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terapia sistemica-ludewig - MARLON ROBERTO BANEGAS ANDRADE

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Interacciones 
Epistemología y clínica sistémica 
TERAPIA SISTÉMICA 
K U R T L U D E W I G 
K U R T L U D E W I G 
TERAPIA SISTÉMICA 
Bases de teoría y práctica clínicas 
L - W M / 
I 1 1 l* 
O J 0 7 6 7 0 
B I B L I O T E C A 
EDITORIAL HERDER 
B A R C E L O N A 
Versión castellana de C L A U D I O GANCHO, de la obra de 
K U R T LiiDFWKi, Svslemische Therapie, 
Klctt-Colta, Stultgart 
Diseño de la cubierta: C L A U D I O BADO y MÓNICA BAZÁN 
Klett Colla 
(Q J.U. Gotta'sche Buchhandlung Nachfolger GmbH, gegr. 1659, 
Slultgart 1992 
i© 1996 Empresa Editorial Herder S.A., Barcelona 
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, el almacenamiento en sistema informático 
y la transmisión en cualquier forma o medio: electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro 
o por otros métodos, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo 
públicos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright 
I S B N 84-254-1937-9 
E s PROPIEDAD DEPOSITO LEOAL: B . 15.223-1996 PRINTED IN SPAIN 
L I B E R G R A F S . L . - BARCELONA 
Í N D I C E 
IIIUII» palulunk tic U H I I H I I I C I ion / 
Prólogo 13 
Agradecimientos 15 
I. Orígenes 17 
1. Curar en el contexto 17 
E l marco cultural 18 
El maico espiritual 24 
Resumen 33 
2. Curar por la palabra 36 
Las ramificaciones divergentes de la psicología 37 
Psicoterapia cambiante 55 
Resumen 67 
II . Pensamiento sistémico 69 
3. Bases biológicas 69 
¿Qué significa «sistémico»? 69 
Biología y conocimiento 71 
Lo humano 88 
Imagen del hombre y ética 97 
Crítica al pensamiento sistémico 102 
Resumen 106 
4. Bases sociológicas 106 
Enfrentamiento con la complejidad 106 
L a teoría de los sistemas sociales 114 
Resumen '30 
I I I . Teoría clínica 133 
5. Fundamentos teóricos 133 
¿Qué significa «teoría clínica»? 134 
5 
índice 
Terapia y sistemas sociales 134 
El concepto de miembro 137 
El objeto de la teoría clínica 143 
Sistemas problemáticos 144 
Sistemas clínicos 151 
Sistemas de ayuda 153 
Sistemas terapéuticos 155 
Resumen 159 
6. Praxis clínica 159 
El marco metodológico 159 
La praxis de la terapia 165 
Sobre sistemas y personas 178 
Formación, autoexpericncia, supervisión 185 
Resumen 188 
7. Cuadros clínicos 188 
Ansiedad infantil 189 
Anorexia juvenil 198 
Crisis psicóticn 211 
Krsunun 2?1 
8. Evaluación 221 
Evaluación en la psicoterapia 222 
Evaluación desde la perspectiva sistémica 226 
Primeros resultados 229 
Resumen 234 
Apéndice 1 
Casos de ansiedad infantil 237 
Apéndice 2 
Extractos de conversaciones con una muchacha anoréxica 240 
índice de autores 247 
índice analítico 251 
6 
U N A S PALABRAS D E I N T R O D U C C I Ó N 
La terapia sis témica, sobre la que versa este libro, ha experi-
mentado en estas ú l t imas décadas un desarrollo vigoroso. Esto ha 
contribuido decisivamente a que el denominado cuadro psicoló-
gico se presente cada ve/, más complejo y confuso tanto pura los 
miembros de las profesiones asistenciales como para los propios 
clientes. Por ello parece tanto m á s necesario un texto, que tiene en 
cuenta esa complejidad, sin dejarse aplastar por la misma, y que re-
coge lo esencial y lo reduce a conceptos, dando razón del trasfondo 
histór ico y cultural, y no obstante, la necesaria reflexión sobre las 
bases teóricas permanece siempre anclada en la realidad práctica. 
Tal es el texto que ofrece Kur t Ludewig con este libro. Fn el se con-
densa el trabajo reflexivo de muchos años ; y en buena medida el 
trabajo que había que llevar a cabo para someter el propio proceder 
te rapéut ico a una crítica constante y para cambiarlo en ocasiones. 
En m i opin ión , ese trabajo es plenamente satisfactorio: el autor ha 
conseguido una obra, que abarca un amplio campo y que difícil-
mente tiene igual por lo que a concis ión y t rabazón interna res-
pecta. 
Ludewig nos permite conocer la especial importancia que tie-
nen hoy dos autores de pensamiento sis témico: el chileno H u m -
berto Maturana y el a lemán Niklas Luhmann. El primero concibe 
su visión sis témica desde una perspectiva biológica, mientras que 
el segundo lo hace desde una perspectiva sociológica. Ambos nos 
incitan a reflexionar de nuevo sobre los supuestos básicos acerca de 
las condiciones y posibilidades de un comportamiento social, y en 
7 
linas palabras de introducción 
consecuencia de una psicoterapia. Ambos lo hacen a un nivel de 
abstracción a menudo elevado y en un lenguaje que no pocas veces 
resulta difícil de entender. Y . aunque personalmente no son clíni-
cos, su relevancia es manifiesta de cara a la práctica de una terapia 
sistémica. Pero, en razón precisamente de esa relevancia, ambos 
parecen también contradecirse en algunos puntos importantes de-
bido a sus respectivos supuestos y distinciones esenciales. 
La forma en que Ludewig se enfrenta a esas contradicciones de-
muestra en buena medida su capacidad para captar lo esencial y 
para i luminarlo a la vez. desde perspectivas diferentes, eviden-
ciando a la vez su capacidad y disposic ión para el pensamiento per-
sonal y a u t ó n o m o . Y por ese camino aporta una cont r ibuc ión or i -
ginal y propia al mentado discurso. Tal cont r ibuc ión se pone en 
evidencia sobre todo en el concepto miembro propuesto por él. 
Con ello viene a tender un puente entre Maturana y Luhmann, de-
jando patente al mismo tiempo la importancia de ambos autores 
para el trabajo clínico s is témico. 
Las implicaciones, que se derivan de las reflexiones de Ludewig 
para la comprens ión no sólo de una terapia sistémica, sino también 
de la psicoterapia en general, son de largo alcance. Se podr ía decir 
que dicha terapia puede organizarse a partir de un concepto de sis-
tema y de cliente radicalmente liberado de su carga patológica. El 
procedimiento en cada caso se define a partir de la demanda del 
cliente o de los clientes. Se ve ahí el respeto a las construcciones 
mentales de los clientes, a sus proyectos de vida y a sus intentos an-
teriores de solucionar sus problemas; pero sobre todo el respeto a 
su a u t o n o m í a . Y eso significa t amb ién que, en definitiva, serán sus 
estructuras de percepción, conocimiento y mot ivac ión las que de-
cidan la posibilidad y la manera en que un terapeuta, hombre o 
mujer, las estimule o las reprima. Lo que esto significa en concreto 
de cara a la práctica lo ilustra m á s tarde Ludewig en los ú l t imos ca-
pítulos. 
No me cabe la menor duda de que este libro se asegurará un 
puesto entre los textos -relativamente escasos- fundamentales y 
orientadores sobre la teoría y la terapia sistémicas. 
Heidelberg, mayo de 1992 Helm Stierlin 
Unas palabras de introducción 
Me sentí muy honrado y estuve encantado cuando Kur t Lude-
wig me invi tó a que le enviase unas líneas para su libro. No ocurre 
a menudo que unas ideas, su formación, la historia de su desarrollo 
y su t raducción a unas actuaciones responsables y a menudo vi tal-
mente decisivas -como las que alumbran en la presente obra 
acerca de la terapia s i s t émica - , sean capaces casi en cada página de 
inducir a la apertura de una conversac ión con el autor o con uno 
mismo. Desde hace medio siglo, cuando yo era joven, he v iv ido y 
compartido con un sentimiento de fascinación las grandes trans-
formaciones que se han dado en la imagen física del mundo: los re-
sultados sorprendentes de las teor ías de la relatividad, como la 
equivalencia de masa y energía o la curvatura de nuestro espacio, y 
las consecuencias de esos puntos de vista para la estructura y la his-
toria de nuestro universo; o los resultados, incomprensibles a p r i -
mera vista, del comportamiento caprichoso del mundo microscó-
pico, etc. 
Con fascinación y asombro parecidos contemplo hoy la enorme 
t ransformación espiritual, que afecta no tanto a nuestro conoci-
miento del mundo tísico cuanto a nuestro conocimiento (o ignoran-
cia) de cualquier t ipo de mundo. Efectivamente, cualquier paso, que 
el visitante da en su intento por verse y entenderse a sí mismo,puede hacer aflorar a la superficie lo insospechado desde las profun-
didades m á s hondas del ser humano. 
Q u é cambios tan sorprendentes para la teoría del conocimiento 
se derivan cuando, por ejemplo, tomamos en considerac ión no 
sólo el problema del aprendizaje de una disciplina particular, sino 
el propio aprendizaje como una disciplia per se, y se contrapone en-
tonces al problema del aprendizaje del aprender; o cuando se refle-
xiona sobre la conciencia de la conciencia, es decir, sobre la auto-
conciencia; o cuando se intenta penetrar en la amb igüedad del 
lenguaje, que unas veces se comporta como si hablase de objetos y 
otras como si hablase de sí mismo. 
Es el estudio explícito o impl íc i to de los conceptos que pueden 
aplicarse a sí mismos, que en ocasiones hasta se necesitan para 
existir, el estudio de los conceptos «de segundo o rden» que han 
abierto la puerta a una epistemología que, por una parte, deriva de 
la praxis de aquellos auxiliares profesionales que acuden en ayuda 
9 
I 'ñas palabras de introducción 
do los cspiritimlmcntc tocados y necesitados; y, por otra, refluye a 
esa praxis como hilo conductor y orientador. 
El presente libro es un ejemplo de ese proceso cíclico, en cada 
una de cuyas circunvoluciones se ahondan cada vez m á s las bases 
filosóficas. 
¿De qué tipo son esas cuestiones fundamentales, esas fuerzas 
impulsoras de la revolución actual de nuestro estilo de pensar? 
Aunque a primera vista parece como si tales cuestiones tuvie-
ran un origen diferente, yo veo algo c o m ú n a las mismas, a saber: el 
esfuerzo por liberarse de la milenaria doctrina del observador objc-
l ivo , solitario y aislado, que ni participa ni se deja impresionar o 
influir, y el esfuerzo por preguntarse: ¿Cuáles son en definitiva las 
característ icas de esc observador?, ¿a que se debe que unos le atri-
buyan una cosa y otros otra? M á s aún , ¿cómo se llega a esas atribu-
ciones? Lo c o m ú n en esos nuevos planteamientos lo veo yo en el 
rechazo de las perspectivas ontológicas. 
