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! CONSE.JO NACIONAL DE. LA CULTURA Y LAS ARTES Conse¡o Nacional del Libro y !<1 Lectura Obra financiada por el aporte del Consejo Nacional del Libro y la Lectura 2004. Este libro es un aporte del Consejo Nacional del Libro y la Lectura a las bibliotecas públicas del país. S 14.500 EDICIONES UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión Casilla 114-D Santiago, Chile Fax (56-2)- 635 4789 mrivervl@puc.cl 1 www.puc.cl/edicionesuc/ Mundo y fin de mundo CHILE EN LA POLÍTICA MUNDIAL 1900-2004 Joaquín Fermandois ©Inscripción N° 140.818 Derechos reservados Mayo 2005 I.S.B.N. 956-14-0812-0 Primera edición: 2.800 ejemplares Diseño: Publicidad Universitaria Impre;or: Salesianos C.LP. - Pontificia Universidad Católica de Chile Fermandois, Joaquín. Mundo y fin de mundo: Chile en la política Mundial1900-2004 /Joaquín Fermandois. Incluye bibliografia l. Chile-Relaciones Exteriores-Siglo 20. 2. Chile-Historia-Siglo 20 2004 327.83 dc.21 RCA2 Esta obra corresponde al volumen LIV de la Biblioteca del Bicentanario. fin Mundo y de mundo Chile en la política mundiall900-2004 Joaquín Fermandois EDICIONES UNIVERSJDAD CATÓLT(J\ DEC!HLE A mis profesores Mario Góngora del Campo (1915-1985) Rugo González Araya, "Talanga" (1933-1999) Héctor Herrera Cajas (1930-1997) R.P. Hernán Parada Cobo SS.CC. (1916-1982) R.P. Armando Undurraga Correa SS.CC. (1920-1970) In dice PROLOGO 15 CAPITULO I LA HERENCIA 2l Entre dos cataclismos: la época de la expansión y de las revoluciones 21 El aprendizaje del Estado: formación 27 Visión y actores del nuevo Estado 30 Guerra, frontera, patriotismo 34 La post-guerra . 38 La "Paz Armada", 1892-1902 40 CAPITULO II LAS TAREAS DE LA PAZ Y DEL NUEVO SIGLO 1900-1910 45 Final y comienzo: interpretaciones de la posición internacional 45 La política exterior: los hombres y el medio 48 La política regional 53 La mirada ordenadora: las relaciones con Europa 55 Coexistencia en la distancia: la presencia de EE.UU. y el Pacífico 56 La defensa en momentos de distensión 60 La inmigración y el cambio de rostro interno 62 Economía de monoexportación: el salitre 66 CAPITULO III CONCIENCIA DE CRISIS Y CRISIS MUNDIAL 1910-1920 El Centenario: fiesta y crisis El despunte de una nueva polaridad Chile y la Gran Guerra: la neutralidad y sus peligros EE.UU. en guerra, la incertidumbre de la paz y de la Sociedad de las Naciones CAPITULO IV MODERNIZACION Y ABISMO 1920-1932 Tiempos de cambio Impulso internacional Tacna y Arica: el problema pendiente 69 69 73 77 82 87 87 89 91 9 Nueva conciencia acerca de Estados Unidos La Misión Kemmerer El "Chile Nuevo" y la nueva conciencia de mundo Hacia el abismo: Chile y la Gran Depresión El abismo político CAPITULO V RECUPERACION Y ESPECTRO IDEOLOGICO 1932-1938 Arturo Alessandri y el nuevo período democrático Fin al abismo económico: la obra de Gustavo Ross Gustavo Ross, el hombre público Comercio internacional y relaciones con EE.UU. La guerra que viene La crisis ideológica mundial: marxismo y antimarxismo CAPITULO VI GUERRA Y HEGEMONIA 1939-1945 El Frente Popular y la política exterior De la "guerra del 39" a Pearl Harbor El significado: la influencia alemana y la "cuestión judia" El camino a la ruptura: ¿comedia de equivocaciones, provincia) o consecuencia? La ruptura Las Fuerzas Armadas y su nuevo "aliado natural" Chile declara la guerra CAPITULO VII 93 96 101 109 111 115 115 118 123 125 129 137 145 145 149 153 159 166 168 170 EL SISTEMA CORFO Y LA ERA DEL "SUBSIDIO" 1939-1973 173 Nacimiento del "sistema CORFO" El debate Los años fundacionales: punto de referencia Cuello de botella La industrialización como meta Las raíces de la "cuestión del cobre" Del impulso a la frustración La contribución internacional como subsidio La búsqueda de la reforma y de la asistencia La comprensión de los límites: ¿había alternativa< El subsidio natural: auge de la "cuestión del cobre" CAPITULO VIII FINIS TERRAE Y EL MUNDO: LOS CHILENOS DE LOS 1920 A LOS 1960 Encanto y desencanto de sí mismo El problema del "excepcionalismo" El sistema relaciones internacionales A favor y en contra de los diplomáticos 173 175 177 178 180 181 182 183 185 188 193 199 199 203 207 210 ¿Internacionalización de la política o política mundial? Visiones sobre la política mundial Visión del sistema internacional en los uniformados La Iglesia, más allá o más acá de la política El chileno y el mundo CAPITULO IX ALINEAMIENTO Y CAMINO PROPIO 1945-1958 Discordia y concordia aparentes Confrontación interna, alineamiento continental El debate por la "defensa de la democracia" La inserción en el sistema interamericano y el camino propio ¿Camino nuevo con Ibáñez? La región: la frágil concordia EE.UU. y el sistema interamericano El renacimiento europeo CAPITULO X RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL Y REFORMA FALLIDA 1958-1964 El Paleta, fuerza y precariedad Política exterior de identidad nacional El elemento conflictivo en las. relaciones corr Argentina La estrella solitaria reluce en el sistema interamericano La 'cuestión cubana' La época de las visitas: Charles de Gaulle La pregunta abierta: el futuro político. CAPITULO XI TRIUNFO Y TORMENTA 1964-1970 Continuidad y cambio Eduardo Freí, el político de la idea Internacionalización de las elecciones de 1964 La estrella solitaria busca el puesto bajo el sol La visita a Europa Las dos Américas El paisaje político: "los sesenta". El "Consenso de Viña del Mar" Hacia el desenlace: las elecciones de 1970 La campaña y la "intervención" De septiembre a noviembre: entre la desazón y el embeleso CAPITULO XII EN EL, OJO DEL HURACAN DE LA GUERRA FRIA 1970-1973 <1l Entre la reforma y la revolución: las raíces de la Unidad Popular El propósito 213 215 223 226 229 235 235 239 244 249 256 259 262 266 269 269 272 276 283 287 289 291 293 293 295 297 302 307 313 319 322 324 326 328 335 335 336 ll l2 Salvador Allende El propósito internacional El marxismo, occidental, antioccidental La transición, un modelo revolucionario La atmósfera de la "vía chilena" Polémica y talante en 1973: la Declaración de la Cámara El golpe que viene, ¿de quién? La politización de la Fuerzas Armadas CAPITULO XIII EN EL OJO DEL HURACAN DE LA GUERRA FRIA 1970-1973(2) Política exterior: nueva interpretación de la continuidad Coexistencia con los países latinoamericanos Europa Occidental y la "moderna utopía" El "imperialismo": las relaciones con Estados Unidos Keynesianismo a ultranza, inflación, reservas, mercado negro El paradigma lejano: el bloque soviético El compromiso revolucionario: la presencia de Cuba CAPITULO XIV LOS AÑOS DE HIERRO: EL GOBIERNO MILITAR 1973-1990 De la utopía moderna a la antiutopía La fuerza sorpresiva de la "clase militar" Augusto, el supremo Ensayo de explicación de la violencia Chile y dos casos de intervención militar: Francia e Indonesia El éxito de la 'clase militar' El antimarxismo y la toma de partido en la Guerra Fría La institucionalización, lo "foráneo" y las semillas La política exterior: de la improvisación al manejo de crisis Peligro y oportunidad La Iglesia entre las corrientes díscolas CAPITULO XV MANEJO DE CRISIS Y REORDENAMIENTO, 1973-1990 De la guerra interna a la guerra internacional Campo de guerrilla permanente, los organismos internacionales El repudio (limitado) europeo La paradoja española La actitud europea El coloso del Norte y las paradojas de la historia De Carter a Reagan El corredor boliviano La guerra que venía La intervención papal Mediación, Filipinas, Malvinas, Tratado de paz 339 340 342 343 347 349 352 354 359 359 362 363 373 378 382 388 393 393 393 397 400 402 403 404 409 412 417 420 425 425 426 428 431 432 434 437 439 441 447 450 La reformaeconómica entre abismos Nuevo abismo y nueva recuperación El estallido de la violencia La estrategia del bloque soviético La visita de Juan Pablo II La convergencia en el "modelo occidental" Confrontación y renovación Orden internacional y equilibrio político en Chile Del enfrentamiento a la paz: los días del plebiscito Reforma, nuevo plebiscito y elecciones La transición internacional CAPITULO XVl EL ESPLENDOR Y SUS LIMITES 1990-2004 El aire inaugural La Presidencia La época del "malestar con la política" La "internacionalización" de la política chilena La política exterior bajo el signo del éxito Alegría y malestar con el "modelo chileno" La transformación material y las dudas La consigna: el libre comercio Los restos de la "crisis asiática" Amores y olvidos del coloso: las relaciones con Washington La región, nueva realidad y viejas lecciones Los límites de la realidad: Bolivia, "caso Honecker", "caso Pinochet", Irak Los "nuevos temas": minorías Nuevas y antiguas concepciones de seguridad Chile y el futuro del estado nacional Índice de abreviaturas más empleadas Notas Bibliografía Índice de Nombres 455 464 465 467 469 472 474 476 481 484 486 493 493 495 503 505 508 512 515 519 520 524 527 537 544 546 548 552 553 608 630 l3 Prólogo "Antes de esta última fecha <fines del siglo III AC>, los acontecimien- tos en todo el ecúmene se desarrollaban sin ninguna relación recíproca, por falta de cualquiera unidad de concepto, de realización y de lugar; pero desde este momento la historia parece convertirse en un solo cuer- po. Los acontecimientos de Italia y de Mrica se entrelazan con los de Asia y Grecia, y todos los hechos se pueden referir a un único fin ( ... ) Así como la fortuna ha hecho tomar una sola dírección a todos los acontecimientos ecuménicos, obligándolos a inclinarse hacia un solo y mismo fin, de igual manera la historia debe poner a los lectores en con- diciones de poder abrazar con una sola mirada los medios de que se ha valido la fortuna para la realización de sus fines generales ( ... ) Solamen- te poniendo en relación recíproca todos los hechos y comparándolos entre sí, evidenciando sus analogías y díferencias, puede no llegar asa- car no sólo utilidad sino también placer de