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1 PÃrez-Pareja, J (1997) Autoinformes En G Buela y J Sierra Manual de evaluaciÃn psicolÃgica Madrid Siglo XXI

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MÓDULO 0614 - METODOLOGÍA II. EL MÉTODO CIENTÍFICO Y LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 1 
 
 
UNIDAD III. FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y PRÁCTICOS DE LA AUTOBSERVACIÓN 
 
 
 
 
 
L e c t u r a 2 
Pérez-Pareja, J. (1997). Autoinformes. En G. Buela 
y J. Sierra (dirs.). Manual de Evaluación 
Psicológica. Madrid: Siglo XXI. (Cáp. 
15). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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INDICE 
 
 
AUTOINFORMES .........................................................................2 
Conceptos y principios básicos .................................................2 
Tipos de autoinformes............................................................8 
Cuestionarios, inventarios y escalas ..................................8 
Pensamiento en voz alta ....................................................8 
Factores que afectan la bondad de los autoinformes................9 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
MÓDULO 0614- METODOLOGÍA II. EL MÉTODO CIENTÍFICO Y LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 2 
 
AAUUTTOOIINNFFOORRMMEESS 
 
Un autoinforme «supone un mensaje verbal que una 
persona emite sobre cualquier tipo de manifestación propia» 
(Fernández-Ballesteros, 1992, p. 218); es decir, los autoinformes 
son producto de la introspección o la autoobservación que una 
persona realiza sobre su propia conducta. Como podemos 
comprobar, la propia definición de autoinforme contiene 
implícitamente una gran heterogeneidad conceptual sobre las 
posibles propiedades de los contenidos autoinformados. A esta 
heterogeneidad en el contenido se suman las distintas 
elaboraciones que el evaluador pueda realizar. El evaluador 
puede considerar la información obtenida a través de un 
autoinforme como una simple respuesta verbal o como expresión 
verbal de un evento encubierto o, incluso, como signo de un 
atributo interno. Por otra parte, en cuanto a los contenidos, el 
autoinforme permite conocer y evaluar conductas manifiestas y 
fisiológicas, las cuales son contrastables, así como conductas 
encubiertas a través de la autoobservación del sujeto. Asimismo, 
en muchos casos el in-forme verbal es la única vía de transmisión 
de determinadas respuestas (pensamientos, sentimientos...), de 
forma que a través de los autoinformes lo inobservable se hace 
observable, es decir, se puede poner de manifiesto lo encubierto. 
De aquí surge la polémica en torno a los autoinformes, pues, 
como señala Lieberman (1979), éstos han sido considerados 
como una manera de presentar renovadamente la introspección. 
Así, como es de sobra conocido, la introspección supuso el 
método por excelencia a la hora de elaborar la primera psicología 
científica, siendo posteriormente enormemente criticado y 
rechazado por enfoques más modernos de la misma. 
Conceptos y principios básicos 
 
Como indicábamos en el apartado anterior, pese a su 
utilidad, los autoinformes como procedimiento de recogida de 
información han sido profusamente criticados, fundamentalmente 
a partir de la aparición del modelo conductual. De este modo, tal 
como señalan Jensen y Haynes (1986), desde la perspectiva del 
modelo conductual los autoinformes han sido criticados tanto por 
razones teóricas como por motivos de naturaleza empírica; entre 
estas razones destacan las siguientes: 
• El carácter subjetivo de los datos obtenidos a través de los 
autoinformes frente al énfasis que desde el modelo 
conductual se realiza acerca de la objetividad de la 
evaluación (Haynes, 1978). 
• La falta de validez externa de los datos obtenidos por 
autoinforme (Mischel, 1968; Bellack y Hersen, 1977), lo cual 
implica cuestionar la validez de la información subjetiva que 
afecta tanto a los autoinformes utilizados en contextos 
clínicos (Rankin, 1990) como a los utilizados en investigación 
básica o en laboratorio (Baker y Brandon, 1990). 
• La evaluación realizada a través de los mismos se dirige 
mayoritariamente a la evaluación de rasgos de personalidad; 
es decir, con los cuestionarios se pretenden evaluar 
fundamentalmente constructos. 
Sin embargo, dichos autores igualmente indican que a 
pesar de las críticas recibidas, los autoinformes son utilizados en 
la formulación y análisis de gran cantidad de problemas 
conductuales, tales como la falta de asertividad, problemas de 
interacción social, ansiedad, ingesta de sustancias, hábitos de 
vida inadecuados, etc. Si bien, tal como señala Fernández-
Ballesteros (1992), no podemos generalizar la bondad ni la 
inadecuación de dicha técnica, dado que el grado de adecuación 
de la misma vendrá determinado por el tipo de manifestación o 
actividad a la que se refiera el informe, así como a la forma de 
conceptualizarlo. Sin embargo, los autoinformes presentan toda 
una serie de ventajas potenciales que han incrementado su uso; 
entre dichas ventajas podríamos destacar las siguientes: 
 
• La relación entre su bajo coste temporal y económico, y la 
alta eficacia que representa su uso. 
• Generalmente, poseen validez para determinados problemas 
conductuales, resultando de enorme utilidad en su 
evaluación, debido principalmente a que los informes 
subjetivos de las personas son una de las primeras razones 
mediante las que se inicia una intervención psicológica. 
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• Los autoinformes pueden poseer puntuaciones objetivas, lo 
cual minimiza el nivel (le inferencia por parte del evaluador. 
• Son aplicables a un amplio rango de población y a múltiples 
problemas de conducta. 
• Pueden usarse para reunir datos en índices de respuesta 
múltiple. 
 
Asimismo, y desde la perspectiva conductual, el uso de 
autoinformes cumple con una serie de funciones entre las que 
cabe señalar las siguientes: 
 
• Recogida de información histórica y/o demográfica. 
• Investigación y diagnóstico. 
• Identificación y descripción de conductas. 
• Identificación de variables de utilidad para el análisis funcional 
y para el diseño de programas de intervención. 
• Evaluación de los resultados de la intervención. 
• Evaluación del proceso terapéutico. g. Evaluación de la 
validez social. 
Por otra parte, el reconocimiento de las ventajas, así 
como el extenso uso que de los autoinformes se realiza desde la 
perspectiva conductual, no ha hecho más que incrementar la 
aparición de los problemas que se derivan del mismo y que 
fundamentalmente se centran en los siguientes aspectos: 
 
• Adopción de la técnica de autoinforme desde una perspectiva 
tradicional, no conductual. 
• Aplicación inapropiada. 
• Menosprecio de las consideraciones y garantías de 
naturaleza psicométrica (inconsistencia interna, ausencia de 
validación multimétodo de los constructos utilizados...). 
 
