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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO. 
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES. 
DIVISIÓN DEL SISTEMA DE UNIVERSIDAD ABIERTA Y 
EDUCACIÓN A DISTANCIA. 
LICENCIATURA EN CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN. 
 
 
TEMA DE INVESTIGACIÓN PARA LA OBTENCIÓN DE GRADO: 
 
 
¿CÓMO APRENDEMOS A COMUNICARNOS? DESARROLLO DE 
LA COMUNICACIÓN DESDE LA VIDA INTRAUTERINA Y HASTA 
LA INFANCIA TEMPRANA. 
 
Que para obtener el título de licenciatura en ciencias de la 
comunicación. 
 
 
P R E S E N T A: 
 
Denise Margarita Atala Rubio. 
 
 
 
 
Director de Tesis: Sonia Caire Cárdenas. 
 
 
Margarita
Texto escrito a máquina
Ciudad Universitaria, Cd. Mx. 2018
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
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ÍNDICE. 
INTRODUCCIÓN 
PRIMERA PARTE 
I. PRINCIPIOS DE LA COMUNICACIÓN HUMANA. 
CAPÍTULO I: LA COMUNICACIÓN TEMPRANA. 
1.1. Comunicación materno-filial en el embarazo. 
1.2. Neurobiología del vínculo de apego en el embarazo. 
1.3. La capacidad del recién nacido para la comunicación y acción sobre el medio. 
1.3.1. Sistemas para transmitir información. 
1.3.2. Sistemas para actuar. Los reflejos. 
CAPÍTULO II: LA INTERACCIÓN COMUNICATIVA EN LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA. 
2.1 La importancia de la interacción en los primeros años. 
2.2. La percepción y la imitación en la primera Infancia. 
2.3. Desarrollo de la comunicación gestual intencionada en bebés. 
 2.3.1 El interés por la cara humana. 
2.4. Desarrollo pre lingüístico: primeros balbuceos. 
2.5. Desarrollo de la lengua materna. 
2.6. Principios de comunicación socio afectiva. 
 
 
3 
 
 
 
SEGUNDA PARTE 
II. ¿CÓMO NOS COMUNICAMOS CON EL MEDIO? 
CAPÍTULO III: IMPORTANCIA DEL LENGUAJE EN EL DESARROLLO DEL NIÑO. 
3.1. Concepción de Humberto Maturana sobre los fundamentos del Lenguaje. 
3.1.2. Emociones e interacciones humanas: el amor. 
3.1. La Teoría de Vygotsky del desarrollo cognoscitivo y del lenguaje. 
3.2. Concepciones sobre el desarrollo del aprendizaje y el lenguaje. 
CAPÍTULO IV: EL PAPEL DE LA COMUNICACIÓN EN EL DESARROLLO INTEGRAL 
DEL NIÑO. 
4. Aspectos del desarrollo integral del niño que influyen en el proceso de adquisición del lenguaje. 
4.1. La discriminación perceptual del lenguaje hablado y la función de los procesos de 
simbolización y pensamiento. 
4.2. La influencia del medio sociocultural, y de las interacciones del niño. 
CAPÍTULO V: LA COMUNICACIÓN COMO BASE DE DESARROLLO. 
5. La comunicación como primera experiencia de vínculo con el mundo. 
 5.1. El desarrollo de la comunicación como función socializadora. 
 
CONCLUSIONES 
FUENTES DE CONSULTA 
4 
 
 
 
INTRODUCCIÓN. 
 La presente investigación, fue realizada con el objetivo de ofrecer una descripción detallada 
sobre el surgimiento de los primeros actos comunicativos concretos, pues considero que, como 
estudiosos del campo de la Comunicación, resulta importante y enriquecedor conocer cómo es que 
realmente aprendemos a comunicarnos y vincularnos con el mundo que nos rodea. 
 El niño desde que nace, vive en un medio social y su desarrollo depende de las condiciones 
generales que lo rodean. Los adultos, conscientes o no de la dirección del proceso del desarrollo, 
orientan las relaciones del niño con el medio. 
 En la edad temprana (y que, para efectos de este trabajo, será comprendida desde el nacimiento 
hasta los 3 años de edad), ocurre una intensa apropiación de las relaciones sociales y de las acciones 
con los objetos. A través de la comunicación y de la colaboración con el adulto, el niño adquiere 
el conocimiento y se orienta en la realidad, por lo que puede dominar las primeras formas de 
conductas sociales propias del hombre. 
 La comunicación del niño con el adulto tiene un contenido humano, diferente a las interacciones 
naturales que se dan entre los animales. Las formas, las intenciones y los medios de comunicación 
dependen del carácter social y activo que presenta este proceso en el niño. 
 La necesidad de comunicación surge en el niño como medio para lograr cubrir sus necesidades 
primarias a través del adulto. Sin embargo, podríamos considerar que él no dirige sus 
“intencionalidades” a alguna persona en particular. Sino más bien, él se expresa sin tener 
delimitado que son solo sus padres quienes pueden cubrir estas necesidades. Un bebé envía señales 
al exterior, sin importar el receptor que se encuentre, él sólo se dirige con la intención de solventar 
sus necesidades. 
5 
 
 
 
