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La-formacion-del-estado-posrevolucionario-en-Mexico-1917-1940

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES 
 
 
LA FORMACIÓN DEL ESTADO 
POSREVOLUCIONARIO EN MÉXICO (1917-1940) 
 
TESIS 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LICENCIADO EN SOCIOLOGÍA 
 
PRESENTA 
ZURIEL CRUZ VARGAS 
 
ASESOR 
DR. JERÓNIMO HERNÁNDEZ VACA 
 
 
 
MÉXICO, D.F. 2015 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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A mi padre, Noel, 
por todos los principios y valores enseñados. 
 
A mi madre, Paula, 
mi más entrañable maestra. 
 
A mi hermana, Mely, 
quien hace este mundo divertido. 
 
Al señor Julián (Q.E.P.D) y a Paty, 
por su cálida amistad en estos años. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
ÍNDICE 
 
Introducción ............................................................................................................................ 4 
Capítulo I Antecedentes........................................................................................................ 13 
1.1 El conflicto entre facciones revolucionarias ............................................................... 15 
1.2 La Convención de Aguascalientes .............................................................................. 30 
1.3 La derrota del zapatismo y el villismo ........................................................................ 38 
Capítulo II Bases principales de construcción ...................................................................... 47 
2.1 Bases jurídicas ............................................................................................................ 52 
2.2 Bases militares ............................................................................................................ 59 
2.3 Bases políticas ............................................................................................................. 68 
2.4 Bases sociales ............................................................................................................. 77 
Capítulo III Elementos del sistema político ......................................................................... 88 
3.1 El presidencialismo ..................................................................................................... 90 
3.2 El partido oficial ......................................................................................................... 97 
3.3 El corporativismo ...................................................................................................... 104 
3.4 La concentración del poder político .......................................................................... 112 
Capítulo IV Populismo en México ..................................................................................... 122 
4.1 El caudillismo ........................................................................................................... 125 
4.2 El nacionalismo revolucionario ................................................................................ 130 
4.3 El movimiento obrero ............................................................................................... 138 
4.4 El movimiento campesino ........................................................................................ 145 
Conclusiones ....................................................................................................................... 153 
Bibliografía ......................................................................................................................... 157 
 
4 
 
Introducción 
 
El proyecto de investigación se sitúa en un intento por develar los elementos principales 
que favorecieron la construcción del Estado en México al fin de la Revolución Mexicana, y 
también por explicar la importancia de cada uno de los mismos. La delimitación temporal 
se limita a abordar el periodo comprendido entre 1917, con la promulgación de la nueva 
Constitución Política y el ascenso a la presidencia de Venustiano Carranza, hasta 1940 con 
la culminación del gobierno de Lázaro Cárdenas. La delimitación temporal responde a la 
consideración de que en dicha etapa se realiza la construcción del Estado posrevolucionario 
con los elementos primordiales que subsistirían hasta la construcción del proyecto 
neoliberal en 1982. El marco histórico permite tomar al periodo 1917-1940 como un 
proceso de construcción bajo el cual se ordena el nuevo proyecto de Estado, sin embargo 
ello no se traduce en una etapa homogénea y subsecuente, sino más bien en un periodo de 
transformaciones paulatinas con contradicciones dentro de sí. 
 
Dada la condición histórica del Estado, los cambios en su configuración se presentan a lo 
largo de su existencia: de acuerdo a factores internos emanados de las transformaciones de 
la sociedad nacional y por las relaciones entre los distintos sectores que la conforman, o por 
factores externos en el marco de las relaciones internacionales; sin embargo, estos cambios 
pueden ser susceptibles de una prolongada durabilidad en tanto permiten el funcionamiento 
del Estado. Por consiguiente, el planteamiento del problema de investigación se configura 
por el cuestionamiento sobre cuáles son las características y componentes que participaron 
en la formación del Estado posrevolucionario. La consideración principal para el desarrollo 
del proyecto de investigación se encuentra en la necesidad del estudio de la configuración 
del Estado posrevolucionario en México, para el entendimiento de los cambios que se 
generaron en su interior. Es preciso señalar que el conjunto de componentes y 
características del mismo permitieron la consolidación de un nuevo proyecto de Estado que 
permanecería, en términos generales, en el ordenamiento de México, organizando a las 
esferas de la política, la economía y la sociedad. De ello se deriva el interés por explicar el 
por qué un conjunto de elementos permitieron la consolidación de un nuevo proyecto de 
Estado. Además, como acertadamente escribiera Arnaldo Córdova en su artículo La 
5 
 
historia, maestra de la política: “Nuestra época, nuestro tiempo histórico, está marcado por 
ese fenómeno de trascendencia no sólo nacional sino también continental que es la 
Revolución mexicana. La problemática que ella inaugura se eslabona, como resultado, con 
el periodo del Estado oligárquico porfirista (1876-1911) y define el periodo sucesivo, 
política, social, económica y culturalmente, que hoy a través de grandes transformaciones 
sucesivas seguimos viviendo. No es extraño que el problema de la historia que hoy 
hacemos sea, por antonomasia, el de la Revolución mexicana: es nuestro referente, 
pensamos a partir de ella, nos movemos por ella o contra ella, en ella y por ella actuamos, 
sobre ella indagamos el pasado, incluso el más remoto, en ella fincamos nuestro desarrollo 
futuro, parecido o diferente a ella; por ella somos lo que somos; ella ha acabado 
identificándonos como un pueblo y una nación”1. 
 
Nuestra percepción más inmediata del periodo subsecuente a la Revolución Mexicana, 
denota un panorama complejo de personajes históricos, procesos y elementos que dotaron 
de contenido a la nueva forma de Estado en México, donde la presencia del conflicto no se 
limita a sectores de la sociedad en loespecífico, sino que engloba al conjunto de los 
mismos en un entramado de cambios significativos. Las transformaciones ocurridas no se 
presentaron como una serie subsecuente de eventos, sino que fueron presentándose 
paulatinamente y con problemas propios de su instauración, de ahí que el conflicto sea una 
constante en la consolidación del proyecto de Estado. Abordar el problema del Estado 
posrevolucionario implica la concepción de que el Estado es un elemento histórico 
susceptible de cambio en sus componentes y características que le otorgan una 
especificidad temporal y espacial. Aunado a ello, no se puede desconocer el papel central 
del Estado en el ordenamiento de la vida social, política y económica de un país, por tanto, 
retomar como elemento primordial al Estado requiere dotarlo de una especificidad propia 
sin desconocimiento de su relación con otros elementos de la sociedad. A partir de lo 
anterior, un estudio del Estado posrevolucionario que busque interpretar su configuración 
debe prestar especial atención a las bases que lo dotan de contenido, a los elementos que 
marcan su funcionamiento y al conjunto de principios que lo justifican. 
 
 
1 Córdova, Arnaldo, “La historia, maestra de la política”, en Pereyra, Carlos; Villoro, Luis; González, Luis; 
Blanco, José Joaquín; et. al., Historia ¿Para qué?, Siglo XXI, México, 2007, p. 133. 
6 
 
En este sentido, la apelación a un marco interpretativo debe encausarse en la riqueza 
conceptual que éste ofrezca para los objetivos del proyecto de investigación en cuestión. La 
tradición marxista en el tratado del tema del Estado resulta indispensable al momento de 
situar un proyecto de investigación sobre el Estado posrevolucionario. Entender para 
describir y explicar lo acontecido, durante y después de la Revolución Mexicana, ha sido 
uno de los pilares teóricos más complejos en México, su estudio desde distintas corrientes 
hace de la Revolución uno de los elementos centrales para entender qué es México; 
empero, dado que es abordado desde distintas ópticas, no es posible un consenso 
generalizado de una explicación más allá de los acontecimientos y hechos históricos, esto 
es, qué fue realmente la Revolución, cómo es posible categorizarla dentro de los 
movimientos sociales: como una revolución propiamente o como una reforma en lo 
general. Es en este contexto en que se halla la interpretación marxista, con diversos autores 
que buscan una explicación de la Revolución a partir de categorías marxistas con el fin de 
ofrecer una de las múltiples respuestas a qué fue la Revolución. Entre los autores más 
relevantes en México se encuentran Arnaldo Córdova y Adolfo Gilly, sólo por citar 
algunos, quienes realizaron estudios importantes sobre lo referente a la Revolución 
Mexicana. 
 
El objetivo general de la investigación persigue una caracterización del Estado 
posrevolucionario a partir del estudio de: sus antecedentes históricos, esto es, el periodo de 
la Revolución Mexicana (1910-1917); un bosquejo de sus principales bases de 
construcción; sus componentes primordiales de funcionamiento, referidos al sistema 
político; y su marco ideológico de justificación. Los objetivos secundarios buscan: develar 
los procesos relevantes en la construcción de las bases del Estado, en materia jurídica, 
militar, política y social, a fin de establecer los mecanismos que fungieron como sustento 
del nuevo proyecto de Estado en la medida en que dotan de contenido al mismo; asimismo, 
se analiza al presidencialismo, el partido oficial, el corporativismo y la concentración del 
poder político, como los elementos del sistema político, ejes articuladores para el ejercicio 
del poder por los presidentes del periodo 1917-1940; y finalmente, se señala al populismo, 
de acuerdo a un concepción propia de los gobernantes posrevolucionarios, como marco 
ideológico general del nuevo proyecto. La hipótesis central dicta que las bases jurídicas, 
7 
 
militares, políticas y sociales establecidas, sus componentes desarrollados dentro del 
sistema político y el populismo como marco ideológico floreciente, se establecen como 
elementos sustanciales para una explicación de la formación del Estado posrevolucionario 
en tanto son capaces de explicar su funcionamiento y su duración como proyecto de Estado 
en México. Consiguientemente, las hipótesis secundarias son: a) El presidencialismo se 
convirtió en una característica general a lo largo del proceso de formación del Estado 
posrevolucionario; b) La concentración del poder político obedecía a una necesidad para la 
instauración del nuevo proyecto; c) El populismo permitió la vinculación del Estado 
posrevolucionario con las masas populares en tanto les otorgó concesiones y derechos, lo 
que permitió su distinción respecto del Porfiriato; d) Cada uno de los presidentes 
revolucionarios del periodo 1917-1940, contribuyó con elementos específicos que 
favorecieron la consolidación del Estado a partir de sus bases jurídicas, militares, políticas 
y sociales. 
 
