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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES LA CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO MEXICANO Y LA GUERRA CRISTERA: EL CASO DEL EXILIO CATÓLICO A CUBA 1926-1929 T E S I S QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: LICENCIADO EN CIENCIAS POLÍTICAS Y ADMINISTRACIÓN PÚBLICA OPCIÓN CIENCIA POLÍTICA P R E S E N T A : ERICK ULISES MOLINA NIETO DIRECTOR DE TESIS: DR. JOSÉ FRANCISCO MEJÍA FLORES CIUDAD UNIVERSITARIA, CDMX 2017 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Investigación realizada gracias al Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica (PAPIIT) de la UNAM con clave RG400314 e IG400117. Agradezco a la DGAPA-UNAM la beca recibida. A mis padres Roberto y María Luisa, mi pasado, presente y futuro. A mis hermanos Carlos, Ivan y Zuleyma, que han salido adelante frente a la adversidad. Agradecimientos. Quiero expresar mi gratitud a todos aquellos que fueron parte importante a lo largo de la elaboración de esta tesis. Al Dr. José Francisco Mejía Flores, por su asesoramiento y orientación en la elaboración de la investigación e invitarme a formar parte del Proyecto de Investigación en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM. El Dr. Adalberto Santana, responsable del Proyecto PAPIIT IG400314 Interacción de los exilios en México e Iberoamérica (siglo XX) y su actual continuidad en el PAPIIT IG400117 “Dinámica de los exilios en Iberoamérica”, por su apoyo para realizar mi investigación en Cuba y participar en diversos foros académicos, así como sus sugerencias, orientaciones y todo el aprendizaje latinoamericanista, todo ello de crucial importancia. El Mtro. Hugo Martínez Acosta fue quien me orientó en la búsqueda y tratamiento de información en el Archivo Histórico Genaro Estrada de la Secretaría de Relaciones Exteriores, así como sus comentarios en mi tesis que me clarificaron la cuestión metodológica; y no menos importante, su ayuda en los procesos administrativos que hicieron posible la obtención de la beca. También debo agradecer a los profesores miembros del jurado, el Dr. Luis Alberto de la Garza, Dr. Luis Jaime Estrada, Dra. Laura Moreno y al Mtro, Edgar Urbina, quienes con sus observaciones me ayudaron a mejorar enormemente el trabajo presentado. A Evelyn Lara, compañera de vida, quien desde que conocí, algunas cosas me dejó ver y algunas otras descubrí yo. Sin sus consejos y apoyo no hubiera sido posible llegar a buen puerto… siempre es hoy. Igualmente a su familia, Sr. Víctor, Sra. Silvia y Luis, a quienes les agradezco profundamente su apoyo desinteresado brindado a mí y a mi familia. Agradezco a mis padres, Roberto Molina Sánchez y María Luisa Nieto Torres, a quienes todo debo, sin sus enseñanzas de vida, el invaluable e incondicional apoyo a lo largo de mi vida, no habría logrado llegar hasta donde ahora y todo lo que venga después, sepan que su esfuerzo sigue rindiendo frutos. A a mis hermanos Carlos, Ivan y Zuleyma por su esfuerzo. Finalmente a la Universidad Nacional Autónoma de México, nuestra máxima casa de estudios por todo lo que me ha dado. A todos ellos… Gracias totales. Introducción 1 Capítulo I. Conflicto Estado-Iglesia, una mirada a través de los exilios 1.1 El exilio católico y la centralización del poder estatal: de las Reformas Borbónicas a la Revolución Mexicana 11 11 1.2 La Revolución y los constitucionalistas 1.3 La Constitución de 1917 y la reacción católica 21 26 Capítulo II. La consolidación del Estado Mexicano y la Guerra Cristera 2.1 El gobierno de Plutarco Elías Calles 2.2 La “Ley Calles” y la reacción clerical 2.3 Los arreglos de 1929. Entre Roma, Washington y México 2.4 ¿Una lucha inevitable? 31 31 47 57 65 Capítulo III. El exilio católico a Cuba y la centralización del Estado Mexicano 3.1 Cuba como destino 3.2 El exilio católico a Cuba 3.3 ¿El exilio fue un mecanismo eficaz para el Estado mexicano? 69 69 76 97 Reflexiones finales Bibliografía 101 106 1 INTRODUCCIÓN El Estado mexicano y su confrontación con la Iglesia Católica Analizar cómo fue tomando forma el Estado mexicano implica, necesariamente, abordar el proceso histórico desde una de las ópticas más importantes para su análisis: su conflicto con la Iglesia católica.1 En el desarrollo de la lucha por el poder político, el Estado requirió arrebatárselo a esta institución que a lo largo de tres siglos lo había detentado. Además, poseía también enorme poder económico, ideológico y de las conciencias, no solo en México, sino en las sociedades occidentales.2 Hablar de un Estado moderno conlleva también a tener en cuenta diversas características que rompen con el orden político y económico anterior que imperaba antes del capitalismo (que surgió casi paralelamente al Estado moderno)3: el feudalismo. Pueden ser cinco características esenciales: El Estado soberano (Estado de poder soberano en el marco del sistema europeo de Estados); el Estado con funciones económicas (Estado comercial relativamente cerrado con una forma capital-burguesa de la sociedad y de la economía); el Estado de derecho (Estado liberal de derecho y constitucional orientado hacia la libertad personal del individuo); y el Estado-nación (Estado nacional, que abarca y 1 El conflicto en el que se sumerge el Estado mexicano, o en su momento el novohispano, es contra el poder que la Iglesia fue obteniendo a lo largo de tres siglos de Colonia. La Iglesia católica como obstáculo para la consolidación del Estado moderno liberal mexicano, es sólo una arista que, sin embargo, engloba aspectos económicos, políticos y sociales de gran alcance. 2 “Desde el punto de vista de la órbita propia de la cultura occidental, el Estado moderno es inherentemente laico; es decir, está separado de la Iglesia. Tal cualidad no es la única, pero sí de las más importantes por significar plenitud de soberanía hacia dentro y hacia fuera. Esa cualidad se explica a partir del estudio de la relación histórica entre el Estado y la Iglesia.” Véase Omar Guerrero, “El Estado moderno, Estado laico” en Patricia Galeana (coordinadora), Secularización del Estado y la sociedad, México, Senado de la República, Comisión Especial Encargada de los Festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana, LX Legislatura/Siglo XXI, 2010, p. 177. 3 “(…) la modernización es la vía de desarrollo seguida por Occidente. Una vía que, como tendencia general de desarrollo del capitalismo, se intenta imponer a los países en la ruta de un camino que los acerque a los países desarrollados. En este sentido, la modernizaciónes un paradigma o tendencia a la universalización de las normas vigentes en los países industrializados, un proceso de cambio social a través del cual las sociedades menos desarrolladas adquieren los rasgos propios de las sociedades más desarrolladas”, es decir, se trata del desarrollo del capitalismo. Veáse Aquiles Chihu Amparán, et. al., (coordinadores), Modernización: sentido y contrasentido, México, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, 1993, p. 12. 2 acrecienta las tendencias precedentes con orientación hacia la democracia). A esos tipos ideales debemos agregar el Estado laico (Estado secular, desvinculado del ejercicio de funciones religiosas), cuya plenitud de poder se alcanza a partir de su separación de la Iglesia, y su funcionamiento con base en principios políticos, no en cánones espirituales ni morales. 4 Antes de que aparecieran estas características distintivas del Estado moderno, éste operaba paralelamente y muchas veces supeditado al poder de la Iglesia, de modo que no podía ejercer una soberanía exclusivamente estatal, ni funciones económicas propias. Tampoco existía un Estado de derecho, y mucho menos era un Estado laico, en tanto la sustentación del poder estaba en la idea de Dios, y su jurisdicción era en función de ello. La Iglesia es el poder efectivo, (…) se halla personificada de tres modos: en primer lugar, dotada con las prendas de estatalidad por cohabitar con el Estado como titulares del poder, integrando una diarquía de facto y de jure. Incluso una dependencia de la administración pública, el Ministerio de Negocios Eclesiásticos, se encargaba de los asuntos mundanos, de suyo relevantes. Como cogobernate del país, el Estado le cobra los diezmos y usa la fuerza física para mantener incólumes sus corporaciones religiosas y pararreligiosas. No se trata propiamente, empero, de un poder privado, sino de una potestad del Estado, como la autoridad estatal en sí. La Iglesia ejercita el poder público. Por sí misma administraba el matrimonio y el registro civil por cuanto los consideraba como propios e inherentes a su naturaleza. En segundo lugar, ella era asimismo un ente paraestatal que en sustitución del Estado desempeñaba funciones educativas, sanitarias y asistenciales. En fin, la Iglesia Católica funge como embajada de ese poder mundial cuya sede es el Vaticano, un orden supraestatal con alcances planetarios que interviene en los asuntos interiores de los países, asistido por una de las burocracias mejor organizadas y entrenadas; 5 La lucha del Estado por la soberanía sobre las demás fuerzas políticas y sociales, siendo la Iglesia la más grande, desembocará en una lucha gradual, en un proceso largo que no es ubicable en un solo momento específico en la historia, sino en muchos.6 Para el caso del Estado en México, podemos ubicar diversos 4 “Estos cinco tipos, que considerados conjuntamente forman el Estado moderno, aparecieron sucesivamente y se fueron sobreponiendo cada uno al anterior, fundiéndose en él para darle su forma hasta el presente. Su fusión condensa la esencia del Estado moderno como se fue configurando desde el final de la Edad Media hasta la actualidad.” Omar Guerrero, op., cit., pp. 179 y 180. 