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La-consolidacion-del-Estado-mexicano-y-la-Guerra-Cristera--el-caso-del-exilio-catolico-a-Cuba-1926-1929

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
 FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES 
 
 
LA CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO MEXICANO 
Y LA GUERRA CRISTERA: EL CASO DEL EXILIO 
CATÓLICO A CUBA 1926-1929 
 
 
T E S I S 
 
 
 QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: 
LICENCIADO EN CIENCIAS POLÍTICAS Y 
ADMINISTRACIÓN PÚBLICA 
OPCIÓN CIENCIA POLÍTICA 
 
 
 P R E S E N T A : 
 
ERICK ULISES MOLINA NIETO 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
DIRECTOR DE TESIS: 
DR. JOSÉ FRANCISCO MEJÍA FLORES 
 
CIUDAD UNIVERSITARIA, CDMX 2017 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
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fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Investigación realizada gracias al Programa de Apoyo a Proyectos de 
Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la UNAM con clave 
RG400314 e IG400117. Agradezco a la DGAPA-UNAM la beca recibida. 
 
 
A mis padres Roberto y María Luisa, 
mi pasado, presente y futuro. 
 
A mis hermanos Carlos, Ivan y Zuleyma, 
que han salido adelante frente a la adversidad. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Agradecimientos. 
 
Quiero expresar mi gratitud a todos aquellos que fueron parte importante a lo largo 
de la elaboración de esta tesis. Al Dr. José Francisco Mejía Flores, por su 
asesoramiento y orientación en la elaboración de la investigación e invitarme a 
formar parte del Proyecto de Investigación en el Centro de Investigaciones sobre 
América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM. 
 
El Dr. Adalberto Santana, responsable del Proyecto PAPIIT IG400314 Interacción 
de los exilios en México e Iberoamérica (siglo XX) y su actual continuidad en el 
PAPIIT IG400117 “Dinámica de los exilios en Iberoamérica”, por su apoyo para 
realizar mi investigación en Cuba y participar en diversos foros académicos, así 
como sus sugerencias, orientaciones y todo el aprendizaje latinoamericanista, todo 
ello de crucial importancia. 
 
El Mtro. Hugo Martínez Acosta fue quien me orientó en la búsqueda y tratamiento 
de información en el Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaría de 
Relaciones Exteriores, así como sus comentarios en mi tesis que me clarificaron la 
cuestión metodológica; y no menos importante, su ayuda en los procesos 
administrativos que hicieron posible la obtención de la beca. 
 
También debo agradecer a los profesores miembros del jurado, el Dr. Luis Alberto 
de la Garza, Dr. Luis Jaime Estrada, Dra. Laura Moreno y al Mtro, Edgar Urbina, 
quienes con sus observaciones me ayudaron a mejorar enormemente el trabajo 
presentado. 
 
A Evelyn Lara, compañera de vida, quien desde que conocí, algunas cosas me 
dejó ver y algunas otras descubrí yo. Sin sus consejos y apoyo no hubiera sido 
posible llegar a buen puerto… siempre es hoy. Igualmente a su familia, Sr. Víctor, 
Sra. Silvia y Luis, a quienes les agradezco profundamente su apoyo desinteresado 
brindado a mí y a mi familia. 
 
Agradezco a mis padres, Roberto Molina Sánchez y María Luisa Nieto Torres, a 
quienes todo debo, sin sus enseñanzas de vida, el invaluable e incondicional 
apoyo a lo largo de mi vida, no habría logrado llegar hasta donde ahora y todo lo 
que venga después, sepan que su esfuerzo sigue rindiendo frutos. A a mis 
hermanos Carlos, Ivan y Zuleyma por su esfuerzo. 
 
Finalmente a la Universidad Nacional Autónoma de México, nuestra máxima casa 
de estudios por todo lo que me ha dado. A todos ellos… Gracias totales. 
 
Introducción 1 
Capítulo I. Conflicto Estado-Iglesia, una mirada a través de los exilios 
1.1 El exilio católico y la centralización del poder estatal: de las Reformas 
Borbónicas a la Revolución Mexicana 
11 
 
 
11 
1.2 La Revolución y los constitucionalistas 
1.3 La Constitución de 1917 y la reacción católica 
21 
26 
Capítulo II. La consolidación del Estado Mexicano y la Guerra Cristera 
 
2.1 El gobierno de Plutarco Elías Calles 
2.2 La “Ley Calles” y la reacción clerical 
2.3 Los arreglos de 1929. Entre Roma, Washington y México 
2.4 ¿Una lucha inevitable? 
 
 
31 
 
31 
47 
57 
65 
Capítulo III. El exilio católico a Cuba y la centralización del Estado 
Mexicano 
 
3.1 Cuba como destino 
3.2 El exilio católico a Cuba 
3.3 ¿El exilio fue un mecanismo eficaz para el Estado mexicano? 
 
69 
 
 
69 
76 
97 
 
 
Reflexiones finales 
 
 
Bibliografía 
 
101 
 
 
106 
 
 
1 
 
INTRODUCCIÓN 
 
El Estado mexicano y su confrontación con la Iglesia Católica 
Analizar cómo fue tomando forma el Estado mexicano implica, necesariamente, 
abordar el proceso histórico desde una de las ópticas más importantes para su 
análisis: su conflicto con la Iglesia católica.1 En el desarrollo de la lucha por el 
poder político, el Estado requirió arrebatárselo a esta institución que a lo largo de 
tres siglos lo había detentado. Además, poseía también enorme poder 
económico, ideológico y de las conciencias, no solo en México, sino en las 
sociedades occidentales.2 
Hablar de un Estado moderno conlleva también a tener en cuenta diversas 
características que rompen con el orden político y económico anterior que 
imperaba antes del capitalismo (que surgió casi paralelamente al Estado 
moderno)3: el feudalismo. Pueden ser cinco características esenciales: 
El Estado soberano (Estado de poder soberano en el marco del sistema europeo 
de Estados); el Estado con funciones económicas (Estado comercial relativamente 
cerrado con una forma capital-burguesa de la sociedad y de la economía); el 
Estado de derecho (Estado liberal de derecho y constitucional orientado hacia la 
libertad personal del individuo); y el Estado-nación (Estado nacional, que abarca y 
 
1
 El conflicto en el que se sumerge el Estado mexicano, o en su momento el novohispano, es 
contra el poder que la Iglesia fue obteniendo a lo largo de tres siglos de Colonia. La Iglesia católica 
como obstáculo para la consolidación del Estado moderno liberal mexicano, es sólo una arista que, 
sin embargo, engloba aspectos económicos, políticos y sociales de gran alcance. 
2
 “Desde el punto de vista de la órbita propia de la cultura occidental, el Estado moderno es 
inherentemente laico; es decir, está separado de la Iglesia. Tal cualidad no es la única, pero sí de 
las más importantes por significar plenitud de soberanía hacia dentro y hacia fuera. Esa cualidad 
se explica a partir del estudio de la relación histórica entre el Estado y la Iglesia.” Véase Omar 
Guerrero, “El Estado moderno, Estado laico” en Patricia Galeana (coordinadora), Secularización 
del Estado y la sociedad, México, Senado de la República, Comisión Especial Encargada de los 
Festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana, LX 
Legislatura/Siglo XXI, 2010, p. 177. 
3
 “(…) la modernización es la vía de desarrollo seguida por Occidente. Una vía que, como 
tendencia general de desarrollo del capitalismo, se intenta imponer a los países en la ruta de un 
camino que los acerque a los países desarrollados. En este sentido, la modernizaciónes un 
paradigma o tendencia a la universalización de las normas vigentes en los países industrializados, 
un proceso de cambio social a través del cual las sociedades menos desarrolladas adquieren los 
rasgos propios de las sociedades más desarrolladas”, es decir, se trata del desarrollo del 
capitalismo. Veáse Aquiles Chihu Amparán, et. al., (coordinadores), Modernización: sentido y 
contrasentido, México, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, 1993, p. 12. 
2 
 
acrecienta las tendencias precedentes con orientación hacia la democracia). A 
esos tipos ideales debemos agregar el Estado laico (Estado secular, desvinculado 
del ejercicio de funciones religiosas), cuya plenitud de poder se alcanza a partir de 
su separación de la Iglesia, y su funcionamiento con base en principios políticos, 
no en cánones espirituales ni morales.
4
 
Antes de que aparecieran estas características distintivas del Estado 
moderno, éste operaba paralelamente y muchas veces supeditado al poder de la 
Iglesia, de modo que no podía ejercer una soberanía exclusivamente estatal, ni 
funciones económicas propias. Tampoco existía un Estado de derecho, y mucho 
menos era un Estado laico, en tanto la sustentación del poder estaba en la idea de 
Dios, y su jurisdicción era en función de ello. 
La Iglesia es el poder efectivo, (…) se halla personificada de tres modos: en primer 
lugar, dotada con las prendas de estatalidad por cohabitar con el Estado como 
titulares del poder, integrando una diarquía de facto y de jure. Incluso una 
dependencia de la administración pública, el Ministerio de Negocios Eclesiásticos, 
se encargaba de los asuntos mundanos, de suyo relevantes. Como cogobernate 
del país, el Estado le cobra los diezmos y usa la fuerza física para mantener 
incólumes sus corporaciones religiosas y pararreligiosas. No se trata propiamente, 
empero, de un poder privado, sino de una potestad del Estado, como la autoridad 
estatal en sí. La Iglesia ejercita el poder público. Por sí misma administraba el 
matrimonio y el registro civil por cuanto los consideraba como propios e inherentes 
a su naturaleza. En segundo lugar, ella era asimismo un ente paraestatal que en 
sustitución del Estado desempeñaba funciones educativas, sanitarias y 
asistenciales. En fin, la Iglesia Católica funge como embajada de ese poder 
mundial cuya sede es el Vaticano, un orden supraestatal con alcances planetarios 
que interviene en los asuntos interiores de los países, asistido por una de las 
burocracias mejor organizadas y entrenadas;
5
 
