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Por que víctima es femenino y agresor masculino pdf versión 1 - Rodrigo Beltran

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Enrique Echeburúa es catedrático de Psicología 
Clínica en la Universidad del País Vasco e inves-
tigador del Centro de Investigaciones Biomé-
dicas en Red de Salud Mental (CIBERSAM) del 
Instituto de Salud Carlos 111. Miembro fundador 
del Instituto Vasco de Criminología y miembro 
del Consejo Editorial de numerosas revistas 
nacionales e internacionales, ha formado parte, 
asimismo, desde su constitución del Consejo 
Asesor del Centro Reina Sofía para el Estudio 
de la Violencia. Ha sido profesor invitado en las 
universidades de Calgary y Québec (Canadá). 
Ha escrito numerosos artículos sobre violencia 
contra la pareja, trastornos de ansiedad (fobia 
social, ansiedad generalizada y estrés pos-
traumático) y sobre adicciones (alcoholismo, 
ludopatía, adicciones sin drogas). Sus líneas 
actuales de investigación se centran en la vio-
lencia contra la pareja, en el trastorno de estrés 
postraumático, en la ludopatía y en los trastor-
nos de personálídad. Algunos de sus libros son 
Manual de violencia familiar (Madrid, 1998). 
Abuso sexual en la infancia (Barcelona, 2000). 
Vivir sin violencia (Madrid, 2002) y Manual de 
victimología (2006). 
Santiago Redondo es profesor titular de Cri-
minología y Psicología en la Universidad de 
Barcelona. También ha sido profesor invita-
do en diversas universidades españolas y de 
otros países para impartir cursos y conferencias 
sobre temáticas como la criminalidad en las 
sociedades actuales, la delincuencia juvenil, el 
tratamiento y la rehabilitación de los agresores 
y delincuentes, las explicaciones científicas del 
delito, las agresiones sexuales y el maltrato de 
pareja. Actualmente dirige diversas investiga-
ciones, especialmente por encargo de algunas 
administraciones públicas españolas, en torno 
al tratamiento de los agresores juveniles y de 
los delincuentes sexuales. También es investi-
gador invitado en varios proyectos internacio-
nales de investigación sobre la transición desde 
la delincuencia juvenil a la delincuencia adulta, 
y sobre tratamientos eficaces con delincuen-
tes. Ha publicado numerosos artículos científi-
cos, capítulos de libros y libros. Sus dos obras 
más recientes y de actualidad son las tituladas 
Manual para el tratamiento psicológico de los 
delincuentes (Madrid, 2008). e In-tolerancia 
cero: un mundo con menos normas, controles 
y sanciones también sería posible (Barcelona, 
2009). 
¿Por qué víctima 
es femenino 
y agresor masculino? 
La violencia contra la pareja 
y las agresiones sexuales 
Enrique Echeburúa 
Santiago Redondo 
¿Por qué víctima 
es femenino 
y agresor masculino? 
La violencia contra la pareja 
y las agresiones sexuales 
EDICIONES PIRÁMIDE 
COLECCIÓN «PSICOLOGÍA» 
Sección: Manuales Prácticos 
Director: 
Francisco J. Labrador 
Catedrático de Modificación de Conducta 
de la Universidad Complutense de Madrid 
Diseño de cubierta: Anaí Miguel 
Reservados todos los derechos. El contenido de 
esta obra está protegido por la Ley, que establece 
penas de prisión y/o multas, además de las corres-
pondientes indemnizaciones por daños y perjui-
cios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distri-
buyeren o comunicaren públicamente, en todo o en 
parte, una obra literaria, artística o científica, o su 
transformación, interpretación o ejecución artísti-
ca fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada 
a través de cualquier otro medio, sin la preceptiva 
autorización. 
© Enrique Echeburúa 
Santiago Redondo 
© Ediciones Pirámide (Grupo Anaya, S. A), 2010 
Juan Ignacio Luca de Tena, 15.28027 Madrid 
Teléfono: 91 393 89 89 
www.edicionespiramide.es 
Depósito legal: M. 27.641-2010 
ISBN: 978-84-368-2398-1 
Printed in Spain 
Impreso en Lavel, S. A 
Polígono Industrial Los Llanos. Gran Canaria, 12 
Humanes de Madrid (Madrid) 
A todas las víctimas, en su camino por 
sobreponerse a un dolor injustamente 
causado y en su esfuerzo por dotar de un 
nuevo sentido a su vida. 
Ya estamos solos, hombre. Ya no tienes, 
ya no tenemos ptra cosa cierta 
que la ceniza, eco de las llamas, 
residuo sólo ya de haber ardido ... 
Pero me tienes y te tengo: somos. 
Mira desde lo nimio la existencia, 
desde el origen, ¿ves? Junto a la hierba 
nos elevamos sólidos y enteros. 
MARíA BENEYTO [La última mujer, 1954). 
íNDICE 
Prólogo (Antonio Andrés) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 15 
Introducción . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 25 
PARTE PRIMERA 
La violencia de los hombres contra las mujeres 
1. ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereoti-
pos y la realidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 31 
1 . 1. Agresión -Y delito. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 33 
1 .2. Los agresores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 34 
1.3. Las víctimas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 39 
Víctimas de delitos violentos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 39 
Víctimas de violencia contra la pareja . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 43 
Víctimas de abuso y agresión sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 47 
1.4. Conclusión...................................... 49 
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 52 
2. ¿Por qué son los varones más agresivos que las mujeres? 53 
2.1. Perspectiva feminista . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . .. 54 
2.2. Sociobiología y agresión. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 57 
Especie humana y civilización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 57 
Psicología evolucionista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 61 
Endocrinología del desarrollo de varones y mujeres. . . . . . . . .. 64 
2.3. Personalidad y desarrollo humano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 64 
Déficit en autocontrol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 65 
Déficits cognitivos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 66 
Regulación emocional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 67 
Personalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 68 
2.4. Vínculos antisociales y aprendizaje de la violencia. . . . . . . . . .. 69 
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
2.5. Funcionalidad utilitaria de la agresión y del delito. . . . . . . . . . .. 72 
2.6. Integración del conocimiento explicativo de la agresión y el delito 74 
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 77 
3. La violencia contra la pareja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 79 
3.1. Mujeres víctimas ................................. , 79 
La violencia en la pareja: una patología de la convivencia. . . . .. 79 
¿Por qué aguanta la mujer? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 81 
El impacto de la violencia en la salud física y mental de la mujer. 86 
Repercusiones en los hijos. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. 88 
3.2. Hombres maltratadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 90 
¿Cómo surge y de qué forma se mantiene la violencia en la 
pareja? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 90 
Tipos de maltratadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 93 
Trastornos mentales y alteraciones psicológicas en los hombres 
violentos contra la pareja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 94 
Trastornos mentales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 95 
Alteraciones psicológicas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 97 
3.3. ¿Mujeres agresoras y hombres víctimas? . . . . . . . . . . . . . . .. 100 
3.4. ¿Es posible predecir la violencia? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 102 
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 103 
4. Mujeres asesinadas . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . .. 105 
4.1. Introducción..................................... 105 
4.2. ¿Denunciar o no denunciar? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 106 
4.3. Mujeres muertas a manos de sus parejas o ex parejas. . . . . .. 107 
4.4. Víctimas de asesinato y mujeres inmigrantes. . . . . . . . . . . . .. 109 
4.5. Víctimas de feminicidio en la juventud y en la tercera edad .... , 110 
Víctimas jóvenes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 110 
Víctimas de la tercera edad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 114 
4.6. Perfil de los homicidas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 114 
4.7. Suicidio de los agresores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 115 
4.8. ¿Se puede predecir un asesinato en pareja? . . . . . . . . . . . . .. 116 
4.9. Reflexiones finales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 118 
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 119 
5. Las agresiones sexuales en la vida adulta. . . . . . . . . . . . .. 121 
5.1. Víctimas conocidas y desconocidas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 123 
5.2. Los delitos contra la libertad sexual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 124 
5.3. Frecuencia de las agresiones sexuales. . . . . . . . . . . . . . . . .. 126 
5.4. Características generales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 131 
Características de las agresiones sexuales a mujeres. . . . . . .. 132 
Características de los agresores. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 133 
Características de las víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 1 34 
índice 
5.5. Fenomenología o modalidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 135 
Agresiones sexuales por desconocidos ................ " 135 
Agresiones sexuales por conocidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 137 
Agresiones sexuales en la relación de pareja . . . . . . . . . . . . .. 138 
Agresiones sexuales por un grupo de agresores. . . . . . . . . . .. 140 
5.6. Etiología de la agresión sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 143 
Excitación. cognición y competencia social. . . . . . . . . . . . . . .. 143 
Un modelo comprensivo de los factores de riesgo . . . . . . . . .. 145 
Desarrollo de un agresor sexual: experiencia y empatía. . . . . .. 146 
5.7. Conclusión ...................................... 149 
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 151 
6. El abuso sexual en la infancia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 153 
6.1. Concepto y frecuencia del abuso sexual en la población. . . . . .. 153 
6.2. ¿Quiénes son los agresores y quiénes son las víctimas? . . . . .. 154 
6.3. ¿Abusadores sexuales o pedófilos? . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 155 
Primarios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 157 
Secundarios o situacionales .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 158 
