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Criterios de resiliencia Entrevista a Boris Cyrulnik - Guadalupe Ana Sánchez García - Pedro Renteria

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Ana Guadalupe Sánchez
y Laura Gutiérrez
CRITERIOS DE RESILIENCIA
ENTREVISTA A BORIS CYRULNIK
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Conocer para comprender, comprender para reanudar la vida. Resiliencia.txt. nos propone compartir diálogos,
explorar trayectos compartidos, tejer reflexiones desde donde extraer fortalezas y sabidurías.
Esta colección nos ofrece una valiosa selección de textos que, desde la psicología, la etología o la neurociencia,
nos aproximarán a la teoría de la resiliencia y pondrán en nuestras manos una brújula para el territorio de la vida;
pues la resiliencia nos invita a no olvidar que ningún mal es irreversible, que la herida restaña y que de la fragilidad
también puede emanar nuestra energía.
Libros cargados del poder transformador de la palabra, dispuestos a enriquecer nuestras vidas.
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CRITERIOS DE RESILIENCIA
ENTREVISTA A BORIS CYRULNIK
Ana Guadalupe Sánchez y Laura Gutiérrez
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© Ana Guadalupe Sánchez y Laura Gutiérrez
© Boris Cyrulnik
Primera edición: enero de 2016, Barcelona
© Editorial Gedisa, S.A.
Avenida Tibidabo, 12, 3º
08022 Barcelona (España)
Tel. 93 253 09 04
gedisa@gedisa.com
http://www.gedisa.com
Preimpresión:
Moelmo, S.C.P.
Girona 53, principal – 08009 Barcelona
eISBN: 978-84-16572-17-5
Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o
modificada, en castellano o en cualquier otro idioma.
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http://www.gedisa.com
Índice
INTRODUCCIÓN
ENTREVISTA A BORIS CYRULNIK
Ana Guadalupe Sánchez y Laura Gutiérrez
CRITERIOS DE RESILIENCIA: CONDICIONES DE UN NUEVO DESARROLLO DESPUÉS DE UN TRAUMATISMO
Boris Cyrulnik
AGRADECIMIENTOS
SOBRE LAS AUTORAS
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Introducción
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
ANTONIO MACHADO
La obra que tienen en sus manos es fruto del encuentro con el Dr. Boris Cyrulnik en la
ciudad de Guadalajara, México, en el año de 2011. Ha pasado ya un tiempo y, sin
embargo, aún es posible evocar vívidamente lo mucho que nos conmovió su presencia; y
es que, en su trato sencillo y afable, nos transmitió su calidez, su sensibilidad y lo
profundo de sus convicciones, así como su generosidad para desplegar con amplitud y
claridad sus conocimientos y experiencias.
Justo la primera muestra de esta gran generosidad se dio al responder afirmativamente
a la propuesta hecha por un equipo de académicos de la Universidad de Guadalajara que,
sin condiciones para retribuirle su valioso trabajo, le expresamos a través de una carta el
deseo de conocerle.
Audacia, azares, mucho trabajo y, por supuesto, la buena voluntad del Dr. Cyrulnik se
conjuntaron para gestar tan entrañable encuentro; a través de él fue posible reconocer a
un ser humano excepcional y ejemplar, que además de compartirnos sus reflexiones y
grandes contribuciones al conocimiento científico, con su presencia, simpatía y su
magnífico sentido del humor matizó de cordialidad y alegría nuestra convivencia; a través
de ella pudimos constatar la congruencia entre su hacer y lo que propone en sus ideas.
Con él, se testifica que la resiliencia es posible y que, a pesar del dolor causado por
circunstancias traumáticas y adversas, en el intercambio afectivo con otros se puede
«tejer un manto de palabras» que permitan dar sentido a lo vivido y reconstruirse.
A lo largo de meses de trabajo se fue consolidando el proyecto de un evento que llevó
el título de «Resiliencia: vínculos e inclusión social», y se programó para el mes de mayo
del 2011. El evento causó gran interés, convocando aproximadamente a 1.200 personas
provenientes de diversas ciudades del país deseosas de escuchar al Dr. Cyrulnik. Así,
durante tres días de actividad intensa, tuvimos la oportunidad de conocer su perspectiva
acerca del concepto de resiliencia.
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Como paréntesis, diremos que nos pareció admirable su capacidad de trabajo pues, sin
menoscabo alguno, se mostró siempre dispuesto a compartir de manera amable y jovial
con todas las personas que deseaban estar cerca de él para intercambiar un saludo, una
sonrisa o una conversación –el idioma no pareció ser una barrera para ello–.
Sin duda, el evento se vio permeado por grandes expectativas e inquietudes ligadas a
las circunstancias desafortunadas que vive nuestro país en los últimos tiempos y que
vulneran profundamente la integridad física, psíquica y social de sus habitantes: la
exacerbación de una violencia que nos lastima enormemente y se va extendiendo en
nuestra existencia cotidiana de manera paulatina, fragmentando nuestro sentido de
seguridad, de confianza y de solidaridad; además de un acelerado crecimiento de la
pobreza, la injusticia y la exclusión que han ido generando gran dolor social y
descontento.
Ante este complejo escenario, las palabras y reflexiones de Boris Cyrulnik resultaron
idóneas y esperanzadoras; sustanciales para reorientar nuestras perspectivas y considerar
las posibilidades de metamorfosear la preocupación, la impotencia y la indignación en
nuevos enfoques y estrategias que contribuyan a enfrentar el sufrimiento psíquico que
causa tanta injusticia social.
Con gran claridad de exposición, el Dr. Cyrulnik desarrolló una gran variedad de temas
que fueron enlazándose alrededor del núcleo de la resiliencia, mostrándonos sus
bondades y contribuciones; así como los retos que nos plantea. Sin ánimo de
exhaustividad, con trazos muy generales, mencionaremos algunos temas que se
mantuvieron como constantes y que funcionaron como coordenadas para delimitar el
terreno sobre el que se desarrollaron diálogos, debates, interrogantes y nuevos sentidos.
El énfasis en nuestra necesidad del otro como fundante para lograr sobreponernos en la
vida, a pesar de las desgracias e infortunios, nos reveló la trascendencia del valor
simbólico de la palabra y de nuestros vínculos afectivos, por ser fuente de sostén vital y
por su participación en la construcción de un nuevo sentido de vida. De esta forma, se
posibilita orientar nuestra mirada hacia la importancia de la presencia del otro, la
solidaridad, la empatía, la contención, como antídotos que pueden contrarrestar los
efectos de las heridas traumáticas. Entonces, el punto de partida será siempre la
presencia significativa del prójimo en una atmósfera de reconocimiento, sensibilidad y
respeto.
A partir de esta premisa fundamental, es posible recuperar el sentido ético del concepto
de resiliencia, y se coloca en el terreno de la responsabilidad social la generación de
bienestar, a través de los cuales se orienta hacia una dimensión relacional, comunitaria y
social. De esta manera, al desplazar la atención desde las cualidades individuales hacia la
responsabilidad compartida, la generación de procesos de resiliencia y la posibilidad de un
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mundo más humanizado se convierten en un quehacer de la sociedad en su conjunto –lo
cual implica articular el trabajo y voluntades de los diversos actores sociales y políticos
que la componen–.
Ligado a esta perspectiva multidimensional, también fue posible reconocer la
fecundidad inherente a un concepto que da cabida a las aportaciones de un espectro
amplio de perspectivas: neurología, etología, psicología, antropología, sociología,
psicoanálisis y otros saberes se entrelazan y aportan matices y texturas que hacen de la
resiliencia un entramado diverso y enriquecedor, que permite un acercamiento a la
compleja realidad del ser humano, convirtiéndole en un concepto transdisciplinar por
excelencia.
Otro aspecto fundamental es el desafío que nos plantea este concepto: la ruptura con
una concepción de causalidad, mecánica, fatalista, en la que, como destino inevitable, los
acontecimientos se imponen al individuo. En lugar de ello, se le reconoce como sujeto
activo capaz de crear significados, con un papel protagónico en la construcción de su
sentido de vida, y no como una víctima pasiva de las circunstancias.
Por último, más no por ello menos importante, tenemos el lugar privilegiadootorgado
al sentido del humor, los sueños, los proyectos a futuro, a la mirada puesta en el
porvenir. Ellos contribuyen a la movilización de recursos que pueden permitir resistir y
reconstruirse; dar significado al sufrimiento y construir un nuevo sentido de vida. En esta
tarea, el arte se convierte en un medio importante para romper con el aislamiento, para
testimoniar el sufrimiento, para compartir lo vivido. La identificación con el artista puede
devenir en una forma de liberación, pues permite transformar el dolor en una obra bella
que toque la sensibilidad del espectador.
Precisamente, éste es el principal interés de compartir lo vivido en este encuentro
privilegiado: que a través de este libro puedan ser tocados, como nos sucedió a nosotras,
por las palabras, sensibilidad e inteligencia del Dr. Boris Cyrulnik.
Hemos elegido presentarles a ustedes la transcripción de la conferencia inaugural
titulada: «Criterios de resiliencia: condiciones de un nuevo desarrollo después de un
traumatismo».
También damos a conocer la entrevista realizada al Dr. Cyrulnik: momento que se
convirtió en inefable, gracias a la conjunción afortunada de una noche estrellada,
margaritas y una conversación cálida y profunda, que se desarrolló entre árboles y
sonrisas. Sin embargo, definitivamente, la clave de ese momento único fue la presencia
misma de Boris Cyrulnik que, con transparencia y honestidad, trazó con bellas y sabias
palabras un cuadro que nos acerca a su pensamiento y nos muestra una dimensión íntima
y personal de su vida.
Las preguntas elaboradas previamente se fueron planteando sin apresuramientos y
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éstas fueron respondidas de manera extensa y espontánea. Sólo la llegada de la
medianoche obligó a hacer un alto y decidir la terminación de la entrevista. De esta
manera, algunas preguntas quedaron sin formularse, y aunque posteriormente se hicieron
llegar al Dr. Cyrulnik por correo, no fue posible que las contestara pues su agenda y el
ritmo de trabajo que tiene no se lo han permitido. Con su habitual sentido del humor, ha
dicho que con las respuestas prácticamente tendría que escribir dos libros más.