La ontología, como se sabe, es la ciencia, la teoría, el estudio del 
«ser» o, dicho de otro modo, la invest igación de « c ó m o es ello». 
Pero existe una amplia clase de f enómenos que on to lóg icamente 
son inexplicables, que son inaccesibles a la ontología. ¡Me gustaría 
complementar aqu í numerosos ejemplos de Ludewig! 
Desde una perspectiva ontológica nuestro ombligo carece de 
sentido: un adorno enigmát ico en un abdomen totalmente liso. 
Pero desde un punto de vista ontogenét ico el ombligo es una nece-
sidad: es la huella de nuestra formación y nacimiento. 
Visto déselo lu O I I I O I O K I I I , I I I I C N I I t t IciiHiiiijo carece ile N C M I K I O : un 
ruido y un cuchicheo monológico . Grandes especialistas han fijado 
reglas y leyes en tal ruido y cuchicheo; pero lo que ese ext raño com-
portamiento tiene que ver con el caso de que se trata, no pertenece 
evidentemente al tema ortodoxo. 
Pero ya Mar t in Buber dice en Das Problem des Menschen QQué 
es el hombre?): 
«Y el monólogo puede ciertamente disfrazarse de diálogo por un mo-
mento, y puede ciertamente un estrato desconocido de la mismidad hu-
mana tras otro responder a la interpelación interna, de modo que el hom-
bre hace de continuo nuevos descubrimientos y con ello puede figurarse 
10 
Unas palabras de introducción 
que realmente experimenta una "llamada" y una "escucha"; pero llega la 
hora de la suprema soledad desnuda, en que el mutismo del ser se hace 
inexpugnable y las categorías ontológicas ya no se dejan aplicar a la rea-
lidad.» 
Mas si volvemos a preguntar: «¿Qué es el lenguaje?», habría 
que saber ya la respuesta, pues de otro modo no habr ía sido posible 
preguntar. Es decir, sólo cabe esperar una respuesta cuando se en-
tra en el origen y génesis de la pregunta que supone lo dialógico. 
Por ello, en sus consideraciones del ser humano - o , para de-
cirlo mejor, en sus consideraciones para «llegar a-sci un hom-
b r e » - insiste Kurt Ludewig, no en reflejar un «yo» solitario en un 
solitario «tú», sino en buscar la raíz de la humanidad en un d iná-
mico «yo-tú», en el «nosotros». 
A diferencia de Descartes, quien en su «Cogito ergo sum» sólo 
se afirma a sí mismo, Ludewig señala el camino de la curación me-
diante una actitud de coexistencia, de convivencia, de conexión , de 
dialógica, de sistémica, etc.; mediante una actitud que, formulada 
brevemente, tal vez pudiera expresarse en un: 
«Cogitamus ergo su mus.» 
California, j u n i o de 1992 Heinz von Foerstcr 
P R Ó L O G O 
En las páginas que siguen describo las bases teór icas y el estado 
actual de un proyecto, puesto en marcha en 1978, con el que poder 
sondear las posibilidades terapéut icas del «pensamien to s is témico» 
en el campo psicosocial. En el Servicio para la juventud del Depar-
tamento de Psiquiatr ía infantil y juveni l de la clínica universitaria 
de Hamburgo-Eppendorf, fundado en 1974, h a b í a m o s experimen-
tado hasta entonces varios proyectos terapéut icos; pero buenos re-
sultados solo los h a b í a m o s obtenido por lo general en jóvenes (y en 
sus familias) « l igeramente per tu rbados» . 
Ante esa si tuación de fracaso empezamos a buscar otras formas 
de terapia. Y nos tropezamos entonces con el l ibro Paradoxon und 
Gegenparadoxon (Paradoja y contraparadoja) del equipo mi lanés 
que trabaja con M a r á Selvini Palazzoli. N o sólo presentaba un en-
foque nuevo y prometedor de la terapia para j óvenes «psicóticos», 
sino que p romet í a t ambién éxi tos ráp idos en otros pacientes «gra-
vemente per tu rbados» . El l ibro convenc ía a d e m á s por la claridad y 
elegancia de sus premisas «sis témicas» y de su metodología . Pronto 
empezamos a tratar a las familias de j óvenes psicóticos en equipo 
(im team) según el modelo mi lanés . Los resultados fueron tan i m -
presionantes, que elegimos ese enfoque terapéut ico como base de 
un grupo especial de trabajo y de un proyecto de invest igación, de 
cuyos resultados voy a informar aquí . 
Mientras que al principio sólo nos h a b í a m o s propuesto probar 
en la práctica el «mode lo mi lanés», en 1982 - y alentados por nues-
tros buenos resultados- empezamos a formular nuestra propia 
13 
Prologo 
cont r ibución a la fundamentac ión de la « terapia s is témica». De esa 
labor c o m ú n salió este libro, que representa nuestra concepción de 
las bases teóricas y prácticas del enfoque sis témico. 
Por «terapia s is témica» entiendo la or ientac ión de la praxis de 
acuerdo con una teoría s is temát ica y una teoría constructivista del 
conocimiento. Lo esencial es que ese trasfondo espiritual permite 
entender la terapia como una ayuda para personas autónomas, con 
vistas a hacer posible un camino ó p t i m o con un m í n i m o de inge-
rencia. 
Como el «enfoque s is témico» es relativamente nuevo, ilustro 
aqu í su trasfondo teórico para esclarecer los argumentos aducidos; 
pero discuto t amb ién las consecuencias práct icas , a fin de que el 
terapeuta pueda controlar y orientar adecuadamente su ac tuac ión . 
Presento a d e m á s unas primeras experiencias con la eva luac ión em-
pírica de esc enfoque. Así pues, m i libro no es ni un simple tratado 
teórico ni un mero «hilo conduc to r» para práct icos , sino m á s bien 
una síntesis monográfica de ambos aspectos. Para ponerlo de re-
lieve y para facilitar la or ientac ión, he a ñ a d i d o a cada apartado un 
breve « resumen» . 
14 
A C i R A D I C I M I H N I O S 
La idea y la concepción de este l ibro surgieron de un trabajo de 
a ñ o s y de la discusión con amigos y colegas: Rosemaric Schwarz y 
Rudol f D ú r r fueron miembros fundadores del grupo de trabajo 
mencionado en el prólogo, al que más tarde se agregaron Ludger 
Dickamp, Ulr ich Hausa y Hans Kowcrk. Tras fundar en Ham-
burgo en 1984 el «Ins t i tu to para estudios s is témicos», se sumaron 
los colaboradores de esta inst i tución. A todos ellos les estoy mucho 
m á s agradecido de cuanto puedo expresar aquí . 
Quiero manifestarasimismo mi gratitud: 
- a los estudiantes, que me apoyaron en la realización de los 
proyectos empí r icos ; 
- a mis padres espirituales Humberto Maturana y Heinz von 
Foerster, que con su amistad me alentaron en el trabajo; 
- al fascinante práct ico Steve de Shazer y al precursor de la te-
rapia sis témica, Harry Goolishian, quien para m i profundo pesar 
m u r i ó de repente en el o t o ñ o de 1991: ambos me permitieron parti-
cipar directamente en sus experiencias prácticas y en sus ideas; 
- a mis c o m p a ñ e r o s y colegas en la clínica, ellas y ellos, que du-
rante algún tiempo colaboraron con el grupo de trabajo, y especial-
mente a m i ex directora, señora Thea Schónfclder, que alentó gene-
rosamente nuestro trabajo, pese a que no adoptamos su estilo de 
trabajo ni las costumbres terapéut icas de la clínica; 
- a los colaboradores del Servicio infantil de nuestro Departa-
mento, que me permitieron concentrarme por algún tiempo en la 
redacc iór del l ibro. 
15 
111111111 
Aunidctmiicntos 
Al haber nacido y crecido en Chile, yo no domino el a lemán 
como un «nat ive speaker». De ahí mi especial agradecimiento a 
cuantos me han ayudado en la e laboración del texto. La primera re-
dacción la leyeron y corrigieron Roscmaric Schwarz, Ludger Dic-
kamp. Ulr ich Hausa y Ulr ich Wilken. Algunas partes del texto las 
revisaron Eva-Maria Spiller y Ursula Jaspersen (desde una pers-
pectiva «no-sis temica») , Axel Wrede en Bonn y Walter Schwertl en 
Francfort. Hans G ü n t e r H o l l ayudó , pese a su distanciamiento crí-
tico del tema, con gran e m p e ñ o en los preparativos de la publica-
ción. A todos ellos les agradezco no sólo las correcciones estilísticas 
sino t ambién los es t ímulos objetivos. 
Finalmente, querr ía expresar m i gratitud de todo corazón a m i 
mujer Raili y a mis hijos Sonia y Mat t i . Con su paciencia amorosa 
y con su discreción han hecho posible que yo pudiera soportar una 
«clausura» de m á s de dos años , elegida por mí mismo. A ellos les 
dedico este libro con amor. 
Hamburgo, o t o ñ o de 1991 
16 
WL WL BL HL H J H J H J H J Wt¡ 
i 
O R Í G E N E S 
1. Curar en el contexto 
En los dos siguientes apartados de este capí tu lo sondeo las raí-
ces de la terapia sis témica en la t radición cultural de la curación y 
en la historia de la psicología y de la psicoterapia. En ellos se mos-
trará que toda curación está firmemente anclada en la imagen que 
el hombre tiene de sí mismo y en su imagen del mundo, dicho bre-
vemente, en su forma de vida. Curac ión y cultura están en una re-
lación mutua y, dado que la evolución cultural es un proceso 
abierto, tampoco la teoría y la práctica de la curac ión pueden al-
canzar nunca un punto final definit ivo. 
La concepción sis témica de la terapia va asociada - c o m o cual-
quier o t r a - al estadio de la historia espiritual y social en cada mo-
mento. Por ello esbozo, a modo de in t roducción , el marco cultural 
en que el f enómeno social de la «curac ión» (Heilen) se presenta 
como una coevolución de pacientes y curadores. Sobre esa base de-
duzco los modelos mentales que desde la an t igüedad controlan la 
curac ión a partir de dos d i co tomías de la existencia humana: ser y 
llegar a \er, así como autonomía y heteronomia. 