la historia"1• (Polibio, Las Historias de Polibio de Megápolis) "Hubiera querido que mis impresiones finales entregaran un cuadro más completo y vívido acerca de este país y de su pueblo tan amistoso, al que se solía llamar la 'Inglaterra de América Latina'. Sin embargo, Chile está completamente absorto en un proceso de luchas internas, políticas y económicas. La política invade ahora todo su pensamiento, toda su literatura, todo su arte, todo. Tiene un gran poeta, Pablo Neru- da, con un extraordinario talento para las palabras y una voz extraña y monótona, que atrae mucho más de lo que repele; (y tiene) un gran pintor, Roberto Matta. Ambos son activos comunistas. Compromiso por una parte, emigración o completa pasividad, no parece haber otra elección. Si Chile tiene un interés no menor en el mundo, es porque el combate entre las fuerzas marxistas y las antimarxistas, como al interior de los mismos grupos marxistas, se lleva a cabo en una sociedad abierta y no detrás de una cortina de hierro"2 • (Embajador D. H. T. Hildyard, 13 de marzo de 1973). Desde sus orígenes, la historia de Chile estuvo vinculada a los grandes cambios mundiales. Nació a la vida como resultado de la expansión de Europa. Surgió a la vida republicana, como una de las consecuencias del nacimiento de la políti- ca moderna y de la "era de las revoluciones". En Chile existieron marxismo y 15 l6 MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN LA POLÍTICA MUNDIAL 1900-20041 JOAQUÍN FERMANDOIS H. antirnarxismo antes de la Revolución Rusa; entre los países latinoamericanos, el espectro ideológico de los años 1930 era el más simultáneo con el mundo; la Guerra Fría no fue esencialmente impuesta desde afuera, sino que nace del interior de su vida política e intelectual; Allende y Pinochet son conceptos universales en casi todos los ambientes políticos del mundo; Chile pareciera vivir más intensamente el clima político y cultural de la post Guerra Fría que otros países de la región. Por otro lado, en 1900 se tomó conciencia que era un país inexcusablemente atrasado en términos económicos y sociales, en relación a sus recursos y posibi- lidades. En diversos niveles, este ha sido el gran tema a lo largo del siglo XX. Era asimismo otra muestra de la universalidad de Chile, por más que geográficamente se encuentre donde el mundo se acaba, en finis terrae. Este país no ha sido jamás una realidad aislada, que se pueda comprender sólo en sí misma. Toda sociedad tiene elementos comparables con cualquier otra compuesta por seres humanos. Chile es parte de Occidente, como la sociedad iberoamericana o latinoamericana, aunque sea un hijo distante. Aun entre diver- sas culturas, un aspecto central de su existencia ha sido el contacto entre ellas, o el "contacto de las civilizaciones en el tiempo y el espacio", corno lo dijera Arnold Toynbee, todavía muy leído entre los historiadores cuando ingresé a estudiar historia en la Universidad Católica de Valparaíso en 1966. En un círculo de estudio más concentrado, existe otra pertenencia a un mun- do, la unidad (relativa) de organización y mentalidad que provoca el mundo moderno, la dimensión "planetaria" de la existencia de los dos últimos siglos, que lleva a esa convergencia de los acontecimientos que observaba Polibio, el historiador de cultura griega, pero incorporado a la romana, autor del primer epígrafe. Esto debe ser una primera señal de alerta, de que lo sucedido en Chile, no sólo es comparable con experiencias análogas en nuestra época, sino que no ha sido del todo nueva en la historia. Porque esa es una de las primeras ambigüedades que ella nos entrega, el que los hechos son nuevos y antiguos a la vez, que somos una realidad aparte, y también pertenecemos a una entidad más amplia. Poder distinguir qué es lo uno y qué es lo otro, es la suprema ciencia en este tipo de conocimiento histórico y, ¿quién puede arrojar la pri- mera afirmación de que lo ha logrado? Existe un tercer círculo de esta identificación de una sociedad como la chilena. Es aquella de la política mundial. Este concepto se comenzó a emplear insis- tentemente en el siglo XIX, y tiene muchos significados, aunque casi todos emparentados con aquello que generalmente se llama "relaciones interna- cionales"; y se vincula con la planetarización ocurrida entre los siglos XVIII PRÓLOGO y XIX, que ahora en un giro de la moda algunos llaman "globalización". Con todo, mientras "relaciones internacionales" tienen que ver con vínculos entre estados y fenómenos sociales que cruzan estados, la expresión "política mundial" dice algo más, y muchas veces se la vincula tanto con la política exterior como con la política interna de las grandes potencias, a veces con las tensiones internas de alguna sociedad más pequeña. Esto nos conduce a lo que pretendo señalar aquí. Se llamará política mundial" a un fenómeno muy característico del mundo moderno. gonsiste_ en ql!e l!n sus. ideas y sentimientos en la realidad ge las sociedªc!es que. hacen a e modelo o paradigma, o de un grupo d_e t:llas, y rápidamente ?.e ·e:onvíerte-en-propósito de identificación, en "tema" de casi todo el mundo, de gran parte del globo. Se dice "casi", porque la realidad no puede ser del todo homogénea, y siempre habrá excepciones más o menos importantes. El comu- nismo, corno el anticomunismo del siglo XX, son los fenómenos más acusados de este ejemplo, pero ni con mucho son los únicos casos, ni estos hechos pertenecen exclusivamente a la política. Analizar además la política mundial desde esta perspectiva, tiene la ventaja, me parece, de vincular de manera más patente las relaciones internacionales de un Estado y una sociedad, con loque normalmente se entiende es su política interna, la manera como plantea sus dilemas y sus expectativas. La historia de Chile del siglo XX, que es la que trata este libro, es un ejemplo adelantado de la experiencia de la política mundial. Al menos en las formas, como dije, la sociedad chilena ha sido la más contemporánea del continente en este sentido. Y me parece, que en general no se piensa el país desde esta perspec- tiva. El embajador Hildyard, autor del segundo epígrafe, al informar perceptiva- mente sobre las elecciones de marzo de 1973, expresaba esta realidad y no sin asombro, de cómo la historia de Chile que se desarrollaba ante sus ojos parecía repetir a la historia europea de un par de décadas antes. ¿Constituye esta situación una eterna falsificación de la "realidad chilena"? En América Latina siempre ha sido muy común hablar acerca de la "pérdida de identidad", en relación a la historia europea y norteamericana. Se verá como esta definición de ¿qué es lo nuestro y qué es lo ajeno?, recorre la historia de Chile del siglo XX. Sólo que también la recorre en una gran mayoría de las sociedades del mundo. Vuelvo a 1966 y a las clases de mi profesor, Héctor Herrera Cajas. Hacía una distinción muy sencilla, carente de toda pedantería o complejidad artificial, entre "imitación" y "apropiación", conceptos extraídos de la antropología, 17 l8 MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN U\ POLÍTICA MUNDIAL 1900·20041 JOAQUÍN FERMANDOIS H. pero que él sabía emplear con plasticidad. La primera era la adaptación mecá- nica, casi servil, de formas, desprovistas del contenido y de su espíritu. La segunda, era la manera cómo el ser histórico asume la creación de su congéne- re, de otro ser humano, u otra sociedad o cultura, la hace propia y la desarro- lla. Toda sociedad, todo ser humano, se encuentra ante estos hechos básicos de la vida, que son como esas constantes insustituibles: sístole y diástole de la historia, en cuanto verdaderas categorías para el ser humano. Claro, en ese entonces, en la atmósfera de aquellos años, se decía que todo ello "no tenía que ver con la realidad nacional". Tenía todo que ver. Son esas categorías las que estarán en la historia de Chile del siglo XX que aquí se tiene. Las alternativas del siglo XX chileno salieron del mundo; salieron también del corazón del alma chilena. Para no hablar de que no se puede entender un fenómeno histórico, si no existe al menos una alusión comparativa a otros fenómenos análogos. En estas últimas dos décadas no se ha escriw poco sobre historia de Chile del siglo XX. En muchas de ellas, especialmente en el Ensayo de Mario Góngora, se ha llamado la atención hacia este fenómeno que aquí denomino política mun- dial. El lector interesado puede hallar un abundante corpus de literatura al res- pecto4. Este libro no tiene la pretensión excesiva de "superar" lo que antes se ha publicado, lo que casi es un lugar común para quien escribe después de otro. Pretendo, aproximadamente desde la perspectiva historiográfica de la llamada "historia internacional", aportar un ángulo distinto de la historia de Chile del siglo XX hasta la actualidad. Todo lo que se ha dicho desde esta especialidad del escribir me ha ayudado, para comenzar con la muy recurrida obra de Mario Barros van Buren, Historia diplomática de Chile (1541-1938), pionera en el si- glo XX5. He escrito este libro según el supuesto de que las relaciones internacio- nales pertenecen al sustrato íntimo de lo que conforma la identidad de un país o sociedad, como podrían serlo los procesos culturales, económicos o demográfi- cos. No podía ser menos su relación con la _política mundial. En otro sentido, el libro corresponde al género de "historia general", que es tanto un ensayo como una investigación. Algunas partes, algunos párrafos, son interpretaciones que podrían considerarse de tipo ensayístico. La historia general las debe recoger. Muchas partes pertenecen a una larga serie de pro- yectos, en general con el patrocinio de FONDECYT, y que son producto de extensas investigaciones. Asimismo, el historiador contemporáneo, que ha vi- vido una parte del tiempo del que trata la obra, ese tiempo "le es presente". Por lo tanto, asumo que yo también soy fuente, por lo vivido, lo