En tanto el presente proyecto se inscribe dentro de una investigación de tipo histórico, 
requiere para su desenvolvimiento la revisión de bibliografía acorde al tema de interés, el 
carácter propio de este tipo implica necesariamente la selección del material que se 
considere pertinente para el acceso al tema en específico. El modelo heptagonal que Mario 
Bunge presenta en Buscar la filosofía en las ciencias sociales cumple con las expectativas 
para quien desee realizar una investigación de corte histórico. Precisamente el proyecto 
personal de investigación requiere la aplicación del modelo heptagonal, aun cuando ello no 
pareciera deliberadamente nuestra decisión. La primera de estas categorías es la lógica, 
referida a la estructura propia de los constructos que se llevan a cabo en las ciencias 
sociales, que deberán ser entendibles según la forma correcta de su construcción; es decir, 
deberá existir un orden coherente que enlace conceptos, términos e ideas. La segunda está 
referida a la semántica en el estudio de los conceptos de un cuerpo teórico, los cuales 
deberán responder a un sentido y a un significado según un contexto teórico determinado; 
procurando que impidan lo que el mismo Mario Bunge denominaría como “oscurantismo 
filosófico”2, es decir una vaguedad en cuanto al significado de los conceptos que tan 
comúnmente son usados aun sin saber lo que realmente significan, fundamentalmente 
 
2 Para una lectura completa del concepto referido véase: (Bunge, Mario, Buscar la filosofía en las ciencias 
sociales, Siglo XXI editores, México, 1999, pp. 89-95). 
8 
 
cuando todavía no existe una teoría que agrupe al concepto en cuestión; de ahí la necesidad 
de especificar en qué contexto es usado un concepto para poder delimitar así su significado 
y su sentido. La tercera categoría es la gnoseología, que representa la forma de construcción 
de una teoría, y también de su metodología, permitiéndonos la comprensión de la 
observación, el razonamiento, la posible especulación o intuición en el desarrollo de dicha 
teoría; en forma concreta busca explicar cómo ha sido formado tal o cual constructo 
teórico.3 
 
La cuarta categoría representa a la metodología, elemento central dentro de las ciencias 
sociales y a la cual parece relegarse en ciertos momentos, empero viene a representar el 
acceso a los datos y a la información para la construcción de una teoría en su conjunto y de 
una investigación en lo particular; puede entenderse como un “manual” para la 
operacionalización de una investigación, no sólo teórica sino empírica, representando una 
suerte de síntesis entre ambos elementos. La quinta categoría corresponde a la ontología, 
que a mi parecer, representa uno de los campos filosóficos más complejos pues responde a 
esos grandes cuestionamientosfilosóficos respecto al mundo, la sociedad y los individuos; 
su característica principal resulta en la abstracción, y por lo tanto representa el estudio de la 
naturaleza de las cosas en su forma general. La penúltima categoría es la axiología, atiende 
al estudio de los valores dentro de las ciencias sociales y dentro de una teoría en lo 
específico, ella deberá responder a los cuestionamientos de la necesidad o no de los valores 
en la investigación, y aún más, deberá velar si dentro de los conceptos mismos existe ya 
una carga valorativa que en su uso se explicita. Finalmente, la última categoría está 
representada por la ética, la cual debe examinar los códigos de conducta de los 
investigadores sociales al cuestionar sus intenciones respecto a la construcción de una cierta 
teoría o a la defensa de una cierta posición teórica; elemento esencial pues hoy en día, se 
puede considerar, no es posible mantenerse al margen de los asuntos de la sociedad.4 
 
Por tanto, será necesario hacer mención de tres categorías esenciales que sobresaldrán, 
especialmente en el proyecto de investigación, siendo éstas las categorías de la ontología, la 
semántica y la axiología. Con la ontología se buscará responder a la interrogante ¿Cuál es la 
 
3 Ibídem, pp. 20-21. 
4 Ibídem, pp. 21-23. 
9 
 
forma del Estado posrevolucionario?, aunque primeramente se deberá responder a la 
interrogante ¿Qué es el Estado? Y ¿Cuáles son sus componentes y características que lo 
dotan de contenido? Por el lado de la semántica implicará el correcto uso de los conceptos, 
consecuentemente habrá que definir al Estado (como teoría) para luego definir al Estado 
posrevolucionario (como objeto empírico), implicando conceptos como poder político, 
presidencialismo, populismo, por mencionar algunos, que deberán estar contextualizados 
bajo un marco teórico. Lo anterior nos llevará a la axiología, pues esos mismos conceptos 
parecen englobar valores en sí mismos y no como parte de una teoría, más de lo que se 
tratará es que se acerquen a lo segundo: tener una carga valorativa pero bajo una teoría y no 
por las palabras mismas. 
 
La división temática del proyecto de investigación se desarrolla en cuatro capítulos que 
convergen en el proceso general de formación del Estado posrevolucionario. En el primer 
capítulo, titulado “Antecedentes”, se desarrolla un estudio de la Revolución Mexicana, 
inaugurada en 1910, para la comprensión de los principales momentos y procesos que en 
ella se generaron, iniciándose con las causas del alzamiento popular y el desarrollo de la 
lucha armada, prosiguiendo con las tensiones surgidas desde el triunfo sobre el porfirismo 
hasta el conflicto entre facciones revolucionarias, finalizando con las razones por las cuales 
la facción constitucionalista enarbolaría el nuevo proyecto de Estado. El segundo capítulo, 
“Bases principales de construcción”, analiza los principales elementos que dotan de 
contenido al nuevo proyecto de Estado y que son necesarios para su existencia: a) Bases 
jurídicas, concentradas en la promulgación de la Constitución de 1917 y que 
institucionalizan el nuevo orden social; b) Bases militares, como el proceso implicado en la 
instalación de un nuevo ejército federal sobre las fuerzas revolucionarias triunfantes, en el 
marco del fortalecimiento del Estado; c) Bases políticas, respecto a las dificultades 
acaecidas en la organización del bloque revolucionario; d) Bases sociales, donde se señalan 
los mecanismos necesarios para la satisfacción de las demandas populares. El capítulo 
tercero, “Elementos del sistema político”, examina aquellos elementos sustanciales que 
garantizan el funcionamiento del Estado: en primer término un presidencialismo fuerte que 
limita y disminuye las facultades de los poderes legislativo y judicial; en segundo, la 
existencia de un partido oficial que funge como sostén político del Estado; el tercer 
10 
 
elemento, el corporativismo caracterizado por la política de masas, en donde el Partido 
oficial designa control sobre las organizaciones a fin de convertir a las mismas en sus bases 
de apoyo; finalmente, la concentración del poder político, mecanismo por el cual, gracias a 
sus bases de apoyo, el Estado no sólo logró centralizar el poder por la coerción sino 
también logró su consenso. Por último, el cuarto capítulo, “Populismo en México”, ahonda 
en las dimensiones derivadas del populismo como marco ideológico del Estado, 
caracterizándose por el caudillismo, el nacionalismo revolucionario y, derivado de la 
política de conciliación de clases, las modalidades adoptadas por el movimiento obrero y el 
movimiento campesino. 
 
Por otra parte, se considera la pertinencia de hacer explícitas cuáles son las limitaciones 
propias de la presente investigación, negar la existencia de las mismas puede resultar en un 
recurso poco productivo para entender alcances y limitaciones. En consecuencia, la 
congruencia con que se desarrollen los capítulos subsecuentes deberá corresponder al 
conocimiento que de las limitaciones se tiene, de otro modo el objetivo principal no podrá 
ser alcanzado y las hipótesis surgidas no serán sujetas a comprobación. La validez del 
escrito no puede situarse en términos de la discusión sobre la objetividad (imparcialidad), 
pues ésta se encuentra inmersa en implicaciones de diversa índole como política, ideológica 
o de percepción; consiguientemente, lo “objetivo” estará en estrecha dependencia de la 
hermenéutica. Por tanto, la consideración de objetividad dependerá de los sujetos tanto más 
que de las investigaciones. Ante ello, Gino Germani, en el prólogo a La imaginación 
sociológica, dirá que: “Una clara conciencia teórica en cuanto a las implicaciones 
ideológicas del propio pensamiento y una actitud vigilante orientada exclusivamente en la 
búsqueda de la verdad constituyen dos condiciones esenciales de todo quehacer científico. 
La imparcialidad absoluta es quizá tan sólo una meta ideal hasta cierto punto inalcanzable, 
pero la honestidad moral y la claridad intelectual […] son calidades indispensables para el 
investigador.”5 Consecuentemente, la coherencia entre los marcos teóricos a utilizar y los 
aspectos empíricos a observar deberán ser quienes determinen la validez de la presente 
investigación. 
 
