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Coloquio Intermedio Tardio norte grande de Chile

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Universidad de Chile
Facultad de Ciencias Sociales
Departamento de Antropología
Prehistoria II
Prof. Isabel Cartajena 
Período Intermedio Tardío en el
Norte Grande de Chile
12 de diciembre de 2012
Sofía Castellano
Gaspar Cavada
Sofía Bravo
Bárbara Dostal 
Sam Gordillo 
Karla Jordan 
Susana Martínez
Introducción
El periodo que aquí estudiaremos se enmarca entre el periodo medio con fuertes características de horizonte relacionado con Tiwanaku y el periodo tardío Inca. Aquí se sitúa el periodo intermedio tardío en el cual están comprendidos los desarrollos regionales. Este periodo se inicia con la disolución gradual de Tiwanaku, que culmina el año 1000, 1100 DC dando paso entre el 1000 -1540 DC a una era de vacilantes y agitados reajustes, hasta la consolidación de diferentes señoríos. De este modo el periodo intermedio tardío queda definido en su base por la incorporación al territorio de nuevos grupos altiplánicos además de que la hegemonía cayendo, se aprovechan los espacios foráneos a la zona circunlacustre. 
El periodo intermedio tardío en el Norte Grande se caracterizó como mencionamos por desarrollos regionales. Esto quiere decir que enese periodo se impulsaron poderíos locales, con carácter independiente y los cuales no estaban asociados a un centro de poder como lo fue Tiwanaku o el Tawantinsuyo. Ésta fue una época de desarrollo de las identidades locales (tales como los atacameños, diaguitas,Lupacas y tantos otros más) que quizás antes se habían visto un poco más invisibilisados ante los grandes poderíos. Podemos decir que el hombre andino se ha caracterizado por su auto suficiencia sea a nivel comunitario o formando parte de estructuras más complejas. Por consiguiente a grandes rasgos los desarrollos regionales se caracterizaron por desarrollos independientes en cada área.
El convulsionado panorama que siguió a la desintegración de Tiwanaku obligo a un Replanteamiento del mundo político. Se hizo necesario instaurar una diligencia corporativa en manos de estrategias de guerreros más que lideres canónicos. Desarrollando así sobre todo la estructura defensiva, lo que se ve en patrones arquitectónicos (como el pukara). Esto está fuertemente relacionado con el clima bélico que se daba por la disputa de los escasos recursos de la zona. El inicio del periodo se vio marcado por conflictos principalmente por controlar recursos hídricos, ganaderos y las redes viales, pues en esta zona desértica no eran abundantes. El periodo adquiere así una dinámica regida por el entrecruzamiento de varias esferas de interacción posiblemente orientadas como etnias por un patrón generalizado de ecocomplementariedad, que se caracteriza por alta movilidad, con mecanismos claves como el tráfico de caravanas, el establecimiento de colonias, un patrón de asentamiento núcleo-periferia generalizado, ferias y otros. Todo lo cual otorga a este periodo una dinámica inconfundible. A continuación hablaremos del cambio impulsado por la caída de Tiwanaku en tres zonas del norte grande: Los valles occidentales, la costa desértica, la zona circunpuñena
Luego estos señoríos fueron incorporados al Tawantinsuyo debiendo una vez más realizar ajustes para integrarse a un nuevo orden esta vez con dimensiones panandinas
Contextualización, las consecuencias de la caída de Tiwanaku. 
La organización de Chile en la Prehistoria, fundamentalmente, desde el año 400 D.C., tiene una fuerte influencia de los Andes Centrales, por lo cual la estructura general tiende a igualarse con otras sociedades con áreas de dominio mayores. “Por una parte, un Período Medio con fuertes características de horizonte, relacionado con Tiwanaku; y un Período Tardío también configurado como horizonte, representado por Tiwantinsuyu. Entre ambos se sitúa el Período Intermedio Tardío, en el cual están comprendidos los Desarrollos Regionales”(Hidalgo, Schiappacasse, Aldunate, & Solimano, 1989).
