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06064048 San Agustín - De música

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San Agustín, De Musica (trad. y estudio preliminar de Cecilia Ames), Córdoba, Alción, 
2000. 
 
El tratado De Musica es una obra temprana de San Agustín (388-391) que adopta la 
forma del diálogo platónico. En la conversación entre un maestro y un discípulo, 
imaginados como dos roles en un proceso educativo, se entrecruzan principios de la 
música con principios teológicos. La obra tiene un claro trasfondo neoplatónico que 
deviene claramente religioso en el último libro, el sexto. 
De Musica está compuesto por seis libros. Los cinco primeros tratan de cuestiones 
técnicas relativas a la música y sólo el sexto examina el origen de la armonía: Dios. El 
título del capítulo sexto es ilustrativo: Dios Fuente y Lugar de Números Eternos 
El tratado refiere a toda producción que posea una estructura armónica basada en reglas 
numéricas. No puede asombrar que buena parte de los ejemplos fueron extraidos de la 
poesía ya que en el Medioevo, al igual que en la Antigüedad clásica, ella fue 
considerada parte de la música al implicar duraciones. Tanto el latín como el griego 
disponía de sílabas breves y largas cuya combinación producía una suerte de tonada, un 
cántico del lenguaje que era percibido como música. Podríamos decir, en consecuencia, 
que este tratado tiene por tema la métrica y la versificación latina. 
Es importante destacar que ésta es la primera traducción al español del importante texto 
de San Agustín. 
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Los ritmos eternos proceden de Dios 
Cap. Sexto, XII, 36 
 
Maestro: Por consiguiente, ¿de dónde hay que creer que se le comunica al alma lo que 
es eterno o inmutable, sino del único eterno e inmutable Dios? 
Discípulo: No veo que otra cosa conviene creer. 
M.: ¿Qué finalmente? ¿Acaso no es evidente que aquel que al ser preguntado se mueve 
interiormente hacia Dios, de modo que entiende la verdad inmutable, no podría ser 
dirigido hacia la contemplación de aquella verdad sin ningún auxilio exterior, si no 
retuviera él mismo movimiento con su memoria? 
D.: Es manifiesto (p. 200). 
 
Cap. Sexto, XVII, 56-57. 
M.: Nosotros solamente recordemos, por lo que atañe principalmente a la presente 
discusión iniciada, que por la providencia de Dios que creó y gobierna todas las cosas 
ocurre que también el alma pecadora y calamitosa es regida por ritmos y produce 
ritmos, hasta la más baja corrupción de la carne; y estos ritmos ciertamente pueden ser 
cada vez menos bellos, pero no pueden carecer totalmente de belleza. Y Dios 
soberanamente bueno, y soberanamente justo no mira con malos ojos a ninguna belleza, 
ya ésta se produzca con una condena del alma, ya con un retroceso, ya con una 
permanencia. 
Y el ritmo no sólo comienza a partir del uno, sino también es bello por la igualdad y por 
la semejanza, y se combina ordenadamente. Por lo cual cualquiera que confiesa que 
ninguna naturaleza hay que no ansíe la unidad, para ser lo que es, y que no se esfuerce 
para ser semejante a sí mismo en cuanto puede, y que no mantenga su orden propio en 
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- F 06064048 2 Copias - Estética
los lugares o en los tiempos, o su bienestar corporal con cierto equilibrio, debe confesar 
que todas las cosas cuantas existen y en cuanto son, han sido hechas y realizadas por un 
principio único a través de una belleza igual a él y semejante a la riqueza de su bondad, 
mediante la cual se unen entre sí lo único y lo uno que procede de lo único por una muy 
querida por así decirlo, caridad. 
Por esto aquel verso recordado por nosotros: Deus creator omnium [Dios creador del 
universo],no sólo es muy agradable a los oídos por su sonido armonioso, sino mucho 
más para el alma por la pureza y verdad de la afirmación. A no ser que te mueva la 
necedad, para hablar más suavemente, de aquellos que niegan que puede hacerse algo 
de la nada, cuando se dice que el omnipotente Dios ha hecho esto (pp. 212.213) 
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