 
5 Wright Mills, Charles, La imaginación sociológica, FCE, México, 2009, p. 17 
11 
 
Un primer tipo de limitaciones son aquellas que podemos englobar como limitaciones del 
lenguaje. La lengua española es sin duda vasta para ofrecer conceptos, términos y nociones 
sobre la realidad, sin embargo ninguna lengua es lo suficientemente vasta como para dar 
cuenta de la realidad en su conjunto, el sentimiento dictado por el sentido común en cuanto 
hace mención de que “faltan palabras para explicar algo”, encuentra también un reflejo en 
la investigación social, donde también la realidad supera a las palabras que la pueden 
aprehender. Aunado a ello, conviene señalar que estamos imposibilitados para “crear” 
nuevas palabras, de ahí que la aplicación de conceptos puede no coincidir con una realidad 
específica en estudio; por ejemplo, al estudiar las formas de organización anteriores a la 
conquista de América, se suelen usar conceptos como Imperio, Federación, República, sólo 
por mencionar algunos, los cuales sin duda responden a una tradición teórica más que a una 
representación de la realidad. Sin embargo, la convención en su uso debe mantener especial 
cuidado en la aclaración del mismo, siendo primordial el uso correcto de las palabras en 
situaciones determinadas. 
 
Un segundo tipo de limitaciones se agrupan en las limitaciones del objeto, están 
estrechamente relacionadas con situar los límites observables de un objeto no tangible. 
Dado que el Estado no es una entidad en la realidad que pueda ser accesibleinmediatamente, se requiere de su identificación a través de componentes, características y 
estructura del mismo, en este sentido el acceso al objeto está limitado por los marcos 
teóricos a los que se hiciera referencia y a las observaciones propias del investigador, 
derivando en una identificación posible del objeto antes que en la identificación conclusiva 
del objeto. Consecuentemente, las identificaciones del objeto de estudio serán variadas, por 
lo que el cuidado en su señalización deberá ser un camino a seguir en pos de un 
acercamiento correcto. Al respecto del presente proyecto, los aspectos económicos superan 
los objetivos planteados en el reconocimiento de la formación del Estado 
posrevolucionario, por lo que su atención será limitada sin que ello se traduzca en una 
minimización de su importancia. 
 
El tercer tipo de limitaciones está referido como las limitaciones de las fuentes, para lo cual 
es necesario recalcar que las investigaciones sociales requieren de un alejamiento de las 
12 
 
percepciones dictadas por el sentido común sin que necesariamente se contrapongan a ellas. 
El acercamiento a fuentes teóricas requiere de su aceptación como válidas en el estudio de 
un objeto y por lo tanto sirven de referencia en la medida en que se busca demostrar 
afirmaciones o hechos, en este sentido se convierten en lo que Anthony Weston define 
como autoridades, sobre las que nos basamos para argumentar; consecuentemente, el 
acceso a las fuentes debe darse por su confiabilidad y su validez aceptada6. Ahora bien, en 
la presente investigación el acceso a las autoridades no está dado únicamente por autores 
teóricos, sino también por quienes abordan al Estado desde una posición dentro del mismo 
y por quienes lo hacen frente al mismo, en consecuencia, la observancia de las fuentes 
deberá ser precisa y cuidadosa a fin de evitar información distorsionada. 
 
Finalmente, la coherencia entre los conceptos teóricos que se han utilizado en el trabajo, y 
los aspectos empíricos encontrados en este periodo histórico, 1917-1940, se consideran 
capaces de otorgar validez al trabajo presente. Comprensiblemente, no buscamos algo 
nuevo y diferente a lo que han encontrado los autores más importantes en el tema 
desarrollado, sino que aprovechamos sus aportaciones teóricas y metodológicas para 
reconstruir, desde la sociología, un periodo histórico vital: la construcción del Estado 
posrevolucionario. En esencia, pensamos que hubo una crisis en el bloque gobernante 
porfirista, al no poder sus componentes sustituir al viejo dictador Porfirio Díaz por medios 
electorales. Entonces, la lucha por el poder se resolvió por medios violentos, hasta que el 
grupo constitucionalista, liderado por Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, ganó el 
poder con el apoyo de las masas campesinas, e instauró una nueva Constitución; con 
aquéllas y con ésta, el grupo constitucionalista construyó un nuevo bloque gobernante, y 
éste, a su vez, reconstruyó el Estado apoyado en las masas populares, obreras y campesinas, 
dotándolas de reformas sociales para adherirlas al proyecto político del grupo 
constitucionalista: desarrollar el capitalismo en México a base de reformas económicas de 
tinte nacionalista, sin romper con el imperialismo, especialmente con el estadounidense, y 
con un Estado interventor, creador de empresas. 
 
 
6 Weston, Anthony, Las claves de la argumentación, Ed. Ariel, Barcelona, 1998, p. 55-65. 
13 
 
Capítulo I Antecedentes 
 
El lema de Porfirio Díaz “Paz, orden y progreso” tiende a bien resumir los objetivos 
perseguidos durante su administración para el crecimiento y desarrollo de México; empero, 
los costos sociales emanados de las decisiones tomadas derivaron en un país caracterizado 
por la miseria y la opresión de su población. El México rural correspondía al panorama 
general del país, población a quien los beneficios del régimen porfirista no llegó a 
beneficiar a lo largo de su existencia. La situación no era más favorable para los 
trabajadores fabriles, mineros, ni tampoco para las clases medias. 
 
En la antesala de la última reelección del general Porfirio Díaz, se gestó al interior del país 
un cúmulo de factores económicos, políticos y sociales que a la postre derivarían en una 
situación de inestabilidad. La crisis económica acaecida en 1907-1908 agravó las 
condiciones sociales imperantes en los distintos sectores productivos del país, la 
pauperización de la vida no recayó exclusivamente en la población rural, sino también se 
hizo extensiva a la incipiente clase obrera, así como a los demás trabajadores mexicanos. 
Los movimientos sociales en respuesta a la ausencia de derechos y, aún más, a la ausencia 
de condiciones mínimas de existencia derivaron en huelgas, paros y motines, frente a los 
cuales la represión se tornó en su respuesta. La pacificación del país a través de la 
violencia, desembocaba en su último periodo de funcionalidad en la primera década del 
siglo XX con la acentuación de las movilizaciones populares. Si para febrero de 1908, en 
entrevista con el periodista James Creelman, Porfirio Díaz “jactábase de haber logrado su 
propósito organizando un país nuevo, fuerte, apto para el gobierno propio, y declaraba 
finalmente que, concluída su obra, retiraríase á la vida privada á disfrutar el bien ganado 
reposo y recrearse ante el espectáculo inefable de su grande obra política”7. A partir de 
dicha entrevista, se entreabría la posibilidad del cambio político en el seno del bloque en el 
poder; empero, las declaraciones del Presidente Díaz no favorecieron la integración de 
quienes podrían aspirar a dicho cambio, por el contrario, intensificaron las tensiones del 
bloque en el poder: por una parte agrupados en torno a la figura del general Bernardo Reyes 
y por la otra aquellos pertenecientes al grupo de “los científicos”. La fractura en el bloque 
 
7 Lara Pardo, Luis, De Porfirio Díaz a Francisco I. Madero. La sucesión dictatorial de 1911, Instituto 
Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1985, p. 126. 
14 
 
se iniciaría entonces en la aspiración por la Vicepresidencia de la República, bajo la 
premisa de que una vez accedida a ella sería posible el acercamiento a la Presidencia, así se 
convencía de la existencia de la fórmula por la cual: adquirida la Vicepresidencia, con el 
tiempo la Presidencia llegaría luego de la muerte del general Díaz; ello parecía ser el 
panorama venidero para un nuevo ciclo dictatorial. 
 