El Periodo Intermedio Tardío se caracteriza principalmente por la caída de Huari y Tiwanaku, se considera que desde este acontecimiento comienza esta etapa y finaliza con el surgimiento del Imperio Inca. Para comprender el periodo posterior a Tiwanaku, es necesario plantear que la caída de dicho Estado, se desarticuló la red interactiva centro-sur andina. Es decir, Tiwanaku poseía el dominio sobre las redes de intercambio de toda la zona Andina en su momento, de esta manera, además de controlar las relaciones económicas en la zona, contaba con un poderío en cuanto a la ideología y la política. Al caer Tiwanaku se interrumpen dichas redes, pero como elemento de continuidad tanto desde el Estado Tiwanacota hasta los señoríos es el concepto de complementariedad y reciprocidad, esencial en el mundo andino, por medio de “control vertical de múltiples pisos ecológicos” (Murra, 1994). Una característica esencial de esta forma de organización es que no involucraba un dominio extenso del territorio, sino que se conformaba a través de distintas comunidades que conforman el espacio a través de colonias dispersas en el territorio. 
Para las distintas comunidades andinas, reponerse de esta caída fue difícil dado que era necesario restaurar todas las relaciones y representaciones, antes sometidas a un poder central. 
Así, los más afectados fueron los líderes étnicos, ya que sobre ellos se cimentaba la organización sociopolítica del Estado de Tiwanaku. A estos líderes, se les hizo complejo mantener su autoridad, ya que era cada vez más difícil rodearse de elementos exóticos (fundamentalmente foráneos) que manifestaran su estatus y mostrar generosidad para con sus súbditos. La nueva forma de gobierno se concretizó por medio de sociedades de tipo estatal con gobiernos centralizados o por señoríos o naciones altiplánicas. Otro aspecto fundamental de las etnias era su organización dual, lo cual fue un mecanismo eficiente para la movilización de la fuerza de trabajo. Los grupos se estructuraban por medio de ayllus, relacionados por parentesco. 
También, se hizo notar un “empobrecimiento” cultural, de modo que, por ejemplo la alfarería adopto la forma más simple que puede tener un recipiente, privilegiando funcionalidad, sobre estética, de la misma forma, los ajuares funerarios pierden interés, revelado en la falta de objetos que acompañan al difunto y una calidad cuestionable. “Sin embargo, hay elementos que llaman la atención; es cierto que hay pocos objetos de cobre, pero hay un número importante de objetos de plata, asociados a determinadas personas. Esto nos está diciendo dos cosas: por un lado, que el reconocimiento estatuario sigue vigente a través de los metales y, por otro, que se están produciendo cambios culturales relacionados con una temprana readecuación a la situación de las relaciones interétnicas” (Llagostera, 2004). 
De esta manera, fue necesario reelaborar todo el sistema político, ideológico y económico en el área Andina, advirtiendo que ya no existe un poder central sino distintas comunidades desarticuladas y prácticamente, aisladas. De esta manera, el Período Intermedio Tardío, se interpreta como un traslado de las influencias de Tiwanaku a sobre los desarrollos de tradición local y por la incorporación al territorio de nuevos grupos altiplánicos, aproximadamente entre 800 y 1000 D.C. “El periodo adquiere una dinámica regida por el entrecruzamiento de varias esferas de interacción posiblemente orientadas, como etnias, por un patrón generalizado de eco complementariedad, que se caracteriza por una alta movilidad, con mecanismo claves tales como el trafico caravanero, el establecimiento de colonias, un patrón de asentamiento núcleo-periferia generalizado, feria y otros, todo lo cual otorga a este periodo una dinámica inconfundible”(Hidalgo, Schiappacasse, Aldunate, & Solimano, 1989). Los distintos señoríos cumplen con un esquema de “sociedad de rango”, en el cual el existen diferencias entre los miembros de la comunidad adquiridos por prestigio, y éste se obtiene a través de la redistribución de bienes y una norma de intercambio reciproco.Así, el “señor étnico usualmente dirige actividades ceremoniales y en este sentido es una autoridad regular y repetitiva que impregna variados aspectos de la vida social. Tiene mucha injerencia en la normativa de las actividades productivas, y generalmente ejerce su autoridad a través de una función calendárica, que de algún modo sacraliza el acto. Si desea imponer reglas que trasuntan o alteran negativamente los deseos de la sociedad, nadie tiene la obligación de seguirlo, de manera que su poder no es evidente” (Hidalgo, Schiappacasse, Aldunate, & Solimano, 1989). 