La lucha del Estado por la soberanía sobre las demás fuerzas políticas y 
sociales, siendo la Iglesia la más grande, desembocará en una lucha gradual, en 
un proceso largo que no es ubicable en un solo momento específico en la historia, 
sino en muchos.6 Para el caso del Estado en México, podemos ubicar diversos 
 
4
 “Estos cinco tipos, que considerados conjuntamente forman el Estado moderno, aparecieron 
sucesivamente y se fueron sobreponiendo cada uno al anterior, fundiéndose en él para darle su 
forma hasta el presente. Su fusión condensa la esencia del Estado moderno como se fue 
configurando desde el final de la Edad Media hasta la actualidad.” Omar Guerrero, op., cit., pp. 179 
y 180. 
5
 Ibíd., p. 176. 
6
 La “modernización” del Estado no ha sido de golpe y para siempre, sino un proceso progresivo 
que comprende en su inicio al Renacimiento, prosigue con la Reforma luterana y la Ilustración, 
3 
 
momentos clave en los cuales la disputa Estado-Iglesia se manifiesta claramente 
en diversas etapas históricas. 
Dentro de este proceso de lucha por el poder, la contienda por la 
independencia del Estado frente a la Iglesia se desarrollará en tres planos 
esencialmente: el político, el económico y el ideológico.7 Cada uno de estos 
aspectos ocurrirá no de manera casual, sino causal, que responden a la 
necesidad y a las capacidades que el Estado fue adquiriendo conforme se 
desarrolla la disputa por el poder. El Estado moderno en México fue logrando 
concentrar poco a poco para sí, el monopolio del uso legítimo de la violencia, 
creando un ejército nacional propio. 
En momentos específicos la contienda fue primordialmente por arrebatar el 
poder económico a la Iglesia católica, en otros el poder político y al final el 
ideológico. Todos los avances que fue logrando el Estado por centralizar el poder 
en sí mismo, fueron plasmados en un aparato jurídico, “ya que el Derecho es la 
forma técnicamente más perfecta de la dominación política”. De esta forma se 
dotaría al Estado de legalidad y legitimidad política. “El Derecho es una de las 
formas de asegurar, a la larga, la orientación de las prácticas políticas de todos los 
órganos de la sociedad que tienen algún poder”8 y responde a una realidad de 
facto u opera para crearla a partir de una legislación. 
De esta manera: 
(…) el Estado en formación reemplazó a la Iglesia Católica en las funciones 
políticas, administrativas, económicas, sociales y de administración de justicia. El 
establecimiento del Estado laico significó la secularización de sus funciones en 
 
continúa con la Revolución Francesa y luego se sustenta con la Revolución Industrial, hasta llegar 
a nuestros días. Ibíd., p. 179. 
7
 “Como es bien sabido, el establecimiento de esta independencia del Estado respecto de las 
iglesias y de las religiones significó el desplazamiento de la Iglesia en tanto que poder económico, 
político e ideológico, y el correspondiente establecimiento de la supremacía del poder civil sobre el 
eclesiástico.” Faviola Rivera Castro, “Laicidad y Estado laico” en Patricia Galeana (coord.), op. cit., 
p. 21. 
8
 Con el Derecho “se dan normas de comportamiento, se determina quién, cuándo, en qué 
circunstancias, bajo qué condiciones etc., puede ejercer la práctica política”. Guillermo Villaseñor, 
Estado e Iglesia: el caso de la educación, México, Editorial Edicol, 1978, p. 27. 
4 
 
todos estos ámbitos, excluyendo así todo contenido religioso de sus instituciones, 
sean palabras, símbolos o rituales.
9 
La Iglesia católica vio disminuido su poder político en distintas áreas, y dejó 
de ser la organización de dominación que era “capaz de aplicar la coerción 
psíquica para garantizar su orden en la medida que concede o rehúsa bienes de 
salvación, lo que constituye su forma de coacción hierocrática” en términos 
weberianos,10 dejando medianamente abierto el camino al proceso de 
consolidación del Estado mexicano. 
El Estado, entendido como “todo el complejo de actividades prácticas y 
teóricas con las cuales la clase dirigente no sólo justifica y mantiene su dominio, 
sino también logra obtener el consenso activo de los gobernados”,11 sería en 
adelante el encargado de introducir los lineamientos para la forma de organización 
política, económica y social de la población mexicana, tarea que tardó 
prácticamente desde finales de la colonia,12 hasta mediados del siglo XX, ya que 
el proceso de consolidación del Estado en México no parte solamente desde que 
existe México como país políticamente independiente, sino desde las 
manifestaciones y señales de cambios políticos y económicos que condujeron a 
un conflicto con la Iglesia cuando era la Nueva España. Dichas transformaciones 
 
9
 Faviola Rivera Castro, op. cit., p. 21. 
10
 “La Iglesia Católica también es, como el Estado, una organización de dominación, pero de índole 
diversa. Ella constituye lo que Max Weber entiende como un instituto hierocrático caracterizado por 
la actividad continuada, sobre todo en la medida en que su personal administrativo es capaz de 
mantener el monopolio legítimo de la coacciónhierocrática‟, de suyo diversa a la coacción física.” 
Omar Guerrero, op. cit., p. 44. 
11
 Esta definición de Antonio Gramsci propone una visión más amplia sobre la concepción del 
Estado, al no detenerse solamente en el análisis de los elementos o actividades gubernamentivas 
y burocráticas (civil y militar), sino que se incluyen en dicha definición las actividades de la clase 
dominante en terrenos donde desarrolla de manera más activa su participación, tales como en la 
producción, en organizaciones empresariales, a través de instituciones culturales, sociales y por 
supuesto de educativas. De esta forma se supera la limitación de la concepción jurídica del Estado, 
a través de una concepción sociológica. Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre política 
y sobre el Estado moderno, México, Juan Pablos Editor, 1975, pp. 107 y 108. 
12
 “(…) es necesario delinear la relación genealógica del Estado moderno con qué otro que le 
precedió, debido a que los fenómenos históricos se encadenan de forma tal que la época temprana 
de un tipo es, la época tardía del precedente; es decir, que la época temprana del Estado moderno 
representa al mismo tiempo la época tardía del Estado feudal. Esto explica también la peculiar 
fluctuación en la delimitación temporal del Estado moderno, pues del mismo modo que se 
entiende toda la vida estatal en la época moderna occidental, que arranca con la culminación de le 
Edad Media, se comprende también la vida estatal moderna a partir de la Revolución Francesa.” 
Omar Guerrero, op. cit., p. 179. 
5 
 
ocurrieron durante las Reformas Borbónicas, se hizo mucho más claro con las 
reformas liberales de 1833 y de 1855, y finalmente durante el proceso 
revolucionario iniciado en 1910. “La forma en que este proceso encaminado a la 
consolidación de la supremacía del poder del Estado en la sociedad, así como a la 
secularización de sus instituciones, no es otro que el del establecimiento de un 
Estado moderno.”13 
 
La Guerra Cristera y el estudio del exilio 
Ahora bien, el fenómeno del exilio se ha estudiado ampliamente como un 
hecho constante en todas las latitudes, y en especial en las naciones 
iberoamericanas y en distintos periodos históricos, desde diversas disciplinas, 
como la Historia, Literatura, Filosofía, etc. También, el exilio se relaciona la 
mayoría de las veces con actores políticos liberales, de izquierda, progresistas u 
opositores a un gobierno autoritario o dictatorial identificado como de derecha o 
conservador. Sin embargo, el exilio también lo han experimentado quienes se 
ubican en el espectro ideológico denominado como conservador o de derecha, por 
lo que este fenómeno político no responde a una sola ideología, ni siquiera a un 
único tipo de regímenes. De la misma manera, el hecho de ser un régimen 
revolucionario no impide que ocurra este mecanismo político. El exilio –para el 
caso de esta investigación- es el resultado de una lucha por el poder político. 
En el caso de México el estudio de este tema se ha hecho, sobre todo, 
como país receptor, de refugio para aquellos que huyen de sus países por temor a 
perder su vida por cuestiones esencialmente políticas, por su oposición a 
gobiernos, generalmente autoritario. Ejemplo de ello fueron los exilios producto de 
las dictaduras de Augusto Pinochet en Chile, Jorge Rafael Videla en Argentina o la 
dinastía Somoza en Nicaragua. En el caso de México como país expulsor, las 
obras que tratan el exilio durante el proceso revolucionario son amplias.14 
 
13
 Faviola Rivera Castro, op. cit., p. 21. 
14
 Algunos ejemplos son: Claudia González y Gerardo Sánchez (coordinadores) Exilios en México, 
Siglo XX, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2008; Luis Ángel Argüelles 
6 
 
El exilio del clero católico ocurrió en momentos claves de la historia del 
conflicto Estado-Iglesia en México, frente a diversas fuerzas políticas que 
detentaban el poder de un gobierno en turno, y que han representado en cada uno 
de estos lapsos históricos, clases sociales y élites políticas distintas que luchaban 
por el poder. 
Una vez obtenido el poder gubernamental, los sectores y grupos 
dominantes configurarán al Estado de tal modo que éste prosiga un cambio 
gradual por transformar la organización política y social, las relaciones capital-
trabajo y las formas de conducta que deben de responder los distintos 
componentes de la sociedad. Así, la cúpula de la jerarquía católica fue un actor 
principal en este escenario no solo nacional sino internacional, de grandes 
cambios en diversos campos que derivarán, al final, en una determinada forma de 
constitución del Estado moderno. 
Ya durante el siglo XX y con los cambios revolucionarios en marcha, el 
gobierno presidido por Plutarco Elías Calles tuvo como “desafío y finalidad”, la 
reconstrucción, que 
(…) llegó a tocar los principales campos de la estructura económica, de la 
convivencia social, de la vida institucional. La reconstrucción emprendió el arreglo 
 