6.4. Víctimas de riesgo ........ l. . . . . • . • . . . . . . • • . . . . • • •. 159 
6.5. ¿Cómo se detecta el abuso sexual? . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 161 
6.6. Repercusiones psicopatológicas en las víctimas . . . . . . . . . . .. 163 
Consecuencias a corto plazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 163 
Consecuencias a largo plazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 165 
6.7. Factores mediadores de los efectos del abuso sexual en la 
infancia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 168 
6.8. Reflexiones finales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 170 
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. 173 
PARTE SEGUNDA 
¿Qué se puede hacer? Soluciones para la violencia sexual y de pareja 
7. Tratamiento de las víctimas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 175 
7.1. Introducción..................................... 175 
7.2. Aspectos nucleares del trauma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 176 
Consecuencias psicopatológicas a corto plazo . . . . . . . . . . . .. 177 
Consecuencias psicopatológicas a medio y largo plazo .. , . . . .. 179 
7.3. Factores de vulnerabilidad y de protección ................ 181 
Personalidades resistentes al estrés. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 1 82 
Factores de vulnerabilidad al trauma. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 183 
7.4. Asistencia psicológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 185 
¿Cuándo se requiere tratamiento? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 185 
Objetivos del tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 187 
Ejes del tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 188 
, ¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
7.5. Indicadores positivos y negativos de recuperación ........... 193 
Indicc¡dores positivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ., 1 93 
Indicadores negativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 195 
7.6. Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 196 
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 198 
8. Tratamiento de los agresores ....................... 201 
8.1. Los tratamientos psicológicos con delincuentes . . . . . . . . . . .. 201 
8.2. Tratamietlto de hombres violentos contra la pareja .......... 202 
Necesidad de la intervención psicológica . . . . . . . . . . . . . . . .. 202 
Motivación para el tratamiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 206 
Tratamiento psicológico ............................. 209 
8.3. Tratamiento de agresores sexuales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 218 
Riesgos para la agresión sexual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 218 
Elementos que favorecen el tratamiento . . . . . . . . . . . . . . . .. 221 
Ingredientes terapéuticos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 223 
Fármacos inhibitorios del impulso sexual . . . . . . . . . . . . . . . .. 230 
Control y apoyo comunitario de los delincuentes sexuales. . . . .. 231 
8.4. Conclusiones sobre la eficacia de los tratamientos con varones 
agresores ...................................... 231 
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 234 
9. Prevención ..................................... 237 
9.1. Prevención general sobre varones en riesgo de ser agresores.. 239 
La clave de la prevención: crianza y educación en la familia . . .. 245 
Prevención específica con varones en riesgo de maltrato de 
pareja ......................................... 248 
Prevención específica con varones en riesgo de abuso y agre-
sión sexual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ........... , 249 
9.2. Prevención general con mujeres en riesgo de ser víctimas ..... 255 
Prevención específica con mujeres en riesgo de sufrir maltrato 
de pareja. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 256 
Prevención específica con mujeres en riesgo de sufrir abuso y 
agresión sexual. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 258 
9.3. Conclusiones .................................... 261 
Lecturas recomendadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 262 
PRÓLOGO 
AGRESORES Y VíCTIMAS: ¿ALGO MÁS QUE UN 
SIMPLE CAPRICHO DEL LENGUAJE? ' 
«La danza de la violencia la forman dos participantes»: así empieza el 
último apartado del capítulo final del libro Biología de la Violencia, de 
la reconocida experta norteamericana Debra Niehoff (2000), para refe-
rirse a los derechos de las víctimas. Esta referencia muestra el lugar que 
las víctimas ocupan tradicionalmente en la comprensión del fenómeno 
violento. Con el tiempo el análisis de la violencia ha ido cambiando, 
desplazando su foco de interés primordial, fijado en la conducta del 
agresor, por uno nuevo (las víctimas). Este cambio tambiénse observa 
en la perspectiva profesional y de los servicios públicos que se ocupan 
de la violencia. El interés por las víctimas se extiende cada día más y no 
parece ser simplemente una «moda» intelectual, sino que se ha conver-
tido en un campo profesional y de conocimientos en expansión, que se 
agrupa bajo la etiqueta de la «victimología» y amplía el horizonte de las 
disciplinas ocupadas en estudiar la violencia. Aunque sea una obvie-
dad, hemos de indicar que es la violencia 10 que une a agresores y víc-
timas en un sentido funcional, y este hecho no es trivial. Tener en cuen-
ta estos tres elementos (el agresor, la víctima y la relación entre ambos) 
es un buen punto de partida para analizar las causas y las razones de la 
violencia. El análisis riguroso del suceso violento requiere tener en 
cuenta los tres elementos antes mencionados. Así 10 destacó en su aná-
lisis sobre la violencia A Reiss, un reconocido sociólogo de la Univer-
sidad de Yale que presidió en 1994 un panel de expertos, promovido 
por el National Research Council de Estados Unidos, cuyos resultados 
se presentaron de forma extensa (cuatro volúmenes) a la sociedad ame-
ricana --conmovida entonces por una ola de violencia juvenil de enor-
me magnitud -, compilando el conocimiento disponible sobre las cau-
sas de la violencia y cómo prevenirla (Reiss, A; ed., 1994; Understanding 
and Preventing Violence). La necesaria consideración de la víctima y el 
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
agresor, así como de sus relaciones, es relevante para comprender la 
violencia, pero no tiene por qué influir en las consideraciones legales y 
éticas de la misma. Así pues, mientras es fácilmente aceptado hablar de 
la responsabilidad del agresor en el hecho violento, incluir en el análisis 
de la violencia interpersonallos factores de vulnerabilidad de la víctima 
no significa responsabilizar a ésta de aquellos actos violentos, pero 
completan la comprensión de la realidad de los hechos. 
Este libro trata de la violencia que se produce entre hombres y mu-
jeres. Como es bien conocido, este es un fenómeno de gran actualidad 
en España y en otros países. En muchos de ellos la violencia contra la 
mujer se ha convertido en un objetivo prioritario de las políticas socia-
les públicas en el campo educativo, sanitario y de seguridad, especial-
mente desde el año 1995, en que tuvo lugar la conferencia de Pekín 
sobre la situación de la mujer y que sirvió de estímulo para la toma de 
conciencia de la realidad de ésta como víctima de distintos tipos de vio-
lencia. 
La violencia entre hombres y mujeres tiene numerosos efectos nega-
tivos en la vida cotidiana y constituye un problema grave, omnipresen-
te y de muy difícil erradicación. La violencia que de forma mayoritaria 
ejercen los hombres (agresores) sobre las mujeres (víctimas) se concre-
ta sobre. todo en dos ámbitos muy interrelacionados: la violencia contra 
la mujer en el seno de la pareja y la violencia sexual. De estos dos tipos 
de violencia en toda su extensión, es decir, refiriéndose a los agresores, 
a las víctimas y a sus relaciones mutuas, se ocupa, en clave psicológica, 
este libro. La primera forma de violencia que trata (la violencia de pare-
ja) es bien sabido que se articula en torno a las relaciones sentimentales 
e incluye muchas veces a la segunda (la violencia sexual), mientras que 
esta última es un tipo de violencia en la que, paradójicamente, no pre-
dominan siempre las motivaciones sexuales a pesar de las simples apa-
riencias. En ambos tipos de sucesos violentos podemos encontrar que 
no siempre y de forma exclusiva los que ejercen la acción violenta son 
hombres y quienes la sufren son mujeres (y esto es motivo de convic-
ciones y discusiones generalmente privadas), pero la desproporción es 
tan grande, muy grande, que es casi como si lo fuera. Observamos una 
enorme asimetría en la que uno de los sexos/géneros se lleva la palma 
en cuanto que agente de la violencia y el otro en cuanto receptor de la 
misma. Así, la gran mayoría de los agresores de sus parejas (incluso 
de las ex parejas) sentimentales son hombres y también la mayoría de 
agresores sexuales son hombres. Igualmente la gran mayoría de victi-
mas de las agresiones físicas, sexuales y psicológicas, sobre todo en el 
Prólogo 
seno de las parejas, son mujeres. Además, cuando se trata de agresiones 
sexuales entre conocidos, que no constituyen una pareja sentimental, y 
desconocidos, también las mujeres son mayoría entre las víctimas. Estas 
dos afirmaciones se pueden generalizar a cualquier rango de edad de 
los agresores y víctimas, para cualquier estrato social y también grupo 
étnico o cultural. Esta realidad -la violencia ejercida sobre las muje-
res- requiere un cambio radical y definitivo. No solamente es exigible 
una reducción de cualquier tipo de violencia, como aspiración a un 
mundo más justo y solidario, sino que es especialmente urgente elimi-
nar la violencia contra las mujeres porque esta violencia contribuye a 
sostener una situación histórica de desigualdad en la que las mujeres 
sufren una patente discriminación y sometimiento que son inaceptables. 
Para combatir esta realidad, con la que los autores son convencidos be-
ligerantes, los autores de este libro nos ofrecen una compilación exten-
sa de conocimientos, recientemente generados en la Criminología y la 
Psicología, así como de otras disciplinas afines, sobre la violencia sexual 
y la violencia sobre la mujer. Al hilo de estos conocimientos y después 
de una presentación extensa de ellos y una rigurosa reflexión intelec-
tual, nos indican qué se puede hacer y cómo hacerlo, todo lo cual pue-
de ser de utilidad para los profesionales que se ocupan de este problema 
social para el cual existe un consenso colectivo en pro de su erradica-
ción. Del mismo modo, el contenido de este libro permitirá al lector 
actualizar sus conocimientos sobre la temática y enjuiciar la realidad 
con más argumentos sólidos de los que ofrecen algunas visiones sim-
plistas de este problema. 