 Por otro lado, cabe mencionar que el adulto se dirige a él como persona, cualquier 
manifestación que expresa el niño es interpretada por la madre. El adulto comienza a comunicarse 
con el niño, aun cuando éste, no es capaz de hacerlo. Es precisamente, esta iniciativa anticipada 
del adulto, la que crea en el niño la necesidad de comunicación. 
 La formación y el desarrollo de la comunicación no implica solo al adulto como un ser activo. 
El niño no recibe pasivamente las influencias del adulto, sino que, de acuerdo a sus posibilidades, 
él recibe y acepta dichas influencias. Tanto en la formación como en el desarrollo de la 
comunicación, el adulto debe considerar las características evolutivas que se presentan en cada 
periodo, ya que solo así podrá lograr una interacción adecuada con el niño. 
 Así, la presente investigación trata de recopilar y analizar información valiosa sobre esta 
llamada “génesis de la comunicación humana”. Como comunicóloga, mi primera necesidad de 
comprensión es la relacionada en saber cómo es que el humano aprende a comunicarse con este 
denso entorno, así pues, mi investigación tocará dicho tema, pero desde mis conceptos, miradas y 
pensamientos como estudiante de la Comunicación Humana. 
 Por tanto, la importancia de mi investigación, radica en las razones a continuación expuestas: 
1. Demostrar que, dentro de nuestra formación como estudiosos de la comunicación, resulta 
relevante el análisis de la génesis de la comunicación, pues nos puede orientar en la 
comprensión sobre cómo la comunicación va adquiriendo los rasgos que harán de ella 
instrumento de cultura, mediante el desarrollo de funciones inicialmente biológicas, en un 
contexto natural inmediato: la propia familia. 
2. Presentar una investigación, que demuestre la importancia y responsabilidad de los papeles 
parentales (o quienes funjan este papel) en la modelación de los comportamientos de un 
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nuevo ser social. Resaltar la comprensión de que en el seno familiar se crean las primeras 
relaciones con el mundo, las primeras experiencias sociales, que detonarán en la posterior 
vida social del ser humano y su interacción con el mismo. 
 Mi trabajo se basa en la siguiente hipótesis de investigación: 
 “La comunicación humana se desarrolla desde que un ser se encuentra en gestación, por lo 
que es durante este periodo, así como en el comprendido como “infancia temprana” que se 
determinará cómo será la interacción de este nuevo ser con el medio que le rodea. Es decir, es 
en este periodo que se programará cómo comunicarse con el mundo que nos rodea”. 
 Esta investigación inicia por el examen de la génesis de los fenómenos comunicativos, 
apoyándose de la investigación bibliográfica que se ha realizado, a lo largo de losaños, en distintos 
contextos. El estudio de esta génesis obliga a plantearse el concepto de comunicación como un 
fenómeno asociado con las transformaciones de la evolución natural, considerando que desde que 
el ser “existe”, se ve envuelto en un entorno que contiene información, siendo así, él se encuentra 
inmiscuido e interactúa con una gran cantidad de mensajes, ya desde el primer entorno: el vientre 
materno. 
 Mi investigación consta de dos partes, la primera parte, aborda los temas correspondientes a los 
principios de la comunicación humana. La segunda parte, expone los temas relacionados sobre 
¿Cómo aprendemos a comunicarnos? 
 Primera Parte: Principios de comunicación humana: En este apartado expongo cómo es 
que se considera que se establece una comunicación materno-filial durante el embarazo, pues es 
esta interacción inevitable entre madre e hijo, la que se conforma como el primer vínculo en la 
vida de un niño. 
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 Las interacciones entre moléculas y los intercambios celulares que se establecen entre el hijo y 
la madre durante este proceso de gestación, crean una íntima convivencia. Así, mientras el cuerpo 
del hijo se desarrolla en el cuerpo de la madre, se prepara para asimilar e incorporar el ambiente 
propio y le capacita la adaptación a un nuevo mundo. 
 Al mismo tiempo, el cerebro de la madre se organiza y crea el complejo y rico comportamiento 
maternal, que, de igual manera, interferirá en el establecimiento de relaciones cálidas y nutritivas 
para el nuevo ser. 
 Esta relación, basada en sonidos, pequeños golpes, intercambio de información celular y 
emocional, dura realmente muy poco, únicamente los 9 meses en los que la madre aloja en su ser 
al feto. 
 No obstante, al nacer, se ha expuesto también que el niño viene al mundo dotado de una serie 
de predisposiciones para interactuar con los adultos; por ejemplo, es especialmente sensible a la 
voz humana y a las configuraciones parecidas a rostros. Esto le permite entrar en una interacción 
primitiva con los adultos prácticamente desde el momento mismo del nacimiento. Es por ello que 
resulta relevante el estilo de interacción que el bebé desarrolle con la madre como figura de apego, 
pues éste marcará en él la calidad de sus vínculos afectivos. 
 Resulta adecuado, mencionar que, aunque el niño no pretende comunicarse intencionalmente 
con los otros, viene al mundo dotado de sistemas para manifestar al exterior su estado, gracias a lo 
cual los adultos que tiene a su alrededor reciben información muy útil para poder atender sus 
necesidades. Ejemplo de estos sistemas son: el llanto, la risa y los gestos, que bien pueden adoptar 
un significado connotativo, al resultar ser un mecanismo esencial para la supervivencia del bebé, 
ya que le permite “interactuar” con el medio que le rodea y saciar las necesidades que requiere. 
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 Los primeros años de vida constituyen una etapa crítica en el desarrollo y evolución; pues en 
ellos se configuran las habilidades perceptivas, motrices, cognitivas, lingüísticas y sociales que 
harán posible una equilibrada interacción entre la persona y su entorno. 
 Se desarrolla también el propio lenguaje, el cual es el medio de comunicación que resulta 
fundamental para la transmisión del pensamiento y la construcción de las relaciones humanas. 
 Cabe mencionar que, en este apartado, se ha tratado de englobar los aspectos que conforman el 
protolenguaje en los pequeños, por ejemplo, sus primeras expresiones de gestos, ya que, en ellos, 
subyacen funciones simbólicas y cognitivas, y aunque la relación palabra-gesto varía según la 
edad, ésta se mantiene a lo largo de todo el ciclo vital. 
 A través del lenguaje, el niño será capaz de relacionarse con sus semejantes y exponer sus 
deseos y necesidades de forma más precisa. En este sentido, la adquisición de la lengua materna 
puede comprenderse como la realización de los procesos necesarios para lograr comunicarnos con 
las personas que nos rodean en la lengua del ambiente que nos desenvolvemos. 
 Esta apropiación ocurre desde el vientre materno, cuando el feto escucha el idioma que utiliza 
la madre para comunicarse en el medio que le rodea, posteriormente, al momento del nacimiento, 
los bebés conocerán el rostro humano, el cual desencadenará un intenso interés que por cualquier 
otro estímulo. 
 En este sentido, algunos estudios como los realizados por Morton y Jonson en 1991, han 
encontrado que bebés de tan sólo unos minutos de vida se orientaban más hacia rostros estilizados 
que hacia rostros deformados u óvalos blancos. Somos seres sociales, y el reconocimiento de caras 
es uno de los pilares fundamentales en el establecimiento de las relaciones sociales. 
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 Por tanto, en esta primera parte, podemos concluir que las diversas conductas que se 
manifiestan desde el propio momento de la concepción en los niños, son tomadas como base para 
establecer un vínculo afectivo con el mundo. 
 “Es condición de crecimiento armónico de la personalidad del niño y estructura radical de la 
existencia humana, aquella que sirvió para constituirla, modelando sus últimas estructuras 
biológicas por interrelación con sus progenitores. Por medio de ellos establece también 
interrelación con los cánones culturales y pautas primordiales de hacerse cargo de la realidad 
propias de la sociedad a la que pertenece” (Rof, 1961). 
 Hasta aquí comprende la primera parte de mi investigación. 
 Segunda parte: ¿Cómo aprendemos a comunicarnos?: En este apartado expreso cómo 
aprendemos a comunicarnos con el mundo que nos rodea, presentándonos como primera 
aproximación los fundamentos del lenguaje. El lenguaje es una forma peculiar de conocimiento 
de los objetos y de los fenómenos de la realidad, se trata de un reflejo de la realidad en la que nos 
desarrollamos, y que propicia por medio de la lengua materna la principal vía de comunicación 
entre los seres humanos. 
 El lenguaje es una de las más complejas funciones psíquicas superiores del hombre, y su 
existencia está determinada por un centro rector, el sistema nervioso central, en particular la 
corteza cerebral. 
 La comunicación puede ser entendida como una combinación de actos, o como una serie de 
elementos con propósito e intención, donde el lenguaje puede ser usado para diversas funciones, 
por consiguiente, no se puede estudiar el lenguaje como un sistema de comunicación abstracto 
sino, en función de su uso en diversos contextos. 
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 En esta parte, se recapitula sobre la importancia de la comunicación comprendida como una 
acción que permite establecer relaciones con los otros. 
 La adquisición y el desarrollo del lenguaje se inicia con la maduración que en el niño produce 
de sus vías sensoriales, la maduración neurológica, además del establecimiento de los primeros 
vínculos afectivos, formalizando una relación de apego con el adulto encargado de sus cuidados 
que se convierte en trascendental para el desarrollo global del niño, y para el desarrollo concreto 
del lenguaje. Estos contactos afectivos, de carácter inicialmente lúdico, proporcionan el inicio de 
la comunicación, primeramente, no verbal, facilitando el desarrollo de los prerrequisitos necesarios 
para la posterior adquisición del lenguaje. En este sentido, debemos volver a destacar la 
importancia del entorno familiar y educativo en dicha adquisición, ya que el desarrollo del niño no 
es posible sin el contacto con los demás, sin el estímulo y la orientación del adulto que actúa como 
modelo. 
 Según Ajuriaguerra (1977), la importancia de la afectividad deriva del hecho de ser considerada 
como el punto de inicio del desarrollo del lenguaje infantil. Además, su carencia provoca que el 
niño no aprenda a hablar y que detenga su desarrollo normal. 
 La imitación, conducta que el niño establece inicialmente,en su interacción con la figura de 
apego, juega un papel preponderante en el desarrollo del lenguaje. Junto con la imitación, el 
procedimiento de aprendizaje más utilizado por el niño. 
 Para la adquisición y el desarrollo del lenguaje, además de los factores individuales (desarrollo 
neurológico, motriz, sensorial, cognoscitivo, etc.); también es necesaria la interacción con el 
medio, con el entorno social. En este sentido, parece ampliamente demostrado que determinados 
ambientes familiares ofrecen mayores oportunidades que otros para el aprendizaje del lenguaje. 
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 De esta manera, Bernstein (1971, 1973) distingue entre "lenguaje restringido" (propio de 
ambientes familiares con escasa interacción y escasos recursos culturales) y "lenguaje elaborado" 
(propio de las clases sociales más favorecidas). 
 Finalmente, podemos decir que, a nivel filogenético, la gran diferencia entre el ser humano y 
el resto de las especies animales está en la capacidad para utilizar símbolos: el hombre es el único 
capaz de producir y utilizar símbolos. Y esa capacidad no está relacionada exclusivamente con el 
desarrollo neurológico, sino también en la interacción social, que ha dado lugar a que el ser humano 
pueda elaborar un entorno cultural, que se convertirá en su medio habitual. 
 Cualquier cultura depende del sistema de símbolos establecido para mantener la comunicación 
entre los individuos que forman parte de la misma; constituyendo la base para la transmisión de 
conocimientos adquiridos. En definitiva, sin el símbolo no habría cultura. 
 La relación principal entre la capacidad humana para la simbolización y el desarrollo del 
lenguaje, dentro del proceso de hominización, se deriva del hecho de que el lenguaje articulado es 
la forma más importante de expresión simbólica, si bien no es la única que utiliza el ser humano, 
tal como señalan Gallardo y Gallego (1995). 
 A través del lenguaje articulado el hombre ha podido acumular y transmitir los conocimientos 
adquiridos, pasando de una generación a otra. 
 Comunicar es, por tanto, establecer vínculos y crearlos; es la base de la vida social, la unión 
que permite la vida en comunidad. La relación entre padres e hijos, y en general con las personas 
que nos rodean, es la primera forma de una auténtica comunicación. 
 Esto, representa el intercambio y la transmisión de los elementos y de los valores propios de 
nuestra humanidad. 
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PRIMERA PARTE: PRINCIPIOS DE LA COMUNICACIÓN HUMANA. 
CAPÍTULO I: LA COMUNICACIÓN TEMPRANA. 
 Las conductas tempranas en el ser humano son dirigidas por las necesidades internas, por 
ejemplo, porque se tiene hambre, porque se tiene malestar, porque se desea el contacto físico etc. 
Es decir, se trata de expresiones que se emiten con la finalidad de satisfacer sus necesidades y 
asegurar la supervivencia. 
 El niño recién nacido va vinculándose a su entorno por medio de la información sensorial que 
recibe de éste y por las expresiones afectivas que le ofrecen los adultos que se ocupan de su crianza. 
Progresivamente, irá adquiriendo habilidades comunicativo-lingüísticas que le permitirán 
interactuar adecuadamente con sus interlocutores. Es necesario resaltar la importancia que tienen 
para estos aprendizajes las interacciones entre el niño y sus padres, ya que el lenguaje se aprende 
principalmente en el contexto familiar. 
 La investigación sistemática de la comunicación temprana (previa a la adquisición del 
lenguaje), comenzó a principios de los años setenta. 
 Existen distintas versiones acerca de por qué se produjo ese florecimiento del estudio de la 
comunicación infantil anterior al lenguaje, pero todas parecen coincidir en que fue resultado de 
una confluencia de distintos intereses. La confluencia más importante fue entre la corriente de 
investigación que estudiaba el desarrollo de la relación madre-hijo durante el primer año de vida, 
y una corriente cuyo principal interés era el estudio del desarrollo del lenguaje. 
 La primera corriente se interesaba por las consecuencias psicológicas de las primeras relaciones 
sociales. Había tenido su origen en los estudios sobre el apego (Bowlby, 1969), pero a principios 
de los 70 había empezado a interesarse por las capacidades psicológicas que permitían a los bebés 
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interactuar y las consecuencias no ya afectivas, sino también cognitivas, que las relaciones 
tempranas tenían en el desarrollo. 
 Los representantes de la segunda corriente parecían haber llegado al convencimiento de que en 
la fase pre verbal del desarrollo infantil podían encontrar claves que les ayudarían a explicar cómo 
se adquiere la capacidad del lenguaje. (Schaffer, 1971) 
 Empezó entonces a pensarse que, para adquirir el lenguaje era necesario que los niños entraran 
en relación con su ambiente social de una forma especialmente estructurada. Antes de empezar a 
adquirir la semántica y la sintaxis del lenguaje, los niños parecían poseer ya importantes aspectos 
de su pragmática, que se expresaban mediante gestos y vocalizaciones no verbales, una especie de 
pre lenguaje o protolenguaje. 
 Esto significaba que el estudio de la adquisición del lenguaje podía y debía empezar antes de 
que el niño emitiese sus primeras palabras. A este empeño se aplicaron numerosos investigadores 
durante la década de los setenta, que ya venían realizando trabajos sobre la interacción temprana 
entre madre e hijo. 
 Las investigaciones de los años setenta y ochenta (Bates, E. 1979) (Hubley P. y Trevarthen C. 
1979), han dejado bien sentado que el niño viene al mundo dotado de una serie de predisposiciones 
para interactuar con los adultos; por ejemplo, es especialmente sensible a la voz humana y a las 
configuraciones parecidas a rostros. Esto le permite entrar en una interacción primitiva con los 
adultos prácticamente desde el momento mismo del nacimiento (Estadio 1). 
 A partir de esas predisposiciones, durante sus primeros cinco meses de vida, el niño muestra un 
activo interés por las personas y desarrolla formas especiales de interactuar con ellas que reciben 
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el nombre de “juegos cara a cara”, ya que consisten en intercambios de expresiones faciales, 
vocalizaciones y movimientos centrados en torno al rostro del adulto (Estadio 2). 
 Sin embargo, entre los cinco y los ocho meses, se produce una disminución del interés por las 
personas, y aumenta el interés por el mundo de los objetos (propiciado, entre otros factores, por el 
desarrollo de las capacidades de prensión y desplazamiento que permiten al bebé explorar el 
mundo físico). Los juegos cara a cara continúan, e incluso ganan en complejidad e iniciativa por 
parte del niño; pero, es incapaz de coordinar en una misma actividad a personas y objetos (Tercer 
Estadio). 
 La superación de esta limitación se produce en el Estadio 4. Durante este periodo se producen 
una serie de avances: se desarrolla la capacidad de coordinar a personas y objetos, aparecen gestos 
característicos, se señala con el dedo, y se comparte la atención sobre focos de interés comunes. 
Algunos autores coinciden en que es en este periodo cuando aparece la comunicación 
verdaderamente intencional, y concuerdan en que alrededor del último cuarto del primer año de 
vida, parece producirse un cambio fundamental en las capacidades de comunicación del niño. 
 Finalmente, después de este prolongado estadio, se llega a la fase final del desarrollo pre 
lingüístico, que consiste precisamente en la incorporación del lenguaje a los procedimientos de 
interacción y comunicación (Estadio 5) 
 ¿Qué capacidades psicológicas son las que se desarrollan al llegar a este periodo? ¿Por qué 
atribuimos al niño “intencionalidad comunicativa”? ¿En qué puede consistir una intencionalidad 
comunicativa pre verbal? 
 Los actos comunicativos del niño del estadio 4 consistenbásicamente en acciones referidas a 
objetos u otros focos externos de interés. Estas conductas tienen en común el hecho de que la 
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acción del niño se realiza u orienta hacia un objeto y hacia una persona; el niño se comunica con 
el adulto acerca de un objeto. 
 Los actos que realiza el niño en estas conductas comunicativas reciben el nombre de gestos, y 
se caracterizan por ser versiones esquematizadas de actos no comunicativos. La esquematización 
o, en lenguaje más técnico, la ritualización consiste habitualmente en suprimir o transformar partes 
del acto de tal manera que, por sí mismo, resultaría ineficaz para conseguir el fin perseguido. Las 
acciones comunicativas del niño, son sistemas abiertos para ser completados por los demás. 
 La ritualización de acciones previamente funcionales es uno de los rasgos característicos de la 
comunicación intencional. 
 Otra característica de los actos infantiles que suelen identificarse como comunicativos en este 
período es que están orientados a los objetos y a las personas. Por ejemplo, durante la ejecución 
de un gesto típico de señalar, el niño mira al objeto, después mira a la persona, mientras mantiene 
el dedo focalizando su atención. 
 Uno de los descubrimientos de los años 70 que mayor proyección ha tenido en la actualidad es 
la distinción entre actos comunicativos protoimperativos y actos comunicativos protodeclarativos 
(Bates, Camaioni y Volterra, 1975); creados para referirse a lo que consideraban las dos funciones 
más importantes de los gestos comunicativos de los niños. Partiendo de una distinción clásica de 
la lingüística entre emisiones declarativas o afirmaciones, y emisiones imperativas o peticiones, se 
creyó que se podían encontrar las raíces de estas dos formas básicas de comunicación lingüística 
en los gestos anteriores al lenguaje. 
 Los niños que observaron, realizaban sus actos comunicativos, unas veces, para conseguir que 
alguien hiciese algo, y otras, para llamar la atención de alguien sobre algo aparentemente con el 
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solo fin de que la persona se fijara en ello. Al primer tipo de acto comunicativo lo denominaron 
protoimperativo; y al segundo, protodeclarativo. 
 Investigaciones recientes (Lock, et al. 1990; Franco y Butterworth 1991), han sugerido que 
puede existir incluso algún grado de especialización formal en los gestos con una u otra función; 
los gestos de señalar serían protodeclarativos, y los de extender el brazo, protoimperativos. 
 Los gestos protoimperativos suelen ser peticiones de objetos, de acciones sobre objetos, de 
desplazamientos a lugares concretos, de ayuda en la realización de una acción, o simplemente de 
realización de acciones por parte del adulto. Su forma de realización puede ser muy variada: gestos 
de señalar, extensiones de mano, actos realizados sobre la persona, vocalizaciones, ofrecimiento 
de objetos, posturas ritualizadas, etc. 
 Los gestos protodeclarativos consisten en atraer la atención de una persona sobre el objeto. Se 
define como el uso de gestos, no ya para dirigir la atención de alguien sobre el objeto, sino para 
compartir con los demás la atención sobre el objeto señalado. La peculiaridad que presenta es que 
ya no hace referencia sólo al hecho de conseguir conectar la atención de la otra persona con un 
objeto, sino precisamente con el objeto al que el niño está también atendiendo. Vemos así, que 
aquí surge una submeta de otro objetivo: compartir con el adulto la atención sobre dicho objeto. 
 Aquí podemos acuñar el concepto de “atención conjunta” o “atención compartida”, que se ha 
abierto camino poco a poco en la bibliografía sobre comunicación pre lingüística, aunque aún hoy 
en día no está muy claro quién lo acuñó por primera vez. 
 Quienes la emplean, se refieren con ella a un conjunto de conductas características del periodo 
de comunicación pre verbal. Entre estas conductas estarían, desde luego, los protoimperativos y 
los protodeclarativos, pero también las conductas de seguir la mirada de los demás hacia sus focos 
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de interés, o la denominada “referencia social”, en la cual un sujeto sigue la mirada de otro hacia 
un objeto y extrae información de la expresión emocional con que está mirando. En cierto modo, 
puede considerarse que la referencia social constituye un indicio de que los niños empiezan a 
integrar sus expresiones emocionales y de afecto en sus interacciones en torno a objetos. 
 El desarrollo de estas conductas se da en una variedad impresionante, lo cual es atribuido a que 
los adultos le modelan al niño no sólo los gestos en sí mismos, sino el uso de éstos como 
herramientas para la comunicación. Así, el niño aprende tanto la forma como la función. Así 
mismo, le permiten al niño explorar más allá de los confines del lenguaje que está hablando y nos 
proveen de la oportunidad única de observar las habilidades del niño como "constructor" del 
lenguaje. 
1.1. Comunicación materno-filial en el embarazo. Adquisición del lenguaje materno. 
 Las interacciones entre moléculas y los intercambios celulares que se establecen entre el hijo y 
la madre durante la gestación crean una íntima convivencia. Mientras el cuerpo del hijo se 
desarrolla en el cuerpo de la madre, se prepara para asimilar e incorporar el ambiente propio y le 
capacita la adaptación a un nuevo mundo. Al mismo tiempo, el cerebro de la madre se organiza y 
crea el complejo y rico comportamiento maternal. 
 Esa comunicación biológica predispone para la primera interrelación o encuentro afectivo, 
llamado materno-filial, que abre a las demás relaciones familiares y sociales. 
 Durante el embarazo se gestarán pautas mentales y tendencias en el niño, derivadas de la 
relación con su madre durante esos nueve meses. Como nos dice Tomatis, A. (1989): 
“La mujer, durante la gestación, vive una experiencia a dúo que une para siempre a dos 
seres nuevos: una madre y un hijo. La madre le prepara para la vida por medio del diálogo, 
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efectuado a través de todos los contactos que pueda tener con él, siendo la comunicación 
sonora el principal. La madre se revela al feto por medio de todos sus ruidos orgánicos, 
viscerales, y sobre todo por su voz. El niño obtiene toda la substancia afectiva de esa voz 
que le habla, ya que no conoce aún otra semántica”. (p.28) 
 También el niño se comunica con su madre, puesto que ella le siente, y ambos se enriquecen 
con ese diálogo interior. La comunicación madre-hijo será el pilar sobre el que se asentará el 
comportamiento social del niño. 
 Por lo que se puede concluir que la comunicación entre los seres humanos comienza desde que 
las mujeres llevan a sus hijos en el vientre. 
 A través de estudios mediante ultrasonido, se ha observado que los fetos desde el octavo mes, 
responden a ruidos del exterior. Por ejemplo, vuelven la cabeza para escuchar mejor los ruidos. 
Se sabe que las vías nerviosas auditivas se encuentran mielinizadas en el octavo mes de gestación, 
y que los nervios cocleares están mielinizados desde antes, se considera entonces que lo que 
produce el desarrollo de estas vías nerviosas es el estímulo externo. Esto nos lleva a pensar que, si 
el feto responde a estos estímulos, está generando comunicación con la madre1. 
 Según Olano (2004), el embrión humano en su fase intrauterina y de nacimiento, recorre unos 
estadios de percepción: 
 Primer estadio de percepción (EP1): Corresponde a la fase inicial embrionaria (desde la 
concepción hasta las 8 semanas cumplidas), en la que el embrión se encuentra en un estado especial 
 