Como se ha señalado anteriormente, es importante tener la mirada puesta en el
horizonte, y en el nuestro se mantiene la esperanza de que, tarde que temprano, esos dos
libros faltantes puedan ser compartidos con ustedes.
Guadalajara, Jalisco, México,
Enero del 2015
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Entrevista a Boris Cyrulnik
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Ana Guadalupe Sánchez: Hemos dividido esta entrevista en varias secciones.
Queremos iniciarla con lo que es su visión personal acerca de varias cuestiones. ¿Cómo
visualiza y describe la naturaleza humana?
Boris Cyrulnik: ¿Cuánto puedo hablar, tres horas? (Risas.)
Boris Cyrulnik: Creo que no queda casi nada de la naturaleza en la naturaleza
humana. La naturaleza humana es: los cromosomas XX para las mujeres y XY para los
hombres, ser mamíferos; eso es todo. Es decir, cuando el espermatozoide de Layo
encontró el óvulo de Yocasta, eso no podía dar sino un ser humano, eso no podía dar
lugar a un gato o a un pájaro, eso no podía dar otra cosa que un niño humano. Entonces,
ahí hay un determinismo natural, y cuando digo esto no hablo de Edipo, porque para
hablar de Edipo es necesario que haya una historia, es necesario que haya una cultura, es
necesario contar con el resto de la naturaleza humana. El hombre es, probablemente, el
único animal capaz de escapar de la condición animal.
Creo que hay un determinismo genético: nuestro sexo, el color de nuestra piel y el color
de nuestros ojos están genéticamente determinados. Siete mil enfermedades han sido
genéticamente determinadas, y, diciendo esto, casi no he dicho nada de la condición
humana.
He hablado del punto de partida, de cuando éramos mamíferos. Todos éramos
mamíferos marinos, porque todos hemos estado en el líquido amniótico de la madre
durante nueve meses. Enseguida hemos sido alimentados con la leche de nuestra madre y
hemos partido como mamíferos, pero aún no nos habíamos convertido en seres
humanos. Entonces, al principio somos cromosomas, somos biología, pero enseguida
devenimos mamíferos, y antes de nuestro nacimiento devenimos seres humanos.
Devenimos, no nacemos seres humanos, devenimos seres humanos, a partir del fin del
embarazo de nuestra madre. Por tanto, comenzamos a devenir seres humanos cuando
estamos aún en el vientre de nuestra madre, a partir de la vigésimo séptima semana. Es la
edad en la que comenzamos a sentir las emociones de nuestra madre. Cuando ella está
conmovida, el bebé, el feto, está conmovido; cuando ella está feliz, el bebé está
tranquilo. Se produce una comunicación de las emociones. Cuando la madre habla, las
bajas frecuencias de su voz acarician la boca del bebé. Cuando la madre habla, las bajas
frecuencias son transmitidas perfectamente por el cuerpo y vibran contra los primeros
corpúsculos táctiles del bebé, en la boca y en las manos, es decir que cuando la madre
habla acaricia a su bebé.
Hay muchas experiencias, que hemos llevado a cabo en Toulon, que muestran, que
explican por qué, en la hora que sigue a su nacimiento, el bebé reconoce la voz de su
madre. Reconoce cuando su madre habla porque, cuando su madre habla, siendo él aún
un feto, se despierta y traga líquido amniótico, traga cinco litros de líquido amniótico al
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día, y el líquido amniótico está perfumado por lo que come su madre, y cuando la madre
fuma el líquido amniótico huele a cigarro.
En Marsella, las madres toman alioli. ¿Saben lo que es el alioli? Es una mayonesa, una
salsa con mucho ajo. Y después del nacimiento, cuando la madre ha comido alioli, se
pasa un dedo impregnado de ajo por la boca del bebé y éste sonríe. Cuando la madre no
ha comido alioli, se pasa el dedo impregnado de ajo por la boca del bebé y el bebé hace
un gesto de desagrado.
El bebé reconoce el olor de su madre inmediatamente después del nacimiento, como
consecuencia del líquido amniótico. Hay una firma olfativa, igual que hay una firma
auditiva. Cuando la madre abraza al bebé de manera vertical contra su pecho, nos
preguntábamos por qué el bebé mete la cabeza en la esquina que forman el cuello y el
cuerpo. Preguntamos a dermatólogos, y la conclusión fue que la firma olfativa de las
madres está ahí, y por eso el bebé coloca su nariz ahí. Es ahí donde está marcado el olor,
la firma olfativa de esa madre, y no de otra mujer. Entonces el bebé piensa que está en
su casa y se duerme. Es ahí donde se encuentra la mayor cantidad de glándulas
sudoríparas; por tanto, el bebé se siente en casa. En ese momento somos aún mamíferos.
Pero muy pronto, siendo mamíferos, nos preparamos para la palabra y el rostro, porque
hay neuronas, una pequeña zona de neuronas que no tienen los otros mamíferos, que
hace que seamos muy sensibles al rostro. Lo reconocemos muy temprano y muy bien,
mientras que los restantes mamíferos son más bien sensibles al olor. Nosotros no somos
tan buenos con los olores, somos mucho mejores con la palabra y con el rostro.
Debido a esas neuronas que están ahí, en el occipucio, percibimos rostros por todos
lados; por ejemplo, en este florero hay una frente, una nariz, una barbilla. Percibimos
rostros por todos lados porque somos nosotros los que damos forma a los rostros,
mientras que los otros animales dan forma olfativa o sonora, pero no mucho a los
rostros.
Vean; aquí hay una nariz, aquí hay cabellos, aquí está la boca. Vemos rostros por todas
partes, mientras que los otros mamíferos no saben hacerlo. Es decir, nosotros, cuando
todavía no hemos nacido, ya escuchamos mejor los sonidos, y no se trata sólo de ruidos
o gritos, sino que los percibimos estructurados como sonidos; y apenas llegamos al
mundo, ya percibimos los rostros.
Por tanto, inmediatamente después del nacimiento percibimos lo que llegará a ser la
semantización de nuestro mundo: las imágenes y las palabras. Enseguida comenzamos a
humanizarnos. Y ahí devenimos progresivamente seres humanos; tenemos la aptitud
natural, biológica, para devenir seres humanos, pero para ello es necesario que hayaun
ser humano a nuestro lado. Si se está solo, incluso si se está sano pero se está solo, no es
posible devenir un ser humano. Es necesario que haya una alteridad para que
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escuchemos esos sonidos que al cabo de dos años se convertirán en palabras, y es
necesario que haya una alteridad para que reconozcamos los rostros que se convertirán
en familiares.
Inmediatamente antes de nacer, ya no somos sólo animales. En nuestro nacimiento, e
inmediatamente después de nuestro nacimiento, nos humanizamos. A partir de ese
momento, nos desarrollamos en función de lo que los otros han dispuesto a nuestro
alrededor. Si los otros han dispuesto a nuestro alrededor palabras, aprenderemos a hablar.
Si los otros han dispuesto a nuestro alrededor sonrisas, aprenderemos a sonreír. Si los
otros han dispuesto a nuestro alrededor gritos o soledad, entonces aprenderemos a gritar
o a estar solos.
Lo que me permite decir esto es que hicimos una observación en Marsella que ha sido
citada frecuentemente. Queríamos filmar la primera sonrisa de un bebé. Esperábamos.
Habíamos colocado dos electrodos y una cámara que filmaba. El bebé estaba dormido y
pasado un momento sonrió. Estábamos haciendo un electroencefalograma al mismo
tiempo, y mostramos que el bebé sonreía en el momento del sueño paradoxal, en el
momento de los movimientos oculares rápidos. El sueño paradoxal es desencadenado por
un neuropéptido de origen genético que estimula el puente, es decir, un anillo que se
encuentra en la base del cerebro. Vemos ahora ecografías de bebés que sonríen en el
útero. No sé qué es lo que hace sonreír a los bebés en el útero. En nuestro experimento,
el bebé duerme, sólo habíamos puesto dos transmisores del electroencefalograma, y
vemos que de repente aparece el sueño paradoxal y entonces el bebé sonríe; es un acto
biológico, un acto motor. Pero cuando la madre ve sonreír a su bebé, no he escuchado
nunca a ninguna decir: «Mira, mi bebé acaba de segregar el neuropéptido que provoca la
sonrisa». La madre ve la sonrisa, interpreta como un ser humano y dice: «Mira, mi bebé
es feliz gracias a mí». Y cuando el bebé sonríe con los ojos abiertos y la madre responde
a la sonrisa del bebé, como lo hemos visto en los comportamientos de imitación, ella
transforma un acto motor en un acto relacional. Y el bebé, cuando ve sonreír a su madre,
sonríe como lo vimos en la imitación. Así, un lazo se teje por la sonrisa, o por el grito
cuando la madre grita y el bebé tiene miedo. Cuando la madre sonríe, el bebé responde
con una sonrisa. El lazo se teje y la madre transforma un acto motor en un acto
relacional humano.
Esta mañana yo decía: cuando se habla alrededor de un bebé, la zona del sonido
temporal izquierda se reduce y se vuelve muy pequeña; es la zona de la palabra, se
transforma en zona de la palabra. La reducción prueba el buen funcionamiento del
cerebro. Es decir que, cuando se le habla a un bebé, se produce una emoción intensa;
cuando se habla alrededor de un bebé, se esculpe su cerebro, se mejora su desarrollo y
se reduce esa zona cerebral.
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Laura Gutiérrez: Ésa es una expresión muy bella: «La palabra esculpe el cerebro del
bebé».
Boris Cyrulnik: Y ahí entramos en lo que es la humanidad. Dejamos el mundo
animal. Éramos mamíferos marinos con necesidad de la leche de nuestra madre. Somos
mamíferos, pero inmediatamente entramos en el mundo humano por la relación, por la
interacción, y se pueden hacer muchas observaciones sobre eso. Hemos hecho muchas
que muestran cómo devenimos humanos.
La naturaleza humana existe. Somos mamíferos, con cromosomas XX o cromosomas
XY, tenemos necesidad de leche, tenemos necesidad de glúcidos, y muy pronto
escapamos de la condición animal para entrar en la condición humana, es decir, en la
semantización: mímica y palabras.
Laura Gutiérrez: Otra pregunta que involucra algunas cosas que ya nos ha comentado
es: desde su perspectiva, ¿cuál es el potencial y cuáles las limitaciones del ser humano?
