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Henry Kissinger
“Orden Mundial” (2016)
Biografía
Orígenes:
Henry Alfred Kissinger (Fürth, Alemania, 27 de mayo de 1923), germano-estadounidense de origen judío. 
En 1938, huyendo de la persecución nazi, su familia se muda a Nueva York.
Formación:
Kissinger pasó sus años de escuela secundaria en la sección de Washington Heights del alto Manhattan como parte de la comunidad de inmigrantes judíos alemanes allí. Después de su primer año en la George Washington High School, comenzó a asistir a la escuela por la noche.
Sus estudios se vieron interrumpidos a principios de 1943, cuando fue reclutado por el Ejército de Estados Unidos ante la entrada del país a la Segunda Guerra Mundial.
Realizó sus estudios en Ciencias Políticas en la Universidad de Harvard, sobresaliendo académicamente como estudiante a tiempo parcial, mientras se desempeñaba como profesor en dicha casa de estudios. Posteriormente obtiene de la misma institución su Maestría y también su doctorado, en 1952 y 1954 respectivamente.
Carrera política:
Consejero de Seguridad Nacional (1969-1975)
Secretario de Estado de Richard Nixon y Gerald Ford (1973-1977)
Fue artífice de la denominada «política de distensión» con la Unión Soviética y China. 
Tuvo que hacerse cargo de poner fin a la muy criticada Guerra de Vietnam y gestionar la crisis de la Guerra de Yom Kippur.
Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1973, gracias al alto al fuego que logró establecer en Vietnam.
“Orden Mundial”
Las páginas correspondientes a la asignatura Ciencia Política II son: pg. 13-42; pg. 342-348; pg. 361-373.
1) Pg. 13-42. ¿Qué es el orden mundial? Paz de Westfalia. ¿Cómo llegamos al orden mundial contemporáneo?
Lo que entendemos por orden en nuestra época fue concebido en Europa Occidental hace casi cuatro siglos, en una conferencia de paz que tuvo lugar en Westfalia, la cual se realizó sin la participación y ni siquiera el conocimiento de la mayoría de los otros continentes y civilizaciones. Así fue como, luego de una larga guerra (1618-1648), surgieron en Europa las condiciones que caracterizan al mundo contemporáneo: un sistema de Estados independientes que se abstienen de interferir (al menos en teoría) en los asuntos internos ajenos y que controlan mutuamente sus ambiciones a través de un equilibrio general de poder. A su vez, a cada Estado se le asignó el atributo de poder soberano sobre su territorio. De aquí en más, cada unidad política debía respetar como realidades las estructuras internas y propensiones religiosas de los otros países, y abstenerse de cuestionar su existencia.
Las consecuencias de Westfalia no fueron producto de prescripciones morales, sino que reflejó una adaptación práctica a la realidad. Fue un esfuerzo por terminar con las guerras que asolaban Europa. Buscó traer orden de la multiplicidad; el equilibrio de poder se percibía ahora como algo natural y deseable.
Sin embargo, los efectos de Westfalia repercutieron sólo en Europa; esa idea de orden mundial se circunscribía a esa región. Había otros territorios que eran el centro de su propio y teóricamente universal concepto de orden: China, Islam (Imperio Otomano), y Nuevo Mundo (en los territorios del actual Estados Unidos). Hoy en día, de todas estas concepciones de orden, los principios de Westfalia son la única base generalmente reconocida de lo que entendemos como orden mundial. Este modelo de orden internacional pudo germinar en otros Estados debido a la expansión de las naciones europeas. Los pueblos colonizados luego utilizaron estos principios como argumento de su propia independencia. En la actualidad, el sistema westfaliano abarca todas las culturas y regiones.
No obstante, estos principios están siendo cuestionados en la actualidad. Ejemplos: Europa (UE se aparta del sistema de Estados y va hacia una suerte de soberanía compartida), Medio Oriente (problema del yihadismo y sus consecuencias sobre la soberanía e integridad territorial de los Estados), EEUU (a veces se aparta del principio de no injerencia). [La cuestión de la destrucción o reformulación del sistema westfaliano en la actualidad será abordado con mayor detalle en el punto 3)]
Kissinger considera tres tipos de orden: 
· Orden mundial: describe una concepción acuñada por una región o civilización sobre la naturaleza de los acuerdos justos y la distribución del poder, concepción que considera aplicable al mundo entero.
· Orden internacional: es la aplicación práctica de estas ideas a una parte sustancial del planeta, lo suficientemente grande como para influir en el equilibrio de poder global.
· Órdenes regionales: implican los mismos principios aplicados a un área geográfica definida.
Cualquiera de estos sistemas de orden estará basado en dos componentes: un conjunto de reglas comúnmente aceptadas que definen los límites de acción permisible y un equilibrio de poder que lleva a cabo la restricción cuando las reglas se rompen.
