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Universidad Nacional Autónoma de México Facultad de Ciencias Políticas y Sociales LA CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDAD A TRAVÉS DE LA MÚSICA: EL CASO DE LA SALSA EN EL BARRIO DE TEPITO T E S I S PARA OPTAR POR EL GRADO DE LICENCIADA EN SOCIOLOGÍA P R E S E N T A NOELIA ÁVILA DELGADO DIRECTOR DE TESIS: MTRO. JUAN JESÚS ESTRELLA CHÁVEZ MÉXICO D.F. SEPTIEMBRE DE 2009 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Agradecimientos (o el recuento de las deudas y favores pedidos y otorgados) En primer lugar deseo agradecer a la Universidad Nacional Autónoma de México y a todos los que en distintos momentos han luchado por la defensa de la educación pública y gratuita en nuestro país∗. A mi familia -toda-, agradezco la virtud de la locura, herencia legítima de los hijos y los nietos del señor Caballero y la señora Dora; padre te amo y te extraño, madre te amo a ti también. ∗ “Porque una vez fui universitario y pasé por la universidad no en búsqueda de un título solamente (…) porque ser universitario es un privilegio extraordinario en la inmensa mayoría de los países de nuestro continente. Algunos jóvenes viejos creen que la universidad se ha levantado como una necesidad para preparar técnicos y que ellos deben estar satisfechos con adquirir un título profesional. Les da rango social y el arribismo social, caramba, que dramáticamente peligroso, les da instrumentos que les permite ganarse la vida en condiciones de ingresos superiores a la mayoría del resto de sus conciudadanos. Hay estudiantes que con un criterio liberal, hacen de su profesión el medio honesto para ganarse la vida, pero básicamente en función de sus propios intereses (…) Por ello nosotros tenemos que entender que cuando hablamos de una universidad que entiende que para que termine esta realidad brutal que hace más de un siglo y medio pesa sobre nosotros, se requiere un profesional comprometido con el cambio social; se requiere un profesional que no se sienta un ser superior porque sus padres tuvieron el dinero suficiente para que él ingresara a la universidad; se necesita un profesional con conciencia social que entienda que su lucha, si es arquitecto, es para que se construyan las casas necesarias que el pueblo necesita. Se necesita un profesional que, si es médico, levante la voz para reclamar que la medicina llegue a las barriadas populares y, fundamentalmente, a los sectores campesinos. Se necesitan profesionales que no busquen engordar en los puestos públicos, en las capitales de nuestras patrias. Profesionales que vayan a la provincia, que se hundan en ella (…) la juventud debe entender su obligación de ser joven, y si es estudiante, darse cuenta que hay jóvenes que, como él, tienen los mismos años, pero que no son estudiantes. Y si es universitario con mayor razón mirar al joven campesino o al joven obrero, y tener un lenguaje de juventud, no un lenguaje sólo de estudiante universitario, para universitarios. Pero el que es estudiante tiene la obligación de ser un factor dinámico del proceso de cambio, pero sin perder los perfiles, también, de la realidad. La revolución no pasa por la universidad, y esto hay que entenderlo; la revolución pasa por las grandes masas; la revolución la hacen los pueblos; la revolución la hacen, esencialmente, los trabajadores.”. Salvador Allende, Discurso en la Universidad de Guadalajara, México, 1971. A ti David segundo, -El hombre mariposa-, “poeta de los sinsentidos”, mi hermano, mi maestro, mi carnal; aquí te devuelvo tus alas para que por fin puedas consumar tu viaje hacia ese infinito camino de la vida que es la muerte; tú mejor que nadie sabes lo que hay en estas páginas; te la debía, ya estamos a mano, te cumplí. A mi hermanita la más chiquita, la “cheli”, la “chelita”, te amo mucho carnalita, sigue inventando mundos con tus manos que en cada cuadro haces magia y vuelves más hermoso el universo; igual a ti te quiero Monroy, carnal postizo, amigo antes que cuñado o que pariente políticamente correcto. A mi carnala la mayor, a ti Tania, te amo igual que a tus retoños; Diegito, Osvaldo y Jimenita, los más preciosos motivos de tu vida como de la mía; los amo mucho también. A ti Fernando te respeto y te agradezco que has sido buen padre y compañero. A los tres soles que parió la luz del hombre mariposa; David tercero, el “pelón” Lalito y Susanita -los amo profundamente-, les heredo en el ejemplo el amor y la alegría de estar vivos; les heredo en estas páginas la lucidez e inteligencia de su padre que los ama; aunque ya no esté. ¡Ah! y a los nietos de mi hermano, la niñita nueva del “pelón”, Isis Caliope y la recién llegada “Cuerva- susanosa”, Azura Danava, les doy la bienvenida al mundo y les digo que su llegada a nuestra familia me ha hecho muy feliz. A mis amigos -todos-, agradezco la virtud de saber estar siempre que los necesito. A ti Ernesto, eres el punto y aparte de mi primera vida, sigues y seguirás siendo importante para mí, te agradezco el tiempo compartido y el amor, te agradezco que no te hayas ido y espero que no te vayas nunca; te quiero mucho de verdad, te admiro y te respeto pero también te doy; te doy en estas páginas la tranquilidad y el bienestar que necesitamos los dos para seguir construyendo el amor, pero ahora desde la amistad que todo lo cura y lo sostiene. A ti Alfredo, te agradezco haber sabido capotear los cambios de mi vida, te agradezco la lealtad a pesar de la distancia que nunca dejó paso al olvido. Te quiero y siempre te voy a querer. A ti Iván, tú sabes “guerito”, tú sabes cuanto te quiero y te respeto, tú sabes que contigo puedo ser simplemente lo que soy, así nada más, contigo puedo ser y soy, te agradezco la amistad pero, sobre todo, la oportunidad de deshacer al mundo juntos para comprender ¡de qué chinga’os se trata esta película!, gracias por el wisky, -¡salud!-. A ti Javier, te digo que el dolor también se agradece, y se agradece porque forma, tú sabes, con tú ejemplo me has formado; aunque parece que ya es tiempo de desandar la ruta del pasado y comenzar a inventarnos un par de sonrisas de vez en cuando. A ti Luis, te extraño mucho y no te olvido. A ti América te agradezco los paros y favores, te admiro, eres buena compañera y buena madre pero, sobre todo, buena amiga. A ti Sabino, te agradezco los momentos compartidos y las pláticas profundas, te agradezco tu cinismo y esa capacidad tan tuya de darle la vuelta a las tragedias cual mago intrépido y audaz; maestro del sarcasmo y del absurdo, tú me has enseñado a olvidarme de todo y a simplemente pasármelo bien. A ti María, sabes que eres una reina, a ti te agradezco los pulques, la risa y la alegría. A ti Teresa, te agradezco la amistad renovada y la “normalidad” que a veces me hace falta para descansar un poco de la locura permanente que se ha vuelto mi vida. A ti Javi, desde Galicia te agradezco lo oportuno de nuestro encuentro pero, sobre todo, te agradezco el mar, el parto y aquél “Viaje primero”. A tiJuan, te agradezco la guía, pero ante todo la paciencia, eres un gran profesor, te admiro de verdad. A todos los tepiteños que accedieron a realizar las entrevistas, de igual modo les agradezco, este trabajo es su palabra, espero les agrade. Y finalmente a ti, Andrea-Andrés-Lixh, el “indígena europeo”, el hombre “ojos de montaña”, -a ti te lo agradezco todo-; te agradezco haber sido la revelación de un viernes 2 de enero del año en que se cumplen 15 del alzamiento zapatista. Te agradezco los camellos y los elefantes pero, principalmente, te agradezco la voluntad, la lucha y el amor. Gracias por sostener el sueño, te amo, por la luna azul y por la futura vida juntos. A todos por igual agradezco la lealtad, motivo último y genuino del compromiso que sostiene la amistad y el amor que siento por ustedes, a todos les reitero que soy obra y resultado de cada momento compartido, de cada sueño andado entre pasos y palabras, de cada duda revestida de esperanza, de cada risa delirante que fluye de nuestras gargantas en esas noches perpetuas de tragos, de cantos, de poesía, pero también, de lucha combativa. A todos por igual agradezco la lealtad de seguir creyendo en mí a pesar de todo, aplaudo la enorme voluntad de ser y de creer los unos en los otros, de ser simplemente amigos, compañeros de la vida, cómplices, carnales, hijos de la misma madre; justicia libertaria, hambre existencial de los desterrados que aún creen en el amor y lo profesan como única razón de la dignidad humana. Los amo, los respeto, los admiro. A todos agradezco ser parte de mí y de mis locuras. He aquí la más grande de ellas. Va pues para todos el chorote este de la bendita tesis que por fin llegó a su fin, y que ahora ha de asumir su destino inexorable de libro de consulta triste y aburrido, olvidado en un anaquel cualquiera. A pesar de eso siempre resonarán entre sus páginas polvosas, los murmullos, las ideas, los cantos y los sueños de una turba de fantasmas jubilosos y embriagados por la intensidad de sus vidas; visiones de espíritus y brujas que chocan sus copas para brindar por la fortuna de haberse conocido. Gracias; gracias a todos por acompañarme y por ayudarme cada uno a su manera a concluir esta etapa de mi vida. Índice Agradecimientos Introducción………………………………………………………………………………….1 Capítulo 1. Una Teoría del barrio. La identidad barrial como producción ideológica 1.1 El barrio en la historia…………………………………………………………………...7 1.2 El barrio como concepto……………………………………………………………….12 1.3 La identidad barrial como producción ideológica…………………………………...22 Capítulo 2. El barrio de Tepito: un mito que vive y sobrevive 2.1 Perspectiva histórica del barrio de Tepito……..