Boris Cyrulnik: Me parece que lo que caracteriza la condición humana es el mundo
del artificio. El artificio de la herramienta y el artificio del verbo. Y ahí podemos inventar.
Inventamos y seguiremos haciéndolo: palabras, relatos, herramientas que hacen que
hayamos podido dejar completamente la condición material, real. Estamos en un mundo
virtual.
El potencial físico humano está limitado por nuestras capacidades animales: no
corremos muy rápido, no nadamos muy bien, no volamos muy alto, muscularmente no
somos animales muy atléticos, pero en el mundo del artificio, en el verbo y la
herramienta, estamos en lo virtual y ahí podemos inventar, y aún estamos en curso de
modificar la naturaleza. Estamos en curso de modificar los volcanes, el clima; estamos
aún en curso de modificar el comportamiento de los animales salvajes. Nuestro potencial
físico es diferente de los del señor y la señora Neanderthal, así como de los del señor y la
señora Cro-Magnon: somos más grandes, menos fuertes, vivimos más tiempo, tenemos
enfermedades degenerativas que ellos también tenían. Se han encontrado esqueletos de
mujeres embarazadas; todas las mujeres estaban embarazadas a los trece años y morían
a los treinta años. Los esqueletos de los hombres eran un poco más viejos: morían a los
cuarenta o cuarenta y cinco años. Sobre el plan físico hemos comenzado el mundo del
artificio, iniciamos el mundo de la herramienta antes que el mundo de la palabra. Se
inventó un sílex tallado para poder matar a los animales, cortar la carne, pelar la piel, y
en ese momento fue necesario transmitirlo a los hijos: cómo se mata un animal, cómo se
talla un sílex, cómo se caza. En ese momento comenzó la cultura con una piedrecita. Eso
pasó hace dos millones y medio de años, ya que ahora podemos fecharlo. Con los ciclos
se pueden poner fechas en física; con el carbono se puede fechar una herramienta. Hace
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dos millones y medio de años la mundialización existía ya, porque, desde que alguien
inventaba el sílex, otro y otro lo aprendían, y así todos los seres humanos se pusieron a
tallar sílex, matar animales, cortar la carne, pelar la piel para hacer vestimentas, y
entonces comenzó la cultura.
Ya lo hemos hablado; enseguida vinieron las tumbas y las sepulturas, y luego vino el
arte que probó que éramos capaces de transformar muchas cosas. Con el sílex éramos
capaces de transformar la naturaleza y matar animales, y con las sepulturas fuimos
capaces de transformar la representación de la muerte. Estamos entonces en plena
cultura, y así continúa. Enseguida llegó la imprenta, internet, etcétera.
Ana Guadalupe Sánchez: ¿Cómo visualiza el porvenir de la humanidad?
Boris Cyrulnik: Soy optimista, ya que estoy convencido de que corremos hacia la
catástrofe. La evolución de los animales y sobre todo la evolución de los seres humanos
se han llevado a cabo por catástrofes. Hace 65 millones de años, algo pasó en la
ecología; hay quienes dicen que un meteorito golpeó la tierra y produjo una nube que
modificó la ecología: los dinosaurios mueren y los mamíferos se ponen contentos y se
desarrollan. Nosotros estamos contentos porque somos mamíferos: los dinosaurios
desaparecieron. Nosotros no estábamos aún en el mundo, ya que llegamos a él hace tres
millones de años. Estábamos contentos porque la atmósfera nos convenía: había oxígeno,
mientras que los dinosaurios se asfixiaban con él.
Continuó todo el tiempo así, y nosotros, los animales, evolucionamos mediante
catástrofes: una especie desaparece, otras aparecen. Pero nosotros, los seres humanos, lo
conocemos aún mejor porque hay una catástrofe social: la peste, por ejemplo. En
Marsella, en 1348, se expandió la peste, que llegó en un barco con una rata. La mitad de
los europeos murieron en dos años. Inmediatamente después surgió otra manera de ser
humano: la casa, la protección, la domesticación, prestando atención a las ratas; así, la
catástrofe nos hizo evolucionar.
Sobre todo estaba la protección de los niños. Antes las mujeres necesitaban traer al
mundo muchos, muchos niños para que hubiera algunos supervivientes,pero con la
tecnología, con la aparición del molino de trigo, los niños dejaron de morir porque se les
podía dar papilla de harina. Entonces se dispusieron los granos en las cavas. Después de
las cruzadas, los cruzados franceses trajeron con ellos a los gatos. Los gatos eran
representantes de los árabes; entonces eran los representantes del diablo. Los campesinos
expulsaban a los gatos de las casas, las ratas entraban en ellas, comían los granos y
estaban felices. Y cuando una rata portadora de la peste llegó a Marsella, la mitad de
Europa murió a causa de la peste. Al suceder eso, la gente comprendió que había que
vigilar la alimentación, vigilar la casa, vigilar a los bebés y a los niños. Se dieron cuenta
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de que no bastaba con traer muchos niños al mundo, sino que había que cuidarlos para
que no se murieran. Y prosiguió así mucho tiempo.
Durante la Primera Guerra Mundial, en Europa y en el resto del mundo, los hombres
combatían y morían, pero no había máquinas. Las mujeres hacían funcionar todo, pero
como no había máquinas, cuando los hombres supervivientes de la guerra regresaban a
sus casas, las mujeres les devolvían el poder. Sin embargo, en el curso de la Segunda
Guerra Mundial, los hombres parten a la guerra, las mujeres vuelven a hacer funcionar
todo: la medicina, los campos, ahora ya con máquinas. Y cuando los hombres regresan
de la guerra las mujeres les dicen: «No, no, hemos hecho funcionar todo, sabemos hacer
funcionar todo, queremos participar también en la aventura social», o sea que lo que
ocurre es una revolución cultural, una revolución feminista después de una catástrofe
mundial como fue la Segunda Guerra Mundial con cincuenta millones de muertos.
Podemos continuar con ejemplos como éstos, que muestran que los hombres, los seres
humanos, evolucionan por catástrofes. Los animales, por catástrofes biológicas,
ecológicas, como fue el caso de los dinosaurios y los mamíferos, y los seres humanos por
catástrofes humanas, como las guerras, las revoluciones o la peste.
Laura Gutiérrez: Vamos a hacer una desviación hacia otro tema: ¿qué le impulsa a
vivir, Dr. Cyrulnik?
Boris Cyrulnik: La margarita. (Risas.) Los sueños. Pienso que cuando era niño tenía a
mi alrededor una situación muy, muy difícil. Pienso que no sufría tanto porque soñaba
como un loco, soñaba demasiado. Eran sueños diurnos, utopías, construcciones
imaginarias. Soñaba que cuando fuera mayor sería feliz, sería Tarzán, y cosas así. Y
ahora pienso que la ciencia es un sueño. Pienso que estudié medicina y psicología al
mismo tiempo porque soñaba con poder sanar, comprender, ayudar; soñaba y estaba en
plena utopía científica. Y cuando se hace un trabajo que se pretende científico, una
hipótesis es una forma de sueño. A alguien se le puede ocurrir pensar: «Y si el bebé
escuchara la voz de su madre...». Ésa es una hipótesis poética; enseguida necesitamos un
método para argumentar, destruir, confirmar, y ahí ya estamos en un procedimiento
científico, pero esa hipótesis empezó siendo una hipótesis poética.
Ana Guadalupe Sánchez: Para usted, ¿qué es la felicidad?
Boris Cyrulnik: La felicidad es una idea moderna. Antes de la Revolución Francesa se
pensaba que existía la felicidad del paraíso perdido a causa de la falta cometida por Adán
y Eva, y que, una vez muertos, existiría tal vez la felicidad del paraíso si se había sido
bueno y justo durante el paso por la tierra. Y nuestro paso por la tierra, es decir, 36 años
para las mujeres y de 45 a 50 años para los hombres, era llamado «el valle de lágrimas»
entre los dos paraísos. La felicidad era el bienestar antes del nacimiento y sobre todo
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después de la muerte para los elegidos. Fue durante la Revolución Francesa cuando
Saint-Just dijo: «Nada de eso, la felicidad se debe tener en la tierra, y se tendrá con una
buena organización social». Y ésas fueron las utopías políticas que han masacrado a
millones de personas por su felicidad. Pero entre nosotros hay personas dotadas para
experimentar esa sensación que se llama felicidad. Yo puedo provocar una sensación de
felicidad con sustancias, por ejemplo con la droga; es una ilusión química que
proporciona una sensación de felicidad, como la margarita. Pero también puedo, sobre
todo en la condición humana, provocar la felicidad con una representación; por ejemplo,
usted va a ser el mejor psicólogo del mundo, y eso va a hacerle muy feliz, todo el mundo
vendrá a México a invitarlo y eso le traerá felicidad. Eso es más duradero; eso no es una
ilusión, es una representación que provoca un sentimiento. Mientras que la sustancia
química proporciona un flash, una ilusión de éxtasis, que cae enseguida y se paga muy
caro, con sufrimiento, la representación es duradera: me levanto por la mañana, escribo,
trabajo, trabajo todo el tiempo y soy feliz.
Los animales tienen bienestar o malestar. Nosotros tenemos bienestar o malestar,
cuando se está bien o cuando se tiene un problema digestivo y no se está bien; pero
sobre todo tenemos sentimientos, es decir, emociones sentidas en el cuerpo y provocadas
por representaciones: el teatro, el relato, el sueño, el arte, la experiencia de un momento
de amistad... Eso crea sentimientos de felicidad.
Laura Gutiérrez: A propósito de eso, ¿podría compartir alguna experiencia que le
haya hecho feliz?