Espinosa, Temas Cubano Mexicano, México, UNAM, 1989; Elsa Aguilar, “Exiliados huertistas en 
Cuba” en Laura Muñoz, Mar adentro. Espacios y relaciones en la frontera México Caribe, México, 
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2008; Victoria Lernel, “Exilio e historia, 
Algunas hipótesis generales a partir del caso de los mexicanos exiliados por la Revolución 
Mexicana (1906-1920”), Chicago, Universidad de Chicago, 2000 (Working Paper Series, 7); 
Claudia González, Intelectuales, exilio y periodismo en Cuba durante la Revolución Mexicana, 
Comisión Institucional para la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y Centenario 
de la Revolución Mexicana/ Instituto de Investigaciones Históricas/Universidad Michoacana de San 
Nicolás de Hidalgo, 2011; Mario Ramírez Rancaño; La reacción mexicana y su exilio durante la 
revolución de 1910, México, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM/Miguel Ángel Porrúa, 
2002; Javier Garciadiego, “Los exiliados por la Revolución Mexicana” en Revolución y exilio en la 
historia de México. Del amor de un historiador a su patria adoptiva: homenaje a Friedrich Katz, 
México, El Colegio de México/Era, 2010, pp. 539-565; Sergio Guerra Vilaboy, “Contrapunteo 
histórico cubano-mexicano. Del siglo XVI a la Revolución mexicana”, en Gladiz Lizama Silva 
(coordinadora), México y Cuba, siglos de historia compartida, México, Universidad de Guadalajara, 
2005, y “Cubanos en México y Mexicanos en Cuba: Vínculos y migraciones entre 1517y 1959”, en 
Cuadernos de Trabajo Cubano-Mexicanos, México, Cámara de Diputados, 2003; Salvador Morales 
Pérez, Relaciones interferidas, México y el Caribe 1813-1982, México, Secretaria de Relaciones 
Exteriores, 2002. 
 
 
7 
 
del aparato militar, generó la fundación de instituciones, propició los cimientos para 
una paz sostenida, redefinió los términos del entendimiento mexicano con los 
Estados Unidos y buscó adecuar, no sin lastimosas resistencias, las nuevas 
modalidades de la convivencia del Estado Mexicano con la Iglesia.
15 
La Guerra Cristera acontecida entre 1926 y 1929 fue parte de un proceso 
amplio y global del conflicto Estado-Iglesia católica, donde se introdujeron nuevos 
elementos de orden político, económico y social en el propio desarrollo y evolución 
del Estado mexicano. Durante dicho conflicto el exilio fue un mecanismo utilizado 
–nuevamente- por los grupos gobernantes contra la alta jerarquía eclesiástica, con 
el fin de ganar en la contienda, que prácticamente fue una guerra civil, instigada y 
apoyada en un principio –en diversas formas y niveles- por la jerarquía católica 
mexicana. 
Como hipótesis de trabajo se ha planteado lo siguiente: el exilio durante la 
Guerra Cristerafuncionó a manera de mecanismo de exclusión institucional del 
Estado mexicano en contra de actores pertenecientes al clero católico (entre otros) 
que son adversos al proceso de centralización del poder político o consolidación 
del Estado, de acuerdo con las nuevas formas de dominación marcadas por la 
Constitución Política de 1917, producto de la Revolución Mexicana, y Cuba fue un 
país de primera importancia como lugar de tránsito, destino y negociación para 
los exiliados. 
Para fundamentar la hipótesis que explica por qué sucedió el exilio cristero, 
de acuerdo con lo antes señalado, se ha tomado lo propuesto por Mario Sznajder 
y Luis Roniger, donde el exilio es definido: 
(…) como un mecanismo de exclusión institucional, no el único, mediante el cual 
alguien involucrado en la política y la vida pública, o alguien al que quienes 
detentan el poder perciben de ese modo, es forzado o presionado a abandonar su 
país de origen o lugar de residencia, imposibilitado de regresar hasta que haya 
una modificación en las circunstancias políticas. 
 
15
 Carlos Macías en Plutarco Elías Calles, Pensamiento político y social. Antología (1913-1936) 
(prólogo, selección y notas de Carlos Macías), México, Fondo de Cultura Económica/Fideicomiso 
Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca/Instituto Nacional de Estudios Históricos de 
la Revolución Mexicana, 1994, p. 153. 
8 
 
(…) El exilio proviene de actividades y posturas públicas, o de la sospecha de 
tales actividades o posturas que se oponen a los intereses y políticas enarboladas 
por quienes detentan el poder, independientemente de si estos individuos 
participan en la política. Esto es, su exilio puede ser resultado de posiciones 
proactivas en la esfera política así como de activismo en los dominios profesional, 
académico, intelectual, estudiantil o sindical, todos con implicaciones para la 
esfera pública.
16 
Es necesario agregar, para nuestro caso, las acciones en la esfera 
religiosa, por su impacto social y político. El grupo triunfante de la Revolución 
Mexicana -los sonorenses, particularmente durante las presidencias de Álvaro 
Obregón y Plutarco Elías Calles- percibían a la Iglesia católica como una 
corporación contraria a sus intereses e ideológicamente contrapuesta. Las 
acciones de ésta última eran de resistencia, por lo que su papel en el escenario 
político y social era enorme, y buscaban, además de defender sus intereses y 
posiciones de poder, ser partícipes de la vida política nacional. Es por ello que, 
una vez que se ha consolidado el Estado lo suficiente, Plutarco Elías Calles utilizó 
el aparato institucional y su andamiaje legal para expulsar del país a los miembros 
de la institución religiosa que no se sometieran y aceptaran el nuevo pacto social 
resultante de la Revolución. 
Las fuentes primarias y secundarias en esta investigación fueron utilizadas 
para examinar un periodo tan importante para el desarrollo del Estado mexicano, 
con un objetivo muy preciso: analizar qué significó el exilio de la alta jerarquía 
católica y cómo repercutió en el proceso de consolidación del Estado surgido de la 
Revolución Mexicana, entendiendo a la Guerra Cristera como el resultado de la 
resistencia y oposición de la jerarquía católica a la acción centralizadora del 
mismo Estado. Además de esta perspectiva de análisis del Estado mexicano (el 
exilio como mecanismo político para conseguir la centralización del poder del 
Estado), se contribuye con un tema que tiene aún mucho por indagar: el exilio 
durante la Guerra Cristera. 
 
16
 Mario Sznajder y Luis Roniger, La política del destierro y el exilio en América Latina, México, 
Fondo de Cultura Económica, 2013, pp. 31 y 45. 
9 
 
Así, el interés de estudiar el exilio católico que llegó a la isla caribeña, 
especialmente en su tránsito a otros destinos, es conocer qué importancia tenía 
para los integrantes de la Iglesia católica llegar a la mayor de las Antillas. Si bien 
Estados Unidos fue el principal destino de los prelados, es necesario saber por 
qué Cuba fue también un punto importante para los desterrados en un contexto 
geopolítico específico. En esta investigación se pretende analizar el desarrollo del 
Estado mexicano a través del exilio como un mecanismo político en la lucha por el 
poder contra el clero católico, haciendo una exploración histórica de éste hecho 
en México y una comprensión del Estado durante la presidencia de Calles. 
En el primer capítulo titulado Conflicto Estado-Iglesia, una mirada a través 
de los exilios, se abordan tres periodos en la historia de México y el conflicto entre 
el Estado y la Iglesia católica, donde el exilio de miembros del clero mexicano con 
destino a Cuba, figura como una constante de primera importancia, y es el 
resultado de la decisión de la élite en el poder de contrarrestar el poder político, 
económico e ideológico de dicha corporación religiosa, con el fin de imponer un 
nuevo orden. De esta manera, se hace un análisis para demostrar cómo el 
destierro de la cúpula católica fue un hecho recurrente como instrumento a 
disposición de los diversos grupos en el poder gubernamental que perseguían 
contrarrestar el poderío de la Iglesia Católica con el fin de ganarlo para el Estado. 
En el segundo capítulo, La consolidación del Estado mexicano y la Guerra 
Cristera, se analizan los diversos elementos que contribuyeron, durante la 
presidencia de Plutarco Elías Calles (1924-1928), a la centralización del poder 
estatal. En este contexto, se inscribe la “Ley Calles”, origen formal de la Guerra 
Cristera, así como la reacción de la Iglesia católica ante la amenaza de perder aún 
más su poder temporal. Además, se analizan los principales actores y las razones 
a las que obedecieron los llamados “arreglos” de 1929, que dio fin –formalmente- 
a la Guerra Cristera. Podrá vislumbrarse así cuál era el contexto político entre 
1926 y 1929, y las razones que condujeron a la administración de Calles y a la 
Iglesia católica a tomar las actitudes específicas durante el conflicto. 
10 
 
En el tercer y último capítulo, El exilio católico a Cuba y la centralización del 
Estado mexicano se explica por qué Cuba seguía siendo un punto importante de 
llegada y tránsito de los exiliados, así como el papel de la alta jerarquía en la Isla 
caribeña; el contexto político-diplomático entre los gobiernos cubano y mexicano y 
la influencia del exilio en las relaciones. De este modo, en el capítulo se hace la 
síntesis de la relación entre el exilio católico a Cuba y el cómo y por qué 
contribuyó -como un mecanismo de lucha política- a la consolidación del Estado 
mexicano en el periodo posrevolucionario. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
11 
 
CAPÍTULO I. CONFLICTO ESTADO-IGLESIA, UNA MIRADA 
A TRAVÉS DE LOS EXILIOS 
 
En este primer capítulo se abordan tres periodos históricos de México que atañen 
al conflicto entre el Estado y la Iglesia católica. Se constatará cómo la alta 
jerarquía comienza a experimentar el exilio y Cuba es un punto obligado de 
tránsito y también como destino. Su destierro es el resultado de la decisión de la 
élite en el poder de contrarrestar el poder político, económico e ideológico de la 
Iglesia católica, con el fin de imponer un nuevo orden. Es decir, el exilio de 
integrantes de la jerarquía católica, producto de la confrontación Estado-Iglesia, ha 
sido un fenómeno histórico de largo alcance enmarcado en un proceso amplio y 
hasta cierto punto universal. 
 
