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Lengua-historia-y-genetica-entre-los-otomes-del-Valle-del-Mezquital--una-mirada-integral

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
 
POSGRADO EN ANTROPOLOGÍA 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLÓGICAS 
 
 
 
 
 
 
 
LENGUA, HISTORIA Y GENÉTICA DE LOS 
OTOMÍES DEL VALLE DEL MEZQUITAL: 
UNA MIRADA INTEGRAL 
 
 
 
 
 
 
T E S I S 
QUE PARA OPTAR AL GRADO 
DE 
MAESTRA EN ANTROPOLOGÍA 
P R E S E N T A 
A N A I T Z E L J U Á R E Z M A R T Í N 
 
 
 
 
 
 
 
TUTORA DE TESIS: DRA. BLANCA ZOILA GONZÁLEZ SOBRINO 
 
 
 
 
CIUDAD DE MÉXICO 2009 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A mis padres, 
a mi hermana, 
 a Andrés 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
AGRADECIMIENTOS 
 
 
A la Universidad Nacional Autónoma de México, a la que debo mi formación –también 
la académica–. Al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología por el apoyo financiero 
otorgado a través del Programa de Becas Nacionales y del proyecto “Herencia 
biológica y cultural. Un estudio sobre nahuas coras y huicholes” (CONACYT P48481). 
Asimismo agradezco el apoyo del proyecto “Genética y cultura entre tarahumaras, 
coras, huicholes y nahuas” (PAPIIT-UNAM IN402507). Ambos proyectos están a cargo 
de Blanca Zoila González Sobrino, a quien me gustaría manifestar mi más sincera 
gratitud por el soporte teórico, económico y logístico brindados para elaboración de la 
presente investigación. 
 
 A los miembros del jurado: Yolanda Lastra Suárez, Ana María Salazar Peralta, 
Abigail Meza Peñaloza y Carlos Serrano, gracias por sus valiosos comentarios, 
sugerencias y por su entera disposición en la revisión de la tesis. 
 
 A Luz María Tellez y Verónica Mogollán por el tiempo extra, por el apoyo 
incondicional y por brindarme un refugio siempre abierto. 
 
 Sin el entusiasmo brindado por los voluntarios del Valle del Mezquital, este 
esfuerzo no hubiera sido posible. A ellos está dedicado este trabajo, esperando 
retribuir de alguna manera a su amable colaboración. 
 
ÍNDICE GENERAL 
 
INTRODUCCIÓN 6 
CAPÍTULO 1. ENTORNO FÍSICO Y SUBSISTENCIA EN EL VALLE DEL MEZQUITAL 17 
Características geográficas 17 
Historia de un pueblo y un territorio 24 
- Antecedentes históricos 32 
- El Mezquital a partir del siglo XVI 50 
- Proyectos modernos y la situación actual 59 
 
CAPÍTULO 2. ORÍGENES Y LENGUAS: EL CASO OTOMÍ 62 
El otomí en contexto 64 
Breve historia de la lengua otomí 67 
El controversial origen de los otomíes 69 
Mesoamérica: hacia una mirada pluriétnica 77 
 
CAPÍTULO 3. ESTRUCTURA FAMILIAR Y ORGANIZACIÓN SOCIAL 81 
Estructura social y la formación de familias en el Mezquital 83 
Semblanza histórica de las relaciones interétnicas en el Mezquital 89 
Los otomíes del Mezquital en cifras 96 
Referencias antropofísicas en grupos de filiación otopame 101 
 
CAPÍTULO 4. VARIACIÓN DE LOS HAPLOTIPOS MITOCONDRIALES 
 ENTRE LOS OTOMÍES DEL MEZQUITAL 106 
Planteamiento de la investigación 106 
Evidencias de la herencia mitocondrial 107 
El ADNmt y la polémica en torno al poblamiento de América 117 
Materiales y métodos 127 
Resultados 135 
Análisis de datos 138 
 
CONSIDERACIONES FINALES 155 
APÉNDICES 171 
BIBLIOGRAFÍA 186 
 
 
 
ÍNDICE DE CUADROS 
Cuadro 1. Reinos o señoríos que conformaron el Valle del Mezquital 28 
Cuadro 2. Resumen de los trabajos bioantropológicos en otomíes del Mezquital 103 
Cuadro 3. Diferencias entre el código universal y el código del ADNmt 111 
Cuadro 4. Municipios que componen la muestra 129 
Cuadro 5. Resumen de los marcadores genéticos utilizados 131 
Cuadro 6. Frecuencias de los haplotipos mitocondriales 136 
Cuadro 7. Diversidad genética (H) y distancias genéticas 145 
Cuadro 8. Análisis molecular de varianza (AMOVA) 148 
 
ÍNDICE DE FIGURAS 
Figura 1. Gradiente de vegetación del Valle del Mezquital 23 
Figura 2. Diferenciación del otomangue según la glotocronología 72 
Figura 3. Regiones del ADN mitocondrial humano 113 
Figura 4. Relación entre los estadísticos F 140 
Figura 5. Árbol neighbor-joining generado a partir de los valores FST 150 
 
ÍNDICE DE GRÁFICAS 
Gráfica 1. Distribución de las principales lenguas indígenas en Hidalgo 64 
Gráfica 2. Estado civil de la población indígena del estado de Hidalgo 85 
Gráfica 3. Distribución de la población indígena durante el virreinato 99 
Gráfica 4. Distribución de la población por grupos de edad 100 
Gráfica 5. Frecuencias mitocondriales entre los otomíes del Mezquital 135 
 
ÍNDICE DE MAPAS 
Mapa 1. El estado de Hidalgo en el territorio nacional 18 
Mapa 2. Límites geográficos del Valle del Mezquital 21 
Mapa 3. Municipios que conforman la región de estudio 31 
Mapa 4. Principales lenguas indígenas del estado de Hidalgo 66 
Mapa 5. La travesía humana de acuerdo con el ADN mitocondrial 123 
Mapa 6. Distribución de los voluntarios del muestreo por municipio 128 
Mapa 7. Distribución de los haplotipos A, B, C y D del ADNmt en México 137
INTRODUCCIÓN 
 
Consciente de que toda pregunta antropológica está formulada a partir de 
cierta diversidad observable, nuestra reflexión se dirige hacia aquellos “que 
parecen tan similares al ser propio, que toda diversidad […] puede ser 
comparada con lo acostumbrado” y sin embargo, son tan distintos que su 
examen se convierte en un reto teórico y práctico (Krotz 1994: 8). 
A partir de lo diverso es que se puede construir un contexto de alteridad. La 
alteridad nace del contacto cultural y se remite permanentemente a él, 
captando el fenómeno de lo humano de un modo especial y por ello, es la 
categoría central de una pregunta antropológica específica. Podría decirse que 
es la perspectiva que elabora la antropología como disciplina científica acerca 
de los fenómenos sociales (ibidem: 11). La alteridad no sólo es algo diferente, 
en abstracto, sino que marca lo que no es uno, aunque no necesariamente sea 
tan distante. 
El estudio es sobre los otomíes1 del Valle del Mezquital, partiendo del hecho 
de que existen rasgos o comportamientos culturalmente significativos entre 
ellos, que se exhiben distintos a aquellos formulados por las sociedades que 
responden a dinámicas cada vez más globalizadoras. 
Entonces, cabe cuestionarse ¿cómo se ha logrado reproducir la moderna 
sociedad otomí del Valle del Mezquital desde la tradición? Tomemos en cuenta 
que las sociedades tradicionales viven en la modernidad y se reproducen en la 
tradición de su vocación agraria precapitalista de autoconsumo por lo que son 
contrastantes con el desarrollo globalizador (Salazar 2007). 
 
1 En este trabajo utilizaré el término castellano de origen nahua "otomí" en lugar de hñähñü o 
cualquiera de sus variantes, para referirme a este grupo étnico y su idioma. 
INTRODUCCIÓN 
 7 
De la diversidad que actualmente muestran los otomíes del Mezquital resulta 
interesante analizar cómo los procesos históricos, que involucran crisis 
demográficas,migraciones, colonizaciones, aislamientos geográficos, pueden 
impactar de manera distinta en los fenómenos lingüísticos y en los genéticos. 
 La diversidad lingüística con frecuencia ha dado pie a imaginar 
correspondencias entre los grupos definidos por el análisis lingüístico y/o 
etnográfico, con pretendidos grupos «biológicos» (o genéticos). Así, los grupos 
determinados lingüísticamente suelen ser concebidos como unidades 
culturales, con identidades étnicas claras. 
 Por identidad étnica entendemos el constructo sociocultural e histórico dado 
por el conjunto de normas, reglas, espacios, prácticas y creencias compartidas 
en las que la lengua ocupa un lugar central desde dos puntos de vista: 1) como 
un elemento cristalizador de la identidad, en tanto sistema de signos donde 
confluyen representaciones, símbolos e identificaciones colectivas y 2) 
considerada como práctica discursiva, la lengua es un elemento constitutivo de 
la identidad étnica en tanto que integra las interacciones sociales, es decir, 
como parte de la acción comunicativa y simbólica (Sierra 1987: 82). 
En este sentido, los trabajos sobre identidad étnica privilegian el lugar de la 
lengua, como elemento simbolizador y cohesionador de una cultura, llegando 
así a identificarla con el grupo étnico. Sin embargo, se debe tomar en cuenta 
que si bien lengua, cultura y etnicidad se interrelacionan, son variables 
independientes (Wright 2005b: 26). El Valle del Mezquital se caracteriza por la 
relativa estabilidad de la población indígena y por la conservación de la lengua 
otomí, en contraste con otras regiones ocupadas por ellos, donde el número de 
hablantes es cada vez más reducido (Galinier 1987: 17). 
INTRODUCCIÓN 
 8 
Dentro de las ideas, valores y patrones de comportamiento que conforman la 
cultura, se eligió abordar al grupo otomí por la vigorosidad con la que se presenta 
en la actualidad y por reflejar la diversidad lingüística en el Mezquital, en relación a 
otras lenguas mayoritarias. La lengua es un aspecto muy importante de su cultura, 
pero no es suficiente en sí misma para definir al grupo otomí. Por tanto, será 
considerada como uno de muchos aspectos del mosaico cultural más complejo y 
variado. 
 Aunque la lengua sea sólo un indicio entre otros respecto a la pertenencia 
cultural, puede revelar un origen étnico. En nuestro grupo de estudio, la identidad 
lingüística es muy poco cuestionable: los otomíes son los hablantes de un conjunto 
de lenguas, estrechamente emparentadas, que descienden del idioma proto-otomí 
hablado hace varios siglos en el centro de México. 
 No obstante, la existencia de una “cultura otomí” es menos clara, ya que desde 
tiempos remotos los hablantes de otomí han estado mezclados con otras 
comunidades lingüísticas. La extraordinaria sucesión y mezcla de culturas hace del 
análisis una tarea difícil, y sería cuestionable empeñarse en encontrar límites 
claros y discretos entre las poblaciones definidas como otomíes. 
 En nuestra perspectiva, en lugar de precisar sus particularidades, buscamos 
analizarlos en su contexto histórico, geográfico y sociocultural. El eje del estudio es 
la diversidad otomí a partir de su adscripción lingüística y variabilidad genética, 
situados en una dimensión temporal y espacial. 
 Aunque algunos autores opinan que genes y lenguas participan de una misma 
historia de coalescencias y aislamientos evolutivos (Cavalli-Sforza 2000: 155), es 
pertinente señalar que la diversidad genética perceptible por el observador se 
expresa a nivel del fenotipo, mientras que la variabilidad lingüística es en sí misma, 
una expresión de la diversidad cultural, siguiendo cada una su propio ritmo. 
INTRODUCCIÓN 
 9 
REFERENTES TEÓRICOS Y EJES METODOLÓGICOS 
 