Quizá sea un simple capricho del lenguaje, pero todos tenemos en 
la cabeza el «agresor», masculino y la «víctima» femenina. Cuando los 
papeles se invierten, nos causa sorpresa y paradoja. Así, recientemente 
y en un contexto de omnipresencia de violencia de pareja o de género 
ocupando todos los medios de comunicación, aparecen casos terribles 
de agresores domésticos como el «asesino de Amstetten» o matanzas 
ejercidas por jóvenes en centros educativos (Virginia Tech en EE. uu. o 
Wennenden en Alemania), asesinatos adolescentes (caso del asesinato 
de Ripollet, Barcelona) o el caso de Marta del Castillo (en Sevilla), entre 
otros. Siempre el agresor es un hombre. Como una excepción aparecen 
a veces crímenes muy graves cometidos por mujeres, como el llamado 
caso de la «asesina de ancianas» en Barcelona y, como siempre pasa con 
los sucesos inesperados e inexplicables, se pone en cuestión la regla de 
la que nos quieren hablar en este libro: hombres agresores y mujeres 
víctimas. Esa es la norma, pero ¿cuál es la explicación? 
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
El título del libro, en vez de ser una respuesta, es una pregunta: ¿por 
qué víctima es femenino y agresor es masculino? La primera respues-
ta que aparece es sencilla: porque son palabras que tienen distinto gé-
nero que recogen el papel de cada género en el comportamiento vio-
lento. Respuesta insuficiente y quizás incluso errónea. Hay bastantes 
cosas que añadir. Víctima es un sustantivo y agresor un adjetivo, gene-
ralmente sustantivado. Ambas palabras tienen distinto género, aunque 
las palabras no tienen sexo. Asociar el género del sujeto activo en el 
acto violento, el agresor o la agresora, con el género del sujeto receptor 
de la violencia (la víctima) permite un análisis en varios dominios del 
conocimiento y, naturalmente, con resultados distintos dependiendo 
del mismo. Al menos este análisis se plantea en cuatro niveles: el lin-
güístico, el criminológico,el psicosocial y el político-cultural. Su combi-
nación sería esperable que aclarase más las causas del fenómeno, pero 
la desigualdad de sus conclusiones creemos que complica más que so-
luciona ciertas respuestas que aparentemente son sencillas y que hacen 
referencia a la unidireccionalidad de la violencia entre el más fuerte y 
el más débil. El primer nivel de análisis es el lingüístico (semiótico, se-
mántico y pragmático), que da mucho juego por mor de analizar la re-
lación entre la denominación de las cosas y su naturaleza. Agresor y 
agresora son dos adjetivos del español que califican a sendos indivi-
duos, de sexo masculino y femenino, que ejercen o cometen una agre-
sión. En cambio, víctima es un nombre, un sustantivo de género feme-
nino, que se aplica a quien ha sufrido daños por algún suceso, sea 
hombre o mujer, incluso organismo no humano. 
El género de las palabras es algo que va más allá de la idea prosaica 
de que si termina en «a» es femenino y si termina en «o» es masculino. 
Existen casi todas las combinaciones posibles: sustantivos que acaban-
do en «o» son femeninos, como por ejemplo la moto o la radio y sustan-
tivos que acabando en «a» son masculinos, como el tema, el problema 
o el mapa. Es una simplificación excesiva identificar el género de las 
palabras con la terminación «o» o «a» de los nombres; además, ¿qué gé-
nero tienen cuando terminan en otra vocal o letra? ¿Y qué pasa con los 
adjetivos? Pues hay para todo: adjetivos con femenino regular que ter-
minan de forma distinta según el género del sustantivo, como sucede 
con el adjetivo agresor o agresora; invariables en masculino y femeni-
no, como, por ejemplo, inteligente o amable; y otros, por fin, que son 
femeninos irregulares, como motora o motriz. 
Según el Diccionario de la RAE, víctima es un sustantivo común de 
género epiceno que puede designar seres de uno u otro sexo. Víctima 
_\ 
Prólogo 
es un sustantivo y, a pesar de que la mayoría de los sustantivos sola-
mente tienen un género (masculino o femenino), existen otros que ad-
miten una variación. Significa persona (o animal) .... sacrificado o des-
tinado al sacrificio que se expone que padece daño o que muere . por 
culpa ajena o por causas fortuitas En el mismo plano terminológico 
agresor (-ra) es un adjetivo que califica al que comete una agresión. 
Generalmente se trata de un adjetivo sustantivado y que, por tanto, su 
género coincide con el referente (el hombre agresor o el agresor y la 
mujer agresora o la agresora). Los adjetivos no tienen género, sino que 
lo adoptan del sustantivo al que califican y acompañan. 
Por tanto, el término «agresor» es masculino y disponemos de su for-
ma femenina. Sin embargo, el término «víctima» solo parece tener forma 
femenina. Pero, en relación con las palabras, hay más géneros que el 
masculino y el femenino: existen el «común», el «ambiguo» y el «epice-
no». El género «común» de un sustantivo, cuando está referido a las per-
sonas, no diferencia el sexo al que hace referencia, sino que lo hace en 
relación a los determinativos, como sucede en el caso del término «pa-
ciente». Los nombres con género «ambiguo» pueden ser acompañados 
indistintamente por determinativos masculinos o femeninos, como es el 
caso del término «mar». Por último, los sustantivos con género «epiceno» 
son aquellos inherentemente masculinos o femeninos que designan a 
las personas sin diferenciar sexos, como es el caso del nombre «bebé». 
El género de los sustantivos también marca una diferenciación de carác-
ter sexual y así el masculino designa al macho y el femenino a la hem-
bra; sin embargo, esta no es la norma y la mayoría de sustantivos no 
tienen relación alguna con el sexo del sujeto al que hacen referencia. El 
género de los sustantivos es sólo una marca gramatical, no una esencia 
de los individuos de las especies con reproducción sexual y sus concor-
dancias bio-psico-sociales. 
En el análisis psicosocial de las diferencias entre hombres y mujeres 
observamos un panorama complejo y sometido a constantes cambios. 
Cuando hace unos años parecía que la investigación psicológica había 
resuelto el tema de la casi inexistencia de diferencias entre hombres y 
mujeres (Hyde, 1990), las cosas se han vuelto a complicar a la luz de las 
nuevas (e incesantes) investigaciones empíricas (Hyde, 2007). Las com-
paraciones entre hombres y mujeres, en cuanto a sus características 
psicosociales, aparecen en muchos planos y sobre todo en interacción 
con otras variables de los propios individuos. Así, comparar hombres y 
mujeres en, por ejemplo, el plano de la agresión está directamente mo-
dulado por la edad de los sujetos analizados. Las diferencias entre hom-
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
bres y mujeres en los niveles y la frecuencia de la agresión, física al 
menos, son muy precoces y ya antes de los 24 meses aparecen de for-
ma espontánea. Estas diferencias se mantienen a lo largo de la vida de 
los humanos, aparecen más tarde en el formato de agresiones sexuales 
y únicamente se difuminan en el formato de agresiones verbales en las 
que parece no existir diferencias entre sexos. También el desarrollo 
afecta de forma distinta a las diferencias en las capacidades verbales, las 
disposiciones emocionales o las alteraciones psicopatológicas. Además 
de la edad, podemos incluir otras variables, tales como el rol social, el 
nivel socioeconómico, etcétera. Hemos de añadir que este panorama es 
cambiante y tiene sus efectos en numerosos planos de la realidad social 
y personal: escolar, educativo, laboral, sanitario, etcétera. Por tanto, 
consideramos adecuada la afirmación según la cual hay más variabili-
dad interindividual dentro de los grupos de hombres y mujeres que la 
variabilidad intergrupal de hombres y mujeres. La individualidad psico-
lógica importa más que la pertenencia a un grupo definido por el sexo 
o por el género. Lo que es un problema para la explicación científica 
de las diferencias entre hombres y mujeres es el punto de partida para 
la intervención profesional, en la que siempre, al ser con mucha fre-
cuencia ejercida sobre individuos, debe primar la individualidad frente 
a la pertenencia más o menos prototípica a un grupo de referencia. El 
agresor no deja de ser individuo por más que pertenezca al grupo 
«hombre» o la víctima tampoco deja de ser individuo aun perteneciendo 
al grupo «mujer». Así, no tiene por qué sorprendernos que no todos los 
hombre ejemplifiquen al arquetipo de los «hombres violentos» ni todas 
las mujeres al arquetipo de las «mujeres plácidas» (el lector puede hacer 
el ejercicio de sustituir los adjetivos de los arquetipos y constatar la va-
lidez de la afirmación). 
En el análisis criminológico la diferencia entre hombres y mujeres, 
en lo que hace referencia a la distribución asimétrica de las prevalencias 
delictivas, es un hecho más que consistente y es un problema a resol-
ver. Los hombres son con mucha mayor frecuencia agentes de la vio-
lencia, sobre todo en el seno de la pareja y, especialmente, si hacemos 
referencia a la violencia grave y también a la violencia de naturaleza 
sexual. Esta afirmación la podemos generalizar a muchos otros tipos de 
delitos. Por el contrario, las mujeres son las víctimas más prevalentes de 
la violencia grave de pareja, doméstica o familiar y de la violencia 
sexual. Aquí la asimetría es clara y muy consistente entre grupos de 
edad, étnicos, culturales y socioeconómicos. Esta asimetría se observa a 
simple vista en muchos indicadores criminológicos: tasa de hombres y 
Prologo 
mujeres encarceladas, comportamiento de hombres y mujeres en pri-
sión, tasas diferenciales de reincidencia, etcétera. 