Boris Cyrulnik: Sobre esto, podrían pasar varios días escuchándome. Existen
pequeñas felicidades y grandes felicidades. Creo que las pequeñas felicidades son más
constructivas que las grandes felicidades. Las grandes felicidades son la realización de los
sueños; crean un sentimiento apacible pero no un éxtasis eufórico. Por ejemplo, se han
pasado unos exámenes, un diploma, un concurso, se ha tenido éxito, y eso produce un
sentimiento de alegría, pero, ¡up!, enseguida se vuelve al trabajo para preparar el
concurso siguiente. Por el contrario, las pequeñas felicidades son, por ejemplo: charlar
con alguien a quien se quiere, tomar una cerveza cuando se tiene sed, ir a pescar con los
nietos. Ésas son pequeñas felicidades deliciosas porque, una vez que se han vivido en la
realidad, luego se recuerdan y se mantienen. Pero hay personas que no están muy
dotadas para la felicidad; se trata de personas que fueron demasiado alteradas en su
primera infancia. Cuando se es desgraciado durante largo tiempo, nuestro cerebro se
acostumbra a la desgracia y se modifica: suspende la segregación de sustancias
euforizantes, como los opioides y la oxitocina. La felicidad se experimenta físicamente,
pero, si no se secretan opioides ni oxitocina, no se experimenta esa felicidad. Los niños
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que han sido abandonados muy tempranamente o durante mucho tiempo devienen
indiferentes, muertos psíquicamente. Por ello creo que los estudios sobre la primera
infancia son de importancia capital; claro, no está ganado nada de por vida, pero es en la
primera infancia cuando se aporta la tendencia a los sentimientos de felicidad o de
desgracia.
Ana Guadalupe Sánchez: No sé si seré indiscreta, pero ¿qué le enoja, qué le
encoleriza?
Boris Cyrulnik: Debo de estar enfermo, porque no me enojo casi nunca. Debe de ser
una enfermedad grave.
Ana Guadalupe Sánchez: ¿Se contagia?
Boris Cyrulnik: (Risas.) Sí, creo que es contagiosa, porque cuando uno se encoleriza
agrava la cólera del otro, y cuando uno no se encoleriza desarma al otro. Sin embargo,
hay cosas que me desagradan. Por ejemplo, lo que me enfada, en nuestro medio, son las
personas que toman posición sobre prejuicios. Hay dos cosas que me encolerizan: el
prejuicio y el desprecio. Cuando veo a alguien despreciar a otro tengo problemas para
quedarme tranquilo, y en nuestro medio pasa eso: se ven personas que desprecian a otros
de los que no se conocen sus ideas, o que desprecian escuelas que no han leído,
únicamente por mecanismos sectarios. ¡Eso me enoja! El racismo me enoja, y todo lo
que significa desprecio. También el vino servido muy caliente me hace enojar. (Risas.)
Eso es muy grave.
Laura Gutiérrez: ¿Y algo que lo ponga triste?
Boris Cyrulnik: Tal vez, pienso, tal vez tengoun fondo triste, porque cuando paro de
trabajar, o cuando paro de encontrar gente, o cuando dejo de hacerme el gracioso, me
pongo a pensar en cosas tristes. Por eso, quizá tengo un fondo triste, de modo que me
paso la vida combatiéndolo, cosa que me hace feliz. Probablemente, uno de los puntos
débiles de mi personalidad es el no soportar las pérdidas afectivas. Ahí tengo un punto
vulnerable, ahí no soy fuerte, no soy brillante en eso.
Ana Guadalupe Sánchez: ¿Qué quiere, qué le falta por hacer en esta vida?
Boris Cyrulnik: Tengo 74 años y considero que soy un recién nacido. Tengo aún todo
por aprender, todo por ver, todo por comprender, todo por leer, todo por beber, todo por
encontrar.
Gabriel Zárate: Laura Gutiérrez dice que no queremos cansarlo, pero le pregunta
acerca de cuánto tiempo más podríamos continuar con la entrevista.
Boris Cyrulnik: Cinco o seis horas. (Risas.)
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Laura Gutiérrez: Doctor, ¿le teme usted a la muerte?
Boris Cyrulnik: Sorprendentemente, no. Creo que la edad en la que se le tiene miedo
a la muerte es, paradójicamente, la adolescencia. Es cuando se tienen pánicos ansiosos
con relación a la muerte, y muchos adolescentes se suicidan para no tener que vivir el
minuto que va a seguir. Creo que con la edad la muerte se vuelve cada vez más probable,
y así es. Creo que no es tanto la angustia de la muerte como la tristeza de perder la vida.
¡Y hay tantas cosas interesantes por hacer, tantas cosas! De modo que es realmente una
lástima que sólo podamos vivir 120 años.
Ana Guadalupe Sánchez: ¿Para usted qué es el amor?
Boris Cyrulnik: Es la esencia de la vida. Pienso que sin amor no vale la pena vivir,
pero la palabra amor es muy heterogénea: puedo amar a Dios, puedo amar la música,
puedo amar la margarita, puedo amar a una mujer, es decir que la misma palabra designa
cosas muy diferentes. Si amo a Dios es una representación; si amo la margarita es una
percepción; si amo a una mujer es apasionante y doloroso, una pasión y un sufrimiento,
porque la pasión está asociada al sufrimiento. Pero nosotros, en nuestras teorías,
distinguimos el amor y el apego. El amor es hiperconsciente: estoy colmado de Dios,
estoy colmado de la mujer que amo, no pienso más que en ella, no pienso sino en eso;
mientras que el apego es no consciente. Yo no sabía hasta qué punto la amaba y no es
hasta el momento de su pérdida que me doy cuenta de que me falta terriblemente, y es
entonces cuando me doy cuenta de que la amaba mucho. El amor es un maravilloso
momento patológico, mientras que el apego es un lazo cotidiano no consciente, necesario
para vivir. El amor es para soñar y el apego es para vivir. Se puede vivir sin amor –
Umberto Eco lo ha escrito–, pero no podemos vivir sin apego. Muchas personas pierden
el amor, porque el amor es apasionante y doloroso, mientras que el apego es
tranquilizante, y a veces hay exceso de tranquilizantes.
Laura Gutiérrez: Acaba de mencionar a Umberto Eco. ¿Podría compartir con
nosotros un libro, una canción y una obra de arte que sean sus preferidos?
Boris Cyrulnik: Los libros que amo son los que estoy leyendo en el momento.
Respecto de las obras de arte que amo, hay músicas que me conmueven: las músicas
populares, algunas arias de ópera... Me gustan mucho las músicas y las danzas populares
porque son muy alegres y muy simples. En cuanto a las obras de arte, creo que consisten
en metamorfosear lo real para darle una representación extraordinaria. Mis amigos
artistas me lo reprochan mucho, pero me parece que no hay nada más bello que una
puesta de sol. Es un arte «cu-cu» –¿se dice eso en México?–, es decir, un arte simple o
tonto, pero muy agradable.
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Ana Guadalupe Sánchez: ¿Cuál cree que es su don?
Boris Cyrulnik: Creo que no tengo dones; sólo tengo afectos. Se lo tengo a la
jardinería; no tengo don para eso, pero me gusta hablarle a las flores y tengo un bello
jardín. Me gusta mucho leer; no tengo don, pero a fuerza de leer termino por tener las
ideas del otro. Creo que estos dones vienen del encuentro. Cuando era niño tenía el don
de soñar y me decía: «Cuando sea mayor seré médico y psicólogo», lo que era
completamente delirante. Si hubiera sido un ser equilibrado, habría sido carpintero u
obrero agrícola, pero como era un soñador, porque soñar me producía un bienestar
físico, pude convertirme en médico, psiquiatra y psicoanalista.
Ana Guadalupe Sánchez: ¿Cómo construye ese humor tan especial que tiene?
Boris Cyrulnik: Creo que es una manera de esconderse. Es decir, eso permite
mantenerse en comunicación con la gente sin molestarla, sin indisponerla, pero no
diciendo todo de uno. Creo que en principio eso permite enmascararse, permite
transformar la aflicción o la tristeza en relación agradable, y enseguida permite
revalorizarse ofreciendo a los otros un momento de felicidad. ¿Han visto? He logrado
hacerlos reír, mientras que yo… (hace la mímica de sufrir).
Ana Guadalupe Sánchez: Doctor, ¿tiene usted alguna crítica que hacer a la ciencia?
Boris Cyrulnik: Sí, claro. Pienso que el contrasentido que se ha dado con la ciencia es
creer que era fuente de progreso. A fuerza de hacer ciencia, cosa que es apasionante, se
ha terminado por olvidar las relaciones humanas. Ustedes no pueden citarme un solo
progreso sin efectos secundarios. Se descubren los antibióticos, lo que es un inmenso
progreso, pero tienen efectos secundarios que se pagan muy caro. Se descubre la
imprenta, que es un inmenso progreso, y la imprenta produce el primer best seller, que
es el Malleus Maleficarum (El martillo de las brujas), que trata acerca de cómo forzar a
las personas, cómo obtener su conversión al cristianismo torturándolas; eso durante la
Inquisición. Internet es un progreso increíble; se ha estudiado en París, se han hecho
evaluaciones, y se ha comprobado que los adolescentes que pasan más de cuatro horas al
día en internet multiplican por cuatro su riesgo de depresión. Podemos tomar
medicamentos, que también constituyen un enorme progreso, pero hay personas que
mueren a causa de ellos. El automóvil es un enorme progreso, pero millones de personas
mueren por su causa. Se puede continuar todo el tiempo así. Esto no quiere decir que la
ciencia sea obra del diablo. Al contrario. Me gustan mucho los procedimientos científicos
porque uno tiene la impresión de comprender; en caso contrario, estaría en la creencia
sectaria.
Así podríamos continuar largo tiempo. La imprenta fue un enorme progreso porque
permitió la democracia. Yo vivo en Toulon, que es un puerto marino y hay marinos.
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Antes de la imprenta, el capitán era el único amo a bordo después de Dios. Como era el
único en saber orientarse en el mar, sometía a todos los hombres de la tripulación. Si era
un sádico y los hombres de la tripulación lo arrojaban al mar, todos morían después.
Cuando se descubrió la imprenta, hubo hombres que aprendieron muy rápido a navegar.
El saber era compartido, se instalaba la democracia, se podía arrojar al capitán al agua
porque otro hombre sabría continuar la navegación. El saber compartido es una forma de
democracia, pero al imprimir los mapas marinos comenzó el colonialismo. Podemos
continuar así con todos los progresos. Entonces, ¿hay que dejar de seguir haciendo
progresos? Lo que hay que saber es que hay que combatir los efectos secundarios, tal
como sucede con los medicamentos. Hay personas que se sirven de la ciencia como una
creencia sectaria. Si usted tiene la misma creencia que yo en biología, entonces vamos a
ser hermanos y a luchar contra los otros. ¿No lo creen así?
Laura Gutiérrez: Kenneth Gergen llama a eso «progreso» y «pregreso».
Boris Cyrulnik: Sí, está bien.
Ana Guadalupe Sánchez: ¿Tiene usted alguna crítica para los científicos?