En el intento por analizar la diversidad lingüística y genética entre otomíes del 
Valle del Mezquital como resultado de procesos históricos, es primordial 
destacar el papel que ha jugado la organización del espacio en dos sentidos: 
como la realidad material preexistente a todo conocimiento y toda práctica, y al 
fungir como un «contenedor» que nos permite delimitar nuestra región de 
estudio. El espacio apropiado y valorizado –instrumental y simbólicamente– por 
los grupos humanos constituye un territorio. En su dimensión instrumental, el 
territorio responde a las necesidades económicas, sociales y políticas de cada 
sociedad, sustentadas por las relaciones sociales que lo atraviesan. Asimismo, 
el territorio también es espacio de sedimentación simbólico-cultural y soporte 
de identidades individuales y colectivas. 
Así definido, el territorio se pluraliza según escalas y niveles históricamente 
constituidos que van desde lo local, hasta lo supranacional, pasando por 
escalas intermedias como el municipio, la región y la nación. Estas diferentes 
escalas están empalmadas entre sí. Como organización espacial, la región es 
el punto de conjunción o bisagra entre los territorios próximos o locales y los 
lejanos o nacionales. La región es el constructo resultante de la intervención de 
poderes económicos, políticos o culturales del presente o del pasado (Giménez 
2000: 23, 34). 
 Aunque frecuentemente imbricada en la región geográfica, económica o 
geopolítica, la región como constructo cultural, puede o no coincidir con los 
límites de aquellas. Desde esta perspectiva, el espacio físico del Valle del 
Mezquital conforma una región sociocultural, que nace del pasado en común 
vivido por la colectividad adscrita a él y permite que la población recree su vida 
INTRODUCCIÓN 
 10 
en el ámbito tanto individual como colectivo, cultural y biológico (Oliver et.al. 
2003: 108). 
Los territorios se transforman y evolucionan en razón de distintas 
circunstancias geopolíticas y geoeconómicas, por ende, el entorno geográfico y 
sociocultural imprime un sello distinto en las comunidades que interactúan con 
él (Giménez 2007: 117). Aunque el Valle del Mezquital es una región 
sociocultural en sí misma, a lo largo de la historia ha estado circunscrita a una 
entidad política, económica y cultural más amplia conocida como Mesoamérica 
(Carrasco 1998: 18). 
 Cuando se intenta definir Mesoamérica, por lo general se hace referencia a 
la definición que Paul Kirchhoff elaboró en 1943 al reunir ciertos criterios 
materiales como: consumo de maíz, la siembra con coa, la adoración de varios 
dioses, el no empleo de la rueda, etc. Este término fue forjado como un 
concepto tentativo para designar el conjunto de las culturas prehispánicas 
establecidas en un territorio que abarca la parte meridional del actual territorio 
mexicano, situada aproximadamente al sur del paralelo 21, así como 
Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador, Nicaragua y el norte de Costa Rica. 
 La sistematización de rasgos culturales, como propone el concepto de 
Mesoamérica, puede dar la impresión de unidad entre las civilizaciones 
precolombinas de una gran parte de los actuales territorios de México y 
Centroamérica, sin embargo, si se observa con más detalle, se descubrirá la 
extrema heterogeneidad de orden lingüístico, artístico y cultural en su interior. 
Esta ambigüedad fundamental nos remite a la dialéctica clásica entre unidad y 
heterogeneidad, que confronta el sustrato común en toda Mesoamérica, con el 
abanico de sus variaciones espacio-temporales. 
INTRODUCCIÓN 
 11 
 Ante este dilema, el reto de nuestra investigación es identificar cuáles son 
las expresiones de diversidad de los otomíes del Valle del Mezquital que se 
conservan en el tiempo, detallando las fracturas demográficas provocadas por la 
llegada de elementos exógenos (i.e. migraciones, epidemias, colonialismo), que no 
lograron borrar por completo la realidad autóctona, sino que se fusionaron con los 
elementos previos. 
Abordar el estudio de la diversidad en el Valle del Mezquital desde una 
perspectiva cronológica, nos permite dar cuenta de las transformacionesque se 
suceden durante cerca de tres mil años de historia (eje diacrónico), mientras que el 
análisis temático de las expresiones de diversidad elegidas para el presente 
estudio: lingüística y genética, nos posibilita a hacer un alto en el continuum para 
enfatizar las permanencias entre los otomíes de nuestros días (eje sincrónico). 
No podemos dejar de lado la problemática que yace en el intento por 
correlacionar la diversidad cultural con la diversidad lingüística en Mesoamérica, 
pues uno se enfrenta con que muchos grupos lingüísticamente similares 
divergieron culturalmente, a la par que muchos otros, con una herencia lingüística 
diversa, desarrollaron similitudes culturales. 
Considerando que el territorio se pluraliza según escalas y niveles 
históricamente constituidos, nuestra investigación plantea el análisis de la 
diversidad entre los otomíes del Valle del Mezquital en dos niveles: microrregional 
(o local) y en su adscripción a regiones más amplias (i.e. áreas culturales o 
estados nacionales). 
Cuando una sociedad que se desarrolla a escala local es incorporada a los 
sistemas de escala mayor –a través de conquista o dominación económica–, la 
alta densidad poblacional y la expansión de los sistemas centralizados a expensas 
de las minorías, podría conducir a la disminución de cierta diversidad lingüística-
INTRODUCCIÓN 
 12 
cultural. Si esta correlación es cierta, sería viable sugerir un patrón en muchas 
partes del mundo, donde grupos con alta diversidad cultural han sido marginados 
por la expansión de los imperios o los estados, como propone Smith (2001: 99). 
Asimismo, algunos antropólogos (cfr. Bodley 1996: 145) perciben las 
sociedades a pequeña escala (pueblos, aldeas, comunidades) como 
“reservorios” de la diversidad lingüística, cultural y ecológica debido, en parte, a 
que la población protege sus recursos naturales, pues de ello depende su 
subsistencia. 
Entonces si analizamos la diversidad lingüística como un tipo de expresión 
cultural, y la genética como la expresión a nivel molecular de la diversidad 
biológica, podemos postular que: a «gran escala», los sistemas culturalmente 
centralizados tienden a reducir las expresiones de diversidad lingüística 
exhibidas por las sociedades que se desarrollan a «pequeña escala». En los 
términos dialécticos planteados, el nivel de análisis a pequeña escala 
representa lo heterogéneo, mientras que si se analiza el problema en una 
escala regional, la disminución de las expresiones de diversidad, puede dar la 
impresión de cierta unidad aparente. En cuanto al dilema dialéctico entre 
unidad y heterogeneidad, creo que no hay defensa posible: toda unidad es un 
espejismo, la realidad es heterogénea, no se puede frenar, ni evitar. 
 Al parecer, la diversidad lingüística puede incrementarse debido a factores 
de aislamiento entre grupos humanos; al mismo tiempo es claro que la 
diversidad cultural se conserva incluso en circunstancias de no aislamiento 
físico (por ejemplo, entre personas que ocupan nichos ecológicos contiguos o 
bien que pertenecen a la misma área cultural). El hecho de que altas 
concentraciones de comunidades lingüísticamente distintas coexistan en una 
misma área, parece ser una constante en la historia de la humanidad. 
INTRODUCCIÓN 
 13 
 
 
Autores como Mühlhäusler (2001: 135) han identificado en el multilingüismo un 
factor clave en el mantenimiento de la diversidad lingüística y cultural a lo largo 
de la historia, nadando en contracorriente de las crecientes presiones que 
buscan la asimilación. 
 La humanidad es una sola especie y en realidad existen pocas barreras 
geográficas, lingüísticas, o socioculturales que eviten la circulación de 
información cultural entre unidades culturales, o el flujo genético. Entonces, 
cabe preguntarse ¿cómo se expresa la diversidad otomí frente a las presiones 
que buscan la asimilación y cuáles son los factores que han permitido la 
reproducción sociocultural y biológica de nuestro grupo de estudio? 
 Siendo el objetivo general de nuestro estudio indagar cómo se expresa la 
diversidad lingüística y genética de los otomíes del Valle del Mezquital en un 
contexto histórico microrregional y analizar cómo se comporta la diversidad en 
la escala regional mesoamericana, los objetivos particulares son: 
 
- Realizar un recorrido cronológico que de cuenta de la antigüedad y 
diversidad cultural de los otomíes del Valle del Mezquital, así como de las 
relaciones interétnicas entre los otomíes y sus vecinos, dentro de la 
dinámica del altiplano central. 
 
- Exponer las características de la lengua otomí, su distribución y su historia 
para enfatizar las expresiones de diversidad lingüística que aún 
permanecen. 
 
- Estudiar cómo se conforman las familias en el Valle del Mezquital, para 
examinar si el patrimonio cultural (v.gr. patrón de residencia postmarital y 
INTRODUCCIÓN 
 14 
relaciones de parentesco) puede expresarse en la composición genética de 
nuestra población de estudio. 
 