Por último, en el análisis político-cultural, donde el que esto escribe 
se mueve con más inseguridad, y debido a los cambios derivados de las 
dinámicas sociales e ideológicas propias de las sociedades en constante 
evolución, es donde, en nuestra opinión, los resultados de los análisis 
acerca de las diferencias y semejanzasentre hombres y mujeres son más 
variados y cambiantes. Un ejemplo de estos cambios lo podemos ver en 
las distintas denominaciones que se dan al mismo fenómeno. Así, la 
violencia de género, en nuestra opinión, y a diferencia de lo que decla-
ra la legislación vigente en España, agrupa todas las formas de violencia 
que se ejercen por parte del hombre sobre la mujer por su específico rol 
de género en la sociedad actual: violencia sexual, tráfico de mujeres, 
explotación sexual, mutilación genital, acoso laboral, etcétera, indepen-
dientemente del tipo de relaciones interpersonales que mantengan agre-
sor y víctima, ya sean éstas de tipo sentimental, familiar, de vecindario 
o, simplemente, inexistentes. Este término genérico convive con otros, 
como el de «violencia doméstica» o .familiar» y no pocas veces son con-
fundidos. El caso de la violencia contra la pareja, en el que la víctima es 
la mujer y el agresor es el hombre, es el más representativo de la vio-
lencia de género, principalmente por su prevalencia e intensidad y por-
que combina elementos propios de la violencia de género, de la familiar 
y doméstica, pero, sin embargo, cuenta con otros componentes especí-
ficos que provienen de la particular relación, sentimental e íntima, que 
tienen o han tenido los miembros de la pareja. La violencia contra la 
pareja (VCP) es una de las formas que, junto con la violencia sexual so-
bre la mujer en el seno de la familia, representan una intersección entre 
la violencia de género y la violencia familiar (Andrés-Pueyo, 2009). En 
este sentido queremos hacer una reflexión. El concepto de violencia, 
como estrategia de control y dominio de la pareja, agrupa varios tipos, 
según su naturaleza, como son la violencia física, sexual, psicológica y 
la violencia por negligencia. Conviene distinguir subtipos de acciones 
violentas, tales como son, en el caso de la violencia física, las agresiones 
físicas, desde las bofetadas, empujones y patadas hasta las lesiones con 
arma blanca o de fuego y el asesinato por estrangulamiento o envene-
namiento, así como las mismas amenazas graves de ejercer violencia 
física (muerte o lesiones físicas), que tienen idénticos determinantes que 
las acciones violentas. En el caso de la violencia sexual se incluyen di-
ferentes acciones, que van desde la humillación sexual hasta la viola-
ción sádica pasando por el acoso sexual. En el caso de la violencia psi-
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
cológica, hay que distinguir también acciones tales como el acoso no 
sexual (stalking), la coerción y coacción, la humillación, las extorsiones 
o amenazas y todas aquellas formas de control social y económico de la 
mujer que la OMS (2005) identifica bajo la rúbrica de «violencia psicoló-
gica o abuso emocional». Este último tipo de violencia reúne acciones 
muy distintas entre sí y recibe varias denominaciones. El abuso, maltra-
to o violencia psicológica ejercida sobre la víctima, en la VCP, también 
incluye una serie de acciones del agresor que, siguiendo a O'Leary, po-
demos distinguir en: menoscabo y daño a la auto-estima y la imagen de 
la pareja, amenazas explícitas o implícitas de muerte o lesiones, restric-
ción de los derechos de la víctima y evitación pasiva o activa del apoyo 
emocional o cuidados debidos a la víctima (Andrés-Pueyo, 2009). 
El convencimiento público de que la violencia, y especialmente la 
sexual y contra la mujer, es un problema social de primer orden que hay 
que erradicar se observa en la intolerancia social que produce, en la re-
clamación frecuente de intervención que los ciudadanos hacen a los 
poderes públicos, sobre todo después de que se descubran crímenes 
sexuales horribles o se conozcan casos de abusos familiares sobrecoge-
dores, y en la voluntad convencida de que esta problemática es incom-
patible con los avances sociales y la libertad personal hacia la cual tien-
den las sociedades desarrolladas. Este rechazo a la violencia, convertido 
en demanda, guía la acción de las Administraciones Públicas, que han 
puesto en marcha acciones para luchar contra la violencia de forma con-
tinuada en los últimos años. Esta acción convencida cristaliza en la mo-
vilización de recursos humanos y materiales que se destinan a la aten-
ción de las víctimas, el control de los agresores y la prevención genérica 
de la violencia. Estas políticas empiezan a dar sus resultados, pero están 
afectadas por dos factores que, en nuestra opinión, limitan su eficacia. 
El primero es la falta de experiencia profesional continuada en el tiempo 
de ejercicio de estas tareas, sobre todo en lo que hace referencia a la 
violencia de pareja contra la mujer. Un buen ejemplo lo podemos ver 
analizando cómo se ha realizado la puesta en marcha de programas de 
atención a víctimas de la violencia de género que se han ido desarro-
llando y perfeccionando a la vez y a partir de diversas ofertas de servi-
cios genéricos: sanitarios, sociales y otros similares que atendían a las 
mujeres por razones diversas y que ahora han ampliado sus servicios a 
la atención de las mujeres víctimas de violencia. Quizá un ejemplo pa-
radigmático es la formación de los técnicos de los servicios de gineco-
logía de los hospitales generales en temas de violencia de género y 
sexual. En esta situación también se han encontrado, con menos proble-
Prólogo 
mas obviamente, los servicios policiales y judiciales que, como es paten-
te, sufren una enorme presión derivada de esta problemática. También 
este mismo comentario se puede hacer extensivo a los servicios que 
atienden a los agresores y un buen ejemplo lo tenemos en el diseño de 
programas de reeducación para agresores contra la mujer en prisiones o 
en otras actuaciones preventivas. Queríamos destacar que este cambio 
en ampliar los servicios está resultando eficaz, pero exigente con los 
profesionales que deben aplicarlos, ya que la demanda de eficacia es 
tan urgente como novedosos son los programas de actuación. 
El segundo factor tiene que ver con la fundamentación y sustenta-
ción de estos programas. La urgencia en aplicarlos es inversamente pro-
porcional a los conocimientos que los apoyan. El conocimiento cientí-
fico, y las tecnologías que se derivan de él, de las causas de la violencia 
no es todavía muy amplio y sólido y, por tanto, las discusiones y alter-
nativas que se proponen para combatirlas están todavía en un limbo 
donde casi todo es compatible. Como resultado de esta situación, con-
viven opiniones, propuestas, procedimientos e incluso legislaciones y 
normas que no producen mucho consenso y son fuente de controver-
sias, a veces intensas. Esta realidad que brevemente hemos descrito 
quizá tiene más vigencia al hablar de la violencia contra la pareja que 
de la violencia sexual. 
Para intervenir en el control de la violencia, como en cualquier otro 
ámbito profesional, es imprescindible conocer las cosas con objetividad 
y sin prejuicios. Y mientras que objetividad no hay mucha, en la medi-
da en que el conocimiento riguroso de la violencia es escaso, de lo se-
gundo, en el caso que nos ocupa, hay demasiado. Los conocimientos 
rigurosos, contrastados y basados en la evidencia sobre la violencia in-
terpersonal son escasos y es imprescindible aumentarlos para que la 
intervención profesional sea eficaz. Este libro de Echeburúa y Redondo, 
dos de los más reconocidos especialistas en las aplicaciones psicológi-
cas de la criminología al problema de la violencia sexual y de pareja, 
está lleno de conocimientos rigurosos y de análisis concienzudos de la 
realidad próxima de la violencia que serán de gran utilidad a los profe-
sionales, sea cual sea su matriz formativa original, que se emplean a 
fondo diariamente en la lucha contra las consecuencias de la violencia, 
la re inserción de los agresores, la recuperación y fortalecimiento de las 
víctimas y la prevención de esta lacra social de tan negativos e intensos 
efectos. En este libro, y por razones de la temática de que se ocupa, los 
autores se muevenen tres planos que, en el mejor de los casos, debe-
rían converger: el de los derechos humanos (referente obligatorio en el 
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
tema del análisis de la actuación contra la violencia), el de la ciencia 
(basándose en la evidencia) y el de la utilidad profesional (por respon-
sabilidad social). Complicada combinación, pero digna aspiración. 
Barcelona, junio de 2010 
REFERENCIAS 
DR. D. ANTONIO ANDRÉS-PUEYO 
Catedrático de la Universidad de Barcelona 
Andrés-Pueyo, A. (2009). La predicción de la violencia contra la pareja. En Eche-
bUfÚa y otros (eds.), Predicción del riesgo de homicidio y de violencia grave en 
la relación de pareja (pp. 21-56). Valencia: Centro Reina Sofía para el estudio 
de la violencia-Generalitat de Valencia. 
Felson, R. B. (2002). Violence and gender reexamined. Washington, De.: APA. 
Hyde, J. (1990). Meta-analysis of psychology of sex differences. Signs, 16: 55-73 
Hyde, J. (2007). New directions in the study of gender similarities and differences. 
Currrent Directions in Psychological SCience, 16: 259-263. 
INTRODUCCiÓN 
Las mujeres son víctimas frecuentes de diversas formas de agresión 
y violencia. De partida pueden sufrir cualquiera de las formas de vio-
lencia y delincuencia posibles, como robos violentos, lesiones y ho-
micidios, al igual que también pueden ser víctimas de estos delitos los 
hombres. Sin embargo, en dos modalidades de violencia las mujeres 
suelen ser víctimas especialmente propicias: el maltrato familiar y los 
abusos y las agresiones sexuales. Y es 10 más frecuente que los auto-
res de dichas agresiones sean hombres. El análisis de esta grave reali-
dad social es, en última instancia, la razón profunda de este libro. 