17 
Orígenes 
/•„/ marco cultural 
( r evo luc ión ele sufrimiento y curación 
Para el « h o m b r e p r imi t ivo» todo sufrimiento era una fuente de 
desamparo impuesta por la misma naturaleza. Mas con el desarro-
llo de la autoconcicncia mediante el lenguaje y el pensamiento, ad-
qui r ió nuevas posibilidades de configurar su vida. Así lo confirma 
la paleopatología, una disciplina que se ocupa de las enfermedades 
prehistór icas . No sólo enseña que muchas dolencias actuales apare-
cieron hace ya milenios - y que por lo mismo se denominan impro-
piamente «enfermedades de la c iv i l i zac ión»- , sino que muestra 
asimismo c ó m o t ambién el hombre p r imi t ivo podía curar perfec-
tamente ciertas fracturas, por ejemplo.' Curar supone siempre la 
colaboración de otros: hombres y animales superiores tienen, pues, 
una tendencia, fundada en la empatia, a intervenir en ayuda del 
sufrimiento ajeno. En v i r tud de esa facultad pudo el hombre liberar-
se de considerar todo el sufrimiento como inevitable y descubr ió 
su potencial para controlar de manera consciente los procesos cor-
porales. Ante sus limitaciones dis t inguió entre sufrimiento «irre-
mediable» y sufrimiento «controlable». El «auxi l iador p r imi t ivo» 
debía conocer la naturaleza del padecimiento, para con tal conoci-
miento a c o m p a ñ a r e m p á t i c a m e n t e las enfermedades fatales y po-
der curar las que estaban a su alcance. 
Mientras las enfermedades se atribuyen a influjos «sobrena tu-
rales», no se da la diferenciación hoy casi generalizada entre facto-
res biológicos, sociales y ps íquicos: mediante la curación se pre-
tende restablecer sobre todo el equil ibrio entre el paciente, su 
entorno y lo sobrenatural. 2 Así, por ejemplo, los mapuches, una 
tribu india «pr imi t iva» del sur de Chile, atribuyen las enfermeda-
des a la in tervención de espí r i tus errantes en la vida de los hom-
bres. De ahí que el ejercicio del arte de la curación incumba a los 
hombres - y más aún a las mujeres (machi)-, que tienen un acceso 
1 VCHNC I Uoiiaftiir. «Die l'aUopathologie», en R. Tocllncr (edil ), lllustrlrnr (irwhit htc «Vi 
Medizin. vol 1. Sal/hurgo IMRfi. p 19-47. 
2 VCiisc. por rirniplo, W S, limulliftiiri. Pwthoihnitpir. ¡hr H'rir vtm ttri MtiKf " n\> <i 
athuft, Munich 14/1. tmd IHM l'\t(<itritiptu, Plaza & Janes, Barcelona 197} 
18 
Curar en el contexto 
privilegiado al mundo de los espír i tus y que son capaces de m o v i l i -
zar la fuerza del bien contra el mal. Sin embargo, sus rituales cura-
tivos no se l imi tan a plegarias individuales y a la aplicación de 
hierbas curativas «buenas» , sino que incorporan t ambién a la fami-
lia a sus procedimientos ceremoniales.' 
Las culturas antiguas de China, la India y Mesopotamia apoya-
ban ya su arte curativo en procesos orgánicos y, jun to a los rituales 
mágicos , utilizaron también procedimientos relacionados directa-
mente con el cuerpo. Así, en todo el á m b i t o cultural indoeuropeo 
se distinguieron en principio tres medios curativos: cuchillos (ciru-
gía), plantas (medicac ión) y palabra o fórmula sagrada (conjuro, r i -
tual mágico, en la concepción actual: psicoterapia). 4 Con esa tradi-
ción temprana pudieron enlazar la ciencia y el arte curativos de la 
an t igüedad griega. 
Desde el siglo v n a.C. empezaron en Grecia los filósofos (de Ta-
les a Dcmócr i t o ) a superar el empirismo ingenuo de las épocas pre-
cedentes y a dar a la medicina una base conceptual. Con el cre-
ciente desarrollo de la ciencia de la naturaleza a partir del siglo v i lo 
mí t ico y lo racional, aspectos originariamente asociados de un 
todo, fueron separándose cada vez más : muchos expertos en cura-
ciones acentuaron el primado de lo mít ico , manteniendo los arca-
nos religiosos, mientras que otros se aplicaron a la invest igación 
empí r i ca del cuerpo. De la unidad de soma y psique se or iginó una 
oposic ión irreconciliable. 
Como el historiador Baissette ha mostrado, fue Herácl i to el pr i -
mero en dar a la medicina nuevas bases conceptuales, con las que 
pudo desarrollar una metodología fundamentada.' En vir tud de su 
dialéctica se le abr ió a la medicina un camino para establecer una 
mutua relación constitutiva entre lo orgánico y lo físico, la materia 
animada y la inerte, el proceso y la estructura. Empezaba con ello 
una t radic ión poderosa de la invest igación empír ica . Se buscaron 
las causas de la enfermedad y las posibilidades de curación en el 
3. Véase ) Bengoa. Iliitoria drlpueblo mapuche. Santiago «le Chile I9H V asimismo K I udewig. 
«Schrilte in die Vergangenheit». en tamiliendynamik 14 (1989). p. 163-177 
4 Según Baissette. «Die Medi/in bei den Oriechen». en Toellncr. op cu., p 179-299, esos tres 
medio» son lasformas fundamentales de ruiación vn n i Asclrpio y en la nntígua medicina irania. 
5. Baisaette, op. cu. 
19 
Orinen*** 
propio enfermo, de modo que la influencia de lo sobrenatural pasó 
a un segundo plano, aunque sin desaparecer por completo. 
Roles complementarios 
Con la apar ic ión de m é t o d o s cada vez m á s apropiados para 
aminorar el sufrimiento o para eliminarlo, t ambién el conocimien-
to correspondiente se convi r t ió en una especialidad, y la capacidad 
de disponer del mismo q u e d ó en manos de unos pocos expertos. 
Con lo cual el arte de curar adqu i r i ó el significado e importancia de 
un rol social a u t ó n o m o . Para los pacientes, a quienes cor respondía 
la parte complementaria, los procedimientos resultaban cada vez 
más confusos: en la medida en que eran profanos, ya no pod ían 
comprobar por sí mismos lo que ocurr ía con ellos. 
Tampoco aquellas instancias sociales (legisladores, tribunales, 
etc.), ante las que tenían que responder los terapeutas, pudieron ya 
ejercer los controles de su propia competencia y hubieron de aban-
donarse al ethos y al autocontrol voluntario del gremio de los cu-
randeros. 
Este nuevo rol de los sanadores p rovocó expectativas ambiva-
lentes en los enfermos. Por una parte, les aseguraban el poder ne-
cesario (en el sentido de capacidad de disponer) para poder ven-
cer el suIiinueiHo, a la vez que les otorgaban un alto status social. 
Por otra, todo ello iba a c o m p a ñ a d o de la profunda desconfianza 
que inevitablemente genera la dependencia. A esa posición ambi-
gua hay que atribuir sin duda el que determinados curanderos 
cayeran en desgracia, siendo separados de la comunidad y hasta 
perseguidos. Así la Inquis ic ión d e n o s t ó como «profanadores de 
cadáveres» a los anatomistas e hizo quemar como herejes a los 
médicos caídos en desgracia. Por ello nada tiene de ex t r año que 
los profesionales de la medicina se esforzasen siempre en demos-
trar su credibilidad para ser aceptados socialmente y conservar su 
status. 
Quien trabaja como sanador cumple en principio un encargo 
social contradictorio: tiene que contribuir al progreso de la ciencia 
de la curación y, al tiempo, tiene que continuar siendo controlable. 
20 
(unir rn el contexto 
El cometido de los profesionales de la medicina puede resumirse 
en estos té rminos : ¡Curad cada vez mejor, pero que se os entienda 
siempre! 
Este cometido, complejo y casi paradój ico, sólo puede cum-
plirse si se desarrollan unos m é t o d o s de tratamiento cada vez m á s 
especiales c incomprensibles para los profanos, sin llegar a una 
desapar ic ión de la confianza. El arte de la curación se balancea así 
entre progreso y preservación, entre innovac ión y t radic ión. Si 
prevalece lo nuevo, lo que se da por vez primera, se cierne la ame-
naza del desprecio y del castigo (en otros tiempos incluso la muer-
te); si, por el contrario, es lo antiguo y conocido lo que ocupa el p r i -
mer plano, la consecuencia puede ser una pérdida de la confianza 
y del status social. Para poder convencer, el arte de la curac ión 
tiene que acomodarse al «espíri tu de la época», aunque al mismo 
tiempo tiene que superarlo, pues siempre reclama mejores resul-
tados. La historia de la curación discurre - como la historia de la 
b ru j e r í a - por un campo de tensiones entre lo que se practicaba 
antiguamente y lo nuevo. 6 
A las expectativas cifradas en los curanderos -para mantener-
las y fomentarlas- responde dentro de su propio sistema la d i v i -
sión en un bando progresista y en otro conservador. Esc cisma 
tiene Higo dr Ir i inqui l i /odor puru Ion e/ifennou, por < uuiiio «V* ga-
rantiza que se tienen en cuenta sus intereses contradictorios. De 
ese modo pueden identificarse con el sistema general y mantener 
dentro de ciertos l ímites su temor al poder de los médicos : frente 
al conflicto interno se impone confiar en los autocontroles del 
sistema. 
En v i r tud de esa a u t o d i n á m i c a reguladora del sistema, el es-
cepticismo frente a lo nuevo viene a ser una de sus característ icas 
m á s importantes. Esto resulta evidente en buena medida en los 
esfuerzos tradicionalmente importantes por conseguir unos proce-
dimientos de examen que sean eficientes. Ya desde la an t igüedad 
griega los médicos adquieren conocimientos relevantes en la i n -
vestigación de la naturaleza, con vistas a garantizar su credibil i-
dad. Por lo d e m á s , eso no sólo les procuró ventajas, puesto que 
6. Víate H.H. Duerr, Traumirit. Francfort del M IMK.V 
21 
Orígenes 
desde entonces t ambién tuvieron que demostrar en sus propios 
procedimientos la validez objetiva de las leyes de la naturaleza. 
La «lógica del sufr imiento» 
En las sociedades modernas el arte de la curac ión se estableció 
como una ciencia y desarrol ló unas teor ías ambiciosas, j un to a las 
correspondientes pruebas de eficacia. Hasta el presente, sin em-
bargo, ninguna invest igación de las bases ha conseguido eliminar 
todas las contradicciones internas entre los diferentes enfoques, ni 
desarraigar los rudimentos de unas práct icas curativas «pr imi -
t ivas». 
Cuando el pensamiento científico -natural y cuantificador- al-
canzó su punto culminante en el materialismo del siglo X I X , tam-
bién el cuerpo, sus órganos y sus funciones ocuparon el centro de 
interés. La medicina se some t ió al postulado de la objetividad y 
e m p e z ó a considerar su objeto ~el hombre enfermo- de conformi-
dad con el modelo dominante: como un sistema mecánico . Con 
ello la subjetividad y la capacidad de emoc ión de su «objeto» - y 
del propio m é d i c o - se convirt ieron en factores distorsionantes. 