- Caracterizar la estructura genética poblacional de los otomíes a partir de las 
frecuencias alélicas de los haplotipos A, B, C y D mitocondriales. 
 
- Calcular el promedio de diversidad genética y diferenciación poblacional 
entre los otomíes y ocho poblaciones más reportadas en la literatura. 
 
HIPÓTESIS 
 
Mostrando la voluntad por diferenciarse y resistiendo de diferentes maneras 
para continuar siendo lo que desean ser, los otomíes del Valle del Mezquital 
conservan expresiones y prácticas culturales que contrastan con aquellas 
formuladas por las sociedades que se desarrollan en una dinámica 
globalizadora. Identificados lingüística y etnográficamente como el grupo 
“otomí”, en cuanto a su estructura genética se comportan como una misma 
unidad poblacional con otros pueblos del altiplano central, resultado del 
continuo flujo genético en distintos momentos históricos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
INTRODUCCIÓN 
 15 
ORDEN DE LA EXPOSICIÓN 
 
El trabajo está organizado en cuatro capítulos; en el capítulo 1 se expone el 
entorno físico del Valle del Mezquital, como un territorio estrechamente 
vinculado con la subsistencia de los otomíes. Se analiza la conformación del 
Valle del Mezquital como una región sociocultural y su papel como un territorio 
de frontera con los pueblos al norte de Mesoamérica. Se hace un recorrido 
histórico desde los primeros asentamientos humanos en la región, hasta la 
actualidad. 
 En el capítulo 2 se hace referencia a la diversidad lingüística en el Valle del 
Mezquital, como una expresión de la diversidad cultural. Se describe la historia 
de la lengua otomí y se contrastan diferentes propuestas teóricas que dan 
cuenta de la antigüedad y diferenciación del tronco otomangue. Se analiza la 
ocupación pluriétnica de Mesoamérica como un elemento que posiblemente 
nos ayude a explicar la amplia diversidad genética observada en las 
poblaciones del altiplano central, debido a la intensa dinámica migratoria. 
 La tercera parte está dedicada a los aspectos sociohistóricos y 
demográficos de los otomíes del Valle del Mezquital. Al observar que el patrón 
de residencia postmatrimonial puede influir en la manera en que se transmite la 
herencia, es pertinente revisar cómo se conforman las familias en el Mezquital. 
Las relaciones de los otomíes con otros grupos que cohabitaron el altiplano 
central se abordan a la luz de las fuentes históricas. Al final, se hace referencia 
a los estudios de corte bioantropológico realizados en grupos otomíes. 
 La cuarta y última parte está dedicada al estudio de la diversidad genética 
entre los otomíes del Valle del Mezquital. Para determinar la diversidad 
genética y diferenciación poblacional presente entre los otomíes, se llevó a 
INTRODUCCIÓN 
 16 
cabo la caracterización de marcadores uniparentales generados a partir de los 
polimorfismos de tamaño de fragmentos de restricción (RFLP´S)en la molécula 
de ADNmt (ADN mitocondrial), adoptando algunas técnicas de la biología 
molecular como la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) y la 
electroforesis. Se aborda el debate en torno al poblamiento de América según 
el ADNmt, contextualizando los avances en el estudio de dichos marcadores 
genéticos en las poblaciones denominadas amerindias. 
 Para concluir, se hace una reflexión sobre los diferentes matices que puede 
adquirir la diversidad en nuestra región de estudio y sus expresiones en la 
actualidad. Se plantea que en la región sociocultural del Valle del Mezquital, la 
alta diversidad lingüística y genética se mantienen íntimamente ligadas, como 
una de las claves que nos permite entender el devenir de los otomíes y cómo 
se han reproducido desde la tradición, conservando rasgos distintos respecto a 
otras sociedades globalizadas. Es preciso tomar en cuenta que la membresía a 
un grupo étnico determinado pone en conjunción dos componentes esenciales: 
el étnico y el genético, que se generan por una naturaleza histórica y social 
(Juengst 1998: 7). 
 Este trabajo forma parte del proyecto “Herencia biológica y cultural. Un 
estudio sobre nahuas coras y huicholes” CONACYT P48481 y “Genética y 
cultura entre tarahumaras, coras, huicholes y nahuas” PAPIIT-UNAM IN402507 
a cargo de Blanca Zoila González Sobrino, cuya línea de investigación se 
enfoca en el análisis de los aspectos culturales y su influencia en la estructura 
genética de las poblaciones en México. El trabajo experimental del ADN fue 
realizado en el Laboratorio de Antropología Genética en el Instituto de 
Investigaciones Antropológicas de la UNAM. 
 
CARACTERÍSTICAS GEOGRÁFICAS 
 
El estado de Hidalgo comprende una superficie sumamente accidentada de 20,846 
km2, que equivale al 1.1% del territorio nacional (Ruiz de la Barrera 2000: 15). Se 
sitúa al oriente de la zona central del país entre los límites de seis entidades: San 
Luis Potosí al norte; Veracruz y Puebla al oriente; Tlaxcala y México al sur y 
Querétaro al poniente. 
 El estado de Hidalgo está integrado por las siguientes regiones: el Valle del 
Mezquital, la Huasteca (en su porción hidalguense), la Sierra, la Altiplanicie 
Pulquera o Llanos de Apan, el Valle de Tulancingo, la Sierra de Tenango, la Sierra 
Gorda, la Comarca Minera y parte de la Cuenca de México (Oliver et.al. 2003: 111). 
 El Valle del Mezquital, nuestra región de estudio, forma parte del altiplano 
central mexicano y comprende la porción occidental del territorio hidalguense. 
Cubre una superficie total de 7,206 km2 y se localiza entre los 98º 56´ 42” y 99º 51´ 
18” de longitud y los 19º 45´ 27” y 20º 45´ 9” de latitud (mapa 1). 
De acuerdo con sus características físicas, integra la provincia fisiográfica 
denominada Meseta Neovolcánica –en su porción cercana a la vertiente occidental 
de la Sierra Madre Oriental–. Al ser la extensión austral del desierto chihuahuense, 
el paisaje del valle es de tipo semidesértico. La misma sierra constituye una muralla 
natural que, al impedir el paso de las ráfagas del Golfo, limita el nivel de 
precipitación pluvial y, en consecuencia, la concentración de la humedad. En 
general, es una región templada, con bajas precipitaciones pluviales anuales y una 
estación fría con clima seco estepario (BS) según la nomenclatura de Koeppen 
(González 1968: 6). 
CA
PÍ
TU
LO
 
un
o 
 
ENTORNO FÍSICO Y SUBSISTENCIA 
EN EL VALLE DEL MEZQUITAL 
 
18 
 
OCÉANO 
PACÍFICO 
GOLFO DE MÉXICO 

 
 
 
 N 
 
Simbología 
 Sierra Madre Occidental 
 Planicies norteñas 
 Sierra Madre Oriental 
 Península de Yucatán 
 Límite estado de Hidalgo 
 Valle del Mezquital 
 Límite altiplano central 
 Límite frontera climática 
 
 
 
 
 300 km 
  
MÉXICO 
N 21º 
 117º 109º 101º 94º 88º 
N 
 
 
 
 
 
 
 1
8º
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 2
4º
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 2
8º
 
Mapa 1. El estado de Hidalgo en el territorio nacional. 
 19 
Este fenómeno, sumado a la porosidad del suelo, explica en parte, la naturaleza 
semidesértica del Valle del Mezquital (Ruiz de la Barrera 2000: 17). Los suelos 
del valle son profundos, pobres en materia orgánica, cuya alcalinidad dificulta las 
labores de cultivo y su naturaleza arcillosa no permite la filtración del agua de los 
ríos y fuentes naturales (Tranfo 1974: 65). La actividad agrícola en el Mezquital 
se desarrolla cuando el régimen pluvial lo permite, así como en lugares irrigados 
por manantiales y corrientes fluviales constantes como sucede en Ixmiquilpan y 
Zimapán (Quezada 1975: 41). 
Por sus características de suelo desiguales, el Valle del Mezquital puede 
clasificarse en tres subregiones: 
 
1. Subregión centro-sur, que se extiende como una franja del centro y baja 
hacia el sureste. Tiene un clima semiseco. Su suelo ha sufrido importantes 
modificaciones por la introducción de canales de riego que lo han tornado 
propicio para la agricultura y ha permitido la diversificación de cultivos, así 
como un mayor volumen en la producción. 
 
2. Subregión centro. Es una franja de vegetación xerófila que se extiende 
hacia el norte e incluye una pequeña porción de matorral en el suroeste. Su 
clima es seco semicálido. En esta subregión se practica principalmente la 
agricultura de temporal. Sus tierras son aptas para el pastoreo. Abunda el 
maguey, la lechuguilla y las biznagas, entre otras cactáceas. En la 
actualidad se ha impulsado la producción en cooperativas, lo que ha 
incrementado los ingresos de la población. 
 
 
 
 
 20 
3. Subregión Alto Mezquital. Es una franja de clima templado que se extiende 
hacia el norte; posee vegetación boscosa, con mayor humedad y nivel de 
precipitación pluvial que las otras subregiones. El suelo no es apto para la 
agricultura, aunque se practica la de temporal. Encontramos en menor 
grado vegetación xerófila, alternada con bosque y matorral, sobre todo en 
las áreas donde la explotación forestal ha agotado la riqueza del suelo. 
Durante la Colonia y los primeros años del siglo XIX, fue una importante 
región minera (Moreno 2006: 6). 
 
