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Inseguridad-ontologica-y-violencia-en-la-modernidad-Siglo-XXI--hacia-una-transmutacion-ontologica-epistemologica-y-etica

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES 
 
 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo 
XXI. 
 
Hacia una transmutación ontológica, epistemológica y ética. 
 
 
 
T E S I S 
 
Que para obtener el titulo de Licenciada en Relaciones Internacionales 
 
 
P R E S E N T A 
 
Andrea Zetina Ferrer Mac Gregor 
 
 
ASESORA 
 
Mtra. Adriana Irene Hernández Gómez 
 
 
Ciudad Universitaria, Cd. Mx., 2017 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 2 - 
 
 
 
 
 
Decídete con osadía a forzar las puertas 
ante las cuales de buen grado pasan 
todos de largo esquivando el riesgo. 
 J. W. Goethe 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 3 - 
ÍNDICE 
 
Introducción......................................................................................................................4 
 
1.- Relaciones de violencia en el sistema capitalista.....................................................15 
 
1.1 Descripción histórica de las relaciones de violencia en el capitalismo desde el 
siglo XVI...............................................................................................................17 
 
1.2 Relaciones de violencia en el sistema capitalista, siglo XXI...........................31 
 
2.- Hacia una transformación humana............................................................................43 
 
2.1 Transmutación ontológica...............................................................................53 
 
2.2 Transmutación epistemológica.......................................................................60 
 
2.3 Transmutación de la conciencia global...........................................................68 
 
2.4 Disminución de las relaciones de violencia....................................................72 
 
3.- Ejemplos de formas de vida alternativas....................................................................74 
 
3.1 Buen Vivir: Sumak Kawsay.............................................................................75 
 
 3.1.2 Comunidad Kichwa Sarayaku............................................................82 
 
3.2 Ecoaldeas.......................................................................................................87 
 
 3.2.1Ecoaldea Okodorf Sieben Linden........................................................93 
Conclusión.......................................................................................................................97 
Fuentes consultadas...............................................................................................................107 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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INTRODUCCIÓN 
 
En primera instancia, es preciso aclarar que el presente trabajo de investigación se 
nutre, además de los aportes de la disciplina de Relaciones Internacionales, de otras 
ciencias y disciplinas, tales como de: la antropología, la psicología, el psicoanálisis, la 
sociología y la filosofía. El objetivo de llevar a cabo un diálogo interdisciplinario es 
estudiar el caso particular de la violencia en la modernidad de forma integral, así como 
de manera que el análisis sea elaborado a partir de una visión compleja, que permita la 
vinculación y el entrecruzamiento de múltiples elementos que conforman la realidad. 
 
 
Ahora bien, en un mundo globalizado, en el que las problemáticas también han 
sobrepasado fronteras, y la violencia no encuentra límites en aquellas líneas fronterizas, 
se tiende a afectar, ya sea directa o indirectamente, a los diferentes actores que 
componen la esfera global. 
 Sin embargo, es una violencia particular, es resultado no únicamente de los instintos 
del ser humano, pues va más allá de la lucha por la sobrevivencia. Es en esencia una 
violencia instrumental, que sirve como medio para la acumulación de capital dentro de 
una lógica capitalista de producción y consumo1. Es por ello una violencia producto de 
la interrelación entre los instintos y la razón. Entendiendo así la violencia como un 
comportamiento deliberado -aunque no siempre- que provoca daño físico o psicológico 
al receptor con el fin de lograr la acumulación de capital, y con ello el acrecentamiento 
de la seguridad ontológica. 
 Para comprender el sentimiento de inseguridad ontológica2 es necesario hacer 
alusión en primera instancia al concepto de seguridad ontológica3. Dicho término hace 
 
1 Sistema-mundo moderno capitalista que prioriza la acumulación de capital, en el cual hemos estado 
inmersos desde el siglo XVI, Vid. Immanuel Wallerstein, Análisis de Sistemas-Mundo, una introducción, 
[en línea], 85 pp., México, siglo XXI editores, Dirección URL: 
http://geopolitica.iiec.unam.mx/sites/geopolitica.iiec.unam.mx/files/analisis_de_sistemas_wallerstein_0.pd
f 
2 “[...] [para] la persona ontológicamente insegura [...] las circunstancias ordinarias del vivir amenazan su 
débil umbral de seguridad. [...] Así, pues, cualquier otro es una amenaza a su ‘sí mismo’ (a su capacidad 
de obrar autónomamente), no por algo que él o ella hagan o dejen de hacer específicamente, sino en virtud 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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referencia a la autonomía de gobierno corporal, no únicamente física, sino también, 
anímica. Es la capacidad del sujeto de actuar y de pensar de acuerdo a sus propios 
parámetros, referencias y determinaciones, teniendo y sintiendo simultáneamente cierto 
grado de seguridad en su cotidianidad. La persona en cuestión posee las herramientas 
para discernir y actuar en consecuencia, bajo un marco de confianza en la propia 
subjetividad, al mismo tiempo que su realidad concreta le brinda cierto grado de 
certeza. Por lo que la inseguridad ontológica es en realidad, un sentimiento de continua 
amenaza a la integridad del individuo, sea esta física, o bien, anímica. Pero la cuestión 
es saber por qué el sujeto moderno tendría un sentimiento de inseguridad ontológica 
exacerbado. Elemento que lo incita a la violencia, puesto que la integridad de su 
persona se ve amenazada. 
 Una subjetividad es susceptible de caer en sentimientos de inseguridad ontológica no 
únicamente cuando corre el riesgo de ser privada de los recursos materiales necesarios 
para reproducir su vida físicamente, sino que también aun teniendo los medios que le 
garanticen su sobrevivencia, el sujeto busca tener un lugar en el mundo que lo dote de 
una identidad personal no degradante, que lo haga “ser alguien”4 dentro de la masa 
humana. Para lograrlo, también puede utilizar la violencia. De manera tal, que usa el 
poder y la fuerza para lograr sus objetivos, y con ello acrecentar su sentimiento de 
potencia5, su poder de poder, y al mismo tiempo su seguridad ontológica. 
 Dentro del orden ontológico, comprendiendo por ontología: una concepción de la 
realidad, una explicación sistemática de la existencia, la organización de la realidad, susde la existencia de él o de ella. [...] De tal manera, el hombre que siente miedo de que su propia 
subjetividad sea tragada, aplastada o congelada por el otro, frecuentemente intenta tragar, aplastar, o matar 
la subjetividad de la otra persona.” Ronald David Laing, El yo dividido. Un estudio sobre la salud y la 
enfermedad, México, Fondo de Cultura Económica, Biblioteca de Psicología y Psicoanálisis, 1964, pp. 
38, 43 y 48. 
3 Vid. Anthony Giddens, Consecuencias de la modernidad, España, Alianza, 1994, pp. 80-98. 
4 Relacionado con: “Lo que representamos, es decir, nuestra existencia en la opinión de otro, [...] manera 
como los demás se representan a un individuo; por consiguiente, lo que está en su representación.” Arthur 
Schopenhauer, Arte del Buen Vivir, España, EDAF, 1980, pp. 67 y 17. 
5 “La lucha del hombre por el poder no siempre tiene como meta el enriquecimiento económico. El poder 
puede ser valorado ‘por sí mismo’. A menudo es el ‘honor social’ implicado en la posesión de poder lo 
que motiva su búsqueda.”, […] “De hecho, como ha ocurrido con frecuencia, es el honor social, o el 
prestigio, el que puede constituir el fundamento del poder político o económico.” Vid. Max Weber, 
Estructuras de poder, Argentina, Editorial La Pleyade, 1977, pp. 45-46. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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propiedades, estructuras y sistemas6; el sujeto moderno, inmerso en el sistema político-
económico capitalista, puede presenciar una sensación de inseguridad, pues no 
invariablemente tiene sus recursos materiales de supervivencia asegurados. Además, 
tampoco posee permanentemente una identidad no degradante, sino que debe luchar 
dentro de un marco de constante competencia por forjarse una identidad que le dote de 
visibilidad en la o en las instituciones sociales que lo rodean. 
 Aunado a lo anterior, el sujeto moderno sufre otro atentado contra su seguridad 
ontológica, puesto que el simple hecho de ser humano, y por ende, estar dotado de 
racionalidad, de moralidad y de un ser social, lo sumerge consciente o 
inconscientemente en la Gran Duda existencial. En otras palabras, con la conformación 
de la autoconciencia desde una edad temprana, el sujeto es capaz de percibir su 
individualidad, y simultáneamente, de percibir la realidad y la gente que lo rodea. Desde 
ese fenómeno el ser humano puede sentir su desconexión e impotencia ante la 
Naturaleza, así como ante los seres vivos a su alrededor, pues descubre su 
individualidad, pero también descubre su inevitable lazo con el mundo, ya que tampoco 
es un ser aislado. Conforme crece comienza a cuestionarse acerca del mundo en el 
que está inmerso, pero habrá preguntas que sobrepasen su capacidad para dar 
respuestas permanentes. De ahí la incertidumbre, así como la sensación de amenaza 
ante una individualidad arrojada al mundo y una sensación en la que, al menos, se 
aparenta una separación entre el sujeto y la Naturaleza. 
 Además de aquellas concepciones ontológicas de lo que está ahí en el mundo, de lo 
que existe, y de la materialidad concreta, habrá que sumarle el ámbito epistemológico. 
Con el término de epistemología me refiero al enfoque filosófico que se ocupa de las 
condiciones históricas, psicológicas y sociológicas que conducen a la obtención del 
conocimiento. En otras palabras, la epistemología, responde al cómo me aproximo a la 
realidad para conocerla, con qué creencias, bajo que ideologías, qué marcos teóricos 
guían mi aproximación al mundo para comprenderlo y conocerlo7. Aunque ciertamente, 
la epistemología le ha dado prioridad al estudio del conocimiento científico y a su 
validación. 
 