Boris Cyrulnik: Para el «cientismo» sí. Para los verdaderos científicos no, porque los
científicos no pretenden decir la verdad, sino plantear preguntas. Yo, científico, abro una
vía. Los científicos pueden orientar esa vía de un modo diferente, confirmarla,
invalidarla. Entonces yo no digo la verdad, más bien abro una vía, planteopreguntas. Los
científicos que afirman: «Lo que yo digo es verdadero porque he llevado a cabo un
procedimiento experimental» no son científicos. Otra cosa son los científicos que dicen:
«Lo que yo digo es sorprendente porque, por ejemplo, el experimento del Still-Face, que
es un método muy simple, sorprendente, plantea tantos problemas que ustedes lo pueden
criticar. Y pueden explicar cómo el sufrimiento de la madre se transmite al niño. Pueden
decir que no es cierto, y en ese caso pueden rehacer el experimento y tomar a una madre
y a un bebé. Ustedes van a decir que no es cierto y van a refutarlo». Ahí estamos en los
procedimientos científicos, es decir, en la argumentación. Mientras que si digo: «Lo que
afirmo es verdadero y, si ustedes no están de acuerdo conmigo, voy a fusilarlos, a
torturarlos», entonces estoy inmerso en procedimientos ideológicos. Mi mujer era
nutricionista y trabajaba en el INSERM, que es una gran institución de investigación
francesa. Todo el mundo decía: «Un terrón de azúcar equivale a nueve calorías». Ella
decía: «¿Ah, sí?», mientras que todo el mundo simplemente calculaba. Y un día mi
mujer, que tenía 23 años, preguntó: «¿Acaso alguien ha verificado eso?». Nadie lo había
verificado. La ciencia se había transformado en dogma.
Laura Gutiérrez: ¿Considera usted entonces que la ciencia debe tener fundamentos
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éticos? ¿Y cuáles serían?
Boris Cyrulnik: Creo que si se dejara hacer cualquier cosa a los científicos no habría
bases éticas. Están tan dominados por la pasión en la investigación que podrían actuar
como los perversos sin que nada los detuviera. Somos nosotros quienes debemos
imponer frenos. Los científicos están tan encantados con su objeto científico que nada
los detendría. Muchos descubrimientos médicos se han realizado de manera perversa. La
mayor parte de los medicamentos se han descubierto sin teoría, únicamente para aportar
placer a los científicos. Los antibióticos fueron descubiertos por casualidad; eso se llama
serendipia. Cristóbal Colón parte para descubrir una nueva ruta hacia Asia y descubre
América. Es un descubrimiento serendípico. La mayoría de los descubrimientos médicos
han sido realizados de manera serendipitosa. Yo participé en el descubrimiento del litio.
Fue un descubrimiento en el que la hipótesis era absurda, el método era ridículo, y los
resultados fueron que más del 80% de las personas lograron una estabilización emocional
sorprendente. Pero no hay que decirles eso a los estudiantes. (Risas.) Allí sólo había
médicos. Siempre he dicho que si hubiera habido aunque sólo fuera un científico no
habríamos descubierto el litio.
Ana Guadalupe Sánchez: ¿La ciencia tiene una dimensión política? ¿Y cuáles son sus
implicaciones, si las tiene?
Boris Cyrulnik: Sí, pienso que, después de la Segunda Guerra Mundial, De Gaulle
fundó en Francia el Ministerio de Investigación y dijo: «Doy 10 minutos a los
investigadores para que me convenzan de la validez de sus investigaciones», y dio un
gran poder a Hubert Curien, que era un gran científico astrónomo, y Hubert Curien
orientó la investigación hacia la física, es decir, las armas, lo nuclear, y obtuvo mucho
dinero. Es decir, la decisión de De Gaulle fue una decisión política, aunque decía que era
una decisión científica. Pienso que los neurolépticos fueron descubiertos por los
americanos y que no tuvieron aplicaciones prácticas. Y fue Henri Laborit... ¿Es conocido
en México Laborit? Trabajaba con nosotros. Laborit descubrió que el Largactil ayudaba a
bajar la temperatura central. Yo estaba de interno en neurocirugía y muchos pacientes
morían porque las operaciones duraban ocho o diez horas y la gente no soportaba diez
horas de anestesia. Laborit lo utilizaba para las intervenciones de tumor cerebral, para
hacer bajar la temperatura y conseguir que la gente no muriera en esas diez horas de
intervención. Un día yo estaba allí. ¿Conocen ustedes La Reunión? Es una pequeña isla
francesa, muy bella. Pues fue un habitante de La Reunión, un joven que conocí, que
tenía un enorme tumor benigno –«benigno» es un decir, porque un gran tumor en el
cerebro lo oprime y lo daña–. Laborit era muy amable, charlaba con la gente, era muy
fácil en la conversación. Laborit se sentó en su cama y empezó a charlar con él acerca de
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La Reunión y de otras cosas; y en cierto momento el joven le dice: «Oiga, doctor, no sé
qué fue lo que usted me dio, pero antes tenía mucho miedo de que me abrieran la
cabeza, pero ahora ya no me importa en absoluto». Es un descubrimiento de serendipia.
Laborit dijo: «Entonces hay una sustancia que puede neuroleptizar», es decir, bajar el
tono de las neuronas, y la aventura partió así porque la industria se apropió enseguida del
descubrimiento y creó en cinco años 50.000 empleos en Francia en torno a los
medicamentos psicotrópicos. ¿Los medicamentos tienen un efecto psicológico? No lo
creo; los medicamentos tienen más bien un efecto biológico: la gente tiene menos miedo.
Las personas no tienen miedo, se duermen, se les abre la cabeza y no se preocupan. Es
un descubrimiento útil, ya que se puede suprimir el miedo en la gente, pero lo que es
ideológico es que, a partir de ese descubrimiento, se haya construido un sistema de
pensamiento que dice que todos los sufrimientos psicológicos pueden ser explicados por
la química y curados con medicamentos. Es decir, a partir de un pequeño descubrimiento
útil, que permite a la gente dormir mejor, tener menos miedo y dejarse operar con menos
medicamentos, se ha ideado un sistema de pensamiento político. Se toma una pequeña
verdad y se la sistematiza demasiado hasta que se vuelve absurda.
Laura Gutiérrez: Aun cuando en el campo de la ciencia haya una tendencia fuerte a
fragmentar el conocimiento, está claro que usted, Dr. Cyrulnik, articula etología,
neurología y psicoanálisis. Pensábamos si esto tenía algo que ver con aquello que usted
menciona de su rebeldía y su insumisión.
Boris Cyrulnik: Sí, considero que es una investigación de practicante, de campo. Si
usted quiere obtener el premio Nobel, hay que fragmentar el saber y usted debe
convertirse en la mejor sobre una enzima que nadie conoce. Si quiere ayudar a las
personas, es necesario comprender que las personas que vienen a sentarse frente a usted
se sientan con su hígado, su estómago, su cerebro, su historia, su pasado, sus lazos, su
religión, su cultura, y entonces usted, practicante, necesita tener conocimientos de todo,
como un médico general. Usted no obtendrá el premio Nobel, pero podrá ayudar mejor a
las personas.
Ana Guadalupe Sánchez: Hay muchas más cosas que preguntar, pero a mí me
gustaría preguntar solamente dos más. Una: lo que he estado escuchando es que la díada
madre-hijo constituye un sostén y un nicho afectivo muy importante para el niño. ¿Puede
entonces considerarse que en la cultura y en la sociedad la mujer necesita atención y
cuidados, un trato especial con el fin de ayudarla en su función de madre en beneficio del
niño?
Boris Cyrulnik: Las interacciones precoces, desde las últimas semanas del embarazo y
desde los primeros meses de vida, son fundamentales para el desarrollo del pequeño. La
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estabilidad afectiva de este periodo sensible se puede conocer sin dificultad con el
escáner y con exámenes neurobiológicos. La adquisición de los estilos de apego que
socializan se obtendrán más fácilmente. La calidad de estas interacciones precoces
permite la adquisición de un precioso factor de resiliencia en caso de desgracia. Los
países del norte de Europa que han realizado reformas políticas que facilitan el tejido de
esos lazos (incapacidades por maternidad y paternidad, escolarización tardía) han
mostrado: 1) La calidad del apego. 2) La confianza en uno mismo que ha disminuido el
analfabetismo: 1% en Finlandia, 15% en Francia. 3) La disminución del 40% de los
suicidios en la adolescencia.
Ana Guadalupe Sánchez: Por todo lo que hemos oído decir, ¿es posible afirmar que
la mujer es el vientre y la base del bienestar de la humanidad?
Boris Cyrulnik: Responderé que eso dependedel contexto. Cuando el contexto
ecológico era difícil, cuando era necesario que los hombres pelearan contra los animales,
contra la ecología, contra la temperatura, creo que las mujeres no representaban el
bienestar; más bien lo representaban los hombres. La mayoría de los hombres morían.