…………………………………….34 2.2 El comercio y la vivienda: una larga tradición de lucha……………………………44 2.3 El barrio en la actualidad………………………………………………………………51 2.4 Aspectos sociodemográficos del barrio……………………………………………...56 Capítulo 3. La salsa: historia y desarrollo de una expresión musical contemporánea 3.1 ¿Qué es la salsa?...............................................................................................66 3.2 Rastreando los orígenes: la matriz rítmica de la salsa…………………………...67 3.3 Antecedentes: panorama sociocultural o ¿por qué la salsa surge en el barrio latino de Nueva York?.......................................................................... 74 3.4 El canto “duro” del barrio, la salsa brava de “El Malo”…………………………….78 3.5 La explosión salsera, más de tres décadas de sabor……………………………..89 3.5.1 La Fania Records y el boom de la salsa……………………………………..91 3.5.2 La crisis de la Fania y el fin del boom industrial…………………………….101 3.5.3 El surgimiento de la salsa romántica y la irrupción del merengue………..102 3.5.4 La RMM y la salsa retorno…………………………………………………….106 3.5.5 La salsa de hoy…………………………………………………………………110 Capítulo 4. Reconstruyendo el mito: la identidad barrial de Tepito 4.1 Método y estrategias de acercamiento al barrio…………………………………..114 4.2 Construyendo el eje de valores, dimensiones de la identidad barrial…………..116 4.3 Tepito y sus fronteras…………………………………………………………….......123 4.4 Los valores del eje…………………………………………………………………….132 4.4.1 Trabajo-Comercio………………………………………………………………135 4.4.2 Origen nativo……………………………………………………………………145 4.4.3 Familia…………………………………………………………………………...159 4.4.4 Solidaridad……………………………………………………………………...169 4.4.5 Alegría…………………………………………………………………………...183 4.4.6 Bravura…………………………………………………………………………..193 4.5 El barrio en “peligro” o al “rescate” de Tepito……………………………………...210 4.6 Cuadro descriptivo de valores ……………………………………………………....218 Capítulo 5. Música e identidad o ¿por qué Tepito es el barrio más salsero de la ciudad de México? Consideraciones preliminares……………………………………………………………221 5.1 ¿Por qué la salsa en el barrio de Tepito?...........................................................222 5.2 Música e identidad…………………………………………………………………….227 5.3 La “oferta” de identidad musical de la salsa………………………………………..236 5.3.1 La dimensión sonora de la salsa……………………………………………..237 5.3.2 La dimensión lírica de la salsa………………………………………….…….248 5.3.3 La dimensión estética de la salsa…………………………………….……...260 5.4 Salsa y valores…………………………………………………………………..…...273 Conclusiones……………………………………………………………………………..286 Apéndice 1: La matriz rítmica de la salsa….………………………………………..302 Anexo 1: Cuadro de ritmos de la salsa ………………………………………………..319 Anexo 2: Cuadro Salsa y valores…………………………………………………….…321 Anexo 3: Primer Manifiesto de Peñon 60……………………………………………...323 Anexo 4: Portadas de discos de salsa………………………………………………....325 Bibliografía………………………………………………………………………………..337 1 INTRODUCCIÓN Es posible que nada esencial humano ocurra en ausencia de sonido; la música es una forma de estructurar significativa, emocional y/o estéticamente el sonido; y es tan importante, tan parte de la vida, que no se ha encontrado una sola sociedad que no tenga algún tipo de música, de organización humana del sonido. John Blacking El presente análisis encuentra su razón en la importancia de reconocer que el estudio de la música y, más particularmente de la música popular contemporánea, puede dar cuenta de los procesos de construcción identitaria; no obstante, debo aclarar que este no es un estudio musicológico y tampoco se orienta a destacar el análisis de contenido de la lírica de las canciones de salsa, aunque en algún momento se recupera dicha perspectiva para la argumentación. En todo caso, pretendo llevar a cabo una aproximación sociocultural al fenómeno de la salsa en Tepito, mostrando -¿cuál es la relación de dicha expresión musical en la conformación de la identidad del barrio?-; este es el principal objetivo de la investigación. En este sentido, intentaré superar algunos estudios previos situando el análisis a partir de una visión distinta del barrio, que a mi parecer ha sido pasada por alto y que permite cambiar el foco de atención hacia elementos nuevos respecto a las formas en que se construye su identidad. Considero que este cambio de ángulo es pertinente y necesario, para renovar de alguna manera, los enfoques típicos del barrio de Tepito, ya sean los académicos o incluso aquellos que se producen de forma interna, con miras a observar ciertos aspectos que no se han hecho visibles desde otros planos explicativos. 2 El barrio de Tepito ha sido considerado por muchos, como uno de los barrios más antiguos y tradicionales de la ciudad de México, su historia nos presenta a un barrio cargado de particularidades que lo hacen diferente a los demás. Muchos son los rasgos a partir de los cuales se ha pretendido describir la realidad social que se teje en su interior. Esta situación ha contribuido ala formación paulatina de un mito cargado de distintas significaciones. Tepito se mueve entonces entre una serie de imaginaciones y evocaciones que se combinan con hechos reales, de tal forma que su imagen ha trascendido en el tiempo; de este modo, el barrio de Tepito ha forjado una leyenda que no ha dejado de llamar la atención de propios y extraños. Sin embargo, gracias a un acercamiento biblio-hemerográfico previo, pude percatarme del vacío evidente que se observa sobre el tema que planteo en esta ocasión. Existen un buen número de estudios serios acerca de Tepito, no obstante, todos omiten el fenómeno de la salsa. Algunos textos antropológicos, si bien han abordado la cuestión de la identidad del barrio, ignoran por completo este elemento a la hora de plantear sus conclusiones1. Asimismo, se encuentran algunos trabajos que analizan la parte económica de Tepito y su relación con el comercio2, mientras que otros abordan la problemática de la vivienda3 y, finalmente, unos cuantos más, estudian la organización comunitaria que resultó de los sismos de 19854; a mi parecer, ninguna de estas propuestas ha logrado definir con claridad la dinámica de la conformación identitaria del barrio. 1 Es el caso de: Héctor Rosales Ayala (1986 y 1987); Daniel Manrique (1988); Alfonso Hernández (1986) y Natalia Grisales (2004). 2 Es el caso de: Angélica Mondragón (1993); Diego López Rosado (1990); Rosalía López Paniagua (1989) y Ma. Elena Jarquín Sánchez (1994). 3 Es el caso de: Ana Rosas Mantecón y Guadalupe Reyes (1993) y Edmundo Arregui (1982). 4 Es el caso de: “Y volvió a temblar. Una lectura del sismo en la prensa capitalina” (1986) y Juan Briseño (1987). 3 Por esta razón, he considerado pertinente llevar a cabo un estudio preliminar, que me permitirá observar la dinámica en torno a la cual se construye la identidad del barrio, con el fin de ajustar más tarde sus resultados a los propósitos de la investigación general. Este ejercicio de análisis previo, pretende contextualizar al barrio de Tepito en la actualidad, no sólo de modo descriptivo, sino también analítico; para efectuarlo retomaré los conceptos planteados por Ariel Gravano en su trabajo: “La identidad barrial como producción ideológica”; esta propuesta servirá de base para orientar teóricamente el análisis. Como mostraré a lo largo de este estudio, Gravano propone un cuadro teórica y metodológicamente útil, a través de una base conceptual que permite dimensionar al barrio como un espacio de reconocimiento y constitución de identidades sociales; su intención es mostrar lo que hay detrás del barrio como símbolo y para ello devela los mecanismos de producción ideológica con los que se construye una identidad social que tiene en el barrio su referente. Para Gravano, el barrio más allá del uso habitacional o residencial, nos revela un uso simbólico mediante el cual se constituye una identidad barrial específica; este uso del barrio para decir otras cosas -como sustituto simbólico-, es el eje principal de su propuesta y la razón por la cual considere su pertinencia y utilidad para acotar teóricamente la investigación. De esta forma, para la argumentación utilizaré de manera deliberada los siguientes conceptos planteados por el autor; tanto el eje conjuntivo-disyuntivo, sostenido por el eje axiológico de la identidad barrial; así como el eje temporal que hace referencia a la época base que deshistoriza el pasado; y finalmente, el riesgo de ruptura como motor de la identidad barrial, han demostrado su operatividad para el análisis que me he propuesto. 