1.1 El exilio católico y la centralización del poder estatal: de las Reformas 
Borbónicas a la Revolución Mexicana 
El periodo histórico conocido como Las Reformas Borbónicas es un antecedente 
muy anterior a lo que en el siglo XX logró consumarse como un Estado moderno, 
aunque, evidentemente, ya nocomo parte de la metrópoli española, sino como 
México, un país política y jurídicamente independiente. Esto es así porque las 
Reformas Borbónicas representaron un cambio en la concepción del Estado “que 
consideraba como principal tarea reabsorber todos los atributos del poder que 
había delegado en grupos y corporaciones y asumir la dirección política, 
administrativa y económica del reino.”17 La Iglesia católica era uno de los grandes 
obstáculos para implementar estos principios que eran parte de la nueva política 
del despotismo ilustrado en la cual predominaban los intereses del monarca y del 
Estado sobre los individuos y corporaciones. Se buscaba dar enorme impulso a la 
 
17
 Enrique Florescano e Isabel Gil Sánchez, “La época de las reformas borbónicas y el crecimiento 
económico 1750-1808”, en Daniel Cosío Villegas (coordinador), Historia General de México, V. I, 
México, El Colegio de México, 1998, pp. 487-488. 
12 
 
agricultura, la industria, el comercio, el desarrollo del conocimiento técnico y 
científico.18 La Iglesia católica impedía la consecución de estas acciones, y 
limitaba el desarrollo del capitalismo (en plena expansión), ya que no existían en la 
Nueva España los elementos básicos para este: 
En el orden económico no existe riqueza pública propiamente hablando, porque 
sus tres cuartas partes están privatizadas en manos de la Iglesia. El clero, 
propietario efectivo, la mantiene en “manos muertas”. Tampoco existe la 
circulación de la riqueza, ni empresarios activos que generen fuentes de trabajo ni 
giros industriales suficientes. La iglesia no sólo es acaudalada, sino afortunada, 
porque el Estado sostiene su burocracia como parte del servicio público, toda vez 
que el erario está a su servicio como cobrador de impuestos.
19 
Aunado a esto, el Estado no tenía el control necesario del espacio público, 
ni el control de los aparatos ideológicos, y menos una de las características 
esenciales de cualquier Estado moderno, el uso legítimo y monopólico de la 
violencia: 
El Estado mismo, que debiera encarnar hegelianamente hablando la universalidad 
del espacio público, no desempeña aún las funciones que cualquier sistema 
político actual atiende. De hecho, la Iglesia Católica y su funcionariado están a 
cargo de esas tareas. Tampoco, weberianamente hablando, el Estado es definible 
a plenitud como organización coercitiva de su espacio territorial, de manera 
monopolística, porque parte de la fuerza física la ejercita en nombre de la Iglesia, 
no del propio.
20 
El Estado novohispano en el siglo XVIII actuará para contrarrestar el poder 
de la Iglesia: recién tomado el poder en España por los Borbones, estos buscaron 
reducir la fuerza del clero regular prohibiendo la fundación de nuevos conventos 
en América en 1717; en 1734 se prohibió que las órdenes religiosas admitieran 
más novicios por un periodo de diez años; y en 1764 se prohibió a las órdenes que 
intervinieran en la redacción de testamentos.21 
 
18
 Ibíd., p. 488. 
19
 Omar Guerrero, op., cit., pp. 175-176. 
20
 Ibíd., p. 175 
21
 Enrique Florescano e Isabel Gil Sánchez, op., cit., p. 492. 
13 
 
El golpe más duro ejecutado por los Borbones ocurrió en 1767, cuando se 
dispuso la expulsión de los jesuitas de los dominios de la metrópoli.22 Fueron 
cerca de 400 los exiliados de la Nueva España23 de los 678 que tenía en ese 
momento.24 Ese fue el primer momento de trascendental importancia en que 
ocurrió un exilio católico -orquestado por las autoridades- con el objetivo de 
restarle poder a la Iglesia católica y ganarlo para el propio Estado. Es necesario 
destacar que La Habana, Cuba fue uno de los puntos de tránsito para los 
exiliados jesuitas, por su posición estratégica en su embarque a Europa.25 
Las acciones en contra de la Compañía de Jesús sucedieron porque ésta: 
(…) había conseguido una enorme influencia doctrinal y política en la sociedad y 
un gran poderío económico que era causa de recelos en la metrópoli. A través del 
control de la enseñanza formaron alianzas con las oligarquías locales, y esta 
posición los convirtió, a ojos de Madrid, en dudosa lealtad al gobierno en las 
colonias de América.
26 
 
22
 Estas acciones fueron a gran escala, lo que habla de la gran preparación que tuvo que hacerse 
para acometerlas, así como la voluntad de reaccionar fuerte contra la Iglesia católica: “La expulsión 
de los jesuitas de Nueva España, inevitable una vez que se había declarado la de sus hermanos 
en la metrópoli, constituyó un eslabón más en la cadena de decisiones que habían comenzado en 
Portugal en 1759 y que finalizaría en Roma en 1773. El 3 de septiembre de 1759 los jesuitas eran 
extrañados de los dominios lusos acusados de atentar contra la vida del monarca. Un embrollado 
asunto hacendario en la Martinica y las sucesivas deslegitimaciones realizadas por el Parlamento 
francés de las constituciones y votos de la Orden llevaron a Luis XV a ordenar su expulsión en 
noviembre de 1764. Roma Intentó proteger a la compañía con la Apostolicum Pascendi (Clemente 
XIII, 1765), confirmando su instituto y refutando las acusaciones formuladas contra ella, pero la 
operación de acoso y derribo ya no tenía marcha atrás: en abril de 1767 Carlos III se deshacía de 
los regulares tras creer demostrada su culpabilidad en el motín de Esquilache, seguido por 
Fernando IV de Nápoles en noviembre y por el duque de Parma en febrero de 1768. El 21 de Julio 
de 1773 Clemente XIV firmaba un decreto de su extinción”. Véase Eva María St. Clair Segurado, 
Expulsión y exilio de la provincia jesuita mexicana (1767-1820), s/lugar de edición, Universidad de 
Alicante, 2007, p. 21. 
23
 Enrique Florescano, Isabel Gil Sánchez, op., cit., p. 493 
24
 Cabe aclarar, para tener una idea de la magnitud del poder global que tenía esta orden religiosa, 
que “la compañía de Jesús contaba, a mediados del siglo XVIII, con 22 mil 642 miembros en todo 
el mundo. Estaban divididos para su gobierno en cinco asistencias y 39 provincias” véase María 
Cristina Torales Pacheco, “Ilustración y secularización en México”, en Patricia Galeana, op. cit., p. 
47. 
25
 Clair Segurado hace un estudio sobre los motivos de la expulsión de la compañía, la operación 
de arresto, las travesías de los jesuitas en el país con rumbo al puerto de Veracruz, su embarque a 
Cuba, su exilio y las actividades que realizaron, además de datos esenciales para comprender la 
importancia de la orden religiosa, sobre cómo fue creciendo la compañía en los territorios 
americanos de la metrópoli española, a partir de 1567, año en que llegan al nuevo continente. 
Aporta cifras, como el número de jesuitas a lo largo de los años en la Nueva España, sus colegios, 
fechas de fundación de sus colegios, compra de haciendas, de donadores a la orden religiosa, etc. 
26
 Eva María St. Clair Segurado, op. cit., p. 23 
14 
 
Este Estado con pretensión de poder absoluto también intentó hacer más 
rentable el aparato fiscal para así impulsar ciertos sectores de la economía, 
aumentar sus facultades con el aumento de recursos y el refuerzo de mecanismos 
de dependencia, con el objeto de poner a los regulares bajo su control, disminuir 
sus fuentes de ingresos, acabar con su relajada conducta y anular su exención de 
la jurisdicción ordinaria, todo en una época de grandes cambios nacionales e 
internacionales, de ascenso de determinados grupos sociales, y de 
reacomodación de distintos sectores del poder.27 
Paradójicamente, acaecida la Independencia de México, el poder de la 
Iglesia católica se fortaleció, con la legalidad y legitimidad constitucional en 1824, 
al ser oficializado el catolicismo como religión de Estado en la constitución de ese 
año. Además, se le concedía el monopolio de la educación; teníael manejo de los 
registros de nacimiento y defunciones; la salud a través de sus diversos hospicios, 
por lo que: 
La Iglesia, sin querer, al seguir los fines de reproducción de institución religiosa 
tuvo inesperadamente el papel de un Estado. Esto significa que los fines 
institucionales religiosos se fueron redefiniendo poco a poco hasta casi coincidir 
con los del Estado emergente. Por ello fue necesario un enfrentamiento abierto 
entre el Estado secular y la Iglesia.
28 
Un segundo momento en el cual el exilio del clero católico nuevamente fue 
el resultado del conflicto Estado-Iglesia, es durante la primera Reforma Liberal 
impulsada por Valentín Gómez Farías29, Lorenzo de Zavala y José María Luis 
Mora en 1833. En el México independiente, uno de los grandes retos que se 
 