De acuerdo a sus elevaciones orográficas, el Valle del Mezquital está limitado 
hacia el norte por la Sierra de Juárez, que da inicio a la Sierra Gorda y las 
barrancas del río San Juan, en la frontera con el estado de Querétaro; al 
oriente se localiza la Sierra de Pachuca y Tolcayuca, que lo separan de las 
barrancas de Meztitlán y de la Cuenca de México; al poniente corre la Serranía 
de las Cruces y Cuauhtlalpan, mientras que las elevaciones de Apaxco cierran 
el valle en su porción sur (López 2002: 19). 
 En la sierra de Juárez se encuentra la máxima elevación: el cerro Boludo, 
de 3100 metros, que constituye una de las partes elevadas de la cuenca del río 
Moctezuma, drenado por el río Tula (Vázquez 1995: 182). La cuenca alta del 
río Tula-Moctezuma, donde se incluyen las subcuencas de los ríos Actopan, 
Alfajayucan, Arroyo Zarco, Rosas, Salado, Tecozautla, Tlautla y Tula. Este 
último constituye la corriente de agua más importante del valle (mapa 2). 
Entre cada subcuenca existen variaciones climáticas y de potencialidad de 
recursos, determinadas por el tipo de suelos, la vegetación, la precipitación 
pluvial, el sustrato geológico y las distintas actividades humanas, entre otros 
factores. 
 21 
Mapa 2. Límites geográficos del Valle del Mezquital. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 N 
 
 
QUERÉTARO 
EDO. DE MÉXICO 
TLAXCALA 
PUEBLA 
VERACRUZSIMBOLOGÍA 
 
 Cerro La Estancia 
 Sierra de Juárez 
 Eje Neovolcánico 
 Sierra de Pachuca 
 Sierra de Apaxco 
 Sierra de las Cruces 
 Sierra Madre Oriental 
 Capital del estado 
 Límite Valle del Mezquital 
~ Río Tula-Moctezuma 
✫✫ Máxima elevación 
✫✫ 
 
Río Tula 
Río Moctezuma 
 
 
 
 
 99º53´ 98º54´ 97º58´ 
21º24´ 20º30´ 19º36
 ́
0 25 50 Km 
PACHUCA 
 
 
 22 
Estas diferencias se hacen evidentes al adentrarse en el valle y observar las 
elevaciones de rocas calizas, con vegetación somera y de formas 
redondeadas, como producto del trabajo erosivo, tanto eólico como hídrico. 
La vegetación característica del Valle del Mezquital es de tipo desértico, con 
especies como el matorral Sarcocrasicaule y vegetación rosetófila. En general 
hay una vinculación estrecha entre el material parental y la zonificación de los 
recursos vegetales. González Quintero (1968: 9-11) ha señalado la existencia 
de distintas comunidades y asociaciones vegetales, según se trate de una 
ladera de caliza, de una planicie aluvial o de una ladera ígnea. 
Las asociaciones vegetales conocidas como nopaleras son más frecuentes 
dentro del matorral desértico Crasicaule, en la zona verde, aunque también se 
distingue una zona de bosques de encino al occidente del valle, que abarca 
gran parte de la provincia prehispánica de Jilotepec. Las montañas y serranías 
de origen volcánico muestran una cubierta vegetal más abundante en especies 
relacionadas con el matorral y, eventualmente, relictos de comunidades de 
pinos de varias especies, arriba de los 2,600 msnm (López 1997: 38). 
El Mezquital es rico en recursos minerales como la piedra pómez, la piedra 
caliza, vetas de piedra color rosa y negra, cantera rosa y en tierras arcillosas de 
buena calidad para elaborar productos de cerámica, alfarería y materiales para 
la construcción como tabique, petatillo, teja y solera (Guerrero 1983: 61). 
Las rocas calizas hacen que la escasa humedad de la precipitación se filtre 
y forme mantos freáticos, o bien escurra recorriendo cauces y creando 
carcavas y barrancas que se dirigen a los distintos afluentes de los ríos Tula y 
Moctezuma. 
 
 
 23 
Figura 1. Gradiente de vegetación en el Valle del Mezquital. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Tomado de Lauro González Quintero, Tipos y vegetación en el Valle del Mezquital, 1968, cuadro 3, p. 16. 
 
El agua suele presentarse concentrada en los ríos. Por ello, el río Tula se 
convirtió en el eje del Valle del Mezquital, pues a lo largo de su cauce, se han 
generado recursos benéficos y muy diversos para el hombre. 
La dinámica del paisaje generó una zonificación de recursos útiles, de 
manera tal que, al oriente, se encuentran minerales como la plata y el plomo 
hacia Pachuca y Jacala; en la zona de San Antonio Sabanillas, Tula y Apaxco, 
la cal es muy abundante y ha sido explotada probablemente desde la época 
prehispánica (López 1997: 37). Si bien nuestro caso de estudio no es el único 
donde el paisaje sólo puede ser entendido a partir de la interacción dinámica 
con el hombre, coincido con López Aguilar (ibidem: 41) cuando se refiere al 
Valle del Mezquital como un paisaje humanizado, donde los grupos han 
desarrollado distintas estrategias de adaptación, adquiriendo especificidades 
sociales y culturales. 
 
 
Encinar de Quercus 
Tinkhamii y nolina sup. 
Matorral crasicaule 
 
 
 
Quercus 
Quercus 
microphila 
Matorral superior de 
Quercus microphila 
LADERA CALIZA 
Matorral transicional 
de Sophora 
 Matorral desértico aluvial 
Matorral crasicaule 
 
 
 
2800 
2700 
2600 
2500 
2400 
2300 
2200 
2100 
2000 
1900 
1800 
1500 
 
 3000 
2900 
2800 
2700 
2600 
2500 
2400 
2300 
2200 
2100 
2000 
1900 
1800 
1700 
 
 
LADERA IGNEA 
 
 
Matorral 
de 
Quercus 
Tinkhamii 
Matorral de 
Fouquieria 
 
 
Matorral 
Huniperus 
Matorral 
interior 
 24 
HISTORIA DE UN PUEBLO Y UN TERRITORIO 
 
 
En esta sección se revisa cómo el espacio físico del Valle del Mezquital 
conforma una región socio-cultural, al ser un espacio creado, socialmente 
vivido, donde la cultura se desarrolla en un hábitat, que es a la vez una 
manifestación histórica y geográfica (De la Peña 1991: 123-162). 
El Valle del Mezquital es una región socio-cultural integrada a su vez por 
microrregiones que se diluyen para formar un conjunto con una estructura 
social y una organización comunitaria en la que existen pequeñas diferencias 
culturales, con una red de relaciones sociales, económicas y de producción 
que interactúan más entre sí que con otros sistemas (Oliver et.al. 2003: 108). 
La construcción del Valle del Mezquital como una región socio-cultural, 
parte desde la época prehispánica, sin embargo, la carencia de fuentes 
documentales previas a la llegada de los españoles, nos obliga a esperar las 
noticias de los cronistas del siglo XVI. 
Desde el Formativo hasta el Posclásico, los actuales estados de Hidalgo, 
Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes y Zacatecas conformaron una región 
hacia el norte-centro de México que constituyó una zona de transición entre el 
núcleo de Mesoamérica al sur y la Gran Chichimeca al norte (Parsons 1998: 
53-54). 
Esto es, antes de la conquista, el territorio otomí –que se extendía hasta el 
norte del estado de México y el sur de Hidalgo– fungió como una especie de 
escudo entre los estados mexica y purépecha y las tribus generalizadas como 
chichimecas del norte (ver páginas 39- 43 respecto a la discusión sobre “lo 
chichimeca”). 
 25 
De modo que los otomíes se presentaban como interlocutores entre los 
pueblos agrícolas de Mesoamérica y los chichimecas recolectores, con quienes 
compartían la frontera y algunos rasgos culturales, incluyendo el parentesco 
lingüístico con los pames y jonaces que pertenecen a la misma familia 
otopame. 
En el siglo XVI el hábitat otomí estaba marcado por un alto grado de 
dispersión, sin embargo, para el momento de la llegada de los españoles al 
Mezquital, se distinguían dos grandes zonas de ocupación otomí: Teotlalpan, 
y las provincias de Jilotepec y Tula. La población de ambas cabeceras se 
componía en su mayoría de otomíes, pequeños asentamientos de chichimecas 
(posiblemente pames) y una minoría de nahuas. En tiempos prehispánicos 
Teotlalpan y Jilotepec fueron tributarias de la Triple Alianza a través de cuatro 
cabeceras: Ajacuba, Hueypoxtla y Atotonilco, comprendidas en la parte sureste 
de Teotlalpan, y una más en la provincia de Jilotepec (López 2005: 69, 78). 
La región conocida como Teotlalpan –que incluía el noroeste de la cuenca y 
los ríos de Tula y Apaxco– corresponde prácticamente al actual Valle del 
Mezquital. En esta región los lugares con mayor disponibilidad de agua y tierra 
fértil fueron los asentamientos de la población mexica políticamente dominante; 
estos asentamientos se organizaban en cabeceras (altepeme), como Actopan, 
Alfajayucan, Ixmiquilpan y Huichapan, que hasta la actualidad siguen siendo 
sedes del poder local. 
Desde los centros de poder se controlaban los pueblos organizados en 
barrios (calpulli), dispersos en un amplio espacio geográfico, en 
correspondencia con el mejor aprovechamiento de los recursos. En el sureste 
del actual Hidalgo había unidades dependientes de Texcoco –del cual eran 
 26 
tributarios–, constituidas en comunidades semiautónomas que no 
correspondían necesariamente a una sola unidad política (calpixcazgos). 
La población era extraordinariamente densa en el momento del contacto 
(ver cifras demográficas en las páginas 96- 99); los asentamientos eran 
prácticamente contiguos, con casas por todas partes. La lengua predominante 
erael otomí, pero muchos lugares tenían minorías de hablantes de náhuatl 
(Gerhard 1986: 304-305). 
El área de Tetepango comprendía los siguientes territorios: Tlacotlapilco, 
Tepatepec, Mixquiahuala, Tezontepec, Tetepango, Tlahuelilpan, Atitalaquia, y 
Atotonilco. De acuerdo con Gerhard (ibidem), el área de Tetepango–
Hueypoxtla incluía la mayor parte de lo que en el siglo XVI se llamó Teotlalpan y 
en años posteriores Valle del Mezquital. 
La provincia de Jilotepec comprendía los territorios hidalguenses de Nopala, 
Chiapantongo, Alfajayucan, Huichapan, Tecozautla y Tasquillo. El territorio de 
Zimapán, perteneciente a la encomienda de Xilotepec, probablemente se 
encontraba poblado por pames nómadas, pero es posible que hubiera un 
asentamiento otomí, frente al territorio hostil de Meztitlán al noreste. 
Del Paso y Troncoso afirmaba que “[…] la Teutlalpa sería, no la vasta serie 
de llanuras que desde las goteras de México extiéndese indefinidamente hacia 
el Septentrión, como algunos autores han creído, sino la comarca bien definida, 
cuyo limite al Norte apenas pasaba de la sierra de Pachuca” (PNE, vol. III, p. 73 
apud Cook 1989: 34). Así, Pachuca constituía el límite oriental de la región 
conocida como Teotlalpan; era territorio otomí con una minoría hablante de 
náhuatl y quizás algunos chichimecas hablantes de pame. Comprendía 
Tezontepec y Atotonilco (Gerhard op.cit.: 44). 
 27 
Al quedar bajo la jurisdicción de la Corona española, el Valle del Mezquital se 
integró por las tierras de la antigua Teotlalpan, algunas provincias de Jilotepec, 
así como Tula. La lengua predominante era el otomí, pero había grupos de 
mazahuas en el sur y de chichimecas (pames) en el norte. Poco después de la 
conquista, la parte norte estaba ocupada por chichimecas. 
La primera referencia que alude a la región del Valle del Mezquital se cita 
en la obra Theatro Americano de J.A. Villaseñor y Sánchez (1746). El nombre de 
Mezquital hacía referencia a la antigua región llamada Teotlalpan o la tierra 
perteneciente a los dioses. En 1791, el padrón levantado en la jurisdicción de 
Ixmiquilpan señala que también “es Mezquital”, lo que denota que para finales 
del siglo XVIII ya se hacía uso generalizado del término, dejando de lado el de 
Teotlalpan (López 2005: 56). En épocas posteriores –y hasta la actualidad– los 
habitantes de las zonas menos secas consideran como Valle del Mezquital a la 
zona más árida comprendida entre Actopan e Ixmiquilpan el noreste de la 
antigua Teotlalpan (López 1997: 32). 
Los reinos o señoríos prehispánicos que actualmente pertenecen al 
territorio hidalguense y posteriormente conformaron el Valle del Mezquital se 
detallan en el cuadro 1 (Ruiz de la Barrera 2000: 38). 
 28 
CUADRO 1. Reinos o señoríos que conformaron el Valle del Mezquital. 
 