1 Los patrones de respuesta fetal a los sonidos (estimulación acústica) incluyen taquicardia y movimientos de las extremidades y de los párpados, 
pero en fetos prácticamente a término y con estímulos de más 105 dB SPL (1,13). Con estímulos demenos de 100 dB SPL solamente taquicardias. 
Estas respuestas son señales de malestar fetal. Con estímulos de 130 dB hay respuestas exageradas en los fetos humanos que sugieren malestar y 
aún dolor. Según estudios realizados por César Barrio Tarnawiecki, Consultado en: 
http://sisbib.unmsm.edu.pe/bvrevistas/paediatrica/v03_n2/Desarrollo.htm 
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de ensoñación que le mantiene en sintonía total con la madre. Es decir, cuanto goza o sufre la 
madre, lo goza y sufre el embrión. 
 Segundo estadio de percepción (EP2): Incluye la época de madurez embrionaria y también los 
inicios de la época fetal (a partir de los 2 meses); el cerebro muestra ya estructura con 
circunvalaciones que corresponde a una percepción simbólica sin focalización personal. 
 Tercer estadio de percepción (EP3): Se inicia entre el cuarto y sexto mes, momento en que el 
feto posee un cerebro totalmente estructurado neuralmente, este estadio se puede extender hasta el 
nacimiento, e incluso hasta la época pre verbal, la percepción se caracteriza por ondas cerebrales 
theta. (p. 439) 
 Asimismo, Verny (2003), ha descrito tres canales de comunicación madre-hijo en la vida 
intrauterina. 
 Biológico o Comunicación molecular: Relacionado con el intercambio de diferentes nutrientes 
durante la gestación, estimula su crecimiento y desarrollo. Las moléculas maternas de las 
emociones, incluidas las hormonas del estrés como adrenalina y noradrenalina, neurohormonas y 
hormonas sexuales llegan al futuro bebé a través del cordón umbilical y la placenta. El bebé forma 
parte del cuerpo de la madre, tanto como el corazón u otro órgano. 
 Conducta-comportamiento o comunicación sensorial: La línea de comunicación es a través del 
contacto, la mujer embarazada habla, canta o acaricia su vientre, se comunica con su bebé a través 
de los sentidos de éste; por su parte, el futuro bebé se comunica a través de pataditas y movimientos 
en respuesta. 
 Emociones o comunicación intuitiva: Este canal de comunicación es una ruta difícil de 
comprobar, porque corresponde al área de la transmisión de emociones. 
20 
 