27
 Ibíd., p. 22 
28
 Paz Consuelo Márquez Padilla, op. cit., p. 59. 
29
 Gómez Farías había llegado al poder tras la ausencia de Santa Anna que se había retirado a su 
hacienda Manga de Clavo, el 1 de Abril de 1833. Siendo presidente generó protestas por parte de 
los Obispos y levantamientos militares bajo el lema “religión y fueros”, porque también afectaban 
sus intereses, como por ejemplo con el decreto del 15 de noviembre de 1833 que ordenaba la 
abolición del fuero militar y se estimuló el crecimiento de las milicias cívicas. Estos alzamientos 
armados iniciaron desde mayo de 1833 hasta que Santa Anna retomó el poder y derogó muchas 
de esas reformas liberales en 1834. Durante su gobierno en Zacatecas había publicado una ley 
agraria con la intención de desamortizar los bienes de las corporaciones religiosas e indígenas, sin 
embargo tuvo que ser derogada por la firme oposición del clero. Además había premiado una 
disertación de José María Luis Mora que sugería la expropiación de los bienes de la Iglesia. Véase 
Marta Eugenia García Ugarte, Poder político y religioso. México, siglo XIX, Tomo I, México, Instituto 
de Investigaciones Sociales-UNAM, 2010, pp. 106 y 109. 
15 
 
presentó fue iniciar el camino, por cuenta propia, de supeditar el poder de la 
Iglesia.30 Después de la independencia, “surgió un nuevo sector de la élite política 
con un nuevo proyecto nacional diverso al de la élite heredera de la sociedad 
colonial”31 y a lo largo del siglo XIX la lucha se fue polarizando respecto a dos 
proyectos distintos de gobierno –y la misma concepción del Estado: republicanos 
contra monarquistas, federalistas contra centralistas, liberales contra 
conservadores. 
En este proceso se fue gestando un Estado Nacional peculiar, producto de 
ritmos seculares, de procesos de lucha que fueron clarificando la conciencia 
política y los proyectos derivados de ella, aglutinando grupos sociales a sus 
intereses. Al final, estos enfrentamientos ideológicos se trasformaron en 
programas políticos que en el ritmo de los acontecimientos cotidianos se 
traducirían en acciones y luchas concretas. (..) Los proyectos sobre el desarrollo 
económico del liberalismo se dirigieron contra los restos del sistema colonial que 
representaban el clero y la milicia (…). Desde entonces, desarrollo económico 
espontáneo y el librecambismo se tornaron fundamentos programáticos del grupo 
liberal para despojar a la Iglesia de su poder económico, político y social.
32 
Gómez Farías y la primera generación de liberales ya tenían claro lo que 
debía hacerse una vez conseguida la Independencia: “para insertarse en la 
modernidad occidental era preciso constituir la libertad individual, entendida, 
según registra Norberto Bobbio „como la emancipación de los vínculos que la 
tradición, la costumbre, las autoridades sacras y profanas han impuesto a los 
individuos a lo largo de los siglos”.33 
La primera Reforma Liberal fue la base sobre la cual la segunda logró 
“desvincular al individuo del control religioso, y, por ende, secularizar la mentalidad 
 
30
 Las ideas sobre las formas de limitar a la Iglesia en el terreno político existían ya desde antes de 
la primera Reforma Liberal, y “es preciso tener en cuenta que el contenido de la reforma liberal de 
mediados del siglo había sido planteada por primera vez en 1833 y ya estaba presente en las 
discusiones del Congreso Constituyente de 1823-1824.” Marta Eugenia Ugarte, “Liberalismo y 
Secularización: impacto de la primera Reforma Liberal” en Patricia Galeana (coordinadora), op. 
cit., p. 87. 
31
 Luis Alberto de la Garza “El México postindependiente”, en Mirón Lince Rosa María 
(coordinadora) Evolución del Estado Mexicano, Tomo I, México, Ediciones El Caballito, 1986, p. 29. 
32
 Ibíd., pp. 31-35. 
33
 Marta Eugenia Ugarte, “Liberalismo y Secularización: impacto de la primera Reforma Liberal” en 
Patricia Galeana (coordinadora), op. cit., p. 61 
16 
 
individual y social”34. En esta primera reforma se dictaron una serie de decretos 
para establecer lo siguiente: 1) el Patronato Nacional y la pena de diez años de 
destierro y la privación de sus empleos y temporalidades a quienes no 
reconocieran ese derecho; 2) autorizar al gobierno arreglar la enseñanza pública 
en todas sus ramas y clausurar la Real y Pontificia Universidad de México, 
además de que los seminarios quedaron sujetos al gobierno, estableciendo una 
Dirección General de Instrucción Pública para el Distrito y Territorios; 3) la 
creación de establecimientos de Educación Pública en el Distrito Federal y sus 
prevenciones relativas; 4) eliminar la coacción civil en el cobro del diezmo y para 
el cumplimiento de los votos monásticos, entre otros más.35 
Nuevamente el destierro de parte del clero católico se hizo presente, 
aunque de manera distinta, una especie de destierro interno. Ante la oposición del 
clero, se les desterraba de su diócesis y se les mandaba a otra, y en caso de que 
desobedecieran y se escaparan del lugar al que habían sido conducidos, serían 
expulsados hasta por seis años del país. Esto mismo hizo Gómez Farías con el 
obispo de Puebla, al enterarse que se había escapado, con el decreto de 
expulsión el 4 de abril.36 El 23 de junio de 1833 se autoriza al gobierno expulsar 
del país a los individuos que se opusieran a las medidas ya dictadas. Los 
expulsados (entre ellos estaban los canónigos del Cabildo de México) saldrían de 
los puertos de Veracruz, Tampico y Matamoros a la mayor brevedad posible.37 
Ante la enérgica y feroz oposición de los obispos, el 22 de abril de 1834 se les dio 
un plazo de 48 horas para obedecer una ley del 17 de diciembre, o en caso 
 
34
 Ibíd., p. 68. 
35
 Ibíd., pp. 69-70. 
36
 Marta Eugenia García Ugarte, op. cit., pp. 130-134 
37
 Ibíd., p. 112, 
17 
 
contrario serían desterrados aplicando la ley de junio de 1833.38 Así fueron 
expulsados todos los obispos del país, a excepción de algunos que se ocultaron.39 
Sin embargo, el Estado aún no tenía la capacidad de hacer cumplir a 
cabalidad sus facultades, no poseía el monopolio del uso legítimo de la fuerza, 
que aún estaba en manos de jefes y caudillos militares locales, en alianza con 
caciques y el clero católico. La debilidad del Estado todavía se hacía presente 
ante la gran capacidad de acción política y militar de la Iglesia, tal y como lo había 
pronosticado José María Luis Mora.40 
Un tercer momento que puede ser ubicado, y que se ha conocido y 
estudiado como el más representativo de las relaciones Estado-Iglesia, es la 
segunda Reforma Liberal, que inició una vez que triunfó la Revolución de Ayutla, y 
concluyó toda vez que el gobierno constitucional de Benito Juárez triunfó sobre los 
conservadores en enero de 1861. Sin embargo, las tensiones con la cúpula 
católica por la aplicación de estas leyes se extenderían hasta el gobierno de 
Sebastián Lerdo de Tejada, no cesando los conflictos con el clero católico.41 
La Reforma liberal liderada por Juárezamplió el campo de acción del 
Estado mexicano al implementar cambios en los niveles económico, fiscal, 
jurídico, político, administrativo, social e ideológico. En el ámbito económico y 
político se hicieron los más importantes logros al privar a la Iglesia de sus 
principales fuentes de poder: su riqueza por su adquisición de tierras, bienes, 
 
38
 Esta ley versaba sobre la provisión de curatos, en la cual se facultaba al presidente de la 
República de proveer los curatos vacantes por clérigos seculares, como lo hacían los virreyes en la 
época colonial. En caso de no acatar las disposiciones, los obispos y los gobernadores de los 
obispados se harían acreedores de una multa, y si reincidían por segunda ocasión serían 
desterrados del país. Véase s/a, La prerreforma de Gómez Farías, 
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/111/6.pdf [consultado el 15 de abril del 2017]. 
39
 Ibíd., p. 130. 
40
 Ibíd., p. 130. 
41
 Debe de apuntarse que la primera ley de Reforma es la de Administración de Justicia, publicada 
por el ministerio a cargo de Benito Juárez, el 25 de noviembre de 1855. “La Ley Juárez, como fue 
y es conocida, sembró la tempestad. Entre otros aspectos suprimía los tribunales especiales y los 
fueros eclesiástico y militar (art. 42); indicaba que el fuero eclesiástico en los delitos comunes era 
renunciable (art. 44); y en el inciso 4° de los transitorios imponía a los tribunales eclesiásticos la 
obligación de pasar sus causas a los jueces ordinarios civiles, como una consecuencia precisa de 
la supresión del fuero.” Marta Eugenia Ugarte “Liberalismo y Secularización: impacto de la primera 
Reforma Liberal” en Patricia Galeana (coord.) op. cit., p. 31. Además, las Leyes de Reforma fueron 
incluidas en la Constitución de 1857 hasta el gobierno de Lerdo de Tejada, en 1874. 
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/111/6.pdf
18 
 
préstamos, herencias, etc., y su fuero que la hacía estar por encima de la 
jurisdicción estatal.42 
Desde el gobierno liberal de Ignacio Comonfort, se suscitaron las primeras 
muestras de resistencia de la Iglesia católica, en el cual los alzamientos populares 
y militares fueron protagonizados muchas veces por párrocos y curas, como en el 
caso del alzamiento en Zacapoaxtla, Puebla, en 1855.43 Ante este hecho, 
Comonfort expulsó del país al obispo de Puebla, Pelagio Antonio de Labastida y 
Dávalos el 20 de mayo de 1856, esto sucedió después de que el gobierno decretó 
el 31 de marzo la intervención de los bienes de su diócesis. Labastida y Dávalos 
llegó a La Habana el 5 de junio de 1856, para después partir a Europa, en donde 
llegaría a reunirse con el Papa en Roma. En este exilio que se prolongó por varios 
años, Labastida y Dávalos fue uno de los principales promotores de la 
implantación de la Monarquía en México con Maximiliano44 y era el principal actor 
político del clero que defendía a ultranza los bienes de la Iglesia. El 5 de junio el 
gobierno mexicano declaró extinta la Compañía de Jesús.45 
 