percibido, lo temido, lo ansiado, lo gozado. PRÓLOGO El libro cita, creo, una abundante literatura y muchas referencias de fuentes. Sin embargo, no pretende ofrecer una bibliografia completa; no es su objetivo. El manuscrito se terminó de redactar en febrero de 2004, y la historia, por decirlo así, llega hasta ese momento. Por motivos de espacio, debí reducir la extensión de algunos capítulos, lo que siempre presenta elecciones díficiles al autor. El último capítulo, experimentó las reducciones más drásticas; será el ger- men de un nuevo libro en el cual, entre otros aspectos nuevos, aparecerá lo que fue podado. En la realización de este libro, he gozado de la colaboración de muchas perso- nas. Desde un primer momento conté con el apoyo de la Editorial de la Pontificia Universidad Católica, la que, con paciencia, esperó la finalización del manuscri- to. El proyecto nació de un impulso de Nicolás Cruz, recogido por Gabriela Echeverría. Con el temor de dejar inadvertidamente a alguien afuera, me atrevo a nombrar a Andrea Botto, Patricia Campos, Karin Schmutzer, Macarena Carrió, María José Henríquez, María José Sarmiento, Bernardita Mazo, Fernanda Hevia, Carla Pozo, Mónica Kast y a Carla Soto, como ayudantes de investigación. Ana María Stuven, Ricardo Couyoumdjian, René Millar, Alfredo Riquelme, Raffaele Nocera, Pedro Martínez Lillo, Fernando Camacho, Pablo Lacoste, Dan L. Michael, Eduardo Gomien y Claudio Rolle han contribuido con información. Dos evaluadores ánónimos efectuaron críticas que intenté asumir. El personal del Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, y de la biblioteca del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, se afanó en ubicarme material. Beatriz Berger, Ximena Ulibarri y Rosa María Espinoza me asistieron con mucha competencia en la edición final. La publicación final ha sido posible gracias al apoyo del Consejo Nacional del Libro y la Lectura, proyecto 9623. 19 CAPITULO 1 La Herencia Desde la llegada de los españoles en el siglo XVI hasta 1900, ¡qué rasgos que se pueden considerar "históricos" son necesarios tener presente para comprender la posición internacional del país al comenzar el siglo pasado, y que tienen quizás todavía significación en el siglo XXV A continuación, se indican algunos elementos claves de Chile hasta 1900. Es la herencia con la que el país enfrentó al siglo XX. Entre dos cataclismos: la época de la expansión y de las revoluciones A quienes se extrañen de que en el siglo XX Chile haya demostrado tanta iden- tificación de sus formas políticas con las tendencias mundiales, habría que decir- les que esto se inscribe en su origen. Chile nació como sociedad y después como "país" en cuanto producto de las conmociones cataclísmicas de la historia mun- dial. En primer lugar, la expansión europea de los siglos XV y XVI originó la creación de las sociedades iberoamericanas, de las cuales Chile al comienzo no fue más que frágil apéndice. Esto es cierto, en especial, en el caso de su depen- dencia del Virreinato de Lima, del que recién adquiere autonomía formal en 1787. Además de fuente de riquezas, las posiciones americanas de la corona española, eran parte de su activo en la puja de dos siglos con el resto de las potencias europeas, como Inglaterra, Francia y los Países Bajos. Esto acentuaría no sólo la necesidad de consolidar el dominio español, sino que también su defensa ante la avidez de sus rivales. Economía y estrategia parecen haber sido los grandes puntos de referencia en el primer desarrollo de la "razón de ser" de Chile en la segunda mitad del XVI. A esto le antecedió, por cierto, la combinación de aventura, codicia, impulso de poder y de gloriaque estuvo en la mentalidad de los conquistadores, para esta- blecer un dominio como medio de riqueza personal y de reconocimiento social. Junto a él, rápidamente llega el enviado de la Corona, que establece una relación de subordinación y de vigilancia, creando la diferencia de intereses que eclosionará en el levantamiento de 1810. La conquista fue financiada por un sistema proto- capitalista, pero bajo ella subsistía un sistema de relaciones militares que tendía a 21 22 MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN L' POLÍTICA MUNDIAL 1900-2004 1 )OAQUÍK FERMA:JDOIS H. favorecer el caudillaje, la "estructura básica y elemental de la hueste de guerre- ros"! . Se definiría una estirpe rural y militar en todo el mundo hispanoamericano que en Chile tendría connotaciones especiales, pero en lo básico reproduciría la cultura ibérica en un nuevo entorno. Como en todas las relaciones entre metrópoli y colonia, a pesar de que la prime- ra haya sido la que coloniza el nuevo territorio, genera al mismo tiempo las bases de la secesión. El tipo de dominio como el de Chile, no crea una minoría de pied noires, como los franceses en Argelia o los ingleses en Rhodesia. Pero tampoco sería el desplazamiento de los indígenas, como en las colonias anglosajonas. Si bien la población local sufrió enormemente por la conquista, quizás debido más que nada a nuevas enfermedades, el hecho básico que origina a Chile es el mestizaje, aunque se conservaría una estructura social en la que, en forma vaga, la pirámide social culminaría en rasgos étnicos más españoles. Algunos de sus aspectos sociales, políticos y geográficos de los dos primeros siglos ten- drían repercusión por largo tiempo. Por una parte existía una clase dirigente con una base primaria en la agricultura, que simultáneamente podía también ejercer el comercio, pero Chile no sería una auténtica "sociedad de comerciantes". En los hechos, no ha llegado a ser todavía lo que a fines del siglo XX se llamó un "trading S tate". Tuvo el primer ejército permanente en todo el mundo hispanoamericano, aunque su efectivi- dad y espíritu de cuerpo haya caído muchas veces en la inercia. Se desarrollaron dos centros de poder, Santiago y Concepción, interconectados de manera estre- cha. Ni demasiado juntos, como para que al caer uno caiga sin resistencia el otro; ni demasiado alejados, como para poner en tela de juicio la unidad territo- rial. Esta se extendía a lo largo de un fecundo valle central de clima templado, entre el río Bío-Bío y la zona de Copiapó. Esta es la base social y territorial de lo que se puede llamar la sociedad y cultura chilenas. Existían también algunos enclaves, como la isla de Chiloé y la ciudad de Valdivia. Al norte las cosas estaban más establecidas, pero no bien delimitadas. En el siglo XX calaría a fondo en la conciencia de los chilenos el mito, en el sentido peyora- tivo del término, de que "perdimos la Patagonia". Este, a su vez, estaba susten- tado en el supuesto de que "regalamos" la provincia de Cuyo. En realidad, había sido legalmente parte de la Capitanía General de Chile, pero en una época "pre- nacional", por decirlo así, y pasó al recién formado Virreinato de la Plata, en el simbólico año de 1776, con el que tenía una relación más vitaF. En el siglo XVI la Capitanía General de Chile había recibido títulos que le otorgaban lo que después se llamó la Patagonia; pero estos títulos, aunque nunca del todo abolí- dos, fueron erosionados por disposiciones jurídicas de la Corona en favor de Buenos Aires3 . En todo caso, los títulos ele ambas capitanías se superponían sin mayor problema, ya que sin duda la Corona no pensaba en términos de "frontera". CAPITULO l 1 LA HERENCIA Por lo demás, en los territorios que se disputarían en el siglo XIX habitaban casi, de manera exclusiva, sociedades indígenas en la cordillera a ambos lados de la misma. Las expediciones, asentamientos e incluso misiones fueron mínimos en el corazón de esos territorios. El mito, en su parte verdadera, aludía a que, antes de la Independencia, las que serían las fronteras tenían un valor muy relativo, cuando no sólo referencial para el habitante de estas tierras. Más importante para la emancipación posterior, la crea- ción del Virreinato del Plata mostraba un realineamiento de fuerzas en el mundo colonial, ya que la ciudad de Buenos Aires reforzaba su importancia económica y política como puente del imperio español. Esto aflojó los estrechos lazos de de- pendencia entre Lima y la Capitanía General del extremo sur, fínis terrae. Fue un primer cambio internacional de Chile en la región. Aquí se debe anotar otro aspecto de la significación del país en el extranjero. Para llegar a existir, amén del espíritu de conquista -riquezas y gloria- operaron dos poderosas motivaciones. Ambas tenían que ver con el Virreinato de Lima. Por una, parte, este último era valiosísimo para la Corona, por lo que se requería de una posi- ción avanzada, una especie de contrafuerte, que le sirviera de defensa hacia el sur, ante el empuje naval de los rivales de España. Esta razón de ser, estratégi- ca, está en el parto de Chile. Por otro lado, la estructura compleja del Virreinato pedía alimentación. La agricultura chilena constituyó, a lo largo de todo el período colonial, una fuente de primera magnitud para las necesidades de la sociedad virreina!, sobre todo en vista del poderoso polo minero del Potosí4 . En este sentido, se puede decir que la raíz de la existencia internacional de Chile está en haber sido "dependencia de una dependencia", aunque sería apresurado sacar muchas conclusiones a partir de un juego de palabras. Sin embargo, este proceso se diluía con la aparición de Buenos Aires como un factor de poder regional; creaba una suerte de equilibrio de fuerzas que poten- cialmente favorecía a Chile como un actor provisto de autonomía. En 1787 esta se hizo expresa para la Capitanía General de Chile. En todo caso, salvo escaramuzas y la vigilancia superficial, la verdadera guerra se libró contra un grupo de indígenas, los mapuches, que resistieron la embestida española y de la sociedad colonial chilena. Pero sería mucho llamar a esta situación un "conflicto internacional", aunque sin duda era un conflicto "intersocietal". De haber sobrevivido la autonomía mapuche hasta mediados del siglo XX, hubiera dado nacimiento a un Estado nacional. Por otro lado, mantuvo una estrecha relación fronteriza con la sociedad colonial y para 1810 ya estaba impregnada de los elementos criollos. La frontera era primordialmente una zona de contacto e influencias en dirección de los mapuches5 . Hacia el final de este libro se verá cómo la potencialidad distanciadora ante el Estado nacional chileno resurge a fines del siglo XX, como parte de un factor internacional. 