 
 
 Todo el flujo bioquímico y hormonal desencadenado a partir de éstas, bañará el hipotálamo 
(sector de nuestro sistema nervioso responsable de ser el regulador emocional del organismo), la 
corteza cerebral y el sistema endocrino del bebé, que reaccionarán a predisponer su conducta y sus 
respuestas. 
 El amor es un buen ejemplo, cuando la madre acaricia dulcemente su vientre, come y bebe con 
sensibilidad, transmite afecto al hablarle y presenta sentimientos afectivos cada vez que lo imagina 
o piensa. 
 Esto causa que, en el futuro bebé, sus hormonas y transmisores neuro hormonales se liberen en 
su circulación y a través de placenta, que representa su canal de comunicación. 
 Teniendo en cuenta esto, a continuación, se describe cómo evoluciona la comunicación durante 
la gestación. 
Primer trimestre de embarazo. 
 La historia del bebé comienza cuando un espermatozoide fertiliza un óvulo. Al cabo de media 
hora, el huevo fertilizado se divide a una enorme velocidad mientras viaja por la trompa de Falopio 
hacia el útero. El grupo de células se implanta en la pared del útero, donde continuará su desarrollo. 
 A las tres semanas, el grupo de células puede ser llamado embrión, y un pequeño corazón 
comienza a latir. Al final de la cuarta semana, se reconoce fácilmente la cabeza, que ya posee un 
rudimentario cerebro, se reconocen también los brazos y las piernas. 
 A principios del segundo mes, se observan signos de ojos, nariz y orejas. El embrión puede 
mover la cabeza y su cuerpo cuando es estimulado. Su comunicación con el mundo exterior ha 
comenzado. 
21 
 
 
 
Segundo trimestre de embarazo: 
 La cabeza se está desarrollando más activamente que el resto del cuerpo: los ojos, la boca, la 
nariz y las orejas están casi completamente formadas creando un rostro bien definido. Ha adquirido 
nuevas habilidades, como reaccionar ante la música y los sonidos fuertes. 
 Al quinto mes, el bebé ejercita su sentido del tacto y el movimiento. Ahora mueve sus brazos 
y piernas con suficiente fuerza para ser percibidos por la madre. Sus dedos son más ágiles y se 
mueven libremente, El feto explora su universo acuático desarrollando coordinación y fuerza. 
Después del quinto mes ya puede oír, escucha los sonidos que provienen de la madre, así como su 
voz y las voces de los que se encuentren cerca. Puede oír sonidos del ambiente. La música rítmica 
lo calma y la estridente lo excita. La habilidad para reaccionar a los estímulos ya se encuentra 
presente. 
Tercer trimestre de embarazo: 
 Al séptimo mes, el sistema nervioso ha madurado hasta el punto de controlar la función 
respiratoria y la temperatura corporal. Sus movimientos son más organizados y sus músculos más 
fuertes. Durante este mes, comienza a mostrar signos de personalidad y comportamiento 
intencional. No sólo se mueve al ritmo de la música, sino que prefiere un tipo de música a otro. 
 Al final de este mes, ya ha desarrollado la visión. Reacciona a los cambios de luz y puede seguir 
una fuente luminosa. Al octavo mes, el sistema nervioso está formado y listo para operar a través 
de neuronas cuyas señales se transforman en mensajes, ideas y decisiones. Al noveno mes 
continuará creciendo y desarrollándose hasta nacer. 
 En el nacimiento, el bebé demuestra su capacidad para reconocer la voz de su madre e 
identificarla frente al resto de las voces. Esta capacidad discriminadora es puramente prosódica, 
22 
 
 
 
es decir, se basa en el ritmo y características tonales que son propios de la voz de la madre. Esto 
ha sido demostrado, y se comprueba fácilmente, utilizando las bien conocidas técnicas de 
investigación cognitiva y conductual en recién nacidos. A partir de la particular voz de la madre 
(y a través de ella), los recién nacidos y bebés pequeñitos demuestran también la capacidad para 
reconocer el lenguaje materno, siempre por medio de sus características prosódicas; es decir, 
pueden discriminar entre el lenguaje al que han sido expuestos durante el embarazo y los demás 
lenguajes. 
1.2.Neurobiología del vínculo de apego en el embarazo. 
 En la conducta y los sentimientos humanos, la inclinación de la madre a cuidar y proteger a los 
hijos ocupa una posición única y privilegiada. Con el embarazo, el cerebro de la mujer cambia 
estructural y funcionalmente, al responder a las necesidades básicas que recibe del feto. Este 
vínculo se refuerza con el parto y la lactancia porque se potencian los circuitos neuronales más 
fuertes de la naturaleza. El conocido vínculo de apego afectivo y emocional forma parte del 
proceso biológico natural. 
 Una característica del cerebro humano es la plasticidad, es decir, su capacidad de moldearse 
como consecuencia de hábitos intelectuales, relaciones emocionales, actividades físicas, etc. La 
plasticidad cerebral se mantiene a lo largo de toda la vida. Las experiencias modifican los diálogos 
entre las neuronas, refuerzan circuitos existentes y crean otros nuevos. Así, la vida del individuo 
enriquece o atrofia su propio cerebro. 
 Las hormonas producidas en la gestación inducen un intenso proceso neurobiológico natural 
que configura el que se puede llamar cerebro materno. Estos datos muestran el correlato 
neurobiológico del comportamiento materno inducido por el vínculo de apego. De hecho, se ha 
llegado a considerar que sin el vínculo de apego maternal muchas especies no subsistirían. 
23 
 
 
 