Una ciencia de la curac ión de concepción mecanicista tenía que 
desarrollar unos procedimientos que pudieran aplicarse con inde-
pendencia de los participantes; de otro modo no podían conside-
rarse objetivos. Ten ían que excluirse ciertos imponderables, como 
la intuición o el carisma del m é d i c o o la capacidad del enfermo 
para sugestionarse, los «efectos p lacebo» y los aspectos subjetiva-
mente emocionales de la in teracc ión social entre ambos. La rela-
ción médico-paciente amenazaba con «trivial izarsc». ' 
El carácter científico que a d q u i r i ó la curación chocó con un es-
cepticismo profundo en los enfermos. Sólo así se puede explicar 
que, al lado de los médicos oficialmente reconocidos, apareciesen 
numerosos practicantes de la medicina -como los naturalistas, por 
ejemplo-. Se pone así de manifiesto una peculiaridad de la ciencia 
7. Heinz von hoerster define la «trivialidad» como característica de unos procesos monótonos 
sin cambio eslructural. por ejemplo en el simple inpul-oulput, víase Sichl uml Eiiuichl, Brunswick 19KV 
22 
Curar en el contexto 
de la curación, mucho menos acentuada en o l í a s disciplinas c ien-
tíficas: los nuevos conocimientos y m é t o d o s no eliminan irreme-
diablemente los antiguos. La presión emocional del sufrimiento 
no puede aminorarse apelando simplemente a la cons iderac ión 
racional; aunque sólo sea porque los procedimientos racionales si-
guen siendo ineficaces y hasta absurdos en el caso individual y 
concreto. 
El sufrimiento y la curac ión obedecen a la compleja d inámica 
de la esperanza, del miedo y de la inseguridad, que escapa a cual-
quier explicación puramente racional: la esperanza «irracional» en 
la curac ión no tiene por qué transformarse inmediatamente en re-
signación, cuando se han agotado todas las posibilidades raciona-
les. Mas para poder tranquilizar realmente, algún instrumento te-
rapéut ico tiene que dar pie a la seguridad y a la confianza. De lo 
contrario, los enfermos se vuelven a las alternativas « m á s irracio-
nales». La esperanza - como lucha contra la r e s ignac ión- es tan de-
cisiva, que en aras de la misma a menudo hasta se traspasan las 
fronteras de culturas y tradiciones: la machi de los mapuches en 
caso de necesidad se hace recetar ant ib ió t icos por el méd ico de la 
ciudad, y algunos médicos occidentales acuden aveces personal-
mente al curandero o le mandan algunos pacientes. 
La medicina obedece, pues, a una d inámica social, en la que set 
manifiestan unas expectativas cambiantes y contradictorias. Pero 
hasta hoy ni satisface su ideal científ ico-natural ni sustituye todos 
los procedimientos curativos «acientíficos» que existen a su lado." 
En esa doble deficiencia con t inúa abierta la profunda sima entre 
sufrimiento y curación. La d i n á m i c a del sufrimiento (y de la espe-
ranza) a pesar de la racionalidad responde a una «lógica» pluriva-
lente, de manera que los pacientes sólo pueden cumplir su come-
tido social si mantienen un equil ibrio permanente entre avance y 
preservación. A ello contribuye un ethos profesional que se oriente 
por la sensibilidad de los enfermos. Los médicos tienen desde luego 
que convencer y orientar, por ello deben adaptar su manera de pen-
sar a la norma vigente. Mas si olvidan esa conexión, se convierten 
8. El crítico social 1 lllich niega incluso su éxito a la medicina moderna y aboga por cambiar la 
asistencia médico-técnica de la enfermedad por una asistencia de salud digna del hombre; véase Die 
Nrmnn drr Meiii.tn. Rcinbek 1977, trad casi.: Mmrxi* mtdka. Banal Editores. Barcelona 1975. 
23 
Orígenes 
en víc t imas de las propias instituciones y sucumben a la « tentación 
de seguridad» ' , que esbozo ampliamente m á s adelante. 
Cada época necesita unos modelos de curac ión , que responden 
a su au toconcepc ión histórica, pero que al mismo tiempo prome-
ten saltar en el ahora las fronteras del tiempo. Dicha autoconcep-
ción está anclada en las ideas principales, que el espíri tu humano 
crea con vistas a su or ientac ión. Vamos, pues, a considerar algunos 
de los motivos importantes que marcan nuestro pensamiento. 
El marco espiritual 
Toda la historia del espír i tu es una lucha constante con opues-
tos, que el pensamiento produce en la mutua interacción de pre-
gunta y respuesta de cara al logro del conocimiento. Así describía 
el mundo como una unidad de opuestos el filósofo Herácl i to , que 
equiparaba pensamiento y dialéctica. En época reciente algunos 
pensadores, como Gregory Bateson, enseñan que todo conoci-
miento nace de la dis t inción: lo que no se puede distinguir o dife-
renciar, tampoco se puede pensar. Niklas Luhmann formula d i -
cha idea en estos té rminos : «La experiencia diferenciadora es la 
condic ión que hace posible la adquis ic ión y e laboración de infor-
maciones.» 1 " Para Luhmann la ciencia no tiene que reflejar sim-
plemente algo, sino que t a m b i é n ha de organizar la experiencia 
diferenciadora y por ende la ob tenc ión de informaciones: todas 
las teorías se apoyan en «diferencias característ icas» (Leitdifferen-
zen), que controlan el proceso cognitivo (por ejemplo: en la teoría 
evolucionista la «var iac ión/se lecc ión», en la teoría s is témica «sis-
t ema /en to rno») . 
En el caso de sufrimiento y curac ión ambos conceptos consti-
tuyen ya por sí solos una diferencia característica, que marca 
nuestras teorías médicas ; pero ambos aspectos exigen una diferen-
ciación ulterior, que se orienta a su vez por la ac tuac ión social. En 
9. Véase H.R Maturana y F. Várela, Der fíaum der Erkenntnis, Bcrna-Múnich-Viena 1987; trad. 
cast.: F.l árbol del nmn-imienin, Editorial Ochate, Madrid 1990. 
10. N luhmann, Salíale Systeme. (irundriss elner allfiemetnen Iheorle. Francfort del M. 1984, 
p.14; trad. cast.: Sociedad y sistema, Paidós Ibérica, Barcelona 1990. 
24 
Curar en el contexto 
este sentido distinguimos nosotros entre ciencia curativa y arte de 
la curación (Heilkunde/Heilkunst), cargando pues los acentos teó-
ricos y práct icos. Los conceptos definen: 
- salud y enfermedad y derivan esos conceptos de la imagen del 
hombre en cada momento; y 
- el concepto de una interacción humana especial, con la que se 
aspira a ejercer una influencia curativa sobre otros. 
Asociando en ambos campos binomios conceptuales, como es-
tructura y proceso, salud y sanación, esencia y manifes tac ión, sus-
tancia y accidente, contenido y contexto, se derivan dos diferencias 
caracterís t icas fundamentales, que rigen nuestro conocimiento en 
el campo de la curación: S E R / L L E G A R A S E R y A U T O N O M Í A / H E T E R O -
N O M I A . La primera subyace en nuestra concepción del hombre y de 
la naturaleza, marcando consecuentemente la frontera entre salud 
y enfermedad. Y abarca así todos los conceptos y objetivos de la sa-
nación en la ciencia curativa. La segunda define el marco de la inte-
racción humana, y en concreto la que se da entre méd ico y en-
fermo, por lo que t ambién afecta a los m é t o d o s del arte de la 
curación. 
Tales característ icas encuentran una primera configuración re-
flexiva en la an t igüedad griega. Constituyen el marco espiritual 
para delimitar conceptualmente salud y enfermedad y para estable-
cer en consecuencia los objetivos y m é t o d o s de la curación. Funda-
mentalmente las diferencias caracterís t icas ser/llegar a ser y auto-
n o m í a / h e t e r o n o m i a se dejan sentir en el establecimiento de 
objetivos y m é t o d o s en estos té rminos : 
Objetivo de la curación: de acuerdo con la imagen del hombre se 
derivan unas concepciones radicalmente distintas de salud y enfer-
medad. Si se entiende el ser humano como una idea genérica, inde-
pendiente del individuo y del cambio, la salud se impone como 
una norma vinculante. Si, por el contrario, el ser del hombre se en-
tiende como algo individual y cambiante, la «salud» designa un es-
tadio efectivo de evolución. Consecuentemente, la enfermedad o es 
una desviación del ideal o es una fase transitoria del proceso vi tal 
de la persona. Y con la curación se persigue o el restablecimiento 
del ideal o el paso a otra fase del proceso vital del individuo. 
Métodos de curación: todos los mé todos curativos se derivan 
25 
Orígenes 
del objetivo de la curación. Pero en principio al hombre se le puede 
entender como un ser a u t ó n o m o o como un ser h e t e r ó n o m o . En el 
primer caso se puede procurar a lo sumo la curac ión , en el segundo 
el enfermo depende de la ayuda ajena. El méd ico o bien tiene que 
contentarse con un rol de comparsa, o bien está autorizado y hasta 
obligado a procurar la sanación . Por otra parte, la diferencia auto-
n o m í a / h e t e r o n o m i a gobierna su interacción con el enfermo, i n -
cluso en el sentido de la actitud ética. El méd ico o es un interlocu-
tor del enfermo con los mismos derechos, un interlocutor que 
quiere cooperar brindando sus conocimientos y su experiencia; o 
acen túa su superioridad, y ac túa y ejerce un poder en v i r tud de su 
«supcrion> conocimiento, imponiendo unilatcralmcnte medidas, 
que hasta pueden ir en contra de la voluntad del enfermo. 
La historia de la curac ión se presenta -hasta la psicoterapia ac-
t u a l - como una oscilación permanente entre ambos polos. Sabe-
mos que todas las formas moderadas intermedias pudieron ser sa-
ludables, mientras que la incl inación a los extremos produjo a 
menudo m é t o d o s que eran indignos del hombre. Fue especial-
mente el afán de certeza, en el que se perfilan todas Ins nltcrnntivns 
imaginables, lo que hizo que las medidas de carácter méd ico llega-
sen hasta el campo de lo cruel. Mas cuando éstas consiguen fijar el 
intercambio o la complementariedad de los opuestos, la mayor ía 
de las veces satisfacían t amb ién la exigencia de conciliar lo nuevo 
con lo viejo, lo general con lo particular. 