6 Vid. Jose Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, Tomo II, Argentina, Editorial Sudamericana, pp. 321-
325. 
7 Vid. Audi Robert (editor), Diccionario de Filosofía, España, Akal, 2004, pp. 292-302. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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 Correlacionado a lo anterior, es necesario ligar la forma en la que el sujeto en 
cuestión se acerca al mundo para conocerlo. Y siendo un sujeto, que como ser 
humano, busca tener un marco de referencia que guíe sus acciones, la inseguridad 
ontológica lo lleva a buscar a aferrarse a lo que él conoce, es decir, a sus creencias e 
ideologías, a las que traducidas en actos, les dedica trabajo y esfuerzo. Por lo tanto, las 
referencias teóricas que posea un determinado sujeto, sean éstas culturales, o 
personales, van construyendo su identidad. Por lo que con tal de acrecentar o mantener 
su sentimiento de seguridad ontológica, la persona, o los grupos sociales, se aferran a 
sus creencias mediante conductas dogmáticas, que conducen a la generación y 
exacerbación de la violencia. Como menciona Hannah Arendt: “El dominio de la 
violencia pura aparece cuando el poder se está perdiendo [...]. La violencia aparece 
donde el poder se halla en peligro; pero abandonada a su propio impulso, conduce a la 
desaparición del poder.”8 
 Así por ejemplo, en el marco del sistema capitalista expandido bajo la intelectualidad 
basada en la modernidad, se ha puesto a la racionalidad científica como el único 
conocimiento válido, lo que ha llevado a menospreciar otras formas de expresar la 
racionalidad. La modernidad, como etapa histórica de la humanidad, conforma la base 
epistemológica y ontológica sobre la que se desarrolla y se desenvuelve el sistema 
capitalista. Así, el ser humano se ha puesto en el centro del mundo, generando con ello 
un antropocentrismo, y ha colocado a la razón como el elemento superior que 
caracteriza al hombre. El grupo social beneficiado de dicha epistemología cientificista, 
es por supuesto, la burguesía, clase socio-económica que posee los medios de 
producción, y por ende, mayor influencia en la conformación de las subjetividades. Ha 
violentado las múltiples expresiones del polimorfismo del conocimiento humano, a 
través de la elaboración de una supuesta racionalidad científica que posee un 
conocimiento “superior”, poseedor de la “verdad”. Dicho marco epistemológico 
únicamente reproduce la lógica capitalista de dominación, explotación y violencia para 
la consecución de la acumulación. Así por mucho tiempo, con base en un paradigma, 
sujeto y objeto se han percibido de manera aislada, sin que uno tenga incidencia en el 
otro, ni viceversa. El sujeto ha situado su fe en paradigmas específicos que incluso han 
 
8 Hannah Arendt, Sobre la violencia, México, Joaquín Mortiz Editorial, 1970, pp. 49-50. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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alterado el comportamiento del científico al momento de acercase a su objeto de 
estudio. Es así que, como afirma Karl Jaspers: 
 
Nuestro saber desea, a veces, seducirnos, aislarnos en la conciencia de aquello que 
tenemos por real y verdadero según un orden científico. Pero, en el transcurso del 
tiempo, nos sorprenden nuevas experiencias, nuevos hechos. [...] [De modo que] para el 
hombre la verdad es temporal y por tanto histórica; por consiguiente, como tarea está 
sometida a una amenaza continua.9 
 
 Bajo estas circunstancias, es posible observar que tanto la ontología como la 
epistemología, guían el comportamiento humano, es decir, moldean la ética. La ética es 
lo particular de la moral, esto es, la moral es la capacidad racional que todo ser humano 
tiene para discernir entre una conducta aceptable o no aceptable, y la ética es una 
moral particular, un marco conductual específico enfocado, aunque no siempre es así, 
en mejorar las relaciones entre los seres humanos.10 Lo cierto es que, siendo la ética un 
patrón conductual concreto, es influenciado por el ambiente cultural, las instituciones 
sociales, la economía, la política, entre otros factores. Lo cual hace de la ética, una 
ética intersubjetiva. Siendo esto así, una ética particular instituidatiende a reproducir 
patrones morales forjados dentro de un grupo social, sea éste una comunidad, una 
sociedad, etcétera. Y siendo intersubjetiva, alcanza cierto grado de aceptación social, 
pero eso no significa que siempre tienda a la mejoría de las relaciones sociales. 
Además, es importante señalar que la ontología (la concepción de la realidad), así 
como la epistemología desde el enfoque filosófico (las creencias, ideologías y marcos 
teóricos con los que un agente se aproxima a la realidad para conocerla), guían y 
determinan la conducta, puesto que sirven de referencia al sujeto para actuar. 
 Una vez dicho lo anterior, es necesario señalar que el sistema capitalista influencia el 
comportamiento de los sujetos modernos y, por ende, la conformación de la ética 
intersubjetiva. El capitalismo esboza como principios éticos fundamentales la 
competencia con el otro, así como el individualismo. Lo cual ha llevado a que a largo 
plazo se exacerbe la violencia, puesto que el sujeto se siente amenazado desde dos 
 
9 Karl Jaspers, Filosofía de la existencia, México, Editorial Planeta, 1985, pp. 58, 70. 
10 Vid. Audi Robert, op. cit., pp. 326-334. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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ámbitos elementales: desde el sistema capitalista que mientras por un lado no le 
asegura continuamente los medios de reproducción de la vida, que utiliza la explotación 
y la dominación, enajenando y alienando al sujeto para conseguir sus fines; por otro 
lado, lo amenaza anímicamente, ya que el sujeto debe luchar por mantener una 
subjetividad no degradante.11 El otro es entonces un agente con el que se “tiene que 
competir” puesto que “amenaza” la propia individualidad. En consecuencia, para 
mantener la seguridad ontológica, el sujeto moderno debe acoplarse a la “ética” que el 
capitalismo dicta o determina como tal de acuerdo a la preponderancia de la “ética” 
intersubjetiva burguesa. 
 Dado las circunstancias anteriores, el sujeto moderno se encuentra inmerso en una 
crisis existencial, pero también en una crisis sistémica capitalista que amenazan con 
destruir la continuidad de la propia vida humana en el planeta. La violencia se ha 
exacerbado, rompiendo con el equilibrio homeostático del metabolismo socio-natural. 
Lo material ha sobrepasado al ser humano, las armas, las bombas nucleares, el 
calentamiento global, ponen en riesgo de devastar la vida humana. Es por esto que, no 
solamente para preservar, sino también para expandir y desarrollar la vida, se ha vuelto 
necesario emprender una transformación profunda de la humanidad. Un cambio 
ontológico que modifique la concepción aislacionista y amenazante que el ser humano 
tiene de la realidad que lo rodea; también un cambio en la epistemología, que moldee 
las creencias, las ideologías y los marcos teóricos con los que el sujeto moderno se 
vincula con la realidad para conocerla, modificando su conducta dogmática, y siendo 
capaz de ver el polimorfismo del conocimiento. Si bien es cierto, que el ser humano al 
percibir una inseguridad ontológica instintivamente busca la seguridad, también la razón 
entra en ejecución para tomar una decisión dentro de un marco de posibilidades. El ser 
humano puede usar la razón para dañar y destruir, racionalizando la agresión, y 
convirtiéndola en violencia; pero también el ser humano es capaz de utilizar la razón 
para aceptar y afrontar el sentimiento de inseguridad ontológica. 
 
11 Sigmund Freud ciertamente señala que la moral cultural impulsada por la modernidad e interiorizada en 
la sociedad no responde a la subjetividad de los individuos, provocando con ello un malestar cultural; un 
descontento generalizado. Vid. Sigmund Freud, “El malestar en la Cultura”, en Obras Completas, Vol. 
XXI, Argentina, Amorrortu, 2007, pp. 65-140. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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 La transformación de la ontología, así como de la epistemología no sirve de nada si 
ésta no se traduce en la práctica, en la acción, si no se exterioriza en el 
comportamiento, en la ética. El cambio debe asentarse en una transmutación12, 
entendiendo este concepto como una transformación no únicamente anímica, 
ontológica, epistemológica, sino material, es decir, una modificación que se vea en lo 
concreto, que altere lo material, la estructura. 
 Como ejemplos de alternativas a la lógica capitalista de acumulación, a la concepción 
de la Naturaleza como un objeto que puede ser explotado sin ningún respeto por sus 
ciclos restaurativos, a la concepción del ser humano como ente separado de la 
Naturaleza y de los seres humanos13, a la cosificación de la otredad; planteo la 
existencia de otras concepciones, otras formas de aproximarse al mundo, y por ende, 
otras éticas. Para ello me enfoco en dos cosmovisiones distintas: el Buen Vivir y la 
formación de ecoaldeas, así como ejemplos de sus expresiones concretas: la 
comunidad Kichwa Sarayaku en Ecuador, y la ecoaldea Ekodorf Sieben Linden en 
Alemania. Elijo estos casos pues considero que reúnen elementos en los que es posible 
observar otros telares económicos, políticos, culturales, sociales y ecológicos, que se 
acomodan de forma tal que permiten el flujo de otras lógicas que, como respuesta y en 
contraposición a los efectos violentos, así como devastadores del sistema capitalista, 
buscan no solamente reproducir, sino al mismo tiempo, desarrollar la vida. 
 