La aspiración por el gobierno, pronto encontró el freno de la autoridad del general Porfirio 
Díaz y su negativa para alejarse del poder político. Su insistencia por la presentación de la 
misma fórmula electoral: Porfirio Díaz para Presidente de la República y Ramón Corral en 
la Vicepresidencia, cancelaba la posibilidad de cambio en el bloque en el poder. Aún más, 
la negativa de ascenso a un notable miembro del grupo de “los científicos”, como José 
Yves Limantour u Olegario Molina, en sustitución de Ramón Corral, se debió a la decisión 
de Díaz quien no permitiría cambio alguno en el sistema de poder establecido y al que 
había apelado con anterioridad. En adición, las pretensiones del general Bernardo Reyes no 
resultaron fructíferas en tanto no se encontraba lo suficientemente ligado al bloque en el 
poder ni tenía el apoyo de la burguesía nacional, de ahí que sus alianzas políticas fuera más 
bien modestas; en consecuencia, una pretensión clara por la Vicepresidencia habría 
significado un enfrentamiento directo con el presidente Porfirio Díaz. La aceptación de la 
decisión de Díaz, y su posterior viaje a Europa, cancelaron toda pretensión presidencial del 
general Bernardo Reyes y sus partidarios.8 
 
En este contexto de rupturas en el seno del bloque en el poder, se gesta la incursión de 
FranciscoI. Madero en la vida política del país de principios del siglo XX. Madero, quien a 
pesar de su poca presencia en aspectos políticos del país, decidió promoverse como una 
opción para la Vicepresidencia, sin pretender con ello entrar en conflicto con el general 
Porfirio Díaz; en este sentido, el general Díaz permitiría el acceso al gobierno a una facción 
de la burguesía nacional distinta al grupo de “los científicos” y sin conllevar 
modificaciones a la estructura política del país. Sin embargo, la negativa del presidente 
Díaz a la aceptación de Francisco I. Madero como vicepresidente y la publicación de su 
libro La Sucesión Presidencial de 1910, llevaron a Madero a iniciar la contienda política 
 
8 Ibídem, pp. 123-139. 
15 
 
por la Presidencia de la República, aglutinando seguidores bajo el principio de “no 
reelección”. La popularidad de Madero creció en 1909 hasta poder conformar un nuevo 
partido con miras a la sucesión presidencial: el Partido Nacional Antireeleccionista; el cual 
no sólo atrajo el apoyo de empresarios, sino que a la par atrajo también un vasto apoyo 
popular. El régimen porfirista, ante la posibilidad de que Francisco I. Madero, como 
candidato a la presidencia y Francisco Vásquez Gómez como vicepresidente, tuviesen la 
oportunidad de ganar las elecciones, decidió encarcelar a Madero a fin de obstaculizar sus 
aspiraciones. Conseguido el encarcelamiento de Madero, las elecciones de junio de 1910 
fueron ganadas por el general Porfirio Díaz sin aparentes inconvenientes. A pesar de la 
liberación de Madero y con la expectativa de que no tuviese mayores aspiraciones, éste 
decidió huir a Estado Unidos en octubre de 1910 y, una vez instalado en dicho país, lanzó 
una convocatoria para iniciar una insurrección armada en contra del presidente Porfirio 
Díaz. 
 
1.1 El conflicto entre facciones revolucionarias 
 
La proclamación del Plan de San Luis el 5 de Octubre de 1910 por Francisco I. Madero, 
iniciaría en México el periodo histórico conocido como la Revolución Mexicana. Lejos de 
presentarse como un momento en la historia, se presentó como un proceso de 
transformaciones y conflictos que modificaron las estructuras del país con la promulgación 
de la Constitución de 1917; los distintos episodios históricos se caracterizaron no sólo por 
la lucha armada, sino también por la participación y el ascenso de las masas populares a lo 
largo del territorio nacional. El desarrollo de la revolución no devino en una guerra caótica 
y desorganizada, presentándose, por el contrario, bajo una organización de ejércitos 
caracterizados por una vinculación regional y social, así mismo con objetivos determinados 
por su propia condición en relación con sus intereses perseguidos. 
 
En el Plan, Francisco I. Madero criticaba la situación política que caracterizaba al régimen 
porfirista al afirmar: “Tanto el Poder Legislativo como el Judicial están completamente 
supeditados al Ejecutivo; la división de los Poderes, la soberanía de los estados, la libertad 
de los ayuntamientos y los derechos del ciudadano sólo existen escritos en nuestra Carta 
16 
 
Magna; pero, de hecho, en México casi puede decirse que reina constantemente la ley 
marcial; la justica, en vez de impartir su protección al débil, sólo sirve para legalizar los 
despojos que comete el fuerte; los jueces, en vez de ser los representantes de la justicia, son 
agentes del ejecutivo, cuyos intereses sirven fielmente; las cámaras de la Unión no tienen 
otra voluntad que la del dictador; los gobernadores de los estados son designados por él y 
ellos a su vez designan e imponen de igual manera las autoridades municipales.” 9 De 
acuerdo a dicho panorama, Madero buscaba enfatizar el problema imperante como un 
problema derivado del gobierno establecido, sin cuestionar de algún otro modo la estructura 
del Estado, por tanto, la petición a la insurrección nacional se situaba en términos de las 
formas del acceso al gobierno y la exigencia de libertades políticas. La adición del tercer 
punto en el Plan, presentaba un aspecto social a considerar: la restitución de terrenos a los 
propietarios despojados, pero sujeta a la validación legal para comprobar la posibilidad de 
la restitución o de su indemnización, sin que ello significase un compromiso al reparto 
agrario. No obstante las particularidades propias del Plan, éste permitió ofrecer un 
programa y un líder para iniciar la lucha armada en México, aglutinando masas populares 
(predominantemente campesinas) en torno al movimiento maderista. 
 
La insurrección nacional había sido prevista para el 20 de Noviembre de 1910, empero la 
lucha armada como tal no dio comienzo a partir de la fecha establecida, tal es el caso de 
Aquiles Serdán, quien hubo de anticiparse al 18 de Noviembre. Las siguientes 
sublevaciones se originaron en distintos puntos del país sin una dirección establecida, y no 
fue sino hasta finales de 1910 en que su organización mejoró para hacer frente al ejército 
federal. El retorno de Francisco I. Madero a México en febrero de 1911, permitió 
consolidar la organización de las fuerzas revolucionarias existentes en la lucha armada 
contra el régimen porfirista. La formación de los ejércitos revolucionarios se caracterizó 
por el surgimiento de líderes militares de hecho, surgidos de la agitación popular y de su 
influencia personal sobre las tropas que dirigían. En el norte, los ejércitos revolucionarios 
fueron aglutinados bajo la dirección de Pascual Orozco y Francisco Villa; la caracterización 
de sus tropas derivaba de la heterogeneidad social de su composición. Por su parte, en el 
estado de Morelos destacó la presencia de Emiliano Zapata, cuyas tropas compartían 
 
9 Garciadiego Dantán, Javier, La Revolución mexicana: crónicas, documentos, planes y testimonios, UNAM, 
México, 2005, pp. 96-97. 
17 
 
características comunes debido a su condición campesina. En este sentido, la irrupción de 
las masas populares en el curso de la revolución resultó extensa dentro de los ejércitos que 
se conformaron bajo la dirección del maderismo. Pese a la irrupción popular, Francisco I. 
Madero no contemplaba transformaciones sociales, pues la búsqueda del cambio en el 
gobierno y a lo sumo una reorganización del bloque en el poder, se tornaba en su principal 
interés. Si por una parte el interés formal era presentado en la destitución de Porfirio Díaz 
como presidente, por otra parte, dentro de las masas populares, el problema agrario 
resultaba de vital interés junto a la mejoría de las condiciones sociales de vida de la 
población. Al interior del maderismo ello se convertiría, con el tiempo, en una de sus 
principales contradicciones y a la cual Madero no pretendía solucionar porque él no 
comprendería las contradicciones socioeconómicas al interior del movimiento 
revolucionario, mismas que no se reducían al cambio político. En este orden de ideas, el fin 
del Porfiriato era el común denominador que unía el movimiento revolucionario, no 
obstante sus contradicciones. 
 
Hacia el primer cuarto de 1911, las fuerzas maderistas habían conseguido triunfos 
significativos en los enfrentamientos contra las fuerzas federales, de modo tal que la 
preocupación por el posible triunfo de la revolución maderista se encontraba dentro de las 
inquietudes del presidente Porfirio Díaz, quien, pese a contar con mayor organización y 
fuerzas militares, no era capaz de encontrar las victorias necesarias para derrotar a las 
fuerzas maderistas. El ocaso del Porfiriato se encontraba próximo y habría de encontrar su 
desenlace en Mayo de 1911; Ciudad Juárez, Chihuahua, resultó el escenario donde se 
definiría la conclusión militar de la revolución con la victoria del maderismo, su 
importancia estratégica más que su posible victoria militar era entendida por los 
colaboradores de FranciscoI. Madero, sin embargo éste preferiría continuar los combates 
en otros escenarios pese a la oposición de aquéllos. Contrariando las órdenes de Madero, 
Pascual Orozco y Francisco Villa inician el ataque a las fuerzas federales apostadas en 
Ciudad Juárez el 8 de mayo del mismo año, haciéndolas capitular dos días después. La 
victoria adquirida aceleró la conclusión de la revolución hasta la firma de los Tratados de 
Ciudad Juárez, mediante los cuales se establecerían los acuerdos para la conclusión de la 
lucha armada. 
18 
 
 
Los Tratados fueron firmados el 21 de Mayo de 1911, definiendo la conclusión de la 
Revolución a partir de la renuncia del presidente Porfirio Díaz y el cese de los ataques de 
las fuerzas revolucionarias, para ello se estipulaba que Francisco León de la Barra asumiría 
la presidencia provisional en tanto se convocaba a nuevas elecciones. En este sentido, se 
esperaba que culminaran “en todo el territorio de la República las hostilidades que han 
existido entre las fuerzas del gobierno del general Díaz y las de la Revolución, debiendo 
éstas ser licenciadas a medida que en cada estado se vayan dando los pasos necesarios para 
restablecer y garantizar la paz y el orden público” 10 . De forma que, fuera de una 
culminación evidentemente militar, no se hacía referencia alguna a cambios en la estructura 
política, social o económica de México. La preocupación de Francisco Madero por las 
aspiraciones populares lo llevarían a delimitar la actuación de las masas y procurar su 
licenciamiento como fuerzas armadas, por lo que a partir de los Tratados no retomaría el 
aspecto social que habría estipulado en el Plan, siguiendo lo que para él era el curso 
correcto luego de la revolución: la transición política en el gobierno. Y es que, como 
escribe José C. Valadez, para Madero “suponíase que los voluntarios de la guerra eran 
concurrentes a un acto político y democrático llevado a cabo circunstancialmente a fuerza 
de armas, y que, por lo mismo, llegado el triunfo, los improvisados soldados regresarían a 
sus anteriores ocupaciones y de esa manera, no constituirían un problema para el Gobierno. 
Mas no sería así.”11 
 