23 24 MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN LA POLÍTICA MUNDIAL 1900-20041 JOAQUÍN FERMANDOIS H. Todavía a comienzos del siglo XXI muchos, al pensar en los países latinoameri- canos, no aciertan a definir en una categoría el tipo de "modernidad" que repre- sentan en la sociedad internacional del siglo XX. Se habla a veces de que no son sociedades modernas; serían meros "mitos"_ Para abreviar, Chile es parte de la versión hispanoamericana de la historia europea. No fue la península ibérica un actor en la creación de "lo moderno". Desde que se comenzó a hablar de la "decadencia de España", se planteó lo que hoy se llamaría su dificultad en incor- porar lo moderno. En países como Chile, no debía ser muy diferente, sólo que el camino podría estar todavía más erizado de obstáculos6• Uno de ellos sería el aislamiento frente al desarrollo europeo, que no crea un muro infranqueable; quizás, en cambio, le da más atractivo a la tentación por lo nuevo, un rasgo permanente de la "cultura chilena"7• Por otra parte, una primera piedra que imprimirá por siempre en política exterior, ellegalismo en su expresión al menos formaJS . Desde la Independencia, la idea de que Chile debe ser moderno,con diferentes nominaciones, ha sido un elemento central de los debates acerca de su devenir. Lo mismo se ha deseado en su incorporación al sistema internacional. Incluso cuando se ha insistido en un "camino propio", se ha seguido alguna de las definiciones surgidas de la historia europea; más recientemente interviene aquí también la historia norteamericana. Un nuevo cataclismo, la "era de las revoluciones" o, quizás mejor, la creación de la "política moderna", ca. 1776-1848, dará vida a Chile (e Iberoamérica) como miembros plenos del sistema internacional. Se trató de un desarrollo europeo y anglo-norteamericano violento o evolutivo, pero en el cual el desarrollo político interno se combinó con una convulsión del sistema interestatal europeo y, hasta cierto punto, con el flamante y nuevo EE.UU. Se las ha llamado "las revolucio- nes atlánticas". La modernidad política, con todas sus contradicciones fuera de su suelo originario, también comenzó a sacudir las costas del Pacífico sur. La tácita rivalidad entre peninsulares y criollos, vigilada por la Corona, se trans- formó en una pugna primero por el autogobierno, y después, en una atmósfera de verdadera guerra civil, en un sanguinario y barbárico conflicto, que pesaría en profundidad en la política de los países hispanoamericanos9. En Chile, sus efec- tos fueron limitados, lo que ayudó a la presencia internacional del naciente y frágil Estado chileno. Chile nace a la vida republicana como vástago de Hispanoamérica. Sin embar- go, su aprendizaje como Estado nacional bebe no sólo de la ilustración espa- ñola, sino que del momento fundacional de la política moderna, en sus dos primeras grandes manifestaciones, la independencia de EE.UU. y, sobre todo, de la Revolución Francesa y sus consecuencias10 . El lenguaje con el que se funda el Estado y la política es una síntesis de ciertas tradiciones hispánicas, con el lenguaje republicano del momento nacional. La empresa de la indepen- dencia (ca. 1810-1824) es, al mismo tiempo, una empresa continental, CAPITULO 1 1 LA HERENCIA "transnacional" si se quiere, sólo que todavía no existían los Estados nacionales propiamente tales. Podrá haber sido una delgada capa de liberalismo y democra- cia la que cubrió la realidad más barbárica de estas sociedades, pero ha sido el lenguaje que construyó para siempre la identidad del continente. Lenguaje que, en diversas y a veces antagónicas versiones, formaría la política mundial. Esto estaba en germen antes de la emancipación, por ejemplo, en el esfuerzo de los jesuitas expulsados por hacer comprender lo americano ante los europeos11 . En la segunda mitad del siglo XVII ya se había desarrollado, entre los escritores, un "amor a todo lo chileno" que anunciaba un patriotismo local, como en el abate Juan Ignacio Molina (1740-1829), para quien "Chile es uno de los mejo- res países de América", y en su agonía final en el exilio como jesuita expulsado, pedía beber "agua fresca de la cordillera de Chile" 12 . A comienzos del siglo XXI no sería prudente para la salud llegar y beber sin más el agua otrora crista- lina de las quebradas de Chile. Estaba también el impulso por vincularse con la economía mundial, o libre comercio, que de Jacto existía como contrabando más o menos tolerado 13• Pero más importante, el lenguaje de la política moderna, que rápidamente se adquirió, sirvió para identificar al país como parÚ:de un proceso mayor, cuyo punto central era el desarrollo de la "democracia occidental", el "modelo occi- dental" con sus matices y con intentos de adaptarla a las "realidades" del país. Incluso, los intentos por apartarse en forma drástica de sus características bási- cas han tenido como punto de referencia, persuasiones surgidas de su corazón, esto es, la política moderna originada en Europa. Esto tendría y tiene hasta el día de hoy rasgos ingenuos y que distorsionan la comprensión de las cosas, pero es un elemento inalienable de la autointerpretación del país. Es lo que muestra a Chile como parte de la política mundial 14 . Y también el tipo de lenguaje que se adopta, los modelos al que se mira. Es el de lo que en este libro se llama el "modelo occidental", que en política es el que culmina en el moderno "estado de derecho", base de la democracia. Es notable que no se mirara esencialmente a la Revolución Francesa, aunque se acogiera su estilo, que se configura en el sistema napoleónico. En cambio, como lo dice el sacerdote Camilo Henríquez (1769-1825), el horizonte de las democracias anglosajonas sería determinante en los siglos XIX y XX: El gobierno británico es un medio entre la monarquía, que se encamina a la arbitrariedad, la democracia, que termina en la anarquía, y la aristo- cracia, que es el más inmoral de los gobiernos, y el más incompatible con la felicidad pública. Es pues un gobierno mixto en que estos tres se templan, se observan, se reprimen. Su acción y reacción es- tablecen un equilibrio del que nace la libertad 15 . 25 26 MUNDO y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN LA POLÍTICA MUNDIAL 1900-20041 JOAQUÍN FERMANDOIS H. Por último, la emancipación de América española fue una empresa transnacional en el sentido de los estados nacionales que se consolidaron después. En el caso chileno fue fundamental para la Independencia el apoyo que se originó en Buenos Aires; y el Chile surgido en 1817/18 fue uno de los actores de la emancipación del Perú. Las coaliciones entre los "partidos" independentistas fueron fundamentales para el éxito de esta empresa. Asimismo, mientras la Independencia en sí misma fue una guerra civil, las feroces luchas que después surgen en casi todas partes, fueron fruto de conflictos entre coaliciones y cau- dillos, antes que "internacionales". Incluso la guerra entre Chile y la Confede- ración Perú-Boliviana ( 1836-1839) puede ser considerada en esta perspectiva. Con todo, al ver los líderes chilenos que durante el combate el mayor peligro provenía de Lima, se tendió a fijar una imagen de una amenaza. De ahí siguen algunas consecuencias para el siglo XIX. Esto no quiere decir que un "Estados Unidos de Hispanoamérica" estaba al alcance de la mano. Historia y geografía conspiraban contra esta probabilidad. Muy luego las instituciones públicas fueron siendo punto de referencia para los nacientes Estados nacionales. Algunos de ellos pudieron constituirse de manera diferente; algunos habrían podido permanecer fusionados; otros po- drían haber experimentado mayores divisiones. El azar y la acción de cada momento determinaron la articulación que se conoce. Una vez que esto suce- dió, se tendió a levantar un vínculo "espontáneo" con el pasado de cada socie- dad 16 . Habrá sucedido así, pero la historia es siempre una combinación de artificio y de espontaneidad. Lo creado de cualquier manera, se puede trans- formar, pero muestra una resistencia natural a desaparecer. El origen de las nacionalidades hispanoamericanas estaba centrado en las divisiones políticas y realidades sociales desarrolladas a lo largo de los siglos del imperio español. ¿Hubiera sido posible una transferencia pacífica, estable y cooperativa del poder político( En otras palabras, ¿fue precipitada la Independencia( Para unos es una pregunta de ciencia ficción. Pero es inevitable cuando se piensa en el caso tan diferente de las colonias anglocsajonas en América del Norte. Por otro lado, no hubo nada más pacífico en América que la independencia de Brasil, y este país no llegaría -no llega- a ser un país moderno en los comienzos del siglo XXI. Nuevamente, lo que se debe tener en cuenta es que en nuestro origen como sociedad no estaba la mano de los creadores de lo moderno. Si la Península Ibérica ha tenido que efectuar un largo recorrido, en algunos sentidos todavía inconcluso, no menos pedregoso iba a ser el camino de sus reproducciones en América. Entre otras cosas, éstas no habían desarrollado las nociones y prácti- ca de autogobierno que tanto definieron a sus congéneres en Américadel Norte. Pero, eso sí, iban a efectuar su aprendizaje internacional mirando el desarrollo del siglo XIX europeo. CAPITULO 1 1 LA HERENCIA El aprendizaje del Estado: formación En el mundo moderno, la fe de