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ARISTÓFANES

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Material para uso exclusivo de la cátedra: Historia de las ideas políticas I 
ARISTÓFANES, LOS CABALLEROS. 
 Selección 
 
 
[La obra tiene lugar en Atenas. El Pueblo, representado por un anciano gruñón y algo sordo, 
cuenta con tres esclavos. Dos de ellos, Demóstenes y Nicias, se quejan del tercer servidor, 
Cleón, al que nunca llaman por su nombre sino con el calificativo de paflagonio. Se lamentan 
del modo en que éste mantiene engañado al anciano y de las desgracias que su accionar traen a 
la ciudad.] 
 
Demóstenes- Tenemos un amo colérico y brutal, gran comedor de habas y atrabiliario. 
Se llama Pueblo, habita en el Pnix y es un anciano cascarrabias y algo sordo. El mes 
pasado compró un esclavo, un curtidor paflagonio, que ha resultado ser la maldad y la 
calumnia en persona. Este paflago-curtidor, interpretando el carácter del anciano, 
empezó a mostrársele dócil como un perro, moviendo la cola, acariciándolo, mimándolo 
y seduciéndolo con tiritas de cuero. Díjole: < Pueblo, bastante es haber juzgado ya un 
solo proceso. Vete ahora al baño. Cuídate bien, absorbe, traga, recibe los tres óbolos. 
¿Quieres que te sirva la comida?> Luego se apodera de lo que uno de nosotros ha 
preparado, y este paflagonio lo ofrece a su amo. (…) Nos mantiene alejados y no 
permite que otro hable con el amo. De pie cerca de la mesa, con un látigo en la mano, 
como si fuera un abanico, aparta a los arengadores. Luego le canta los oráculos, pues el 
buen hombre tiene la manía sibilina. Cuando le ve completamente estúpido, se pone 
manos a la obra: calumnia descaradamente a los demás esclavos, y llueven los latigazos 
en nuestras espaldas. (…) Nada puede escapársele al paflagonio: tiene ojos en todas 
partes, un pie en Pilos y otro en la Asamblea; y mientras da pasos de tal magnitud, su 
trasero cae exactamente encima de Caonia, sus dos brazos en Etolia y su espíritu en 
Clopidia. 
 
[Buscando un modo de librarse de tan odiosa tiranía, consiguen apoderarse de un orácul, 
custodiado celosamente por Cleón, en el que se predice que éste debe ser suplantado por un 
choricero. Apenas se han enterado de esta curiosa profecía, aparece un choricero en la plaza 
pública. Nicias y Demóstenes se apresuran a anunciarle su futura gloria y entablan el siguiente 
diálogo:] 
 
Demóstenes- ¡Oh afortunado choricero! Por aquí, por aquí querido, sube. Tú apareces a 
nuestros ojos como el salvador de la ciudad y el nuestro. 
Choricero- ¿Qué sucede? ¿Qué queréis de mí? 
Demóstenes- Ven a informarte de tu buena fortuna, de tu dicha inaudita. 
Nicias- Tú, cógele el tablero y entérale del contenido del oráculo. Mientras yo voy a 
observar al paflagonio. 
Demóstenes- Vamos, empieza por dejar en el suelo tus mercancías. Luego adora a la 
Tierra y a los dioses. 
Choricero- Ya está. ¿Qué ocurre? 
(…) 
Demóstenes- Mira un momento por este lado, ¿no ves esas filas apretadas de pueblo? 
Choricero- Sí, las veo. 
Demóstenes- Pues bien, tú gobernarás, tú, sobre todos ellos, sobre el pueblo, sobre el 
mercado, los puertos y el Pnix. Pondrás el Senado a tus pies, destituirás a los generales, 
los cargarás de cadenas, los encerrarás en la cárcel y establecerás tu mancebía en el 
Pritaneo. 
Material para uso exclusivo de la cátedra: Historia de las ideas políticas I 
Choricero- ¿Yo? 
(…) 
Demostenes- Este oráculo anuncia que llegaras a ser un hombre muy poderoso. 
Choricero- ¿Pero cómo? ¡Yo, un choricero, llegar a ser un hombre! (...) 
Yo no me creo digno de un poder tan grande. 
Demóstenes- ¡Qué idea! ¿Por qué no te crees digno de él? Me parece que sientes 
escrúpulos. ¿Perteneces acaso a una raza de personas honradas? 
Choricero- Que los dioses me confundan si no pertenezco a la canalla. 
Demóstenes- ¡Mortal afortunado!¡Qué dicha , qué suerte tan feliz para el gobierno de 
los asuntos públicos! 
Choricero- Pero , buen amigo, yo no poseo ningún estudio. Sólo se leer y aún mal. 
Demóstenes- He ahí tu único error, de saber leer aunque sea mal. El gobierno del pueblo 
no pertenece a la gente instruida y de buenas costumbres, sino antes a los ignorantes y a 
los pillos, no rechaces así lo que te es ofrecido por los oráculos de los dioses.(…) 
 