El conflicto armado se tornaba, para Francisco I. Madero, en un momento marcado por la 
irrupción de fuerzas populares que no tendrían inconveniente alguno en deponer las armas 
luego de la dimisión del presidente Porfirio Díaz, pues no existía para aquél, otra vía que no 
fuera la alternancia política para lograr la paz y estabilidad en México. El bloque maderista 
se enfrentaba a una encrucijada al conseguir su objetivo inmediato y su elemento de 
cohesión principal: la destitución del general Díaz. A pesar de las diferencias en el seno de 
las fuerzas revolucionarias, el objetivo común les otorgaba la cohesión suficiente para 
enfrentar a un gobierno fuerte y derrotarlo militarmente en seis meses, sin embargo, una 
 
10 Ibídem, p. 119. Cursivas propias. 
11 Valadez, José C., Historia general de la Revolución mexicana Tomo I, Editorial del Valle de México, 
México, 1995, p. 348. 
19 
 
vez alcanzado el objetivo inmediato de la lucha armada, el conflicto permanecía latente al 
interior del movimiento maderista. Los jefes revolucionarios entendían y parecían 
vislumbrar las vicisitudes futuras de las decisiones de su líder al propugnar el 
licenciamiento de sus fuerzas y el mantenimiento del ejército federal; deponer las armas sin 
mejoras sociales, ni el abordaje del problema agrario, se convirtieron en el fundamento 
socioeconómico y político para la continuación del movimiento de Emiliano Zapata en 
Morelos. La renuncia de Porfirio Díaz el 25 de mayo de 1911 y su exilio a Francia, no 
dieron por consumada la Revolución, sino sólo concluían el capítulo de su derrocamiento 
como dictador. 
 
Al interior del maderismo el germen del conflicto entre tendencias se gestaba, no sólo con 
la firma de los Tratados, sino a partir de la configuración propia del movimiento 
revolucionario. Por una parte, se encontraba la dirección de una facción de la burguesía con 
aspiraciones de inclusión dentro del bloque en el poder y, por otra parte, la integración de 
fuerzas populares, como base del movimiento armado, con aspiraciones de mejoría social y 
de resolución del problema de la tierra, generaban una alianza frágil en términos de 
objetivos más allá de la deposición del presidente Porfirio Díaz; a mediano plazo, las 
decisiones de Madero pesarían sobre el gobierno que encabezaría y sobre sus colaboradores 
y aliados. 
 
En un primer momento, la destitución del general Porfirio Díaz trajo como consecuencia el 
nombramiento de Francisco León de la Barra como presidente interino, quien, siguiendo los 
conductos de Francisco I. Madero, no alteró la organización gubernamental heredada del 
porfirismo, a lo sumo incluyó a tres revolucionarios al gabinete existente, siendo la figura 
de Emilio Vázquez Gómez, como Secretario de Gobernación, el de mayor compromiso con 
los objetivos revolucionarios. León de la Barra convocaría a elecciones para octubre de 
1911 a fin de facilitar la transición en el gobierno, por lo que su interinato seguía la misma 
dirección que en otra época dirigiera el general Díaz. En consecuencia, el interinato no se 
caracterizó por la paz, en tanto los contingentes zapatistas seguían levantados en armas ante 
la negativa de Madero por llevar a cabo reformas sociales y agrarias que generaran los 
cambios necesarios exigidos por las fuerzas campesinas. De la Barra insistiría en el uso de 
20 
 
las fuerzas federales para la destrucción del zapatismo pese al intento de Madero para 
conciliar el conflicto; en consecuencia, el distanciamiento entre Francisco I. Madero y 
Emiliano Zapata alcanzaría un mayor nivel al turnarse en enemistad. 
 
Las elecciones del 1 de octubre de 1911 favorecieron a Francisco I. Madero a pesar del 
descontento al interior de su movimiento, y la toma de posesión el 6 de noviembre no lo 
disminuyó. Las prácticas conciliadoras de Madero comenzaban a restarle partidarios en su 
ascenso a la presidencia, la separación de Emilio Vázquez Gómez, uno de sus más cercanos 
colaboradores y su sustitución por José María Pino Suárez en la vicepresidencia, denota un 
ejemplo de su futuro aislamiento 12 . La toma de posesión del nuevo Presidente de la 
República se contextualiza bajo gran expectación, tanto de las masas populares como de los 
miembros del bloque en el poder, debido a las posibilidades de cambio que podrían dar pie 
a transformaciones estructurales; sin embargo, Francisco I. Madero no precisaría de hacer 
innovaciones y sus decisiones se tornarían en posibilidades únicamente. En este sentido, se 
trataba de una transición electoral en el gobierno antes de una reforma en la estructura del 
Estado, por lo que los componentes y miembros del antiguo régimen porfirista no se vieron 
modificados más allá de un pequeño reacomodo de los mismos, la creencia de que el 
cambio democrático, a la postre, traería como consecuencia mejoras sociales sin afectar al 
Estado, era fielmente seguida por Madero durante su mandato; además, el intento de 
conciliación de los diversos sectores sociales, sin afectar los intereses de la clase 
dominante, acarrearía la pérdida de su base popular. Como menciona Francisco González 
Gómez respecto al gobierno de la transición: “Es cierto que intentó algunas tímidas 
reformas: organizó el Departamento del Trabajo para atender las demandas del movimiento 
obrero y encauzarlo a la armonía con los patrones; respetó la libertad de prensa; organizó 
comicios honestos; y llevó a cabo reformas administrativas, pero no tocó para nada el 
problema agrario, ni ningún otro problema social de importancia”13. 
 
A pesar de las reformas por implementar, la paz no se concretaba completamente en el país; 
incluso antes de fin de año, Francisco I. Madero debió hacer frentea la existente 
 
12 Brom, Juan, Esbozo de historia de México, Grijalbo, México, 2007, pp. 255-256. 
13 González Gómez, Francisco, Historia de México 2. Del Porfirismo al Neoliberalismo, Ediciones Quinto 
Sol, México, 1998, p. 49. 
21 
 
insurrección zapatista. La conformación del zapatismo como un movimiento propio, fuera 
del maderismo, se consolidó con la promulgación del Plan de Ayala el 28 de noviembre de 
1911, junto al desconocimiento de Madero como Jefe de la Revolución y como Presidente 
de la República. El punto clave del Plan no yacía en el requerimiento de dimisión de 
Madero, sino en el programa agrario sobre el cual se erigía un nuevo movimiento social, 
concentrado en la exigencia de la tierra, principal eje de movilización popular en la 
revolución. Por una parte, se planteaba que quienes hubiesen sufrido despojos debían tomar 
posesión de los mismos terrenos bajo el control de las armas; a continuación, los que en 
principio habrían despojado, podrían acudir a los tribunales surgidos para una resolución. 
Por otra parte, establecía los lineamientos a seguir para la expropiación y nacionalización 
de bienes de quienes se manifestaran en contra de la Revolución, lo anterior para mejorar 
las condiciones de vida de la población mexicana. Conjuntamente, el Plan de Ayala, 
buscaba en Pascual Orozco un nuevo jefe del movimiento, y si existiese su negativa dicho 
papel recaería en manos de Emiliano Zapata; por consecuencia, marcaba la continuación de 
la revolución hasta alcanzar los objetivos descritos en el Plan14. Pascual Orozco declinó la 
invitación y Zapata se convirtió en el líder del movimiento morelense, así como en la 
principal figura del agrarismo en la Revolución. 
 
Al mismo tiempo que el gobierno de Madero enfrentaba al zapatismo, debió hacer frente a 
las sublevaciones militares de otras figuras de renombre. El 16 de diciembre de 1911, el 
general Bernardo Reyes se sublevaba en Soledad, Tamaulipas, bajo el Plan de la Soledad, 
desconociendo el gobierno de Francisco I. Madero y, conforme al principio de no 
reelección, pretendía la destitución del primero. El general Reyes, quien en otrora gozaba 
de gran popularidad, no pudo continuar su sublevación y se rindió el 25 de diciembre del 
mismo año ante el ejército federal, para ser recluido en la prisión militar de Santiago 
Tlatelolco en la Ciudad de México. Pascual Orozco por su parte, se sublevaría en 
Chihuahua siguiendo el Plan de la Empacadora el 25 de marzo de 1912, pese a contar con 
un programa progresista que atendía demandas políticas como la instauración de un nuevo 
gabinete, ofrecía mejoras en el ámbito laboral y externaba la necesidad de solución al 
problema agrario, Orozco no encontró el eco suficiente para presentar un nuevo 
 
14 Garciadiego Dantán, Javier, op. cit., pp. 145-150. 
22 
 
movimiento armado capaz de hacerle frente al gobierno de Francisco I. Madero. La 
debilidad de su rebelión, además, es atribuida a su complicidad con grupos de carácter 
porfirista y conservador, por lo que su derrota a manos del general Victoriano Huerta 
encontró lugar hacia julio del mismo año, no obstante el haber obtenido victorias frente al 
ejército federal. Posteriormente, el general Félix Díaz (sobrino de Porfirio Díaz) se 
levantaría en armas el 16 de octubre de 1912 desde Veracruz, en una revuelta militar contra 
el gobierno maderista; su derrota sin embargo, acaeció el 23 del mismo mes, originada por 
su falta de aglutinamiento militar, siendo enviado posteriormente, a la Penitenciaría de 
Lecumberri en la Ciudad de México. Estas sublevaciones, si bien no representaban una 
amenaza militar, facilitaron la inestabilidad del gobierno, revelando en principio, el poco 
control que se tenía sobre el ejército federal, de ascendencia porfirista; a lo que se sumaba 
la fragilidad de las alianzas al interior del anterior movimiento maderista. 
 