 Ante la crisis sistémica se le presenta un gran desafío a las ciencias sociales: dar 
soluciones que logren resolver de fondo las problemáticas actuales. Sin embargo, no es 
suficiente con tan sólo mencionar que hacen falta alternativas al capitalismo, sino que 
 
12 Utilizo este concepto basándome en la “transmutación de todos los valores” esbozado por Friedrich 
Nietzsche. La transmutación de valores hace alusión a la importancia de trascender los valores 
tradicionales de la moral occidental burguesa, por otros valores creativos que tengan como función la 
afirmación de la vida y la realización del ser humano. La transmutación de los valores permea en todos los 
aspectos de la vida humana pues significa ir del nihilismo pasivo al nihilismo activo, esto es: superar 
creando. Vid. Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral, España, Alianza, 1980. 
13 De acuerdo con Ken Wilber, la percepción que se tiene respecto a la identidad implica encontrarse en un 
determinado nivel de conciencia, que para expandirla se deben desdibujar los límites y las fronteras 
impuestos artificialmente por uno mismo, los cuales únicamente reducen la capacidad perceptiva de la 
totalidad. Vid. Ken Wilber, La conciencia sin fronteras: aproximaciones de Oriente y Occidente al 
crecimiento personal, España, Kairós, Sabiduría perenne, 2006, 12a ed , 211 pp. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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es necesario dar luz a su existencia para que entonces se pueda gestar un cambio en 
la organización a nivel mundial. 
 Una ética distinta lleva aparejado un proceso de lucha por la vida y por la 
construcción de la coexistencia pacífica. Así se plasma un enfoque diferente para las 
ciencias sociales, un enfoque que trasciende la idea de que lograr disminuir las 
relaciones de violencia es una utopía. Es imprescindible dejar de creer que las 
relaciones de dominación y explotación son naturales; pues aunque son parte de la 
constitución del sujeto, se han exacerbado, por lo que a este tipo de relaciones nada las 
debe justificar. 
 Para detener la degradación ambiental y social se requieren aportaciones que 
coadyuven a cambiar los hábitos destructivos de las sociedades. Mismos que han sido 
motivados por la predominancia, como bien señalan Alberto Acosta14 y Eduardo 
Gudynas15, de una concepción del “vivir bien” sustentadaen el materialismo, desarrollo 
y crecimiento económico, visto como sinónimo de progreso. 
 
La disciplina de Relaciones Internacionales sigue apegada al paradigma realista que 
refuerza el egoísmo entre los diferentes actores. Esto induce, si se desea un cambio, a 
la necesidad de luchar en contra de la desigualdad en las relaciones entre los diversos 
actores. No obstante, ello requiere un posicionamiento ético distinto por parte de las 
diversas comunidades del mundo. Recorrer un proceso para convencernos de que otro 
mundo es posible. Un lugar en el que se trasciendan las patologías del narcisismo. 
 
Buscar la coexistencia al exterior implica también buscarla al interior de uno mismo. La 
lucha por la vida y por el equilibrio en las relaciones entre los seres humanos y las 
relaciones que los humanos entablan con la naturaleza significa llevar a cabo una 
transformación ética sustancial; y que a través de un continuo proceso de esfuerzo, 
 
14 Vid. Alberto Acosta, “El Buen Vivir, más allá del desarrollo”, en Gian Carlo Delgado (coord.), Buena 
vida, buen vivir: imaginarios alternativos para el bien común de la humanidad, [en línea], pp. 21-60, 
México, CEIICH, UNAM, 2014, Dirección URL: 
http://computo.ceiich.unam.mx/webceiich/docs/libro/BuenaVida%20BuenVivir.pdf 
15 Vid. Eduardo Gudynas, “El postdesarrollo como crítica y el Buen Vivir como alternativa”, en Gian 
Carlo Delgado (coord.), Buena vida, buen vivir: imaginarios alternativos para el bien común de la 
humanidad, [en línea], pp. 61-96, México, CEIICH, UNAM, 2014, Dirección URL: 
http://computo.ceiich.unam.mx/webceiich/docs/libro/BuenaVida%20BuenVivir.pdf 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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abra las puertas para disminuir la violencia en el mundo. Sin embargo, la coexistencia 
pacífica es una opción, un camino entre múltiples caminos, una posibilidad de ser a 
construir. 
 
 
 
Las interrogantes que se pretenden responder con el presente trabajo de investigación 
son las siguientes: 
 
● ¿Cómo se han manifestado las relaciones de violencia en la modernidad y cuál 
es el marco histórico en el que se desenvuelven? 
● ¿Qué herramientas ontológicas, epistemológicas y éticas podrían permitir la 
disminución de las relaciones de violencia entre los seres humanos? 
 
● ¿Cuáles son las consecuencias de la exaltación del egoísmo por parte del 
sistema capitalista, y por qué es importante una restructuración ontológica? 
● ¿Cuáles son las consecuencias de la falta de una epistemología integral? Y ¿por 
qué es necesario desarrollarla? 
● ¿Qué implicaría desarrollar un interés moral en los asuntos globales? 
 
Las respuestas a las preguntas anteriores resultan en las siguientes hipótesis 
principales y derivadas: 
● Las relaciones de violencia entre los seres humanos y de éstos con la naturaleza 
son producto principalmente de la postura ética moderna-capitalista, misma que 
reproduce y mantiene el sistema capitalista en proceso dialéctico con el ser 
humano inundado por un sentimiento de inseguridad ontológica. 
● Una ontología expandida, una epistemología integral y una conciencia ética 
global podrían ayudar a disminuir las relaciones de violencia. 
 
● El sistema capitalista ha exaltado el ego, dando paso a un devastador egoísmo 
que reduce la percepción de la identidad a un “yo” individual al excluir al “otro” 
viéndolo como algo completamente separado a sí mismo. El ego exaltado 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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conduce al individuo a buscar satisfacer sus intereses individuales y a reforzar su 
seguridad ontológica a costa de los demás. 
● La falta de una epistemología integral ha conducido a tener una visión de la 
realidad parcializada que aísla las problemáticas mundiales y ofrece soluciones 
igualmente aisladas que no permiten atender a realidades complejas. Desarrollar 
una epistemología integral implica pensar de forma holística, entretejiendo 
diferentes aspectos de la realidad socio-ambiental. Desarrollarla implicaría tomar 
conciencia económica, política, social, cultural y ambiental; de forma simultánea 
y multidimensional. 
● Pasar por un proceso de sensibilización colectiva a nivel mundial implica ampliar 
las posibilidades para detener la degradación ambiental y social. Puesto que 
nada se encuentra aislado, el hacer o no-hacer de las diversas sociedades 
locales tiene repercusiones en todo el mundo ya sea directa o indirectamente. 
Por lo que un cambio en las relaciones sociales y socio-ambientales requiere de 
una mayor sensibilización a las problemáticas actuales. 
 
Los objetivos a alcanzar a lo largo de la presente investigación son los siguientes: 
 
1.- Realizar un análisis histórico de las relaciones de violencia entre los seres 
humanos en el sistema capitalista desde el siglo XVI hasta la fase neoliberal actual, 
en el siglo XXI. 
2.- Desarrollar propuestas para transitar de una epistemología parcializada a una 
integral, de una ontología egoíca a una ampliada y del interés moral en los asuntos 
locales en dialéctica con los globales. 
3.- Ofrecer ejemplos de formas alternativas de vida. Esto con el propósito de dar a 
conocer la existencia de otras maneras de vivir, para dar a entender que existe la 
posibilidad real de generar alternativas, y no para su imitación o reproducción a nivel 
mundial. 
 