Tanto el maltrato como los abusos y las agresiones sexuales dañan 
gravemente a un número importante de mujeres de distintas edades, 
extracciones sociales y culturas en todos los países. Los organismos in-
ternacionales, como Naciones Unidas y la Organización Mundial de la 
Salud, han alertado universalmente acerca de este grave problema so-
cial y han acordado diversas declaraciones y normativas para su detec-
ción y prevención. En la actualidad existe una notable sensibilidad y 
conciencia colectiva acerca de estas problemáticas de agresión a las 
mujeres, que se refleja en los medios de comunicación y en la opinión 
pública, en las leyes y en la justicia. 
Dadas la magnitud de la violencia contra las mujeres y la urgencia de 
su prevención y control, no es infrecuente que los análisis de este pro-
blema y las propuestas formuladas para su prevención y control pue-
dan resultar, a pesar de sus buenas intenciones, precipitados y extre-
mos. Algunos de los planteamientos actuales están alejados de los 
conocimientos científicos e imbuidos más bien de consideraciones 
ideológicas y formulaciones "políticamente correctas». La explicación 
feminista al uso de que toda violencia que puedan ejercer los hombres 
contra las mujeres es una violencia universal de cariz machista cuyo 
propósito es su sometimiento patriarcal es, cuando menos, expansiva y 
sesgada. Es más ajustado al conocimiento científico, y sería probable-
¿Por qué víctima es femenino y agresor mf1sculino? 
mente más útil para la prevención, analizar la violencia contra la pareja 
a la luz de los diversos factores de riesgo existentes, tanto individuales 
como sociales, entre los que también podría incluirse el «machismo», 
pero desde luego no en exclusiva. 
Es decir, para un análisis científico más completo del maltrato y de 
la agresión sexual contra las mujeres deben considerarse tres compo-
nentes: la peligrosidad de los agresores, la vulnerabilidad de las vícti-
mas y las situaciones en que se producen las conductas violentas. Así, 
hay que tener en cuenta las características de muchos agresores, tales 
como su impulsividad, el maltrato y abuso infantil que muchos de ellos 
recibieron, su exposición a modelos violentos en sus familias de origen, 
su frecuente abuso del alcohol y de otras drogas, sus fuertes distorsio-
nes de pensamiento y justificaciones de la violencia como instrumento 
de control, sus creencias sexistas y devaluadoras de las mujeres, las si-
tuaciones de aislamiento familiar y social en que viven, los bajos niveles 
culturales de muchos agresores y también de muchas víctimas, las ten-
siones económicas a que pueden hallarse sometidos, etc. Hay asimismo 
víctimas de riesgo, como las mujeres jóvenes, aisladas socialmente, de-
pendientes económica y emocionalmente de sus parejas desde edades 
tempranas o las mujeres consumidoras de drogas o frecuentadoras de 
ambientes marginales, con antecedentes de maltrato, que tienen una 
mayor probabilidad de sufrir la violencia. Y, finalmente, hay situaciones 
específicas, como la ruptura reciente de pareja protagonizada por la 
mujer o las condiciones de un divorcio conflictivo en relación con el 
régimen económico o la custodia y el régimen de visitas de los hijos, 
que propician la aparición de conductas violentas. 
Lo fundamental de la perspectiva científica e integradora del conoci-
miento que aquí se presenta es que son estos múltiples factores de ries-
go, combinados en diversas formas, los que pueden favorecer que al-
gunos varones opten por comportamientos de abuso y agresión de los 
que serían víctimas frecuentes las mujeres. Üe aquí se deriva que la 
prevención más eficaz de tales agresiones también deberá atender a los 
diversos factores de riesgo que puedan concitarse en cada caso. 
También se efectuará aquí un análisis crítico de las actuales prác-
ticas jurídico-penales orientadas a la pura denuncia, al aislamiento y, 
en último término, al encarcelamiento masivo y prolongado de mal-
tratadores, violadores, etc., como base de la prevención y el control 
de estos fenómenos delictivos. Los autores consideran que dichas es-
trategias punitivistas son poco realistas y resultan bastante ineficaces 
si se atiende a sus escasos resultados. De hecho, y pese a su empleo 
Introducción 
intensivo, no han logrado reducir ni el número de asesinatos de mu-
jeres o las tasas de denuncia por maltrato ni las agresiones sexuales 
extra o intrafamiliares. Además, este planteamiento basado en el cas-
tigo ha contribuido a un sistemático endurecimiento del sistema jurí-
dico-penal, con los muchos inconvenientes que ello plantea, como 
son la masificación de las prisiones o unos gastos en vigilancia y se-
guridad que resultan desmesurados y que no han mostrado ser efec-
tivos. 
Así pues, este libro dirige su atención a los conocimientos rigurosos 
actuales en torno a las principales manifestaciones de la violencia con-
tra las mujeres (como el maltrato de pareja, el abuso sexual y las agre-
siones sexuales), de las que a menudo son autores los hombres. Asimis-
mo se pondrán de relieve las fenomenologías y las magnitudes de estas 
agresiones, los daños que sufren las víctimas y las características más 
típicas de los agresores. Se presentarán también los conocimientos y las 
teorías científicas que, hasta donde se sabe actualmente, explican estos 
fenómenos. Por último, en cada caso se atenderá también a los sistemas 
de prevención, tratamiento y control de los anteriores delitos con el ob-
jetivo de reducir su frecuencia y gravedad. 
La obra consta de nueve capítulos estructurados en dos partes (una 
descriptiva y otra de propuestas de solución). En el primer capítulo de 
la parte primera se hace referencia a la delincuencia y a las conductas 
violentas en función del sexo, tanto desde la perspectiva de los agre-
sores como desde la de las víctimas. En el segundo se trata de buscar 
una explicación a este hecho con las distintas teorías propuestas. Los 
siguientes capítulos de esta primera parte profundizan sobre tipos es-
pecíficos de agresores y de víctimas y, en concreto, sobre la violencia 
contra la pareja y sobre los abusos y agresiones sexuales, tanto en la 
infancia como en la vida adulta. Se detalla la descripción de estos fe-
nómenos violentos,así como sus explicaciones científicas. Y en la par-
te 11 se incluyen tres capítulos encaminados a la solución de los pro-
blemas planteados en la primera parte. En concreto, se describen los 
tratamientos psicológicos de las víctimas y de los agresores y, por últi-
mo, se desarrollan las estrategias aplicadas en la actualidad, y otras que 
podrían utilizarse, para la prevención y el control de estas modalidades 
de agresión. 
El mayor deseo de los autores sería que esta obra contribuyera a 
un mejor entendimiento social y a una explicación más certera de los 
fenómenos de violencia contra las mujeres y, por encima de todo, a una 
mejora de su prevención. 
PRIMERA PARTE 
La violencia de los hombres 
contra las mujeres 
1. ¿HOMBRES AGRESORES 
Y MUJERES VíCTIMAS? LOS 
ESTEREOTIPOS Y LA REALIDAD 
El título de este libro sugiere como argumento central que ser agre-
sor, y más ampliamente ser delincuente, es preferentemente un atributo 
masculino y que ser víctima es una característica prioritariamente feme-
nina. El objetivo de este primer capítulo es clarificar esta cuestión nu-
clear. 
Tanto el título del libro como su nomenclatura general utilizan el 
término «agresor», y no «delincuente», ya que las agresiones y los compor-
tamientos violentos contra las mujeres constituyen la prioridad del aná-
lisis, y hay agresiones más o menos sutiles que no entran dentro del 
ámbito de lo delictivo. Pese a ello también es necesario hacer una refe-
rencia más global a la delincuencia de hombres y mujeres. Desde ese 
marco más general, de acuerdo con el objetivo del libro, se prestará una 
atención preferente a aquellas conductas violentas de las que los varo-
nes suelen ser autores principales y las mujeres víctimas frecuentes, lo 
que incluye diversos delitos contra las personas (lesiones, homicidio ... ); 
pero, sobre todo, se analizarán el maltrato contra la pareja y el abuso y 
las agresiones .sexuales. 
Para iniciar este análisis de la delincuencia de hombres contra muje-
res conviene llamar la atención del lector sobre algo quizá obvio, pero 
muy relevante a todos los efectos. Se trata sencillamente de la estructu-
ra básica que presentan todo delito y agresión, que incluye tres partes 
imprescindibles (tal y como se ilustra en la figura 1.1): 
1. Un agresor (o agresores), en cierto grado motivado y dispuesto 
para agredir. La motivación antisocial de los agresores suele con-
cretarse en creencias y hábitos delictivos, así como en fuertes 
explosiones de ira descontrolada. 
2. Una víctima que suscita el interés del agresor. 
3. Una cierta des protección de la víctima, que la pone en mayor 
riesgo de sufrir la agresión. Dicha desprotección puede derivar 
en unos casos del descuido de la propia víctima, que no toma las 
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
precauciones debidas, o de la falta de prevención de sus cuida-
dores y protectores naturales (familiares, amigos, vecinos ... ); en 
otros, puede ser la consecuencia indeseada de fallos en los con-
troles formales, tales como la policía o los tribunales. 