bautismo internacional de una sociedad o de un país ha estado muchas veces relacionada con la emancipación bárbara o civiliza- da frente a una antigua metrópoli. El movimiento descolonizador después de 1945; o el nacimiento de decenas de nuevos estados tras el fin de la Guerra Fría dan ricos ejemplos de este tipo. En este sentido, las guerras civiles en que, en general, consistió la emancipación hispanoamericana, eran también un intento de secesión que conducía a crear nuevos actores. Chile fue un caso más, aunque la cohesión temprana como Estado nacional hizo del país austral un caso relati- vamente excepcional en el continente. En su origen ayudaron las condiciones geográficas, menos presentes en otros lugares de América Hispana. Como se decía, la cooperación intrarregional, es decir, entre las diversas socieda- des hispanoamericanas, fue un hecho de primer orden en el proceso emancipa- dor. Al comenzar a desarrollarse la vida política en cada uno de los nacientes países, el tema internacional, en el sentido de relaciones entre Estados de la región, tuvo un lugar secundario frente a la consolidación interna. Sin embargo, no se puede dejar de mencionar dos hechos que determinarían fuertemente el puesto de la futura América Latina. Aunque EE.UU. no apoyó activamente la emancipación, no sólo sacaron provecho de ella, sino que como sociedad política inspiraron a los líderes hispanoamericanos. Más todavía, desde un comienzo hubo interés por mantener contactos con estos países . .En el caso de Chile, las actividades del cónsul Poinsett ya en 1813, como las de José Miguel Carrera (1785-1821) en EE.UU., son ejemplo de esta realidad17• Al sumarse a Inglaterra en desalentar todo intento de reconquista española bajo el amparo de la Santa Alianza, es decir con la famosa "Doctrina Monroe" (1823), se garantizaba la recién lograda independencia de cada uno de estos países frente a España o Portugal. En el siglo XIX los Estados latinoamericanos efectuaron su aprendizaje internacional teniendo como espejo el desarrollo europeo; con la excepción de México, olvidaban que EE.UU. había desempeñado un papel singular en la retaguardia. Hasta los años cincuenta del siglo XX, EE.UU. y Europa Occidental serían los que más influirían en la evolución latinoamerica- na y en sus relaciones internacionales; en alguna menor medida, esto todavía es válido hasta comienzos del siglo XXI. Hasta los años 1830, en el contexto iberoamericano, Chile era un país ignoto, un "don Nadie". De entonces hasta fines de siglo, llegaría a ser una potencia regional, para declinar, en forma visible, después. En la segunda mitad del siglo XX, este oscilar entre el brillo fulgurante y la sensación de desplome llegó a experimentarse como un vivir al borde de un volcán, como geográficamente de hecho lo hace. Mas, volviendo la mirada al primer tercio del XIX, ¿cómo pudo transitar de la oscuridad al estrellato que llegó a tener( 27 28 MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN LA POLÍTICA MUNDIAL 1900·2004 [ )OAQUÍl' FERMANDOIS H. Desde un punto de vista subjetivo, por haber sido una sociedad pobre y mar- ginal, hizo que cualquier desarrollo posterior llegara a ser mirado como un progreso impensado. Más, de manera objetiva, Chile, tras un período del apren- dizaje y relativo caos político, entre ca. 1822 y 1830, tuvo una temprana consolidación de sus instituciones políticas. Como se ha dicho, en Chile la institucionalidad precedió a la movilización. Existía una temprana conciencia de esta realidad. Bernardo O'Higgins (1778-1842) decía en 1821, que "mante- niendo buenas relaciones con ( ... ) Inglaterra, asentaremos nuestras glorias en principios fundamentales" 18 . Y en 1822, desde Londres Andrés Bello (1781- 1865) indicaba que "el gobierno de S.M.B. aguarda a ver más consolidadas las instituciones políticas de aquellos Estados. Qué especie de consolidación es la que se echa de menos, no se nos dice, y así quedamos con la declaración de que por ahora no se nos cree en disposición de ser reconocidos" 19• Estas últimas palabras reflejan también la ambigüedad que se tendría en las relaciones con las democracias anglosajonas. La institucionalización creó una diferencia marcada con los países de la región. Junto con Brasil, fueron consideradas como las naciones estables del siglo XIX hispanoamericano, al menos en el ámbito interior. No era la opinión generaliza- da de los europeos o norteamericanos. En el contexto regional, sin embargo, le permitiría ser un actor internacional con relativa eficacia. Una vez más, se podía comprender cómo el orden institucional interno, al menos en el largo plazo, tiene un impacto decisivo en la acomodación hacia el exterior de una sociedad. Sobre todo, le permitió establecer relaciones dentro del continente para sacar provecho de la constitución de un sistema de "equilibrio de poder" que operaría hasta comienzos del siglo XX; en cierta manera, hasta la crisis de 1929. Ese equilibrio sería modificado por Chile a raíz de la Guerra del Pacífico; por Argentina por su crecimiento en el cambio de siglo. También, como se dijo, el aprendizaje internacional de los dirigentes del grupo de naciones de América del Sur estuvo marcado por la mirada hacia la evolución del sistema europeo, desde el concierto (relativo) de la Santa Alianza, salida del Congreso de Viena (1814- 1815); pasando por el sistema de equilibrio ejemplificado en el Congreso de Berlín, que se podría llamar "Europa bismarckiana"; hasta la "Paz Armada", ca. 1890-1914. Este período tempranamente formativo está, con justicia, asociado a la figura de Diego Portales (1793-1837), el célebre Ministro del Presidente José Joaquín Prieto (1786-1854), un general o'higginista, que unió su espada a la voluntad civilista de su colaborador20 . De este modo, los años treinta del siglo XIX han pasado a ser emblemáticos para los chilenos del resto de la centuria y del siglo XX. Es cierto que este sistema también escondía un dominio oligárquico, en CAPITULO l 1 LA HERENCIA donde la clase de origen terrateniente se disciplinó con las nuevas instituciones, aunque las hacía funcionar en su provecho, separada la masa campesina o de origen campesino, carente de educación y con rasgos étnicos que denunciaban un mestizaje más fuerte. El dominio además se asentaba en un estilo duro de gobernar y no carente de rasgos despóticos con su cortejo de encarcelamientos y ejecuciones. Por añadidura, no habría verdadera estabilidad, y todavía en los años 1850 una serie de rebeliones casi da al trasto con el "sistema portaliano". Pero, ayudado quizás por el asesinato de Portales, el país encontró un punto de referencia institucional, que mostró incluso capacidad de adaptarse hasta la guerra civil de 1891 y daría origen a la imagen exagerada pero no del todo falsa acerca de lo que se podría llamar "excepcionalismo chileno". Los años de Portales ayudaron también a crear una conciencia colectiva de la idea de "Chile ante el mundo" de una manera casi indeleble. Al haber impulsa- do el Ministro la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana, obedecía a un patrón de los conflictos post-emancipación en Hispanoamérica. El Mariscal Andrés de Santa Cruz era también un factor en la política interna de Chile; en su momento (hasta 1879), la expedición militar chilena en Perú (1837-1839) no fue vista por los peruanos como una invasión extranjera, sino como parte de una guerra civil propia. Pero en otro sentido, la "guerra de Portales" sí tuvo una connotación interna- cional. Mientras Chile mantuvo una política de atenerse al derecho en su rela- ción con las potencias europeas, las guerras civiles en Hispanoamérica hacían difícil que se pudiera aplicar la misma noción en América del Sur. Existía un lazo de dependenciacon Perú; las exportaciones a ese país por momentos eran el grueso del comercio exterior chileno. Existía un encono soterrado, por ser una especie de "pariente pobre"; y por la arrogancia de la que se culpaba a la clase dirigente peruana. Por otro lado, fue parte de la búsqueda de la seguridad del país mediante la supremacía en el Pacífico sur. Portales creía que, de consolidarse la Confedera- ción, la existencia de Chile llegaría a ser imposible. Quizás pensaba en la interrelación entre las luchas políticas en los tres países. Sus herederos, el Estado chileno principalmente, lo vieron como parte de la inauguración internacional del país21 . Para Portales, Chile debía ser la potencia dominante en el Pacífico sur; además no le importaba que Santa Cruz dominase en Perú o en Bolivia; pero que lo hiciese en ambos países era mirado como un peligro. Era asimismo la visión del argentino Juan Manuel de Rosas. En esto se ve cómo este período se parecía todavía a la política de poder y de equilibrio de la Europa del XVIII. Pero también fue un momento formativo del Estado nacional en Chile. En el lenguaje internacional chileno del siglo XX, retumbó la "política de poder" de Portales,:que ha llevado a veces a ilusiones acerca de la "fuerza", aunque cada 29 30 MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN LA POLÍTICA MUNDIAL JOAQUÍN FERMANDOIS vez más alicaída en el siglo XX. Particular interés tiene su "profecía" acerca del peligro que revestía EE.UU. para las nuevas repúblicas iberoamericanas: "Yo creo que todo esto obedece a un plan combinado de antemano (por EE.UU.); y ése sería así: hacer la conquista de América, no por las armas, sino por la influencia en toda esfera"22 . Este ha sido un elemento recordado, de manera profusa, y sostenido en el siglo XX por todas las fuerzas políticas. Buena parte de este libro tendrá que vérselas con esta "lección", aunque la sabiduría de la mis- ma no debe tomársela como dogma de fe. También, la guerra fue un "cemento de la sociedad" en Chile. Ayuda a nacer la imagen del "roto chileno", paradoja en tierras donde la jerarquía social tiene un papel destacado. Paradoja aparente; en