 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 14 - 
Siguiendo la lógica de los objetivos señalados anteriormente, el trabajo se encuentra 
dividido en tres partes básicas y sus correspondientes subdivisiones. En la primera 
parte se desarrolla una descripción general de las relaciones de violencia. Seguido de 
esta introducción se genera un marco histórico describiendo y analizando este tipo de 
relaciones, sus formas y expresiones a lo largo del desenvolvimiento del sistema 
capitalista. Para cerrar el primer apartado con la explicación y análisis crítico del 
contexto actual de las relaciones de violencia en el siglo XXI. 
 En la segunda parte se plantean propuestas para la construcción y el fortalecimiento 
de una ética distinta. Los ejes incluyen un marco ontológico, epistemológico y de 
asuntos globales. Se plantea un diálogo entre múltiples interpretaciones, cosmovisiones 
y saberes. Para así abrir la posibilidad de generar formas de coexistencia pacífica tanto 
en las relaciones sociales como en su relación con el entorno natural. 
 En la tercera parte se muestran ejemplos de formas de vida alternativas, de las cuales 
se analizarán las más representativas. Comenzando con las prácticas del “sumak 
kawsay o buen vivir” para concretar en el caso de la comunidad Kichwa Sarayaku de 
Ecuador; y finalmente con el movimiento de ecoaldeas, así como un ejemplo de éstas 
enfocado en la ecoaldea “Okodorf Sieben Linden” localizada en Alemania. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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CAPÍTULO 1 
RELACIONES DE VIOLENCIA EN EL SISTEMA CAPITALISTA. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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La violencia, la dominación y la explotación se han manifestado históricamente en todos 
los ámbitos de la vida: cultural, social, económico, político y medio ambiental. En la 
actualidad existen múltiples formas de expresión de la violencia del sistema capitalista 
en el cual estamos inmersos desde hace 500 años. Algunos ejemplos de éstas son: 
trata de blancas, tráfico de órganos, tráfico de animales, genocidio, crimen organizado, 
terrorismo, esclavitud, feminicidio, crimen de Estado, desaparición forzada, despojo, 
intervención militar, guerra civil, neocolonialismo, etcétera. La lista podría continuar 
mencionando diferentes problemáticas sociales. 
 Ciertamente la violencia no es exclusivadel capitalismo, los antropólogos han dado a 
conocer manifestaciones de ésta en sociedades antiguas previas al sistema-mundo 
capitalista. Así por ejemplo, en sociedades conocidas como “primitivas”, los sistemas 
de parentesco eran claras expresiones de dominación de la mujer, quien era utilizada 
como objeto de intercambio para la formación de alianzas y la continuidad biológica de 
cierto grupo específico.16 Esto sin tomar en consideración las preferencias sexuales de 
la mujer o sus posturas al respecto. Desde entonces, el malestar cultural ya comenzaba 
a mostrarse con la implementación de normas o prohibiciones impuestas que ponían 
trabas a la subjetividad de cada individuo que conformaba la estructura social. De la 
misma forma, el etnocentrismo o amor narcisista a la propia etnia, jugaba un papel 
primordial pues mantenía la cohesión de la etnia pero al mismo tiempo, con el deseo de 
diferenciarse del resto de las etnias, provocaban guerras contra unas y alianzas con 
otras.17 
 Con el paso del tiempo la formación de otros sistemas sociales demostró la 
explotación inherente a su funcionamiento. Así por ejemplo, en el esclavismo el amo 
era dueño de la tierra, así como del hombre que la trabajaba y podía obligar a este 
último a trabajar hasta que su fuerza física no diera para más. En pocas palabras 
únicamente vivía para servir al amo. Asimismo, en el sistema servil, el terrateniente, 
dueño de la tierra, otorgaba al campesino una parte de la tierra y explotaba su fuerza de 
trabajo.18 
 
16 Vid. Boris Wiserman, Levi-Strauss, Argentina, Longseller, Colección Era Naciente, 2002, 174 pp. 
17 Vid. Pierre Clastres, Investigaciones en antropología política, España, Gedisa, 1981, 255 pp. 
18 Martha Harneker, “Clases sociales y lucha de clases”, en l972 Lucha de clases (I y II) Cuadernos, núm. 
4, Serie: Cuadernos de Educación Popular: ¿Qué es el socialismo?, España, Akal, 1979, p 3. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 17 - 
 Incluso el sistema con mayor influencia que se opuso al capitalismo: el socialismo 
real, también demostró sus tintes violentos. Por ejemplo, con la llegada de Stalin al 
poder se utilizaron los gulags como campos de trabajo forzado. Stalin gobernó bajo un 
régimen autoritario que usaba el terror como herramienta para ejercer su dominio. 
 Ejemplos como los mencionados en los párrafos anteriores permiten observar que la 
violencia no es propia del capitalismo. No obstante, las problemáticas que hoy por hoy 
aquejan a la humanidad son incentivadas por un sistema capitalista que ha 
predominado y se ha esparcido a lo largo del mundo desde el siglo XVI acabando con 
otros sistemas y formas de organización social. 
 
 
1.1 DESCRIPCIÓN HISTÓRICA DE LAS RELACIONES DE VIOLENCIA EN EL 
CAPITALISMO DESDE EL SIGLO XVI. 
 
La expansión del capitalismo y de los avances técnicos que se dieron con el transcurso 
del tiempo volvieron inevitable el encuentro de culturas diferentes y diversas en todos 
los aspectos de la vida, especialmente en las formas de ser y hacer, de percepción e 
interpretación del mundo. Ciertamente, el encuentro con el otro tiende a ser complejo, y 
por ello, puede tornarse violento. Sin embargo, no hay duda de que fueron los 
europeos, comenzando principalmente con los españoles en el periodo mercantilista 
(siglos XVI, XVII y primera mitad del siglo XVIII), quienes echaron a andar a escala 
ampliada una maquinaria etnocida total, esto es, “[...] la destrucción sistemática de los 
modos de vida y de pensamiento de gentes diferentes a quienes llevan a cabo la 
destrucción. [...] el etnocidio los mata [a los pueblos] en su espíritu.”19 
 La egomanía de los europeos los condujo a sentirse superiores, su capacidad 
perceptiva estaba limitada a su forma de entender el mundo, no pudieron concebir la 
existencia de otras estructuras sociales completamente distintas. Se sintieron 
amenazados con el descubrimiento de otras expresiones culturales en el Nuevo Mundo 
tan complejas como las que ellos mismos habían formado. Su narcisismo llegó al 
 
19 Vid. Aguirre Beltrán, Obra antropológica VI. El proceso de aculturación y el cambio sociocultural de 
México, México, Fondo de Cultura Económica, 1992. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 18 - 
extremo de provocar procesos de aculturación20 de los pueblos originarios con el 
propósito de destruir todas sus instituciones y expresiones culturales. 
 Se emprendieron modos de violencia física, torturando, asesinando y acabando con 
cualquier estructura social. Pero también hicieron uso de una violencia simbólica a 
través de procesos de colonización mental. Los saberes de los pueblos sufrieron el 
menosprecio por parte de los colonizadores, aquellos que se resistieron tuvieron que 
pagar con un costo muy alto las consecuencias; si no eran asesinados, cargarían con la 
culpa y la vergüenza que acompaña a su pensamiento original desprestigiado. Se 
suprimieron las creencias en las que se basaba la vida de los nativos para entonces 
construir creencias convenientes a los colonizadores. 
 El aparato principal al que los españoles volcaron sus intereses para la conversión de 
los indígenas fue la evangelización, y de ser un hereje, entonces la inquisición. Así se 
utilizó al cristianismo como supuesta vía de salvación de aquellos nativos “inferiores” 
que se aferraban al estado de naturaleza salvaje. 
 La destrucción de la arquitectura destinada a la adoración de los dioses de los nativos 
transformó radicalmente sus condiciones materiales. Aunado a esto, la colonialidad del 
saber fue de tal magnitud que permitió el desarrollo de la encomienda mediante la cual 
el indígena atrapado por una “misión civilizadora” trabajó a cambio de ser evangelizado. 
 Los intereses detrás de la maquinaria etnocida fueron intereses volcados a la 
acumulación originaria sustentada en el despojo no únicamente material, también 
subjetivo. Asimismo, la extracción de recursos naturales en el Nuevo Mundo marcó el 
comienzo de una explotación de la Naturaleza sin ningún respeto por sus ciclos vitales 
ni restaurativos. Los indígenas fueron usufructuados como mercancías por la metrópoli. 
El trabajo fue convertido en una mercancía. El vínculo espiritual de los nativos con la 
Naturaleza fue destruido. Los tejidos sociales se vieron transformados para dar paso a 
una creciente desigualdad social. Desigualdad social no solamente local, sino mundial. 
Así, “[...] la acumulación originaria en escala mundial, entendida como un proceso que a 
la par que implica la acumulación sin precedentes en uno de los polos del sistema, 
 
20 La aculturación se manifiesta como: “[...] el proceso de cambio que emerge del contacto de grupos que 
participan de culturas distintas. Se caracteriza por el desarrollo continuado de un conflicto de fuerzas, 
entre formas de vida de sentido opuesto, que tienden a su total identificación [...]” Pierre Clastres, op. cit., 
p. 56. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 19 - 
supone necesariamente la desacumulación, también sin precedentes, en el otro 
extremo. Resulta entonces justo concebir al período colonial […] como un período de 
‘desacumulación originaria’ [...].21 
 Este proceso fue fortalecido por un sistema-mundo conformado por un centro de 
acumulación y una periferia explotada. Ahí se incentivó un intercambio desigual entre 
centro-periferia por medio de la imposición, por medio del centro, de una división 
internacional del trabajo en la que la periferia se especializó en el sector primario de la 
economía: alentando con ello un intercambio ecológico desigual en el que las 
externalidades transfirieron los costos a las generaciones futuras de la periferia.22En el encuentro entre mundos de pensamiento y acción distintos, el ego de los 
europeos se sintió amenazado al darse cuenta de que no eran “La Cultura”, eran 
simplemente una cultura más, entre tantas otras culturas complejas. La existencia real 
de otros con estructuras sociales desarrolladas puso en duda su constante delirio 
psicótico de ser los “elegidos” por un ente sobrenatural. Sin embargo, se negaron a 
aceptar esa realidad, se construyeron una creencia falsa sustentada en la superioridad 
de su civilización. Bajo estos sentimientos obstaculizaron el proceso natural que 
seguían otros pueblos para imponer sus formas de organización. 
 