4 Además, de manera complementaria he decidido recuperar algunos postulados expuestos en diversos estudios musicológicos, mismos que abordan los procesos de construcción de identidad a través de la música; destacan, entre otros, los trabajos de autores como Pablo Vila, Richard Middleton y Simón Frith. En conjunto, a partir de estos supuestos intentaré demostrar que el fenómeno de la salsa en el barrio de Tepito, no es asumido como una moda pasajera sujeta únicamente a la dinámica de la industria cultural (sin embargo, sus implicaciones deberán ser consideradas para la explicación de este fenómeno). Más allá de eso, existen evidencias de que el arraigo de la salsa en Tepito, responde a un complejo proceso de identificación, que se manifiesta a través de la apropiación de una música que, no obstante ser creada en otras partes, ha funcionado como un “arma de reivindicación simbólica” y como un referente ideológico eficaz capaz de construir la identidad del barrio. Esta afirmación se funda en el supuesto de que la salsa desde sus inicios, ha representado como ningún otro genero musical la ideología de ciertos sectores populares, entre los que se encuentran los barrios de América Latina y el Caribe. Así lo demostraré observando, cuál es el discurso ideológico que esta expresión musical oferta. Al final, lo que me interesa analizar, es -¿cómo un fenómeno típicamente caribeño se reproduce en Tepito?-, mereciéndole el apelativo de: “el barrio más salsero de la ciudad de México”. La organización de este trabajo responde entonces a los propósitos enunciados hasta aquí y se encuentra estructurada de la siguiente forma: En el Capítulo 1 se expone a profundidad la teoría de Ariel Gravano acerca de “La identidad barrial como producción ideológica”, la cual, como dije antes, servirá de 5 marco teórico para la investigación. Además, se realiza un breve recorrido sobre el concepto de barrio, así como de las teorías que lo han tomado como referente. En el Capítulo 2 se presenta una síntesis histórica de Tepito; misma que pretende mostrar las diversas transformaciones que éste ha sufrido a lo largo del tiempo, con el objetivo de identificar los elementos que más tarde me permitirán inferir los valores que conforman el eje axiológico de su identidad. En el Capítulo 3 se aborda el desarrollo y evolución de la salsa; observando en principio cuál fue el contexto en que dicha expresión musical se originó, destacando particularmente la influencia del barrio latino de Nueva York y de la casa disquera conocida como Fania Records. De igual modo, se expone el añejo conflicto acerca de la determinación de la música cubana y del son como elementos fundamentales para su conformación; además, se incluye un breve resumen de los distintos ritmos que han sido incorporados a esta expresión musical. En el capítulo 4 se analiza la dinámica en torno a la cual se construye la identidad barrial de Tepito, a través de la exposición de los valores que fueron identificados como parte del eje axiológico de su identidad (trabajo-comercio, orígen nativo, familia, solidaridad, alegría y bravura), dichos valores fueron inferidos de los discursos de los habitantes del barrio y, en algunos casos, también aparecen como elementos significativos en los estudios históricos de Tepito. También se intenta explicar el modo en que funcionan las lógicas de diferenciación y homogenización identitaria; así como la construcción y reconstrucción de sus fronteras simbólicas. Finalmente, en el capítulo 5 se da cuenta de la relación que existe entre la salsa y la conformación de la identidad del barrio, retomando nuevamente los conceptos planteados por Gravano, así como el análisis previo de los valores del eje axiológico. También, se recuperan los planteamientos de algunos estudios orientados a la explicación de los procesos de construcción de identidad a través de la música. 6 De igual modo, en este capítulo se lleva a cabo el análisis del discurso ideológico que oferta la salsa a través de tres dimensiones que han sido identificadas de la siguiente forma: • La dimensión sonora: que incluye las matrices de ritmo y sonido.• La dimensión lírica: que se observa a partir de las letras de las canciones. • La dimensión estética: que se manifiesta a través de diversos códigos visuales, gráficos y de “estilo”, expresados principalmente en los “tipos” de atuendo o vestido; así como en las portadas de los discos. A parir de esta estrategia metodológica intentaré demostrar, que efectivamente la salsa ha representado como ningún otro género musical la ideología de ciertos sectores populares, entre los que, sin duda, se encuentra el barrio de Tepito. La comprensión de este fenómeno pasa entonces por el análisis previo de los valores que conforman su identidad, la cual, como veremos, tiene en la salsa uno de sus principales referentes. 7 CAPÍTULO 1 UNA TEORÍA DEL BARRIO: LA IDENTIDAD BARRIAL COMO PRODUCCIÓN IDEOLÓGICA El principal objetivo del presente capítulo es exponer la teoría de Ariel Gravano acerca de “La identidad barrial como producción ideológica”, además de abordar el concepto de barrio, a partir de las principales propuestas teóricas que han sido formuladas sobre dicho concepto desde la sociología y de otras disciplinas como la historia y la antropología. 1.1 El barrio en la historia En torno al concepto de barrio5 se abre un abanico de debates que se enmarca en numerosas disciplinas y diversas postulaciones teórico-ideológicas. Desde la perspectiva histórica, el acercamiento al barrio se realiza de forma descriptiva; a través de un rastreo general es posible observar los contextos particulares del surgimiento y desarrollo de esta forma de organización urbana. 5De relevancia e interés resulta también referenciar el vocablo mismo de la voz barrio, lo anoto a pie de página con la intención de no distraer el análisis. “El origen árabe de la voz barrio evidencia el componente hispano-musulman de nuestra cultura urbana, donde barrio proviene del árabe barr, ‘afueras (de una ciudad)’ o quizá más precisamente del derivado árabe barri, ‘exterior’ (…) y de la misma base que comparten los términos del portugués bairro y del catalán barri.”.Su significado primitivo fue el de “aldehuela” (independiente de una población) que más tarde pasó al de “arrabal” (1625) que significa “zona de una ciudad”, para ser suplido después por el de “parapelo” que alude a la “muralla” (que rodea el arrabal). (Sabugo; 2004: 6). La Real Academia Española define barrio como “cada una de las partes en que se dividen los pueblos grandes o sus distritos”, también como “arrabal, afueras de una población”, y asimismo como “grupo de casas o aldehuela dependiente de otra población, aunque estén apartadas de ella”. Algunos sinónimos de barrio son: cuartel, manzana, distrito, suburbio, arrabal, cuadra, ciudadela, isla, almeida, barriada, judería, morería, intramuros, extramuros, ensanche, lencería, acrópolis y alfoz. 8 Para Ariel Gravano no es ocioso reconocer los antecedentes históricos que puedan contribuir a la comprensión del tema, ya que: […] alrededor del barrio se aglutinan significados sostenidos históricamente por distintos sujetos sociales (…) como todo fenómeno social, el barrio -y su mundo de significados- ha surgido y existe por razones históricas. Responder al interrogante sobre la necesidad de ese surgimiento y de la referenciación barrial hecha por esos sujetos sociales obliga a realizar un análisis de la aparición y desarrollo del barrio en la historia.6 (Gravano, 1995: 260) En términos históricos se conoce que el barrio, como formación urbana especifica, probablemente nació en la tradición occidental en los albores de la Edad Media durante la primera parte del siglo IV y muy ligado a la consolidación de los gremios de artesanos. Con la aparición de un período rígido de control estatal que corresponde al reinado de Dioclesiano (248-305), se vincula fuertemente a los individuos a sus oficios para impedir la evasión fiscal debido a los graves problemas financieros; todo esto en el marco anterior a la desaparición del Imperio Romano. Así, el gobierno integró en el aparato del Estado a los collegia o gremios de artesanos, donde la mayoría de ellos se veían en la necesidad de integrarse a un asentamiento determinado, es decir, a un territorio. (Hodgett, 1974: 48-50) Más tarde, con la caída del Imperio Romano en el siglo V, las grandes ciudades helénicas y romanas son abandonadas, mientras que en Europa se apuntala el nuevo proceso civilizatorio. 6 Tomando en cuenta esta consideración en el siguiente capítulo se abordarán las particularidades del desarrollo histórico del barrio de Tepito. Cfr. Cap. 2 pp. 34 - 65. 