La diferencia ser/llegar a ser 
El problema del ser y del llegar a ser (Sein/Werderi) nace con el 
«descubr imien to del esp í r i tu»" como cristalización del pensa-
miento conceptual. A todos los pensadores presocrát icos les preo-
cupó la cuest ión de qué podr ía ser lo uno, lo permanente en el cam-
bio y en la pluralidad. Herácl i to y Pa rmén ides formularon las 
posiciones extremas creando así el marco. Ambos fueron pensado-
11. Víase B. Snell, Die Entdeckung des (ieistes. Sludien zur Entslehungdes europaischen Den-
kens bei den Griechen. Hamburso 1948. 
26 
Curar en el contexto 
res radicales, por cuanto acentuaron la incapacidad de los concep-
tos: Herác l i to c a m b i ó el tema de la diferencia en todas las formas 
del decir, a la vez que expuso c ó m o los conceptos enredados en el 
fieri fracasan necesariamente en el problema del ser. Pa rmén ides , 
por el contrario, r ec l amó la diferencia en todo el mostrar, la contra-
dicción del concepto deber ía señalar la unidad del ser. 
Herácl i to revist ió la cont radicc ión del concepto con la metáfora 
del cambio: todo fluye, nadie se baña dos veces en la misma co-
rriente. Por doquier prevalecen los opuestos, que empujan incesan-
temente el proceso del fieri; entendida como unidad, la constancia 
es tan ilusoria como el llegar-a-ser. Pa rmén ides rechazó en cambio 
cualquier alternativa al ser como conccptualmcntc insostenible. 
Para él la unidad del ser estaba por encima del fieri y de la diferen-
cia; todo cambio era aparente, pues negaría el ser y con ello priva-
ría de su base al pensamiento conceptual. 
Pla tón y Aristóteles han marcado el curso posterior de la histo-
ria del pensamiento al intentar resolver la oposic ión de ambas pos-
turas. En su fase creativa media, con la que a menudo es identifi-
cado. Platón superó la oposic ión entre ser y llegar-a-ser (entre 
identidad y cambio) mediante una concepción «jerárquica». El ser 
verdadero c inmutable de la idea trasciende lo individual , lo que 
aparece a los sentidos. Las cosas individuales perceptibles por los 
sentidos y nuestros mismos órganos sensoriales cambian de conti-
nuo. Por ello no tenemos ningún acceso directo al ser de las cosas y 
hemos de desconfiar de nuestras experiencias. Las «ideas» se nos 
desvelan sólo en la reflexión autocrí t ica: a la cosa individual y mu-
table, es decir, al mundo empí r i co del fieri, sólo le conviene un ver-
dadero ser en la medida en que participa de lo universal. 
Aristóteles se cen t ró en el mundo empí r i co y contrapuso al dua-
lismo «vertical» de Pla tón un dualismo «hor izonta l» de materia y 
forma. Las cosas concretas, materiales y espirituales, aspiran en un 
múl t ip le encadenamiento a la perfección (entelequia) que subyace 
en ellas. La materia, en tanto que lo informe subyacente, encuentra 
su configuración en la forma. La materia es pura posibilidad, es la 
cosa potencial, que mediante la información se actualiza con unas 
propiedades determinadas. Todo ente se forma mediante el fieri y 
pierde su forma con la desapar ic ión o la muerte. Mediante la i n -
27 
Orígenes 
formación, o adquis ic ión de la forma, todas las cosas adquieren 
sus propiedades esenciales, como son el sentido y la finalidad, por 
ejemplo. Lo universal o general se actualiza siempre en lo particu-
lar; de ahí que resulte accesible mediante una invest igación e m p í -
rica de lo individual . El ser es una potencia actualizada o la reali-
zación de lo posible: el ser se manifiesta en el fieri, en el 
llegar-a-scr. 
Como Aristóteles fue disc ípulo de Pla tón y los enfoques de am-
bos presentan muchas semejanzas por la época que les tocó v iv i r , 
sus sucesores han acentuado en parte lo c o m ú n y en parte lo dife-
rente. En las páginas que siguen a m í me interesa primordialmente 
la diferencia entre las orientaciones «vert ical» y «hor izonta l» del 
pensamiento; una oposic ión que se ha dejado sentir persistente-
mente en la t radic ión occidental. 
Designo como «vertical» un pensamiento que se orienta deduc-
tivamente por la diferencia «arr iba/abajo», y que distingue entre 
ser o esencia (verdad, idea, concepto) y manifes tac ión (lo i n d i v i -
dual, el empirismo). Por contra, «hor izonta l» es lo que se caracte-
riza por la diferencia «csto/aqucl lo» y abstrae la verdad de unos 
conceptos generales de las cosas particulares por inducc ión . 
La influencia de ambas posturas de cara a la curación puede re-
sumirse en los t é rminos siguientes: 
Concepción vertical: la curac ión tiene que orientarse de una ma-
nera total y unitaria, no puede centrarse ú n i c a m e n t e en determina-
dos aspectos. El arte de la curac ión es una ac tuac ión estética, que 
tiende a recuperar la a r m o n í a interna y externa. Tiene que aspirar 
a d e m á s a una profilaxis adecuada al ser del hombre y encontrar los 
caminos apropiados para fomentar la salud. Mediante el autocono-
cimiento y un gradual cambio de vida, el enfermo recupera la ar-
mon ía de una vida buena y regular (la salud). 1 2 
Concepción horizontal: la curac ión tiene que atenerse al marco 
de lo que en cada caso es factible y ha de ayudar al enfermo para 
que consiga un estado adecuado de relativa salud. Estar «sano» re-
mite siempre al individuo y a su medio ambiente, no es pues algo 
12. Fjle principio de la «medicina naturista» marea también el enfoque de la Organi7aciftn Mun-
dial de la Salud (OMS). que define la salud como el bienestar completo, y no simplemente como lo con-
trarío a la enfermedad. 
28 
Curar en el contexto 
absoluto. Todas las medidas arrancan del caso concreto y, a t ravés 
de la funcionalidad general del organismo, enriquecen el conoci-
miento acerca de los puntos de vista conseguidos. 
Desde una perspectiva «vert ical» cada tratamiento persigue un 
estado ideal. Y todas las formas de enfermedad, deficiencia o défi-
cit equivalen a una desviación. Frente a una enfermedad hay que 
restablecer la a r m o n í a perdida de las partes, eliminando los facto-
res pa tógenos . En las carencias o déficits, la curac ión tiene que 
equilibrar, ya sea mediante un sustitutivo (prótesis) , una educación 
en el á m b i t o de la conducta (dista, psicopedagogía) o mediante in -
tervenciones en los factores medioambientales (higiene). El proce-
der del méd ico está regido por unas normas y tiene que restablecer 
los valores vinculantes de las mismas; de ah í que sea «guard ián» y 
«educador» . 
En una perspectiva «hor izonta l» , el medico interpreta el estado 
actual del enfermo ante todo de acuerdo con los conocimientos que 
obtiene a t ravés de una reconstrucción biográfica del individuo 
para, a partir de los mismos, sacar conclusiones generales. De ahí 
se deriva siempre el objetivo del tratamiento (referido al caso con-
creto), que ha de acomodarse de continuo en su curso posterior a 
las posibilidades del enfermo. Así pues, el méd ico elige sus obje-
tivos terapéut icos como « i n v e s t i g a d o r y como « a c o m p a ñ a n t e » a 
la vez. 
La diferencia esencial de a u t o n o m í a / h e t e r o n o m i a 
La segunda or ientac ión esencial del hecho de curar rige la inte-
racción entre m é d i c o y paciente. Marca la actitud del médico hacia 
el enfermo y legitima así la práctica correcta de la curación. Y en 
concreto se derivan las situaciones o cuadros siguientes: 
Heteronomia. Si al hombre se le entiende como un ser he teró-
nomo, que sólo «part icipa» en la esencia del hombre, el individuo 
pasa a ser alguien imperfecto y necesitado de ayuda ajena. Pero al 
ideal de perfección sólo se puede aspirar mediante una forma de 
vida que satisfaga las pautas de la comunidad. Ésta obliga al indi -
viduo, si el caso lo requiere mediante el empleo del poder y del 
29 
Orígenes 
control, a que se doblegue al ideal. En ese sentido la curación sirve 
al objetivo social de devolver al enfermo al estado ideal -que es la 
salud considerada como el b ien- . Del méd ico se espera que subor-
dine a ese objetivo las medidas de su tratamiento. 
Autonomía. Si al ind iv iduo se le considera fundamentalmente 
como un todo a u t ó n o m o , quiere decirse que los hombres realizan 
sus posibilidades individuales en c o m u n i ó n con otros. Por ello, el 
méd ico no está autorizado a la apl icación de medidas externas: 
toda curación se realiza entre personas a u t ó n o m a s , independien-
tes, con iguales derechos, y es por lo mismo cooperac ión o «ayuda 
a la au toayuda» . Las medidas y los objetivos los fijan siempre en 
c o m ú n los interesados.La tensión entre a u t o n o m í a y heteronomia influye en todos los 
campos de la práct ica vi ta l humana, especialmente en la ciencia y 
en la política. Cierto que en la esfera existencial de la curac ión se 
han derivado de ambas orientaciones fundamentales unas teor ías y 
unos m é t o d o s provechosos; pero todo ello con diferentes conse-
cuencias éticas. En una actitud rígidamente dogmát ica , la afinidad 
a uno de los dos extremos o bien legitima una muestra del general 
«laisser-faire» del «co laborador» impotente, a quien le faltan pau-
tas y modelos y que se identifica con cada individuo, o bien la acti-
tud de un «sector» autoritario, que sacrifica lo individual a la 
norma. 
Una controversia antigua 
Ambas posiciones y sus consecuencias práct icas pueden ya re-
conocerse en algunas escuelas influyentes de la an t igüedad griega: 
los grupos médicos rivales de Cnidos y de Cos sostenían unos pun-
tos de vista - t o d a v í a hoy actuales-, que a pesar de sus diferencias 
básicas continuaron siendo reconocidos y aceptados con gran 
éxi to ." En tales enfoques reconocemos nosotros unas orientaciones 
básicas de la ciencia de la curac ión , que también se han dejado sen-
13. Víase Baissette, op cit.. L. Bourgey y M. Martiny, «Hippokrates uncí die griechijche Medizin 
des klassischen Zeitalters», en Toellner, op. cit., p. 301-349. 
i 
i 30 
Curar en el contexto 
t i r en la psicoterapia. Nos enseñan a d e m á s que toda especializa-
ción exagerada conduce al dogmatismo, perdiendo por lo mismo 
relevancia. 
Los representantes de la escuela de Cnidos redactaban sus escri-
tos en una «labor de equ ipo» , por lo que sus nombres cayeron en el 
o lvido. Los historiadores de la medicina los describen como practi-
cantes eruditos, volcados en una ayuda desinteresada. Deben de 
haber tenido conciencia de las limitaciones de su arte, otorgando 
gran valor a la d o c u m e n t a c i ó n exacta de los estados patógenos . 