Reino o señorío Pueblos 
Apaxco Atitalaquia, Chilcuautla, Ixmiquilpan, Mixquiahuala, Tula, 
Tlamaco [en Atitalaquia], Nextlalpan [en Tepetitlán], 
Tezontepec, Tlahuelilpan, Xipacoyan [San Marcos en Tula de 
Allende] 
Cuauhtitlán Tepeji del Río 
Tula Actopan, Ajacuba, Atotonilco de Tula, Itzcuicuitlapilco [San 
Agustín Tlaxiaca], Tecomatlán [en Ajacuba], Tepatepec [en 
San Fco. I. Madero], Tetepango, Tornacuxtla [San Agustín 
Tlaxiaca] 
Jilotepec Huichapan, San José Atlán [en Huichapan], Santiago Tlautla 
[en Tepeji del Río], Tecozautla, Zimapán 
 
Cuando se decretó la creación del estado de Hidalgo el 16 de enero de 1869, 
el Valle del Mezquital quedó incluido en su territorio; la nueva entidad se 
integró por los siguientes once distritos: Actopan, Apan, Huascazaloya, 
Huejutla, Huichapan, Ixmiquilpan, Pachuca, Tula (sin incluir Jilotepec, pues su 
territorio pertenecía al valle de Toluca), Tulancingo (que dejó de comprender 
Otumba), Zacualtipán y Zimapán (Ruiz de la Barrera 2000: 108). 
 Jacques Soustelle ([1937] 1993: 54) señaló que el Valle del Mezquital se 
podía definir como una vasta meseta que continúa la de Jilotepec y que sólo 
está separada de San Juan del Río y de Querétaro por ondulaciones de poca 
importancia. Se limita al norte por la cadena de montañas de la Sierra Madre 
Oriental [Sierra Gorda], a partir de Tasquillo y el río Tula; la meseta está 
dividida en pequeñas cuencas, donde destacan poblaciones otomíes 
importantes como Tepeji del Río, Actopan e Ixmiquilpan, además de rancherías 
como el Cardonal. 
 29 
Para este autor, el elemento que más destaca de las Mesetas de Hidalgo, 
Querétaro y Guanajuato es el estrecho vínculo de comunicación que 
mantuvieron con Jilotepec, formando un corredor hacia el actual San Luis 
Potosí. 
Para Torquemada ([1641] 1975: 62), el reino de los otomíes comprendía 
Tepexic (Tepeji del Río), Tula, Xilotepec, Chiapa (de Mota), Xiquipilco, Atocpan 
(Actopan) y Querétaro, (cuya ocupación deja de lado debido a que fue posterior 
a la Conquista). Todos estos pueblos otomíes parecen haber pertenecido a una 
vasta unidad política cuya cabecera era Xilotepec “el riñón”, la cual estaba 
conformada por las siguientes localidades: Huichapan, Ixmiquilpan, 
Mixquiahuala, Tezontepec, Nopala San José Atlán, Tecozautla, Tula, Jilotepec, 
Chapa de Mota, San Lorenzo o Techatitla y San Andrés Timilpan; estos tres 
últimos, pertenecientes al actual estado de México. 
 Según Guerrero (1983: 36), si se tomaran en cuenta estrictamente los 
límites del Valle del Mezquital, la zona tendría una forma triangular cuyos 
vértices serían Ixmiquilpan al norte, Actopan al sureste y Tula al suroeste. No 
obstante, por sus aspectos etnográficos, considera que los límites del valle se 
extienden a Pacula, Jacala y Tlahuiltepa al norte; los municipios del estado de 
México que colindan con Hidalgo al sur; Meztitlán, Atotonilco el Grande, 
Mineral del Chico y Pachuca al oriente; y los municipios de Querétaro que 
limitan la entidad en la porción occidental. 
 Se destaca así, la existencia de dos grandes ideas en torno al Valle del 
Mezquital: una que lo circunscribe a la región más árida y otra versión 
ampliada, concordante con la región conocida como Teotlalpan, ocupada por 
los otomíes. 
 30 
 
Una delimitación semejante es la propuesta por Elinor Melville (1990: 37), 
quien señala que el valle consiste en ocho planicies en un área de colinas 
bajas que forman las cabeceras hidrológicas del río Tula y las montañas de la 
Sierra de las Cruces, con base en sus investigaciones sobre los cambios 
ocurridos en el Mezquital como consecuencia de la conquista española. 
 En 1951 el Valle del Mezquital constituyó una unidad administrativa para 
efectos de la acción gubernamental ejercida a través del Patrimonio Indígena 
del Valle del Mezquital (PIVM), que comprendía 30 municipios del estado de 
Hidalgo. 
 Siguiendo la propuesta de Oliver (2003: 107), nuestro estudio considera que 
el Valle del Mezquital está compuesto por 27 municipios, once de los cuales 
concentran el mayor número de hablantes de otomí en el país. La investigación 
histórica y el diseño de muestreo se realizaron tomando como base los 
municipios que se indican en el mapa 3. 
 31 
 
SIMBOLOGÍA 
 
1. Tepeji del Río 
 
10. Tepetitlán 
 
19. Huichapan 
 
2. Atotonilco de Tula 
 
11. Tepatepec 
 
20. Alfajayucan 
 
3. Tula de Allende 
 
12. San Salvador 
 
21. Santiago de Anaya 
 
4. Atitalaquia 
 
13. El Arenal 
 
22. El Cardonal 
 
5. Tlaxcoapan 
 
14. Actopan 
 
23. Ixmiquilpan 
 
6. Tlahuelilpan 
 
15. Progreso 
 
24. Tasquillo 
 
7. Tetepango 
 
16. Chilcuautla 
 
25. Tecozautla 
 
8. Mixquiahuala 
 
17. Chapantongo 
 
26. Zimapán 
 
9. Tezontepec de Aldama 
 
18. Nopala 
 
27. Nicolás Flores 
 
MAPA 3. Municipios que comprenden el Valle del Mezquital. 
 
 
 
 
Adaptado de Oliver et.al., Cambios y tradiciones en el Valle del Mezquital, 2003, pág. 110. 
 32 
ANTECEDENTES HISTÓRICOS 
 
