! movimiento proseguía por el río hasta París y se 
prolongaba hasta los H!"'"':~~ de Champaiia y de Borgoña. El Loira 
y el Carona, por ¡;star más alejados, no sintieron la actividad que 
se manifestaba en iOll mares del Norte. 
Las fábricas de paños flarr,encós. La región flamenca ocupó 
desde un principio una situación privilegiada que debía -conservar 
hasta fines de la Edad Media. Aquí aparece un factor nuevo, la 
industria, de la que no se observa en otra parte la acción en fecha 
tan temprana y con tan sorprendentes resultados. 
Desde la época celta, los morinos y los menapios de los valles 
del Lys Y del Escalda trabajaban la lana.de las ovejas, muy abun-
dantes en aquellos países de pasturas húmedas. Sus paños primi-
tivos se habían perfeccionado durantCl' la. larga ocupación romana, 
gracias a su iniciaci6n en los procedimientos de la técnica medite-
rránea que los \'encedores les enseñaron. Sus progresos Cueron tan 
rápidos que durante eI-siglo n de nuestra era exportaban sus tejidos 
hasta Italia. Los francos que invadieron la región en el siglo v 
continuaron la tradición de sus antecesores. Hasta las invasiones 
normandas del siglo IX los barquerOs frisanes no dejaron de trans-
portar por los ríos de los Países Bajos, con el nombre de pallÚl 
fresonica, las telas tejidas en Flandes, las que con los bellísimos co-
lores con que estaban teñidas merecieron una boga tal que CarIo. 
magno no ha1l6 mejor regalo que ellas para el califa Harún-al-Ras. 
chid. El aniquilamiento del comercio por las invasiones de los 
escandinavos interrumpió, naturalmente, esta exportaci6n. Pero 
cuando los saqueadores, durante el siglo X. se transformaron en 
navegantes y sus barcos 'Volvieron a surcar en pos de mercancías 
las aguas del Mosa, del Rin y del Escalda, el comercio de paños 
encontró nuevos mercados exteriores hacia los ,uales envió sus pro-
ductos. La finura de éstos los hizo

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