La intervención de los europeos en la vida de otros pueblos se dio en todos los 
aspectos. No dejaron ser a los otros, los conquistaron, los colonizaron, se intentaron 
apropiar de aquello que les conviniera. Ni siquiera con los procesos de independencia 
las colonias lograron adquirir autonomía. Pues el neocolonialismo inmediatamente 
comenzó a echar raíces bajo nuevos modos de intervención. 
 Deliberadamente conscientes pero jamás responsables, puesto que los europeos no 
respondieron a las necesidades de los otros que simplemente exigían ser dejados en 
paz, construyeron un modelo de civilización que impusieron al resto de las 
comunidades: el Estado. 
 
21 Agustín Cueva, El desarrollo del capitalismo en América Latina, México, Siglo XXI, 2009, 2da ed., p. 
14. 
22 Vid. Juan Martínez Alier, El ecologismo de los pobres: conflictos ambientales y lenguajes de 
valoración, Barcelona, Icaria, Serie ecologismo, 2009, 3ra ed., 395 pp. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 20 - 
 Ahora “independientes”, las antiguas colonias, sujetas a formas de violencia física y 
simbólica, material y mental, estructural y superestructural, fueron obligadas a ser 
víctimas de las naciones europeas, pero al mismo tiempo provocando su propio estado 
de víctima abrieron el camino para la construcción de los Estados. 
 Con las ideas del Renacimiento (siglos XV y XVI) se impulsó una concepción del 
mundo desde la visión eurocéntrica, es decir, se coloca a Europa como eje central del 
mundo en todos los aspectos. “El concepto [civilización] resume todo aquello que la 
sociedad occidental [...] cree llevar de ventaja a las sociedades anteriores o a las 
contemporáneas más primitivas.”23 Bajo esta óptica, nuevamente se construyeron 
creencias artificiales que respaldaron el reforzamiento del ego europeo. Borraron la 
historia de otras culturas, enaltecieron a los griegos como la cuna de la civilización y a 
sus grandes pensadores como Sócrates, Platón y Aristóteles, anulando la importancia 
de otras culturas existentes previas a la llegada de los colonizadores en África, América 
Latina y Asia. 
 Se consolidó una Historia Mundial que partió desde el origen del Estado, borrando 
con ello a todas las sociedades previas al origen del sistema-mundo moderno. Las 
sociedades sin Estado fueron inferiorizadas para imponerles así al Estado. 
Caracterizadas como salvajes, tendrían que pasar de ese estado a la barbarie y, 
finalmente, a la civilización so pena de ser aniquiladas. Pensamientos fortalecidos por 
Lewis Morgan y sus categorías de salvaje-barbarie-civilización; por Charles Darwin con 
la supervivencia del más fuerte; así como por Herbert Spencer y sus concepciones del 
evolucionismo, transformado en un darwinismo social; impulsaron la competencia, la 
egomanía y una visión lineal del tiempo determinado como progreso. Aquellos pueblos 
sin Estado, simplemente fueron catalogados como pueblos sin historia, pues el punto 
de partida sería Europa. 
 La conformación de un nuevo discurso histórico, una Historia Mundial centrada en 
Europa “[...] no se reduce a su función de conocimiento: posee también una función 
 
23 Norbert Elias, “Sociogénesis de los conceptos <civilización> y <cultura>”, en El Proceso de la 
Civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenética, México, Fondo de Cultura Económica, 
1994, p. 57. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 21 - 
social [...] es más o menos útil para las distintas fuerzas en pugna.”24 Fue utilizado 
como herramienta para el control y manipulación de los dominados, quienes muchas 
veces sin poner en cuestión el discurso histórico como discurso de poder, fueron 
objetos fáciles de la colonización del imaginario. 
 A partir de las ideas del Renacimiento el antropocentrismo tuvo un auge, se colocó al 
hombre en el centro y, todos los demás seres vivos y las cosas se valoraron sólo en la 
medida en que fueron de utilidad al mismo hombre. Así, se cosificó a la Naturaleza y se 
le convirtió en un objeto que puede ser degradado con fines de satisfacer al humano. 
Se cuestionó el lugar privilegiado de los dioses para desplazarlos y colocar en el centro 
al hombre. 
 El humano fue definido como ser racional, y esta característica lo diferencia de los 
animales y de todo lo que le rodea. Así, se construyó la creencia de que la razón los 
hace superiores a la Naturaleza. La ciencia, como supuesta expresión de esa 
racionalidad, se legitimó como único conocimiento válido anulando de esa forma la 
racionalidad de otros conocimientos. Una ciencia de corte positivista y elitista, que 
busca certidumbre y seguridad para el control, así como la manipulación del mundo. 
Una ciencia egoíca que cree conocer la verdad y pretende ser universal. Así, todo 
conocimiento que saliera de los márgenes del logos fue estigmatizado como mito en el 
cual rigen los sentidos. Sólo la ciencia con su carácter objetivo, neutral y su razón 
calculadora fue considerada legítima. Con René Descartes se manifiesta al sujeto como 
cognoscente, generando con ello una dualidad mente-cuerpo y una separación entre 
objeto-sujeto. “Su religión, su filosofía y su ciencia se adjudicaron la posesión de la 
verdad absoluta, anatematizando cualquier otra creencia o cosmovisión que no 
estuviera de acuerdo con sus concepciones.”25 Es así como se recrudeció la creencia 
de que los grandes sabios sólo podrán pertenecer a Europa pues es donde 
supuestamente surge todo el conocimiento. Los postulados por Auguste Comte, padre 
 
24 Carlos Pereyra, “La dimensión nacional”, en Revista Nexos, Núm. 44, México, s/editorial, 1980, pp. 12-
13. 
25 Arroyo Pichardo, “Los grandes momentos de la identidad europea”, en Alejandro Chanona y Roberto 
Domínguez (coord.), Europa en transformación: procesos políticos, económicos y sociales, México, 
UNAM, FCPyS, Plaza y Valdés, 2000, p. 47. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 22 - 
del positivismo en las Ciencias Sociales, dieron por sentado que el conocimiento “puro” 
es únicamente el científico. 
 Con el renacimiento, la modernidad se constituyó como un imperativo moral. Mito 
fundacional producto del ego exacerbado de Europa. Como bien señala Enrique 
Dussel, “[...] la civilización moderna se autocomprende como más desarrollada [...] [y] 
obliga a desarrollar a los más primitivos, [...] proceso educativo de desarrollo [que] debe 
ser el seguido por Europa [...] [ejerciendo] la violencia si fuera necesario, [...] violencia 
que es interpretada como un acto inevitable, y con el sentido cuasi-ritual del sacrificio 
[...].”26 En este sentido, el trabajo sería una dialéctica constante entre los creadores del 
mito y los pueblos que se lo tragaron sin digerirlo. La modernidad se convirtió en un 
ideal a alcanzar, por lo que todo proceso estuvo encaminado a una concepción lineal 
del tiempo y todos los esfuerzos dirigidos a lograr el desarrollo en términos de 
crecimiento económico, así como de avance científico-técnico. 
 
Los ideales de la Revolución Francesa (1789), la libertad, igualdad y fraternidadse 
consolidaron como nuevos mitos y promesas de la sociedad europea moderna, 
nuevamente con pretensiones de imponerse en cada rincón del mundo. Sin embargo, 
aquellos símbolos únicamente sirvieron a la clase privilegiada, es decir, a la burguesía. 
Realidad para las clases dominantes, pero siempre símbolos idealizados por los 
oprimidos en tanto que no pudieron acceder a ellos. Promesas que le atañen un nuevo 
sentido a la vida, un orden artificial distinto en la búsqueda de sentido. Símbolos 
moldeados por una forma específica de pensar el mundo e impuesta como única, es 
decir, un pensamiento unidireccional. 
 Con la Revolución Francesa la idea-fuerza de Estado-nación dio vida a nuevos 
esquemas de violencia pues desde su nacimiento se enfocó en el bienestar de una 
clase social indiferente, es decir, la burguesía; los capitalistas dueños de los medios de 
producción. La lucha de clases manifestó la desigualdad propia del capitalismo, que 
incentivó la privatización y el predomino de monopolios que arrastraron consigo a la 
mayor parte de las poblaciones que conformaron una nación. Lo cierto es que el Estado 
 
26 Enrique Dussel, “Europa, modernidad y eurocentrismo”, en Edgardo Lander (comp.), La colonialidad 
del saber: eurocentrismo y ciencias sociales, Venezuela, UNESCO, Perspectivas Latinoamericanas, 2000, 
p. 70. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 23 - 
“[...] esencialmente es dominio de clases. [...] [F]undamentalmente es la condensación 
principal de las relaciones de poder. [...] [E]s mucho más que coerción. Pero es 
principalmente violencia concentrada.”27 Es una institución que gestó procesos 
históricos de dominación y explotación que, entre otras cosas, intentó erradicar la 
diversidad. 
 El Estado reguló las relaciones sociales con la imposición de la Ley, de una 
estructura jerárquica de mandar-obedecer. En la que aquellos que tenían el poder 
establecieron las normas basadas en sus intereses de clase, el resto de la sociedad se 
sometió, por un supuesto “contrato” a una supuesta “protección” del Estado 
paternalista. Pero esa visión contractualista apoyada anteriormente por Thomas 
Hobbes, John Locke y, más tarde, Jean-Jacques Rousseau, era una idea creada 
artificialmente por y para el egoísmo, la competencia y el individualismo que se 
fundamentó primordialmente con bases materiales. 
 El Estado-nación pretendió la homogeneidad; una nación igual con fronteras 
artificiales, así se creó la figura de la nacionalidad, que fue una nueva identidad. Las 
diversas identidades se intentaron borrar para formarse una sola; la del ciudadano. 
Nuevamente el ego exacerbado forjó creencias que impidieron la autonomía de los 
demás. Así pues, se construyó una ley homogénea para la nación que no tomó en 
cuenta las particularidades de los individuos. La maquinaria de la dominación se sirvió 
de varias formas de exclusión y violencia, tales como el racismo, así como el sexismo, 
que se fortalecieron a través de las relaciones patriarcales y de sometimiento ante los 
blancos. De tal suerte que, aquellos que no se adaptaron a la nueva identidad 
conformada, sufrieron procesos de discriminación o completa segregación. El resto bajo 
esquemas de violencia simbólica, apoyada por el consentimiento carente de conciencia 
y voluntad, simplemente fueron arrastrados por medio de procesos de integración o 
asimilación. Dicho en otras palabras, “[l]a coacción física debe ser complementada por 
el logro de cierto grado de aceptación o consentimiento por parte de los dominados. [...] 
[P]or medio de una concepción general del mundo y de la existencia [...].”28 
 