 Aquí resulta relevante mencionar que, el cerebro de la mujer, tras convertirse en madre, sufre 
de ciertas modificaciones biológicas que redundarán en un comportamiento de cuidado y apego 
hacia la creatura. Veamos de manera rápida los cambios sustanciales durante este proceso. 
 Alrededor del día 15, posterior a la fecundación, el embriónse comunica con los tejidos de la 
madre. Comienzan los cambios hormonales en el cerebro y el resto del cuerpo de la mujer. Se 
envía la señal de que “un nuevo ser” está desarrollándose dentro del cuerpo materno. 
 Del segundo al cuarto mes de gestación, la progesterona (hormona sexual femenina) aumenta 
entre 10 y 100 veces en el cerebro y reduce la respuesta emocional y física al estrés de la mujer. 
Este menor estrés favorece un mejor desarrollo del feto. Las señales que envía el feto estimulan la 
producción de neurotransmisores cerebrales en la madre, como oxitocina (hormona de la 
confianza), prolactina (hormona que induce la producción de leche) y dopamina (reguladora de 
movimientos y sistemas de premio-recompensa). Estas moléculas se unen a los receptores de 
diversas regiones del cerebro y regulan su actividad específica. 
 A partir del quinto mes de embarazo, la madre ya registra los movimientos del feto y comienza 
la secreción de oxitocina. Esta hormona es una molécula decisiva para la plasticidad funcional que 
genera el vínculo de apego. La oxitocina cuenta con receptores en todas las áreas conectadas con 
el complejo amigdalino de la mujer, centro neurálgico para la integración cognitiva-emocional-
vegetativa. Cabe mencionar que, ante los movimientos percibidos, la madre inicia a entablar 
conversaciones destinadas al feto, otorgando existencia, y capacidad para responder como 
receptor. 
24 
 
 
 
 Del sexto al noveno mes, el cerebro de la mujer se reduce de tamaño, recuperando sus 
propiedades iniciales después del parto. No se pierden neuronas, sino que se llevan a cabo cambios 
en el metabolismo celular que reorganizan los circuitos neuronales. 
 Al llegar el momento del parto, el contacto cuerpo-cuerpo libera la oxitocina almacenada en las 
neuronas durante el embarazo, con lo que se refuerza el vínculo de apego. La madre se otorga la 
responsabilidad del cuidado del bebé, por lo que, por instinto materno2, buscará satisfacer las 
necesidades del nuevo ser, así como brindarle cariño y afectividad. 
 Durante el periodo de lactancia, el contacto físico de la mujer que nutre, con el niño que 
succiona para abastecerse de alimento nutritivo biológico, emocional y afectivo, también libera 
oxitocina y, por tanto, refuerza el vínculo. 
 Existen algunos estudios que analizan la respuesta cerebral materna al oír o ver a su hijo, esto 
demuestra como existe una “reprogramación” del cerebro maternal, enfocado especialmente al 
cuidado prevalente del nuevo bebé. 
 Zeki (2007), ha documentado cómo reacciona el cerebro materno al ver una fotografía del hijo 
de pocos meses de nacido3, lo cual, genera un estado emocional placentero que no se lo produce 
la visión de imágenes de otros niños, incluso conocidos. Las técnicas de neuroimagen registran la 
activación del llamado cerebro social: por una parte, se activan las áreas del sistema cognoscitivo 
-afectivo de recompensa y, por otra, se silencian las implicadas en el juicio negativo. 
 
2 Entendida como el conjunto de hechos de la reproducción social y cultural, por medio del cual las mujeres crean, cuidan, generan y revitalizan, 
de manera personal y directa a los otros, en su sobrevivencia cotidiana. 
3 Zeki S. (2007). “The neurobiology of love”. FEBS Letters Volume 581, Issue 14, Pages 2575-2579 
25 
 
 
 
 Por su parte, Seifritz (2003), ha identificado las respuestas que se generan en el comportamiento 
materno y paterno al oír el llanto o la risa del hijo4. La experiencia de la maternidad y la paternidad 
provoca cambios funcionales en el cerebro. Padre y madre responden con más intensidad al llanto 
que a la risa del hijo, mientras que sucede a la inversa en quienes no tienen experiencia de la 
paternidad. La influencia de la paternidad en el cerebro facilita el cuidado al reconocer mejor las 
necesidades que el niño reclama por medio del llanto. 
 Noriuchi & Seno (2008), realizaron estudios sobre la respuesta que tiene una madre al ver en 
vídeo al hijo en una situación positiva y otra negativa5. Sin duda, podemos afirmar que el vínculo 
de apego no es un proceso unilateral, pues el comportamiento del niño afecta a las emociones 
maternas. Así se ha comprobado en un estudio de neuroimagen, donde la madre ve un vídeo en 
que su hijo muestra 2 actitudes de apego hacia ella. 
 En una situación el hijo sonríe mientras ambos juegan y en otra llora porque los separan. Estos 
resultados se han comparado con las reacciones ante vídeos similares protagonizados por otros 
niños. La separación genera en la madre más actividad cerebral que la de juego-alegría. Esta 
intensidad en la respuesta de la madre sólo se provoca con la pena del hijo (la respuesta no es 
equiparable a la pena de otros niños reflejada en el mismo vídeo). La complejidad de esta reacción 
implica, entre otros procesos, descodificar la expresión facial de las emociones del hijo y reducir 
su angustia. Esto requiere altos niveles de vigilancia y protección, lo que indica la integración de 
aspectos cognoscitivo y emocionales complejos. 
 
 
4 Seifritz E., Esposito F., Neuhoff J.G., Luthi A., Mustovic H., et al. (2003), “Differential SexIndependent Amygdala Response to Infant Crying 
and Laughing in Parents versus Nonparents”. Biological Psychiatry 
5 Noriuchi M., Kikuchi Y., Senoo A. (2008), “The functional neuroanatomy of maternal love: mother’s response to infant’s attachment 
behaviors”. Biological Psychiatry. 
26 
 
 
 
1.3. La capacidad del recién nacido para la comunicación y acción sobre el medio. 
 La inmadurez biológica con la que nace el hombre lo convierte en un ser desvalido y 
desprotegido que para sobrevivir requiere la presencia del otro. Se muestra como un ser sumamente 
vulnerable y sujeto a un periodo de total dependencia, por lo que su entorno y principalmente el 
vínculo que establezca con sus padres resultan ser de vital importancia para su desarrollo. 
 Bowlby (1989), menciona que un componente básico en la naturaleza humana es la tendencia 
que tiene el hombre a establecer lazos emocionales con ciertos individuos. Esta tendencia se 
encuentra presente en forma embrionaria en el neonato y prosigue a lo largo de la vida adulta. 
Durante la infancia, dada la vulnerabilidad y dependencia con la que nace el bebé, los lazos 
emocionales que él establece son con los padres o sustitutos de éstos será determinante para su 
desarrollo cognoscitivo y social. 
 La conducta de apego, que es la búsqueda de la proximidad del bebé con la madre o figura 
sustituta descrita por el autor, intenta explicar no solo el vínculo que se establece entre la madre-
padre-bebé, sino la génesis misma de los afectos del hombre. 
 Bowlby (1983) ha entendido por conducta de apego: 
“Cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o conserve 
proximidad con respecto a otro individuo diferenciado y preferido. En tanto la figura de 
apego permanezca accesible y responda, la conducta puede consistir en una mera 
verificación visual o auditiva del lugar en que se halla y en el intercambio ocasional de 
miradas y saludos. Empero en ciertas circunstancias se observan también seguimiento y 
aferramiento a la figura de apego, así como tendencia a llamarla o a llorar, conductas que 
en general mueven a esa figura a brindar sus cuidados” (p.60). 
27 
 
 
 
 Bowlby (op. cit) menciona que esta conducta tiene sus orígenes en el acto que realiza el bebé 
de buscar cuidados y protección, tal búsqueda se lleva a cabo mediante la ejecución de conductas 
tales como: la succión, el llanto, la sonrisa, la tendencia de ir hacia algo o alguien y la tendencia 
de desprenderse de aquello que ya no desea. Los padres cuando le proporcionan al bebé los 
cuidados y atención que requiere, realizan el componente complementarioa la conducta de apego. 
 La importancia que tiene el estilo de la interacción que el bebé desarrolle con la madre como 
figura de apego, reside en que éste marcará en el bebé la calidad de sus vínculos afectivos. 
 Podemos señalar que, la conducta de apego es un sistema homeostático de retroalimentación, 
en donde la madre se comunica con su bebé enviándole ciertos “mensajes” y el bebé “responde” 
con sus propios recursos, la calidad y la habilidad que tengan ambos para codificar y decodificar 
los mensajes que mutuamente se intercambian es de suma importancia. En este proceso de 
comunicación, dada las limitaciones naturales del bebé, las palabras son reemplazadas por 
mensajes no verbales, como gestos, vocalizaciones y sonrisas. 
 Cuando esta interacción tiene éxito, es decir, cuando el bebé siente que su madre responde a sus 
señales, y la mamá encuentra respuesta de calma y satisface las necesidades de su hijo, la 
interacción se vuelve placentera y satisfactoria para ambos integrantes. 
 Para lograr esta calidad en la interacción, se requiere de una adecuada sincronización en la 
comunicación entre madre y bebé, y de una fina sensibilidad de la madre para respetar el ritmo 
que el bebé marque en sus primeras interacciones. Debido a las limitaciones de todo recién nacido, 
la madre en este proceso se enfrentará a serias dificultades para decodificar y responder 
adecuadamente a las señales que le mande el bebé, y como un elemento de ayuda, se apoyará del 
28 
 