[Nicias y Demóstenes intentan explicarle al choricero el significado del oráculo] 
 
Choricero- Esta predicción me lisonjea. Pero lo que más admiro es que pueda ser capaz 
de gobernar al pueblo. 
Demóstenes- ¡Hermosa dificultad! Sigue haciendo lo que tienes por costumbre: 
embrolla y trata los asuntos públicos como si fueran chorizos. Gánate siempre el afecto 
del pueblo engatusándolo con pequeñas ideas culinarias. Posees ya todas las demás 
cualidades del demagogo: voz de pillastre, natural perverso y descaro propio del hombre 
de la calle. Tienes todo lo que se necesita para gobernar. Las predicciones concuerdan, e 
incluso el oráculo de Apolo. Ciñe, pues, la corona; ofrece una libación a la Necedad y 
prueba de representar rudamente al personaje. 
Choricero- ¿Pero quién me ayudará? Los ricos le temen y el pobre pueblecito tiembla 
ante él. 
Demóstenes- Pero hay mil caballeros, hombres todos de bien, que le detestan; ellos te 
sostendrán. Hay además los ciudadanos honrados y todos los espectadores sensatos; yo 
mismo y los dioses estaremos contigo. (…) 
 
[Cleón aparece en escena y se entera de la confabulación] 
 
Cleón- Ancianos heliastas, cofrades del trióbolo, vosotros a quien yo pago para gritar 
con razón o sin ella, socorredme. Estos conspiradores me están sacudiendo. 
El coro- Bien hecho está, pues tú devoras las propiedades públicas antes de repartirlas. 
(…) 
Cleón- ¡Ciudadanos, pueblo! ¡Mirad qué clase de animales me hunden el vientre! 
El coro- ¡Eh! ¿También tú gritas, después que no cesas de tratar a la ciudad como a un 
esclavo? 
Choricero- Aquí estoy yo. Con mi voz me veo capaz de ahuyentarte al primer grito. 
El Coro- Si tú gritas más fuerte que él, te proclamaremos vencedor, y si le ganas en 
impudencia, para nosotros será el pastel. 
Cleón- Denuncio a este hombre. Lo acuso de contrabando de vino en las galeras de los 
peloponenses. 
Choricero- Y yo lo acuso a él de ir al Pritaneo con el estómago vacío y de volver con el 
estómago lleno. 
Demóstenes- Además, a pesar de la prohibición, saca de allí pan, carne y pescado , favor 
que no fue concedido jamás a Pericles. 
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Cleón- Vais a morir los dos 
 
[Continúan los insultos entre Cleón y el choricero, secundado por el Coro] 
 
El coro- ¡Infame, bribón, vocinglero! Tu audacia llena toda la tierra, la Asamblea 
entera, las recaudaciones, los procesos y los tribunales. Eres tú, removedor de fango, 
quien ha sembrado por todas partes la confusión en nuestra ciudad; tú, quien ha 
ensordecido a Atenas con sus gritos y acecha los impuestos como el pescador acecha el 
atún desde lo alo de su roca. (…) 
Cleón (dirigiéndose al choricero)- ¿Cómo te atreves a medirte conmigo? 
Choricero- Porque también se hablar y cocinar. 
Cleón- ¡Hablar! A ello vamos. Si te cayera en las manos algún asunto en crudo, sabrías 
sin duda cogerlo, cocinarlo y manipularlo bonitamente. ¿Te digo el efecto que me 
produces? Eres como tantos otros: habrás ganado algún proceso sin importancia contra 
algún infortunado meteco, a fuerza de haberte pasado la noche en vela, de murmurar a 
solas por las calles, de beber agua, declamando y fatigando a tus amigos. ¡Y te crees ya 
orador! ¡Pobre tonto, qué locura! 
Choricero- ¿Qué habrás bebido tú, pues, para que la ciudad, reducida al silencio, te dé 
el derecho a ti solo de jugar al charlatanismo con ella? 
(…) 
Cleón- No os temo mientras exista el Senado y siga el bonachón pueblo durmiendo 
estúpidamente en su banco. (…) Yo me voy al Senado. Os denuncio a todos como 
conspiradores. Contaré vuestros nocturnos conciliábulos en la ciudad, vuestros 
contactos con los medos y el Gran Rey, así como las intrigas que estáis forjando con los 
beocios. 
(…) 
El coro- Vamos, tú; ha llegado ya el momento de demostrar tu inteligencia y tu corazón, 
si es verdad,como aseguras, que en otros tiempos escondías la carne entre tus nalgas. 
¡Corre al Senado, de prisa! Pues va a presentarse allí para calumniarlos en masa y gritar 
a más no poder. (…) Toma, frótate el cuello con esa grasa a fin de que las calumnias te 
resbalen y no te produzcan daño alguno.(…) No te olvides, sobre todo, de morder y 
calumniar. Arráncale la cresta. No vuelvas sin haberle devorado la papada. 
 