9 Dos siglos después, los nuevos territorios conquistados por los musulmanes dan paso a una nueva visión; la ciudad se convierte así en un organismo compacto, cerrado por una o más murallas que la dividen en varios recintos. Cada grupo étnico o religioso tiene su propio barrio, con excepción de las clases acomodadas que habitaban en la periferia. (Hodgett, 1974: 113-115) Del siglo VIII al XII se mantienen estas reglas. Durante este período las ciudades árabes son las más grandes y las más ricas del mundo, pero a finales del siglo X, se inicia una especie de renacimiento económico en Europa. Una parte de la población que no encuentra trabajo en el campo se refugia en las ciudades. Crece el grupo de artesanos y comerciantes que viven al margen de la organización feudal. La ciudad fortificada de la Alta Edad Media -a la que se conoce como burgo- era demasiado pequeña para acogerlos, por lo tanto, se forman otros establecimientos llamados suburbios, los que pronto rebasaron en tamaño a su núcleo originario. (Hodgett, 1974: 136) A pesar de esto, las ciudades medievales poseen una red de calles tan irregular como la de las ciudades musulmanas. No presentan nunca, salvo en ciudades muy pequeñas, un único centro. Toda ciudad se divide en barrios, los cuales tienen su fisonomía individual, sus símbolos y a menudo incluso su propia organización política. De tal manera que ya desde entonces se establece que el centro de la ciudad es el lugar más codiciado; los más pudientes vivían en el centro, mientras que los más pobres en los arrabales. (Benévolo, 1987: tomo 3, cap.1) De esta forma se consolidan y engrandecen los barrios, que aumentan en proporción de la superficie urbanizada creando una nueva manera de imaginar las ciudades, la cual consistiría básicamente en un intento de aplicar formas simples y repetidas (generalmente geométricas) para la construcción de las ciudades; se 10 puede decir que esta noción es el fundamento de las grandes ciudades modernas occidentales que, de alguna manera, sigue estando presente hasta nuestros días. Por otro lado, desde la tradición indígena también es posible realizar un rastreo de la creación del barrio, reconociendo las características que tenían los segmentos político-territoriales antes de la llegada de los españoles. En náhuatl, se utilizaba la palabra calpulli para designar a los segmentos en que se subdividía la sociedad en sus distintos niveles de organización territorial, el calpulli se asemeja a los barrios medievales ligados a los gremios de artesanos; básicamente ésta es una subdivisión territorial que expresaba parcialmente a la estructura social. El término calpulli ha sido traducido al español como “grupo de casas”; desde la tradición indígena, probablemente esta acepción sea la que más se acerque a la noción de barrio que conocemos actualmente. Es importante señalar que en las ciudades mesoamericanas ya existía una tradición de vida ligada a un territorio particular y, además, por las implicaciones de carácter religioso, existía también una fuerte carga de significaciones asociadasal mismo por sus habitantes: Físicamente, desde el punto de vista de la imagen urbana, los edificios y las calles, tomando como ejemplo al Tenochtitlan que encontraron los españoles, se armaban entre una serie de torres altas que se elevaban por todas partes (…) de plaza en plaza surgiendo por entre las azoteas que se recargaban unas contra otras, se elevaba la pirámide de un templo de barrio (…) aunque se trataba de una traza urbana regular, el barrio era fácilmente reconocible por su templo, que debía estar decorado de manera distinta en cada caso. (Ortiz, 1997: 13) 11 El urbanismo colonial español, expresado en las Ordenanzas de Carlos V (1526) y en las Ordenanzas de Descubrimiento Nuevo y Población, dictadas por Felipe II en 1573 y recopiladas más tarde en las Leyes de Indias, establece las pautas para la elección del sitio, la orientación, la traza urbana, la plaza mayor, etcétera, y plantea que al crecer la población: “… se vayan formando plazas menores, en buena proporción, adonde se han de edificar los templos de la iglesia mayor, parroquias y monasterios, de modo que todo se reparta en buena proporción por la doctrina.”, lo cual derivó en la construcción de centros secundarios encabezados por el templo y la plaza. (Sabugo, 2004: 4) La nueva traza de las ciudades en los años que siguieron a la conquista, consistió en una especie de plano regulador donde se separo a los indios de los españoles; se crearon así, la ciudad española y la ciudad indígena, la segunda quedaba alejada de la primera, aunque más bien puede decirse que la rodeaba. Persiste así una visión de “pureza social y racial” en la que a los indígenas de los pueblos y barrios que no se hacían a la idea de este nuevo modelo, no les quedó otro remedio que alejarse lo más posible de las ciudades, “… nace así la oposición entre ‘colonia’ y ‘barrio’, o ‘fraccionamiento’-‘colonia’ y ‘pueblo’ que caracteriza a nuestra expansión urbana hoy día.”. (Ortiz, 1997: 15) 12 1.2 El barrio como concepto7 Ernesto Arechiga observa que en torno a la noción de barrio, existe un amplio abanico de debates entre los que es posible reconocer coincidencias más allá del enfoque disciplinario; dicho abanico se sostiene básicamente desde las aportaciones hechas por la sociología, la antropología y los análisis historiográficos. De modo general, el autor resume que el barrio ha sido estudiado a partir de dos enfoques diferentes. Por un lado, se encuentran los trabajos sobre barrios que el autor califica como “nostálgicos”, porque tratan una “edad de oro” vivida a escala local, cuyo carácter se ha perdido al enfrentar nuevas condiciones impuestas por la modernización y el desarrollo de la ciudad; este tipo de estudios se enmarcan en lo que Arechiga denomina como el “enfoque nostálgico”. En segundo lugar, se hallan las investigaciones preocupadas por abordar al barrio desde una perspectiva más objetiva o científica, para lo cual se apoyan en determinado aparato conceptual y metodológico. Bajo esta denominación de “enfoque objetivo” coinciden los trabajos que hacen uso de una metodología general, probando lo que afirman mediante fuentes documentales. (Arechiga, 2003: 54-55) 7 Como ya antes referí, para realizar este ejercicio de acercamiento teórico al concepto de barrio he recuperado las aportaciones hechas por los autores Ernesto Arechiga y Ariel Gravano. Recientemente Ernesto Arechiga ha realizado una investigación histórica por demás ilustrativa del barrio de Tepito, titulada: Tepito, del antiguo Barrio de indios al Arrabal (2003); de este texto he retomado específicamente las aportaciones realizadas por el autor en el capítulo “Los Barrios: esa infinita variedad”, (pág. 51-73). Por su cuenta, Ariel Gravano aborda el concepto de barrio desde una perspectiva antropológica en su trabajo: “Hacia un marco teórico sobre el barrio: principales contextos de formulación”, en Gravano, Ariel (comp.), Miradas urbanas, visiones barriales (1995). Insisto que en esta ocasión la referencia a ambos autores sólo obedece a la necesidad de contextualizar el concepto, sin embargo, queda claro que su consulta directa puede enriquecer los esbozos que ahora presento. 13 El primer enfoque enfatiza la idea de la existencia de un “pasado glorioso” que no volverá más, donde “lo perdido” puede ir desde las costumbres hasta las construcciones arquitectónicas, pasando por el carácter solidario de las relaciones entre sus habitantes; la mayoría de estos trabajos constituyen memorias ajenas al uso riguroso de la metodología. El concepto de barrio desde está perspectiva: […] está asociado fundamentalmente a un medio popular cálido y solidario, integrador, donde el pobre, a pesar de la miseria y la indigencia puede encontrar apoyo y protección (…) el barrio es una especie de microcosmos que se presenta ante nosotros como una realidad socio-económica y cultural relativamente homogénea. (Arechiga, 2003: 58) Por su cuenta, el mayor problema del “enfoque objetivo” radica en la dificultad de encontrar una delimitación precisa en torno a la noción de barrio. Sin embargo, los estudios sobre barrios producidos desde esta perspectiva se insertan, en mayor o menor medida, en la preocupación de intentar dar una explicación de la ciudad y las sociedades urbanas en el nivel de sus identidades e identificaciones; es decir, se agrega el elemento simbólico, que para este tipo de análisis adquiere relevancia. Como parte de su trabajo teórico, desarrollado para comprender el peculiar proceso de la ciudad estadounidense vivido a finales del siglo XIX y principios del XX, los sociólogos de la Escuela de Chicago fueron los primeros en preocuparse por entender la relación existente entre el barrio y sus significaciones. Subyace así la preocupación por la especificidad global de la ciudad y se enfatiza la idea de no separar cada barrio de un espacio urbano total; “… la noción de barrio aparece entonces, con una connotación territorial, pero fundamentalmente como soporte material de un código cultural que se tradujo como el espacio vivido al interior de una fracción urbana.”. (Arechiga, 2003: 61) 14 El barrio se mueve entonces entre el territorio y el espacio vivido donde se entretejen lazos de identidad social, pero puede ser también una instancia de control social de exclusión y rechazo; así: “… la identidad social de los barrios se encuentra en constante recomposición y en consecuencia debe ser comprendida históricamente, en sus evoluciones, continuidades y rupturas.”. (Arechiga, 2002: 62) De esta forma se sentaron las bases para la realización del estudio urbano a pequeña escala a través de los barrios. Esta perspectiva permite al investigador introducirse en el corazón mismo de la vida social, acercándose a las sociedades urbanas de antaño y a las relaciones sociales que se tejen en su interior. Llegados a este punto, es importante señalar que el barrio a nivel teórico ha sido definido por una serie de presupuestos, los cuales han sido criticados y enriquecidos recientemente por los franceses Alain Faure y Jean-Paul Burdy; para estos autores: […] el sólo hecho de optar por un barrio para su estudio supone su singularidad (sin embargo), existe en ello el peligro de recurrir a la fragmentación artificial de la totalidad que representa la ciudad, pues para estos autores el barrio es un espacio ‘de’ la ciudad y no un espacio ‘en’ la ciudad. (Arechiga, 2003: 68) Ambos autores han registrado esta serie de presupuestos en torno al concepto de barrio, mostrando la viabilidad que presentan a la hora de descifrar la dinámica urbana; los resumo aquí a continuación: 1. El barrio es un medio familiar ciertamente, pero no del todo. Es imposible conocer realmentea todo el mundo, como insostenible pensar que todos (para todo) se integran en una vida comunitaria. 