Junto a estos problemas potenciales aparece un problema 
adicional que afecta a la mayoría de los autoinformes construidos 
o usados desde la perspectiva conductual. En muchas 
ocasiones, los datos obtenidos con estos instrumentos consisten 
en el sumatorio de puntuaciones relativas a una serie de ítems 
que son conceptualizados como una muestra representativa del 
universo de conductas o conductas problema. Sin embargo, esta 
simple adición de puntuaciones no proporciona información sobre 
variables antecedentes, organísmicas y consecuentes asociadas 
a la conducta o conductas problema. 
En otro orden de cosas, es importante hacer notar que la 
validez del autoinforme depende en gran medida de la naturaleza 
y concepto de la respuesta evaluada. Dicho en otras palabras, y 
tal como señala Fernández-Ballesteros (1992), la información 
verbal de las personas puede referirse tantoa manifestaciones 
de naturaleza externa como interna; es decir, una persona a 
través de un autoinforme puede informar sobre sus conductas 
motoras, sobre sus respuestas fisiológicas y/o sobre sus 
cogniciones. Pero, del mismo modo podía manifestar su 
experiencia subjetiva relativa a lo que hace, lo que dice o lo que 
siente o, incluso, sus atribuciones, expectativas, predicciones, 
etcétera. 
Por otra parte, existe una enorme diferencia entre los 
datos aportados por las distintas posibilidades de información 
verbal realizada. La diferencia estriba en el grado de 
contrastabilidad; es decir, en la posibilidad de comprobación 
objetiva de los datos aportados por cada uno de los distintos 
autoinformes emitidos. De este modo, y siguiendo a Fernández-
Ballesteros (1992), los autoinformes sobre conductas motoras 
pueden contrastarse a través de la observación directa de las 
mismas; igualmente, las respuestas fisiológicas de las que nos 
informa la persona pueden ser verificadas por medio de técnicas 
basadas en registros psicofisiológicos. En ambos casos, existe la 
posibilidad de una contrastación objetiva de los datos aportados 
por el informe verbal de la persona que realiza las conductas. Sin 
embargo, la posibilidad de con-traste de los autoinformes sobre 
la experiencia subjetiva de las respuestas motoras y fisiológicas 
es prácticamente nula; es decir, no contamos con pruebas 
independientes que nos sirvan de criterio para contrastar la 
información verbal proporcionada por el sujeto. A pesar de ello, 
los autoinformes son la única vía posible para acceder a 
determinadas manifestaciones encubiertas del individuo. 
Ahora bien, no todas las manifestaciones encubiertas son 
igualmente accesibles. Así, tal como recoge Fernández-
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Ballesteros (1992), el grado de accesibilidad de la dimensión 
cognitiva difiere en función de si nos referimos a contenidos, a 
procesos o a estructuras cognitivas. Así, «los autoinformes son 
de gran utilidad a la hora de evaluar contenidos o productos 
mentales, resultan parcialmente útiles a la hora de evaluar 
procesos cognitivos y son irrelevantes a la hora de dar razón de 
estructuras cognitivas» (Fernández-Ballesteros, 1992, p. 221). 
Con todo, el problema de la contrastación de los autoinformes 
cognitivos sigue en pie. Sin embargo, aunque es cierto que no 
contamos con métodos independientes de comprobación de las 
variables encubiertas que hacen referencia al mundo subjetivo de 
las personas, resulta absoluta-mente necesario el conocimiento 
de dichos datos para poder evaluarlas. 
En este contexto, y siguiendo a la misma autora, aun 
admitiendo que el autoinforme cognitivo supone un procedimiento 
de recogida de información que no cuenta con criterios 
independientes de validación y, por lo tanto, presenta problemas 
en su objetivización, este tipo de autoinformes sí puede ser 
parcialmente contrastable, «en distintos momentos, para distintas 
tareas y mediante diferentes tipos de autoinformes, pudiéndose 
llegar así a una seudovalidación intrasubjetiva» (Fernández-
Ballesteros, 1992, p. 222). De esta manera, aunque no tengamos 
posibilidad de obtener una contrastación independiente de los 
datos, sí obtendremos una semivalidación de constructo o teórica 
de ese autoinforme en esa persona específica y para las situacio-
nes específicas estudiadas. Esta misma autora destaca una 
segunda posibilidad de contrastación indirecta de los 
autoinformes cognitivos al señalar la posibilidad de comprobar si 
se producen los correlatos fisiológicos y motores o los productos 
de conducta esperados teóricamente. Sin embargo, la no 
existencia de correlación entre dichos eventos y la experiencia 
subjetiva transmitida a través de autoinforme no se-ría motivo 
para invalidar estos datos, pues como se ha evidenciado 
empíricamente existe una cierta independencia entre las distintas 
modalidades de respuesta que impide en cierta medida utilizar 
datos motores o fisiológicos como criterios de validación de los 
autoinformes sobre contenidos mentales. Por todo ello, 
Fernández Ballesteros (1992) propone los siguientes criterios 
para incrementar y garantizar la calidad de los autoinformes: 
1. Hacer uso de técnicas de autoinforme sobre cualquier tipo de 
conducta tan sólo como un primer procedimiento de recogida 
de información. 
2. El autoinforme sobre eventos internos debe ser considerado 
como datos cognitivos y no como indicadores sobre atributos, 
características e estructuras internas. 
3. Contrastar la información obtenida a través de un tipo de 
autoinforme con la información que se desprenda del uso de 
otros procedimientos de autoinforme relativos al mismo tipo 
de conducta. Igualmente, establecer relaciones entre las tres 
modalidades de respuesta (cognitiva, fisiológica y motora). 
4. Evitar predecir conductas motoras a partir de conductas 
cognitivas o urce versa sin contar con evidencias empíricas al 
respecto. 
5. Si se utilizan procedimientos estandarizados o tests para 
evaluar dimensiones de personalidad, éstos deben reunir las 
garantías psicométricas pertinentes. 
 