42
 “En el nivel económico y fiscal, la reforma se llevó a cabo en nombre de las ideas del progreso 
del liberalismo económico y con el fin de proveer al Estado de recursos. La iglesia era un agente 
económico central, ya que era propietaria y rentista de una parte importante de tierras y de bienes 
inmuebles. Era también una institución financiera importante. A este respecto, la reforma 
desarticuló el gran poder de la Iglesia, cambiando de ese modo las relaciones de propiedad. En el 
plano jurídico y administrativo, la Reforma estuvo orientada por la idea de igualdad jurídica de los 
ciudadanos y por el propósito de convertir al estado en el árbitro supremo. La Iglesia contaba con 
el fuero eclesiástico, de modo que se regía por su propia legislación interna, construyendo un 
sistema legal paralelo al civil, que se hacía cargo de la administración de la justicia. En un nivel 
político, social e ideológico, el propósito era lograr la firme subordinación del poder eclesiástico al 
civil. El principio de separación fue un primer paso crucial, pero la exitosa realización del „proyecto‟ 
de un Estado laico dependía de la gradual sustitución del lugar hegemónico de la Iglesia en la 
sociedad católica, mediante la secularización de las instituciones sociales a la luz de los valores 
cívico-republicanos. En este nivel resultan centrales las reformas de educación pública y en los 
servicios públicos de salud.” Faviola Rivera Castro, op. cit., p. 22 y 23. 
43
 “Tanto Comonfort como los gobernadores de los estados estaban convencidos de que eran los 
obispos los que, en sus cartas pastorales, edictos y circulares, enardecían los ánimos de la 
población y encendían la pasión de los párrocos. Entre ese convencimiento, se envió la circular del 
6 de septiembre de 1856 a los gobernadores de los estados, autorizándolos a prohibir a los 
obispos publicar sus cartas pastorales o, en el caso de que ya estuviera publicadas, prohibir su 
lectura en las parroquias, como era lo usual”. El presidente logró controlar el levantamiento 
poblano el 22 de marzo. Marta Eugenia Ugarte, “Liberalismo y Secularización: impacto de la 
primera Reforma Liberal”, en Patricia Galeana, op., cit., p. 85 
44
 Marta Eugenia García Ugarte, op., cit., pp. 565-566. 
45
 Marta Eugenia García Ugarte, “Liberalismo y Secularización: impacto de la primera Reforma 
Liberal” en Patricia Galeana (coord.) op. cit., p. 83. 
19 
 
Labastida fue el primer obispo expulsado del país en este periodo, y en 
1861, una vez que triunfaron los liberales, le seguía el resto, además de Luis 
Clementi, el delegado apostólico.46 Cabe decir que Labastida había hecho lo 
mismo que el arzobispo de México: condenó la “Ley Juárez” en su cuarta Carta 
Pastoral, el 1 de diciembre de 1855, que estaba firmada por todos los integrantes 
de los estados de Puebla, Veracruz y Tlaxcala, que entonces conformaban la 
diócesis y que anteriormente se había alzado en armas en 1833 para defender a 
la Iglesia.47 
A lo largo de la Guerra de Reforma, también existieron los destierros 
internos, que como en la reforma de 1833, no se expulsaba a los prelados del 
país, sino de su estado o región. Tal fue el caso con el gobernador de Guanajuato, 
Manuel Doblado, que “expulsó al presbítero Melchor Valle, cura de los pueblos 
del Rincón, por ser un cura sedicioso.”48 Fue una maniobra recurrente por parte de 
los liberales en los estados que controlaban porque “se tenía claro que, al 
controlar la difusión de las cartas pastorales de los obispos y someter a vigilancia 
exhaustiva a las bases sociales del clero, los párrocos y su feligresía, los 
levantamientos del ejército y los conservadores perderían fuerza. Por eso se 
expulsaba a los párrocos de las regiones que controlaban.” 49 
Al ganar la guerra, el gobierno de Juárez se había fortalecido, pero no hay 
duda de que el poder que aún tenía el clero era suficiente para crear problemas al 
gobierno. Un día después de que Juárez entrara a la ciudad de México, el ministro 
de Relaciones Exteriores, Melchor Ocampo, les comunicó a los representantes de 
España, el Vaticano, Guatemala y Ecuador que salieran de la república por haber 
reconocido y favorecido al gobierno conservador. El clero no fue la excepción, 
pues cinco días más tarde le comunicó al arzobispo de México y a cuatro obispos 
una orden de destierro.50 
 
46
 Marta Eugenia García Ugarte, op. cit., p. 452. 
47
 Ibíd., pp. 520 y 521. 
48
 Ibíd., p. 621. 
49
 Ibíd., p. 618. 
50
 Lilia Díaz, “El liberalismo militante”, en Daniel Cosío Villegas (coordinador), Historia General de 
México, V. II, México, El Colegio de México, 1994, p. 852. 
20 
 
El edicto del 16 de enero de 1861 disponía el destierro para los obispos de 
San Luis Potosí, Pedro Barajas; de Michoacán,Clemente de Jesús Munguía; de 
Guadalajara, Pedro Espinosa; y el arzobispo de México, Lázaro de la Garza y 
Ballesteros. Según Justo Sierra, era un medida para evitar que sufrieran un 
castigo mayor, como lo que se discutía en el Congreso de la Unión, donde el 
diputado Altamirano decía que los obispos y traidores debían ser colgados.51 Los 
obispos salieron exiliados del país el 8 de febrero de 1861 y fueron llegando a 
Roma, teniendo estancias temporales en La Habana, Cuba.52 
Labastida y Dávalos, vivió nuevamente el exilio una vez que la República de 
Juárez había triunfado sobre el imperio de Maximiliano en 1867 -pero en esta 
ocasión ya era el Arzobispo de México- embarcándose a La Habana y llegando a 
éste puerto caribeño el 9 de marzo de 1867. 
Se puede afirmar que el exilio experimentado por el clero católico con 
destino a Cuba fue una constante. El destierro instrumentado por los grupos 
gobernantes descrito en cada uno de esto tres periodos históricos, obedecía 
claramente a la oposición de la Iglesia Católica, sobre todo de sus más altos 
representantes, de someterse a las disposiciones legales o fácticas de las 
autoridades constituidas, que buscaban fortalecerse en detrimento del enorme 
poder que ejercía la institución religiosa. Las élites liberales en el poder veían a la 
corporación religiosa como un obstáculo que mostraba grandes resistencias a su 
proyecto. Su concepción de Estado, de organización social, política y económica 
de acuerdo a los paradigmas liberales del momento, chocaba de frente con los 
intereses clericales. Declarar su destierro era la última alternativa que tenía la 
clase política en el poder, ante la poca viabilidad de eliminarlos físicamente. La ley 
era utilizada para imponer el destierro. 
 
 
51
 Marta Eugenia García Ugarte, op. cit., p. 905. 
52
 Es de suponer que no viajaban solos, por lo que más clérigos viajaban con ellos, como el caso 
del arzobispo de México, Lázaro de la Garza y Ballesteros, que estaba en La Habana en 
compañía del señor canónigo el Dr. Salvador Zedillo. El provisor y Vicario general del arzobispado, 
el Dr. D. José María Covarrubias partió hacia Roma en compañía del Obispo de Michoacán Dr. D. 
Clemente de Jesús Munguía. Este último llegó al encuentro de su amigo, el Obispo de Puebla, 
Labastida y Dávalos. Ibíd., pp. 907 y 908. 
21 
 
1.2 La Revolución y los constitucionalistas 
Los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y de Porfirio Díaz 
fueron totalmente diferentes a los de sus antecesores: habían podido imponer su 
autoridad por un tiempo relativamente amplio en el territorio nacional, y no sólo en 
algunas regiones. Comenzaron a someter a la fuerza soberana del Estado los 
elementos que antiguamente causaban la disgregación e impedían la 
consolidación de los gobiernos y del propio Estado mexicano.53 
Durante los más de treinta años de su gobierno, Díaz había logrado 
centralizar el poder en su persona. Esto lo logró en detrimento de los elementos 
que iban en contra del régimen, a través de la fuerza o sumisión, la mediación 
entre intereses políticos y económicos en una política de conciliación54, a través de 
estímulos y concesiones especiales55, dando como resultado un incremento de las 
fuerzas productivas y un orden político más estable.56 
Sin embargo, este orden se vio quebrado en 1910 con el llamamiento de 
Francisco I. Madero al alzamiento armado. La Revolución Mexicana (en su fase 
armada entre 1914 y 1920) como toda Revolución, fue generadora de exilios 
políticos, pues el grupo en el poder buscó eliminar a los contendientes políticos y 
militares, siendo el alto clero católico uno de los primeros de ellos. 
 