Orientados primordialmente a la práctica, fueron cirujanos muy 
meritorios y descubrieron m é t o d o s de diagnóst ico como la auscul-
tación. 
La s is temat ización de sus conocimientos, sin embargo, conti-
n u ó siendo rudimentaria, y en las medidas curativas no llegaron 
m á s allá de recetas sencillas. Como empiristas aficionados a los de-
talles dejaron de lado el cuadro general tratando por separado cada 
uno de los s ín tomas . Desde una perspectiva histórica hay que decir 
que su mentalidad fue v íc t ima de su estrecha aspi rac ión analí t ica: 
literalmente quedaron enredados en los detalles. 
M á s conocidos nos son los médicos de la escuela de Cos, gracias 
especialmente a Hipócra tes . Rechazaban ca tegór icamente la medi-
cina de Cnidos, criticaban su fundamentac ión teórica como super-
ficial y puramente descriptiva, fustigando sus procedimientos cu-
rativos como caprichosos y hasta perjudiciales. 
Hipócra tes dio a la medicina una teoría comprobable, por 
cuanto s in tonizó los m é t o d o s de la misma con la imagen del hom-
bre de su tiempo. Cierto que el méd ico tenía que comprobar des-
viaciones respecto del estado de plena salud, pero al propio tiempo 
debía tener en cuenta la especial s i tuación del enfermo, respetando 
al indiv iduo y a sus s ín tomas sin perder de vista el ser del hombre y 
de la enfermedad. El méd ico debía incorporar a d e m á s todo el en-
torno del enfermo. Con ello defendía Hipócrates una medicina 
unitaria, que había de conciliar el pensamiento crít ico con la obser-
vación exacta y orientar la teoría a la práctica. Por ello no es de ex-
t rañar que tanto Platón como Aristóteles proclamasen su respeto 
por Hipócra tes . 
A diferencia de los médicos clasificadores de Cnidos, los practi-
31 
Orígenes 
cantes de la medicina de Cos trataban con mayor flexibilidad los 
datos de la anamnesis y del d iagnóst ico . Se rechazaban los p ronós -
ticos precipitados, toda vez que cada afección se presenta de forma 
distinta en cada caso concreto. Los medicamentos se suministra-
ban con gran parsimonia por miedo a las enfermedades ia t rogéni-
cas. Destacan los historiadores de la medicina que Hipóc ra t e s 
nunca calificó a sus enfermos de «pacientes», sino simplemente de 
«personas débiles». De la escuela de Cos derivan las siguientes m á -
ximas: 
«La naturaleza es el mejor médico. 
El arte de la medicina media entre la enfermedad, el enfermo y el médico. 
Quien desprecia lo conseguido y sólo valora lo nuevo, se engaña a sí 
mismo y a los demás.» 1 4 
Mientras que en Cnidos se observaban los distintos s í n t o m a s 
con exactitud cada vez mayor y se subordinaban a unas categorías 
analí t icas separadas, la escuela de Cos perseguía un equil ibrio entre 
teoría y práctica. Esto influyó sin duda de forma duradera en el 
desarrollo ulterior de la medicina; pero t ambién es cierto que dicha 
doctrina se anqu i losó en un « d o g m a t i s m o » que se dejó sentir hasta 
los ú l t imos siglos. Por ejemplo, una dogmatizada «doc t r ina de los 
humores» dio pie a práct icas lamentables como la sangría, que 
precisamente por el montaje teatral con que se realizaba- no po-
cas veces conduc ía a la muerte de los enfermos. 
Hemos de advertir que en la an t igüedad helena, a d e m á s de esas 
dos grandes escuelas, hubo otras corrientes, entre las que figuraban 
los médicos «teóricos» y los «religiosos». Se ejercitaban en una es-
peculación racional-deductiva o conjuraban unas fuerzas misterio-
sas, y aplicaban los procedimientos curativos resultantes a unos 
procedimientos ritualistas. En el campo del arte curativo prevale-
ció una pluralidad tan grande, que también aqu í hemos de asentir a 
la afirmación de Paul Vulery. de que los griegos hubr ían dicho ya 
todo lo esencial: dejando de lado numerosos detalles, apenas se ha 
añad ido algo nuevo desde entonces. Dado que en todo arte de la 
14. Véase H. Glaser. Das fíenken in der Medizin, Berlín 1967. 
32 
Curar en el contexto 
curación se ventilan t ambién algunas cuestiones fundamentales 
de la existencia humana, no parece que las soluciones, pese a la 
gran pluralidad de formas, permitan un progreso rectil íneo. Tal 
vez tengamos que contentarnos con el hecho de que curar como 
respuesta al miedo, a la inseguridad y a la esperanza fundamenta-
les del hombre- no puede dar origen a ninguna solución vincu-
lante. 
Resumen 
Como conclusión me gustaría resumir en un esquema las 
ideas básicas que orientan el hecho de curar. Para ello me sirvo 
de las citadas diferencias básicas ser/1 legar-a-ser y a u t o n o m í a / h c -
teronomia como de las coordenadas de un ficticio espacio bidi -
mensional. El eje vertical pasa por los objetivos del que cura, y 
el vertical por sus conceptos de interacción (véase la figura I ) . 
Las orientaciones que se encuentran encima del eje horizontal se 
refieren a la estructura y apuntan al restablecimiento del estado 
de cosas normal {reparación), mientras que las que aparecen de-
bajo del mismo acen túan el proceso vital del indiv iduo y apun-
tan hacia la t ransición a un estado alternativo (corrección). Los 
conceptos de in tervención, a la izquierda del eje vertical, hacen 
h incapié en el tratamiento del sufrimiento, en tanto que los con-
ceptos de la derecha incorporan al paciente y se orientan a la 
cooperación. 
En el cuadrante así resultante, y siempre de acuerdo con la 
or ientac ión del méd ico al ser y llegar-a-ser, la a u t o n o m í a o la he-
teronomia, se enmarcan cuatro formas ideales y típicas de la cura-
ción: ordenar e intervenir, recomendar y estimular. 
Quien ordena o interviene como medico tiene que definir los 
objetivos y los mé todos de curación, y se entiende como un ex-
perto que, en vir tud de su mejor conocimiento, trata a su paciente 
de acuerdo con sus propias medidas. La peculiaridad del paciente 
es aqu í un factor distorsionante y sólo se tiene en cuenta de cara a 
que no se interponga en el camino de la curación. Mas si la cura-
ción no se da, sin que el enfermo la haya saboteado a propós i to o 
33 
OrígenesSER 
ordenar recomendar 
reparación 
HETERONOMIA ~4—tratamiento - cooperación • AUTONOMÍA 
corrección 
intervenir estimular 
L L E G A R - A - S E R 
Figura 1. Orientaciones del curar 
el méd ico haya cometido algún fallo en su arte, se le puede cargar 
en el debe del enfermo como «resistencia» o non-compliance. En 
concreto cabe decir: 
- Ordenar, el méd ico se esfuerza por eliminar, de conformidad 
con unos pa ráme t ro s de validez universal, la desviac ión respecto 
del estado normal. La que aparece m á s claramente es la «repara-
c ión» unilateral, en la que el méd ico toma personalmente la inicia-
tiva, como puede ser en un caso de urgencia en que el enfermo está 
inconsciente o en estado de anestesis general. 
- Intervenir, el médico interviene en un proceso patológico con 
vistas a introducir un proceso alternativo, persiguiendo en conse-
cuencia un cambio o intentando «bloquear» el proceso y el cuadro 
actuales. Ejemplos t ípicos son la prescripción unilateral de medica-
mentos o el « t ruco» ps icoterapéut ico . 
Cuando el méd ico entiende al enfermo como un ser a u t ó n o m o , 
se prohibe a sí mismo una ac tuac ión causal. Dado que en su inter-
vención incorpora al paciente como sujeto, en el mejor de los casos 
puede recomendar unas medidas o provocar unos procesos. El m é -
dico tiene que procurar llamar la a tenc ión sobre la necesidad de las 
medidas que propone, o ha de intervenir abiertamente; ayuda, 
pues, en la autoayuda, haciendo por ejemplo propuestas encamina-
34 
Curar en el contexto 
das a eliminar deficiencias, o apoya y a c o m p a ñ a al paciente en la 
b ú s q u e d a y prueba de alternativas. El m é d i c o pone aqu í su saber y 
su conocimiento a d isposic ión del «c l ien te»" y entabla con él una 
relación de cooperac ión participativa. Si la curac ión fracasa, sin 
que el fracaso pueda atribuirse a peculiaridades del cliente o a fa-
llos del médico , éste debe someterse, él y sus mé todos , a un anális is 
crí t ico. Y m á s en concreto hay que decir: 
- Recomendar, el méd ico se esfuerza por corregir la desviac ión 
patológica del estado normal, se ajusta a la peculiaridad del enfermo 
y solicita su colaborac ión . Se apoya en argumentos apropiados 
para justificar la in t roducc ión o el mantenimiento de las medidas 
que se ofrecen como ideales ante el enfermo. La r ecomendac ión es 
el resultado de un comportamiento dialéct ico con el paciente, en el 
cual el conocimiento del méd ico se integra a las posibilidades del 
enfermo. 
- Estimular, el m é d i c o entra en diá logo con el enfermo salva-
guardando ambos sus diferentes competencias y fijando el objetivo 
c o m ú n y el m é t o d o de tratamiento. Para ello buscan unas alternati-
vas adecuadas al estado patológico. 
De hecho en su de l imi tac ión ideal esas cuatro orientaciones no 
se i m p o n d r í a n nunca. Cada interacción continuada entre méd ico y 
enfermo contiene -ya se trate de medidas farmacológicas, qu i rúr -
gicas o ps i co te rapéu t i cas - aspectos de las cuatro formas, pero los 
epicentros los marca inevitablemente la or ientac ión del médico . 
Como la compleja d i n á m i c a de la curac ión permanece siempre l i -
gada a la irracionalidad del sufrimiento, escapando por lo mismo a 
una lógica dual de verdadero y falso, el esquema se configura pr i -
mordialmente como un llamamiento a los curadores para que ana-
licen su ac tuac ión con un sentido autocr í t ico y la acomoden a los 
propós i tos originarios. 
15. El concepto latino de «cliente» {Kunde en alemán) constituye una alternativa lógica a «pa-
ciente» (el que sufre o tolera algo) y «cliente» (sobre el que se ejerce una protección). La raíz germánica 
«kund» alude al conocimiento en sus diversas formas y acentúa la autonomía y colaboración: el cliente 
sabe lo que le falta, lo que quiere y, sobre todo, lo que le ayuda. 