En el plano ideológico, la repercusión de la caída de Tiwanaku tuvo efectos ya que los dioses prestados de un panteón ajeno y no desde las creencias de la misma comunidad, perdieron sentido y potestad debido a que antes éstos eran elevados por el Estado de Tiwanaku. Dichas deidades comenzaron a ser cuestionadas, ya que no existía una explicación convincente acerca del colapso de Tiwanaku. El Sacrificador, fue la única deidad sobreviviente del periodo anterior, aunque con algunos cambios en su morfología debido a los cambios recientes; son los chamanes los que intentan mantener con vida a este personaje para legitimar su poder. Transversal a los grupos étnicos del Norte Grande, encontramos a estos señores chamánicos, las evidencias arqueológicas de ello, es la presencia del “complejo alucinógeno”, la presencia de vasos libatorios y motivos decorativos con figuras de personas aladas o bicéfalas, cuerpo de imágenes características del trance extático que es la base del ritual en este tipo de religión. Otro elemento común entre los señoríos altiplánicos son las chullpas, cámaras funerarias pertenecientes a la elite de las distintas comunidades, lo cual se puede llamar “Complejo Chullpario” (Hidalgo, Schiappacasse, Aldunate, & Solimano, 1989). 
Un elemento fundamental del Período Intermedio Tardío en el Norte Grande es el ambiente bélico que comienza a tomar fuerza. Debido a las constantes guerras entre distintas comunidades surgen los pucaras, comunidades amuralladas en pos de defender sus recursos. Como causa de esta situación LLagostera propone: “Si como se dice, hubo un periodo de sequía entre 1000 y 1400 D.C., siendo la fase más crítica entre 1245 y 1310 D.C., podemos pensar, a manera de hipótesis, que las poblaciones mayormente afectadas por este fenómeno fueron las del altiplano y la puna. Populosas poblaciones pastoriles, por un lado, vieron resentido su propio sistema productivo y, por otro, no obtenían cobertura para sus necesidades a través del flujo complementario, ya que las poblaciones horticultoras no podía producir suficientes excedentes para integrarlos al flujo que, por lo demás, estaba desarticulado.” (Llagostera, 2004). Debido a que esto, es posible que algunos grupos de la puna, hayan optado por el robo de cosechas para satisfacer sus necesidades, es posible que el maíz haya sido el motivo fundamental de los enfrentamientos, por su valor ceremonial y dietético. 
Advertimos entonces, que existe un estado de beligerancia extendido por el área andina, pero como contraparte, debido a esta misma situación se generó una cohesión interna en las comunidades y de esta manera, una forma de recuperarse culturalmente de la depresión postiwanaku. “La necesidad de respuestas masivas para hacer frente a los atacantes obligó a la comunidad a cohesionarse y a redefinir los mandos étnicos, imponiendo como nueva cualidad para los lideres, el dominio de estrategias bélicas”(Llagostera, 2004). De esta manera, se comenzó a privilegiar la defensa física del pueblo y no las practicas esotéricas y con ello el poder de los señores chamanes también comienza a decaer. Otro reflejo de ello es que, las relaciones interétnicas ahora comenzar a manejarse por medio de alianzas estratégicas y no tanto por niveles ceremoniales como lo era en tiempos pasados. 