realidad, esto permite un vínculo transversal que es un elemento que sostiene al país como país. La guerra estu- vo en el comienzo de la sociedad chilena23 . Y sería un elemento coadyuvante a la estabilidad política del siglo XX, haciendo de las fuerzas armadas institucio- nes que tendrían un papel ligeramente diferente en el país austral que otros hispanoamericanos, un punto que ha destacado con particular agudeza Mario Góngora (1915-1985)24 . Visión y actores del nuevo Estado En la configuración de una cultura de "relaciones internacionales" apenas si puede ser exagerada la importancia de Andrés Bello (1781-1865). Fue quizás el último "Padre de la Patria", el cuarto, después de Pedro de Valdivia, Bernardo O'Higgins y Diego Portales; con este venezolano que ha llegado ser una gloria de Chile se cierra el círculo. Virtual Ministro de Relaciones Exteriores por mu- chos años, redactor del Código Civil, llamado a tener visible influencia en la región, redactor del diario El Araucano, órgano oficial del Gobierno, y de este modo una suerte de "ideólogo" (más profundo) del Estado chileno; Rector de la Universidad de Chile (1842-1865), sus palabras no deben pasar inadvertidas para la autoconciencia posterior de la relación del país con el mundo. Sus ideas sobre el puesto en el sistema internacional, en cuanto a enseñanza que ingresa a la mentalidad colectiva, han llegado a ser, en general, las más aceptadas por la clase política en el curso del siglo XX. Es cierto que ha habido otras versiones, que se verán, pero desde los días de la "Paz Armada" hasta el "caso Pinochet", las principales fuerzas han reconocido su validez o al menos su opor- tunidad. Los siguientes párrafos revelan la "larga duración" de ciertas nociones acerca del orden internacional: En cuanto a los tratados de derecho internacional, los hay, como sabe El Mercurio, de dos clases: teóricos y positivos; entre los cuales, hay poco más o menos la misma diferencia que entre una teoría abstracta de legislación CAPITULO I 1 LA HERENCIA civil y un código civil. En los primeros, se averigua a priori cuáles son las reglas que deberían observar entre sí las naciones para vivir en paz, y promover el bien general de la especie humana; en los segundos, sin perder enteramente de vista lo que dicta la justicia natural en orden a las relaciones entre los estados, se examina cuáles son las reglas que las nacio- nes han convenido de hecho en adoptar y a que ajustan en la práctica sus pretensiones mutuas y los medios de realizarlas: reglas en que el voto de los estados poderosos es generalmente el que prevalece, porque la igual- dad de las naciones ante la ley internacional es una quimera teórica; ha habido siempre, hay y habrá una oligarquía de estados que promulga esta ley, y no sólo la promulga, sino la hace cumplir por la fuerza ( .. .)25• Estas palabras extraordinarias merecerían un largo análisis. Ahora basta con indi- car hacia sus presupuestos implícitos, que hablan desde lo que después se llama- ría "realismo político", atento al tamaño del poder, medido en términos de eficacia y de capacidad de imponer su voluntad. Se le puede objetar también que esta posición, llevada a su lógica extrema, pierde flexibilidad para entender la "realidad" y se transforma en una "quimera". Pero, en forma básica, las ideas de Bello corresponden a la lógica necesaria de los "países pequeños en el sistema internacional". Si se ven las alusiones que Bello les añade, el lector de comienzos del siglo XXI creerá reconocer un paisaje familiar: Como quiera que sea, una exposición del derecho de gentes positivo no puede prescindir de presentar las cosas como son. Los tratados teóricos se proponen diversos objetos; aspiran a otro género de utilidad. No expo- nen los que es, sino lo que, en concepto de sus autores, debe ser ( ... ) Nada nos anuncia la cercanía de una época en que las naciones acuerden reglas precisas y uniformes para sus relaciones recíprocas; mientras haya oposición de intereses, que será probablemente mientras dure el mundo, habrá oposición de doctrinas ( ... ) La industria adelanta a pasos agiganta- dos; la moral política, apenas. La decencia de las formas externas es el gran progreso de las naciones modernas; la justicia intrínseca es poco más o menos lo que ha sido siempre. El hombre extiende cada día su poder sobre la naturaleza fisica; ¿tiene más imperio que antes sobre sus pasiones y apetitos? Lo que tiene, es más medios de comentarlos y de ser injusto impunemente. ( ... ) Pero abramos los ojos, apreciemos los hechos. La opinión del mundo, expresada de ese modo, es una lúdra que con cada una de sus cabezas proclama un principio verdadero o falso, una pasión innoble o generosa, un interés que puede coincidir con el de la humani- dad o serie contrario; la legitimidad monárquica en Viena, la omnipoten- cia democrática en Washington; el sufragio universal acá, el socialismo allá; tarifas altas, protectoras de las manufacturas domésticas, dicen unas; tarifas bajas, protectoras de la agricultura nacional, responden otras; las 31 32 MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN LA POLÍTICA MUNDIAL 1900·20041 JOAQUÍN FERMANDOIS H. máquinas fomentan la riqueza y felicidad de los pueblos; claman éstas; las máquinas hacen la miseria del pueblo, clamorean aquéllas; nada que no se controvierta, desde los primeros principios hasta las últimas con- secuencias; aun en cuestiones de interés material, sujetas a la experiencia y al cálculo. ¿Y serán las materias de política externa en las que el mundo se pronuncie uniforme y constantemente a favor de la buena causa? ( ... ) La opinión del mundo hace justicia, no lo negamos; pero un poco más tarde. El mundo ha hecho justicia a la despedazada Polonia; ¿Y qué es de Polonia? ¿Qué han dado a ese pueblo heroico las simpatías del mundo?Un epitafio honroso. Sobre todo en su alusión a Polonia, estas palabras que tendrían su confirmación hasta lo inverosímil en el siglo XX, apuntan a la idea razonable que, ante el azar de la historia, no necesariamente las relaciones internacionales se inscriben en un proceso de "triunfo del bien", aunque a la vez aceptan que el procesoprin_ci- pal corresponde a una civilización posible y digna de imitar. Existió otra posibilidad, que ya marcaba a Chile como parte de la "política mun- dial", y que es la idea "latinoamericanista", mejor dicho en su época, "americanista". Está en Bilbao (1823-1865), en Santiago Arcos (1822-1874), en un Benjamín Vicuña Mackenna(1831-1886) joven, y que se podría decir representa la mirada de unificación "libertaria", "progresista" de la humanidad, en contrapunto a la idea de permanencia del conflicto (o de la "necesidad") en Bello. Al leer a Francisco Bilbao se puede tener una visión diferente al sistema internacional, al "mundo": Debemos pues, fomentar el espectáculo de nuestra Unión Republicana. Todo clama por la Unidad. La América pide una autoridad moral que la unifique. La verdad exige que demos la educación en la libertad a nuestros pueblos; un gobierno, un dogma, una palabra, un interés, un Vínculo soli- dario que nos una. Una pasión Universal que domine al nacionalismo estrecho i que fortifique los puntos de contacto ( ... ) La América ha dicho: Soi pueblo i la igualdad es su medida; ser nación i la independencia es su honor; quiero ser soberano i la libertad será mi fuerza; soi humanidad, i la fraternidad será mi pacto26• Desde esta perspectiva, el sistema internacional medido como ecuación de fuer- zas, tenía que ser considerado como aberrante; la mirada de aprendizaje que un Bello lanza al mundo, es decir, a Europa, era admirable. Bilbao, recogiendo por lo demás una persuasión política europea, sostiene que una igualdad americana es la verdadera forma de insertarse de nuestros países en el mundo. La confianza y el optimismo son acicates del "mejoramiento", un ingrediente de la política moderna y de su parte de alcances internacionales. Aunque ambas visiones no CAPITULO 1 1 LA HERENCIA son incompatibles en todos sus aspectos, representan dos polos que en las ideas y en la práctica del siglo XX tendrían un claro desarrollo. Ambos lenguajes, en relaciones internacionales, eran también parte del nacimiento de la política en ·chile a partir de la llamada generación de 184227 . Un país tiene una variedad de vinculaciones internacionales; la religión puede ser el más fuerte de ellos. A partir de mediados de la década de 1850 estalla un conflicto entre el Gobierno (el Estado) y la Iglesia. Alcanzará especial virulencia en los años 188028 . Esto se enmarca en la lucha entre liberales y conservadores que se produjo en América Latina entre mediados del siglo XIX y principios del XX. Más que el problema en sí (el patronazgo, las "leyes laicas", .. ), lo que inte- resa es apuntar a que la identificación mayoritaria del país con la Iglesia Católica, con diversos grados de compromiso, también ha sido un importante factor in- ternacional en el siglo XX, como lo fue entonces. A pesar de cierta crisis de la religiosidad en la segunda parte del siglo XX, el tercio final de este mismo reveló de manera más patente, si cabe todavía, a la Iglesia chilena como actor interna- cional del país y de la sociedad. La universalidad de la Iglesia Católica mostraría también un rostro con la influencia callada del Vaticano. Este proceso de configuración del Estado nacional, que necesariamente también es una cara frente a un mundo internacional, iba acompañado por la integración a la economía del mundo. Aunque de diversas maneras, ya en la colonia Chile estaba incorporado indirectamente a una que iba más allá de la del Virreinato de Lima y de España. La integración a los grandes centros dinámicos era una idea fuerte de los Padres de la Patria; para ellos era el símbolo del progreso. La po- tencia "globalizadora" del XIX era Inglaterra, y la inclusión de Chile en la mo- derna economía mundial fue por esa vía. Las empresas y los