2. El barrio es unánime sólo en apariencia. Aunque mantiene el aspecto de un territorio homogéneo, por tensiones o querellas los individuos pueden separarse. 15 De tal modo que no existe un espacio socialmente puro, siempre existen elementos de diferenciación interna. 3. El barrio es solidario, sí, pero su solidaridad tiene límites para resolver los problemas de sus habitantes. Si bien existen redes de ayuda local, éstas se despliegan más a nivel inmediato, entre vecinos de casas colindantes, que en el ámbito de todo el barrio. 4. Pocas veces el barrio es la única porción de ciudad conocida y recorrida por la gente que lo habita, existen desplazamientos que llevan al habitante del barrio más allá de sus fronteras. (Arechiga, 2003: 69-71) A partir de estas afirmaciones, es posible cuestionar la validez de algunos estudios enmarcados en una realidad barrial específica. Básicamente se intenta romper con la idea elemental de que un barrio tiene que ser socialmente homogéneo, este punto debe ser tomado en cuenta por el investigador a la hora de delimitar su objeto de estudio. Por otro lado, estas reflexiones demuestran también que los estudios sobre barrios dependen mucho de la noción que se tenga del concepto y, según lo expuesto por Arechiga, queda claro que éste se presenta siempre maleable y dúctil dependiendo de cada caso. Por su cuenta, Ariel Gravano dentro de un mosaico heterogéneo de disciplinas y aportes sobre la noción de barrio, ha propuesto un cuadro teórica y metodológicamente útil, que intenta cubrir lo que algunos especialistas (antropólogos, sociólogos e historiadores) han señalado como una carencia dentro de los estudios urbanos: UNA TEORÍA DEL BARRIO. Gravano señala como primera dificultad, el hecho de que lo barrial no ocupa un lugar central dentro de ninguna disciplina en particular; desde los estudios sociales, 16 hasta los históricos, el investigador que se enfrente a esta temática tendrá necesariamente que hacer uso del la perspectiva multidisciplinaria. El autor arranca su análisis a partir del siguiente cuestionamiento: -¿para qué puede servir una teoría del barrio?-; así responde: 1. En primer lugar, para poder brindar explicaciones a fenómenos múltiples y realmente existentes en el terreno de las prácticas sociales distintivas. 2. Porque representa una de las aristas de mayor recurrencia dentro del fenómeno urbano, si bien bastante secundarizada en cuanto a la atribución de importancia dentro del proceso social general. 3. Porque sus recurrencias en la opinión pública y su diseminación en el sentido común, avalan la consideración de una importancia que debe finalmente establecerse. 4. Un panorama superficial de su lugar en la teoría, hasta ahora, nos muestra que no existirían hoy herramientas explicativas suficientes de alguna manifestación de lo barrial. 5. Nuestros estudios empíricos hasta ahora nos estarían mostrando que hay aspectos todavía no ponderados en el tratamiento teórico que el barrio ha recibido hasta el presente. (Gravano, 1995: 258) Basado en estas consideraciones, Gravano pretende crear una primera sistematización en torno a un marco teórico sobre el concepto y la problemática barrial, tomando en cuenta al barrio como: 1. el espacio de la reproducción social material, 2. referente de identidades sociales distintivas, 17 3. representación simbólica de la vida urbana. (Gravano, 1995: 258) En este sentido, para el autor es necesario establecer una base conceptual que apunte a dimensionar su papel dentro del proceso social en general y urbano en particular. Gravano parte de las acepciones más generalizadas que se han hecho del concepto, destacando específicamente las perspectivas arquitectónica, urbanística y espacial, para las cuales el barrio ha sido entendido: 1. como opuesto al centro de la ciudad, 2. como opuesto al conjunto de tugurios o villas miseria, o 3. como antípoda de la parte moderna de cualquier ciudad, sobre todo, de conjuntos monobloques. (Gravano, 1995: 259) A la vez puede ocurrir también: 1. que al barrio se le considere un valor dentro de lo que la gente se imagina o aspira; 2. que el barrio se confunda con otras formas urbanas, como villas o complejos modernos de departamentos. (Gravano, 1995: 259) Asimismo, el barrio puede entenderse como indicador de la lucha de clases, o de los consumos colectivos de clases, convirtiéndose en una utopía urbanística para determinados sectores. 18 Por otra parte, el barrio ha sido ubicado dentro del mundo de las representaciones o del imaginario social, trascendiendo la base de la mera espacilidad. Para Gravano, aunque es notorio que el concepto de barrio adquiere un carácter ambiguo, desde las construcciones teóricas del análisis social es posible distinguir dos aspectos que lo enmarcan como concepto: 1. La necesidad de denotar la situación de diferenciación y desigualdad dentro de la macro-unidad ciudad de la sociedad industrial del siglo XIX. El barrio es, en estos términos, un indicador de la segregación en el uso del espacio urbano de determinados sectores sociales y, en consecuencia, lo que se distingue como parte de un todo. 2. La necesidad inferida de un uso connotador de determinados valores que hacen a la convivencia y a la calidad de la vida urbana en comunidad y revela tanto los aspectos considerados negativos de la ciudad moderna, como las utopías y cambios deseados y posibles de imaginar e implementar. El barrio se sitúa teóricamente entre el ideal genérico de la vida social comunitaria y el caos de la ciudad moderna. (Gravano, 1995: 261) Para finalizar, el autor enumera las distintas formulaciones teóricas acerca de la noción de barrio que han sido realizadas desde la producción académica, además de analizar las situaciones que las enmarcan. En su propuesta resume este amplio panorama del siguiente modo: 1. Por un lado, está presente una verdadera secundarización del valor determinante del barrio en las conductas sociales, para el caso de las teorías que consideran a la forma urbana como una variable dependiente del sistema social o un mero continente. 19 2. Por el otro, prevalece una no problematización del concepto mismo de barrio aún en los enfoques que atribuyen a él un papel determinante, ya que el componente determinante no sería el barrio sino el grupo social (marginal) que lo habita. 3. En tercer lugar, existe un conjunto reciente de explicaciones sobre ciertas prácticas sociales donde aparece una atribución de importancia- hasta incluso netamente política- al concepto de barrio; dada en los estudios sobre los movimientos sociales barriales. (Gravano, 1995: 270) Gravano retoma también las aportaciones del estudioso de la comunicación Jesús Martín-Barbero, quien coloca la dimensión de lo barrial como una categoría de “sociabilidad necesaria”que parte de la vinculación entre lo popular y lo barrial: El espacio social donde mejor se expresa el sentido de la dinámica que, desde lo popular, da forma a nuevos movimientos urbanos es el barrial (…) El barrio se constituye así en un mediador fundamental entre el universo privado de la casa y el mundo público de la ciudad, proporcionando algunas referencias básicas para la construcción de un ‘nosotros’, de una sociedad más ancha que la familiar y más densa y estable que la impuesta por la sociedad. (Martín-Barbero en Gravano, 1995: 271) El autor concluye que actualmente existe la necesidad de dar un giro a la mirada antropológica de los barrios, planteando que: “… más que ver como la gente vive ‘en’ el barrio, -más que tomar al barrio como una ‘unidad natural’- se debe analizar ‘cómo’ vive la gente ‘el barrio’- como unidad de análisis conceptual-, tratando de aportar, de esta manera, a una ‘antropología de lo barrial’.”. (Gravano, 1995: 272) A pesar de las consideraciones anteriores acerca del concepto, las cuales revelan un ámbito problemático y ambiguo en la formulación teórica del barrio, en diversos estudios pude encontrar definiciones puntuales y reveladoras que contribuyen a explicar cuál es su lugar dentro de la dinámica urbana. 20 A manera de conclusión presentaré un par de ellas, con la intención de observar algunos elementos que hayan escapado a la exposición anterior. Comenzaré complementando la propuesta de Jesús Martín-Barbero, para quien el barrio no es sólo el espacio de lo doméstico, sino un espacio social más amplio que actúa como mediador entre el mundo privado de la casa y el espacio público de la ciudad. El barrio proporciona a las personas elementos para la construcción de una sociabilidad más ancha que la fundada en los lazos familiares y, a su vez, más profunda y duradera que las relaciones formales e individuales que impone la sociedad: Frente a la provisionalidad y rotatividad del mercado de trabajo que, especialmente en tiempos de crisis económica, dificulta la formación de lazos permanentes, es en el barrio donde las clases populares pueden establecer solidaridades duraderas y personalizadas. Porque es en ese espacio donde quedar sin trabajo no significa perder la identidad, dejar ser hijo de Fulano o padre de Zutano. Y frente a lo que sucede en los barrios residenciales de las clases altas y medias altas, donde las relaciones se establecen en base a lazos profesionales de vecindad, pertenecer al barrio para las clases populares, significa ser reconocidos en cualquier circunstancia. (Martín- Barbero, 1987: 217) Por su cuenta, para Mario Sabugo el barrio puede definirse como un fenómeno constituido por dos rasgos: el barrio como “institución” y el barrio como “territorio”: En lo institucional, como mediación entre las unidades sociales más elementales y las más complejas, esto es, una forma específica de organización comunitaria, comprensible por sus aspectos sociales, sus actividades y sus vínculos culturales; en lo territorial, como un sector o distrito componente de la urbe, esto es, un determinado lugar habitado, con ciertas características físicas naturales y artificiales. (Sabugo, 2004: 9) 21 Desde una visión más romántica, Adriana Clavijo expresa que: “El barrio no es el mudo escenario donde el drama cotidiano se desarrolla, es el drama mismo lleno de olores, colores y sonidos. Crece, cambia, se agranda, trata de ‘formalizar’ sus senderos; pero un cielo tejido de cables lo delata.”