Los tres factores mencionados constituyen, de acuerdo con el cono-
cimiento actual, elementos clave de todo análisis de la agresión, y este 
libro prestará atención a todos ellos. En este primer capítulo se atende-
rá a una descripción general de los dos primeros (agresores y víctimas, 
con especial atención a la cuestión central de si se trata preferentemen-
te de varones o de mujeres). Para ello se destinará un primer epígrafe a 
analizar quiénes son los agresores más habituales en delitos violentos, 
en maltrato contra la pareja y en materia de abuso y agresiones sexua-
les. Lo mismo se hará, en el siguiente epígrafe, por lo que se refiere al 
análisis de quiénes son las víctimas prioritarias de los anteriores delitos, 
es decir, si son los hombres o lo son las mujeres. El capítulo finalizará 
con unas conclusiones generales al respecto sobre la violencia ejercida 
o sufrida por los hombres y por las mujeres. 
Figura 1.1. Interacción agresores-víctimas [adaptado a partir de Felson, 1994, 200B}. 
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad 
1.1. AGRESiÓN Y DELITO 
La agresión suele comportar una acción mediante la que se ejerce 
fuerza sobre otra persona que, como resultado de ello, sufre algún tipo 
de daño. Esta conducta acostumbra a interpretarse como violencia si se 
entiende que es intencionada, es decir, con el objetivo de dañar a la 
víctima. Lo más común es que los comportamientos violentos estén 
prohibidos por la ley y, por ello, constituyan delitos. 
Los delitos pueden adoptar muy diversas formas, como los hurtos 
(en que se sustrae discretamente una propiedad ajena, como podría ser 
un bolso o una cartera), las estafas, los robos tanto con fuerza (rom-
piendo la puerta de una casa) como con intimidación o violencia (ame-
nazando a la víctima con un arma o golpeándola para que entregue su 
dinero), las lesiones, los abusos de menores, las agresiones sexuales y 
la violación, el maltrato a los hijos o a la pareja, etc. 
Además de por su objetivo o naturaleza, los delitos pueden ser cla-
sificados también en función de su gravedad. Los dos principales crite-
rios que suelen emplearse para establecer la gravedad de los delitos 
son, en primer lugar, el daño causado a las víctimas y a la sociedad en 
su conjunto y, en segundo término, la magnitud económica de las sus-
tracciones o daños efectuados. 
El modo más inmediato de conocer cuántos delitos se producen es 
mediante las denuncias que efectúan las propias víctimas o los posi-
bles testigos. En estos supuestos lo más común es que las denuncias 
hayan dado lugar a procesos legales e incluso a la condena de los 
autores. También puede conocerse la magnitud de la delincuencia a 
partir de fuentes de información denominadas "no oficiales». Éstas 
son fundamentalmente dos: los estudios de autoinculpación y las en-
cuestas de victimización. En los análisis de auto inculpación se pre-
gunta, de modo anónimo, a muestras representativas de la población, 
generalmente jóvenes de ambos sexos, acerca de sus posibles con-
ductas ilícitas y antisociales. De ese modo pueden obtenerse unos 
índices, generalmente anuales, que se denominan "de delincuencia 
autoinformada». Su mayor ventaja es que permiten conocer con mayor 
amplitud, a partir del testimonio de los propios autores, qué conduc-
tas ilícitas y con qué frecuencia se llevan a cabo en el seno de una 
población. Su principal inconveniente es que, mediante los autoinfor-
mes, es difícil conocer comportamientos delictivos graves que no ha-
yan sido denunciados, como podrían ser incluso una violación o un 
homicidio. 
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
Un método inverso al anterior son las encuestas de victimización. En 
ellas se pregunta, también de manera anónima, a muestras representa-
tivas de la población sobre aquellos delitos que puedan haber sufrido 
durante el período de un año, o bien a 10 largo de toda su vida. De este 
modo, asimismo es posible conocer muchos más hechos antisociales y 
delictivos de los que acaban siendo denunciados. Entre sus inconve-
nientes está el que algunas víctimas puedan no mencionar, por ver-
güenza o temor, hechos delictivos graves, como maltratos o violaciones 
sufridas en el hogar. Pese a todo, las encuestas de victimización consti-
tuyen el mejor instrumento disponible para hacernos una idea lo más 
veraz posible acerca de los hechos antisociales que realmente suceden. 
Así pues, idealmente, para cada categoría de delitos podría disponer-
se de dos fuentes fundamentales de información: la correspondiente a 
la tasa anual de victimización, o los delitos que las víctimas dicen haber 
sufrido, y la que se refiere a los delitos oficialmente denunciados ante 
la policía y perseguidos por la justicia. Entre la primera, mucho más 
amplia, y la cifra de denuncias, más reducida, media la conocida como 
cifra negra de la criminalidad, constituida por los delitos ocultos que lasvíctimas, por unas u otras razones, no denunciaron y que, por tanto, no 
han sido objeto de persecución legal. 
Con el telón de fondo de nuestro interés principal en este libro (la 
violencia de los hombres contra las mujeres), a continuación se presen-
tan distintas informaciones sobre el comportamiento violento y antiso-
cial, utilizando para ello tanto cifras oficiales como, hasta donde nos sea 
posible, datos no oficiales. En primer lugar se analizará la prevalencia 
violenta y delictiva de hombres y de mujeres en cuanto agresores, tanto 
de modo general como, particularmente, en lo tocante al maltrato de 
pareja y los delitos sexuales. A continuación se dirigirá la atención 
al segundo término de la ecuación,· presentándose información sobre 
las mujeres y los varones en cuanto posibles víctimas de agresiones y 
delitos. 
1.2. LOS AGRESORES 
Con carácter general, los varones, de todas las edades y de todas las 
culturas, efectúan más comportamientos antisociales y de agresión que 
las mujeres. Esta característica más violenta de los varones parece inclu-
so ir más allá de las propias conductas ilícitas. Es fácil observar en la 
familia y en la escuela que, ya desde los primeros años de la vida, los 
niños son más movidos, inquietos, impulsivos, exploradores del am-
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad 
biente, asumidores de riesgos y peleones que las niñas. Por el contrario, 
las chicas acostumbran a ser, también desde la infancia más temprana, 
más tranquilas, autocontroladas y prudentes. 
Estas diferencias de conducta entre varones y mujeres se hacen más 
notorias a partir de la adolescencia por 10 que se refiere a los compor-
tamientos antisociales. Si se atiende a los auto informes , por cada chica 
que manifiesta haber realizado algún comportamiento antisocial de en-
tidad no muy grave (faltar al colegio, engañar a sus padres, hurtar en 
tiendas, etc.) , hay unos cinco chicos que dicen haber realizado dichas 
conductas. Si se toman en cuenta datos oficales, relativos a denuncias y 
detenciones, la anterior proporción se extrema, y por cada chica que 
comete algún delito de mayor entidad (sustracción de vehículos robo , , 
agresión, etc.) entre ocho y diez varones 10 hacen. En la edad adulta 
estas diferencias se hacen evidentes a partir de los delitos que son le-
galmente perseguidos por la justicia. 
De acuerdo con datos de Inglaterra y Gales correspondientes a 2006, 
una mayor proporción de hombres que de mujeres fueron detenidos e 
inculpados en todas las categorías más graves de delitos. En concreto, 
eran varones entre el 82% y el 94% de los imputados por delitos violen-
tos contra las personas, delitos por drogas, robos con violencia y robos 
de casas. Por 10 que se refiere a todos los condenados por delitos 
sexuales, el 97% eran varones. En cuanto a los hurtos y robos, que fue-
ron los delitos más frecuentes en conjunto, el 71% fueron cometidos 
por hombres. 
En la tabla 1.1 pueden verse las cifras totales de condenados en 2006 
en España por distintos tipos de delitos, con los porcentajes de ellos 
que corresponden a mujeres y a hombres. 
Como puede verse, en todas las categorías delictivas incluidas en la 
tabla el porcentaje de varones condenados es abrumadoramente supe-
rior, oscilando entre un mínimo del 87,8% para el caso de los delitos de 
torturas y contra la integridad moral y un máximo del 96,5% para los 
delitos contra la libertad y para los delitos contra la libertad sexual. Es 
decir, en promedio, por cada mujer condenada por delitos, once varo-
nes lo son. Esta relación se extrema para el delito de homicidio, en el 
que por cada mujer condenada lo son quince hombres, y aun más para 
el caso de los delitos sexuales, con veintiocho hombres condenados 
por cada mujer que lo ha sido. 
Una constatación provisional que puede efectuarse a la luz de la ta-
bla 1.1 es que la relación N hombres/1 mujer aumenta en función de la 
violencia y gravedad de los delitos, así como de la connotación sexual 
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
TABLA 1.1 
Personas condenadas por sexo y tipos de delitos seleccionados: 
España, 2006 
TOTAL 
Contra la seguridad colectiva (in-
cendios, salud pública, seguridad 
del tráfico, energía nuclear ... ) 
,Contra el patrimonio (hurtos, ro-
bos, estafas, etc.) 
Lesiones (daños, generalmente fí-
sicos, a otras personas) 
Contra la libertad (amenazas, 
coacciones, secuestros) 
Torturas y otros delitos contra la 
integridad moral 
Contra la libertad sexual (viola-
ción, agresión sexual, abuso ... ) 
Homicidio y sus formas (muerte 
de otra persona) 
142.746 
42.512 
36.238 
23.429 
3.657 
2.238 
1.322 
570 
fuENTE: A partir de estadísticas judiciales, INE. 
91,8 8,2 
94,0 6,0 
88,9 11,1 
91,8 8,2 
96,5 3,5 
87,8 12,2 
96,5 3,5 
93,7 6,3 
de las agresiones. De este modo, según se ha visto, las diferencias entre 
varones y mujeres en cuanto a su participación en la delincuencia se 
agudizan en lo relativo a los delitos graves, tales como robos violentos, 
lesiones, homicidios y asesinatos en general, agresiones sexuales y mal-
trato y asésinatos de la pareja. 