Para Kissinger, el mundo moderno indefectiblemente necesita un orden mundial global.
[Lo expuesto hasta aquí está contenido en las pg. 13 a 22. A partir de la 23 -y hasta la 42-, Kissinger explicará la secuencia histórica que derivó en Westfalia. Lo que sigue es el resumen de ello.]
En China y en los territorios del Islam hubo batallas políticas por el control de un marco de orden establecido. Las dinastías cambiaban, pero cada nuevo grupo de gobernante se proclamaba único restaurador de un sistema legítimo deteriorado. En Europa no se produjo esa evolución. Con la caída del Imperio romano, el pluralismo pasó a ser la característica definitoria del orden europeo. Esta región prosperó con la fragmentación y aprovechó sus divisiones. Durante más de mil años el orden en el arte de gobernar derivó del equilibrio y la identidad de la resistencia a un gobierno universal. Esto no se dio de esta manera en virtud de un ideal abstracto de diversidad, sino que derivó de la imposibilidad de todos los actores de imponer su voluntad sobre los otros. Con el paso del tiempo, el pluralismo adoptó las características de un modelo de orden mundial.
Como se dijo anteriormente, con la caída de Roma se desintegró la unidad, la cual fue suplida en cierto modo por la Iglesia (otorgó cierta identidad común, no control unificado de los territorios).
Hubo dos gobernantes que casi lograron concretar aquella unidad anhelada: Carlomagno y Carlos de Habsburgo. Este último no sólo no pudo evitar la fracturación de su imperio, sino que además fue incapaz de evitar el surgimiento del protestantismo. A partir del siglo XVI no sólo la unidad política estaba resquebrajada sino también la unidad religiosa (1517: 95 tesis de Lutero; 1555: Paz de Habsburgo que reconoció el protestantismo dentro del Sacro Imperio Romano).
Tres eventos acabaron por desintegrar el antiguo ideal de unidad: la era de los descubrimientos, la invención de la imprenta, y el cisma de la Iglesia. A su vez, hicieron que las aspiraciones europeas pasaran de una empresa regional a una global. La expansión europea (que comienza a fines del siglo XV) hicieron que distintos Estados europeos abarcaran la mayor parte del globo y el concepto de orden mundial pasara a fusionarse con el funcionamiento del equilibrio europeo.
Por su parte, el apogeo del conflicto entre católicos y protestantes llevaría a la Guerra de los Treinta Años. En este contexto surge Richelieu, quien fue el genio creador de un nuevo concepto de Estado centralizado y una política exterior basada en el equilibrio de poder. Él acuñó la idea del Estado como entidad abstracta y permanente que existe por derecho propio. Su objetivo es era el interés nacional según principios determinados racionalmente. Por tanto, el Estado se convertiría en la unidad básica de las relaciones internacionales.
La Paz de Westfalia: iniciadora de un nuevo concepto de orden mundial que se ha extendido por el mundo entero. Se instauró la igualdad intrínseca de los Estados soberanos, independientemente de su poder o su sistema nacional. El Estado (no el imperio, la dinastía o la confesión religiosa) pasó a ser la piedra angulardel orden europeo. Se empezaron a conformar los principios de un sistema de relaciones internacionales por el deseo común de evitar las guerras totales en el continente europeo. Se descartó la idea de unidad imperial o religiosa (ya no había un solo centro de poder legítimo). A mediados del siglo XX, este sistema internacional ya funcionaba en todos los continentes.
La estructura que se estableció con la Paz de Westfalia representó el primer intento de institucionalizar un orden internacional sobre la base de reglas y límites consensuados, basado en la multiplicidad de poderes antes que en la dominación de un solo país. El concepto de “interés nacional” apareció por primera vez en escena, pero no suponía la exaltación del poder, sino un intento de racionalizar y limitar su uso.
2) Pg. 342-348. Cibertecnología y orden mundial.
Lo nuevo en nuestra época es el poder informático y la penetración tecnológica de la información en todas las esferas de la existencia. La actividad humana se vuelve cada vez más “datificable”. Ningún gobierno, ni siquiera el más totalitario, ha podido detener el flujo o resistir la tendencia a trasladar la mayoría de sus operaciones al dominio digital.
Como ocurre con cualquier innovación tecnológica, la tentación será ver este nuevo ámbito como un campo de ventaja estratégica. Cualquiera de las tecnologías existentes (para uso militar), pueden analizarse en términos de ciclos separables de guerra y paz. La nueva tecnología de internet abre una serie de panoramas completamente nuevos. El ciberespacio cuestiona toda experiencia histórica. Antes de la ciberera, las capacidades de las naciones todavía podían evaluarse a través de una amalgama de mano de obra, equipamiento, geografía, economía y moral. En la nueva era existen capacidades para las cuales todavía no tenemos una interpretación común o incluso una comprensión. El terreno crucial de muchas rivalidades estratégicas está pasando del ámbito físico al reino de la información.