. (Clavijo en Gravano, 1995: 28) Finalmente, antes de exponer la teoría sobre “La identidad barrial como producción ideológica” de Gravano, me interesa aclarar las razones por las que he decidido utilizarla como sustento teórico de la investigación. Considero en primer lugar, que el autor propone un cuadro teórica y metodológicamente útil, a través de una base conceptual que permite dimensionar al barrio como un espacio de reconocimiento y constitución de identidades sociales. Como mostraré a continuación, Gravano concibe al barrio más allá del uso habitacional o residencial, y reconoce que éste puede tener un uso simbólico mediante el cual se constituye una identidad barrial específica; este uso del barrio para decir otras cosas -como sustituto simbólico-, es el eje principal de su propuesta y la razón por la cual considere su pertinencia y utilidad para acotar teóricamente el análisis. Además, parece que sus planteamientos superan, por mucho, a aquellos trabajos que permanecen ajenos al uso riguroso de la metodología, los cuales Arechiga ubica dentro del “enfoque nostálgico”. Más allá de esta carencia, la teoría de Gravano permite observar los mecanismos de producción ideológica que operan en torno a la conformación de la identidad barrial; para lograrlo se apoya en un aparato conceptual desde de una perspectiva más objetiva o científica. Por ejemplo, si a partir del “enfoque nostálgico” se enfatiza la idea de la existencia de un “pasado glorioso” que no volverá más; desde la teoría de Gravano se plantea la noción de una “época base” que: “… vertebra valores con los que se define que tal o cual barrio es ‘un barrio’, lo que nos obliga ya a concebirlo no sólo 22 como ‘espacio’. El barrio como ‘espacio’ está subordinado al barrio como tiempo- ethos, con capacidad para construir ideológicamente una identidad.”. (Gravano, 1988: 147) Asimismo, considero que la teoría de Ariel Gravano sirve de puente entre aquellos dos enfoques que Arechiga define como el “enfoque nostálgico” y el “enfoque científico”; a lo largo de este estudio intentaré demostrar la operacionalidad y validez de su aparato conceptual. 1.3 La identidad barrial como producción ideológica A raíz de las consideraciones expuestas en el apartado anterior en torno a la carencia de una “Teoría del barrio”, Ariel Gravano presenta una primera sistematización para la creación de un marco teórico sobre el concepto y la problemática específica de la identidad barrial. Como vimos, para este autor es necesario establecer una base conceptual, que apunte a dimensionar el papel del barrio y de la identidad barrial, dentro del proceso social general y urbano en particular. Según su perspectiva, la mayoría de los estudios sobre la vida en el barrio lo reducen al espacio de la reproducción de lo familiar y lo doméstico, lo cual impide ver al barrio como espacio de reconocimiento y constitución de identidades sociales. De ahí la necesidad de establecer las bases de una posible discusión teórica acerca de lo barrial, que lo sitúe más allá del simple escenario donde acontecen las cosas, pero también más allá de su carácter universal dentro de las realidades urbanas. Propone entonces el estudio de aquellas identidades colectivas que tienen como su referente al barrio. Como anoté antes, para el autor el barrio ha sido 23 conceptualizado desde una perspectiva urbanística, arquitectónica, o simplemente espacial, pero sólo en contados casos ha sido tomado como referente de identidad, de prestigio o valoración. De esta manera, más allá del uso habitacional o residencial, el barrio puede tener un uso simbólico mediante el cual se constituye una identidad barrial específica: Podemos convenir que el barrio es un ‘lugar común’ en la ideología de los habitantes de la ciudad, pues tiene una determinada eficacia para referir de un modo sintético a diversos aspectos de la realidad. Su sola mención encierra todo un mundo de significaciones. (Gravano, 1988: 134) Este uso del barrio para decir otras cosas -como sustituto simbólico- es el eje principal de su propuesta. Gravano se centra en mostrar lo que hay detrás del barrio como símbolo y para ello devela los mecanismos de producción ideológica con los que se construye una identidad social quetiene en el barrio su referente. Por esta razón su análisis proviene directamente de los actores sociales que producen y reproducen esa ideología en barrios concretos.8 El autor parte del supuesto de que toda significación se produce dentro de un contexto -en espacio y tiempo determinados-, además de que es resultado de un conflicto de intereses y determinaciones sociales, por lo cual se sitúa en la realidad histórica: […] estos intereses y determinaciones estructuran y se estructuran en conjuntos sociales de diversos calibres: grupos, capas, clases, que componen necesariamente 8 Para cumplir su objetivo, Gravano presenta el estudio de caso de tres barrios de la ciudad de Buenos Aires, tratando de mostrar -¿para qué o en vista de qué?- resulta eficaz la identidad barrial en estos casos concretos. 24 cada realidad barrial y no es posible identificar en forma automática con cada barrio.9 (Gravano, 1988: 135) Su principal interés es observar sí la gente identificaba -y de qué manera- a su barrio; cómo lo limitaba, cómo lo nombraba, cómo lo diferenciaba de otros. En este sentido, lo relevante es exponer qué lazos de identidad establecía con él. De esta manera, Gravano “recorta” un aspecto específico de lo ideológico y define que: “… aquella producción que colocaba al barrio como referente en el proceso de construcción de las identidades sociales. A esta la íbamos a llamar ‘identidad barrial’.”. (Gravano, 1988: 135) Más adelante afina su afirmación y agrega que la identidad barrial: “… es el producto ideológico de una atribución recurrente entre actores sociales cuyo referente es el barrio (…) esta idea queda explicitada cuando los pobladores de un barrio X le atribuyen ciertos rasgos característicos al mismo.”. (Gravano, 1988: 135) Lo ideológico para el autor se compone básicamente de dos elementos: “… lo ‘ideo’ y lo ‘lógico’. Una ideología es un conjunto de ideas materializadas en un lenguaje de signos, con un campo referencial correspondiente (ideas sobre ‘algo’), estructuradas y funcionantes según una lógica.”. (Gravano, 1988: 136) Sin embargo, a la ideología siempre se le “escapa” una “parte” de la totalidad de su referente, “… pues la relación de totalidad implicada en lo ideológico consiste en la captación del mundo como ‘objeto’.”. (Gravano, 1988: 136) Para Gravano, la determinación de lo que se “escapa” y de lo que se “capta” proviene del carácter “confrontativo” de lo ideológico, pues: 9 Debe aclararse que los barrios que estudia Gravano en esta ocasión son los llamados “típicos” o “tradicionales”, cuyos habitantes pertenecen en su mayoría a la clase obrera y a capas medias. 25 […] siempre provendrá de otra ideología con que se le confronte (…) La confrontación de sentidos es el único estado propio de lo ideológico. Sin contradicción dialógica entre una ideología y otra (desde una mera imagen hasta toda una teoría) no es posible hablar siquiera de ‘una’ ideología. (Gravano, 1988: 137) Por esta razón, para el autor el eje lógico principal de toda identidad es el compuesto por la relación entre “conjunción” y “disjunción”: “… algo se define porque se ‘junta’-con algo y se ‘dis-junta’ con otra cosa.”. (Gravano, 1988: 139) En torno a ese eje central “conjuntivo-disjuntivo” se agrupan cuatro variables de la identidad barrial: 1. Homogeneidad: cuando el polo conjuntivo es capaz de mantener un cierto grado de estabilidad y uniformidad en uno o más rasgos con que se construye ideológicamente la identidad. 2. Heterogeneidad: cuando en el conjunto se contemplan diferencias internas y disyuntivas que no llegan a convertirlo en ‘otra cosa’. 3. Identificación: cuando se afirma la propia identidad respecto a otras, resaltando el polo conjuntivo. 4. Diferenciación: cuando prevalece la disjunción respecto a otras identidades. (Gravano,1988: 136-137) Este eje “conjuntivo-disjuntivo” se soporta a su vez por lo que Gravano define como el “eje axiológico de la identidad barrial”, el cual representa: “… el conjunto estructurado de valores presentes en la ideología sobre el barrio.”