 
 
contacto visual con su hijo, para lograr una mejor comunicación y consecuentemente, se desarrolle 
una conducta de apego de calidad. 
 Ante este contexto, la mirada es un poderoso elemento para establecer un vínculo afectivo. El 
vínculo madre-hijo se finca de una manera relevante en el cruce de la mirada. Al mirarse 
mutuamente, madre e hijo se confirman, se comunican, utilizando para ello un “código secreto” 
que pertenece sólo a ellos dos. Para la madre, mirar los ojos de su hijo recién nacido es crucial, le 
significa tener la seguridad de que ha establecido una comunicación con él. 
 Así también, en el acto del amamantamiento, se revive el momento antes del nacimiento cuando 
madre e hijo eran uno solo; y ahora mirarse en ese momento, le confiere a la madre la posibilidad 
de poder transmitirle al hijo con la mirada y el tacto, todo el afecto y amor hacia él. 
 Stern (1990), ha descrito la relación entre la atención y el nivel de estimulación proveniente del 
cuidador. Su análisis de las interacciones padres-hijo revela que la estimulación moderada 
óptimamente mantiene la atención del infante. Cuando el nivel del estímulo es demasiado bajo o 
demasiado alto, la atención se pierde y el infante se retira de la interacción. La pérdida de la 
atención del infante comunica al adulto que el niño no es capaz de mantener prolongadamente su 
interés en el estímulo, llámense objetos o situaciones. 
 Aunque el sistema visual del infante no está completamente maduro al nacer, en sólo pocas 
semanas de edad, él asumirá la posición defensiva de llevar sus manos y cabeza atrás cuando un 
objeto se aproxima a su cara (Bower, 1977). Según Cohen, De Loache y Strauss (1979), por los 
dos meses de edad, el bebé puede demostrar una preferencia por mirar patrones complejos, tales 
como caras humanas, y es capaz de mantener el contacto visual con su cuidador para 
comprometerse en interacciones cara a cara. 
29 
 
 
 
 Por el cuarto mes de vida, el infante comienza a usar su mirada fija para iniciar, mantener, 
terminar, y evitar interacciones con otros (Stern, 1977). Por ejemplo, él retira su mirada cuando no 
está más interesado en mantener la interacción cara a cara. 
 A través de la sonrisa o la vocalización, el niño comienza a tomar un rol activo en los 
intercambios sociales y es capaz de mantener ciclos rítmicos de atención y no atención durante las 
interacciones cara a cara. 
 En el periodo perlocutorio (del nacimiento a los diez meses de edad), las conductas 
comunicativas del niño son caracterizadas por la intención, son señales conductuales con meta 
orientada. El desarrollo sensorial y motor durante este período permite el crecimiento del niño para 
actuar sobre su ambiente en una manera, más intencional. La actividad visual continúa madurando 
para mejorar rápidamente y podría estar dentro del rango de visión adulta normal, por los seis a 
doce meses. 
 Como el niño progresa hacia el final del período perlocutorio, él intencionalmente usa sonidos 
para comprometer a otros en interacciones o para obtener conductas particulares de los adultos. Su 
fonética se desarrolla y puede incluir sonidos labiales; chillidos, gruñidos; alaridos; y balbuceos. 
Él practica tipos de sonidos selectivamente y se compromete en juegos vocales con los adultos. 
Adicionalmente, él puede provocar risas o imitaciones de los adultos, produciendo un sonido tal 
como una tos no refleja. Aunque su conducta ahora es intencional, él no sabe cómo pedir asistencia 
en la interacción con un objeto. 
 A medida que el niño entra en el período ilocutorio temprano (alrededor de los 12 meses), él 
desarrolla una conciencia de su potencial para controlar al adulto. Intencionalmente usa señales no 
verbales, tales como gestos o vocalizaciones para dirigir la atención del adulto a objetos y eventos. 
30 
 
 
 
 Alrededor de los trece meses, comienza la etapa locutoria, en la que las palabras ya se utilizan 
con cierto valor referencial. En este periodo podemos considerar la comprensión de palabras 
familiares, así como de sencillas frases, por otro lado, se presenta ya la emisión intencionada de 
palabras. 
1.3.1. Sistemas para transmitir información. 
 El niño, viene dotado de una capacidad innata para comunicar, primero sus necesidades básicas, 
luego entrará en contacto con todos aquellos que le rodean y con esto, pretenderá comunicarse 
intencionalmente para transmitir ideas cada vez más complejas. 
 Uno de los sistemas para transmitir información que posee un bebé, es mediante el llanto. El 
llanto, es una conducta que se produce como respuesta refleja a un estado de malestar. Sin 
embargo, hay un tipo de llanto básico y otros más específicos. Wolf (1987), que ha realizado 
detenidos estudios sobre el llanto infantil, ha distinguido en los niños pequeños cuatro tipos de 
llanto: 
1. El llanto básico es un llanto regular y rítmico, que generalmente está asociado con el 
hambre. 
2. El llanto de cólera. 
3. El llanto de dolor. 
4. El llanto de atención, que aparece un poco más tarde, a partir de la tercera semana. 
 El llanto de un niño tiene un efecto profundo sobre los adultos, especialmente en las madres. 
 
 
31 
 
 
 
 El llanto del bebé produce en la madre un sentimiento de malestar, que hace prioritario el 
atenderlo, es decir, averiguar cuál es la necesidad que demanda, así como asegurarse de cubrirla, 
para mantenerlo en un estado de bienestar. 
Según Maldonado (2008), “El bebé desencadena la “bajada” de la leche al seno de la 
madre por varios mecanismos, pero el más poderoso es su llanto. Se ha observado que 
cuando el bebé llora, ocurre una respuesta refleja en la madre, llenándose las glándulas 
mamarias de leche, como si se prepararan para satisfacer al pequeño” (p.9) 
 Además del llanto, el bebé posee otros medios para transmitir información. La cara es el 
principal medio de expresión y los numerosos músculos de la cara cuando se contraen, dan lugar 
a diferentes expresiones que pueden interpretarse. 
 Ejemplo de ello es la sonrisa que aparece como una expresión que los adultos interpretan 
positivamente. Las primeras sonrisas son puramente fisiológicas y traducen una situación de 
bienestar, pero en poco tiempo la sonrisa empieza a ser una manifestación de reconocimiento de 
objetos y situaciones y poco a poco va adquiriendo un valor social. 
 Al cabode unos meses, el niño será capaz de interpretar las expresiones emocionales de los 
otros, y podrá reaccionar de forma adecuada ante ellos. Las expresiones emocionales constituyen 
un medio muy valioso para la comunicación entre niños y adultos, mucho antes de que empiece a 
aparecer el lenguaje oral. 
1.3.2. Sistemas para actuar. Los reflejos. 
 Aunque la capacidad de acción del recién nacido es relativamente pequeña, resulta esencial que 
pueda realizar algunas conductas, pues sin ellas no podría mantenerse con vida. El individuo 
dispone de una serie de mecanismos, denominados reflejos, que son conductas que se ponen en 
32 
 
 
 
marcha cuando se producen determinadas condiciones. Por ejemplo, cuando un objeto entra en 
contacto con las proximidades de la boca, se realizan movimientos de cabeza y de labios que 
incitan movimientos de succión, que, a su vez, pueden ir seguidos de movimientos de deglución. 
Este es un mecanismo esencial para la supervivencia del bebé, ya que le permite ingerir alimentos. 
 Hay, en el recién nacido, un reflejo de búsqueda que hace que cuando algo le toca la mejilla el 
niño gire la cabeza hacia ese lado, lo que facilita la búsqueda del seno materno, por ejemplo. 
 Otro reflejo de gran importancia, sobre todo para el bebé, es el de prensión. Cuando algo toca 
la mano del niño, la cierra y trata de mantener agarrado el objeto. Esta conducta ha tenido un valor 
adaptativo en la historia de la humanidad, pues facilita que el niño vaya sujeto a su madre, 
generando así también, afecto al contacto. Poco a poco el reflejo de prensión se convertirá en una 
conducta deliberada, que llevará hasta el manejo de la mano para alcanzar objetos, y conducirá a 
los movimientos finos que han convertido la mano del hombre en la más valiosa herramienta. 
 El niño dispone de otros reflejos que se conservarán a lo largo de la vida con pocas variaciones, 
como los referentes al estornudo, los de evitación (que llevan a alejarse de estímulos dolorosos), 
los visuales (dilatación de la pupila ante estímulos luminosos), etc. 
 Existen otros reflejos que también son indispensables en el sano desarrollo del bebé y su 
interacción con el nuevo mundo que le rodea; por ejemplo, el reflejo de prensión plantar, el cual 
estimula al contacto con la base de los dedos del pie, ante esto, el bebé responde flexionando los 
dedos y presionando el objeto. Esto es una conducta de nuestros antepasados los monos. 
 El famoso reflejo denominado marcha, se estimula sosteniendo al bebe de pie y en estado de 
activación. Aquí el niño inicia movimientos consecutivos de sus extremidades inferiores, haciendo 
33 
 
 
 
referencia a un andar incipiente. Cabe mencionar que este reflejo desaparece aproximadamente 
entre los 2 y 3 meses de edad. 
 El reflejo de Ascensión, se estimula sostenido al bebé verticalmente ante un obstáculo como un 
escalón. Su respuesta es de flexión de rodilla y levantamiento de pie. 
 Por medio del reflejo de reptación, se estimula la realización de movimientos de piernas y 
brazos coordinados, éste se puede realizar tumbando al bebé boca abajo y poniéndole resistencia 
en un pie. 
 Existe un estímulo más, el denominado Babinski, que se estimula a través de una presión suave 
sobre la planta del pie, del talón hacia los dedos. Su respuesta es la extensión de los dedos seguida 
de una flexión de los mismos. 
 Por otro lado, el llamado reflejo moro, se puede estimular por varias razones, con un sonido 
intenso, alguna pérdida de sustentación o la presentación de un golpe sobre la superficie que 
sustenta al niño. Su respuesta es la apertura y luego cierre de los brazos y piernas, con cierre de 
manos sobre la línea media del cuerpo. Desaparece hacia los 6 meses. Se ha considerado que este 
reflejo se presenta como una conducta vestigial de una posible utilidad para prevenir caídas y para 
mantenerse asido al cuerpo de la madre. 
 Por lo anterior, podemos comprender la utilidad de estos reflejos; son sin duda, elementos para 
la supervivencia y un correcto desarrollo, algunos reflejos desaparecen a los pocos meses y no se 
conoce en definitiva su utilidad, sin embargo, determinamos que por medio de éstos se ha logrado 
establecer también un lenguaje corporal entre el bebé y su cuidador. 
 