5 Ibíd., p. 176. 6 La “modernización” del Estado no ha sido de golpe y para siempre, sino un proceso progresivo que comprende en su inicio al Renacimiento, prosigue con la Reforma luterana y la Ilustración, 3 momentos clave en los cuales la disputa Estado-Iglesia se manifiesta claramente en diversas etapas históricas. Dentro de este proceso de lucha por el poder, la contienda por la independencia del Estado frente a la Iglesia se desarrollará en tres planos esencialmente: el político, el económico y el ideológico.7 Cada uno de estos aspectos ocurrirá no de manera casual, sino causal, que responden a la necesidad y a las capacidades que el Estado fue adquiriendo conforme se desarrolla la disputa por el poder. El Estado moderno en México fue logrando concentrar poco a poco para sí, el monopolio del uso legítimo de la violencia, creando un ejército nacional propio. En momentos específicos la contienda fue primordialmente por arrebatar el poder económico a la Iglesia católica, en otros el poder político y al final el ideológico. Todos los avances que fue logrando el Estado por centralizar el poder en sí mismo, fueron plasmados en un aparato jurídico, “ya que el Derecho es la forma técnicamente más perfecta de la dominación política”. De esta forma se dotaría al Estado de legalidad y legitimidad política. “El Derecho es una de las formas de asegurar, a la larga, la orientación de las prácticas políticas de todos los órganos de la sociedad que tienen algún poder”8 y responde a una realidad de facto u opera para crearla a partir de una legislación. De esta manera: (…) el Estado en formación reemplazó a la Iglesia Católica en las funciones políticas, administrativas, económicas, sociales y de administración de justicia. El establecimiento del Estado laico significó la secularización de sus funciones en continúa con la Revolución Francesa y luego se sustenta con la Revolución Industrial, hasta llegar a nuestros días. Ibíd., p. 179. 7 “Como es bien sabido, el establecimiento de esta independencia del Estado respecto de las iglesias y de las religiones significó el desplazamiento de la Iglesia en tanto que poder económico, político e ideológico, y el correspondiente establecimiento de la supremacía del poder civil sobre el eclesiástico.” Faviola Rivera Castro, “Laicidad y Estado laico” en Patricia Galeana (coord.), op. cit., p. 21. 8 Con el Derecho “se dan normas de comportamiento, se determina quién, cuándo, en qué circunstancias, bajo qué condiciones etc., puede ejercer la práctica política”. Guillermo Villaseñor, Estado e Iglesia: el caso de la educación, México, Editorial Edicol, 1978, p. 27. 4 todos estos ámbitos, excluyendo así todo contenido religioso de sus instituciones, sean palabras, símbolos o rituales. 9 La Iglesia católica vio disminuido su poder político en distintas áreas, y dejó de ser la organización de dominación que era “capaz de aplicar la coerción psíquica para garantizar su orden en la medida que concede o rehúsa bienes de salvación, lo que constituye su forma de coacción hierocrática” en términos weberianos,10 dejando medianamente abierto el camino al proceso de consolidación del Estado mexicano. El Estado, entendido como “todo el complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase dirigente no sólo justifica y mantiene su dominio, sino también logra obtener el consenso activo de los gobernados”,11 sería en adelante el encargado de introducir los lineamientos para la forma de organización política, económica y social de la población mexicana, tarea que tardó prácticamente desde finales de la colonia,12 hasta mediados del siglo XX, ya que el proceso de consolidación del Estado en México no parte solamente desde que existe México como país políticamente independiente, sino desde las manifestaciones y señales de cambios políticos y económicos que condujeron a un conflicto con la Iglesia cuando era la Nueva España. Dichas transformaciones 9 Faviola Rivera Castro, op. cit., p. 21. 10 “La Iglesia Católica también es, como el Estado, una organización de dominación, pero de índole diversa. Ella constituye lo que Max Weber entiende como un instituto hierocrático caracterizado por la actividad continuada, sobre todo en la medida en que su personal administrativo es capaz de mantener el monopolio legítimo de la coacciónhierocrática‟, de suyo diversa a la coacción física.” Omar Guerrero, op. cit., p. 44. 11 Esta definición de Antonio Gramsci propone una visión más amplia sobre la concepción del Estado, al no detenerse solamente en el análisis de los elementos o actividades gubernamentivas y burocráticas (civil y militar), sino que se incluyen en dicha definición las actividades de la clase dominante en terrenos donde desarrolla de manera más activa su participación, tales como en la producción, en organizaciones empresariales, a través de instituciones culturales, sociales y por supuesto de educativas. De esta forma se supera la limitación de la concepción jurídica del Estado, a través de una concepción sociológica. Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, México, Juan Pablos Editor, 1975, pp. 107 y 108. 12 “(…) es necesario delinear la relación genealógica del Estado moderno con qué otro que le precedió, debido a que los fenómenos históricos se encadenan de forma tal que la época temprana de un tipo es, la época tardía del precedente; es decir, que la época temprana del Estado moderno representa al mismo tiempo la época tardía del Estado feudal. Esto explica también la peculiar fluctuación en la delimitación temporal del Estado moderno, pues del mismo modo que se entiende toda la vida estatal en la época moderna occidental, que arranca con la culminación de le Edad Media, se comprende también la vida estatal moderna a partir de la Revolución Francesa.” Omar Guerrero, op. cit., p. 179. 5 ocurrieron durante las Reformas Borbónicas, se hizo mucho más claro con las reformas liberales de 1833 y de 1855, y finalmente durante el proceso revolucionario iniciado en 1910. “La forma en que este proceso encaminado a la consolidación de la supremacía del poder del Estado en la sociedad, así como a la secularización de sus instituciones, no es otro que el del establecimiento de un Estado moderno.”13 La Guerra Cristera y el estudio del exilio Ahora bien, el fenómeno del exilio se ha estudiado ampliamente como un hecho constante en todas las latitudes, y en especial en las naciones iberoamericanas y en distintos periodos históricos, desde diversas disciplinas, como la Historia, Literatura, Filosofía, etc. También, el exilio se relaciona la mayoría de las veces con actores políticos liberales, de izquierda, progresistas u opositores a un gobierno autoritario o dictatorial identificado como de derecha o conservador. Sin embargo, el exilio también lo han experimentado quienes se ubican en el espectro ideológico denominado como conservador o de derecha, por lo que este fenómeno político no responde a una sola ideología, ni siquiera a un único tipo de regímenes. De la misma manera, el hecho de ser un régimen revolucionario no impide que ocurra este mecanismo político. El exilio –para el caso de esta investigación- es el resultado de una lucha por el poder político. En el caso de México el estudio de este tema se ha hecho, sobre todo, como país receptor, de refugio para aquellos que huyen de sus países por temor a perder su vida por cuestiones esencialmente políticas, por su oposición a gobiernos, generalmente autoritario. Ejemplo de ello fueron los exilios producto de las dictaduras de Augusto Pinochet en Chile, Jorge Rafael Videla en Argentina o la dinastía Somoza en Nicaragua. En el caso de México como país expulsor, las obras que tratan el exilio durante el proceso revolucionario son amplias.14 13 Faviola Rivera Castro, op. cit., p. 21. 