. (Gravano, 1988: 142) Dicho conjunto de valores forman parte del “eje axiológico de la identidad barrial”, el cual es definido por Gravano como una estructura que está en constante 26 movimiento, como una especie de constelación compuesta por “ejes de oposición” de cada valor que giran a su alrededor. Estos valores se definen por medio de oposiciones semánticas que la misma gente establece en sus discursos; al respecto Gravano anota que: “… aún en la más elemental y aparentemente ‘desinteresada’ descripción del barrio, la gente introduce ‘valores’ con los cuales se muestra que el barrio no es meramente el espacio donde se reside.”. (Gravano, 1988: 137) Estos valores son utilizados para establecer diferenciaciones -por ejemplo con otros barrios-, para indicar heterogeneidades dentro de lo que se concibe como barrio para cada uno, e incluso para establecer distinciones más generales para las que el barrio es tomado como referente. Un punto importante que señala el autor, es que: “… algunos valores se materializan en imágenes estereotipadas tanto del barrio propio como de los ‘otros’.”. (Gravano, 1988: 137) Por esta razón, en los discursos de los informantes no será raro encontrar ambigüedades y contradicciones; sin embargo, es precisamente ahí donde se pueden revelar las significaciones reales de la gente, ante las que opera ideológicamente. El investigador debe buscar entonces las relaciones de oposición que se articulan en cada rasgo o valor que ha sido atribuido al barrio, para poder confrontarlo después con ese ideal (de barrio) que se construye ideológicamente y 27 alrededor del cual se articula la identidad barrial. Este ideal (de barrio) se asocia directamente a lo que el barrio es o debería ser10. De esta manera se constituye lo que Gravano reconoce como la “dimensión simbólica de la identidad barrial”, donde “… se nuclean las relaciones de oposición que definen cada valor.”. (Gravano, 1988: 142) Dicha “dimensión simbólica de la identidad barrial”, está compuesta a su vez por dos variables principales sin las cuales no podría ser explicada: La primera está compuesta por los valores que se subordinan a la oposición de lo que ‘es’ barrio y de lo que ‘no es’ barrio para esa ideología. Y la segunda, es la dimensión que llamamos ‘temporal’ porque a ella se subordinan los significados según la oposición del ‘antes’ y el ‘ahora’. (Gravano, 1988: 142) Llegados a este punto, Gravano enfatiza la idea de que al enfrentar el análisis de lo barrial no es posible partir de un “cero semántico”, el investigador puede inferir a través de la observación y la historia del barrio, una serie de rasgos o valores que le servirán de guía para su estudio, de tal manera que estos dependerán del barrio que se esté tratando en cada caso. El objetivo final no es presentar esta serie de valores de modo descriptivo, sino construir las relaciones de oposición que los definen, a partir de los discursos de los informantes. La importancia de construir estas “relaciones de oposición” radica en la idea de que: “… al explicitar un valor se ‘rompe’ o ‘recorta’ por ese eje la realidad referencial; 10 Queda claro que los parámetros desde los cuales se aborda este problema son básicamente los de la semiología; sin embargo, el autor señala que la aproximación teórica a estos fenómenos requiere de la convergencia de varias disciplinas tales como la historiografía y la etnografía. 28 se problematiza y se ‘soluciona’ ese ‘problema’ mediante la instauración misma del valor.”.(Gravano,1988: 146) De este modo, es posible cuestionar un valor porque éste, en un momento dado, puede ser asumido por los habitantes del barrio como “natural”: Lo que para cada ideología es ǹatural’ se representa en los discursos por la ‘red metonímica’. Esta red está compuesta por el encadenamiento lineal de signos, dispuestos sobre la base de relaciones de contigüidad, es posible establecer que para esa ideología en ese momento, estos rasgos (…) mantienen una relación en la que cada uno de ellos se presenta como una parte de un todo homogéneo. (Gravano, 1988: 140) A su vez, esa misma red se estructura en torno a “oposiciones” que indican lo que en ese momento la gente necesita confrontar porque en el fondo representa un “problema”, una contradicción: El ‘problema’ es lo que produce precisamente el surgimiento del eje de oposición, de ‘ruptura’ (…) el dinamismo ideológico reside en este juego permanente y dialéctico de ‘naturalidad’ y ‘ruptura’ (…) por otro lado, en el seno mismo de esa explicación se mantiene siempre algo como parte de lo ‘naturalizado’, algo que en ese momento no necesita de una ‘ruptura’ ni de una ‘solución’, porque directamente no se plantea ideológicamente como un ‘problema’. (Gravano, 1988: 142) Por su cuenta, la “dimensión temporal” nos revela que la gente subordina los significados de lo que para ellos es su barrio a lo que el barrio era “antes”. En este sentido, Gravano se cuestiona: “¿Qué eficacia tiene ese ‘antes’ para describir el presente?”. (Gravano, 1988: 143) El autor se aboca entonces al análisis de ese “pasado” y al papel que juega en la subordinación de todos los significados a él. Gravano aclara que, en principio, ese “pasado” no se identifica necesariamente con la historia cronológica y referencial del 29 barrio: “Es un ‘antes’ cuya función principal consiste en oponerse al ‘ahora’ negativo y convertir cada atributo en un valor distintivo de ese barrio (…) el ‘antes’ funciona como eje de la distinción de lo barrial y lo no barrial.”. (Gravano, 1988: 143) Ese “antes” de la oposición con el “ahora” puede abarcar una franja temporal desmesuradamente extensa, es un “antes” que refiere a una “época” indeterminada en el tiempo cronológico y fundamentalmente es el resultado de la oposición con el “ahora”. Gravano categoriza esa época y la define así: Bien, esa época del ‘antes’ aparece en los discursos como totalmente ‘natural’, no problematizada y cumpliendo el papel de ‘solución’ a determinados problemas. Esa época, tiene la función de homogeneizar e identificar la imagen del barrio y sirve a su vez para marcar las heterogeneidades internas del mismo barrio, se constituye en la ‘base’ con que la gente construye la identidad que tiene como referente al barrio. Por eso la llamamos ‘época base de la identidad barrial’.”. (Gravano, 1988: 146) A partir de estas afirmaciones, Gravano concluye que: “La época simbólica que vertebra valores con los que se define que tal o cual barrio es ‘un barrio’, nos obliga ya a concebirlo no sólo como ‘espacio’. El barrio como ‘espacio’ está subordinado al barrio como tiempo-ethos, con capacidad para construir ideológicamente una identidad.”. (Gravano, 1988: 147) Un elemento importante para comprender la dinámica del “eje temporal” es la juventud del barrio, que en este caso aparece como opuesto necesario de los valores que le han sido atribuidos a lo largo del tiempo. Dicha juventud es categorizada por Gravano como una “juventud simbólica”: […] que cumple el papel de oponerse a la juventud de la ‘época base’. No es un grupo de edad, una variable necesariamente ‘real’. El enfrentamiento o la contradicción sobre la cual se edifica la identidad barrial no es entre los ‘viejos’ del barrio y los ‘jovenes’ del barrio sino, en todo caso, entre los ‘jóvenes de antes’ y los ‘jóvenes de ahora’. (Gravano, 1988: 149) 30 Sin embargo, estos “jóvenes de ahora”, que representan a ese “ahora” negativo, ponen en peligro literalmente la reproducción de los valores que forman parte del “eje axiológico de la identidad barrial” y conforman así el “riesgo de ruptura”. De esta manera, los jóvenes ocupan la posición de oponentes al paradigma con el cual se construye la identidad del barrio pero, sobre todo, ocupan el lugar de lo opuesto a la “época base”. Sin embargo, aunque los jóvenes representan la posible ruptura de la identidad barrial, paradójicamente también desencadenan el esfuerzo por reafirmarla: “… es precisamente el riesgo de ruptura el que provoca la necesidad de la reproducción en el tiempo de la red de la época base (…) el riesgo de ruptura es, por lo tanto, el ‘motor de la reproducción de la identidad barrial’.”. (Gravano, 1988: 148) En este sentido, si de lo que se trata es de reproducir esos valores en el tiempo y a pesar del tiempo, es decir, producirlos en el presente a pesar del “ahora” negativo que se opone a esos mismos valores, el presente quedará necesariamente subsumido en el pasado; a este proceso Gravano lo denomina como la “deshistorización” de la identidad barrial. Otra dimensión importante para el análisis del “eje axiológico de la identidad barrial”, es la que tiene que ver con los “otros”; los que son de otros barrios, los de fuera o simplemente los que representen de algún modo al exterior. Esta dimensión se conecta directamente con la noción del “arraigo”, principal valor a través del cual se establece esta distinción; así la gente distingue taxativamente quienes forman parte del barrio y quienes no. Al igual que los jóvenes de “ahora”, estos “otros” también representan el “riesgo de ruptura” de los valores del “eje axiológico de la identidad barrial”: 31 […] un elemento que concurre en los discursos cada vez que los vecinos se refieren a ‘esos’, es el no considerarlos como ‘del barrio’: ‘no son de acá’, ‘vienen de allá’, de ‘otros lados’. Es una especie de ‘expulsión’ expiatoria del barrio porque (las barritas)11 son el oponente de los valores que componen lo barrial que tiene el barrio. (Gravano, 1988: 152) Esto es así porque para Gravano, “… hay una diferencia entre el barrio referencial y el barrio como ‘valor’. Al primero lo llamamos ‘barrio’, y al segundo ‘lo barrial’.”