Es innegable afirmar el deterioro de las relaciones con Estados Unidos como un elemento 
trascendental en el derrocamiento de Francisco I. Madero. En efecto, como indicara 
Heberto Castillo, “el gobierno norteamericano, al contemplar el panorama de intranquilidad 
que privaba en el país, al considerar que podía perder sus privilegios o dejar de ganar 
nuevas posiciones en México, y al conocer la disposición de algunos malos mexicanos para 
asociarse con los intereses norteamericanos, se propuso intervenir una vez más en los 
asuntos internos de México”15. A corto plazo, el papel del embajador norteamericano Henry 
Lane Wilson resultó central en la confabulación de un golpe de Estado. Uno de los 
elementos necesarios para el golpe se originó en la conjura de altos oficiales del ejército 
federal (de estirpe porfirista) desde mediados de 1912; además, la participación de los 
generales Manuel Mondragón y Gregorio Ruiz sería trascendental al curso de los 
acontecimientos de 1913 en la denominada Decena Trágica (del 9 al 18 de febrero). En 
síntesis, la caída de Madero se vaticinaba por la confabulación de diversos factores que van 
desde: su estrategia conciliadora, la pérdida del apoyo de sus anteriores fuerzas de soporte, 
 
15 Castillo, Heberto, Historia de la Revolución mexicana. Periodo 1906-1913, Ed. Posada, México, 1991, 
pp.157-158. También, dirá antes Heberto Castillo que, debe señalarse el impuesto a la extracción de petróleo 
de $0.20 por tonelada, decretado el 3 de junio de 1912, como un factor de preocupación para las empresas 
extractoras y para aquellas de procedencia norteamericana específicamente; en adición la disposición del 11 
de julio sobre el registro de las compañías petroleras y otras, se generaba inconformidad por parte de las 
mismas. (Ibídem, p. 157.) 
23 
 
la existente animadversión del bloque en el poder y el detrimento de las relaciones con 
Estados Unidos; pero ante todo, la fuente de su caída se debió a su incapacidad para llevar a 
cabo una reforma de Estado que le permitiera generar un gobierno eficaz. 
 
Siguiendo el plan de subversión, el 9 de febrero de 1913 se procedió a la liberación de Félix 
Díaz y Bernardo Reyes de las prisiones donde se encontraban recluidos, para 
posteriormente iniciar un ataque contra las fuerzas leales al presidente Francisco I. Madero. 
Un contingente, dirigido por Reyes decidió tomar Palacio Nacional, sin embargo resultaron 
rechazados al mismo tiempo que el general fue acribillado en el intento de asalto, las 
secuelas de la trifulca fueron menores del lado de las fuerzas leales aunque el general Lauro 
Villar resultó herido y no podría seguir al frente de éstas. Félix Díaz, acompañado de sus 
hombres, tomó por asalto La Ciudadela, de la que hizo su bastión para continuar con la 
sublevación, al mismo tiempo que se proveía de armamento para mantenerla. Con Villar 
herido, Madero debía designar un sustituto para dirigir las operaciones necesarias y dar fin 
a la sublevación; en una decisión que le costaría su derrocamiento, designó a Victoriano 
Huerta como Secretario de Guerra y como dirigente de las fuerzas leales. Huerta se habría 
ganado la confianza del presidente aunque en secreto conspiraba con los golpistas; por 
ende, en una serie de escaramuzas contra La Ciudadela, envió a las tropas leales a su 
muerte, precipitando la idea de que el gobierno no era capaz de liquidar la sublevación a 
pesar de su ventaja numérica, simultáneamente se eliminaba a quienes respaldarían al 
presidente Madero. 
 
La concertación del golpe encontraría lugar el 18 de febrero de 1913 mediante tres 
momentos clave: el primero con la detención de Francisco I. Madero y José María Pino 
Suárez; el segundo con la captura del hermano del presidente, Gustavo Madero; y el tercero 
con la firma de El Pacto de la Ciudadela. Bajo este último, los golpistas pretendían 
legitimar susacciones arguyendo a la ineficacia del presidente para la dirección del país. En 
su segundo punto, El Pacto expresaba que: “A la mayor brevedad se procurará solucionar 
en los mejores términos legales posibles la situación existente, y los señores generales Díaz 
y Huerta pondrán todos sus empeños a efecto de que el segundo asuma antes de setenta y 
24 
 
dos horas la presidencia provisional de la República […]”16. Bajo el auspicio del embajador 
norteamericano se buscaría legitimar el golpe de Estado mediante maniobras legales que 
permitieran el ascenso de Victoriano Huerta, la convocatoria a nuevas elecciones y el 
nombramiento de Félix Díaz como nuevo Presidente. De acuerdo a las conversaciones 
mantenidas con los golpistas, Huerta seguiría los acuerdos establecidos, además no 
atentaría contra la vida de quienes eran sus prisioneros (Francisco I. Madero y José María 
Pino Suárez); sin embargo, el asesinato de Gustavo Madero el día 19 acontecía al tiempo en 
que Madero y Pino Suárez eran obligados a firmar su renuncia. Pedro Lascuráin asumió la 
presidencia provisional, nombrando a Huerta como Secretario de Gobernación, para 
posteriormente renunciar y entonces el segundo accedió a la Presidencia de acuerdo a lo 
establecido por la Constitución. La culminación de la Decena no se concretó con el cese de 
hostilidades entre golpistas y fuerzas leales, ni mucho menos con la designación de 
Victoriano Huerta como presidente, sino con el asesinato de Madero y Pino Suárez el día 
22 durante su supuesto traslado a la Penitenciaría de Lecumberri. 
 
Al mando del gobierno, Victoriano Huerta, intentaría fortalecer su legitimidad buscando el 
apoyo de los gobernadores estatales. Con excepción del desconocimiento del gobernador de 
Coahuila, Venustiano Carranza, hacia Huerta, los demás gobernadores decidieron aceptar al 
nuevo liderazgo. Pascual Orozco, antiguo revolucionario, entró en alianza con el nuevo 
presidente y a través de su padre, junto a emisarios del gobierno, pretendían obtener el 
apoyo del movimiento zapatista para obtener un mayor dominio frente a la oposición 
posible; sin embargo, los zapatistas se negaron y bajo modificaciones al Plan de Ayala 
mantenían de nuevo el frente, ahora, contra el gobierno huertista al que consideraban 
usurpador. Consciente de la necesidad del apoyo popular, Huerta “planteó al inicio de su 
régimen la construcción de casas que serían vendidas a bajo precio a los trabajadores, la 
entrega de tierras nacionales a los campesinos y autorizó que, por primera vez en México, 
se celebrara el Primero de Mayo, jornada internacional de lucha de los trabajadores”17. Bajo 
el conocimiento del asesinato de Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, el apoyo 
de Victoriano Huerta se hallaba comprometido y la posibilidad de una sublevación no se 
 
16 Garciadiego Dantán, Javier, op. cit., p. 160. Corchetes propios. 
17 Brom, Juan, op. cit., p. 259. 
25 
 
enmarcaba al caso exclusivo de Coahuila, eventualmente podría extenderse al resto del 
país, en conjunción con el ya existente zapatismo en Morelos. 
 
Para el 25 de Marzo de 1913 se proclamaría el Plan de Guadalupe en el estado de 
Coahuila, que en sus primeros puntos ahonda en el desconocimiento de: Victoriano Huerta 
como presidente, de los poderes Legislativo y Judicial, así como de los gobiernos estatales 
que lo apoyasen. En su cuarto punto expresa que “para la organización del ejército 
encargado de hacer cumplir nuestros propósitos, nombramos como Primer Jefe del Ejército, 
que se denominará ‘Constitucionalista’, al ciudadano Venustiano Carranza, gobernador del 
estado de Coahuila”18, al término del conflicto sería nombrado presidente provisional para 
convocar a elecciones, lo mismo sucedería en los estados donde se hubiese apoyado a 
Huerta. El Plan encontró eco, en un principio, en los estados de Sonora y Chihuahua, a 
cuyo movimiento pronto se fueron adhiriendo antiguos partidarios de Francisco I. Madero y 
revolucionarios surgidos en el momento, hasta conformar un conjunto de fuerzas populares 
de compuesta heterogeneidad que comenzó a alistarse dentro de los nuevos ejércitos 
revolucionarios. La población rural norteña conformaría el grueso de los ejércitos adheridos 
al constitucionalismo, la congregación en tal o cual obedecería a las relaciones de cercanía 
geográfica y a las características sociales compartidas; el papel de los caudillos definiría el 
tamaño y el curso de acciones a realizar dentro los ejércitos, que dirigirían la guerra contra 
el ejército federal al mando del general Victoriano Huerta. 
 