14 Algunos ejemplos son: Claudia González y Gerardo Sánchez (coordinadores) Exilios en México, Siglo XX, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2008; Luis Ángel Argüelles 6 El exilio del clero católico ocurrió en momentos claves de la historia del conflicto Estado-Iglesia en México, frente a diversas fuerzas políticas que detentaban el poder de un gobierno en turno, y que han representado en cada uno de estos lapsos históricos, clases sociales y élites políticas distintas que luchaban por el poder. Una vez obtenido el poder gubernamental, los sectores y grupos dominantes configurarán al Estado de tal modo que éste prosiga un cambio gradual por transformar la organización política y social, las relaciones capital- trabajo y las formas de conducta que deben de responder los distintos componentes de la sociedad. Así, la cúpula de la jerarquía católica fue un actor principal en este escenario no solo nacional sino internacional, de grandes cambios en diversos campos que derivarán, al final, en una determinada forma de constitución del Estado moderno. Ya durante el siglo XX y con los cambios revolucionarios en marcha, el gobierno presidido por Plutarco Elías Calles tuvo como “desafío y finalidad”, la reconstrucción, que (…) llegó a tocar los principales campos de la estructura económica, de la convivencia social, de la vida institucional. La reconstrucción emprendió el arreglo Espinosa, Temas Cubano Mexicano, México, UNAM, 1989; Elsa Aguilar, “Exiliados huertistas en Cuba” en Laura Muñoz, Mar adentro. Espacios y relaciones en la frontera México Caribe, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2008; Victoria Lernel, “Exilio e historia, Algunas hipótesis generales a partir del caso de los mexicanos exiliados por la Revolución Mexicana (1906-1920”), Chicago, Universidad de Chicago, 2000 (Working Paper Series, 7); Claudia González, Intelectuales, exilio y periodismo en Cuba durante la Revolución Mexicana, Comisión Institucional para la conmemoración del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana/ Instituto de Investigaciones Históricas/Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2011; Mario Ramírez Rancaño; La reacción mexicana y su exilio durante la revolución de 1910, México, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM/Miguel Ángel Porrúa, 2002; Javier Garciadiego, “Los exiliados por la Revolución Mexicana” en Revolución y exilio en la historia de México. Del amor de un historiador a su patria adoptiva: homenaje a Friedrich Katz, México, El Colegio de México/Era, 2010, pp. 539-565; Sergio Guerra Vilaboy, “Contrapunteo histórico cubano-mexicano. Del siglo XVI a la Revolución mexicana”, en Gladiz Lizama Silva (coordinadora), México y Cuba, siglos de historia compartida, México, Universidad de Guadalajara, 2005, y “Cubanos en México y Mexicanos en Cuba: Vínculos y migraciones entre 1517y 1959”, en Cuadernos de Trabajo Cubano-Mexicanos, México, Cámara de Diputados, 2003; Salvador Morales Pérez, Relaciones interferidas, México y el Caribe 1813-1982, México, Secretaria de Relaciones Exteriores, 2002. 7 del aparato militar, generó la fundación de instituciones, propició los cimientos para una paz sostenida, redefinió los términos del entendimiento mexicano con los Estados Unidos y buscó adecuar, no sin lastimosas resistencias, las nuevas modalidades de la convivencia del Estado Mexicano con la Iglesia. 15 La Guerra Cristera acontecida entre 1926 y 1929 fue parte de un proceso amplio y global del conflicto Estado-Iglesia católica, donde se introdujeron nuevos elementos de orden político, económico y social en el propio desarrollo y evolución del Estado mexicano. Durante dicho conflicto el exilio fue un mecanismo utilizado –nuevamente- por los grupos gobernantes contra la alta jerarquía eclesiástica, con el fin de ganar en la contienda, que prácticamente fue una guerra civil, instigada y apoyada en un principio –en diversas formas y niveles- por la jerarquía católica mexicana. Como hipótesis de trabajo se ha planteado lo siguiente: el exilio durante la Guerra Cristerafuncionó a manera de mecanismo de exclusión institucional del Estado mexicano en contra de actores pertenecientes al clero católico (entre otros) que son adversos al proceso de centralización del poder político o consolidación del Estado, de acuerdo con las nuevas formas de dominación marcadas por la Constitución Política de 1917, producto de la Revolución Mexicana, y Cuba fue un país de primera importancia como lugar de tránsito, destino y negociación para los exiliados. Para fundamentar la hipótesis que explica por qué sucedió el exilio cristero, de acuerdo con lo antes señalado, se ha tomado lo propuesto por Mario Sznajder y Luis Roniger, donde el exilio es definido: (…) como un mecanismo de exclusión institucional, no el único, mediante el cual alguien involucrado en la política y la vida pública, o alguien al que quienes detentan el poder perciben de ese modo, es forzado o presionado a abandonar su país de origen o lugar de residencia, imposibilitado de regresar hasta que haya una modificación en las circunstancias políticas. 15 Carlos Macías en Plutarco Elías Calles, Pensamiento político y social. Antología (1913-1936) (prólogo, selección y notas de Carlos Macías), México, Fondo de Cultura Económica/Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles y Fernando Torreblanca/Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, 1994, p. 153. 8 (…) El exilio proviene de actividades y posturas públicas, o de la sospecha de tales actividades o posturas que se oponen a los intereses y políticas enarboladas por quienes detentan el poder, independientemente de si estos individuos participan en la política. Esto es, su exilio puede ser resultado de posiciones proactivas en la esfera política así como de activismo en los dominios profesional, académico, intelectual, estudiantil o sindical, todos con implicaciones para la esfera pública. 16 Es necesario agregar, para nuestro caso, las acciones en la esfera religiosa, por su impacto social y político. El grupo triunfante de la Revolución Mexicana -los sonorenses, particularmente durante las presidencias de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles- percibían a la Iglesia católica como una corporación contraria a sus intereses e ideológicamente contrapuesta. Las acciones de ésta última eran de resistencia, por lo que su papel en el escenario político y social era enorme, y buscaban, además de defender sus intereses y posiciones de poder, ser partícipes de la vida política nacional. Es por ello que, una vez que se ha consolidado el Estado lo suficiente, Plutarco Elías Calles utilizó el aparato institucional y su andamiaje legal para expulsar del país a los miembros de la institución religiosa que no se sometieran y aceptaran el nuevo pacto social resultante de la Revolución. Las fuentes primarias y secundarias en esta investigación fueron utilizadas para examinar un periodo tan importante para el desarrollo del Estado mexicano, con un objetivo muy preciso: analizar qué significó el exilio de la alta jerarquía católica y cómo repercutió en el proceso de consolidación del Estado surgido de la Revolución Mexicana, entendiendo a la Guerra Cristera como el resultado de la resistencia y oposición de la jerarquía católica a la acción centralizadora del mismo Estado. Además de esta perspectiva de análisis del Estado mexicano (el exilio como mecanismo político para conseguir la centralización del poder del Estado), se contribuye con un tema que tiene aún mucho por indagar: el exilio durante la Guerra Cristera. 16 Mario Sznajder y Luis Roniger, La política del destierro y el exilio en América Latina, México, Fondo de Cultura Económica, 2013, pp. 31 y 45. 9 Así, el interés de estudiar el exilio católico que llegó a la isla caribeña, especialmente en su tránsito a otros destinos, es conocer qué importancia tenía para los integrantes de la Iglesia católica llegar a la mayor de las Antillas. Si bien Estados Unidos fue el principal destino de los prelados, es necesario saber por qué Cuba fue también un punto importante para los desterrados en un contexto geopolítico específico. En esta investigación se pretende analizar el desarrollo del Estado mexicano a través del exilio como un mecanismo político en la lucha por el poder contra el clero católico, haciendo una exploración histórica de éste hecho en México y una comprensión del Estado durante la presidencia de Calles. En el primer capítulo titulado Conflicto Estado-Iglesia, una mirada a través de los exilios, se abordan tres periodos en la historia de México y el conflicto entre el Estado y la Iglesia católica, donde el exilio de miembros del clero mexicano con destino a Cuba, figura como una constante de primera importancia, y es el resultado de la decisión de la élite en el poder de contrarrestar el poder político, económico e ideológico de dicha corporación religiosa, con el fin de imponer un nuevo orden. De esta manera, se hace un análisis para demostrar cómo el destierro de la cúpula católica fue un hecho recurrente como instrumento a disposición de los diversos grupos en el poder gubernamental que perseguían contrarrestar el poderío de la Iglesia Católica con el fin de ganarlo para el Estado. En el segundo capítulo, La consolidación del Estado mexicano y la Guerra Cristera, se analizan los diversos elementos que contribuyeron, durante la presidencia de Plutarco Elías Calles (1924-1928), a la centralización del poder estatal. En este contexto, se inscribe la “Ley Calles”, origen formal de la Guerra Cristera, así como la reacción de la Iglesia católica ante la amenaza de perder aún más su poder temporal. Además, se analizan los principales actores y las razones a las que obedecieron los llamados “arreglos” de 1929, que dio fin –formalmente- a la Guerra Cristera. Podrá vislumbrarse así cuál era el contexto político entre 1926 y 1929, y las razones que condujeron a la administración de Calles y a la Iglesia católica a tomar las actitudes específicas durante el conflicto. 10 En el tercer y último capítulo, El exilio católico a Cuba y la centralización del Estado mexicano se explica por qué Cuba seguía siendo un punto importante de llegada y tránsito de los exiliados, así como el papel de la alta jerarquía en la Isla caribeña; el contexto político-diplomático entre los gobiernos cubano y mexicano y la influencia del exilio en las relaciones. De este modo, en el capítulo se hace la síntesis de la relación entre el exilio católico a Cuba y el cómo y por qué contribuyó -como un mecanismo de lucha política- a la consolidación del Estado mexicano en el periodo posrevolucionario. 