. (Gravano, 1988: 147) Debido a que estos “otros” no comparten la ideología con que se construye la identidad barrial; se conforman también en el motor interno que garantiza la reproducción de la misma: […] La ‘barrita juvenil’ pone en peligro la reproducción de la época base porque actualiza ese antes en el ahora, pero lo ‘historiza’ al hacerlo presente en el presente. Implica un riesgo porque ese antes pasa a ser, con la ‘barrita’, el ahora y, de consumarse esto, la identidad cuya base es ese antes, podría dejar de existir (…) la ‘barrita juvenil’ representa lo heterogéneo dentro del barrio que no logra romper la homogeneidad funcional del eje axiológico, precisamente porque es el que lo contradice internamente y, de esta manera, ‘lo pone en marcha’. (Gravano, 1988:152- 153) Para el autor, estos “otros” son lo “extraño adentro” del barrio y por eso se les “expulsa” ideológicamente: […] cumpliendo fielmente ese ‘destino’ de ‘barrita juvenil’ como peligro necesario para la propia existencia de la identidad, el mismo paradigma de la identidad la ‘envía’ afuera (‘no son de acá’), hacia lo que no constituye un peligro, hacia el afuera 11 Las barritas son grupos de jóvenes que se reúnen un puntos específicos del barrio, como plazas o esquinas. 32 ideológico, hacia la diferenciación no peligrosa, en un juego que nunca acaba, a riesgo real de romper la identidad. (Gravano, 1988: 153) Por otro lado, Gravano anota que a la “deshistorización” del presente se opone siempre el mundo objetivo, esto trae consigoel surgimiento de paradojas y contradicciones que lo simbólico no puede siempre resolver: Por medio de las paradojas y contradicciones se pone al descubierto el mundo objetivo ante el cual actúa la ideología, el mundo de ‘problemas’ que provocan la necesidad de esta construcción ideológica como un producto histórico (…) conforman en conjunto las ‘contrariedades’ o escollos que debe ‘vencer’ el paradigma. (Gravano, 1988: 154) Entre estas “paradojas” y “contradicciones” el autor analiza las siguientes relaciones de oposición: barrio y familia; barrio y cambio y barrio y delito. Como anoté más arriba, estas relaciones de oposición serán construidas en función de los valores que constituyen el eje axiológico en cada caso. Las que presenta en esta ocasión el autor, no pueden ser elevadas al rango de universales; sin embargo, si representan una guía para los análisis que tengan en el barrio su referente. La ideología que en este caso fundamenta a la identidad barrial, deberá intentar resolver estas contradicciones a través de una simbología eficaz; de no lograrlo, se corre el peligro de perder la continuidad, de sucumbir. El éxito en la solución constituye una garantía, al menos parcial, para la continuidad de lo barrial. Para terminar, Gravano plantea que esta solución simbólica, surge como una alternativa ante la carencia de control de los actores sociales del barrio sobre fenómenos como los representados por las parejas de contradicciones ya señaladas, mismas que se presentan como obstáculos para la continuidad de la identidad barrial: 33 El resultado de nuestros estudios (…) establece que la identidad barrial enfrenta y sale al cruce de la carencia de control de algunas condiciones de existencia de los sectores populares que conforman socialmente esos barrios. (Gravano, 1988: 164) Hasta aquí concluyo la exposición de la teoría de Ariel Gravano acerca de “La identidad barrial como producción ideológica”. A partir de sus planteamientos surge la necesidad de acotar en términos históricos al barrio de Tepito; este será el objetivo del siguiente capítulo. De esta delimitación será posible inferir los valores con los que he de construir más adelante el eje axiológico de la identidad del barrio. 34 CAPÍTULO 2 EL BARRIO DE TEPITO: UN MITO QUE VIVE Y SOBREVIVE El barrio de Tepito ha sido considerado por muchos, como uno de los barrios más antiguos y tradicionales de la Ciudad de México, su historia nos presenta a un barrio cargado de particularidades que lo hacen diferente a los demás. Muchos son los rasgos a partir de los cuales se ha pretendido describir la realidad social que se teje en su interior. Esta situación ha contribuido a la formación paulatina de un mito cargado de distintas significaciones. Tepito se mueve entonces entre una serie de imaginaciones y evocaciones que se combinan con hechos reales, de tal forma que su imagen ha trascendido en el tiempo. Sin embargo, el barrio ha sufrido diversas transformaciones a lo largo de las últimas décadas y hasta el día de hoy no ha podido despojarse de esa fama de marginalidad que lo identifica; de este modo, el barrio de Tepito ha forjado una leyenda que no ha dejado de llamar la atención de propios y extraños. 2.1 Perspectiva histórica del barrio de Tepito Los orígenes de la zona geográfica en que se localiza Tepito se remontan a la época prehispánica de la Ciudad de México, más exactamente en lo que otrora fueran los terrenos de la parcialidad de Tlatelolco. Alfonso Caso en su texto Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco (1955), retoma los datos procedentes del plano hecho por: “… el Alférez don Ildefonso Iniesta Bejarano, Alfarife mayor, en el que Alzate en 1789 puso la localización de México y Tlatelolco y algunos sitios importantes para la historia de la 35 Conquista de estas ciudades.”. Asimismo recupera otras fuentes12 para establecer la localización completa de los barrios. (Caso, 1955: 11) De acuerdo al autor, en Tlatelolco los barrios indígenas no desaparecieron como en Tenochtitlan, precisamente porque no hubo traza, lo que les permitió conservar hasta fines del siglo XVIII sus nombres antiguos. Así, el área de lo que es actualmente el barrio de Tepito, se conformaba por cuatro de los barrios tlatelolcas; éstos eran: - Mecamanilco (lugar donde tuercen cuerdas o sogas). Al Norte limitaba por la hoy calle de Matamoros y su prolongación hasta llegar a la Avenida del Trabajo; al Este por la misma avenida; al Sur por Héroes de Granaditas y al Oeste por la calle de Florida y el Jardín Fray Bartolomé de las Casas. - Atenantitech (bordo o calzada). Limitada al Norte por la calle de Matamoros, más o menos antes del cruce con la calle Real de Santiago, de aquí una línea al Norte hasta la prolongación de Rivero y por ésta hasta Santa Lucía; al Este por una línea que fuera la prolongación Sur de la calle Santa Lucía, luego una línea irregular hasta González Bocanegra y después por República de Brasil; al Sur con la calle de Órgano y al Oeste con la calle de Comonfort. - Atenantitlán (orilla del agua). En donde se ubica actualmente la iglesia de la Concepción Tequipehucan, limitando al Norte por la calle de Canal del Norte; al Este por la Avenida del Trabajo; al Sur por el barrio Mecamanilco y una línea quebrada que va del cruce de las calles de Toltecas y Matamoros hasta más o menos el cruce de las calles de Peñón y Jesús Carranza; y al Oeste esta misma calle. - Tecpocticaltitlan (lugar de paredes o casas sin techos o lugar donde está el telpochcalli). Limita al Norte con la calle de Manuel González y Canal del Norte; al Este con Jesús Carranza; al Sur con Peñón hasta Santa Lucia y las calles de Rivero 12 Entre esas “otras fuentes” menciona a Betancourt y el Memorial de Londres. 36 y su prolongación hasta encontrar una línea que fuera de las calles de Adelina Patti. (Caso, 1955: 34-36) Mecamanilco fue conquistado y adherido a Tenochtitlan en 1477 y con ello: “… cumplió la función de centro comercial después de haber sido conquistada y sometida, por lo que también se le conocía como tepitzin o tepitóyotl, lugar pequeño al lado del gran Tlatelolco.”.13 (Jarquín, 1994: 45-46) Más tarde, para el año 1524, la ciudad novohispana fue reedificada después de la guerra de la conquista. Una de las primeras acciones del gobierno español fue redefinir el uso de suelo urbano. El “jumétrico” Alonso García Bravo, reconocido por varios autores como el “primer urbanista” de México, realizó la nueva traza de la ciudad en la que los barrios de Tlatelolco no quedaron incluidos. Por esta razón, los barrios antiguos que conformaron lo que hoy es Tepito, se mantuvieron prácticamente intactos en su delimitación y en sus denominaciones. (Caso, 1955: 112) La traza de la ciudad se sustentaba sobre la separación de los miembros de la nueva sociedad. La división administrativa de tipo religioso constituyó la base primordial de la estructura urbana y del sentido de pertenencia comunitario: […] la traza o primer cuadro, que coincidía con el área destinada al antiguo centro ceremonial y de gobierno azteca fue ocupado por iglesias, residencias, escuelas y oficinas de la población española. Esta zona estaba separada del resto de la ciudad por acequias que formaban un foso; fuera de este límite se instaló a la población indígena, a la que se dividió en parroquias. A pesar de su cercanía física, Tepito estaba fuera de la traza y los únicos beneficios que recibió fueron la construcción de tres templos en los sitios donde había santuarios indígenas: Santa Ana, San Francisco Tepito y Concepción Tequipehucan. Ante la indiferencia gubernamental los habitantes
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