Para comprender la conformación de distintas etnias, luego de la caída de Tiwanaku, es necesario conocer que en el Estado de Tiwanaku se hablaba fundamentalmente la lengua puquina y luego, la lengua más común fue la aymara. 
Reordenamiento del Norte Grande: Los Desarrollos Regionales. 
A continuación nos introduciremos de lleno en la caracterización del período, a partir de estas tres grandes regiones del Norte Grande chileno. Cada región cuenta con condiciones geográficas y climáticas variadas, sin embargo, distintas entre sí. 
1) LosValles occidentalescomprende el extremo sur de Perú occidental, junto con el extremo Norte de lo que hoy es Chile. Esta área se extiende desde Moquegua por el norte, hasta el río Loa por el sur. La zona se caracteriza por ser una zona de ‘costa-valle’, en donde a través de quebradas, se une con el terreno más alto, la sierra. En la zona encontramos los Valles de Azapa, Camarones, Lluta.
Debido al árido territorio, los cultivos se realizan mediante el regadío. Las principales fuentes de agua son el curso de las quebradas y la presencia de algunas vertientes. (Schiappacasse, Castro, & Niemeyer, 1989)
El sistema de precipitaciones de los Valles occidentales es irregular, impone limitaciones a la crianza de camélidos. Los autores Schiappacasse, Castro, y Niemeyer, afirman que no ha sido resuelta satisfactoriamente la interrogante de si en la época tratada hubo un mayor aporte de recursos hidrológicos, sin embargo, se puede evidenciar la presencia de andanerías en lugares que actualmente no tienen agua, como por ejemplo en el valle medio de Camarones. 
Mientras en la zona del litoral fue una dispensa rica de proteínas para el hombre andino, de donde se podía extraer guano proporcionado por colonias de aves en los roqueríos costeros, para la agricultura; en la zona de la sierra precordillerana, posee características de una ‘puna seca’, en donde la aridez y la baja temperatura condicionan un escaso potencial vegetativo, por lo que la actividad ganadera y la caza constituyen las únicas actividades de subsistencia. 
Las evidencias arqueológicas que existen para el período Intermedio Tardío, provienen de sitios distribuidos en al sector medio e inferior de Valle de Azapa. En Arica y el bajo Azapa se han identificado una cantidad considerable de cementerios. En el litoral los sitios de ocupación son acumulaciones de basuras, con pocas evidencias de vivienda. En los valles existe mayor diversificación de sitios, se han encontrado viviendas, áreas destinadas al almacenaje, fogones, depósitos subterráneos, corrales, muros de piedra, sectores despejados a modo de plazas. En algunos sitios como Azapa Grande o San Lorenzo se piensa que se puso haber albergado una población importante.
Los autores Schiappacasse, Castro y Nymeyer, postulan que los sitios de la sierra abundan pero sus descripciones son inadecuadas; aunque rescatan la evidencia del pukara Altos de Copaquilla, en donde se pueden observar restos de un sistema defensivo de cuatro muros defensivos, y sepulturas individuales y agrupadas de variada morfología; entre otros pukaras de la sierra. 