Por otra parte, las clases de variables a las que hacen 
referencia los autoinformes pueden ser (Fernández-Ballesteros, 
1992): 
a. Rasgos, dimensiones o factores de personalidad. Los 
tests, fundamentalmente los de personalidad, son autoinformes 
tipificados que han sido construidos a través de complejos 
procedimientos psicométricos que permiten obtener una 
puntuación diferencial de una determinada persona, a través de 
la cual se puede obtener la posición relativa que ocupa dicho 
sujeto en función de su grupo normativo y para una variable de 
naturaleza intrapsíquica dada. Según dicha autora, las 
características de estos autoinformes se pueden resumir en: 
• La conducta de la que se informa es considerada como un 
indicador o signo de un atributo o característica intrapsíquica, 
estable e inespecífica, poseída en distinta medida por todas 
las personas. 
• Los tests suponen procedimientos de medida indirectos de 
las características antes señaladas. 
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• La construcción de los mismos se realiza a través de 
estrategias racionales, empíricas o factoriales. 
• Con independencia de la estrategia elegida para la 
construcción de este tipo de autoinformes, dicha elaboración 
se ha realizado a través de diseños intersujeto. 
• Los elementos o ítems que conforman los tests normalmente 
están formulados desde la generalidad; es decir, en las 
instrucciones de tales tests se pide que el sujeto responda en 
la forma en que habitualmente se comporta, sin tener en 
cuenta la especificidad situacional de la respuesta. 
• La mayor parte de este tipo de autoinformes se ha construido 
desde los modelos diferencialista y biomédico. 
• Por último, este tipo de instrumentos nunca debe ser utilizado 
como procedimiento de evaluación de signos o variables 
intrapsíquicas. Su uso sólo nos permite establecer 
probabilidades de que suceda un determinado tipo de 
comportamiento a tener en cuenta en la orientación, 
clasificación o selección de la persona evaluada. 
 
b. Estados. Se trata de instrumentos de autoinforme 
construidos desde modelos en los que se enfatiza la 
especificidad del comportamiento. Así, desde estos enfoques se 
entiende que una persona puede presentar una determinada 
respuesta ante determinadas situaciones y no ante otras. Sus 
características fundamentales son: 
 
• La respuesta al autoinforme es considerada como una 
muestra de conducta que se refiere a la situación concreta 
que se presenta en el autoinforme. 
• Los autoinformes relativos a estados se refierenen el caso de 
las conductas a dimensiones específicas (ansiedad, 
dependencia, hostilidad...) y, en el caso de las situaciones, o 
bien se seleccionan en función de presupuestos teóricos 
preestablecidos o bien son de naturaleza abierta para poder 
evaluar los estímulos y/o situaciones que pueden resultar 
importantes a la persona objeto de evaluación. 
 
c. Repertorios clínicos conductuales. A pesar de las 
críticas ya señaladas que des-de el enfoque conductual se han 
venido realizando a los autoinformes y, fundamentalmente, a los 
referidos a dimensiones de personalidad, los evaluadores 
conductuales en general los vienen, no sólo aceptando, sino 
utilizando. Sin embargo, los autoinformes desde esta perspectiva 
presentan una serie de características propias: 
• Gran parte de los mismos han sido desarrollados para 
explorar problemas psicológicos de naturaleza clínica; la 
mayoría de ellos consta de un repertorio de respuestas 
cognitivas, fisiológicas y motoras seleccionadas en función de 
su frecuencia de aparición en un determinado trastorno de 
conducta. 
• Los datos conductuales obtenidos son considerados como 
muestra de conducta y no como signo de otro tipo de variable 
encubierta. 
• Las conductas están referidas a situaciones específicas. 
• Su utilidad dependerá del tipo de datos que se pretendan 
evaluar; así, tanto para especificar inicialmente un problema 
como para explorar las respuestas de naturaleza cognitiva, 
resultan imprescindibles. 
 
d. Repertorios, procesos y estructuras cognitivas. Existe 
toda una serie de autoinformes que han sido desarrollados con el 
objeto de evaluar constructos de naturaleza cognitiva. Los tres 
tipos de autoinforme más utilizados sobre constructos cognitivos 
son: 
• Autoinformes referidos a la percepción que la persona tiene 
de su ambiente. Las variables que se pretenden evaluar son 
creencias, atribuciones y habilidades relacionadas con las 
capacidades imaginativas. 
• Autoinformes que pretenden evaluar los automensajes o 
autoinstrucciones en general. Aquí también se incluyen los 
autoinformes que pretenden inferir los procesos o estrategias 
cognitivas que utiliza la persona para resolver una determina-
da tarea, así como las llamadas metacogniciones. 
• Autoinformes relacionados con el funcionamiento 
motivacional que evalúan generalmente expectativas, así 
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como repertorios para estimar los eventos tanto internos 
como externos que resultan reforzantes para el sujeto. 
 
Las características comunes a este tipo de autoinformes 
se pueden resumir del siguiente modo: 
 
• Las respuestas a los mismos son consideradas tanto como 
muestra como signo o indicador de supuestas variables o 
atributos internos; en el primer caso, la res-puesta se evalúa 
en función de la situación problema propuesta y, en el 
segundo, no se establecen referencias situacionales. 
• Algunos de estos autoinformes no presentan suficientes 
garantías científicas para su uso fuera del ámbito 
experimental. 
• Este tipo de autoinforme es útil cuando el problema a evaluar 
es de naturaleza, cuando los repertorios cognitivos se supone 
que explican trastornos motores o fisiológicos, por lo que en 
estos casos dichos repertorios son utilizados como variable 
independiente que habrá de manipularse, y para evaluar 
ciertas habilidades re-queridas en el tipo de intervención 
como el caso de la capacidad imaginativa en tratamientos 
encubiertos. 
 
Por otro lado, otro factor a tener en cuenta son las 
condiciones bajo las cuales tiene lugar el autoinforme; entre 
éstas merecen especial atención las siguientes: 
 
a. El tiempo. Uno de los aspectos fundamentales a la hora 
de considerar las res-puestas emitidas a través de los 
autoinformes se refiere a la diferencia temporal entre el momento 
en que ocurrieron los hechos y el informe sobre los mismos. De 
este modo, los autoinformes según el momento de ocurrencia del 
evento sobre el que se informa se clasifican en retrospectivos, 
concurrentes y futuros (Fernández-Ballesteros, 1992). Veamos 
brevemente cada uno de ellos. 
 