11 CAPÍTULO I. CONFLICTO ESTADO-IGLESIA, UNA MIRADA A TRAVÉS DE LOS EXILIOS En este primer capítulo se abordan tres periodos históricos de México que atañen al conflicto entre el Estado y la Iglesia católica. Se constatará cómo la alta jerarquía comienza a experimentar el exilio y Cuba es un punto obligado de tránsito y también como destino. Su destierro es el resultado de la decisión de la élite en el poder de contrarrestar el poder político, económico e ideológico de la Iglesia católica, con el fin de imponer un nuevo orden. Es decir, el exilio de integrantes de la jerarquía católica, producto de la confrontación Estado-Iglesia, ha sido un fenómeno histórico de largo alcance enmarcado en un proceso amplio y hasta cierto punto universal. 1.1 El exilio católico y la centralización del poder estatal: de las Reformas Borbónicas a la Revolución Mexicana El periodo histórico conocido como Las Reformas Borbónicas es un antecedente muy anterior a lo que en el siglo XX logró consumarse como un Estado moderno, aunque, evidentemente, ya nocomo parte de la metrópoli española, sino como México, un país política y jurídicamente independiente. Esto es así porque las Reformas Borbónicas representaron un cambio en la concepción del Estado “que consideraba como principal tarea reabsorber todos los atributos del poder que había delegado en grupos y corporaciones y asumir la dirección política, administrativa y económica del reino.”17 La Iglesia católica era uno de los grandes obstáculos para implementar estos principios que eran parte de la nueva política del despotismo ilustrado en la cual predominaban los intereses del monarca y del Estado sobre los individuos y corporaciones. Se buscaba dar enorme impulso a la 17 Enrique Florescano e Isabel Gil Sánchez, “La época de las reformas borbónicas y el crecimiento económico 1750-1808”, en Daniel Cosío Villegas (coordinador), Historia General de México, V. I, México, El Colegio de México, 1998, pp. 487-488. 12 agricultura, la industria, el comercio, el desarrollo del conocimiento técnico y científico.18 La Iglesia católica impedía la consecución de estas acciones, y limitaba el desarrollo del capitalismo (en plena expansión), ya que no existían en la Nueva España los elementos básicos para este: En el orden económico no existe riqueza pública propiamente hablando, porque sus tres cuartas partes están privatizadas en manos de la Iglesia. El clero, propietario efectivo, la mantiene en “manos muertas”. Tampoco existe la circulación de la riqueza, ni empresarios activos que generen fuentes de trabajo ni giros industriales suficientes. La iglesia no sólo es acaudalada, sino afortunada, porque el Estado sostiene su burocracia como parte del servicio público, toda vez que el erario está a su servicio como cobrador de impuestos. 19 Aunado a esto, el Estado no tenía el control necesario del espacio público, ni el control de los aparatos ideológicos, y menos una de las características esenciales de cualquier Estado moderno, el uso legítimo y monopólico de la violencia: El Estado mismo, que debiera encarnar hegelianamente hablando la universalidad del espacio público, no desempeña aún las funciones que cualquier sistema político actual atiende. De hecho, la Iglesia Católica y su funcionariado están a cargo de esas tareas. Tampoco, weberianamente hablando, el Estado es definible a plenitud como organización coercitiva de su espacio territorial, de manera monopolística, porque parte de la fuerza física la ejercita en nombre de la Iglesia, no del propio. 20 El Estado novohispano en el siglo XVIII actuará para contrarrestar el poder de la Iglesia: recién tomado el poder en España por los Borbones, estos buscaron reducir la fuerza del clero regular prohibiendo la fundación de nuevos conventos en América en 1717; en 1734 se prohibió que las órdenes religiosas admitieran más novicios por un periodo de diez años; y en 1764 se prohibió a las órdenes que intervinieran en la redacción de testamentos.21 18 Ibíd., p. 488. 19 Omar Guerrero, op., cit., pp. 175-176. 20 Ibíd., p. 175 21 Enrique Florescano e Isabel Gil Sánchez, op., cit., p. 492. 13 El golpe más duro ejecutado por los Borbones ocurrió en 1767, cuando se dispuso la expulsión de los jesuitas de los dominios de la metrópoli.22 Fueron cerca de 400 los exiliados de la Nueva España23 de los 678 que tenía en ese momento.24 Ese fue el primer momento de trascendental importancia en que ocurrió un exilio católico -orquestado por las autoridades- con el objetivo de restarle poder a la Iglesia católica y ganarlo para el propio Estado. Es necesario destacar que La Habana, Cuba fue uno de los puntos de tránsito para los exiliados jesuitas, por su posición estratégica en su embarque a Europa.25 Las acciones en contra de la Compañía de Jesús sucedieron porque ésta: (…) había conseguido una enorme influencia doctrinal y política en la sociedad y un gran poderío económico que era causa de recelos en la metrópoli. A través del control de la enseñanza formaron alianzas con las oligarquías locales, y esta posición los convirtió, a ojos de Madrid, en dudosa lealtad al gobierno en las colonias de América. 26 22 Estas acciones fueron a gran escala, lo que habla de la gran preparación que tuvo que hacerse para acometerlas, así como la voluntad de reaccionar fuerte contra la Iglesia católica: “La expulsión de los jesuitas de Nueva España, inevitable una vez que se había declarado la de sus hermanos en la metrópoli, constituyó un eslabón más en la cadena de decisiones que habían comenzado en Portugal en 1759 y que finalizaría en Roma en 1773. El 3 de septiembre de 1759 los jesuitas eran extrañados de los dominios lusos acusados de atentar contra la vida del monarca. Un embrollado asunto hacendario en la Martinica y las sucesivas deslegitimaciones realizadas por el Parlamento francés de las constituciones y votos de la Orden llevaron a Luis XV a ordenar su expulsión en noviembre de 1764. Roma Intentó proteger a la compañía con la Apostolicum Pascendi (Clemente XIII, 1765), confirmando su instituto y refutando las acusaciones formuladas contra ella, pero la operación de acoso y derribo ya no tenía marcha atrás: en abril de 1767 Carlos III se deshacía de los regulares tras creer demostrada su culpabilidad en el motín de Esquilache, seguido por Fernando IV de Nápoles en noviembre y por el duque de Parma en febrero de 1768. El 21 de Julio de 1773 Clemente XIV firmaba un decreto de su extinción”. Véase Eva María St. Clair Segurado, Expulsión y exilio de la provincia jesuita mexicana (1767-1820), s/lugar de edición, Universidad de Alicante, 2007, p. 21. 23 Enrique Florescano, Isabel Gil Sánchez, op., cit., p. 493 24 Cabe aclarar, para tener una idea de la magnitud del poder global que tenía esta orden religiosa, que “la compañía de Jesús contaba, a mediados del siglo XVIII, con 22 mil 642 miembros en todo el mundo. Estaban divididos para su gobierno en cinco asistencias y 39 provincias” véase María Cristina Torales Pacheco, “Ilustración y secularización en México”, en Patricia Galeana, op. cit., p. 47. 25 Clair Segurado hace un estudio sobre los motivos de la expulsión de la compañía, la operación de arresto, las travesías de los jesuitas en el país con rumbo al puerto de Veracruz, su embarque a Cuba, su exilio y las actividades que realizaron, además de datos esenciales para comprender la importancia de la orden religiosa, sobre cómo fue creciendo la compañía en los territorios americanos de la metrópoli española, a partir de 1567, año en que llegan al nuevo continente. Aporta cifras, como el número de jesuitas a lo largo de los años en la Nueva España, sus colegios, fechas de fundación de sus colegios, compra de haciendas, de donadores a la orden religiosa, etc. 26 Eva María St. Clair Segurado, op. cit., p. 23 14 Este Estado con pretensión de poder absoluto también intentó hacer más rentable el aparato fiscal para así impulsar ciertos sectores de la economía, aumentar sus facultades con el aumento de recursos y el refuerzo de mecanismos de dependencia, con el objeto de poner a los regulares bajo su control, disminuir sus fuentes de ingresos, acabar con su relajada conducta y anular su exención de la jurisdicción ordinaria, todo en una época de grandes cambios nacionales e internacionales, de ascenso de determinados grupos sociales, y de reacomodación de distintos sectores del poder.27 Paradójicamente, acaecida la Independencia de México, el poder de la Iglesia católica se fortaleció, con la legalidad y legitimidad constitucional en 1824, al ser oficializado el catolicismo como religión de Estado en la constitución de ese año. Además, se le concedía el monopolio de la educación; teníael manejo de los registros de nacimiento y defunciones; la salud a través de sus diversos hospicios, por lo que: La Iglesia, sin querer, al seguir los fines de reproducción de institución religiosa tuvo inesperadamente el papel de un Estado. Esto significa que los fines institucionales religiosos se fueron redefiniendo poco a poco hasta casi coincidir con los del Estado emergente. Por ello fue necesario un enfrentamiento abierto entre el Estado secular y la Iglesia. 28 Un segundo momento en el cual el exilio del clero católico nuevamente fue el resultado del conflicto Estado-Iglesia, es durante la primera Reforma Liberal impulsada por Valentín Gómez Farías29, Lorenzo de Zavala y José María Luis Mora en 1833. En el México independiente, uno de los grandes retos que se 27 Ibíd., p. 22 28 Paz Consuelo Márquez Padilla, op. cit., p. 59. 