53
 Córdova afirma que la gran anarquía que existió durante gran parte del siglo XIX, en las áreas 
productivas y en las relaciones políticas residió en la falta de un poder político suficientemente 
fuerte como para imponerse en todos los niveles de la vida social, en una economía que no era de 
escala nacional por no haber unificación política. Arnaldo Córdova, La formación del poder político 
en México, México, Ediciones Era, 1980, p. 10. 
54
 La Iglesia católica no fue la excepción. Si bien no recuperó su riqueza y poder que había tenido 
antes de las Leyes de Reforma, el gobierno de Díaz tampoco las aplicaba rigurosamente, 
dejándoles cierto margen de acción política y económica. Las relaciones entre el Estado y la Iglesia 
se volvieron amistosas, en el sentido de que Porfirio Díaz establecía una relación personal con el 
alto clero católico, es decir, el arzobispo y obispos del país. 
55
 Arnaldo Córdova., op., cit., p. 13 
56
 “A principios del porfiriato (1876) se inició rápidamente el proceso de formación de capital, 
fundamentalmente en la construcción de ferrocarriles. Desde entonces emprendió México la 
creación de su infraestructura moderna. Este proceso de desarrollo económico se interrumpió 
poco antes de la revolución y una parte del acervo de capital fue destruida.” Leopoldo Solís citado 
en Ibíd., p. 15. “El aumento del Ingreso, la orientación de la agricultura hacia el mercado, la 
formación de proletariado agrícola e industrial y la más estrecha vinculación interna y con el 
exterior, debido a mejores comunicaciones, crearon mercado interno y facilitaron la creación del 
externo”, p. 14. Todos estos elementos característicos de que comienza la verdadera construcción 
de un Estado moderno. 
22 
 
La élite política y económica, incluida también la perteneciente a jerarquía 
católica -que había crecido significativamente-57 no se quedó de brazos cruzados, 
por lo que maniobraron de tal forma para derrocar al gobierno de Madero y 
facilitar la llegada al poder de un miembro del antiguo régimen: Victoriano 
Huerta.58 
Es claro que el naciente conflicto armado no fue una revolución homogénea 
en un interés común, sino que fueron varias facciones las cuales se disputaron el 
poder con el fin de imponer distintos proyectos nacionales y sus propias visiones 
de Estado. En 1914, Huerta ante el asedio de las fuerzas revolucionarias -
entiéndase constitucionalistas, villistas y zapatistas- además de la invasión 
norteamericana a Veracruz, decide partir rumbo al exilio el 20 de julio de 1914 con 
destino a Europa, acompañado de generales y algunos otros militares. Le 
siguieron gran cantidad de políticos, de sus múltiples gabinetes, entre ellos: 
Nemesio García Naranjo de Instrucción Pública y Bellas Artes e Ignacio Alcocer de 
Gobernación; jefes militares, diputados, senadores y simpatizantes de su causa, 
la mayoría de ellos con dirección a La Habana.59 Este fue el grupo político más 
grande de exiliados durante la Revolución Mexicana.60 
 
57
 “Para la segunda década del siglo XX, la jerarquía de la Iglesia Católica estaba fincada en 8 
arzobispados, 22 obispados, y un vicario (…) La estructura de la Iglesia de completaba con 4,461 
sacerdotes, cantidad de la cual una tercera parte estaba concentrada en tres entidades: 569 en 
Jalisco, 457 en Michoacán y 431 en el Distrito Federal”. Véase Mario Ramírez Rancaño, La 
reacción mexicana y su exilio durante la revolución de 1910, México, Instituto de Investigaciones 
Sociales-UNAM/Miguel Ángel Porrúa, 2002, pp. 58 y 59. 
58
 Silva Herzog menciona que al gobierno de Huerta lo apoyaron los banqueros, los grandes 
industriales, las grandes comerciantes y el alto clero. Véase Jesús Silva Herzog, Breve historia de 
la Revolución Mexicana. La lucha constitucionalista y la lucha de facciones, México, Fondo de 
Cultura Económica, 1960, p.11. 
59
 Ramírez Rancaño hace un estudio sobre los personajes que se exiliaron durante la Revolución 
Mexicana, principalmente tras el arribo al poder de Carranza. El autor elabora una lista de 
mexicanos expatriados, alrededor de mediomillar en la que se encuentran un gran número de 
“políticos, intelectuales, militares, miembros del clero, empresarios, hacendados, entre otros.” 
Depuró la lista y se enfocó en los “miembros del gabinete de Huerta, los mandos del ejército 
federal, los miembros de la cámara de Senadores y Diputados formada por Huerta, la cúpula de la 
iglesia Católica, algunos políticos porfiristas y maderistas de fama y renombre, así como los 
miembros del grupo de los científicos, para concluir con algunas figuras del bando de la soberana 
Convención de Aguascalientes, en particular los allegados a Francisco Villa, del propio Venustiano 
Carranza y Emiliano Zapata.” Son cerca de 300 personajes. “Cuba fue un importante centro de 
reunión de ex porfiristas y ex huertistas que añoraba el viejo régimen y estaban descontentos con 
los nuevos gobiernos revolucionarios“. Véase Mario Ramírez Rancaño, op. cit., pp. 9 y 46. 
60
 Claudia González, Intelectuales, exilio y periodismo en Cuba durante la Revolución Mexicana, 
México, Comisión Institucional para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia y 
23 
 
Es de nuestro interés destacar el exilio que sucedió mientras los 
constitucionalistas estaban en el poder, porque fue con ellos cuando ocurrió la 
salida masiva del clero católico. Además, el constitucionalismo fue el grupo que 
logró tomar el control necesario para dar cauce a una nueva etapa del Estado 
mexicano, dejando “al margen a los posibles espacios de discusión a quienes 
expresaron ideas contrarias al ambiente político y social mexicano.”61 Los exiliados 
que llegaron a Cuba también pertenecían a distintos grupos: reyistas, maderistas, 
zapatistas, villistas y carrancistas62, dadas las circunstancias en las que se fue 
desarrollando el conflicto armado. 
Diversos sectores fueron los que apoyaron al régimen Huertista, resumidos 
todos en aquellos que habían sido beneficiarios del régimen porfirista. Huerta 
entabló nuevamente las relaciones amistosas con la Iglesia católica, dejándolo 
claro desde el primer día en que se presentó en el Congreso de la Unión tras 
hacerse del poder.63 Por otro lado, Carranza acusaba que esta iglesia había 
reconocido al gobierno de Victoriano Huerta, dándole apoyo público y económico, 
además la responsabilizó de levantarse en armas y de dirigir movimientos 
armados reaccionarios.64 
Otra de las razones de desconfianza de los constitucionalistas a la 
institución religiosa es la capacidad política que había logrado a través de su 
Partido Católico Nacional, que quedó demostrada para las elecciones de 1912, 
 
Centenario de la Revolución Mexicana/Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad 
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2011, p. 74 
61
 Ibíd., pp. 9 y 10. 
62
 Claudia González estudia a “aquellos grupos y personajes que, productos de cambios surgidos 
de la lucha armada, fueron relevados del poder, considerándose indeseables en y para su país, 
motivo por el cual tuvieron que salir en calidad de exiliados políticos”. Véase Ibíd., p. 16. 
63
 Huerta expresó a seis semanas de ascender a la presidencia: “señores diputados y senadores, 
estamos delante de México, delante del mundo, y lo que más cuenta, delante de Dios”, a lo cual los 
congresistas del Partido Católico Nacional aplaudieron con entusiasmo y algunos miembros del 
clero entendían que tenían vía libre para llevar a cabo todo acto de manifestaciones religiosas, o 
más concretamente, de restablecer parte de su poder perdido desde el gobierno de Juárez. Huerta 
ya era quien buscaba al arzobispo en su casa. Ibíd., pp. 64, 65 y 68. Probablemente era una forma 
de legitimar su llegada al poder. 
64
 Carranza no sólo divulgó esta versión en el país, sino en los diversos países en donde tenía 
agentes o enviados, noticia que llegó al Vaticano, en donde el Papa quiso actuar con prudencia y 
esperar algún tiempo para poder restablecer las relaciones con el gobierno mexicano, más allá de 
si eran o no culpable la jerarquía eclesiástica mexicana de las acusaciones de que era víctima. 
Ibíd., p. 84. 
24 
 
donde ganaron varios escaños en el Congreso de la Unión, “lo que representaba 
un gran peligro para los levantados en armas. Ante esto, y amparados a la 
legislación juarista, los constitucionalistas denunciaron a los católicos como 
traidores”65 y reaccionarios, al grado tal que Carranza resucitó en 1913, con 
algunas modificaciones, una ley expedida en 1862 que castigaba con pena de 
muerte a los trastornadores del orden público.66 Lo importante para este caso no 
es saber si fueron ciertas o no las acusaciones hechas por los constitucionalistas, 
sino la acción que estos tomaron en contra del clero y demás grupos contrarios 
con el fin de deshacerse de los adversarios políticos para conseguir el poder y 
consolidarlo. 
Dada la difícil relación entre la facción constitucionalista y la élite católica, 
varios jerarcas optaron por huir del país, generándose así un exilio católico de 
grandes proporciones. Por ejemplo, el obispo de San Luis Potosí, Ignacio Montes 
de Oca y 14 sacerdotes procedentes de Zacatecas llegaron a La Habana, de 
tránsito y de permanencia67; el arzobispo de México, José Mora y del Río salió del 
puerto de Veracruz el 14 de mayo de 1914 en el vapor Espagne con rumbo a 
Europa;68 a principios de agosto salieron dos trenes rumbo a Veracruz, uno con 
gran cantidad de sacerdotes españoles y franceses, y en otro, con medio centenar 
de dominicos y maristas, tanto extranjeros como mexicanos; el 5 de agosto de 
1914 el arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez junto con otros 
religiosos y monjas, abordaron un ferrocarril y partieron rumbo al puerto de 
Veracruz, el primero con destino a La Habana. 
A mediados de agosto del mismo año se hizo público que otra parte del 
episcopado estaba en el puerto de Veracruz con el objetivo de embarcarse al 
destierro. Se trataba de Francisco Plancarte y el citado Francisco Orozco Jiménez, 
además de los obispos Emeterio Valverde, Francisco Uranga, Ignacio Valdespino 
 