• Autoinformes retrospectivos. Se refieren a sucesos pasados, 
siendo los más numerosos. La mayoría de los autores está de 
acuerdo en que los autoinformes retrospectivos aumentan su 
fiabilidad a medida que se refieren a hechos del pasado más 
próximo. Sin embargo, igualmente se señala la necesidad de 
verificar con otras técnicas la información del pasado 
próximo. Por último, cuanto más específicos son los 
autoinformes sobre conductas del pasado próximo, mayor es 
la fiabilidad de los mismos. 
• Autoinformes concurrentes. La persona informa de lo que 
está ocurriendo en el mismo instante. Sin embargo, en estos 
casos la información verbal del sujeto sobre lo que está 
sucediendo en el instante es reactiva y puede alterar el 
contenido de la misma. Por ello, con el fin de reducir el efecto 
de la reactividad en los autoinformes concurrentes, se 
aconseja recoger la información sobre lo ocurrido 
inmediatamente después de haberse producido el hecho y no 
durante el transcurso del mismo. Por otra parte, la mayoría de 
este tipo de autoinformes se suele emplear en situaciones 
artificiales o de laboratorio y desde enfoques 
fundamentalmente cognitivos interesados en investigar los 
eventos y estrategias internas que ocurren mientras se realiza 
una determinada tarea. No obstante, tal como señala 
Fernández-Ballesteros (1991, p. 279) este tipo de autoinforme 
es «perfectamente aplicable en el ámbito de la evaluación 
psicológica cuando nos interesa conocer cómo nuestro sujeto 
de evaluación realiza determinadas tareas intelectuales 
estándar o específicamente creadas para él». Igualmente, y 
desde la perspectiva conductual, el énfasis que dicho modelo 
ha puesto en la evaluación de la conducta de las personas en 
situaciones naturales y en el mismo momento que ésta se 
produce ha propiciado la extensión de procedimientos tales 
como la autoobservación o el autorregistro, que han supuesto 
una aportación fundamental a la evaluación psicológica. 
• Autoinformes futuros. Se trata de informes verbales sobre lo 
que la persona piensa que va a ocurrir. En este caso interesa 
el grado de predictibilidad del informe, el cual tiende a 
incrementarse cuando se refiere a conductas moto-ras, 
fisiológicas o cognitivas específicas y ligadas a situaciones 
concretas, cuando las expectativas del sujeto se basan en 
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experiencias anteriores, y cuando la diferencia temporal entre 
lo que se informa esperar y los hechos reales no sea ex-
cesiva. 
 
Por último, cabría destacar que la exactitud del 
autoinforme parece ser directamente proporcional al período de 
tiempo existente entre la ocurrencia del hecho in-formado y su 
producción. Así, los autoinformes concurrentes parecen 
presentar mayores garantías que los retrospectivos, a pesar de 
los posibles problemas de reactividad que pueden suscitar en las 
personas evaluadas. 
 
b. La situación. Cualquier tipo de información a través de 
autoinformes sólo puede ser obtenida o bien en situación 
artificial, es decir, en el laboratorio o en un despacho o consulta, 
y en situación natural. 
 
• Situación artificial (despacho, consulta...). En general, 
cualquier tipo de auto-informe —comenzando por la 
entrevista— se aplica en situación artificial. Sin embargo, en 
sentido estricto se considera autoinforme de laboratorio tan 
sólo a las verbalizaciones que una persona realiza sobre sí 
mismo en una situación experimental. El interés de este tipo 
de registro a través de autoinformes de laboratorio se centra, 
entre otras propiedades, en lamayor oportunidad y rapidez, y 
menor costo que éstos representan en relación a 
autoinformes obtenidos en situación natural. Por último, para 
obtener este tipo de autoinformes se utilizan procedimientos 
tales como tests situacionales, representación de papeles y 
tareas cognitivas. 
• Situación natural. La persona puede informar en el mismo 
momento o poco después de producirse en la vida real el 
evento sobre el que se pide información. Este procedimiento 
se viene denominando autorregistro o autoobservación. 
 
c. Las preguntas. Las preguntas, es decir, las 
instrucciones para realizar los auto-informes, presentan múltiples 
posibilidades. Todas las posibles formas de recoger información 
a través de autoinformes implican distintos grados de 
estructuración en las preguntas formuladas. Por ello, los 
autoinformes pueden ser considerados en función del grado de 
estructuración de las preguntas. 
• Preguntas estructuradas. La evidencia empírica demuestra 
que cuanto más específico sea un autoinforme mayor valor 
predictivo posee; es decir, cuanto más estructurada sea la 
pregunta y se refiera a situaciones y respuestas específicas, 
más valor tendrá la información obtenida a través del 
autoinforme. 
• Preguntas no estructuradas. En este caso la persona informa 
con total libertad, como ocurre por ejemplo en la 
autobiografía, forma especial de entrevista o en la técnica del 
pensamiento en voz alta. 
 
Entre las preguntas estructuradas y las no estructuradas 
podríamos situar las semiestructuradas. Un autorregistro o una 
"escala de miedos" podrían considerarse como instrumentos de 
autoinforme con preguntas semiestructuradas; en ellos es la 
propia persona la que especifica la situación y no el evaluador. 
 
d. Las respuestas. Como resulta evidente, las respuestas 
son función de los estímulos, en este caso, de las preguntas. A 
veces, las preguntas más o menos estructuradas pueden 
contestarse de forma abierta; en otras ocasiones, las respuestas 
son forzadas. 
 
• Respuesta abierta. Por ejemplo, en la entrevista se permite a 
la persona evaluada responder de manera abierta a las 
preguntas que se le formulan. 
• Respuesta dicotómica (Sí/No, Apropiado/No apropiado o 
Verdadero/Falso). Las preguntas que contienen una 
afirmación suelen ir seguidas de una doble alternativa de 
respuesta en términos de "sí" o "no". 
• Respuestas escalares. En las escalas de apreciación el 
objetivo es contrastar hasta qué punto una determinada 
sentencia es o no aplicable a un determinado sujeto según un 
determinado rango. Este rango se expresa a través de 
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escalas numéricas (por ejemplo, de 0 a 7), escalas gráficas o 
escalas de adjetivos o adverbios. 
• Alternativas ipsativas. En este caso la persona responde 
según un orden de preferencia sobre al menos tres elementos 
que se refieren al grado en el que dichos elementos le son 
aplicables o preferidos. 
 