He conocido a niños que descendían a las minas a los 12 años, y sabían que tendrían
silicosis a los 45 años. He estudiado situaciones en las que la ecología era difícil, por
ejemplo con los inuit, donde los hombres dormían en la nieve, o en Lima, donde los
indígenas expulsados por Sendero Luminoso se instalaban muy lejos de la ciudad, iban a
pie al trabajo, dormían en el suelo, regresaban el fin de semana y entregaban todo su
salario a su mujer. Las mujeres de esos países consideran que el bienestar lo aportan los
hombres. Pero cuando se vive en una cultura rica, estable, el cuerpo del hombre deja de
tener esa función social; ya no sirve de nada pesar cien kilos y ser violento, y en ese
contexto son las mujeres las que estructuran la sociedad y aportan el bienestar. Entonces,
se describe a los hombres como violadores, violentos, parásitos, porque las mujeres
pueden hacerlo todo. Por el contrario, en las culturas pobres, donde los hombres son
violentos, la violencia es valorizada por la cultura y no se habla de violación, de violencia
viril, porque es normal. Así, las mujeres en nuestro contexto son fuente de bienestar y ya
no sirve de nada ser hombre. Otra cosa es si la ecología se hunde o si hay guerra, como
vi en el Cercano Oriente, o lo que vi en Rostock, en el norte de Alemania, donde la
industria se desplomó en dos años con la caída del muro y todo el mundo se arruinó. Los
hombres –ingenieros– repartieron la pesca, y las mujeres los admiraban y los amaban
porque el bienestar venía de ellos. Entonces, no sé si el bienestar vendrá de las mujeres,
porque en Alemania el 40% de las mujeres diplomadas se esterilizan para emprender una
aventura social. Esterilizar a una mujer es ahora muy fácil: ya no se usa anestesia; se
lleva una fibra óptica hasta la trompa, entre el ovario y el útero, se empuja un
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pegamento, se pega la trompa, y ya está, la mujer queda estéril. Elisabeth Badinter, que
es una gran filósofa muy querida en Francia, dice que es necesario que las mujeres se
esterilicen para emprender una aventura social, personal y narcisista, para que tengan
éxito sin ocuparse de los hombres ni de los niños. Entonces, no sé. Cuando la situación
es difícil, el bienestar viene de los hombres. En Líbano, las mujeres adoran a los
hombres, los sobrestiman, pero no hay que decírselo; es como lo que les comentaba que
no habría que decirles a los estudiantes. Cuando hay una verdadera civilización, las
mujeres pueden hacerlo todo sin los hombres, y los hombres se vuelven una carga para
ellas. En una civilización, las mujeres son obstaculizadas por los hombres y por los niños,
y buscan quitárselos de encima. Me pregunto si no habremos pasado de la cultura de
Edipo a la cultura de Narciso. En la cultura de Edipo había que ser papá o mamá, dar el
cuerpo; las mujeres daban su cuerpo, los hombres daban sus brazos, y eso conformaba
lo social. En la cultura de Narciso, por el contrario, soy yo. Las mujeres pueden hacerlo
todo y se comportan como challengers de los hombres, es decir, quieren mostrar que
son capaces de hacer las cosas tan bien como ellos, y frecuentemente las hacen mejor.
Además, estamos en una cultura de consumo, cosa que no es agradable; ya no estamos
en una cultura de sentido. No hay que olvidar que lo que hace a los humanos felices es el
efecto tranquilizante del otro. No vamos a hacer más felices a nuestros niños
aportándoles más consumo, sino más bien reasegurándolos y redinamizándolos. Si la
evolución técnica suprimiera las angustias, los niños ya no nos querrían y las mujeres
dejarían de amarnos. De modo que tendríamos interés en volver a las mujeres ansiosas
para que siguieran amándonos un poco.
Laura Gutiérrez: Ligado a esto, pensábamos en esta idea de la familia como nicho
fundamental, y cómo en nuestra sociedad la idea de la familia o la estructura de la familia
se ha ido modificando. Actualmente hay estadísticas que hablan de una gran cantidad de
familias monoparentales, y también de familias homoparentales, en las que se rompe esa
estructura mamá-papá-hijo. La pregunta es: ¿cómo impacta esto a ese nicho afectivo y
cómo puede éste cumplir así su función?
Boris Cyrulnik: «Familia monoparental» es una expresión imprecisa, porque una
mujer sin marido, que cría a su hijo con su propia madre, no es una madre sola. Si cría a
su hijo con otro hombre, tampoco es una familia monoparental, o es una familia
monoparental pero no es una mujer sola, es decir que el sistema familiar con múltiples
apegos existe. Se dice que es una familia monoparental, pero, sin embargo, el niño tiene
múltiples apegos, la mujer tiene múltiples apegos. Y una mujer que cría a su hijo ayudada
por su propia madre crea una familia homosexual y nadie protesta, al ser dos mujeres
que crían a un niño. En Marsella, una muchacha con la que yo trabajaba me dijo:
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«Quisiera mostrarte a mi hija, temo que tenga problemas». Enseguida veo llegar a mi
colega de trabajo, una mujer joven, con su pareja, otra mujer. Veo entonces a dos
mujeres: una, con quien yo trabajaba, y la otra, que traía plumas por todos lados y aretes
de tres kilos, y también una niña adorable que se desarrollaba muy, muy bien. Descubro
en ese momento la homosexualidad de mi colega, que no conocía. Entonces, las dos
madres me dicen que quieren verme regularmente. Así lo hacemos y la niña encantadora
se desarrolla muy bien. Las dos madres piensan que es gracias a mí y, a partir de ese
momento, todos los homosexuales de Marsella vienen a verme, y sus niños se
desarrollaban bien. Si se trata de dos mujeres motivadas, o de dos hombres motivados
–aunque en el caso de los hombres es menos frecuente–, si son personas cultivadas,
simpáticas, amables y motivadas, sus niños se desarrollarán bien. Pero desarrollarse bien
no quiere decir desarrollarse sin dificultades en la existencia. A esos niños, cuando van a
la escuela, los otros niños les dicen: «¡Tienes dos madres, tienes dos madres!». La
mayoría reaccionan defendiendo a sus madres, pero algunos de ellos se sienten
lastimados y desgraciados. Creo que es mejor que un niño sea adoptado por una pareja
de homosexuales a que sea dejado en el orfelinato. Con frecuencia los resultados son los
mismos; estadísticamente, los resultados que se obtienen son similares a los de la
población en general.
Laura Gutiérrez: ¿Qué sugeriría para la formación de los psicólogos o de los
trabajadores de la salud mental?
Boris Cyrulnik: Yo soy muy severo con la formación de los psiquiatras; con relación a
eso, pienso que los psiquiatras no tienen ninguna formación. Hay psiquiatras a quienes
admiro que se han sabido dar una formación, pero eso no quiere decir que para mí la
psiquiatría sea admirable. En Francia, los psicólogos tienen una buena formación, pero
son muy numerosos. Una de las mejores formaciones la encontramos en Suiza, donde
los psicólogos tienen una formación en biología, en psicología, y cuando terminan sus
estudios eligen su especialidad: psicoanálisis, terapia de comportamiento, terapia
familiar..., y eso me parece un buen perfil psicológico. Tienen además supervisión a lo
largo de su carrera; están supervisados constantemente. Se reúnen, se critican, se
aconsejan, se conocen. Creo que son muy útiles y que están bien formados. En Francia,
por el contrario, no hay formación de psiquiatras, pero hay psiquiatras que se forman.
No es la universidad la que los forma, sino que son ellos quienes se dan una formación, y
frecuentemente estudian además psicología. Los psicólogos se muestran un tanto
ambivalentes frente a esto porque con frecuencia toman los puestos de profesores
universitarios. Pienso que es una formación necesaria, porque, si no, todo el mundo se
dirá formador en psicología, como ustedes lo decían hace un momento de loque sucede
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en México. En Francia eso comienza a suceder, hay escuelas que se abren así sin más.
Ana Guadalupe Sánchez: Seguramente le han hecho muchas entrevistas. ¿Hay algo
que no le hayan preguntado?
Boris Cyrulnik: Muchas cosas. Necesitaré regresar la semana próxima para que
podamos terminar la entrevista.
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Criterios de resiliencia: condiciones de un nuevo
desarrollo después de un traumatismo
Boris Cyrulnik
25, 26 y 27 de mayo del 2011
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Muchas gracias. Estoy muy contento de estar aquí por dos razones: la primera, porque
esta universidad es bella como la ópera, y la segunda es que cuando las mujeres
mexicanas saludan siempre dan un beso. (Risas.)
El señor rector me ha dicho: «Sea breve, no hable más de cinco horas». Entonces voy
a hacer un resumen de una hora.
Empezaremos con una pregunta: ¿cómo definir la resiliencia? La definición más sencilla
es: la reanudación de un desarrollo después de una agonía física; es decir, al comenzar
nuestra vida, cuando hay un traumatismo, algunos de nosotros no podemos recuperar la
capacidad de vivir y no será posible la resiliencia. Otros empiezan a vivir mejor que antes
–tendrán una resiliencia compensatoria–, y la mayoría de nosotros recuperamos la
capacidad de vivir, como todos los aquí presentes, con momentos felices y momentos
difíciles.
Ahora que la hemos definido muy simplemente, será necesario buscar cuáles son las
condiciones de dichas resiliencias.
Me voy a pasar unos minutos a la biología.
La cultura occidental es la única que hace nacer al bebé el primer día de su vida.
En las culturas orientales, en el día del nacimiento, se festeja el primer aniversario del
bebé, porque durante la vida intrauterina se pasa por muchos eventos.
(Señala en la pantalla la fotografía de un ratón.)
Aquí podemos ver un ratón al que se le planteó una cuestión humana.
Se hicieron dos grupos de ratones: en el primer grupo, las madres preñadas eran
acariciadas; en el otro grupo, las madres preñadas eran agredidas.
Se constata que, cuando los ratones nacen, aquellos que sus madres fueron agredidas
se sobresaltan y tienen crisis convulsivas a la más mínima provocación. En el caso de
estos ratones, la agresión era fácil: bastaba con golpear la jaula al llegar. Era la madre
quien resultaba agredida y los ratoncillos quienes convulsionaban.
Actualmente hay en el planeta 54 guerras. Cuando las madres son atendidas por
síndromes psicotraumáticos, nos ocupamos de ellas y observamos a sus hijos. Son
mujeres embarazadas; y, al ocuparnos de los niños que traerán al mundo, se constata que
todos ellos tienen una atrofia en los lóbulos frontales y en el sistema límbico. En el
escáner se ve sin dificultad que el lóbulo frontal está aplanado y el sistema límbico
atrofiado.
Esto quiere decir que esos niños llegan al mundo después de que una catástrofe política
le haya generado a la madre un síndrome psicotraumático. Cuando atendemos a esos
niños, como lo hicimos con los niños rumanos que habían estado en un aislamiento
sensorial total, comenzamos por reorganizar el nicho afectivo a su alrededor, por
escanear y medir la resiliencia neuronal. Un año después, la atrofia frontal ha
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desaparecido y el sistema límbico de la memoria y las emociones vuelve a funcionar.
Seguimos a algunos niños rumanos abandonados, que fueron adoptados en Toulon; casi
todos tuvieron una evolución muy buena, pero hubo uno que se convirtió en profesor de
universidad, lo que demuestra que hay graves secuelas. (Risas.)
No todos los niños recuperan el mismo desarrollo con igual facilidad; los que recuperan
su desarrollo más rápidamente es porque tienen un determinante genético.