Como resultado de los trabajos arqueológicos, ha sido posible identificar 720 
sitios, que van desde concentracionesdispersas de materiales cerámicos, 
hasta asentamientos complejos con arquitectura monumental. Mediante 
tipología comparativa se determinó que la profundidad temporal de la 
ocupación humana en el Valle del Mezquital es de 11, 000 años (Fournier 
1996: 182). 
En el centro nuclear del Valle del Mezquital la presencia humana se 
relacionó probablemente con la megafauna (mastodontes y mamutes) existente 
en los actuales arenales del área Ixmiquilpan-Actopan, particularmente con los 
depósitos de sílex con el que elaboraban puntas acanaladas que sirvieron 
como proyectiles, hacia el 9,000 a.C. (Ruiz de la Barrera 2000: 24). 
El ambiente frío y árido de la región que comprende al Valle del Mezquital 
ofreció relativamente pocas ventajas a los agricultores del periodo Formativo 
(1500 a.C. a 200 d.C.) debido a que la tecnología y los niveles de organización 
todavía eran ineficientes para la explotación del ambiente natural. Por ello, 
siguió predominando la adaptación de cazadores recolectores. 
A finales de este periodo, la agricultura de la tierra fría se caracterizó por la 
primera presencia de plantas más resistentes a las condiciones de aridez y frío, 
lo que permitió la expansión de la productividad agrícola y la utilización de 
terrenos marginales, a pesar de la escasez permanente de agua; por ejemplo, 
el cultivo de diversos tipos de maíz que maduraban más rápido y la 
domesticación eficaz del maguey. Además hubo un avance en las técnicas de 
riego, lo que hizo que los terrenos fueran más aptos para la agricultura 
intensiva de semillas, y extensiva de magueyes (Parsons 1998: 55). 
 33 
Hacia el 200 o 300 d.C., las comunidades que se encontraban dispersas se 
comenzaron a consolidar y se integraron a alguno de los dos polos: al sur en 
Teotihuacán, con vínculos hacia la Cuenca de México, y otro, hacia la 
cultura de Xajay o de las Mesas, de carácter local con nexos hacia la zona 
del Bajío queretano. 
Entre ambos sistemas se creó una frontera excluyente, cuyos contactos 
esporádicos se limitaban a actividades comerciales o rituales. Entre los 
pueblos de la cultura Xajay emergieron pequeños asentamientos marginales 
que se identifican por presentar una cerámica semejante a la teotihuacana, 
pero de manufactura local y con diseños esgrafiados típicos de la región; 
arqueológicamente se les ha nombrado “teotihuacanoides” y el ejemplo más 
representativo se encuentra en San José Atlán, cerca de Huichapan. 
Con el Clásico (200-700 d.C.) hay un notable crecimiento de la agricultura 
en toda la región. La expansión de las redes económicas fue de la mano con el 
desarrollo sociopolítico del Estado, especialmente en el caso de Teotihuacán y 
sus vecinos. Sólo con una organización estatal estable sería posible el 
intercambio a mayor escala de los productos de la agricultura intensiva como 
maíz, frijol, amaranto y calabaza; así como de la agricultura extensiva del 
agave (maguey) y los productos no-agrícolas de los cazadores-recolectores 
(López 2005: 46). 
Durante los primeros siglos de nuestra era los nichos ecológicos disponibles 
en las áreas hacia el centro-norte fueron ampliados dramáticamente como 
consecuencia de los nuevos elementos sociopolíticos y económicos, 
permitiéndose una expansión demográfica y una mejor integración regional 
(Parsons 1998: 56). 
 34 
A partir del año 500 d.C. el sistema teotihuacano se expandió hacia el norte, 
en busca de cal y cinabrio, quedando como evidencia los sitios localizados 
en el Valle del Marqués y en Tula. Es difícil hablar de la presencia otomí en 
el altiplano central durante la expansión teotihuacana hacia el norte, debido 
a que la evidencia etnohistórica limita su temporalidad al posclásico tardío. 
En cambio, sí es probable que la frontera de las sociedades complejas se 
encontrara más al norte del Mezquital y que los teotihuacanos ocuparan 
estos territorios con los grupos locales (López op.cit.: 47). Con base en las 
fuentes etnohistóricas, autores como Fournier (1995: 136) proponen que los 
otomíes habitaban el Valle del Mezquital al menos desde el 950 d.C. o incluso 
600 d.C. aún cuando la mayor intensidad se registra hacia el 300 d.C. López 
Aguilar señala que las primeras incursiones al valle se remontan al periodo 
Clásico hacia el 500 d.C. siendo los otomíes los primeros ocupantes de la 
región del Mezquital (López 2002: 213; 2005: 35). 
Sin embargo, consideramos que los intentos por correlacionar 
identidades étnicas con el registro arqueológico son muy arriesgados. Por 
ejemplo, las investigaciones realizadas en sitios del altiplano central como 
Teotihuacán y Tula (Mastache y Cobean 1985; Diehl 1983) señalan que la 
composición poblacional correspondía más con un mosaico pluriétnico, en el 
que pueblos de diferentes orígenes cohabitaban la misma área; la intensa 
dinámica poblacional hace difícil asegurar que fueron únicamente los 
otomíes los autores de la producción material. 
Durante el florecimiento de Teotihuacán, los otomianos probablemente 
jugaron un papel central en su desarrollo; de acuerdo con Bernardino de 
Sahagún se puede hablar de otomíes desde finales de la época teotihuacana. 
 35 
El uso del maguey y los artefactos que las tejedoras teotihuacanas utilizaban, 
entre otros indicios, confirman la presencia de los otomíes en Teotihuacán no 
como un pueblo invasor, sino como parte de su población (Lastra 2006: 79). 
La pérdida del poder centralizador que tenía el estado teotihuacano derivó 
en la desaparición del mismo y en una serie de movimientos poblacionales 
hacia distintas direcciones. Los grupos Xajay, que se desplazaron hacia el 
sur por las planicies de San Juan del Río, Tecozautla y Huichapan, pudieron 
contribuir al colapso teotihuacano debido a la vertiginosa independencia de 
los pueblos sujetos a las cabeceras teotihuacanas y por la suspensión del 
tributo hacia la metrópoli. 
El efecto del colapso teotihuacano en el Mezquital se observa en la 
desacralización de los templos, la exhumación de los difuntos, el incendio de 
las zonas ceremoniales y por la creación de una nueva cabecera por los 
antiguos habitantes de San Bartolo Ozocalpan, localizada en la confluencia 
de los arroyos El Marqués y el Tanquillo, próxima a los manantiales de 
Chapantongo (o Chiapantongo) (López 2005: 47). 
Después de la caída de Teotihuacán hacia el 600- 650 d.C., y antes del 
surgimiento de Tula, hubo una época denominada Epiclásico (700- 1100 
d.C.), que se caracterizó por el vacío de poder y el surgimiento de pequeños 
estados sin que ninguno dominara grandes territorios, por ejemplo: 
Xochicalco, Cacaxtla, Teotenango y el Tajín (Lastra op.cit.: 82). 
La historia durante el Posclásico Temprano (900-1200 d.C.) es confusa no 
sólo para los otomíes, sino para los protagonistas toltecas. Durante este 
periodo –y como caso único– surgió una sociedad compleja autónoma más allá 
 36 
del límite septentrional de la Cuenca de México: Tula, en el Valle del Mezquital 
(López 2005: 49). 
A diferencia de lo que sucedió con las civilizaciones mesoamericanas que le 
precedieron, sobre Tula y los toltecas contamos con fuentes arqueológicas y 
etnohistóricas; sin embargo, este hecho no parece conferir ventaja alguna en el 
esclarecimiento del origen, crecimiento, dispersión, composición y colapso de 
la etnia. Resulta pertinente aclarar que toda la información documental en torno 
a los toltecas procede de registros escritos después de la conquista española, 
provenientes de información recogida por indígenas, españoles o mestizos. 
Esta es una de las limitaciones más serias en el estudio de Tula (Noguez 2001: 
204). 
De acuerdo con la tradición histórica, se sabe que el grupo dominante en 
Tula era el náhuatl –ya fueran los tolteca-chichimeca venidos del norte o bien, 
los nonoalca provenientes del sur-. Ante tal situación, existen dos posibilidades 
para estimar la participación de los otomíes en este ámbitode poder: a) los 
otomíes se mantuvieron viviendo en la región al margen del fenómeno político, 
comercial y bélico encabezado por los toltecas o bien, b) sufrieron la 
dominación de éstos bajo la forma de exigencia tributaria. Con el surgimiento 
de Tula se absorbió buena parte de la población del Mezquital y la Cuenca de 
México, a la vez que llegaron inmigrantes de otras regiones para formar 
enclaves étnicos; la evidencia arqueológica sugiere la presencia de grupos de 
Oaxaca, la Costa del Golfo, Occidente y el área maya (Escalante 1989: 28). 
La evidencia documental indica que el Estado tolteca se constituyó como 
una sociedad multiétnica en la que se hablaba náhuatl y otomí, entre otras 
lenguas (Diehl 1983: 56). Según las crónicas del siglo XVI como los Anales de 
 37 
Cuauhtitlán (Bierhorst 1992: 40) y la Historia de los indios de Nueva España de fray 
Toribio de Benavente conocido como Motolinía (1941: 10), los españoles 
encontraron mucha población otomí en Tula, por lo que es lógico pensar que 
habían vivido ahí desde antes de la fundación de la ciudad, permaneciendo 
durante la época de la Triple Alianza y el periodo colonial (Lastra 2006: 88). 
Uno de los esfuerzos reconstructivos más importantes acerca de la historia 
de Tula fue el realizado por Jiménez Moreno, quien en la Introducción de la 
Guía arqueológica de Tula (1945) sitúa el origen de los toltecas hacia principios 
del siglo X, con la penetración del caudillo Mixcóatl y su grupo tolteca-
chichimeca de habla náhuatl. Mixcóatl, que provenía del noroeste de 
Mesoamérica, se apoderó de varias secciones de los valles centrales; una de 
ellas fue la que se denominó el “Chicomóztoc histórico”, ubicado entre Tula y 
Xilotepec. Ahí se mezclaron con la población original, principalmente de 
filiación otomiana, formándose lo que el autor considera las raíces étnicas de la 
cultura tolteca (Jiménez 1945 apud Noguez 2001: 205). 
Mixcóatl continuó su expansión hacia lo que hoy es el estado de Morelos; 
ahí encontró a Chimalma y tuvo un hijo con ella: Ce Ácatl Topiltzin 
Quetzalcóatl, nacido en un lugar llamado Michatlauhco, cerca de Tepoztlán. 
Luego de importantes hazañas, por ejemplo el dominio de Xochicalco, adoptó 
el nombre de Quetzalcóatl, convirtiéndose en su sacerdote. 
 
 
 