 
34 
 
 
 
CAPÍTULO II: LA INTERACCIÓN COMUNICATIVA EN LOS PRIMEROS AÑOS DE 
VIDA. 
2. LA IMPORTANCIA DE LA INTERACCIÓN EN LOS PRIMEROS AÑOS. 
 Los primeros años de vida constituyen una etapa crítica en el desarrollo y evolución; en ellos 
se configuran las habilidades perceptivas, motrices, cognitivas, lingüísticas y sociales que harán 
posible una equilibrada interacción entre la persona y su entorno. Se desarrolla también el propio 
lenguaje, el cual es el medio de comunicación que resulta fundamental para la transmisión del 
pensamiento y la construcción de las relaciones humanas. 
 En los primeros años de vida, cada contacto y cada experiencia en la vida del niño pequeño 
redundan en su desarrollo integral. Es en esos primeros años de la infancia cuando las interacciones 
influyen sobre la manera en que se desarrolla el cerebro del niño, y tienen consecuencias tan 
importantes que prepara el terreno para su vida en la adolescencia y la edad adulta. 
 Cuando los niños de corta edad reciben abrazos y caricias afectuosas, tienden a desarrollarse 
mejor. Los cuidados cálidos que responden a las necesidades del niño parecen tener funciones de 
protección, e “inmunizan” hasta cierto punto al niño pequeño contra los efectos del estrés en etapas 
ulteriores de su vida. Pero la maleabilidad del cerebro durante esos años iniciales también significa 
que cuando los niños no reciben el cuidado que necesitan o cuando padecen inanición, malos tratos 
o descuido, puede peligrar el desarrollo de su cerebro. 
 Los efectos de lo que ocurre durante el período prenatal y durante los primeros meses y años de 
la vida del niño pueden durar toda la vida. Todos los componentes fundamentales de la inteligencia 
emocional (confianza, curiosidad, intencionalidad, autocontrol y capacidad para relacionarse, 
comunicarse y cooperar con los demás), que determinan de qué manera el niño aprende y establece 
35 
 
 
 
relaciones en la escuela y en la vida en general, dependen del tipo de atención inicial que reciben 
de padres y adultos en general. 
 De esta manera, el entorno familiar representa la fuente primordial de experiencias para un niño, 
no sólo porque los miembros de la familia le aportan la mayor muestra de contacto humano sino 
también, porque median su conexión con el ambiente integral. 
 La interacción que sucede entre los rasgos individuales (genéticos y fisiológicos) y las 
experiencias y exposiciones provenientes del ambiente son fundamentales para el desarrollo 
infantil. El cerebro humano, en particular, es el “órgano maestro” del desarrollo. En los primeros 
años de vida, en el cerebro se producen períodos sensibles programados genéticamente, durante 
los cuales el niño en desarrollo es excesivamente sensible a las influencias del medio ambiente 
externo. La interacción del cerebro en evolución con el medio ambiente representa la fuerza motriz 
del desarrollo; a partir de ese momento, influye y es influido por funciones cognitivas, sociales y 
emocionales. 
 Por otra parte, se ha llegado a considerar que los bebés ya demuestran un temperamento que 
influye en el establecimiento de las primeras interacciones familiares. Por ejemplo, para un adulto 
será más fácil relacionarse con un bebé tranquilo que con un bebé que llore a menudo y sea 
complicado de calmar. Esta sensación de “no poder controlar” puede llevar a disminuir las 
interacciones e interferir en el establecimiento de los lazos afectivos, lo cual repercute en diversos 
aspectos del desarrollo emocional, y social del bebé. 
 Ante este hecho, cabe mencionar laexistencia de una escala de medida sobre las condiciones 
de interacción en bebés, ésta se denominó con las siglas HOME (Home Observation for the 
Measurement of the Environment), realizada por Caldwell, B. & R. Bradley (1984), en la que se 
36 
 
 
 
evalúa si las condiciones de interacción y el establecimiento de vínculos que los padres ejercen en 
este periodo son los adecuados para el desarrollo del niño. Esta escala está formada por seis 
subescalas (A saber: resposividad, aceptación, organización, materiales de aprendizaje, 
involucramiento y variedad) que miden la capacidad de respuesta emocional y verbal, el uso del 
castigo, la organización del entorno físico, la disposición de juguetes adecuados, la calidad de la 
estimulación, y la manera en que se implica el cuidador en las actividades del niño. 
 El instrumento HOME no es simplemente un proceso informal de recolección de datos, sino 
más bien, se trata de un instrumento diseñado para proveer mediciones sistemáticas del ambiente 
del hogar; dado que, durante los primeros años, el hogar y la familia constituyen el medio ambiente 
más importante en la existencia del niño. Por ello, es allí donde se considera debe comenzar la 
evaluación del medio. 
 HOME es administrado por medio de un Visitante al hogar a una hora en que el niño se 
encuentre despierto y alerta dentro de una rutina razonablemente representativa para esa hora del 
día. De ninguna manera se asume que la presencia del Visitante en el hogar no vaya a distorsionar 
de alguna manera la interacción entre padre y niño. Asimismo, sí asume que cuanto mayor sea el 
tiempo que padre y Visitante se encuentren juntos, sea más difícil para el padre inhibir tendencias 
y reacciones ordinarias. Es crucial que la visita sea hecha en un horario en que el niño esté presente 
y alerta al menos por la mayor parte del tiempo. 
 El instrumento, está basado en información provista por el padre/madre y en la observación. El 
visitante va a estar observando y haciendo preguntas al mismo tiempo, con el fin de lograr tener 
una imagen de cómo es la vida y el mundo del niño desde su perspectiva, por ejemplo, el punto de 
vista del niño, su espacio, sus experiencias, como observa, oye, huele, siente, su mundo. 
37 
 
 
 
 La interacción social ofrece a los niños muchas oportunidades de aprender a ser comunicadores 
hábiles, desde el nacimiento, pasando por el desarrollo lingüístico temprano y hasta llegar a la 
resolución de problemas cognoscitivos más complejos. La interacción social posibilita la 
comunicación, la evolución de una perspectiva. 
 El contacto con los otros nos permite construirnos a nosotros mismos como seres sociales. 
Tomamos conciencia de lo que somos cuando vemos a los otros. La primera toma de conciencia 
que tiene lugar en el niño pequeño, es la que se produce como efecto de las resistencias que los 
otros le presentan. Es decir, sus deseos no se ejecutan inmediatamente, sólo se llevan a cabo si son 
compartidos por otros. 
 Los otros son tan necesarios que sin ellos no llegaríamos a ser nosotros mismos. Lo que cada 
uno de nosotros ha llegado a ser es el efecto de nuestra interacción con los que nos rodean. 
Podemos considerar que el desarrollo social y las relaciones con los otros hacen posible la 
asimilación de la cultura, y contribuyen poderosamente al desarrollo intelectual en los pequeños. 
 El factor de interacción social es muy importante. Se han realizado muchos estudios para 
comprobar hasta qué punto la interacción facilita o permite el aprendizaje. En este contexto, 
Patricia Kuhl (2004), llevó a cabo dos experimentos para demostrar la validez y la importancia de 
la interacción en la adquisición de una lengua. En el primero, Kuhl trabajó con un grupo de niños 
que, en un número determinado de sesiones, jugaban con hablantes nativos utilizando juguetes o 
cuentos. Así era como se producía la interacción, el resultado fue que esa exposición a la lengua, 
se facilitaba la integración de las destrezas orales. 
 En el segundo experimento, otro grupo de niños tuvo acceso a la lengua a través de películas 
en varias sesiones. En este caso, solamente las destrezas receptivas se desarrollaron. La conclusión 
38 
 
 
 
obtenida por la investigadora fue que “Simplemente ver la televisión o escuchar un audio no 
muestra un aprendizaje fonético, la percepción de los niños no mejoró tanto como lo hizo en la 
interacción” (p.723) 
 La interacción, por tanto, es esencial en los procesos de aprendizaje, no sólo porque se 
perfeccionan las distintas habilidades lingüísticas, sino porque entran en juego factores sociales 
que potencian el desarrollo cognoscitivo. 
 Los mayores cambios en las relaciones sociales ocurren entre los 6 y 7 meses y 
aproximadamente hasta los 24 meses. Los bebés aumentan sus habilidades de comportamiento 
intencionado, la comunicación lingüística y respuestas apropiadas para contextos diferentes. A 
medida que transcurre la infancia van aumentando las interacciones y existe una mayor tolerancia 
a la separación de la figura de apego. 
 A partir de los 3 meses, los bebés aumentan su propio nivel de actividad en presencia de un 
igual. Ellos inician sus interacciones tocando, articulando o sonriendo a sus iguales, y, por tanto, 
aumentando su sensibilidad ante signos sociales. Entre los 6 y los 12 meses, los bebés aumentan 
significativamente sus conductas sociales hacia sus iguales y disminuyen progresivamente los 
contactos físicos. A partir del año y medio empiezan a utilizar los signos convencionales (gestos 
y palabras) para comunicarse con sus iguales. Hacia finales del segundo año empieza a aparecer 
cooperación y conflicto en sus interacciones (principalmente en la utilización de juguetes y en su 
espacio personal). Al mismo tiempo, si tienen oportunidad de elegir, preferirán jugar con un igual 
que con un adulto. 
 El hecho de que los niños de esta etapa prefieran socializar con sus iguales en lugar de los 
adultos, no significa que estos sean indiferentes. Alrededor de los 8 meses, los bebés empiezan a 
39 
 