Entre nosotros, en esta sala, al 15% de las personas que genéticamente son pequeños
transportadores de serotonina, si les hablas amablemente lloran…, si los llevas a la ópera
lloran… Es maravilloso, pero a esas personas, que son fáciles de lastimar, si les tiendes la
mano, se agarran de ella y se recuperan; sus determinantes genéticos no son tan
determinantes. La epigénesis es mucho más importante. La epigénesis es la forma en que
el medio modifica la expresión de los genes.
A continuación, un experimento hecho con patitos. Los patos, después de nacer, son
aislados en una caja ellos solos. En la primera hora del experimento, se mete un pato en
un corredor transparente, donde hay un pato falso de cartón que se puede controlar con
una polea. En la segunda hora, metemos otro pato en el corredor, y en la tercera hora
hacemos lo mismo con el último patito. Constatamos que de la hora cero a la hora trece
ningún pato sigue al señuelo. Casi todos los patitos comienzan a seguirlo entre las horas
trece y diecisiete; después de la hora diecisiete ya no pueden seguir al pato falso. El
determinante de este aprendizaje afectivo tan rápido es la secreción de una enzima que se
llama acetilcolina. Cuando les damos sustancias para impedir la síntesis de esta enzima,
los patitos no pueden aprender a seguir al pato falso y, cuando aislamos a uno entre la
hora trece y la hora dieciséis, no puede aprender a apegarse. Esto quiere decir que hay
un periodo sensible en el que un ser vivo puede aprender a apegarse a su figura de apego.
Antes es muy pronto; después es muy tarde.
Esta función de la impronta que permite el apego existe en todos los seres vivos. De
manera experimental, hicimos que un pato se apegara a un ladrillo. En presencia de ese
ladrillo, el patito explora su espacio y aprende todo lo necesario para desarrollarse como
pato. Sólo hace falta quitar el objeto de apego para que, de inmediato, el comportamiento
y el aprendizaje del pato se desorganicen completamente.
Ante la ausencia de su figura de apego, los patitos no pueden aprender nada. El patito
corre en todos los sentidos, se lastima, sabemos que va a lastimarse, y tiene mucha
diarrea emocional. Incluso hay gente a la que se le paga para contar el número de
diarreas por minuto.
Con tan sólo volver a poner el objeto de apego inmediatamente, los patitos estudiados
vuelven a aprender lo que necesitan.
No sólo su metabolismo retorna a la normalidad, sino también su comportamiento
33
exploratorio de aprendizaje. ¡Instantáneamente!
A continuación otra forma de apego: una hembra de un primate no humano está
obligada a ocuparse de su cría. Cuando la madre es protectora, el pequeño explora su
medio.
Cuando experimentalmente, o accidentalmente, la madre ha sido lastimada durante su
infancia, no sabe ocuparse de su pequeño y no actúa con seguridad, y el pequeño tiene
problemas neurológicos, metabólicos y de comportamiento; esto quiere decir que el
pequeño está afectado porque su madre ha sido agredida cuando era pequeña.
Entonces, hay transmisiones intergeneracionales que suceden biológicamente.
(Señala a la pantalla, donde aparece una fotografía en la que se compara el desarrollo
de dos niñas.)
Aquí vemos lo que los pediatras denominan «el enanismo afectivo». Una niña de cinco
años debe tener esta altura…, este peso…, y ha de dominar aproximadamente tres mil
palabras.
Aquí vemos el promedio de una niña de cinco años que fue maltratada en el primer
mes de su existencia. Las dos están sanas genéticamente; simplemente, el nicho afectivo
de esta niña ha sido destruido. Los médicos que están en la sala saben que es fácil hacer
un electroencefalograma de esta niñita. Se produce un adelanto en el sueño paradójico,
que es el que tenemos cuando soñamos; esto impide la secreción de las hormonas del
crecimiento y hace que disminuyan las hormonas sexuales. Esta niña, que estaba sana al
principio, no puede llevar a cabo un buen desarrollo intelectual y tiene problemas
metabólicos, provocados por el maltrato en su primer mes de existencia. Es decir que…
el individuo no puede ser desligado de su medio y que, probablemente, la peor agresión
para un niño es la falta de afecto. Y la historia de los padres se transmite a los hijos y
altera su desarrollo.
Por ejemplo, tuvimos la oportunidad de seguir a mujeres jóvenes que de niñas fueron
víctimas de incesto. Cuando trajeron almundo a sus bebés, tenían un comportamiento
distante. Y cuando hablamos con ellas, nos explicaron que tenían miedo de su bebé:
«Con lo que me pasó, ¿cómo quiere usted que yo sea una buena madre?». Entonces, si
dejamos la situación así, la madre sufre y el bebé vive con una carencia afectiva. Cuando
llegó la educadora que se ocupaba de ellas y, sin decir una sola palabra, le puso la mano
en la espalda, la joven madre asistida ve que tiene una base de seguridad cerca de ella,
retoma cierta confianza en sí misma y encuentra placer ocupándose de su bebé.
Con esta forma de razonamiento renunciamos a las causalidades lineales. Se trata de
una convergencia de causas que provocan o no el efecto, lo que explica las posibilidades
de la resiliencia. Si un tutor deja de estar presente por muerte, enfermedad, depresión o
guerra, los demás tutores pueden seguir funcionando y ayudar al niño a desarrollarse. Es
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decir que los sistemas familiares más protectores para un niño son los sistemas que tienen
múltiples apegos. Y eso no es en absoluto lo que hace nuestra cultura, que tiende más
bien a reducir la cantidad de apegos.
Ahora hablaremos de un ejemplo de resiliencia social. En esta favela (señala la
fotografía en la pantalla), como en tantas otras, hay mucha violencia, pero, desde que los
gobiernos recientes han introducido el arte, la música, el fútbol y el teatro, las favelas se
han pacificado en un 50%. El mismo fenómeno ha sucedido en Colombia, donde había
mucha violencia: en lugar de enviar a la policía, envían a artistas y deportistas.
En Brasil acompañé a un bailarín de samba y ningún niño pudo resistirse. Había
muchachos muy violentos. Acompañé a un futbolista y ningún muchacho pudo resistirse.
También acompañé a un guitarrista y el guitarrista quedaba en verse con ellos al día
siguiente a la misma hora. A partir del momento en que se establecía un lazo afectivo con
esos niños, era posible hablar con ellos. Y podíamos decirles: «El narcotráfico es un buen
negocio, pero morirás a los 22 años. La guitarra no es tan buen negocio, pero gracias a
ella puedes vivir contento toda la vida». Vi orquestas en las favelas morir de felicidad.
Mi amiga Sandra Cabral, que es profesora en Río, ha enseñado a los niños a tocar a
Juan Sebastián Bach con ritmo de samba y es sorprendentemente bello. A estos niños, en
lugar de agredirlos, los admiraban y podían hablar con ellos. Ellos decían: «Es la primera
vez que me admiran». Es decir, hay políticas educativas en las que el arte y el deporte
son más importantes que la policía.
El verano pasado trabajé en el Congo, donde la violación de las mujeres es un arma de
guerra, porque la milicia guerrera se dio cuenta de que si mataban a los hombres y a los
niños el pueblo tenía un duelo pero luego recomenzaba a vivir; mientras que si violaban a
las mujeres, el pueblo dejaba completamente de vivir. Las mujeres, que a veces sólo
tenían 13 o 14 años, no tenían ni fuerzas ni ganas para ocuparse de sus hijos. Éstos
desarrollaban una situación de carencia afectiva. Los bebés lloraban y ellas no
respondían. Tenían los pechos rebosantes de leche y no amamantaban; dejaban a los
niños morirse en sus brazos o a su lado porque esos niños eran el resultado de la
violación. Entonces me alejé totalmente de la biología y me centré en la significación
psicológica.
Todos los niños, cualquiera que sea su cultura, a la edad de 10 meses ya han adquirido
un apego seguro… Esto se da en el 66%. El 30% de todos los niños del mundo han
adquirido un apego inseguro.
Por ejemplo, si el señor rector fuera mi figura de apego y yo el bebé de 10 meses,
cuando él está ahí, yo puedo sentirme seguro y experimentar el placer de aprender de las
cosas y las personas del mundo. En cambio, si el señor rector fuera una madre insegura,
yo, a la edad de 10 meses, no me sentiré seguro. Podría ser evitante y no saber expresar
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mi angustia, o podría ser ambivalente y agredir a la figura de apego que amo, o bien
podría estar confundido y no saber expresarme, no entender nada y que nadie me
entendiera.
Hay distintos métodos de evaluación del apego. Éste puede ser evaluado atendiendo a
la psicología, la biología y el comportamiento, y se puede ver cómo un niño, a causa de
un maltrato, ha detenido ese desarrollo. Cuando reorganizamos su medio afectivo, puede
retomar otro desarrollo.
Hemos hecho estudios con niños adoptados. No todos ellos habían sido maltratados,
pero todos los niños adoptados cambian de brazos. Generalmente, los padres que
adoptan hacen demasiadas declaraciones de amor. Una plétora afectiva es una forma de
empobrecimiento afectivo. La madre dice: «Voy a hacer todo por ti, pero no vas a querer
a tu padre».
Es un empobrecimiento afectivo: el nicho afectivo deja de tener múltiples apegos. Y
vemos frecuentemente que esos niños adoptados no saben amar durante sus primeros 18
meses. Si les explicamos a los padres que hay que enseñarles a amar como se ama en la
cultura que los recibe, dos años después los niños han aprendido a hacerlo. Por ejemplo,
hicimos un contrasentido de interpretación cuando trabajé en Hanoi, Vietnam. Cuando
encontrábamos a los niños, los retornábamos a su familia y la madre apenas se inclinaba
y se iba. Entonces pensábamos: «Seguramente esta madre quiso abandonar a su hijo»,
porque no entendíamos que en la cultura asiática la gente no se abraza, no se besa. En
cambio, en México se abrazan todo el tiempo. Es decir que si un mexicano va a China no
sabe que una pequeña inclinación es una declaración de amor. Y no sé qué puede pensar
un chino cuando llega a Guadalajara. (Risas.)
Esto quiere decir que hablamos con palabras, pero también con gestos y mímica. Y
constatamos que si a los niños adoptados se les da tiempo para aprender los rituales del
país de acogida, dos años después se comportan como si fueran de allí.
Esto también quiere decir que la retórica, la manera de hablar, estructura la afección.
Las mismas palabras pueden tener significados opuestos según la música de las palabras.