Problemas específicos de la ciberera:
· Pueden causar daños actores no-estatales (ej.: un hacker), por lo cual la autoridad del Estado se vuelve ambigua. Además, es más difícil detectar quien perpetró el ataque.
· Es más fácil emprender ciberataques que defenderse de ellos (estimula la propensión ofensiva).
· Falta de acuerdos internacionales. Todavía no hay una percepción común del problema, por lo cual, las partes continuarán operando sobre la base de intuiciones separadas, magnificando las perspectivas de un desenlace caótico.
· No es posible la disuasión como sí lo es en el caso de las armas nucleares. Esto se debe a que los ciberataques son efectivos cuando se utilizan sin advertencia previa. 
· Tampoco es posible fundamentar la disuasión en el ciberespacio sobre una represalia asimétrica, como en el caso de las armas nucleares.
Será imperativo un marco para organizar el ciberambiente global. Podría evitar un conflicto bélico en caso de un malentendido.
El dilema de estas tecnologías es que resulta imposible establecer reglas de conducta sin que exista una comprensión común de al menos algunas de sus potencialidades claves. Pero estas son precisamente las potencialidades que los grandes actores serán renuentes a revelar.
3) Pg. 361-373. Orden mundial en la actualidad. Cambios en el futuro.
Cuando EEUU tomó el liderazgo mundial (luego de la SGM), añadió otra dimensión a la búsqueda de un orden mundial. Identificó su propio ascenso con la extensión de la libertad y la democracia. 
El enfoque tradicional europeo del orden veía a las personas y los Estados como intrínsecamente competitivos. 
La visión estadounidense predominante afirmaba que las personas eran intrínsecamente razonables y tendían a la paz. Por ende, la extensión de la democracia era la meta general del orden internacional. Los mercados libres estimularían a los individuos, enriquecerían a las sociedades y sustituirían las tradicionales rivalidades internacionales por la interdependencia económica. La tarea ha dado frutos. EEUU ha hecho una contribución significativa a esta evolución. El poder militar y la economía estadounidense apoyaron este cambio.
El período comprendido desde quizá 1948 hasta el cambio de siglo marcó un breve momento en la historia humana en que se pudo hablar de un orden mundial global incipiente compuesto por una mezcla de idealismo estadounidense y conceptos tradicionales de equilibrio de poder.
¿Cómo construir legitimidad? Problemas:
Las sociedades occidentales han estado comprometidas con la noción de que el mundo real es exterior al observador. Las otras grandes civilizaciones contemporáneas concebían la realidad como algo interno al observador (distinción que regía tanto para la política como para la ciencia y tecnología). Por ello, quedaron atrasadas tecnológicamente (cuestión ya saneada hoy en día). La dimensión política sigue latente.
Un cuarto de siglo de crisis políticas y económicas son percibidas como producto de Occidente.
La evolución del orden internacional
Todo orden internacional debe afrontar tarde o temprano el impacto de dos tendencias que desafían su cohesión: la redefinición de la legitimidad o un cambio significativo en el equilibrio de poder.
Lograr un equilibrio entre los dos aspectos del orden (poder y legitimidad) es la esencia del arte del gobierno. Los cálculos de poder sin una dimensión moral transformarán cualquier desacuerdo en una prueba de fuerza; la ambición no hallará descanso. Por otra parte, las proscripciones morales que no se preocupan por el equilibrio tienden a la cruzada o a desarrollar políticas impotentes. Los dos extremos ponen en peligro la coherencia del orden internacional mismo.
Los desequilibrios en el sistema internacional revelan carencias en la estructura del orden mundial:
1. La naturaleza misma del Estado (la unidad básica de la vida internacional) ha sido sometida a una multitud de presiones.
2. Las organizaciones políticas y económicas del mundo están en desacuerdo. La organización política sigue basada en la nación-Estado, mientras que el sistema económico internacional se ha vuelto global.
3. La falta de un mecanismo efectivo para que las grandes potencias se consulten entre sí y posiblemente cooperen en los temas más significantes.
El gran desafío de nuestro tiempo es la reconstrucción del sistema internacional. El castigo por fallar no será tanto una guerra entre Estados, sino conflictos entre esferas de influencia identificadas con estructuras internas (ej: modelo westfaliano vs. versión islamista radical). Lucha entre regiones.
Es necesaria una modernización del sistema westfaliano acorde a las realidades contemporáneas. La meta de nuestra era es lograr el equilibrio evitando la guerra.
Franco Cristiani.

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