 
 
distinguir entre los adultos familiares y los no familiares, mostrando señales de aprehensión hacia 
estos últimos. Una variedad de estudios, han indicado que los bebés muestran interés y son capaces 
de interactuar con personas nuevas. Esta habilidad puede ser la base para la formación de las 
relaciones con los otros. Los resultados de la interacción social influirán en el desarrollo de la 
infancia. Con el tiempo, las habilidades expresivas y sociales del niño mejoran como resultado de 
las experiencias sociales. 
2.1. La percepción y la imitación en la primera Infancia. 
 La percepción constituye el primer requisito para la experimentación e interpretación del 
mundo. Hay una serie de sistemas neuronales que ayudan el funcionamiento visual humano: como 
lo son: la retina, el núcleo geniculado lateral, la corteza visual y el colículo superior. Ninguno de 
estos sistemas parece estar totalmente desarrollado en el nacimiento. 
 Se ha coincidido en que la agudeza visual del recién nacido es muy pobre y mejora 
considerablemente durante los primeros seis meses de vida. La mejora parece ser debida en gran 
parte, a cambios madurativos más que a la experiencia mirando a los objetos y sucesos. En general, 
los recién nacidos tienden a mostrar una preferencia visual por pautas con densidad de contorno 
grande. 
 A medida que los bebés aprenden más sobre los objetos y sucesos específicos del entorno 
(personas y sus acciones), la memoria y el significado se convierten en determinantes de lo que 
miran. El examen visual y la visión del color también mejoran durante los primeros meses de vida. 
 Estudios recientes han mostrado que a los tres o cuatro meses, como mínimo, los bebés tienden 
a percibir las imágenes y los sonidos como partes del mismo suceso si están temporalmente40 
 
 
 
sincronizados. También se ha visto que los recién nacidos son capaces de imitar movimientos 
faciales. 
 La imitación es la actividad de coincidencia por excelencia. En los últimos 40 años, el 
descubrimiento de la imitación neonatal (Maratos, 1973; Meltzoff & Moore, 1977) y el 
reconocimiento de las imitaciones faciales y vocales recíprocas en las tempranas proto 
conversaciones adulto-bebé (Trevarthen, 1998) han llevado a que distintos investigadores 
propongan que la imitación constituye una vía privilegiada y fundamental para el contacto social 
temprano porque establece una conexión directa y fácilmente accesible con los otros. 
 Por su parte, los estudios sobre imitación realizados por Meltzoff y Moore (1977), han aportado 
datos bastante sólidos sobre la existencia de imitaciones faciales y manuales en los bebés de 2 a 3 
semanas. La importancia del trabajo de estos autores reside en que sostenían abiertamente que 
estas imitaciones muestran la existencia de una capacidad, probablemente innata, de 
representación en los recién nacidos que les permitiría realizar el emparejamiento entre el modelo 
visual y la propia acción del sujeto. 
 Meltzoff ha utilizado los experimentos con la imitación en las primeras semanas de vida para 
afirmar que los infantes están biológicamente preparados para percibir correspondencias 
transmodales entre lo que observan en los rostros de sus coparticipantes y lo que perciben 
propioceptivamente a partir de sus propias caras. La percepción por parte de un infante de 
correspondencias entre su propia conducta y la de su co participante, le proporciona una 
relacionalidad fundamental entre el yo y el otro. 
 Mientras que se refiere al autorreconocimiento como una información estática sobre sus 
características, hay otra fuente clave de información sobre el yo (self) que son los patrones de 
41 
 
 
 
movimiento espacio-temporal. “La primera noción del self, primordial psicológicamente, no se 
refiere a las peculiaridades de las características propias, sino más bien a los movimientos, las 
posturas corporales y los potenciales” (Meltzoff, 1977, p. 142). Los adultos son potencialmente 
espejos sociales: pueden observarse en las acciones de los otros. Los infantes pueden reconocer de 
modo similar que los movimientos en el otro son “como yo”. 
 En el estudio realizado en 1977, los resultados evidenciaron que los infantes podían imitar 4 
gestos diferentes de los adultos: “boca de puchero”, abertura de boca, sacar la lengua y movimiento 
secuencial de dedos. En una segunda situación experimental, se testeó si los bebés podían imitar 
gestos faciales un tiempo después de haber presenciado el estímulo. Sorprendentemente, los 
resultados evidenciaron que los infantes imitaban dos gestos (sacar la lengua y abrir la boca) 
después de que se les sacaba el chupete. 
 Posteriormente, se realizó otro estudio con bebés menores a 72 horas de nacidos, (el menor 
tenía 42 minutos de vida). Se modificaron ciertas condiciones experimentales para adaptarse a 
bebés muy pequeños. Este cambio implicó que, dado que los bebés eran muy pequeños, el 
experimentador alternaba entre 20 segundos de gesto y 20 segundos de cara quieta, ya que los 
bebés a esa edad no pueden estar alertas mucho tiempo. Los resultados arrojaron que más del 70% 
mostró conductas de imitación (especialmente abrir la boca y sacar la lengua). 
 
 
 
 
42 
 
 
 
 Las percepciones no son registros directos del mundo que nos rodea; el ser humano por medio 
de éstas, construye el conocimiento del mundo utilizando diferentes sistemas sensoriales. Según 
Kandel, Schwartz y Jessell (1996): 
“Los sistemas sensoriales reciben información del medio a través de células 
especializadas en la periferia del organismo que trasmiten esta información al sistema 
nervioso central. Allí, la información se utiliza principalmente para cuatro funciones: la 
percepción, el control del movimiento, la regulación de las funciones de los órganos 
internos y el mantenimiento de la activación. Aunque nosotros tendemos a considerar la 
sensación como una experiencia consciente no toda la información sensorial lo es. 
(p.397)” 
2.2. Desarrollo de la comunicación gestual intencionada en bebés. 
 La comunicación constituye un proceso central a través del cual se intercambian y construyen 
significados con otros, a lo largo de todo el ciclo vital. Dentro de este proceso, el lenguaje gestual 
ocupa un importante lugar. Ya desde los primeros meses de vida los niños utilizan este lenguaje 
para manifestar sus necesidades, expresar sus sensaciones y sentimientos, y vincularse con otras 
personas, así como con el mundo que los rodea. 
 El desarrollo de gestos de manera espontánea en el bebé ocurre de manera natural, ligado al 
ciclo vital, apreciándose que suelen ser bastante comunes entre los 10 y 24 meses de edad, y se 
aprenden a través de rutinas interactivas con los adultos, así como de la observación de modelos. 
 Este aprendizaje de los gestos se da en un momento en que en el lactante aparece una necesidad 
de comunicarse, acompañada de un gran desarrollo cognoscitivo, y donde la habilidad gestual 
aparece más tempranamente al desarrollo de la habilidad para producir palabras. 
43 
 
 
 
 Los gestos son concebidos como indicadores relevantes de una etapa prelingüística, como 
conductas que preceden y preparan la emergencia del lenguaje verbal (Volterra, Caselli, Capirci 
& Pizzuto, 2005). 
 Así, podemos plantear que los gestos durante los dos primeros años de vida predicen los 
posteriores hitos del lenguaje. 
 Estudios empíricos realizados en niños ciegos de nacimiento muestran que estos realizan gestos 
simbólicos al comunicarse, que estos gestos se dan en la mayoría de los contextos en los cuales lo 
hacen los niños normales y que los gestos que realizan se parecen tanto en forma como en 
contenido a los de los niños que pueden ver. Estos datos indican que los gestos cumplen una 
función importante para la persona que habla, independientemente de su impacto en la persona 
que escucha, la cual tiene que ver con la forma en que se representa el abordaje de una situación. 
 Ante esta situación, podríamos considerar lo planteado por Goldin-Meadow y Morford (1985): 
“la comunicación en los seres humanos es un fenómeno resiliente; cuando se impide que salga por 
la boca, emana de manera casi incontenible por los dedos” (p. 146). 
 En un estudio realizado con 48 niños sobre la categorización de objetos desconocidos, se pudo 
apreciar que, a los 18 meses de edad, los niños interpretaban espontáneamente el gesto, al igual 
que la palabra, como el nombre de un objeto, en cambio a los 26 meses lo hacían sólo con la 
palabra (Namy & Waxman, 1998). 
 Aunado a esto, se confirmó que la mayoría de los niños evaluados a los 16 meses, tenían un 
mayor vocabulario gestual que verbal y preferían comunicarse en la modalidad gestual, mientras 
que, a los 20 meses, tenían un mayor vocabulario verbal que gestual y empleaban las palabras de 
manera más frecuente que los gestos. 
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 Como ya he mencionado, el niño puede desarrollar los gestos simbólicos a través de la imitación 
de los adultos y en especial de sus figuras significativas, o bien, puede crearlos de manera 
espontánea dentro del proceso comunicativo en el que se encuentre inmerso. 
 En observaciones realizadas por Acredolo & Goodwyn (2001), así como a través del reporte de 
los padres, se ha visto que los niños que han sido estimulados en la utilización de los gestos para 
comunicarse, se frustran y enojan menos, lloran menos, y no utilizan preferentemente los gritos 
como formas de llamar la atención. 
 Ello puede entenderse considerando que la posibilidad de comunicarse a través de gestos le 
permite al niño transmitir de una manera sencilla y rápida sus necesidades, lo cual disminuye su 
frustración,

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