e. El tratamiento de los resultados. A la hora de construir 
un autoinforme o cualquier otra técnica de evaluación 
disponemos de tres estrategias (Kelly, 1967): racionales, 
empíricas y factoriales. La mayor parte de los autoinformes 
procedentes de las teorías de rasgos han sido construidos a 
través de estrategias empíricas o factoriales. Para ello se han 
realizado diseños grupales para poder encontrar y analizar 
diferencias individuales. De este modo, la puntuación directa que 
obtiene una determinada persona al responder a un determinado 
autoinforme ha de convertirse en una puntuación que refleje la 
posición relativa de dicha persona en relación a su grupo de 
referencia; es decir, en este tipo de autoinformes las respuestas 
de un sujeto sólo ad-quieren significado al compararlas con las 
de los demás. 
Por contra, en otros autoinformes —los repertorios 
conductuales— las puntuaciones obtenidas por los distintos 
sujetos no son comparables entre sí. En estos casos la 
puntuación obtenida sólo es relevante para conocer la conducta 
del propio su-jeto evaluado y en función de los distintos 
parámetros que la definen: ocurrencia o frecuencia, grado o 
intensidad, etcétera. 
Tipos de autoinformes 
Se pueden describir cuatro tipos de autoinforme: la 
entrevista; los cuestionarios, inventarios y escalas; el 
autorregistro, y las técnicas de pensamiento en voz alta. En este 
capítulo no nos ocuparemos ni de la entrevista ni del 
autorregistro, debido a que ambos procedimientos son tratados 
de forma más precisa en otros capítulos de este manual. 
Cuestionarios, inventarios y escalas 
 
A los autoinformes estructurados que se presentan de 
manera integrada y en forma de lista o formulación secuenciada 
se les denomina cuestionario o inventario, aun-que igualmente se 
les denomina repertorio, listado o escala. Estos autoinformes 
están constituidos por un formulario de preguntas o 
aseveraciones ante las cuales el sujeto ha de responder. Los 
cuestionarios implican respuestas expresadas dicotómica o 
nominalmente (sí/no, verdadero/falso...), los inventarios pueden 
responderse tanto de manera nominal como ordinal (1.°, 2.°, 3.°, 
etc.) y en las escalas la respuesta es ordinal o de intervalo (nada 
= 0; algo = 1; bastante = 2; mucho = 3; muchísimo = 4). Estos 
autoinformes son los más extendidos en evaluación psicológica, 
tanto desde una perspectiva tradicional en la evaluación de 
rasgos de personalidad como des-de otras perspectivas en la 
evaluación de repertorios clínico-conductuales, y constructor 
cognitivos y motivacionales. 
Siguiendo a Fernández-Ballesteros (1992), las 
características de este tipo de auto-informes podrían resumirse 
del siguiente modo: 
 
• Presentan una forma estructurada, tanto en la formulación de 
las preguntas como en el tipo de respuesta exigida. 
• Evalúan conductas especificadas de antemano. 
• Solicitan información sobre hechos que ocurren con alta 
frecuencia en la vida real y cotidiana de las personas. 
 
Por último, estos instrumentos se diferencian entre sí en 
dos aspectos; en primer lugar, en el tipo de estrategia utilizada en 
su construcción y, en segundo lugar, en el tipo de respuesta que 
se exige al sujeto (nominal, ordinal o de intervalo). 
Pensamiento en voz alta 
 
Los autoinformes denominados "de pensamiento en voz 
alta" son procedimientos de recogida de información sobre 
conductas fundamentalmente de naturaleza cognitiva que 
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generalmente se realizan en situaciones experimentales o de 
laboratorio. Igualmente, constituyen técnicas no estructuradas, 
dado que a la persona se le permite cualquier tipo de respuesta 
y, temporalmente, concurrentes. 
Tal como expusimos en apartados anteriores, estas 
características implican problemas de reactividad en el sujeto 
evaluado y una clara limitación de la información que éste 
suministra sobre sus pensamientos. Se pueden señalar tres 
procedimientos básicos para registrar los "pensamientos en voz 
alta": 
• Monólogo continuo. Se pide al sujeto evaluado que verbalice 
sus pensamientos y/o sentimientos mientras está realizando 
una determinada tarea (general-mente propuesta por el 
evaluador); este procedimiento puede aplicarse a cualquier 
prueba manipulativa. 
• Muestras de pensamiento. El evaluador fija los intervalos de 
tiempo en los que la conducta va a ser registrada y pide al 
sujeto evaluado que verbalice lo que piensa o siente en cada 
uno de los momentos señalados. 
• Registro de eventos. Este procedimiento puede equipararse 
al autorregistro de conductas cognitivas, puesto que el sujeto 
evaluado verbaliza sus cogniciones cuando son de interés 
para el evaluador. El principal problema que presenta este 
procedimientoes que la persona evaluada debe discriminar 
entre la información re-levante e irrelevante. 
 
Por último, se pueden registrar en magnetófono o en 
vídeo las distintas verbalizaciones de los sujetos. Este 
procedimiento permite trasladar el registro de las verbalizaciones 
de acontecimientos internos a las situaciones naturales. 
Igualmente, es importante hacer notar que el análisis de "los 
pensamientos en voz alta" presenta ciertas dificultades, ya que 
éste debe ser tanto cuantitativo como cualitativo y no existe una 
vía normalizada de análisis. No obstante, Fernández-Ballesteros 
(1992) señala algunas sugerencias al respecto: 
 
• Categorizar el contenido verbal en función del previo análisis 
de la tarea asignada. 
• Clasificar las verbalizaciones del sujeto evaluado según las 
fases del proceso cognitivo propuestas por Brown (1978): 
o Análisis y caracterización del problema. 
o Reflexiones sobre conocimientos que pueden ser 
aplicables en la solución de la tarea. 
o Planes para la resolución del problema. 
o Comprobaciones. 
o Análisis interjueces de los protocolos según los estilos de 
pensamiento implícitos en las verbalizaciones y con el 
apoyo de la técnica-Q de Meichenbaum y Bluter (1979). 
 