65
 Ibíd., p. 76. 
66
 Mario Ramirez Rancaño, op. cit., p. 5. 
67
 Ibíd., p. 48. 
68
 “La razón oficial es que cada cinco años tienen que rendir un informe verbal al Papa sobre la 
marcha de su diócesis, pero pasaron los meses y no regresó”. Ibíd., p. 69 
25 
 
y Miguel de la Mora.69 El arzobispo de Yucatán, Martín Tritschler, que se manifestó 
contra Carranza por los atropellos al clero y sus bienes, partió junto con el obispo 
Mejía y tres presbíteros más rumbo a Cuba.70 Se calcula que alrededor de 300 
personas vinculadas al clero dejaron el país, y en Cuba se exiliaron los arzobispos 
de México, José Mora y del Río, y de Yucatán, Martín Tritschler, además de 
algunos sacerdotes y monjas. La mayoría residieron en el convento de la Merced, 
al amparo del clero cubano.71 
El proceso revolucionario significó el reacomodo de fuerzas, y la 
reanudación del conflicto entre los grupos gobernantes con la jerarquía católica, 
debido al poder ya manifestado no solo en el plano social a través de la 
organización de sectores obreros y agrupaciones católicas urbanas, sino también 
en el plano político y electoral al movilizar a numerosos sectores sociales. Habían 
pasado ya más de 50 años de la Guerra de Reforma, periodo del último exilio 
protagonizado por los prelados, y Cuba aún era un punto importante de destino y 
tránsito de aquellos que dejaban tierras mexicanas por conflictos políticos, no sólo 
para el clero, sino también para miembros y simpatizantes del antiguo régimen 
porfiriano. 
La clase política que accedió al poder gubernamental tras la caída de 
Victoriano Huerta, comprendía que era necesario, para consolidar su posición de 
poder, minarla capacidad de acción que pretendía mantener y hasta aumentar la 
cúpula de la Iglesia Católica. Es por ello que el exilio fue recurrente en el periodo 
revolucionario, sobre todo en la fase de lucha armada. Además, la realidad política 
que vivían lo hacía necesario, con un Estado fuerte, de manera que no era 
suficiente conseguirlo a través de la violencia, sino que se necesitaba un nuevo 
andamiaje legal que lo facultara para imponer un nuevo orden en lo político, 
económico y social, una nueva Constitución que garantizara la centralidad del 
poder estatal. 
 
 
69
 Ibíd., p. 71. 
70
 Ibíd., p. 73 y 74. 
71
 Ibíd., p. 295. 
26 
 
1.3 La Constitución de 1917 y la reacción católica 
Es con el triunfo de los constitucionalistas que se pudo poner a la práctica un 
programa revolucionario que fue capaz de cambiar la forma y fondo de las 
estructuras estatales y sus formas de operación. De la lucha entre las tres 
principales facciones revolucionarias (constitucionalistas, villistas y zapatistas), la 
comandada por Carranza ganó la contienda, gracias a su victoria militar y política. 
Así, de los tres proyectos nacionales -y su correspondiente concepción de Estado- 
que se enfrentaron, el abanderado por los constitucionalistas tuvo la capacidad de 
imponerlo en los años posteriores a sus adversarios.72 
Después del triunfo de los constitucionalistas sobre los demás grupos 
revolucionarios, principalmente los villistas y zapatistas, se manifestaron los 
cambios socio-políticos y económicos que habían resultado de años de lucha 
armada. Había destrucción de campos, de vías férreas, interrupción del comercio 
y de las comunicaciones, fuga de capitales, falta de un sistema bancario, 
epidemias, escasez de alimentos y bandidaje73, es decir, los sectores estratégicos 
del país estaban disminuidos en sus operaciones. Era necesario iniciar cuanto 
antes la reconstrucción del país, su infraestructura, sus instituciones, restablecer el 
aparato político, burocrático, y hasta diplomático que habían sido debilitados a 
causa de la Revolución, para continuar consolidando al Estado, con nuevos y 
mejorados parámetros. Todo esto se tradujo en una nueva Constitución.74 
Los artículos 27 y 123, a decir de Arnaldo Córdova: 
 
72
 Felipe Ávila y Pedro Salmerón apuntan que durante la alianza política y militar entre villistas y 
zapatistas en la Convención, los frutos no fueron los esperados, y algunas causas fueron los 
intereses regionales distintos entre ellos (derivados de las diferencias regionales, sociales, 
históricas y culturales entre el norte mestizo y blanco y el centro-sur indígena y mestizo) y la 
diferencia entre sus proyectos: más radical, comunitarista, agrario y social el zapatista, menos 
radical, menos comunitario y con más énfasis en la política el villista. Esto dificultó la consolidación 
de un mejor frente contra Carranza. Además, la incapacidad de sobreponerse económica, militar y 
políticamente sobre Carranza supuso su derrota. Felipe Ávila y Pedro Salmerón, Historia Breve de 
la Revolución Mexicana, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de 
México/Secretaría de Educación Pública/Siglo XXI, 2015, pp. 225-263. 
73
 Berta Ulloa, “La lucha armada (1911-1920)”, en Daniel Cosío Villegas (coordinador), op. cit., V. II, 
p. 1159. 
74
 Véase Javier Garciadiego, “El Estado moderno y la Revolución Mexicana (1910-1920)”, en Rosa 
María Mirón Lince (coordinadora), Evolución del Estado Mexicano, Tomo II, México, Ediciones El 
Caballito, 1994. 
27 
 
(…) forman y definen todo lo logrado con la revolución desde el punto de vista 
estructural, social y político. En este proceso, de conservación y renovación, de 
cambio y readaptación, la nueva organización del Estado ha seguido siendo el 
instrumento por excelencia para operar todas las transformaciones del México 
posrevolucionario, como ya lo había sido, a su manera, la dictadura personal del 
general Díaz.
75 
De esta manera con la Constitución de 1917 se formalizó a través de 
instituciones el poder centralizado en el Estado, y lo convirtió “en un formidable 
instrumento de poder, al grado que no le fue para Díaz la Constitución de 1857”76 
por lo que el poder del presidente, con el paso de los años, pasará de ser un 
poder personal a un poder institucional.77 
Especialmente con estos artículos, el Estado se fortalecería, por ahora sólo 
en letra, mientras seguían las luchas intestinas por el poder. Dotarán al Estado de 
una mayor soberanía sobre su territorio y sus recursos naturales, y pasará a ser el 
árbitro supremo en las relaciones entre capital y trabajo. Con estas nuevas 
atribuciones, el Estado mexicano podría hacer frente a dos elementos que 
históricamente le habían dificultado ejercer su soberanía al interior y exterior: el 
capital (nacional e internacional) y la amenaza extranjera. Realmente estos dos 
componentes son uno mismo, en tanto que las amenazas extranjeras son 
representantes de los capitales, principalmente financieros, petroleros, mineros y 
terratenientes. Ellos son los grupos de poder que estaban en capacidad de 
presionar a los gobiernos mexicanos.78 
Además, esta constitución sí respondía en mayor medida a las exigencias 
de un Estado moderno en un contexto internacional en el que habían surgido 
nuevas fuerzas sociales y los retos políticos que representaban, en especial uno: 
un Estado centralizado, y para el caso mexicano, depositado en el poder ejecutivo. 
 
75
 Arnaldo Córdova., op. cit., p. 16. 
76
 Ibíd., p. 16. 
77
 Aun cuando Carranza, Obregón y Calles hicieron uso del poder personal, su obra iba a terminar 
con este tipo de gobierno. “El poder personal estaba jugando entonces el papel de verdadero 
aglutinador de las diferentes fuerzas sociales y con ello cavaba su propia tumba; todo lo que tenía 
de arbitrario, espontáneo e imprevisto y que contribuía a definir la política mexicana como relación 
entre grupos políticos sin arraigo social o entre caudillos facciosos.” Ibíd., pp. 22-33. 
78
 Para conocer cuál fue el papel de estos grupos cfr: Lorenzo Meyer, Los grupos de presión 
extranjeros en el México revolucionario, 1910-1940, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 
1973. 
28 
 
Pero dos de los artículos que más afectaban a la Iglesia católica eran el 3° y 
el 130. El primero trataba la cuestión de la educación, la cual sería pública, 
gratuita y sobre todo, laica, lo que trastocaba los intereses religiosos en ese ramo, 
que por tanto tiempo había dominado la Iglesia79, que a pesar de las Leyes de 
Reforma, todavía mantenían un gran control en la educación de México. El 
segundo le desconocía la personalidad jurídica de la Iglesia católica “y lo poco que 
le había dejado la Constitución de 1857.”80 
Para el clero se trataba de una embestida gubernamental, una de tantas 
que había recibido ya, y a consecuencia de esto, gran parte de la alta jerarquía 
católica protestó en una declaración conjunta. Fueron cinco arzobispos, siete 
obispos, y dos vicarios exiliados quienes se reunieron para declarar su 
desacuerdo. La fecha de protesta es casi veinte días después de haber sido 
promulgada la Constitución de 1917. Los firmantes fueron los arzobispos José 
Mora y del Río, Leopoldo Ruiz y Flores, Martín Tritschler, Francisco Mendoza y 
Herrera, y Francisco Plancarte, faltando Francisco Orozco y Jiménez que se 
encontraba en Guadalajara y Elogio Gillow. Y los obispos firmantes fueron Ignacio 
Valdespino, Francisco Uranga Sáenz, Jesús María Echeverría y Aguirre, Juan 
Herrera Piña, Miguel de la Mora, Vicente Castellanos y Maximino Ruiz y Flores.81 
Además de las quejas que hacían de la persecución religiosa de la que 
habían sido víctimas, su padecimiento de hambre y los horrores de la peste y la 
guerra,

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