Tres características distinguen en general los comportamientos vio-
lentos de las mujeres (en contraste con los de los hombres): 1) sus com-
portamientos violentos suelen presentar menor intensidad, incluyendo 
más agresiones verbales e indirectas que físicas y directas; 2) tales con-
ductas se producen preferentemente en el contexto de las relaciones 
íntimas, tanto familiares como de amistad, y 3) las víctimas de dichas 
I 
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad 
agresiones son prioritariamente otras mujeres. A pesar de las anteriores 
características generales, existen ciertamente excepciones que pueden 
ser documentadas mediante casos concretos de mujeres que han come-
tido graves delitos como asesinatos o terrorismo. Pero ello no invalida 
las conclusiones globales a que se ha hecho referencia. 
Una proporcionalidad hombres/mujeres paralela a la anterior puede 
también observarse por lo que se refiere a las cifras de encarcelados. 
Según puede verse en la figura 1.2, las mujeres en prisión representan 
en torno al 8% del conjunto de la población penitenciaria española, lo 
que equivale aproximadamente a que por cada mujer encarcelada lo 
están doce hombres. 
70.000 
60.000 
50.000 
40.000 
30.000 
20.000 
10.000 
O 
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 
(8,5%) (8%) 
Figura 1.2. Población penitenciaria española {dependiente de la administración central] 
por sexo: 2001-2008 (a partir de la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias). 
Junto con la variable referida al sexo, la edad es el otro gran factor 
que guarda la mayor relación con la prevalencia delictiva. Tanto en el 
grupo de los varones como en el de las chicas, un aspecto importante 
de la delincuencia tiene que ver con las edades de los autores de los 
delitos. En principio, los autores de actos antisociales y delictivos pue-
den corresponder a todas las edades, desde la adolescencia hasta la 
tercera edad. Pese a todo, la prevalencia delictiva no es uniforme en 
distintas edades, sino que universalmente existe una gran concentra-
ción delictiva en sujetos adolescentes, jóvenes y jóvenes adultos. El pico 
de edad de mayor participación delictiva suele situarse entre los 18 y 
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
los 22 años. Transcendido este margen, la mayoría de los individuos 
que cometieron algunos delitos en la juventud Ca veces incluso delitos 
graves) abandonan la delincuencia. No obstante, un número reducido 
de sujetos persisten activos en el delito a lo largo de bastantes años. 
A pesar de que la participación delictiva se reduce con la edad, la 
relación varones-mujeres parece mantenerse bastante estable para to-
das las edades. La tabla 1.2 refleja una extraordinaria estabilidad, no 
sólo del claro predominio de los varones entre los condenados por de-litos, sino también de la proporcionalidad varones-mujeres en los dis-
tintos intervalos de edad desde la juventud hasta la tercera edad. 
TABLA 1.2 
Personas condenadas según sexo y edad: España, 2006 
TOTAL 127.099 91,8 11.288 8,2 
De 18 a 20 años 4.810 91,4 450 8,6 
De 21 a 25 años 17.391 92,2 1.478 7,8 
De 26 a 30 años 19.686 91,9 1.729 8,1 
De 31 a 35 años 18.319 92,1 1.580 7,9 
De 36 a 40 años 16.915 91,4 1.585 8,6 
De 41 a 50 años 21.511 92,0 1.876 8,0 
De 51 a 60 años 8.171 92,6 657 7,4 
De 60 y más años 3.338 91,4 315 8,6 
No consta edad 16.938 91,3 1.618 8,7 
FUENTE: A partir de estadísticas judiciales, INE. 
Aunque la mayor prevalencia masculina en el delito es universal, las 
cifras españolas parecen especialmente extremas, en contraste con la 
información internacional. Así, por ejemplo, en los datos de la figu-
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad 
ra 1.3 correspondientes a las tasas británicas de varones y mujeres, la 
distancia entre hombres y mujeres es algo menor que la existente en los 
dCltos españoles de condenados recogidos en la tabla 1.2. En Inglaterra, 
entre las edades de 10 y 15 años, por cada chica responsable de un 
comportamiento antisocial o delictivo tres chicos lo son. La distancia 
entre sexos aumenta a partir de los 16 años, con unos cinco varones 
responsables de delitos por cada mujer. 
700 
600 
500 
400 
300 
200 
100 
O 
10-15 16-24 25-34 
Años 
35 o más Promedio de 
todas las edades 
Figura 1.3. Tasas, por cada 10.000 habitantes, de varones y mujeres responsables 
de delitos en distintos intervalos de edad: Inglaterra y Gales, 2002 (a partir delOffice 
for National Statistics, Reino Unido). 
1.3. LAS VíCTIMAS 
Víctimas de delitos violentos 
Al ser más los varones que cometen delitos, tanto globalmente como 
delitos violentos en particular, cabría esperar que las víctimas de ta-
les delitos fueran personas más vulnerables, especialmente en razón de 
su menor fuerza física y de su menor agresividad. Desde este punto 
de vista, las mujeres podrían ser en apariencia víctimas particularmente 
propicias. La hipótesis implícita aquí sería que las personas de mayor 
fuerza física y más agresivas (los varones lo son) tendrían mayor proba-
bilidad de agredir a las personas de menor fuerza física y menor agre-
sividad, como lo son las mujeres. 
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
En función de los datos internaciones existentes, la anterior hipó-
tesis no se confirma con carácter general. Por el contrario, al igual 
que la mayoría de los agresores y delincuentes son varones, también 
son hombres la mayoría de las víctimas, especialmente de delitos vio-
lentos. La excepción la constituyen los delitos sexuales y el maltrato 
de pareja, en los que las tasas de victimización femenina son clara-
mente superiores. En concreto, el mayor riesgo de sufrir delitos lo 
tendrían los jóvenes varones de entre 16 y 25 años (intervalo de edad 
que también coincide con el de mayor participación delictiva). 
La figura 1.4 corresponde al porcentaje de varones y de mujeres 
mayores de 16 años que fueron en 1999 víctimas de delitos violentos 
en Inglaterra y Gales. En conjunto, un 5,5% de los varones fueron víc-
timas de algún delito, frente a un 3,3% de las mujeres. En estas cifras 
destaca el hecho del mayor riesgo de los varones de ser víctimas de 
agresores desconocidos (2,3% de los varones frente al 0,7% de las mu-
jeres). Sin embargo, el riesgo de varones y mujeres es más parecido 
por lo que se refiere a las agresiones por parte de conocidos (que su-
fren el 2% de los varones y el 1,3% de las mujeres). La probabilidad de 
victimización claramente se invierte en lo concerniente a la violencia 
doméstica, que habría sufrido el 1% de las mujeres frente al 0,5% de 
los varones. 
6 
5 
4 
3 
2 
1 
o 
Violencia 
doméstica 
Agresor Agresor 
conocido desconocido 
Asalto Total 
Figura 1 .4. Porcentajes de varones y mujeres (mayores de 16 años) víctimas de 
diversos delitos violentos: Inglaterra y Gales, 1999 (a partir del British Crime Survey. 
Home Office, Reino Unido). 
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad 
Según datos británicos correspondientes a 2006, la probabilidad 
media de sufrir un delito fue del 3,2%. La probabilidad más elevada de 
ser víctima de un delito violento se situó en el intervalo de 16 a 24 
años, aunque el riesgo de victimización por parte de varones y muje-
res fue muy desigual: de las chicas, el 6,4% experimentaron un delito 
violento, y de los varones, el 13,4%. Para las edades de 25 a 34 años, 
estos porcentajes correspondieron respectivamente al 3,3% de las chi-
cas y al 5,7% de los varones. A medida que se asciende en edad, tan-
to el riesgo global como las diferencias en el riesgo entre mujeres y 
hombres se van acortando, hasta que a la edad de 75 años o más, los 
porcentajes de victimización son de 0,2% para las mujeres y de 0,3% 
para los hombres. 
Es decir, en materia de agresión y delincuencia, lo más frecuente en 
términos generales es que un varón agreda o violente a otro varón. Así 
sucede a la luz de los datos de victimización disponibles tanto por lo 
que se refiere a hurtos como a robos con fuerza y violencia, lesiones, 
homicidios y asesinatos. 
Las agresiones más graves que pueden sufrirse son las que condu-
cen a la muerte de las víetimas, los homicidios. En la figura 1.5 se 
presentan, para el año 2002, las tasas mundiales de homicidio por 
25 
20 
15 
10 
5 
o 
0-4 5-14 15-29 30-44 
Años 
45-59 >60 Total 
Figura 1.5. Tasas mundiales, por cada 100.000 habitantes de varones y mujeres 
víctimas de homicidio en distintos intervalos de edad: 2002 (a partir del Informe 
Mundial sobre la Violencia y la Salud, de la Organización Mundial de la Salud). 
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
cada 100.000 habitantes, por intervalos de edad y sexo, de acuerdo 
con los datos de la Organización Mundial de la Salud. Quizá lo más 
destacable en esta figura sea que en edades infantiles y hasta la ado-
lescencia (hasta 14 años) las tasas por sexos prácticamente se equipa-
ran, siendo víctimas de homicidio por igual las niñas y los niños (en 
una tasa promedio de unas 3 niñas y unos 3 niños por cada 100.000 
habitantes). Sin embargo, la situación cambia radicalmente a partir de 
la edad de 15 años. En el intervalo de edad de 15 a 29 años, son víc-
timas de homicidio 19 varones y 4 mujeres por cada cien mil habi-
tantes. En intervalos de edad superiores se va reduciendo paulatina-
mente la tasa de varones muertos por homicidio, hasta 13 por cada 
cien mil habitantes. A pesar de ello, la tasa de mujeres víctimas de ho-
micidio, aunque es claramente inferior a la de hombres, permane-
ce bastante estable (en torno a 4/100.000 en los distintos intervalos de 
edad). 