Según lo expuesto anteriormente, podemos afirmar que 
este tipo de autoinformes no cuenta con las suficientes garantías 
empíricas para demostrar su valor; no obstante, tal como sucede 
con cualquier otra técnica de autoinforme, su utilidad está en 
gran medida condicionada a la obtención de resultados similares 
con la utilización de otras técnicas en la evaluación de las 
mismas respuestas. 
Factores que afectan la bondad de los autoinformes 
 
Como hemos visto, no es posible hablar de exactitud, 
fiabilidad, validez y utilidad de los autoinformes en términos de 
globalidad debido a la enorme heterogeneidad que presentan. 
Dicho en otras palabras, la bondad de los autoinformes está en 
función del tipo de variable evaluada, tipo de pregunta que 
contengan, tipo de respuesta que exijan, etc. Todo ello 
imposibilita un tratamiento homogéneo de sus potenciales 
propiedades psicométricas. Como destaca Fernández-
Ballesteros (1991, p. 281), al referirnos a las garantías 
psicométricas de los autoinformes nos podemos encontrar al 
menos con «cinco clases generales de autoinformes 
dependiendo de dos parámetros fundamentales: el grado de 
contrastabilidad de la información suministrada y el nivel de 
inferencia con el que el psicólogo interpreta el autoinforme». 
Estas cinco clases serían: 
En primer lugar, podemos considerar la respuesta a un 
autoinforme como una respuesta verbal frente a un estímulo 
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concreto. En este caso no se realizan inferencias, por lo que 
comprobar su estabilidad y generalidad no plantea ningún pro-
blema, aunque test y criterio serían la misma cosa. 
Igualmente, se puede utilizar el autoinforme para evaluar 
eventos manifiestos, tanto presentes como pasados, sin inferir 
ningún tipo de variable interna, ni atributo o constructo 
intrapsíquico. En este caso, la única inferencia que realizamos es 
la de otorgar credibilidad a los datos que nos proporciona el 
sujeto evaluado. Por ello, contar con un criterio independiente de 
contrastación empírica del autoinforme es algo fundamental. 
Una tercera posibilidad se refiere a los autoinformes sobre 
eventos que no pueden observarse directamente ni registrarse a 
través de técnicas de registro psicofisiológico. En este caso, el 
problema reside en que no existe criterio de validación in-
dependiente. 
En cuarto lugar, existe la posibilidad de que el evaluador 
infiera ciertos atributos o características intrapsíquicas a partir del 
autoinforme del sujeto evaluado. En este caso, la respuesta al 
autoinforme pretende validar la propia existencia del constructo 
que se infiere. 
Por último, la respuesta del autoinforme puede 
considerarse con valor propio sin conceder importancia a su 
contenido y analizarse como expresión de un atributo o 
característica propia del sujeto evaluado. En este caso, como 
sucedía en el anterior, lo importante es validar no la veracidad del 
autoinforme sino su intervención en la estructura a la que se 
supone pertenece. 
En resumen, al buscar las garantías científicas de los tres 
primeros tipos de auto-informe «estaremos, en el mejor de los 
casos, examinando la veracidad de la información suministrada 
por el sujeto», mientras que en los otros casos estaremos 
«comprobando la validez del constructo propuesto por la teoría» 
(Fernández-Ballesteros, 1991, p. 283). 
A lo anteriormente expuesto se suman los problemas 
producidos por la "tendencia de respuesta", que constituye uno 
de los factores distorsionantes de los resultados de los 
autoinformes. Se han intentado eliminar dichas distorsiones 
mediante variables correctoras, así como a través de 
modificaciones en la formulación de las instrucciones o en los 
elementos del autoinforme. De forma paralela, los estilos de 
respuesta se pueden considerar como variables de personalidad, 
es decir, como patrones conductuales que provocan respuestas 
consistentes en los individuos. Entre las principales fuentes de 
distorsión destacan las siguientes: 
• El sujeto evaluado de forma intencionada intenta falsear el 
resultado del auto-informe. 
• El sujeto evaluado de forma involuntaria se autodescribe 
según una imagen socialmente adecuada. 
• La respuesta del sujeto evaluado depende más del tipo de 
alternativa de respuesta que ofrece el autoinforme que del 
contenido de la pregunta formulada. 
Dichas fuentes dan lugar a los siguientes fenómenos: 
a. Simulación. Hablamos de simulación, falseamiento o 
engaño, o de su contrario "sinceridad", al referirnos al deseo 
deliberado del evaluado de falsear sus res-puestas. Sin embargo, 
a pesar de que la simulación es una de las principales fuentes de 
error de los autoinformes, se ha tratado de reducir sus efectos 
tanto mediante las instrucciones de la prueba y el contacto 
personal con el sujeto evaluado, solicitando su cooperación y 
honestidad, como con la introducción de escalas de sinceridad. 
Asimismo, algunos autores sugieren que este tipo de distorsión 
constituye una importante variable de personalidad del sujeto, si 
bien éste no es motivo para no intentar reducir al máximo sus 
efectos en los resultados del autoinforme. 
b. Deseabilidad social. El hecho de responder de acuerdo 
con lo que se cree socialmente aceptable no sólo tenemos que 
considerarlo como una importante fuente de error de los 
autoinformes, sino también como un indicador de la adaptación 
social del sujeto evaluado. 
c. Tendencias de respuesta. En esta fuente de error 
podemos distinguir dos subtipos que dependen del formato de 
respuesta elegido: 
 
• Asentimiento, definido como la tendencia del sujeto evaluado 
a responder "sí" o "verdadero" en los autoinformes de 
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respuesta dicotómica, independiente-mente del contenido de 
las preguntas formuladas. 
• Errores escalares propios de la utilización de escalas, 
generalmente adjetiva-das, de tres o más alternativas que 
permiten la gradación de la respuesta; entre los errores 
escalares más frecuentes cabe destacar dos. Por un lado, la 
tendencia a responder en el centro o tendencia central —
también denominada restricción de rangos— que consiste en 
dar respuestas tales como «algunas veces sí, y otras veces 
no», «ni de acuerdo, ni en desacuerdo»; es decir, implica 
responder de forma "no comprometida" o pobremente 
definida ya que la persona no elige direcciones favorables o 
desfavorables. Por otro lado, la tendencia a responder en los 
extremosde la escala, lo cual viene definido por la severidad 
de las respuestas; entre este tipo de tendencia encontramos 
respuestas tales como "nunca" y "nada" o "siempre" y 
"muchísimo". 
 