29 Gómez Farías había llegado al poder tras la ausencia de Santa Anna que se había retirado a su hacienda Manga de Clavo, el 1 de Abril de 1833. Siendo presidente generó protestas por parte de los Obispos y levantamientos militares bajo el lema “religión y fueros”, porque también afectaban sus intereses, como por ejemplo con el decreto del 15 de noviembre de 1833 que ordenaba la abolición del fuero militar y se estimuló el crecimiento de las milicias cívicas. Estos alzamientos armados iniciaron desde mayo de 1833 hasta que Santa Anna retomó el poder y derogó muchas de esas reformas liberales en 1834. Durante su gobierno en Zacatecas había publicado una ley agraria con la intención de desamortizar los bienes de las corporaciones religiosas e indígenas, sin embargo tuvo que ser derogada por la firme oposición del clero. Además había premiado una disertación de José María Luis Mora que sugería la expropiación de los bienes de la Iglesia. Véase Marta Eugenia García Ugarte, Poder político y religioso. México, siglo XIX, Tomo I, México, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM, 2010, pp. 106 y 109. 15 presentó fue iniciar el camino, por cuenta propia, de supeditar el poder de la Iglesia.30 Después de la independencia, “surgió un nuevo sector de la élite política con un nuevo proyecto nacional diverso al de la élite heredera de la sociedad colonial”31 y a lo largo del siglo XIX la lucha se fue polarizando respecto a dos proyectos distintos de gobierno –y la misma concepción del Estado: republicanos contra monarquistas, federalistas contra centralistas, liberales contra conservadores. En este proceso se fue gestando un Estado Nacional peculiar, producto de ritmos seculares, de procesos de lucha que fueron clarificando la conciencia política y los proyectos derivados de ella, aglutinando grupos sociales a sus intereses. Al final, estos enfrentamientos ideológicos se trasformaron en programas políticos que en el ritmo de los acontecimientos cotidianos se traducirían en acciones y luchas concretas. (..) Los proyectos sobre el desarrollo económico del liberalismo se dirigieron contra los restos del sistema colonial que representaban el clero y la milicia (…). Desde entonces, desarrollo económico espontáneo y el librecambismo se tornaron fundamentos programáticos del grupo liberal para despojar a la Iglesia de su poder económico, político y social. 32 Gómez Farías y la primera generación de liberales ya tenían claro lo que debía hacerse una vez conseguida la Independencia: “para insertarse en la modernidad occidental era preciso constituir la libertad individual, entendida, según registra Norberto Bobbio „como la emancipación de los vínculos que la tradición, la costumbre, las autoridades sacras y profanas han impuesto a los individuos a lo largo de los siglos”.33 La primera Reforma Liberal fue la base sobre la cual la segunda logró “desvincular al individuo del control religioso, y, por ende, secularizar la mentalidad 30 Las ideas sobre las formas de limitar a la Iglesia en el terreno político existían ya desde antes de la primera Reforma Liberal, y “es preciso tener en cuenta que el contenido de la reforma liberal de mediados del siglo había sido planteada por primera vez en 1833 y ya estaba presente en las discusiones del Congreso Constituyente de 1823-1824.” Marta Eugenia Ugarte, “Liberalismo y Secularización: impacto de la primera Reforma Liberal” en Patricia Galeana (coordinadora), op. cit., p. 87. 31 Luis Alberto de la Garza “El México postindependiente”, en Mirón Lince Rosa María (coordinadora) Evolución del Estado Mexicano, Tomo I, México, Ediciones El Caballito, 1986, p. 29. 32 Ibíd., pp. 31-35. 33 Marta Eugenia Ugarte, “Liberalismo y Secularización: impacto de la primera Reforma Liberal” en Patricia Galeana (coordinadora), op. cit., p. 61 16 individual y social”34. En esta primera reforma se dictaron una serie de decretos para establecer lo siguiente: 1) el Patronato Nacional y la pena de diez años de destierro y la privación de sus empleos y temporalidades a quienes no reconocieran ese derecho; 2) autorizar al gobierno arreglar la enseñanza pública en todas sus ramas y clausurar la Real y Pontificia Universidad de México, además de que los seminarios quedaron sujetos al gobierno, estableciendo una Dirección General de Instrucción Pública para el Distrito y Territorios; 3) la creación de establecimientos de Educación Pública en el Distrito Federal y sus prevenciones relativas; 4) eliminar la coacción civil en el cobro del diezmo y para el cumplimiento de los votos monásticos, entre otros más.35 Nuevamente el destierro de parte del clero católico se hizo presente, aunque de manera distinta, una especie de destierro interno. Ante la oposición del clero, se les desterraba de su diócesis y se les mandaba a otra, y en caso de que desobedecieran y se escaparan del lugar al que habían sido conducidos, serían expulsados hasta por seis años del país. Esto mismo hizo Gómez Farías con el obispo de Puebla, al enterarse que se había escapado, con el decreto de expulsión el 4 de abril.36 El 23 de junio de 1833 se autoriza al gobierno expulsar del país a los individuos que se opusieran a las medidas ya dictadas. Los expulsados (entre ellos estaban los canónigos del Cabildo de México) saldrían de los puertos de Veracruz, Tampico y Matamoros a la mayor brevedad posible.37 Ante la enérgica y feroz oposición de los obispos, el 22 de abril de 1834 se les dio un plazo de 48 horas para obedecer una ley del 17 de diciembre, o en caso 34 Ibíd., p. 68. 35 Ibíd., pp. 69-70. 36 Marta Eugenia García Ugarte, op. cit., pp. 130-134 37 Ibíd., p. 112, 17 contrario serían desterrados aplicando la ley de junio de 1833.38 Así fueron expulsados todos los obispos del país, a excepción de algunos que se ocultaron.39 Sin embargo, el Estado aún no tenía la capacidad de hacer cumplir a cabalidad sus facultades, no poseía el monopolio del uso legítimo de la fuerza, que aún estaba en manos de jefes y caudillos militares locales, en alianza con caciques y el clero católico. La debilidad del Estado todavía se hacía presente ante la gran capacidad de acción política y militar de la Iglesia, tal y como lo había pronosticado José María Luis Mora.40 Un tercer momento que puede ser ubicado, y que se ha conocido y estudiado como el más representativo de las relaciones Estado-Iglesia, es la segunda Reforma Liberal, que inició una vez que triunfó la Revolución de Ayutla, y concluyó toda vez que el gobierno constitucional de Benito Juárez triunfó sobre los conservadores en enero de 1861. Sin embargo, las tensiones con la cúpula católica por la aplicación de estas leyes se extenderían hasta el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, no cesando los conflictos con el clero católico.41 La Reforma liberal liderada por Juárezamplió el campo de acción del Estado mexicano al implementar cambios en los niveles económico, fiscal, jurídico, político, administrativo, social e ideológico. En el ámbito económico y político se hicieron los más importantes logros al privar a la Iglesia de sus principales fuentes de poder: su riqueza por su adquisición de tierras, bienes, 38 Esta ley versaba sobre la provisión de curatos, en la cual se facultaba al presidente de la República de proveer los curatos vacantes por clérigos seculares, como lo hacían los virreyes en la época colonial. En caso de no acatar las disposiciones, los obispos y los gobernadores de los obispados se harían acreedores de una multa, y si reincidían por segunda ocasión serían desterrados del país. Véase s/a, La prerreforma de Gómez Farías, https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/111/6.pdf [consultado el 15 de abril del 2017]. 39 Ibíd., p. 130. 40 Ibíd., p. 130. 41 Debe de apuntarse que la primera ley de Reforma es la de Administración de Justicia, publicada por el ministerio a cargo de Benito Juárez, el 25 de noviembre de 1855. “La Ley Juárez, como fue y es conocida, sembró la tempestad. Entre otros aspectos suprimía los tribunales especiales y los fueros eclesiástico y militar (art. 42); indicaba que el fuero eclesiástico en los delitos comunes era renunciable (art. 44); y en el inciso 4° de los transitorios imponía a los tribunales eclesiásticos la obligación de pasar sus causas a los jueces ordinarios civiles, como una consecuencia precisa de la supresión del fuero.” Marta Eugenia Ugarte “Liberalismo y Secularización: impacto de la primera Reforma Liberal” en Patricia Galeana (coord.) op. cit., p. 31. Además, las Leyes de Reforma fueron incluidas en la Constitución de 1857 hasta el gobierno de Lerdo de Tejada, en 1874. https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/1/111/6.pdf 18 préstamos, herencias, etc., y su fuero que la hacía estar por encima de la jurisdicción estatal.42 Desde el gobierno liberal de Ignacio Comonfort, se suscitaron las primeras muestras de resistencia de la Iglesia católica, en el cual los alzamientos populares y militares fueron protagonizados muchas veces por párrocos y curas, como en el caso del alzamiento en Zacapoaxtla, Puebla, en 1855.43 Ante este hecho, Comonfort expulsó del país al obispo de Puebla, Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos el 20 de mayo de 1856, esto sucedió después