3S 
()rigcni*s 
2. Curar por la palabra 
La «curación por la pa labra» o psicoterapia tiene ciertamente 
una larga t radic ión, aunque como disciplina independiente sólo se 
estableció a finales del siglo pasado, permaneciendo en principio 
sujeta por entero a la medicina como disciplina madre. A media-
dos del siglo X X -cuando en las universidades norteamericanas se 
fundaron los primeros servicios de psicología c l ín i ca - t amb ién em-
pezaron a dejarse sentir las influencias de la psicología académica . ' 6 
Ésta, t ambién se había constituido en una disciplina científica in -
dependiente en el ú l t imo tercio del siglo x i x , aunque carecía al 
principio de intereses «clínicos». En la fase fundacional m á s bien 
tuvo que dejar al descubierto sus raíces religiosas, filosóficas y m é -
dicas y luchar por su reconocimiento social y científico. 
En este apartado hago una recapi tulación del desarrollo de unos 
modelos psicológicos y ps icoterapéut icos desde un doble punto de 
vista: primero, querr ía esbozar el fundamento his tór ico sobre el 
que se apoya la «terapia s is témica» como una forma reciente de cu-
ración por la palabra y situar h i s tó r icamente esa concepción de la 
terapia; en segundo lugar, me importa moderar las expectativas 
exageradas sobre la originalidad de este m é t o d o que se ha ido per-
feccionando con la historia. 
Empiezo por reconstruir al hilo de esos dos objetivos los mot i -
vos básicos m á s importantes del pensamiento psicológico y busco 
-hablando desde la perspectiva s i s t é m i c a - las raíces comunes de la 
psicología y de la psicoterapia. 1 7 De ahí se derivan diversas solucio-
nes para los siguientes problemas fundamentales: 
- la definición científica del acontecer psíquico; 
- la elección de una metodolog ía adecuada. 
A cont inuac ión expongo qué modelos ps icoterapéut icas funda-
16 Véase, por ejemplo, A. Schorr, Die Verhallenstherapie lhre Henchiente von den Anfángen Itis 
zur (icgcnwart, Weinheim-Basilea 1984. 
17. Una visión panorámica de esos sistemas de pensamiento la proporcionan B.B. Wolman, Con-
tempnrary Theones and Systems in Psychology, Nueva York 1960; trad. cast.: Teorías y sistemas con-
temporáneos en psicología. Martínez-Roca, Barcelona 1979; y, en forma compendiada. C Hampden-
Turner. Modelledes Menschen. Ein Handbuch des menschlichen Bewufitseins, Weinheim-Basilea 1982. 
Sobre los modelos de la psicoterapia. J. Kriz. (irundknmepte der Psvchotherapie. Munich 1985. así 
como I I ) Irank. />/<• llriler. Slultgart l » g | 
36 
Curar por la palabra 
mentales corresponden a las soluciones aportadas. Con todo ello se 
harán patentes muchos elementos que marcan la teoría y la prác-
tica de la terapia sis témica. 
Las ramificaciones divergentes de la psicología 
U n objeto huidizo 
Con sólo un siglo de existencia, la psicología se ha ramificado 
vigorosamente. En analogía con el «des l izamiento na tu r a l» , " que 
se da en la evoluc ión , cabe interpretar sus vericuetos evolutivos 
cual tentativas por proporcionar respuestas vál idas a los problemas 
básicos arriba mencionados. Sus planteamientos van desde el ex-
tremo reduccionista hasta el holíst ico. Algunos se cegaron sin apos-
tar nada, otros alimentaron el desarrollo ulterior, en tanto que 
otros se afianzaron hasta hoy. Pero hasta el presente no ha surgido 
una psicología unitaria - como base sin contradicciones de unas 
teorías asociadas, requerida a menudo por psicólogos eminentes-: 
hoy la disciplina ac túa como una especie de «depós i to» (reservoir) 
c o m ú n para concepciones diferentes por completo del acontecer 
an ímico . En dicho depós i to se encuentran: 
- la antigua psicofísica (problema fundamental: relación de los 
procesos exteriores y el modelo an ímico , e s t ímu lo y percepción, 
cuerpo y alma); 
- el gestaltismo o psicología de la forma (problema básico: or-
ganización de las sensaciones difusas en percepciones ordenadas); 
- la psicología profunda (problema fundamental: relación entre 
impulso y actuación, de te rminac ión psíquica de la conducta 
humana); 
- la psicología conductista (problema fundamental: relación 
entrees t ímulo y reacción, de te rminac ión del comportamiento hu-
mano por el entorno); 
18. Maturana y Várela introdujeron el concepto de «deslizarse» (Driflen) en la teoría evolucio-
nista para proponer una alternativa a la «adaptación a lo dado». En su «analogía de las gotas de agua» 
comparaban el deslizarse de los seres vivo» con lo» arroyuelos que desde la cima de una montana des-
cienden por las faldas abriendo múltiple» «tendero»»; véate Der llauin der Erkcnntnis, op, cit., p. 12()ss 
37 
Orígenes 
las psicologías humanís t i cas (problema fundamental: rela-
ción entre potencial y realización de la persona); 
- la psicología transpersonal e interaccional (problema básico: 
relación entre personas, estabilidad y cambio en grupos); y 
- el proyecto de una psicología s is témica (problema básico: re-
lación de observador y observado, comun icac ión y realidad). 
El objeto «huidizo». El pensamiento psicológico tiene que acre-
ditarse en la fugacidad de su objeto: los sucesos m o m e n t á n e o s y 
siempre ef ímeros (manifestaciones, ideas, sentimientos, etc.), que 
sólo se pueden captar en la interacción (observación, comunica-
ción). Y como cada interacción está sujeta al cambio, el sujeto y 
el objeto de la investigación forman parte de un acontecimiento 
variable; apenas el sujeto piensa haber captado su objeto, éste y 
aquel ya son otros. La separación, por lo d e m á s p rob lemát ica , del 
sujeto y del objeto de los conocimientos científicos (en el mejor 
de los casos una reducción practicable con la materia inanimada) 
es insostenible por completo en una psicología que tiene en cuen-
ta los fenómenos . Ante tal dificultad los psicólogos tienden fre-
cuentemente a desdoblar su objeto huidizo para «congelar» aspec-
tos. El procedimiento sería perfectamente legí t imo si se limitasen 
los conocimientos así adquiridos a los respectivos aspectos par-
ciales, en vez de trasladarlos a otros campos o generalizarlos m á s 
de lo que conviene. 
Desde que se presentó como una ciencia, la psicología tuvo 
que defenderse de la crítica positivista, para no convertirse en de-
finitiva m á s que en fisiología o en física y no tener en consecuen-
cia ningún objeto propio. Ya para Kant la psicología racional era 
teór icamente menos fundamental que la teoría del conocimiento 
y que la metafísica, y en la práctica era secundaria frente a la 
ética, mientras que en el campo de la investigación de la natura-
leza carecía de las caracter ís t icas de una ciencia exacta." En este 
sentido Wi l l i am James,'0 uno de los padres de la psicología de 
orientación científica, escr ibió que la disciplina necesitaba un Ga-
lileo para poder cumpli r las «esperanzas científicas» puestas en 
19 Véase A, Roback. Wellgeschichle der Psychologie und Psychialrie. Olten 1970 
20. W. James, fsychologie. Leipzig 1909. p. 469; trad. cast.: Psicología. Emalsa, Madrid 1984. 
38 
Curar por la palabra 
ella; y ante todo tenía que considerar sus supuestos como provisio-
nales y rcvisables. 
Tras casi un siglo de espera infructuosa, hoy más bien habría 
que sacar la consecuencia de redefintr el objeto de la psicología 
como una magnitud sujeta al cambio. Por el contrario, la imagen 
humana de las ciencias «duras» , descada por James y muchos de 
sus coetáneos , ú n i c a m e n t e sería sosteniblc cosificando al hombre 
de manera cada vez m á s radical. 2 1 Además , la or ientac ión de la psi-
cología hacia las ciencias de la naturaleza ha aportado bien poco. 
Hasta hoy ni una sola de sus «leyes» pasa de ser provisional. Debe-
r íamos , pues, reconocer que la psicología sólo puede intentar de 
forma transitoria considerar al hombre desde un determinado 
punto de vista y desde el prisma de su época: siempre refleja fases 
de la propia imagen cambiante del hombre y cortes del pensa-
miento de una época. 
En el curso de su historia el pensamiento psicológico ha experi-
mentado numerosas mutaciones. A finales del siglo \ i \e in tentó 
por vez primera fijar esc objeto tan huidizo, procedió la psicología 
de forma analí t ica, o buscando -ligada por entero a su é p o c a - los 
elementos básicos de lo psíquico o enlazando con la t radición filo-
sófica y poniendo de relieve la totalidad de lo an ímico . Con el ges-
taltismo o «psicología de la forma» se dio a comienzos del siglo x x 
una primera síntesis. La siguieron algunas variaciones del pensa-
miento mecanicista, orientadas a la d inámica interna o externa de 
la vida y del obrar humanos. Más tarde llegó el retorno a los valo-
res humanistas, y la «persona» o c u p ó el centro. Tras el cambio ul-
terior hacia una visión de or ientación pragmát ica de lo «interhu-
m a n o » se dio por fin el regreso al «observador» como la fuente 
central de conocimiento. 
21. El «Teorema n" 2 de Heinz von Foersler» reza asi: «Las hardSciences tienen é*ito. porque no 
se ocupan de sofi prohlems: mientras que las sofi scienccs tienen que luchar, ya que tienen que vérselas 
con hard prohlems.» Véase von Foerster, Sichl und lunsichi. op. cit.. p. 17. 
39 
Orígenes 
Pensamiento anal í t ico y unitario 
Al considerarse los psicólogos como investigadores de unas 
realidades básicas, aquellos pioneros se acercaron a su objeto por 
dos caminos: de acuerdo con sus preferencias científicas por el es-
píri tu o por la naturaleza, cultivaron una psicología «con» o «sin» 
alma." En el primer caso perseguían unos objetivos ideográficos e 
intentaron comprender los procesos a n í m i c o s desde la totalidad y 
la singularidad del individuo. Para ello adoptaron preferente-
mente un m é t o d o introspectivo. El segundo grupo proced ió no-
moteticamente persiguiendo el descubrimiento de las leyes su-
praindividualcs y generales de los fenómenos psíquicos . En su 
m é t o d o se o r ien tó por el modelo de la física, prefiriendo en con-
secuencia la observac ión controlada y el experimento. Esos dos 
enfoques persistieron durante largo tiempo m a n t e n i é n d o s e irre-
conciliables. Sólo en las ú l t imas décadas se ha llegado a una cierta 
ap rox imac ión . 