A partir de estas evidencias materiales, se ha categorizado la secuencia cultural de estos valles para el período pre-incas. Se le ha denominado ‘Cultura Arica’, y puede ser definida comouna compleja organización que se conforma como una tradición cultural que posee una identidad propia, y se ubica geográficamente desde Arequipa en Perú hasta el Río Loa y Taltal en el extremo norte de nuestro país.(Muñoz, 1987)
Esta denominación se ha establecido principalmente sobre la base del cambio en el estilo de la cerámica y también en la variación de los contextos de las tumbas. Esta posee dos fases: una llamada San Miguel, que iniciaría alrededor del año 1000 d.C.; y Gentilar que iniciaría en el 1300 d.C... El contexto cultural ‘Arica’ se muestra muy variado, en cuanto a materias primas y a funcionalidades, se caracteriza por un fuerte desarrollo de la industria textil, y la talla en madera. La industria metalúrgica no se muestra tan desarrollada. Las sepulturas son subterráneas y cilíndricas.(Schiappacasse, Castro, & Niemeyer, 1989)
En cuanto a la cerámica, ésta constituye una evidencia de cambio entre las fases San Miguel y Gentilar. La primera se caracteriza por presentar estilos cerámicos derivados de influencia Maytas (tradición cultural anterior a Arica) sin embargo, a pesar de que en un primer momento esta fase conserva el diseño ornamental de ellos, luego integra estilos locales.Cabe mencionar al sitio de San Lorenzo, como el principal complejo habitacional en el Valle de Azapa, y plasma la convivencia entre dos tradiciones culturales: Mayta y San Miguel. Estas dos tradiciones iniciales conviven en diferente jerarquía, diferenciándose, pese a habitar el mismo lugar, en sus estilos cerámicos, y organización social del trabajo (Maytas ocupaban una función administrativa, y San Miguel una productiva). 
Más tarde, la fase Gentilar, se caracteriza por ser el periodo de apogeo de la Cultura Arica, donde se consolidan los complejos de agricultores de los valles y es notoria la presencia de gente que viene de la costa, lo que produce una articulación entre ambas poblaciones. Los de la costa, obtenían recursos marinos que luego comercializaban con los altiplánicos. Es así como se articulan las poblaciones altiplánicas y la Cultura Arica, ambas ubicadas en la sierra.
De esta forma los introducimos al tema del indiscutible contacto con el altiplano durante la segunda fase de la Cultura Arica: "la organización económica en la cual se estructuró la cultura Arica se basó en la explotación multiecológica y en las relaciones de intercambio entre los distintos grupos que conformaron esta unidad cultural y económica" (Muñoz, 1987, pág. 38)
En cuanto a las evidencias materiales de este contacto se presenta el estilo cerámico Chilpe, representativo de las poblaciones altiplánicas, el cual compartirían espacios productivos con poblaciones de los valles. Según Dauelsberg (1983), la cerámica Chilpe junto con el patrón habitacional de planta circular, común en el área de Belén, representaría la penetración y expansión Colla (posterior a Tiwanaku y anterior a Inca) en los valles.
Así mismo, Schiappacasse, Castro y Nymeyer, mencionan como evidente el carácter complementario de las economías valle y sierra/altiplano. Concluyendo la caracterización de la Cultura Arica, se plantea que la principal actividad económica excedentaria debió haber sido la explotación marítima, complementada con una actividad agraria. Las deficiencia pecuarias del sector, habrían motivado un intercambio con la sierra, y los grupos de la sierra, por su parte, en su anhelo por la autosuficiencia habrían desbordado hacia la sierra buscando pisos más cálidos. Se infiere que esto habría resultado en la ocupación multiétnica que se halla hoy a través de la arqueología. 
2) La segunda zona importante en el norte grande la protagoniza la Costa desértica. Geográfica y climáticamente, esta zona toma apariencia de un desolado territorio, y resulta difícil imaginarse el asentamiento prehistórico en el lugar. Sin embargo, en el pasado la vegetación de cactáceas y líquenes, además de la famosa camanchaca, fueron más abundantes. (Schiappacasse, Castro, & Niemeyer, 1989)
Culturalmente, esta región es confusa, de los sititos arqueológicos ‘basurales’, se han identificado cerámica de San Pedro de Atacama, así como también alfarería de tipo San Miguel, Pocoma, Gentilar, y hasta unos fragmentos de tipo diaguita clásico del Norte Chico. Sin embargo, esta zona contó con desarrollos tecnológicos importantes, ligados a los recursos más importantes de la zona, los marítimos. La explotación intensiva del mar alcanza sus mayores logros en el Período Intermedio Tardío (Schiappacasse, Castro, & Niemeyer, 1989). 