bancos ingleses fueron protagónicos en la presencia extranjera en el país. Pero el fenómeno tuvo también características sociales, al crearse una pequeña pero dinámica e influ- yente inmigración de ingleses en varias ciudades chilenas. En general eran em- presarios, profesionales, técnicos, empleados y tutores que por uno u otro moti- vo permanecían en el país. No se debe olvidar que junto con el modelo de cultura francesa, sobre todo en los estratos altos, también el modelo educacional inglés fue el otro gran paradigma del siglo XIX. La ciudad de Valparaíso, de meteórico crecimiento en ese siglo, y de lamentable decadencia después, fue impregnada por este espíritu "gringo", que llegó a ser parte de Chile. Los recuerdos y crónicas de Joaquín Edwards Bello dan testimo- nio de este hecho29 . Valparaíso, sin duda, llegó a ser la ventana de Chile al mun- do, y desarrolló un espíritu empresarial, "burgués" si se quiere, de ética del trabajo en su clase dirigente, que parecía eclipsar a Santiago, aunque esta última sociedad no perdió jamás el cetro político. Pero, para insistir en el problema de una larga historia, Chile no ha sido una sociedad que haya podido lograr una 33 MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN LA POLÍT!Cil MUNDIAL !900-2004] jOAQUÍJ\ FER.MiiNDOIS H. posición de avanzada en el comercio internacional o en los servicios. Desde un comienzo la vinculación con la economía mundial estuvo mediatizada, de ma- nera fuerte, por la exportación protagónica de un solo producto. Los ciclos del trigo y de la plata constituyeron el primero de varios espejismos a los que nos acostumbraría "nuestra mentalidad económica". A pesar de la inmigración y de golpes de ingenio, laboriosidad y creatividad que se desplaza más allá de las fronteras, Chile no ha podido encaminarse seguramente hacia una "sociedad de clase media". Guerra, frontera, patriotismo La guerra de la Confederación Perú-Boliviana, no fue un combate en que la idea de Estado-territorial haya sido importante; es decir, no fue por litigios fronteri- zos ni menos expansionistas. En cambio, el factor de hegemonía sí jugaba tanto en la mentalidad de un Santa Cruz como de un Portales. Toda la segunda mitad del XIX, en lo internacional, Chile estuvo principalmente identificado con los conflictos limítrofes, que llevaron primero a una guerra que sería quizás el últi- mo acto fundacional de la conciencia de "ser chileno"; y a una carrera hacia una confrontación con Argentina que por un momento pareció imparable. Al inicio, las grandes masas territoriales dejadas bajo soberanías imprecisas por los papeles de la Corona no provocaron un interés demasiado grande. El primer acto que se podría llamar de "geopolítica", fue la toma del Estrecho de Magallanes en 1843. Una vía de comunicación marítima parecía mucho más importante que las vastas y al parecer inaprovechables llanuras de la Patagonia. En esto hubo, a la larga, un acuerdo más o menos tácito con Argentina. Pero, siguiendo la tendencia mundial y, probablemente, ante el "reparto imperial" que efectuaban las naciones europeas, vino la urgencia por delimitarlos en la segunda mitad del XIX. Aquí sí que los ánimos se encresparon ante la importancia concedida a la superficie de kilómetros cuadrados como expresión del "poder nacional", tér- mino por entonces todavía no empleado, pero que refleja las nuevas percepcio- nes territoriales que sí existían. Las fronteras se irían estableciendo, de manera legal, a partir del uti possidetis, es decir, aceptando la división establecida por la Corona. El proceso posterior iría definiendo estas líneas abstractas, confusas además, que no reflejaban la socie- dad real, con fronteras más concretas, que fueron parte de la construcción del Estado nacional que, como se sabe, en el Chile del siglo XIX estuvo imbricado con la guerra. Mientras que lospaíses hispanoamericanos y América Latina en su conjunto en el siglo XX ha sido mirada desde fuera como un continente política- mente inestable, semi-bárbaro a decir verdad, ha sido sin embargo una región con escasos conflictos internacionales, mientras que en Europa la controversia entre Estados ha sido la constante d( siglos30 . r CAPITULO I ! LA HERENCIA Pero entre las excepciones ha estado Chile. Y esto se debe casi exclusivamente a la Guerra del Pacífico31 . Con todo, esta magna-guerra (en términos sudame- ricanos), fue parte de una carrera por la constitución definitiva del Estado territorial sudamericano. Tanto la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), como la expansión de la autoridad pública hacia la Patagonia en Argentina y la acción análoga en Chile a comienzos de los ochenta, pertenecen en un sentido extendido al mismo fenómeno. Este comprendía la construcción de la frontera como parte inalienable del Estado nacional moderno32 . También la lucha de la Cuádruple Alianza (Chile, Perú, Bolivia, Ecuador) contra España en 1865/ 66, aunque formalmente tuvo_ un sabor "americanista", ayudó a perfilar la idea de un sistema de Estados en el cono sur y a que se viera un juego político estratégico frente a Argentina, Brasil y Uruguay, por lo que se miraba como una guerra abusiva contra Paraguay. Esta nueva percepción comprendía la fundición de la idea de Estado nacional con patriotismo ardiente y con nacio- nalismo. Fue un estado de ánimo que llegó a casi todas partes del mundo; en Chile, quizás la causa originante más marcada fue la experiencia de la Guerra del Pacífico (1879-1883). No se olvide, en todo caso, que el desarrollo de esta conciencia de frontera y de un sistema internacional sudamericano en analogía al europeo, también se rela- ciona con la plena introducción del continente, hacia mediados de siglo, a la economía mundial. Cada trozo de territorio, por razones reales o fantasiosas, también pasaba a tener un valor económico mayúsculo. Por otro lado, el poder de Argentina y Brasil, y la respetabilidad por la estabilidad institucional del se- gundo y la que empezaría a adquirir la primera, crearía una nueva realidad. Esta respetabilidad sería también un activo para Chile, por más que en muchos senti- dos haya sido una sociedad oligárquica y premoderna. El mismo dilema volvería a repetirse para Chile, en otro nivel, en el segundo tercio del siglo XX. Mas, antes de ver las consecuencias de la Guerra del Pacífico y de la "Paz Arma- da", no se debe olvidar que de los años sesenta a los noventa, Chile y Argentina extendieron su Estado territorial hacia el norte y hacia el sur. Adquirieron o tomaron posesión (de superficies "no-estatales") territorial mientras competían por delinear sus respectivas fronteras sobre amplias superficies de escaso o nulo valor económico y de muy limitado valor estratégico, aunque de alto simbolismo y prestigio, aspecto no desdeñables en las relaciones internacionales. Por último, dentro de la lógica del sistema internacional europeo, que se trasladaba a la percepción de los sudamericanos, la guerra parecía legítima como un instru- mento posible y probable de las relaciones exteriores. En la región, esto fue cierto, en, especial, entre los sesenta y los noventa del siglo XIX. La Guerra del Pacífico surgió de una fuerte competencia político-estratégica, en la que estaba incluida el Pacífico y el Atlántico, como de una mentalidad de 35 36 MUNDO y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN LA POLÍTICA MUNDIAL 1900-20041 JOAQUÍN FEIUJANDOIS H. "burguesía nacional" en sectores dirigentes chilenos, que se aliaron en forma estrecha al Estado para reclamar por sus derechos que creían amagados por Bolivia; por un interés de superar la crisis económica de 1878 con una actividad dinámica del mismo Estado; y por la presencia de una activa población chilena trabajadora y profesional en el norte, entonces boliviano y hasta peruano33 . Asimismo el vigor institucional chileno contrastó con la inestabilidad casi cróni- ca en Perú, y usual en Bolivia, lo que creó una dinámica de alteración que no pocas veces precede a los conflictos. Dramático era el caso de Bolivia, que rompió unilateralmente sucesivos tratados con Chile, como consecuencia de las crisis políticas internas. Creyéndose Chile al borde de una cuadrillazo no muy diferente al sufrido por Paraguay (aunque también se veía la temeridad de Solano López), sobre todo ante el conocimiento de un Tratado Secreto entre Perú y Bolivia de 1873, y ante la ruptura de las cláusulas económicas del Tratado de 1874 por parte de este último país, Chile se lanza a la aventura internacional más impor- tante de su historia. Tras comienzos dudosos en entusiasmo, la Batalla Naval de Iquique (21 de mayo de 1879) la transforma en una guerra patriótica. A pesar de que la gigantesca organización que logró crear demostró una larga serie de falencias, la de sus adversarios fue peor. El arrojo de sus fuerzas -las peruanas muchas veces no le iban a la zaga en este aspecto y Bolivia se encerró en sus conflictos internos-, le otorgó una victoria fulminante. La epopeya de Iquique, la de Punta Gruesa, la captura del Huáscar, la Campaña del Desierto, la toma del Morro de Arica, y al final la toma de Lima, crearon una narración mítica en Chile que penetró profundamente en lo que se podría llamar "cultura chilena", con todos los pro- blemas que ofrece el uso de este concepto. Le dio a Chile una extraordinaria autoconciencia y seguridad en sí mismo como Estado nacional. La Guerra del Pacífico operó en este sentido como el más importante -más visible en todo caso- "cemento de la sociedad". El relato mítico -tomado en su sentido antropológico- que quedó, influye todavía en la educación básica en Chile y, si se remueven frases de circunstancias, en casi todos los estratos etarios y en todos los estratos sociales, en ocasiones, emerge alguna dosis de chauvinis- mo. Además, el Chile de la crisis social que surgirá a partir de ca. 1900 tuvo como contrapunto el orgullo -y arrogancia- de tener