Para superar la crisis profunda de su au toconcepc ión científica 
y satisfacer las exigencias prácticas, la psicología se abre hoy cada 
vez m á s a la certeza de que, frente a la complejidad de su objeto, no 
puede bastar ni una concepción estrictamente nomoté t i ca n i una 
puramente idiográfica. Metzger exige de la psicología que - c o m o 
cualquier otra ciencia- cumpla unos cometidos tanto n o m o t é t i c o s 
como idiográficos: «La psicología es una ciencia que experimenta y 
a la vez entiende, que describe fenomenológ icamente y, cuando las 
circunstancias lo permiten, t amb ién mide y ca lcula .»" 
El objetivo, sin embargo, de los primeros psicólogos, que se 
orientaban por la física, la medicina y la biología de acuerdo con su 
procedencia, estaba perfectamente definido. Quer í an investigar ex-
perimentalmente la relación entre datos externos (es t ímulos) y per-
cepciones internas (reacción). En ese e m p e ñ o no tan sólo buscaban 
los «e lementos» de lo p s í q u i c o sino t ambién sus leyes. L o s repre-
22 Véase S. Prciscr «Kontroversen um das Experimenl». en H. Balmer (edit.), deteniente der 
fsychologie. vol. 1, Wetnhe.m-Basilca 1982, p. 43-57. Un resumen del estado actual de la discusión so-
bre el lema puede verse en G . Júttemann (edit.). Die Geschichtlichkeit des Seelischen, Wcinhcim 1986. 
23. W. Metzger. «Psychologie rwischen Natur- und GeiJleswissenschaften». en Balmer. op. cit.. 
p. 15 
40 
Curar por la palabra 
sentantes de esa psicofisica eran investigadores de la naturaleza, 
como Wcber. Fechner y Wundt ; este ú l t i m o fundó en Leipzig, en 
1879, el primer laboratorio psicológico y dio t ambién el paso deci-
sivo hacia una psicología «objet iva». Los estados anímico-espi r i -
tualcs tenían que objetivarse, medirse y, en la medida de lo posible, 
reducirse a procesos fisiológicos. De acuerdo con su época, era un 
planteamiento a tomís t i co y reduccionista. 
El bando contrario configuróuna psicología «intel igente», que 
va asociada a los nombres de Dilthey, Spranger y Jaspers. Se en-
tiende como fenomenológica y antropológica , enlazando por ello 
con tradiciones filosóficas y de raíz humanista. Sus defensores re-
chazaban el m é t o d o experimental de las ciencias de la naturaleza 
por excesivamente superficial y p re tend ían entender y describir las 
experiencias humanas en el marco de la vida sensorial. Me todo ló -
gicamente recurrieron sobre lodo a la i n t r o s p e c c i ó n y a la herme-
néutica, aunque dejaron también lugar para la intuición. Había que 
entender lo humano en su d inámica global; ni los elementos ni sus 
interacciones gobernaban los procesos an ímicos , sino el todo, la 
«persona». Como el todo condicionaba todo lo particular, lo espe-
cial sólo podía entenderse desde el conjunto global. 2 4 Esta concep-
ción no se impuso desde un principio en la psicología académica: 
frente a los resultados «seguros» de una psicología experimental 
«objet iva», parecía demasiado especulativa y, por lo mismo, inade-
cuada. 
Integración ordenadora 
Hacia finales del siglo pasado surgieron modalidades de una 
psicología unitaria, que debía conducir a una síntesis de los plan-
teamientos anal í t ico-exper imentales y de los holíst ico-funciona-
Ic-s." Su objetivo declarado era aunar el interés teórico por la com-
plejidad de la experiencia humana con la metodología vigente en 
las ciencias de la naturaleza. En la cuest ión de c ó m o se organizan 
24. Véase ibidem. 
25. Véase T. Herrmann, «Ganzheitspsychologie und Gestalttheorie». en Balmer, op, cit., 
p 659-683. y Wotman. op cit. 
41 
Orígenes 
las impresiones sensoriales en unidades (percepciones, vivencias, 
sentimientos), dicho movimiento enlazó con el concepto de 
autoorganización del siglo XIX y, me todo lóg icamente , con la feno-
menología de l lusserl ." Su cuest ión fundamental la describía así 
Met/ger: 
«,( 'orno y de i|tié manera puede en el mundo I) surgir algo así como un 
orden, )) mantener**' a lnruo pln/o y 3) rnfrcntiuw ti lo» ohutiii U I O K ' V 
Y ésta era su respuesta: 
«Existen... unos tipos de comportamientos y de hechos que, abandona-
dos a su suerte, son capaces de un orden conforme a su naturaleza y deri-
vado de ellos mismos.» 2 8 
De acuerdo con esc «pr inc ip io del orden na tura l» hubo de am-
pliar su punto de vista la psicología entonces dominante, cuya 
or ientación era elemental: jun to a los estados determinados por un 
orden ajeno, t ambién había que investigar las reglas de una estructu-
ración interna. Cuando los elementos depend ían de los conjuntos 
constituidos, no se pod ía atribuir la apar ic ión e spon tánea de un or-
den a unos estados o procesos aislados. Los elementos ú n i c a m e n t e 
tenían propiedades asociadas, de modo que el m é t o d o anal í t ico no 
con t r ibuyó ni a la com pre ns ión del todo ni de los elementos. En ese 
sentido el elemento de los «a tomis tas» era una reducción inadmisi-
ble, una reducción caprichosa, que dejaba al margen el entorno de-
terminante del elemento. En la teoría gestáltica había que investigar 
«en cambio» las totalidades (como figuras y formas). 
Según Herrmann 2", la «escuela de Berlín» de psicología gestáltica 
había levantado hasta 1925 un edificio científico, que m á s tarde sólo 
26 La psicología gestáltica y la psicología comprensiva pueden reducirse al «legado epistemoló-
gico» de Kant. Una comprensión objetiva es imposible, por cuanto los parámetros de nuestra percep-
ción no son propiedades del mundo, sino de las categorías apriorísticas de nuestro espíritu ordenador. 
Vcase. por ejemplo, M. Heidelbcrger, Selbuorganisation ¡ni 19. Jahrhundert. en W. Krohn y G. Kup-
pers (edit), As¡tekte rwrr wissensehaflliehen Revolution. Brunswick-Wiesbaden I9<K). p. 67-104. 
27. Met/ger, «Gestaltthcoric im Exil», op. cit., p. 661. 
28. Ibídem, p 662. 
29. Véase Herrmann, op. cit. 
42 
Curar por la palabra 
se modif icó en los detalles. Así, poco a poco su teoría gestáltica se 
fue desarrollando desde una psicología hacia una concepción del 
mundo, que podía ser tan vál ida en la ciencia como en la vida."' 
Pero, como todas las teorías psicológicas, t ambién se somet ió a las 
exigencias de su tiempo persiguiendo afirmaciones objetivas y um-
versalmente vál idas. Su postulado fundamental afirma que entre 
las formas de la psique y las del mundo físico prevalece un isomor-
lismo, I n su inútil búsqueda do pruebas de dicho isotnoi lismo lúe 
perdiendo cada vez m á s importancia y actualidad. ( liando, déca-
das después , aparec ió la teoría s is témica, volvió sin embargo a co-
brar nueva vigencia el planteamiento de la teoría de la Gestalt." 
Dentro y fuera 
Casi al mismo tiempo que la teoría gestáltica surgieron otros 
dos enfoques psicológicos, que iban a tener gran influencia: la psi-
cología profunda (Tiefenpsychologie) y la psicología conductista 
{Verhaltenspsychologie), conocidas t ambién como psicoanális is y 
behaviorismo, respectivamente. Aquél ahonda en las interiorida-
des de lo an ímico , en tanto que el segundo mira al comportamiento 
externo y observable. La psicología profunda a r rancó de unas expe-
riencias clínicas y transfirió la imagen mecanicista del mundo de fi-
nales del siglo x t x a una teoría general de lo ps íquico, aunque sa-
cando t amb ién consecuencias para la ant ropología y la doctrina 
social. La psicología conductista, por el contrario, se aplicó a lo que 
podía observarse de manera directa y desarrol ló un modelo causal 
de es t ímulo y reacción. Surgida primordialmentc en los ámb i to s 
l ingüísticos ruso y anglosajón, se e n t e n d i ó como la antí tesis frontal 
de la psicología consciente y profunda de or ientación «menta l i s ta» . 
Sobre la base de experimentos formuló una teoría del aprendizaje, 
que m á s tarde extendió a todos los procesos psíquicos. 
30 P.R. Hofstátter observa al respecto que «la tesis de la primada de la Gestall y de la totalidad 
se ha convertido en una confesión de fe, cuya emisión estuvo al servicio de necesidades extracientífi-
cas», véase Psychologie, Francfort del M. 1957. p. I44ss. 
31. Véase G. Pórtele, «Gestalttheorie. Theorie der Autopoiese und Gcstaltthcrapic» en Gestall 
Theory 7. 1985, p 245-259. asi como Autonomie. Maeht, Liehe, Francfort del M. 1989. 
43 
Orígenes 
No puedo entrar aqu í en las particularidades de ambos siste-
mas, y me l imi to a señalar c ó m o determinaron sus objetivos y fun-
damentaron su metodología . Aunque los planteamientos parecen 
contradictorios a primera vista, p rog ramá t i camen te presentan un 
estrecho parentesco: uno y otro tenían que desvelar la determina-
ción de toda conducta humana y apoyarse para ello en unos m é t o -
dos anal í t icos. 
(Uro hacia dentro: desde la perspectiva de su fundador, Sig-
mund Freud, el objetivo inicial de la psicología profunda era 
descubrir la conexión interna entre procesos an ímicos y neurofisio-
lógicos y explicar la psique de un modo científico. En el «ps icoaná-
lisis», como se d e n o m i n ó por vez primera en 1896, aparec ía la psi-
que como una compleja in teracción de fuerzas energét icas. Esas 
energías cont r ibu ían en parte a la au toconse rvac ión y, en parte -es-
tancadas o mal dir igidas- resultaban paralizantes." Todo cuanto 
ocurr ía en las profundidades del alma respondía según tal interpre-
tación a un modelo relativamente simple: había un «regulador» 
(Regler, que es el «yo»), una fuente de energía (Es, el «ello») y una 
instancia controladora montada por la socialización, que es el «su-
perego» o «superyo» (Überich). Los procesos an ímicos configuran 
una d inámica -una p s i c o d i n á m i c a - , que no es accesible a la con-
ciencia o sólo puede abrirse a la misma de una manera indirecta. 
Por ello se entiende la psicología profunda como una teoría del i n -
consciente o subconsciente (Unhewusstes), que por su esencia es 
irracional. Se designa t amb ién como una «psicología del ello» (Es-
Psychologie)." Su metodología es de índole

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