27 Jaime Osorio, El estado en el centro de la mundialización: la sociedad civil y el asunto del poder, 
México, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 19. 
28 Marcos Kaplan, Estado y sociedad, México, UNAM, 1987, 3ra ed., p. 135. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 24 - 
 La violencia física y simbólica en su dialéctica, permitieron mantener el status quo de 
la élite en el poder. La élite movida por la creencia de ser los “elegidos”, se centraron en 
su yo individual con una ceguera tal que les impidió romper la burbuja virtual de su 
propio mundo. Se conformaron un mundo virtual que no les dejó ni una ventana abierta 
para asomarse a la realidad. La élite interna de las naciones subdesarrolladas, 
victimarios de la proletarización pero víctimas ellos mismos de la colonialidad del saber 
impulsada por las élites mundiales, se construyeron un refugio, un mundo de fantasía 
alejado de la realidad. Para esto se ayudaron de las instituciones reproductoras de la 
dominación, es decir, la iglesia, la familia, la educación y la empresa29 cuya 
característica primordial es que recurren “[...] a una variedad de medios y mecanismos 
para el logro de su fin: la dominación y la explotación, la instauración de relaciones de 
dependencia y jerarquías sociales [...].30 Factores de poder como el ejército, así como 
los medios de comunicación también jugaron un papel importante para reforzar 
creencias artificiales convenientes a las clases dominantes. 
 
Por su parte, la Revolución Industrial (segunda mitad del siglo XVIII) consolidó aun más 
el pensamiento eurocéntrico egomaniático, abrió las puertas a una nueva era de 
producción y consumo volcados a la acumulación de capital y al progreso. La máquina 
sustituyó al ser humano en los empleos industriales. El proceso de industrialización 
figuraba un incremento en la calidad de vida, pero eso era tan sólo una apariencia. Lo 
cierto es que “[e]n el centro de la Revolución Industrial del siglo XVIII se encontraba un 
mejoramiento casi milagroso de los instrumentos de producción, acompañado de una 
dislocación catastrófica de la vida de la gente común.”31 Siguiendo a Karl Polanyi, un 
molino satánico se estaba gestando, el cambio lejos de ser paulatino fue drásticamente 
impuesto. Con el avance técnico se profundizó la extracción de recursos naturales 
acelerando con ello el ecocidio o deterioro del medio ambiente por las acciones de los 
humanos, el desarrollo del centro capitalista pero el subdesarrollo de las periferias y la 
explotación de los trabajadores asalariados por el capitalista, al que se le facilitaría la 
 
29 Ibídem, pp. 137-140. 
30 Ibídem, p. 137. 
31 Karl Polanyi, La gran transformación: los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo, México, 
Fondo de Cultura Económica, 2003, 2da ed., p. 81. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 25 - 
dominación por medio de la plusvalía que incrementaría sus ganancias. El trabajador 
laboraría con la máquina, para en poco tiempo enajenarse y convertirse él mismo en 
parte de la máquina. 
 El mercado “autorregulado” tomó las riendas de la vida social, económica y política. 
Se apartó de la sociedad convirtiéndose en una esfera separada, que sin ningún tipo de 
responsabilidad social y ambiental, sirvió a los intereses de los capitalistas. En la praxis 
no es un mercado autorregulado, sino regulado por los intereses de las clases 
dominantes a nivel mundial. Adam Smith promovió las ideas fundadas en el laissez 
faire, laissez passer (dejen hacer, dejen pasar). En la realidad esto se tradujo en 
permitir que el mercado dirigiera el mundo a través de una “mano invisible”. Por 
supuesto una mano invisible para los subdesarrollados y colonizados subjetivamente, 
pero más que visible y real para la élite mundial, dueños de los grandes consorcios 
internacionales. 
 La explotación, la dominación y la superioridad de los europeos se volvieron procesos 
“naturales”. Se llevó a cabo la “[...] naturalización de las relaciones sociales, [...] noción 
de acuerdo a la cual las características de la sociedad llamadamoderna son la 
expresión de las tendencias espontáneas, naturales del desarrollo histórico de la 
sociedad. La sociedad liberal industrial se constituye [...] no sólo en el orden social 
deseable, sino en el único posible. [...] [C]omo el fin de la Historia.”32 
 Se estableció como paradigma la idea de Thomas Hobbes: “el hombre es el lobo del 
hombre”, es decir, que los seres humanos son egoístas y malos por naturaleza. Esto 
tan sólo era una idea de la que los liberales se sirvieron para cultivar el egoísmo como 
aspecto positivo para la competencia y el progreso. Se promovió una fe ciega en el 
desarrollo para alcanzar la riqueza a través del individualismo. 
 
Lo sociedad europea tuvo auge a partir de la revolución industrial, sobre todo en Reino 
Unido, siendo éste el hegemón del momento. Pero detrás de ese apogeo se encontraba 
una causa motor que mostraba el barbarismo de la sociedad europea: el imperialismo. 
La intervención en los países subdesarrollados con pretensiones de saqueo de 
 
32 Edgardo Lander, “Ciencias Sociales: saberes coloniales y eurocéntricos”, en Edgardo Lander (comp.), 
La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales, Venezuela, UNESCO, Perspectivas 
Latinoamericanas, 2000, p. 12. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 26 - 
materias primas y búsqueda de mercados en aras de la acumulación, nutrió la 
maquinaria industrial y permitió la perpetuación del imperialismo, más tarde continuado 
por el desplazamiento de Reino Unido por Estados Unidos como hegemón. De esta 
forma, “[n]uestra derrota [refiriéndose a America Latina] estuvo siempre implícita en la 
victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la 
prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos.”33 Las naciones europeas y, 
más tarde Estados Unidos, incrementaron sus ventajas a costa de los países ricos en 
recursos naturales. Se centraron en conceder privilegios a sus propias naciones por 
medio de estrategias ofensivas, con juegos de competencia de suma cero en el que 
unos salieron victoriosos y otros (las periferias) derrotados. 
 Estados Unidos utilizó tácticas de expansión que colocó a América Latina y el Caribe 
en un estado de profunda vulnerabilidad, su situación geográfica facilitó la intervención 
de los estadounidenses en todos los ámbitos, no únicamente en la ocupación militar. 
Apoyado por un aparato ideológico de expansionismo, con el Destino Manifiesto se 
montó todo un mito que justificó las apropiaciones de territorios. El ejemplo por 
excelencia de esto fue la Doctrina Monroe34, que con la frase de “América para los 
americanos” no vendría más que a tratar de justificar el interés de Estados Unidos por 
controlar América Latina. La “intervención de Estados Unidos para defender” no era 
más que la justificación de sus ambiciones de expansión. 
 
Se constituyó una época imperial en la que mientras el imperialismo estadounidense 
anclaba sus garras en América Latina y el Caribe, el imperialismo de las potencias 
europeas anclaba las suyas en el continente africano. De tal suerte que si América 
Latina estaba controlada por los estadounidenses, Europa no se perdería su pedazo del 
pastel en el control mundial y colocaría sus ojos en África para comenzar un proceso de 
colonialismo que le permitió obtener mano de obra y materias primas. Con la 
Conferencia de Berlín en 1884, Europa se repartió el continente africano. 
 Se detuvieron los proyectos africanos para imponer proyectos ajenos totalmente 
alejados de las necesidades sociales y de los contextos específicos, puesto que éstos 
 
33 Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, México, Siglo XXI, 2004, 76 ed., p. 16. 
34 La Doctrina Monroe se sustentó en la supuesta defensa de América ante cualquier intervención de los 
europeos con la creencia de que “Dios los había elegido” para realizar una misión civilizatoria. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 27 - 
estaban encaminados a velar por los intereses de los colonizadores. Las promesas de 
salvación, así como de civilización que promovía el cristianismo se tradujeron en 
desgracias sociales. “[...] [L]a distancia de la colonización a la civilización es infinita, que 
[...] de todos los estatutos coloniales [...] no se podría rescatar un solo valor humano. 
[...] [L]a colonización trabaja para descivilizar al colonizador [...] en pos de la codicia, la 
violencia, el odio racial, el relativismo moral [...].35 La violencia simbólica se gestó bajo 
una relación dialéctica en la que ambos, el colonizado y el colonizador resultaban 
víctimas de la conciencia disminuida producto de la alienación de uno y otro, poseídos 
por estereotipos, prejuicios y significados alterados por la ideología reinante que 
perpetuaban las relaciones de poder. También “[...] se deshumaniza al colonizado. 
Propiamente hablando [el colonizador] lo animaliza. Y, en realidad, el lenguaje del 
colono, cuando habla del colonizado, es un lenguaje zoológico. [...] [E]l colono, [...] se 
refiere constantemente al bestiario.36 Se retomó la idea de Carlos Linneo respecto a la 
vinculación de características físicas con características morales, como sí el negro fuera 
peligroso, se le colocó como amenaza. El negro colonizado en su imaginario, 
degradado por ser negro, se encontró en la búsqueda de ser y actuar como blanco. 
 