[El choricero regresa victorioso y relata su hábil desempeño ante la Asamblea. Reaparece 
Cleón.] 
 
Cleón- Te arrastraré ante el pueblo, para terminar de una vez contigo. 
Choricero- Yo también te arrastraré ante él, y te denunciaré con mayor fuerza todavía. 
Cleón- Pero, miserable. No tiene contigo confianza alguna. Además me burlo de él tanto 
como quiero. 
Choricero- ¡Qué terco te pones con la idea de que el pueblo está en tus manos! 
Cleón- Es que sé con qué guisos se le ceba. (…) Pueblecito, sal , por Júpiter. Mi 
pueblecito, querido mío.(…) Sal para que veas cómo me injurian. 
Pueblo- ¿Quién se atreve a maltratarte, paflagonio? 
Cleón- Es por ti que he sido apaleado por este hombre y esos jóvenes. 
Pueblo- ¿Por qué? 
Cleón- Porque te quiero, ¡oh Pueblo! Y porque estoy enamorado de ti. 
Pueblo- ¿Y tú, quién eres, por favor? 
Choricero- Otro de tus amantes, el rival de éste. Te amo desde hace tiempo. Quiero 
como muchos otros, gente buena y honrada, hacerte bien; pero él nos lo impide. Tú te 
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pareces a los jóvenes que tienen amantes; rechazas a los buenos para entregarte a los 
lamapareros, los zapateros, los curtidores y los traficantes en cuero. (…) 
Cleón- Pueblo, constitúyete acto seguido en asamblea, examina y juzga cuál de nosotros 
dos te es más abnegado, y concédele a ese tu amor. 
Choricero- Sí. Juzga entre nosotros dos, con la condición de que no lo hagas en el Pnix. 
Pueblo- Yo no puedo reunirme en otra parte. Vamos pues, al Pnix, y que se celebre la 
asamblea de costumbre. 
Choricero- ¡Ay, infortunado! Estoy perdido. Este viejo es, en su casa, el más listo de los 
hombres; pero una vez sentado en los bancos de piedra, permanece con la boca abierta 
como un secador de higos. 
 
[Se sucede un diálogo entre Cleón y el Choricero en el que cada uno intenta convencer al 
Pueblo de los beneficios que éste obtendrá si se lo elige como conductor.] 
 
Choricero- (…)[Dirigiéndose a Cleón] Quieres que la guerra y el desorden le impidan 
darse cuenta de tus ignominias, que el hambre, la miseria y la necesidad de su salario le 
reduzca a moverse siempre hacia ti con la boca abierta. (…) [Dirigiéndose al Pueblo] Es 
un infame cobarde, mi querido Pueblecito. Te ha hecho muchas jugarretas, mientras tú 
te entretenías en dar de comer a las moscas. Se queda con las mejores legumbres de los 
contables y se las come. Está vaciando el tesoro público con las dos manos. (…) 
 
[Finalmente el Pueblo se decide por el Choricero, a quien pregunta su verdadero nombre. Éste le 
responde:] 
 
Choricero- Agorácrito, porque me crié en el ágora y me alimenté de procesos. 
Pueblo- Me entrego a Agorácrito y dejo en sus manos a ese paflagonio. (…) ¿Qué 
castigo vas a infligir al paflagonio? 
Choricero- Poca cosa haré. Le cederé mi oficio. Venderá él sólo los embutidos en las 
puertas, picando carne de asno y de perro, siempre borracho, disputando con las 
prostitutas y bebiendo el agua de las bañeras.

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