Asimismo, es importante hacer notar que si bien existen 
estadísticos para analizar y controlar dichas distorsiones en 
diseños de grupo y dentro de los que podríamos denominar 
autoinformes psicométricos tradicionales, esto no es así en el 
caso de los autoinformes conductuales. En efecto, Fernández-
Ballesteros (1991) informa que en una búsqueda bibliográfica de 
trabajos realizados sobre autoinformes, el 33% de los publicados 
entre 1977 y 1987 se dedicaba al estudio de la incidencia que las 
distintas fuentes de error (entre las que cabe destacar la 
deseabilidad y la sinceridad) tenían sobre este procedimiento ele 
evaluación. Sin embargo, entre estos trabajos son mucho menos 
frecuentes los que se dirigen a estudiar dichos problemas 
metodológicos en autoinformes construidos desde la perspectiva 
conductual. Entre las razones que podrían explicar esta laguna 
cabrían destacarse, tal como señalan Fernández-Ballesteros, 
Pérez-Pareja y Maciá (1981), las siguientes: 
 
• Por un lado, puede deberse al hecho de considerar estas 
variables de error como disposiciones o variables 
intrapsíquicas y, por tanto, sin interés desde la perspectiva 
conductual. 
• De otro lado, al considerar desde el modelo conductual a las 
respuestas auto-informadas como datos de un diseño 
intraindividual se supone que este tipo de estudios resultan 
innecesarios puesto que las distorsiones de respuesta 
actuarían tanto antes como después de la aplicación del 
tratamiento. 
 
c. Por último, desde el enfoque conductual se parte 
fundamentalmente del hecho de que los autoinformes no son 
más que fuentes de datos y no las más importantes; de ello se 
deduciría una cierta desatención hacia los problemas 
metodológicos de este procedimiento de evaluación psicológica. 
Sin embargo, si bien todos estos supuestos son 
perfectamente asumibles, siguiendo a los mismos autores, 
hemos de señalar que esto no justifica la ausencia de 
investigaciones al respecto; ello responde a los siguientes 
motivos: 
En primer lugar, porque un gran número de trabajos 
realizados desde la evaluación y modificación de conducta se 
han llevado a cabo con diseños grupales e in-tentando elaborar 
autoinformes generales, por lo que estaríamos en un supuesto 
similar a la construcción de autoinformes desde un enfoque 
tradicional psicométrico. 
En segundo lugar, porque aunque los autoinformes no se 
consideren generalmente como la única fuente de datos en 
evaluación y modificación de conducta, la realidad ha venido 
demostrando que en la práctica cotidiana en muchas ocasiones 
los propios psicólogos que se confiesan seguidores del 
mencionado modelo utilizan la información obtenida a través de 
autoinformes como fuente fundamental de información, si no la 
única. 
Asimismo, para ciertos trastornos los autoinformes 
pueden ser la fuente más importante de información. Igualmente, 
cuando se intentan relacionar los distintos métodos de evaluación 
psicológica (autoinforme, observación y registros 
psicofisiológicos) para evaluar una misma conducta o clase de 
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conductas y no se encuentra concordancia entre ellos, cabría 
preguntarse si tal ausencia de covariación no está mediatizada 
por las distintas fuentes de error que los planteamientos de la 
psicometría clásica ha demostrado que existen en determinados 
procedimientos de recogida de información. 
Así, y a modo de ejemplo, Fernández-Ballesteros y cols. 
(1981) comprobaron que en los autoinformes conductuales la 
distorsión de respuesta denominada deseabilidad social influía 
muy significativamente en las respuestas dadas a los mismos. 
Por último, tal como señala Silva (1989), una de las 
polémicas más candentes que se mantienen en el campo 
metodológico de la evaluación psicológica hace referencia a la 
posibilidad y conveniencia de integrar los principios y criterios 
psicométricos en los procedimientos propios de la evaluación 
conductual y, puntualmente, en los auto-informes conductuales. 
La mayoría de los autores parece apoyar esta posibilidad, pero 
otros la rechazan claramente. Este rechazo, según Silva (1989), 
sería debido a la disparidad en los supuestos de consistencia y 
estabilidad de la conducta que implica la teoría de los tests en su 
forma clásica, al nivel de análisis en el que se trabaja (grupal en 
la orientación psicométrica e individual [N=1] en el enfoque 
conductual), al diferente modelo de causalidad que utilizan 
(estructural intrapsíquico o R-R propio de la vertiente 
psicométrica y modelo funcional E-R propio de la vertiente 
conductual) (Hayes, Nelson y Jarret, 1986). Sin embargo, tal y 
como propone Silva (1989), un examen de las críticas a la 
vertiente psicométrica revela una serie de malentendidos y sobre 
todo algún desconocimiento de sus desarrollos más recientes. 
Así, la polémica en torno a la integración evaluación conductual y 
evaluación psicométrica se encuentra en un momento de revisión 
y análisis profundo. Tal vez el punto central de la polémica podría 
centrarse en los problemas de fiabilidad y validez que la propia 
evaluación conductual presenta. Así, desde este enfoque se ha 
defendido que los métodos conductuales no necesitan de los 
mismos tipos de validez que los métodos tradicionales. Con 
independencia de la bondad de esta afirmación, pues como es 
evidente en sentido estricto no existe validez de línea base, pues 
el criterio y la conducta son la misma cosa, esta afirmación sólo 
resulta cierta para algunas conductas, pero no sería válida para 
los códigos de observación, los autoinformes y las respuestas 
psicofisiológicas. Además, siguiendo a Fernández-Ballesteros 
(1979), los datos obtenidos por estas técnicas deberían cumplir 
los cinco universos de generalización para eliminar problemas 
metodológicos; a saber: 
 
• Puntuaciones; lo que observa el sujeto evaluado y lo que 
observa el evaluador coinciden, es decir, es válido para 
todos. 
• Contenido o ítems; lo que el evaluador obtiene como muestra 
de conducta del sujeto evaluado es representativo del 
universo de conductas del sujeto (validez de contenido). 
• Temporal; hasta qué punto la selección de respuestas que 
hace el evaluador del sujeto evaluado se mantiene a lo largo 
del tiempo; es decir, hasta qué punto la posible modificación 
de la conducta de un sujeto se produce como efecto del 
tratamiento o sólo es fruto del paso del tiempo. 
• Métodos; implica que lo que se obtiene con un método de 
evaluación se va a obtener con otro; es decir, que es 
necesario que exista correlación entre los distintos métodos 
que se utilicen para evaluar una misma conducta. 
• Dimensiones; normalmente en evaluación conductual no se 
pretende evaluar dimensiones, pero en los casos que sí se 
utilizan tiene que existir correlación. 
 