Simultáneo al colonialismo en África, las grandes potencias (Gran Bretaña, Francia, 
Rusia, Austria-Hungría, Prusia, Alemania, Italia, Estados Unidos y Japón) se 
encontraban en competencia por la lucha por el poder, por la hegemonía, así como por 
la defensa de sus intereses. Las guerras mundiales (1914-1919 y 1939-1945) no fueron 
más que la expresión del grado de violencia elevado al que el ser humano puede llegar 
con tal de alcanzar o hacer prevalecer sus beneficios a costa de los demás, aún a costa 
de personas inocentes. “El siglo XX no puede concebirse disociado de la guerra 
siempre presente aun en los momentos en los que no se escuchaba el sonido de las 
armas y las explosiones de las bombas.”37 
 Mientras la desigualdad y la pobreza se incrementaban en muchas zonas del mundo, 
las potencias destinaron una gran inversión de capital al aparato militar que se estaba 
 
35 Aimé Césaire, Discurso sobre el colonialismo, España, Akal, Serie Cuestiones de antagonismo, 2006, 
pp. 14-15. 
36 Frantz Fanon, Los condenados de la tierra, México, Fondo de Cultura Económica, Colección Popular, 
2001, 3ra ed., p. 20. 
37 Eric Hobsbawn, Historia del siglo XX: 1914-1991, España, Crítica, 2012, p. 30. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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constituyendo como una industria de negocios fructíferos para los capitalistas. Un 
nuevo orden mundial se estaba construyendo, en él pronto Estados Unidos y la URSS 
se establecieron como las potencias hegemónicas. Un nuevo orden mundial que costó 
desastres naturales y sociales incalculables. Los avances científico-técnicos se 
volcaron en contra de la humanidad, tal lo demostró la explosión de las bombas 
atómicas en Hiroshima y Nagashaki que en cuestión de instantes aniquiló la vida de 
miles de personas. 
 El siglo XX acompañado del nazismo bajo su principal promotor Hitler, el fascismo en 
Italia con Mussolini, el franquismo en España bajo Franco y el militarismo en Japón con 
Hirohito, incrementó la violencia física y simbólica. El ego exacerbado por el 
nacionalismo, sobre todo en Alemania, tomó una postura defensiva-ofensiva enfocada 
en fortalecer una identidad nacional y en atacar toda identidad que difiriera de la 
nacional. Hitler sembró odio en sus connacionales, exaltando la kultur de la raza aria 
como superior. Con la creencia de ser los “elegidos”,denigró a los otros y a los judíos 
construyendo una maquinaria de prejuicios etnocéntricos; rechazando con ello cualquier 
ideología que fuera desfavorable a la raza aria. La repugnancia cultural hacia los judíos 
desató su sometimiento y consiguiente exterminio en los campos de concentración. 
 
El nuevo orden global al término de la Segunda Guerra Mundial (1945), colocó a dos 
potencias en una Guerra Fría, en la que no se enfrentaron directamente pero alentaron 
guerras sangrientas como la de Vietnam y Corea. Ostentaron ideologías que entraron 
en constante colisión: la liberal capitalista de Estados Unidos y la bolchevique-stalinista 
de la Unión Soviética. La primera se sintió amenazada ante la presencia y expansión de 
la segunda a lo largo del mundo. 
 Anterior al surgimiento del nuevo orden global, con Carlos Marx se había descubierto 
dentro de la estructura del capitalismo, un núcleo de violencia, dominación y 
explotación. Carlos Marx influyó en la construcción de alternativas de vida con sentido 
opuesto que bajo el efecto dominó podrían expander su zona de influencia. Situación 
que Estados Unidos intentó impedir, utilizando estrategias de desestabilización al 
interior de los países que apoyaron el socialismo. “[...] [E]ra necesario combatir una 
herejía peligrosa [...] ‘la idea de que el gobierno tiene una responsabilidad directa por el 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 29 - 
bienestar de la población. Para [...] Estados Unidos, esa idea representa el comunismo 
[...].”38 La amenaza de guerra nuclear generó círculos de violencia simbólica que 
engendraron miedo en la población. El autoritarismo de Estados Unidos y de la Unión 
Soviética semejó la creación de una sociedad orwelliana39 en la que la represión, la 
vigilancia y la manipulación de la información fueron partes esenciales de la estructura 
de una y otra ideología con el propósito de mantener el control. 
 Por su parte, los países en desarrollo se hundieron en la miseria. En Bretton Woods 
(1944) se creó el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para la 
reconstrucción y el desarrollo, así como para ayudar a los países subdesarrollados a 
lograr crecimiento económico. Lo cierto es que estas instituciones solo sirvieron a los 
intereses de los capitalistas. Ya en el periodo neoliberal, los Programas de Ajuste 
Estructural que se impusieron a los países subdesarrollados incrementaron la 
desigualdad y el endeudamiento puesto que exigieron la privatización de las empresas 
que pertenecían al Estado, el recorte del gasto social, la liberalización del comercio, 
derechos a inversionistas extranjeros, entre otras medidas que más tarde resultaron 
catastróficas para estos países. Se implementaron programas que en nada 
respondieron a las necesidades de la población. Medidas que incluso estaban 
encaminadas a debilitar al proletariado. Pues [...] [e]l enemigo ya no eran los ‘agitadores 
extranjeros’ o los partidos con ‘ideas extrañas’ antes alentadas por la URSS para una 
revolución trascontinental (sic). [...] Su enemigo ya era el pueblo [el enemigo interno].”40 
Las dictaduras impuestas por Estados Unidos en América Latina son claros ejemplos 
de los intentos para dominar al proletariado. Las que más tarde se sustituyeron por 
gobiernos autoritarios disfrazados como “democráticos”. 
 
Las estrategias de desestabilización ejecutadas por Estados Unidos en los países 
subdesarrollados, se incrementaron a partir del 11 de septiembre de 2001 con el 
derrumbamiento de las torres gemelas en Nueva York. Estados Unidos declaró la 
guerra al terrorismo y su fuerza mayor, al Qaeda. Lo cierto es que fue una nueva 
 
38 Noam Chomsky, Lo que realmente quiere el Tío Sam, México, Siglo XXI, 1994, p. 20. 
39 Vid. George Orwell, 1984, México, Mexicanos Unidos, 2014, 2da ed., 129 pp. 
40 Pablo González Casanova, Imperialismo y liberación: una introducción a la historia contemporánea de 
América Latina, México, Siglo XXI, 1990, 8va ed., p. 37. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 30 - 
estrategia para intervenir en Medio Oriente, desestabilizar la zona y apropiarse del 
petróleo. La invasión a Afganistán y la guerra contra Irak los convirtieron en las víctimas 
principales de la ambición estadounidense. 
 Mientras en Medio Oriente la justificación para intervenir es el terrorismo, en América 
Latina y el Caribe lo es el narcotráfico. Se pretende combatir al narcotráfico, pero al 
mismo tiempo Estados Unidos continúa siendo el primer consumidor de drogas en el 
mundo y permite el flujo de armas fuera de su frontera. Ciertamente lo que en realidad 
les interesa es tener un pretexto para intervenir en todos los ámbitos internos de 
América Latina. Tanto el terrorismo como el narcotráfico se constituyeron como formas, 
no solamente de intervención, sino también para expandir el terror en la población 
manteniendo con ello el control y dominación sociales. Bajo estas circunstancias 
comenzó el siglo XXI, acompañado de nuevos tintes de violencia y explotación. 
 
 
En una dialéctica constante, se gestaron procesos históricos de violencia disparados 
por creencias e ideas-fuerza y, asimismo, procesos históricos generaron creencias que 
perpetuaron la violencia. Pero estos fenómenos no fueron más que sub-procesos de un 
gran proceso histórico: el despliegue del capitalismo. 
 Es una violencia que no tiene algún fin más que el de hacerle daño al “otro”. El 
núcleo de la estructura capitalista lo constituye la violencia, la dominación y la 
explotación con sus diferentes expresiones. Puesto que el propósito del capitalismo es 
la acumulación de capital y poder, en última instancia la función de la violencia es 
coadyuvar al logro de este fin. 
 De ahí que la ética en cuestión sea decisiva y con ella, la responsabilidad moral 
juegue un papel importante en la acción. Pero con un ego exacerbado, un ego al que le 
han enseñado a sentirse amenazado ante el ser del otro, un ego que tiene anclada la 
idea de que para sobrevivir debe aniquilar o someter al otro; es un ego alienado y 
atrapado por sí mismo. 
 El socialismo bolchevique-stalinista, el fundamentalismo radical islámico y el 
militarismo japonés, como procesos históricos colectivos más representativos que de 
alguna forma cuestionaron a la ideología liberal, respondieron con violencia a la presión 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 31 - 
que ejerce continuamente la ideología liberal. Esto los condujo a caer en un círculo 
vicioso de violencia, pues en realidad, el núcleo de la estructura de estos movimientos 
fue también la violencia. Así entraron en un juego de relaciones de poder, de dominio 
de un ego sobre el otro, que dirigió el proceso a caer en una ceguera ad infinitum. 
 