La revolución se reiniciaba contra los reductos del viejo régimen porfirista, Venustiano 
Carranza, consciente de los errores de la transición electoral de Madero, buscaría una 
reestructuración total del bloque en el poder, desplazando a la facción de la burguesía que 
se encontraba en el poder, esto es al grupo de “los científicos”. Bajo dicho precepto, el Plan 
de Guadalupe se exhibía como un programa estrictamente político, sin atender a reformas 
sociales o de carácter agrario; aunque a diferencia de Madero, se entendía la necesidad de 
cambios en la estructura del Estado, como la destrucción del ejército federal, la 
reorganización de los vínculos entre entidades federativas y un nuevo ordenamiento de las 
relaciones entre los Poderes. Las masas populares (predominantemente de campesinos) 
 
18 Garciadiego Dantán, Javier, op. cit., p. 179. 
26 
 
buscaban en la revolución, reivindicación a sus aspiraciones de mejora social y la atención 
al problema fundamental de la tierra, ello las movilizaba e instaba a combatir; en cierto 
modo, el maderismo las habría frenado a obtener lo anterior, por lo que su adición al 
constitucionalismo entreabría una nueva posibilidad. Con el curso del movimiento armado, 
los grupos revolucionarios adquirieron mayor organización, y su tamaño aumentó hasta 
convertirse en ejércitos estructurados con mayor zona de impacto. 
 
Dentro del constitucionalismo se erigieron tres ejércitos principales 19 : el Ejército del 
Noroeste bajo las órdenes de Álvaro Obregón, con un dominio sobre el estado de Sinaloa; 
el Ejército del Noreste con la dirección de Pablo González; y la División del Norte, de gran 
poderío bélico, concentrada en Chihuahua bajo el mandato de Francisco Villa. El 
zapatismo, formalizado como Ejército Libertador del Sur, no se encontraba adherido al 
constitucionalismo, su área de acción trascendió los límites de Morelos para situarse en la 
zona centro-sur del país. El derrocamiento de Victoriano Huerta se convertía en el objetivo 
común que unía a los revolucionarios mexicanos, no así en el objetivo exclusivo de las 
masas populares que participaban en la guerra; en este sentido, el punto de coincidencia 
agrupaba distintas facciones en el seno de la lucha armada, favoreciendo la alianza de 
sectores distintos, cada uno de los cuales tenían intereses propios según su condición. 
 
El curso de la revolución encontró en el norte del país, su principal campo de avance y 
concentración de fuerzas militares para emprender la guerra contra el ejército federal. Por 
ejemplo, la importancia de la División del Norte no radica en su gran envergadura sino en 
las significativas victorias obtenidas, como lo fueron algunas en: Ciudad Juárez y Ojinaga 
en Chihuahua, y Torreón en Coahuila; tomando ventaja de las líneas férreas existentes bajo 
la correcta dirección de Francisco Villa, la apropiación de armamento así como la toma de 
las plazas resultaron de un valor trascendental para la conclusión de la guerra. Victoriano 
 
19 Si bien es cierto que dichos ejércitos fueron principales en el escenario de la Revolución, de ningún modo 
fueron exclusivos, en el país existieron otros frentes: en Durango bajo lasórdenes de los hermanos Arrieta, 
Orestes Pereyra y Calixto Contreras; en Sinaloa con dirección de Ramón F. Iturbide y Ángel Flores; en 
Zacatecas la figura de Pánfilo Natera sería crucial en su organización revolucionaria; también en Tamaulipas 
y San Luis Potosí operarían los hermanos Cedillo y los hermanos Carrera Torres. (Garciadiego Dantán, 
Javier; Kuntz Ficker, Sandra, “La Revolución Mexicana”, en Velásquez García, Erik; Nalda, Enrique; et. al., 
Historia general de México: Ilustrada, Vol. II, El Colegio de México/Cámara de Diputados, México, 2010, 
pp. 217-218.) 
27 
 
Huerta, consciente de los triunfos revolucionarios, se apresuraba a tomar las decisiones 
apropiadas para frenar su avance a la capital del país, al mismo tiempo en que procuraba no 
tener varios frentes militares; de ahí que los ataques al Ejército Libertador no cesaran en 
tanto se frenaba el avance del constitucionalismo. Por otra parte, a raíz de un incidente 
acaecido en el puerto de Tampico, Tamaulipas, el 9 de abril de 1914, el gobierno de 
Estados Unidos entró en conflicto con su contraparte mexicano, lo que derivó en la 
ocupación del puerto de Veracruz el 21 de abril. El cambio de actitud del gobierno 
estadounidense, que en el pasado había favorecido el golpe de Estado contra Francisco I. 
Madero, se explica por el ascenso del presidente Woodrow Wilson y el retiro del embajador 
Henry Lane Wilson; a partir de ello, Huerta perdía el reconocimiento de un aliado, y por 
consiguiente, el suministro de armas y pertrechos se veía mermado. 
 
Bajo este contexto, para el 23 de junio de 1914 se gestaría la batalla más importante para el 
triunfo revolucionario: la toma de Zacatecas; en dicha acción, Venustiano Carranza buscaba 
evitar que la División del Norte participara para conseguir la victoria, por lo que de ella 
únicamente esperaba el envío de contingentes de apoyo, no así del ejército de la División en 
su conjunto. Francisco Villa, desobedeciendo las órdenes del Primer Jefe, atacó con toda la 
División del Norte, derrotando al grueso del ejército federal; incapacitando entonces al 
presidente Victoriano Huerta para detener la revolución, para luego acelerar la dimisión de 
éste como presidente. Para Adolfo Gilly, dicha resolución vendría a traducirse en una 
ruptura a nivel del Estado, pues dirá que “el corte entre el Estado porfiriano y el Estado 
posrevolucionario es terminante. Consiste en lo siguiente: el Ejército Federal fue destruido 
y sustituido por un nuevo ejército, en el cual ―aquí sí― no fueron asimilados ni integrados 
los altos oficiales del viejo ejército. Ésta es la esencia de corte de continuidad del Estado 
[…]”20. En este sentido, se eliminaba la posibilidad de movimientos contrarrevolucionarios 
desde los reductos del porfirismo tal como habían acaecido contra Francisco I. Madero. 
 
La toma de Zacatecas por la División del Norte, tuvo un segundo efecto a considerar, las 
discrepancias entre Francisco Villa y Venustiano Carranza se consolidaron, por lo que éste, 
 
20 Gilly, Adolfo, “La guerra de clases en la revolución mexicana (Revolución permanente y auto-organización 
de las masas)”, en Gilly, Adolfo; Córdova, Arnaldo; et. al., Interpretaciones de la Revolución mexicana, 
Editorial Nueva Imagen, México, 1988, p. 44. Corchetes propios 
28 
 
consciente del problema que podría representar aquél, se habría empeñado en destituirlo del 
mando de la División, aunque el apoyo de los lugartenientes de Villa lo impidió y por 
consiguiente refrendó su ratificación al mando de la División. Buscando una solución a las 
tenciones que podrían derivar en un conflicto militar en el seno del constitucionalismo, aun 
antes de la dimisión de Huerta, se acordó celebrar una reunión entre las partes. El Pacto de 
Torreón, nombre con el que se definió a las reuniones acaecidas del 4 al 8 de julio de 1914, 
buscaban dar fin a las asperezas entre la División del Norte y el Primer Jefe; para lo cual, 
delegados de la División entrarían en conversaciones con representantes de la División del 
Noreste a fin de encontrar una resolución. Uno de los puntos clave se centra en que los 
delegados de la División del Norte hicieron notar que no se había desconocido ni se 
desconocería a Venustiano Carranza como Primer Jefe, bajo ello se exteriorizaban como 
miembros aún del constitucionalismo en tanto se les ofreciera cierta autonomía en sus 
operaciones militares y se ratificara a Francisco Villa como su dirigente. Otra resolución a 
destacar, instauraba la necesidad de realizar una convención al final de la guerra contra 
Huerta, en la que participaran las distintas fuerzas del constitucionalismo; bajo dicha 
convención se propugnaría un programa que atendiera a los problemas sociales existentes y 
atendiese el problema agrario21 . En estos términos, el conflicto parecía disolverse, no 
obstante para Carranza la División del Norte, pero Villa en lo particular, aún representaban 
un riesgo a considerar. 
 
El prestigio del general Victoriano Huerta había decaído, su legitimidad disminuía22 y la 
División del Norte había destruido el grueso del ejército federal en Zacatecas; lo anterior, 
sumado a otra serie de perjuicios, devino en su renuncia como Presidente de la República el 
15 de julio de 1914 así como su inmediato abandono del país. El interinato de Francisco 
Carvajal, se enmarcaría en el proceso de rendición del gobierno para dar lugar al triunfo 
constitucionalista mediante la entrega de la capital y la firma de los Tratados de 
Teoloyucan el 14 de agosto de 1914. Venustiano Carranza, pese a haberse comprometido a 
apoyar a la División del Norte, buscó evitar la llegada de la misma a la capital, de modo 
 
21 Garciadiego Dantán, Javier, op. cit., pp. 225-233. 
22 Debe señalarse que a raíz del asesinato del senador Belisario Domínguez el 7 de octubre de 1913 y la 
exigencia por su esclarecimiento, Victoriano Huerta decidió clausurar la Cámara de Diputados el 10 del 
mismo mes, así como el encarcelamiento de una parte de sus miembros; bajo dicho contexto, la Cámara de 
Senadores se disolvió a propia iniciativa. (Brom, Juan, op. cit., p. 259-260). 
29 
 
que, bajo las órdenes pertinentes instó a Pablo González y Álvaro Obregón a recibir la 
rendición del gobierno en turno, para luego, con la protección de sus incondicionales, el 
Primer Jefe pudiese entrar a la ciudad el 20 de agosto del mismo año. Aunque el triunfo 
estaba consolidado en tanto a su objetivo principal: la dimisión de Huerta; el conflicto no 
terminaba. 
 