Por ejemplo, yo puedo decir: «Te amo, te amo, no puedo vivir sin ti», pero también
puedo decir (con gesto y tono de enfado): «Sí te amo…, sí te amo». Son las mismas
palabras, pero la entonación hace que signifiquen lo contrario.
Hace un rato les decía que cuando hay una privación afectiva en el entorno de un bebé
se altera su sistema límbico. Cuando se reorganiza el medio afectivo, se retoma el
desarrollo, pero no se arregla todo. Cuando tenemos un grupo de niños abandonados
tempranamente y los seguimos hasta la adolescencia, nos damos cuenta de que creíamos
que la resiliencia estaba siendo bien producida; sin embargo, vemos que la adolescencia
es un grupo en el que hay cuatro veces más depresión e intentos de suicidio que en la
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población general. Esto quiere decir que no todo lo pudimos arreglar. Hay que estar
atentos todo el tiempo.
(Muestra en la pantalla una fotografía de Brad Pitt y Angelina Jolie.)
Aquí, una pareja cuya foto tomé de una revista científica. (Risas.) Vemos que, cuando
un hombre y una mujer se encuentran, estructuran el nicho afectivo donde se va a
desarrollar el niño.
Por ejemplo, cuando el señor «apego seguro» encuentra a la señora «apego seguro»,
generarán un nicho afectivo seguro. El niño tendrá a su alrededor a esos tutores de
desarrollo y, en caso de un pequeño infortunio, se sentirá seguro. Pero cuando el señor
«sexo congelado» encuentra a la señora «sexo temeroso», se convertirán en una pareja
estable, con una relación sexual por año. Todos los admirarán por ser una pareja estable,
pero el calor afectivo no va a ser mucho, y el niño se desarrollará en esa frialdad
afectiva, donde probablemente aprenda un apego evitante. Cuando se llega a la
adolescencia, que es la edad de los riesgos sexuales y sociales, nos involucramos en esa
aventura con todo lo que hemos aprendido.
El primer amor siempre termina mal. Están de acuerdo, ¿no? (Risas.) En primer lugar,
estadísticamente, porque es verdad, y en segundo lugar, por definición, porque si
hablamos de primeramor es que hubo un segundo… Y se constata que, en un grupo de
niños seguros, los que tuvieron el dolor del primer amor consideran este dolor como un
trauma.
El 36% de los niños a los que no se les ha transmitido seguridad aprenden a amar
mejor después del dolor de su primer amor. Esa flexibilidad explica la posibilidad de
resiliencia.
Anualmente hay 54 o 55 guerras en el mundo. Francia está involucrada en tres guerras:
la costa de Somalia, Afganistán y Libia. Y constatamos que lo que es peligroso para un
soldado es la paz. Porque durante la guerra están en acción; tienen miedo y se defienden.
Pero cuando vuelven a casa, la representación de lo que pasó desencadena síndromes
psicotraumáticos y hay muchos más suicidios. Trabajé en el Líbano, donde hubo 16 años
de guerra civil; los muchachos, que eran una gran mayoría, me explicaron que no tenían
miedo de la guerra sino de la paz.
Voy a terminar diciendo que empecé por la biología, pero ahora llego a la cultura, y que
cada cultura estructura sus nichos afectivos según sus mitos y relatos. Constatamos que
las culturas en las que los sistemas familiares tienen múltiples apegos son las culturas que
protegen mejor a los niños. Las culturas occidentales, como Francia o Estados Unidos,
provocan restricciones familiares.
Sólo tres palabras para terminar. Hay tres factores principales que impiden la
resiliencia: el primero es el aislamiento afectivo, porque trastorna la biología. El segundo
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es el sinsentido, porque impide el relato. Y el tercero es la vergüenza, porque el sujeto se
impide a sí mismo la resiliencia.
Pienso que antes de que yo hablara ustedes tenían las ideas claras. Espero que ahora
sean confusas.
Gracias por escucharme.
Rector: Maravillosa conferencia, indudablemente. ¿Vamos a tener un espacio para
preguntas y respuestas?
Moderador: Sí. Hay varias preguntas para usted, profesor. Están por escrito. Se las
voy a leer… La primera: ¿el cerebro de las personas viejas se atrofia más por la soledad
y el aislamiento?
Boris Cyrulnik: Sí, gracias por esa pregunta. Ahora que las neurociencias están bien
desarrolladas, sabemos que, tras tres semanas de aislamiento sensorial, podemos
empezar a fotografiar la atrofia temporal derecha. Entonces, hablar es importante.
Podemos decir lo que sea; lo importante es estimular el cerebro.
Se dice que desde que nacemos perdemos cinco mil neuronas al día, lo cual no tiene
importancia porque lo que cuenta es la estimulación cotidiana. Sabemos que en la
enfermedad del Alzheimer, en la que hay una gran atrofia, cuando los lazos de
interacción se conservan, la gente, a pesar de la enfermedad, obtiene buenos resultados.
Por ejemplo, evaluamos la empatía de los ayudantes –los ayudantes son la familia o las
enfermeras–, y constatamos que cuando éstos son empáticos el enfermo de Alzheimer
tiene muchos menos síntomas. Las lesiones son las mismas, pero la expresión de las
lesiones es totalmente diferente.
Moderador: Le voy a leer tres preguntas… La primera: ¿cómo se explica que en la
misma familia se puedan encontrar diferencias muy notables entre los niños?
Boris Cyrulnik: Por una razón muy simple… Porque ninguno de los hermanos o
hermanas tiene a los mismos padres. Porque quizá no son del mismo sexo y no llegaron
en el mismo momento de la historia de sus padres, no significaron lo mismo para sus
padres. Un niño puede llegar en un momento en el que la pareja lo desea, y el nicho
afectivo será una fiesta constante. Uno o dos años después puede llegar otro cuando la
pareja tiene dificultades, y el nicho afectivo será totalmente diferente. Esto explica
también cómo en las familias maltratadoras no todos los niños son maltratados. Algunos
niños son muy maltratados y otros adorados, porque no significan lo mismo para los
padres. Igual con los gemelos monocigóticos: cuando hay un trauma, puede haber uno
que desencadene un proceso de resiliencia y el otro no, porque no tienen a los mismos
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padres… La madre o el padre otorgan más importancia a uno que a otro.
Moderador: ¿Los bebés establecen en las guarderías lazos afectivos normales?
Considerando que gran parte de los niños van ahora a guarderías...
Boris Cyrulnik: Gracias por esa pregunta porque es la pregunta sobre el destino de las
relaciones entre hombres y mujeres.
Sabemos evaluar el estilo de apego que desarrolla un bebé a la edad de 10 meses.
Vemos que un bebé que ha adquirido un apego seguro a los 10 o 12 meses, cuando va a
la guardería, se guía por el adulto, le hace gestos, le ofrece su comida, le estira la ropa…
Se pone en una disposición espacial para aprender a hablar.
Uno de cada tres niños de 10 meses no ha tenido un apego seguro. Estos niños, cuando
llegan a la guardería, se periferizan. Evitan la mirada, aumentan las actividades
autocentradas. Se ponen en una situación espacial de no aprender a hablar. Si seguimos a
esos dos grupos hasta el primer día de clase, vemos que los niños seguros ya hablan bien
y que los inseguros sufren un retraso de lenguaje.
En esa etapa del desarrollo, el lenguaje es la socialización; entonces, ya hay una
injusticia social a la edad de dos años en la guardería. Y hay otra injusticia preparándose:
es el sorprendente avance del desarrollo neuropsicológico de las niñas. A los 17 meses, la
mayoría de las niñas ya han dicho su primera frase. Los niños lo hacen entre los 21 y los
24 meses. Las niñas empiezan a tener una ventaja neuropsicológica en su desarrollo. En
las culturas en que se vive con violencia, las niñas no tienen esta ventaja. En las culturas
en que se socializa con la palabra, las niñas sí tienen esta ventaja. Esto hace pensar que
en un futuro las mujeres harán funcionar a la sociedad y los hombres sólo harán cosas
importantes: tomar tequila y ver el fútbol. (Risas.)
Moderador: Otra pregunta. En la situación de los menores con dificultades,
delincuentes, que viven con mucha violencia, con transgresión, ¿cómo se pueden
encontrar factores de resiliencia?
Boris Cyrulnik: En Francia, hace dos años hubo un escándalo a causa de esa misma
pregunta. Mi amigo Richard Tremblay, que es profesor en Montreal, demostró que un
niño varón en un barrio específico, cuando empieza a desocializarse, lo hace hasta que
de pronto cae y toca fondo. Y en Francia fue atacado porque daba una impresión muy
determinista.
Richard Tremblay se defendía diciendo: «Si no hacemos nada, eso es lo que pasa…
Son los políticos quienes nos autorizan a hacer las cosas o quienes nos lo impiden». En
Bélgica y Brasil –donde los educadores han recibido muchos fondos y una buena
educación–, los educadores nos explicaron que cuando se modifica el medio –no la
familia, sino el barrio– la delincuencia ya no es inexorable.
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El vientre de la mujer es necesario antes del nacimiento. Los niños tienen un
comportamiento particular con relación al cuerpo de la mujer. Las mujeres tienen, por
principio, un niño en la cabeza; después hacen lo necesario para tenerlo nueve meses en
su vientre, y enseguida lo tienen en sus brazos un año. Después lo cargan en la espalda el
resto de su vida. Eso produce una socialización particular.
El punto de partida es el vientre materno, pero después está el padre, la familia y la
cultura del barrio. Y si actuamos en los barrios, nos damos cuenta de que la delincuencia
puede disminuir drásticamente. Pero para eso es necesario tomar decisiones
socioculturales.
Moderador: Otra pregunta… Cuando se investiga sobre la resiliencia, ¿se puede
trabajar abordando aspectos neurológicos, psicológicos y genéticos, o hay que trabajar de
forma interdisciplinaria? ¿Cómo resulta más adecuado?
Boris Cyrulnik: Bueno, nuestra aproximación es interdisciplinaria; creemos que no se
puede explicar todo con una sola disciplina. Crear equipos multidisciplinarios cambia
también la forma de plantear el problema.
Por ejemplo, cuando se hacen estudios biológicos, si se quedan entre biólogos, a veces
no se descubren los restantes problemas; lo mismo ocurre con los sociólogos: hacen
estudios apasionantes, pero apenas saben dónde está el

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