 
 38 
Topiltzin recuperó el trono de los tolteca-chichimeca, que en ese momento se 
encontraban establecidos en el Colhuacan de la cuenca lacustre. 
Posteriormente decide trasladar la capital de los tolteca-chichimeca hacia el 
norte de la cuenca. Primero estuvieron temporalmente en Tollantzinco 
(Tulancingo) y posteriormente en Tula- Xicocotitlan; desde este punto se 
controlaba la cuenca lacustre y el Valle del Mezquital (Ibidem). 
De acuerdo con Jiménez Moreno, los tolteca-chichimeca tenían fuertes 
presiones por parte de los olmecas-históricos (xicalanca) establecidos en 
Cholula en aquel tiempo. Dentro del complejo mosaico pluriétnico establecido 
en Tula, se pueden distinguir principalmente tres grupos: a) los tolteca-
chichimeca, b) los nonoalca y c) aquel conformado por gente proveniente de la 
Huasteca, el Bajío y occidente de Mesoamérica. 
Mezclados con otomíes del norte de la cuenca lacustre, los tolteca-
chichimeca portaban una tradición alteña y provenían del norte de Jalisco y sur 
de Zacatecas, de una región dominada por los cazcanes, un grupo de habla 
náhuatl. El segundo grupo importante que se detecta en las fuentes es el de los 
nonoalca; en contraste con los norteños vinculados con los otomíes, los 
nonoalca poseían una tradición mesoamericana más definida que los tolteca-
chichimeca. Algunos han identificado a este grupo como un desprendimiento 
de los pipiles –nombre genérico que se relaciona con los descendientes de los 
teotihuacanos que vivían en Cholula–. Al momento de ser expulsados por los 
olmecas xicalancas, entre 750 y 800 d.C. los pipiles comenzaron una larga 
travesía hasta tierras tan lejanas como el sur de Centroamérica y quizás norte 
de Perú; en una forma más precisa, estuvieron en Tabasco y el sur de 
 39 
Veracruz, en Coatzacoalcos y de ahí alcanzaron Huejutla y Tulancingo hasta 
llegar a Tollan-Xicocotitlan. 
El tercer grupo que se ha mencionado es el de los huastecos; su presencia 
en Tula se percibe claramente en la arquitectura y la arqueología, sin que ello 
implique una inmigración o establecimiento tan importante como el de los 
grupos anteriores. No hay duda del contacto entre la gente de Tula y los 
huastecos; existen registros de migraciones toltecas hacia la huasteca después 
de la caída de su ciudad. Un aspecto claro de la influencia de los huastecos es 
el culto a Quetzalcóatl, en su desdoblamiento de Ehécatl –dios del Viento–, 
deidad que porta un gorro cónico y pico de ave, la cual fue encontrada en las 
estructuras de planta mixta, como la que aún sobrevive en el área de El Corral, 
en la Acrópolis o Tula Grande. Tula-Xicocotitlan es el sitio donde, por primera 
vez, se da una nueva síntesis de los principios tradicionales de la cosmovisión 
mesoamericana (Noguez 2001: 207- ss). 
Se habla de influencias teotihuacanas en la iconografía: imágenes de Tláloc 
acompañadas del glifo del año; de la presencia de Xochicalco y de El Tajín; de 
la influencia de los huastecos en la construcción de la pirámide mixta en El 
Corral; de la contribución de los norteños y sus vecinos aridoamericanos, 
particularmente de la cultura Chalchihuites. A éstos se les ha reconocido como 
los creadores de elementos tan importantes como el tzompantli, la idea del 
chac mool (materializada originalmente en pequeñas figuras que la arqueología 
llama proto-chac mool), los amplios espacios ceremoniales techados, y en 
general, en el sentido militarista y de autosacrificio que acompaña a las 
manifestaciones plásticas toltecas; asimismo se habla de la posible llegada 
 40 
directa de elementos originalmente toltecas que regresan “mayanizados” de 
Chichén-Itzá. 
La arqueología y las fuentes documentales han proporcionado algunas pistas 
que intentan esclarecer el oscuro final de Tula, marcando el año 1156 d.C. 
como la fecha de la destrucción final, lo cual daría a Tula una vida aproximada 
de 250 años. Aparentemente, las tensiones interétnicas entre los tolteca-
chichimeca, los nonoalcas y los huastecos provocaron el fin de Tula; aunado a 
los cambios drásticos en el clima general de las partes septentrionales de 
Mesoamérica. Dichos cambios fueron generados por problemas agrícolas de 
larga duración que dispararon la caída de los grandes centros de poder como 
Tula y La Quemada, lo que se acompañó de la pérdida y dispersión de la 
población regional. El colapso del centro-norte de México puede deberse, 
según los arqueólogos, a cambios en el ambiente físico que agudizaron la 
aridez de la zona y provocaron el fracaso de la agricultura intensiva (Parsons 
1998: 58). 
Autores como Armillas y Michelet aseguran que es posible que entre los 
años 900 y 1200 d.C., un periodo de inestabilidad climática, pudo haber 
desprendido la frontera norte de Mesoamérica, afectando numerosos 
asentamientos de agricultores permanentes en las zonas norteñas en el Valle 
Malpaso, Zacatecas e impactando en el sur, precisamente en el Valle del 
Mezquital. Este fenómeno explica, en parte, la tendencia a desplazarse hacia el 
sur de la Teotlalpan y las cuencas lacustres del altiplano central (Escalante 
1989: 30). A diferencia de lo que ocurrió a la caída de Teotihuacán, cuando 
Tula colapsó, los otomíes realizaron una serie de desplazamientos. A principios 
del siglo XIII, un cabecilla otomí, Chiconcuauh, guió a un grupo de otomíes y se 
 41 
estableció en Xaltocan. Por otra parte, otros se fueron a poblar el sur de la 
Teotlalpan y algunos más se acercaron al lago, asentándose en la región de 
Cuauhtitlán; durante los siglos XIII y XIV, en la nueva localización de los 
otomíes, el señorío de Xaltocan vio crecer su poder paulatinamente;su ámbito 
de influencia llegó a abarcar toda la zona norte de la Cuenca, alcanzando 
Meztitlán y la Huasteca (Carrasco 1950: 252). 
Recapitulando, los aproximados 30,000 km2 que se abren sobre las llanuras 
del norte serán el laboratorio del nuevo poder nahua en Mesoamérica. Ahí es 
donde los recién llegados adquirieron experiencia; en lugar de dispersarse de 
manera caótica, librar guerras aquí y allá, colonizaron hábilmente los confines 
septentrionales de Mesoamérica y se introdujeron en ciudades moribundas. El 
símbolo de esta fase es Tula, fundada en territorio otomí a principios del siglo 
IX. A sólo 70 km al noroeste de Teotihuacán, Tula concretó el fenómeno de 
ascenso hacia el norte de la frontera mesoamericana. El elemento simbólico de 
esta ciudad ultra septentrional sirvió de capital al nuevo poder. Atestiguó una 
proximidad a la vez geográfica y cultural con el mundo chichimeca, y se afirmó 
al mismo tiempo como plenamente mesoamericana (Duverger 2007: 245). 
Después del colapso del poder tolteca, a lo largo de los siglos XII y XIII se 
dieron nuevos movimientos poblacionales, al mismo tiempo que ingresaron al 
área mesoamericana varios grupos que reciben el apelativo de “chichimecas”, 
provenientes de algún lugar entre los actuales estados de San Luis Potosí y 
Tamaulipas. La penetración de los chichimecas está claramente vinculada con 
el desplazamiento de la frontera norteña de Mesoamérica. Forzados por las 
invasiones, los otomíes conformaron un señorío independiente con cabecera 
en Jilotepec, que ocupaba algunos territorios del actual estado de Hidalgo. A 
 42 
partir de este asentamiento se realizaron movimientos migratorios hacia 
Zumpango (Ruiz de la Barrera 2000: 35). 
Algunas fuentes históricas como la Historia general de las cosas de Nueva España 
de escrita por fray Bernardino de Sahagún entre 1547 y 1577, menciona tres 
géneros de chichimecas: los tamime, los otomíes y los teochichimecas o 
zacachichimecas. En otra parte de esa misma obra, menciona a los 
nahuachichimeca, a los otonchichimecas y a los cuextecachichimecas (lo cual 
sugiere que se distinguían tres lenguas dentro de los chichimecas: náhuatl, 
otomí y huasteco). 
Por su parte, los alumnos de Bernardino de Sahagún del Colegio de 
Tlatelolco distinguían los tres grandes troncos lingüísticos mesoamericanos: 1) 
Los chichimecas, que hablaban náhuatl: los tepaneca, los acolhua, los chalca, 
los tonaiantlaca, es decir, la gente de tierra caliente de lo que actualmente es el 
estado de Morelos, los uexitzinca, los tlaxcalteca y los atlaca chichimecas, 
mejor conocidos como azteca, todos del grupo lingüístico Yutoazteca; 2) Los 
chichimecas que hablaban otomí y matlatzinca del grupo lingüístico 
otomangue; y además registran a los chichimecas que hablaban huasteco, del 
grupo lingüístico mayance; y 3) Los grupos que habitaban Onouayan, a los 
olmeca, los uixtoti y los mixteca que hablan lenguas del grupo otomangue y las 
lenguas del tronco macro-mayance (Sahagún [1829] 2000: 959). 
Dentro de los chichimecas, los alumnos distinguían culturalmente tres 
clases: los otomíes, con un desarrollo cultural bajo, pero cercano al suyo; a los 
tamime o flechadores y en tercer lugar a los teochichimecas (chichimecas 
verdaderos) sin hogar fijo, desplazándose por los zacatales, los bosques y los 
peñascales. A estos últimos, a pesar de esta vida trashumante y de describirlos 
 43 
como cazadores, se especifica que conocían un poco la agricultura y que eran 
sociedades estratificadas, ya que tenían su tlahtoani o gobernante, con su 
tecpanecalli o palacio, al cual tributaban conejos, venados y pieles (Ibidem). De 
acuerdo con Reyes y Odena (2001: 239), existen dos situaciones que hacen 
complejo el estudio de los chichimecas: 
1) Aunque se sabe que algunos chichimecas hablaban náhuatl –bien porque 
la tenían como lengua original o porque posteriormente se “nahuatlizaron”–, 
lo cierto es que durante el apogeo del Estado mexica, algunos grupos no 
nahuas fueron designados con nombres peyorativos que significan desde 
extraño hasta bárbaro; tal es el caso de los términos popoloca, chontal y el 
mismo término chichimeca. 
 
2) El segundo problema se suscitó cuando los españoles emprendieron una 
prolongada guerra de exterminio y colonización al norte de Mesoamérica en 
el siglo XVI; para ellos todas las etnias que habitaban esa zona eran 
chichimecas. Denominaron como la “Gran Chichimeca” a todo el norte, sin 
distinguir la especificidad cultural. 
 
En contraste con los toltecas, al chichimeca se le considera como cazador-
recolector e incluso nómada. Reconsiderando esta vieja interpretación, es 
necesario hacer algunas precisiones. 
- Cuando surgieron las hipótesis de que los chichimecas eran bárbaros por no 
ser agricultores sedentarios, aún no se tenía la evidencia arqueológica que 
diera cuenta de ciudades-Estado al norte de Mesoamérica. 
 
- En virtud de que está rebasada la postura de considerar al norte como una 
entidad geográfica homogénea y cuya supuesta aridez no permitía la 
agricultura, los nuevos estudios han corroborado lo que señalan algunas 
fuentes, en el sentido de la existencia de sociedades estamentales con 
economía mixta de apropiación y reproducción. 
 
- La presión que ejercían los chichimecas debe entenderse dentro de la 
perspectiva de la dinámica de los pueblos mesoamericanos que tenía como 
 44 
una de sus características fundamentales un movimiento migratorio y un 
reacomodo constante; la integración y desintegración de señoríos se 
expresa en estas constantes migraciones: Tula, Culhuacan, Cholula. 
 