de que el gobierno decretó el 31 de marzo la intervención de los bienes de su diócesis. Labastida y Dávalos llegó a La Habana el 5 de junio de 1856, para después partir a Europa, en donde llegaría a reunirse con el Papa en Roma. En este exilio que se prolongó por varios años, Labastida y Dávalos fue uno de los principales promotores de la implantación de la Monarquía en México con Maximiliano44 y era el principal actor político del clero que defendía a ultranza los bienes de la Iglesia. El 5 de junio el gobierno mexicano declaró extinta la Compañía de Jesús.45 42 “En el nivel económico y fiscal, la reforma se llevó a cabo en nombre de las ideas del progreso del liberalismo económico y con el fin de proveer al Estado de recursos. La iglesia era un agente económico central, ya que era propietaria y rentista de una parte importante de tierras y de bienes inmuebles. Era también una institución financiera importante. A este respecto, la reforma desarticuló el gran poder de la Iglesia, cambiando de ese modo las relaciones de propiedad. En el plano jurídico y administrativo, la Reforma estuvo orientada por la idea de igualdad jurídica de los ciudadanos y por el propósito de convertir al estado en el árbitro supremo. La Iglesia contaba con el fuero eclesiástico, de modo que se regía por su propia legislación interna, construyendo un sistema legal paralelo al civil, que se hacía cargo de la administración de la justicia. En un nivel político, social e ideológico, el propósito era lograr la firme subordinación del poder eclesiástico al civil. El principio de separación fue un primer paso crucial, pero la exitosa realización del „proyecto‟ de un Estado laico dependía de la gradual sustitución del lugar hegemónico de la Iglesia en la sociedad católica, mediante la secularización de las instituciones sociales a la luz de los valores cívico-republicanos. En este nivel resultan centrales las reformas de educación pública y en los servicios públicos de salud.” Faviola Rivera Castro, op. cit., p. 22 y 23. 43 “Tanto Comonfort como los gobernadores de los estados estaban convencidos de que eran los obispos los que, en sus cartas pastorales, edictos y circulares, enardecían los ánimos de la población y encendían la pasión de los párrocos. Entre ese convencimiento, se envió la circular del 6 de septiembre de 1856 a los gobernadores de los estados, autorizándolos a prohibir a los obispos publicar sus cartas pastorales o, en el caso de que ya estuviera publicadas, prohibir su lectura en las parroquias, como era lo usual”. El presidente logró controlar el levantamiento poblano el 22 de marzo. Marta Eugenia Ugarte, “Liberalismo y Secularización: impacto de la primera Reforma Liberal”, en Patricia Galeana, op., cit., p. 85 44 Marta Eugenia García Ugarte, op., cit., pp. 565-566. 45 Marta Eugenia García Ugarte, “Liberalismo y Secularización: impacto de la primera Reforma Liberal” en Patricia Galeana (coord.) op. cit., p. 83. 19 Labastida fue el primer obispo expulsado del país en este periodo, y en 1861, una vez que triunfaron los liberales, le seguía el resto, además de Luis Clementi, el delegado apostólico.46 Cabe decir que Labastida había hecho lo mismo que el arzobispo de México: condenó la “Ley Juárez” en su cuarta Carta Pastoral, el 1 de diciembre de 1855, que estaba firmada por todos los integrantes de los estados de Puebla, Veracruz y Tlaxcala, que entonces conformaban la diócesis y que anteriormente se había alzado en armas en 1833 para defender a la Iglesia.47 A lo largo de la Guerra de Reforma, también existieron los destierros internos, que como en la reforma de 1833, no se expulsaba a los prelados del país, sino de su estado o región. Tal fue el caso con el gobernador de Guanajuato, Manuel Doblado, que “expulsó al presbítero Melchor Valle, cura de los pueblos del Rincón, por ser un cura sedicioso.”48 Fue una maniobra recurrente por parte de los liberales en los estados que controlaban porque “se tenía claro que, al controlar la difusión de las cartas pastorales de los obispos y someter a vigilancia exhaustiva a las bases sociales del clero, los párrocos y su feligresía, los levantamientos del ejército y los conservadores perderían fuerza. Por eso se expulsaba a los párrocos de las regiones que controlaban.” 49 Al ganar la guerra, el gobierno de Juárez se había fortalecido, pero no hay duda de que el poder que aún tenía el clero era suficiente para crear problemas al gobierno. Un día después de que Juárez entrara a la ciudad de México, el ministro de Relaciones Exteriores, Melchor Ocampo, les comunicó a los representantes de España, el Vaticano, Guatemala y Ecuador que salieran de la república por haber reconocido y favorecido al gobierno conservador. El clero no fue la excepción, pues cinco días más tarde le comunicó al arzobispo de México y a cuatro obispos una orden de destierro.50 46 Marta Eugenia García Ugarte, op. cit., p. 452. 47 Ibíd., pp. 520 y 521. 48 Ibíd., p. 621. 49 Ibíd., p. 618. 50 Lilia Díaz, “El liberalismo militante”, en Daniel Cosío Villegas (coordinador), Historia General de México, V. II, México, El Colegio de México, 1994, p. 852. 20 El edicto del 16 de enero de 1861 disponía el destierro para los obispos de San Luis Potosí, Pedro Barajas; de Michoacán,Clemente de Jesús Munguía; de Guadalajara, Pedro Espinosa; y el arzobispo de México, Lázaro de la Garza y Ballesteros. Según Justo Sierra, era un medida para evitar que sufrieran un castigo mayor, como lo que se discutía en el Congreso de la Unión, donde el diputado Altamirano decía que los obispos y traidores debían ser colgados.51 Los obispos salieron exiliados del país el 8 de febrero de 1861 y fueron llegando a Roma, teniendo estancias temporales en La Habana, Cuba.52 Labastida y Dávalos, vivió nuevamente el exilio una vez que la República de Juárez había triunfado sobre el imperio de Maximiliano en 1867 -pero en esta ocasión ya era el Arzobispo de México- embarcándose a La Habana y llegando a éste puerto caribeño el 9 de marzo de 1867. Se puede afirmar que el exilio experimentado por el clero católico con destino a Cuba fue una constante. El destierro instrumentado por los grupos gobernantes descrito en cada uno de esto tres periodos históricos, obedecía claramente a la oposición de la Iglesia Católica, sobre todo de sus más altos representantes, de someterse a las disposiciones legales o fácticas de las autoridades constituidas, que buscaban fortalecerse en detrimento del enorme poder que ejercía la institución religiosa. Las élites liberales en el poder veían a la corporación religiosa como un obstáculo que mostraba grandes resistencias a su proyecto. Su concepción de Estado, de organización social, política y económica de acuerdo a los paradigmas liberales del momento, chocaba de frente con los intereses clericales. Declarar su destierro era la última alternativa que tenía la clase política en el poder, ante la poca viabilidad de eliminarlos físicamente. La ley era utilizada para imponer el destierro. 51 Marta Eugenia García Ugarte, op. cit., p. 905. 52 Es de suponer que no viajaban solos, por lo que más clérigos viajaban con ellos, como el caso del arzobispo de México, Lázaro de la Garza y Ballesteros, que estaba en La Habana en compañía del señor canónigo el Dr. Salvador Zedillo. El provisor y Vicario general del arzobispado, el Dr. D. José María Covarrubias partió hacia Roma en compañía del Obispo de Michoacán Dr. D. Clemente de Jesús Munguía. Este último llegó al encuentro de su amigo, el Obispo de Puebla, Labastida y Dávalos. Ibíd., pp. 907 y 908. 21 1.2 La Revolución y los constitucionalistas Los gobiernos de Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y de Porfirio Díaz fueron totalmente diferentes a los de sus antecesores: habían podido imponer su autoridad por un tiempo relativamente amplio en el territorio nacional, y no sólo en algunas regiones. Comenzaron a someter a la fuerza soberana del Estado los elementos que antiguamente causaban la disgregación e impedían la consolidación de los gobiernos y del propio Estado mexicano.53 Durante los más de treinta años de su gobierno, Díaz había logrado centralizar el poder en su persona. Esto lo logró en detrimento de los elementos que iban en contra del régimen, a través de la fuerza o sumisión, la mediación entre intereses políticos y económicos en una política de conciliación54, a través de estímulos y concesiones especiales55, dando como resultado un incremento de las fuerzas productivas y un orden político más estable.56 Sin embargo, este orden se vio quebrado en 1910 con el llamamiento de Francisco I. Madero al alzamiento armado. La Revolución Mexicana (en su fase armada entre 1914 y 1920) como toda Revolución, fue generadora de exilios políticos, pues el grupo en el poder buscó eliminar a los contendientes políticos y militares, siendo el alto clero católico uno de los primeros de ellos. 53 Córdova afirma que la gran anarquía que existió durante gran parte del siglo XIX, en las áreas productivas y en las relaciones políticas residió en la falta de un poder político suficientemente fuerte como para imponerse en todos los niveles de la vida social, en una economía que no era de escala nacional por no haber unificación política. Arnaldo Córdova, La formación del poder político en México, México, Ediciones Era, 1980, p. 10. 