El lobo de mar resultó ser el recurso más importante, se utilizó para construir viviendas, recipientes, cordelerías, y su cuero sirvió para elaborar un artefacto revolucionario: La balsa. Estas balsas alcanzan una considerable cobertura del litoral, y se piensa que comenzaron a usarse durante el Intermedio Tardío. 
Lautaro Núñez señala evidencias de pictografías y petroglifos con representaciones de balseros, desde Mosquegua en el sur peruano, hasta el área circunpuneña. Esto se suma a lo que ya sabemos sobre restos cerámicos lejanos en la costa desértica. Esto sugiere que os asentamientos de la zona, eran transitorios, ocupados por habitantes del interior. 
Se encuentra la interrogante si es que los ocupantes de esta zona, fueron etnias propiamente locales, o si bien, fueron asentamientos transitorios ocupados por gentes de la zona de los Valles Occidentales, o del Área Circunpuneña. En ambos casos, existen claras evidencias de una complementariedad vertical, desde la costa hacia el interior. En cuanto a la complementariedad horizontal, Schiappacasse, Castro y Nymeyer plantean que esta fue sin duda necesaria para la obtención de recursos forestales desde la Pampa del Tamarugal y cultivos de los Valles Occidentales. 
3) En último lugar, el Zona Circunpuneña. La zona circumpuneña se caracteriza por sus marcados contrastes y recursos debido en gran parte a diferencias altitudinales. La ecozona del oasis y los valles aledaños representan la zona habitable del desierto, donde la principales zonas habitadas serán el oasis del salar de Atacama, el curso medio del Loa correspondiente a Calama y Chiu-Chiu , y el valle de Lasana. Estos lugares privilegiados permiten el desarrollo de la agricultura y recolección de frutos y maderas. Las zonas aledañas al Loa se caracterizan por un forrajeo permanente en las extensas vegas y vegetación de la orilla del rio. El oasis de San Pedro presentará menor actividad forrajera, haciendo hincapié a la agricultura del maíz y la calabaza. Además el forrajeo escaso propulsó la movilidad, lo que diversifico los productos, provenientes de oasis cercanos, donde se destacan Toconao, Camar y Peine, este ultimo destaca por sus minas de plata. 
Durante el Periodo Intermedio Tardío se observa que uno de los elementos de mayor distribución espacial en la zona circumpeña, corresponde a un patrón arquitectónico de tipo defensivo, llamado pukara. El principio de este periodo está marcado por la reorganización social-espacial post tiwanaku, que estuvo marcada por conflictos referentes al control de recursos hídricos, ganaderos y vías de transito y comunicación. Los atacameños entonces, adoptan medidas defensivas reflejadas los asentamientos defensivos, caracterizados por aglutinamiento habitacional y la edificación de contundentes muros. El pukara de Quitor se presenta como la construcción más importante de la zona de la cuenca del Salar, seguido por edificaciones defensivas menores como Vilama, Oyrintur, Alto del Abra y Tchapuraqui. (LLagostera, 2004) Las edificaciones están construidas principalmente de adobe y piedra, situadas en planos o laderas. El estudio arqueológico contextualizado en la zona atacameña ha documentado el período en fases, la fase Solor y la fase Lasana II. La primera, correspondiente a los años 1.000-1470 dC., ha sido formulada en San Pedro de Atacama, donde se destaca el asentamiento pukara de Quitor, el sitio Solor-4, correspondiente a un complejo habitacional de viviendas de adobe aglutinadas y los sitios Quitor-9 y Quitor-6, correspondientes a extensos cementerios que proporciona la mayor información cultural durante esta fase. Dentro de los elementos característicos de los yacimientos encontramos alfarería roja pintada, asociada principalmente con la cerámica Dupont y el entierro en pozo bajo cimientos habitacionales. Encontramos también, dentro del uso de metales, la predominancia de la plata y la disminución artefactos de complejo alucinógeno, evidencia de la desaparición de influencia Tiwanaku. Por el contario durante el desarrollo del periodo, aumenta la producción de calabazas pirograbadas con diseños geométricos. Por su parte, la fase Lasana II, comprendida entre los años 900 y 1740 dC., destaca por los pukara Lasana y Turi, el asentamiento Topaín y el cementerio Chiu-Chiu. La fase secaracteriza por predominancia de alfarería Dupont, asentamientos con aldeas aglutinadas de carácter defensivo, asociadas a terrenos de cultivo irrigados por acueductos y patrón de enterramiento variado con sitios funerarios alejados de las viviendas. 