En el marco de las informaciones precedentes, no dejan de sorpren-
der los datos españoles que se presentan a continuación, obtenidos de 
las estadísticas del Ministerio del Interior en relación con las víctimas de 
algunos delitos seleccionados. 
TABLA 1.3 
Víctimas de algunos delitos seleccionados. 
según el tipo de delito y sexo: España. 2006 
TOTAL DE VÍCTIMAS 
Contra el patrimonio: hurtos, robos, es-
tafas, etc. 
Contra las personas: lesiones, homici-
dio, etc. 
Contra la libertad sexual: abuso, agre-
sión, violación, acoso, etc. 
Contra la libertad: amenazas, coaccio-
nes, secuestros, etc. 
188.043 
75.330 
71.508 
9.137 
11.517 
FUENTE: A partir del Anuario Estadístico del Ministerio del Interior. 
57,5 
44,6 
74,2 
88,7 
84,1 
¿Hombres agresores y mujeres v[ctimas? Los estereotipos y la realidad 
Según los datos anteriores, excepto para los delitos contra el patri-
monio, en los que la mayoría de las víctimas son varones, en el resto de 
los tipos delictivos seleccionados (contra las personas, contra la libertad 
sexual, contra la libertad en general) las tasas más elevadas de victimi-
zación serían las de las mujeres. Porlo que se refiere a los delitos con-
tra la libertad sexual, no cabe duda de que, así como los varones son 
mayoritariamente los agresores, las mujeres son generalmente las vícti-
mas (en la tabla anterior, el 88,7% del total, es decir, por cada varón que 
es agredido sexualmente 78 mujeres lo son). 
En lo relativo al conjunto de los delitos contra las personas, según 
esta información, las víctimas serían en un 74,2% mujeres (o sea, tres 
mujeres por cada hombre). Es muy probable que esta desproporción 
sea debida a que en el conjunto de los delitos contra las personas se 
incluyen también muchos de los correspondientes a violencia de géne-
ro, de la que son víctimas prioritariamente las mujeres. Algo parecido 
puede especularse al respecto de los delitos contra la libertad, en los 
que se computan amenazas y coacciones, muchas de las cuales serían 
denunciadas por mujeres en el marco de las relaciones de pareja. Pese 
a ello, esta información estadística sobre denuncias está probablemente 
sesgada y es claramente incoherente con las cifras internacionales de 
victimización, que reflejan una mayor vitimización general de los varo-
nes, con las excepciones mencionadas del maltrato y las agresiones 
sexuales. 
Así pues, analicemos a continuación con detalle el maltrato contra la 
pareja y los delitos sexuales, en los que las mujeres son las víctimas 
principales. 
Víctimas de violencia contra la pareja 
Las mujeres tienen una mayor probabilidad de ser víctimas de las 
agresiones que se producen en el marco de las relaciones afectivas y 
de intimidad: violencia de género y asesinato de pareja, y también abu-
sos y agresiones sexuales intrafamiliares. En todos estos supuestos lo 
más frecuente es que los agresores sean los varones, y las víctimas, las 
mujeres. 
En la tabla 1.4 se presentan datos, en relación con diversas regiones 
del mundo, sobre porcentajes de mujeres que declaran haber sido agre-
didas físicamente por su pareja masculina, ya sea durante el período 
correspondiente al año precedente a la encuesta o bien en algún mo-
mento anterior de su vida. 
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? 
TABLA 1.4 
Mujeres (en %) que en distintas regiones del mundo declaran 
haber sido agredidas físicamente por su pareja masculina 
según estudios de poblaciones seleccionadas (1982-1999) 
África Etiopía, Kenia, Nigeria, Su- 8 26,6 
dáfrica, Zimbabwe. 
América del Canadá, Estados Unidos. 2,1 25,5 
Norte 
América Lati- Antigua, Barbados, Bolivia, 18,2 21,6 
na y el Caribe Chile, Colombia, México, 
Nicaragua, Paraguay, Perú, 
Puerto Rico, Uruguay. 
Asia y Pacífi- Australia, Bangladesh, Cam- 14,5 31,8 
co occidental boya, India, Filipinas, Papúa 
Nueva Guinea, República 
de Corea, Tailandia. 
Europa Noruega, Países Bajos, Re- 8,3 19,8 
pública de Moldavia, Reino 
Unido, Suiza. 
Mediterráneo Turquía, Egipto, Israel, Ri- 30,8 46 
oriental bera Occidental y Franja de 
Gaza. 
FUENTE: Estimación propia a partir del Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud, 
OMS,2002. 
Realmente impresiona constatar que, en relación con el último año, 
entre un 2,1 Y un 30% de mujeres declaraban haber sido agredidas 
físicamente por sus parejas masculinas, y entre un 19,8 y un 46% ha-
ber sido agredidas alguna vez a lo largo de su vida. Estas cifras ilus-
tran muy bien la envergadura social de este gravísimo problema de 
agresión que universalmente sufren las mujeres en sus relaciones de 
pareja. 
¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad 
Si los datos se analizan comparativamente por regiones del mundo, 
la zona en que menos mujeres manifiestan haber sido agredidas por su 
pareja es Europa (con un 8,3 anual y un 19,8% alguna vez), mientras 
que el área con mayor violencia marital contra las mujeres sería, a la luz 
de estos datos, la del Mediterráneo oriental (con un 30,8% anual y un 
46% alguna vez). Vistas así las cosas, aunque hay diferencias relevantes 
entre regiones, las tasas de agresión contra la pareja femenina son ob-
jetivamente muy elevadas en todas ellas. Ciertamente, ninguna zona del 
mundo es ajena a este problema. 
Aparte de las magnitudes globales de violencia contra la pareja ex-
perimentadas por las mujeres, es necesario conocer con más detalle 
cuáles son las formas específicas de agresión sufridas. En la tabla 1.5 se 
analizan, para la realidad española, los delitos y faltas concretos oficial-
mente denunciados como resultado de la agresión por parte de la pa-
reja. Los datos corresponden tanto a mujeres como a hombres víctimas 
de tales agresiones. 
Como puede verse en la tabla, por lo que se refiere a agresiones 
graves provisionalmente calificadas como delitos, las mujeres son las 
víctimas principales, especialmente de los delitos más graves, tales 
como asesinato y homicidio, lesiones, mutilación genital, malos tratos, 
detención ilegal, secuestro, amenazas, coacciones, trato degradante, 
allanamiento de morada, injurias, agresiones sexuales y violación, abu-
sos sexuales, corrupción de menores y coacción a la prostitución. En 
todos estos delitos denunciados, desde un mínimo del 73% hasta un 
máximo del 100%, las víctimas son mujeres. En lo concerniente a las 
infracciones más leves (las faltas), aunque el predominio de las víctimas 
mujeres en general continúa, las distancias entre las proporciones de las 
mujeres y los hombres se acortan. 
Por otra parte, desde la perspectiva de la evolución de estos delitos, 
en el caso español las denuncias por violencia contra la pareja han au-
mentado durante los últimos años. Aunque también se han incrementa-
do las denuncias por parte de los hombres, han aumentado más las 
correspondientes a las mujeres (desde 43.313 en 2002 a 63.347 en 2007), 
especialmente a partir de los diversos cambios jurídico-penales promo-
vidos por la Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género, 
de 2004 (véase figura 1.6). 
De todas formas, debe recordarse aquí que lo anterior en absoluto 
debe interpretarse como un aumento real de la violencia de pareja, sino 
más probablemente como un incremento de la posibilidad de denun-
cia. Es decir, a resultas de la sensibilidad social actualmente existente 
r 
¿Por qué víctima es femenino y agresor masculino? ¿Hombres agresores y mujeres víctimas? Los estereotipos y la realidad 
acerca de la violencia de género y de los cambios legales a que ello ha 
dado lugar, en la actualidad las mujeres que puedan ser víctimas de es-
00 0\ r--- o '" o o() o o o r--- N o() tos hechos tenderán, más de lo que lo hacían en etapas anteriores, a 0\ 0\ 0\ o r--- o '<:t' \O '" r--- '" '" \O ,.... ,.... 
Ul denunciar dichas agresiones. Así pues, el aumento de las denuncias, m 
que sin duda es algo positivo para mejorar la prevención y el control de .¡.J e: 
·ti o 0\ '<:t' o() o() r--- ,.... '" o \O r--- '<:t' o futuras agresiones, no debe confundirse con un incremento de los epi-o() 0\ o() N o() o ,.... \O '<:t' r--- o ,.... :.a ,.... N 00 r; ~ \O '" r--- sodios de violencia de pareja o del número de mujeres maltratadas. Se ,.... ,.... N m volverá sobre esta cuestión más adelante. t. m e.. o() '<:t' ,.... o ,.... o o o N '" '<:t' '<:t' \O ,.... '<:t' o() N '" m ~ r; '<:t' ~ '<:t' 
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t.o 
mo v ¡:: .,!, 70.000 e..C\I ,-.., 
<FJ 'o r/J :o 60.000 )( ¡:: v '0 ~ o m . 'o .... 2 ¡:: m '0 o ~ 'o o le: ¡:: 'p Q .¡¡; v 50.000 m m ~ v <FJ "'d <FJ .... ~ ~ ..... S o r/J . - e.. v .... 
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