54 La Iglesia católica no fue la excepción. Si bien no recuperó su riqueza y poder que había tenido antes de las Leyes de Reforma, el gobierno de Díaz tampoco las aplicaba rigurosamente, dejándoles cierto margen de acción política y económica. Las relaciones entre el Estado y la Iglesia se volvieron amistosas, en el sentido de que Porfirio Díaz establecía una relación personal con el alto clero católico, es decir, el arzobispo y obispos del país. 55 Arnaldo Córdova., op., cit., p. 13 56 “A principios del porfiriato (1876) se inició rápidamente el proceso de formación de capital, fundamentalmente en la construcción de ferrocarriles. Desde entonces emprendió México la creación de su infraestructura moderna. Este proceso de desarrollo económico se interrumpió poco antes de la revolución y una parte del acervo de capital fue destruida.” Leopoldo Solís citado en Ibíd., p. 15. “El aumento del Ingreso, la orientación de la agricultura hacia el mercado, la formación de proletariado agrícola e industrial y la más estrecha vinculación interna y con el exterior, debido a mejores comunicaciones, crearon mercado interno y facilitaron la creación del externo”, p. 14. Todos estos elementos característicos de que comienza la verdadera construcción de un Estado moderno. 22 La élite política y económica, incluida también la perteneciente a jerarquía católica -que había crecido significativamente-57 no se quedó de brazos cruzados, por lo que maniobraron de tal forma para derrocar al gobierno de Madero y facilitar la llegada al poder de un miembro del antiguo régimen: Victoriano Huerta.58 Es claro que el naciente conflicto armado no fue una revolución homogénea en un interés común, sino que fueron varias facciones las cuales se disputaron el poder con el fin de imponer distintos proyectos nacionales y sus propias visiones de Estado. En 1914, Huerta ante el asedio de las fuerzas revolucionarias - entiéndase constitucionalistas, villistas y zapatistas- además de la invasión norteamericana a Veracruz, decide partir rumbo al exilio el 20 de julio de 1914 con destino a Europa, acompañado de generales y algunos otros militares. Le siguieron gran cantidad de políticos, de sus múltiples gabinetes, entre ellos: Nemesio García Naranjo de Instrucción Pública y Bellas Artes e Ignacio Alcocer de Gobernación; jefes militares, diputados, senadores y simpatizantes de su causa, la mayoría de ellos con dirección a La Habana.59 Este fue el grupo político más grande de exiliados durante la Revolución Mexicana.60 57 “Para la segunda década del siglo XX, la jerarquía de la Iglesia Católica estaba fincada en 8 arzobispados, 22 obispados, y un vicario (…) La estructura de la Iglesia de completaba con 4,461 sacerdotes, cantidad de la cual una tercera parte estaba concentrada en tres entidades: 569 en Jalisco, 457 en Michoacán y 431 en el Distrito Federal”. Véase Mario Ramírez Rancaño, La reacción mexicana y su exilio durante la revolución de 1910, México, Instituto de Investigaciones Sociales-UNAM/Miguel Ángel Porrúa, 2002, pp. 58 y 59. 58 Silva Herzog menciona que al gobierno de Huerta lo apoyaron los banqueros, los grandes industriales, las grandes comerciantes y el alto clero. Véase Jesús Silva Herzog, Breve historia de la Revolución Mexicana. La lucha constitucionalista y la lucha de facciones, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, p.11. 59 Ramírez Rancaño hace un estudio sobre los personajes que se exiliaron durante la Revolución Mexicana, principalmente tras el arribo al poder de Carranza. El autor elabora una lista de mexicanos expatriados, alrededor de mediomillar en la que se encuentran un gran número de “políticos, intelectuales, militares, miembros del clero, empresarios, hacendados, entre otros.” Depuró la lista y se enfocó en los “miembros del gabinete de Huerta, los mandos del ejército federal, los miembros de la cámara de Senadores y Diputados formada por Huerta, la cúpula de la iglesia Católica, algunos políticos porfiristas y maderistas de fama y renombre, así como los miembros del grupo de los científicos, para concluir con algunas figuras del bando de la soberana Convención de Aguascalientes, en particular los allegados a Francisco Villa, del propio Venustiano Carranza y Emiliano Zapata.” Son cerca de 300 personajes. “Cuba fue un importante centro de reunión de ex porfiristas y ex huertistas que añoraba el viejo régimen y estaban descontentos con los nuevos gobiernos revolucionarios“. Véase Mario Ramírez Rancaño, op. cit., pp. 9 y 46. 60 Claudia González, Intelectuales, exilio y periodismo en Cuba durante la Revolución Mexicana, México, Comisión Institucional para la Conmemoración del Bicentenario de la Independencia y 23 Es de nuestro interés destacar el exilio que sucedió mientras los constitucionalistas estaban en el poder, porque fue con ellos cuando ocurrió la salida masiva del clero católico. Además, el constitucionalismo fue el grupo que logró tomar el control necesario para dar cauce a una nueva etapa del Estado mexicano, dejando “al margen a los posibles espacios de discusión a quienes expresaron ideas contrarias al ambiente político y social mexicano.”61 Los exiliados que llegaron a Cuba también pertenecían a distintos grupos: reyistas, maderistas, zapatistas, villistas y carrancistas62, dadas las circunstancias en las que se fue desarrollando el conflicto armado. Diversos sectores fueron los que apoyaron al régimen Huertista, resumidos todos en aquellos que habían sido beneficiarios del régimen porfirista. Huerta entabló nuevamente las relaciones amistosas con la Iglesia católica, dejándolo claro desde el primer día en que se presentó en el Congreso de la Unión tras hacerse del poder.63 Por otro lado, Carranza acusaba que esta iglesia había reconocido al gobierno de Victoriano Huerta, dándole apoyo público y económico, además la responsabilizó de levantarse en armas y de dirigir movimientos armados reaccionarios.64 Otra de las razones de desconfianza de los constitucionalistas a la institución religiosa es la capacidad política que había logrado a través de su Partido Católico Nacional, que quedó demostrada para las elecciones de 1912, Centenario de la Revolución Mexicana/Instituto de Investigaciones Históricas-Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2011, p. 74 61 Ibíd., pp. 9 y 10. 62 Claudia González estudia a “aquellos grupos y personajes que, productos de cambios surgidos de la lucha armada, fueron relevados del poder, considerándose indeseables en y para su país, motivo por el cual tuvieron que salir en calidad de exiliados políticos”. Véase Ibíd., p. 16. 63 Huerta expresó a seis semanas de ascender a la presidencia: “señores diputados y senadores, estamos delante de México, delante del mundo, y lo que más cuenta, delante de Dios”, a lo cual los congresistas del Partido Católico Nacional aplaudieron con entusiasmo y algunos miembros del clero entendían que tenían vía libre para llevar a cabo todo acto de manifestaciones religiosas, o más concretamente, de restablecer parte de su poder perdido desde el gobierno de Juárez. Huerta ya era quien buscaba al arzobispo en su casa. Ibíd., pp. 64, 65 y 68. Probablemente era una forma de legitimar su llegada al poder. 64 Carranza no sólo divulgó esta versión en el país, sino en los diversos países en donde tenía agentes o enviados, noticia que llegó al Vaticano, en donde el Papa quiso actuar con prudencia y esperar algún tiempo para poder restablecer las relaciones con el gobierno mexicano, más allá de si eran o no culpable la jerarquía eclesiástica mexicana de las acusaciones de que era víctima. Ibíd., p. 84. 24 donde ganaron varios escaños en el Congreso de la Unión, “lo que representaba un gran peligro para los levantados en armas. Ante esto, y amparados a la legislación juarista, los constitucionalistas denunciaron a los católicos como traidores”65 y reaccionarios, al grado tal que Carranza resucitó en 1913, con algunas modificaciones, una ley expedida en 1862 que castigaba con pena de muerte a los trastornadores del orden público.66 Lo importante para este caso no es saber si fueron ciertas o no las acusaciones hechas por los constitucionalistas, sino la acción que estos tomaron en contra del clero y demás grupos contrarios con el fin de deshacerse de los adversarios políticos para conseguir el poder y consolidarlo. Dada la difícil relación entre la facción constitucionalista y la élite católica, varios jerarcas optaron por huir del país, generándose así un exilio católico de grandes proporciones. Por ejemplo, el obispo de San Luis Potosí, Ignacio Montes de Oca y 14 sacerdotes procedentes de Zacatecas llegaron a La Habana, de tránsito y de permanencia67; el arzobispo de México, José Mora y del Río salió del puerto de Veracruz el 14 de mayo de 1914 en el vapor Espagne con rumbo a Europa;68 a principios de agosto salieron dos trenes rumbo a Veracruz, uno con gran cantidad de sacerdotes españoles y franceses, y en otro, con medio centenar de dominicos y maristas, tanto extranjeros como mexicanos; el 5 de agosto de 1914 el arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez junto con otros religiosos y monjas, abordaron un ferrocarril y partieron rumbo al puerto de Veracruz, el primero con destino a La Habana. A mediados de agosto del mismo año se hizo público que otra parte del episcopado estaba en el puerto de Veracruz con el objetivo de embarcarse al destierro. Se trataba de Francisco Plancarte y el citado Francisco Orozco Jiménez, además de los obispos Emeterio Valverde, Francisco Uranga, Ignacio Valdespino 65 Ibíd., p. 76. 