sus héroes indiscutidos hasta hoy. En particular, Arturo Prat (1848-1879) es una marca de orgullo para todo chileno históricamente consciente todavía a comienzos del siglo XXI; de manera rápida se transformó en un "santo secular"34 . En Chile, en la práctica, no ha habido "revisionismo historiográfico" en torno a esta guerra. Se le po- drá dar más peso a razones estratégicas o económicas, se podrá decir que hay que evitar un recuerdo que menoscabe a los países vecinos, pero de su legiti- midad no ha dudado jamás el Chile político y cultural. CAPITULO I 1 LA HERENCIA Esto permite afirmar que la guerra fue, quizás, el último acto fundacional de Chile como nación. Es en este sentido que el mito de la guerra, es decir, que su relato sea una imagen que identifique a los chilenos como chilenos, adquiere un valor tan alto en la cultura popular y en general en la cultura cívica del país del siglo XX. Asimismo fue la consolidación de un "Chile patriótico" que tendría gran presencia en la vida cívica en la primera mitad del siglo XX, pero que no desaparecerá nunca del todo. Finalizó el proceso que va de la emancipación, como rebeldía política, hasta conformar una conciencia nacional, esa referencia mental tan huidiza, tan intangible, de la cual tantas veces se abusa y se la desfigu- ra, mas como cimiento de la construcción de "lo chileno" tiene una importancia peculiar. A esto se refería el gran Vicente Pérez Rosales (1807-1886) cuando escribió que: Las voces Patria y Chile no fueron voces sinónimas en los primeros tiem- pos de nuestra vida republicana. Patria no significaba al pie de la letra lo que ahora significa Chile, sino un conjunto de principios democráticos que luchaban a cuerpo partido contra los absolutistas de la monarquía española ( ... ) y esto explica por qué tuvimos entonces Patria Vieja y Patria Nueva35 . Pérez Rosales describe aquí la emancipación como acto político, que es lapri- mera piedra de la creación de los nuevos Estados nacionales en los siglos XIX y XX. Pero luego se forma la conciencia de que se trata de un territorio y de una comunidad con exigencias y voluntad de lealtades. El fin de este proceso es, para Chile, la Guerra del Pacífico. A partir de ella Chile es una historia que combina su relato, sus instituciones, su orden político-social y su propósito de futuro, el "plebiscito cotidiano" del que ha hablado Ernest Renan. La Guerra del Pacífico dejó también su huella en su mirada hacia el mundo, que fortalecía la conciencia de pertenecer a un suelo nutricio, es decir, una realidad histórica que es pasado, presente y futuro. Esto, en sí, no tiene nada de peyorativo; es parte de la identificación de las sociedades como particulari- dades. Por otro lado, puede haber sido un factor en la creación de un confor- mismo frente al "hacer bien hecho", es decir, en vez del esfuerzo cotidiano, se asienta la idea de que llegado el momento, un esfuerzo titánico podrá arreglar las cosas. También se hace más fuerte la idea de un "excepcionalismo chileno", por engañoso y arrogante que pueda ser muchas veces. El triunfo nacional, logrado con un esfuerzo colectivo que vinculó a las diversas clases sociales, se debió en parte a la deficiente preparación de Perú y de Bolivia36 . Con todo, ello no es para que el país no lo mirara -y en cierta manera lo mire- como un "momento estelar". 37 38 MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN u\ POLÍTICAMUNDJAL 1900·2004 1 JOAQUÍN FERMANDOIS H. La post-guerra Fue una guerra que se inició como un reflejo defensivo, pero concluyó como guerra de expansión. En la lógica interestatal del siglo XIX, en especial de la política europea, el modelo para estos países, era lo más normal del mundo. El conflicto franco-prusiano de 1870-1871 proporcionó el modelo definitivo. En el cono sur, Argentina y Chile tuvieron formas relativamente paralelas de exten- sión -expansión- territorial hacia el norte y hacia el sur. Pero en el caso de la postura de Chile en el concierto sudamericano las consecuencias serían mayores; en la región, serán quizás inextinguibles, por mucho que los recuerdos se vayan poniendo más borrosos. Chile no sólo derrotó, en forma decisiva, en una guerra internacional a dos países vecinos. Ocupó por tres años la capital y gran parte del territorio del Perú, lo que de por sí conlleva una relación abusiva entre ocupantes y ocupa- dos. Debió combatir además una "guerra irregular" en la sierra, de la que salió también triunfante, pero dejando tras de sí una estela no pequeña de tropelías, propias de este tipo de conflicto. Al final, con el Tratado de Ancón (fines de 1883), se arriba a un acuerdo provisional. Chile posterga un final definitivo en un momento en el cual, incluso, eran posibles concesiones que después, con la conciencia del territorio ya establecida en la mente y en corazón de los chilenos, eran ya imposibles. Hay otro elemento de la guerra, que tendría consecuencias en las relaciones vecinales del futuro. La "Guerra con Chile" fue también un hito fundador del Estado y de la nación peruanos. Es un recuerdo doloroso que unifica, y que por lo mismo le daría un color específico a la mirada de los perua- nos hacia el país, al menos hasta el Tratado de 1929; en el Perú oficial y público, las huellas todavía no se borran a comienzos del siglo XXI. En este contexto, la guerra creó la imagen de Chile como la "Prusia de Sudamérica", muy aludida en torno a 1900, lo que tuvo influencia negativa en la región en las primeras décadás del siglo XX, y fue un factor de relativo aislamiento en esos años. Esto se agravaba por la postergación de la "cuestión de Tacna y Arica", provincias cuyo destino debía decidirse posteriormente, y que fue un flanco débil hasta 1929; como de la falta de tratado final con Boli- via, ya que sólo había tregua indefinida. La continuación de las tensiones en el cono sur alimentaban un revanchismo que sicológicamente hablando, era la cosa más comprensible del mundo. Al igual que frente a Argentina, Chile (o los países de la región), mostró una singular escasez de habilidad en dar por finiquitadas las disputas, dejando elementos litigiosos que podrían haberse zanjado en las situaciones favorables que se daban. Finiquitar en momentos de éxito puede incluir concesiones que serían difíciles una vez transcurrido el tiempo, cuando aparecen envueltas como cesiones hechas bajo la presión de la fuerza o del miedo. CAPITULO 1 [LA HERENCIA La Guerra del Pacífico acentuó otra herencia del siglo XIX al lugar de Chile frente al mundo en el siglo XX. Se trata de la monoexportación de la "mentalidad de subsidio", que surge al incorporar el salitre a la vida nacional. Más adelante se hablará de su papel en la relación de Chile con la economia mundial. Ahora hay que destacar que generó inmensas riquezas al país en términos de ingresos fiscales; y generó un movimiento obrero combativo por las condiciones de la vida en el desierto y por la aglomeración humana. Fue la vía de ingreso más importante de las ideas revolucionarias características del siglo XX. Obras públicas y movimiento de riqueza opulenta tuvieron una fuerte relación con el salitre. Es imposible pen- sar que otros sectores fuera de las elites no se beneficiaron también con su riqueza. Postergó algunas reformas, que sólo se efectuarían después de la primera crisis del salitre, en los años veinte (Cap. N). Pero también es pertinente la pregunta de si no exacerbó la noción de economía política internacional en la cultura chilena, de que existe una puerta mágica al desarrollo; o existe una expoliación (más o menos mágica, también) que explicaría las falencias del país. Así, la sociedad chilena se escabullía del problema del verdadero funcionamiento de la economía mundial. Pero, indudablemente, al Chile de 1900 le proporcionó un rostro de poder económico y un elemento peculiar de contacto con las grandes potencias37 . La guerra hizo ver otro aspecto de la relación del país con el mundo, la relación con las grandes potencias. En el sistema internacional, cuando existe un conflic- to se crea un vacío de poder que puede afectar decisivamente a las grandes po- tencias. ¡Para qué decir cuando se trata de Estados marginales, en plena época del "imperialismo" por añadidura! Ya se habló sobre un sentimiento casi general de rechazo en América del Sur al resultado expansionista de la guerra; este fue particularmente notorio en Venezuela, lo que tendría algunas consecuencias en la segunda mitad del siglo XX. Las potencias europeas, acostumbradas a ser árbitros del mundo, quisieron hacer lo propio. Sólo el desinterés de la ya tan poderosa Alemania las detuvo. Hasta la Segunda Guerra Mundial se tendría, a raíz de esto, un recuerdo agradecido del Príncipe Bismarck, cualesquiera que hayan sido las reales intenciones de este último. Con todo, las potencias europeas cargaron la mano, no sin razón muchas veces, en las cuestiones de los daños infligidos por tropas nacionales a sus intereses; o por la deuda que debía asumir el gobierno en inversiones que pasaban a manos chilenas. EE.UU. intentó mediar, e incluso dio a entender que no podía haber guerra que tuviera como objetivo la expansión territorial (¿y la expansión norteamericana en el XIX1), Pero al final no pudo o no quiso influir en el resultado, aunque su presencia sería constante. Es claro que Chile no habría tenido este resultado si la Guerra del Pacífico hubiera ocurrido después de 1898; para entonces la etapa "imperialista" de Washington en América Central y el Caribe alcanzaría al 39 -_____i(l_ MUNDO Y FIN DE MUNDO 1 CHILE EN LA POLÍTICA MUNDIAL 1900-20041 JOAQUÍN FERMANDOIS H. menos para un acto hegemónico en el cono sur. El territorio supo de esa mano pesada en 1891/1892 con el incidente del Baltimore. Una riña iniciada en un prostíbulo, termina con amenaza de guerra de parte de Washington y con in- demnizaciones pagadas por
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