A continuación la descripción se basará específicamente, en los elementos culturales de la etnia atacameña, la cual consideramos relevante dentro del Periodo Intermedio Tardío, ya que evidencia marcados elementos de continuidad y cambio respecto de la caída de Tiwanaku, presentado un particular desarrollo identitario relacionado con su contexto local. Algunos autores proponen que la etnia atacameña, debido a su marginalidad geográfica, habría sido afectada por la caída de Tiwanaku, generándose un “empobrecimiento” cultural (LLagostera, 2004), reflejado en exiguos ajuares funerarios de calidad cuestionable, simplificación en la alfarería y reemplazo de tiestos de greda por calabazas. Otros autores se refieren como un cambio notable en el campo artístico(Schiappacasse, Castro, & Niemeyer, 1989), donde existe una simplificación en el diseño de artesanías y ofrendas funerarias, hecho que podría encontrar en la uniformidad religiosa que acontece en el período. Cabe destacar entonces, la dimensión religiosa, como elemento que sufrió un importante cambio. La idolología externa de Tiwanaku, fue reemplazada pronto por una cosmovisión local correspondiente con el sencillo estilo de vida de los atacameños. La deidad dejan de representar exuberantes figuras antropomorfas todopoderosas, y se encarnan en figuras cercanas a la naturaleza, como el cóndor y el puma, quienes estaban representados en las tabletas para alucinógenos. Se destaca la aparición de una entidad femenina, relacionada con el símbolo de la mujer-sapo, representante de la Madre Tierra o Pachamama. Los elementos importados del mundo shamanico Tiwanaku representan elementos de continuidad donde se encuentran tabletas para alucinógenos, receptáculos de hueso pirograbados, keros de madera con rostro humano y figuras zoomorfas; keros de plata y artefactos con la imagen del Sacrificador, quien es considerado la única entidad sobreviviente del legado Tiwanaku (LLagostera, 2004). La imagen zoomorfa del Sacrificador, representada por un vampiro, es evidenciada en tubos de inhalación, los cuales carecen de la típica cabeza de camélido tiwanakota. Estos inhaladores representan entonces una versión postiwanaku la entidad del Sacrificador. 
Por otro lado, debe destacarse la innovación en la alfarería atacameño, que si bien mantuvo su estilo monocromático, presenta elementos nuevos como la pintura o revestimiento violáceo (color concho de vino), la cual se presentaba uniforme y sin decoración. Las formas más corrientes para este nuevo tipo de alfarería, corresponden a jarrones de cuello alto y ancho, y otro sin cuello, con amplia boca y cuerpo rechoncho. Como elemento de continuidad debe mencionarse el plato negro pulido y el plato de color natural arcilla. 
Por su parte, la red de intercambio sufre cambios, restringiendo su radio acción a un contexto local, marcando diferencia con el extenso territorio que abarcaba en periodo Tiwanaku. Sin embargo, se presenta una articulada red que interactúa con la zona de lipez y con la zona de la costa. La interacción con la costa presenta evidencia en la presencia de conchas del Pacifico en San Pedro y la abundante presencia de cerámica violácea en asentamientos de la costa. La movilidad atacameña y la práctica de la caravana, demuestran su continuidad durante el periodo, en la presencia de ganchos de atalaje, cencerros de madera en los ajuares funerarios y petroglifos en la vera de las rutas. 