 
1.2 RELACIONES DE VIOLENCIA EN EL SISTEMA CAPITALISTA, SIGLO XXI. 
 
El sistema capitalista se ha desplegado a través de la historia durante quinientos años. 
Sin embargo, la esencia de su estructura, hoy por hoy en el siglo XXI, continua siendo 
lo que siempre ha sido desde sus orígenes, es decir: violencia, dominación y 
explotación. Lo que confiere soporte y movimiento al capitalismo es, sin duda, su núcleo 
de violencia. La que ciertamente se manifiesta de forma explícita en las múltiples 
guerras y genocidios del siglo XX, pero continua evidenciándose, bajo otras 
expresiones, en el correr del siglo XXI. 
 Ese núcleo de violencia resulta aterrador, por lo que se esconde debajo de capas y 
capas de fantasía, es decir, de creencias y mitos, tales como la fe en el progreso, en los 
avances científico-técnicos, en los discursos de los Derechos Humanos, así como en 
los discursos de protección del medio ambiente. Fantasías que no hacen más que 
encubrir la pulsión destructiva de los seres humanos impulsados por el sistema 
capitalistaque ellos mismos han creado. La sociedad capitalista se sumerge en un 
mundo de refugios simbólicos que le impiden su confrontación con las mismas fantasías 
que sostienen una realidad aterradora; “[...] a causa de su carácter traumático/excesivo, 
somos incapaces de integrarlo en lo que experimentamos como nuestra realidad [...].”41 
 
El sujeto es oprimido en su exterior y en su interior, pues como bien señala Sigmund 
Freud en su famosa frase: “el yo ya no es amo en su propia casa”. Los sujetos han sido 
embarcados en lo que Octavio Ianni llama la nave espacial. “La magia de la nave 
espacial va junto con el destino desconocido [...]. Los habitantes de la nave pueden ser 
 
41 Slavoj Zizek, “Pasiones de lo Real, pasiones de la apariencia”, en Bienvenidos al desierto de lo Real, 
España, Akal, 2002, p. 20. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 32 - 
arrollados por una sucesión de perplejidades, y ser capaces, entonces, de conocer su 
imposibilidad de descubrir o de transformarse.”42 La modernidad en el siglo XXI va 
acompañada de un sentimiento de incertidumbre que provoca miedo, angustia y 
sufrimiento. Los síntomas del capitalismo se reflejan en la violencia y sus múltiples 
manifestaciones. Pero los sedimentos de la estructura se están moviendo, las piezas se 
están desordenando, esa estructura que aparentaba seguridad ahora está en crisis. 
 
Es una crisis sistémica, multidimensional y civilizatoria. Los mitos y creencias que 
sostienen la estructura capitalista se están poniendo en tela de juicio. La crisis moral 
está cuestionando tradiciones y costumbres; la crisis social está dejando entrever la 
podredumbre de las instituciones y de la distribución antroponómica; la crisis política 
está rompiendo las bases que sostienen al Estado; la crisis económica muestra la 
desigualdad creciente; y la crisis ambiental genera escepticismo respecto a la 
capacidad de resiliencia de la Naturaleza para soportar los modos de producción y 
consumo capitalistas ante el cambio climático de origen antropogénico. Sin embargo, a 
pesar de la oportunidad que representa la crisis sistémica para cambiar el rumbo que la 
sociedad está tomando, por el contrario, ésta se encuentra bajo una especie de inercia 
cultural de autoengaño que le impide atravesar las fantasías que aún sostienen la 
estructura. En la crisis actual “[l]a responsabilidad no entra como razón ni propósito. [...] 
El propósito de la sociedad es que los individuos busquen y encuentren satisfacción a 
sus necesidades individuales. [...] Nadie concede ni pide que haya un espacio moral.”43 
 La cultura moderna está inserta en una especie de sugestión moldeada por el 
imperialismo cultural que implementan las élites mundiales a través de lo que Díaz 
Polanco denomina: etnofagia. Ésta “[...] expresa entonces el proceso global mediante el 
cual la cultura de la dominación busca engullir o devorar a las múltiples culturas 
populares, [...] su disolución gradual mediante la atracción, la seducción y la 
transformación.”44 Esto conduce a las sociedades a la disolución de las diferencias en 
una creciente homogeneización cultural, cabe resaltar: mediante la atracción, la 
 
42 Octavio Ianni, Teorías de la globalización, México, Siglo XXI, UNAM, CEIICH, 2006, 7ª ed., p. 8. 
43 Zygmunt Baunam, Ética posmoderna, México, Siglo XXI, 2005, p. 278. 
44 Héctor Díaz Polanco, “Identidad, globalización y etnofagia”, en El Laberinto de la Identidad, México, 
UNAM, 2006, p. 28. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
 - 33 - 
seducción y la trasformación. En el imperialismo cultural existe una imposición, pero 
también es cierto que los sujetos de la violencia simbólica llevan a cabo un proceso de 
interiorización de la misma, convirtiéndose en víctimas de sí mismos. La violencia 
simbólica no condiciona totalmente al sujeto, es decir, éste tiene cierto margen de 
posibilidades para evitar la interiorización de la violencia, o de haberse concretado el 
proceso, ser capaz de des-interiorizarla. La violencia simbólica no se concreta sino 
hasta que el sujeto, objeto de ésta, la introyecta. 
 Sin embargo, el sujeto en la masa, en la masa hipnotizada, atraída y seducida por 
una cultura en particular, permite su hundimiento en ésta, y es que el individuo en la 
masa se caracteriza por “[...] la falta de autonomía y de iniciativa [...], la uniformidad de 
su reacción con la de todos los otros, su rebajamiento a individuo-masa, [...] [su] 
debilitamiento de la actividad intelectual [...].”45 Pero es el mismo individuo el que 
permite su disolución en tanto que el miedo se apodera de él, miedo porque “[o]ponerse 
al rebaño equivale a separarse de él, y por eso se lo evitará con angustia.”46 Es 
entonces un proceso dialéctico entre el sujeto y la masa, un círculo vicioso que aliena al 
individuo en la medida en que ni uno ni otro deciden romperlo, el miedo los paraliza. 
 
La globalización del siglo XXI refleja la psicosis de las élites estadounidenses y 
europeas de seguir siendo “los elegidos” para llevar sus modelos de civilización al resto 
del mundo, es así como bajo la creencia de su superioridad, el neoliberalismo se 
desenvuelve acompañado de un imperialismo cultural del que ellos mismos también 
son víctimas. Esta forma de globalización “[...] implica la degradación de identidades 
comunitarias [...] en favor de una cultura de Mickey Mouse/Mc Donalds que arrastran 
una ideología de ‘individualismo posesivo’. [...] [E]l individuo, es visto como un 
propietario absoluto de sus propias capacidades, sin deberle nada por ellas a la 
sociedad.”47 Las élites se colocan como la autoridad, misma que es interiorizada por el 
resto de la sociedad a través de la moral cultural que éstas le imponen pero que aquella 
permite y reproduce. La conciencia disminuida de unos y otros fortalece una moral 
 
45 Critica de Freud a Le Bon. Vid. Sigmund Freud, “Psicología de las masas y análisis del yo”, en Obras 
Completas, Vol. XVIII, Argentina, Amorrortu, 2007, p. 111. 
46 Ibídem, p. 112. 
47 Mark Neufeld, “Globalización, cinco tesis”, en Ileana Cid, Diversidad cultural, economía y política en 
un mundo global, México, UNAM, FCPyS, 2001, pp. 128-129. 
Inseguridad ontológica y violencia en la modernidad, siglo XXI. 
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cultural bajo la cual “[...] llegan a sufrir menoscabo tanto la salud como la aptitud vital de 
los individuos [...]”48 
 
El mito del desarrollo y progreso ilimitados continúa anclado en el imaginario colectivo a 
pesar de las problemáticas en aumento respecto a la escasez de los recursos 
naturales, la extinción de especies y el calentamiento global por el uso de combustibles 
fósiles. El ansia de crecimiento económico, riqueza y acumulación de los países 
desarrollados, a pesar de las advertencias de la Naturaleza, no ha visto más que 
ventajas para lucrar en los desastres naturales que están sucediendo y en los que se 
avecinan. Esto es, mayor intervención en los países subdesarrollados para extraer 
recursos naturales, guerras por escasez de los recursos, que representan un negocio 
para las industrias armamentistas y militares, facilidad para extraer combustibles fósiles 
por el derretimiento de los polos y la amplitud de posibilidades para aplicar terapias de 
shock. Esta estrategia impulsada en un origen por Milton Friedman ha sido 
constantemente utilizada hasta la actualidad, consiste en “[...] esperar a que se 
produjera una crisis de primer orden o estado de shock, y luego vender al mejor postor 
los pedazos de la red estatal a los agentes privados mientras los ciudadanos se 
recuperaban del trauma, para rápidamente lograr que las <reformas> [privatización, 
desregulación gubernamental y recortes en el gasto social] fueran permanentes.”49

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