66 Mario Ramirez Rancaño, op. cit., p. 5. 67 Ibíd., p. 48. 68 “La razón oficial es que cada cinco años tienen que rendir un informe verbal al Papa sobre la marcha de su diócesis, pero pasaron los meses y no regresó”. Ibíd., p. 69 25 y Miguel de la Mora.69 El arzobispo de Yucatán, Martín Tritschler, que se manifestó contra Carranza por los atropellos al clero y sus bienes, partió junto con el obispo Mejía y tres presbíteros más rumbo a Cuba.70 Se calcula que alrededor de 300 personas vinculadas al clero dejaron el país, y en Cuba se exiliaron los arzobispos de México, José Mora y del Río, y de Yucatán, Martín Tritschler, además de algunos sacerdotes y monjas. La mayoría residieron en el convento de la Merced, al amparo del clero cubano.71 El proceso revolucionario significó el reacomodo de fuerzas, y la reanudación del conflicto entre los grupos gobernantes con la jerarquía católica, debido al poder ya manifestado no solo en el plano social a través de la organización de sectores obreros y agrupaciones católicas urbanas, sino también en el plano político y electoral al movilizar a numerosos sectores sociales. Habían pasado ya más de 50 años de la Guerra de Reforma, periodo del último exilio protagonizado por los prelados, y Cuba aún era un punto importante de destino y tránsito de aquellos que dejaban tierras mexicanas por conflictos políticos, no sólo para el clero, sino también para miembros y simpatizantes del antiguo régimen porfiriano. La clase política que accedió al poder gubernamental tras la caída de Victoriano Huerta, comprendía que era necesario, para consolidar su posición de poder, minarla capacidad de acción que pretendía mantener y hasta aumentar la cúpula de la Iglesia Católica. Es por ello que el exilio fue recurrente en el periodo revolucionario, sobre todo en la fase de lucha armada. Además, la realidad política que vivían lo hacía necesario, con un Estado fuerte, de manera que no era suficiente conseguirlo a través de la violencia, sino que se necesitaba un nuevo andamiaje legal que lo facultara para imponer un nuevo orden en lo político, económico y social, una nueva Constitución que garantizara la centralidad del poder estatal. 69 Ibíd., p. 71. 70 Ibíd., p. 73 y 74. 71 Ibíd., p. 295. 26 1.3 La Constitución de 1917 y la reacción católica Es con el triunfo de los constitucionalistas que se pudo poner a la práctica un programa revolucionario que fue capaz de cambiar la forma y fondo de las estructuras estatales y sus formas de operación. De la lucha entre las tres principales facciones revolucionarias (constitucionalistas, villistas y zapatistas), la comandada por Carranza ganó la contienda, gracias a su victoria militar y política. Así, de los tres proyectos nacionales -y su correspondiente concepción de Estado- que se enfrentaron, el abanderado por los constitucionalistas tuvo la capacidad de imponerlo en los años posteriores a sus adversarios.72 Después del triunfo de los constitucionalistas sobre los demás grupos revolucionarios, principalmente los villistas y zapatistas, se manifestaron los cambios socio-políticos y económicos que habían resultado de años de lucha armada. Había destrucción de campos, de vías férreas, interrupción del comercio y de las comunicaciones, fuga de capitales, falta de un sistema bancario, epidemias, escasez de alimentos y bandidaje73, es decir, los sectores estratégicos del país estaban disminuidos en sus operaciones. Era necesario iniciar cuanto antes la reconstrucción del país, su infraestructura, sus instituciones, restablecer el aparato político, burocrático, y hasta diplomático que habían sido debilitados a causa de la Revolución, para continuar consolidando al Estado, con nuevos y mejorados parámetros. Todo esto se tradujo en una nueva Constitución.74 Los artículos 27 y 123, a decir de Arnaldo Córdova: 72 Felipe Ávila y Pedro Salmerón apuntan que durante la alianza política y militar entre villistas y zapatistas en la Convención, los frutos no fueron los esperados, y algunas causas fueron los intereses regionales distintos entre ellos (derivados de las diferencias regionales, sociales, históricas y culturales entre el norte mestizo y blanco y el centro-sur indígena y mestizo) y la diferencia entre sus proyectos: más radical, comunitarista, agrario y social el zapatista, menos radical, menos comunitario y con más énfasis en la política el villista. Esto dificultó la consolidación de un mejor frente contra Carranza. Además, la incapacidad de sobreponerse económica, militar y políticamente sobre Carranza supuso su derrota. Felipe Ávila y Pedro Salmerón, Historia Breve de la Revolución Mexicana, México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México/Secretaría de Educación Pública/Siglo XXI, 2015, pp. 225-263. 73 Berta Ulloa, “La lucha armada (1911-1920)”, en Daniel Cosío Villegas (coordinador), op. cit., V. II, p. 1159. 74 Véase Javier Garciadiego, “El Estado moderno y la Revolución Mexicana (1910-1920)”, en Rosa María Mirón Lince (coordinadora), Evolución del Estado Mexicano, Tomo II, México, Ediciones El Caballito, 1994. 27 (…) forman y definen todo lo logrado con la revolución desde el punto de vista estructural, social y político. En este proceso, de conservación y renovación, de cambio y readaptación, la nueva organización del Estado ha seguido siendo el instrumento por excelencia para operar todas las transformaciones del México posrevolucionario, como ya lo había sido, a su manera, la dictadura personal del general Díaz. 75 De esta manera con la Constitución de 1917 se formalizó a través de instituciones el poder centralizado en el Estado, y lo convirtió “en un formidable instrumento de poder, al grado que no le fue para Díaz la Constitución de 1857”76 por lo que el poder del presidente, con el paso de los años, pasará de ser un poder personal a un poder institucional.77 Especialmente con estos artículos, el Estado se fortalecería, por ahora sólo en letra, mientras seguían las luchas intestinas por el poder. Dotarán al Estado de una mayor soberanía sobre su territorio y sus recursos naturales, y pasará a ser el árbitro supremo en las relaciones entre capital y trabajo. Con estas nuevas atribuciones, el Estado mexicano podría hacer frente a dos elementos que históricamente le habían dificultado ejercer su soberanía al interior y exterior: el capital (nacional e internacional) y la amenaza extranjera. Realmente estos dos componentes son uno mismo, en tanto que las amenazas extranjeras son representantes de los capitales, principalmente financieros, petroleros, mineros y terratenientes. Ellos son los grupos de poder que estaban en capacidad de presionar a los gobiernos mexicanos.78 Además, esta constitución sí respondía en mayor medida a las exigencias de un Estado moderno en un contexto internacional en el que habían surgido nuevas fuerzas sociales y los retos políticos que representaban, en especial uno: un Estado centralizado, y para el caso mexicano, depositado en el poder ejecutivo. 75 Arnaldo Córdova., op. cit., p. 16. 76 Ibíd., p. 16. 77 Aun cuando Carranza, Obregón y Calles hicieron uso del poder personal, su obra iba a terminar con este tipo de gobierno. “El poder personal estaba jugando entonces el papel de verdadero aglutinador de las diferentes fuerzas sociales y con ello cavaba su propia tumba; todo lo que tenía de arbitrario, espontáneo e imprevisto y que contribuía a definir la política mexicana como relación entre grupos políticos sin arraigo social o entre caudillos facciosos.” Ibíd., pp. 22-33. 78 Para conocer cuál fue el papel de estos grupos cfr: Lorenzo Meyer, Los grupos de presión extranjeros en el México revolucionario, 1910-1940, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1973. 28 Pero dos de los artículos que más afectaban a la Iglesia católica eran el 3° y el 130. El primero trataba la cuestión de la educación, la cual sería pública, gratuita y sobre todo, laica, lo que trastocaba los intereses religiosos en ese ramo, que por tanto tiempo había dominado la Iglesia79, que a pesar de las Leyes de Reforma, todavía mantenían un gran control en la educación de México. El segundo le desconocía la personalidad jurídica de la Iglesia católica “y lo poco que le había dejado la Constitución de 1857.”80 Para el clero se trataba de una embestida gubernamental, una de tantas que había recibido ya, y a consecuencia de esto, gran parte de la alta jerarquía católica protestó en una declaración conjunta. Fueron cinco arzobispos, siete obispos, y dos vicarios exiliados quienes se reunieron para declarar su desacuerdo. La fecha de protesta es casi veinte días después de haber sido promulgada la Constitución de 1917. Los firmantes fueron los arzobispos José Mora y del Río, Leopoldo Ruiz y Flores, Martín Tritschler, Francisco Mendoza y Herrera, y Francisco Plancarte, faltando Francisco Orozco y Jiménez que se encontraba en Guadalajara y Elogio Gillow. Y los obispos firmantes fueron Ignacio Valdespino, Francisco Uranga Sáenz, Jesús María Echeverría y Aguirre, Juan Herrera Piña, Miguel de la Mora, Vicente Castellanos y Maximino Ruiz y Flores.81 Además de las quejas que hacían de la persecución religiosa de la que habían sido víctimas, su padecimiento de hambre y los horrores de la peste y la guerra,
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