Por último, debe describirse uno de los elementos más característicos de la zona y de la época: la construcción de una nueva estructura socio-político, que influenciara el resto de las esferas culturales atacameños durante el periodo intermedio tardío. El caótico inicio del periodo, marcado por conflictos bélicos y empresas de conquistas territoriales, aumento el sentimiento de identidad territorial y la necesidad de resguardar y defender el territorio. De esta forma, la etnia atacameña de replantearse el sistema político basado el lideres shamánicos, y construir un modelo basado en la defensa y la cohesión de la comunidad. Se debe entonces reorganizar las relaciones jerárquicas e interétnicas, reconociendo la imposición de líderes de carácter bélico, que poseen un poder autónomo respecto a otras comunidades. Emerge entonces una nueva forma de gobierno, llamada “Señorio de Atacama”, la cual consiste en la presencia de un señor principal, seguido por una cúpula de curacas secundones fuertemente vinculados entre sí, además de una participación corporativa en las gestiones del grupo étnico. 
Conclusión 
A modo de conclusión nos parece pertinente mencionar la relación característica que posee el Periodo Intermedio Tardío con los respectivos desarrollos regionales que tienen lugar en dicha época. 
	Esto debemos entenderlo desde el contexto del desarrollo a la caída de Tiwanaku, lo cual produce la necesidad de la reelaboración, tanto de las identidades locales de las nuevas naciones o señoríos étnicos y su organización política, asi como las relaciones interétnicas. 
	Es de esta manera como la dinámica del periodo se caracteriza por diversos patrones fuertemente marcados como patrones de eco complementariedad, de alta movilidad, de una alta presión demográfica y de diversos e intensos conflictos internos.
	En esta misma línea, es importante comprender que las lógicas características del mundo andino, tales como el ideal de “control vertical de múltiples pesos ecológicos” postulado por Murra y consiguiente, complementariedad de recursos asociados a las lógicas de reciprocidad y redistribución, asi como la alta movilidad interregional que funciona según diversas redes de intercambio. Estas están presentes, con variaciones según contingencias políticas y económicas, en este periodo, el periodo Tiwanaku y lo estarán posteriormente en el periodo Incaico. 
	En relación a lo mencionado anteriormente, podemos comprender que el periodo al que nos referimos, a pesar de elaborar nuevos rasgos propios, ocupa lógicas y características que durante siglos serán propias del mundo en su generalidad. 
	Desde esta base, también se debe entender que muchos de los desarrollos aquí elaborados (o reelaborados en algunos casos) serán el antecedente directo de los posteriores desarrollos incas, con lo cual estos constituyen la base política del estado incaico y por ende, se valdrá de estos para desarrollar su imperio.
	Un ejemplo de esto, es la organización de redes de intercambio interétnico que vinculaban localidades distantes en pos de la complementariedad de recursos, serán posteriormente anexadas al imperio inca como parte de su gran red vial que conecta los distintos puntos de Tawantinsuyo. 
	Por último, es importantísimo recalcar la importancia de los estudios etnohistóricos lingüísticos y etnológicos, como complemento a la disciplina arqueológica, en pos de una mayor y mejor comprensión de la realidad de los pueblos americanos andinos de la época precolombina. 
Bibliografía
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Hidalgo, J., Schiappacasse, V., Aldunate, C., & Solimano, I. (1989). Culturas en Chile. Prehistoria. Santiago: Andrés Bello.
LLagostera, A. (2004). Los Antiguos Habitantes del Salar de Atacama. En A. L. Martinez, Los Antiguos Habitantes del Salar de Atacama (págs. 159-173). Santiago: Pehuén Editores.
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