A diferencia de Francisco I. Madero, Venustiano Carranza entendía la necesidad de 
disolver al ejército federal, por ende no licenciaría a las fuerzas revolucionarias con el 
propósito de tener un ejército leal al nuevo gobierno, aunque sólo conformarían su base de 
apoyo, aquellos que reconocieran su jefatura; de ello se derivaría la exclusión de la 
División del Norte en la firma de los Tratados de Teoloyucan así como de cualquier 
reivindicación de carácter social en los mismos. Al mismo tiempo, los Tratados, 
establecían en su cuarto punto: “Las tropas federales que guarnecen las poblaciones de San 
Ángel, Tlalpan, Xochimilco y demás, frente a los zapatistas, serán desarmadas en los 
lugares que ocupan, tan luego como las fuerzas constitucionalistas las releven”23, con lo 
cual el Ejército Libertador del Sur adquiría la connotación de enemigo del 
constitucionalismo en tanto Carranza no aceptaba los postulados del Plan de Ayala. 
 
El conflicto entre las facciones revolucionarias no se definía por las discrepancias entre 
constitucionalismo y zapatismo, así como tampoco entre la División del Norte y las 
restantes fuerzas del constitucionalismo, ni mucho menos se perfilaba como un conflicto 
entre caudillos por el control de la dirección del movimiento armado. El problema 
subyacente se encuentra,en un mismo sentido al igual que en el maderismo, por un 
conflicto interno propio de la Revolución a saber, esto es, la distinción de intereses entre 
una facción de la burguesía en ascenso y los intereses de las masas populares, que debido a 
su heterogeneidad se enmarcaban (en términos generales) en el problema de la tierra así 
como en mejoras sociales. En el marco de esta distinción, Venustiano Carranza, en 
representación de los intereses de la clase terrateniente, a la que pertenecía, no concibe la 
posibilidad de ofrecer concesiones a las masas populares, su propuesta si bien afecta la 
 
23 Garciadiego Dantán, Javier, op. cit., p. 242. 
30 
 
estructura del Estado, no ahonda en reformas sociales necesarias para la solución decisiva 
de la Revolución. 
 
1.2 La Convención de Aguascalientes 
 
La toma de la capital del país, bajo la dirección de las fuerzas militares del Primer Jefe, 
parecía poner fin a la Revolución. Sin embargo, la ocupación era más bien simbólica en 
tanto las tensiones entre facciones revolucionarias no habían llegado a una conclusión 
satisfactoria: por una parte, la División del Norte no fue incluida en la toma de la capital y 
el distanciamiento entre ésta y Venustiano Carranza aumentaba; por otra parte, las 
relaciones con el Ejército Libertador no florecían pues los zapatistas demandaban la 
aceptación del Plan de Ayala. Derivado de la victoria constitucionalista sobre el huertismo, 
para el 4 de septiembre de 1914, Carranza dirigiría una circular donde “llamaría a todos los 
gobernadores y jefes en mando de fuerza a una Junta que se verificará en esta Ciudad [de 
México], para acordar en ella las reformas que debían implantarse, el programa al que se 
sujetaría el Gobierno Provisional, la fecha en que deberán de verificarse las elecciones de 
funcionarios federal y demás asuntos de interés general…”24. Resulta congruente en el 
Primer Jefe, realizar una reunión con el fin de obtener adeptos para la legitimación de sus 
pretensiones sobre la Presidencia de la República, y es que de tomar plenamente las 
resoluciones del Pacto de Torreón, no podría acceder a aquélla dado que en su octava 
cláusula, el Pacto establecía: “Ningún jefe constitucionalista figurará como candidato para 
presidente o vicepresidente de la República […]”25. A raíz de ello, es posible explicar la 
necesidad de una junta que permitiera la formación de una facción carrancista al interior del 
constitucionalismo; pues el constitucionalismo, incluso escinda la División del Norte, no se 
configuraba como un bloque compacto sino más bien heterogéneo de acuerdo a tendencias, 
no así a facciones. 
 
 
24 Reyes Helores, Federico, La convención de Aguascalientes (Derrota o crisol de las fuerzas 
revolucionarios), [en línea], México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1984, p. 573. Disponible en: 
http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/700/38.pdf. Corchetes propios. 
25 Garciadiego Dantán, Javier, op. cit., pp. 230. Corchetes propios. 
http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/2/700/38.pdf
31 
 
Conscientes del peligro existente, debido a las capacidades militares de la División del 
Norte, los constitucionalistas pugnarían por un diálogo que superara los desacuerdos y las 
hostilidades; el papel del general Álvaro Obregón sería crucial para el curso de las 
negociaciones. El 21 de septiembre de 1914 en Chihuahua, Álvaro Obregón y Francisco 
Villa firmarían un acuerdo para consolidar la paz, se esperaba la participación de la 
División en la Junta convocada por Venustiano Carranza; sin embargo, en una parte del 
escrito se mencionaba: “El sentir general de esta División [del Norte], debemos decirlo con 
franqueza, es contraria a la celebración de esa Junta, no sólo porque ésta no fue prevista en 
el Plan de Guadalupe que en un principio sirvió de única bandera a la Revolución, sino 
porque las bases para la constitución de dicha Junta se consideran poco democráticas; pues 
que los señores generales y gobernadores convocados no llevan la representación de sus 
tropas, sino que su nombramiento procede de una sola y misma persona [refiriéndose a 
Carranza]”26. La División comprendía que era necesaria una verdadera representación de 
las fuerzas revolucionarias en la Junta, para que pudiese existir una solución a la 
Revolución más que al conflicto entre facciones, además se estipulaba, la paz “sólo podrá 
conseguirse mediante la constitución de un gobierno que tenga por origen la voluntad 
popular y no un movimiento revolucionario”27 ; es decir, se precisaba la necesidad de 
elecciones y no de decisiones en los nombramientos de gobierno. Hacia el final del acuerdo 
se escribía: “En tal virtud, aunque somos opuestos a la idea de la Junta, tal como va a 
funcionar y por las razones asentadas, sin embargo, como un testimonio de subordinación y 
respetuosa consideración al Primer Jefe del movimiento constitucionalista, iremos a ella; 
pero en la negligencia de que, en primer término, se resolverá el refrendo a dicho Primer 
Jefe del cargo de Presidente Interino de la República; en segundo, la inmediata convocación 
a elecciones generales, y en tercero, la aprobación de medidas cuyo resultado sea el reparto 
de tierras, a reserva de ser sancionado por el próximo Congreso General”28. 
 
En este sentido, la División del Norte mantenía su subordinación al constitucionalismo y se 
mostraba accesible a participar en tanto el tema de la reforma agraria así como de las 
 
26 Colaboradores: Georgette, José Valenzuela; Priego Ojeda, Arturo, Convención de Aguascalientes, Instituto 
Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1985, p. 53. Corchetes y cursivas 
propios. 
27 Ibídem. 
28 Ibídem, p. 55. 
32 
 
reformas sociales necesarias fueran uno de los ejes para el desarrollo de la Junta; aun sin 
mencionarlo, es posible inferir que se pretendía también la participación del Ejército 
Libertador del Sur. Las negociaciones continuarían a fin de atraer al villismo en la 
realización de la convención, la comisión encabezada por Álvaro Obregón prospera el 30 
de septiembre de 1914 en Zacatecas, cuando la División acepta su participación en tanto 
dicha convención sea ubicada en un punto intermedio y neutral; la elección de la ciudad de 
Aguascalientes resulta ser considerada como el lugar idóneo para la celebración de la Junta. 
Se fija la celebración de una Convención General para el día 10 de octubre con la presencia 
de jefes constitucionalistas.29 
 
Para el 1 de octubre de 1914 darían comienzo las sesiones relativas a la Junta convocada 
por Venustiano Carranza en la Ciudad de México. La asistencia a ella resultó concurrida 
pese a la ausencia del villismo y la exclusión del zapatismo, la presencia de jefes militares 
adeptos al Primer Jefe, así como de representantes de los territorios y gobernadores 
caracterizó al primer encuentro por definir el rumbo del país luego de la guerra que habría 
acaecido en la mayor parte del territorio nacional. Una de las primeras problemáticas que 
hubo de resolver, descansaba en la cuestión de la representación que los presentes llevaban 
a cabo, es decir, entre los presentes existían jefes militares, gobernadores que se habrían 
sublevado contra Victoriano Huerta pero desde el orden constitucional existente, otros más 
señalados como partidarios de Félix Díaz, gobernadores constitucionalistas, y civiles. El 
carácter soberano de la Junta la obligaba a establecer sus propios lineamientos dentro del 
constitucionalismo, sin que éstos se tradujeran en una subordinación directa a Venustiano 
Carranza; pronto la Junta adquirió mayor empoderamiento en tanto se tornaba en una 
asamblea donde se establecía una igualdad de participación derivado de la nulidad de los 
rangos militares de los participantes.

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