En todo caso, y con independencia de lo indicado hasta 
aquí, estamos ante una polémica abierta y de difícil solución a lo 
largo de estas páginas. 
Por otra parte, tal como hemos expuesto en los párrafos 
anteriores, si bien se ha investigado con cierta profusión sobre 
autoinformes desde una perspectiva correlacional o psicométrica, 
los trabajos realizados desde una perspectiva experimental han 
sido muy escasos. Es definitiva, se ha tratado de garantizar y 
estudiar los problemas de validez y fiabilidad de los autoinformes, 
se ha intentado conocer y controlar sus fundamentales fuentes 
de error, pero poco se ha hecho a través de la manipulación y 
control de las distintas variables que influyen en los autoinformes. 
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Entre los pocos trabajos de corte experimental realizados con 
autoinformes cabe señalar el de Fernández-Ballesteros y cols. 
(1981). En dicho trabajo se pone de manifiesto, por un lado, la 
falta de consistencia en los autoinformes de los sujetos antes y 
después de la situación experimental sobre la que informan, lo 
que demostraría la importancia de la temporalidad en la 
realización de los autoinformes; por otro lado, se destaca la es-
casa relación entre los tres métodos de evaluación utilizados 
(observación, autoinforme y registro psicofisiológico) para evaluar 
una misma conducta, lo cual evidencia la dificultad de 
comparación de tales métodos, que cuentan con fuentes de error 
muy diversas e incluso es posible que para una misma conducta 
se estén evaluando cosas distintas en función del método de 
evaluación utilizado. 
Por otra parte, Fernández-Ballesteros (1991, 1992) 
propone algunas condiciones para mejorar la calidad de los 
autoinformes: 
 
• No utilizar los autoinformes como único procedimiento de 
recogida de in-formación. 
• La persona evaluada debe está motivada para dar 
información exacta. 
• Informar sobre eventos actuales, concurrentes, o al menos lo 
más próximos posibles a los propios eventos. 
• Los evaluadores deben inferir lo menos posible sobre los 
datos del autoinforme. 
• Las preguntas planteadas serán específicas y la información 
solicitada accesible y de bajo nivel de elaboración. 
• Los protocolos deberán estar codificados, utilizando 
procedimientos rigurosos de análisis. 
 
Por otra parte, no podemos olvidar que la utilidad y 
bondad de los autoinformes dependen en gran medida, no sólo 
de la conducta o de los eventos que se evalúan, sino también de 
cómo se evalúan. Tradicionalmente, la mayoría de los datos para 
cuestiones clínicas que preceden y siguen a la intervención 
terapéutica, consiste en autoinformes (informes verbales y 
cuestionarios). Así por ejemplo, la Sexual Experiencie Scale 
(SES) [Escala de Experiencias Sexuales] de Derogatis y 
Melisaratos (1979), tal como indican Andersen y Broffitt (1988), 
presenta grandes problemas en la identificación de cambios 
conductuales, en la ocurrencia de disfunciones sexuales y en la 
evaluación de la satisfacción de la vida sexual. Igualmente, esta 
escala presenta poca estabilidad en su estructura factorial entre 
grupos y a lo largo del tiempo. Entre las principales causas de 
estos problemas hay que destacar que la SES evalúa la ocu-
rrencia de conductas, más que su frecuencia, de forma que su 
medida podría ser más sensible si se utilizaran escalas de 
frecuencia más que evaluar la presencia-ausencia de 
determinadas conductas. Así, podemos nuevamente destacar 
que los aspectos formales en la construcción de los autoinformes 
resultan de gran importancia ya que de ellos dependerá, en gran 
medida, la bondad de los datos obtenidos. 
En esta línea se encuentran los trabajos realizados por 
Borrás Sansaloni (1992) sobre el síndrome premenstrual (SPM), 
quien utilizando el Inventario de cambios premenstruales (ICP) 
encontró diferencias significativas respecto a los resultados ob-
tenidos por Logue y Moos (1986) usando el Mestrual distress 
questionnaire (MDQ) de Moos (1968). Como concluye dicha 
autora, estas diferencias serían únicamente atribuibles al 
instrumento, pues mientras el ICP presenta las respuestas en 
forma es-calar, el MDQ tan sólo evalúa presencia o ausencia de 
respuesta. 
En conclusión, podemos inferir que gran parte de las 
diferencias que se encuentran al comparar resultados de distintas 
investigaciones realizadas con el uso de auto-informes podría 
atribuirse a sesgos relativos a los propios instrumentos. Así, 
desde nuestro punto de vista, parece más adecuado el uso de 
inventarios y escalas frente al de cuestionarios, al menos en 
cuanto al tipo de resultados que presentan. 
En los estudios en los que se han comparado los efectos 
del tratamiento y del placebo generalmente se han aceptado sin 
ningún tipo de reserva los datos obtenidos principalmente en los 
informes subjetivos. Por lo cual, se puede afirmar que los 
informes presentan ciertas dificultades de interpretación 
asociadas a la mejora terapéutica. En cualquier caso, hay que 
UNIDAD III. FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y PRÁCTICOS DE LA AUTOBSERVACIÓN 
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señalar que los efectos placebo sobre los informes acerca de la 
terapia pueden variar según la naturaleza y severidad de la 
conducta problema, por lo que los problemas señalados no son 
del todo generalizables. Sin embargo, esta preocupación por la 
mejora terapéutica nos llevaría a lo que Nelson y Hayes (1979) 
denominan validez de tratamiento. Sin embargo, la validez de 
tratamiento no es un tipo fundamentalmente diferente de validez. 
Además, tal aparación hay que entenderla en el marco de 
algunas tradiciones diagnósticas de evaluación y tratamiento que 
aparecen como dos procesos independientes. En esta línea tal 
como señala Silva (1989, p. 172) «será necesario un 
replanteamiento de los instrumentos de evaluación». Sin entrar 
en la polémica sobre la utilidad de la evaluación, función de la 
validez del tratamiento pensamos. 
Por último, parece oportuno señalar que además de las 
garantías de validez y fiabilidad que han de poseer los 
autoinformes, así como el control de aspectos tales como 
sinceridad, deseabilidad social o tendencia de respuesta, 
creemos que también se han de tener en cuenta los aspectos 
relativos a su construcción formal, debido a que dichos aspectos 
afectan a la validez y fiabilidad del instrumento en cuestión. 
 
UNIDAD III. FUNDAMENTOS TEÓRICOS Y PRÁCTICOS DE LA AUTOBSERVACIÓN 
	AUTOINFORMES
	Conceptos y principios básicos
	Tipos de autoinformes
	Cuestionarios, inventarios y escalas
	Pensamiento en voz alta
	Factores que afectan la bondad de los autoinformes

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