Ixtlixóchitl, por ejemplo, dice que chichimeca, en su propio idioma quiere decir 
las águilas. Para algunos, como Torquemada, significa “chupadores”, pues se 
cree chupaban la sangre de los animales que cazaban. Otros afirman que tal 
denominación proviene del adjetivo chichic, que significa amargo, por tratarse 
de gente áspera y amarga, según Boturini. Y otros más dicen que es una 
palabra que proviene de dos sustantivos: de chichi que significa perro y de 
mécatl que significa cuerda, y en un sentido metafórico linaje, ya que estos 
grupos cuentan que descienden de una perra que, después del diluvio, se 
convierte en mujer. 
Sin embargo, Reyes y Odena (2001: 253) piensan que todas las 
interpretaciones anteriores son erróneas, proponiendo que chichimeca significa 
“la gente que vive en Chichiman”, entendido también como “el lugar de los 
perros”, aunque no se conoce ninguna población que se llamase Chichiman. Lo 
que sí se reconocía claramente en las fuentes eran dos grandes áreas: la 
Chichimecatlalpan y la llamada Onouayan o Nonoualco –en lo que hoy se 
denomina Mesoamérica–. La Chichimecatlalpan o tierra de los chichimecas 
recibía también otros nombres, como los de Teotlalpan o “tierra de los dioses”, 
en el sentido de que era una región desconocida; se le llamaba también 
Mictlampa o “hacia el lugar de los muertos”, ya que se pensaba que el mictlan 
se localizaba hacia el norte; otro nombre fue el de Tlacohcalco, es decir “en la 
casa de los dardos”. 
Por otro lado, la Onouayan era la región del sur y sureste: el territorio de los 
sedentarios. Onouayan significa “lugar donde hay gente o población”, de 
 45 
acuerdo con cronistas del siglo XVI como Motolinía. Por su parte, Torquemada 
decía que Onoualco correspondía con las provincias de Tabasco, Campeche y 
Yucatán, región donde se desarrolló la cultura sedentaria conocida como la 
más antigua: la olmeca. 
Es importante distinguir entre los chichimecas mesoamericanos, de los pueblos 
que los españoles llamaron chichimecas, que por su feroz resistencia al 
cristianismo y al sistema colonial, fueron calificados como bárbaros y 
sanguinarios. 
En la documentación histórica de los valles centrales y de los de Puebla y 
Tlaxcala se tiene información pormenorizada sobre la migración, los usos y 
costumbres, el establecimientode los chichimecas y las grandes 
transformaciones que se generaron con su llegada. En la Historia tolteca-
chichimeca y el Mapa de Cuauhtinchan No. 2 relatan que en el siglo XII se 
desintegró Tollan [Tula] y de ahí partieron los tolteca-chichimeca para 
establecerse en Cholula, donde quedaron bajo el dominio de los olmeca-
xicalanca. Después los tolteca-chichimeca se rebelaron y se apoderan del 
gobierno de Cholula; para afianzar su poder, tuvieron que someter a siete 
pueblos olmeca situados en la vertiente oriental del Popocatépetl. 
Un resultado inmediato provocado por estas migraciones, es la 
diversificación de la composición étnica regional; por ejemplo, para el siglo XII 
los valles de Puebla y Tlaxcala tenían a la población original olmeca, a los 
tolteca chichimeca que radicaban principalmente en Cholula, a los chichimeca 
y a los mixteca popoloca o pinome (Reyes 2001: 259). 
El último de los grupos chichimecas que, después de años de migrar por los 
territorios norte de Mesoamérica, se estableció definitivamente en la Cuenca de 
 46 
México fue el de los mexicas, cuya participación en la historia inmediatamente 
anterior a la llegada de los españoles fue muy importante. Este hecho está 
documentado en la Tira de la peregrinación, también conocida como Códice 
Boturini. Esta tira de papel de amate cubierta con estuco que representa el 
viaje del pueblo azteca desde su salida de Aztlán, es el documento más 
temprano de la migración azteca y su versión histórica fue la más utilizada a lo 
largo de los siglo XVI y XVII. 
Los mexicas decían provenir de una isla llamada Aztlán, probablemente 
localizada en el actual estado de Nayarit; cuando salieron de la isla huyendo de 
las obligaciones tributarias, adoptaron el nombre de mexitin. Después de tocar 
varios puntos importantes como Tula, llegaron al islote donde levantarían su 
capital definitiva: México-Tenochtitlan. Creyendo ver las señales con que su 
dios les señalaba la tierra prometida: un águila parada sobre un nopal, en el 
año 2 Calli o 1325 d.C., se fundó la ciudad mexica. La ocupación del islote –
perteneciente al señorío de Azcapotzalco– obligó a los mexicas a aceptar la 
condición de vasallos y a pagar tributo periódicamente. 
Al llegar los mexicas en el siglo XIV, la Cuenca de México se encontraba 
densamente poblada y fragmentada políticamente en numerosas ciudades-
Estado que controlaban territorios circundantes. Las relaciones entre ellas se 
caracterizaban por una notable inestabilidad, producto de la constante 
competencia por ampliar sus áreas de influencia. Generalmente, cuando un 
Estado o capital asumía el liderazgo en alguna región, terminaba por imponer 
su dominio totalmente. Tal es el caso de los señorío otomí de Xaltocan, tolteca 
de Culhuacan, chichimeca de Tenayuca y acolhua de Coatlinchan (Obregón 
2001: 286). A través de alianzas con ciudades-Estado, éstas controlaban 
 47 
amplias zonas dentro de la cuenca e incluso fuera de ella; así, por ejemplo, la 
capital otomí controlaba la mayor parte del norte y noreste de la Cuenca de 
México, extendiéndose casi hasta la sierra de Puebla, así como a la zona 
mazahua al norte del Valle de Toluca. Al mismo tiempo mantenía alianzas 
políticas con señoríos del sur como Cuitláhuac y Xochimilco. El relativo 
equilibrio quedó roto a partir de 1371 d.C. al consolidarse el Estado tepaneca 
de Azcapotzalco bajo el liderazgo de Tezozómoc. Constantes campañas 
militares lograron imponer tributación y controlar gran parte de la región norte 
de la cuenca, todo el occidente de ésta, el Valle de Toluca, la provincia de 
Xilotepec, la Teotlalpan y parte del Valle del Mezquital, así como la parte 
occidental del Valle de Morelos. 
El expansionismo tepaneca afectó inmediatamente al Señorío de Xaltocan, 
arrebatándole amplias zonas y terminando por imponer su dominio; esto 
provocó una salida masiva de otomíes hacia otras zonas más al este y hacia 
Tlaxcala. A pesar de que Azcapotzalco fue la principal potencia en la cuenca a 
fines del siglo XIV, el señorío acolhua de Texcoco inició su expansión en el 
extremo oriental, convirtiéndose en el rival más poderoso de Azcapotzalco. El 
reino de Texcoco provenía de la dinastía Xólotl toltequizada y nahuatizada. Al 
morir en 1426 el viejo Tezozómoc, los tepanecas se encontraban divididos en 
torno a la sucesión del trono. Aprovechando este momento coyuntural, los 
tenochcas se declararon rebeldes y enemigos a su poder, liberándose de su 
dominio. Contando con el apoyo de otros pueblos descontentos, lograron armar 
un fuerte ejército que atacaría simultáneamente Azcapotzalco en distintos 
frentes (Obregón 2001: 287- 293). 
 48 
El triunfo de los mexicas sobre los tepanecas dos años más tarde, marcó el 
momento clave en el que los mexicas pasaron del nivel de señorío al de 
verdadero Estado, convirtiéndose en la potencia hegemónica que controlaba 
casi todo el centro-sur de México a la llegada de los españoles. Tras el triunfo 
sobre Azcapotzalco, los mexicas y sus aliados controlaron los distintos 
señoríos hasta entonces, bajo el dominio tepaneca. En cuanto a las relaciones 
con los señoríos vencidos, los mexicas decidieron formalizar la alianza con 
aquellos afiliados en la guerra. Siguiendo la tradición mesoamericana, la unión 
tomó la forma tripartita. Cada uno de los participantes se decía heredero de 
uno de los grandes señoríos que habían controlado la cuenca durante los años 
inmediatamente anteriores: México-Tenochtitlan de Culhuacan, Texcoco de 
Coatlinchan y Tlacopan de Azcapotzalco. 
La Triple Alianza (Excan Tlatoloyan) fue originalmente un pacto militar para 
llevar a cabo campañas de expansión conjuntamente y repartirse las 
ganancias. Cada uno de los miembros iría adoptando con el paso de tiempo 
funciones especializadas dentro de la liga: el imperio mexica, como el gran 
organizador de la guerra y expansión; el acolhua, destacado por la legislación y 
dirección de obras de ingeniería, y el tepaneca, por su producción agrícola. 
Dentro de la ideología legitimadora, cada uno se relacionaba, como sugiere 
López Austin (1986: 283) con uno de los niveles constitutivos del cosmos: un 
Acolhuacan celeste, ordenador, con capital en Texcoco; un Colhuacan bélico, 
solar, dominador de los ciclos inferiores, representado por Tenochtitlan, y un 
Tepanecapan terrestre, productivo encabezado por Tlacopan. 
A partir de entonces se llevó a cabo la expansión hacia zonas cada vez más 
lejanas. Bajo el mando de Moctezuma, los ejércitos imperiales se apoderaron 
 49 
de Teotlalpan, Xilotepec-Tollan (Hidalgo); Tepeaca al sureste de Tlaxcala, la 
Huasteca, conquistando Tuxpan, Ahuilizapan (hoy Orizaba), Coixtlahuapa en la 
Mixteca, Cotaxtla en Guerrero, y Oaxaca. Con esto quedaron constituidas 
algunas provincias que más riquezas materiales aportarían al centro, hasta la 
llegada de los españoles. 
Según la Matrícula de Tributos los otomíes fundamentalmente cultivaban maíz, 
frijol y chía –productos que tributaban a Tenochtitlan- complementando con los 
cultivos de la milpa: calabaza, nopal, zapote, chayote y otros que recolectaban 
como la verdolaga y la malva. La preciada savia o aguamiel era tributada por 
los pueblos de la región en la época prehispánica y usada en la elaboración de 
mieles, azúcar y vinagre. La savia fresca o fermentada llegó incluso a sustituir 
al agua entre los naturales. Las pencas se usaban para cardar, coser y en 
actividades rituales. Obtenían el papel mixiote, y se usaba como medicina, 
combustible y para elaborar mantas. La biznaga, por su parte, era apreciada 
como dulce o en los tamales. A principios del siglo XVI d.C. la Triple Alianza, 
dirigida conforme a los intereses de Tenochtitlan, tenía como tributarios a casi 
todos los habitantes del centro de México y una zona en el área maya (Chiapas 
y Guatemala); la mayoría de los pueblos otomíes quedaron bajo su dominio, 
excepto aquellos habitantes

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